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Savenije, Wim
LAS PANDILLAS TRASNACIONALES O "MARAS": VIOLENCIA URBANA EN
CENTROAMÉRICA
Foro Internacional, Vol. XLVII, Núm. 3, julio-septiembre, 2007, pp. 637-659
El Colegio de México
México
Foro Internacional
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LAS PANDILLAS TRASNACIONALES O “MARAS”:
VIOLENCIA URBANA EN CENTROAMÉRICA
Wim Savenije
Introducción
1
A veces se habla de la “13” en vez de la ms.
2
Entrevista del autor en Tegucigalpa (Honduras), 9 de diciembre de 2003.
640 Wim Savenije FI XLVII-3
Los Estados Unidos se han convertido en un punto de referencia para los in-
tegrantes de la ms y la 18, no solamente porque ambas pandillas nacieron en
Los Ángeles, sino también porque una importante cantidad de sus integran-
tes vive allí, entre ellos sus principales líderes. Desde el inicio del siglo pasa-
do muchos mexicanos emigraron para buscar mejores oportunidades de tra-
bajo y de vida al otro lado del Río Bravo (Vigil, 1988). En la segunda mitad
del mismo siglo fueron seguidos por centroamericanos, quienes intentaron
escapar de la creciente pobreza, represión política y conflictos militares en
3
Entrevista grupal del autor en San Pedro Sula (Honduras), 2 de septiembre de 2000.
4
Comisión de Jefes y Jefas de Policía de Centroamérica y El Caribe, “Informe del Equipo
Técnico para el Estudio y Evaluación de la Actividad Delictiva de las Pandillas y/o Maras”,
Ciudad de Panamá, 4 de diciembre de 2003.
5
En abril de 2005, el subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Se-
cretaría de Gobernación, Armando Salinas Torre, dijo que consideraba el crecimiento de la Mara
Salvatrucha en México un “asunto de seguridad nacional” (La jornada, 21 de abril de 2005).
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sus países de origen (Hayden, 2004; DeCesare, 1998). Aun así, en los lugares
de destino, muchos de ellos llegaron a vivir en barrios marginados, con po-
breza y hacinamiento, a sufrir discriminación por sus orígenes y a encontrar
difíciles condiciones de trabajo, con relativamente pocos ingresos.
En las grandes ciudades, los jóvenes inmigrantes desarrollaron una lar-
ga tradición de respuestas a la marginación, como las pandillas. Entre los
jóvenes mexicanos destaca el fenómeno de los “pachuchos” en los años
treinta y cuarenta del siglo pasado (Vigil, 1988, 1998). Su estilo de vestir y
hablar se manifestó como una expresión cultural creativa frente a la socie-
dad estadounidense que los marginaba y frente a la cultura mexicana de sus
padres. Su predilección por vestirse al estilo zoot suit, verse cool y pasarlo bien
se estableció como referente para las siguientes generaciones de jóvenes
de origen mexicano y las pandillas formadas por ellos (Vigil, 1988, 1998).
En los años ochenta, The Eighteenth Street Gang, formada predominante-
mente por jóvenes de origen mexicano (chicanos), pero también abierta a
jóvenes centroamericanos, llegó a ser una de las pandillas más grandes de
Los Ángeles (DeCesare, 1998). Al principio de esa misma década, algunos
jóvenes salvadoreños se juntaron en una agrupación que más adelante se
iba a llamar la Mara Salvatrucha (Hayden, 2004) y que en 2005 sería consid-
erada como una de las pandillas más violentas de Centroamérica e incluso
una preocupación para el Comando Sur del ejército de los Estados Unidos
(Craddock, 2005). El nombre refiere a un grupo de amigos (mara) de El
Salvador (salva) astutos (trucha). En un inicio sus integrantes estaban más
interesados en la música heavy metal, y preocupados por la discriminación
y marginación que sufrían los salvadoreños, que en formar una pandilla
de verdad. Uno de ellos recuerda que al grupo lo denominaron “mara”
porque era una palabra común en El Salvador: “Le pusimos ‘mss’ Mara
Salvatrucha Stoner, usábamos el cabello largo, camisas de heavy metal, Iron
Maiden, Metallica, jeans rotos, zapatos All Star[…] entonces éramos como
un grupo de roqueros. A raíz de que tuvimos que usar la violencia para
adquirir respeto y meternos en el tráfico [de drogas] para adquirir fondos
para seguir funcionando y creciendo, caímos en prisión. Allí optamos por
el modus operandi pandilleril. No fue al inicio nuestro proyecto ser una pan-
dilla, sino ser un grupo de jóvenes que peleara [contra] la discriminación
de los salvadoreños allá [en Los Ángeles].”6 Aunque las pandillas ms y 18
se llevaban bien, al comienzo de los noventa eso cambió drásticamente
cuando la ms decidió enfrentar al poder establecido de la 18, lo que des-
encadenó una guerra sangrienta que sigue hasta hoy en día.7
6
Entrevista del autor en San Salvador (El Salvador), 15 de febrero de 2005.
7
Véase también Hayden, 2004.
642 Wim Savenije FI XLVII-3
El Salvador
8
Entrevista del autor en San Salvador (El Salvador), 14 de agosto de 2003.
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Honduras
9
Entrevista del autor en Tegucigalpa (Honduras), 11 de diciembre de 2003.
644 Wim Savenije FI XLVII-3
Guatemala
10
También señala que las pandillas juveniles, como las denominaban antes, fueron re-
bautizadas como “maras”.
11
Entrevista del autor con la Asociación Grupo Ceiba, Ciudad de Guatemala (Guatema-
la), 26 de abril de 2005.
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México
17
Entrevista del autor en San Salvador (El Salvador), 10 de marzo de 2005.
18
Entrevista grupal del autor en San Salvador (El Salvador), 16 de marzo de 2005.
648 Wim Savenije FI XLVII-3
Todavía hace falta realizar más estudios detallados sobre las pandillas tras-
nacionales en las diferentes ciudades y pueblos de Centroamérica, México
y los Estados Unidos, y sobre las relaciones entre las clikas locales. Cabe
señalar algunos aspectos sociales y subculturales, además del poder en el
ámbito local que están adquiriendo esas pandillas. No solamente son los
integrantes de las mismas las que se apropian de la identidad pandilleril,
también muchos adolescentes adoptan estilos originalmente pandilleriles
sin volverse pandilleros. Esa difusión cultural muestra la complejidad del
fenómeno y la dificultad de enfrentar a las trasnacionales, porque, jóvenes
que parecen ser pandilleros, no necesariamente lo son.
Aunque se halla diferencias importantes entre las pandillas trasnacio-
nales y las clikas en las diferentes localidades, existen algunas características
generales que unas y otras comparten en gran medida y que pueden arrojar
luz sobre la atracción que ejercen las primeras. Entre ellas están el intenso
sentimiento de pertenencia, el estilo pandilleril, un ámbito social propio
con linderos netamente definidos, reglas claras y un poder basado en la
violencia y el temor.
Lo primero que las pandillas expresan y comunican a los jóvenes afi-
19
Entrevista del autor en San Pedro Sula (Honduras), 29 de agosto de 2000.
20
Entrevista del autor en Ciudad de Guatemala (Guatemala), 28 de abril de 2005.
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La socialización de la calle
La calle muchas veces funciona como lugar de encuentro para los jóvenes y
la pandilla. El hacinamiento en las colonias marginadas hace que los pocos
espacios de recreo existentes no sean aptos para competencias deportivas
25
Aceptan que los integrantes se alejen de la pandilla cuando éstos deciden integrarse
plenamente en una iglesia (suele ser una iglesia evangélica).
26
Entrevista del autor en San Pedro Sula, 29 de agosto de 2000.
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27
Entrevista grupal del autor en San Salvador (El Salvador), 16 de marzo de 2005.
652 Wim Savenije FI XLVII-3
3. Profesionalización
Ahora México está recibiendo desde el sur una fuerte influencia cultural
por parte de las pandillas trasnacionales. Dejó de ser exclusivamente un
lugar de tránsito y reposo para los pandilleros centroamericanos; jóvenes
mexicanos copian sus expresiones por ser algo nuevo e interesante, mien-
tras que otros sienten el anhelo de pertenecer a un grupo unido que les
brinda protección, respeto y poder. No sorprendería que, en un plazo no
tan largo, México contara con sus propias clikas de pandillas trasnaciona-
les formadas por jóvenes mexicanos que quieren ser parte de las grandes
“familias”. Cuando empiecen a surgir clikas mexicanas, apoyadas por los
pandilleros extranjeros, la presión sobre las pandillas locales aumentará.
De esa manera puede pasar en México lo que pasó en gran parte de la re-
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29
Entrevista del autor con el Subcomisionado de Asuntos Juveniles de la Policía Nacional
en Managua (Nicaragua), 12 de abril de 2005.
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tiene la gente y las actividades ilícitas a las que se dedican, uno de los puntos
que más llaman la atención es la violencia extrema que emplean las pandi-
llas trasnacionales contra sus adversarios en una guerra sin cuartel.
Como he indicado anteriormente, para enfrentar esa violencia y de-
lincuencia, los países centroamericanos, especialmente Honduras (2002) y
El Salvador (2003), lanzaron operativos policiacos represivos (Plan Mano
Dura y Súper Mano Dura en El Salvador y Operación Libertad en Hon-
duras) y aprobaron “leyes antimaras” en las cuales definieron a las maras
como asociaciones ilícitas. Guatemala no promulgó una ley de esa índole,
pero sí siguió la campaña policiaca con el Plan Escoba. Esos operativos se
caracterizaban sobre todo por redadas masivas en los barrios marginales
afectados por las pandillas trasnacionales, en las que se llevaban a cualquier
joven que despertara la sospecha de ser pandillero por su actuar, manera
de vestir o tatuajes (Savenije, 2006; Rodríguez y Pérez, 2005; Andino, 2005;
Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho, 2004). Aparte de
la ineficiencia de esos operativos y los impedimentos legales señalados por
varios estudios (ibid.), las características internas de las pandillas señaladas
anteriormente también indican algunas limitaciones de las respuestas pre-
dominantemente represivas (Savenije, en prensa).
En primer lugar, la represión policiaca no remedia la exclusión social
ni la falta de perspectivas que forman el contexto social de las pandillas. Al
contrario, las redadas masivas y detenciones arbitrarias de jóvenes en las
comunidades marginales refuerzan la estigmatización y marginación, de-
jando intacto el anhelo de inclusión y reconocimiento de muchos jóvenes.
Segundo, por su actuar represivo, la policía se perfila como un adversario
poderoso. Las redadas policiacas y el riesgo de ser detenido pueden provo-
car el mismo efecto que la amenaza de la pandilla contraria: reforzar la co-
hesión interna. Además, el encarcelamiento masivo hace que dentro de los
centros penales se encuentren muchos homeboys que tal vez no se conocían
antes. El hacinamiento carcelario −que suele ser la regla en la región− y el
mayor contacto entre pandilleros procedentes de diferentes partes, junto
con una cohesión interna reforzada, engendran el riesgo de un fortaleci-
miento organizacional pandilleril: fomentando la comunicación entre los
pandilleros, haciendo más vigorosas las reglas y normas grupales y pro-
moviendo liderazgos más jerarquizados (Sherif, 1999/1956; Sherif, Harvey,
White, Hood y Sherif, 1988/1961). Al mismo tiempo, la mayor cantidad
de pandilleros presos reta a la hermandad y solidaridad profesada en la
pandilla. Los pandilleros que siguen en las calles se ven obligados a ayudar
económica y materialmente a sus homeboys presos. Mayores necesidades pu-
eden provocar que esos pandilleros profesionalicen su actividad delictiva
para satisfacer las nuevas demandas.
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30
Según los datos de la Dirección General de Centros Penales (Ministerio de Seguridad
Pública y Justicia).
31
Según los datos de la Unidad de Operaciones y Estadísticas de la Policía Nacional
Civil.
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