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Edwin Andrez Gil Gil

Novicios orantes ¿Para qué?

En la vida religiosa siempre hay un pare en el camino que es muy importante, que es el año
privilegiado, “el noviciado”, un año para crecer más en la fe, y en el fortalecimiento del carisma, allí
se despierta el verdadero sentido de la persona, que es el camino que cambia un estilo de vida
cotidiano y se transforma en el quehacer para toda la vida.

Esto se transforma en la oración, es el ideal de un religioso, encontrar respuestas a través de este


espacio que es el encuentro con Dios. De buenas a primeras, parece una suerte de “borrón y cuenta
nueva” de la vida y que aparezca una nueva vida interior y exterior al religioso. Por eso el ¿para qué?
es importante, si bien las historias y formas de vivir son tan variadas de los religiosos, aunque todos
tendrían que vivir un estilo muy distinto al ritmo que se experimente el Noviciado. Y más aún la
vorágine de la vida tan típica del siglo XXI se pasa a una rutina diametralmente opuesta. La idea
principal es generar en el religioso un equilibrio que permita realizar una “experiencia intensa
diferente”: el viaje al interior de uno mismo. Porque es en el interior, en lo profundo de nuestro ser,
donde Dios habita y da respuestas a las búsquedas que cada uno de nosotros tiene. Puede que lo que
esté diciendo suene anacrónico o “piadoso”, y genere más “lata” que atracción. Nuestra generación
vive en un mundo con claves muy diferentes. Todos, algunos más, otros menos, sabemos que, desde
niños, jóvenes o adultos, nos subimos a un carro del cual poco sabemos, y raramente nos detenemos
a pensar de dónde viene y hacia dónde va, siempre estamos cerrados que hay más allá de esa realidad.
Esta es una oportunidad concreta para darse cuenta de ello de una realidad concreta que es Dios y
esto se da a partir de una oración intensa y profunda. Pero no por un mero ejercicio de
autoconocimiento, sino para confirmar el deseo que Dios ha puesto a cada uno en el corazón o la
respuesta del porque ser religioso.

Para ello, el noviciado es ese el espacio donde se concreta una serie de experiencias que marcan a los
novicios. Una, que es de larga duración, es la rutina propia del Noviciado. Sin omitir los trabajos
comunitarios, estudios, comidas, ratos de descanso, pero los más importante y principal es la oración
personal o comunitaria y el vivir los sacramentos, esto debe de marcar un ritmo diario. Bien parece
la estructura de un monasterio. Y sí, algo de eso tiene de importancia para toda la vida de un religioso
que será destinado a una vida principalmente activa… o “apostólica”, como le llamamos o más aun
para nuestro caso en las escuelas, colegios, universidades, formación de maestros, entre otras. En sí,
son las herramientas para llegar a la misión.

Finalmente, la medida o el final de este proceso de Noviciado avanza en el tiempo y se acerca a su


término, se debe tener la sensación de que todo se encauza por un tubo que conduce a la confirmación
de un deseo: entregar la vida a Dios para servirlo por donde su viento sople; y, en este caso, al modo
de nuestro carisma Lasallista. Y la importancia de tener que todo es con el espíritu de fe: todo en
miras de los ojos de la fe, hacer todo en miras de Dios y atribuirlo a Dios.
“Si no lo hacemos de manera efectiva con la ayuda de Espíritu, la profundidad de nuestra
espiritualidad lasaliana, podría desaparecer convirtiéndose en una herencia vacía o en el nombre de
una marca”.

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