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1.

Presentación
Buenas noches, voy a aprovechar la presentación de María Marta y las que
escucharemos con Graciela, Claudia, Jonathan y Luis -en el marco de pensar
“Horizontes, dislocaciones y descomposiciones en la Educación” en el último
panel los Jornadas de re-apertura de la deseada Licenciatura en Ciencias de la
Educación-; para entrecruzar, ampliar y quizás también ir a contrapelo de
algunas de las ideas que hemos venido trabajando en el marco del grupo de
investigación en Educación y Estudios Culturales -que dirige Luis desde el año
2003 en nuestra Facultad-.
Mi breve presentación se titula “Descomponer la Universidad y expandir la
docencia: Por una pedagogía para con-vivir” y mi intención es compartir
algunas ideas sobre mi proyecto de investigación formal y otras dislocamientos
que están en el borde de su institucionalidad. Algo que me parece deviene
legítimo compartir aquí con ustedes. Para ello preparé 5 diapositivas en las que
intentaré presentar en 10 minutos, una contextualización o una forma de pensar
la pregunta: ¿Cuál es el lugar de la pedagogía?, o algunas digresiones de ella:
¿Dónde colocamos a la pedagogía? ¿Cuáles son sus saberes? ¿Cuál es su lugar
en nuestra dolorosa universidad?....hasta quizás también preguntarnos ¿Por qué
yo creo que hoy todes les pedagoges devenimos en portadores de un pañuelo
verde ?

2. Potencia narrativa
La narrativa es una manera de caracterizar fenómenos de la experiencia humana,
o el estudio de una de las formas en que los seres humanos experimentamos el
mundo. Junto a ello podríamos también advertir que dentro de lo que se conoce
como investigación narrativa se despliegan diversas perspectivas, en un enorme
arco que va desde las posturas que asumen un análisis empírico de
reconstrucción de los hechos -a través de un riguroso trabajo documental,
descriptivo y narrativo- hasta aquellas que se concentran en el estudio de los

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significados de las experiencias humanas, entendiendo la narrativa como
transformación del sentido de lo vivido.
En el Grupo de Investigaciones en Educación y Estudios Culturales, abrazamos
cada vez con más fuerza una inefable potencia narrativa, que a menudo es de
difícil definición en los habituales contextos de producción y circulación del
conocimiento. La experiencia vital a la que la asociamos nos llevó, más de una
vez, a atravesar el umbral de nuestras instituciones, con un sentir que reconoce
una propia transformación en nuestra relación con el conocimiento.
En términos más formales podríamos decir que en el GIEEC la investigación
narrativa no sólo implica una metodología específica, sino que además compone
otro modo de conocer, ser y saber. Además de conceptual y metodológica, es
una forma que ante todo es eminentemente pedagógica, política, epistemológica
y ontológica. Quizás, por su intención de invertir la ecuación y remarcar que es
la investigación un tipo de narrativa y no sólo la narrativa un tipo de
investigación. Es por eso que hemos aprendido a comprenderla en virtud de
como su hacer construye o aniquila posibilidades vitales y no sólo la valoramos
en función de sus procedimientos técnicos o en una sacralización de lo
metodológico en la construcción del conocimiento.
En particular la potencia de la narrativa despertó nuestro atención en la
construcción de nuestra Tesis de Doctorado, preocupada por indagar los modos
en los que se narran las historias en las Ciencias de la Educación. Especialmente
notamos como en nuestro campo el registro del pasado del bachillerato
argentino, aún paradójicamente suele componer necro-relatos (fosilizados y
nostálgicos). Sin embargo al descomponer historias más sensible y amables con
la vida, la investigación narrativa permitió (re)inventar un pasado –el del
bachillerato argentino-, trasgrediendo sus habituales formas e invirtiendo su
enunciación.
Este recorrido despertó una pregunta en relación a las afectaciones de las
historias que radicó en una dimensión sensible y en la valorización de otros

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registros (auto)biográficos respecto del escrito. Hoy, continuando esta
experiencia y alimentándola desde mi práctica pedagógica y artística, realizó
una investigación en el marco de una beca postdoctoral del CONICET sobre la
emergencia del estudio de los afectos y las afectaciones en el campo de la
pedagogía. Allí me propongo ampliar sus sentidos para el tratamiento de
cuestiones ligadas a la docencia y a la pedagogía desde las (auto)biografías de
quiénes indagan estas temáticas en Argentina. Entre repeticiones y diferencias:
los registros corporales, estéticos, artísticos, fotográficos y performativos
animan a descomponer este disciplina desde sensibles transgresiones vitales de
nuestro cotidiano.

(3) Una descomposición del conocimiento


Descomponer normalmente alude a separar las diversas partes o elementos que
forman un compuesto o un todo, por ejemplo un prisma óptico es un cuerpo
transparente que descompone la luz en varias luces de un solo color. Además la
descomposición puede ser pensada como desorganizar o desbaratar una
determinada cosa, estropear un mecanismo o un aparto y hacer que una persona
pierda la tranquilidad. Otro sentido refiere a un resentimiento en la salud de una
persona o de una parte de su cuerpo. O también suele significar el estado de
putrefacción de una sustancia. Con tales sentidos, más y menos metafóricos,
para nosotros esta idea se vuelve en sí misma una oportunidad para dislocar la
forma clásica del conocer en la ciencia y sobre todo en la dolorosa pedagogía
disciplinar.
Apostamos al concepto de descomposición como una manera de privilegiar la
atención de una mirada más allá del reduccionismo tecnocrático de la
pedagogía. En tal sentido destacamos cuatro rasgos, provisionales, que creemos
potencializan este concepto: (1) un carácter subversivo que reinvierte la
ecuación en el sentido que la narrativa no es sólo un modo de hacer ciencia sino
que reconoce que la ciencia clásica es un tipo de narrativa –que se autoarroga un

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lugar casi exclusivo del saber-, (2) un carácter creativo que vincula los modos de
conocer de la pedagogía a las humanidades y las artes, desjerarquizadas y
despreciadas en el modelo de ciencia clásica, (3) un carácter nómade -fluido,
provisional y recursivo- en constante movimiento y mutación caracterizado por
la impermanencia humana y (4) un carácter débil o humilde, en el sentido que
renuncia no sólo a la objetividad sino a la condición de asumir una verdad total
y fija como conocimiento.
Desde estas consideraciones la idea de descomposición se constituye como una
convergencia útil para remitir a las particularidades del carácter narrativo de las
formas de conocer, ser y saber que involucra también y sobre todo cuestiones
no sólo epistemológicas, políticas y pedagógicas sino también estéticas y
poéticas.
Junto a la idea de composición, ligada a las tradiciones y formas de conocer de
las artes -tal como podría ser las formas de componer una melodía-, abrazamos
el concepto de descomposición remarcando un proceso de constante
regeneración y de devenir nunca definitivo ni verdadero. Lo que colabora en
rememorar la continua alteridad entre composición y descomposición,
reconociendo su fluidez como algo constante. A la vez que también ofrece una
posibilidad para desnormalizar y descolonizar el lenguaje –nuestro primer
contrato social-. El utilizar del prefijo des, como un volver a hacer, como un
retorno a lo interrumpido y una recuperación de lo marginado apela al
movimiento, lo parcial, lo nómade y lo constante.

(4) Pedagogía descompuesta


Desde la inversión epistemológica que se propone en nuestra comunidad
académica respecto de una potencia narrativa y especialmente desde la idea de
descomposición -que anteriormente expusimos-, podríamos pensar que la
pedagogía es una vieja y nómade narrativa que es constitutiva de la vida
humana. Entonces la pedagogía no sería sólo una ciencia social que estudia la

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educación, sino que más bien podría ser comprendida como una narrativa
extendida que descompone las relaciones humanas de educación.
Aquí podríamos nombrar a Luis Porta y María Marta Yedaide, Catherine
Walsh, Deborah Britzman, Valeria Flores, Jack Halberstam o Eve Sedgwick,
entre otros autores que extienden el significado de la pedagogía a la vida misma.
O en el campo pedagógico ya más normalizado, también podríamos recoger una
tradición minimalista alternativa dentro de la pedagogía romántica y
civilizatoria, basada en el futuro y el progreso, con voces como la de Paulo
Freire o Jacques Ranciere.

(5) Expandir la Docencia


Desde la subversión de la investigación narrativa en educación como modo de
conocer, ser y saber, y el recoger de un conjunto de voces que ubican a la
pedagogía como una vieja y nómade narrativa de la educación; advertimos la
existencia de un territorio disciplinar desafectivizado y despotencializado por la
ausencia de la vida tal como se vive. En efecto, creemos que cada vez que la
invocamos bajo el modelo clásico de ciencia perdemos de vista su más preciada
afectación.
Como pedagogos -ocupando lugares normalmente subordinados en las
jerarquías del saber académico y en un territorio muchas veces denostado y
bastardeado por la colonialidad del saber, hoy nos animaríamos a decir que la
pedagogía sólo es amenazada aquí desde que sea considerada una disciplina o
un saber técnico. Deseamos descomponerla, volver a narrarla y habitarla como
una práctica vital (con-fundida con la vida) que se reconozca como un
movimiento sensible que resista a la subordinación jerárquica entre los saberes y
que recupere para la educación una condición humana y cercana.
Por ejemplo podríamos recordar que durante el año 2018 las interrupciones en
las instituciones educativas constituyeron una constante en el cotidiano de
nuestras universidades, institutos y escuelas. Al calor de estos conflictos y desde

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las reflexiones compartidas en nuestra comunidad académica en relación a la
docencia universitaria, deviene una necesidad preguntarse por el lugar en donde
ubicamos a la docencia en nuestro cotidiano. Es menester pensar y sentir que
cada vez que interpretamos a la pedagogía como una disciplina o ciencia clásica
reproducimos y reconfiguramos su uso sistémico. Desconociendo y olvidando,
en el mejor de los casos, su complicidad con la necropolítica y la vida
amenazada en nuestras sociedades, en un feroz contexto de guerra en el que
cada día nuestros gobiernos parecen elegir quién muere y quien vive.

(6) Por una pedagogía para con-vivir


Y aquí es donde la potencia narrativa y la potencia de la pedagogía se vuelve, a
nuestro entender, un lugar de enunciación amable y respetuoso con el cuidado
de la vida humana.
Entonces re-abrir esta Licenciatura en Ciencias de la Educación, para nuestra
universidad deviene no sólo en el progreso de su institucionalidad sino en la
oportunidad de llenarla de pedagogía. Quizás esta carrera pueda respondernos:
¿Si es posible vivir, convivir y educar más allá de la pedagogía disciplinar? Y
aún -aunque inicialmente pareciera decirnos que no lo es- quizás este sea el
escenario para indagar: ¿de qué manera podemos ir descomponiendo sus formas
en el mismo momento en que la componemos?
Quizás desde hoy entre estos muros, podamos educarnos para descomponer la
universidad y para movilizarla en su función social –sistémica o no- de que
seamos más los humanos que podamos con-vivir. Quizás materializar un lugar
nómade para la pedagogía, sea la condición para descomponer una narrativa más
amable con la vida. Quizás estas sean sólo notas, pero en ellas hay una acción
que nos entusiasma a pensar y sentir que la pedagogía no se ha debilitado en el
ámbito cotidiano, en ustedes y en mí. Ya que actúa cada día narrando sentidos,
aún desconocidos en, con y para la vida humana.

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