Benjamín Ávila, director de “Infancia clandestina”, habla sobre el filme precandidato a las nominaciones de los Oscar, que se estrena este jueves. Natalia Torres 04/10/2012 00:00
“Nos reímos mucho y lloramos mucho. Y como yo hacía cámara también en la
película, toda la emoción pasaba desde los actores hacia mí y al revés”. Así describe el director Benjamín Ávila la particular atmósfera que se posaba sobre el set durante la filmación de su ópera prima de ficción, Infancia clandestina, que acaba de ser enviada a la Academia de Hollywood con el fin que la considere para las nominaciones a Mejor Película Extranjera en los Oscar.
Es que el filme, que se estrena hoy en Córdoba, asienta su argumento en las
experiencias que el mismo Benjamín vivió en los años ‘70, durante una niñez marcada por el ocultamiento y la huida, dentro de una familia perseguida constantemente por la sombra persecutoria de la tortura y la muerte.
“Está basada en mi infancia, pero no es estrictamente autobiográfica. Si
hubiera hecho estrictamente mi infancia, claramente el tema de la película sería otro, porque hay varias cosas que no sucedieron que en la película sí suceden”, aclara Benjamín.
Parte de esa manera de volver a armar los acontecimientos vino de la mano
de una necesaria distancia entre Benjamín y su pasado al momento de sentarse a guionar la historia. “Una de las razones por las que acudí a Marcelo Müller, mi amigo, que es brasileño, guionista y escribió parte de la historia, fue para tener una mirada externa. Y eso me ayudó a ir despegándome de a poco”, cuenta el director.
“Entonces en un momento, ya cuando llegamos a la segunda versión del
guión, ya no hablábamos de mi ni de lo que opinaba, sino de los personajes y la estructura”, agrega. “La historia comenzó a tener su propia vida. Siempre en el cine, cuando escribís, el guión te pide su propia lógica. Obviamente, igual el rodaje fue muy intenso, hermoso, muy emocional”.
–¿Hay un espíritu similar al de la película “Kamchatka”, en el
sentido de poner la mirada infantil como punto central? –La diferencia con Kamchatka es desde dónde se mira la infancia. Kamchatka es una película muy honesta desde el punto de vista generacional en el que se hizo. Mira a la infancia con cierta culpa de lo que los chicos vivieron. Además no es una familia militante, sino una que está por fuera, en la periferia de la militancia. En cambio acá es una historia desde adentro, desde lo cotidiano de la clandestinidad absoluta, y nosotros como hijos tenemos una mirada sin esa sensación de deuda hacia nosotros mismos, podemos de algún modo ser mucho más llanos y directos, y menos condescendientes con los personajes. Y eso hace que el cotidiano de esa infancia sea muy revelador, la vida entera tiene mucho disfrute, mucho dolor, mucha cotidianeidad familiar, hay de todo.
–Ese quizás es el plus de estar escrita por un protagonista.
–Hay un poquito de ese lugar donde se habilita que determinadas cosas se digan porque están contadas desde lo que yo viví. Se pueden considerar temas que, en general, son incorrectos porque son lugares que no se habían desarrollado hasta ahora. Hay escenas donde los personajes dicen cosas claramente incorrectas. Por ejemplo, una escena entre Cristina Banegas y Natalia Oreiro, una discusión entre madre e hija, en donde se sacan a relucir un montón de cosas. Pero lo que termina ganando en esa discusión es otra cosa entre ellas: el amor, la posibilidad de redimirse por ser familia.
–¿Apunta eso a, en cierta manera, a poner al amor como una
forma suprema de militancia? –Militar en esa época era algo de todos los días, no era un momento. Era un estado constante, trabajar, estudiar, hablar, tomar el colectivo, todo tenía que ver con una manera de ver la vida y ejecutarla, porque había una fe total de que lo que estaban haciendo era realmente cambiar el mundo. Obviamente, visto desde el hoy hay una sensación de ingenuidad, pero porque sabemos que se aniquiló toda esa idea.
–¿Cuál pensás que, en “Infancia clandestina”, pueda ser el anzuelo
que “pesque” a la Academia de Hollywood? –¡No sé! Si lo descubrís, por favor, avisame (risas). Lo que sí creo, porque ya vi que pasó en los festivales internacionales, es que es una película muy universal, ha sido comprendida y ha emocionado en Toronto, Cannes y San Sebastián. Suponemos que es una película que puede llegar si los miembros de la Academia la ven como la gente que la vio en los festivales.
Un Gran elenco. Infancia clandestina, dirigida por Benjamín Ávila, cuenta
con protagónicos de Natalia Oreiro, Ernesto Alterio, César Troncoso, Teo Gutiérrez Moreno, Cristina Banegas, Violeta Palukas y Paula Ransenberg.
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