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Ranulfo Romo: «Es probable que no


seamos otra cosa que títeres de nuestras
neuronas»
Pilar Quijada
Día 16/10/2013 - 16.49h

Investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, estudia


las bases neurobiológicas de la toma de decisiones

SENC
El investigador mexicano Ranulfo Romo fue uno de los ponentes del XV Congreso de
la Sociedad Española de Neurociencia celebrado recientemente en Oviedo

Ranulfo Romo estuvo en España con motivo del XV Congreso de la Sociedad Española
de Neurociencias, celebrado en Oviedo del 25 al 27 de septiembre. Investigador del
Instituto de Fisiología Celular de l Universidad Autónoma de México (UNAM) y
miembro del Colegio Nacional de Mexico, su trabajo se centra en comprender qué hay
detrás de la toma de una decisión. “Probablemente tomar una decisión es el
mecanismo cumbre de nuestro cerebro. Y dado que no tenemos acceso directo a los
procesos finos de la maquinaria cerebral, tenemos que generar modelos experimentales,
en mi caso utilizando primates, que en la escala sensorial, motora y de memoria a corto
plazo tienen un cerebro muy parecido al nuestro. En monos entrenados para tomar
decisiones, como evaluar opciones o información sensorial, podemos estudiar
directamente las neuronas involucradas en esta función. Lo bonito de esto es que detrás
de una decisión perceptual podemos estudiar mecanismos muy básicos aún no bien
conocidos, como por ejemplo cómo se representa la información del mundo externo en
nuestro cerebro. Por ejemplo, cuando vemos una cara, ¿se ve en el cerebro?, o ¿qué
representación hay en el cerebro auditivo cuando oímos una voz? Y lo que hemos visto
es que hay una copia cerebral, neuronal, muy dinámica, de lo que ocurre en el mundo
externo. El mundo que percibimos tiene una representación física en la actividad de
nuestras neuronas.

-¿Cómo es esa representación?

-La coordinación de chispas eléctricas, que es el lenguaje de las neuronas, en un instante


del tiempo representan variables físicas de los estímulos. Se puede decir que las
secuencias temporales de una palabra se representan en las chispas eléctricas de las
neuronas, es una especie de código digital para reconstruir las imágenes del mundo
externo. Esas representaciones son muy útiles porque nos permiten sentir y, como
material primario, generar los procesos de percepción. Por ejemplo, en el caso del
reconocimiento de una cara, se combina lo que guardamos en la memoria y la
representación sensorial inmediata, que se produce en ese momento. Al cotejarlo se
reconoce a la persona. Si falla la memoria no sabemos quién es, y si falla la
representación sensorial tampoco, como ocurre en Alzheimer, donde se han perdido los
circuitos cerebrales de la memoria. Se pueden representar los atributos físicos pero no se
pueden combinar con los guardados en la memoria y no lo reconoceríamos, ni
podríamos entender las palabras que escuchamos. Hace falta la información sensorial
inmediata más la representación del código para decodificar las palabras. Esto nos
permite estudiar en qué parte del cerebro y en qué forma guardamos la información y
podemos encontrar el código neural de la memoria. Y ver cómo se combina con la
entrada sensorial. Y la parte cumbre de todo esto es la toma de una decisión: ahí está
esta persona que conozco.

-Según esto, todo lo que hacemos a diario son decisiones...

Absolutamente todo. Y, por ejemplo, cuando tecleamos en el ordenador, el cerebro está


tomando decisiones muy rápidas para escribir lo más relevante.

-¿Cómo sabe una neurona lo que es más importante? ¿Tomamos nosotros esa
decisión o es una ilusión y en realidad la toman nuestras neuronas?

-Es una ilusión creer que somos dueños de nosotros mismos y que tenemos control
en la toma de decisiones. Quienes toman las decisiones son los circuitos neuronales, que
en su trabajo por detrás del nivel de consciencia hacen estas operaciones y finalmente
mandan una decisión para que creamos que la hemos tomado nosotros. Es cierto que
parece que hay un tiempo muy corto, donde interviene la consciencia, y se puede vetar
esa decisión. Pero es muy corto, y ahí intervienen mucho los sistemas de educación
familiar, que nos hacen ser prudentes. Porque tomar una decisión tiene muchas
consecuencias para bien o mal. Y detrás están todos los valores, y tenemos circuitos que
le dan valor al contenido de una decisión. Hay decisiones fáciles, difíciles y otras
imposibles, pero hay que hacer algo siempre. Aunque sea no hacer nada, que ya es una
decisión que tomó el cerebro
-¿Qué circuitos están implicados en la toma de decisiones?

-Cuando se trata de evaluar el contenido de la información que entra por nuestros


sentidos, por ejemplo un documento que tiene información, entra por la vista, al leerlo,
se representa en la corteza visual y luego viaja por muchos circuitos cerebrales hasta ir a
cotejarse con su experiencia, con la información adquirida a lo largo de la vida para
tomar una decisión. Hay múltiples circuitos de neuronas que se coordinan espacial y
temporalmente para tomar decisiones. Los circuitos muy bien integrados optimizan una
decisión. Por ejemplo, los de un ingeniero, un abogado, un médico o un tenista como
Rafa Nadal, que basados en la experiencia toman una decisión. Nadal debe tener un
circuito muy interesante para coordinar la información visual, auditiva y propiceptiva –
[que proporciona información sobre la posición del cuerpo]- y evalúa de dónde llegan
las bolas y cómo responder. Estos circuitos tiene que ver con la experiencia previa y el
entrenamiento.

-¿Estas habilidades para tomar decisiones son innatas o se pueden entrenar?

-Esa cuestión es un eterno debate. Hay quienes piensan que se nace con circuitos
óptimos para ser algo concreto en la vida. Otros tienen la postura de que es una cuestión
de educación. Yo pienso que es la combinación de ambas cosas, que hay factores
genéticos que optimizan la circuitería cerebral y también que con entrenamiento, es
decir, con educación o ejercicio, nosotros podemos hacer circuitos muy óptimos para
tomar decisiones. Un cerebro no entrenado, aun con circuitos óptimos, no va muy lejos.
Y a la inversa, un cerebro mal construido y bien educado tampoco. Se requiere una
combinación de ambas cosas, pero la educación es fundamental.

-¿Las emociones interfieren en la toma de decisiones?

-No solo somos entes racionales. Tenemos también un cerebro emocional. Y así como
se combina la información sensorial con la memoria y el aparato motor, también lo hace
con el aparato emocional. Las emociones también le dan color a nuestras decisiones.
Tiene que ver con los procesos de todos los días, en los que obtenemos recompensas.
Cada vez que tomamos una decisión correcta, el cerebro nos da una recompensa. Y
tenemos circuitos cerebrales que dan valor a nuestras decisiones. Hace años participé en
estos experimentos donde descubrimos que había circuitos cerebrales que tienen una
molécula llamada dopamina que da valor al contenido de la información. Sin este valor
no podemos aprender ni memorizar, y por tanto sin dopamina la vida podría ser un
desastre.

-¿El sistema de recompensa del cerebro está implicado entonces en la toma de


decisiones?

-Totalmente. Nuestro cerebro busca recompensas todos los días. Al llegar a casa busca
que le reciban bien, que la comida sea sabrosa, que la cama sea la adecuada para un
buen descanso, que le llamen sus amigos y le demuestren su afecto. Si hacemos algo
mal, como no pasar un examen, la recompensa es tan negativa que puede hacer que nos
deprimamos. Este sistema de recompensa da valor a lo que recibimos a cambio de las
decisiones que tomamos.

-¿Se puede cambiar esta valoración cambiando nuestra forma de pensar?


-Los psiquiatras, que son más prácticos, le pueden dar una pastilla. Pero cuando se tiene
un problema, el hecho de comentarlo con alguien también ayuda. Nuestra vida es
importante siempre y cuando uno tenga un impacto en el otro. Solos no somos nadie.
Somos alguien por los demás. Yo no sabría si mis decisiones son o no correctas si los
demás no me dan una referencia.

-¿La toma de decisiones es exclusiva de nuestra especie?

No. Hasta un gusano como Caenorhabditis elegans tiene que tomar decisiones. Y nos
parecemos en que son categóricas. Quizás en lo que nos diferenciamos es que yo puedo
posponer mis decisiones y no estoy seguro de que el gusano pueda hacerlo. Las
decisiones dependen mucho del medio y del contexto donde esté cada organismo.
Aunque son categóricas en ambos casos, las del gusano C. elegans son muy diferentes.

-¿Mucha información perjudica la toma de decisiones?

-No lo creo. Es bueno tener información, pero más importante que eso es tener
conocimiento. El paso de información a conocimiento es muy importante. Quizá es algo
que aún no se ha evaluado muy bien en nuestras sociedades, porque ahora tenemos
acceso a la información, que a veces se confunde con conocimiento. Ese paso significa
que damos sentido a la información y que la usamos para un propósito. Cuando leo el
periódico tengo acceso a la información. Pero con detalle solo le presto atención a la
que es útil para mi vida y la incorpora a mi conocimiento. Y eso requiere una toma de
decisiones

-¿Podrán las máquinas tomar decisiones mejor que nosotros en un futuro, un


robot, por ejemplo?

-Decisiones razonadas como las nuestras, no creo. Pero hay algo muy importante. Hace
unos meses escribí el prólogo de un libro sobre la consciencia y el autor hacía énfasis en
si podremos generar alguna vez una consciencia artificial. Una consciencia artificial
significa un consciencia capaz de evaluar información, de sentir, percibir y tomar
decisiones razonadas y con emociones. El autor sugiere que sí y lo argumenta. Yo dudé,
pero me acordé del libro de Verne “Viaje a la luna”. El libro tardó cien años en hacerse
realidad. No quiero ser profeta pero quizá en cien años tengamos una consciencia
artificial. Y no sé cómo se transformarían nuestras vidas. Crearíamos organismos
autónomos con capacidad para tomar decisiones. Y no sé como podrán interaccionar los
seres biológicos con esos seres, que después se podrían autoconstruir y generar su
propia cultura “artificial”. Yo no lo voy a ver, pero, basándome en lo que ocurrió con
Julio Verne, creo que todo lo que uno se imagina algún día lo cristalizará.

-Julio Verne, aunque era abogado, tenía una gran afición por la ciencia y estaba
muy al tanto de los avances científicos, de forma que podía intuir que cosas serían
factibles en un futuro relativamente cercano y cuáles no. ¿Con el conocimiento que
tenemos ahora sobre el cerebro podríamos llegar a crear esa consciencia artificial?
¿O pasará como con la máquina del tiempo imaginada por H.G. Wells,
contemporáneo de Verne, que hoy sigue siendo una ficción?

-Por el momento crear una consciencia artificial es prácticamente imposible.


Tendríamos que conocer el cerebro muy bien para llegar a eso…y me gustaría que
nunca sucediera. Pero dado el avance científico, muy rápido, vamos conociendo los
secretos de nuestro propio cerebro. Pero cabe la duda y la posibilidad de que el cerebro
mismo, como se estudia a sí mismo, nos genere una trampa, de forma que nunca
podamos conocerlo en su totalidad. Y en ese caso generaremos máquinas imperfectas,
perfectas sólo para el automatismo, como los ordenadores, que tienen una capacidad de
cálculo superior a la nuestra, pero que funcionan sólo con nuestras instrucciones, en
forma de programa. Lo que sabemos del cerebro actualmente es mucho y muy poco al
mismo tiempo. Sabemos dónde y en qué parte ocurren los procesos cerebrales, pero
cómo ocurren, los principios básicos, no solo sabemos.

-¿La teoría del gen egoísta de Richard Dawkins, para explicar las bases biológicas
de nuestra conducta, podría interpretarse como “la neurona egoísta”, que toma
decisiones por nosotros y nos hace creer que son nuestras?

-Este asunto de Dawkins lo discutía hace poco con mi esposa. Con mi cerebro
consciente he decidido preservar mis genes a través mis nietos. Y ocupo mucho de mi
tiempo en seguirles de cerca en su educación, llevarles al colegio, enseñarles cosas
útiles. No es que quiera hacerlos a mi imagen y semejanza, sino que quiero contribuir a
su educación. Y reflexionando con mi esposa, me di cuenta de que en el fondo lo que "a
mí me interesaba", en mi egoísmo, era lo que mis neuronas estaban decidiendo: que
teníamos que preservar nuestros genes. Es probable que no seamos otra cosa que títeres
de nuestras neuronas. Y que todas nuestras decisiones sean producto de nuestra
maquinaria cerebral. Y nuestra consciencia no es más que un producto emergente que es
muy difícil de ubicar en un lugar concreto, porque es producto de la actividad de
nuestras neuronas.

-Esto que dice pone en tela de juicio el libre albedrío…

- Ese es un tema que me interesa mucho. Hace un año organicé un simposio en el


Colegio Nacional de México, con personalidades de diversos ámbitos, para discutir si
nuestras acciones están determinadas o si tenemos libre albedrío. La conclusión a la que
llegamos fue muy interesante: Los físicos y matemáticos, en su mayoría, dirán que todo
está determinado. La mayoría de los biólogos pensamos que hay cierta libertad. Sin
embargo, hay un experimento muy bonito de Benjamin Libet, en el que registraba la
actividad cerebral de sujetos a los que pedía que hicieran un movimiento cuando
quisieran, y mientras Libet registraba la actividad cerebral. Y encontró que antes de que
los sujetos decidieran mover el dedo, sse activaban sus neuronas. Y al ver este resultado
les preguntó cuándo notaron que querían hacer ese movimiento. Y encuentra que 300
milisegundos antes [de la intención] las neuronas estaban activadas, y llega a la
conclusión de que todo movimiento voluntario es involuntariamente iniciado y que todo
acto conscientemente iniciado es inconscientemente iniciado. Si esto fuera cierto, quiere
decir que no tenemos libre albedrío. Sin embargo, existe la posibilidad de que tengamos
una franja de tiempo muy corto donde podemos juzgar ese deseo, esa intencionalidad y
dejarla pasar, bloquearla, vetarla o modularla. Puede que los asesinos tengan mucho
más corto este tiempo y no puedan cancelar la ejecución de la acción. Si existe el libre
albedrío, tendríamos una franja de tiempo muy corta para modular nuestras acciones y
decisiones.

- Entonces, la frase de Cajal, padre de la neurociencia moderna, que dice que un


hombre puede, si se lo propone, esculpir su propio cerebro, ¿cómo encaja?
-Por supuesto, porque en el fondo, una vez que he tomado una decisión recibo un
feedback externo que va moldeando mis acciones. De hecho, se dice que sólo se
aprende de los errores, y no de los refuerzos positivos, o éxitos. Si Nadal no se
entrenara, por más aptitudes que tenga, no sería el campeón que es ahora. Si don
Santiago Ramón y Cajal no hubiese pasado horas y horas al microscopio viendo las
muestras de tejido que preparaba, nunca hubiese podido ser el gran neurobiólogo
español, quizá el más grande todos. Y se hizo a sí mismo, con muy pocos recursos.
Cuando tomamos un libro para leerlo, por ejemplo, supone una opción personal, una
disciplina para sentarse y leerlo. Toda acción tiene un coste, con un refuerzo positivo o
negativo. Y de esas dos cosas muy elementales, binarias, uno va esculpiendo su cerebro
haciéndose a si mismo lo que uno cree que quiere ser.

-Pertenece a Colegio Nacional de México, ¿qué significa eso para usted?

-Somos un grupo de 40 personas de diversos ámbitos: pintores, novelistas,


matemáticos... Diego Rivera perteneció a la Sociedad, así como Mario Molina (Nóbel
de Química en 1995) Octavio Paz o Carlos Fuentes, recientemente fallecido, un grupo
selecto de personas. Esto nos otorga una posición vitalicia muy conveniente para los
miembros, porque tenemos mucha libertad para nuestro trabajo. El lema es ‘libertad por
el saber’. No dependemos de las instituciones, sino de nosotros mismos. Somos libres.

-Eso, si las neuronas se lo permiten….

-Exactamente...

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Ciencia

Neurociencia

«El mundo es una ilusión creada por el


cerebro»
El catedrático de Psicobiología Ignacio Morgado sostiene que ilusiones «prácticas»
como el tacto nos ayudan a sobrevivir

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Ignacio Morgado durante la entrevista - Oscar del PozoPilar Quijada - PilarQuijada3


- Madrid15/05/2015 00:00h - Actualizado: 20/05/2015 22:25h. Guardado en: Ciencia

Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología del Instituto de Neurociencias de la


Universidad Autónoma de Barcelona, acaba de publicar su último libro, “La fábrica
de las ilusiones”, editado por Ariel. En él asegura que “la manera que tiene el cerebro
humano de entender y manejar el mundo consiste en crear ilusiones”, pero unas
ilusiones que nos ayudan a sobrevivir. En 275 páginas, Morgado da un repaso a
“muchas de las preguntas que la gente corriente se hace sobre el cerebro, la mente y el
comportamiento”.

-La primera pregunta ante tanta violencia en estos tiempos que corren es obligada.
¿Estamos programados para la violencia?

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-Todos los seres vivos tienen un componente genético de violencia asociado con la
supervivencia, la búsqueda de comida, placer, sexo, evitar peligros. Los seres inferiores
a nosotros ejercen la agresividad, que no la violencia, con un objetivo determinado.
Donde la violencia aparece sin causa justificada ni objetivo es en los seres humanos. Y
ahí está la distinción entre agresión y violencia. Aunque no es muy claro el límite,
pensamos en agresión cuando hablamos de conductas justificadas en animales
inferiores, empleadas para la supervivencia. Pero la violencia se aplica al hablar de
primates superiores, y en especial humanos, porque no tiene una justificación. Y nos
planteamos cuál es su causa. Normalmente el violento tiene una mente alterada, que
funciona de forma diferente, sin empatía y con un gran deseo de agredir. Y eso se debe
a que hay fallos cerebrales. La mente depende del funcionamiento del cerebro y cuando
la química cerebral falla, pueden alterarse los circuitos establecidos para la agresión y la
violencia.

-Si eso es así, esas conductas violentas podrían justificarse en un juicio... ¿Un mal
funcionamiento cerebral podría considerarse un eximente?

-Entramos en un terreno peligroso. Los neurocientíficos tenemos que explicar cómo


funciona el cerebro. Cómo aplicar las leyes a ese funcionamiento no es competencia
exclusiva nuestra. Es la sociedad la que ha de decidir qué hacer en esas situaciones.
Sabemos que hay personas con gran propensión a la pederastia, por ejemplo. Pero hasta
qué punto podemos exculpar a los pederastas porque su cerebro les induce a ello. Los
científicos no podemos dar respuesta a eso. Lo que sí podemos decir es que esas
personas, cuando salgan de la cárcel, tienen una probabilidad muy alta de reincidir.
¿Debemos dejarlos en la cárcel toda la vida? La ciencia no va a dar la respuesta a eso,
porque es una decisión que tiene que tomar la sociedad.

-¿Y en el cerebro de las personas violentas qué falla?

-Suelen tener alteraciones funcionales, en la mayoría de los casos, o estructurales, como


un tumor, en el cerebro, aunque esto último no es lo más frecuente. En las alteraciones
funcionales, las neuronas están bien conectadas pero no funcionan adecuadamente. Eso
puede ocurrir por falta de algunas sustancias químicas, como la serotonina, un
neurotransmisor muy relacionado con la agresividad. La mayoría de las personas que
han tenido un comportamiento agresivo reiterado, al hacerles algún análisis de sangre o
de orina, aparece que esa sustancia está baja, tienen menos de lo normal. Y las
hormonas sexuales masculinas influyen en los niveles de la serotonina. Ya en el
embrión la testosterona evita que la serotonina, que nos mantiene pacíficos y relajados,
funcione al 100%. Y esa es la razón por la que los machos de todas las especies,
incluida la humana, somos más violentos. Aunque en nuestra especie, la educación
puede modular esos impulsos violentos inadecuados.

-Y en los celos, que pueden desembocar en violencia, ¿se altera la serotonina?

-Habrá casos en los que sí. Hay una situación contrastada científicamente en la que sí
está alterada. En el enamoramiento pasional de los jóvenes, el de te querré toda la vida y
no podré pensar en nadie más que en tí. Tiene disminuida la serotonina, y por tanto un
desequilibrio en muchas zonas del cerebro, entre ellas la corteza prefrontal, la del
sentido común. Y eso ha llevado al dicho popular, “el amor es ciego”. Incluso algún
adulto puede tener este tipo de amor. Pero en la etapa adulta el amor suele ser más
relajado, más placentero, a diferencia del estado obsesivo de la adolescencia. En los
adultos se segregan encefalinas y endorfinas, semejantes a drogas, y por tanto crean
adicción y es lo que hace que tras una larga convivencia, la pérdida de la pareja
provoque una especie de “mono” de esas sustancias.

-Hay quien sostiene que el 80% de lo que somos está determinado antes de nacer, está
en los genes, ¿está de acuerdo?
-Lo cuestionable de esa afirmación es el porcentaje exacto, pero estoy de acuerdo con
esa idea, y una prueba de ello es que es mucho más aquello en lo que nos parecemos
todos los seres humanos que en lo que nos diferenciamos. Tenemos el mismo tipo de
comportamiento, somos seres racionales, emocionales e instintivos. Instinto, emoción y
razón están presentes en todos conjugándose de forma bastante armoniosa. No
podríamos ser tan iguales si no estuviéramos predeterminados para serlo.

-¿Y en los aspectos cognitivos o intelectuales tampoco hay grandes diferencias?

-Es donde más diferencias existen, por supuesto. Básicamente la mente humana tiene
unos principios de funcionamiento generales idénticos en todos nosotros, pero empieza
a interactuar con el entorno y el ambiente desde el momento inicial de la fecundación.
En el seno materno, ya estamos interactuando con el entorno. Vivir la gestación en
periodo de estrés puede afectar mucho al feto y puede manifestarse después en la vida
adulta. Y luego se añade la educación recibida. Todo lo que somos es una interacción
entre lo genético y lo adquirido.

-Siempre consideramos que los primeros años de vida son fundamentales, ¿pero
también influye lo que ocurre antes de nacer?

-Antes de nacer hay una gran predeterminación genética que está empezando a
funcionar. A los tres meses de gestación el cerebro humano ya tiene la forma básica.
Después se sigue desarrollando incluso hasta el final de la adolescencia. En la
adolescencia hay un proceso de transformación impresionante...

-Incluso continúa pasada la adolescencia...

-El cerebro cambia durante toda la vida, incluso en la vejez, en este caso perdiendo
conexiones neuronales. Nuestro cerebro nunca es igual de un día para otro. Pero la
organización básica tiene lugar en periodos de gestación y en la pubertad, donde se
producen una serie de cambios hormonales que transforman cerebro y mente. Después
de la adolescencia el cerebro es más estable y se limita a modificarse en función de la
experiencia, que cambia las conexiones entre las neuronas que generan memorias o
borra otras antiguas. Y eso hace que tengamos nuevas percepciones y sentimientos.

-En la adolescencia surgen patologías como la esquizofrenia, ¿es una época


especialmente vulnerable?

-Quizá por una razón, porque la parte prefrontal, la más desarrollada del cerebro
humano, no está bien conformada hasta los veinte años o más. Y eso reduce la
capacidad del adolescente para predecir el futuro y con ello las consecuencias y peligros
de sus actos. Y en ese sentido está más expuesto a posibles daños.

-¿En el cerebro adolescente manda el sistema de recompensa, el que busca


gratificaciones inmediatas?

-Sí, está más desarrollado el cerebro emocional y de recompensa que el racional, el de la


neocorteza, la parte que es más prominente en el individuo adulto. Desgraciadamente
para el adolescente, y sus padres, la última parte del cerebro que madura es esa, la
anterior, el polo frontal, la de la previsión del futuro, la planificación, el sentido común.
-Habla de emoción y razón. ¿Las emociones son importantes en la toma de decisiones?

-Somos seres emocionales y racionales. Y solamente si uno tiene una enfermedad


cerebral prescinde de una de esas dos facetas. La razón te permite conocer las opciones,
y después hay que decidir y entra la emoción. Y te planteas cómo te sentirías si optas
por una u otra alternativa. En definitiva anticipas emociones, porque el cerebro humano
tiene esa gran cualidad.

-¿Esa es una cualidad únicamente humana?

-No puedo responder a la pregunta de si el cerebro de los animales inferiores también es


capaz de adelantar emociones. No hay pruebas científicas de ello, pero puede que sí
ocurra en cierta medida en los primates superiores: chimpanchés, bonobos, gorilas,
orangutanes, nuestros primos hermanos. No tenemos que imaginar nuestras diferencias
en capacidades mentales con otros seres vivos como todo o nada, lo tienen o no. La
evolución del cerebro ha sido muy progresiva, es probable que de la misma forma que el
lenguaje no apareció de golpe, estas capacidades emocionales tengan unos elementos
primarios más simples, que se han perfeccionado con la evolución hasta lo que son en
nuestra especie.

-Nos guiamos también por “corazonadas” en muchas ocasiones...

-Lo de las corazonadas es discutible, para empezar no es un término científico y la


ciencia no lo define.

-Digamos intuiciones, entonces.

-Eso es otra cosa, está muy relacionado con la corazonada. La intuición es una especie
de pensamiento sobrevenido, no buscado ni pretendido. Pero si uno lo piensa, no es tan
sobrevenido, sino que viene después de darle vueltas a algo durante varios días. La
ciencia de los últimos años muestra que una de las cosas que hace el sueño es
precisamente reestructurar la información que recibimos durante el día. Reorganizarla o
incluso encontrar reglas ocultas.

-Entonces la creencia popular de consultar con la almohada es correcta...

-Sí. Durante la vigilia, cuando estamos despiertos, no podemos analizar mucha


información a la vez, porque nuestra capacidad es limitada. Pero el sueño de forma
automática repasa información y recluta los elementos regulares. Una de las maravillas
del sueño consiste precisamente en encontrar esas reglas.

-Incluso algunos estudios sugieren que durante el sueño podemos forzar el aprendizaje.

-Sí, pero de forma muy limitada.

-De momento, la ciencia infusa no es posible...

-No, porque el aprendizaje es un ingreso de estímulos para ser asociados. Y durante el


sueño llegan muy pocos estímulos, porque hay un cierre al mundo exterior. Sólo se
salvan los que entran por algunos sentidos, como el olfato. En esta línea, como explico
en el libro, algunos tratamientos para dejar de fumar funcionan durante el sueño pero no
durante la vigilia. Estos tratamientos consisten en asociar en la mente del fumador
algunos olores desagradables con el tabaco durante el sueño. Y, después, durante el día,
fuma menos. Pero esa misma asociación no funciona si se hace durante el día.

-Dice que el sueño está muy relacionado con la creatividad...

-Gran parte de la creatividad e intuición viene del sueño. Como el caso de Mendeleiev y
su tabla periódica. El científico llevaba muchos días dando vueltas a cómo ordenar los
elementos y lo vio en el sueño. Pero llevaba años con el tema en la cabeza y el cerebro
seguía procesándolo mientras dormía. Pero no me gusta que esto dé pie a pensar que es
algo mágico. Es pura ciencia, aunque no podamos explicarlo.

-¿Los sueños tienen un significado?

-Ese es otro tema, porque yo estoy hablando de dormir y no de soñar.

-Kekulé soñó con la estructura del benceno, la vio durante el sueño, ¿no es parecido a lo
que comentaba?

-El tema de los sueños, salvo Freud que lo trató de forma extracientífica, cuesta mucho
explicarlo. Ocurren porque el cerebro está funcionando con la corteza prefrontal, el
director de orquesta del cerebro, desactivada. Y es como si la orquesta tocara sin
director ni partitura.

-¿Hacia dónde evolucionará nuestro cerebro, tendremos capacidades nuevas?

-Hasta hace poco el destino del hombre estaba fuera de sus propias manos, dependía
mucho del entorno. Pero con el conocimiento científico actual, nuestro destino está más
en nuestras manos. Y lo que seamos en el futuro dependerá mucho más de lo que nos
propongamos. Y de los sentidos que usemos. El cambio más importante en la evolución
fue el momento en que dejamos de depender del medio en que vivimos y pasamos a
depender más de nosotros mismos. Y eso es por el desarrollo tecnológico que hemos
adquirido.

-¿Qué pierde nuestro cerebro con los años?

-Las conexiones entre neuronas, el hipocampo se encoge. Las neuronas son como
árboles, y con la edad empiezan a perder ramas, el lugar donde se forman las
conexiones. Tenemos 80.000 millones de neuronas en el cerebro, una cifra actualizada
gracias a técnicas más precisas, que reduce en 20.000 millones las estimaciones
anteriores.

-¿Se puede hacer algo para evitarlo?

-Si, pero que nadie crea que va a conservar las conexiones de cuando tenías treinta años.
La gente acepta el envejecimiento del cuerpo, pero no el de la mente. Es un proceso
natural. Y lo único que podemos hacer son actividades para que el envejecimiento se
retrase, pero no evitarlo. Hay un fondo de armario fundamental para la mente, que
consiste en hacer deporte, porque se produce un factor neuroprotector que mantiene las
conexiones entre las neuronas, hace que nazcan nuevas neuronas cada día y aumenta la
vascularización, que lleva el oxigeno y el alimento a las neuronas. Y con eso garantizas
que el deterioro sea menor. En segundo lugar, hay que cuidar las horas de sueño, que
tiene ventajas para la memoria y el aumento de la neurogénesis. Y en tercer lugar, evitar
las grasas trans en la alimentación, porque reducen la sensibilidad de las moléculas que
tienen que conectar las neuronas para aprender y formar memorias.

-Con todo lo que sabe del cerebro, ¿qué es lo que más le sorprende?

-Este libro lo refleja, que nada de lo que hay aquí está realmente fuera, todo son
ilusiones que crea nuestro cerebro.

-O sea, que el cerebro inventa el mundo...

-Exacto. No se podría resumir mejor

-Eso ya lo decía Calderón: “¿Qué es la vida? Una ilusión...”

-Efectivamente. Pero mi aportación particular es que se trata de una ilusión práctica, que
funciona, que me sirve para adaptarme al mundo. Incluso el amor es una ilusión. Se
debe a moléculas de nuestro cerebro que crean ilusiones.

-¿Por eso su libro se titula “La fábrica de las ilusiones”?

-Sí, llamo ilusión a todo lo que hay en la mente y no tiene un correlato con la realidad.
Por ejemplo, el tacto es una ilusión muy práctica. Lo notamos en la mano y nos permite
alargarla para coger objetos. Sin embargo es el cerebro el que siente. Lo sabemos
porque hay personas que con un brazo amputado siguen notando el tacto en la mano que
ya no tienen. No sabemos cómo hace el cerebro para que tengamos la ilusión de sentir el
tacto en cualquier zona de nuestro cuerpo. Esa es una de las muchas ilusiones que
produce el cerebro. Por eso explico que las ilusiones del cerebro son prácticas, que
funcionan y nos permiten sobrevivir, conseguir propósitos. Casi todo el cerebro
funciona a partir de “ilusiones prácticas”.
http://www.abc.es/ciencia/20150515/abci-cerebro-ilusiones-morgado-
201505141900.html
iencia / neurociencia

Joaquín Fuster: «Gran parte de nuestras


decisiones siguen influencias
inconscientes»
pilar quijada / madrid
Día 09/06/2014 - 00.13h

El catedrático de Psiquiatría acaba de publicar «Cerebro y libertad»,


sobre los cimientos cerebrales del libre albedrío

ángel navarrete
Joaquín Fuster en la presentación del Plan de Apoyo a la Neurociencia en la Real
Academia de Medicina

El apellido Fuster se asocia al corazón, pero también está ligado al cerebro en la persona
del profesor Joaquín Fuster (Barcelona, 1930), un prestigioso neurocientífico de la
Universidad de Los Ángeles que se ha dedicado al estudio de la corteza prefrontal, en la
que es todo un referente. Ha visitado Madrid para asistir a la presentación del Plan de
Apoyo a la Neurociencia, una iniciativa financiada con fondos privados, de cuyo comité
científico forma parte. Acaba de presentar también su libro «Cerebro y libertad», un
tema controvertido entre los científicos.

—¿Existe el libre albedrío?


—Sí. Es la capacidad de elegir entre formas de acción, incluyendo el no hacer nada, en
el mundo que nos rodea. Esta capacidad tiene raíces profundísimas, algunas vienen de la
evolución, otras de partes de la corteza cerebral, el órgano que más finamente nos ajusta
al mundo que nos rodea y que contienen lo que Ortega llamaba la «circunstancia».

—Elegir no siempre es fácil...

—Es muy difícil y está determinado por factores genéticos, impulsos primarios, la
historia personal, el ambiente en el que vivimos. Y todo esto no es necesariamente
consciente. Muchas de nuestras decisiones están dictadas por influencias talmente
inconscientes. Obramos por intuición y la corazonada es un razonamiento inconsciente.

-Entonces, ¿hasta qué punto somos dueños de lo que hacemos?

-Es posible argüir que nuestras neuronas son las que mandan. Pero esas neuronas, con
su educación, porque están muy bien educadas, constituyen en realidad el yo, sobre todo
las de la corteza cerebral. Y las decisiones y selecciones de conducta surgen de esta
relación del yo con mi circunstancia, mucha de la cuál está dentro de nosotros. Y estas
relaciones y su expresión final no son necesariamente conscientes, sino inconscientes.

—Hay quien sostiene que gran parte de lo que somos está determinado ¿Está de
acuerdo?

—Es verdad que mucho de lo que hacemos está predeterminado. Y también se puede
argüir que en los últimos pasos hacia la decisión, la cosa ya está determinada. A mi me
interesa sobre todo, la corteza prefrontal, que es la última en desarrollarse en la escala
evolutiva y durante el desarrollo [entre los 20 y 30 años]. Esta es la corteza que nos abre
a lo futuro y contribuye muchísimo a las decisiones y elecciones que tienen importancia
existencial. Es además el órgano de la creatividad. En esto hay que corregir a Ortega un
poco. Porque él imaginaba que la circunstancia determina cómo somos y lo que
hacemos, en una lucha constante entre el destino y la libertad individual. Y yo veo una
dimensión más positiva: debido sobre todo al desarrollo de la corteza prefrontal somos
capaces de inventar el futuro. Ahí está la raíz de nuestra imaginación y del lenguaje, que
es algo privativo de nuestra especie.

-Los chimpancés pueden aprender el lenguaje de signos...

-Es sólo lenguaje simbólico.

-Qué diferencia hay con el nuestro, porque a veces son capaces de transmitir signos
de una generación a otra...

-Signos, sí. Existen reflejos condicionados a ciertos sonidos, relacionados con ciertos
impulsos vitales, con los que se pueden comunicar entre sí. Pero lo que no existe es el
lenguaje proposicional o propositivo: la capacidad de crear estructuras nuevas de
lenguaje que permitan dar sustancia a nuevos tipos de acción y formar, por ejemplo,
leyes o reglas, no solo para nosotros sino para el futuro. Esto no lo tienen ningún
animal. Tampoco los chimpancés.

—¿En el libre albedrío, las emociones donde quedan?


—Aunque no se quiera interviene en todas nuestras decisiones. Viene de las zonas
profundas del cerebro, el llamado reptiliano. Una de las influencias más importantes que
llega de estos terrenos bajos es un fondo e alerta de estar despierto, que se pone al
servicio de todo.

—¿De ahí surgen las buenas o malas vibraciones?

—Sí, es una manera de decir, no sé por qué, pero tengo la intuición de que ha de ser así.

—La corteza prefrontal es como el director de orquesta del cerebro. ¿Que papel
juega la educación recibida en el aprendizaje de esa "labor de dirección"?

—Una educación por así decirlo pasiva, sin guía, que no tiene hitos, no tiene señales, no
permite al individuo aprender por sí mismo las ventajas de la demora de las
recompensas. Esto es erróneo porque el niño no sólo ha de aprender a esperar sino que
tiene que estar al tanto de cómo los otros también lo hacen. Y en el momento adecuado,
de la forma adecuada, tiene que estar bajo la influencia del adulto. En la educación del
niño es más importante el ejemplo que los discursos.

—¿Por qué algunas personas pueden resistir la atracción de los placeres


inmediatos y perseguir objetivos a largo plazo, mientras que otras sucumben
fácilmente y se apartan de sus expectativas?

—En algunas personas la corteza prefrontal se ha ejercitado intensamente en los años de


la infancia y adolescencia. No se desarrolla físicamente en su totalidad hasta la tercera
década de la vida. Mientras que en otras los impulsos biológicos, las hormonas o los
instintos prevalecen porque tienen más poder, más intensidad, más potencia, más
ejercicio en el curso de la vida.

—La semana pasada se publicó una investigación con monos en la que lograron
cambiar sus decisiones mediante estimulación cerebral profunda. ¿Será posible en
un futuro manipular nuestras decisiones mediante técnicas menos invasivas, como
la estimulación magnética transcraneal?

—No. Por muchos motivos. Primero porque la estimulación magnética está focalizada
en ciertas zonas del cerebro. Y nuestro libre albedrío está distribuido por todo el
cerebro, sobre todo la corteza cerebral. Pero es posible con estas estimulaciones influir y
sesgar nuestro juicio y nuestras decisiones. Pero el control de la mente en sentido
amplio es inconcebible.

—En alguna entrevista he leído que usted cree en la intuición femenina...

—¿Yo he dicho eso? [ríe]. La mente intuitiva actúa tanto en hombres como mujeres en
casi todo lo que hacemos. El 90% de nuestra percepción es intuitiva, no consciente. Y
tengo la impresión de que las mujeres tenéis una intuición extraordinaria con respecto a
las relaciones sociales.
http://www.abc.es/ciencia/20140405/abci-susana-martinez-conde-enganos-
201404041804.html

Susana Martínez-Conde:
«Necesitaríamos un cerebro del tamaño
de un edificio para percibir fielmente la
realidad»
pilar quijada / madrid
Día 06/04/2014 - 13.58h

La cámara de un móvil tiene mayor resolución que el ojo humano, pero el


cerebro recurre a trucos para lograr una imagen más nítida y detallada,
aunque menos fiel

victor lerena
Susana Martínez-Conde estuvo en España invitada por la Universidad Europea para
impartir una conferencia sobre los engaños de la mente

Susana Martínez-Conde nació en la Coruña y se doctoró en la Universidad de Santiago.


En la actualidad dirige el laboratorio de Neurociencia Visual del Instituto Barrow
(Phoenix, EEUU). Esta neurocientífica de renombre internacional ha visitado esta
semana Madrid invitada por la Universidad Europeapara impartir una conferencia sobre
“Los engaños de la mente” en el "Aula Europea de Psicología”. La mayor parte de lo
que percibimos es una ilusión, asegura, trucos del cerebro para hacer frente a sus
limitaciones “técnicas”.

Para esta neurocientífica los magos son manipuladores natos de la atención y la


consciencia, una teoría aparentemente frívola que sin embargo ha merecido un hueco en
la revista "Nature Rewiews". Y es que, dice, la magia es un arte de los más académicos.
Durante el minuto que dura un truco los magos manipulan nuestra atención recurriendo
a esos puntos débiles del cerebro para apilar una ilusión tras otra, y hacernos creer que
incluso las leyes físicas quedan abolidas de forma mágica.

-¿El cerebro se inventa la realidad?

-El cerebro inventa la mayor parte de la realidad, porque a pesar de ser una estructura
complejísima es también muy limitada. Cualquier cámara de móvil tiene mayor
resolución que el ojo humano. Tenemos un millón de fibras en el ojo y eso hoy en día
en una cámara de fotos no es nada. Sin embargo, nuestra visión es mucho más nítida y
detallada que la de la mejor cámara. Eso se debe a que no nos basamos sólo en la
información que registramos. El cerebro está muestreando puntos de información crítica
de la escena que nos rodea, los que tienen mayor contenido de información. Pero
quedan muchos huecos que rellena mediante un proceso activo de construcción de
nuestra percepción visual que se corresponde bastante bien con la realidad, pero no
perfectamente. Y cuando no se corresponde bien, hablamos de ilusiones.

-¿Cómo rellenamos esos huecos?

Y el proceso de rellenado que todos experimentamos es el que tenemos con el punto


ciego. Y eso es fácil de hacer extendiendo de los brazos, juntar los pulgares y extender
los índices hacia arriba. Cerrando el ojo izquierdo, miramos la uña del dedo izquierdo
prestando atención al dedo derecho. Al hacer esto, el extremo del dedo derecho
desaparece, pero podemos ver lo que hay detrás. En este punto ciego no hay
información, pero no vemos un agujero negro, sino que el cerebro toma la información
circundante y rellena ese punto ciego y vemos lo que hay detrás.

-Decía que la atención es algo que manejan muy bien los magos. ¿Manipular la
atención durante un truco de magia es más fácil que estudiarla en la laboratorio?

-Depende. Hoy los magos tienen ventaja en el sentido de que van muy por delante de la
investigación, porque la magia como espectáculo tiene por lo menos dos mil años de
antigüedad. Y han tenido tiempo para refinar esta manipulación. La neurociencia
cognitiva sólo tiene unas décadas. No creo que sea más difícil investigar la atención que
manipularla. De hecho, una parte puede ayudar a la otra, en un proceso de mutuo
beneficio. Muchos de los conceptos novedosos en ciencias cognitivas, como la ceguera
al cambio o la ceguera por desatención, los magos los conocían desde hace mucho
tiempo. Nosotros hemos estado de alguna manera reinventado la rueda y llegando a
conclusiones que los magos ya sabían.

-Hace unos días se publicó en “Nature Neuroscience” por qué no somos capaces de
percibir los errores de continuidad en la películas. Al parecer el cerebro ignora los
cambios que ocurren en dos escenas muy muy próximas en el tiempo, del orden de
segundos...

-Se solía considerar que las ilusiones eran errores de la percepción, pero nos estamos
dando cuenta de que no son la excepción sino más bien la regla. Y no son errores de por
sí. Sino que representan mecanismos intrínsecos a nuestra percepción. Por ejemplo en la
ceguera al cambio, la información cercana en el tiempo la consideramos como fija. Eso
representa una ventaja evolutiva, porque el cerebro está muy limitados por su tamaño, el
número de neuronas que tenemos, las conexiones entre ellas. Necesitaríamos un cerebro
del tamaño de un edificio si tuviéramos que representar la realidad tal cual es. Es una
ventaja tomar este atajo y pensar que lo que ha ocurrido hace poco es fijo. Es algo que
ahorra recursos necesarios para enfrentarnos a lo que va a ocurrir en el futuro, que esto
si es crítico para la supervivencia.

-Pensar que esta percepción sesgada tienen una ventaja evolutiva resulta
contraintuitivo...

-Sin ella no existiríamos. Nuestro cerebro no habría podido desarrollarse de la manera


que lo ha hecho si tuviéramos que estar saturados procesando información trivial. En
primer lugar hay una falsa percepción de que la evolución nos ha llevado a la cúspide de
la perfección en procesos mentales. Esto es falso. La evolución no maximiza nuestras
capacidades. Simplemente nos proporciona capacidades suficientemente buenas para
sobrevivir y transmitir nuestra herencia genética a la siguiente generación. Maximizar
requiere más recursos y energía, dos limitaciones del cerebro. Y en la vida diaria,
centrar la atención en algo concreto y suprimir el resto de los estímulos para no
dispersarnos nos permite hacer descubrimientos y avances.

-Sostiene que no es cierto que podamos hacer dos cosas a la vez, ni siquiera las
mujeres, como se suele bromear...

-No, no podemos, salvo que se haya automatizado o robotizado una de ellas. En el


ámbito de la neurociencia hablamos de comportamientos zombis, porque no requieren
atención y se ejecutan como un reflejo. Pero si se trata de ejecutar dos acciones que
requieran atención por separado, no se podrán hacer a la vez.

-Es curioso porque eso recuerda lo que dicen los buenos jugadores de baloncesto:
que juegan bien cuando logran automatizar los pormenores del juego. ¿La
maestría consiste en automatizar?

-Yo diría que consiste por un lado en automatizar, que sería un prerrequisito, y por otro
en responder a situaciones emergentes novedosas. El jugador de baloncesto no solo
tiene que jugar de manera automática sino que tiene que estar analizando lo que pasa en
la cancha para poder responder. Pero el automatismo es lo que libera a su cerebro para
atender a cosas relevantes en el juego, diferentes de cómo botar la pelota o cómo
encestar. No podría ser buen jugador y dedicar su atención a aspectos más estratégicos
si el automatismo no existiera.

-Eso supongo que ocurre en otras áreas como la música, el aprendizaje de


idiomas...

-En todas. Yo me acuerdo del momento preciso, cuando fui a vivir a Estados Unidos, en
que empecé a entender lo que me decían sin tener que traducirlo mentalmente primero.
Hasta entonces no me daba tiempo en el curso de una conversación a traducir lo que me
decían y elaborar una respuesta en español que después tenía que expresar en inglés.
Esta traducción interna desapareció porque ya podía pensar en inglés, pues había
automatizado el idioma y me podía centrar en la conversación.

-Decía que los magos, los artistas de la atención, deben tener muy automatizados
sus trucos para que el espectador no los adivine. ¿Podemos adivinar las intenciones
?

-Todos somos telépatas, porque todos leemos el pensamiento de otras personas de


acuerdo a su actuación: su mirada, lenguaje corporal, su tono de voz. Las neuronas
espejo son las que nos permiten ponernos en la piel de otra persona y de acuerdo con
sus acciones deducir lo que está pensando, porque es lo que tú pensarías. Este proceso
que llevamos a cabo para adivinar las intenciones de otras personas no es muy diferente
de lo que hacemos con nosotros mismos.

-¿Qué quiere decir?

-Muchas veces actuamos de una forma determinada pero no sabemos por qué. Y lo que
hacemos es darnos una explicación buscando motivos. En retrospectiva interpretamos
nuestras acciones en tercera persona, aunque no nos lo parezca así. Creemos que
tenemos control sobre nuestras acciones y que todo es muy racional y coherente, pero
no es cierto. Hay un experimento de un grupo investigadores suecos sobre la ceguera a
la elección. Piden a los voluntarios que escojan entre dos fotografías femeninas la que
les parece más atractiva.

nature
Los voluntarios no se dan cuenta del "cambiazo" y argumentan su (falsa) elección

Después vuelven las fotos del revés y, gracias al entrenamiento recibido de magos,
intercambian las fotos en el proceso sin que los participantes se den cuenta. Entonces les
piden que cojan la foto que habían elegido, que es en realidad la que rechazaron. Una
gran proporción no se dieron cuenta del cambio, esto se denomina ceguera al cambio.
Pero lo interesante es que les pidieron que justificaran su elección y lo hicieron, aunque
no era la foto que habían elegido. Lo interesante es la fabulación, porque los motivos
que están dando no eran los originales, ya que la foto es diferente. Eso significa que
estamos interpretando nuestras acciones, estamos leyéndonos el pensamiento a nosotros
mismos...

-Eso recuerda a los trabajos del cerebro escindido de Gazzaniga, en los que se
justifican acciones, a través de lo que denomina el fabulador o intérprete: Los
participantes no saben por qué han hecho algo ya que no hay comunicación entre
los dos hemisferios cerebrales, pero dan explicaciones plausibles...

-No solo existe esta fabulación en el cerebro dividido. Todos estamos fabulando de
alguna manera. Se puede concluir que cuando nos resulta muy difícil decidir entre dos
posibilidades, como me caso o no me caso, da igual la decisión porque al final elijas lo
que elijas vas a buscar una justificación.

-Eso lleva a un automatismo más inquietante todavía... ¿si nosotros nos damos una
explicación de lo que hemos decidido, quién o qué ha tomado esa decisión?

-La tomamos nosotros. Pero la pregunta más inquietante quizás sería ¿quién es ese
“nosotros”? o ¿hay varios nosotros?. ¿Hay varios yoes?. Esta también puede ser una
cierta ilusión, que nuestra identidad personal pueda ser en gran medida fija. Y nuestro
yo, esta unidad, en realidad, no lo sea tanto. Un tema que me gustaría abordar algún día
es la progresión de la identidad a través de la vida de una persona. Porque hay también
una ilusión mantenida por el hecho de que conservamos las memorias. Recuerdo cómo
era a los 15, 10 o 4 años, y pienso en qué medida sigo siendo la misma persona. Y no sé
si queda algo. Lo que queda es la memoria. Igual esa identidad como tal se ha perdido,
pero no la añoramos ni sentimos su pérdida porque existe esa conexión a través de la
memoria autobiográfica. Pero el resto puede ser una ilusión. Puede ser que
continuamente estemos perdiendo identidades y generando otras.
-¿La memoria es también una ilusión?

-También y la utilizan los magos.

-Componemos imágenes del pasado que se parecen poco a la realidad...

-Sí, las memorias autobiográficas pueden ser muy diferentes de la realidad, y por tanto
hay fallos por omisión o por generar falsas memorias. Hoy sabemos que cada vez que
recuerdas algo extraes esa memoria de su almacén, y la haces consciente y la vuelves a
guardar. Y cada vez que recordamos cambiamos esa memoria. No es igual la que
extraemos que la que almacenamos de nuevo. Cuanto más se accede a un recuerdo más
se cambia. Esto tiene relevancia importante, porque todos tenemos experiencias que nos
definen. Soy la persona actual por los hechos que ocurrieron en mi pasado. Pero estas
experiencias son las que más tiendes a recordar y por tanto son las que más cambiamos.
Por tanto no somos las personas que creemos y somos los menos indicados para
describimos.

-¿Significa eso que nos conocemos poco?

-Muy poco. No nos conocemos. Es como la relación que tenemos con la realidad. No
quiere decir que la realidad no exista, pero el cerebro la simula. Y nosotros
interactuamos con esa realidad virtual que general el cerebro. Unas veces encaja bien
con lo real y otras peor. El conocimiento de nosotros mismos encaja en este ámbito
también: unas veces la imagen que tenemos de nosotros mismos será acertada y otras
no, por las limitaciones que tiene el cerebro.

-Sus trabajos con la atención tienen aplicaciones en patologías como el alzhéimer,


¿hay algún avance en este sentido?

-Acabamos de publicar un trabajo con enfermos de alzhéimer en la revista "Age" en el


que hemos analizado los patrones de ciertos movimientos oculares que se producen
cuando fijamos la mirada, que se llaman microsacadas. Pensamos que los déficits
atencionales de los enfermos de alzhéimer podrían reflejarse en estos movimientos
microsacádicos de los ojos. Y hemos visto que efectivamente hay diferencia con
relación a las personas de la misma edad que no están afectados. Y esta alteración ya
está presente en pacientes con deterioro cognitivo leve, que no están diagnosticados
pero tienen gran riesgo de desarrollar alzhéimer. Esto es interesante de cara un posible
marcador temprano de esta patología, porque cuando el movimiento ocular se deteriora
refleja un deterioro en la atención.

-¿Y en hiperactividad?

-No hemos trabajado en ello. Pero sí hay relación entre el patrón de movimientos
oculares y el TDAH. Porque hay un gran solapamiento entre los sistemas neurales que
controlan los movimientos de los ojos y los mecanismos de la atención. Cuando la
atención está afectada se refleja en el movimiento de los ojos, porque comparten
circuitos.
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“La tecnología nos hace más rápidos y


menos reflexivos”
Publicado por Pilar Quijada el mar 30, 2015

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Antonio Damasio ha revolucionado el estudio de las emociones. Las ha legitimado y


han dejado de verse como algo visceral, que debía mantenerse a raya, para ocupar un
lugar fundamental en la toma de decisiones, convertidas en sentimientos a los que
recurrimos inconscientemente en situaciones parecidas. También son indispensables
para la construcción de la consciencia. Una cualidad que creíamos típicamente humana
y que, sin embargo, se genera en áreas primitivas del cerebro compartidas con otras
especies, incluida una simple lagartija. Lo que varía es la forma en que la parte más
evolucionada de nuestro cerebro, la corteza, recoge esas emociones y las convierten en
sentimientos, que lejos de ser un lujo, juegan un papel esencial, explicaba Damasio en
2012, en la XLIV Lección Conmemorativa Jiménez Díaz, en la que recibió la Medalla
de la Fundación. «De oro, uno de los refugios del euro», señaló con ironía. En un aula
magna que registró un récord de audiencia, habló de cómo «Sentimientos y
sensibilidad» ayudan a construir nuestra la mente. «Empecé mi vida como científico
creyendo que la mente no era algo exclusivamente humano y ahora estoy
convencido de que recorre toda la escala filogenética hasta los niveles más
simples», señalaba.

—Siempre hemos creído que la emoción debía someterse a la razón. ¿Quién


gobierna a quién?

—No se trata del control de la razón o de las emociones. Es más bien un diálogo entre
ambas. Para los seres humanos las emociones son una forma básica de regular la vida.
La razón aparece más tarde en la evolución y puede controlar a la emoción, pero con
frecuencia no lo hace. Para comprobarlo no hay más que mirar al panorama económico
o político actual. Es una lucha constante entre lo emocional y lo racional. Lo importante
es entender cómo se relacionan y ver cuándo la razón puede controlar a las emociones y
las ventajas de hacerlo.

—¿Nuestras emociones difieren mucho de las de otras especies?

—Son muy similares a las de otros mamíferos o aves. Las sociales, como la compasión
o el altruismo están más desarrolladas en los humanos y son más complejas. La
admiración es una emoción puramente humana. la diferencia está en la forma en que
nosotros vemos las emociones y en que tenemos la posibilidad de controlarlas.

—¿Influyen en la consciencia?

—Juegan un papel fundamental en su construcción. Los sentimientos son el primer


peldaño en la formación de la consciencia, que no existiría sin un sistema de
sentimientos y de emociones. Si se daña la principal maquinaria que genera los
sentimientos, el tronco cerebral, se pierde la consciencia y podemos entrar en coma.

—La consciencia, lo más elevado que tenemos, reside entonces en centros muy
antiguos del cerebro…
—La consciencia tiene muchos niveles de control, desde los más simples hasta los más
humanos, como la consciencia autobiográfica. El origen de todos es muy similar en
todos los animales. Pero en otras especies no ha llegado tan alto como en la nuestra.

—Su libro «Y el cerebro creó al hombre», sugiere que somos únicamente un paso
más de la evolución, y no la cúspide

—Creo que es la forma en que debemos vernos, como individuos que biológicamente
hemos dado un paso mucho mayor que nos permite crear una cultura. Nuestra vida
social es mucho más compleja que la de los animales y crea un nuevo nivel de
regulación de la cultura. Los animales en general y nosotros mismos podemos regular la
vida a través de mecanismos básicos que vienen de nuestros genes. Pero nosotros
además podemos controlar la vida a partir de lo que yo llamo homeostasis sociocultural.
Y por eso construimos sistemas de justicia, de moral, de política, de economía. Eso no
existe en otras especies y es el gran triunfo de la humanidad.

—¿En el cerebro hay lugar para el libre albedrío o es sólo una ilusión?

—Sí, el libre albedrío viene de ese nivel sociocultural. No es una ilusión mientras
creamos en él. Cuando crees que estás tomando una decisión libremente, estás
experimentando el libre albedrío. Si no lo crees, no. De alguna forma también es una
ilusión porque las circunstancias exteriores siempre te controlan, ya sean biológicas,
políticas y económicas, como ocurre ahora. En alguna medida podemos decidir
libremente.

—¿Cuándo soñamos, mantenemos conectada parte de la consciencia?

—Está conectada pero no de la misma forma que cuando estamos despiertos, porque no
llevamos a cabo acciones y relajamos los controles. Despiertos respetamos las
relaciones con otras personas y con el entorno físico. Pero cuando soñamos tenemos
más grados de libertad y puedes soñar que estas volando.

—¿Freud estaba en lo cierto respecto al significado de los sueños?

—Sí, estaba en el camino correcto. No es que todas sus conclusiones fuesen correctas,
pero fue un gran pensador que llamó la atención sobre los sueños, las emociones y la
enorme importancia de la vida afectiva en relación a cómo nos comportamos.

—¿El 3% del genoma que nos diferencia de los chimpancés, está relacionado con
la corteza cerebral?

—Sí, seguro. Y en especial en cómo la corteza cerebral está conectada con otras
estructuras del cerebro.

—¿Sabemos mucho del cerebro?

—Hemos hecho un progreso enorme, pero tenemos que progresar mucho más y
entender que lo importante es traducir lo que sabemos a tratamientos que puedan ser
útiles para las personas con enfermedades mentales y neurológicas.
—¿Hacía dónde conducirá al cerebro la revolución digital?

—La tecnología inevitablemente cambiará nuestro cerebro. Probablemente haga a la


gente más lista, más rápida, pero también perdamos algo. Los niños ahora, inmersos en
esa cultura digital, son más rápidos controlando la información. Pero podríamos perder
en parte la capacidad de reflexión, el uso de la razón. No tiene que suceder
necesariamente, pero es una posibilidad.

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El patinazo feminista de Tania Sánchez sobre la matanza de Atocha

Las matanzas a obreros y el terror comunista: lo que Ahora Madrid


parece ignorar sobre la Revolución Rusa

«El área del cerebro que más ha


cambiado nos hace susceptibles al
alzhéimer»
La característica principal de nuestra evolución es la ampliación del «controlador» de
las distintas redes neuronales, situado en las áreas parietales del cerebro

Durante mucho tiempo el estudio de la evolución de cerebro se ha limitado al estudio


del molde endocraneal, es decir el molde negativo del cerebro que se obtiene por los
restos fósiles del cráneo. “Creo que hay que ir más allá”, señala Emiliano Bruner,
responsable del Grupo de Paleoneurología del Centro Nacional de de Investigación
sobre Evolución Humana (CENIE).

Y lo explicaba en una conferencia impartida hace unas semanas en el Instituto Cajal-


CSIC. Por eso, en su grupo han “digitalizado las técnicas de cajal”, que permiten cortar,
colorear y visualizar mediante programas informáticos. Con ello consiguen pasar de lo
que muestra la anatomía a coordenadas para identificar patrones de variación. Algo
visible y tangible, porque, asegura “Los primates pensamos con las manos y los ojos, si
no tenemos algo que ver y tocar, el cerebro no arranca, por eso hacemos moldes”.

Gracias a esta nueva herramienta se ha podido averiguar que en los últimos dos
millones de años, el cambio más patente en nuestra especie, Homo sapiens, ha sido la
ampliación de las áreas parietales del cerebro, que ocupan la región posterior y superior
de la bóveda craneal.

Hace ya diez años que Emiliano Bruner, entonces en la Universidad La Sapienza de


Roma, publicaba los primeros análisis geométricos de la forma cerebral en el género
Homo, evidenciando que la característica principal de nuestro cerebro es la ampliación
de esas áreas parietales. Después se descubrió que esta geometría cerebral se alcanza
pronto después del parto, en un estadio de desarrollo que está ausente tanto en
chimpancés y en los Neandertales.
-¿Dónde reside la principal diferencia con nuestros parientes más próximos?

-La principal diferencia con otros primates reside en una zona de las áreas parietales
conocida como precúneo, que presenta niveles metabólicos particularmente elevados.
Este área es también la que presenta problemas metabólicos en fases tempranas de la
enfermedad de Alzheimer, sugiriendo que el agrandamiento de estas zonas confiere
vulnerabilidad a la neurodegeneración.

-¿El alzhéimer es el precio que pagamos por nuestra evolución?

-El precuneo tiene valores de gasto metabólicos más elevados de lo que le corresponde
por sus dimensiones y también valores térmicos más altos también. Además está situado
en el centro geográfico del cerebro. Esto es interesante cuando se descubre que el
alzhéimer, una patología única de nuestra especie, empieza justamente con problemas
metabólicos en estas áreas parietales mediales profundas. Y una de sus marcas de esta
patología es la fosforilación de la proteína tau, que ocurre en mamíferos que hibernan en
respuesta a cambios de temperatura. Lo que decimos literalmente es que una patología
frecuente y característica de los humanos está asociada a áreas cerebrales que tienen una
morfología específica de los humanos. Y nos preguntamos si el aumento de la
complejidad parietal ha supuesto un aumento de la complejidad biológica (energética,
vasos sanguíneos, vínculos, límites estructurales y funcionales de esta estructura) que
secundariamente haya conllevado aumento de la carga metabólica, del estrés oxidativo y
problemas en la gestión de los recursos celulares generando una sensibilidad al
alzhéimer.

-¿Estos hallazgos tienen aplicaciones terapéuticas?

-No dan la cura del alzhéimer, pero pueden ayudar a orientar la investigación, porque si
todo esto es cierto, y hay una susceptibilidad a la neurodegeneración, habría que
investigar más a fondo esas estructuras parietales y centrarse en especial en el precúneo.
Y también entender cómo un problema metabólico de estas áreas parietales profundas se
transforma después en un problema estructural de las áreas temporales, que afecta a la
memoria. Y aquí tenemos una buena pista, porque el precúneo es el nudo central de la
red neuronal por defecto, que se sabe que está afectada en las personas con alzhéimer, y
la autovía principal de esta red neuronal va desde el precúneo a los lóbulos temporales.
¿Otra coincidencia?

- ¿Hay relación entre la variabilidad en el tamaño del precúneo entre las personas y
propensión al alzhéimer?

- Estamos trabajando en ello con los Hospitales San Pau de Barcelona y Valdecilla de
Santander. A finales de este año tendremos algunos datos al respecto.

-¿El precúneo es lo que nos hace humanos?

-No lo sé. No suelo tener una postura muy reduccionista y dudo que una sola
característica nos haga humanos. Pero el volumen del precúneo nos hace diferentes
entre nosotros dentro de la misma especie. Y su cambio geométrico se nota asociado al
origen de nuestra especie. Hay muchas indicaciones para sugerir que se investigue más
en este sentido.
-¿Qué funciones se llevan a cabo en esta zona del cerebro?

El precúneo tiene una función muy importante para coordinar las redes cerebrales. Es el
nodo de comunicación más importante. Coordina el sistema neuronal por defecto. Esta
red por defecto se activa cuando no hacemos nada. Lo interesante es que cuando
pasamos a hacer una tarea concreta, el aumento del gasto energético del cerebro es sólo
de un 2 al 4%. Esto te dice que cuando no estás haciendo nada, el cerebro está a tope,
cargado de trabajo. Además está zona esta implicada en una característica típicamente
humana, la imitación. Hay una diferencia importante entre emulación, que consiste en
reproducir el resultado y lo hace cualquier primate, y la imitación, que consiste en
reproducir el proceso, y lo hacemos solo los humanos. Para pasar de la emulación a la
imitación hay que pasar de de una red frontotemporal que tienen todos los primates, a
una red frontoparietal superior que tenemos solo los humanos.

-¿Que ventajas tiene?

-Los humanos hemos introducido un cambio fuerte en la capacidad de cambiar nuestro


cerebro en función de estímulos externos. Algunos investigadores sugieren que un
aspecto clave ha sido precisamente la sensibilidad la cambio. Imagina que nuestro
cerebro se vuelve más sensible al entrenamiento. Igual el neandertal no era tan sensible.
En el momento que aumenta esta sensibilidad, creo una herramienta, que a la vez
entrena mi cerebro. Y puedo mejorar esa herramienta. A su vez esa mejora entrena mi
cerebro de nuevo. Y vuelvo a mejorarla. Así se genera una espiral gracias al cambio en
la sensibilidad a entrenamiento. Y ese capacidad de cambio reside en esta red, en el eje
ojo-mano.

-¿Qué diferencias tenemos respecto a los neandertales?

-Los humanos modernos “inventan” su forma cerebral hace 150 mil años, los
neandertales hace 120.000. Esto desmiente que del cerebro neandertal haya
evolucionado el moderno, porque se han inventado casi a la vez y son dos alterantivas
diferentes. Los cerebros modernos ya se inventaron hace 150.000 años, su forma y
tamaño, con este abultamiento parietal y 1.500 centímetros cúbicos. Los neandertales
hace 120.000 años tenían sólo 1.200 centímetros cúbicos. Hay que esperar hasta hace
50.000 años para que los neandertales desarrollen una capacidad craneal comparable a
la de los humanos modernos. Es decir que su cerebro se “inventó” cien mil años
después. Otra conclusión importante: los primeros humanos modernos no tenían aún el
abultamiento parietal. Y esto indica que el origen del Homo sapiens no ha sido paralelo
al origen del cerebro. Antes hubo un Homo sapiens con un cerebro primitivo que luego
fue cambiando su organización.

-Hablaba de la relación entre el tamaño cerebral y el grupo social, que no ha cambiado a


pesar de las redes

sociales...

-En primates la relación entre anatomía cerebral y grupo social es un aspecto muy
complejo. El antropólogo Robin Dunbar midió tamaño social y complejidad del grupo
social y vio que el número de miembros del grupo con los que un primate puede
mantener contacto parece estar limitado por el tamaño cerebral. Era una correlación
muy fuerte. Después la midió para nuestra especie y vio que con nuestro cerebro de
1.500 centímetros cúbicos, tendremos un grupo social de 150 individuos. Esta relación
se conoce como número de Dunbar. Se miró en distintas sociedades, como cazadores-
recolectores, agricultores, o el hombre moderno de una ciudad como Nueva York. Estas
conexiones se dividen en círculos de 5 contactos (núcleo familiar), 15, la red de apoyo
apoyo, 50 de relaciones frecuentes y 150 de la comunidad. Lo mismo pasa para las
redes sociales, como facebook. Puedes tener 5.000 contactos, pero las relaciones
constantes las mantenemos solo con 150, que es lo que da de sí nuestro cerebro. Lo que
varía es la estructura. Los 150 integrantes del grupo social de los cazadores-recolectores
se conocen todos entre ellos. En la actualidad, en facebook, de esos 150 de la
comunidad habitual hay pocos contactos comunes. Esto significa que cambia la
estructura del cerebro, pero mantenemos vínculos que son de monos. Esto es importante
a la hora de conectar personas y sociedades.

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