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Poemas Retahilas Fabulas Leyendas Estrofas
Poemas Retahilas Fabulas Leyendas Estrofas
Por la mañana
El dentista de la selva
Trabajó intensamente
Con un feroche cliente.
Era el rey de la jungla,
Era un león imponente,
Con colmillos careados
Y que le faltaba un diente.
Por la tarde
Y dijo el doctor dentista
A su enfermera reciente:
-pon el cartel en la choza,
no recibo más pacientes,
ha venido un cocodrilo
que tiene más de cien dientes.
Autora: Gloria Fuertes
La Tarara, sí;
la Tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Lleva la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.
La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.
Ay, Tarara loca.
Mueve la cintura
para los muchachos
de las aceitunas.
Autor: Federico García Lorca
El chamariz en el chopo.
-¿Y qué más?
El chopo en el cielo azul.
- ¿Y qué más?
El cielo azul en el agua.
- ¿Y qué más?
El agua en la hojita nueva.
- ¿Y qué más?
La hojita nueva en la rosa.
- ¿Y qué más?
La rosa en mi corazón.
- ¿Y qué más?
¡Mi corazón en el tuyo!
Autor: Juan Ramón Jiménez
Existe una leyenda misteriosa que nos habla del dios azteca Quetzalcóatl. Según esta leyenda, en
una tarde de verano, el dios azteca Quetzalcóatl pensó que podía ser muy buena idea ir a dar un
paseo. Pero se olvidaba de que su aspecto, en forma de serpiente emplumada, podría atemorizar al
mundo. De esta forma decidió que lo mejor sería bajar a pasear a la Tierra tomando un nuevo
aspecto humano y común. Caminó sin parar durante todo el día el dios Quetzalcóatl disfrutando
plenamente de todos los maravillosos paisajes que le brindaba la preciosa Tierra. Y tras mucho
caminar, cuando ya parecía despedirse el Sol entre las luces rosadas y mágicas del atardecer,
Quetzalcóatl sintió un hambre terrible que le apretaba el estómago, además de un fuerte cansancio.
Pero a pesar de todo aquel malestar, Quetzalcóatl no se detuvo en su camino. Finalmente cayó la
noche, y junto a una hermosa y casi anaranjada Luna, brillaban miles de estrellas que eclipsaban al
mismísimo dios. Y en ese justo instante Quetzalcóatl pensó que debía parar su paseo y descansar
finalmente para reponer fuerzas. La belleza del firmamento le había hecho darse cuenta de que el
mundo merecía contemplarse con detenimiento y verdadera atención. Tomó asiento en aquel
mismo instante sobre una piedra gruesa del camino, y al poco tiempo se le aproximó un conejito
que parecía observarle con mucha atención mientras movía los finos bigotes. ¿Qué comes?- Dijo el
dios al conejo. Como una deliciosa zanahoria que encontré por el camino. ¿Deseas que la comparta
contigo? No gracias, no puedo quitarle su sustento a un ser vivo. Tal vez mi verdadero destino sea
pasar hambre y desfallecer como consecuencia de ello y también de mi enorme sed. ¿Y por qué
habría de pasar algo tan terrible si yo puedo ayudarte? – Replicó el conejo. Eres muy amable,
conejito. Sigue tu camino y no te preocupes por mí. – Exclamó apesadumbrado y agotado el dios
Quetzalcóatl. Solo soy un pequeño e insignificante conejo. No dudes en tomarme como tu alimento
cuando creas que no puedes más. En la Tierra, todos debemos encontrar la manera de sobrevivir.
Quetzalcóatl se quedó completamente conmocionado ante aquellas palabras del conejo y lo acarició
con mucho cariño y emoción. Después lo cogió entre sus manos y lo alzó hacia el cielo, en dirección
al brillo que despedían las estrellas en la noche. Tal alto lo subió con sus propias manos, que su
silueta quedó grabada en la gran Luna casi anaranjada. Mientras Quetzalcóatl volvía a descender
sus brazos con el conejo entre las manos, observaba el magnífico grabado que había quedado en el
cielo. La imagen del conejito quedaría para siempre en el firmamento, para que fuese recordada
siglos y siglos por todos los hombres que habitaran la Tierra como premio por su bondad. Después
Quetzalcóatl se despidió del conejo, y agradeciéndole nuevamente su amabilidad, continuó su
camino. El pequeño conejito no podía creer lo que había visto. Aquel hombre tenía aspecto de
humano, pero se comportaba con una grandeza fuera de lo normal. Y con aquella reflexión observó
anonadado el brillo de su silueta en la Luna durante mucho, mucho, tiempo.
LOS UNICORNIOS
Hace mucho tiempo existieron unas extrañas y maravillosas criaturas que poseían el cuerpo como
los caballos más hermosos de la tierra, y además, un mágico cuerno en el centro de su frente. Estas
criaturas, llamadas unicornios, eran de color blanco y se cree que procedían de tierras indias. Los
unicornios debían albergar tanta magia, que no podía verlos cualquier persona que quisiera sino
que, al contrario, eran muy pocos los afortunados que tenían el privilegio de llegar a observarlos.
Aquellos que llegaban a hacerlo eran las personas que tenían un corazón bueno y puro, cualidades
que eran muy fácilmente rastreables por los unicornios. Los cuernos de los unicornios tenían
propiedades sanatorias y curativas, y eran tan poderosos que se dice que podían llegar a curar
enfermedades muy peligrosas y mortales. Incluso, muchos llegaron a decir que contenían los
ingredientes necesarios para alcanzar la eterna juventud. Precisamente por todas aquellas razones,
la existencia de un unicornio dependía en su totalidad del mágico cuerno de su frente, y si llegaban
a perderlo su destino era la muerte. En la Edad Media, sabedores de las propiedades del cuerno de
los unicornios, muchos cazadores se adentraron en los bosques para dar caza a estos enigmáticos
seres, con tan mala fortuna, que terminaron abocando a los unicornios a su desaparición. Muy
inteligentes, y como los unicornios eran seres tan solitarios y solo dejaban verse por las personas
buenas, aquellos temibles cazadores se aprovechaban de las personas de corazón puro para
capturar a los unicornios y apresarles en busca de sus cuernos. Tras su triste desaparición, la
magnificencia y bondad de aquellos seres dejó en la historia su recuerdo como símbolo de la fuerza,
de la libertad, del valor, de la bondad y, sobre todo, del poder de la magia que reside en las personas
de gran corazón.
¿Conocéis al que fuera rey de la actual Gran Bretaña, Uther Pendragon? Aquello sucedió según la
leyenda hace mucho tiempo, pero todavía los ecos de aquellos sucesos rezuman por todo el mundo.
El rey Pendragon mantenía un duro conflicto con el llamado duque de Tintagel, que finalmente
terminó un día en el que Pendragon decidió firmar la paz. Para aquel día no tuvo reparos en invitar
a la gente más populosa de la comarca, entre ellos el duque de Tintagel y su mujer, la duquesa
Igraine. Lejos de lo planeado, cuando Uther Pendragon topó sus ojos con la duquesa, quedó tan
prendidamente enamorado de ella que todo cambió a partir de entonces. Tan enamorado y extraño
se sentía que decidió solicitar la ayuda del mago de la corte, llamado Merlín, para que realizase un
hechizo en su favor. Este hechizo consistió nada más y nada menos, que en hacer creer a Igraine
que Uther era su verdadero marido. Y tanto funcionó el hechizo que finalmente ambos se unirían y
de su relación nacería un niño llamado Arturo. Pero como aquello no podía saberse e Igraine falleció
poco después del nacimiento de Arturo, éste fue enviado con el mago Merlín, el cual se haría
responsable de su cuidado y formación hasta que el joven cumpliese los dieciséis años. Llegado
aquel momento, Arturo fue enviado con un caballero llamado Sir Héctor, pero hasta entonces, fue
el mago Merlín el encargado de cuidar, alimentar y enseñar todo aquello que sabía al joven príncipe,
que lejos de ignorarlo, demostraría ser una persona obediente y responsable como pocas. Pasados
los años, el rey Uther murió sin haber dejado ninguna descendencia reconocida en su castillo, y el
mago Merlín, convencido por algunos caballeros, decidió organizar un evento para solucionarlo y
nombrar a un nuevo rey. El reto consistiría en sacar una espada, la espada de Excálibur, de un
yunque de hierro dentro del cual se encontraba atrapada. Muchos fueron los que intentaron sacarla,
pero ninguno pudo conseguirlo. Ninguno salvo Arturo, que consiguió retirarla sin apenas esfuerzo.
Pero la mayoría de caballeros no aceptaban el nombramiento de Arturo como el nuevo rey, y Merlín
tuvo que salir en su defensa confesando que en realidad él era el único descendiente legítimo del
rey Uther. Y para asegurarse de que Arturo nunca más fuera molestado por caballeros arrogantes y
egoístas, Merlín decidió crear la llamada mesa redonda, compuesta por caballeros totalmente leales
al nuevo rey. Y durante mucho tiempo, el reino pudo mantenerse en paz…
El narrador de historias
Érase una vez un rey que tenía, por asistente y amigo, a un hombre cuya facilidad para contar
historias rebasaba casi lo imaginable. Cuando el rey se disponía a descansar, el hombre tenía el
cometido de narrar al monarca varias leyendas y fábulas para facilitarle el sueño. Pero ocurrió que,
en cierta ocasión, los problemas del monarca eran tan grandes y numerosos que le resultaba
imposible conciliar el sueño con el número de historias acostumbradas. Quiso entonces el rey
escuchar más historias, pero el hombre decidió contarle dos menos y muy cortas. Esta noche me
gustaría escuchar una muy larga y tras ella podrás irte a descansar- Dijo el rey a su asistente y amigo,
poco satisfecho con aquellas historias tan cortas. Tras aquellas palabras el hombre obedeció,
arrancándose de la siguiente forma: «Un campesino tomó cierto día mil libras de monedas de
penique, y compró con ellas dos mil ovejas. Cuando las iba conduciendo hacia el refugio, el arroyo
que había que cruzar para llegar estaba tan crecido que no se podía de ninguna manera cruzar a la
otra orilla. El campesino, apesadumbrado, logró encontrar una barca, pero era demasiado pequeña
para transportar en ella a todas las ovejas. Dándole vueltas a su cabeza, llegó a la conclusión de que
podría transportarlas de dos en dos…» Llegados a este punto de la historia, de repente, el narrador
se durmió. Pero poco duró el descanso, ya que el rey no había quedado satisfecho aún con la historia
y decidió despertarle al momento: Cuéntame el final de la historia. Señor, el arroyo era ancho, la
barca muy pequeña y las ovejas numerosas, ya se lo he contado. Y ahora tenemos que esperar a
que el campesino las vaya trasladando de dos en dos para que sepamos cómo termina la historia-
Respondió el astuto narrador de historias, que no deseaba pasarse la noche en vela. Y pensando y
pensado en el final de la historia, que tan extraña le resultaba al monarca, cayó rendido sobre su
almohada sin necesidad de más palabras.
FABULAS
Cuento corto del adivino
Érase una vez una bruja que se ganaba la vida vendiendo encantamientos y fórmulas para calmar
la cólera de los dioses.
Con esta promesa a la bruja no le faltaban clientes y conseguía grandes cantidades de dinero de
este modo de vida.
Pero un día fue acusada de ir contra las leyes y la llevaron ante los jueces supremos del país.
Así, tras un juicio muy corto, la culparon y la hicieron condenar a muerte.
Viéndola salir de la sala del juicio, una de las personas presentes le dijo:
- Bruja, tú que decías poder desviar la cólera de los dioses, ¿Cómo no has podido persuadir a los
hombres?
Moraleja: hay que ser precavido con quienes prometen solucionar todo problema que tengas a
cambio de dinero pero son incapaces de arreglar los suyos.
RETAHILAS
TRABALENGUAS
2- Marinero