El pequeño Edwin se crio en el barrio Belén Buenavista, una comuna de la ciudad colombiana de Medellín, junto a sus padres y sus tres hermanos menores: Geraldine, Mateo y Jeison. Vivían todos en una pieza, con una cama para los seis. La miseria era una cruda realidad y su padre, Andrés Cardona, hizo lo imposible por mejorar el futuro de su familia. Albañil, taxista, limpia coches, reparador de heladeras y televisores, barrendero y vendedor de frutas en un almacén. Todo servía, nada alcanzaba. El único optimista fue Edwin. Y tenía un único camino a la salvación: el fútbol. Todo empieza cuando Edwin está jugando con sus compañeros de barrio futbol en la calle y una persona se les acerca para invitarlos a jugar un torneo de futbol popular entre niños, la pony futbol, con una sonrisa en la cara él junto a sus amigos aceptan. Ese mismo día en la noche cuando todos se reúnen para la cena y llega su padre de trabajar, les comenta lo sucedido pero su padre con lágrimas en los ojos le dice “Ahorita no tengo como regalarte unos guayos para que juegos pero haré mi mayor esfuerzo para darte unos” a lo cual contesta Edwin mostrando unos que encontró en la calle, unos guayos rotos y algo grandes para él. Durante el torneo Edwin y su equipo Campoamor hacen un buen papel tanto así que logran llegar a las finales de la Pony futbol donde se encuentran cazatalentos de varios equipos colombianos, es allí donde Edwin logra dar un gran paso a su sueño de ser futbolista, unos directivos de las inferiores del Atlético Nacional deciden llevarlo a hacerle un mes de prueba en su equipo pero no todo podía ser bueno, la sede del equipo paisa estaba lejos de la casa de los Cardona aunque ese desafío no fue impedimento para ellos, su padre que se transportaba en una cicla para ir a sus diferentes trabajos se ofreció a llevarlo, antes de ir a su trabajo el recorría la ciudad de Medellín durante una hora hasta dejar a su hijo en las practicas con su equipo y el poder ir después a trabajar. Mientras la familia Cardona estaba en casa, su padre trabajando y Edwin yendo a practicar, reciben dos noticias, la primera que aceptaban a Edwin en el equipo de inferiores y la segunda no tan buena que a su madre, Paula Bedoya, le diagnosticaron cáncer de ovarios. Fueron 10 meses acompañándola en la quimioterapia, ayudándola en el baño y tomándole la mano para ir juntos al hospital. "Mamá, voy a salir adelante y vamos a dejar de sufrir. Vas a ver cómo te vas a aliviar", le dijo Edwin un día tras encontrarla angustiada. Y así fue. En la sede deportiva del Atlético Nacional, Edwin estaba teniendo un gran desempeño por lo cual llamó la atención de muchos directivos y el entrenador de mayores, un día mientras le hacían unos exámenes diagnósticos a los jugadores se dieron cuenta que Edwin presentaba indicios de desnutrición por ende decidieron que viviera dentro de la sede la cual tenía un edificio de estadía para jugadores y el grupo de la parte técnica pero Edwin rechazó la oferta diciendo “No puedo vivir en paz sabiendo que mi familia está pasando hambre y yo estoy acá con todas las comodidades”. Llega un día decisivo para Edwin, el entrenador de mayores decide entrenar con el equipo de juveniles para la pretemporada del equipo base, Edwin sabe que debe demostrar sus habilidades y durante un partido contra el equipo titular éste tiene una gran actuación. La técnica, destreza y habilidad que mostró hicieron que los dirigentes le dieran todas las comodidades para asegurarse a un chico que tenía pasta de crack. Le consiguieron una casa en Antioquia para él y su familia, en donde las condiciones de vida fueron mucho mejores. Llegaba el momento más importante de su vida, estaba una firma de cumplir su sueño, Edwin que con sus grandes actuaciones le ofrecen un contrato para ser profesional en consecuencia la familia decide organizar una fiesta como motivo de celebración durante la fiesta Edwin da unas palabras “Padre llegó el momento de hacerme cargo de la casa, ya no debes ir a trabajar todo el día por nosotros, haré lo mismo que hiciste por nosotros”, todos con gran alegría y conmovidos por las palabras de Edwin deciden terminar la fiesta celebrando que Edwin cumplió sus sueños, ser futbolista y llevar su familia hacía adelante.