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DEMOCRACIA SIN CORRUPCIÓN

Es triste darse cuenta de que la sociedad completa ha hecho de la corrupción, un estilo de vida que no discrimina ni edad, sexo, raza,
religión, etnia, ni orientación política. La corrupción es uno de los grandes males del mundo, se ha convertido en uno de los principales
obstáculos que impide el crecimiento de los pueblos Es la madre de todos los males que bloquea reformas en favor de los verdaderos
dueños de este país: la ciudadanía, los que menos tienen, los que construyen sus sueños en lo más alto de nuestros cerros.
La corrupción se expresa desde el momento en que copiamos un examen, sobornamos a un amigo para que nos incluya en un trabajo,
ingresamos unas botellas de licor a la universidad, o cuando “cerramos” filas frente a alguien ajeno a nuestro círculo de amigos a
cambio de coimas, o cuando le dejamos unos cuantos billetes al policía de la esquina para que no nos ponga una multa.
Después de casi veinte años de tratar de reconstruir su democracia, Perú todavía sigue luchando por encontrar una fórmula que le
permita al gobierno funcionar sin corrupción. En los últimos años, una sucesión de presidentes peruanos está prófugos o en prisión.
Y en la crisis política más reciente, Pedro Pablo Kuczynski, antes de cumplir dos años en la presidencia, se vio obligado a renunciar.
Es hasta ahora la víctima de más alto perfil en la interminable progresión de escándalos y sobornos a legisladores de la oposición en
el Congreso para intentar evitar su destitución.
En el año 2000, videos grabados clandestinamente también ocasionaron el final abrupto del régimen autoritario de Alberto Fujimori,
uno de los predecesores de Kuczynski. Fujimori, sentenciado a 25 años de cárcel en 2009 por violaciones a los derechos humanos y
corrupción, fue liberado por un indulto presidencial en diciembre del año pasado como parte de un acuerdo para salvar la presidencia
de Kuczynski. Pero esta vez, como Fujimori, Kuczynski no sobrevivió a los videos.
Más recientemente, el expresidente Alejandro Toledo está prófugo de la justicia en Estados Unidos. Ollanta Humala, otro
expresidente, estuvo en la cárcel mientras se le investiga por cargos de corrupción. Y la hija de Alberto Fujimori, Keiko, cuyo partido
político, Fuerza Popular, está en investigación por corrupción y lavado de dinero.
La corrupción se generalizó en la década de los noventa bajo el mandato de Alberto Fujimori. Su principal asesor, Vladimiro
Montesinos, el infame jefe de los servicios secretos, corrompió a todo el espectro de la sociedad peruana sobornando a políticos,
banqueros, empresarios, jueces, militares y periodistas a los que grababa en el acto, mientras hacía pirámides grotescas de dinero
en efectivo y los extorsionaba.
Irónicamente, el sucesor de Fujimori, Alejandro Toledo, cuya candidatura se centró en acabar con la corrupción, antes de llegar a la
presidencia robó dinero de campaña donado por George Soros. Más adelante le pidió al representante de Odebrecht en el Perú un
soborno de 35 millones dólares, de los que obtuvo tan solo 20 millones, y creó una nueva maquinaria de corrupción.
Hace una década, como ministro de Economía y Finanzas y primer ministro durante el gobierno de Toledo, Kuczynski supervisó un
sistema que produjo el sobreprecio de las obras públicas. La compañía de Kuczynski tuvo contratos con Odebrecht mientras era
servidor público.
¿Qué sigue ahora? Todavía no está claro si Kuczynski enfrentará cargos, pero está bajo investigación y el poder judicial ha allanado
sus viviendas y le ha impedido salir del país. Su sucesor, Martín Vizcarra, quien tiene un récord público limpio, tendrá mucha presión
para poner en práctica una estrategia efectiva que combata la corrupción.
Pero su posición es débil: Vizcarra será el nuevo mandatario hasta 2021, pero tendrá que ejercer su cargo con un congreso dominado
por el partido de Keiko Fujimori.
Ahora es el Consejo Nacional de la Magistratura, ayer fue el Congreso de la República. Los escándalos se repiten y la corrupción
avanza y carcome al sistema político peruano. En estos días graves denuncias de tráfico de influencias, cohecho y prevaricación han
destapado una red de corrupción en el seno del sistema judicial, provocando la renuncia de los presidentes del Poder Judicial y del
CNM. Un paso más en la profundización de una crisis de régimen que se agudiza a un ritmo vertiginoso.
¿Puede una democracia sobrevivir y tener éxito en derrotar a una corrupción omnipresente? ¿Podrá la democracia del Perú
desarrollar un sistema judicial lo suficientemente fuerte e independiente como para enfrentar el problema?
El combate contra la corrupción requiere de instituciones sólidas y un liderazgo fuerte, y ninguno de los dos existen hoy en Perú.
Muchos de los políticos con el poder e influencia para reformar el sistema han sido acusados de malos manejos en el pasado. Figuras
clave en los sectores público y privado también se han beneficiado del sistema de corrupción imperante. Ellos son los más interesados
en mantener el statu quo. ¿Ellos van a impulsar la necesaria reforma política que podría llevarlos a la cárcel?
Hoy, estamos pasando por una gran falta de ciudadanía y patriotismo. Necesitamos escuchar para poder vivir en un país donde
tengamos el orgullo de decir: soy peruano, peruana, e inflar el pecho por esta tierra que, a pesar de todo, atesora miles de motivos
para sentirnos orgullosos. Este sistema político está agotado (y herido de muerte) y el pueblo peruano no merece recibir así el
Bicentenario de su independencia. La democracia peruana no aguanta más suciedad, más indignidad. Ante la crisis de régimen
indignarse no basta, es tiempo de implicarse y pasar a la acción: participar, protestar, construir alternativa para lograr que se vayan
todos los corruptos.
Hay que reconocer que la corrupción está metida en todos los sistemas, formemos parte de los que dicen ¡no a la corrupción! Nos
corresponde cambiar esa realidad con convicción, con la práctica de buenos valores y con firmeza. Una exhortación a los padres, al
núcleo familiar donde se forman las bases de todo ser humano, donde se forma la actitud que tendremos hacia la vida en la sociedad.
Nos necesitamos unidos. porque necesitamos también del compañerismo, el esfuerzo, la tolerancia y el respeto. Seamos ciudadanos
activos de los cambios reales y emprendamos con energía el papel que nos corresponde.
Hace falta memoria para recuperar lo colectivo, reconstruir el vínculo social y el espacio de lo común, hace falta memoria para ganar
el futuro y recuperar la democracia. La patria no es solo la bandera bicolor. Cada vez se hace más urgente un proceso participativo
que, desde abajo, logre construir nuevas bases de entendimiento, convivencia y solidaridad. Un proceso que se traduzca en una
nueva asamblea constituyente que redefina las reglas del juego, que reedite el pacto social y edifique una democracia profunda y de
avanzada, basada en la transparencia y la ética republicana.

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