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La Cruz Compuesta del Cultrún

Mapuche
Por Gastón Soublette (*)

Este símbolo venerable se halla pintado sobre la membrana del cultrún, el timbal sagrado del
chamán mapuche llamado machi.
Se trata de un instrumento de percusión, membranófono, constituido por una vasija circular de
madera y un parche o membrana de cuero amarrada a la vasija por un hábil y hermoso
encordado. En su interior contiene diversos objetos simbólicos y otros, que le dan el carácter de
sonaja cuando es agitado.
El interior de esta vasija, con sus objetos simbólicos, es para el mapuche como las entrañas de
la madre tierra, continente de los vigorosos gérmenes de la vida que ella es capaz de dar,
cobijar y sostener. La membrana lleva pintado el mencionado símbolo cruciforme con tinturas o
sangre de algún animal sacrificado.
Por la información recibida de los mapuches mismos, se puede afirmar que esta cruz reúne en sí
múltiples significaciones íntimamente relacionadas y complementarias.
La cruz está inscrita en un círculo, es decir, en la membrana circular del cultrún. Las cuatro
demarcaciones que resultan de los brazos mismos de la cruz, son los puntos o direcciones
cardinales. Según esta interpretación, la cruz determina en el área del círculo lo que los
mapuches llaman Meli Huitran Mapu, esto es, tierra de los cuatro lugares, o Meli Esquina Mapu,
tierra de las cuatro esquinas; o Meli Changquiñ Mapu, tierra de las cuatro ramas.
El signo repetido cuatro veces entre los brazos de la cruz es la swástica, lo que conforme a la
simbología universal y al testimonio de los informantes aborígenes, representa al sol, en los
cuatro tiempos del año o estaciones y en las cuatro fases de un día; esto es, sol del amanecer,
sol del mediodía, sol del crepúsculo y sol oscuro bajo la tierra.
Según esta disposición espacial y temporal del cuaternario de la cruz, a cada esquina del mundo
o punto cardinal se le asignaría un elemento: el aire al Norte, el agua al Oeste, el fuego al
Oriente y la tierra al Sur.
Según otra interpretación, los remates curvos de los extremos de la cruz son las fases
principales de la luna. Así, trazando las bisectrices de los ángulos rectos, como se hizo
anteriormente, el círculo queda dividido en cuatro sectores circulares, dentro de los cuales el
doble trazado de la cruz determina siete espacios. Esos siete espacios corresponderían a los
siete días de la semana (ver imagen 1).
Ahora bien, cuatro sectores circulares iguales determinan un mes lunar de veintiocho días.
El año lunar resulta multiplicando esos veintiocho días por trece, múltiplo que se obtiene por la
adición de los doce extremos de la cruz lunada, más el círculo central (ver imagen 2).
Así se obtienen 364 días, a los que hay que agregar la unidad del punto central para obtener los
365 días del año solar (Ver artículo del profesor Carlos González y titulado “Un signo
pintado en la cerámica chilena”. Revista Aisthesis, número 9, año 1976).

La presencia del calendario de la luna en el cultrún procede justamente del carácter lunar del
arte chamánico mapuche, pues es la luna, para el mapuche, el astro que preside la fertilidad de
la tierra, el nacimiento de los seres humanos, determina el sexo, impulsa la procreación animal,
da vida, bienestar, salud y buena fortuna. Por eso a las machis se les llama nguenküyen, esto
es, señoras de la luna (N.d.E.: equivalentes a las servidoras de Artemisa en Grecia). Y por
la misma razón el Machitún o ceremonia de curación se realiza de noche.
Desde el punto de vista de la mitología, esas cuatro fases de la luna son también los cuatro
espíritus o dioses lunares invocados en los nguillatunes y machitunes, según la estructura
cuaternaria del panteón mapuche.
Para otra interpretación, los remates curvos de la cruz representan al arco iris (Relmu). Se sabe
que este fenómeno meteorológico tiene una especial significación para el hombre antiguo,
porque surge de la conjunción de la luz solar y la lluvia, es decir, de la armonía de dos
contrarios, lo que hace de él un signo muy propicio.
El mapuche, en sus rogativas solemnes (nguillatunes), pide al cielo la lluvia y el buen tiempo, los
que son simbolizados por una bandera negra y una blanca respectivamente.
La coexistencia de la lluvia y la luz solar en un instante excepcional, al par que indica el paso del
tiempo lluvioso al tiempo claro, representa la síntesis de esos contrarios simbolizados por el
color blanco y el negro y, por eso, representa la armonía cósmica o equilibrio de lluvia y bonanza
pedido en los nguillatunes.
Así, cuatro arco iris, situados en los puntos cardinales u horizontes, significan la armonía
cósmica establecida en los cuatro lugares de la tierra.
En un sentido mitológico, esos cuatro arco iris, situados en los cuatro puntos cardinales, son
también los cuatro espíritus o familias de espíritus de los puntos cardinales, que presiden la
acción de las fuerzas natura les, determinando las condiciones climáticas. Se ha dicho, por esto,
que el arco iris es la bandera del Señor (Ñidol) enarbolada por los Meli Huitrán, dioses de los
cuatro lugares.
En lo que al arco iris se refiere, hay un diseño del cultrún en el cual al centro de la membrana se
ubica una estrella de cinco puntas y, sobre ella, en el borde superior del cultrún, un arco iris
formado por tres bandas de color azul, amarillo y verde. En este diseño, el azul representa el
cielo (Huenu), y se sitúa en la banda exterior, en el borde mismo de la membrana del cultrún. El
amarillo representa al sol, o simplemente la luz del día (Antü), y se sitúa en la banda central. El
verde representa a la tierra (Mapu), y se sitúa en la banda inferior del arco.
Este arco iris abreviado expresa el sentido del arco iris verdadero, signo de la armonía cósmica
manifestada en este diseño como el perfecto acuerdo del cielo con la tierra por el influjo de la luz
divina, en cuanto la divinidad suprema tiene su ruca de oro, milla ruca, en el sol, fuente de vida.
Esta Estrella, que, después encontraremos en el pabellón nacional, es la que Don Bernardo
O’Higgins y don Ignacio Zenteno designaron con el nombre de Estrella de Arauco y no es otra
sino el planeta Venus o Lucero, que en lengua mapuche toma el nombre de Guñelve.

En cuanto a la inclusión de la estrella pentagonal en el cultrún, hay otro diseño en que aparece
alternada con la swástica, en una policromía de rojo y azul.
En este diseño, la posición de la estrella en dos campos opuestos alude sin duda a la evolución
de Venus en la bóveda celeste, por la cual se transforma de lucero de la tarde en lucero de la
mañana y viceversa, como así mismo al ciclo en que el planeta Venus se desplaza y vuelve a un
mismo punto inicial de observación.
Se sabe que el cálculo de estos movimientos de Venus en la bóveda celeste, era conocido por los
sabios aborígenes antiguos, como lo conforman recientes investigaciones sobre el significado de
los signos de la cerámica ceremonial. Sobre este punto se dará más información en el capítulo
dedicado a la bandera de la Estrella Solitaria.
Resumida de este modo la escasa información recibida de fuente aborigen, se hace necesario
considerar el símbolo de la cruz inscrita en el círculo, en el contexto de la tradición simbólica
universal.
Se pensará tal vez que no es posible extraer de este símbolo conclusiones allende lo que la
cultura mapuche autorizaría. En respuesta a esa posible objeción, se debe tener presente que,
en esta etapa de las investigaciones en ciencias humanas, puede afirmarse que no hay mundos
culturales cerrados, de manera que todos los símbolos antiguos obedecen a patrones
provenientes de una tradición sapiencial al parecer única, lo que se echa de ver en la similitud
de formas y función que todos los símbolos antiguos van presentando a medida que se retrocede
en el tiempo hacia la antigüedad más remota.
La cruz compuesta del cultrún araucano no presenta ningún elemento extraño a la tradición
simbólica universal y, en sus líneas fundamentales, puede ser considerada como un símbolo
construido conforme a patrones comunes a todos los pueblos. Esto se aclara en un análisis
detallado de su construcción geométrica, a la luz de la base doctrinaria que subyace en los
relatos mitológicos, y en el vasto repertorio de plegarias, invocaciones y cánticos rituales,
mapuches.
A la postre se verá que la simbología universal, en cu yo contexto será analizado este símbolo
mapuche, lejos de contradecir las informaciones de fuente aborigen y las conclusiones que
pueden extraerse de la mitología y de los textos de las plegarias, las confirman, las completan y
las desarrollan.
La cruz inscrita en el círculo es un símbolo compuesto cuyo significado surge de las instancias
mismas de su construcción.
Así, lo primero que hay ante nuestros ojos es el círculo. En el caso del símbolo araucano, la
membrana circular del cultrún, en blanco.
El círculo fue siempre considerado por todos los pueblos antiguos como la forma geométrica
perfecta y, por eso, la imagen misma del ser supremo, del gran todo o del absoluto.
Su relación con el disco solar es evidente, en la forma y en el significado, en cuanto el sol es,
entre todos los seres visibles, el que mejor representa al ser supremo, como fuente de vida y de
luz.
Las propiedades del círculo, que hacen de él la forma geométrica perfecta, son la regularidad y
la totalidad.
La regularidad (simetría) implica unidad, en oposición a la irregularidad que implica diversidad.
La regularidad absoluta es aquella que no reconoce partes. Sólo el círculo es regular en ese
sentido absoluto. Por eso en el círculo, a esta propiedad que es común a todos los polígonos
regulares, se agrega la de totalidad, porque el círculo, al no admitir complemento, es símbolo del
infinito, es decir, del gran todo o gran uno.
La circunferencia que lo determina, simboliza lo que no tiene principio ni fin, lo que es
eternamente igual a sí mismo. Por tal razón lo infinito es el todo, el todo es único y lo infinito es
uno.
Ahora bien, para dibujar la cruz es preciso visualizar el centro, es decir, el punto que se halla a
igual distancia de todos los puntos de la circunferencia.
La sola visualización de ese punto, le da una determinación nueva como una forma mínima que,
dentro del círculo, representa la unidad, o primera semilla de la manifestación.
La instancia siguiente es el diseño del brazo horizontal y vertical de la cruz, que representan
tradicionalmente el principio materno o receptivo y el principio paterno o creativo del universo.
Estos dos principios, fundamentos dinámicos de todo lo creado, son los que en la tradición china
toman los nombres de Yin y Yang, representados en el conocido símbolo clásico.

Se sabe, no obstante, por la más remota tradición, que el signo de la cruz fue instituido muchos
milenios antes de este evolucionado diseño clásico, y constituyó la más antigua representación
simbólica de la dialéctica universal, como puede apreciarse por la siguiente cita de un texto del
historiador chino Tchui Hi, de la dinastía Song:

"Fue el emperador Hien Yuen Chi, quien unió dos trozos de madera, uno horizontal y
otro vertical, para honrar al Altísimo, es decir, instituyó el signo de la cruz como
símbolo de la unión del principio creativo y del principio receptivo del universo. El
nombre de este soberano proviene de las palabras que designan los brazos Este-Oeste
y Norte-Sur de la cruz, que son Hien y Yuen".

Según la cronología China, esto ocurrió en una época sumamente remota, muchos milenios
antes del primer emperador de fecha conocida (Fu Hi, 3.500 a.C.).
En cuanto al origen de la cruz del cultrún, nada se sabe ni puede saberse con precisión, salvo
que presumiblemente su diseño date de una época muy anterior a la radicación del pueblo
mapuche en Chile. Con todo, los antiguos de América no pueden haber visto en el símbolo de la
cruz otro significado que el que real mente tiene y ha tenido para todos los antiguos, lo que
puede rastrearse en algunos cantos de machi que, refiriéndose a los brazos de la cruz, los
llaman padre y madre.

Tengo
Mi cultrún
Mi cultrún.
Tuya es
Tuya es su madera.
Tenlo siempre presente
Tenlo siempre presente
En el espacio vacío
El espacio vacío
En la tierra
La tierra
Me están diciendo
Dos veces la madre
Dos veces el padre antiguo

Se advierte que los dos últimos versos se refieren a la característica duplicación de los brazos
Norte Sur y Este Oeste de la cruz del cultrún, aunque excepcionalmente se encuentren cultrunes
de cruz simple.
Ahora bien, esta dualidad fundamental expresada en la cruz, se aviene con la denominación dual
empleada por los mapuches para designar al ser supremo como Fücha y Cushe, es decir,
anciano y anciana, forma mítica de aludir a la dialéctica universal del principio creativo y
receptivo del universo, y a su acción en el tiempo.
Dichos nombres suelen ser más complejos y varia dos; así, por ejemplo, el anciano y la anciana
son nombrados como Huenu rey Fücha y Huenu rey Cushe, vale decir, anciano rey en lo alto del
cielo y anciana reina en lo alto del cielo. La palabra “rey” intercalada aquí corresponde a una
transculturación, pero no altera el sentido original de estas antiquísimas denominaciones
religiosas.
También suele llamarse a esta pareja Feta Chachai y Ñuque Papai, es decir esposo padre y
esposa madre; o se agrega a dichas denominaciones el nombre genérico de Ñidol, es decir,
supremo. Así el anciano, como esposo padre supremo, se llama Feta Chachai Ñidol.
Otra denominación usada es Nguenechén, que literalmente significa señor de los hombres y que
agregada a las personas divinas adquiere el sentido genérico de dios.
Se debe tener presente, sin embargo, que mucho se discute hoy en torno al tema de la
denominación y naturaleza de la divinidad en la religión mapuche, por las muy variadas y
aparentemente contradictorias informaciones entregadas por los mismos mapuches,
deliberadamente o por ignorancia, o que parecen tales por una incompatibilidad de lenguaje que
sólo se aclara cuando el investigador se sintoniza con el enfoque mítico de la cosmovisión
aborigen.
La denominación y naturaleza de la divinidad es uno de los puntos más obscuros de los estudios
que se están realizando en la actualidad sobre las culturas aborígenes de Chile, entre otras
razones porque la evangelización, con todos sus supuestos filosóficos y teológicos, intervino la
cultura mapuche y alteró sus originales formas de expresión religiosa, al punto que, hasta hoy,
no es posible formarse una idea clara sobre este aspecto.
En todo caso, la denominación dual de la divinidad es, sin duda, la más antigua; al igual que la
cruz en el círculo, se emparenta con antiguo arquetipos sapienciales del extremo Oriente de
Asia.
Este parentesco es más estrecho aún, si se considera que el esquema dialéctico del Yin y del
Yang chinos no es completo a menos que sea visto en su evolución dinámica a través del
tiempo, constituyendo un cuaternario o doble pareja, como puede apreciarse por sus
representaciones lineales prehistóricas, según se hallan en el célebre canon confuciano de Las
Mutaciones, conocido por el nombre de I Ching o Yi King.
En él cada principio de la dialéctica tiene dos formas de representación, una calificada de
antigua, y otra de joven, lo que insinúa una personificación mítica tal vez más antigua.

Este esquema parece tener su equivalente mítico mapuche en el cuaternario formado por la
pareja de ancianos ya mencionada, y otra de jóvenes que, junto a ella, constituye el cuaternario
supremo del panteón mapuche, llamado en conjunto Ñidol (Jefe).

Feta Chachai Hueche Huentru


(esposo padre) (hombre joven)
Ñuque Papai Ulcha Domo
(esposa madre) (joven doncella)

La segunda pareja está constituida por un hombre joven dios y una joven doncella diosa, a los
que se agrega, en ciertas invocaciones, el apelativo de renovadores, idéntico al que se da en el I
Ching al Yin y al Yang jóvenes.
En lo que se refiere a las representaciones lineales del Yin y del Yang atribuidas al emperador Fu
Hi, se advierte claramente que ellas proceden de la descomposición de la cruz instituida antes
por Hien Yuen Chi, pues el trazo entero del Yang y el trazo quebrado del Yin, no resultan sino del
acoplamiento del brazo vertical y el horizontal de la cruz, el cual debe ser abierto o perforado
por el que representa la fuerza activa descendente.

Todo lo anterior tiene una clara connotación sexual, en cuanto el sexo masculino es una vara y
el sexo femenino es una abertura, y constituyen la más directa y patente concreción de ambos
principios en el mundo visible.
Asimismo, se advierte claramente que la pareja del Yin y del Yang
jóvenes, y del Hueche Huentru y Ulcha Domo, corresponden a la
proyección de los principios fundamentales de la dialéctica en las
creaturas.
De esta manera, la relación que hay entre la expresión vieja y la joven
de cualquiera de los principios, es la misma que hay entre éstos y sus
respectivas manifestaciones cósmicas, tales como cielo y tierra, hombre
y mujer, fuego y agua, día y noche.
Por eso se dice en el I Ching que la pareja Yin y el Yang viejos es
estática, y la pareja joven es dinámica; esto, naturalmente, no está
explicita do en la sabiduría mapuche, sino que persiste como la
expresión de una verdad mítica. Podría ser el origen de la duplicación de
los brazos de la cruz en el cultrún araucano.
Con todo lo anterior no se está diciendo sino que las formas de
expresión de la dialéctica universal en la China antigua y entre los
mapuches, emanan de un arquetipo común propio de la familia racial, a
la cual chinos y mapuches pertenecen (N.d.E.: al parecer el autor
desconoce que el origen de la tradición simbólica a la que alude
es indoaria, e incluso pre kurgan –incluyendo la propia swástica-
, y que es de estos que pasó a los chinos así como a los
tibetanos).

La cruz en el círculo constituye así una representación de las dos primeras instancias de la
creación, las cuales son: la unidad o simiente única del mundo, y la dualidad de los principios
receptivo y creativo. Unidos en la cruz ambos principios, generan el movimiento creador. El
punto de conjunción o acoplamiento, que coincide con el centro, suele ser destacado con un
círculo pequeño, para indicar que allí está el punto de generación y expansión de la fuerza
creadora, el mismo punto que en la instancia anterior representaba la unidad o simiente del
mundo.
Si se asigna a cada instancia un número de orden, surge la simbólica de los números, que
también es de validez universal, como se advierte por los paralelos establecidos entre diferentes
tradiciones. Así, la tercera instancia da su contenido simbólico al tres, como número arquetípico
o de la idea. Es el tercer principio, constituyente del ternario derivado del binario, según el
esquema padre-madre-hijo, o tesis-antítesis-síntesis, o presión-depresión-equilibrio.
Ese principio, derivado de la conjunción de las fuerzas creadora y receptora primordiales,
constituye el mundo llamado inteligible, donde la creación alcanza una primera concreción
fundamental en los arquetipos o moldes trascendentes de la realidad visible, denominados,
según Platón y Confucio, ideas, rectores invisibles y fundamento genérico de todas las creaturas.
La presencia del ternario arquetípico en el símbolo mapuche que nos ocupa, se muestra al
parecer en los “trípodes” de los extremos de la cruz, lo que esquemáticamente puede
representarse en esta forma:
Incorporado así el ternario en la composición del símbolo, y al aparecer en los cuatro extremos
de la cruz, fija el límite entre el mundo invisible o arquetípico, y el mundo visible.
De esta manera, el tres viene a ser el número símbolo del orden interior, y el cuatro, el número
símbolo del orden existente sensible. Su forma geométrica es el cuadrado, ó la cruz como
cuaternario, y su concreción natural es la tierra con sus montañas, ríos, y bosques, y su cuatro
demarcaciones básicas.
En oposición al círculo, esta figura angulosa es la imagen de lo mensurable. Se ha de notar
también que la estructura cuaternaria del mundo visible aparece sobre la ternaria del mundo
arquetípico y la binaria de la pareja primordial, y desde el centro o conjunción y primera
simiente. Esta representación simultánea de las cuatro grandes mutaciones del universo, no
revela otra cosa si no que ambos mundos, visible e invisible, son semejantes, y más aún,
forman una sola cosa, como lo enseña el célebre axioma de la Tabla de Esmeralda, de Hermes
Trismegisto: “Como arriba es abajo y como abajo es arriba, para formar los milagros de una
sola cosa”.
El cuadrado puede hallarse en posición pasiva o activa. En la primera descansa sobre un lado, y
en la segunda sobre un vértice, teniendo la diagonal como eje de simetría.

Posición Pasiva - Posición Activa

En el cultrún mapuche la posición del cuadrado es activa. Esa posición, indica rotación, lo que, a
su vez, sugiere la transformación del cuadrado en círculo, índice éste, de lo divino o perfecto
presente en toda la creación, visible en el movimiento de los astros, de los sistemas planetarios,
de las galaxias y de los ciclos que rigen el destino de todas las creaturas.
La representación conjunta del mundo visible y el invisible en una sola figura, indica que la cruz
es, en uno y otro mundo, binario y cuaternario. Entre ambos el ternario, tal como es diseñado
en el símbolo mapuche, fija la transición del dos al cuatro. Así la cruz en el círculo llega a ser
también la imagen de la tierra cubierta por la bóveda celeste.
El cielo es redondo y la tierra es cuadrada dice un texto antiguo, lo cual significa que en el
mundo visible, el cielo reproduce la imagen circular de lo infinito, y la tierra, la imagen angulosa
de los mensurable, regida por el cuaternario. Cuatro son las esquinas del mundo (meli esquina
mapu), cuatro son las estaciones del año, cuatro son los elementos. Así, la membrana del
cultrún, con su signo cruciforme, representa la plataforma terrestre y sus cuatro demarcaciones
básicas.
Se dijo antes que rara vez el diseño de la cruz del cultrún es simple, es decir, de un sólo trazo
para el padre y una para la madre, casi todos los cultrunes muestran una cruz doble, como se ve
en la página 16 de este libro. Se entiende fácilmente que ese diseño doble representa mejor el
carácter dual de las concepciones religiosas mapuches, por el desarrollo dinámico de la pareja
primordial en una cuaternidad, según el remoto arquetipo oriental antes mencionado, lo que a
su vez perfecciona el sistema de trazos para la representación del calendario lunar.
En lo que se refiere a la swástica presente en la cruz del cultrún, a juzgar por el informe de los
indígenas y como todas las swásticas del mundo, representa al sol.
Sus aspas indican rotación, es decir, energía actuante e irradiación. Ahora bien, las cuatro
swásticas, como fases del ciclo diurno y tiempos del año, indican que este signo cruciforme es
rotatorio, lo que viene a con firmar la posición activa del cuadrado determinado por la cruz,
como expresión del sentido cíclico universal. A su vez, las cuatro swásticas representan
cuaternarios de diversas categorías de dioses.
Así, el uso ceremonial del cultrún, como base rítmica e impulso vital del conjunto instrumental,
del canto y la danza mapuches, pone en movimiento este diseño del orden divino, dialéctico del
universo, buscando restablecer en la realidad, a través del poder de la música, el orden allí
representado; esto recuerda los tiempos remotos en que la música, según la experiencia de
todos los pueblos, constituía realmente un poder.
En lo que se refiere a los remates de los extremos de la cruz que, en ciertos cultrunes, son
curvos (fases de la luna, arco iris) y en otros son rectos, la suposición de algunos investigadores
de que simbolizan copas de araucarias, pareció verificarse por el testimonio de algunos
pehuenches de la zona de Icalma, quienes suelen representar a la pareja mítica del padre y la
madre primor diales por una pareja de araucarias macho y hembra.
En efecto, cuando estas grande coníferas se aproximan en edad al milenio, adoptan una forma
parecida a las barras de la cruz del cultrún con sus remates curvos, y así, por su diferenciación
sexual, estos árboles, más que ningún otro elemento de la naturaleza de nuestro país, sirven
para representar al anciano rey y a la anciana reina en lo alto del cielo.
Asimismo, los pehuenches de esa zona dijeron que la cruz con remates rectos, utilizada por ellos
en sus cultrunes y en sus banderas de nguillatunes, recuerda con sus trípodes las patas del
choique, esto es, el ñandú, o avestruz americana. De modo que la dualidad primordial en esta
cruz, está simbolizada por el acoplamiento de una pareja de ñandúes, aves casi extinguidas hoy
en Chile, pero ampliamente recordadas en los ritos y en la imaginería de los mapuches, y cuya
especial significación e importancia para ellos será necesario investigar más a fondo.
En lo que concierne a la posición de los pueblos sobre la plataforma terrestre simbolizada en el
cultrún, debe considerarse también esta cruz como la situación de un centro habitado
(Aillarehue), que adquiere para los allí situados el carácter de centro del mundo, y se constituye
en punto de referencia para la fijación de las cuatro demarcaciones de la tierra.
Así, para una comunidad dada, la zona central de la cruz equivale a lo que en mapuche se llama
Anënmapu es decir, la tierra en que estamos parados, en referencia a la cual quedan
determinadas la tierra del Oriente, o Puelmapu; la tierra del Norte, o Picumapu; la tierra del Sur,
o Huillimapu, y la tierra del Occidente, o Lafquenmapu.
Estas denominaciones se extienden también a los pueblos que, en referencia a ese pueblo, viven
en las cuatro ramas de la tierra. Porque, históricamente, fue en referencia a una determinada
parte del pueblo mapuche –quienes vivían en el centro del país y que opuso una tenaz
resistencia a la dominación extranjera durante tres siglos-, que se llamó Picunches a los
hombres del Norte y Huilliches a los hombres del Sur (N.d.E.: Puelches a los hombres del
oriente y Lafquenches a los hombres del poniente).

http://www.accionchilena.cl/Nacional/lacruzdelcultrun.htm

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