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La terrible destrucción que se planea para la «Cuenca del Caribe»

por Thierry Meyssan

En momentos en que el presidente Trump ha anunciado la retirada de las tropas estadounidenses


desplegadas en el «Medio Oriente ampliado», el Pentágono sigue adelante con la aplicación del plan
Rumsfeld-Cebrowski. Ahora se trata de destruir los Estados en los países de la «Cuenca del Caribe».
Pero el objetivo ya no es el mismo que en los años 1970, cuando Washington se esforzaba por
derrocar los gobiernos que se acercaban a la Unión Soviética. Ahora se trata de destruir los Estados
en los países de esa región, sin importar que sean amigos o adversarios políticos de
Estados Unidos. Thierry Meyssan observa los preparativos que apuntan a iniciar esta nueva serie
de guerras.

En una serie de artículos anteriores presentamos en este mismo sitio web el plan del SouthCom (que
los latinoamericanos designan como el “Comando Sur” estadounidense) destinado a provocar
una guerra entre naciones latinoamericanas para destruir los Estados en todos los países de
la llamada «Cuenca del Caribe».

La preparación de una guerra de esa envergadura, sucesora de la serie de conflictos provocados en


el «Medio Oriente ampliado» (o «Gran Medio Oriente»), es un proceso que exige alrededor de
10 años.

Después de la fase de desestabilización económica y del subsiguiente periodo de preparación


militar, la operación propiamente dicha debería comenzar en los próximos años con una agresión
militar contra Venezuela. En esa agresión participarían Brasil (con apoyo de Israel), Colombia (aliada
de Estados Unidos) y Guyana (o sea, el Reino Unido).

Vendrían después agresiones militares contra Cuba y Nicaragua, los dos países que completan
la «troika de la tiranía», según el consejero estadounidense de seguridad nacional John Bolton.

Pero el plan inicial pudiera verse modificado, principalmente por las nuevas ambiciones imperiales
del Reino Unido, que podría ejercer cierta influencia sobre el Pentágono.

Veamos el panorama actual:

La evolución de Venezuela

El presidente bolivariano Hugo Chávez había desarrollado relaciones con el «Gran Medio Oriente»
sobre una base ideológica. Chávez se acercó principalmente al entonces presidente de Irán,
Mahmud Ahmadineyad, y al presidente sirio Bachar al-Assad. Juntos, estos tres presidentes habían
concebido la posibilidad de fundar una nueva organización intergubernamental –el «Movimiento de
Aliados Libres»–, siguiendo un modelo similar al del Movimiento de Países No Alineados,
actualmente paralizado este último por el alineamiento de ciertos miembros tras las políticas de
Estados Unidos.

El actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, mantiene el discurso de Hugo Chávez pero
ha optado por una política exterior diferente.

Maduro sigue adelante con la política de acercamiento a Rusia, recibiendo en Venezuela la visita de
bombarderos estratégicos rusos y firmando con Moscú un contrato para la importación de 600 000
toneladas de trigo, que permitirá enfrentar la escasez en Venezuela. Más importante aún, Rusia
invertirá en Venezuela 6 000 millones de dólares, de los cuales 5 000 millones irán al sector
petrolero. Ingenieros rusos reemplazarán en ese sector a los especialistas venezolanos
que abandonaron su país atraídos por los cantos de sirena de las compañías extranjeras.

Nicolás Maduro ha reorganizado las alianzas de su país sobre bases nuevas, estableciendo estrechos
vínculos con Turquía, un país miembro de la OTAN y cuyas tropas ocupan actualmente amplios
territorios en el norte de Siria. En el marco de esas relaciones, Maduro ha viajado 4 veces a Estambul
y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan visitó Caracas recientemente.

Suiza fue un país aliado de Hugo Chávez, llegando incluso a impartirle consejos para la redacción de
la actual Constitución de la República Bolivariana. Actualmente, por temor a no poder
seguir tratando en Suiza el oro venezolano, Nicolás Maduro lo envía a Turquía para
convertir el mineral bruto en lingotes. En el pasado, ese oro quedaba depositado en bancos suizos
como garantía del cumplimiento de los contratos de exportación de petróleo. Ahora,
los fondos provenientes de las ventas de petróleo se transfieren a Turquía mientras que el oro ya
convertido en lingotes regresa a Venezuela. Esta orientación puede interpretarse como basada ya
no en una ideología sino en intereses, quedando por definir qué tipo de intereses.

Al mismo tiempo, Venezuela está siendo blanco de una campaña de desestabilización que comenzó
con manifestaciones antigubernamentales extremadamente violentas (las llamadas «guarimbas»),
antes de pasar al intento de golpe de Estado de febrero de 2015 (la «Operación Jericó») y a ataques
contra la moneda venezolana y la orquestación de una ola migratoria. En ese contexto, Turquía
proporcionó a Venezuela la posibilidad de sortear las sanciones estadounidenses. Los intercambios
entre ambos países se multiplicaron por 15 durante el pasado año 2018.

Sea cual sea la evolución del «régimen» de Venezuela, nada justifica lo que hoy se prepara en contra
de la población de ese país.

Coordinación de los medios logísticos

Desde el 31 de julio y hasta el 12 de agosto de 2017, el “Comando Sur” (SouthCom) organizó un gran
ejercicio militar con la participación de más de 3 000 efectivos provenientes de 25 países aliados
–entre ellos Francia y Reino Unido. El objetivo era la preparación de un desembarco relámpago
de tropas en Venezuela.

Colombia

Colombia es un Estado, pero no llega a ser una nación. La población colombiana vive dividida
en clases sociales geográficamente separadas. Casi ningún colombiano se aventura en un
barrio perteneciente a una clase social que no sea la suya. Esta estricta separación
geográfica en función de las clases o categorías sociales ha hecho posible la multiplicación de fuerzas
paramilitares y, por consiguiente, los conflictos armados internos que han dejado en Colombia más
de 220 000 muertos en unos 30 años.

Desde su llegada al poder, en agosto de 2018, el presidente colombiano Iván Duque ha


hecho tambalearse la frágil paz que su predecesor, Juan Manuel Santos, ya había concluido con
las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y que estaba por concretarse con el
ELN (Ejército de Liberación Nacional). Duque no ha excluido la opción de una intervención
militar contra Venezuela. Según revelaciones del presidente Nicolás Maduro, Estados Unidos
entrena actualmente 734 mercenarios en un campamento de la región colombiana de Tona,
para utilizarlos en una operación de “bandera falsa” [7] destinada a desatar la guerra
contra Venezuela. Debido a la particularidad sociológica de Colombia, no es posible decir con
certeza si ese campo de entrenamiento está o no bajo control del gobierno de Bogotá.

Guyana

En el siglo 19, las potencias coloniales se pusieron de acuerdo sobre el trazado de la frontera entre
la Guayana británica (la actual República Cooperativa de Guyana) y la Guayana holandesa (hoy
República de Surinam). Pero ningún texto fijó la frontera entre la zona británica y la zona española
(la actual Venezuela). Hoy en día, Guyana administra de facto 160 000 kilómetros cuadrados de
jungla aún sujetos a litigio con Venezuela. En virtud del acuerdo de Ginebra del 17 de febrero
de 1966, ambos países recurrieron al entonces secretario general de la ONU –el birmano U Thant.
Pero la solución sigue pendiente. Guyana propone poner el problema en manos de la Corte de
Arbitraje de la ONU mientras que Venezuela prefiere la negociación directa entre los dos países.

Este diferendo territorial no parecía urgente ya que la zona en disputa es una jungla despoblada que
aparentemente carecía de valor, pero se trata de un inmenso espacio que representa dos terceras
partes de Guyana. El acuerdo de Ginebra ha sido violado 15 veces por Guyana, por ejemplo
autorizando la explotación de una mina de oro en ese territorio. Pero lo más importante apareció
en 2015 cuando ExxonMobil descubrió petróleo en el Atlántico, precisamente en las aguas
territoriales de la zona en disputa.

La población de Guyana se compone en un 40% de descendientes de indios, un 30% de


descendientes de africanos, un 20% de mestizos y un 10% de poblaciones autóctonas amerindias.
Los indios están muy presentes en los organismos públicos de Guyana y los descendientes de
africanos son mayoría en el ejército.

El 21 de diciembre de 2018, una moción de censura fue presentada en el parlamento guyanés contra
el gobierno del presidente David Granger, un general probritánico y antivenezolano, que llegó al
poder en 2015. Para sorpresa de todos, un diputado –Charrandas Persaud– votó contra su propio
partido provocando así la caída del gobierno, cuya mayoría se limitaba a un solo voto. Guyana vive
desde entonces una situación de grave inestabilidad. Se ignora si el presidente Granger,
actualmente bajo quimioterapia, será capaz de continuar ejerciendo sus funciones mientras que el
diputado Charrandas Persaud tuvo que abandonar la sede del parlamento utilizando una salida de
escape y huyó a Canadá.

El 22 de diciembre de 2018, en medio de la crisis gubernamental guyanesa, dos barcos contratados


por la transnacional estadounidense ExxonMobil –el Ramform Thethys, con bandera de Bahamas, y
el Delta Monarch, de Trinidad y Tobago– iniciaron trabajos de prospección en la zona en disputa con
Venezuela. Considerando que se trataba de una violación del acuerdo de Ginebra, la marina de
Venezuela expulsó los dos barcos de la zona en disputa. El ministerio de Exteriores de Guyana
denunció el hecho como un acto hostil.

El 30 de diciembre, el ministro de Defensa del Reino Unido, Gavin Williamson, declaró


al Sunday Times que la Corona pone fin a la doctrina de descolonización que Whitehall
venía siguiendo desde el fiasco franco-británico de Suez, en 1956. Por consiguiente, Londres, que
hoy cuenta con bases militares en Gibraltar, Chipre, en la isla de Diego Garcia y en las islas Malvinas,
se prepara ahora para abrir una nueva base militar en el Caribe, quizás en la isla de Monserrat pero
más probablemente en Guyana. Esa nueva base militar británica debería ser operacional en 2022.

El otro vecino de Guyana es Surinam (la Guayana holandesa). El presidente de Surinam,


Desi Bouterse, está acusado en Europa de tráfico de drogas en un caso anterior a su elección.
Pero su hijo, Dino Bouterse, fue arrestado en Panamá, en 2013, a pesar de que había entrado a
ese país con un pasaporte diplomático. De Panamá, Dino Bouterse fue extraditado a
Estados Unidos, donde fue condenado a 16 años de cárcel por tráfico de drogas, pero en realidad
fue porque estaba instalando el Hezbollah libanés en Surinam.

Brasil

En mayo de 2016, Henrique Meirelles, ministro de Finanzas del gobierno de transición del
líbano-brasileño Michel Temer, designó como director del Banco Central de Brasil al israelo-
brasileño Ilan Goldfajn. Meirelles, quien presidía además el Comité Preparatorio de los Juegos
Olímpicos, recurrió también al ejército israelí (Tsahal) para coordinar el trabajo del ejército y de la
policía brasileños en cuanto a garantizar la seguridad de la cita olímpica. Al controlar
simultáneamente el Banco Central, el ejército y la policía, Israel no encontró la menor dificultad para
incentivar las protestas contra la corrupción entre los dirigentes del Partido de los Trabajadores.

Creyendo que la entonces presidente de Brasil, Dilma Rousseff, había manipulado las
cuentas públicas en el marco del escándalo de Petrobras –la empresa mayoritariamente estatal
que comercializa el petróleo brasileño– el parlamento destituyó a la mandataria en agosto
de 2016, a pesar de que no había hechos comprobados que permitiesen incriminarla.

En medio de la campaña electoral de 2018, el candidato a la presidencia de Brasil, Jair


Bolsonaro, se fue a Israel, a bautizarse en las aguas del río Jordán, garantizando así el voto masivo a
su favor de los electores vinculados a las iglesias evangélicas.

Jair Bolsonaro ganó la elección teniendo como candidato a la vicepresidencia al general


Hamilton Mourao. Durante la etapa de transición, el general Hamilton Mourao declaró
públicamente que Brasil tenía que prepararse para enviar un contingente militar a Venezuela como
«fuerza de paz»… después del derrocamiento del presidente Nicolas Maduro. Esas palabras
constituyen una amenaza casi descarada, a la que Bolsonaro trató de restar importancia.

El 3 de enero de 2019, en entrevista concedida al canal de televisión SBT, el ya presidente Bolsonaro


mencionó negociaciones con el Pentágono con vistas a la apertura de una base
militar estadounidense en Brasil. Esta declaración ha encontrado fuerte oposición en el seno de las
fuerzas armadas brasileñas, donde se estima que Brasil es totalmente capaz de defenderse solo.

En ocasión de su investidura, el 2 de enero de 2019, el flamante presidente Bolsonaro se reunió con


el primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu. Era la primera vez que una personalidad israelí
de tan alto nivel viajaba a Brasil. El presidente Bolsonaro aprovechó la oportunidad para anunciar
que la embajada brasileña en Tel Aviv va a ser trasladada a Jerusalén.
El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, quien también asistió a la investidura
de Bolsonaro, se reunió en Brasil con el ministro de Exteriores de Perú, Néstor Popolizio, y
anunció junto al nuevo presidente brasileño su intención de luchar a su lado contra los
«regímenes autoritarios» de Venezuela y Cuba. En su viaje de regreso a Estados Unidos, Pompeo
hizo escala en Bogotá para reunirse con el presidente colombiano, Iván Duque. Ambos
se concertaron para trabajar juntos con vista a aislar a Venezuela en el plano diplomático.

El 4 de enero de 2019, los 14 países miembros del llamado «Grupo de Lima» (entre los
que se encuentran Brasil, Colombia y Guyana) se reunieron para emitir un comunicado
donde declaran «ilegítimo» el nuevo mandato del presidente Nicolás Maduro, que comienza el 10
de enero. México se negó a firmar ese comunicado.

Por otro lado, 6 países del grupo acudirán al Tribunal Penal Internacional para acusar al presidente
Maduro de «crímenes contra la humanidad».

Es evidente que está en marcha el proceso que debe llevar a la guerra. Están en juego
fuerzas enormes y pocas cosas pueden aún llegar a detenerlas.

Es en este contexto que Rusia está estudiando la posibilidad de abrir una base
aeronaval permanente en Venezuela. La Orchila –la isla donde estuvo retenido el presidente Hugo
Chávez durante la intentona golpista de abril de 2002– ofrece las condiciones necesarias para
el estacionamiento de bombarderos estratégicos. Esto sería para Estados Unidos una
amenaza mucho mayor que los misiles soviéticos desplegados en Cuba, en octubre de 1962.

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