En el siguiente trabajo pretendo hacer, a manera de un reporte de lectura, un análisis en torno a la
imaginería juárica en la película de La Virgen de Juárez y en el cómic Viva la Vida. En ambas obras, permea la visión de externos sobre una ciudad violenta y categorizada como la más peligrosa del mundo, muchas veces llevado al extremo de la paranoia y la predisposición, y mezclado con la idea del exotismo de la cultural latina, la devoción por la religión y los movimientos sociales. En La Virgen de Juárez, película dirigida por Kevin James Dobson, se retrata la frontera de Ciudad Juárez y El Paso en el contexto de los feminicidios. Voces de los noticieros narran una situación pavorosa en el área, dictaminada por asesinatos crueles e inexplicables hacia las mujeres que viven en barrios marginales. La historia comienza con la llegada de Mariela (Ana Claudia Talancón) a Ciudad Juárez, una joven que, como muchas otras, tiene el sueño americano. Estudia inglés en su reproductor portátil de CD, en los recorridos que hacía en la ruta de su trabajo a su casa, y viceversa. Ha venido desde dentro del país a trabajar en la industria maquiladora. No tarda la ciudad en darle la bienvenida, pues apenas baja del camión y comienza a caminar las calles del centro cuando es atacada por un hombre que intenta llevársela. Es rescatada por otro hombre que le promete ayudarla con un lugar en donde pueda dormir y con trabajo. Le entrega una tarjeta de presentación con su nombre: Félix Salas. Intenta convencerla con su buena obra, sólo para que el espectador pueda deducir que todo fue un teatro armado por ambos hombres para persuadirla. En la hora pico, la fila para el puente libre es, como es usual, larga y tardada. La reportera Karina Danes se encuentra en Ciudad Juárez haciendo un reportaje para el periódico Newsweek de Los Ángeles, para lo cual busca la ayuda del Padre Herrera y el activista Patrick Nunzio. Danes intenta seguir las pistas de las muertes, acudiendo a los lugares donde ocurrieron los homicidios, con la esperanza de poder documentar los casos de las desaparecidas. Para Danes, las razones por las cuales realiza la investigación no tienen que ver con una ambición profesional, sino con un motivo más profundo que se enraiza en su experiencia personal con un caso de trata de blancas en el pasado, del cual se adjudica la muerte de 36 mujeres que estaban cautivas en un camión de carga. Pronto, la periodista notará la negligencia de los funcionarios y autoridades que no terminan por dar declaraciones satisfactorias en torno a los mecanismos empleados para combatir los feminicidios. Ciudad Juárez y El Paso se muestran siempre en una relación dicotómica: El Paso es la ciudad más segura de los Estados Unidos, mientras que su ciudad hermana, Juárez, una de las más peligrosas del mundo. Las imágenes de la frontera evidencian la diferencia de clases y calidad de vida del uno y el otro lado. La urbe de El Paso, con sus controles de seguridad y sus grandes vallas, donde los ricos viven en las partes altas de la ciudad y los pobres en las bajas. Al sur, a través de la valla se ven los inicios de México en un paisaje decadente de periferia. A lo largo del filme se ilustran diversas teorías sobre el feminicidio, entre ellas la de los choferes de los transportes de personal. Danes visita la casa de la madre de Luz, quien le cuenta la historia de cómo desapareció su hija, y de cómo las autoridades la culpabilizaron de su propia muerte. Luz, al igual que Mariela, era una mujer joven que trabajaba en la maquila y que utilizaba el transporte de la fábrica para ir de su casa al trabajo, y viceversa. Una noche, fue violada y asesinada por el chofer, que abandonó su cuerpo en algún punto de un paraje desértico. En las noches, el hombre que salvó, en apariencia, a Mariela, circula por las calles de la Juárez con fotografías de mujeres que toma por las calles, entre ellas, el rostro de Mariela. Las lleva consigo para mostrárselas a sus clientes y así, prostituirlas en contra de su voluntad. Una noche, ese mismo hombre que le buscó refugio entra a su cuarto con uno de sus clientes. Al día siguiente, un hombre se presenta en fiscalía, desesperado por la desaparición de su hija, una víctima más del feminicidio. Por medio del hombre, los detectives y la periodista se enteran de la supervivencia de una mujer atacada que está internada en un hospital, en donde comienza a sufrir de visiones de la Vírgen María y de las heridas conocidas como estigmas, que se abren en sus manos mientras ella se encuentra en trance. Resulta ser Mariela. Ante esta imagen, las personas a su alrededor se hacen devotas, e inclusive comienzan a construir un halo de misticismo alrededor de ella, que a partir de ese momento se encontrará cubierta de mantos blancos que representan su purificación. Mientras tanto, se muestran las figuras de la autoridad, la ciencia y la religión/tradición, que intentan decidir el curso del tratamiento de Mariela. Isidro, el hombre que trabaja en el hospital donde ella se encuentra internada, repudia el uso de medicamentos en Mariela, asumiéndolo como una especie de profanación, mientras que el fenómeno que Mariela experimenta no es, considerado por la medicina, como un milagro, sino una enfermedad que debe tratarse. Danes vuelve al hospital y se entera de que Mariela ya no está internada. Isidro y las madres de las desaparecidas le han hecho una especie de altar dentro de una pequeña iglesia. Las personas de la ciudad, sobretodo aquellas que están relacionadas con los familiares de las desaparecidas, comienzan a generar en torno a ella una imagen mítica, encarnan en ella a la Virgen María. El Padre Herrera le dice a Danes que “la Vírgen Mariela se ha convertido en un símbolo de cambio. Un contrapunto a los asesinatos, un milagro. (…) Si podemos unir a La Virgen con otras organizaciones que exigen cambios…”. El dolor por el cual pasó Mariela, su deambular por el desierto sola, es visto por las demás personas como un simbolismo del proceso de crucifixión, de purificación a través de ser una mártir que representa a todas las mujeres asesinadas. Mientras que la madre de Luz, dice: “Hay tanta oscuridad ahora mismo. Tanto miedo. Pero ella, esa joven, valientemente atravesó el desierto. Sola. ¿Y qué ve? A nuestra santa madre.” Así, Mariela se convierte en la respuesta, la imagen que tanto anhela la ciudadanía de una heroína que trasciende lo terrenal y lo mundano y está directamente conectada con una verdad única que le permitirá vencer el mal, acabar con la perversión, devolverle el poder al pueblo, el que empieza a cobrar justicia por sus propias manos, matando uno a uno a los implicados y sospechosos. Es un panorama muy inocente, en el cual los delincuentes pueden ser fácilmente asesinados por un civil con un arma blanca. Mariela no sólo representa, al inicio, la vírgen de las desaparecidas, sino que se va convirtiendo poco a poco en un personaje subversivo, activista, militante. La primera vez que la vemos vestida de negro, como anteposición al blanco, es cuando escapa a Los Ángeles, junto con los miembros de una pandilla y comienza a alzar la voz públicamente a través de las radioemisoras para declarar el siguiente manifiesto: “Escúchenme por favor. El momento ha llegado. El momento del cambio. En el que vamos a deshacernos de nuestros opresores. De los que abusan de nosotros. Expulsemos el mal en todas sus formas, el momento es ahora (…) Quiero que sepan que lucho en nombre de la lucha del mundo contra la violencia y el miedo. Y más que eso, por la paz y la armonía. Porque el amor es el camino, con el amor no nos debilitamos.” Las palabras de Mariela comienzan a tomar una forma corpórea: la justicia ya no es un ideal inalcanzable, una larga e interminable espera por los pasillos de la fiscalía y los inagotables pretextos de las autoridades. El justiciero es ahora el ciudadano común. Finalmente, la Virgen Mariela purga de los pecados a su antítesis, su destructor, antes de que éste fuera sacrificado. Creo que hay un deseo muy fuerte que ha prevalecido a lo largo de los años de ver manifiesta esa justicia en la realidad social. Como aquello nunca se ha visto concretado, alzar la voz y corporeizar esta justicia se hace presente en la búsqueda de lo sensible en la ciudad a través del arte, aquello que trasciende los discursos de la violencia como tradición o costumbre para enfocar la mirada en los habitantes de la cotidianeidad juarense. Después de leer el cómic de Viva La Vida, de Baudoin y Troubes, me surge la pregunta de cómo poder evaluar lo juárico desde una perspectiva interna. ¿Será contraproducente para hacer dicha interpretación que yo conozca la ciudad desde adentro? Evidentemente, Ciudad Juárez a los ojos de los que no habitan la ciudad, está contaminada por lo que otras personas les han dicho en el trayecto, a tal punto de adoptar una visión paranóica del entorno. Pareciera ser una especie de viaje de peregrinaje aquel que hacen los extranjeros que vienen aquí con la pretensión de captar la esencia de un lugar que consideran salvaje, crudo, desmedido. Es para ellos la crónica de un acto heróico, como lo dice la sinopsis de la contraportada de Viva La Vida: “retratar la urbe más peligrosa del mundo y rescatar aquello que es sensible”. Se vuelven entonces estas historias, entre la ficción y la realidad, novelas que están claramente dirigidas a un público que encasilla Ciudad Juárez como una especie de Gomorra o de Sodoma, en parte gracias a la fama que creó el país vecino en los años de la prohibición del alcohol y que llegó para quedarse. El héroe es el cineasta, el periodista o el artista que “arriesga” su vida por una “buena causa”: visibilizar y concientizar, brindar esperanza, manifestar la victoria del bien sobre el mal en una obra de fantasía en la que cualquier ciudadano puede hacer justicia ensangrentándose sus propias manos, únicamente para descubrir lo que para aquellos que tenemos una visión juarense y no juárica, no está ni siquiera puesto en duda: somos gente con sueños, metas e ideales viviendo en la guerra.