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ARZOBISPADO DE SALTA

COMISIÓN ARQUIDIOCESANA DE LITURGIA

Celebrar juntos
Material para el estudio
y la pastoral litúrgica

Año IV Nº 11
Agosto de 2011
info@saltaliturgia.com.ar
www.saltaliturgia.com.ar

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EN ESTE NÚMERO…

Para formarnos

Ficha Formativa Nº 1: Comunidad y ministerios

Para celebrar

SÁBADO 6 DE AGOSTO DE 2011 GUIÓN PARA LA CELEBRACIÓN DE LA


EUCARISTÍA FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR (CICLO LITÚRGICO A)

DOMINGO 7 DE AGOSTO DE 2011 GUIÓN PARA LA CELEBRACIÓN DE LA


EUCARISTÍA DOMINGO DÉCIMO NOVENO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO (CICLO
LITÚRGICO A)

DOMINGO 14 DE AGOSTO DE 2011 GUIÓN PARA LA CELEBRACIÓN DE LA


EUCARISTÍA DOMINGO VIGÉSIMO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO (CICLO
LITÚRGICO A)

LUNES 15 DE AGOSTO DE 2011 GUIÓN PARA LA CELEBRACIÓN DE LA


EUCARISTÍA SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
(CICLO LITÚRGICO A)

DOMINGO 21 DE AGOSTO DE 2011 GUIÓN PARA LA CELEBRACIÓN DE LA


EUCARISTÍA DOMINGO VIGÉSIMO PRIMERO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
(CICLO LITÚRGICO A)

DOMINGO 28 DE AGOSTO DE 2011 GUIÓN PARA LA CELEBRACIÓN DE LA


EUCARISTÍA DOMINGO VIGÉSIMO SEGUNDO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
(CICLO LITÚRGICO A)

ORACIÓN DE LOS FIELES - SEMANAS XIX, XX, XXI Y XXII DEL TIEMPO DURANTE
EL AÑO
Aportes pastorales

LA PRESENCIA DE LA COMUNIDAD EN EL BAUTISMO

LA COMUNIÓN DE LOS FIELES EN EL CÁLIZ

Para reflexionar y compartir

COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA FIESTA DE LA


TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR (CICLO LITÚRGICO A)

COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA DOMINGO DÉCIMO


NOVENO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO (CICLO LITÚRGICO A)

COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA DOMINGO VIGÉSIMO


DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO (CICLO LITÚRGICO A)

COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA SOLEMNIDAD DE LA


ASUNCIÓN SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA (CICLO LITÚRGICO A)

COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA DOMINGO VIGÉSIMO


PRIMERO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO (CICLO LITÚRGICO A)

COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA DOMINGO VIGÉSIMO


SEGUNDO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO (CICLO LITÚRGICO A)
Para formarnos

FICHA FORMATIVA Nº 1
COMUNIDAD Y MINISTERIOS

Empezaremos por una breve visión


de la comunidad que celebra, dentro
de la cual, y para la cual actúan los
ministerios.
Para seguir hablando, después, de
las características comunes a
todos los ministerios en general,
antes de tratar de cada una de
ellos en particular.

TODA LA COMUNIDAD CELEBRA

El sujeto primordial o integral de la celebración litúrgica es la comunidad, el pueblo


sacerdotal. Es ella la que celebra, ayudada por los diversos ministerios, sobre todo por el
presidente que actúa “in persona Christi”.
Esta afirmación, ha sido recogida y expresada rápidamente por el Misal Romano, es su
introducción:

“Se trata nada menos que del pueblo de Dios, adquirido por la sangre de
Cristo, congregado por el Señor, que lo alienta con su palabra; pueblo que ha
recibido el llamamiento de presentar a Dios a todas la peticiones de la familia
humana; pueblo que, en Cristo, da gracias por el misterio de la salvación,
ofreciendo su sacrificio; pueblo finalmente que por la comunión con su Cuerpo
y Sangre se consolida en la unidad” (OGMR 5).

“La celebración de la Misa, como acción de Cristo y del pueblo de Dios


ordenado jerárquicamente…” (OGMR 16).

“En la celebración de la Misa, los fieles forman la nación santa, el pueblo


adquirido por Dios, el sacerdocio real, para dar gracias a Dios y ofrecer no
solo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, la víctima inmaculada, y
aprender a ofrecerse a sí mismos” (OGMR 95).

Naturalmente, no solo “los fieles” forman la nación santa, sino también el presidente y
los varios ministros que ayudan a los fieles a celebrar. Porque ellos son -deben ser- los
primeros creyentes y oyentes y celebrantes.

“el pueblo de Dios, que se congrega para la Misa, lleva en sí una coherente y
jerárquica ordenación, que se expresa en la diversidad de ministerios y de
acción, mientras se desarrollan las diversas partes de la celebración “(OGMR
294).

También el Catecismo de la Iglesia Católica insiste en esta perspectiva, al hablar de la


comunidad que se reúne para la celebración litúrgica:

“La asamblea que celebra es la comunidad de los bautizados… Este


sacerdocio común es el de Cristo, único Sacerdote, participado por todos
sus miembros” (CCE 1141).

“En la celebración de los sacramentos, toda la asamblea es liturgo, cada


cual según su función” (CCE 1144).

Decir que “toda la comunidad celebra” no equivale a decir que todos presiden, o que
todos realizan todos los ministerios. Pero sí que todos se reúnen formando una iglesia en
pequeño, que todos escuchan y escogen la Palabra, que todos dan gracias, ofrecen,
invocan, oran, cantan, participan, de la gracia sacramental…

Pero, sobre todo, la comunidad entera participa orando, escuchando la Palabra, dando
gracias y ofreciendo junto con el sacerdote, y el comulgado con el Cuerpo y Sangre de
Cristo.

MINISTERIOS PARA LA COMUNIDAD

Dentro de esa comunidad, toda ella celebrante, hay diversos


ministros, algunos ordenados y otros laicos, que ayudan a
celebrar. Todos ellos, además de celebrantes, se sienten corresponsables y pueden recibir
el encargo de realizar diversos servicios para bien de todos:

 “No rehúsen los fieles servir al pueblo de Dios con gozo, cuando se les pida que
desempeñen en la celebración algún determinado ministerio” (OGMR 97).

 La introducción al Misal, al hablar de la misa comunidad enumerando estos


posibles ministerios dentro de la celebración eucarística, como el diácono, y además “un
acólito, un lector y un cantor: pero el rito prevé la posibilidad de un número mayor de
ministros” (OGMR 116).

La existencia y la diversidad de estos ministerios están justificadas por un motivo litúrgico


y por un motivo teológico. Hay un motivo teológico: la estructuración jerárquica de la
Iglesia y de la comunidad celebrante. La comunidad reunida debe ser una imagen
significativa de la identidad de la Iglesia misma:

“La celebración eucarística es acción de Cristo y de la Iglesia, es decir, un


pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección del Obispo. (…)
Pero afecta a cada uno de sus miembros según la diversidad de órdenes,
funciones y actual participación. De este modo, el pueblo cristiano,
manifiesta su coherencia y jerárquica ordenación. Todos, por tanto,
ministros ordenados o los fieles laicos, al desempeñar su ministerio u
oficio, harán todo y solo aquello que les corresponde” (OGMR 91).

ÁMBITOS DEL MINISTERIO EN LA IGLESIA

En la vida de la Iglesia, se suelen distinguir tres campos, correspondientes a la misión


que tuvo Cristo y que encomendó a sus seguidores:

1. El “munus docendi”-predicación de la Palabra, evangelización, catequesis-;

2. El “munus regendi”, el encargo de gobernar la comunidad y de conducir este


mundo hacia una sociedad más justa.

Palabra, culto y comunión. Pero algunos –, sobre todo el liturgista Dionisio Borobio en sus
publicaciones- suelen subdividir el “munus regendi” en dos ámbitos: la comunión fraterna
y la dirección de la comunidad.

En torno a la Palabra (=martiria), que abarca la


evangelización, la catequesis y, dentro de la celebración, la
lectura y explicación de la Palabra de Dios.

En torno al culto (= diakonia), con todos los servicios que


Por tanto, funcionan dentro de las celebraciones litúrgicas, sobre todo
podemos hablar sacramentales, y además los encargados de preparar las
de los ministerios primeras comuniones, las confirmaciones, el matrimonio…
en la Iglesia
refiriéndonos a
Cuatro ámbitos o áreas. En torno a la caridad (= diakonia), con el cuidado de los
enfermos, la beneficencia, los grupos de niños o jóvenes, los
servicios sociales por la justicia.

En torno a la dirección (=koinonia), con la responsabilidad


interna de las comunidades, o de su economía o animación
de comunidades de base.

DIVERSAS CLASES DE MINISTERIOS LITÚRGICOS

Aquí vamos a limitar a los ministerios propiamente litúrgicos. Como hemos dicho, dentro
de una comunidad, toda ella partícipe de la misión de Cristo, y de toda ella ministerial, los
fieles reciben en el Bautismo y la Confirmación no solo la capacidad de participar en la
celebración, sino también la de aportar, si se les encomiendan, diversos servicios para
bien de la comunidad.

Estos ministerios, según el grado de su sacramentalidad, oficialidad y estabilidad, los


podemos dividir en diversas categorías.

En la comunidad cristiana hay ministros ordenados (diácono,


Los ministerios presbítero, obispo), que por medio del sacramento del Orden han sido
“ordenados” configurados con Cristo Pastor y Maestro.

La introducción al Misal, antes de hablar del sacerdocio común,


bautismal, de los fieles (cf. OGMR 5), subraya la importancia de “la
naturaleza del sacerdocio ministerial” (OGMR 4). Y más tarde dedica
unos números a describir los “oficios del Orden Sagrado”, el obispo, el
presbítero y el diácono (OGMR 92-94).

Es esta una terminología muy antigua en la Iglesia. Ya la encontramos


Ministerios en la “Tradición Apostólica” del siglo III, en la que se dice, por ejemplo,
“instituidos” que los lectores, viudas y otros ministerios no reciben la imposición de
manos, como los ministerios ordenados, sino la “institución”.

Pablo VI, en 1972 (motu proprio Ministeria Quaedam), suprimió la


tonsura, las “ordenes menores” y el acolitado, al servicio de la Palabra
y del Altar y estableció que estos ministerios no introducen a una
persona en el estamento del clero, sino que siguen perteneciendo al
pueblo fiel, como laicos. O sea, no se confieren sólo a los que aspiran
a los ministerios ordenados, sino que son ministerios de laicos. Sólo
se conferían a hombres, y apelaba para ello a la “venerable tradición
de la Iglesia” (n. 7)

Lo que ha pasado es que en casi todas partes estos dos ministerios


sólo se confieren a los que luego van a seguir el camino del
diaconado.
Los ministerios instituidos los imparte el Obispo, o también el superior
Mayor de las congregaciones clericales. La “institución” les da una
mayor oficialidad, estabilidad, compromiso ante la comunidad y,
además, la gracia de un rito sacramental.

Hay ministerios no instituidos, pero que de alguna manera tienen


Ministerios carácter oficial, y más o menos permanente: son los que se pueden
reconocidos llamar reconocidos. Son servicios confiados o encomendados a laicos,
ocasionalmente o con una estabilidad más o menos oficial.

Es el caso de los que han sido propuestos por los responsables de la


comunidad y han recibido del Obispo el nombramiento de ministros
extraordinarios de la distribución de la Eucaristía. O los que dirigen las
asambleas o celebraciones dominicales en ausencia de presbítero. O
los “animadores laicos de comunidades de base”, o los “asistentes o
referentes pastorales” de una comunidad, o los “delegados de la
Palabra”, o los “catequistas itinerantes”…
Los más numerosos de los ministerios ejercidos por fieles laicos en la
Ministerios “de liturgia son aquellos que de hecho proclaman las lecturas, animan el
hecho” canto y la oración, dicen las moniciones o asumen el servicio en torno
al altar como acólitos. Vienen a ser una especie de sustitución o de
prolongación de lo que, en principio, harían los diáconos o los
ministros instituidos oficialmente como lectores y acólitos.

Para los ministros “de hecho” o los “reconocidos”, no hay distinción


entre hombre y mujer, mientras que los ministerios “ordenados” y los
“instituidos” sólo se pueden encomendar varones.

Todos estos ministerios dan una nueva imagen de Iglesia, menos


clerical, más corresponsable, más coherente con la eclesiología
conciliar.

Ajustando la terminología

A partir del Vaticano II, se ha hablado mucho de “ministerios laicales” y existe la institución
de que el de los ministerios confiados a laicos es un camino bueno para la vida de las
comunidades, camino que de hecho se está recorriendo exitosamente.

Pero, últimamente, se ha pensado que habría que ajustar más la terminología en relación
con estos servicios referidos a los laicos y no llamar “ministerio” a cualquier servicio a
favor de la comunidad.

Cuando hablamos de “ministerios laicales”, el nombre de “ministerio” lo empleamos en los


diversos casos, no en sentido unívoco, sino análogo. No es de la misma densidad
significativa ni de la misma identidad sacramental el ministerio de un presidente que actúa
en nombre de Cristo al frente de una comunidad que el de un lector o el del sacristán,
aunque todos tienen algo en común, que participan de la misión santificadora de Cristo y
que ayudan a la asamblea cristiana a que celebre lo mejor posible.
Esta duda terminológica se vio ya expresada en el Sínodo de 1987 y tuvo también eco en
la “Christifideles Laici” de Juan Pablo II (n .23).

Pero, sobre todo, sea comentado ampliamente en la Introducción de 1977 sobre la


colaboración de los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes, que mantiene un cierto
tono restrictivo respecto a estos ministerios confiados a laicos, para que no se dé la
“clericalización” que se observa en algunos lugares. Se afirma “la necesidad de una
terminología apropiada”. Por ejemplo, no quiere llamar “corresponsabilidad”, sino
“colaboración”, a la aportación de los laicos.

Ahora se tiende a revisar el texto de “Ministeria Quaedam”, a reservar el nombre de


“ministerio” al de los ordenados, mientras que para los demás se prefiere el término de
“servicio” u “oficio” ( en latín “servitium”, “munus”, “officium”, más que “ministerium”)

Cuando un laico o laica es encargado de dirigir las celebraciones dominicales de la


comunidad cuando falta el presbítero se tiende a no emplear el verbo “presidir”, sino
“dirigir” o “moderar”; y no de “homilía”, sino de “comentario”.

RASGOS COMUNES DE LOS BUENOS MINISTROS

Antes de comentar en los capítulos siguientes las características y actuaciones de cada


uno de los ministros, sería útil resumir algunas claves comunes para una buena
realización de los mismos.

Ante todo, los que actúan como ministros en la celebración deben ser
personas de fe.
No basta que estén dotadas para ejercer su servicio, sino que se les vea que
creen en lo que leen, en lo que cantan, y que aman lo que están celebrando.
Difícilmente pueden ser animadores de los demás, sino están ellos mismos
animados, imbuidos de fe. Difícilmente serán maestros, si antes no son discípulos
y oyentes atentos de la Palabra.

Lo primero y más noble que hacen los ministros es su participación en la


celebración litúrgica
Están dentro de la comunidad y ellos deben ser los primeros celebrantes. Lo que
se celebra les afecta en primer lugar a ellos. Empezando por el Presidente y
siguiendo por los músicos, acólitos y demás ministros, no deben estar ocupados
mirando sus papeles, pasando hojas, dando encargos, preparando lo que viene
después: todo eso debe estar ya preparado. Ellos, como los demás, y con mayor
motivo que los demás, celebran cuando escuchan atentamente la Palabra, hacen
suyo la Gloria y el Padrenuestro, oran y cantan, comulgan.

Todos están involucrados a celebrar y participar. Pero no todos en todo momento


están interviniendo. Uno está proclamando la lectura, por ejemplo, y todos los
demás escuchan. Todos participan y celebran la Palabra. Aunque en este
momento uno solo esté “actuando”. Lo mismo puede decirse del ministerio de la
homilía o la proclamación de la Plegaria Eucarística. También se participa, y
activamente, escuchando y mirando, rezando y cantando en los momentos
oportunos (cf. OGRM 96).
Todo ministerio en la comunidad, desde el del presidente hasta el del
último monaguillo, se entiende como servicio y no como un privilegio de
poder.
Los ministros no son protagonistas sino servidores. El suyo es un “carisma” para
bien de los demás. No son más cristianos que los demás, tampoco los ordenados.
El Misal (OGMR 93) le recuerda al presidente que su actitud fundamental es la de
servicio. Esto se tendría que notar también en los laicos que intervienen, por
ejemplo, como monitores o directores de canto. No son “dueños”, sino
“servidores”. El tono de su voz, su porte, su actitud, tendrían que poner de
manifiesto claramente su amor a lo que hacen, su entrega a la comunidad, su
deseo de ayudar, a la vez que ellos mismos expresan y profundizan su fe. La
finalidad de todo ministerio es siempre servir, ayudar a la comunidad para que
celebre bien.

Ministro significa, precisamente, “servidor”. Así, todos, los ordenados y los laicos,
cada uno desde su identidad y en su oficio, imitan a Cristo, el Siervo, el que dijo
que no había venido a ser servido, sino a servir. Unos y otros son sus signos
sacramentales en la comunidad y para la comunidad, aunque no con el mismo
grado de significatividad sacramental.

Los ministerios deben ejercerse con coordinación entre ellos.


Debe existir una buena articulación entre los varios servicios que se
realizan en la comunidad y no pueden actuar independientemente del que
preside la celebración. Una de las cualidades de todo buen ministro es su
capacidad de trabajar en equipo.

Coordinación significa también que cada uno hace lo que le toca, y no invade el
terreno de otros: “cada uno hace todo y solo aquello que le corresponde por la
naturaleza de la acción y las normas litúrgicas” (SC 28), Los ministerios, a ser
posible, deben distribuirse entre varios y no acumularse en una misma persona, si
hay un número suficiente de ministros posibles. De tal manera que la celebración
pueda ser realizada con decoro y dignamente.

El que tiene el peligro de acaparar todos los ministerios, como sucedía antes de la
reforma actual, es el sacerdote. A veces es más cómodo eso que el ir buscando y
formando lectores, cantores, salmistas… Pero la imagen de Iglesia que se da es
muy distinta. La colaboración que se pide entre los ministerios no quiere decir que
desdibuje la identidad de unos y otros.

Todo ministro se supone que tiene un buen conocimiento de su


intervención, y por tanto requiere una preparación.
Preparación técnica, ante todo: un lector debe saber leer, con buena dicción y
fraseo; un cantor debe saber cantar, comunicando con su voz el espíritu de un
salmo; un ministro de la comunión debe conocer bien el modo más digno de
ejercer su ministerio, también cuando la lleva a los enfermos. Los ministros
necesitan una progresiva formación litúrgica: conociendo las características de
cada tiempo litúrgico y de cada momento de la celebración. (Formación técnica,
bíblica y litúrgica) pues no basta la “Buena Voluntad”.

Finalmente, los ministros que ayudan a la comunidad deben ir


mejorando poco a poco en sus condiciones humanas.
Todos tendrían que aparecer como signos de Cristo Buen Pastor, cercano, sembrador
de esperanza.

El sacerdote que absuelve en la confesión, sea misericordioso fuera. El


catequista que transmite la buena Noticia infunda esperanza en la vid. El músico
que ensaya aleluyas sea una persona con la que todos se encuentran bien. El
sacristán que atiende a le gente en la sacristía sea una persona a la que no le
agote fácilmente la paciencia y las buena maneras. El que anima el canto de la
comunidad no muestre su disgusto si algo ha salido menos bien, como si le
hubiera hecho una ofensa a él…

¿Qué vestiduras deben llevar los ministros en la celebración?


Los ministros ordenados tienen sus vestiduras propias, a partir
del alba como vestido común. En el Misal se motiva y se regula el
uso de los vestidos para cada caso (OGMR 335-347).

Cuando los ministerios los ejercen los laicos, y son ministerios


prolongados (no sólo una lectura, por ejemplo), hay motivos para
pensar que también sería conveniente que se revistan de alba.
Eso subrayaría el carácter sagrado de lo que están haciendo y a
ellos mismos les recomendaría el carácter de ministros de la
comunidad y no meramente de personas particulares que actúan.

Por ejemplo, los monaguillos, que están permanentemente en el espacio del


altar, tradicionalmente han ejercido su ministerio revestido, según un estilo más o
menos litúrgico.

El que un lector o monitor o director de canto no revista con un vestido litúrgico


especial, sino que vaya vestido dignamente de laico, pone de relieve su dignidad
de fiel cristiano y puede evitar el peligro de que se “clericalice” excesivamente,
sino que muestre claramente que los que ejercen estos ministerios son y
permanecen “laicos”.
Para celebrar

FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR (CICLO A)


Guión para la celebración de la Eucaristía
6 de agosto de 2011

AMBIENTACIÓN (opcional): Como los apóstoles, miramos al Señor, contemplamos su


gloria y pregustamos de los bienes del Reino de Dios. Con este espíritu, celebramos hoy
la Fiesta de la Transfiguración del Señor.

ENTRADA: Con fe, celebramos al Señor de la historia, que en su Hijo nos revela el amor
que tiene por nosotros.

LITURGIA DE LA PALABRA: La Palabra de Dios quiere obrar en nuestras vidas,


escuchemos su mensaje para dar testimonio de él.

ORACIÓN UNIVERSAL: A cada intención nos unimos orando juntos:

“Padre, escúchanos, somos tus hijos”

Por la Iglesia; para que anuncie siempre, con el gozo de la luz pascual, a Jesús
Resucitado, el Señor de la vida y de la historia. Oremos…

Por las autoridades; para que viviendo en la justicia y en la verdad, alejen de sus
corazones la soberbia y la corrupción. Oremos…
Por todos los cristianos; para que seamos signos de vida, de alegría y de fe. Oremos…

Para que aprendamos a descubrir la presencia de Dios en el rostro de los más humildes.
Oremos…

Por todos nosotros, para que nos dejemos transfigurar por el mensaje de Jesús
encarnado en nuestra vida personal y comunitaria. Oremos…

Recordemos que si hay procesión con los dones, la asamblea toma asiento, no
permanece de pie, así nos lo enseña la Ordenación General del Misal Romano en
los nn. 43-44.

PRESENTACIÓN DE LOS DONES: Presentemos al Señor con el pan y el vino nuestro


esfuerzo diario por hacer conocer a todos el paternal amor de Dios.

COMUNIÓN: Recibir la eucaristía, nos anticipa la gloria del Reino que el Señor nos
promete. Nos acercamos a alimentarnos de su Hijo Jesús.

DESPEDIDA: Hemos escuchado al Hijo predilecto de nuestro Padre Dios, ahora nos toca
ser mensajeros de todo lo que hemos visto y escuchado en esta eucaristía.

DOMINGO DÉCIMO NOVENO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO


CICLO LITÚRGICO A
Guión para la celebración de la Eucaristía
7 de agosto de 2011

AMBIENTACIÓN (opcional): El Señor, que nos trae la salvación, nos invita a reunirnos
en comunidad para celebrar la vida que Jesucristo nos ganó con su muerte y
resurrección. Con esta alegría en el corazón, iniciemos cantando esta Santa Misa.

ENTRADA: Recibamos del Señor todo lo que Él quiera regalarnos, porque es rico en
misericordia.

LITURGIA DE LA PALABRA: “El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra
producirá sus frutos”.1 Seamos tierra fértil para recibir la semilla de la Palabra de Dios.

ORACIÓN UNIVERSAL: A cada intención nos unimos orando, juntos:

“Escúchanos y fortalécenos, Señor”

Que, como Iglesia, dejemos de lado nuestros miedos y excusas, y nos dispongamos a ser
verdaderos discípulos y misioneros del Maestro. Oremos…

1
Salmo 84, 13.
Que sepamos descubrir al Señor en las cosas sencillas y no nos dejemos confundir por
las dificultades que se nos presentan. Oremos…

Que podamos dar siempre testimonio de nuestra fe, aún en los momentos en que
pensamos que no podemos seguir adelante. Oremos…

Que seamos constantes en la oración como el profeta Elías y Jesucristo y, así, podamos
conocer más a Dios y sepamos cómo actuar en cada momento de nuestra vida.
Oremos…

Recordemos que si hay procesión con los dones, la asamblea toma asiento, no
permanece de pie, así nos lo enseña la Ordenación General del Misal Romano en
los nn. 43-44.

PRESENTACIÓN DE LOS DONES: Llevemos al altar, con los dones del pan y el vino,
nuestro compromiso por fortalecer cada día nuestra fe y dejarnos guiar por el Señor en
todo momento y en todas las circunstancias de la vida.

COMUNIÓN: Jesús, que tiene el poder para hacer milagros, nos entrega el gran milagro,
de su Cuerpo y de su Sangre. Vayamos con confianza plena a recibirlo.

DESPEDIDA: Jesús está siempre con nosotros, sólo tenemos que poner nuestra mirada y
toda nuestra confianza en Él. Salgamos y anunciemos esta Buena Noticia.

DOMINGO VIGÉSIMO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO


CICLO LITÚRGICO A
Guión para la celebración de la Eucaristía
14 de agosto de 2011

AMBIENTACIÓN (opcional): Nosotros, que queremos perseverar en la Alianza que Dios


hace con nosotros, nos reunimos alrededor del altar para dar gracias por el don del amor.
Iniciamos esta celebración dominical cantando.

ENTRADA: Con gran alegría, celebremos y alabemos al Señor en esta celebración de


hermanos.

LITURGIA DE LA PALABRA: Nos disponemos a escuchar atentos la llamada que Dios


nos hace en su Palabra.

ORACIÓN UNIVERSAL: A cada intención nos unimos orando juntos:

“Señor, escúchanos y ayúdanos”


Protege a nuestra Iglesia en su misión de anunciar el Reino, para que, a pesar de las
dificultades, no se desanime a testimoniar su fe. Oremos…

Enséñanos a salir en tu búsqueda, aún en los momentos de enfermedad. Oremos…

Danos la humildad, para saber esperar tu respuesta y, así, avivar nuestra fe. Oremos…

Enséñanos a rogar por las necesidades de nuestro prójimo, independientemente de


quiénes son. Oremos…

Haznos perseverantes en la oración, especialmente cuando sentimos que el Señor no nos


responde. Oremos…

Recordemos que si hay procesión con los dones, la asamblea toma asiento, no
permanece de pie, así nos lo enseña la Ordenación General del Misal Romano en
los nn. 43-44.

PRESENTACIÓN DE LOS DONES: La fe, la humildad y la paciencia son los dones que
hoy presentamos ante el altar con el pan y el vino, para que el Señor nos ayude a ser
firmes testigos del Reino de Dios.

COMUNIÓN: Jesús, que tanto nos ama, se nos entrega en la eucaristía, para alimentar y
fortalecer nuestra fe. Salgamos a su encuentro.

DESPEDIDA: Con la confianza en la misericordia de Dios, volvemos a nuestras


actividades, testimoniando que en Cristo encontramos nuestro socorro.

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN


MARÍA
CICLO LITÚRGICO A
Guión para la celebración de la Eucaristía
15 de agosto de 2011

AMBIENTACIÓN (opcional): El quinto misterio glorioso del rosario: la Asunción de la


Virgen María al Cielo en cuerpo y en alma a los cielos, es el dogma de fe que hoy
gozosamente celebramos en esta eucaristía. La iniciamos cantando.

ENTRADA: María Santísima es la mujer que dio a luz al que rige todas las naciones: a
Jesús, el Salvador, junto a ella fijamos nuestra mirada en El.

LITURGIA DE LA PALABRA: La Palabra, que ahora será proclamada, es presencia viva


del Señor. Con fe la escuchamos y la guardamos en el corazón.

ORACIÓN UNIVERSAL: A cada intención nos unimos orando juntos:


“Padre de bondad, escúchanos”

Que la Iglesia toda, confíe plenamente en Dios e imite a María en lo que ella misma dijo
“…me pongo a disposición del Señor”. Oremos…

Que, como María, seamos instrumentos de paz, en todo momento y en todo lugar.
Oremos…

Que, como María, que nos entreguemos al Plan del Padre sin condiciones. Oremos…

Que, como María, caminemos en la tierra, mirando el cielo y alcancemos la meta de la


santidad y la salvación. Oremos…

Recordemos que si hay procesión con los dones, la asamblea toma asiento, no
permanece de pie, así nos lo enseña la Ordenación General del Misal Romano en
los nn. 43-44.

PRESENTACIÓN DE LOS DONES: Presentamos nuestra vida a Dios para que, como los
dones de pan y vino, sea transformada de tal manera que vivamos para Él y para los
demás.

COMUNIÓN: Somos alimentados por el Señor con el pan de la eucaristía, este alimento
restaura nuestras fuerzas y cura nuestras heridas.

DESPEDIDA: Contemplando a María, brota de nuestros labios: “Bendita tú eres entre


todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”.2

DOMINGO VIGÉSIMO PRIMERO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO


CICLO LITÚRGICO A
Guión para la celebración de la Eucaristía
21 de agosto de 2011

AMBIENTACIÓN (opcional): Llegados hasta los pies del Señor que se nos da en la
Palabra y en la Eucaristía, nos disponemos para dar gracias por su gran amor. Damos
inicio a esta celebración y en comunidad cantamos.

ENTRADA: El Señor es bondadoso y compasivo, compañero de nuestro caminar.

LITURGIA DE LA PALABRA: El Señor es el origen de todo lo creado, nuestro guía y


nuestra meta. Escuchemos su voz.

ORACIÓN UNIVERSAL: A cada intención nos unimos orando juntos:


2
Lc 1, 42.
“Escúchanos, Señor”

Que el sucesor de Pedro, el Papa Benedicto XVI, siga guiando al pueblo de Dios por los
pasos que el Señor nos señala. Oremos…

Que los políticos no se dejen conducir por estadísticas y sondeos, sino que sepan ver la
realidad que los rodea y respondan con seriedad ante ella. Oremos…

Que los catequistas, no dejemos prevalecer nuestras opiniones e intereses, sino que
seamos fieles a las enseñanzas del Maestro. Oremos…

Que, como comunidad, aprendamos a escuchar al Señor y obremos como Él nos pide,
siendo sus verdaderos discípulos y misioneros. Oremos…

Recordemos que si hay procesión con los dones, la asamblea toma asiento, no
permanece de pie, así nos lo enseña la Ordenación General del Misal Romano en
los nn. 43-44.

PRESENTACIÓN DE LOS DONES: Con los dones de pan y vino, va nuestro propósito de
expresar nuestra fe en el testimonio diario.

COMUNIÓN: Somos invitados a alimentarnos del Pan que nos hace uno con el Señor y
nos ayuda a no equivocar el camino que nos conduce a Él.

DESPEDIDA: El Señor es nuestro Pastor, demos testimonio de Él en lo cotidiano de


nuestra vida.

DOMINGO VIGÉSIMO SEGUNDO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO


CICLO LITÚRGICO A
Guión para la celebración de la Eucaristía
28 de agosto de 2011

AMBIENTACIÓN (opcional): Nos disponemos celebrar con gozo al Señor, al que sacia
nuestro hambre de Dios: a Jesús resucitado. Iniciemos esta eucaristía dominical
cantando.

ENTRADA: Contemplemos la gloria y el poder del Señor y lo alabamos jubilosos de


corazón.

LITURGIA DE LA PALABRA: Dejemos que la Palabra de Dios nos ilumine y renueve


nuestras ganas de seguir sus pasos.

ORACIÓN UNIVERSAL: A cada intención nos unimos orando juntos:


“Padre providente, escúchanos”

Que la Iglesia, no deje de cumplir el mandato del Señor de proclamar su mensaje de


salvación. Oremos…

Que no nos dejemos dominar por el miedo a tomar nuestra cruz: de la enfermedad, de las
dificultades económicas, de la soledad. Oremos…

Que sepamos, por la oración, discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le
agrada, lo perfecto. Oremos…

Que nos alimentemos de la Palabra y de la Eucaristía y así podamos vencer nuestros


miedos y dificultades. Oremos…

Recordemos que si hay procesión con los dones, la asamblea toma asiento, no
permanece de pie, así nos lo enseña la Ordenación General del Misal Romano en
los nn. 43-44.

PRESENTACIÓN DE LOS DONES: Presentemos al Señor, con el pan y el vino, nuestra


vida, para que Él la moldee según su voluntad.

COMUNIÓN: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con
su cruz y me siga”3, nos dice el Maestro. Vayamos a alimentarnos de Él para poder ser
fieles a su llamado.

DESPEDIDA: Vayamos alegres y dispuestos a contagiar el fuego del amor de Dios a los
demás.

ORACIÓN DE LOS FIELES PARA LOS DÍAS DE SEMANA

“En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo, ejercitando su oficio


sacerdotal, ruega por todos los hombres”. Así expresa la Introducción del Misal el
sentido de este momento de la celebración (en la tercera edición, nº 69). Por eso,
podemos decir que lo más importante de la oración de los fieles es cuando toda la
asamblea, respondiendo a las intenciones que propone el lector, ora conjuntamente
con la respuesta como pueblo sacerdotal que intercede ante Dios por la
humanidad.

DÉCIMO NOVENA SEMANA DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Lunes XIX

3
Mt 16, 24b.
A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que con nuestra vida y nuestra palabra demos
testimonio de la luz de Jesucristo. OREMOS:

2. Por los que lo han dejado todo para seguir a Jesucristo y dar testimonio del Evangelio.
Que vivan muy profundamente la alegría de su entrega. OREMOS:

3. Por los jóvenes que no creen pero se sienten de algún modo atraídos por Jesucristo.
Que pueden llegar a encontrar un día la felicidad de la fe. OREMOS:

4. Por los científicos y los investigadores. Que su trabajo contribuya a lograr una vida
mejor para todos. OREMOS:

5. Por los que nos hemos reunido hoy en esta iglesia para celebrar la Eucaristía. Que la
Palabra que hemos escuchado y el Cuerpo y la Sangre de Cristo que recibiremos, den
fruto en nuestras vidas. OREMOS:

Martes XIX

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por los jóvenes y los adultos que se preparan para el bautismo o la confirmación.
OREMOS:

2. Por los que participan en la vida social y política con el deseo de construir un mundo
más justo y más humano. OREMOS:

3. Por los jóvenes que tienen que trabajar en empleos precarios, que no les permiten
afrontar con paz y seguridad su futuro. OREMOS:

4. Por los que viven en la angustia y el dolor a causa del terrorismo. OREMOS:

5. Por todos los cristianos que hoy, en cualquier lugar del mundo, nos reunimos para
celebrar la Eucaristía convocados por el Señor. OREMOS:

Miércoles XIX

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Para que los cristianos alejemos siempre de nosotros el deseo de venganza, y


aprendamos a rezar por los que nos hayan podido hacer daño. OREMOS:

2. Para que los que no conocen a Jesucristo puedan descubrir el camino de vida que él
nos ofrece. OREMOS:

3. Para que los delincuentes, los terroristas, los estafadores, y los que con su poder
oprimen a los demás, reconozcan su pecado y se conviertan. OREMOS:
4. Para que los países que aún aplican la pena de muerte se den cuenta de la injusticia de
este castigo y la supriman definitivamente. OREMOS:

5. Para que el Espíritu del Señor ilumine con su luz nuestras incertidumbres y dudas, y
fortalezca nuestras debilidades. OREMOS:

Jueves XIX

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por los misioneros y misioneras, por los que han abandonado su tierra y han ido a
países lejanos para trabajar al servicio del Evangelio. OREMOS:

2. Por la buena convivencia en nuestro país, y por el bienestar de todos los que aquí
vivimos. OREMOS:

3. Por los padres o madres que tienen que trabajar en jornadas agotadoras para sacar
adelante a su familia. OREMOS:

4. Por los que viven en la marginación y no tienen esperanza ante el futuro. OREMOS:

5. Por nosotros, y por los que esperan que recemos por ellos. OREMOS:

Viernes XIX

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por nuestra parroquia. Para que nos esforcemos en convertirnos, y demos un buen
testimonio del Evangelio. OREMOS:

2. Por los gobernantes cristianos. Para que vivan profundamente la llamada del
Evangelio, y trabajen de verdad al servicio de la paz, la justicia y el bienestar de todos los
ciudadanos. OREMOS:

3. Por los que abusan de los pobres, por los que no respetan los derechos y la dignidad
de los demás. Para que se conviertan y descubran el camino de la verdadera felicidad.
OREMOS:

4. Por los jubilados. Para que puedan vivir esta etapa de su vida con paz y con espíritu
animoso. OREMOS:

5. Por nosotros. Para que dediquemos más tiempo al servicio de Dios y de los hermanos.
OREMOS:

Sábado XIX

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.


1. Por la Iglesia, para que sepa renovarse constantemente. OREMOS:

2. Por los musulmanes que viven entre nosotros, para que sean fieles al camino de Dios,
y encuentren en él la felicidad. OREMOS:

3. Por las amas de casa, para que sea más valorado su trabajo y su dedicación y entrega.
OREMOS:

4. Por los que son mal vistos y despreciados, para que encuentren la consideración y el
afecto que toda persona merece. OREMOS:

5. Por nosotros, para que busquemos cumplir cada día la voluntad de Dios. OREMOS:

VIGÉSIMA SEMANA DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Lunes XX

VER EL GUIÓN DE LA SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN


MARÍA

Martes XX

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por la Iglesia extendida de Oriente a Occidente; por todos los que estamos llamados a
ser en el mundo testigos de la Buena Noticia de Jesús. OREMOS:

2. Por los que aún no han descubierto, o han olvidado, la presencia del Señor en el
camino de sus vidas. OREMOS:

3. Por los que trabajan en la prensa, radio o televisión, intentando informar honestamente
lo que ocurre en el mundo. OREMOS:

4. Por los artistas que por medio de la escritura, de la música o de la pintura ayudan a
educar la sensibilidad de la gente. OREMOS:

5. Por nosotros; por nuestros familiares y amigos; por nuestros compañeros de trabajo o
de estudio. OREMOS:

Miércoles XX

A cada intención nos unimos orando: TE ROGAMOS, ÓYENOS.

1. Por la Iglesia de nuestro país, y por todos los que la formamos. OREMOS:

2. Por los movimientos y grupos de jóvenes cristianos. OREMOS:

3. Por los monasterios de vida contemplativa, y por los monjes y monjas que en ellos
viven dedicados a la oración y a la alabanza de Dios. OREMOS:
4. Por nuestros gobernantes, y por todos los que tienen responsabilidades en la vida
pública. OREMOS:

5. Por nosotros, y por nuestras comunidades cristianas. OREMOS:

Jueves XX

A cada intención nos unimos orando: TE ROGAMOS, ÓYENOS.

1. Por el papa Benedicto XVI, por nuestro obispo………...................., y por todos los
obispos del mundo. OREMOS UNIDOS:

2. Por nuestra parroquia, por los sacerdotes, los catequistas, el consejo parroquial, y cada
una de las actividades que aquí se realizan. OREMOS UNIDOS:

3. Por las personas y las instituciones que trabajan por la paz y el desarme. OREMOS
UNIDOS:

4. Por los millones de hombres y mujeres, de niños y ancianos, que padecen hambre en
todo el mundo. OREMOS UNIDOS:

5. Por todos los que compartimos esta Eucaristía, y por nuestros familiares y amigos.
OREMOS UNIDOS:

Viernes XX

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por nuestra comunidad, y por todas las comunidades cristianas en el mundo.


ROGUEMOS AL SEÑOR:

2. Por los niños y adolescentes que asisten a la catequesis en nuestra parroquia.


ROGUEMOS AL SEÑOR:

3. Por los religiosos y religiosas. ROGUEMOS AL SEÑOR:

4. Por los que se han alejado de la fe. ROGUEMOS AL SEÑOR:

5. Por nuestros familiares y amigos difuntos. ROGUEMOS AL SEÑOR:

Sábado XX

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, SEÑOR.

1. Por la santa Iglesia extendida por toda la tierra y presente en nuestra comunidad.
OREMOS AL SEÑOR:
2. Por los movimientos y grupos de jóvenes cristianos que quieren ser testigos de
Jesucristo en sus ambientes. OREMOS AL SEÑOR:

3. Por la paz en el mundo, por los países sometidos a dictaduras. OREMOS AL SEÑOR:

4. Por los deficientes físicos y psíquicos, por los minusválidos, y por todos los que se
interesan y preocupan por ellos. OREMOS AL SEÑOR:

5. Por nosotros, y por nuestros familiares y amigos. OREMOS AL SEÑOR:

VIGÉSIMO PRIMERA SEMANA DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Lunes XXI

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por los que ejercen alguna responsabilidad en nuestra parroquia. OREMOS AL


SEÑOR:

2. Por los misioneros que están en países lejanos anunciando el Evangelio. OREMOS AL
SEÑOR:

3. Por los que nos han ayudado a crecer en la fe. OREMOS AL SEÑOR.

4. Por los que entre nosotros habitan en viviendas en malas condiciones o no pueden
comprar lo necesario para comer. OREMOS AL SEÑOR:

5. Por nosotros, por nuestros familiares y amigos, por nuestros compañeros de trabajo y
nuestros vecinos, y por todas las personas que conocemos. OREMOS AL SEÑOR:

Martes XXI

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por nuestra diócesis de........................, por nuestro obispo………........................, y por


los responsables de la pastoral diocesana. OREMOS:

2. Por los soldados que mueren en las guerras, por todos los que sufren las
consecuencias de una violencia que ellos no han provocado. OREMOS:

3. Por los pescadores que se ganan el pan en un trabajo duro y difícil; por los marineros
que tienen que estar tanto tiempo lejos de sus hogares. OREMOS:

4. Por los desempleados que se han quedado sin subsidio, por los jóvenes que no pueden
trabajar, por los pequeños empresarios que viven en dificultades. OREMOS:

5. Por los que celebramos esta Eucaristía, y por nuestros familiares y amigos. OREMOS:
Miércoles XXI

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por los cristianos y las instituciones de Iglesia que trabajan al servicio de los pobres.
ROGUEMOS AL SEÑOR:

2. Por los empresarios que se esfuerzan por mantener y crear puestos de trabajo.
ROGUEMOS AL SEÑOR:

3. Por los pobres, por los que no pueden participar de los bienes que Dios ha querido que
fueran para todos. ROGUEMOS AL SEÑOR:

4. Por los ricos que viven endurecidos en su riqueza. ROGUEMOS AL SEÑOR:

5. Por todos los que trabajan al servicio de nuestra parroquia; hoy, de una manera
especial, recordemos a los que se ocupan de su limpieza y mantenimiento. ROGUEMOS
AL SEÑOR:

Jueves XXI

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por la santa Iglesia. Que presente ante el mundo el rostro acogedor del Padre para con
los pobres, los que sufren, los que dudan, los que se equivocan. OREMOS:

2. Por las familias que se encuentran en graves dificultades económicas, por los
matrimonios que están en peligro de romperse, por las madres que tienen miedo de
recibir un nuevo hijo. Que encuentren ayuda y amor en los que les rodean. OREMOS:

3. Por los que viven sumergidos en el mundo de la droga, de la delincuencia, de la


marginación, de la miseria. Que encuentren el camino y el valor necesario para salvarse
de esta su situación. OREMOS:

4. Por nosotros. Que celebremos con fe esta Eucaristía y vivamos con agradecimiento por
la misericordia que Dios nos ofrece. OREMOS:

Viernes XXI

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Para que los pastores de la Iglesia, el papa Benedicto XVI, sucesor de Pedro, nuestro
obispo.............................., nuestro párroco…………..................... y los demás sacerdotes
y diáconos sean fieles a su misión. OREMOS:

2. Para que los que gobiernan las naciones y los municipios sirvan con acierto a su
pueblo. OREMOS:
3. Para que las mujeres que, en cualquier lugar del mundo, son oprimidas o
discriminadas, encuentren todo el apoyo necesario para su liberación. OREMOS:

4. Para que, a los que estamos reunidos en torno a este altar, la Eucaristía que
celebramos cada día nos haga testigos fieles de la salvación que Jesucristo nos trae.
OREMOS:

Sábado XXI

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por todos los que tenemos la suerte de conocer a Jesucristo, de escuchar con
frecuencia su Palabra y de celebrar asiduamente sus sacramentos. OREMOS:

2. Por los quehaceres que llevamos entre manos, por los problemas que nos preocupan.
OREMOS:

3. Por las personas con las que convivimos en casa y en nuestro trabajo. OREMOS:

4. Por los que buscan y no encuentran, por los que han perdido la fe o están a punto de
desesperar, por los que no saben qué es amar desinteresadamente. OREMOS:

5. Por todos los que confían en nuestra oración. OREMOS:

VIGÉSIMO SEGUNDA SEMANA DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Lunes XXII

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por el papa Benedicto XVI, por nuestro obispo……………....................., por los obispos
de todo el mundo. Y también por los sacerdotes, por los diáconos, por todos los que
trabajan al servicio de la Iglesia. OREMOS:

2. Por los catequistas, por los responsables de los movimientos de Iglesia, por los que
ayudan a los demás en el crecimiento de la fe, por los que trabajan en la difusión del
Evangelio. OREMOS:

3. Por los ancianos que se encuentran abandonados por su familia; por los niños que se
han quedado sin padres. OREMOS:

4. Por los que se dedican a la ayuda de los hermanos necesitados, por los que luchan por
la justicia y la paz, por los que ofrecen su servicio en los países más pobres. OREMOS:

5. Por los que estamos celebrando esta Eucaristía, y por nuestros familiares y amigos.
OREMOS:
Martes XXII

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por nuestra comunidad cristiana; por todos los que compartimos la misma fe y la misma
esperanza. OREMOS:

2. Por nuestros familiares o amigos que no creen en Jesucristo. OREMOS:

3. Por nuestra provincia; por nuestros gobernantes; por las distintas entidades y
asociaciones que trabajan al servicio de la comunidad. OREMOS:

4. Por las mujeres que están solas con hijos pequeños que atender, y que no saben cómo
salir adelante. OREMOS:

5. Por todos los hombres y mujeres de buena voluntad. OREMOS:

Miércoles XXII

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por toda la Iglesia, por cada uno de los cristianos. Que sepamos anunciar, con nuestra
forma de vivir y con nuestra palabra, la Buena Noticia de Jesús. OREMOS:

2. Por el papa Benedicto XVI, y por todos los que colaboran en su ministerio al servicio de
la Iglesia. Que lleven a cabo su misión con mucho amor a Jesucristo y a los hermanos.
OREMOS:

3. Por nuestro país. Que todos nos esforcemos para que entre nosotros aumenten la paz
y la justicia, y nadie quede excluido del bienestar que Dios quiere para todos. OREMOS:

4. Por los que trabajan en la administración pública. Que busquen siempre el mejor
servicio a los ciudadanos. OREMOS:

5. Por nosotros, y por todos los miembros de nuestra parroquia. Que demos un buen
testimonio de nuestra fe. OREMOS:

Jueves XXII

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por la humanidad entera. Que Dios infunda en los corazones de todos un firme deseo
de justicia y de fraternidad. OREMOS:

2. Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que seamos en el mundo un testimonio de
servicio a los pobres; que nos alejemos siempre del afán de riqueza. OREMOS:

3. Por los que están en la cárcel. Que logren rehacer su vida y puedan reintegrarse en la
sociedad. OREMOS:
4. Por los más necesitados. Que Dios escuche su clamor y mueva los corazones de todos
a la solidaridad. OREMOS:

5. Por nosotros. Que esta Eucaristía nos lleve a seguir más de cerca el Evangelio de
Jesús. OREMOS:

Viernes XXII

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Para que los pastores de la Iglesia, el papa Benedicto XVI, sucesor de Pedro, nuestro
obispo............................, nuestro párroco……….................... y los demás sacerdotes y
diáconos sean fieles a su misión. OREMOS:

2. Para que los que gobiernan las naciones y los municipios sirvan con acierto a su
pueblo. OREMOS:

3. Para que las mujeres que, en cualquier lugar del mundo, son oprimidas o
discriminadas, encuentren todo el apoyo necesario para su liberación. OREMOS:

4. Para que, a los que estamos reunidos en torno a este altar, la Eucaristía que
celebramos cada día nos haga testigos fieles de la salvación que Jesucristo nos trae.
OREMOS:

Sábado XXII

A cada intención nos unimos orando: ESCÚCHANOS, PADRE.

1. Por los que se preparan para el sacerdocio. Que Dios les llene con su amor y les
infunda un profundo espíritu de servicio a la comunidad. OREMOS:

2. Por los responsables del seminario. Que lleven a cabo su labor con dedicación y
fidelidad a la voluntad de Dios. OREMOS:

3. Por los chicos y chicas de nuestra parroquia que se preparan para la primera comunión
y la confirmación. Que crezcan día a día en la fe, la esperanza y el amor. OREMOS:

4. Por los que, en cualquier lugar del mundo, son perseguidos a causa de su compromiso
por la justicia. Que el Espíritu de Dios les acompañe en su lucha y les dé su fortaleza.
OREMOS:

5. Por todos nosotros. Que la Eucaristía que celebramos dé fruto en nuestras vidas.
OREMOS:
Aportes pastorales

LA PRESENCIA DE LA COMUNIDAD EN EL BAUTISMO4

Hablamos a menudo de bautismos comunitarios. Pero se trata más bien de bautizos


colectivos. Porque, precisamente, la ausencia de la comunidad hace que no sean
comunitarios.

El Ritual del Bautismo de niños recuerda que la celebración del bautismo debe hacerse
“en la Vigilia pascual o en domingo, cuando la Iglesia conmemora la resurrección del
Señor” (n. 46); y que conviene que estén presentes algunos miembros de la comunidad
local, no sólo los padres, los padrinos y los parientes próximos, “para manifestar así la fe
común y expresar también la alegría común con que son recibidos en la Iglesia los nuevos
bautizados” (n. 11).

A pesar de las indicaciones, en muchas de nuestras parroquias el bautismo de párvulos y


el bautismo de niños en edad catequética se celebran al margen de la asamblea
eucarística dominical, esto es, se celebran al margen de la Eucaristía dominical o de la
comunidad que se reúne habitualmente para celebrar el Día del Señor en torno a la mesa
de la Palabra y de la Eucaristía.

Pero, ¿por qué ha de estar presente la comunidad de cristianos de lugar?

Básicamente por lo que la Iglesia confiesa y celebra. Al decir “Iglesia”, nos referimos a los
que la componemos, precisamente por el bautismo, y nos mantenemos en ella gracias a
la Palabra y al Sacramento (tal como queda expresado en plenitud en la Eucaristía).

4
Cf. Centre de Pastoral Litúrgica, Misa Dominical, Nº 7 Año XXXIV, 2002, Barcelona.
La Iglesia confiesa y celebra que el bautismo anuncia y hace presente el amor de la
Trinidad a la humanidad entera, y a la vez, revela la identidad y misión del nuevo
bautizado, esto es, vivir y testimoniar lo que ya es, una nueva existencia relacionada con
la Trinidad y vinculada con la misión del Hijo y del Espíritu (las dos manos del Padre).
Existencia que se nutre y se mantiene en la Eucaristía, el sacramento de la unidad y de la
comunión. Así lo afirmaba santo Tomás de Aquino al referirse a que la Eucaristía actúa en
el bautismo, raíz de la comunión y sacramento de la fe y de la unidad.

La Iglesia confiesa y celebra que el bautismo anuncia y hace presente el amor de la


Trinidad a la humanidad entera y, a la vez, revela la identidad y misión del nuevo
bautizado, esto es, vivir y testimoniar lo que ya es, una nueva existencia relacionada con
la Trinidad y vinculada con la misión del Hijo y del Espíritu (las dos manos del Padre).
Existencia que se nutre y se mantiene en la Eucaristía, el sacramento de la unidad y de la
comunión. Así lo afirmaba santo Tomás de Aquino al referirse a que la Eucaristía actúa en
el Bautismo, raíz de la comunión y sacramento de la fe y de la unidad.

La Iglesia confiesa y celebra la unión esencial y constitutiva entre bautismo y fe (Ga 3,26-
27). En el Bautismo, Dios actúa sin quitar libertad al hombre. El bautismo sella a la vez la
absoluta iniciativa de Dios y la acogida libre del hombre, la gratuidad de la salvación de
Dios y la libre adhesión al Evangelio recibido. El bautismo implica, a la vez, a Dios y al
hombre. El hombre acepta ser agarrado por la fuerza del amor de Dios, con su fe. Es
bautizado, así, en la fe, en la fe de la Iglesia. Con su fe bautismal acoge el don de la
salvación y acepta ser, con su conversión al Evangelio, en este mundo para la gloria de
Dios, el hombre-que-Dios-desea, cuyo modelo es Jesucristo. En otras palabras, su “sí” de
la fe traduce la acogida libre del designio de Dios y expresa la adhesión total al Evangelio
de la salvación, actualizando en Jesucristo una vez para siempre. Y, con la acogida libre
del Evangelio, el creyente implica su propia existencia por entero, que deberá vivir en
“estado de conversión” (girado hacia Dios), y en la que actualizará la verdad de su “sí” y lo
pondrá a prueba, día tras día, en el duro combate de la fidelidad (1 Co 9, 24-27).

En definitiva, el bautizo hace del creyente una existencia Comunional, expresa ya lo que
será y que ya no puede dejar de ser. Así pues, ningún bautismo es una fiesta de una
familia particular, o de varias familias, pueblo de pueblos. No es la fiesta de unos
miembros del cuerpo, sino de todo el Cuerpo de Cristo, que es comunión de comuniones,
Iglesia de Iglesias. Es también la fiesta del Espíritu porque actualiza continuamente, en
cada nuevo bautizado, la unidad en la diversidad.

¿No es, por tanto, un acontecimiento que afecta a la comunidad por entero?

Desde luego, hay motivos para que los nuevos bautizados sientan el calor de la
comunidad, se sientan animados por el estadio lleno hasta los topes en el que se les
propone emprender una carrera con la mirada puesta en Jesús (Hb 12,1-2), el guía que
nos conduce hacia la plena comunión con Dios y con los pobres entre nosotros.

La celebración del bautismo, como expresión que es de la fe de la comunidad y de la raíz


de la comunión eclesial, no puede pasar desapercibida, como no pasa desapercibido en
el hecho de que Dios añada nuevos hermanos a su comunión (Hch 2,41.47).

Por todo ello, ¿no deberíamos hablar del tema en los consejos pastorales
parroquiales? Con el objetivo de tomar conciencia de él y de proponer acciones
pastorales concretas. La comunidad no puede seguir indiferente ante los bautismos
colectivos, o ante los bautismos solitarios de algunas parroquias rurales.

¿No deberíamos también invitar a los asistentes asiduos a la asamblea eucarística


dominical a gozar de la celebración del bautismo? No es necesario celebrar el
bautismo en cada Eucaristía dominical de Pascua. Pero quizá sí debiéramos invitar a la
comunidad a asistir a los bautizos que se hagan fuera de la celebración eucarística
dominical, pues está implicada la comunión. También puede presentarse como una
manera habitual de renovar las promesas del bautismo o de recordar cuál es nuestra
identidad y misión de cristianos, tal como hacemos todos y todas en la Vigilia pascual.

JAUME FONTBONA

LA COMUNIÓN DE LOS FIELES EN EL CÁLIZ5

La 3ª edición de la Ordenación General del Misal Romano (OGMR 283, correspondiente


al número 242 de la 2ª) introduce un párrafo nuevo en el que se amplía la posibilidad de la
comunión bajo las dos especies. Se trata de un aspecto importante tanto en las vistas a la
tecnología como a la piedad eucarística.

La comunión de los fieles en el cáliz fue una recuperación del Vaticano II, al principio muy
tímida, pero que pronto se fue ampliando. En 1963 el Concilio decreta la posibilidad del
cáliz pero muy limitadamente: a los laicos se les permite una vez en la vida (a lo sumo
unas pocas veces): el día, por ejemplo, de la ordenación, o del bautismo, o de la
profesión.

El Misal de Pablo VI (1970) amplió la posibilidad del cáliz a muchos otros casos (todos los
días, por ejemplo, en la misa conventual de los religiosos o en los días de un retiro o
encuentro pastoral) y la recomendó como más expresiva de la voluntad del Señor.

La nueva edición de la OGMR ha dado un paso verdaderamente importante en esta


dirección. No sólo deja prácticamente en manos del obispo diocesano la posibilidad de
conceder el cáliz siempre que lo juzgue oportuno, sino que incluso se le concede otorgar
al sacerdote que preside la misa el juicio sobre la conveniencia de este modo más pleno y
más significante de comulgar.

Para comprender mejor el alcance de este verdadero progreso en la manera de participar


en la Eucaristía es iluminativo recordar que la práctica eucarística ha tenido muchos
avances y retrocesos. Al principio los fieles (excepto los grandes pecadores) comulgaban
en todas las celebraciones. Muy pronto la comunión se hizo más rara. Muchos concilios
medievales mandan comulgar tres o cuatro veces al año. El Lateranense IV (año 1215)
finalmente impone que se comulgue por lo menos por Pascua. En algunos textos de la

5
Cf. Centre de Pastoral Litúrgica, Misa Dominical, Nº 9 Año XXXIV, 2002, Barcelona.
Edad Media se llega a decir que el sacerdote comulga en nombre de todos y se tiende a
suplir la comunión “mirando la hostia de elevación”.

En cuanto al modo de comulgar, hasta el siglo XI se habla siempre de recibir el Cuerpo y


la Sangre del Señor. Sólo a partir del siglo XII desaparece la comunión en el cáliz y en
algunos casos se aplica el principio supletorio de contemplar “cómo el sacerdote sume el
cáliz en nombre de todos”. Es seguramente en este contexto en el que Trento declara no
necesaria la comunión del cáliz por parte de los laicos, porque la fidelidad al mandato del
Señor se cumple suficientemente con la comunión en el cáliz del celebrante.

La renovación moderna va recuperando paso a paso la participación más plena en la


Eucaristía: 1) san Pío X restaura la comunión frecuente a partir del uso de razón; 2) luego
se insiste en la comunión dentro de la misa; 3) se recomienda la comunión con la
Eucaristía consagrada en la misma misa; 4) en el Vaticano II se restaura la comunión en
el Cuerpo y la Sangre del Señor.

En esta última recuperación la que se aumenta ahora en la 3ª edición de la OGMR. De la


misma manera que hoy nadie admitiría como participación suficiente mirar la hostia, no
como ideal de vida cristiana comulgar sólo unas pocas veces al año (a esto se limitaban
incluso las monjas de vida contemplativa a principios del siglo XX), así no puede verse
plenamente fiel al signo eucarístico comulgar con la sola especie de pan.

El ideal de la participación es obedecer al mandato del Señor tal como lo refleja san
Cipriano: “Hagan lo mismo que realizó el Señor” (Carta 63, 10). Y el Señor dio a comer su
Cuerpo y a beber su Sangre.

PERE FARNÉS
Para reflexionar y compartir

FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR


CICLO LITÚRGICO A
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA

¿Por qué la fe, las prácticas religiosas están en declive y no parecen constituir, al menos
para la mayoría, el punto de fuerza en la vida? ¿Por qué el tedio, el cansancio, la molestia
al cumplir los propios deberes de creyentes? ¿Por qué los jóvenes no sienten que les
atraen? ¿Por qué, en resumen, esta monotonía y esta falta de gozo entre los creyentes en
Cristo? El episodio de la transfiguración nos ayuda a dar una respuesta a estos
interrogantes.

¿Qué significó la transfiguración para los tres discípulos que la presenciaron? Hasta
entonces habían conocido a Jesús en su apariencia externa, un hombre no distinto a los
demás, de quien conocían su procedencia, sus costumbres, su tono de voz... Ahora
conocen a otro Jesús, al verdadero Jesús, al que no se consigue ver con los ojos de todos
los días, a la luz normal del sol, sino que es fruto de una revelación imprevista, de un
cambio, de un don.

Para que las cosas cambien también para nosotros, como para aquellos tres discípulos en
el Tabor, es necesario que suceda en nuestra vida algo semejante a lo que ocurre a un
chico o a una chica cuando se enamoran. En el enamoramiento el otro, el amado, que
antes era uno de tantos, o tal vez un desconocido, de golpe se convierte en único, el
único que interesa en el mundo. Todo lo demás retrocede y se sitúa en un fondo neutro.
No se es capaz de pensar en otra cosa. Sucede una auténtica transfiguración. La persona
amada se contempla como en un halo luminoso. Todo aparece bello en ella, hasta los
defectos. Si acaso, se siente indignidad hacia ella. El amor verdadero genera humildad.
Algo cambia también concretamente hasta en los hábitos de vida. He conocido a chicos a
quienes por la mañana sus padres no lograban sacar de la cama para ir al colegio; si se
les encontraba un trabajo, en poco tiempo lo abandonaban; o bien descuidaban los
estudios sin llegar a licenciarse nunca... Después, cuando se han enamorado de alguien y
se han hecho novios, por la mañana saltan de la cama, están impacientes por finalizar los
estudios, si tienen un trabajo lo cuidan mucho. ¿Qué ha ocurrido? Nada, sencillamente lo
que antes hacían por constricción ahora lo hacen por atracción. Y la atracción es capaz de
hacer cosas que ninguna constricción logra; pone alas a los pies. «Cada uno», decía el
poeta Ovidio, «es atraído por el objeto del propio placer».

Algo por el estilo, decía, debería suceder una vez en la vida para ser verdaderos
cristianos, convencidos, gozosos se serlo. «¡Pero a la chica o al chico se le ve, se toca!».
Respondo: también a Jesús se le ve y se le toca, pero con otros ojos y con otras manos:
del corazón, de la fe. Él está resucitado y está vivo. Es un ser concreto, no una
abstracción, para quien ha tenido esta experiencia y este conocimiento. Más aún, con
Jesús las cosas van incluso mejor. En el enamoramiento humano hay artificio, atribuyendo
al amado cualidades de las que tal vez carece y con el tiempo frecuentemente se está
obligado a cambiar de opinión. En el caso de Jesús, cuanto más se le conoce y se está a
su lado, más se descubren nuevos motivos para estar enamorados de Él y seguros de la
propia elección.

Esto no quiere decir que hay que estar tranquilos y esperar, también con Cristo, el clásico
«flechazo». Si un chico, o una chica, pasa todo el tiempo encerrado en casa sin ver a
nadie, jamás sucederá nada en su vida. ¡Para enamorarse hay que frecuentarse! Si uno
está convencido, o sencillamente comienza a pensar que tal vez conocer a Jesús de este
modo distinto, trasfigurado, es bello y vale la pena, entonces es necesario que empiece a
«frecuentarlo», a leer sus escritos. ¡Sus cartas de amor son el Evangelio! Es ahí donde Él
se revela, se «transfigura». Su casa es la Iglesia: es ahí donde se le encuentra.

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

DOMINGO DÉCIMO NOVENO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO


CICLO LITÚRGICO A
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA

Los hechos del Evangelio no han sido escritos sólo para ser contados, sino también para
ser revividos. A quien les escucha se le invita cada vez a entrar dentro de la página del
Evangelio, a convertirse de espectador en actor, a ser parte en causa. La Iglesia primitiva
nos da el ejemplo. La manera en que se cuenta el episodio de la tempestad calmada
muestra que la comunidad cristiana lo aplicó a su propia situación. En aquella tarde,
cuando había despedido a la multitud, Jesús había subido solo al monte para rezar;
ahora, en el momento en el que Mateo escribe su Evangelio, Jesús se ha despedido de
sus discípulos y ha ascendido al cielo, donde vive rezando e "intercediendo" por los
suyos. En aquella tarde echó mar adentro la barca; ahora ha echado a la Iglesia en el
gran mar del mundo. Entonces se había levantado un fuerte viento contrario; ahora la
Iglesia vive sus primeras experiencias de persecución.

En esta nueva situación, ¿qué les decía a los cristianos el recuerdo de aquella noche?
Que Jesús no estaba lejos ni ausente, que siempre se podía contar con él. Que también
ahora daba órdenes a sus discípulos para que se le acercaran "caminando sobre las
aguas", es decir, avanzando entre las corrientes de este mundo, apoyándose sólo en la fe.

Es la misma invitación que hoy nos presenta: aplicar lo sucedido a nuestra vida personal.
Cuántas veces nuestra vida se parece a esa barca "zarandeada por las olas a causa del
viento contrario". La barca zarandeada puede ser el propio matrimonio, los negocios, la
salud... El viento contrario puede ser la hostilidad y la incomprensión de las personas, los
reveses continuos de la vida, la dificultad para encontrar casa o trabajo. Quizá al inicio
hemos afrontado con valentía las dificultades, decididos a no perder la fe, a confiar en
Dios. Durante un tiempo nosotros también hemos caminado sobre las aguas, es decir,
confiando únicamente en la ayuda de Dios. Pero después, al ver que nuestra prueba era
cada vez más larga y dura, hemos pensado que no podíamos más, que nos hundíamos.
Hemos perdido la valentía.

Este es el momento de acoger y experimentar como si se nos hubieran dirigido


personalmente a nosotros las palabras que Jesús dirigió en esta circunstancia a los
apóstoles: "¡Ánimo!, que soy yo; no teman". Es famosa la frase con la que el sacerdote
Abundio, en Los novios (I promessi sposi), justifica su miedo y cobardía: "Quien no tiene
valentía no se la puede dar". Tenemos que desterrar precisamente esta convicción.
¡Quien no tiene valentía se la puede dar! ¿Cómo? Con la fe en Dios, con la oración,
basándose en la promesa de Cristo.

Alguno dirá que esta valentía, basada en la fe en Dios y en la oración, es un pretexto, una
huida de las propias posibilidades y responsabilidades. Una manera de descargar en Dios
los propios deberes. Es la tesis de fondo de la obra de teatro de Bertolt Brecht,
ambientada en Alemania en tiempos de la guerra de los Treinta Años, que tiene como
protagonista a una mujer del pueblo llamada, por su capacidad de decisión y valor, "Madre
Coraje". En plena noche, las tropas imperiales, tras haber matado a los guardias, avanzan
contra la ciudad protestante de Halle para quemarla. En los alrededores de la ciudad, una
familia de campesinos, que acoge a la Madre Coraje con la hija muda, Kattrin, sabe que lo
único que puede hacer para salvar a la ciudad de la ruina es rezar. Pero Kattrin, en lugar
de ponerse a rezar, sube al techo de la casa, y se pone a tocar desesperadamente el
tambor hasta que ve que los habitantes se han despertado y están de pie. Es asesinada
por los soldados, pero la ciudad se salva.

Con esta crítica, que es la clásica crítica del marxismo, se ataca a quien pretende
quedarse con los brazos cruzados, en espera de que Dios lo haga todo. Pero esto no
tiene nada que ver con la verdadera fe y la verdadera oración, que es lo contrario de la
resignación pasiva. Jesús dejó que los apóstoles remaran contra el viento durante toda la
noche y que utilizaran todos sus recursos antes de intervenir personalmente.

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap


DOMINGO VIGÉSIMO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
CICLO LITÚRGICO A
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA

Si Jesús hubiera escuchado a la mujer cananea a la primera petición, sólo habría


conseguido la liberación de la hija. Habría pasado la vida con menos problemas. Pero
todo hubiera acabado en eso y al final madre e hija morirían sin dejar huella de sí. Sin
embargo, de este modo su fe creció, se purificó, hasta arrancar de Jesús ese grito final de
entusiasmo: "Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas". Desde aquel instante,
constata el Evangelio, su hija quedó curada. Pero, ¿qué le sucedió durante su encuentro
con Jesús? Un milagro mucho más grande que el de la curación de la hija. Aquella mujer
se convirtió en una "creyente", una de las primeras creyentes procedentes del paganismo.
Una pionera de la fe cristiana. Nuestra predecesora.

¡Cuánto nos enseña esta sencilla historia evangélica! Una de las causas más profundas
de sufrimiento para un creyente son las oraciones no escuchadas. Hemos rezado por algo
durante semanas, meses y quizá años. Pero nada. Dios parecía sordo. La mujer Cananea
se presenta siempre como maestra de perseverancia y oración.

Quien observara el comportamiento y las palabras que Jesús dirigió a aquella pobre mujer
que sufría, podía pensar que se trataba de insensibilidad y dureza de corazón. ¿Cómo se
puede tratar así a una madre afligida? Pero ahora sabemos lo que había en el corazón de
Jesús y que le hacía actuar así. Sufría al presentar sus rechazos, trepidaba ante el riesgo
de que ella se cansara y desistiera. Sabía que la cuerda, si se estira demasiado, puede
romperse. De hecho, para Dios también existe la incógnita de la libertad humana, que
hace nacer en él la esperanza. Jesús esperó, por eso, al final, manifiesta tanta alegría. Es
como si hubiera vencido junto a la otra persona.

Dios, por tanto, escucha incluso cuando... no escucha. En él, la falta de escucha es ya
una manera de atender. Retrasando su escucha, Dios hace que nuestro deseo crezca,
que el objeto de nuestra oración se leve; que de lo material pasemos a lo espiritual, de lo
temporal a lo eterno, de lo pequeño a lo grande. De este modo, puede darnos mucho más
de lo que le habíamos pedido en un primer momento.

Con frecuencia, cuando nos ponemos en oración, nos parecemos a ese campesino del
que habla un antiguo autor espiritual. Ha recibido la noticia de que será recibido en
persona por el rey. Es la oportunidad de su vida: podrá presentarle con sus mismas
palabras su petición, pedirle lo que quiere, seguro de que le será concedido. Llega el día,
y el buen hombre, emocionadísimo, llega ante la presencia del rey y, ¿qué le pide? ¡Un
quintal de estiércol para sus campos! Era lo máximo en que había logrado pensar. A
veces nosotros nos comportamos con Dios de la misma manera. Lo que le pedimos
comparado a lo que podríamos pedirle no es más que un quintal de estiércol, nimiedades
que sirven de muy poco, es más, que a veces incluso pueden volverse contra nosotros.
San Agustín era un gran admirador de la Cananea. Aquella mujer le recordaba a su
madre, Mónica. También ella había seguido al Señor durante años, pidiéndole la
conversión de su hijo. No se había desalentado por ningún rechazo. Había seguido al hijo
hasta Italia, hasta Milán, hasta que vio que regresaba al Señor. En uno de sus discursos,
recuerda las palabras de Cristo: "Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se
les abrirá", y termina diciendo: "Así hizo la Cananea: pidió, buscó, llamó a la puerta y
recibió". Hagamos nosotros también lo mismo y también se nos abrirá.

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN


MARÍA
CICLO LITÚRGICO A
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA

Celebramos hoy una de las fiestas más bellas de la Virgen: su glorificación en cuerpo y
alma en el cielo. El Evangelio es el pasaje de Lucas con el Magnificat de María. Según la
doctrina de la Iglesia católica, que se basa en una tradición acogida también por la Iglesia
ortodoxa (si bien por ésta no definida dogmáticamente), María entró en la gloria no sólo
con su espíritu, sino íntegramente con toda su persona, como primicia -después de Cristo-
de la resurrección futura. La Lumen Gentium del Concilio Vaticano II dice: «La Madre de
Jesús, de la misma manera que ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma es la imagen
y principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el futuro siglo, así en esta tierra,
hasta que llegue el día del Señor, antecede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante
como signo de esperanza y de consuelo». En todas las demás fiestas contemplamos a
María como signo de lo que la Iglesia debe ser; en la fiesta de hoy la contemplamos como
signo de lo que la Iglesia será.

Desearía hacer hincapié en un aspecto de la gloria de María especialmente actual en el


tiempo en que vivimos. Jesús nació de María «Virgen». Por lo tanto María no reparte con
nadie, tampoco con un hombre, el privilegio de haber dado la vida humana al Hijo de Dios.
La carne y la sangre de Cristo que recibimos en la Eucaristía es carne de su carne y
sangre de su sangre, fruto exclusivo de su seno. Es lo que proclamamos cada vez que
rezamos el Ave María: «...y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús».

En la creación, la mujer, Eva, nace del hombre sin concurso de mujer; en la redención es
el hombre, Cristo, quien nace de la mujer sin concurso de hombre. Sublime condición de
paridad entre los sexos -hoy se diría «igualdad de oportunidades»- realizada por Dios. Se
ha visto a veces, en el relato bíblico del nacimiento de la mujer a partir de la costilla de
Adán, una señal de inferioridad de la mujer respecto al hombre. Esta perplejidad
desaparece si tenemos en cuenta que en la nueva creación es el hombre, Cristo, quien es
nacido del seno de una mujer, aunque, en cuanto Dios, preexistente a ella.
San Pablo escribe: «Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de
mujer» (Ga 4, 4). Si hubiera dicho: «nacido de María» se habría tratado de un simple
detalle biográfico; al decir «nacido de mujer» dio a su afirmación un alcance universal e
inmenso. Es la mujer misma, cada mujer, la que ha sido elevada, en María, a tan increíble
altura. María es aquí la mujer. Se habla mucho hoy de la promoción de la mujer, que es
ciertamente uno de los signos de los tiempos que más honran nuestra época. ¡Pero qué
atrasados vamos respecto a Dios! También Dante Alighieri se dirige a la Virgen llamándola
no con el nombre propio de María, sino con el universal de «Mujer»:

Donna, se' tanto grande e tanto vali,


che qual vuol grazia e a te non ricorre,
sua disianza vuol volar sanz'ali.

[Mujer, eres tan grande y tanto vales,


que quien desea una gracia y no recurre a ti
quiere que su deseo vuele sin alas.]

Surge el interrogante del sentido que tiene una fiesta de María en Ferragosto (el 15 de
agosto), en el día más turístico y en cierto sentido el más profano del año. Yo le veo un
sentido, y bellísimo. Lo que estos días empuja a los turistas hacia las montañas y el mar,
o hacia las ciudades de arte, es la búsqueda de la belleza, ya sea de la naturaleza o
aquella creada por el genio humano. La fiesta de la Asunción no pretende crear un
estorbo a esta belleza o disminuir nuestra admiración. Pero nos invita a no pararnos ahí,
sino a hacer una escala para elevarnos a una belleza aún más sublime, que ni el tiempo
ni las fuerzas de la naturaleza pueden amenazar. La contemplación de María en
Ferragosto nos salva, en cierto sentido, de la melancolía. Nos dice que cuando nuestros
ojos se cierren a estas bellezas creadas, se abrirán a la visión de otra belleza que no
decae, aquella en la que María entró en su Asunción al cielo.

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

DOMINGO VIGÉSIMO PRIMERO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO


CICLO LITÚRGICO A
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA

Existe, en la cultura y en la sociedad de hoy, un hecho que nos puede introducir a la


comprensión del Evangelio de este domingo, y es el sondeo de las opiniones. Se practica
un poco por todas partes, pero sobre todo en el ámbito político y comercial. También
Jesús un día quiso hacer un sondeo de opinión, pero con fines, como veremos, muy
diversos: no políticos sino educativos. Llegado a la región de Cesarea de Filipo, es decir,
la región más al norte de Israel, en una pausa de tranquilidad, en la que estaba solo con
los apóstoles, Jesús les dirigió a quemarropa la pregunta: "¿Quién dice la gente que es el
hijo del Hombre?"

Parece como si los apóstoles no esperaran otra cosa para poder finalmente dar rienda
suelta a todas las voces que circulaban a propósito de él. Responden: "Algunos que Juan
el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas". Pero a Jesús no
le interesaba medir el nivel de su popularidad o su índice de simpatía entre la gente. Su
propósito era bien diverso. A renglón seguido les pregunta: "¿Ustedes quién dicen que soy
yo?"

Esta segunda pregunta, inesperada, les descoloca completamente. Se entrecruzan


silencio y miradas. Si en la primera pregunta se lee que los apóstoles respondieron todos
juntos, en coro, esta vez el verbo es singular; sólo "respondió" uno, Simón Pedro: "¡Tú
eres el Cristo, el hijo del Dios vivo!"

Entre las dos respuestas hay un salto abismal, una "conversión". Si antes, para
responder, bastaba con mirar alrededor y haber escuchado las opiniones de la gente,
ahora deben mirarse dentro, escuchar una voz bien distinta, que no viene de la carne ni
de la sangre, sino del Padre que está en los cielos. Pedro ha sido objeto de una
iluminación "de lo alto".

Se trata del primer auténtico reconocimiento, según los evangelios, de la verdadera


identidad de Jesús de Nazaret. ¡El primer acto público de fe en Cristo de la historia!
Pensemos en el surco dejado por un barco: se va ensanchando hasta perderse en el
horizonte, pero comienza con una punta, que es la misma punta del barco. Así sucede
con la fe en Jesucristo. Es un surco que ha ido ensanchándose en la historia, hasta llegar
a los "últimos confines de la tierra". Pero empieza con una punta. Y esta punta es el acto
de fe de Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo". Jesús usa otra imagen, vertical
no horizontal: roca, piedra. "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".

Jesús cambia el nombre a Simón, como se hace en la Biblia cuando uno recibe una
misión importante: lo llama "Kefas", Roca. La verdadera roca, la "piedra angular" es, y
sigue siendo, él mismo, Jesús. Pero, una vez resucitado y ascendido al cielo, esta "piedra
angular", aunque presente y operante, es invisible. Es necesario un signo que la
represente, que haga visible y eficaz en la historia este "fundamento firme" que es Cristo.
Y éste será precisamente Pedro, y, después del él, el que haga las veces de él, el Papa,
sucesor de Pedro, como cabeza del Colegio de los apóstoles.

Pero volvamos a la idea del sondeo. El sondeo de Jesús, como hemos visto, se desarrolla
en dos tiempos, comporta dos preguntas fundamentales: primero, "Quién dice la gente
que soy yo?"; segundo, "¿Quién dicen ustedes que soy yo? Jesús no parece dar mucha
importancia a lo que la gente piensa de él; le interesa saber qué piensan sus discípulos.
Les sorprende con ese "¿y ustedes quién dicen que soy yo?". No permite que se
atrincheren tras las opiniones de otros, quiere que digan su propia opinión.

La situación se repite, casi idéntica, en el día de hoy. También hoy "la gente", la opinión
pública, tiene sus ideas sobre Jesús. Jesús está de moda. Miremos lo que sucede en el
mundo de la literatura y del espectáculo. No pasa un año sin que salga una novela o una
película con la propia visión, torcida y desacralizada, de Cristo. El caso del Código Da
Vinci de Dan Brown ha sido el más clamoroso y está teniendo muchos imitadores.
Luego están los que se quedan a medio camino. Como la gente de su tiempo, cree que
Jesús es "uno de los profetas". Una persona fascinante, se le coloca al lado de Sócrates,
Gandhi, Tolstoi. Estoy seguro de que Jesús no desprecia estas respuestas, porque se dice
de él que "no apaga el pábilo vacilante y no quiebra la caña cascada", es decir, sabe
apreciar todo esfuerzo honesto por parte del hombre. Pero hay una respuesta que no
cuadra, ni siquiera a la lógica humana. Gandhi o Tolstoi nunca han dicho "yo soy el
camino, la verdad y la vida", o también "el que ama a su padre o a su madre más que a
mí no es digno de mí".

Con Jesús no se puede quedar uno a medio camino: o es lo que dice ser, o es él el mayor
loco exaltado de la historia. No hay medias tintas. Existen edificios y estructuras metálicas
(creo que una es la torre Eiffel de París) hechas de tal manera que si se toca un cierto
punto, o se traslada cierto elemento, se derrumba todo. Así es el edificio de la fe cristiana,
y ese punto neurálgico es la divinidad de Jesucristo.

Pero dejemos las respuestas de la gente y vayamos a los no creyentes. No basta con
creer en la divinidad de Cristo, es necesario también testimoniarla. Quien lo conoce y no
da testimonio de esta fe, sino que la esconde, es más responsable ante Dios que el que
no tiene esa fe. En una escena del drama "El padre humillado" de Claudel, una muchacha
judía, hermosísima pero ciega, aludiendo al doble significado de la luz, pregunta a su
amigo cristiano: "ustedes que ven, ¿qué uso han hecho de la luz?". Es una pregunta
dirigida a todos nosotros que nos confesamos creyentes.

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

DOMINGO VIGÉSIMO SEGUNDO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO


CICLO LITÚRGICO A
COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA

En el evangelio de este domingo escuchamos a Jesús que dice: “Si alguien quiere venir
en detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar
su vida la perderá, pero quien pierda su vida por causa mía, la encontrará”.

¿Qué significa “negarse a sí mismo”? Es más, ¿por qué hay que negarse a sí mismo?
Conocemos la indignación que suscitaba en el filósofo Nietzsche esta exigencia del
Evangelio. Comienzo respondiendo con un ejemplo. Durante la persecución nazi, muchos
trenes cargados de hebreos partían desde todas partes de Europa hacia los campos de
exterminio. Se les convencía de subir a ellos con falsas promesas de llevarlos a lugares
mejores por su bien, mientras que en cambio se les llevaba a la destrucción. A veces
sucedía que en alguna parada del convoy, alguien que sabía la verdad gritaba a
escondidas a los pasajeros: bajen, huyan. Y alguno lo conseguía.
El ejemplo es un poco fuerte, pero expresa algo sobre nuestra situación. El tren de la vida
en el que viajamos va hacia la muerte. Sobre esto, al menos, no hay dudas. Nuestro yo
natural, siendo mortal, está destinado a terminar. Lo que el Evangelio nos propone cuando
nos exhorta a renegar de nosotros mismos y a bajar de este tren, es subir a otro que
conduce a la vida. El tren que conduce a la vida es la fe en Él, que ha dicho: “El que cree
en mí, aunque haya muerto, vivirá”.

Pablo había realizado este “trasbordo”, y lo describe así: “Ya no soy yo quien vive, sino
que Cristo vive en mí”. Si asumimos el yo de Cristo nos convertimos en inmortales porque
él, resucitado de la muerte, no muere más. Eso es lo que significan las palabras que
hemos escuchado: “El que quiera salvar la propia vida, la perderá; pero el que pierda la
vida por mi causa, la encontrara”. Por tanto, está claro que negarse a sí mismo no es una
operación autolesionadora y renunciadora, sino el golpe de audacia más inteligente que
podemos realizar en la vida.

Pero debemos hacer inmediatamente una precisión: Jesús no nos pide renegar de “lo que
somos”, sino de “aquello en lo que nos hemos convertido”. Nosotros somos imagen de
Dios, somos por tanto algo “muy bueno”, como dijo Dios mismo en el momento de crear al
hombre y la mujer. De lo que tenemos que renegar no es de lo que Dios ha hecho, sino de
lo que hemos hecho nosotros, usando mal nuestra libertad. En otras palabras, las
tendencias malas, el pecado, todas esas cosas que son como incrustaciones posteriores
superpuestas al original.

Hace unos años se descubrieron en el fondo del mar, a lo largo de las costas jónicas, dos
masas informes que tenían un ligero parecido con cuerpos humanos, y que estaban
recubiertas de incrustaciones marinas. Fueron sacadas a la superficie y limpiadas
pacientemente. Hoy son los famosos “Bronces de Riace” (estatuas griegas de gran
belleza, que representan a dos varones, y que están datadas en el siglo V antes de
Cristo) custodiados en el museo de Reggio Calabria, y están entre las esculturas más
admiradas de la antigüedad.

Son ejemplos que nos ayudan a entender el aspecto positivo que hay en la propuesta del
Evangelio. Nosotros nos parecemos, en el espíritu, a esas estatuas antes de su
restauración. La bella imagen de Dios que deberíamos ser está recubierta de siete
estratos que son los siete pecados capitales. Quizás sea conveniente traerlos a la
memoria por si los hemos olvidado: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
San Pablo llama a esta imagen desfigurada “imagen terrestre”, en oposición a la “imagen
celeste” que es la semejanza con Cristo.

“Negarse a sí mismo” no es por tanto una operación para la muerte sino para la vida, para
la belleza y para la alegría. Consiste también en aprender el lenguaje del verdadero amor.
Imagina, decía un gran filósofo del siglo pasado, Kierkegaard, una situación puramente
humana. Dos jóvenes se aman. Pero pertenecen a dos pueblos diversos y hablan dos
lenguas completamente diversas. Si su amor quiere sobrevivir y crecer, es necesario que
uno de los dos aprenda el idioma del otro. En caso contrario, no podrán comunicarse y su
amor no durará.

Así, comentaba, sucede entre Dios y nosotros. Nosotros hablamos el lenguaje de la


carne, él el del espíritu; nosotros el del egoísmo, él el del amor. Negarse a sí mismo es
aprender la lengua de Dios para poder comunicarnos con él, pero es también aprender la
lengua que nos permite comunicarnos entre nosotros. No somos capaces de decir “sí” al
otro, empezando por el propio cónyuge, si no somos capaces de decir “no” a nosotros
mismos. Ciñéndonos al ámbito del matrimonio, muchos problemas y fracasos de la pareja
dependen de que el hombre nunca se ha preocupado de aprender el modo de expresar el
amor de la mujer, y la mujer el del hombre. También cuando habla de negarse a sí mismo,
el Evangelio, como puede verse, está bastante menos alejado de la vida de lo que la
gente cree.

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

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