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CUADERNILLO DEL AREA Fernando

Arenas 2019
DISCIPLINAR: HISTORIA Daniel Gervasi

Área disciplinar Historia


Tema: Los orígenes del Estado Moderno

 ACTIVIDADES:

A) Leer el siguiente texto:

Tomado de:

Nosiglia, María Catalina y otros Formación ética y Ciudadana; cuestiones de Filosofía,


Buenos Aires, Estrada Polimodal, 2000

El estado moderno

El estado moderno, como forma de asociación política, es una construcción histórica. Su


origen se remonta a un lugar y un tiempo precisos: el continente europeo hacia finales de
le Edad Media (siglo XV)

Ese momento se distinguió por una serie de transformaciones sociales, institucionales,


económicas y culturales de relevancia. Se produjo un importante desarrollo del comercio y
un crecimiento de las ciudades, que darían lugar a la economía capitalista (en oposición
a la actividad agrícola y el campo) con la consiguiente expansión y prosperidad de un
nuevo grupo social de carácter urbano y mercantil: la burguesía.

Paralelamente se descalabró el sistema de organización feudal basado en relaciones de


sumisión entre señores y siervos y se produjo una decadencia progresiva de la antigua
nobleza señorial y guerrera, un estamento propio del mundo medieval cuyo poder, fortuna
y prestigio derivaban de la posesión de tierras asociada a prerrogativas o títulos
honoríficos hereditarios –duque, conde, marqués- o concedidos originalmente por los
emperadores o reyes por servicios prestados, o a cambio de metálico o aún por la fuerza.
La corona concentró vastos poderes, disolvió la fragmentación político territorial de
señoríos, condados y ducados y suprimió la autonomía de las ciudades; la autoridad de
los reyes también se consolidó frente a los parlamentarios medievales (institución que los
monarcas siempre trataron de eliminar o subordinar para evitar limitaciones en sus
acciones) y frente a la Iglesia, tan celosa de la expansión del poder de los gobernantes
como interesada en su conservar su autoridad espiritual.

Se amplió el conocimiento científico y técnico y hubo una extensa y rápida difusión del
saber gracias a inventos como la imprenta; se produjeron descubrimientos geográficos
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trascendentes (el continente americano, vastas zonas de Asia y África) a la vez que se
renovaron las artes, las letras y la concepción del hombre y del mundo (movimiento que
se conoce como Renacimiento).

Hacia el final de este período, los reyes afianzaron su poder, unificaron a pueblos antes
aislados bajo un sentimiento de patriotismo y un idioma común, equiparon a ejércitos
permanentes capaces de repeler invasiones extranjeras, integraron a la nobleza como
parte de la administración real, incrementaron sus riquezas, mejoraron la gestión de sus
bienes, posesiones y finanzas y reglamentaron con mayor precisión un sistema común de
tributos y gravámenes.

Aunque al principio en forma muy rudimentaria, desde entonces el Estado moderno ha


presentado sus atributos distintivos (uso exclusivo de la fuerza legítima, territorio
delimitado, población amalgamada por una identidad común, soberanía, gobierno
mediante leyes y burocracia pública). Por otra parte, se impuso como fórmula de
organización sociopolítica en otras latitudes y, asimismo, ha evolucionado y ha
experimentado diversas y profundas transformaciones.

Estos desarrollos –algunos graduales, otros abruptos- dieron lugar a la existencia


sucesiva de diferentes tipos de Estado: el Estado absolutista, el Estado liberal-
democrático, el Estado totalitario y el Estado de Bienestar. Todos ellos registraron en su
evolución diversas fases (…) provocadas por una suma de factores económicos, políticos
y sociales.

Estos tipos de estado, cada uno característico de una época determinada, pueden
distinguirse entre sí según:

 sus funciones y sus objetivos (principios generales de orientación política) y el


tamaño de su aparato administrativo o burocracia;
 el grado de concentración del poder político;
 el grado de intervención en la economía y en la vida social;
 la dosis de fuerza empleada para lograr la aceptación de su dominio

Los tipos de estado moderno:

El estado absolutista

El estado absolutista surge en Europa a principios del siglo XVI cuando se produce una
rápida expansión de las actividades y recursos de los reyes y se consolida su poder
interno.

La primera etapa del estado absolutista se distingue por su énfasis en la tradición como
fundamento de la autoridad y por su orientación confesional, es decir, por la estrecha
vinculación con la religión y su uso para legitimar el poder absoluto: el soberano manda
invocando un derecho divino, la voluntad de Dios. Asimismo, en muchos casos no admite
que sus súbditos profesen un credo distinto del suyo ni la difusión de ideas o
conocimientos que lo cuestionen.

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En ese tiempo, el absolutismo se extendió por todo el continente europeo: en Francia se
afianzó con Enrique IV y alcanzó su apogeo con Luis XIV, el rey Sol; en Inglaterra se inició
con los Tudor y continuó con los Estuardo; en España, con los “reyes católicos” y luego
con las dinastías de los Habsburgo y de los Borbones.

En una segunda etapa durante el siglo XVIII, los monarcas absolutistas -que ya contaban
con grandes ejército y burocracias- impulsaron importantes reformas económicas,
sociales y jurídicas. Estas políticas también incluyeron la protección de sabios, hombres
de letras y filósofos. Así, la orientación confesional de los primeros absolutistas contrastó
con la “ilustración” de los segundos en la era del “despotismo ilustrado”. Entre estos
últimos se puede mencionar a Federico II El Grande, rey de Prusia (1740-1786), José de
Austria (1765-1790) y Catalina la Grande, emperatriz de Rusia (1762-1796).

El estado absolutista se caracteriza por el ejercicio pleno del poder en manos de un


monarca, quien gobierna sin restricciones legales o parlamentarias, sin
dependencia o control de ningún tipo y solo limitado por las costumbres y
tradiciones del reino y la moral cristiana. El rey exige obediencia ciega de parte de
sus súbditos, pretende la unidad religiosa y rechaza el derecho de rebelión. La
corona concentra todas las funciones estatales; defensa de las fronteras territoriales,
mantenimiento del orden interno, dictado y ejecución de las normas, fijación de los
tributos, administración de justicia, designación de los funcionarios del reino, regulación
de las actividades comerciales y financieras en los burgos o ciudades, entre otras. Es
decir, el absolutismo implica un sometimiento de la comunidad a toda la gestión única del
soberano. Sin embargo este reconoce ciertas prerrogativas de distintos grupos de la
comunidad y garantiza su ejercicio puesto que, en la versión absolutista, el estado es
concebido como el reflejo de un orden social jerárquico, basado en privilegios, honores y
lazos de sangre, proveniente de la Edad Media.

En el plano económico, el Estado absolutista intervino en muchos aspectos relativo a la


producción de bienes y mercaderías. Implantó estrictas barreras aduaneras, controló
fuertemente el intercambio de materias primas y manufacturas con otros países y
persiguió la mayor acumulación posible de metales preciosos en las arcas reales

Estas medidas de política económica denominadas genéricamente mercantilismo,


reforzaron aún más el poder de los monarcas y, particularmente, el de sus ejércitos y
fuerzas navales.

El absolutismo entró en decadencia cuando su orden basado en la arbitrariedad política,


la intolerancia religiosa, el mantenimiento de privilegios sociales y las restricciones
económicas se volvió insoportable para grandes sectores de la población (en particular
para la burguesía y para el campesinado). Entonces, al tiempo que se difundían las ideas
de la ilustración que propiciaban la instauración de un orden social y político inspirado en
la razón, fundado en la igualdad de las personas, la libertad de culto y de comercio y la
limitación del poder de los gobernantes, los reyes perdieron su prestigio de antaño.
Comenzaron así a producirse levantamientos populares que finalmente derivaron en las
llamadas revoluciones burguesas o revoluciones liberales, serie exitosa de movimientos
políticos de gran envergadura, profundamente cuestionadores del régimen absolutista,
liderados por la burguesía –deseosa de quebrar las trabas al comercio que
obstaculizaban su progreso como de asegurar el respeto por ciertos derechos

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individuales-, pero también protagonizados por amplios grupos sociales igualmente
oprimidos.

Así, la “Gloriosa Revolución” o Revolución Whig (Inglaterra, 1688), la revolución Norte-


americana (colonias inglesas de América del Norte –luego Estados Unidos-, 1776) la
Revolución Francesa (Francia, 1789) promovieron el fin del estado absolutista y la
génesis del Estado liberal democrático.

El estado liberal-democrático

El estado liberal democrático es el tipo de estado que comienza a perfilarse en Inglaterra


al culminar el siglo XVII, pero que no se instaura en el resto de Europa ni en América sino
hasta fines del siglo XVIII o bien entrado el XIX, y se mantiene en la mayor parte de
Occidente hasta la crisis económica mundial de 1930.

Al igual que el absolutismo, su evolución también registra dos épocas bien marcadas,
pero que en este caso no contrastan sino que se complementan: la primera es la fase
liberal (desde el ocaso del siglo XVIII hasta gran parte del XIX) y la segunda, la fase
democrática (fines del siglo XIX hasta principios del XX)

La fase liberal se distingue por el dictado de cartas constitucionales que:

 Reconocen y garantizan a todos los miembros de la comunidad sus derechos


individuales: a la vida, a la seguridad personal, a la libertad de pensamiento,
opinión y culto, a la propiedad privada, al trabajo, al comercio y la industria, a la
asociación y reunión, a la resistencia contra la opresión:
 Suprimen tanto los privilegios como las cargas abusivas
 Establecen un gobierno limitado en reemplazo del absolutismo

Son ejemplos de ello la constitución de los Estado Unidos de Norte América de 1787, la
Constitución francesa de 1791, la Constitución española de 1812 y el Estatuto Albertino
de 1848.

En la fase liberal la actividad política se circunscribe a unos pocos, los notables, y el


derecho de voto está reservado sólo a quienes se considera ciudadanos, esto es a los
varones propietarios, contribuyentes e instruidos. Por ello esta época también recibe el
nombre de oligárquica o de participación restringida.

Durante la fase democrática que le sigue, las constituciones liberales se mantienen. Pero
se amplía la categoría de ciudadano y, por lo tanto, el número de personas con derecho a
participar en las decisiones públicas y en la elección de los gobernantes. Al obtenerse el
sufragio universal, la vieja política oligárquica es reemplazada por la moderna política de
masas y los tradicionales partidos de notables por los flamantes partidos políticos de
arraigo popular. La extensión del derecho de sufragio tuvo lugar en las últimas décadas
del siglo XIX y en las primeras del XX.

El estado liberal democrático se caracteriza por la instauración del gobierno compartido


entre distintos órganos que se controlan y equilibran recíprocamente (la clásica “división
de poderes”), por el ejercicio de la autoridad según el mandato de origen popular

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revocable periódicamente y por la sujeción de los gobernantes y los funcionarios a las
prescripciones de la ley. En este tipo de estado, las leyes no son ya interpretadas o
impuestas por el monarca según su particular voluntad, sino que son redactadas,
discutidas y aprobadas por los parlamentos. El Parlamento es un cuerpo colegiado de
naturaleza representativa y plural, es decir, una institución formada por varios miembros-
generalmente centenares-, que portan un mandato o poder otorgado por los electores y
que reflejan intereses diversos.

En términos generales, el Estado Liberal democrático no fue sólo una reacción contrea el
absolutismo monárquico, sino también el resultado de una serie de nuevas ideas
vinculadas a las trasformaciones provocas por la Revolución Industrial (1760-1820) y la
consolidación de la economía de mercado o capitalismo moderno.

En efecto bajo este nuevo orden económico la producción de manufacturas desplazó en


importancia la de bienes agrícolas y, por consiguiente la burguesía industrial relegó a los
terratenientes como grupo social más poderoso: grandes masas de campesinos se
trasladaron a las ciudades en busca de empleo y, al convertirse en obreros asalariados,
dieron origen a una nueva clase social: el proletariado; la máquinas y las fábricas
surgieron por doquier reemplazando las herramientas y los talleres artesanales; y los
nuevos medios de comunicación, el ferrocarril y el barco de vapor, se expandieron
vertiginosamente. Asimismo, se consolidó el mercado como ámbito de transacción
(compra y venta) de toda clase de bienes y servicios: el dinero como medio de
intercambio comúnmente aceptado, y el lucro como objeto de la actividad económico-
empresarial.

El estado liberal-democrático se basa en el liberalismo económico, que refleja un orden


individualista, según el cual la actividad estatal no debe interferir en la vida y los negocios
de las personas y debe limitarse a lo indispensable para garantizar el máximo desarrollo
de los intereses privados o, en otras palabras, de la sociedad civil.

Por ello, durante esta etapa, la idea predominante es la de un estado mínimo: se creía
que las diferencias o desequilibrios socioeconómicos entre las personas o grupos se dan
siempre transitorios y se corregirán por la acción del mismo mercado –un mercado auto
regulado- sin que fuera necesaria la intervención estatal. La influencia de este
pensamiento se mantuvo incluso frente a los crecientes reclamos del proletariado, que ya
no se contentaba con las libertades civiles y políticas, sino que exigía un orden más justo
en reemplazo de un capitalismo considerado “salvaje” por sus efecto sociales (explotación
de niños, ancianos, enfermos y mujeres embarazadas, jornada de trabajo ilimitada,
despidos arbitrarios, trabajo en condiciones insalubres, inestabilidad en los empleos,
etcétera).

Ante esta desprotección los obreros fundaron primero organizaciones para la defensa de
sus intereses, los sindicatos, y más tarde partidos políticos propios que recibieron el
nombre de “laboristas” (del inglés labour: trabajo), “socialistas” o “socialdemócratas” (por
su reclamos de democracia no sólo política sino también social). Otros, inspirados en el
anarquismo, desdeñaban la actividad política y propugnaban la abolición lisa y llana del
Estado o de toda forma de gobierno como única manera de establecer un orden social y
económico donde reinara la libertad.

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En el plano del comercio internacional, la concepción liberal sostiene el “librecambismo” o
principio del laissez faire (dejar hacer), según el cual los países debían aceptar una
determinada división internacional del trabajo entre países productores de manufacturas y
naciones exportadoras de materias primas, explotar sus ventajas comparativas y alentar
un intercambio de bienes sin trabas aduaneras o protecciones arancelarias.

El estado liberal-democrático entró en crisis al hacer evidente que no podía dar respuesta
satisfactoria a los reclamos de la clase obrera por mejoras en la calidad de vida y por
protección en las condiciones de trabajo sin modificar sus instituciones y sus políticas
distintivas. Pero si bien estas dificultades afloraron ya al promediar el siglo XIX, momento
a partir del cual la “cuestión social” se convirtió en uno de los problemas centrales de la
política contemporánea, su desplome definitivo no ocurrió sino hasta la crisis capitalista
mundial de 1929-1930.

En ese momento la actividad económica general se retrajo considerablemente por la


ausencia de nuevas inversiones, la quiebra de numerosas empresas y el consiguiente
descenso de la producción fabril: los gobiernos establecieron restricciones significativas
(altos aranceles o tarifas aduaneras) a la importación de productos, las mercancías
locales redujeron su valor y las extranjeras escasearon; millones de trabajadores
desocupados sin ningún tipo de amparo o sostén y el conflicto social alcanzó niveles
alarmantes. En definitiva, un ciclo expansivo del capitalismo de libre mercado culminaba
de un modo traumático y era seguido por un ciclo recesivo sumamente crítico.

Ante el fracaso del mercado para autoregularse armoniosa y pacíficamente, a fin de evitar
la conflictividad social y las crisis cíclicas de la economía capitalista, se ensayaron dos
alternativas al estado liberal. Algunos países introdujeron cambios sin suprimir las
instituciones y libertades democráticas y dieron lugar al Estado de Bienestar. Otros
experimentaron transformaciones que llevaron al derrumbe de la democracia y al
surgimiento de Estado totalitarios.

El Estado totalitario

Con este nombre se designa al tipo de estado propio de dos clases de experiencias:

La comunista, cuyo ejemplo paradigmático es la Unión soviética durante el período


estalinista (1924-1953);

La nazifascista, cuyos ejemplos son la Alemania nacionalsocialista (1934-1945) y la Italia


fascista (1922-1943).

Co independencia de su ideología el estado totalitario se presenta como una superación


tanto del estado liberal-democrático como del capitalismo de libre mercado.

Así los principios clásicos del estado liberal democrático –el gobierno limitado, la división
de poderes, las elecciones abiertas y los derechos individuales –son reemplazados por
una dictadura del (del Fuhrer, Duce), el régimen de partido único, la propaganda política,
la censura y manipulación de la opinión pública las movilizaciones aclamatorias y las
persecuciones ideológicas y etnoreligiosas.

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Del mismo modo, los parlamentos son o bien clausurados o bien tolerados, pero
desprovistos de todo tipo de poder efectivo.

Por su parte, las ideas de libre mercado o liberalismo que reducen al mínimo la
intervención del estado y conceden al individuo la máxima libertad de trabajo, de
empresa, de producción y de comercio-so sustituidas por el principio de control estatal de
la economía. En efecto en el totalitarismo la propiedad privada o bien no existe, ya que el
estado es el organizados y propietario exclusivo de los medios de producción (como en el
colectivismo propio de la experiencia comunista) o bien está reconocida, pero la influencia
estatal en la producción, el comercio y las finanzas es determinante (como en el
corporativismo del fascismo y en nazismo).

Las pretensiones y los objetivos de un Estado organizado en forma totalitaria son la


consagración de la superioridad de una nación, una clase o una “raza” y la apelación a
cualquier tipo de recurso para lograrlo tanto en un país (a través de la dictadura de un
líder o de un único partido, por ejemplo) como en el plano internacional (por medio del
expansionismo territorial y el imperialismo).

Los estados totalitarios sólo reconocen la actuación legal de un único partido político. A
esta organización se la considera portadora de una ideología universal y
omnicomprensiva, de una verdad histórica que no admite discusión o cuestionamiento
alguno (el marxismo, el nacionalsocialismo, por ejemplo).

Los estados totalitarios sólo reconocen la actuación legal de un único partido político. A
esta organización se la considera portadora de una ideología universal y
omnicomprensiva, de una verdad histórica que no admite discusión o cuestionamiento
alguno (el marxismo, el nacionalsocialismo, por ejemplo).

Este partido político único cumple con varias y múltiples funciones: ejerce un estricto
control sobre los nombramientos de los dirigentes y los funcionarios públicos, moviliza a
las masas en apoyo de los líderes partidarios o de las autoridades gubernamentales,
difunde la propaganda oficial y asegura obediencia ciega de la población a los
gobernantes.

En el totalitarismo el aparato estatal está dominado por la presencia de las fuerzas


policiales y represivas. Estas gozan de total libertad para actuar en forma arbitraria,
cuentan con amplias facultades discrecionales y prevalecen sobre cualquier tribuna
judicial. Entonces, en el Estado totalitario la función de la policía no es sólo la de prevenir
delitos y mantener el orden sino también suprimir toda actividad considerada indeseable
por los gobernantes, perseguir y reprimir a la oposición, crear un clima de terror colectivo
y vigilar a los ciudadanos incluso en su vida íntima.

Los estados totalitarios alemán e italiano se derrumbaron tras su derrota militar en la


Segunda Guerra Mundial y la ocupación de su territorio por las fuerzas aliadas
vencedoras (1943-1945) mientras que la Unión Soviética llegaría a su fin décadas
después, al desencadenarse un profundo proceso de apertura democrática, económica y
cultural de dimensiones internacionales (bienio 1989-1991).

El Estado de bienestar

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El estado de bienestar (welfare state) es el tipo de estado que persigue, en el marco del
respeto por las instituciones democráticas, dos fines básicos:

 Garantizar la estabilidad y continuidad de los principios básicos y relaciones


capitalistas de producción (reconociendo el derecho a la propiedad privada)
 Promover el bienestar básico de todos los miembros de la `población, más allá de
su condición social; como un derecho y no como beneficencia.

El estado de bienestar cumple el primer objetivo mediante:

a) Su intervención directa en la economía a través de la regulación de los ciclos


económicos, es decir la ordenación de la economía para evitar cambios bruscos,
tanto el crecimiento desmesurado como la recesión excesiva.
b) La redistribución del ingreso para lograr un reparto más equitativo de las rentas o
las ganancias de las empresas y las personas;
c) El fomento del pleno empleo; es decir, la provisión a la mayor cantidad posible de
individuos.

De esta manera, se procura asegurar la máxima producción y rentabilidad del capital.

Esta intervención estatal en la economía o economía dirigida –opuesta a la idea de un


mercado autoregulado –se ejecuta mediante una serie de medidas llamadas
genéricamente keynesianismo, en reconocimiento a John Maynard Keynes, su principal
teórico.

El estado de bienestar logra el segundo objetivo por medio de:

a) Un conjunto de leyes que procuran mejorar la condición de trabajo del obrero;


derechos sociales que establecen, por ejemplo, jornada de labor limitada,
descanso semanal, jubilación, seguro de desempleo indemnización por despido
arbitrario, organización sindical y derecho de huelga,
b) La provisión de ciertos bienes y servicios básicos a toda la población: salud,
educación, recreación transporte y vivienda.

El estado de bienestar implica una profunda transformación de las funciones del Estado
Moderno y del tamaño de su aparato administrativo. En efecto, con las políticas
keynesianas y de bienestar, el Estado suma a sus funciones tradicionales (orden,
defensa, justicia y educación) otras nuevas: protección social, promoción del crecimiento
con equidad, estímulo al desarrollo) y amplía las dimensiones de su aparato burocrático a
una escala hasta entonces impensada.

En el desarrollo del estado de bienestar es posible identificar claramente tres fases:


génesis (1930-1945), apogeo (1945-1970) y crisis 1970-2000)

Las primeras experiencias de Estado de bienestar tuvieron lugar en los Estados Unidos y
en los países escandinavos, donde fueron aplicadas como respuesta a la Gran Depresión
de 1930 por gobiernos de gran apoyo popular y obrero, liderados respectivamente por un
presidente demócrata, Franklin D. Roosevelt, y por partidos obreros de orientación
laborista (Noruega) o socialdemócrata (Suecia, Dinamarca).

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Debido a su éxito en estas naciones, se adoptaron medias similares en casi todo el
mundo desarrollado tras finalizar la Segunda Guerra Mundial (1945). También fueron
promovidas en muchos países subdesarrollados que vieron en ellas una oportunidad
propicia para superar el desequilibrio provocado por la anterior división internacional del
trabajo. De este modo, estas naciones alentaron el cierre de mercados nacionales a los
productos externos y promovieron un proceso de industrialización acelerado, destinado a
sustituir las manufacturas, que hasta entonces importaban, por productos de origen local.

En este escenario internacional, el Estado de bienestar condujo a la etapa más próspera


del capitalismo, tanto en materia de producción como en la mejora de las condiciones de
vida material de la población y en el modelo de sociedad deseable. Así, durante este ciclo
se acuñaron distintas fórmulas y expresiones bastante descriptivas de las ideas
influyentes entre las elites políticas, empresariales e intelectuales de la época, tales como
“consenso socialdemócrata”, “pleno empleo y producción”, “compromiso de clases” y
“capitalismo humanizado”.

Sin embargo hacia principios de la década de 1970 las políticas keynesianas revelaron
cierto agotamiento, que derivó en una crisis de características hasta entonces
desconocidas: bajos índices de productividad, altas tasas de desempleo e importantes
niveles de inestabilidad de precios (inflación).

El estado neoliberal

Como respuesta a los problemas generados tras esta crisis del Estado de bienestar,
surgieron una serie de ideas llamadas, en términos generales, neoliberalismo. Según
esta concepción el tamaño del estado debía ser acorde a los recursos impositivos para
sostenerlo; debían disminuir los impuestos a los capitales y a la renta; las grandes
empresas públicas –prestadoras de malos servicios y generadoras de pérdidas –
resultaban una carga y, por lo tanto, tenían que ser privatizadas; los gastos sociales
debían ser controlados y orientado exclusivamente a los pobres, y el poder desmesurado
de los sindicatos debía ser recortado para mejorar la competitividad de la economía y
estimular nuevamente la inversión de capital.

En pocas palabras, el neoliberalismo implica una severa revisión de las políticas propias
del estado de bienestar, tanto en términos del tamaño de su aparato administrativo como
de las nuevas funciones por este asumidas. En este sentido, el neoliberalismo plantea
una renuncia o abandono directo de las nuevas funciones por este asumidas. En este
sentido, el neoliberalismo plantea una renuncia por abandono directo de las nuevas tareas
estatales asociadas al keynesianismo, un reforzamiento de los deberes tradicionales del
estado –garantía de orden y seguridad, capacidad de defensa externa y administración de
justicia- y prácticamente, un retorno a los postulados básicos del “mercado autorregulado”
propios del liberalismo clásico.

A fines de la década de 1970, gobiernos de inspiración neoliberal asumieron en varios


países ricos y, así, los principios del Estado de bienestar se enfrentaron a las llamadas
“políticas de ajuste”: privatización de las empresas y servicios públicos, recorte del gasto
social, descentralización administrativa y flexibilización laboral. Un decenio más tarde
estas mismas medidas fueron adoptadas en las naciones del llamado Tercer Mundo, en
las cuales también se abandonaron las políticas de promoción a la industrialización por

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sustitución de importaciones y se favoreció, nuevamente, la apertura de la economía al
mercado internacional.

Sin embargo, tanto en unos países como en otros, estas nuevas medidas no lograron
superar la crisis, y en algunos casos, provocaron un aumento de las desigualdades
sociales, la decadencia de la prestación de ciertos servicios públicos básicos el ascenso
de los niveles de desempleo y el desmantelamiento del aparato estatal, con serio
compromiso de su capacidad regulatoria.

En definitiva, si bien existe un consenso bastante generalizado acerca de la crisis del


estado de bienestar y un alto grado de aceptación de los diagnósticos y de las políticas
neoliberales en diversas latitudes, se ha visto el fracaso de este en los países del Tercer
Mundo desde donde se están buscando soluciones a la crisis que afecta a tantos millones
de personas y es posible que estas se encuentran en un tipo de estado que se acerque al
Estado de bienestar.

B) Resolver las siguientes actividades.

(Los profesores indicaran el momento a desarrollar cada una de las


consignas)

B.1. Con respecto al texto:

1) Subrayar los conceptos más importantes del texto contenido en el subtítulo “El
estado Moderno”.
2) Resumir en tres párrafos el contenido del subtítulo “El Estado absolutista”.
3) Resumir en tres párrafos el contenido del subtítulo “El Estado totalitario”.
4) Sintetizar las principales características de estado liberal democrático.
5) Comparar las características del Estado de bienestar y las del Estado neoliberal en
los siguientes aspectos: objetivos y funciones del estado, aparato administrativo y
concepción de la economía en el capitalismo.

B.2 Con respecto a las clases dictadas y su relación con el texto:

1) Formar grupos de cuatro o cinco integrantes y elaborar definiciones del concepto


de estado en el capitalismo.
2) Argumentar y defender las definiciones ante la clase, por grupos.

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Estado y Nación

Tomado de:

Benzecry Claudio y otros Ciencias Sociales-Formación ética y Ciudadana, Buenos


Aires,Puerto de Palos, 2001.

Habitualmente, suelen usarse indistintamente estos términos en los medios de


comunicación, pero, ¿se está en todos los casos hablando de lo mismo?

Se suele utilizar el término nación para hacer referencia a un conjunto poblacional que
tiene algunas características en común, por lo general el orden cultural: religión, idioma,
tradiciones, costumbres. Estos elementos se combinan para definir una nación con
caracteres propios y distintivos.

En la actualidad hablar de nación supone también un territorio definido, con límites


reconocidos por la comunidad internacional.

Otro elemento a tener en cuenta es la capacidad de gobernarse, de sostener un poder


político propio. Y el último y fundamental es el de la identidad nacional, ya que es
imprescindible que la población sienta y crea que las características comunes como el
leguaje y las tradiciones por ejemplo, son tan importantes como para definir una nación
diferente de las otras.

Estos rasgos de las naciones actuales hacen que sea difícil distinguir y separar el
concepto de nación del de Estado. Por eso se suele decir que “el Estado es la
organización de la nación en instituciones, la garantía de soberanía, independencia y
autonomías” o también que “el Estado personifica en actos el alma de la nación”.

Cuando nación y Estado no coinciden.

A veces la coincidencia entre nación y Estado no se da, y aparecen distintos casos de


naciones, a saber:

 Naciones sin estado.

El caso de Polonia es uno de los más conocidos ya que desde el siglo XVII a la
actualidad, apareció y desapareció del mapa europeo como Estado independiente
por lo menos cinco veces. Otro caso de nación sin Estado es el del pueblo judío
hasta la creación del Estado de Israel en 1948. Y finalmente tenemos el caso de los
gitanos que, aunque conforman un grupo con las características que definen a una
nación, nunca tuvieron un Estado propio.

 Naciones localizadas en varios Estados.

Un caso actual es el de la nación Kurda, distribuida en áreas de Turquía, Irán, y


algunos países de la ex Unión Soviética.

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 Naciones en el interior de un Estado que no reconocen como propio:

Un ejemplo en el mundo occidental es el de la provincia francoparlante de Quebec,


en un Canadá mayormente anglófono. Otro de triste actualidad por la crueldad de
los métodos elegidos por los separatistas, es el País Vasco, en el norte de España.

 Estados multinacionales o plurilingüísticos:

Algunos ejemplos son la desaparecida Unión Soviética que integraba diversos


grupos europeos como rusos, ucranianos, lituanos y a grupos asiáticos como
tártaros , mongoles y armenios.

Un caso todavía vigente donde las diferencias culturales son asumidas y


respetadas es el de Suiza, que con un sistema federal e cantones (pequeñas
provincias) reúne en el sur a comunidades que hablan las lenguas del norte de
Italia, en el oeste a comunidades de hablas francesa, y en el este a comunidades
de raigambre alemana.

Las características de los Estados contemporáneos.

Entre los siglos XV y XIX se fueron desarrollando los atributos que caracterizan al estado
moderno. Estos son algunos de ellos:

 Organización del poder político mediante instituciones y regla.

El estado tiene un gobierno propio que toma las decisiones políticas para orientar el
rumbo del país y vincularse con el resto del mundo. También garantiza la
organización pública.

El poder político debe guiar todas sus acciones por las normas establecidas por la
Constitución y las leyes.

 Capacidad de darse leyes.

Las normas de funcionamiento de una sociedad moderna están clasificadas,


sistematizadas y escritas en una Carta o Ley Fundamental o Constitución Nacional
que establecen los principios de organización estatatal y de la sociedad, los
derechos y las obligaciones.

 Agencias especializadas para la administración pública

A saber: Organismos de seguridad, agencias de educación secretarías con rangos


y capacidad de gestión y decisión, ministerios etc.

 Capacidad para recaudar impuestos y emitir moneda.

El Estado obtiene los recursos para los pagos de sueldos, ejercito, salud pública,
etc., fundamentalmente de los impuestos establecidos por las leyes.

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Es el Estado también quien tiene la capacidad de emitir moneda la que debe
circular libremente y sin competencia por todo el país. En la Argentina fue en el
periodo de construcción del Estado cuando surgieron las leyes que reemplazaron
las monedas emitidas por las provincias por una única moneda nacional.

 Centralización de la administración.

Los Estados, aunque estén organizados bajo un sistema federal tienen leyes y
disposiciones que unifican las cuestiones administrativas básicas para el mejor
desarrollo de la nación.

 Monopolio de la violencia permitida y autorizada.

Es el Estado el único que puede realizar acciones violentas a través del ejército
hacia afuera (por ejemplo si sufre el ataque de una nación extranjera), de la
gendarmería en las aéreas de frontera y de la policía en el interior del país. Esta
atribución debe guiarse en todo momento por las leyes.

Dentro de un país no existe otro ejército que el nacional.

 Símbolos patrios y valores culturales.

A través de estos los Estados generan una identidad colectiva y sentimientos de


pertenecía en los miembros de la sociedad.

 ACTIVIDADES:
1. Leer el texto:
2. Elabora los conceptos de Nación y Estado.
3. ¿Qué atributos son necesarios para la conformación de un Estado
moderno?. Una vez identificados construye un mapa conceptual con los
mismos.

La formación del estado argentino

Extraído de Romero, José Luis. Breve Historia de la Argentina, Fondo de


Cultura Económica de Argentina, Buenos Aires, 2005.

La desunión de las provincias. (1820-1835)

Desaparecido, en Cepeda, el régimen que las unía, cada una de las provincias buscó su
propio camino. Los grandes propietarios, los fuertes caudillos, los comerciantes
poderosos y los grupos populares de las ciudades que gravitaban en la plaza pública
procuraron imponer sus puntos de vista y provocaron, con sus encontrados intereses,
situaciones muy tensas, hasta que alguien logró imponer su autoridad con firmeza. Y
según quién fuera y qué intereses representara, cada provincia adoptó un modo de vida
que definiría con el tiempo sus características y su papel en el conjunto de la nación:
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porque en 1820 había desaparecido el gobierno de las Provincias Unidas, pero no la
indestructible convicción de la unidad nacional.

Algunas provincias se dieron constituciones o reglamentos provisionales para fundar un


orden dentro de sus límites que no condecían con la pobreza y el escaso desarrollo
económico, social y cultural que las provincias habían alcanzado.

Entre tanto, Buenos Aires, reducida ahora su influencia, desarrollaba dentro de las
fronteras provinciales lo que había sido su ilusorio programa para toda la nación. Los
meses que siguieron a la derrota de Cepeda fueron duros, pero finalmente la aparición de
las fuerzas de la campaña que mandaba Juan Manuel de Rosas permitió al gobernador
Martín Rodríguez mantenerse en el poder desde fines de 1820.

Fue un período de paz y de progreso que duró hasta mayo de 1824. Favorecía las
posibilidades de una política ilustrada que encontró en el ministro de gobierno, Bernardino
Rivadavia, un brillante ejecutor.

Entre tanto, la situación interprovincial tendía a normalizarse en el litoral. El 25 de enero


de 1822. Los gobernadores de Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires
suscribieron el tratado del Cuadrilátero, que establecía una alianza ofensiva y defensiva
entre las cuatro provincias. La gravedad del problema aconsejó sortear el tema de la
organización nacional, previéndose solamente la convocatoria de un congreso para que
resolviera sobre la cuestión. En cambio, se establecía categóricamente la libertad de
comercio y la libre navegación de los ríos, cuestiones que tocaban al fondo de las
disensiones entre las provincias litorales y Buenos Aires. Era un triunfo del federalismo,
pero era, al mismo tiempo, un paso decisivo para dilucidar las cuestiones previas a la
organización nacional (…)

Pero los caracteres del interior del país diferían de los que predominaban en Buenos
Aires que pasaba ya de los 55.000 habitantes y estaba en permanente contacto con
Europa a través de su puerto. Las provincias del interior, en cambio, sólo contaban con
unas pocas ciudades importantes y era escasa en ellas esa burguesía que buscaba
ilustrarse y prosperar al margen de la fundamental actividad agropecuaria en la que se
reclutaban las minorías locales. Pero el ambiente de las ciudades provincianas, y más aún
el de las zonas rurales, se resistía a toda innovación y transformaba en un propósito
activo la defensa y la conservación de su idiosincrasia colonial.

(CONGRESO DE 1824) se inauguraron sus sesiones el 16 de diciembre de 1824. El


problema candente era hallar la fórmula para reconstituir la nación.

Esa preocupación inspiró la Ley Fundamental sancionada el 23 de enero de 1825.


Establecía la voluntad unánime de mantener unidas a las provincias argentinas y asegurar
su independencia, afirmando al mismo tiempo el principio de las autonomías provinciales.
El 6 de febrero de 1826 el Congreso sancionó una ley creando un poder ejecutivo
nacional a cargo de un magistrado que llevaría el título de Presidente de las Provincias
Unidas del Río de la Plata; al día siguiente fue elegido para el cargo Bernardino
Rivadavia.

El presidente Rivadavia afrontó en seguida el más grave y antiguo de los problemas


políticos del país y solicitó en un mensaje al Congreso que se declarara capital de la
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República a la ciudad de Buenos Aires. El proyecto suscitó largas y apasionadas
discusiones, pero fue aprobado el 4 de marzo. La provincia de Buenos Aires se vio
privada de la ciudad que había sido su centro tradicional desde su misma fundación y en
diversos círculos se advirtieron enconadas reacciones.

En diciembre de 1826 el Congreso había concluido el proyecto de constitución, cuyos


términos repetían, apenas moderado, el esquema centralista de la carta de 1819. Cuando,
poco después, el proyecto fue sometido a consulta, las provincias comenzaron a
manifestar su disconformidad. La guerra civil recomenzaba, los delegados del Congreso
no conseguían convencer a los jefes federales de la necesidad de la constitución y el
gobierno de Rivadavia se vio amenazado.

El rechazo de la Constitución de 1826 y el mal manejo del Tratado de paz con Brasil
polarizó la hostilidad contra Rivadavia, comprendiendo la debilidad de su posición
presentó su renuncia en junio de 1828. El Congreso la aceptó y la experiencia rivadaviana
de reunificación nacional quedó concluida en medio de la incertidumbre general.

Nuevamente desaparecía el gobierno nacional y las provincias retornaban a las


autonomías…

…Entre todos los caudillos, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel
de Rosas, se distinguía su personalidad peculiar. Su fuerte ascendiente sobre los
hombres de la campaña le proporcionaba una base para sus ambiciones; pero su claro
conocimiento de los intereses de los propietarios de estancias y saladeros le permitía
encabezar a los grupos más influyentes de la provincia y expresar con claridad la política
que les convenía; esa fue precisamente, la que puso en funcionamiento durante su
gobierno provincial, desde 1829 hasta 1832, y especialmente en el último año de su
administración. La situación política del país se definía rápidamente. Cada una de las tres
grandes áreas económicas de la nación contaba con una personalidad inconfundible para
representarlas y regir sus destinos. En el interior, Quiroga se había afirmado
definitivamente después de su victoria sobre Lamadrid en 1831. En el litoral, López
conservaba con firmeza la hegemonía regional. Y en Buenos Aires, Rosas consolidaba su
poder y acrecentaba su influencia. Los tres compartían los mismos principios, pero los
tres aspiraban a alguna forma de supremacía nacional.

El escenario para dilucidar la contienda hubiera podido ser el congreso que el Pacto
Federal obligaba a convocar. Siempre temerosos de Buenos Aires, López y Quiroga —el
litoral y el interior— insistían en apresurar su reunión. Celoso de los privilegios de su
provincia —esto es, Buenos Aires—, Rosas se oponía a que se realizara… la opinión de
Rosas prevaleció y el congreso no fue convocado.

El 16 de febrero de 1835, en Barranca Yaco, Quiroga cayó asesinado y poco más tarde la
legislatura bonaerense elegía gobernador y capitán general de la provincia, por cinco
años y con la suma del poder público, a Juan Manuel de Rosas.

 ACTIVIDADES:

(Los profesores indicaran el momento a desarrollar cada una de las consignas)


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1- Lee el texto “la desunión de las provincias” y subraya las ideas principales.
2- Extrae la idea principal de cada párrafo.
3- Justifica la siguiente afirmación “Desaparecido, en Cepeda, el régimen que las
unía, cada una de las provincias buscó su propio camino”.
4- Responde:

a- ¿Qué diferencias políticas y económicas existían entre Buenos Aires y las


regiones del Interior?
b- ¿Qué motivos llevaron al rechazo de la Constitución de 1826?

5- Puesta en común.

La federación (1835-1852)

La muerte de Quiroga y el triunfo de Rosas aseguraban el éxito de las ideas que este
último sostenía sobre la organización del país: según su opinión, las provincias debían
mantenerse independientes bajo sus gobiernos locales y no debía establecerse ningún
régimen que institucionalizara la nación. Y así ocurrió durante los diecisiete años que duró
la hegemonía de Rosas en Buenos Aires. Hubo, sin embargo, durante ese período una
singular forma de unidad, que se conoció bajo el nombre de Federación y que Rosas
quiso que se considerara sagrada. Era una unidad de hecho lograda por la sumisión de
los caudillos provinciales. Como encargado de las relaciones exteriores tenía Rosas un
punto de apoyo para ejercer esa autoridad, pero la sustentó sobre todo en su influencia
personal y en el poder económico de Buenos Aires.

La Federación, proclamada como el triunfo de los ideales del federalismo, aseguró una
vez más la hegemonía de Buenos Aires y contuvo el desarrollo de las provincias. El
puerto de Buenos Aires seguía siendo la mayor fuente de riqueza para el fisco y
proporcionaba pingües beneficios tanto a los comerciantes de la ciudad como a los
productores de cueros y tasajos que se preparaban en las estancias y saladeros.

De esas ventajas no participaban las provincias del interior, pese a la sumisión de los
caudillos federales. Las industrias locales siguieron estranguladas por la competencia
extranjera y los estancieros del litoral y del interior continuaron ahogados por la
competencia de los de Buenos Aires.

La Federación pretendió restaurar el orden colonial, desarrolló el paternalismo político;


abandonó la misión educadora del Estado prefiriendo que se encargaran de ella las
órdenes religiosas; destruyó los cimientos del progreso científico y técnico; canceló las
libertades públicas e individuales identificando la voluntad de Rosas con el destino
nacional; combatió todo intento de organizar jurídicamente el país, sometiéndolo de
hecho, sin embargo, a la más severa centralización. Tal fue la política de quien fue
llamado "Restaurador de las leyes" aludiendo sin duda a las leyes del régimen colonial
español. Esa política constituía un desafío al liberalismo y correspondía al que poco antes
habían lanzado en España los partidarios de la restauración absolutista de Fernando VII.
En la lucha interna era esa política un desafío a los ideales de la Revolución de Mayo.

La economía de Buenos Aires, montada sobre el saladero y la aduana, permitió el


acrecentamiento de la riqueza; y la política de Rosas, permitió la concentración de esa
riqueza entre muy pocas manos. Y así se constituyó, a través de la aduana porteña. La
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riqueza pública que permitió a Rosas ejercer una vigorosa autoridad sobre las
empobrecidas provincias interiores.

Por otra parte su autoritarismo y su animadversión por las ideas liberales le atrajo el
apoyo del clero y muy especialmente el de los jesuitas, a quienes concedió autorización
para reabrir los establecimientos de enseñanza.

Pero no era esto todo. Rosas había sabido atraerse la simpatía de los gauchos de la
campaña bonaerense y con ellos constituyó su fuerza militar. También se atrajo a las
masas suburbanas y sumaba, pues, al apoyo de los poderosos un fuerte apoyo popular,
con el que no contaban los grupos ilustrados.

Todo ese respaldo social no bastó, sin embargo para impedir que Rosas establecieran un
estado policial. Solo la más absoluta sumisión fue tolerada. Y la fidelidad a la Federación
debió demostrarse públicamente con el uso del cintillo rojo o la adopción de la moda
federal.

Ciertamente, el signo predominante de la Federación fue su resistencia a todo cambio.


Por lo demás, la inquietud fue constante. Un estado latente de rebelión amenazaba
virtualmente el orden establecido y cada cierto tiempo cristalizó en violentas irrupciones
que extremaron los odios.

Pero entre tanto, los proyectos revolucionarios de los unitarios argentinos que habían
emigrado a Montevideo, encabezados por Juan Lavalle, hallaban eco en la provincia de
Buenos Aires. Los jóvenes escritores que en junio de 1837 que habían sembrado los
principios de su inquietud y su rebeldía.

Montevideo se convirtió en el principal centro de acción de los emigrados antirrosistas.


También los había en otros países, especialmente en Chile, donde Alberdi y Sarmiento
movían desde los periódicos -El Mercurio, El Progreso- una activa campaña contra Rosas.

Entre Ríos desarrollaba una intensa y progresista actividad agropecuaria que requería
contacto con Europa, y sus intereses chocaban abiertamente con los de Buenos Aires…
Debido a que el monopolio comercial porteño ahogaba cada vez más a las provincias del
Litoral, el gobernador de Entre Ríos, Urquiza, juzgó insostenible el apoyo que hasta el
momento había prestado a Rosas.

La situación se precipitó cuando Francia e Inglaterra decidieron en 1850 levantar el


bloqueo del puerto bonaerense. Entonces fue el Brasil quien se inquietó ante la
posibilidad del triunfo de Oribe y de que se consolidara el dominio de Rosas sobre las dos
márgenes del Río de la Plata. Brasil rompió sus relaciones con la Federación y los
antirrosistas hallaron un nuevo aliado. La aproximación entre el gobierno oriental y el
Brasil comenzó en seguida, y Urquiza fue atraído a la coalición con la promesa de que el
nuevo gobierno garantizaría la navegación internacional de los ríos.

Ciertamente, la Federación no estaba en condiciones de afrontar esta crisis que surgía


en su propio seno. El largo estancamiento provocado por la estrecha política económica
de Rosas contrastaba con las inmensas posibilidades que abría la revolución industrial
operada en Europa, frustrada por la perseverante sumisión al pasado del viejo gobernador
de Buenos Aires.
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El 1° de mayo de 1851 el gobernador de Entre Ríos, Urquiza, aceptó, no sin ironía, la
renuncia formal que Rosas presentaba cada año como encargado de las relaciones
exteriores de la Federación.

Poco después el Ejército Grande entró en campaña, cruzó Entre Ríos, invadió Santa Fe
y se presentó frente a Buenos Aires. El 3 de febrero de 1852 los ejércitos de la Federación
caían vencidos en Caseros y Rosas se embarcaba en una nave de guerra inglesa rumbo
a Gran Bretaña. La Federación había terminado.

 ACTIVIDADES:

1- Lee el texto “la federación” y subraya las ideas principales.


2- Identifica los conceptos políticos, económicos y sociales que caracterizaron a
este periodo y elabora un mapa conceptual.
3- En forma grupal: reflexiona y responde ¿Qué motivos impidieron la unificación
nacional?
4- Puesta en común.

Buenos Aires frente a la Confederación Argentina (1842-1862)

Urquiza entró en Buenos Aires poco después de la victoria para iniciar la etapa más
difícil de su labor: echar las bases de la organización del país. La administración de
Rosas, sin duda, había preparado el terreno para la unidad nacional dentro de un régimen
federal. Todos estaban de acuerdo con la necesidad de la unión, porque las autonomías
habían consagrado también la miseria de las regiones mediterráneas.

Por lo demás, las oligarquías locales eternizadas en el gobierno habían concluido por
acaparar la tierra. La aristocracia ganadera monopolizaba el poder político

Una convicción unánime aseguraba el triunfo de una organización democrática. Urquiza


convocó una conferencia de gobernadores en San Nicolás, y de ella salió un acuerdo para
la organización nacional firmado el 31 de mayo de 1852. Se establecía en él la vigencia
del Pacto Federal y se sentaba el principio del federalismo, cuya expresión económica era
la libertad de comercio en todo el territorio, la libre navegación de los ríos y la distribución
proporcional de las rentas nacionales. Se otorgaban a Urquiza las funciones de Director
Provisorio de la Confederación Argentina y se disponía la reunión de un Congreso
Constituyente en Santa Fe para el que cada provincia enviaría dos diputados.

Las cláusulas económicas y la igualdad de la representación suscitaron la resistencia de


los porteños.

El 11 de septiembre, estalló en Buenos Aires una revolución inspirada por Valentín


Alsina que restauró las antiguas autoridades, declaró nulos los acuerdos de San Nicolás y
autónoma a la provincia. Poco después, Alsina, el más intransigente de los porteños, fue
elegido gobernador.

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El 1° de mayo de 1853 fue firmada la constitución y, por decreto de Urquiza, fue jurada
el 9 de julio por todas las provincias excepto la de Buenos Aires.

Este hecho consumó la secesión. La Confederación por una parte y el Estado de


Buenos Aires por otra comenzaron a organizar su vida institucional.

La lucha adquirió caracteres de guerra económica. La Confederación tuvo que crear


toda la armazón institucional del Estado. Buenos Aires, en cambio, mantenía su antigua
organización administrativa y la crecida recaudación de su aduana.

La creciente tensión entre los dos Estados desembocó en una abierta guerra
económica. La Confederación resolvió en 1856 establecer los que se llamaron "Derechos
diferenciales" para las mercaderías que llegaban a su territorio, directamente y las que
habían pasado por Buenos Aires; estas últimas debían pagar un impuesto más alto, con
que se suponía que se desviaría el tráfico hacia el puerto de Rosario y otros puertos
menores de la Confederación. Era una provocación, sin duda, desencadenada por la
crisis rentística que sufría el gobierno de Paraná y por el secreto propósito de llegar
finalmente a la guerra si la situación no se resolvía de otro modo.

Era la guerra económica, pero en tales términos que podía preverse que no se
mantendría mucho tiempo dentro de esos límites. Un conflicto político suscitado en San
Juan precipitó los acontecimientos y los dos Estados movilizaron sus tropas. Buenos Aires
declaró la guerra y encargó a Mitre el mando de sus fuerzas. Urquiza avanzó sobre
Buenos Aires y los dos ejércitos se encontraron el 23 de octubre de 1859 en Cepeda,
donde Mitre quedó derrotado.

El 11 de noviembre se firmó el pacto de unión entre Buenos Aires y la Confederación,


por el que la primera se declaraba parte integrante de la nación y aceptaba en principio la
Constitución de 1853. Una convención provincial y otra nacional debían ajustar los
términos de la carta a las nuevas condiciones creadas; pero entre tanto la aduana de
Buenos Aires quedaba dentro de la jurisdicción nacional.

Pero Buenos Aires no estaba dispuesto a ceder. Buenos Aires y la Confederación se


enfrentan nuevamente

Esta vez, Urquiza, jefe de las fuerzas de la Confederación, quedó derrotado en Pavón el
17 de septiembre de 1861. Triunfante Buenos Aires y disueltos los poderes nacionales,
Mitre asumió interinamente el gobierno de la Confederación y llamó a elecciones de
diputados al congreso, que debía reunirse en Buenos Aires, donde Mitre había fijado la
capital de la República. El 5 de octubre de 1862 fue elegido Mitre presidente de la Nación
y el día 12 asumió el cargo. La unidad nacional quedaba consumada.

 ACTIVIDADES:

1- Lee el texto “Buenos Aires frente a la Confederación Argentina” y subraya las ideas
principales.

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2- Elabora una síntesis en 3 párrafos integrando los siguientes conceptos:
Confederación Argentina, Constitución, secesión, intereses económicos, unidad
nacional.
3- Puesta en común.

La República: Estabilización Política y cambio Económico-social (1862-1880)

Entre 1862 y 1880 transcurre el periodo clave de la historia argentina. Tres


personalidades disímiles se sucedieron en el ejercicio de la presidencia: Mitre de 1862 a
1868, Sarmiento de 1868 a 1874 y Avellaneda de 1874 a 1880. Tuvieron objetivos
comunes y por eso triunfó la política nacional que proyectaron, cuyos rasgos
conformarían la vida del país durante muchas décadas.

Lo más visible de su obra fue el afianzamiento del orden institucional de la república


unificada. Pero su labor fundamental fue el desencadenamiento de un cambio profundo
en la estructura social y económica de la nación.

Como antes Urquiza, Mitre emprendió la tarea de organizar desde la base el Estado
nacional… frente a los poderes provinciales. Además, las relaciones entre las provincias
ocasionaron delicados problemas, empezando por el de los límites entre ellas. Fue
necesario suprimir las fuerzas militares provinciales y reorganizar un ejército nacional.
Hubo que ordenar la hacienda pública, la administración y la justicia federal, fue necesario
redactar los códigos, impulsar la educación popular, hacer el primer censo nacional y
vigilar el cuidado de la salud pública.

Para los hombres del interior, el acuerdo entre Urquiza y los porteños fue una alianza
entre las regiones privilegiadas del país. Pero no fueron éstas las únicas preocupaciones
internas. Una vasta región del país estaba de hecho al margen de la autoridad del Estado
y bajo el poder de los caciques indígenas. El 1879 Roca, ministro de guerra de
Avellaneda, encabezó una expedición al desierto. La soberanía nacional se extendió
sobre el vasto territorio.

Pero todavía estaba en pie el problema de la residencia del gobierno nacional, que Mitre
aspiraba a fijar en la provincia de Buenos Aires. Cuando Nicolás Avellaneda, tucumano y
partidario decidido de la federalización de Buenos Aire subió a la presidencia adoptó la
resolución de poner fin al problema de la capital de la República al tiempo que ofrecía su
apoyo a la candidatura provinciana del general Roca contra la del gobernador de Buenos
Aires. Poco después, el 20 de septiembre, una ley del Congreso Nacional convirtió a la
ciudad de Buenos Aires en la capital federal de la República.

Con ese paso quedaba cerrado un ciclo de la vida argentina, que había girado alrededor
de las relaciones entre el puerto de Buenos Aires y el país. Según los intereses y las
opiniones el país seguía dividido en tres áreas claramente diferenciadas: Buenos Aires,
las provincias litorales y las provincias interiores, y a esta división correspondía el juego
de los grupos políticos desde la independencia y más acentuadamente desde 1852.

Dos grandes partidos se enfrentaban, en principio, desde esa última fecha: el Partido
Federal, que agrupaba a las oligarquías provincianas y presidía Urquiza, y el Partido
Liberal, que encabezaban los antiguos emigrados y predominaba en Buenos Aires.
Unificada la República, los partidos pactaron. La ventaja era cada vez mayor para el
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Partido Federal, informe por cierto, pero en marcha hacia la organización que alcanzaría
más tarde con el nombre de Partido Nacional. A sus manos iría a parar el destino de la
República y en sus filas se fueron agrupando con distinto grado de entusiasmo todas las
minorías, porteñas o provincianas, que aspiraban al poder.

La Argentina comenzaba a mirar resueltamente hacia el exterior, sus intereses se volvían


cada vez más decididamente hacia Europa.

Mientras decrecía la demanda de carnes saladas en los países esclavistas, aumentaba la


de lana y cereales en los países industrializados, que desarrollaban una vigorosa industria
textil. Lana y cereales fueron, pues, los productos que pareció necesario producir. Ahora,
unificada la nación, la economía del país adoptó decididamente esa orientación que
ofrecía extraordinarias.

Pero este cambio de orientación suponía considerables dificultades. Se basaba en una


teoría sobre la vida del país sobre el papel que la economía desempeñaba en ella; la
habían elaborado cuidadosamente los emigrados: Alberdi, preocupado por el problema de
la riqueza y que había expuesto sus ideas en su estudio sobre el Sistema económico y
rentístico de la Confederación Argentina, Sarmiento, atento a las formas de la vida social y
que había desarrollado su pensamiento en el Facundo. Cuando llegaron al poder y
durante los dieciocho años que transcurren desde 1862 hasta 1880, pusieron esa teoría
en acción para sustituir la tradicional estructura economicosocial del país por una distinta
que asegurara otro destino a la nación. Así desencadenaron una revolución fundamental,
precisamente cuando ponían fin al ciclo de las revoluciones políticas.

El paso más audaz en la promoción del cambio economicosocial fue la apertura del país a
la inmigración.

Los inmigrantes tenían escasas posibilidades de transformarse en propietarios y se


ofrecieron como mano de obra, en algunos casos yendo y viniendo a su país de origen , la
corriente inmigratoria se fijó preferentemente en la zona litoral y en las grandes ciudades.

El Estado no buscó el camino que podía resolver el naciente problema, que era el de
transformar a los inmigrantes en poseedores de la tierra; sólo se propuso, para asimilar al
menos a sus hijos, un vasto programa de educación popular.

La obsesión de Sarmiento fue alfabetizar a las clases populares, "educar al soberano",


hacer de la escuela pública un crisol donde se fundieran los diversos ingredientes de la
población del país, sometida a intensos cambios y a diversas influencias.

Pero pese al vigor del plan educacional, no podía esperarse de él que contuviera las
inevitables consecuencias de la política estatal con respecto a la tierra y a la inmigración.
Hubo un crecimiento acelerado de la riqueza, pero ésta se concentró en pocas manos.

La política librecambista predominaba en perjuicio de las actividades manufactureras, el


mercado de productos manufacturados siguió dominado por los importadores, con lo que
se acentuaba el carácter comercial y casi parasitario de los centros urbanos que crecían
con la inmigración.

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En cambio, la construcción de los ferrocarriles creó una importante fuente de trabajo para
los inmigrantes y desencadenó un cambio radical en la economía del país. Eran empresas
de capital inglés preferentemente y realizaron un pingue negocio, porque recibieron tan
vastas extensiones de campo a los costados de sus vías que agregaron a la explotación
ferroviaria el negocio de venta de tierras.

Buenos Aires fue la principal beneficiaria del nuevo desarrollo económico. La ciudad se
europeizó en sus gustos y en sus modas la Capital ponía de manifiesto todos los rasgos
del cambio que se operaba en el país.

 ACTIVIDADES:

1- Lee el texto “La República: Estabilización Política y cambio Económico-social” y


subraya las ideas principales.
2- Identifica las acciones, de cada gobierno, que posibilitaron la organización
nacional y elabora un esquema de contenido.
3- Puesta en común.

LOS NACIONALISMOS POPULISTAS.

Extraído de: Alonso Marisa y otros. Historia Mundial Contemporánea, Puerto


de Palos, Buenos Aires, 2002.

A partir de la década de 1930, frente a la desorganización de las economías


primario-exportadoras y la crisis de los regímenes conservadores, los países
latinoamericanos experimentaron una serie de importantes transformaciones
económicas, sociales y políticas. El crecimiento de la producción industrial local
se convirtió en un modelo de desarrollo alternativo, especialmente para los
países que en el pasado habían realizado experiencias industriales. Junto a la
industria creció la importancia de la clase obrera, que comenzó a demandar más
participación en los beneficios económicos y también una mayor intervención en
las cuestiones políticas. Los gobiernos surgidos a partir de 1930 se vieron
obligados a controlar esa efervescencia social a través de diversas formas de
integración.

En este contexto surgieron los nacionalismos populistas latinoamericanos, que


impulsaron el desarrollo de la industria nacional, el control y la integración de los
sectores populares y la formación de nuevas alianzas de poder. También existió
una vigorosa intervención del estado en la economía y en el diseño y la
aplicación de las políticas de bienestar social.

La mayoría de los gobiernos que surgieron en la década del ’30 fueron


populistas. Sin embargo el término populismo nunca fue claramente definido.

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La postura mayoritaria lo presenta como una ideología que supo capitalizar las
demandas planteadas por los sectores populares contra los viejos regímenes
oligárquicos que marginaban de la política a las grandes mayorías.

Esta definición general sirvió para agrupar a las diversas experiencias políticas
latinoamericanas que compartieron características comunes. Por otro lado, a
grandes rasgos, la fórmula populista fue útil a la hora de nombrar a aquellas
naciones que constituyeron gobiernos empeñados en el desarrollo de un nuevo
modelo económico y que emplearon un tipo de discurso dirigido a las grandes
masas con el objeto de atraer su apoyo. Pero sobre todo, intentaron obtener el
favor de las masas trabajadoras en su lucha por el control del Estado.

En otro sentido, la mayoría de las experiencias populistas tuvieron en común sus


límites, debido a que no buscaron alterar las relaciones de poder a favor de la
organización autónoma de las fuerzas populares. Lejos de esto, intentaron
convertirse en una herramienta eficaz para controlar el cambio social. Si bien la
mayoría de los líderes populistas se declararon antiimperialistas y
anticomunistas, prevaleció en ellos un mayor empeño por erradicar las ideas de
izquierda, lo que en ocasiones les restó el apoyo de un sector de la sociedad,
como los intelectuales o los obreros afiliados a los partidos socialistas y
comunistas.

Actividades:

1- Identifica los factores que llevaron al surgimiento de los


populismos latinoamericanos.
2- Enumera las medidas que impulsaron los gobiernos
populistas.

A partir de lo leído elabora una descripción del término


populismo.

Desarrollo industrial y nacionalización de la economía

En la década del ’40 se inició una nueva pauta de desarrollo: el “crecimiento


hacia adentro”. Los ingresos de los países ya no dependían sólo de las
exportaciones, sino que incluían manufacturas producidas localmente para
abastecer el mercado interno.

Para ello resultó fundamental la nacionalización de recursos productivos (tierras,


petróleo etc.), áreas de la economía y ciertas actividades que hasta entonces
estaban en manos del capital extranjero. Estas medidas pretendían garantizar el
desarrollo autárquico de sus economías.

Nuevos actores sociales y alianzas policlasistas

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Preocupados por la posibilidad del acercamiento de los trabajadores al
comunismo, los gobiernos populistas los incorporaron junto a las burguesías
industriales nacionales en las renovadas alianzas de poder. Estos acuerdos
policlasistas fueron apoyados por los sectores nacionalistas del ejército, que
estaban interesados en el desarrollo de la industria nacional para organizar la
defensa, alcanzar la autarquía económica y evitar el caos social que podría traer
el comunismo. La integración de los sectores populares fue el medio por el cual
los nuevos regímenes políticos controlaron los movimientos sociales.

Redistribución del ingreso y políticas sociales.

La redistribución del ingreso permitió dar respuesta a las demandas de


participación en el sistema económico por parte de los trabajadores. A través de
ella, los Estados distribuyeron la riqueza generada a favor de los sectores
populares. A la vez, la redistribución del ingreso aseguraba el consumo de esos
sectores y así fortalecía el mercado interno y aseguraba el crecimiento de una
economía basada en la industria nacional.

Esta mayor participación de los trabajadores en el ingreso se vio potenciada por


el crecimiento del gasto público en políticas sociales tendientes a brindar
bienestar a la mayoría de la población y por la fijación de los precios de
alimentos, alquileres, etc. La presencia del Estado también se manifestó en la
relación entre obreros y patrones a través de las convenciones colectivas y la
fijación del monto de los salarios.

El Estado en la educación y la salud

El Estado populista asumió también las funciones educativa y sanitaria.

En la mayoría de los gobiernos populistas el sistema educativo se amplió


notablemente, con el objetivo explicito de formar de manera homogénea una
gran masa de niños que hasta hacía poco tiempo abandonaban su instrucción
para ingresar en el mundo del trabajo. Esto fue sostenido gracias a la legislación
laboral, la gratuidad de la enseñanza y el aumento del poder adquisitivo de los
sectores populares. Los frutos de estas políticas pudieron apreciarse en las
décadas posteriores cuando algunos hijos de obreros se convirtieron en
profesionales.

Para el populismo la escuela fue un ámbito privilegiado ya que permitió ampliar


la base de consenso y crear en los niños una conciencia política afín al mismo
régimen.

Muchos gobiernos populistas lograron mejoras en la salud a través de campañas


de vacunación, tratamientos contra la tuberculosis, atención ginecológica,
avances en cirugía y el empleo de antibióticos que permitieron que, en tan sólo
una década, mermara la mortandad precoz de la población.

Actividades:

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Elabora un cuadro sinóptico que sintetice las principales medidas de los Estados
populistas.

Brasil y México: dos ejemplos de populismos latinoamericanos.

Getulio Vargas en Brasil

En 1930 Vargas llega al poder e inicia su modelo político llamado “Estado Novo”
inspirado en los regímenes totalitarios de Salazar en Portugal y Mussolini en
Italia.

Durante la Segunda Guerra Mundial el apoyo brindado por Brasil a los aliados
fue premiado por los norteamericanos con ayuda para la construcción de
grandes obras de infraestructura. Getulio Vargas llevó adelante la construcción
de un complejo siderúrgico estatal en Volta Redonda. Gracias a esta acería
Brasil desarrollaría una industria automovilística propia.

A fines de la contienda Vargas dio un giro hacia el populismo y enfatizó el perfil


proletario de su gobierno. Decidido a impulsar una política nacionalista, propuso
la creación de una corporación pública y privada: Petrobras, cuyo objetivo fue la
monopolización de la exploración y explotación de petróleo en Brasil.

Hacia el final de su tercer mandato sufrió grandes dificultades políticas y


económicas a las que se sumaron denuncias de corrupción, que lo dejaron en un
total aislamiento político. En 1954 ante el pedido de dimisión presentado por los
altos jefes militares Vargas optó por el suicidio.

Lázaro Cárdenas en México

En 1934 el general Cárdenas es elegido presidente de México. Impulsó una


reforma agraria inspirada el sistema comunal del país, por la misma se
repartieron parcelas entre las familias campesinas, mejorando sus condiciones
de vida y de trabajo. Por otra parte, siguiendo los lineamientos populistas,
Cárdenas organizó desde el Estado a los sindicatos.

Otro aspecto fundamental de su gobierno fue la política petrolera. Tanto


empresas estadounidenses como británicas poseían fuertes inversiones en la
industria petrolera. Tras un conflicto entre los trabajadores y las compañías,
Cárdenas decidió expropiarlas. La puesta en práctica de los principios populistas
dio nacimiento a la empresa monopólica estatal Petróleos Mexicanos (PEMEX),
que se convirtió en el símbolo del nacionalismo económico de México.

Actividades:

Confecciona un cuadro comparativo con las medidas populistas de Vargas y


Cárdenas.

Populismo en Argentina: Juan Domingo Perón.

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Los estudios sobre el peronismo coinciden en destacar que se trató de un
movimiento sustentado en un amplio apoyo popular. Algunos autores lo califican
como un movimiento popular, o como un nacionalismo popular, mientras que
otros utilizan el concepto de populismo. Existe un conjunto de características
que describen al peronismo como un movimiento populista y en la que coinciden
muchos autores.

Algunas de esas características son:

 El policlasimo: la base social del peronismo estuvo constituida por una


alianza entre obreros, sectores de la burguesía industrial y un grupo
nacionalista del ejército.
 Programa económico industrialista, nacionalista y distribucionista: El
Estado apoyó el desarrollo de la actividad industrial, creando fuentes de
trabajo, generando una redistribución de los ingresos y ampliando el
mercado interno. También impulsó la nacionalización de sectores claves
como el comercio exterior, las fuentes de energía, las comunicaciones y los
transportes.
 Oposición de intereses entre pueblo y oligarquía: los intereses de la
alianza gobernante (el pueblo), se identificaron con los intereses de la
nación, mientras que los opositores (la oligarquía), fueron considerados
como representantes de proyectos antinacionales y aliados del imperialismo.
 Liderazgo carismático: el jefe político es un líder carismático que establece
un fuerte vínculo afectivo con el pueblo. Éste conduce al movimiento en su
conjunto, intentando armonizar los distintos intereses de los sectores
sociales que integran la alianza populista.

Actividades:

Investiga la obra de gobierno de Perón y da ejemplos de medidas que se


identifiquen con el populismo.

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COMO HACER UNA MONOGRAFÍA

La monografía es uno de los informes de investigación más requeridos dentro de


la educación superior. Muchas veces es un método que no ha sido revisado dentro
de la escolaridad y los universitarios de primer año se ven frente a un reto
aparentemente difícil. La monografía no es otra cosa que un proceso sistémico de
organización de la información, si sigues los pasos que te proponemos a
continuación, tu trabajo se convertirá en una forma sencilla e interesante de
investigar.

Pasos

1. Elige un tema sobre el cual te gustaría adquirir más información, el tema debe ser algo o
alguien que realmente te inspire.

2. Debes enfatizar un sólo aspecto del tema que quieres desarrollar, para no tener algo muy
grande donde omitas detalles importantes.
3. Una vez que has recortado el tema para el análisis de un aspecto específico, empieza la
recolección de tu material informativo (bibliografía, artículos, documentos previos a tu
investigación, etc.).
4. Es importante que organices tus fuentes de información haciendo uso del método del
fichaje; este método consiste en realizar pequeñas fichas donde especifiques el autor del
documento, la fecha de edición, el tema central que lo relaciona con tu tema de investigación y
por último la naturaleza del documento (artículo, documento, libro)
5. Cuándo ya hayas terminado de revisar tus fuentes y hayas organizado la información
obtenida en las mismas, empieza a elaborar el esbozo del informe.
6. Lo primero que debe ir dentro del informe es la introducción, que es dónde haces un
brochazo sobre toda la información que contiene tu documento, incluyendo autores revisados,
documentos y fuentes.
7. En segundo lugar va el desarrollo del trabajo, el cual debe estar dividido con diferentes
títulos o subtítulos por orden ya sea cronológico o de importancia de los hechos. Aquí puedes
citar textualmente a alguna de las fuentes, entre comillas que delimiten la cita y mencionando
al autor de la misma. Esto se usa para reafirmar o ejemplificar lo que se está diciendo.
8. Cuándo hayas expuesto todos tus puntos, elabora una conclusión; la conclusión debe
resumir los aspectos analizados y debe contener una opinión personal.

9. Una vez que tu trabajo consta de las partes establecidas revisa el documento para la
presentación, una monografía completa tiene la siguiente estructura: Carátula; Introducción;
Desarrollo, Conclusión, Notas y citas, Índice y Bibliografía.

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CLASE 11 Y 12 EVALUACIÓN

EXPOSICIÓN ORAL DE LOS TEMAS ELEGIDOS POR LOS ALUMNOS.

Los alumnos deberán elegir un ejemplo de los tipos de Estado estudiados durante el
curso de ingreso ( ejemplo: Estado absolutista, El reinado de Luis XIV, Estado Totalitario,
Mussolini y el fascismo) y elaborar en grupo una monografía a partir de una guía que les
será proporcionada por las profesoras. La misma deberá ser expuesta por el grupo frente
a la clase acompañada por power point o afiches como examen final. La acreditación del
examen será individual.
En caso de no aprobar el examen final en noviembre, deberá rendirse nuevamente en
febrero.

El ingreso a las carreras de nivel superior es irrestricto, por lo tanto aquel alumno
que no apruebe el examen final podrá cursar el ciclo lectivo 2014, sin embargo, por
ser considerado el curso de ingreso en la carrera de Historia como un UDI, deberá
rendirlo las veces que sean necesarias hasta su aprobación.

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