Está en la página 1de 2

DISPAREN CONTRA ŽIŽEK

En tiempos en los que la Unión Europea tiembla porque uno de sus países afiliados ha
decidido rebasarla por la izquierda, resulta sintomático el recelo que algunos pensadores
radicales despiertan en los así llamados liberales. Un ejemplo local de este fenómeno es el
artículo “¿Acontecimiento?”, de Christopher Domínguez Michael, publicado el domingo
pasado en la […]
NICOLÁS CABRAL | martes, 3 de febrero de 2015

En tiempos en los que la Unión Europea tiembla porque uno de sus países afiliados ha
decidido rebasarla por la izquierda, resulta sintomático el recelo que algunos pensadores
radicales despiertan en los así llamados liberales. Un ejemplo local de este fenómeno es el
artículo “¿Acontecimiento?”, de Christopher Domínguez Michael, publicado el domingo
pasado en la Revista R del periódico Reforma. El crítico literario no se ocupa, claro, de
Rancière, Virno o Agamben, sino de una figura más apetecible para efectos mediáticos:
Slavoj Žižek, el «Elvis de la teoría cultural», como se le ha apodado. La nota de Domínguez
hace pensar en las categorías que Juan José Saer utilizó para describir la escritura
periodística de Vargas Llosa: «La amalgama, la información trunca, la petición de principio
y la pura mitomanía».

La amalgama. Domínguez opta por atizar al Žižek personaje («un payaso») antes que al
pensador (que para él no es más que un «icono»). Es probable que no haya leído –o que no
haya entendido– ninguno de sus libros importantes, por ejemplo Visión de paralaje, donde
se desarrolla el concepto que el crítico llama, ay, «paralelaje». Así, en su columna dominical
pasa de comparar al esloveno con Alice Cooper a prometer (sin cumplir) una defensa de la
democracia liberal; no se priva tampoco de glosar las ideas de su blanco con una ignorancia
que ruboriza. Uno supondría que Domínguez se tomó la molestia de leer a su objeto de
estudio (no basta con hojear Acontecimiento, un libro menor de Žižek editado en español
por Sexto Piso), pero se tiene la sensación de que sus fuentes fueron Wikipedia y la prensa
liberal.

La información trunca. Domínguez atribuye a Žižek la noción de acontecimiento, pero


ignora o prefiere no mencionar que el concepto fue acuñado por Alain Badiou (a quien llama
resentido). «Nos incita a releer a Lenin y Stalin», dice la nota escrita por alguien que
desconoce este pasaje de ¿Quién dijo totalitarismo?: «Precisamente como marxistas, no
debemos tener miedo de reconocer que las purgas bajo el estalinismo fueron en cierta forma
más “irracionales” que la violencia fascista: paradójicamente, este mismo exceso es un signo
inequívoco de que el estalinismo, en contraste con el fascismo, era una
revolución auténtica pervertida». Tal es la opinión de este «comerciante cambiando
etiquetas», como lo llama Domínguez luego de acusarlo de indiferencia ante el genocidio.

La petición de principio. Para probar que el «provocador» Žižek (a quien Domínguez se


toma muy en serio, para ser un payaso) no es realmente un anticapitalista, su crítico señala
que, además de no ofrecer recetas para deshacerse de la economía de mercado, no describe
las características del comunismo que anhela. El sofisma es elemental: Žižek no es
verdaderamente anticapitalista, ¿por qué?, porque Žižek no tiene la receta para derrocar al
capitalismo. Repito esta frase de Badiou cada vez que puedo: «El sofista no es mejor que el
tirano».

La pura mitomanía. A partir de una reseña de John Gray, Domínguez llama a Žižek
«visionario de la violencia», pero no se toma la molestia de leer Sobre la violencia. Seis
reflexiones marginales. Abundan las falacias ad hominem, como se ha visto, pero no hay
una sola cita en el texto que demuestre que Žižek dice lo que se le atribuye. La siguiente frase
no amerita comentarios: «Muchas de las tonterías que dice le han dado respiración artificial
al moribundo lacanianismo».

Ocurre con frecuencia: la figura pública de Žižek propicia adhesiones y desafectos, pero sus
grandes libros rara vez son discutidos entre los mercaderes de la opinión, cualquiera que sea
su signo político. Christopher Domínguez quiso ser Cioran-tundiendo-a-Sartre por un día,
pero para ello se requieren lecturas teóricas posteriores a 1968. Por lo demás, qué
provechoso es leerlo cuando se ocupa de narradores franceses del siglo XIX.

También podría gustarte