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40 años,

textos.
1976-2016: Dossier Literario.
1976 – 2016: 40 años, 40 textos. Dossier Literario.

Área de Desarrollo Profesional Docente, Área de Investigación, y Centro de


Documentación Virtual. Instituto Nacional de Formación Docente.
Ministerio de Educación y Deportes de la Nación. Argentina. 2016.
AUTORÍAS

Coordinación de Desarrollo Profesional Docente: Carlos Grande.


Coordinación de Investigación: Inés Cappellacci.
Compilación: Ángel Cabaña.
Recomendaciones pedagógicas: Irene Cosoy.
Edición: Lucas Eidelman.
Índice
PRESENTACIÓN ............................................................................................................ 3
RECOMENDACIONES PEDAGÓGICAS ..................................................................... 5
EL CAMINO DEL EVANGELIO ................................................................................... 8
EL MIEDO ..................................................................................................................... 11
EN NOMBRE DEL PUEBLO ....................................................................................... 13
MILITANCIA ................................................................................................................ 16
PARTE DEL FESTÍN .................................................................................................... 18
INFILTRADOS .............................................................................................................. 21
FIESTA Y TRAGEDIA ................................................................................................. 24
NECESIDAD HISTÓRICA ........................................................................................... 27
ACTIVIDAD OFICIAL ................................................................................................. 31
LAS CARTAS DE INÉS ................................................................................................ 34
TODO BIEN ................................................................................................................... 37
ACTOS HEROICOS ...................................................................................................... 40
ULTRAJE A LA INOCENCIA ...................................................................................... 43
UNA NUEVA FAMILIA ............................................................................................... 46
LES QUEMA LA SANGRE .......................................................................................... 48
DENÚNCIELOS ............................................................................................................ 51
MI CASA ROTA ............................................................................................................ 52
EL TRASLADO ............................................................................................................. 55
ZURDO DE MIERDA ................................................................................................... 58
DERROTADOS ............................................................................................................. 60
UN SECRETO COMPARTIDO .................................................................................... 63
CUENTAS ...................................................................................................................... 66
LA PASTILLA DE VENENO ....................................................................................... 68
EN LA NOCHE .............................................................................................................. 70
JUICIO REVOLUCIONARIO ....................................................................................... 73
RECORTES DE PRENSA ............................................................................................. 76
LA MADRE QUE PUJA................................................................................................ 79
EL QUE NO SALTA ES UN HOLANDÉS .................................................................. 82
EN DEUDA .................................................................................................................... 84
EL CONSEJERO............................................................................................................ 87
REPROCHES MUTUOS ............................................................................................... 89
LA BÚSQUEDA ............................................................................................................ 92
BUENO COMO EL PAN .............................................................................................. 94
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¿QUÉ HICIERON? ........................................................................................................ 96


RECUERDOS ................................................................................................................ 98
JUZGAR O COMPRENDER....................................................................................... 100
ADJETIVO ................................................................................................................... 102
HIJOS ........................................................................................................................... 104
EN VOZ ALTA ............................................................................................................ 106
HICIMOS BALDOSAS ............................................................................................... 109
COLOFÓN ................................................................................................................... 112
BIBLIOGRAFÍA .......................................................................................................... 113

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

PRESENTACIÓN

Hay fechas que, por ser significativas, son válidas para promover actividades
que inviten al debate y a la reflexión, y en las que los docentes y estudiantes
pueden apropiarse del pasado, no como meros espectadores sino como sujetos
históricos. Una de esas fechas es, sin lugar a dudas, el 24 de marzo, “Día
Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia”, vinculado con una de las
experiencias históricas más traumáticas de nuestra vida nacional, homologada
por organismos internacionales de derechos humanos a los holocaustos vividos
por distintos pueblos en el Siglo XX.

La Ley de Educación Nacional Nº 26.206 establece en el artículo 92º que


formarán parte de los contenidos curriculares comunes a todas las
jurisdicciones: “El ejercicio y construcción de la memoria colectiva sobre los
procesos históricos y políticos que quebraron el orden constitucional y
terminaron instaurando el terrorismo de Estado, con el objeto de generar en
los/as alumnos/as reflexiones y sentimientos democráticos y de defensa del
Estado de Derecho y la plena vigencia de los Derechos Humanos, en
concordancia con lo dispuesto por la Ley Nº 25.633”.

La publicación que el lector tiene en sus manos se propone acercar herramientas


no convencionales para el estudio de ese pasado. Decimos “no convencionales”
porque se trata de un dossier de textos ficcionales -escritos en forma
contemporánea y posterior a la década de 1970.

Para comprender los comportamientos sociales no alcanza analizar las ideas y


los intereses de los sujetos que interactúan en un contexto determinado. Es
necesario también conocer los valores, las percepciones, los ethos que
conforman el horizonte cultural en los que esos sujetos conviven. Con la
finalidad de ayudar a esa comprensión profunda de la convulsionada década del
70 y a no olvidar, las obras que integran esta antología constituyen exploraciones
desde la ficción para acompañar el trabajo en el aula. 40 en total. Varias de ellas
premiadas nacional e internacionalmente, traducidas a varias lenguas, llevadas
al cine.

A través de una diversidad de géneros, la crónica familiar, la novela histórica y


policial, lo político entre lo ficticio y lo real, el horror conviviendo con la
comicidad y el humor negro-, los textos abren puertas y sugieren preguntas.
Apuestan al futuro antes que quedarse en la repetición del ayer, conservando
distintas formas de memoria, las que gustan y las que disgustan, invitan al lector
a continuar reflexionando sobre la época.

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Los textos compilados son fragmentos seleccionados que no superan las mil
palabras de cada original. El orden de presentación de los mismos responde a
la cronología de los hechos que mencionan o abordan, no obstante el material
fue publicado entre los años 1975 y 2014.

Las Áreas de Desarrollo Profesional Docente y de Investigación, y el Centro de


Documentación (CEDOC) del Instituto Nacional de Formación Docente
(INFD) los invitan, pues, a sumergirse en nuestra historia reciente a través de
esta selección de relatos íntimos y sociales, con la convicción de que pueden ser
utilizados como fuente de información y/o recursos didácticos en la formación
docente.

Lic. Carlos A. Grande Lic. Inés Cappellacci


Coordinador Área Desarrollo Profesional Docente Coordinadora Área de Investigación
Instituto Nacional de Formación Docente Instituto Nacional de Formación Docente

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RECOMENDACIONES PEDAGÓGICAS

Algunas pistas para trabajar el material en el ámbito de los profesorados


La ficción como recurso para la enseñanza del pasado reciente
La enseñanza de las ciencias sociales y de la historia en particular implica la
transmisión de una experiencia colectiva. Cuando esa experiencia encierra
hechos dramáticos como los de nuestro pasado reciente, la complejidad de la
enseñanza se acentúa.
¿Cómo estudiar el horror que nuestra propia sociedad fue capaz de producir y
que dejó una herida aún abierta? ¿Cómo conocer una historia que
inevitablemente se pone en contacto con las subjetividades de quiénes la
estudian, en tanto tiene una fuerte pregnancia en el presente?
En este sentido, la enseñanza del pasado reciente argentino se asemeja al caso
de la enseñanza de los holocaustos del siglo XX. Muchos autores que
investigaron esta cuestión plantearon la pregunta sobre la transmisión de esos
hechos traumáticos en estos términos: “¿cómo enseñar lo inenseñable?”1.
Una de las tensiones que atraviesa el problema de la enseñanza del pasado
reciente es la problemática que apareja las diferencias generacionales. ¿Cómo
transmitir a los estudiantes algo que aún vibra en la vida de los profesores y los
connota como sujetos sociales, mucho más que frente a otros acontecimientos
de un pasado más lejano?
El conjunto de textos literarios que presentamos aquí es un recurso que –
empleado junto a material documental de época y textos historiográficos
especializados- permite enseñar temas que por sus características y su cercanía
resultan al límite de lo enseñable.
Particularmente, se ha discutido en el ámbito de la investigación y de la
enseñanza de la historia acerca del uso de la literatura para el conocimiento del
pasado. Al respecto, hoy puede decirse que mientras las construcciones sobre
pasado que realizan los historiadores pretenden ser reconstrucciones del
pasado -y para ello se someten a la rigurosidad de los calendarios y las fuentes-
los escritores, en cambio, pueden moverse por el tiempo con total libertad y
soltura interpretativa. Así, los relatos ficcionales del pasado pueden darse el lujo
de transmitir una experiencia, es decir, hacer vívido al lector un tiempo en el

1
Para profundizar esta temática recomendamos la lectura del material realizado por el equipo de
Educación y Memoria del Ministerio de Educación y Deporte
http://portal.educacion.gov.ar/secundaria/programas/educacion-y-memoria/. Entre otros materiales
producidos:
 A Treinta años del Golpe. Treinta ejercicios de memoria. (2006) Ministerio de Educación.
Argentina.
 Pensar la dictadura: terrorismo de estado en Argentina: preguntas, respuestas y propuestas
para su enseñanza (2010), Ministerio de Educación. Argentina.
 Holocausto, preguntas, respuestas y propuestas para su enseñanza. (2010). Ministerio de
Educación. Argentina.

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que no vivió. La historia en cambio, centrada en la comprensión analítica del


pasado, muchas veces carece de esa capacidad de transmitir una experiencia.
El uso de material literario en la enseñanza de la historia es entonces un recurso
eficaz a la hora de transmitir la experiencia del pasado. Lo es mucho más si ese
pasado es reciente y traumático y por tanto puede resultar intransferible.
Por otra parte, es necesario destacar el valor de los textos literarios para la
enseñanza de las Ciencias Sociales en general. La literatura produce artefactos
que forman parte de un entramado cultural y por tanto están atravesados por el
contexto social en el que fueron escritos y leídos. Comprender esos contextos,
entender qué diálogos con el pasado y el futuro pronuncian esas piezas de
ficción, es comprender las sociedades en las que surgieron.

Algunas recomendaciones para el uso del material en el aula


Como decíamos más arriba, es conveniente emplear el presente dossier en
combinación con otro tipo de materiales: textos especializados sobre historia
reciente, fuentes de época de diverso tipo (documentales y audiovisuales),
material de orientación pedagógica para el abordaje de la temática en los
distintos niveles del sistema.
Todo este conjunto puede organizarse en variadas secuencias didácticas
empleando uno o más textos literarios dentro de las distintas fases de la
secuencia. No obstante, sea cual fuere la organización del uso de los recursos,
es aconsejable proponer a los estudiantes que realicen algunas indagaciones para
acompañar la lectura del texto de ficción:
 Ampliar datos de la biografía del autor. Esta información permite
comprender el lugar de enunciación. Si bien los textos tienen autonomía
con respecto a sus autores, la edad, la formación, la procedencia del
escritor permiten comprender a la obra inserta en el entramado social en
el que fue creada. Dado que gran parte de los textos del dossier no es
contemporánea a los hechos que narra, las edades de los autores al
momento de las escrituras puede hablarnos acerca de los modos en que
la sociedad fue realizando diversas lecturas del pasado a lo largo de estos
40 años. Y, las lecturas que una sociedad hace de su pasado dicen mucho
del presente.
 Conocer el año de la primera edición del texto y el tipo de volumen en
el que se editó (antologías, novelas, compilaciones, etc.). Esta
información permite comprender las “condiciones de circulación” del
texto y tal vez anticipar qué impacto pudo haber tenido sobre el público
que lo vio editado por primera vez.
 Indagar si existen reversiones o reescrituras del texto por parte de otros
autores, o si se produjeron otro tipo de producciones a partir de él.
Conocer las intertextualidades permite comprender el diálogo que
entabla una cultura alrededor de determinadas temáticas.

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Como parte de estas indagaciones, o en otra etapa de la secuencia didáctica, será


fundamental contextualizar históricamente los hechos narrados en el texto. En
ese proceso de contextualización de los acontecimientos (un eje central en la
enseñanza de la historia) vendrán en auxilio los otros materiales seleccionados:
textos especializados, fuentes, etc.
En relación a la selección de los textos del dossier para trabajar con los
estudiantes, la variedad del material permite considerar diversos criterios,
algunos de ellos pueden ser:
 Textos que refieran a un conjunto de acontecimientos específicos que se
desee trabajar.
 Textos que habiliten a adentrarse en las subjetividades de determinado
actor social de la época.
 Textos de autores contemporáneos a los hechos referidos en ellos. Esta
condición de contemporaneidad los acerca a la condición de una fuente
primaria.
 Textos de autores que nacieron a fines de la década del 70 o transitaban
su primera infancia durante esos años.
Los textos presentados son una selección de fragmentos que no superan las
1000 palabras de los textos originales. Si bien estos fragmentos son dúctiles
recursos didácticos, también resultan invitaciones a la lectura y empleo en el
aula del texto completo.

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EL CAMINO DEL EVANGELIO

A los pocos días de aquella visita a la señorita


Elena, el padre Aguirre y Esteban Milovich
cayeron presos. Habían participado de una
María Rosa Lojo
manifestación en una de las villas miseria más
populosas del conurbano. Los atentados y Nacida en Buenos Aires en
acontecimientos del mes –Perón acababa de 1954, es reconocida como
nombrar a Héctor Cámpora, del ala escritora e investigadora de la
izquierda, como su delegado personal- ficción histórica como género
narrativo. Gracias a su
exacerbaron los temores de la autoridad extensa obra, recibió diversos
militar. Pero tanto Aguirre como su discípulo premios y distinciones
quedaron libres relativamente pronto. El nacionales e internacionales,
obispado velaba por el cura, y Esteban no como el Premio Trayectoria
figuraba en los registros de inteligencia como entregado por Artistas
miembro de organizaciones guerrilleras. Premiados Argentinos
(2014).
La vida en los colegios siguió sin ellos y a
pesar de ellos. Cuando volvieron, los ensayos se reanudaron con la naturalidad
de quien retorna después de haber aclarado y superado un injusto equívoco. El
doctor Milovich no pensaba lo mismo.

Frik fue la único testigo involuntaria de la interpelación en la que Molovich


había sido el interrogador y el padre Aguirre el interrogado. Había ocurrido
después del penúltimo ensayo, mientras ella se demoraba en la escuela, sin
decidirse a volver a casa. Inadvertida por todos, sumergida en el subsuelo donde
se ocultaban el apuntador y los materiales de utilería, no había salido de allí
después del cambio de ropas.
(…)
-¿Qué estoy haciendo con qué?
-Con mi hijo. Y con los hijos de otros.
-Soy su director de estudios.
-Eso es lo que usted debería ser. Pero no se conforma. Pretende ser el dueño
de sus conciencias y el rector de sus destinos. La última clase que le dio a
Esteban, si no me equivoco, fue en la cárcel, adonde no hubiera llegado nunca
de no ser por sus lecciones anteriores.
-Ni su hijo ni sus compañeros son tontos y menos aún esclavos míos. Acá se
discute, se debate. Son ellos los que toman sus decisiones.
-Una vez que usted les lava el cerebro con el nuevo catecismo.

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-No les doy otro catecismo. Leemos los evangelios, que son siempre la buena
nueva.
-Con algunas interesantes modificaciones. Perón y su mujer no existían, que yo
sepa, en la época de Jesús.
-Pero existían pobres, como los de hoy. Como esos de los que Perón y Evita se
ocuparon.
-Siempre habrá pobres.
-Nuestro deber es que dejen de serlo.
-Usted sabe que eso no es posible.
-No, no lo sé.
-¿Es cínico o ingenuo?
-Si no creyera en que Jesús vino a liberarnos del pecado, que es miseria en todas
sus formas y causa la pobreza y el sufrimiento de otros, no sería cristiano.
-Eso podrá ser, pero no en el reino de este mundo. El orden de la tierra no se
rige por esas leyes.
-Con nuestra fe tomamos el compromiso de convertir la tierra en cielo. Para
todos sin excepción.
-Déjese de sermones. No soy uno de sus feligreses.
-Pero su hijo es uno de mis alumnos. Usted lo mandó a esta escuela para que lo
educáramos en esos valores.
-Lo mandé a esta escuela por los mismos motivos que tantos otros padres,
incluso los ateos: es una de las mejores, si no la mejor, de toda esta zona. Su
madre y yo quisimos que nuestros hijos recibieran la educación más completa
posible. Y este colegio la imparte, al margen de algunos disparates prácticos que
son, me parece, su responsabilidad exclusiva.
-Yo no hago sino responder a la orientación de la Iglesia: la del Concilio
Vaticano II, la de Medellín.
-Basta leer un poco de historia para comprobar que la Iglesia no se caracterizó,
precisamente, por acatar y cumplir las palabras de Jesús, digan lo que digan en
los últimos años. El poner la otra mejilla y el amor al prójimo no fueron muy
tenidos en cuenta en eventos como las Cruzadas, la Inquisición y la conversión
forzosa de millones de personas, muchas de ellas sometidas a la esclavitud.
Claro que siempre hubo gente especial, eso lo concedo. Chicos de buena familia,
como San Francisco o Santa Clara de Asís, que lo dejaron todo para consagrarse
a los miserables.
-Es el camino que su hijo y otros compañeros se proponen seguir. El del
Evangelio.
(…)
-Quieren hacer una revolución. Algunos ya empezaron. Y otros seguirán.
Chicos como mi hijo, que tiene la sangre caliente, y cree que solo basta querer
para poder, porque todo hasta ahora le ha sido fácil. Usted, que ya no es un
chico, siente lo mismo. Siempre ha estado bajo las polleras de la Santa Madre

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y piensa que lo seguirán cubriendo. Pero no. Van a dejarlos en cueros, con el
Evangelio, que es pura intemperie.
-El Evangelio es alegría.
-¿Cómo la de los mártires que marchaban cantando al tormento? No quiero eso
para mi hijo.
-Yo tampoco quiero ningún tormento para su hijo. Pero pregúntele lo que
quiere él.
-Ojalá me equivocara en todo lo que digo.
-Se equivoca.
-Que su Dios lo oiga.
-¿No es también el suyo?
-Mejor que no se acuerde de mi existencia. Dios quema y destruye lo que toca.
Castiga a sus buenos siervos. No hay que acercársele demasiado. ¿Por qué no le
da un repaso al Libro de Job?

El padre Aguirre no contestó. Un cuerpo se levantó de la silla y los pasos lo


siguieron. Frik esperó a que el otro cuerpo se desplazara también por el aire
espeso, donde las palabras se habían congelado, y luego salió por la puerta
trampa.

Le faltaba el aire. El señor Milovich, socarrón y creído, compartía con ella, al


parecer, el inquietante interés por Job, el más desdichado de los hombres que
alguna vez vivieron.

Todos éramos hijos. María Rosa Lojo. Sudamericana. Buenos Aires. 2014.

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EL MIEDO

Para cualquier periodista con cinco


centímetros de dignidad y lucidez, lo no
escrito de nuestra profesión en aquellos años
Carlos Ulanovsky
de miedo fue el siniestro espacio en el que
murieron las palabras. Cada uno tendrá Nació el 23 de octubre de
situado el principio de esta auténtica película 1943. Como periodista,
de terror. El inicio de la mía data de 1972. trabajó en numerosos medios
Integraba la redacción del diario La Opinión de Buenos Aires y del
Distrito Federal en México;
cuando una tarde, aquellos dos pisos en como historiador y escritor,
donde trabajábamos, sobre la calle publicó más de una veintena
Reconquista, en Buenos Aires, se de obras sobre los medios y
convirtieron en un infierno de angustia y la comunicación en
perplejidad. Un periodista, amigo y Argentina.
compañero de tareas, figuraba en la
información política del día, como uno de los detenidos en un violento
procedimiento vinculado al secuestro de un empresario extranjero. El grupo de
captores, perteneciente al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), aguardaba
una negociación para concretar el pago del rescate, cuando fue descubierto en
una casa al sur de la ciudad. Podría asegurar que aquello fue un parteaguas en
materia de seguridad personal porque desde entonces, por varios años, nunca
dejé de tener miedo, nunca dejé de escuchar en cada una de las redacciones por
las que pasé referencias y datos atemorizantes sobre lo que vivíamos. En esa
ocasión escuché por primera vez la palabra rastrillaje, que aludía a una modalidad
de investigación y búsqueda de sospechosos que teóricamente debía realizarse
casa por casa, departamento por departamento. La promesa no se cumplió al
pie de la letra, pero con la cantidad de lugares visitados y arrasados consiguieron
expandir, hacia arriba y hacia abajo, una abrumadora sensación de indefensión
en especial entre los que, como yo, podíamos tener algo para ocultar. El efecto
rastrillaje quedó instalado en nuestras almas y en nuestros corazones. Luego llegó
la primavera del 73, a la que adherimos con irrestricta felicidad, hasta que volvió
la oscuridad. Conversé con buenos amigos, con analistas y hasta consulté a
videntes para ver si superaba esos sentimientos deprimentes.

¡Había que ir a trabajar todos los días en ese clima de amenazas y atentados…!
Con el humor, la ironía y el desparpajo, propios de los periodistas, en las
redacciones se trataba de seguir pensando y diciendo que no pasaba nada. O,
en todo caso, sostener la idea de que aquello que sabíamos que estaba
ocurriendo se superaría en corto tiempo. Aun cuando se intentaba soslayar la
persecuta, al fin, en voz baja, se arribaba a los mismos temas: muerte y miedo.
¿Te enteraste de lo que le pasó a…? Se lo llevaron… Lo sacaron de su casa… Le pincharon

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los teléfonos… Me llegó un anónimo… Le metieron un caño… Lo encontraron asesinado en


los bosques de Ezeiza… Cuando en noviembre de 1974 decidí irme de la
Argentina, tenía la cabeza llena de turbulencias por la inseguridad y el piso
movido por el terror. Cada noche me preguntaba con tanta insistencia como
ausencia de respuestas si me podría pasar algo.

No podría decir que no tenía nada que ver. Estaba instalado en una vereda del
pensamiento sumamente reconocible, aquella desde la que se buscaba cambiar
el mundo que conocíamos por otro nuevo y, para nosotros, mejor. Participaba
de la generalizada idea de la ilegitimidad de todos los gobiernos, empezando por
aquellos que, aunque débiles, habían sido elegidos por el voto popular y
terminando e incluyendo a los militares que habían llegado de arrebato, como
salvadores de la patria, para constituirse en la mano dura que muchos argentinos
pedimos a gritos tantas veces. Descreíamos de las posibilidades
transformadoras de la democracia. Calificábamos de traidores o enemigos a
todos aquellos que no pensaban como nosotros. Consentíamos formas de
violencia que hoy deploramos (al menos yo), admitíamos que existían muertes
buenas y muertes malas. Éramos los que lamentábamos la muerte de un colega o
de un militante y en petit comité celebrábamos la de un militar o la de un
empresario explorador así como del otro lado se festejaban las muertes de
nuestros amigos. Así vivíamos. Y así se moría.

Carlos Ulanovsky. Seamos felices mientras estamos aquí. Crónicas del exilio.
Sudamericana. Buenos Aires. 2001.

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EN NOMBRE DEL PUEBLO

Fernando no contesta. Piensa en tantas cosas,


que no oyó la pregunta de Firmenich. Las
ideas atraviesan su cabeza como una
José Pablo
exhalación. Muerto Aramburu, Montoneros
Feinmann
adquiere un prestigio mítico entre los
peronistas. No fue un asesinato. Hicimos lo Nacido el 10 de marzo de
que el pueblo quería. Hicimos su justicia. La 1943, es filósofo, escritor y
justicia del pueblo. Lo ajusticiamos al gorila ensayista político.
sanguinario. Estaba en el espíritu de los Autodenominado intelectual
independiente, centró su obra
tiempos. Está en el corazón de los pobres. De en el antagonismo entre el
los que tienen en su casa la foto de Evita, la movimiento peronista y las
de Perón en el caballo pinto. Los que a la foto clases altas de la Argentina.
de Evita todavía le ponen velas. Porque, para
ellos, es una santa. A esa santa se las niega la
crueldad de Aramburu y los suyos. Ahora van a aflojar. O nos dan a Evita o los
seguimos acorralando a todos. Mañana, cuando en todos los pueblos, en las
fábricas, en las villas, cuando en todos los rincones del pobrerío se encienda la
llama de la alegría, del festejo, ahí, recién ahí, van a entender lo que hicimos.
Hicimos lo que quería el pueblo. Encarnamos su deseo más profundo. Matar al líder
de la Argentina gorila. ¡Cuántas milongas, cuántos chamamés, cuántas
pachangas desaforadas, cuántos tangazos se van a bailar en los terrenos de los
peronistas humildes, de los trabajadores de este país que ustedes quisieron
prohibir, ahogar! Los ídolos del pueblo van a herir estrepitosamente los oídos
sensibles de la ciudad culta, burguesa. Favio y Fuiste mía un verano. Sandro y
Quiero llenarme de ti. Palito y La Felicidad. Todos felices, jubilosos, entregados al
delirio báquico, al dionisismo peronacho. Bailen, compañeros, esta fiesta se las
da en bandeja nuestra organización. Es para ustedes y es de ustedes. No
matamos por matar, no matamos a cualquiera. Matamos a quienes los
injuriaron. Hoy fue Aramburu, el padre fundador de la injuria. El que inauguró
la Argentina de la prohibición. Cosechó su siembra, compañeros. Mañana serán
otros. No vamos a parar hasta que este país esté en manos de sus dueños, de
los verdaderos: de ustedes, los que trabajan, los que lo hacen. Los obreros
peronistas. Bailen, compañeros, son los protagonistas de la fiesta. La lucha
armada la hizo posible la herencia del Comandante Guevara, su ejemplo. Y nos
preparamos para más.
(…)
La juventud se va a enamorar de nosotros. La juventud quiere guerreros, tipos
que se jueguen las pelotas. Claman por vanguardias. Nosotros le vamos a dar la
mejor. A la mierda con los planes electorales de los milicos. Ni votos ni botas,
fusiles y pelotas. Qué bien suena eso. Y así, a los tiros, lo traemos al Viejo. Y le

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decimos: General, usted es el líder, pero nosotros somos la organización


revolucionaria de vanguardia y, sin nosotros, usted no volvía. De modo que
usted, por supuesto, lleva la conducción estratégica, como siempre. Pero esa
conducción, esa conducción que nosotros acatamos y respetamos, hay que
pensarla. No podemos correr riesgos. Disculpe, general. Puede que el
momento, que este momento único, en el que por fin me atrevo a pensar lo que
hice, lo que va a desatar este acto, este momento un poco demencial, casi fuera
del tiempo, pero mío, general, me lleve a balbucear palabras deshilachadas.
Porque no fue fácil, porque no es fácil, nunca es fácil tomar la vida de otro,
porque me costó demasiado, porque vacilé hasta los extremos de la cobardía,
general. Pero lo hice.
(…)
Usted tiene sus años, general. Será eterno en el alma de los oprimidos. Pero la
ley de la vida es que se termina. Recuéstese en nosotros. Seamos soldados de
un mismo ejército. Hagamos fuego para el mismo lado. Es y será una guerra
larga, dura. Y es la dureza de esta guerra la que nos va a llevar a pensar en una
conducción de reemplazo. Hay tiempo. Primero hay que traerlo.
(…)
Y lo vamos a traer, general. ¿Quiénes si no nosotros? Los que ponemos las
pelotas, arriesgamos la vida, liquidamos gorilas sin asco. Porque más asco nos
da que sigan vivos, jodiendo al pueblo, como siempre. Y vea, pórtese bien con
nosotros. No nos cague. Díganos las cosas claras. Denos manija. La vamos a
necesitar. Nómbrenos sus soldados. Lo somos, pero hay que decirlo. Dígalo
clarito. Dígale a todos los sanguijuelas, a todos los corruptos, los burócratas, los
traidores, que forman el Movimiento, unas pocas palabras. Dígales: “Mis
soldados son los Montoneros. Porque ocupan el lugar más riesgoso de la lucha.
Ése donde se pone en juego lo más sagrado, lo más irreemplazable que tiene un
hombre: la vida”. Acaso no lo quiera decir. No le guste establecer hegemonías
en esa ensalada que es el Movimiento, donde un sindicalista ladrón vale lo
mismo que un combativo, donde un político dialoguista es igual a un
compañero que puso un fierro y está en cana, torturado. Disculpe, pero si no le
gusta, le va a tener que gustar. Porque son tantas las cosas a las que vamos a
atrevernos. Es tanto el poder que vamos a acumular en este país, que, o se nos
une, o se queda en Madrid, con los perritos bandidos, con las pantuflas, con esa
puta de Isabelita, cabaretera de mierda, la versión degradada, cómica, de Eva.
La única. Que si viviera estaría aquí, con nosotros. En esta pick-up, general.
Rajándose de Timote. Feliz como nunca, porque en el momento más álgido,
cuando yo bajaba la escalera para reventarlo a Aramburu, me dijo: “Pará, pibe.
No me saqués ese gusto”. Y lo amasijó ella. No le digo que apretó el gatillo. No
estoy loco, general. Ni estoy loco ni creo en berretadas espiritistas. Pero le juro
algo, por mi honor se lo juro: cuando hice fuego sobre el gorila fusilador era
ella la que estaba en mi corazón, dándome coraje. Ella, la que me decía: “Hacélo
mierda, pibe. No le tengás piedad. Matalo por todos los que él mató. Matalo

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por mí. Porque es por él que no estoy con ustedes. Que el pueblo no puede
ponerme flores. Hincarse ante mi tumba. Rezar. Llorar. Pedir…”

José Pablo Feinmann. Timote. Secuestro y muerte del general Aramburu.


Planeta. Buenos Aires. 2009.

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MILITANCIA

La lucha por la justicia, por el mundo menos Jorge Asís


sórdido, el ideal, el afán de ser útil, escribir Nació en la localidad
nuestra muesquita en el revólver de la historia, bonaerense de Avellaneda el
como Billy the Kid. La militancia fue un buril 3 de marzo de 1946.
que marcó profundamente a mi generación: Además de desarrollar
una de dos, o se militaba o no, había que estar diversos géneros como escritor
y periodista, se desempeñó
obligatoriamente en algo y era, después de
como secretario de Cultura
todo, lindo, decisivo, meterse. La militancia de la Nación (1994) y como
era tan lógica como el amor, o como el sol, o embajador argentino ante la
la comida, si se militaba –donde fuera- uno Unesco entre los años 1989
estaba quizás equivocado pero completo, y 1994.
participando activamente de las
efervescencias de su tiempo. Y si no se militaba había que explicar por qué
causas, pero había penetrado tan hondo el buril que no militar era la mejor
manera de cinchar por un aspecto, por un platillo, en una atmósfera de
confusión, inmadurez y días precipitados. La no militancia, entonces, tenía
sabor a descuelgue, olía a individuo escupido de su época, por eso entonces los
valores instaban a la actividad, al riesgo y al fuego, para ubicarse, granjearse un
ambiente, aunque no tuviéramos mayor conciencia de lo que pregonábamos, y
diéramos la vida, los mejores años, dolorosamente, por ellas, aunque tuviéramos
poquita educación política pero el impulso bastaba, la música cierta o inventada,
el optimismo, la seguridad de ser útiles a un proyecto, aferrarnos a una
esperanza, a una vaga noción de la justicia. Extrañable temporada aquella,
amigos, la época irreal, cuando había que ser diestro e iniciado para captar el
conglomerado de siglas, divisiones, agrupaciones que se abría, de izquierda a
derecha, en abanico infinitos, para elegir fichas, diversos tamaños y colores. Se
extraña la visión de un futuro, bonita época ficticia, juego febril pero peligroso,
y no hay nada mejor, en este juego, que jugarse y poner el pensamiento y el
cuerpo en el desbarajuste, tratar en lo posible de no caer en poder del jugador
enemigo, el que bancaba, aunque podía ser gratificante la factible profesión de
héroe, preso político, manifiestos solicitando libertad, declaraciones de hábiles
burgueses oportunistas, campañas de ayuda, colectas, solidaridades, y tantas
heridas que no olvidadas que tardan en cicatrizar. Había que ser entonces un
inadvertido, un valiente, un digno, un mártir, o un despistado o un solapado
boludo que no pensaba, que tenía en su bocho una honesta desorganización, y
que descargaba sus tensiones en litigios delicados, discusiones acaso guapas
sobre la vía armada, el Che, la insurrección, la alternativa, ni yanquis ni
marxistas, la patria socialista, ni golpe ni elección, el General, gobierno popular

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de amplia coalición democrática, ena, gan, cegeté, burocracia, mientras el


tiempo velozmente disparaba, la irrealidad se convertía, de a poco, en terrible
realidad, y los propietarios de las dormidas hicieron despertar, de cuajo, a los
soñadores.

Jorge Asís. Flores robadas en los jardines de Quilmas. Losada. Buenos Aires.
1987.

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PARTE DEL FESTÍN

Los dos se quedaron en silencio. Volví a


revisarlo y encontré que había quemaduras en
el bajo vientre. Lo habían picaneado. Había Luis Gusmán
un olor insoportable, una mezcla de carne Nació en Buenos Aires en
quemada y excrementos. El mismo olor que 1944. Como escritor, El
sentí la primera vez que fui al Sur con Firpo y frasquito (1973) le dio
trajimos a los quemados de un barco reconocimiento entre los
petrolero que se había incendiado. El olor a autores de la literatura
argentina contemporánea,
bordo también era insoportable, fui dos veces permitiéndole formar parte
a vomitar. La segunda, Firpo me dijo: “Ya se de las revistas Literal
va a acostumbrar, Villa”. Mientras, yo me (1973-1977) y Sitio (1981-
acercaba a esos despojos envueltos en vendas 1987).
que parecían momias vivientes hasta que uno
susurró: “Tiráme del avión, pibe, tiráme, no
aguanto más este dolor. Matáme, pibe, no me dejes sufrir así”.

Pensé que si este hombre pudiese hablar diría lo mismo, sólo que yo ya no era
un pibe. Y me dije, menos mal que no puede hablar, menos mal que tiene los
ojos cerrados, si no, vería todo el sufrimiento en esos ojos. En su estado, en
unas horas se moriría.

-Hay que llevarlo un hospital, si no, se muere -le dije a Cummins.

-¿No hay manera de reanimarlo? Tenemos que hacer que hable, tiene datos
importantes, están preparando un atentado contra el Ministro. Y éste es parte
de una pista.

-Este hombre no va a hablar por un tiempo.

-¿Pero no hay una inyección? ¡Tiene que haber alguna manera de hacerlo
reaccionar! ¡Si aguantó tanto tiene que poder aguantar un poco más! –dijo
Cummins con rabia, molesto por que el hombre pudiera haber decidido
morirse.

-Te dije que era demasiada parrilla- le reprochó Mujica-. Entró en shock, nadie
resiste tanto. Mientras estaba consciente vaya a saber qué cosa lo hacía callar:
los ideales, no convertirse en un delator, no saber nada en serio, o colgarse de
alguna puta idea que no tiene nada que ver con todo esto. Te dije, el tipo no
está acá, está colgado de algo. El cuerpo está, pero la cabeza se voló, se
desprendió el alma del cuerpo. Vaya a saber dónde… pero es la única manera.

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Lo experimenté en mí mismo: hasta donde pude aguantar el dolor. Lo hice, y la


única manera era no estar ahí. Pensaba en la primera mujer que me cogí, en el
color de un perro que tuve cuando era chico y se perdió una Navidad. Me
picanié hasta que me desmayé.
(…)
Cummins, no sé para qué lo llamaste a este inútil, no sirve para nada. Este
hombre ya es un muerto. No hace falta un médico, hace falta un hoyo donde
dejarlo. Y estoy cansado de tu estilo empalagoso con este Villa. Que sepa de
una vez de qué se trata. Que él también está hasta las manos. Estoy harto de su
inocencia y de que esté distraído como si fuese un convidado de piedra. Sépalo,
Villa, usted también es parte del festín.

-Te desbordaste, Mujica –le dijo Cummins por toda respuesta.

-Sí, posiblemente, pero basta de comedia. Éste es mi trabajo, necesito esa


información y hago lo posible por obtenerla. Si se muere, hice mal mi trabajo,
eso es todo. Después lo que le pase a este cerdo, si se muere, si sufre, ni me
importa ni me hace perder ensueño. Lo único que necesitaba saber era si podía
vivir un poco más y me daba cuenta de que no por lo que había resistido, para
eso no lo necesitaba a este doctor. Ahora, decíle que se vaya porque nosotros
tenemos que seguir trabajando. Quiero decir que ni lo podemos dejar acá ni
tampoco en ningún lugar donde quede vivo.

-¿Es su última palabra como médico, Villa?


-Sí, señor –le contesté a Cummins.
-Entonces váyase y déjenos solos.

Las piernas me temblaban Como aquella vez en el Sur, una vez que salí vomité
todo. No podía quitarme de la nariz el olor a quemado. “Me tomó la pituitaria”,
me dije. Trataba de respirar a grandes bocanadas. Prendí un cigarrillo y me llené
las narices de humo. Fui hasta el coche y comencé a manejar desde el Norte
hacia el Sur.

Cuando llegué a mi casa, Estela fingía dormir. Necesitaba darme un baño. Me


metí bajo la ducha y me quedé un rato largo. Cada tanto salía para aspirar la
loción de afeitar. No quería salir del baño, quería quedarme envuelto en ese olor
agradable, embarcarme en el vapor borroso que se dibujaba en el frasco de Old
Spice. “Tomarte el buque querrías”, me hubiera dicho el Polaco y habría tenido
razón.

En algún momento tuve que salir del baño y acostarme al lado de mi mujer
mientras pensaba en el cuerpo del hombre tirado en la cama con el bajo vientre
todo quemado. Y no sentí ningún remordimiento, no podía hacer nada por él,

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ni siquiera aliviarle el dolor. Solamente me preguntaba dos cosas. La primera


era cuándo me volverían a llamar, aunque después de las palabras de Mujica
quizá nunca más volverían a hacerlo. La otra era si, más allá de esa noche, cada
vez que cerrara los ojos iba a poder borrar esas imágenes de mi cabeza.

Luis Gusmán. Villa. Edhasa. Buenos Aires. 2006.

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INFILTRADOS

- Tenés infiltrados- dijo el comisario.


- ¿Infiltrados? Acá sólo trabaja Mateo y
hace veinticuatro años que está en la Osvaldo Soriano
delegación. Nacido en Mar del Plata en
- Está infiltrado. Te digo, Ignacio, 1943, fue un escritor y
echalo porque va a haber lío. periodista argentino. Entre
- ¡Quién va a hacer lío? Yo soy el sus obras más destacadas se
delegado y vos me conocés bien. encuentran Triste, solitario y
final (1973), No habrá más
¿Quién va a joder? penas ni olvido (1978) y
- El normalizador. Cuarteles de invierno
- ¿Quién? (1980).
- Suprino. Volvió de Tandil y trae la
orden.
- Suprino es amigo, qué joder. Hace un mes le vendí la camioneta y todavía
me debe plata.
- Viene a normalizar.
- Normalizar qué. Estás leyendo muchos diarios vos.
- El Mateo es marxista comunista.
- ¿Quién te metió eso en la cabeza? Mateo fue a la escuela con nosotros.
- Se torció.
- Pero si lo único que hace es cobrar los impuestos y arreglar los papeles
de la oficina.
- Yo te aviso, Ignacio, echalo.
- Cómo lo voy a echar, gordo. Se me va a venir el pueblo encima.
- ¿Y para qué estoy yo?
- ¿Para qué estás?
- Para cuidar el orden en el pueblo.
- Vamos, gordo, vos estás jodiendo. Andá a la mierda.
- Te digo en serio. Suprino está en el bar. Te va a ir a ver, te va a aconsejar.
- Que me pague lo que me debe antes. Si no, te lo voy a denunciar.

Ignacio salió de la comisaría Dos agentes que estaban en la puerta, bajo un


árbol, lo saludaron. Montó en la bicicleta y pedaleó despacio. Iba pensativo.
El sol calentaba con treinta y seis grados esa mañana. Cuando llegó a la
esquina aminoró la marcha y dejó que cruzara el camión de Manteconi que
repartía los sifones. Pedaleó hasta la otra cuadra, en pleno centro del pueblo,
y paró frente al bar. Dejó la bicicleta en la vereda, a la sombra, y entró. Se
sacó la gorra y saludó con una mano; le contestaron dos viejos que jugaban
al mus. Fue hasta el mostrador.

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- Hola Vega. ¿Lo vista a Suprino?


- Recién se va. Está alborotado. Se fue a verlo a Reinaldo a la CGT. ¿Va a
haber huelga?
- ¿Dónde?
- Acá. Dice Suprino.
- Puta che, están todos locos. Dame una coca cola. La tomó de la botella,
a tragos largos.
- ¿Qué pasa, Ignacio?
- Qué sé yo. ¿Qué más te dijo Suprino?
- Poca cosa. Que va a renunciar.
- ¿Yo?
- Vos y Mateo. Dice que son traidores.
- ¿Eso dijo?
- ¡Hijo de puta!
- Que sos traidor. Lo dijo delante de Guzmán.
- ¿Qué hacía el martillero acá?
- Lo estaba esperando, me parece. Se fueron juntos a la CGT.
- Vos sabés que Guzmán no es peronista. Nos cagamos a golpes por eso
en el 66.
- En la plaza, me acuerdo.
- Me hizo meter preso por peronista cuando Soldatti era comisario.
Cobrame.
- No- Vega sonrió con su dentadura amarillenta y despareja-. Si te vas a
quedar sin trabajo.
- -Bueno, chau.

Ignacio tomó la bicicleta y pedaleó fuerte. Un golpe de estado. Una sonrisa


amarga apareció en su cara: “A mí me van a enseñar a ser peronista.” De pronto
sintió un extraño brío. Nunca pensó que tendría que enfrentar un golpe de
estado, como Perón, como Frondizi, como Illia. Dejó la bicicleta contra un
banco y caminó hasta la arboleda más tupida. Eran las once y ala plaza estaba
desierta por el calor. Se sentó en el césped y sacó un cigarrillo.

- ¿Cómo le va, don Ignacio? –dijo el placero.


- Dejame que voy a pensar. Andá a regar más allá.

Se tapó la cara con las manos. “Me quieren mover el piso”, se dijo en voz alta. Fuera
de la plaza, los parlantes empezaron a vocear propaganda. Trató de repasar la
situación. Suprino era secretario del partido. Ignacio lo había mandado el día
anterior a Tandil a pedir al intendente que votara la partida para ampliar la sala
de primeros auxilios. Volvió agrandado y consiguió meter en algún asunto al
comisario y a Guzmán. Ahora lo querían joder. “Pero el pueblo me eligió a mí.
Seiscientos cuarenta votos. ¿Qué es eso de que Mateo es comunista? Cuando lo echaron a

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Perón, en el 55, ya estaba en la municipalidad. Estuvo después, estuvo siempre. Nunca le


pregunté si era comunista. Bolche es Gandolfo. De siempre fue, pero lo saben todos. Es el
único en Colonia Vela. Tiene la ferretería y nadie lo jode. Si hasta estuvo en la comisión
vecinal una vez. Y yo soy infiltrado de qué, la puta que los parió; los voy a meter a todos
presos, carajo”.

- ¡Ché, Moyanito, vení!

El placer soltó la manguera y caminó apurado.

- Diga, don Ignacio.


- Decime, ¿qué te parece si los meto presos a Guzmán y a Suprino?
- ¿Qué hicieron, don Ignacio?
- Se han sublevado.
- ¿Qué es eso?
- Me quieren echar.
- ¡A usted!
-¡Sí. A mí y a Mateo.
- ¡Pero don Mateo de qué va a vivir! ¡Tiene la señora enferma y la hija estudia
en Tandil!
- Nos quieren echar.
- ¿Por qué, don Ignacio?
- Dicen que no soy peronista.
-¿Qué no es peronista? –el placero se rió-; yo lo vi a usted a las piñas acá con
Guzmán por defenderlo a Perón.
- Los meto presos.

El viejo placero se quedó pensando.

- ¿Y qué dice el comisario?

Ignacio recibió la pregunta como un hachazo. Se paró y corrió hacia la bicicleta.

Osvaldo Soriano. No habrá más penas ni olvido. Bruguera. Barcelona. 1980.

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FIESTA Y TRAGEDIA

El lugar del suceso es un interminable parque


argentino, como tal de características
europeas (pero con las desmedidas Bernardo Kordon
proporciones de América), que se extiende a Nacido en Buenos Aires en
lo largo de la autopista de Ezeiza. Prados y 1915, fue
recientes pero ya densos bosques de pinos y un periodista, narrador y ens
eucaliptos se alternan en la profundidad y en ayista argentino. Viajero
ese verde perenne que sólo permite la húmeda incansable, recorrió buena
parte de América, Europa y
pampa bonaerense. Asia, dejando testimonio de
sus andanzas en textos
Semanas antes trabajaron miles de obreros como El teatro chino
para acondicionar el parque de modo que tradicional y Seiscientos
millones de peronistas recibieran al general millones y uno (1958),
Perón en su definitiva vuelta a la patria. Como relativo a sus recorridos por
la China posrevolucionaria
era natural en un flamante gobierno popular, en tiempos de Mao Zedong.
se pensó en la seguridad y también en el frío
y la sed y la fatiga de gran parte del pueblo,
que vendría de todo el país para rodear el palco donde hablaría Perón, traído en
helicóptero desde el cercano aeropuerto internacional de Ezeiza.

Con urgencia se construyeron kilómetros de cañería con cientos de canillas para


que no faltara agua y cientos de servicios sanitarios de chapas de zinc. También
dejaron a disposición del pueblo más de diez mil durmientes de quebracho, tan
obsoletos para el tendido de rieles como óptimos para calentarse en la noche
invernal del 19 al 20 de junio. Estos leños ardieron noblemente toda la noche,
en fogatas que chisporrotearon festivas con las ramas de las recientes podas en
el parque.

Con suficiente fuego y agua, un millón de almas tomó mate en espera del
amanecer. En ningún momento cesaron los cantos y los golpes de bombo. Era
un ejército acampando, con mujeres y niños que de puro entusiasmo se negaban
a descansar antes del combate. En realidad festejaban el triunfo de la batalla: ya
habían llegado al lugar de la cita y rodeaban el palco en donde debía aparecer
Perón.

Con las luces del día llegaron quinientos policías de la provincia y se apostaron
alrededor del inmenso estrado tubular de varios niveles, coronados con los
retratos de Perón, Eva Perón e Isabel de Perón. Subieron al palco los músicos
de la orquesta del Teatro Colón y la banda de la municipalidad: lo mejor para lo
mejor, que es el pueblo. A través de cientos de altoparlantes se alternaban las

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voces de Leonardo Favio y Edgardo Suárez. No era cosa de animar aún más a
la incansable multitud que no cesaba de saltar y gritar, sino que por lo contrario
aconsejaban prudencia y serenidad. Pedían que descansaran un poco, aún
faltaba mucho tiempo para la llegada del avión; que se quitaran los abrigos ahora
que el sol calentaba el ambiente, pues podían resfriarse a la caída de la tarde, y
que guardaran energías para el momento culminante de la fiesta.

La Juventud Sindical, de brazaletes verdes, vigilaba desde el palco el avance de


las columnas encabezadas con letreros de “Fuerzas Armadas Revolucionarias” y
“Ejército Revolucionario del Pueblo”. También pugnaba por acercarse al palco una
columna con un cartel de veinte metros de ancho que decía “Montoneros”.
Sonaban gritos de “Perón, Evita: la patria socialista”. Otros respondían: “Perón,
Evita, la patria peronista”. Grupos antagónicos comenzaron a lanzarse piedras e
insultos.

A las 10.30 se abrió paso entre la muchedumbre una cuadrilla de obreros.


Comenzaron a desmantelar el esqueleto del palco especial donde tenía que
hablar Perón y en su lugar levantaron una cabina blindada con gruesos y
verdosos cristales a prueba de balas. Esta precaución de último momento
sorprendió al millar de periodistas nacionales y extranjeros reunidos en el palco,
pero pasó desapercibido para la muchedumbre preocupada por la pugna de las
diferentes tendencias en ganar la proximidad del palco. “Perón –se decía- hace lo
que el pueblo quiere”. Por eso todas las organizaciones y tendencias querían
imponerse con sus carteles y sus consignas. Los muchachos de brazalete verde
exhibieron pistolas y metralletas para que los montoneros no avanzaran hacia
el palco.

Cerca de las 11 se instalaron en el estrado el gobernador de la provincia de


Buenos Aires y el gobernador de Córdoba, Obregón Cano y el vicegobernador
de esa provincia, Atilio López.

14.30 y el avión de Perón no aparecía. Las dos orquestas sinfónicas arrancaron


con los sones de la Marcha Peronista. Por los altoparlantes, Leonardo Favio
invitó al público a que cantara y lo hiciera con calma. La muchedumbre –
calculada en cuatro millones por el mismo Favio- lo hizo con mucho
entusiasmo y ninguna calma. ¿Por qué no llegaba el avión de Perón? A las 14.35
terminó la canción y se produjo un silencio en espera de alguna noticia.
Entonces se escucharon algunos disparos que muchos creyeron cohetes. De
repente se generalizó un tiroteo que sacudió a la muchedumbre como un
terremoto. Las miradas siguieron fijas en el palco, esperando a Perón, pero ahí
todo había caído al suelo, los atriles de los músicos y las cámaras de televisión.
Sólo quedaron en pie los contrabajos de las orquestas: músicos y periodistas y
funcionarios y animadores estaban pegados al suelo y cuando aparecía alguna

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cabeza era para apuntar un arma y disparar nadie sabía a quién. Tiros por
cualquier lado del palco y por los costados de la autopista y desde arriba de los
árboles: tiros de cualquier lado y para todos.

Bernardo Kordon. Bairestop. Losada. Buenos Aires. 1975.

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NECESIDAD HISTÓRICA

-Compañero… -dice Rafael.


-No me tomés de pelotudo. ¿Por qué –
mierda- le- pusieron – el – uniforme -a- mi- Daniel Guebel
papá? Daniel Guebel es un escritor,
(…) periodista y
-Aflojá y escucháme… En la política de este guionista argentino nacido
país, cuando hay algo que negociar se tira un en Buenos Aires en 1956.
cadáver sobre la mesa. Los milicos se llevaron Entre sus más de veinte
libros de cuentos, novelas y
el cadáver de Evita para presionar a Perón. En obras de teatro, La perla del
última instancia, ¿por qué fue ajusticiado emperador ganó el Premio
Aramburu? Para cambiar su cuerpo por el Emecé de Novela y el
cuerpo de Evita. Si se lo dejaba vivo, no iba a Segundo Premio Municipal
servir, porque no había situación de paridad. de Literatura.
Entonces, ¿por qué nosotros vestimos de
general a tu papá? Muy sencillo. El plan de los
milicos es así: mañana a primera hora de la mañana, cuando el cadáver del
General Perón salga del edificio del Congreso y esté llegando a la quinta
presidencial… -Rafael agarra el palito, lo desliza de izquierda a derecha y lo
estaciona entre Vicente López y Olivos-…un grupo comando del Ejército,
vestido con ropa de la policía, va a tomar la guardia de la quinta, va a recibir el
cadáver y se lo va a llevar –Rafael atrapa rápidamente el palito y lo esconde en
su mano-. Entonces, una vez secuestrado, el cadáver va a ser enterrado en
secreto en alguna parte del país o del extranjero.

-Como pasó con el cadáver de Evita, que lo anduvieron moviendo por todo el
mundo –dice Norma.

Ése es el plan de los milicos. Nuestro plan es adelantarnos –interviene Pablo.

Rafael mira a Pablo, se pone dos dedos rectos ante los labios, en el gesto de la
enfermera. Entre ambos dedos tiene el palito:

-Sssh… -susurra, se dirige a Alfredo-: Quiero que no tengas ninguna duda,


Alfredo. Es fundamental… Escuchame bien. Escuchame. A Perón nos lo
vamos a llevar nosotros antes de que amanezca –en un movimiento, Rafael hace
desaparecer el palito entre los dedos-. ¿Me seguís?

-Sí- dice Alfredo.

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-Nosotros nos vamos a llevar a Perón porque si lo tenemos nosotros vamos a


poder llevar a cabo la revolución peronista interrumpida por su muerte. Ahora,
si lo sacamos de la quinta, tenemos que dejar algo a cambio, ¿no? Bueno, tu
viejo va a reemplazar a Perón.

-¡¿Cómo?! -grita Alfredo.

-Tu viejo era peronista, ¿no? –dice Rafael.

-Por supuesto… ¿Y? –dice Alfredo.

-¿Qué hubiera dicho si se hubiera enterado que iba a reemplazar a Perón en


bien de la patria y el movimiento peronista? ¿Eh?

-¿Van a cambiar a Perón por mi viejo?

Si –dice Pablo-. Nos adelantamos, reducimos la guardia de la quinta vestidos de


policías, nos llevamos a Perón, lo reemplazamos por tu viejo, nos quedamos de
guardia y un rato después caen los milicos, nosotros ni nos resistimos, los
dejamos pasar, y ellos, ¿qué hacen? Se llevan a tu viejo. Pedro Ignacio Álvarez,
el cadáver equivocado. Para cuando se den cuenta de lo que pasó, será tarde
para ellos… No van a poder hacer nada… Porque a Perón lo vamos a tener
nosotros… el pueblo… las formaciones especiales…

-Pero… ¿y qué van a hacer los milicos con el cuerpo de mi viejo? –Alfredo se
angustia.

-No sabemos –contesta Pablo.

-Podemos suponerlo. Hay varias opciones. Si son astutos, van a devolverlo


calladitos a Olivos, esperando a ver qué pasa. Como te imaginarás, una vez que
se den cuenta de que los engañamos, no van a querer hacer el papelón de
quedarse con un cadáver equivocado –dice Rafael.

-También pueden enterrarlo. Cremarlo. Diluirlo en ácido. Tirarlo al río. O


devolvérselo a ustedes, si descubren la verdadera identidad. Total, a ellos no les
sirve para nada –dice Pablo.

Alfredo mira a sus interlocutores. Todos esperan su reacción. Alfredo larga una
carcajada:

-¡Pero ustedes son más boludos que las palomas…! ¿Cómo quieren engrupir a
los milicos con mi viejo si mi viejo no es parecido a Perón?

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-De eso nos encargamos –dice Rafael-. Quedate tranquilo que tu viejo va a
quedar igualito. Va a ser Perón.

-No estoy de acuerdo –dice Alfredo.

-¿Qué? –dice Rafael.

-Hay otras alternativas… -Alfredo se desespera, trata de pensar velozmente –


Por ejemplo… ¡Por ejemplo¡ ¿Por qué no secuestrar a Isabel o a López Rega y
si los milicos se llevan a Perón los cambiamos por esos dos?

-Compañero –sonríe Rafael-. Si secuestramos a Isabel o a López Rega los


milicos agradecidos. Les damos en bandeja la excusa perfecta para el golpe de
Estado.
(…)
-Pensalo, Alfredo –dice Norma.

Alfredo mira su entorno: está rodeado.

-Yo estoy con ustedes, pero también tengo que pensar en mi familia. Mi
condición es que cuando tengamos el cadáver del general, hagamos una
operación para recuperar a mi viejo. Si no la hacemos, los milicos siguen
teniendo un punto a su favor, el cuerpo de un hombre del pueblo en sus manos.

-¿Pero no te dije yo lo que van a hacer los milicos con el cuerpo de tu viejo? –
dice Pablo.

-El compañero Alfredo tiene razón –sonríe Rafael-. Al enemigo no hay que
darle ninguna ventaja. Nosotros somos peronistas, argentinos y cristianos, y no
le vamos a regalar a la antipatria ni siquiera los cuerpos que les ofrecemos a
cambio de otros. Claro que no tenemos otra alternativa que continuar el
operativo tal como lo pensamos. Y es cierto que la recuperación del cadáver de
don Pedro Ignacio implica una serie de dificultades. Pero, ¿qué es la política
sino la resolución imaginativa de los problemas prácticos? Entonces, ¿cómo
hacemos para impedir que los milicos le den al cuerpo del padre de Alfredo el
destino que anticipa Pablo? Le ponemos un cartel que diga: Este cuerpo es peronista
y también nos importa? ¿Secuestramos el cadáver de una vieja oligarca enterrado
en el cementerio de la Recoleta? ¡Lástima que la viuda de Aramburu todavía no
esté muerta! Sería el cadáver ideal para hacer una operación canje. No sé.
Tendremos que pensarlo. No hoy. Mañana o pasado. Pero la cuestión, Alfredo,
es: ¿Estás de acuerdo con la necesidad histórica de lo que te estamos
planteando?

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-No puedo decidir todo de golpe –dice Alfredo-. Lo voy a pensar. Pero, ¿qué
va a decir mi vieja?

Daniel Guebel. La vida por Perón. Emecé. Buenos Aires. 2004.

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ACTIVIDAD OFICIAL

La Plata, Argentina, 1975.

Todo comenzó cuando mi madre me dijo:


“Ahora, ¿ves?, nosotros también tendremos Laura Alcoba
una casa con tejas rojas y un jardín. Como Laura Alcoba nació en La
querías”. Plata, Buenos Aires, en
1968, y desde sus diez años
Hace ya varios días que vivimos en una nueva reside en París. Licenciada
casa, lejos del centro, a orillas de los inmensos en letras en l'Ecole Normale
Supérieure, es especialista en
terrenos baldíos que rodean La Plata –esa el Siglo de Oro español y
franja que ya no es la ciudad ni es, aún, el trabaja como traductora de
campo. Frente a la casa hay una antigua vía de teatro.
ferrocarril desafectada, basuras y desechos
abandonados, al parecer, hace ya mucho
tiempo. De cuando en cuando, una vaca.

Hasta hace muy poco, vivíamos en un pequeño departamento de una torre de


hormigón y vidrio de la Plaza Moreno, justo al lado de la casa de mis abuelos
maternos, frente a la Catedral.

Allá, a menudo, yo soñaba en voz alta con la casa en que hubiera querido vivir,
una casa con tejas rojas, sí, un jardín, una hamaca y un perro. Una casa como
ésas que se ven en los libros para niños. Una casa como aquéllas, también, que
yo me paso el día dibujando, con un enorme sol muy amarillo encima y un
macizo de flores junto a la puerta de entrada.

Tengo la impresión de que ella no ha comprendido bien. Referirme a una casa


con tejas rojas era, apenas, una manera de hablar. Las tejas podrían haber sido
rojas o verdes; lo que yo quería era la vida que se lleva ahí dentro. Padres que
vuelven del trabajo a cenar, al caer la tarde. Padres que preparan tortas los
domingos siguiendo esas recetas que uno encuentra en gruesos libros de cocina,
con láminas relucientes, llenas de fotos. Una madre elegante con uñas largas y
esmaltadas y zapatos de taco alto. O botas de cuero marrón, y, colgando del
brazo, una cartera haciendo juego. O en todo caso sin botas, pero con un gran
tapado azul de cuello redondo. O gris. En el fondo, no era una cuestión de
color, no, ni en el caso de las tejas, las botas o el tapado. Me pregunto cómo
hemos podido entendernos tan mal; o si en cambio ella se obliga a creer que mi
único sueño, el mío, está hecho de jardín y color rojo.

Por otro lado, era un perro lo que yo más quería.

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

O un gato. Ya no sé.

Mi madre se decide finalmente a explicarme, a grandes rasgos, lo que pasa.


Hemos tenido que dejar nuestro departamento, dice, porque desde ahora los
Montoneros deberán esconderse. Es necesario, ciertas personas se han vuelto
muy peligrosas: son los miembros de los comandos de las AAA, la Alianza
Anticomunista Argentina, que “levantan” a los militantes como mis padres y los
matan o los hacen desaparecer. Por eso debemos refugiarnos, escondernos, y
también resistir. Mi madre me explica que eso se llama pasar a la clandestinidad.
Esto, exactamente, es lo que dice.

Yo escucho en silencio. Entiendo todo muy bien, pero no pienso más que en
una cuestión: la escuela. Si vivimos escondidos, ¿cómo voy a hacer para ir a
clase?

“Para vos, eso será como antes. Con que no digas a nadie dónde vivimos, ni
siquiera a la familia, suficiente. Todas las mañanas te vamos a subir al micro.
Vas a bajar solita en Plaza Moreno: ya conocés el lugar. El micro para justo en
la puerta de los abuelos. Ellos se van a ocupar de vos durante el día. Y ya
veremos la manera de parte a buscar a la tardecita o a la noche.”
(…)
No sé quién tuvo la idea de los conejos, si nació del Ingeniero, de alguna de las
personas que viven en la casa o si los responsables de la organización la
concibieron para nosotros. ¿Fue César, quizás? Yo entendí al Ingeniero cuando
me explicó cómo podía esconderse algo sin esconderlo. Pero ¿los conejos? ¿Por
qué deberíamos recibir centenares de conejos para protegernos mejor?

Hoy, Cacho ha hablado largamente de ellos en la mesa, ya que llegarán muy


pronto. Nos ha explicado cómo será todo cuando los conejos estén aquí.

Él pintó las cosas más o menos de esta manera: la cría de conejos será la
actividad oficial de la casa. La cría artesanal y doméstica en todo caso, porque,
con o sin conejos, Cacho conservará su trabajo en Buenos Aires. Pero gracias a
esta actividad, se justificarán todas las idas y venidas, así como la construcción
del criadero ha justificado hasta hoy la otra obra, la construcción del embute.
Cuando los conejos estén aquí, los viajes incesantes de la furgoneta gris, que
servirá para llevar gente, o para hacer salir de la casa los periódicos ya impresos,
se explicarán como transporte de conejos o reparto de conservas.

-Ah, ¿vamos a hacer conejo en escabeche? –pregunto yo.

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

Sí, vamos a cocinar. Y nosotros mismos nos los vamos a comer. Vamos a hacer
como si llenáramos cajas enteras. Pero en estas cajas saldrán los ejemplares de
Evita Montonera.

Ciertas cosas no me quedan muy claras. Cuando cebo mate en una reunión, ante
César no me animo a abrir la boca, pero así, entre nosotros, sentados a la mesa,
siento que puedo hacer preguntas. Es extraño, pero ya somos casi como una
familia, Cacho, Diana que está cada vez más redonda, mi madre y yo.

-Y si alguien viene a comprar conejo, alguien del barrio, digo, ¿vamos a abrirle
la puerta y dejarlo entrar?

- En principio, sí… Pero no te preocupes, los argentinos sólo comen carne de


vaca. No va a venir nadie…

Laura Alcoba, La casa de los conejos. Edhasa. Ciudad de Buenos Aires. 2014.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

LAS CARTAS DE INÉS

En diciembre de 1975, Silvia Ana María Gatto


era una mujer de 24 años, aunque
representaba algo más, con sus 1,73 m de Gustavo Plis
altura y sus 64 kg de peso. Sus cabellos negros Sterenberg
medianamente largos y sus grandes ojos de Gustavo Plis Sterenberg
color café le habían ganado el apodo de “la militó en el PRT-ERP
Negra”. durante la década de 1970.
Su libro Montechingolo
Al mismo tiempo que mantenía una actividad (2003) es reconocido
popularmente por reconstruir
militante ininterrumpida, la Negra cuidada de el mayor combate librado en
María y Segundo, los dos hijos que tuvo con la Argentina entre Fuerzas
su compañero Arturo Vivanco, quien Armadas y organizaciones
entonces cumplía una condena en la cárcel políticas. Actualmente, el
luego de ser capturado al fracasar el autor se dedica a continuar
copamiento del Comando de Sanidad Militar. su destacada trayectoria como
músico de orquesta.
En esos días, Silvia Gatto –conocida como la
teniente Inés después de su ingreso al Estado Mayor Central del Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP)- mantuvo una asidua correspondencia con su
compañero preso. A pesar de la fuerte censura carcelaria, las cartas de la negra
sobrevivieron, trayendo a nuestros días palabras de gran frescura y simpleza.
Quizás ayuden a comprender, a través de la vorágine de su corta vida, el sentido
de la militancia revolucionaria.
(…)
Faltando poco tiempo para el asalto al Batallón de Arsenales 601, las cartas de
Inés reflejan la buena noticia de que “yo pueda recuperar la libertad y que el
país se pueda pacificar de acuerdo a la creencia que tenía el Partido
Revolucionario de los Trabajadores (RT) (con referencia al ofrecimiento de un
armisticio por parte del ERP), y por otro lado, esa especie de premonición
supersticiosa de que ella podía morir. Hay un conflicto infernal, en las últimas
cartas, de esas dos tendencias divergentes: la alegría por la que yo pueda salir y
al mismo tiempo la certeza de que ella pueda morir en el intento”.

Un brujo le dijo a una amiga que yo tenía mala suerte. No lo creo.

Hoy soñé que me iba a morir dentro de tres años. No puedo hilar por qué pude haber soñado
con algo tan absurdo. Ojalá durare tanto.

“En las últimas cartas aparece crecientemente el tema de la muerte y qué pasa
con los chicos. Incluso llega a un punto que a mí me preocupa, en el sentido de

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

que teóricamente no era lo correcto, en esa época y para un cuadro de gran


responsabilidad como lo era, hablar tanto de la muerte. En ese contexto, ella
siempre había hablado del Partido como quien se tenía que ocupar de los
chicos”.

El otro día charlando con unos compañeros les decía, que lo único que me gustaba, y aparte
de gustarme creo que es lo justo, que si me pasa algo a mí, los dos niñitos sigan juntos. Que
no los separen.

La teniente Inés participará de los combates en los alrededores del cuartel


“Domingo Viejobueno”. Arturo dijo que “aunque ignoro cuáles habrán sido las
necesidades del Partido, creo que la Negra fue convocada según los criterios de
que en la acción participen muchas mujeres y la gente más firme, y que de vez
en cuando combata el personal que se encuentra en tareas de dirección, ya que
el PRT-ERP era un partido de combate.

Poco antes de Monte Chingolo, la Negra en una carta hablaba de los puentes
sobre el Riachuelo: Hoy están por ahí no están más dice, como una alusión directa
de que los van a volar”.

El 12 de diciembre de 1975, pocas horas antes de partir hacia la concentración,


Inés escribió sus tres últimas cartas de despedida a su compañero de toda la
vida, a sus hijos, María y Segundo, y a su madre.

En un barcito de Villa Crespo, Arturo Vivanco me mostró esas tres hojitas. A


la primera de ellas la guardaba como el más preciado tesoro. Con gran cuidado,
a pesar del temblor en sus manos provocado por la emoción, me entregó una
servilletita de confitería doblada en dos. Al abrirla pude leer un breve texto
escrito por Silvia de un solo tirón y a las apuradas, tal como fue su vida.

Un grave presentimiento obligó a la teniente Inés a escribir estas cartas.


Tratándose de aferrar a la vida que se le escapaba, la Negra dejó a sus seres
queridos un último testimonio de sentimiento y lucha.

Mi más grande amor. Te quiero y te quise siempre como el amor más preciado. He aprendido
muchas cosas de vos. Sobre todo tu audacia. Quiero que te ocupes de los chicos, que decidas.
Te amo y te amo. Como decía Fucik: “he vivido por la alegría, por la alegría he ido al combate,
por lo alegre muerto; que nadie recuerde mi nombre con tristeza”.
Te amo. AVOMPLA *
Negra.

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

Mis queridos quiquititos: lo que más adoro en el mundo. Su mamá los quiere mucho. El papi
algún día volverá y los cuidará. Por ahora su mami se va lejos; les recuerda que hay que ser
buenitos, obedientes, muy buenitos. Los quiero. Mami.

Mami: si yo no vuelvo es porque mucha gente sufre y necesita rápidamente que sus hijos dejen
de morir, que no sufran más hambre. Yo a mis hijos realmente los quiero con toda mi alma.
Lo único que deseo es que estén juntitos y que se los críe bien. Sin egoísmos. De esto decidirá
Arturo y los compañeros del partido con quien deben criarse. Un gran abrazo, gracias por
todo. Negra.

Pocos días después, el 23 de diciembre, Silvia Gatto partió a si último combate


en defensa de sus ideales.

* El texto, parafraseado por Silvia en una de sus últimas cartas, es “Por la alegría
he vivido, por la alegría he ido al combate y por la alegría muero. Que jamás la
tristeza sea asociada a mi nombre”. Corresponde al Reportaje al pie del patíbulo,
escrito en una prisión nazi por Julius Fucik, comunista checoslovaco.

La sigla AVOMPA significa “A vencer o morir por Argentina”, consigna de


guerra del ERP.

Gustavo Plis Sterenberg. Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla


argentina. Booket. Buenos Aires. 2006.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

TODO BIEN

Como la mayoría, esperábamos el Golpe. El


país andaba a la deriva. Si bien se hablaba de
bandas armadas que salían a la calle, acá se
María Inés Krimer
estaba al margen de todo. En la ciudad, en
cambio, se decía que esas bandas habían De Paraná, Entre Ríos, en
amenazado a un delegado del sindicato de 1951, es maestra y abogada,
mineros. También se decía que en el local de pero hace tiempo dedica sus
la calle Rivadavia, la policía había repartido días a la literatura.
Destacada por utilizar
armas para “defensa personal” y que al rato recursos de policial negro con
les cayeron encima por la tenencia de armas. un alto contenido de
Que ametrallaron la casa de un juez de actualidad, en 2009 obtuvo
primera instancia. Que existían fichas de los el Premio Emecé de Novela
dirigentes. Pero aunque esas denuncias por su obra Lo que nosotros
figuran en el Informe, no dejan de ser sabíamos, y en 2011 obtuvo
el Premio Letra Sur por La
comentarios de pueblo que no tienen asidero inauguración.
alguno y nos hubiera gustado que alguien
diera la cara y les pusiera la firma. Después del
Golpe todo volvió a la normalidad, el oculista asumió la Intendencia y las tres
armas fueron dueñas de todo.

Nosotras buscábamos en Horangel las claves para entender lo que pasaba.


Según su pronóstico, el año 1976 iba a afectar las relaciones entre las potencias
y existía el peligro de que se produjeran atentados contra reyes, príncipes y
gobernantes en diferentes partes del mundo. Argentina, según Horangel, era un
país débil en lo que a influencias de los astros se refería. Si partíamos del retorno
de Perón, aseguraba, las estadísticas permitían establecer que las condiciones
planetarias no eran favorables para el regreso. Horangel decía que cuando
Benito Mussolini fue asesinado, Urano pasaba frente a su sol natal y la situación
cósmica no era conveniente. Pero a partir de 1977 las cosas mejorarían hasta
que en otoño de 1978 Júpiter cruzaría triunfante el cielo de Argentina,
facilitando un período de prosperidad y orden.
(…)
A los pocos días vimos a Diana en el consultorio del dentista y aunque tratamos
de tirarle la lengua, ella tomó una Para Ti del revistero y no pudimos sacarle una
palabra. Para nosotras, entre los dos pasaba algo. Años después, cuando
hablamos con el dentista en la sede de la Sociedad Rural –ya llevaba cuatro
períodos como presidente y se rumoreaba que iba para el quinto-, nos habló sin
que lo atendiéramos: estábamos mirando la foto de Videla cuando vino de visita
a la ciudad. Sabíamos que otros presidentes habían sido socios honorarios:
Sáenz Peña, De la Plaza, Justo, Ortiz y Castillo. Y todos los ministros de
Agricultura. Con procedimientos de admisión secretos, la Sociedad Rural había

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

atravesado todos los gobiernos y en cada época sus integrantes ocuparon un


número importante de bancas en el Senado y en la Cámara de Diputados; lo
sabíamos porque nuestros maridos estaban comprando campos en la zona.
Pero la única información que nos dio el dentista no bien entramos en el
consultorio fue que a Diana le sangraban las encías. Según nos explicó, la causa
eran unas bacterias que se formaban en los dientes. Si no se removía la placa,
dijo, destruían los tejidos.
(…)
Cuando el padre de Estela entró a trabajar en la cantera el sindicato era de los
comunistas. Él mismo se sabía de memoria cada artículo de la ley de Contrato
de Trabajo:

-En esos años usted no era dueño ni de andar. Si se enfermaba y tenía que faltar
lo echaban. Si lo veían fumar en el trabajo ya le llamaban la atención. ¿Sentarse
a tomar mate, como ahora? Eso sí que no. Y para ir al baño le contaban los
minutos.

Con semejantes condiciones no era difícil suponer que las ideas sobre
vacaciones pagas y atención médica fueran pronto levantadas como una
bandera por los trabajadores. Como decían por ahí, la violencia de arriba
engendra la violencia de abajo. Pero una cosa son las demandas laborales y otra
cosa el comunismo, no se puede meter todo en la misma bolsa. Al comunismo
lo trajeron los inmigrantes que vinieron de España y aunque el gobierno
deportó a la mayoría- para nuestros maridos estuvieron bien echados- algunos,
a la larga, lograron infiltrarse en los sindicatos.

Cuando el hermano mayor de Estela volvió con el título fue nombrado abogado
del sindicato. El gremio había cambiado de mano y la conducción ahora era
peronista. Los relatos de esa época se centran más en el enfrentamiento entre
comunistas y peronistas que en los reclamos laborales. Eran como perro y gato,
no se podían ni ver. En casa de Estela ardió Troya. Los gritos se oían desde la
mesa de entradas. La pelea empezó por el tapizado de los sillones, siguió por la
escarola y por la púa rota del tocadiscos hasta llegar al abogado del sindicato.

Escuchamos al jefe del Taller mecánico: “Tu hermano se está metiendo en


camisa de once varas” y a Estela desgañitarse defendiendo al hermano. Parecía
que se le cortaban las cuerdas vocales. Pero la discusión después se fue
aplacando. Al otro día Estela salió como si nada, fue al almacén a comprar leche
y aunque tenía la cara hinchada igual nos saludó y preguntó cómo había salido
el partido de Caliza contra Cemento. ¿Cómo íbamos a imaginar que pasaría lo
que pasó con el hermano? ¿Cómo podíamos saberlo? Nosotros no éramos
Mandrake. Mientras duró la racha de despidos e incluso durante el tiempo que
siguió nos ocupamos menos de la suerte del hermano de Estela que del

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

resultado del partido. Incluso años después, cuando vino la gente del Informe
a removerlo todo, las respuestas de los habitantes de la Villa siempre fueron del
tipo “acá no pasó nada”. Incluso algunos se mostraron extrañados: “¿Por qué
habría de pasar o cambiar algo?”

María Inés Krimer. Lo que nosotras sabíamos. Emecé. Buenos Aires. 2009.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

ACTOS HEROICOS

Y entonces sucedió que unos días antes del


desfile me comunicaron que por mis
calificaciones había sido elegida para llevar la Claudia Piñeiro
bandera ese 20 de junio de 1976, a pesar de Claudia Piñeiro nació en
que no estaba en quinto año, requisito Burzaco, Buenos Aires, en
habitual para ser abanderada. 1960. A pesar de haber
(…) ejercido como contadora
A la mañana siguiente mi padre me estaba pública durante diez años,
hoy trabaja como escritora,
esperando en la cocina con una caja de periodista y dramaturga.
zapatos sobre la mesa. “Vení, te quiero mostrar Entre sus obras, se destacan
algo”, dijo cuando entré a prepararme el las novelas policiales Las
desayuno, y dio unos cuantos golpes en la caja viudas de los jueves (2005),
para que la notara. Me senté del otro lado de Elena sabe (2006) y Betibú
la mesa, él levantó la tapa y sacó una libreta de (2011).
adentro. Al abrirla vi que tenía varias frases
garabateadas con su letra grande de imprenta mayúscula, pero no se detuvo en
ellas todavía sino que fue directo a un recorte de diario. Me dijo que era un aviso
que había sido publicado en el 71 en la sección “Campos y remates rurales” de
algún diario. Me hizo leer: Selanu, Vigna y Yer rematan lo que queda de la estancia
“La Argentina”. Dirigirse a Balcarce 50. Cuando terminé de leer levanté la vista y
lo miré: mi papá sonreía como un chico. “¿Entendés?”, me preguntó y se rió. Mi
padre se rió. (…) “No entendés, ¿no?”. Corrió la silla y la puso junto a la mía.
“Mirá”, dijo, y señaló en el recorte: “Selanu es Lanusse al revés, Yer es Rey, y
Vigna es Gnavi, la junta militar que gobernaba antes de que volviera Perón.
Alguien hizo esta joda, publicó los nombres al revés, el texto “rematan la
Argentina” se entiende, y la dirección, Balcarce 50, ¿sabés qué es?” “No”, dije. “La
Casa Rosada, pichona”, me explicó y abrió la libreta otra vez. “Alguien se atrevió y
los jodió”, dijo y se volvió a reír como un chico que disfruta de una aventura.
“Una jodita tonta, pero cómo me gusta. Yo quiero hacer algo así. No nací para ir a pelear a
Tucumán, no tengo ese coraje. A esto sí me atrevo, a este pequeño acto de resistencia.” Me
acercó la libreta abierta: “Mirá”, dijo, y me mostró lo que había escrito, distintas
versiones de: Lavide, Serama y Gostia evisceran y rotizan pollos en Balcarce 50. Con o
sin menudos. En algunas versiones decían “matan y asan” en lugar de “evisceran y
rotizan”, en otras “degüellan, despluman y cocinan al spiedo”, en otras el orden de las
sílabas de los integrantes de la junta era diferente. (…) “Si, papá, entendí, pero, ¿de
verdad vas a publicarlo? ¿No es peligroso?” “Más que peligroso es caro”, me contestó, “no
tengo la plata, pero si la consigo…”. Lo interrumpí: “¿Le contaste a mamá?”. “No, no le
dije”, me contestó.
(…)

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

Escuchamos el Himno, después “Aurora” mientras izaban la bandera en el


monumento. Yo levanté el mástil de la que llevaba sobre mi hombro. Después
vinieron tres discursos: el del Intendente, el de Bengolea y el del enviado de
Videla. Y entonces empezó el desfile.
(…)
Marchaba con ese objetivo: llegar con la bandera al fin del recorrido, entregarla
y volver a casa.

Nos acercamos al palco: el palco a la izquierda, la plaza a la derecha. La


profesora nos marcaba el paso mientras marchaba con nosotras entre las
escuadras y la plaza. Ni bien mi paso coincidió con el inicio del palco la
profesora gritó: “¡Vista al paaaalco!” Mis amigas miraron, supuse, aunque no
estaba segura porque desde mi posición no podía verlas. Pero yo no miré. Me
las imaginaba a todas con sus cuellos torcidos hacia la izquierda, la vista clavada
en el palco, mientras yo, la que llevaba la bandera, seguía mirando al afrente. La
profesora se debe haber preocupado porque se acercó a mi posición, podía verla
por el rabillo del ojo, cuando estuvo a menos de un metro mío gritó por segunda
vez: “¡Vista al paaaalco!”. Y luego lo gritó una tercera vez. Entonces, saqué la
vista del frente pero en lugar de mirar al palco, giré la cabeza hacia la derecha,
en dirección a donde estaba ella, miré en el sentido contrario al que se suponía
que debía mirar, hacia el único lugar posible, allí donde estaba el ombú de la
plaza. Y en ese recorrido mi mirada se cruzó con la de la profesora que, a su
vez, me miraba aterrada, su vista clavada en mí, la cara tensa, el paso torpe y
con el pie errado. Todo ella era una mueca de asombro o de espanto, como si
no pudiera entender cómo me había atrevido. Hasta que su cara, de pronto, se
aflojó, los ojos abandonaron su mirada tensa, sus hombros se relajaron y ella,
también, en lugar de mirar el palco, miró hacia el ombú y así seguimos
marchando las dos.

Fue entonces, cuando la mirada de la profesora ya no se interponía entre la mía


y el ombú de la plaza, que lo vi. Escondido detrás de ese árbol, un poco a la
izquierda de la rama que todos usábamos de asiento, tratando de pasar
inadvertido. Vi a mi padre. ¿Era mi padre? ¿De verdad estaba allí? Tenía que
serlo. Necesitaba que esa sombra que se movía detrás del ombú fuera él, lo
necesitaba como testigo de lo que yo acababa de hacer, de lo que estaba
haciendo. Lo miré, me miró. ¿Era? Se reía como el día que me mostró el recorte
que guardaba en aquella caja y la libreta donde había garabateado los que él creía
que algún día publicaría. Se reía como un chico. Algo de ese chico se metió
dentro de mí. Me reí con él. Festejé con él sin dejar de mirarlo, sin dejar de
marchar de espaldas al palco, la vista clavada en el ombú y en esa sombra que
era, tal vez, mi padre.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

La vida es una sucesión de actos miserables interrumpidos por unos pocos y


pequeños actos heroicos, y es en el promedio de todos ellos donde logramos
sentirnos dignos. Donde queremos que al menos un testigo nos sepa dignos.
Aunque no lo seamos.

Claudia Piñeiro. Un comunista en calzoncillos. Alfaguara. Buenos Aires. 2013.

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ULTRAJE A LA INOCENCIA

Invierno del 76. Nunca las noches habían sido


más oscuras y frías: escuchar un auto frenar
bruscamente podía ser un anuncio del fin. Los Laura Giussani
músculos preparados para huir por las Laura Giussani Constenla
ventanas, saltar de terraza en terraza, correr nació en junio de 1960.
escaleras abajo o arriba, imposible echarse a Hija de la periodista Julia
dormir sin un plan de fuga. El habitual sonido Constenla, es licenciada en
del ascensor significaba abrir un ojo y contar Letras y en Educación de la
Universidad de Buenos
piso por piso cuál era su destino; noches sin Aires.
una casa segura en donde quedar al reparo.
Jamás el sol fue tan bienvenido, no porque la
muerte no pudiera llegar a la luz del día, pero era más fácil entremezclarse con
la multitud, sentir que el mundo continuaba con sus latidos; brindaba cierto
sosiego observar a las mujeres camino a la feria, los chicos rumbo al colegio, los
colectivos abarrotados. Cuando el trajín de la ciudad cesaba, miles de siluetas
indescifrables deambulaban en la oscuridad, permanecían en los bares hasta la
madrugada y cuando bajaban las cortinas se confundían con las sombras. Era
en esos momentos cuando intercambiaban miradas cómplices con aquellos que
mostraban huellas de cansancio. Un grupo de adolescentes, parias de diversas
calamidades –casas allanadas, padres secuestrados-, habían descubierto edificios
en los cuales era posible dormir en sus azoteas sin que nadie los observara; en
silencio, inmóviles, con las ratas como única compañía, aguardaban un nuevo
sol. Otros tomaban un tren o un colectivo y cabeceaban ida y vuelta hasta la
terminal. Con una pareja real o ficticia era posible pasar la noche en un hotel
alojamiento sin miradas indiscretas. Las primeras luces de la mañana no eran
otra cosa que haber vencido a la muerte por una noche más. Empezaba una
nueva jornada para husmear por las esquinas y averiguar quiénes quedaban en
pie; ni soñar con llorar a los caídos del día anterior, no había tiempo, se imponía
superar esa mañana para caer en otra noche y abrir los ojos en una casa
desconocida en dónde se agolpaban miradas desconsoladas, colchones en el
piso, suspiros retenidos. En aquellas melancólicas madrugadas, muchos elegían
partir. En las dársenas se amontonaban los familiares para despedir a los de
Europa que emprendían el regreso del viaje iniciado por sus abuelos; otros
cruzaban las fronteras a pie o en ómnibus baratos; los más afortunados viajaban
en avión hacia inciertos destinos. Y estaban los que resistían y afrontaban cada
amanecer con igual temple, convencidos de que no debían abandonar la partida.
Entre ellos, Enrique Walker, Jarito, el inglés.

Entretanto, la ciudad se empecinaba en seguir con su rutina. Nadie hablaba de


lo que sucedía. Los más se mostraban satisfechos porque pensaban que gracias

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

al golpe militar ya no verían deambular por las calles los atemorizadores autos
con cuatro matones adentro, o no aparecerían más cadáveres incinerados en las
esquinas ni cuerpos colgados como reses en algún camión frigorífico. La Triple
A –organización paramilitar al servicio del gobierno peronista que perseguía a
militantes revolucionarios o simples simpatizantes de algún cambio- solía
estremecer la quietud con escenas de ese tipo, dignas de una película de terror.
Tampoco escucharían el tronar de bombas o redoblantes ni el tráfico se vería
impedido por manifestaciones de ningún tipo. El silencio se adueñó de las
plazas y muchos suspirantes aliviados. En medio del gentío que se empeñaba
en callar y seguir con su camino de todos los días, estaban aquellos que habían
soñado un mundo distinto, crédulos de encontrarlo a la vuelta de alguna
esquina, fantasmagóricas figuras que intentaban en vano pasar inadvertidas.
(…)
El sol caía, las primeras luces empezaban a encenderse, las vidrieras se
iluminaban brindando a la ciudad aires de Navidad. Tenía algo festivo el
anochecer en Buenos Aires, con su tráfico intenso, luces rojas y amarillas;
colectivos coloridos que abrigaban con su tibia luz colorada y una dulzona
melodía de boleros, bares con carteles de neón anunciando chocolates con
churros; gorros y bufandas de colores; pasos rápidos y agitados; hojas
levantadas por el viento; cielo estrellado; edificios en los que cada ventana
proponía algo diferente, y podía intuirse la historia de sus habitantes. Jarito,
sentado contra la ventanilla de un colectivo, adivinaba la vida que transcurría
plácida detrás de los vidrios empañados de vapor.

La cita era en el cine Moreno de la avenida Rivadavia. Antes de bajar del


colectivo miró con atención hacia cada esquina. No percibió nada extraño, ni
policías ni uniformes. Bajó confiado, dio unos pasos y con naturalidad se acercó
a la boletería y sacó una entrada para ver Ultraje a la inocencia a las 19:30.

Inocente, entró Jarito al cine. A los pocos minutos las luces se encendieron.
Todas las salidas fueron bloqueadas por hombres armados. El público
intercambió miradas en busca de alguna razón. Walter permaneció un segundo
inmóvil hasta que supo que lo habían identificado, un grupo se dirigió hacia él.
Estaba perdido pero no iba a entregarse. Decidió aplicar los consejos que había
publicado en Nuevo Hombre cinco años antes: se levantó, saltó por las butacas
en una última y frenética carrera hasta alcanzar el escenario. El público,
petrificado, observó la escena; un hombre corpulento, rubio, que en el
momento en que se acercaba una decena de hombres armados gritó: “Soy
Enrique Walter, periodista y montonero”. Tuvo tiempo para decirlo dos veces
y para agregar: “Llamen a los diarios, me están secuestrando”. Varios
uniformados se abalanzaron sobre él, lo inmovilizaron con un par de culatazos
y lo sacaron, encapuchado, a la rastra por el escenario.
(…)

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

Luego, no se supo nada más de él. Sus familiares hicieron numerosas gestiones
ante los militares para obtener noticias de su destino, Generales de la Nación se
negaron a interceder; otros obtuvieron dinero a cambio de información que
nunca aportaron.

Enrique Walter nació el 23 de octubre de 1941. Tenía 35 años el día de su


secuestro. No se conocen, hasta hoy, testimonios que lo hayan visto con vida
en algún centro clandestino de detención.

Laura Giussani. Cazadores de luces y de sombras. Edhasa. Buenos Aires. 2008.

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UNA NUEVA FAMILIA

Pero no fue lo único hermoso de esa


segunda etapa, dice. En uno de los viajes
relámpago que hacía el Escualo –que ella
Liliana Heker
sigue llamando Pedro–, por una orden del
Almirante debieron ir los dos a Londres en Liliana Hecker nació en
una misión especial, que no especifica. Buenos Aires en 1943. Desde
Que es una ciudad muy bella Londres, más muy joven fue reconocida por el
bella que París, para su gusto; será, dice, escritor Abelardo Castillo, a
quien acompañó en la
porque mi papá siempre me hablaba de fundación de las revistas
Londres. Y que, en una tarde de descanso, literarias El Escarabajo de
mientras paseaban por Hamstead Head, el Oro (1961-1974) y El
Escualo hizo que se detuviera, la miró a los Ornitorrinco (1977-1987).
ojos y le dijo: “Hoy hace justo un año”. Que Posteriormente, publicó más de
se refería al día en que se habían conocido, una decena de novelas y libros
de cuentos que la llevaron a
dice que después se dio cuenta. Que ella obtener premios como el Primer
recordaba perfectamente la escena pero Premio Municipal de Novela
hasta ese momento había ignorado la (Buenos Aires, 1986-
fecha, sabía que fue en octubre porque 1987) por Zona de Clivaje.
había caído en octubre, pero que esas
primeras semanas en el sótano ni siquiera había sabido cuándo era de día y
cuándo de noche, así que para fechas más bien no estaba. Dice que la
sorprendió lo que él le dijo: que ya esa primera vez se había sentido atraído
por ella. Que no lo cree del todo, no porque piense que el Escualo mienta –
Pedro no miente, dice – sino porque considera que se engaña a sí mismo. Yo
estaba meada, cagada, dice, me imagino que con la boca hinchada por la
picana, y los ojos también. Y que justamente el Escualo no es de los que se
calientan con una mujer en la mesa de torturas, que él mismo se lo había
confesado: otros sí pero yo no, dice que le había dicho; otros ponen la picana
y si no violan a la torturada se van en seco. Pero que cuando él ponía la picana
en una vagina simplemente estaba aplicando una técnica. Como quien hace
cuerpo a tierra. Que los militares somos así, dice que le dijo un día. Cruzar los
Andes o retorcer unos testículos. Si es un deber hacerla se hace. Por eso ella
no cree, dice, lo de la atracción a primera vista. Pero que esa tarde, en
Hamstead Head, después que él le recordó que cumplían el primer aniversario,
estuvieron unos segundos mirándose, y por fin se besaron. Que fue hermoso,
después de un año tan difícil, besarse en ese parque tan espléndido. Y que esa
noche, por primera vez, hicieron el amor. Que para el tercer viaje (poco
después de este episodio el grupo había vuelto a Buenos Aires a rendir
cuentas) el Chacal fue defenestrado por ineficaz y en su lugar mandaron al
Escualo. Fue la mejor época, dice, porque para colmo de bendiciones, al poco

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

tiempo la pequeña Malisa se fue a vivir con un tal Renato, que también había
sido montonero y ahora colaboraba abiertamente con los militares. Que
abiertamente quiere decir abiertamente. Estar en el otro bando, eso. Que ella
no, que ella simplemente cumplía una función que le habían encomendado. Y
trataba de hacerlo lo mejor posible. Igual que el Tordo, dice, que ahora no me
quiere ni saludar. Y que algunos otros. Como cuando era física, que podía
estar haciendo una investigación útil para el capitalismo, pero eso no le
impedía luchar por la revolución. Y como ahora mismo, que allá –y señala
hacia arriba, supongo que aludiendo al lugar de Sudamérica donde vive–
diseña proyectos para multinacionales pero eso no le impide interesarse y
participar en planes políticos nacionales de envergadura. Y que el amor es otra
cosa. Que cuando la pequeña Malisa se fue se quedaron los tres solos en el
departamento –ella, Violeta y el Escualo, a quien sigue llamando Pedro– y
constituyeron una familia, el Escualo y ella durmiendo en el dormitorio
matrimonial y Violeta encantada porque tenía una habitación para ella sola.
Una situación ideal. Que por supuesto Violeta lo quería al Escualo. Y lo sigue
queriendo, dice con firmeza. Que no hay que olvidar que fue él quien le salvó
la vida. Que no; que de hecho no fue él quien lo mató a Fernando: en un
operativo cada uno es un engranaje: hay que cumplir con un fin y listo. Que
no, Violeta nunca habla de Fernando, hay muchas cosas de las que nunca
habla, pero que volviendo al tema fueron muy felices en París, los tres en ese
departamento de la rue de Rivoli. Una familia. Y desde el setenta y uno que
ella no tenía una familia, una casa en la que una pudiera abrir las ventanas a la
mañana y ser saludada por los vecinos. Bon jour; votre fille comment est elle?
Et votre mari? Pero que claro, ésa era la parte idílica del tercer viaje, que lo
otro no andaba bien. Que el grupo se había hecho más grande, estaban varios
enviados del Almirante colaborando con ellos pero eso no mejoró las cosas.
Que estaba muy cerca el Mundial de Fútbol y había que contrarrestar como se
podía la propaganda en contra. Que ya circulaban hasta libros con los
nombres de los desaparecidos y con informes sobre la Escuela y otros centros
de detención, y que las Madres empezaban a andar por el mundo contando
sus problemas. Que para colmo una de las Madres reconoció al Ángel en
París. Que lo acusaban por ese asunto de la adolescente sueca y por la muerte
de unas monjas francesas, así que el escándalo era internacional. Que sacarlo
de Francia no había sido fácil; si no fuera por Pedro y por mí, dice, hoy no
estaría bailando en los boliches. Que lo sacaron en un tren de turismo que
cruzaba los Pirineos, él simulando viajar solo, con camisa de colores,
bermudas y anteojos oscuros, un perfecto turista yanqui, y el Escualo y ella, de
matrimonio muy formal, vigilando de cerca.

Liliana Heker. El fin de la historia. Alfaguara. Buenos Aires. 1996.

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LES QUEMA LA SANGRE

Rita abre la puerta de la peluquería mucho Eugenia Almeida


más temprano que de costumbre. Falta Eugenia Almeida nació en
bastante para que amanezca. Saca el balde con Córdoba en 1972. Entre
agua y lo apoya en la vereda. sus obras, ha sido destacada
Va buscando algo con la mirada. Pero no ve a con el Premio Internacional
nadie. Se demora. Mira el balde y no se decide. de Novela “Dos Orillas”,
del Salón del Libro
Vuelve a entrar en el negocio. Se acomoda el
Iberoamericano de Gijón,
pelo frente al espejo. Se frota con un dedo una por El colectivo (2008); y su
pequeña mancha que le ha salido en el cuello. novela La pieza del fondo
Vuelve a asomarse a la puerta. Todavía nadie. (2010) fue seleccionada
Empieza a clarear por el lado del este. Luces como finalista del Premio
sucias que apenas destiñen el cielo. A lo lejos Rómulo Gallegos 2011.
se ve a Gómez, pequeñito, en su bicicleta. Rita
sale apurada a la calle y tira la mitad del balde de agua a la vereda. Comienza a
barrer. De a ratos se da vuelta y mira de reojo para controlar el trayecto de
Gómez. Él está cruzando la bicicleta por arriba de la barrera. Apenas pasa de
un lado al otro se prepara para ir a lo de Orellano. Rita se agita.
-¡Gómez, Gómez!
Él levanta el brazo para saludar.
-¡Venga!
Rita mueve las manos por arriba de la cabeza, el vestido sube y ajusta el pecho.
-¡Venga!
Gómez da vuelta la bicicleta y se acerca a la peluquería.
-Buenas, doña Rita, ¿necesita algo?
-Venga a charlar un poco, no sea arisco.
-Me iba a la farmacia. No pensé que usted iba a abrir tan temprano. ¿Está todo
bien?
-Sí, Gómez, sí. A veces me gusta empezar antes del sol. ¿Usted qué me cuenta?
-Nada, nada. Todo normal.
-¿Oyó las noticias?
-No. ¿Pasa algo?
-Dijeron por la radio que hubo un enfrentamiento.
-¿En Córdoba?
-No, acá cerca. Dos muertos. Guerrilleros, claro. Con los nuestros no pasó
nada. Por suerte.
Gómez piensa en la chica de la que le habló el comisario. Más que en ella piensa
en los ojos que ha imaginado. Ojos que huyen.
-¿Dijeron la edad?

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

-¿De quién?
-De los muertos.
-Ah, no. ¿Por qué quiere saber?
-Por nada. ¿Había una mujer?
-¿Cómo sabe? –Rita sonríe-. Sí. Un hombre y una mujer, ¿serían amantes?
Gómez se refugia en una imagen de ella, de esos ojos, junto a otro cuerpo. De
brazos, manos, boca que la habrán ´protegido. O acompañado. O que habrán
estado cerca en el momento en que entró la primera bala.
-Dicen que los venían persiguiendo hace mucho. Que eran muy peligrosos.
Parece que se habían metido por esta zona. Por eso deben haber dejado baja la
barrera, ¿no es cierto?
-Quizá.
-Y por eso el colectivo no paraba. Para que no pudieran escapar. Pero no se
escapan, no, no, ésos no se escapan. Un día u otro, los agarran. No hay dónde
escaparse.
-¿Eran de la zona?
-¿Está loco? ¿Cómo van a ser de acá? No. Acá no tenemos. Gracias a Dios.
Ésos aparecen en la ciudad. Andan por ahí, metiéndose en cosas raras. Usted
sabe… ¡cómo va a haber subversivos acá´? Noooo.
-¿Y cuándo los atraparon?
-Ayer. A mediodía. Esta mañana empezó a decir la radio. ¿Usted no sabía nada?
-No.
-Qué raro, ¿eh? Porque siempre anda de acá para allá, con la bicicleta… ¿usted
no vio nada?
-No, que voy a ver. Pero no fue acá en el pueblo, ¿o sí?
-No, fue camino a Pozo del sauce. Más o menos a la mitad. <parece que se
habían metido en un vagón que hay ahí. ¡Y cómo se resistían! Porque los
quisieron arrestar y ellos empezaron a los tiros. Y bueno. Los nuestros eran
más. Por suerte. Mire lo que hubiera pasado si no los agarran. Capaz que hasta
venían al pueblo y todo.
-Me voy.
-Está medio demacrado, Gómez. ¿Se siente bien?
-Sí. Estoy un poco cansado. Ando con tos y me cuesta dormir. Hasta luego.
(…)
El comisario dibuja una espiral negra en el borde del cuaderno. La radio acaba
de decir que hubo dos muertos a menos de doce kilómetros de su escritorio. El
policía piensa en la chica. Dieciocho años. ¡Cómo se le va a ocurrir venir a un
lugar así! ¿Y en qué habrá venido? Sin colectivo, sin tren. Por el pueblo no había
pasado. La radio dijo que la mujer tenía cerca de treinta años. Debe ser un error.
Seguramente el estar escapando había gastado los rasgos de la chica. Por eso
creían que era más grande. Y no estaba sola. ¿Quién era ese hombre?

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

El comisario quiere llamar a Córdoba pero no sabe qué decir. Cómo preguntar.
Suena el teléfono. Es de la Cooperativa, para arreglar una reunión en el Club. Y
qué habrá hecho esa chica. Por la ventana ve a Gómez que viene caminando.
-¿Y la bicicleta?
-Hoy ando a pie. ¿Oyó las noticias?
-Sí.
-La chica…
-Y bueno… ellos juegan con fuego.
-Pero tan jovencita.
-Por eso los reclutan, porque a esa edad les quema la sangre… ya está. Lástima
que se haya resistido… podría haber salvado la vida.
-¿Si?
El comisario no descubre la ironía.
-Y sí, pero si se ponen a disparar… y parece que eran dos… qué pena. Si no
hubiera sacado el arma podía cambiar. La hubieran detenido, un tiempo. Y
después hubiera salido, para empezar de nuevo, otra vida. Hubiera podido darse
cuenta de que estaba equivocada…
Gómez sacude las manos en el pantalón.
-Me voy, comisario. Quizá nos veamos a la tarde.

Eugenia Almeida. El colectivo. Edhasa. Buenos Aires. 2009.

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DENÚNCIELOS

En el andén de la estación sólo estamos tres


personas esperando el tren. Es de mañana
temprano pero el sol alumbra ya lo que está Héctor Tizón
más alto. El jefe de la estación tiene puesta su Héctor Tizón nació en Yala,
gorra y se asoma de vez en cuando por la un pequeño pueblo de Jujuy,
puerta de la oficina. Un perro, somnoliento, en 1929. Escribió más de
está echado junto a uno de los bancos una decena de novelas y
pintados de verde. Entre los que esperamos ensayos en los que logró
imponer la voz de sus tierras
hay una india obesa de edad mediana, con junto con un su enorme
sombrero masculino de cuyas alas parecen calidad poética.
colgar dos negras trenzas, que no abandona
su cesto de mimbre cubierto con un liencillo.
El otro es un hombre sin más atributos ostensibles que sus zapatos colorados
y un hirsuto bigote negro en forma de triángulo isósceles, prolijamente
recortado. Sobre el muro de la estación, entre dos puertas, hay un cartel que
comienza con la palabra DENÚNCIELOS. El cartel tiene los colores de la
bandera nacional.

Héctor Tizón. La casa y el viento. Legasa Literaria. Buenos Aires. 1984.

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MI CASA ROTA

-Va a llover largo –dijo alguien que se acercó


a nosotros.
Julián López
-Que no llueva –repitió mi madre como para Julián López nació en Bueno
sí-. Que no llueva. Aires en 1965. Poeta y
escritor, publicó Una
Yo miraba el río que subía lento, la corriente muchacha muy bella (2013),
empujaba con fuerza y empezaba a traer una novela sobre la memoria
personal y colectiva.
cosas, ramas, bolsitas que habría estado
robando de la costa un poco más arriba. Yo
miraba la corriente y pensaba en mi tío Rodolfo. El río se venía
y yo sabía que no podía preguntar nada, ni decir que extrañaba las tardes en que
me venía a buscar para enseñarme cosas del país o para ir a jugar a la pelota.

-Y sí, va a llover largo; que llueva de una buena vez y que limpie todo –sonó la
misma voz alrededor de nosotros.

Creo que la canaleta desapareció por la cantidad de agua y creo que llovió
también adentro de nuestra carpa esa noche. Creo que nuestras vacaciones
terminaron antes de lo previsto porque apenas se corrían un poco las nubes y
aparecía un rato el sol, una contraofensiva indestructible volvía a llenar el aire
de gotas. Creo que fui yo el que propuso la retirada, me parecía que ante tamaña
amenaza no podíamos resistir y que era mejor reservar nuestras fuerzas y
acumular esperanzas para otro veraneo. Creo que mi mayor temor era que la
lluvia empapara a mi madre, que la hiciera lágrima: las muchachas muy bellas
suelen apesadumbrarse mucho ante un horizonte oscuro.
(…)
A pesar de esa cinta blanca de la que alguien tiraba para apurar las cosas
recuerdo bien la alegría de ver a Darío en el primer día de clases y el entusiasmo
de contarnos el verano que todavía podía acariciarse. Recuerdo que la canaleta
fue como la zanja de Alsina en mis cuentos al amigo, que las lombrices
seccionadas y coleando que aparecían en cada palada se convirtieron en malones
que llegaban en alaridos, que el río silencioso no tenía contención y lo chupó
todo, que había llegado hasta el quincho y que, por suerte, los chicos que
jugaban al ludo habían podido salir corriendo justo antes de que llegara la marea
silenciosa. Y que mi madre al volante era una chica de película.
(…)
Una tarde Elvira me fue a buscar a la escuela, y me alegró mucho la sorpresa.
No era para nada habitual y supongo que debió haber creído que una
cancionista a deshora tiene los ojos siempre tristes porque no me pareció raro

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que no me hablara y que caminara al lado mío en silencio, tomándome de la


mano, grave, todas las cuadras hasta llegar a casa.

Cuando estábamos alcanzando la esquina vi a un policía parado en la vereda y


no sé por qué las piernas se me dispararon. Elvira intentó tomarme fuerte de la
mano para que no me escapara pero yo conseguí soltarme y salí veloz, como un
leopardo hastiado del sometimiento de estar echado para los ojos de sus
captores.

Yo sabía algo. Sabía. Corrí desaforado, apretando fuerte la valija con mis
cuadernos de la escuela, para no perderla, y sabía algo. Yo sabía.

Cuando llegué al umbral de nuestra casa, uno de esos edificios del 50, modesto
pero elegante, fresco en el verano, helado cuando llegaba el otoño, vi que la
puerta de abajo estaba abierta. Entré. Elvira tardaba en llegar y yo quería que
no llegara, necesitaba estar solo y que nadie se echara sobre mí con la excusa de
que era un niño.

En el palier me enfrenté a la escalera y empecé a subir. La puerta de nuestro


departamento también estaba abierta y de ahí salía una luz blanca, brillante y
nubosa. Una luz como creo no haber visto. No había ruido a nada pero en los
escalones había cosas, pedazos de cosas. Seguí subiendo. En uno de los últimos
peldaños me agaché para recoger algo que no pude identificar: cuando lo tuve
en la mano lo reconocí, era parte de un libro rasgado.

Llegué al rellano de esa luz demasiado brillante y me enfrenté al hueco de la


puerta abierta. Los ojos me dolieron de tanto resplandor que entraba por la
persiana levantada hasta el cielo, como jamás la levantábamos, como si ya no
hubiese persiana, como si ahora fuese nada más que un agujero.

Todo estaba en otro sitio, todo estaba revuelto.

No había más postales de viajes extraordinarios, ni soles aztecas con barbas de


colores, ni había más un hombre y una mujer en la foto que había mandado mi
tío. Ni había un novio con boina de estrella roja, con barba y un cigarro.

No había más sillón ni había cama. Ni velador a un costado para sumergirse en


la tarde de los libros. No había más centurias de soledad, ni había más ramas
doradas.

No había parquet desvencijado ni mascotas embalsamadas en los anaqueles del


modular. No había.

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Mi casa estaba rota.

Me acordé del retazo en mi mano, bajé la vista y lo levanté para enfrentarlo a


mis ojos fulminado por tanta luz. Las páginas se desprendían solas, como las
hojas muertas de la canción que dice que es un canción que nos reencuentra,
que vos me amabas y yo te amaba y que los dos vivíamos juntos. Como esas
hojas que caían en espiral cuando el aire de mi vida parecía conmoverse porque
desde algún lugar retornaba una muchacha muy bella al camino que la llevaba
de vuelta hasta mí. Una muchacha como no creo haber visto. Una morena de
piel azulina y noble, de pelo negro y fastuoso, como el paño de un torero.

Levanté los ojos una vez más y una vez más vi una luz blanca y nubosa. Una
luz como no creo haber visto. Vi mi casa rota.

Bajé los ojos otra vez y leí el jirón que se deshojaba entre mis dedos.

Era la tapa de El varón domado. El .libro dedicado a los demasiado viejos, los
demasiado enfermos, los demasiado feos.
No voy a volver a leer nunca, pensé mientras Elvira me abraza desde atrás.

Julián López. Una muchacha muy bella. Eterna Cadencia. Buenos Aires. 2013.

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EL TRASLADO

(…)
Recordó entonces la palabra: desaparecido.
Alguien que flota entre la vida y la muerte. La
muerte. La muerte que se le había presentado Miguel Bonasso
de tan distintas maneras durante la vida. La Miguel Bonasso nació en
muerte de su padre. Las primeras muertes de Buenos Aires en 1940.
la gente que uno había pensado que no se iba Como militante y político,
a morir nunca. La muerte de uno mismo. El formó parte de la
catolicismo tapó muchas veces la cuestión organización Montoneros y
el Frente Justicialista de
con la idea de “la otra vida”. Pero a veces el Liberación Nacional
pensamiento y el instinto coincidían en un (FREJULI), y fue diputado
vértice de espanto: la nada. Una eternidad de nacional entre los años 2003
no ser alumbrada por un diminuto y fugitivo y 2011. Como escritor y
instante de conciencia desesperada. Después periodista, publicó El
la militancia sepultó ese sentimiento. Pudo presidente que no fue
(1997), Don Alfredo
asumir su propia muerte como algo (1999) y La venganza de
independiente de sí mismo. Superior a la los patriotas (2010), entre
pequeña y miserable angustia individual. otros. Además, colaboró en
Retornaba la trascendencia. Y también la idea el guion de Iluminados por el
del Cielo y el Infierno. Sin los toscos fuego (2005), película
decorados de los ejercicios espirituales, es inspirada en narraciones de
combatientes de la guerra de
cierto, pero con toda la fuerza primitiva que Malvinas.
había incendiado su espíritu. Sólo que Cielo e
Infierno significaban ahora otras cosas. El
cielo de la victoria y la vida en los otros y el infierno de la traición. Esa fue una
decisión, un acto de voluntad y la imaginación, más que una experiencia directa.
Luego la muerte fue una experiencia directa, cuando comenzaron a caer
compañeros. Al principio esporádicamente, en los años de la anterior dictadura.
Después en racimos cada vez más grandes que hacían pensar en un nuevo nivel
del sentimiento de la muerte: el temor al exterminio. Cuántas veces había oído
esa frase, dicha por compañeros escépticos o poco aferrados al optimismo de
los documentos del Partido: /si esto sigue así nos van a matar a todos/. Más
tarde la ferocidad de la lucha volvería a modificar la conciencia de la muerte.
Antes de ella aguardaban las formas más terribles del tormento. Como decía
Walsh, retornaban el potro del inquisidor y el despellejamiento con el auxilio de
la ciencia moderna. El ya había tenido una buena muestra. Pero todo lo
padecido seguiría su curso, ganando en intensidad hasta el fin. Por eso
decidieron el uso de la pastilla. La muerte, entonces, pasó a ser una decisión
individual para no caer vivo. Si hubiera tenido una pastilla… o mejor, si hubiera

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tenido un arma, hubiera podido morir de manera vital, creadora. Combatiendo


hasta terminar. Algunos compañeros tuvieron esa chance.
(…)
-¡Levántese, carajo! -insistió la voz.

Intentó hacerlo pero se derrumbó penosamente. Entonces ellos, porque había


más de uno, lo incorporaron y comenzaron a vestirlo. Cada prenda era un dolor
insoportable. Cuando le pusieron la camisa sintió los hombros dislocados.
Cuando le consiguieron calzar el pantalón, sus piernas parecían una sola llaga.
No podía soportar el peso del saco.

Le sacaron las esposas y le ataron las manos con sogas. Le dejaron las vendas
en los ojos y se las afirmaron con cinta adhesiva para que no existiera ninguna
posibilidad de que pudiera espiar su traslado.
(…)
El avión comenzó a carretear. Era el domingo 18 de diciembre. El Pelado no
lo sabía. Había estado cuatro días en poder de las Fuerzas Conjuntas y volvía a
la Argentina. De la que había partido clandestino, pero libre diez días antes.
(…)
El Pelado no pudo contenerse. La sed volvía a agobiarlo. Se quejó en voz alta.

Sintió claramente que alguien ubicado en el asiento de adelante se volvía hacia


él. Una nueva voz le dijo:

-No te podemos dar agua –una pausa-. No porque somos malos y no queremos
dártela, sino porque estás bajo los efectos del shock eléctrico y te podés morir.

-No importa – balbuceó el Pelado-. Total en el Río de la Plata voy a tomar


mucha agua.

La fúnebre ironía no tuvo respuesta. Aparentaba una sonda sin eco para indicar
a los secuestradores que su víctima podía haberlos descubierto. La Carta Abierta
de Rodolfo Walsh a la Junta Militar denunciaba que la Marina arrojaba
secuestrados a las aguas del río y del mar. El Pelado no sabía si estaba o no en
poder de la Marina y la frase había surgido en forma espontánea. La largó
porque la denuncia se le había quedado grabada.
(…)
Ningún testigo molesto reparó en ese hombre calvo, con barba de cuatro días,
que descendía de una avioneta con las manos esposadas y los ojos vendados.
Ningún curioso vio tampoco cómo lo metían en una pick-up con toldo de lona.

El trayecto fue tan corto que, aunque conocía poco Buenos Aires, se dio cuenta
del destino. La camioneta frenó y oyó taconeos y escuetas voces de mando,

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verjas de hierro que se abrían y cerraban y el siseo de las gomas sobre el


pedregullo. Lo bajaron y lo condujeron nuevamente a través de más taconeos y
ruidos de cerrojos, hacia la casa de los muertos.

Cuando por fin lo dejaron solo, intuyó por los descensos y cierto enrarecimiento
del aire, que estaba en un sótano. Una luz muy potente atravesaba con su calor
las vendas. Un altavoz aturdía con música insensata y estridente. La música de
un disc-jockey que se hubiera vuelto loco. En los brevísimos intervalos de ese
ruido infernal, se oía con nitidez el trabajo incesante de una sierra eléctrica.
Volvió la Carta a su memoria: Cada veinte minutos abrían la puerta y me decían que me
iban a hacer fiambre con la máquina de sierra que se escuchaba continuamente.

Sumó todos los indicios y llegó a la única conclusión posible: “Estoy en la


Escuela de Mecánica”.

Miguel Bonasso. Recuerdos de la muerte. Bruguera. Buenos Aires. 1984.

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ZURDO DE MIERDA

La Sala de Interrogatorios tenía todas las


paredes cubiertas con telgopor, pero la
sensación era que el eco le devolvía el sonido Ernesto Semán
rebotado contra unos murallones de concreto Ernesto Semán nació en
desnudos. Abrió la puerta de la Casa de nuevo 1969. Historiador y escritor,
para esperar a Pájaro y Saporiti, y se quedó fue finalista del premio
mirando la parada del 86, justo enfrente. Sudamericana-La Nación
Quién será el que organiza las paradas, porque con su novela La última
cena de José Stalin (2006) y
para lo único que alguien podía bajarse acá era también llegó a finalista del
para venir a El Campo, y nadie viene hasta acá premio Emecé con Todo lo
en colectivo, pensó. sólido (2007).

Sabía que algunos de los detenidos que habían


estado un tiempo largo se habían acostumbrado a medir el tiempo contando la
cantidad de veces que pasaba el 86, cargando gente de acá para allá, yendo y
viniendo del trabajo todos los santos días, molidos de cansancio, charlando
siempre sobre los mismos temas.

Saporiti era un poco más grande que él, que tampoco era un alfeñique. Pero si
alguien los veía venir caminando juntos, Saporiti parecía el doble, con los
hombros a la altura de las orejas y los brazos separados del cuerpo, el andar de
quien va cargando una damajuana de cinco litros a cada lado. Capitán hizo los
pocos metros que había hasta la Casa 3 arrastrando por el pasto la parte de abajo
del cuerpo fláccido que acaba de levantar de La Parrilla. Caminaba sin sacar los
ojos del cuello doble pechuga de Saporiti, que llevaba el torso del detenido
apretado entre su brazo y su cuerpo como quien lleva un paquete liviano, una
caja de cartón con un vestido, por ejemplo. Cuando había un poco de viento,
como hoy, las ramas de los eucaliptos se movían para todos lados y las hojas se
sacudían tintineando un ruido molesto y parejo, y a Capitán los gemidos del que
arrastraba le llegaban con el sonido sucio de una radio con estática. Faltaba un
poco para el mediodía y éste no era el primer viaje de Saporiti, lo podía deducir
de los gritos que venían de la Casa 3 y por lo cansado que parecía Saporiti, que
en la puerta de la Casa 3 se trancó para resoplar más fuerte que un caballo.
Capitán lo miró y vio que los árboles lo rodeaban por completo y que la luz del
sol se movía tanto al pasar por las hojas que le costaba verle la cara. Su detenido
intentaba decir algo, o eso sintió él debajo del cuerpo como queriendo hablar,
pero ya no era el jadeo ni los gemidos, sino algo que no alcanzaba a pronunciar
con la boca seca del detenido que se le había empezado a hinchar, violeta, una
mora del tamaño de un pomelo. Capitán tenía los dientes apretados y cuando
andaba así en la oreja también se le armaba una sordina.

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Saporiti le gritó algo que tampoco entendió pero que le hizo volver la atención
a El Campo y a esa melaza de ruido y mugre que intentaba decirle algo por
encima del ruido de los eucaliptos y de la voz de Saporiti gritándole algo y de
los ruidos lejanos de la colectora y de los gemidos que, ahora que abría la puerta,
podían escucharse desde adentro de la Casa 3.

“¿Qué carajo decís? No te entiendo nada.”

Pero los gemidos y los gritos desde adentro de la Casa tapaban lo que intentaba
decir su detenido. Ni siquiera podía saber si algunos eran gritos o llantos y la
sordina y el aire que le tapaba las orejas, más esa sensación de que su propia voz
le venía de afuera. “¡No te escucho! ¡Hablá más fuerte, mierda!” Dejó caer las
piernas que venía arrastrando y Saporiti lo arrastró por las axilas. Los pies
descalzos del detenido, con los dedos ensangrentados, golpeaban los talones
con el escaloncito de la entrada. Capitán se puso adelante como para sostener
la puerta abierta, y el rumor de los gemidos y los gritos se le vino encima con
tanta fuerza que sintió su cuerpo sacudiéndose, y ahora no podía escuchar ni su
sordina, pero igual se acercó un poco más a la cara de su detenido cuando pasó
por delante suyo. Tenía los ojos cerrados y olía a pis y carne quemada y tenía
una herida abierta en una de las costillas y unas manchas de sangre fresca que
crecían en lo que le quedaba del calzoncillo y en la entrepierna. Balbuceaba con
la boca cada vez más pastosa y violeta y los quejidos que venían de adentro de
la Casa ahora eran más altos, una cortina de ruido sólido y monótono
superpuesta con las ramas de los árboles. Se encorvó un poco más para que su
oído quedara más cerca del cuerpo que pasaba delante de él y sólo entonces
alcanzó a distinguir la voz de su detenido, el murmullo de un hilito de voz,
repitiendo sin fuerza ni entonación.

“Hijos de puta, hijos de puta.”

La letanía asfixiada entre coágulos y llanto llegaba entre los gemidos y los llantos
que se abalanzaban desde adentro, y las hojas de los árboles y los ruidos de las
cadenas. Saporiti agarró a su detenido de los pelos dejando el cuerpo
suspendido del cuero cabelludo mientras le sacudía la cabeza contra la pared sin
terminar de entrar. “Dale zurdo de mierda, ¿qué es lo que decías? No te
escucho, que están todos gritando. ¿Qué decías? Más fuerte. ¿Hijos de puta,
decías, ¿eh?”. Saporiti revoleó a su detenido una última vez con fuerza contra
el marco de la puerta y le soltó los pelos. La cabeza hizo un “plop” que apenas
se escuchó en medio del griterío, antes de caer al piso y seguir balbuceando.

Ernesto Semán. Soy un bravo piloto de la nueva China. Mondadori. Buenos


Aires. 2011.

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DERROTADOS

Cuando los chupemos no va a faltar el que


chille, el argentino sensible que nunca nos va
a entender… -la inminencia de la acción lo Rafael Bielsa
volvía locuaz-. La mente de estos guerrilleros Rafael Bielsa (Rosario,
están tan podrida que corren a poner bombas 1953) es abogado, político y
acompañados por los hijos que van escritor. Además de
pariendo… Fijáte, Urondo, que fue a atacar desempeñarse en diversas
una comisaría en Mendoza con su mujer y su funciones políticas como
representante del peronismo,
hijita como escudo y después la abandonaron publicó obras relacionadas a
a su suerte. Un intelectual, de esos que creen la política y el derecho, como
que sus mujeres estarán haciendo los hijos Sombras nada más (2000)
que los reemplazarán… -expuso con áspera y ¿Qué son las asambleas
indiferencia. Hay que tener una preparación populares? (2002).
mental y psicológica muy grande para no
olvidar que nuestra misión es hacer inteligencia, ubicándolos y luego sacándoles
toda la información. De esta última parte –se sosegó- el Barba se encarga con
verdadera vocación y profesionalismo. El Barba es completo… Está en el grupo
que va a chupar a María y también es un virtuoso con la picana.
(…)
Tucho miró el reloj con dificultad, porque llevaba al Quinqui alzado sobre su
brazo izquierdo. “Velasco, pedazo de pelotudo”, pensó, “la cita es a las dos de
la tarde, no cuando a vos se te ocurra”.

El sol de enero, ocasionalmente enturbiado por nubes impulsivas, calentaba


desde las paredes; un ramo de rayos, y luego el cielo volvía a magullarse. Miró,
instintivamente, por encima del hombro y creyó ver de reojo un par de siluetas
separadas de él por unas decenas de metros. “Dos pibes, dos turistas. No pasa
nada”. Precauciones sí, paranoia no, por llama la atención. Dejó a sus espaldas
Rivadavia y dobló a la izquierda por Catamarca.
(…)
Habrían pasado diez minutos desde que se había despedido de María a la salida
del negocio, él rumbo a su cita con Velasco y ella rumbo a la suya con Gabino.
(…)
María… Ella y el Quinqui tenían los mismos ojos –que él amaba-, el arco
superciliar alzado sosteniendo las cejas, la luz verdosa y castaña tiritando como
desde lo hondo de un pozo. Seguro que María ya se había encontrado con
Gabino en Avenida Luro y Catamarca; él, en cambio…

En cuanto los vio, desplegados sobre la vereda, supo que estaba frente a la
calamidad. El ahogo hizo que su cerebro recibiera la información por

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

fragmentos, como escisiones afligidas de vida. Uno, dos, cinco hombres


enfrentándolo. Pistolas milímetros, 11.25, una escopeta recortada Bataan. Ropa
de civil, vaqueros, camperas, algún anteojo oscuro, rostros descubiertos.

La fluorescencia ardiente de la tarde rebotó sobre la ventana de expulsión de un


arma y le hizo daño en la vista.
Tres se adelantaron a los restantes. Uno calzaba botas, a pesar del calore. La
puerta de la “Tienda Los Gallegos” que daba sobre Catamarca había quedado
detrás de ellos. Se le vinieron encima con la armas en alto, gritando. Oyó
insultos, órdenes confusas, un alboroto, gente desplazándose, algún disparo al
aire. ¿Había sido un tiro?

Pensó en su arma, pensó en la pastilla de cianuro que llevaba en el interior del


cinturón, pensó en gritar su apellido. Había consumido en un instante la
capacidad de sentir miedo. Ahora le parecía estar flotando unos centímetros por
encima de sí, sostenido por el tropel. El silbato entrecortado de una locomotora
se abrió camino en el aire agrio. Luego, todo quedó sumido en un curioso
silencio, que se retorcía sobre la esfera del tiempo inanimado. La patota ya
estaba sobre él. “¡Área libre! ¡Área libre!”, escuchó que decía alguno de los del
fondo, pero no supo quién.

-¡¡¡Perdiste, tenemos a tu mujer, no te hagas matar, pelotudo!!! -dijo el de las


botas. La voz era escuálida, como sus labios, pero fatal; un ramalazo de viento
hizo que le llegara mellada. En cámara lenta, Tucho apoyó con esmero al
Quinqui sobre la vereda. Uno que tenía anteojos negros lo alzó y volvió sobre
sus pasos, acompañado del que llevaba la escopeta. El niño los miró con alarma
y luego lo miró a él. Los restantes lo cercaron y le quitaron la pistola.

Intentó golpear al bulto pero sólo logró hacer pedazos el aire. …¡¡¡Terminála
porque te quemo!!! Sintió una sacudida a la altura de los riñones, creyó que
perdía el equilibrio, un impacto directo en la nuca, se revolvió tratando de
conservarse en su sitio, le doblaron el brazo derecho sobre la espalda. En medio
de un impulso de movimiento, un impulso de ojos que parecían lanzar espuma,
comenzaron a arrastrarlo mientras lo registraban.

Bajo un chaparrón de saliva, sílabas, trompadas y ceguera cruzaron Belgrano


hacia el sur. Unas calandrias alocadas, como tachaduras, perforaron la atmósfera
a baja altura. Alcanzó a ver –o creyó que estaba viendo- un fragmento del rostro
del Quinqui en el mismo momento en que un Peugeot 504 amarillo frenó,
raspando el cordón de la vereda.

-¡¡¡Cerrá los ojos, hijo de puta, cerrá los ojos!!! ¡Cabeza inclinada, obedecé,
carajo! -escuchó que le gritaron, mientras lo arrojaban sobre el piso del asiento

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trasero. En el instante previo divisó un hombre mayor de traje oscuro, parado


en al esquina de enfrente, al que se le cayó el diario que llevaba bajo la axila.
(…)
-Tenemos a tu mujer y a tu hijo en nuestro poder –escuchó que decía la voz
roída, desde el asiento del acompañante-. Espero que no te hagás el boludo y
que colabores con nosotros.

El Peugeot arrancó sin demasiado ímpetu y Tucho supo, antes de perder la


orientación, que iban hacia el norte. Advirtió, rotando su cintura contra la
alfombra de goma, que en el forcejeo se le había caído la pastilla de cianuro. O
tal vez se la hubieran quitado. “No es el día en que voy a morir, al menos no
envenenado. Un cadáver postergado”.

A continuación, durante un fogonazo de sentido, comprendió. Velasco había


cantado la cita con él. Gabino, la de María. Los habían entregado, atados de pies
y manos. “Hijos de remil putas. Cuadros partidarios en poder del enemigo.
Quebrados. Una cita envenenada. Traidores”, pensó. Después pensó en el
Quinqui. En María. Habían perdido.

Rafael Bielsa. Tucho. La “Operación México” o lo irrevocable de la pasión.


Edhasa. Buenos Aires. 2014.

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UN SECRETO COMPARTIDO

Lo mató la guerrilla, responde el Dr.


Alexander con envidiable aplomo. Sus
propios compañeros, prosigue, lo asesinaron, Carlos Gamerro
seguramente tras una de esas burdas parodias Carlos Gamerro nació en
que daban en llamar juicios revolucionarios. Buenos Aires en 1962. Es
Tengo de buena fe, agrega, aunque por Licenciado en Letras por la
razones de ética profesional no puedo revelar Universidad de Buenos
la fuente, que el muchacho estaba Aires, donde se desempeñó
como docente hasta 2002.
sinceramente arrepentido de su participación Entre sus obras publicadas,
en la organización delictiva y decidió abrirse, aparecen las novelas Las
como se decía por entonces. Islas (1998), El sueño del
(…) señor juez (2000), El secreto
Le digo, y no sé qué pito toca usted en este y las voces (2002), La
asunto, ya me contaron que había venido un aventura de los bustos de
Eva (2004), Un yuppie en
porteño a preguntar por el muertito y yo ah sí, la columna del Che
que venga nomás, yo no tengo pelos en la Guevara (2011), Cardenio (
lengua y le voy a decir lo que todos piensan 2016) y los cuentos de El
pero no se atreven a decir: que los milicos, la libro de los afectos
policía o quien haya sido nos hicieron un raros (2005).
favor.
(…)
Al comisario Negri le gustaba el ajedrez. Y en el ajedrez, prefería las aperturas
rebuscadas –me dirá en el transcurso de mi última tarde en Malihuel, el profesor
Gagliardi….Me consta que Neri buscó a toda costa que vinieran del Regimiento
de Rosario a levantarlo: él les hacía el seguimiento y les garantizaba la liberada,
y ellos hacían el trabajo sucio y se lo llevaban lejos, adonde no pudiera quedar
pegado. Pero no hubo caso. Querían que lo hiciera él, en persona y con su gente.
(…)
Vivo o muerto, él iba a quedarse en Malihuel, y así fue. Como no pudieron
echarlo tuvieron que matarlo. No fue una víctima, afirma Eugenio, dando los
últimos retoques a mi flequillo. De alguna manera, la partida la ganó él.
(…)
-En cuanto lo subimos al auto se calló, y eso que apenas lo habíamos tocado,
eh. Sentado iba, entre Chacón y yo, ojo, no en el piso o el baúl, sentado en el
asiento de atrás como Dios manda, y el comisario mudo adelante, todo el
terraplén en silencio, y recién cuando agarramos la entrada del pueblo el tipo se
anima a hablar: ¿De qué se me acusa?, largó, y el comisario “de pelotudo” le
dice y no habló más. A la jefatura entramos directamente por el portón de la
alcaidía, y ahí mismo pensé fuiste pibe, porque así se hace para que la entrada
no quede asentada en el libro de guardia. No digo que el comisario ya había

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

decidido boletearlo, pero se estaba cubriendo. Nos mandó meterlo en el


chiquero y cuando Chacón y yo estábamos por empezar a darle el comisario
nos dice no. El que lo toque mientras yo no estoy, dijo, cobra, y agarró para la
jefatura. Comisario, espere, le dijo Ezcurra. ¿No tengo derecho a una llamada?
Quiero hablar con mi abogado, y Neri sin darse vuelta vos ves demasiadas
películas, pibe, y se las tomó. Yo estuve toda la noche en la jefatura, porque el
sargento me había puesto días de arresto por alguna pelotudez que ya ni me
acuerdo lo que era, vio los canas cómo son, y asomado de la puerta veía pasar
el corso por 25 de Mayo y la música y las luces de la fiesta, y se me dio por
pensar en el pobre tipo ahí encerrado y todos sus amigos de joda como si nada,
uno solo que hubiera venido a verlo o a peguntar por él, no que los hubieran
dejado entrar porque oficialmente Ezcurra no figuraba, no estaba, pero bueno,
tampoco nadie trató. (…) Bueno a la madrugada cuando vuelve el comisario lo
primero que me pregunta fue si había venido alguno a pedir por Ezcurra, y yo
sin novedad señor comisario pensando que lo iba a aliviar, pero más bien me
pareció verle en la cara como una decepción. Se fue derecho para su despacho
y ahí encerrado se pasó toda la mañana Dicen que estaba llamando a Rosario, a
los milicos, para que vinieran a llevárselo, yo no sé. No se crea que por estar ahí
yo sabía todo lo que pasaba, no es así: yo era un simple cabo y sólo estoy
contando lo que vi. Lo único que sé es que los milicos no vinieron. Nos dejaron
el paquete en las manos. Yo estaba que me caía me busqué un calabozo vacío
ahí pegado y me dormí como un lechón y más o menos para el mediodía sería
me despierto con los gritos del detenido que lo llamaran al abogado, a la mamá.
¿Te das cuenta? A la mamá la llamaba. Yo lo que creo es que sería el calor, en
esa época el chiquero era un cuartito de dos por dos, sin ventanas y con un
techo de chapa que en las horas de más sol se recalentaba que no te digo, y
cuando te tocaba dar chancho…

-¿Dar qué? –interrumpo.

-Pegarles a los presos hasta matarlos –traduce Guido.

-No siempre –aclara Sayago-. A veces ni los tocábamos, nomás los dejabas ahí
unas horitas y cantaban solitos, los que sabían cómo venía la mano. Pero
Ezcurra no sabía, qué iba a saber ése. Así que tuvo que venir el comisario a
explicarle, no, para que entienda, y después se calló. Pero igual la cosa así no
podía seguir. Todos los comunes escuchando, viste, algunos porai que en unos
días te salían a la calle a desembuchar, y encima al otro día era día de visita. Así
que el comisario decidió un traslado. El tema era adónde. Con Greco que
también estaba desde la madrugada se encerraron en su despacho y cuando
salen se ve que lo tenían todo decidido fueron a buscarlo con un par de
oficialitos y lo sacaron esta vez en el doble de Greco no un patrullero y lo habrán
puesto en el piso digo yo porque ya era después de la siesta y empezaba a haber

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de nuevo gente en la calle, y no era cuestión de tenerlo en exhibición como la


reina del carnaval, ¿no? Bastante había visto todo el pueblo la noche antes ya.

-¿Adónde se lo llevaron? –pregunto, para confirmar lo que ya sé.

Carlos Gamerro. El secreto y las voces. Norma. Buenos Aires. 2002.

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CUENTAS

Libre, libre me siento después de cada día en


que me llaman a declarar. Juro decir siempre
la verdad y nada más que la verdad. La oficina Noemí Ulla
donde me atienden da a un patio de mosaicos Noemí Ulla nació en Santa
y me entretengo mirando por la ventana a Fe en 1940.
medida que hablo y el auxiliar toma nota. Publicó los
Cuento las hojas del único árbol que veo allí cuentos Una lección
en el patio, no sé cómo se llama el árbol, pero de amor y otros
cuentos (2005),
no importa. Creo que si llego a dar con la Nereidas al
cuenta de las hojas en su totalidad, podré desnudo
averiguarlo. El hombre de los anteojos me (2006), En el agua
interrumpe en lo mejor de mi cuenta, del río (2007),
entonces retengo el numero haciendo un gran Bailarina de tres
esfuerzo y me prometo continuar al día brazos (2011),
Anche pensare è un
siguiente. Me da un poco de trabajo recordar gioco (2012),
luego en qué rama había dejado, pero es un además de los
hábito que se adquiere en las declaraciones. ensayos Obsesiones
de estilo (2004),
Podría dibujar de memoria los anteojos del De las orillas del
hombre lleno de hojitas que van Plata (2005), entre
otros. Recibió
amarronándose en otoño. Pero dibujo mal, y distintos premios y
Pedro se reiría de mí con toda razón. En este tiempo he podidobecas
verlo muy pocas
en Argentina
veces y apenas conversar. Se nos vigila continuamente y eso yvuelve
Uruguay,incómoda
y fue
la conversación. Lo mejor sería ir llevando la cuenta de las hojas, tal vez
designada paraeso me
ayudaría a entenderme mejor con Pedro. integrar el Jurado
de Doctorado en
Sorbonne, Francia,
El día que lo llevaron yo no estaba en casa. Cuando volvíen los 2005. vecinos me
enteraron de todo lo que había sucedido. Después me citaron y fui
acostumbrándome de a poco a esas incómodas declaraciones que terminarán
sabe Dios cuándo.

Siento que sin Pedro la casa ha quedado vacía y quien más lo extraña es Federico
que hace muy poco tiempo empezó a caminar. Lo llama todo el día y me
pregunta a dónde fue, con claridad. Empezó a hacerse entender mucho mas
pronto de lo que le llevo caminar. Dicen que los varones son así. Yo, como es
el primero que tengo, no sé, pero debe ser así. De mañana nos levantamos muy
temprano y lo llevo a la guardería después del desayuno, que acompaño con
cuentos y charlas sobre el origen de todas las cosas que lo rodean o los por qué.
A veces estoy muy distraída o simplemente preocupada y le contesto cualquier

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cosa, pero él no se queda con lo primero que le digo y sigue preguntando hasta
quedarse satisfecho con la respuesta.
(…)
Algunas veces veo a Federico. Mi padre me lo trae, “para que no se olvide “,
me dice. Y eso me cae como un balazo, porque no entiendo que sabe él de todo
lo que nos pasa a mí y a Pedro, no entiendo por qué él no me habla casi. Creo
que está algo zonzo, o por lo menos me dice cosas cada vez más tontas.
También yo empecé a pensar que estoy tonta y traté de hablar con alguna de las
caras que me rodean. Hay algunos tipos macanudos, pero tampoco me saben
decir por qué están acá, o tal vez no me lo quieren decir. Una piba me dijo que
al final se estaba mejor afuera, pero habló como en secreto, casi no le oía. Aquel
de los labios carnosos tiene a su mujer en otro lado y eso me hizo sentir muy
cerca de él; dice que todo esto va a pasar, pero no enseguida, hay que tener
mucha fuerza y mucha esperanza. Ese no tiene miedo de hablar, no digo que
grite, pero no me cuesta oírlo y marca mucho la erre cuando dice reventar. Eso
es lo que le he observado.

Me acuerdo mucho de Pedro, y en este tiempo que ya no sé cuánto es, me he


puesto a recordar toda nuestra vida en común, y si me dejaran verlo un día
podría decirle tantas cosas. Ya no tendría más en cuenta nuestras peleas, aunque
sé que de estar juntos otra vez, volvería a ser lo mismo y más. Creo que siempre
sería mejor. Ahora pienso que la vida está afuera, no como dice la rubia; creo
que la cosa es muy jodida afuera, pero en medio de todo una se siente más
defendida, porque también tiene la oportunidad de largar la bronca. Aquí no, es
la muerte lenta, estudiada, medida. No hay palabras para esto, no tiene nombre.
Los mayores enemigos están afuera, afuera sí se los reconoce. Estas son nada
más que caras, como hojas o como cosas. También afuera Pedro me ayudó
mucho y a sus lado toda mi vida fue cambiando; di amor, recibí amor, sentí
pasión por vivir, aunque ahora deba padecer este mal que me deja tan postrada-
son muy graves los castigos de aquí- que de a ratos no sé si estoy viva o estoy
muerta. Sí sé que nunca más podré tener hijos porque he quedado estéril, Pedro
no lo sabe y me pregunto si lo sabrá algún día. Si saldrá de dónde está, si saldré
yo, o si estaré sacando cuentas como cuando me quedo idiota después del
paseíto.

Noemí Ulla. Ciudades. Centro Editor de América Latina (CEAL). Buenos


Aires. 1983.

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LA PASTILLA DE VENENO

Unos meses más tarde, la sacará por última


vez, en Rosario y, justamente, en Arroyito.
Estará solo en una casa de la que habrán dicho Juan José Saer
que es segura, en la que, le habrán dicho, no Juan José Saer (Santa
podría existir la menor posibilidad de ser Fe, Argentina,
descubierto. Estará echado en la cama, en la 1937 - París, Francia,
penumbra, fumando cigarrillo tras cigarrillo – 2005) fue un destacado
encendiendo, como ya será su costumbre, escritor argentino,
considerado entre los más
uno con la brasa del otro- sin pensar en nada, importantes de la literatura
viendo el contorno de los muebles escasos, la latinoamericana y de habla
silueta de la ventana, y la penumbra un poco española del siglo XX. Sus
más clara que se filtra través de las hendijas más de treinta novelas,
de la celosía. Serán más o menos las once de ensayos, poesías y cuentos
la noche. Una estufa a resistencia, puesta en la han sido traducidos al inglés,
francés, alemán, e italiano,
entrada de la habitación, en el pasillo, entre otros, siendo reconocido
expandirá, a ras del suelo casi, un resplandor tanto por la crítica
rojizo, del que la brasa del cigarrillo, Argentina, como la
avivándose a cada chupada, parecerá, por Europea.
decirlo de algún modo, el eco luminoso o la
metástasis. Estará todo vestido, ya que habrá
adoptado, desde hará unos años, la costumbre de dormir así en los períodos
difíciles, menos para sentirse seguro que para ganar tiempo, con un criterio de
eficacia objetiva, podría decirse, en el que sus intereses personales no entrarán
para nada en consideración. En el suelo, al alcance de su mano, estarán sus
armas. En el momento en que verá una sombra rápida, bastante grande,
imprimirse una fracción de segundo sobre las rayas paralelas de penumbra gris
clara que se filtrarán por la celosía, estará justo encendiendo un nuevo cigarrillo
con la brasa del que estará terminando de fumar e, incorporándose un poco en
la cama, tratando de escuchar algo, aplastará el pucho en el centro del cenicero
y apoyará el que acaba de encender en la muesca, para, en el caso de una falsa
alarma, no desperdiciar por precipitación un cigarrillo. Sin hacer ningún ruido,
recogerá la ametralladora, desenchufará la estufita a resistencia para obtener una
oscuridad más densa, y se acercará a la ventana. Al principio no verá nada, a no
ser la calle vacía, las fachadas, los árboles, las veredas, los coches estacionados
–todo como endurecido, filoso, lleno de reflejos oscuros a causa del aire seco,
difícil de respirar, de la noche de invierno. Durante un minuto por lo menos,
permanecerá inmóvil, espiando a través de la celosía, y ese minuto será tan largo
y monótono que, cuando haya acabado de transcurrir, ya casi ni se acordará de
la razón por la cual habrá venido sin hacer ruido hasta la ventana, tanto la calle,
con los contornos rectos de las cosas bien recortados en el aire helado, parecerá

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desierta e incluso abandonada. Ya estará por volverse a recoger el cigarrillo de


la muesca del cenicero, cuando verá las sombras moverse un poco en la vereda
de enfrente, más livianas que las de las casas y las de las ramas de los árboles
pelados que se entrecruzarán contra las fachadas y contra la vereda –“como una
telaraña”, pensará, con un último reflejo literario, cuyo carácter sobado y
convencional le dará un matiz irónico a su pensamiento. Y, como quien revela
una fotografía y va percibiendo poco a poco los detalles, él irá descubriendo
poco a poco los contornos, las siluetas inconfundibles de hombres armados que
corren encogidos a ocultarse o protegerse en los umbrales, detrás de los coches
o de los árboles. Igual al viajero que, antes de subir al tren, mete la mano en el
bolsillo para verificar que no ha perdido el boleto, él llevará la mano al bolsillito
estrecho que se encuentra bajo el cinturón, palpará la cápsula por sobre la tela
y, sin dejar de espiar a través de la celosía, empezará a desabotonar el bolsillito.
Al ver cruzar en dirección de la casa, rebotando sin hacer ruido contra el asfalto,
a dos hombres armados, les dirá, sin proferir una sola palabra, con el
pensamiento, como ya es su costumbre: “Ustedes dos, como los que están atrás
de los autos y de los árboles, como los que esperan en las esquinas, como los
que ya deben estar en la puerta de entrada, en el techo a lo mejor, en el fondo
del patio, carecen de realidad, son como fantasmas o como nubes de humo,
porque yo tengo la pastilla, la acabo de tocar con la yema de los dedos, la pastilla
que anula de un solo clac el big bang, la expansión insensata y ciega de sus
chafalonías y su seudoeternidad irrisoria”. Y, volviendo un poco a tientas hasta
la mesa de luz, y recogiendo de la muesca del cenicero el cigarrillo, para darle
dos o tres pitadas antes de aplastarlo, se llevará la pastilla a la boca con un gesto
tan rápido que antes de morderla, sosteniéndola un instante con los dientes sin
hacer presión, deberá expeler el humo de la última pitada.

Juan José Saer. Glosa. Seix Barral. Buenos Aires. 2003.

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EN LA NOCHE

(…)
“Encerrado, carajo”, y “listo”, y “de ésta no
salgo”, balbucea el hombre, y murmura una Humberto
breve puteada. No puede explicarse cómo se Constantini
ha metido, él por su cuenta, en esa trampa. Humberto Costantini
“nada, ni siquiera una 22 para no regalarme”, (1924-1987) fue un
piensa, y el terror se le hace insoportable. Mira cuentista, novelista y autor
con desesperación a un lado y a otro. teatral argentino. En 1959
Comprende que ya no le queda ninguna formó parte de la fundación
de la revista de literatura El
salida. Grillo de Papel. Publicó
entre otros, Un señor alto,
Vé cómo del auto estacionado bajan dos rubio, de
hombres. Uno, con una pistola 45, otro, con bigotes (1963), Tres
Fal. En la ventanilla del auto percibe monólogos (1965), Más
claramente el caño empavonado de una cuestiones con la
vida (1967), Una vieja
Ithaka apuntándole. historia de
caminantes (1969), Háblen
El hombre de la pared cruza decididamente la me de Funes (1971), Los
calle. héroes de
Trelew (1973), Bandeo (19
El Ford Falcon se ha detenido a unos diez 75) y De dioses, hombrecitos
y policías (1979).
metros de él. Lo oculta en parte una
camioneta, pero oye voces que vienen de allí,
y el reido de las puertas.

“¿Dónde estarán ellos?, ¿cómo estarán ellos? alcanza a pensar. Pero


inmediatamente después: "Ojalá no me torturen mucho”. “Ojalá me maten
enseguida”. Y ve su cuerpo echado boca abajo entre pastizales, y barro, cápsulas
servidas. Y ve su cara desfigurada, y las ligaduras de las manos, y las manchas
de sangre.
(…)
Y en fracciones de segundo, desesperadamente, como si de eso dependiera su
salvación, intenta pasar revista a los pasos (a las sucesivas situaciones) que lo
llevaron, absurdamente, a esa definitiva, última situación.

Como en cámara rápida desfilan entonces cada uno de aquellos inexplicables,


incomprensibles pasos de hace apenas unos minutos. Y todo: el mercado, la reja
a medio correr, la mujer con el lienzo en la cabeza, el carnicero, el mugriento
pasillo, la puerta con candado, el portón de ladrillos… y después, la noche
helada, el cruce de la calle bajo el farol, el barrio, el almacén abandonado, el

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quiosco, la casa de Paulina entre dos altos edificios, los cuatro autos de la
izquierda y los cinco de la derecha, el hombre de la pared, el Ford Falcon a sus
espaldas, su apellido en labios del tipo de la pistola… todo, todo siente que se
encadena (que se fue encadenando) para formar esa ajustada, silenciosa, infalible
trampa que ahora se está ciñendo implacable sobre él.

En tanto que el de la pistola vocifera algunas órdenes, y el hombre de la Ithaka


baja del auto apuntándole, y los del Falcon inician una breve carrera hacia él
para echársele encima, al hombre le ha parecido ver (ha deseado ver) que en esa
trampa, aparentemente ajustada, aparentemente infalible, hay algo –un resorte,
una pequeña pieza- que no ajusta del todo bien, que no se cierra con la
perfección de las otras.

Y el hombre, urgido por el peligro, ya casi apresado en los dientes de la trampa,


se pregunta y se vuelve a preguntar cuál puede ser ese resorte, dónde puede
estar esa pieza desajustada, imperfecta por donde tal vez deba intentar la huida.

Y rápida, vertiginosamente, con el empecinamiento de un animal enjaulado,


vuelve a pasar revista una y otra vez a cada uno de los elementos de la trampa:
el mercado, la reja, la mujer…

Siente como un mareo. Le parece idiota lo que está haciendo. Se dice que sería
más razonable disponerse a morir con dignidad. Apoya su cabeza en la pared
relajándose, y en ese momento descubre, con sorpresa, con angustiosa
necesidad de creer lo que ve, descubre el minúsculo resorte flojo, la pieza que
no ajusta.

Ahora sabe que ese resorte, esa pieza, es su única aunque remotísima esperanza.
Que por allí, por el intersticio que deja esa pieza mal ajustada hay todavía alguna
posibilidad de escapar.

El mercado, la reja, la mujer… “Sí, está claro”, se dice el hombre tal vez para
convencerse. La pieza que no ajusta, la pieza falsa, tiene que ser la casa de
Paulina. Tiene que ser Paulina, con sus trenzas, y sus aritos de oro, y su pileta
en el patio… Por allí debe ser posible escapar.

Porque todo es, todo parece ser, espantosamente real. Sólo Paulina existió. La
casa de Paulina no pudo haber existido. En esa esquina, ahora cree recordar,
hay un gran edificio de departamentos. La esquina que vio al cruzar la calle es
(fue) la esquina de hace treinta años (la pieza fallida, el elemento que no
funciona).

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

Y busca hacer presión con esa pieza sobre otros engranajes de la trampa,
aparentemente ajustados, aparentemente perfectos: las palabras
incomprensibles del carnicero, la vieja que después fue una mujer apetecible, el
disparado portón de ladrillos…

Sospecha entonces que todo lo que está viviendo es un sueño. Y para probarlo,
para convencerse de que las armas que le apuntan, y los hombres que lo están
tomando ahora de las solapas son simplemente partes de ese horrible sueño, el
hombre –mientras dos de los parapoliciales le sujetan los brazos, y otro con
habilidad pugilística le golpea con fuerza en el estómago, y alguien desde atrás
le tapa los ojos y la boca con una especie de bufanda o de venda –intenta un
penosísimo, casi sobrehumano esfuerzo de voluntad, y dice en voz alta: “Todo
esto es un sueño”. E inmediatamente el sonido de su propia voz lo despierta.

Siente el pecho dolorido, la respiración anhelante, la almohada húmeda.

Busca a tientas el interruptor de la luz, y lo aprieta. Mira a su alrededor. Después


de un rato, con mano insegura enciende un cigarrillo. “Tal vez esta semana
llegue una carta de ellos”, se dice (sin pronunciar tampoco ahora el nombre de
sus hijos) mientras expulsa lentamente el humo.

Y el humo asciende lentamente hacia el techo encalado de una piecita de


Colonia Anzures, en México, a nueve mil kilómetros de Buenos Aires.

Oye el paso ruidoso de un primer camión en la calle. El hombre sabe que dentro
de poco va a amanecer.

Humberto Costantini. Cuentos completos 1945-1987. R y R. Buenos Aires.


2010.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

JUICIO REVOLUCIONARIO

La tolerancia a nuestras críticas llegaba a su


fin. (…) Y de tanto criticar fuimos citados a
juicio. Adriana Robles
Docente y licenciada en
Era una pequeña locura dentro del caos ciencias de la Educación,
general. Como si en medio de una gran batalla publicó Perejiles, los otros
alguien reservara un rincón apartado para montoneros, obra en la que
discutir las actitudes “indebidas” de un reconstruye su mirada como
militante de la Unión de
minúsculo grupo de soldados. Pero así fue. Estudiantes Secundarios
(UES) y de la organización
La organización Montoneros destinó en Montoneros.
febrero del ’77 infraestructura, personal y
recursos económicos para juzgar las
opiniones políticas de tres combatientes. Se nos sustanció un juicio
revolucionario.

Beto Atilio y yo fuimos tabicados a una casilla en alguna villa de Lanús que tenía
apenas dos ambientes y eran mínimos.

Estuvimos ahí un tiempo que no puedo precisar discutiendo y explicando


nuestras posiciones; por el escaso espacio en el que nos movíamos asistíamos
asombrados a los debates de nuestros jueces quienes analizaban las posibles
sanciones. Era una extraña escena: un grupo de combatientes en la etapa más
cruda del conflicto armado es detenido, encarcelado y juzgado no por querer
abandonar la lucha, no por desertar o haber traicionado algún principio de la
organización, sino por plantear dudas respecto de la política que estaba
implementándose. Un motín, sin dudas, ¡pero en esa guerra!

El enemigo se había adueñado del campo de batalla, combatíamos como


guerrilleros urbanos siempre expuestos, cada vez con menos resto para sostener
nuestra clandestinidad y sin embargo estábamos presos de nuestra propia
organización que analizaba nuestro grado de lealtad al proyecto. Indescriptible.

Y dentro de la misma locura que vivíamos recuerdo claramente que temí porque
viví con total conciencia el momento: si nos hubieran encontrado culpables de
algo, no dudo que habrían decidido fusilarnos.

Atilio nos había revelado días antes que según Gervasio “afortunadamente ha sido
derrotada una tendencia stalinista que planteaba que los compañeros que pidieran la

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

separación, debían ser fusilados por traidores…” Como el mismo Atilio lo recuerda así
las cosas, “la ida a la reunión no fue de lo más optimista”.

Según él, todo el trámite duró cerca de siete horas y en su transcurso sostuvo
su posición: que no quería seguir porque consideraba que al pueblo no le
interesaba para nada nuestra lucha y que se había convertido en simple
espectador de nuestro enfrentamiento con la represión.
No sabe si llegó a decirlo abiertamente en ese momento, pero su mensaje era
claro: no quería que lo mataran inútilmente, es decir, no quería morir por algo
que no tenía perspectiva de triunfo ni adhesión popular. Ni él ni yo recordamos
cuáles fueron los argumentos de Beto, pero cuando nos formamos para la
“ceremonia”, Beto casi lloraba y yo, si bien tenía una postura que coincidía con
la de mis compañeros logré armar –en una mezcla de lucidez, convicción y
sentido de supervivencia- una estrategia que a la postre, logró que fuéramos
liberados y a mí se me permitiera quedarme en la orga…. desarrollé toda una
fundamentación respecto de que nuestro planteo en ningún caso ponía en duda
la legitimidad de la lucha ni quebraba nuestra decisión de continuarla. Lo cual
creía firmemente (aunque en esas circunstancias con mayor vehemencia).. En
todo caso teníamos la honestidad de plantear nuestras diferencias y no fugarnos
como muchos estaban haciendo a diario.

Fundamentalmente señalé que veía que nuestra creciente militarización era


antagónica con la construcción política en el seno del pueblo. Me parecía que la
acción militar, -reconociendo su imperatividad en esa etapa “defensiva”- nos
alejaba de la gente, nos aislaba. No sé si lo dije pero mi sensación es que
estábamos solos. Tampoco sé si mi razonamiento ofrecía alguna alternativa
pero no proponía abandonar la lucha ni la organización sino hacer un replanteo
del rumbo adoptado

La verdad era que nos estaban matando como a moscas, que no había reacción
popular ante la dictadura, que nos movíamos como autistas en un entorno
político y social al que reproducíamos rechazo y desconfianza.

Mi argumentación –y el deseo de no perder más soldados por parte de la


organización, supongo– tuvo éxito. A mí me permitieron continuar porque no
cuestionaba la línea política sino que la criticaba sin plantearme abandonarla,
algo que estaban más dispuestos a tolerar.

Nos juzgaron, nos encontraron culpables de algunos cargos (¿debilidad


ideológica?, ¿duda en el triunfo inexorable de esa revolución?) y resolvieron
degradas a Beto y Atilio.

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

Esto quiere decir, quitarles el grado militar que tenían el que, por otra parte, era
el más bajo del Ejército Montonero. Pero esto no fue resuelto mediante una
declaración o cosa por el estilo. Respondiendo a la impronta militar de la etapa
y a una progresiva formalización de las relaciones con los compañeros, se llevó
a cabo una ceremonia en la que debimos formarnos, cada u o con la signa de su
grado a la vista (escrita en precarios papelitos).

Todos los presentes nos calzamos los fierros menos Beto y Atilio a quienes les
fueron retiradas sus armas reglamentarias.

Atilio dice que cuando Gervasio se calzó el fierro –algo que también hizo el
dueño de casa, que participó de la degradación- sintió un temblor, “porque uno
nunca sabe (o sabía) si la tendencia stalinista estaba realmente derrotada”.

Así, formados marcialmente, Atilio y Beto y fueron degradados: les arrancaron


el papelito del pecho y el compañero Gervasio –Alberto Camps- arengó, vaya
a saber a quién porque éramos apenas cinco los presentes, diciendo que los
expulsaban por traidores a la clase trabajadora.

Adriana Robles. Perejiles, los otros Montoneros. Colihue. Buenos Aires. 2008.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

RECORTES DE PRENSA

- A quién se lo decís. Mirá este recorte, yo


conozco a la mujer que lo firma, y estaba
enterada de algunas cosas por informes de Julio Cortázar
amigos. Pasó hace tres años como pudo pasar Julio Cortázar (Bélgica,
anoche o como puede estar pasando en este 1914 - Francia, 1984) fue
mismo momento en Buenos Aires o en un escritor fue un escritor
Montevideo. Justamente antes de salir para tu argentino, destacado por su
casa abrí la carta de un amigo y encontré el originalidad en los relatos
cortos y la prosa poética. A
recorte. Dame otro café mientras lo leés, en su vez, inauguró la
realidad no es necesario que lo leas después narración no cronológica en
de lo que me mostraste, pero no sé, me sentiré la literatura con su
mejor si también vos lo leés. reconocida obra Rayuela
(1963).
Lo que él leyó era esto:

La que suscribe, Laura Beatriz Bonaparte Bruschtein, domiciliada en Atoyac 10, Colonia
Cuauhtémoc, México 5, D.F., desea comunicar a la opinión pública lo siguiente:

1. Aída Leonora Bruschtein Bonaparte, nacida el 21 de mayo de 1951, en Buenos


Aires, Argentina, de profesión maestra alfabetizadota.

Hecho: A las diez de la mañana del 24 de diciembre de 1975 fue secuestrada por personal
del Ejército argentino (Batallón 601) en su puesto de trabajo en Villa Miseria Monte
Chingolo, cercana a la Capital Federal.
El día precedente ese lugar había sido escenario de una batalla, que había dejado un saldo
de más de cien muertos, incluidas personas del lugar. Mi hija, después de secuestrada, fue
llevada a la guarnición militar Batallón 601.
Allí fue brutalmente torturada, al igual que otras mujeres. Las que sobrevivieron fueron
fusiladas esa misma noche de Navidad. Entre ellas estaba mi hija.
La sepultura de los muertos en combate y de los civiles secuestrados, como es el caso de mi
hija, demoró alrededor de cinco días. Todos los cuerpos, incluido el de ella, fueron
trasladados con palas mecánicas desde el batallón a la comisaría de Lanús, de allí al
cementerio de Avellaneda, donde fueron enterrados en una fosa común. (…) De mi hija
sólo me ofrecieron ver las manos cortadas de su cuerpo y puestas en un frasco, que lleva el
número 24. Lo que quedaba de su cuerpo no podía ser entregado, porque era secreto
militar.

2. Frente a esta situación infame y de tan indescriptible crueldad, en enero de


1976,…entablo al Ejército argentino un juicio por asesinato.
(…)

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

¿Acabaste de leer? Tengo que irme, che. Hizo un gesto negativo, mostró la
cafetera.

Consecuentemente a este recurso legal mío, se sucedieron los siguientes hechos:


3. En marzo de 1976, Adrián Saidón, argentino de veinticuatro años, empleado,
prometido de mi hija, fue asesinado en una calle de la ciudad de Buenos Aires por la
policía, que avisó a su padre. Su cuerpo no fue restituido a su padre, doctor Abraham
Saidón, porque era secreto militar.
4. Santiago Bruschtein, argentino, nacido el 25 de diciembre de 1918, padre de mi hija
asesinada, mencionada en primer lugar, de profesión doctor en bioquímica, con
laboratorio en la ciudad de Morón.
Hecho: el 11 de junio de 1976, a las 12 del mediodía, llegan a su departamento de la
calle Lavalle 730, quinto piso, departamento 9, un grupo de militares vestidos de civil.
Mi marido, asistido por una enfermera, se encontraba en su lecho casi moribundo, a causa
de un infarto, y con un pronóstico de tres meses de vida. Los militares le preguntaron por
mí y por nuestros hijos, y agregaron que: “Cómo un judío hijo de puta puede atreverse a
abrir una causa por asesinato al Ejército argentino.” Luego le obligaron a levantarse, y
golpeándolo lo subieron a un automóvil, sin permitirle llevarse sus medicinas.
Testimonios oculares han afirmado que para la detención el Ejército y la policía usaron
alrededor de veinte coches. De él no hemos sabido nunca nada más. Por informaciones no
oficiales, nos hemos enterado que falleció súbitamente en los comienzos de la tortura.
(…)
5. Patricia Villa, argentina, nacida en Buenos Aires en 1952, periodista, trabajaba en
la agencia Inter Press Service, y es hermana de mi nuera.
Hecho: lo mismo que su prometido, Eduardo Suárez, también periodista, fueron
arrestados en septiembre de 1876 y conducidos presos a Coordinación General, de la
policía federal de Buenos Aires. Una semana después del secuestro, se le comunica a su
madre, que hizo las gestiones legales pertinentes, que lo lamentaban, que había sido un
error. Sus cuerpos no han sido restituidos a sus familiares.
6. Irene Mónica Bruschtein Bonaparte de Ginzberg, de veintidós años, de profesión
artista plástica, casada con Mario Ginzberg, maestro mayor de obras, de veinticuatro
años.
Hecho: El día 11 de marzo de 1977, a las 6 de la mañana, llegaron al departamento
donde vivían fuerzas conjuntas del Ejército y la policía, llevándose a la pareja y dejando
a sus hijitos: Victoria, de dos años y seis meses, y Hugo Roberto, de un año y seis meses,
abandonados en la puerta del edificio. Inmediatamente hemos presentado recurso de habeas
corpus, yo, en el consulado de México, y el padre de Mario, mi consuegro, en la Capital
Federal.
He pedido por mi hija Irene y Mario, denunciando esta horrenda secuencia de hechos a:
Naciones Unidas, OEA, Amnesty Internacional, Parlamento Europeo, Cruz Roja, etc.
No obstante, hasta ahora no he recibido noticias de su lugar de detención…

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

El escultor me devolvió el recorte, no dijimos gran cosa porque nos caíamos de


sueño, sentí que estaba contento de que yo hubiera aceptado acompañarlo en
su libro, sólo entonces me di cuenta que hasta el final había dudado porque
tengo fama de muy ocupada, quizá de egoísta, en todo caso de escritora metida
a fondo en lo suyo. Le pregunté si había una parada de taxis cerca y salí a la calle
desierta y fría y demasiado ancha para mi gusto en París. Un golpe de viento me
obligó a levantarme el cuello del tapado, oía mis pasos taconeando secamente
en el silencio, arcando ese ritmo en el que la fatiga y las obsesiones insertan
tantas veces una melodía que vuelve y vuelve, o una frase de un poema, sólo
me ofrecieron ver sus manos cortadas de su cuerpo y puestas en un frasco, que
lleva el número veinticuatro, sólo me ofrecieron ver sus manos cortadas de su
cuerpo, reaccioné bruscamente rechazando la marea recurrente, forzándome a
respirar hondo, a pensar en mi trabajo del día siguiente; nunca supe por qué
había cruzado a la acera de enfrente, sin ninguna necesidad puesto que la calle
desembocaba en la plaza de la Chapelle donde tal vez conseguiría algún taxi,
daba igual seguir por una vereda o la otra, crucé así porque sí, porque ni siquiera
me quedaban fuerzas para preguntarme por qué cruzaba.

Julio Cortázar. Queremos tanto a Glenda. Nueva Imagen. México, D.F., 1981.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

LA MADRE QUE PUJA

Homenaje a Abuelas de Plaza de Mayo, Madres e H.I.J.O.S.

Seguramente Néstor de Vincenti nunca iba a


olvidar aquella tarde con su madre. Ella se
había encargado de que así fuera: mate con
Diana Piazzolla
cascarita de naranja, buñuelos de manzana y
ese empuje permanente a los sueños de su Hija del bandoneonista
hijo. Astor Piazzolla, Diana
nació en Buenos Aires en
-Te tejí este chaleco de hilo. La reunión de 1943, aunque debió
exiliarse en México en 1974
esta noche va a terminar tarde. Tal vez por razones ideológicas.
refresque. Hay mucha policía en la calle. Durante su estadía en el
Cuidate. país azteca, que se extendió
por diez años, publicó, entre
Se lo dijo en medio de un abrazo. No quería otras obras, “20 cuentos del
soltarlo. exilio”.

-Te espero mañana. Voy a amasar fideos –le gritó mientras Néstor desaparecía
por el largo pasillo tirándole un beso con la mano.

(…) Tenía cincuenta y dos años. Era corpulenta, pero blanda y suave. El cabello
recogido en la nuca, la cara redonda y los labios entreabiertos como si siempre
estuviera a punto de decir algo.

Toda ella era un enorme abrazo, aunque había algo que la hacía diferente: esa
mirada intensa y desafiante, un gesto que nunca imaginó le costaría la vida.

Aquella tarde, cuando despidió a Néstor, Azucena Villaflor sintió que nunca iba
a volver a verlo y que había empezado su propia lucha. No dijo nada a nadie.
Pedro, su marido, lo notó.

-Es Néstor, ¿no?, preguntó.


-Sí. Se están llevando a mucha gente. Treinta o más chicos por día. Chicos como
Néstor: HIJOS.

(…) Lo sabía, lo sintió. Por eso, cuando la vecina la cita en la verdulería para
decirle que se habían llevado a Néstor, muy golpeado, casi muerto, Azucena la
abraza, le da las gracias y camina hasta la puerta de su casa con la mirada puesta
en un punto lejano, era una idea fija que la hizo sentarse en el cordón de la

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

vereda, mirar con cierto cariño las suelas de sus zapatos y pensar: “A caminar,
compañeras, a caminar”. Hay que buscar a Néstor.

En ese instante sintió que le nacía desde adentro otra mujer. Quedaba en un
rincón, intacta, el ama de casa, la que amasaba, la que tenía todo impecable, la
que barría, la que lavaba, la que escuchaba y se desvelaba. Desde el dolor y la
bronca, desde la impotencia y la esperanza, abría la puerta y salía a la calle una
mujer, madre, grito, rabia que con el tiempo se transformaría en el motor de
otras madres y en la pesadilla de la dictadura.

A partir de ese 30 de noviembre de 1976, Azucena se hizo oír y sentir en


cuarteles, pasillos, mostradores, comandos, iglesias, hospitales, comisarías. La
respuesta era siempre la misma: muecas, miradas congeladas por el miedo, “que
Dios la ayude”, “tenga fe”, “los chicos son así”.

(…) Hasta que una tarde, por fin, se encontró con un rostro como el de ella y
otro… y, en un pasillo varios más, y en el mostrador, decenas. Rostros de
párpados hinchados, espaldas vencidas y tobillos morados de tanto andar:
Madres. Otras madres como ella. Se atrevió a hablar: -Esto no sirve. No sirven
las colas, las pilas de expedientes, las respuestas estúpidas, los comisarios, los
curas. Tenemos que juntarnos. Que nos vean juntas. Que nos oigan. Que nos
sientan. Vayamos a Plaza de Mayo y pidamos por nuestros hijos.

Al principio fueron pocas. Pero el dolor y la esperanza fueron más fuertes que
el miedo y ahí estaban, un sábado, tomadas de la mano, Las Madres de Plaza de
Mayo.

Ahí estaba Azucena creando una forma de organización que el enemigo jamás
iba a olvidar. Una plaza de Azucenas que seguirían creciendo a pesar de los
inviernos y los otoños más implacables.

La primera reunión en la plaza fue el 30 de abril de 1977: sábado y llovía. Eran


sólo catorce. Catorce desafíos, catorce voces cansadas de reclamar, catorce
mujeres coraje, catorce memorias que no olvidaban. Las reuniones se pasaron
a los jueves. Las madres se multiplicaron.

Pero tampoco podían quedarse quietas porque la policía no se los permitiría.

-Circulen, circulen… -amenazaban.

Fue la palabra clave para Azucena Villaflor.

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

-Si quieren que nos movamos, lo haremos-dijo. Y empezaron a moverse, a dar


vueltas. No las vencía ni el cansancio, ni el dolor, ni la desesperanza. La Ronda
de Plaza de Mayo, la Ronda del Coraje había comenzado. Era sólo el principio.

Que ganamos con quedarnos quietas en un lugar. No moverse es igual a morir,


pensó Azucena presintiendo que desde algún rincón el enemigo la observaba.
Un enemigo de ojos azules y rostro de niño bueno que ya tenía instrucciones
precisas de acabar con Azucena Villaflor. Sólo siete meses y algunos días
compartió Azucena con las madres. Siete meses de no dormir, de reuniones, de
organizaciones por barrios, de reclamos. Su voz se escuchaba en todos lados y
seguramente golpeaba los oídos de los represores.

El muchacho de ojos azules la seguía de cerca. La aparición de una solicitada


con un extenso listado de secuestrados en el diario La Nación, es otro hecho que
señala a Azucena como un peligro a eliminar. Pero esta mujer, tierna y feroz al
mismo tiempo, serena pero implacable, presintió, de alguna manera, su propio
fin. El día 10 de diciembre de 1977 salió de su casa para comprar el ejemplar en
donde salía la solicitada por la que tanto habían peleado. No quiso despertar a
nadie y dejó la pava en el fuego. Mientras cruzaba la Avenida Mitre sintió el sol
en la cara. Fueron instantes. Una frenada. Dos. El sol desapareció cuando
estrellaban su cabeza contra el piso de un auto. Boca abajo, vio su cocina, vio a
Pedro, su marido, preparando el mate, escuchó a sus otros hijos llamándola,
imaginó su encuentro con Néstor y un largísimo abrazo que había quedado
pendiente. Boca abajo, cerró los ojos y vio la Ronda de las Madres de Plaza de
Mayo. Estaban todas, menos ella.

Diana Piazzolla. Leer x leer. Cuaderno No. 5. Plan Nacional de Lectura.


Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Buenos Aires. 2004.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

EL QUE NO SALTA ES UN HOLANDÉS

Estaban ahí aquel día en que nosotros nos


pegamos al televisor portátil llevado por el
gerente, ya que el acontecimiento, Mabel Pagano
muchachos, justifica el abandono del trabajo Mabel Pagano nació en
por un rato, imagínense, hace casi cuarenta Lanús, Buenos Aires, en
años que los argentinos esperamos algo así. 1945. Como escritora,
Vengan, chicas, que esto no se lo pueden colaboró en las revistas
perder y nosotras, que ni locas, porque una literarias
Oeste, Contexto, Letras
cosa es un partido cualquiera y otra muy Argentinas, Ateneo y Amar
distinta, un mundial. Pero la Flaca dijo yo u, las revistas Para
tengo que hacer ese trámite de la importadora Ti y Vosotras, y los
y se fue. Volvió cuando ya estábamos en los diarios Mayoría, El Día,
escritorios, todos emocionados porque todo El Tiempo y Convicción.
salió perfecto, según Javier, y qué bárbaros los
gimnastas, para el cadete y para nosotras, con la banda y el desfile y los papelitos,
una maravilla, no sabés lo que te perdiste, pero la Flaca sin interesarse, ahí
parada, con los ojos fijos en ninguna parte y diciendo que a la misma hora del
festejo, ellas estaban ahí, en la Plaza, como cien, dando vueltas a la Pirámide,
algunas llorando y otras diciéndoles a los periodistas extranjeros que no tenían
noticias de hijos, hermanos y padres. Y los tipos seguro que las filmaban para
hacernos quedar como la mierda en el exterior, Javier interrumpió golpeando el
escritorio y el cadete asegurando que no importa porque, total, quién les va a
dar bolilla a cuatro chifladas y nosotras diciéndole terminala con eso, Flaca, que
por ahí, andá a saber cuál es la verdad y el gerente rematando con que me
gustaría saber quién les paga para que saboteen la imagen del país.

Los días siguieron: la república era una gran cancha de fútbol. Empatamos,
ganamos, perdimos, pero no importa, porque la copa se la van a llevar si son
brujos y el televisor ya fijo en la oficina, mirá, mirá que remate, cómo se perdió
el gol ese boludo y aquel hoy no pega ni una. Las mujeres, ya bien al tanto de lo
que significa un córner, cuál es el área chica y qué es lo que debe hacer el puntero
derecho. Pero Goyito, el de Expedición, desapareció hace cuatro días y nada,
dale Flaca, vos siempre la misma amargada, el cadete con sonrisa de costado y
Javier que por algo habrá sido, che, porque a mí todavía nadie me vino a buscar.
Y ellas siguen ahí, dando vueltas a la Pirámide, ma sí, ya se van a ir, acabala,
parecés la piedra en el zapato, pero tienen que darles una explicación, lo que
tienen que darles es una paliza y listo, así se dejan de decir macanas cuando el
país está de fiesta. Hay que embromarse con alguna gente, la patria no les
importa, el gerente opinando desde la primera fila frente a la pantalla y la Flaca
como para sí misma, el fútbol no es la patria. Gol. Gooooolllll. Golazo. ¡Ar-

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

gen-ti-na! ¡Ar-gen-ti-na! ¿Hacen falta seis para pasar a la final? Se hacen los seis,
pero a la hermana de Carrasco la secuestraron anoche a dos cuadras de la
facultad, que se embrome, por meterse donde no debe, dijiste vos y Javier yo
siempre le vi algo raro a esa chica, enganchando enseguida con que después de
los seis pepinos a los peruanos, concierto de cacerolas en el edificio, en pleno
Barrio Norte, nunca visto, el delirio, la locura y nosotras, contando de la
caravana de coches y el novio y el marido, con las banderas, los gorritos y las
cornetas, nos acostamos como a las cuatro y hasta la chica aquella, Mariana, la
de Libertador, con la vincha y subiéndose a un camión que pasaba para el
centro, no se puede creer, ¿viste? Por un anónimo, nada más que por una
denuncia sin fundamento y al otro porque ayudaba al cura y a las monjas en la
villa del Bajo Flores. Te digo que no me quedó uña por comerme y la hora
maldita no pasaba nunca, tocando el techo con cada gol y mirando el reloj, hasta
que al fin se dio. Se me cayeron las lágrimas, ¡qué final! ¡El que no salta es un
holandés! Y los que desaparecen son argentinos, dale Flaca, no empecés, ¿no te
dije, pibe, que la Copa se quedaba aquí? Todos con las banderas y los pitos, a
gritar y a cantar, dale con el tachín- tachín, juntos, en aquella fiesta que parecía
que no iba a terminar nunca, porque ganamos, salimos campeones y fue como
una borrachera de la que nos despertamos con este dolor de cabeza que nos
martillea las sienes y un revoltijo de estómago que aumenta a medida que la tapa
de la olla se va corriendo. Las cuentas finales no aparecen y la lata está rota de
tantas manos que se le metieron adentro. Pero lo peor es lo otro, ellas que siguen
ahí, ellas, que ya estaban pidiendo por los que no estaban mientras nosotros
saltábamos, sordos a lo que decían algunos como la Flaca, ustedes no se dan
cuenta de lo que está pasando y cuando comprendan, ya va a ser tarde.
Aseguraba que éramos como los alemanes, que veían el humo saliendo de las
chimeneas de los campos de concentración y miraban para otra parte, se
callaban, como callamos nosotros, entonces y después, tapándonos hasta las
orejas cuando las sirenas nos interrumpían las noches, o escuchábamos algún
grito, o se llevaban a alguien del piso de abajo. Nos dieron un pirulín para matar
el hambre, Flaca, tenías razón y una entrada al circo para comprarnos la
conciencia.

El que no salta es un holandés. Mabel Pagano. Leer x leer. Cuaderno Nº 5.


Plan Nacional de Lectura. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.
Buenos Aires. 2004.

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EN DEUDA

Estuvieron un mes y medio sin salir a la calle,


y uno de los temas favoritos consistía en
imaginar cuál sería el próximo destino: “No Cristina Zuker
teníamos idea. Sabíamos que íbamos a pasar Cristina Zuker es periodista
por un ámbito militar, pero no dónde sería. y escritora. Es hija del actor
Hacíamos bromas sobre eso. Nuestra fantasía Marcos Zuker y hermana
era Cuba, aunque también se hablaba de Ricardo, quien militó en la
Tanzania. Por las dudas, el Pato ya había organización Montoneros y
fue detenido y asesinado en
empezado a ensayar la imitación de Fidel 1980 por el Batallón 601
Castro en uno de sus interminables del Servicio de Informaciones
discursos”. del Ejército.

Cuando se despidieron, no estaban muy


seguros tampoco de volver a encontrarse.

“Recién cuando llegué al aeropuerto de Barajas y me dan el pasaje y los


documentos, me entero de que voy al Líbano, vía Roma. No sabía nada de las
relaciones que tenía Montoneros con los palestinos. En el viaje me puse a
imaginar el desierto, los camellos. No tenía mucha idea, pero era un vergel, uno
e los países más alucinantes que he conocido, aunque estuviera destruido”.

Fito llegó a Beirut, a la representación que tenían los Montoneros en un local


de Al Fatal, estuvo un par de días ahí, y se fue a Damour, un pueblito donde
funcionaba una de las bases de entrenamiento, que condensaba en sí mismo el
drama de la destrucción.
(…)
Mientras estuvimos en el Líbano, estábamos armados durante todo el tiempo.
Llevábamos un fusil de asalto, el famoso Kalashnikov, algún arma corta, y
grandas. Todo el tiempo, “vuelve a recalcar Fito, y reconoce que se sentía como
un marciano.

“Así, a la distancia tengo como una sensación desagradable, de una situación de


omnipotencia muy grande. Si estás armado, la realidad se constituye de otra
manera, y cualquier situación de conflicto se resuelve a los tiros, igual que en el
Lejano Oeste”, define Fito, que tiene pinta de rubio de la película.
(…)
Montoneros había puesto una suma de dinero que incluía el entrenamiento,
armas, municiones, la casa abandonada, una cocinera, Sohel, un instructor,
Ahmed, y dos ayudantes, Yihad y Rachid, que vivían con ellos. Ya el primer día,
los tres hombres, no acostumbrados a la presencia de mujeres en las bases,

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clavaron unas maderas para cerrar la comunicación entre las habitaciones y los
sexos.
(…)
“Ahí nos enteramos de que cuando entraban a operar en territorio ocupado, si
eran detenidos estaban autorizados a delatar para no sufrir la tortura. Antes, a
su familia la mandaban a Jordania. La idea era impedir que lo destrozaran hasta
que hablase. Sabían que las fuerzas de un hombre tiene un límite”.

Fito nunca olvidará las torturas que sufrió mientras estuvo desaparecido, y
reivindica la postura de los árabes para evitar el sufrimiento de los combatientes.
“Yo sabía que a mí no me iban a torturar más. Yo iba a delatar. Había pasado
por esa prueba, y no lo había hecho. Pero no sabía si lo iba a volver a tolerar”.
Y no dejaba de pensar en eso, y se decía: “No, ese precio no lo voy a poder
pagar. No quiero convertirme en una basura humana”.

En una de esas charlas que tanto los hermanaban, recuerda que le contó a
Ricardo de Lucila, una íntima amiga de su adolescencia, que estaba
desaparecida. “Mi decisión de volver tenía que ver con que si estaba viva, debía
salvarla. Él ya me había dicho en Madrid que le había llegado información de
que el enemigo tenía localizada toda la estructura militar de Montoneros, y que
manejaban un organigrama donde iban tachando a los que iban cayendo”.

“A Lucila la mataron con un embarazo de nueve meses”, dice que le dijo el Pato
sin anestesia, que también la conocía por ser la mujer del Negro Fassano, uno
de sus ex compañeros de la Facultad de Derecho.

A Fito se le quiebra la voz al recordar ese momento, aunque se recupera para


destacar que “no vivimos engañados y con información distorsionada: todos
participamos del voluntarismo, y vimos las huelgas fabriles que se sucedían en
la Argentina como una señal de cambio importante en la relación de fuerzas”.

“Ir en busca de la victoria era como resarcirse de esas pérdidas. Se trataba de


agarrar la bandera y seguir hasta las últimas consecuencias para que el sacrificio
de los compañeros caídos no quedara trunco. En la decisión de volver, el peso
estuvo puesto en la deuda hacia esos compañeros”, recalca Fito con el ardor de
entonces, antes de ingresas en temas más domésticos.
(…)
“Nos levantábamos muy temprano porque a las cuatro de la mañana
empezaban los bombardeos. (…) Para Fito, la diferencia entre el ejército israelí
y los palestinos era abrumadora: “En eso sí se parecía a la relación de fuerza que
había con la dictadura”.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

En medio de las bombas trataban de aprender a manejar todo tipo de armas y


explosivos, como el RPG7, “una especie de misil portátil que atraviesa
blindados, que se había usado durante el Mundial 78”, y que al ser disparado
lanza hacia atrás una violenta llamarada. Otro era el lanzaenergas, según dicen
un invento de la logística montonera, que consiguió adaptar el pesado fusil FAL
de hierro y madera para disparar granadas en lugar de balas.

“Se especializaba a la gente de acuerdo con las potencialidades: los más ágiles
eran los que iban al frente, que se exponen más y van con armas cortas; y los de
atrás, que van como contención y como apoyo, por si aparece alguien, eran los
que tenían mejor puntería. Esas prácticas las hicimos muchas veces, para evitar
lo del “fuego amigo”, y matar a alguno de los compañeros. Primero lo hacíamos
sin armas, como si fuera un ensayo de ballet o de teatro. Íbamos haciendo ‘ta,
ta, tatata’, como si de verdad estuviéramos disparando. Había que ir
zigzagueando, reptando, que es más o menos lo que te enseñan en la colimba”.

También ensayaban, primero desarmados, cómo graduar el gatillo para no


quedarse sin balas, tratando de darle un ritmo casi musical al ‘ta, ta, tatata’ del
ejercicio.

Cristina Zuker. El tren de la victoria. La saga de los Zuker. Del Nuevo


Extremo. Buenos Aires. 2010.

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EL CONSEJERO

Negaba todo. No podía desconocer las


atrocidades que le atribuyeron a su padre
cuando la dictadura de los comandantes
Tomás Eloy
empezó a resquebrajarse después de la
Martínez
derrota de las Malvinas. Los horrores del
pasado rompieron entonces los diques y Tomás Eloy Martínez
salieron a la luz los prisioneros atormentados, (Tucumán, 1934 - Buenos
enceguecidos, arrojados al río y a las fosas Aires, 2010) fue un escritor
comunes; el robo de recién nacidos, las y periodista argentino. Entre
1975 y 1983 debió exiliarse
violaciones, los combates a muerte contra a Caracas, donde trabajó en
enemigos que no existían. Dupuy estuvo en El Nacional y El Diario de
cada uno de esos infiernos: ayudó a crearlos, Caracas. Además, ha sido
les dio su bendición y les dijo a los emisarios reconocido mundialmente por
del presidente Jimmy Carter que eran sus obras sobre la vida de
imaginaciones de los extremistas. Cuando la Juan Domingo y Eva Perón.
dictadura se hundió fue el primero en
ponerse a salvo. En el editorial de despedida que escribió para La República
anunció que la revista dejaba de salir porque en los nuevos tiempos la gente
prefería la radio y la televisión a cualquier forma de lectura. Él era un hombre
de las palabras, dijo, y le daba lo mismo exponerlas por escrito o e viva voz
mientras fueran palabras libres. Admitió que en el pasado había cometido graves
pecados de omisión (todavía hablaba de pecados), y dijo que millones de
argentinos compartían con él esa falta. Pidió disculpas por haber prestado más
atención a la flotación del dólar que a los cadáveres en el Río de la Plata. Soy
responsable de esos errores, como lo son tantos de mis compatriotas. El
editorial terminaba con una frase que era un modelo de cinismo pérfido: “La
dictadura que padecimos los argentinos fue criminal y corrupta como ninguna
otra antes. Nos mantuvo en la ignorancia de los horrores que cometía y no se
privó de cometer ninguno. Gracias al sabio designio de Dios, la pesadilla llega
a su fin”.

Aceptó entrevistas de televisión, en las que esquivaba las preguntas peligrosas


y, ya sin la gracia de su fascismo sincero, exaltó las virtudes de la tolerancia
democrática y se declaró cristiano, dispuesto a discutir hasta las ideas y los
credos que le repugnaban, si bien no aclaró cuáles eran. Aunque se esmeró en
no molestar a nadie, algunas de sus hazañas se ventilaron en el juicio. Se salvó
del castigo, no de la repulsa. La directora de un orfanato de mujeres declaró que
el doctor visitaba a las internas de ven en cuando, elegía a las más jóvenes y las
llevaba a pasear en su auto. Ninguna de ellas regresó jamás. Eran chicas que
apenas salían de la adolescencia y que habían aprendido a coser, cocinar y hacer

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cuentas. No tenían familias que las reclamaran y vivían aisladas en el orfanato


sin el menor contacto con el mundo de fuera.
(…)
A fines de 1977, Dupuy era el consejero al que más recurrían los comandantes,
el único al que aceptaban como moderador en sus peleas por el poder. Una
noche, a fines de noviembre, lo citaron a la Casa de Gobierno. Faltaban seis
meses para que se jugara el campeonato mundial de fútbol y ya se habían
terminado a tiempo los estadios, los hoteles para los periodistas visitantes, las
autopistas rápidas, la estación que transmitiría los partidos a todo color. Dupuy
supuso que lo llamaban para mediar en otra de las querellas sin fin entre las
armas. Sería franco, les diría que se arreglaran entre ellos. O tal vez le pedirían
que impidiera, sin llamar la atención, la fastidiosa ronda de las mujeres que todos
los jueves daban la vuelta a la Pirámide de Mayo, en las mismas barbas del poder,
para reclamar por hijos que estaban perdidos o muertos. Fuera cual fuese la
misión que le encomendaran los comandantes, sabría dar la solución mejor, la
que pusiera contento a los tres.
(…)
Un edecán se le acercó y lo acompañó al salón donde los comandantes
terminaban la cena. Se los veía nerviosos, contrariados. La mesa estaba cubierta
por recortes de la prensa extranjera, caricaturas, grandes títulos sobre los
campos de concentración clandestinos, las torturas y las cifras de personas
desaparecidas. Una de las caricaturas representaba a la Anguila con el bigotito
de Hitler y el mismo mechón de pelo caído sobre la frente. El dibujante se había
esmerado para que el mechón se viera lustroso y endurecido por la gomina.
Dupuy tuvo la impresión de que el comandante de la Armada se divertía con la
exhibición de desgracias. Era un hombre macizo, musculoso, arrogante, el
reverso de la Anguila. Le pidió disculpas a Dupuy por convocarlo a esa hora y
le rogó que se sentara.

No queremos cansarlo, dijo. Ya usted habrá entendido para qué lo llamamos.


Necesitamos su imaginación, su ayuda.
Hay una campaña desatada contra nosotros, siguió la Anguila. Queremos
frenarla cuanto antes. Falta poco para que el país entero se convierta en una
vitrina ante el mundo. Van a juzgar con lupa todo lo que hemos hecho.
Supongo que han leído la última columna que publiqué yo en La República para
refutar esa campaña infame.

¿”Derechos y humanos”? Un modelo de inteligencia, doc, como todo lo suyo,


dijo el marino. Sin embargo, lo que usted dice sólo influye, por desgracia, dentro
del país. Y el país ya está convencido. Entiende que cuando se ataca al gobierno
se ataca a la nación. Lo que no podemos controlar son las calumnias de afuera.

Tomás Eloy Martínez. Purgatorio. Alfaguara. Buenos Aires. 2008.

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REPROCHES MUTUOS

Le extiendo los brazos sin tocarlo, y él da dos


o tres pasos hacia mí, se ríe y se cae. Y otra
vez empezamos, lo sostengo, lo suelto y él da Elsa Osorio
unos pasitos solo y le da mucha risa. Los dos Elsa Osorio (Buenos Aires,
nos reímos. Estoy tan orgullosa de Juan. 1952) vive en Madrid,
Suena el timbre y voy corriendo hacia la donde imparte talleres de
puerta. Delia me dijo que si tenía un rato, nos narrativa. Su última novela,
vendría a visitar. A veinte años, Luz, fue
traducida a dieciséis lenguas,
y ha obtenido, entre otros, el
-Sorpresa, sorpresa –me dice sonriente y Premio Nacional en
parece que nos tenemos que alegrar. Argentina, Premio
Argentores al mejor guión de
Mamá vino de Punta del Este a Buenos Aires Comedia, premio al
a acompañar a Daniel. Tiene que recibir a Periodismo de Humor,
Premio Amnesty
unos americanos estos días, y entonces ella International, y ha sido
aprovechó para ver a su hija y a su nieto. finalista del Premio Fémina
en Francia.
Su presencia me molesta, y que diga así, mi hija
y mi nieto, con total impunidad, me saca de
quicio. ¿Se lo creerá ella misma después de tantos años de mentira? Pero no me
sale nada, más que un reproche: no hables de tu nieto, poca idea tenés de Juan,
ya camina y vos ni idea.

Invento cualquier cosa con tal de no decirlo. ¿Tengo miedo? Sí, prefiero este
reproche, injusto porque soy yo la que impidió hace meses con cualquier excusa
que nos veamos, y si lo hago es cuando hay mucha gente, para evitar que se dé
una situación en la que podamos hablar.

-Mostrale a Mariana cómo caminás –le dice a Juan, como si no me oyera-, a ver,
lindo, mostrale.

-¿Por qué le decís Mariana y no abuela? – la interpelo.

Que qué tontería, acaso yo le dije abuela a Amalia alguna vez, vos ya no sabés
qué inventar, Luz. Y me pongo pesada, le digo que lo normal es que le diga
abuela. Y entonces me crispa diciéndome que es totalmente vulgar decir abuela.

-Mariana, como si no fueras su abuela –se lo digo, sí, se lo digo-. Porque no sos.
No sos su abuela.

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Me mira asustada: ¿Qué me querés decir? Se hace la ofendida pero tiene miedo.

Y entonces le reprocho que no me lo haya dicho nunca, que me haya engañado


toda la vida, y ella abre los ojos muy grandes y no dice nada. Lo llevo a Juan a
su cuarto, lo pongo en el corralito. Juan ya lo sabe, yo se lo dije, pero no quiero
que esté presente en esta conversación. Cuando vuelvo al living la encuentro
más armada y es ella la que ataca.

-Luz, yo no creo en los psicólogos, pero quizás te haría falta ver a alguno. Decís
cada cosa, que sólo pensando que la maternidad te trastornó mentalmente
puedo tratar de pasar por alto esta actitud.

-Pero cómo podés seguir mintiendo, mamá, vi el certificado de nacimiento de


tu hijo, era varón, y se murió.

La cara se le descompone. Se quiebra. Su hermosa y tersa piel se cubre de


pliegues. Un momento de piedad, ella tampoco lo sabía entonces, recuerdo.

-A vos también te engañaron, ¿no es cierto? –trato de reconciliarme-, pero al


fin te enteraste.

Quién me lo dijo, quiere saber, quién puede ser tan pero tan malo, tan cruel. La
bruja de Laura, no puede ser otra. Y se enfurece. Las dos gritamos, exigimos,
ella que le confirme si fue Laura quien me lo dijo y yo que me diga qué es lo
que averiguó de mi verdadera madre. Juan llora fuerte en el otro cuarto. Lo voy
a buscar, lo alzo e intento calmarme. Veo a esa mujer, pasado el arrebato de
furia, llorando desconsoladamente sobre el sofá. No me quiero dejar ganar por
la lástima. Le pido que se tranquilice, un denodado esfuerzo de voluntad por
aplacar mi voz y adentro de mí todo arde. Que lo haga por Juan, que va a ser
mejor que lo hablemos con calma y no así, las dos furiosas.

-Y cómo querés que esté con lo que me decís. Todavía me lo reprochás, me


pasé años enteros de mi vida dedicada vos, te di de todo, tuve que aguantar tus
caras de culo permanentes, tu desobediencia, tus… extravagancias, digámosle
así, para ser suaves, y ahora te enterás, en lugar de agradecerme, me lo
reprochás.

-Te reprocho que no me lo hayas dicho.

Ella se pone de pie, toma su bolso, mientras busco agua para darle a Juan.

-Esperá –le ordeno-. Ya vuelvo.

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Intento dejar a Juan en el corralito otra vez y voy a su encuentro. Su cara de


víctima me indigna. Mejor se va, me anuncia, antes de decirme una barbaridad.

¿Cómo qué? –le salto-, ¿cómo que me robaron a una mujer indefensa?
Decímelo –y la sostengo del vestido cuando avanza, me viene una imagen de
mí, chiquita, tratando de retenerla a mi lado de la misma forma, prendiéndome
a su vestido, y me duele, no quiero ese inoportuno sentimiento ahora que me
he atrevido a decírselo, por eso grito-. Tu papá me debe haber robado. Y vos
sabés bien quién era tu papá.
(…)
-No te permito que hagas insinuaciones sobre papá. Con lo que te quería.
Deberías estar infinitamente agradecida. Por él tuviste una madre, una familia.

-Ah, sí, ¿y quién se lo pidió? ¿Lo hizo por mí? ¿O para que su nena no sufriera?

Camina en el hall decidida, desde allí me mira otra vez. La lástima se le mezcla
a la furia, la voz deshilachada.

-Luz, me das pena. Estás muy enferma. Cuando recapacites, llamame.


(…)
No me muevo, me quedo ahí, paralizada un largo rato hasta que logro llegar
hasta el cuarto de Juan. Y su sonrisa me va calmando. Sí, dulce, vamos a
practicar otra vez. Un pasito, y otro y otro más. Cómo te quiero. Le vamos a
mostrar a tu papá qué bien caminás. Se va a poner recontento.

Elsa Osorio. A veinte años, Luz. Planeta. Buenos Aires. 2006.

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LA BÚSQUEDA

Estaban despegando las cartulinas negras de


los vidrios cuando sintieron que el olor de la
tierra mojada inundaba la casa abierta en Daniel Moyano
todos los costados. Llueve en el cerro, dijo Daniel Moyano nació en la
Sila, unos minutos más y estará lloviendo en Ciudad de Buenos Aires en
Hualacato. Y corrieron a descalzarse oyendo 1930. En 1976, fue
los primeros goterones sobre el zinc del encarcelado en La Rioja por
techo. Las radios y tenés, que estaban pasando la dictadura militar. Una
vez liberado, se exilió
músicas prohibidas, interrumpieron los en España, donde fue obrero
programas para anunciar que harían un relato en una fábrica de
de la lluvia para los que por cualquier motivo maquetación y,
no pudiesen salir de sus viviendas. Son gotas posteriormente, ejerció la
cristalinas, rutilantes, gotas como pequeños crítica literaria para el
mundos de juguete, llueve señores, llueve diario El Mundo hasta su
muerte en 1992.
desde el cielo, decían los locutores, ellos
siempre tan cursis. Los aparatos de TV
mostraban a una vieja que miraba llover desde la cama, vamos a ver señora qué
opina usted de la lluvia; y la vieja no sabiendo qué decir, llueve nomás, de arriba
para abajo; y había chicos mojándose en la calle con los barquitos de papel
preparados para cuando llegase la creciente.

Llovía sobre las casas torcidas de Hualacato, un maizal bajo agua y viento sur,
y los albañiles con las plomadas en las manos esperando que escampara para
empezar a enderezarlas. La propia lluvia rompiendo los canales que había hecho
para desviarla y envasarla, corriendo ahora libremente por las calles y los
campos. La gente que chapoteaba en las calles tuvo que empieza a subirse a las
veredas y refugiarse en los zaguanes, ya se venía la creciente trayendo el agua de
los cerros. Se quedaban todavía los más atosigados, dejándose bañar por el agua
aromatizada con las hierbas de los montes, y los amantes que habían salido a
besarse bajo el agua. Los hualacateños corrían de un lado a otro buscando
desaparecidos, preguntaban y buscaban mirando caras, si no habían visto a los
padres de esta criatura, a los pequeños nietos de estos viejos, secuestrados con
sus padres, a los bebés nacidos en cautiverio de madres secuestradas en estado
de embarazo. Sila corría por una calle preguntando si alguien había visto a la tía
Francisquita con su Carlos; la Coca golpeaba la puerta de tía Marcelina y no
contestaba nadie, quién había visto por favor a la tía Céfiro y a su marido el
Lucho, nadie había visto al Yeyo por ejemplo; y el Kiko preguntando por el
Bocha, y cada pregunta contestada con otra, que a su vez preguntaba por
alguien. El Kico pudo llegar a la casa de la tía Francisquita, casi tapada por la
maleza. Las puertas estaban rotas, la casa vacía refugio de animales sueltos, un

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caballo en la sala se movía entre pocillos de cafés rotos y pedazos de espejos.


Estaban llegando a la casa del Yeyo cuando se vino la creciente y tuvo que
refugiarse en los zaguanes.
(…)
Cuando pasó la creciente continuó la búsqueda. ¿No vieron a Carlos, al Lucho,
al tío Juanjo? No. ¿Y ustedes no vieron al Flaco, al Tuco, a la tía Delicia? ¿Cómo
no estaba el Yeyo? El nunca faltaba a ninguna parte. Bastaba decir ¿dónde está
el Yeyo? y siempre había alguien que decía cómo, ¿no lo viste? Ahí mismo. Y
uno giraba la cabeza y siempre estaba el Yeyo.

Estaban haciendo el recuento y faltaban muchos, el fondo de los diques, los


socavones, las canteras de cal, el mar. Sin contar los que habían caído ese mismo
día, entre ellos el Cachimba.

Nunca vi tantas caras desconocidas, decía el viejo empujando con su silla a las
gentes que todavía chapoteaban en los charcos dejados por la lluvia. Vayamos
a buscarlos directamente en sus casas; la tía Francisquita está muy cerca, dijo la
Coca. No vale la pena, dijo Kico, hoy todo el mundo está en la calle, ya los
encontraremos, además se está poniendo fresco y conviene que volvamos a
casa, los chicos tienen frío.

Daniel Moyano. El vuelo del tigre. Legasa. Madrid. 1981.

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BUENO COMO EL PAN

El padre habita país de exilio, convencido de


estar sufriendo todas las penurias posibles.
Sin embargo, llega, desde la tierra de origen, Antonio Di
una carta que habla de una desdicha más Benedetto
penosa aún, que la padecen los suyos, los que Antonio Di Benedetto nació
quedaron allá. en Mendoza en 1922.
Como periodista, escaló
Entonces se da cuenta que sobre la saturación hasta ser subdirector del
de dolor, aún cabía éste, que le quema el diario Los Andes y se
transformó en una referencia
pecho y lo aturde mentalmente. contra la censura mediática.
Como escritor publicó
Se dirige desde la sucursal de correos a novelas y libros de cuentos,
refugiarse en su habitación, a perfeccionar el llegando a obtener
cultivo de su soledad. distinciones como el Premio
Konex de Platino en 1984.
Empuña el bolígrafo pensando en la frase
apropiada para acercar consuelo a la hija, pero pronto lo suelta, convencido de
que las palabras no bastan para mitigar necesidades materiales.

Prepara un té y se da cuenta que lo bebe para serenarse; sin embargo, está


argumentando mentalmente para sostener, ante sí mismo, que él hace cuanto
puede para socorrer económicamente a la familia. Le parece que ya ha
encontrado qué escribir: le hará notar a la hija que no se separó del hogar por
su voluntad, que de todos modos puede sostener que era una persona honesta
y los años de destierro incluso han moderado su carácter y acortado sus bríos,
desplantes, arrogancias y actos irreflexivos. Mea culpa…

Dice, con ánimo de escribirlo después: Soy frugal, soy económico, me sostengo
con lo poco que me pagan por mi trabajo….Especialmente contigo, hija, soy
bueno, como no me conociste, bueno como el pan…

Con estas meditaciones se asoma al balconcillo y abajo, sobre el aparcamiento,


hay un herviderote palomas, como todas las mañanas. El cielo se ha despejado
de los celajes grises de las primeras horas y en su aire azul dorado vencejos y
golondrinas trazan repentinas rayas obscuras. Un vecino está por arrojar algo,
un papel, y las palomas no han necesitado ver el ademán para intuirlo y alzarse
en vuelo precipitado, sin embargo de prolija formación.

Con las palomas en fuga prudente, con los píos perforantes de las golondrinas,
se entrecruza el trino tenaz y repetido de otro alado, un prisionero. Un canario

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que no goza de iguales libertades, pendiente su jaula de una ventana allá


enfrente.

El hombre presta ojos a los pájaros, como si fuera algo importante, dándose
cuenta que no lo son, ya que lo tiene capturado el ansia de alegar lo que se ha
propuesto: pasar al papel que él es bueno, bueno como un pedazo de pan.
De tanto contemplar los monótonos desplazamientos de las aves, ese día otros
días, la búsqueda acuciosa del pico de las palomas entere los desperdicios que
las señoras de los pisos altos arrojan al patio y la terraza, el hombre se va
adormeciendo, como pan en el horno, como pan que duerme al abrigo del
fuego.

El padre está planificando. Se vuelve pan, se dora y se seca, se resquebraja.


Luego sopla un pocote viento y como pan se deshace, el aire carga con él y
generosamente distribuye las migas a las palomas que entretienen el hambre
rondando sobre el techo del aparcamiento de coches.

Antonio Di Benedetto. Cuentos del exilio. Bruguera. Buenos Aires. 1983.

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¿QUÉ HICIERON?

¿Qué hicieron? –le pregunta mi madre.

Mi padre, en la cocina, en el mismo lugar Leopoldo Brizuela


donde una noche quiso ahorcarla –pero yo lo
impedí-llena un vaso de agua, de espaldas a Leopoldo Brizuela nació en
nosotros, que lo miramos fijo. Al cerrar la La Plata, Buenos Aires, en
canilla, con algo de ritual -¿un altar la 1963. En 2012 obtuvo
el Premio
mesada?- se vuelve, todavía abstraído, apoya
Alfaguara por Una misma
las nalgas contra el mármol y empieza a beber, noche, novela en la que
lujosa, remilgadamente. reconstruye una historia que
vivió de niño, cuando en
Se diría que el agua es el premio por lo que 1976 la casa de uno de sus
acaba de hacer. O mejor: que se ha ganado el vecinos era asaltada por
militares.
derecho a beber el agua que toma.

Termina un primer trago. Los ojos miran, alto, como si oyera el silencio. Los
ruidos han mermado en casa de los Kuperman; solo hay algunas voces, un
tronar de transmisores, puertas de autos que se cierran –como el eco de un
acorde que quedó sin resolver.

Pero él escucha otra cosa. ¿Qué recuerdos extraños que el agua le revive?

Yo temo abrir la boca como quien teme despertar a un sonámbulo. Despertarlo


y que nos vea, a mi madre y a mí, y reconozca un resabio inesperado del mundo
de las Kuperman. Y en un último e inesperado embate ejemplar, nos aniquile.

¿Qué hicieron? –repite mi madre, con un último dejo de dureza en la voz.

Yo temo. Yo trato de inventar, como siempre que temo, un pretexto que aparte
a mi madre de allí. Pero no se me ocurre.

-¿Qué pasó? –insiste mi madre cuando se acerca a la ventana y descubre, en el


patio, entre las plantas, esa escalera de mano todavía apoyada en la medianera,
la perra que husmea entre las ramas rotas, las huellas embarradas. Ha empezado
a temer verdaderamente, mi madre, y sé que él lo disfruta.

¿Y si ella comprende, además, que yo sí he visto, y que no tengo valor para decir
lo que he visto?

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Mi padre pateando la puerta, rodeado por detrás de toda la patota –ellos, tan elegantes, y él
en ropa de cama. Ellos jóvenes y altos y él viejo y aindiado. ¿Con qué expresión en los mojos,
tras los anteojos negros? ¿Aprobación o burla?

¿Antonio, me oís?

“Antonio”, dice, y no “papi”, como lo llama siempre. Así lo llamaría ella antes
de que yo naciera. El nombre que figura en el pacto que yo desconozco.

Y al fin se oyen autos que arrancan y se alejan. Y mi padre, como imitándolos,


se separa por fin de la mesada y hace ademán de irse, también, a seguir
durmiendo.

-Qué hicieron- insiste ella, desplomándose en la mesa, como si ya empezara a


adivinar.

-Yo qué sé –murmura mi padre mientras pasa irrevocablemente hacia su pieza


para volver a acostarse y quizá sea verdad que, ahora que ha vuelto en sí, como
si despertara, no le queda de lo hecho más que la felicidad –ningún recuerdo.

“Yo qué sé, me repito: eso mismo me dijo, cuando yo era muy chico, la única
vez que me atreví a preguntar por su padre. “Yo qué sé –y fue su forma de
prohibirme, hasta hoy, que volviera sobre el tema.

Y de pronto no tolero la soledad junto a mi madre. Ahora yo debería decirle lo


que vi. O al menos decirle por qué he tocado el piano. Aterrado, pregunto:

-¿Apago las luces del patio?

Y ella, que parece agotada, me responde:

-Sí, sí, arreglá todo. Y vamos a dormir.

Leopoldo Brizuela. Una mala noche. Alfaguara. Buenos Aires. 2012.

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RECUERDOS

Entre las cosas que recordaba estaban: (…)


Los relatos de la pertenencia a la
organización, de la vida privada de sus
miembros y la historia de una de sus Patricio Pron
compañeras, que había sido enjuiciada y Patricio Pron nació en
expulsada de la organización por haberse Rosario, Santa Fe, en
involucrada sentimentalmente con el 1975. Licenciado en
miembro de una organización rival. Las Comunicación Social, ejerce
defecciones de algunos de sus miembros, como periodista en medios
como La Capital de Rosario
contadas con indignación pero también algo y El Litoral de Santa Fe, y
parecido a la perplejidad y a la compasión por colabora, entre otros medios,
sus antiguos compañeros. Una cifra, la de con El País de Montevideo y
ciento cincuenta miembros de la organización ABC. Por sus relatos y
muertos durante la represión ilegal, que han novelas, la revista británica
contabilizado los organismos de derechos Granta en español lo
seleccionó en 2010 como uno
humanos. Mi madre explicándome un día de los 22 mejores escritores
cómo crear una barricada, cómo en español menores de 35
desenganchar un trolebús y cómo años.
confeccionar un cóctel molotov. El recuerdo,
imaginario o real, de que mi padre alguna vez me había contado que él había
estado acreditado como periodista en el palco en el que supuestamente iba a
hablar perón a su llegada a Ezeiza, ésta es la parte real del recuerdo, y de cómo,
al comenzar el cruce de disparos se escondió tras el estuche de un contrabajo
en el foso destinado a la orquesta, en la que quizás sea la parte imaginaria del
recuerdo. También las historias de mi madre sobre su marcha al encuentro de
perón en su primer retorno de 1972, y ella atravesando el río Matanza con el
agua densa y podrida a la cintura y unos pantalones blancos que tuvo que tirar
a la basura, y sus historias y las historias de sus amigas sobre la muerte de Perón
el primero de julio de 1974 y las colas para despedirse del gran hombre bajo una
lluvia pertinaz y fría que disimulaba las lágrimas, y las largas colas y la gente que
se acercaba a entregar comida o una taza de café a los jóvenes que esperaban
turno a la intemperie, mas a la intemperie de lo que jamás habían estado, como
me contaron; y luego el regreso en tren, en un tren con las ventanillas rotas por
las que se colaban el frío y la lluvia y toda la muerte que iba a tener lugar en los
meses y en los años siguientes; y la tristeza y el llanto y la sensación de que todo
había acabado. También recordé la muerte de uno de los compañeros de mis
padres, sobre la que ellos me habían contado en una ocasión; eso había sucedido
en enero de 1976 y había hecho a mi madre esconderse en la casa de mis abuelos
paternos. Al llevarla allí, mi padre le había dicho: Si dentro de unas semanas no
tienen noticias mías no me busquen, y mi madre se había quedado allí, en ese
pueblo, con mis abuelos paternos, vagando a través de los días de esa semana

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

con los ojos cerrados. Entonces, la impotencia ante todo lo que sucedía y el
miedo, que yo había pensado de niño que mis padres no conocían y que sin
embargo conocían mucho mejor de lo que yo pensaba, vivían con él y luchaban
contra él y nos sostenían en él como se sostiene a un niño recién nacido en lo
alto de una habitación de hospital para que el niño se haga uno con el aire que
lo rodea y lo rodeará y así viva, y la carencia de una organización, que en esos
años era lo mismo que decir la carencia de una contención y una orientación de
los vínculos afectivos y las amistades, que no podían volver a visitarse bajo
riesgos de que esos encuentros fueran interpretados como un retorno a la lucha,
y la soledad y el frío. También, la práctica de rituales privados que iban a acabar
dejando huellas en todos nosotros y particularmente en quienes éramos niños
por entonces: la exclusión de las celebraciones, las precauciones en el uso del
teléfono, el compartimentamiento, mi padre caminando hacia el coche cada
mañana, mis hermanos caminando de la mano y sorteando bultos en las aceras,
yo caminando en dirección opuesta al tránsito y bajando la cabeza al ver pasar
un coche de policía, compartiendo el silencio con mis padres y mis hermanos,
un poco perplejo cada vez que-pero esto sucedió muchos años después-mis
padres volvían a encontrarse con sus compañeros y los recuerdos dolorosos y
los alegres se superponían en sus voces y se confundían y se fundían en algo
que era tan difícil de explicar para mí y que tal vez sería inconcebible para sus
hijos y que era un afecto y una solidaridad y una lealtad entre ellos que estaban
más allá de las diferencias que pudieran tener en el presente y que yo atribuía a
un sentimiento que yo también podría haber tenido hacia otras personas en el
caso de que hubiéramos compartido algo fundamental y único, en el caso de
que-y esto, desde luego, sonaba pueril o tal vez metafórico, pero no lo era de
ningún modo-yo hubiera estado dispuesto a dar la vida por unas personas y esas
personas hubieran estado dispuestas a darla por mí, todos los apodos o más
bien nombres de guerra que emplearon, los de sus compañeros y los que todavía
utilizan mis padres.

Patricio Pron. El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia.


Mondadori. Buenos Aires. 2011.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

JUZGAR O COMPRENDER

La sugerencia aportada por la Hermana


Antonia, esto es preguntarle directamente a
Eva Mondito acerca de ciertas cuestiones María Teresa
personales de su ex marido Rodríguez y Andruetto
eventualmente de ella misma, en la práctica María Teresa
resulta difícil de llevar a cabo por cuanto, Andruetto nació en enero de
como es sabido, desde el comienzo, la mujer 1954 en Córdoba. En los
en cuestión ha tenido por principio no años setenta, estudió Letras
responder preguntas sobre algunos episodios y, posteriormente, debió
exiliarse de su provincia
de su pasado, desde que en su pueblo “le natal. Obtuvo, entre otras
dijeron aquellas obscenidades” (Alberto distinciones, el Premio
Delfino, este encomillado y los siguientes) Novela del Fondo Nacional
que la hirieron, a juzgar por su de las Artes, la Lista de
comportamiento posterior, para siempre, y Honor de IBBY, y el
recibió “insultos de comunista y de puta”, en Premio Iberoamericano a la
Trayectoria en Literatura
primer término, y luego de “hija de puta y Infantil y Juvenil SM.
cagadora ”, según cómo soplaran los vientos.

Sea como fuere, y aún a riesgo de salir “escupido como rata por tirante” (N:
del I.: ésa es la frase que utilizó Pacha Freytes, “lo va a sacar escupido como
rata por tirante”), el redactor de este informe se llegó nuevamente hasta la casa
de la mujer en cuestión, en las afueras del pueblo donde reside (N: del I.: el lugar
exacto de residencia es el único dato que este informante se ha visto obligado a
prometer la reserva que ella reclama, según dice, por razones de seguridad ),
para ampliar su conocimiento sobre algunos puntos, básicamente a aquellos
referidos a su detención y permanencia en cárceles clandestinas, y los que tienen
que ver con ciertas acusaciones realizadas contra la persona de su ex marido
Guillermo Rodríguez.

Es necesario reconocer que, si bien Eva se mantuvo en un comienzo bastante


parca, hablando poco y haciendo un uso extremo de la cautela (N. del I.: en el
curso de la conversación le manifestó a este informante “es cierto que estuve
de acuerdo en contarle algunas cosas, y en dejar que las use a su manera, y
también es cierto que necesito el dinero, pero de todos modos, hay temas y
circunstancias de los que no voy a hablar, asuntos personales que, diga lo que
diga, van a ser mal interpretados “), no es verdad que no haya colaborado con
quien redacta este informe. Muy por el contrario, avanzada la entrevista, y ya
algo más distendida, estuvo dispuesta a contestar lo que se le preguntaba con
un alto grado de precisión y, según estima este informante, sin contaminar en
demasía con sus emociones los datos de la realidad objetiva. Así se la escucho

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

(N: del I.: cassette 18, lados A y B) narrar con serenidad la noche que la fueron
a buscar, buscaban a Eva Mondito, no sé si me asociaban con Aldo, me
buscaban a mí…, dice la vendaron, la metieron en un lugar oscuro y húmedo,
sé que era oscuro, no me pregunte cómo porque estaba vendada, pero lo sé, y
le pegaron, “mucho, a las que teníamos cara de judía nos pegaban más”.

En medio de la conversación se levanta y va a la cocina y desde allá ofrece café.


Cuando regresa, ya ha cambiado de tono, éste se ha vuelto más íntimo. Habla
entonces de una “chica a la que manosean “en ese sitio donde están, dice que
la hacen avanzar hasta que toca una pare muy húmeda,”…es en el Cabildo,
ahora sé que es ahí, en ese momento no lo sabía”.Dice también que en ese lugar
escucha por primera vez que “quieren ahogar a alguien, lo recuerdo como si
hubiera pasado ayer”, que ese alguien es una mujer, y que le “preguntan por un
tal Boetto, dónde vive esa persona”,. “Le estaban haciendo el submarino seco,
le ponen a uno una bolsa de nylon en la cabeza y con eso lo revientan, yo
prefiero el húmedo, con todo lo espantoso que puede ser, lo prefiero “.

“Morir ahogado es mejor que morir asfixiado”, cree Eva, y así se lo dice a este
informante en esa oportunidad y dice también que fue de esa forma como “ me
sacaron información sobre Ernesto *, me apretaron hasta que no pude más y
largué…”, y agrega que era muy amiga de Ernesto Soteras, que lo quiso “como
se quiere a un hermano” y que “daría todo lo que tengo, salud, todo, por
borrarme de la cabeza lo que dije esa tarde…”, pero que “no es como la gente
cree”, que lo dije, “…me apretaron y no pude más, pero eso no es colaborar,
usted sabe bien que colaborar es otra cosa”.

Acto seguido toma agua, se recompone, y pregunta a quien redacta este informe
si conoce el submarino seco y el húmedo y, en ese caso, cuál prefiere y “con
cuál hubiera desembuchado** menos”, pero este informante no tiene
experiencia sobre ese asunto, ni tampoco se siente en condiciones de juzgar el
accionar de Eva, en relación a Ernesto Soteras, quien fuera abatido por las
fuerzas de seguridad el 3/11/78.

* Ernesto Soteras, compañero de estudios y amigo de Eva


** En la jerga, “dar información”.

María Teresa Andruetto. La mujer en cuestión. Debolsillo. Buenos Aires. 2009.

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ADJETIVO

Digo que las determinaciones del discurso


modifican el transcurrir de la apariencia.
Ordene usted sobre si la postración espiritual, Luis O. Tedesco
el silencio iniciático y el exterminio afectivo; Luis Osvaldo Tedesco nació
obtendrá un organismo cavado por las en octubre de 1941 en
gigantescas rendijas del Desaliento y la Buenos Aires. Como poeta y
Amargura, incisiones que obrarán sobre su escritor, participó
aspecto como radares subcutáneos de la activamente de la vida
literaria del país como jefe de
angustia original. Vea, si no, lo ocurrido aquí, publicaciones y editor de
en Lomas del Mirador: treinta años atrás, un varias editoriales. Además,
decreto dispuso la aniquilación del adjetivo de publicó, entre otros, los libros
contenido anímico en los textos de enseñanza de poemas Los Objetos del
primaria, secundaria y universitaria, en las Miedo (1970), Cuerpo
alocuciones oficiales, en los libros de interés (1975), Paisajes (1970),
Reino Sentimental (1985),
general y en los poemas y relatos publicados Vida Privada (1995), La
durante las décadas de introspección dama de mi mente (1998).
“subversiva”. Los muchachos querían
substancia, amontonamientos jerárquicos de
la cosa misma, y un dispositivo verbal dirigido específicamente a la producción
de anticuerpos para los estallidos del alma. Luego del éxito, luego de las
primeras agonías, cuando la autoridad lingüística, en connivencia con el
Régimen de Purificación Patria en Estado de Gracia Militar, prohibió el uso del
adjetivo en cualquier ámbito de dicción pública o privada, y la policía, entrenada
en la tortura semántica, perfeccionó sus procedimientos quirúrgicos, nuestra
vida, esa breve apariencia concedida para el fulgor y la desmesura, comenzó su
rápida adecuación a las ataduras de la reciedumbre castrense. Eso le pasó a
usted, me pasó a mí, nos pasó a todos. El decaimiento progresivo de objetos
desasidos de adherencia afectiva transformó las cocinas en cubículos de materia
grasa. Los dormitorios se convirtieron en niditos de amor para palomas, gatos,
arañas y cualquier bicho necesitado de paz hogareña. Una bruma violenta de
inhalaciones asmáticas inundó el aire de las mañanas con su torsión de gritos
ahogados por la cerrazón expansiva. Entonces, recién entonces, advertimos la
presencia, el pavor espeso del Mal. Usted, yo, cada uno de los que hasta aquí
llegamos, fuimos desfigurados por el cosquilleo debilitador de la cualidad
ausente. Déjeme decirle esto: la materia viva es siempre cualidad, y sólo la
cualidad es capaz de proponer significado al orden natural. Desadjetivados, sin
pulsión erradicante, convertidos en enclaves de alguna fatalidad, no nos quedó
otro recurso que desobedecer y profanar. No tengo claro qué de nosotros inició
la revuelta, pero Lomas del Mirador ha comenzado a mostrar, sobre sus calles
laceradas, las huellas del vuelo de Minerva. Una floración salvaje, gorriones,

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

mariposas, bichitos de luz, potrillos, árboles de consumación silvestre, el


esplendor de “cariñosas lejanías”, y aquí y allá, cerquita de cada uno, el murmullo,
el denodar, el nodadocomosí, el trebolar de las palabras, eso que usted ve, eso
que está ahí, su límite de suelo, el aguerrido asombro de la conjuración radiante.

Luis O. Tedesco. Lomas del Mirador. Diccionario temático de voces. Losada.


Buenos Aires. 2006.

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HIJOS

Mi abuela Lela siempre dijo que mamá,


durante el cautiverio en la ESMA, había
tenido otro hijo. Varias veces la oí discutir del Félix Bruzzone
tema con mi abuelo. Ellos se iban al fondo, al Félix Bruzzone nació en
zapallar, y hablaban de todo lo que no tenía 1976 en la Ciudad de
que saber. Pero a veces me escondía entre las Buenos Aires. Hijo de
hojas de los zapallos, que para mí eran un desaparecidos durante la
lugar de juego, yo soldado, refugiado dictadura militar, estudió
Letras, y se desempeña como
vietnamita, yarará, zapallo, la fuerza de las maestro primario. Publicó
plantas crecía a mi alrededor, explosión lenta cuentos en antologías, editó el
y duradera, y cuando mis abuelos llegaban volumen de cuentos 76,
para hablar los escuchaba. Hasta que un día ganador del premio literario
me descubrieron, qué hacés allí, dijo mi Anna Seghers 2010 de la
abuelo –él decía “allí”-, la voz ronca de enojo, Academia de las Artes de
Berlín, y la novela Los topos
una de las cosas que más me acuerdo de él, y (2008).
cono no dije nada se fueron a seguir a otra
parte. Desde esa vez, aunque sabía lo que
tenía que saber, se cuidaron de volver a hablar entre los zapallos.

Mi abuelo murió sin nunca darle importancia a lo que decía mi abuela sobre mi
supuesto hermano nacido en cautiverio. Pero ella siempre insistió, sola, y
supongo que ya en el velorio de mi abuelo pensaba en salir a buscarlo. Era como
si todas las cosas de la familia, que desde ese momento éramos ella y yo,
dependieran de la necesidad de encontrar a mi hermano. De hecho, ella no tardo
en vender la casa de Moreno y pedirles a unos amigos dedicados al negocio del
remate de propiedades que le consiguieran un departamento en Nuñez lo más
cerca de la ESMA quien fuera posible. Íbamos a vivir de la pensión de mi
abuelo, de la pequeña renta que nos deja la diferencia por las operaciones
inmobiliarias y de los trabajos de repostera de Lela pudiera hacer para
confiterías de la zona.

Así, cuando nos instalamos en el departamento, a una cuadra de Libertador,


piso ocho, perfecta vista a la ESMA, lo primero que dijo Lela fue ahora sí
íbamos a estar cerca del último lugar donde había estado mamá y donde había
nacido su otro nietito. Dijo así, “nietito”, y se puso a llorar.
(…)
Mi cantidad de amigos, siempre escasa, creció mucho durante los primeros
meses. (…) La pasábamos bien. Íbamos a lugares para bailar pero no
bailábamos. Hablábamos con cualquiera, inventábamos historias o contábamos
partes reales de nuestras vidas haciendo grandes exageraciones. (…) Hasta que

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

conocí a Romina. (…) De hecho, cuando empezamos a salir seguido y la cosa


empezó en serio, lo más enérgico que hizo como gesto de compromiso fue
empezar a militar en HIJOS. Ella no tenía ningún familiar desaparecido, ni
siquiera en su familia sabían muy bien qué era todo eso de los desaparecidos y
la opinión que tenían sobre lo que había pasado en los setentas era, como decía
Romina, vaga, vaporosa; o más bien, de un vapor que flotaba en el aire pero
que también era pesado, vapor de plomo o mercurio, de hierro galvanizado,
acerado o directamente de acero- “valor indestructible”, decía ella,
“acorazado”-, y solía incluir frases como “y pensar que se llevaban a gente que
no tenía nada que ver”, cosas de ese estilo, o peores, o mejores, todo según el
día y los eventos policiales o políticos del momento.

Yo, la verdad, nunca me había asomado a HIJOS, y la insistencia de Romina no


llegaba a convencerme. Sí me atraían algunas cosas. Eso de los escarches, por
ejemplo, que para mí eran una forma de revancha o de justicia por mano propia,
algo muy de mi interés pero que por cobardía, o idiotez, o inteligencia, nunca
concretaba. A veces hasta pensaba en pedirle a Lela los papeles del auto- le
podía decir que había que hacer un trámite, inventarle un nuevo impuesto para
autos de más de veinte años, o algo así-,venderlo, comprar un Falcon y salir con
amigos a secuestrar militares.
(…)
Y fue por ese tiempo que las cosas con Romina empezaron a desmoronarse.
Fue una tarde en que pasé a buscarla por HIJOS. Yo había tenido un mal día.
Leila se había parado frente a la ESMA para gritar que la dejaran entrar, que
quería ver dónde había estado su hija, dónde había nacido su nieto y había
largado una serie de insultos que solía repetir por lo bajo mientras comía o
mientras dormía, una especie de sonambulismo en el cual podía llegar a mover
los brazos y gesticular en la cama como si adelante hubiera un cordón policial.
Además, venía el día de la madre, los pedidos de las confiterías ya se habían
disparado y era fácil anticipar que, con Lela en medio de uno de sus ataques, no
íbamos a dar abasto. Así que cuando pasé a buscar a Romina yo estaba de mal
humor y ella, para colmo, empezó a insistir con eso de que militar en HIJOS
me iba a hacer bien, que la gente de ahí adentro era muy valiosa, lo que decía
siempre, con el agregado de que ahora estábamos en el momento justo que
entrar esa semana a la organización iba a ser como homenajear a mamá en su
día, y dijo que ella, para el día de la madre, había preparado un regalo sorpresa
que su madre le iba a agradecer por muchos años, no te imaginás, años de años,
dijo, como si repetir la palabra años fuera a convertir su deseo en realidad.
Romina era así.

Félix Bruzzone. Los topos. Mondadori. Buenos Aires. 2008.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

EN VOZ ALTA

Cuando Mateo dormía era idéntico a Ramón,


y ella se sobresaltaba al descubrir en su hijo
los rasgos definidos de un adulto. Ya no un Laura Restrepo
niño sino un hombre, ya no un niño sino casi Nacida en Bogotá en 1950,
un extraño. El espejismo duraba hasta el Laura Restrepo es una de
despertar, cuando se desdibujaba de su cara la las periodistas y escritoras
huella del padre y se le animaban unos gestos contemporáneas con más
que ella reconocía como propios, tanto que influencia en el mundo
literario latinoamericano.
podía verse en su hijo como en un doble, él Publicó numerosas novelas,
su único hijo, ella su única madre, y entonces entre las que se destacan El
recuperaba a ese niño que era tan suyo, tan leopardo al sol (1993),
casi nada de Ramón, tan sólo muy Delirio (2004) y
remotamente de Ramón, tan exclusivamente Demasiados héroes (2009).
de ella.

Mateo pareció adivinar su presencia y entreabrió los ojos por un instante. (…)
Lorenza se sentó al borde de su cama y le habló de ellos, de sus antiguos
compañeros del partido, de cómo hacía unas horas habían llegado nueve de
ellos a la presentación de su novela y la habían buscado cuando terminó el acto.
(…)
Aunque él se hacía el sordo, ella le contó de los abrazos con los compañeros en
plena calle, ahora por fin despreocupados, armando escándalo y en montonera,
sin mirar por encima del hombro a ver quién los seguía, sin bajar la voz por si
alguien los escuchaba, y le contó también que luego fueron a una pizzería que
se llamaba Los Inmortales porque tenía las paredes tapadas con fotos de los
grandes del tango.

-Vaya nombre, Los Inmortales, y nosotros allí, conmovidos y soltando la


lágrima por nuestros desaparecidos, el Negro César Robles, Pedro Apaza,
Eduardo Villabrille, Charles Grossi –iba enumerándolos Lorenza-, figúrate
Mateo, nuestros muertos, ¡y estábamos allí, recordándolos en una pizzería que
se llama Los Inmortales! Nos rapábamos la palabra para ponernos al tanto de
todo lo que ha pasado desde que cayó la dictadura, y era bien extraño conversar
en voz alta en un lugar público, siendo que antes no podíamos juntarnos más
de tres en un bar ni permanecer ahí más de quince minutos, apenas susurrando.

Pero esa noche, tantos años después, se habían reencontrado ya sin alias, ya sin
miedos, a celebrar con pizza y cerveza el fin de la pesadilla; mejor dicho a
celebrar con ella, Aurelia, ahora Lorenza, porque entre ellos habían celebrado

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

ya; llevaban rato saliendo del hueco y tratando de acoplarse a la vida, a la luz del
día, a lo que había empezado a llamarse democracia.

-Lo que pasa, Mateo, es que yo me fui de Argentina antes del fin de la dictadura
y he estado ausente todo este tiempo, ¿entiendes? Para mí es como si el viejo
escenario hubiera quedado congelado. Hasta esta noche en que no has querido
acompañarme y mira todo lo que sucedió.
-¿Hablaron de Ramón? ¿Te dijeron dónde está? –la voz de Mateo salió de la
cueva.

-Sí, hablamos de él, y no, no saben dónde está. Pero me dieron pistas… Nada
demasiado claro. Pero deja que te cuente poco a poco.

A ella le había dado risa cuando empezaron a confesarle sus nombres


verdaderos y sus oficios, como Dalton, que estuvo preso, un flaco rubión,
buena persona, que fue dirigente del magisterio y que, según le contó en Los
Inmortales, en realidad se llamaba Javier alguna cosa, dizque Javier, quién iba a
decir, no le cuadraba para nada ese nombre, y daba clases en la universidad y
tenía ya tres hijos. O como Tuli, una morena echada para delante que en
tiempos de la militancia apoyaba a las Madres de Plaza de Mayo y que luego
resulto que en realidad se llamaba Renata Rocamora y que tocaba el contrabajo
en un cuarteto de tango, que justamente esa semana se estaba presentando en
el Café Tortoni.

-Si quieres vamos –le propuso Lorenza a Mateo, y él gruñó como un oso-. Qué
alegría saber que Tuli se dedica al tango; le pregunté si en tiempos de militancia
también lo hacía y dijo que sí. Raro, por ese entonces poco teníamos que ver
con tangos, esa es la verdad; la música de la resistencia fue el rock en español,
lo que llamábamos rock nacional.

-¿El rock argentino era de izquierda? –Matero pareció de repente interesado-.


Yo creía que era música de hippies fumahierba.

-¿Fumahierba? No, cómo crees, esa música era de nosotros, o a lo mejor sí,
también era de los que fumaban hierba, pero era sobre todo nuestra, mira que
ahí en Los Inmortales Dalton contó que durante los meses en que estuvo preso,
hubo un momento en que tocó fondo y se quiso morir, y lo salvó descubrir la
frases que algún otro preso había rayado en uno de los muros de la celda, por
allá abajo, casi invisible en un rincón; era una línea de Canción para mi muerte,
de Sui Generis, la que dice hubo un tiempo en que fui hermoso y fui libre de verdad,
aunque dijo Dalton que sólo estaba escrito y fui libre de verdad, y que apenas
descubrió esa frase, escrita por otro, ya no se sintió solo y ya no se quiso morir.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

-Como en La noche de los lápices –dijo Mateo-, esa película ya me la vi.

- (…) el rock en español era la música de tu padre. La primera vez que fui al
sitio donde vivía, me mostró sus discos como si fueran un tesoro. Y claro,
cuando Dalton contó en Los Inmortales lo de la frase arañada en la pared,
enseguida nos dejamos venir con la canción entera, y esa fue llevando a otras,
las de Charly García y Fito Páez, León Greco, Spinetta, no sabés qué bueno fue
cantar a lo loco después de tantos años de silencio.

-Muy romántico. Pero creo que Spinetta vino después, Spinetta es más joven.

-Qué va, kiddo, el flaco Spinetta era ídolo en ese tiempo, con Almendra. ¡Y Sui
Generis! Cómo me gustaba Rasguña las piedras, de Sui Generis.

-Hoy ponés a Sui Generis en una fiesta y te sacan cagando, ni se te ocurra.

Laura Restrepo. Demasiados héroes. Alfaguara. Buenos Aires. 2009.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

HICIMOS BALDOSAS

Así se llámale álbum de fotos que me pasó


Viviana anoche mismo. Viviana cuida los
detalles, el tono de voz, las palabras, los Mariana Eva Pérez
tiempos; lee mi blog, lee que hablo de ella y Mariana Eva Pérez nació
no se espanta. Marcela es la arquitecta que en 1977, y es hija de
diseña las baldosas. Adelantó trabajo en su militantes secuestrados y
casa y trajo listas las listas de resina poliéster. desaparecidos por la última
Le pregunto dónde vive, en qué momento las dictadura militar. Su libro
Diario de una princesa
hizo, le hubiera preguntado si tiene pareja, montonera – 110% verdad
hijos, mascota, pero no me animo a tanto, (2012) reúne relatos
quiero imaginarla en el momento de hacer publicados en su blog
esas letras. Qué le pasa, qué piensa. Le homónimo, en el que recrea
pregunto, consciente del lugar común, si tiene de manera ficcional su
un familiar desaparecido. Una amiga, quince historia familiar.
años, es toda la respuesta.

Le pido una tarea. Necesito que mis manos intervengan en el proceso. Marcela
me enseña cómo cortar unas mallas de alambre y de qué medida. Jota me ayuda.
Otros preparan la mezcla, cuelgan fotos o ceban mate. Son unos veinte Vecinos.
La mayoría de cincuentipicos, varias cabelleras femeninas y masculinas, con
canas al viento, muchos con pinta de ex militantes de la Fede o similar, otros
inclasificables. Se han puesto de acuerdo en algo tan mínimo como marcar la
presencia/ausencia de los militantes populares-detenidos-desaparecidos-por-el-
terrorismo-de-estado. Lo que habrán discutido por cada una de esas palabras y
por las que quedaron fuera: revolucionarios, víctimas, dictadura, genocidio.
Podría reconstruir esas discusiones con escaso margen de error. No teman, no
lo haré, son un embole.

Estamos en la vereda del tugurio más hippie del barrio de Almagro, suerte de
café-centro cultural. La habitación que les prestan los Vecinos para funcionar
es un cementerio imperdonable de cucarachas, pero afuera hay mate y sol y va
llegando gente, mucha. Una de las baldosas que hacemos es para los estudiantes
desaparecidos del colegio Avellaneda. Son un montón, con un montón de
familiares. No falta el hiji: Antonio. Nombre perro como pocos. No nos
veíamos desde 1997, cuando hicimos una prueba piloto del Proyecto Re
Importante. Él era el camarógrafo y con Juli y Laurita hicimos una vaquita para
comprar los cassettes. Filmamos a varios familiares-con marcada preferencia
por los hijis-pero abandonamos el proyecto por falta de recursos. Éramos
cuatro pre-adolescentes en su tiempo libre y la empresa comprendía un universo
de más de doscientas familias. Fue imposible. Antonio vino porque su papá

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

estudio en el Avellaneda. Saluda, se presenta con los Vecinos, pero se queda un


poco al costado. No se le nota ninguna necesidad de hacer laborterapia. Me
pongo guantes. El cemento, ya coloreado de verde, está dentro de unos
bastidores en el que Marcela puso la malla de alambre. Hay que alisarlo. Elijo
un bastidor, un chico de cresta punk elige el mismo. Trabajamos juntos hasta
que marco territorio al momento de poner los vidrios de colores que hacen de
marco. Chau, punkie, gracias, ésta es mi baldosa. Aplico todo mi sentido
estético en la tarea. Separo el texto en líneas, trazo los renglones. Jota me pasa
las letras, las presento, aquí vivieron y fueron secuestrados, todo me parece mal,
apretado o descentrado, saco las letras, vuelvo a empezar, aquí vivieron y fueron
secuestrados. El cemento e empieza a endurecer. Se acerca una chica con la
misión de ayudarme. Esperá, está desprolijo. La chica me banca un rato y
después me pasa cariñosamente por encima. Tiene razón. No hay tiempo.
Fordismo aplicado al trabajo de memoria: Jota me pasa las letras, yo las pongo,
la chica-que se llama Úrsula y tiene un tío desaparecido que era estudiante del
Avellaneda-las presiona. José * P* R* primero, Patricia J* R* después. Ninguna
mención al embarazo. Pongo terrorismo de Estado y con Jota decimos ¡buh! El
cemento está fraguando. Apurón. Terminamos.
(…)
Llegó el día
Llueve… Me calzo mis botas de goma que son un fuego, con un estampado de
encaje, en blanco y negro, y me pongo el piloto negro largo y mis aros preferidos
y hasta me maquillo! Arengo a mi pueblo blogger: ¿Quién quiere ser mi Rucci y
sostenerme el paraguas?
(…)
Paraguas: tuve más de uno. Tuve una galería de paraguas bajo la que me paseaba
recibiendo besos y abrazos. Alguien dijo que parecía un Cabildo Abierto. Nos
conté y éramos más de ochenta memoriosos. Un suceso.

Discurso: no preparé nada, no pude.

En cambio, abrí el megáfono para todos los que quisieran contar algo sobre
Paty y José.

Hablaron dos compañeras de Paty de la escuela. Hablaron de su bella sonrisa,


de su carcajada contagiosa, de las buenas notas que se sacaba aunque no fuera
traga, de su vocación de médica definida desde tan temprano, de la rebeldía que
la hizo alargar hasta el ridículo el delantal como gesto de protesta frente a las
autoridades que medían el largo de las faldas.

Habló Irene. Habló de lo enamorados que estaban y cuánto esperaban mi


nacimiento. Habló para mí, para su hijo Juan Pablo que estaba por ahí debajo
de los paraguas, para todos los hijis. Habló sobre lo que significábamos para

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Dossier Literario del Instituto Nacional de Formación Docente
1976 – 2016: 40 años, 40 textos

ellos, los militantes, sus hijos, cómo nunca se imaginaron que los milicos se iban
a meter con nosotros, cómo meterse con nosotros fue lo peor que les podrían
haber hecho.

Habló Site y nos embistió como la topadora de la emoción cuando contó cómo
conoció ese departamento, cuando tuvo que ir a levantarlo después del
secuestro. Desolado, fue la palabra. Se habían robado todo, hasta las estufas y
una puerta plegadiza. Le agradeció públicamente a Soli que la hubiera
acompañado ese día y estiró la mano hasta encontrar la de su hermana (yo voy
pero no hablo, me había dicho Soli, que es todo corazón. Site nos remató con
una historia que yo había logrado olvidar y que ahora que la escribo no podré
olvidar jamás: su segunda visita a ese departamento, con José, Argentina y
conmigo. Yo corro por las habitaciones llamando a mi mamá. No coments.

Mariana Eva Pérez. Diario de una Princesa Montonera-110% Verdad. Capital


Intelectual. Buenos Aires. 2012.

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COLOFÓN

Sin lugar a dudas, el recorrido por los textos del dossier acerca a las experiencias
de los sujetos protagonistas de la década del 70 y a las tensiones político-sociales
que la atravesaron.

Esperamos que los fragmentos aquí seleccionados inviten a estudiantes y


profesores a la lectura de los textos completos y a su inclusión como insumo
para el trabajo en las aulas. Como expresamos en la introducción, el abordaje
crítico de la última Dictadura debe estar acompañado por el análisis
historiográfico y sociológico pero también es preciso valorar la transmisión de
una experiencia traumática de la vida en común para evitar que ella se repita.
Esta última condición se alcanza, probablemente, a través del empleo de
materiales como los que hemos presentado en esta publicación, cuyo carácter
de ficción tiene la enorme capacidad de la transmisión del relato.

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1976 – 2016: 40 años, 40 textos

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