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CAPITULO XLI Educacién de la mujer Un capitulo en que nos ocupemos de la educacién de la muyer es complemento indispensable de este li- bro, ya que en todo él nos hemos ocupado de Ia edu- cacién en general, sin designacién de sexos, y pudiera ereerse por muchos que sélo tratabamos de la de los nifios. Fluye, sin embargo, légicamente de las ideas que hemos desarrollado, la necesidad de hacer alean- zar igualmente los beneficios de la educacién, a la que si no los poetas, los versificadores han dado en llamar, la hermosa mitad del género humano. No es nuestro objeto, sin embargo, dilucidar las ar- duas cuestiones filoséficas y polfticas que se relacio- nan con el reconocimiento de la igualdad de los sexos. Vamos a sostener la necesidad de preocuparse seria- mente de la buena educacién de 12 mujer, consideran- dola a ésta por una parte como individuo, y por la otra como madre de familia. Cualquiera que sea el rol que se Je asigne a la mujer en la sociedad, ya se la reconozca igual o se la consi- dere inferior al hombre, nadie desconoceré que la mujer, como individuo, se siente trabajada por las exigencias de la vida, y que, como madre de familia, desempefia funciones educacionistas de la mayor im- portancia. Descarndndola, pues, de todas las nebulosidades que la complican, esta cuestién puede colocarse en un te- rreno en el que todos se hallen de acuerdo, y pisando [ 209]. ase JOSE PEDRO VARELA en él, demostrarse Ja necesidad para la mujer y Ja con- veniencia para la sociedad, de hacer que le aleancen todos los beneficios de la educacién. Veamos, pues, por partes este asunto, sin grandes frases, sin poesia, pero expresando sencillas verdades. 1, LA MUJER COMO INDIVIDUO Es un hecho por todos sabido que, salvo contadas excepciones. la educacién de la mujer ene nosotros esta reducida al aprendizaje de la lectura, escritura y cuentas, todo de la manera mas imperfecta: agiégase a esto la costura, y en algunos casos, ciertas sencillas labores manuales. De ahi resulta que la mujer, agiténdose en una es- fera estrecha, sin horizontes, incapaz de hacer otra cosa més que coser, pesa siempre sobre la familia co- mo una carga, en vez de ser un auxiliar, y tiene que reposar en un hombre, padre, esposo, hermano, 0 que matarse cosiendo, como vulgarmente se dice. para vi- vir poco menos que en la miseria. . Cuando Ja ley suprema de la sociedad moderna es el trabajo, privandola de la educacién necesaria, se hace de la mujer un instrumento inutil, un ser inca- paz de trabajar. Aquellas ocupaciones en que el hom- bre se emplea, y que requieren sdlo el ejercicio de las fuerzas fisicas, le estan vedadas por nucstras costum- Ines y tal vez por su constituciéu: y las ocupaciones, los oficios y las carreras que exigen conocimientos, por clementales que sean, no pueden desempefiarlos puesto que no se le da la educacién necesaria. Evidentes son los males que de aqui resullan asi para la mujer, como para la familia y la sociedad. [210] LA EDUCACION DEL PUEBLO. Para le mujer, porque se ve reducida siempre a una condicién inferior, teniendo que soportar, mas que con evangélica, con automatica paciencia, las injusti- cias y las torpezas del hombre que le asegura los me- dios de subsistencia, que ella por si sola seria incapaz de asegurarse; para la familia, porgue el jefe de ella, y los hijos, silo auxilian al Hegar a hombres, sienten aumentarse el peso del trabajo, siempre Aspero, de la vida, con las mujeres, simples consumidores, por una parte, nifies por la otra, que nunca Megan a emanci- parse y a sostenerse a si mismos, si no es cuando se easan; y para la sociedad, porque se esterilizan fuer- zas ingentes que podrian utilizarse en el mejoramiento social y en la prosecucién del bien. éQué son las mujeres del pueblo, entre nosotros? Sirvientas, cocineras, lavanderas, costureras si acaso. 2Qué son Jas muyeres de lo que malamente ae llama la clase media? Costureras, y nada més. gQué son las mujeres de la clase pndiente? Seforas de su casa, se- gan la frase sacramental. Estas dltimas, que constituyen sélo una pequeiia mi- noria, importante sin embargo por la posicién que ocups, reciben, ein duda, una educacién més avanzada que la que acabamos de indicar, pero en la que se pa- ga exageradisimo tributo a los adornos, y muy pocos a los conocimientos utiles. De ahi resulta, que aun Ja mujer de las clases pudientes rara vez es capaz de ser un auxiliar activo del hombre, uno de los sostene- dores de la familia, cuando Hegan las horas tristes en las gue es necesario luchar brazo a brazo con las amar- guras de la vida. — jCudntas y cudntas familias que han visto desaparecer todas sus comodidades, que se han sentido agobiadas por la desgracia, y que hubie- [2i1]

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