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LA ÉTICA

El término ética proviene de la palabra griega ethos, que originariamente significaba “morada”, “lugar
donde se vive” y que terminó por señalar el “carácter” o el “modo de ser” peculiar y adquirido de
alguien; la costumbre (mos-moris: la moral).

La ética tiene una íntima relación con la moral, tanto que incluso ambos ámbitos se confunden con
bastante frecuencia. En la actualidad se han ido diversificando la Ética son el conjunto de normas que
vienen del interior y la Moral las normas que vienen del exterior; es decir, de la sociedad.

Se considera una rama de la filosofía relacionada con la naturaleza del juicio moral, que medita sobre
lo que es correcto o incorrecto (lo bueno y lo malo) en nuestra sociedad y en nuestra conducta diaria.

La ética es la obligación efectiva del ser humano que lo debe llevar a su perfeccionamiento personal,
el compromiso que se adquiere con uno mismo de ser siempre más persona; refiriéndose a una
decisión interna y libre que no representa una simple aceptación de lo que otros piensan, dicen y
hacen.

Está establecida como una ciencia normativa, ya que se ocupa de las normas de la conducta humana,
y se distingue de las ciencias formales, como las matemáticas y la lógica, y de las ciencias empíricas,
como la química y la física. Las ciencias empíricas sociales, sin embargo, chocan en algunos puntos con
los intereses de la ética ya que ambas estudian la conducta social.

El terreno ético ha sido analizado desde tiempos antiguos, Aristóteles consideraba que el bien solo se
obtiene desarrollando la propia esencia; en el caso del hombre, actualizando sus facultades racionales.
Existen dos formas de llevarlo a cabo; mediante las virtudes morales y por las virtudes teoréticas.

En la Edad Media el filósofo Descartes mantiene que el hombre posee una voluntad libre, y por tanto
es responsable ante Dios de su forma de vida. El hombre debe encausar las pasiones (admiración,
amor, odio, pena, alegría y deseo) y dirigirlas hacia una vida recta.

En la actualidad la ética moderna está muy influida por el psicoanálisis de Sigmund Freud y sus
seguidores, y el conductismo basado en los descubrimientos sobre estímulo-respuesta del fisiólogo
Pávlov.

La ética presenta diversas ramas tales como meta ética, ética normativa (deontología, ética de las
virtudes), y la ética aplicada (bioética o ética médica, ética socio-política, etc.).

LOS ACTOS HUMANOS

Definición de acto humano

Son aquellos que proceden de la voluntad deliberada del hombre; es decir, los que realiza con
conocimiento y voluntad. En ellos interviene primero el entendimiento (que conoce el objeto) y luego
la voluntad (que lo busca o lo rechaza). En estos casos el hombre es dueño y responsable de sus actos.
Sólo en los actos humanos puede darse valoración moral.

La categoría singular del hombre, que le distingue y eleva por encima de los otros seres de la creación
visible, radica en que está dotado de inteligencia y voluntad, con libertad armonizada con la de sus
semejantes, para tomar decisiones. Las expresiones cotidianas racionales del hombre caen en el
concepto de acto humano. El pensar y el razonar son actos propios del hombre y están sometidos a
una coacción de la voluntad determinada por su conciencia moral. Esta es el tribunal interior que juzga
el bien y el mal.

No son actos humanos

Los actos meramente naturales: los que proceden de las potencias vegetativas y sensitivas, sobre las
que el hombre no tiene control voluntario alguno, y son comunes a los animales. Por ej. La nutrición,
circulación de la sangre, respiración. Los actos del hombre: los que proceden del hombre, pero falta
advertencia (locos, niños sin uso de razón) o la voluntariedad (por coacción física, p. ej.) o ambas (el
que duerme, p. ej.)

En la experiencia más elemental del ser humano se produce un fenómeno que conviene señalar: sabe
que obra bien o que obra mal, que sus acciones son buenas o malas. Lo sabe porque se lo dice la
conciencia, esa voz interior que avisa: hay que hacer el bien y evitar el mal. Pero la conciencia no hace
más que traducir la convicción previa de que tenemos grabada en lo profundo una ley, a la que
debemos someternos; de modo que, si obramos de acuerdo con ella, obramos bien; y si la
contradecimos, obramos mal.

Por ser libre, el obrar humano posee una contingencia constitutiva: es concreto, cambiante,
circunstancial. Lo que hago puedo no hacerlo, o hacerlo de otro modo. Las circunstancias no
determinan totalmente mi actuar, sino que puedo asumirlas más o menos, y de un modo u otro. Por
todo ello con mis actos puedo lograrme como persona o malograrme, superarme o degradarme; mis
acciones me desvelan o me encubren. En una palabra, son autorreferenciales, es decir, revierten sobre
el sujeto modelándolo para bien o para mal.

Otra característica del obrar humano es su singularidad: se construye decisión a decisión, paso a paso,
de tal modo que en cada acto se compromete la persona entera; cada acto singular resume toda la
vida, y la orienta o no en el horizonte de la vocación. La conciencia moral permite darnos cuenta de
los efectos de nuestra conducta y nos inhibe o nos empuja en la realización de nuestros actos bajo
una compulsión interna que limita la libertad.

La libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera deliberada, el hombre es
responsable de sus actos. Los actos humanos, o sea, los actos libremente realizados tras un juicio de
conciencia, son moralmente buenos o malos.

La bondad o maldad de los actos humanos depende de: el objeto elegido, la intención o fin que se
busca, y las circunstancias de la acción.

La persona humana se ordena a la bienaventuranza por medio de sus actos deliberados; las pasiones
o sentimientos que experimenta pueden disponerle o contribuir a ello, pero en si mismas las pasiones
son no buenas ni malas; sólo reciben calificativo moral en la medida en que depende de la razón y de
la voluntad.

En el ser humano anida una serie de impulsos, tendencias, afectos y sentimientos que se conocen
como pasiones, reconocidas como fuerzas que le ha puesto la naturaleza y que nos mueven a obrar.
Esas fuerzas están desordenadas y provocan tensión en el hombre, pero es indudable su utilidad si se
logra controlarlas.
El amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira, son las pasiones principales. Las
pasiones de por sí no son buenas ni malas, pero lo son en la medida en que dependen de la razón y
de la voluntad e impulsan a obrar el bien o el mal. Luego las pasiones son moralmente buenas cuando
contribuyen a una acción buena, y son moralmente malas si empujan a obrar el mal. Las pasiones
pueden ser asumidas en las virtudes o pervertidas en los vicios.

El hombre es una realidad sustantiva, esto es, un sistema clausurado y total de notas constitucionales
psico-orgánicas. Una de ellas es la inteligencia, esto es, la aprehensión de todo y de sí mismo, como
realidad. El hombre debe obrar de modo que produzcan deseos armoniosos más bien que
discordantes.

Esta inteligencia es formal constitutiva y radical ya que a través de ella aprehende lo real sintiendo su
realidad. Gracias a esta inteligencia, el hombre se comporta con todas las cosas reales, y consigo
mismo, no sólo por lo que determinadamente son en sí mismas, sino que se comporta con todo por
ser real y en cuanto es real: vive de la realidad. Es animal de realidades. En su virtud, el carácter de
realidad del hombre es un momento determinante de su acción: el hombre actúa realmente porque
es su realidad.

Antes de plantear en que consisten la bondad o la maldad morales, y cómo los actos que la persona
ejecuta pueden convertirse en actos buenos ó malos, lo primero que se tiene que analizar es ¿qué
clase de actos puede realizar el hombre?, ¿son todas los acciones humanas susceptibles de convertirse
en moralmente buenas o malas o solamente algunas de ellas?

La voluntad es la facultad de controlarnos a nosotros mismos, de dominarnos a nosotros mismos, de


hacer lo que queremos, en lugar de estar obligados a hacerlo, de modo que, como consecuencia,
venimos a ser considerados como responsables de lo que hacemos. Dos cosas principales que
impedirían que nuestros actos fueran voluntarios, son la ignorancia y la coacción puesto que el acto
voluntario es un acto conscientemente o deliberadamente querido.

Precisamente, el hombre difiere de los animales irracionales en que es dueño de sus actos mediante
su razón y voluntad, solamente estos actos de los que el hombre es dueño son los que se designan
apropiadamente como humanos, para el estudio de la ética pueden distinguirse dos clases principales
de actos que son ejecutados por la persona: los actos humanos y los actos de un hombre.

Actos involuntarios o actos de un hombre, esto es, los que un individuo acontece realizar, pero de los
que no es dueño, que no ejecuta conscientemente o quiere deliberadamente, y de los cuales no es
tenido por responsable.

Actos voluntarios o actos humanos, esto es, aquellos que el hombre domina, que controla
conscientemente y quiere deliberadamente, y de los que es tenido por responsable.

Es importante señalar que los actos humanos, tomados en su conjunto, forman la conducta humana.

Ejemplos de actos involuntarios son los actos realizados durante el sueño, la locura o durante
momentos de distracción, estos actos no constituyen conducta humana y no poseen significado ético.

El llevarse alimento a la boca en un estado de distracción de la mente es un acto de un hombre, pero


decidirse deliberadamente a comer dicho alimento es un acto humano. Así pues, aunque es imposible
tener un acto humano a menos que esté dirigido por el intelecto y la voluntad, el acto mismo así
guiado puede ser, con todo, de una u otra clase. En otras palabras, un acto humano puede ser de
carácter físico o mental, mientras que éste sea deliberadamente querido o no.
El acto humano es el resultado que la persona humana sabe y quiere. Su capacidad de conocer más
allá de lo sensible es tarea del intelecto, y su capacidad de querer lo que sabe de un modo intelectual
y por tanto de buscarlo es tarea de la voluntad.

Para que el hombre actúe, ha de empezar por estar atraído por algún bien. Cuando percibe algo como
bueno, despierta en él un querer de aquello, y si ve que aquello es no sólo bueno en sí mismo, sino
también bueno para él, su querer se convierte en deseo.

Un deseo podrá permanecer sin efecto, pero, si el individuo comprende además lo bueno como
susceptible de ser alcanzado, su percepción intelectual mueve su voluntad hacia un acto de intención
espontánea o tendencia hacia la cosa buena, esto es, hacia un extenderse para conquistar el objeto.

Como siguiente paso dirige ahora su intelecto hacia la tarea de ponderar las razones en favor y en
contra de llevar a cabo su intención y los diversos conjuntos de medios con cuyo auxilio podría ser
aquella ejecutada. Este acto del intelecto se designa como deliberación, cuyo resultado es el de llegar
a uno de los dos juicios prácticos: "esto debe hacerse aquí y ahora", o "esto no debe hacerse ni aquí
ni ahora".

Hasta aquí las condiciones han sido puestas ahora para tomar una decisión, sabe ahora perfectamente
lo que debe hacer y las razones de ello, todo está dispuesto ahora para el veredicto, esto es, para el
acto supremo de expresión del ser del hombre como una persona de dirección autónoma. Acepta uno
u otro de los juicios prácticos alternativos del intelecto mediante una decisión de su voluntad, lo que
constituye su acto de compromiso.

El juicio práctico que precede inmediatamente a su decisión y expresa la alternativa escogida es el


último juicio práctico. Cada acto de la voluntad es precedido por un acto del intelecto, siendo el más
importante de estos la deliberación.

La deliberación consiste en una serie de juicios prácticos en favor y en contra del curso de acción
contemplado. El último juicio práctico no es distinto de la deliberación, sino que es simplemente aquel,
al que la voluntad consiente aceptándolo.

La parte más importante del proceso es el consentimiento, ya que es a partir de éste el acto es una
decisión de la cuál se es responsable, a partir de este momento es un acto humano, un acto voluntario.

Con lo que respecta a los sentimientos y las emociones, ciertamente desempeñan un importante
papel en el proceso deliberativo, reforzando las razones en favor o en contra, por tanto intervienen
fuertemente en todo acto de decisión; incluso en algunas personas sus vidas se deciden casi por
completo en el plano emocional, pero es necesario precisar lo siguiente, el acto humano puede ir
acompañado de emociones muy fuertes pero para que sea un acto humano, un acto plenamente
voluntario, las emociones han de estar bajo el control de la persona.

Ahora bien, podría parecer que únicamente el acto interno de la voluntad misma sea el acto humano,
en el sentido más estricto es así, porque es en la voluntad donde residen la elección y el
consentimiento y a partir de estos el acto adquiere su carácter específicamente humano.

La persona sabe a la vez que sabe, y sabe que quiere, en efecto, es la unión de conocimiento y voluntad
lo que hace voluntario a un acto, como conclusión la definición del acto humano puede formularse
así: definición puede formularse así: acto voluntario es aquel que procede de la voluntad con un
conocimiento del fin.
Los actos humanos son los actos libres del hombre. Los actos libres del hombre pueden ser actos
moralmente buenos o moralmente malos, pero nunca indiferentes. La bondad o maldad de un acto
humano depende del objeto elegido, de la intención o fin que se busca y de las circunstancias de la
acción.

Para que un acto sea moralmente bueno se requiere a la vez que sea bueno en el objeto, en el fin y
en las circunstancias. Nunca, un fin bueno jamás justificaría el uso de unos medios malos, porque el
acto seria malo siempre; por consiguiente, no está permitido hacer un mal para obtener un bien.

No, intervienen también las pasiones, que son impulsos de la sensibilidad, y según dependan o no de
la razón y de la voluntad, hay en las pasiones bien o mal moral.

La pregunta que se sigue es la siguiente: ¿qué es lo que hace a la voluntariedad imperfecta, reduciendo
el carácter específicamente humano del acto y haciendo menos responsable a la persona de su actuar?
Son cinco los principales modificadores de la responsabilidad de un acto humano:

Ignorancia, que afecta el conocimiento

Pasión, que afecta el consentimiento de la voluntad

Miedo, que opone a la voluntad un deseo contrario

Fuerza, empleo real de compulsión

Hábito, una tendencia adquirida por repetición

Ignorancia

La falta de conocimiento se da en diversos grados, una persona capaz de conocimiento podrá tener o
no la obligación de tenerlo, por ejemplo un capitán de barco o un médico no necesitan saber música
o arqueología; semejante ignorancia meramente negativa no tiene trascendencia ética.

En cuanto a la culpabilidad de la ignorancia vencible, esta dependerá de la cantidad de esfuerzo


dedicado a superarla, y la cantidad del esfuerzo que se requiere también depende de la importancia
de la cuestión y de la obligación que se tenga de poseer dicho conocimiento.

La ignorancia vencible no destruye la responsabilidad, pero la disminuye. La persona sabe que es


ignorante y que puede obtener el conocimiento. Dejando deliberadamente de realizar el esfuerzo
suficiente permanece en la ignorancia, pero los efectos que se siguen de su ignorancia son voluntarios
en cuanto a causa, porque son una consecuencia prevista. El caso de un cirujano que consciente de
no poseer conocimientos suficientes para una operación difícil la lleva a cabo de todos modos y mata
al paciente; aunque no quería que el paciente muriera, es evidente que lo expuso deliberadamente a
un peligro grave e innecesario, siendo responsable, por consiguiente de la muerte.

Pasión

Se entiende como pasión un movimiento muy fuerte del apetito sensible, los términos clásicos
utilizados por diferentes autores son deseo y concupiscencia pero parece más apropiada la palabra
pasión.
Las pasiones podrán surgir espontáneamente antes de que la voluntad haya actuado, cuando un
objeto es presentado a los sentidos el apetito sensible reacciona casi automáticamente mediante
sentimientos repentinos de alegría, enojo, odio, congoja, vergüenza, compasión, disgusto y otros por
el estilo, cuando estas emociones se experimentan muy fuertemente es lo que entendemos por
pasiones.

Un estado de pasión deliberadamente provocado o fomentado es voluntario en sí mismo. Por


consiguiente el acto que resulta de la pasión es voluntario, ya sea en sí mismo o en su causa. Por
ejemplo un individuo que cavila intencionadamente sobre un insulto, con objeto de realizar un acto
de venganza, se sirve de la pasión como medio y de la venganza como fin, siendo tanto la venganza
como su pasión voluntarias en sí mismas.

Miedo

El miedo es la aprehensión de un mal inminente. Puede ser una emoción y en este sentido el miedo
es una de las pasiones y sigue las reglas de cómo la voluntariedad del acto se ve influenciada por la
pasión. Pero existe también el miedo intelectual, este consiste en la comprensión de una amenaza de
mal y ante éste una respuesta de la voluntad para evitar dicho mal mediante acciones racionalmente
concebidas, esta clase de miedo puede o no estar acompañado de algún componente emocional.

Los actos realizados bajo coacción e intimidación tienen el miedo como motivo. Estos actos son
extorsionados bajo la amenaza de males que serán inflingidos por otra voluntad humana sin embargo
los actos realizados bajo coacción e intimidación son actos responsables, porque la persona pudo
haber resistido y aceptado las consecuencias.

Fuerza

La fuerza es el poder físico externo que hace que alguien realice algo contra su voluntad. En el lenguaje
común, el que cede a una amenaza de violencia se dice que se vio forzado, aunque no se trate, en
realidad, de fuerza, sino de miedo y la voluntariedad de la persona ha de juzgarse de acuerdo con las
normas del miedo.

La fuerza afecta solamente los actos externos y no el acto interno de la voluntad, en donde radica la
voluntariedad del acto humano, se puede seguir queriendo lo opuesto, por muy violentamente que
se vea forzado alguien a realizar un acto.

Hábitos

Se puede definir el hábito como una forma constante de actuar obtenida mediante repetición del
mismo acto. Una vez adquirido el hábito, los actos resultan de él en forma espontánea y casi
automática, de modo deliberación se hace innecesaria.

Si una persona se propone adquirir un hábito deliberadamente el hábito es voluntario en sí mismo, y


los actos que de él resultan son voluntarios en sí mismos; si es que se ejecutan con la intención de
adquirir hábito, pueden ser también voluntarios en cuanto a su causa si no son intencionados pero si
consecuencias previstas del hábito.
Se puede descubrir que se ha adquirido un hábito inintencionadamente, ya sea porque no se tuvo
conciencia de que se había ejecutado la misma acción tan a menudo, o porque no se tuvo conciencia
que determinados actos eran formadores de hábito.

En general, Santo Tomás y los escolásticos consideran únicamente como humanos aquellos actos
libres y deliberados de la voluntad. Su punto de vista se basa en el análisis psicológico. Un acto libre
es voluntario, es decir, que proviene de la voluntad del individuo hacia el fin buscado o, en otras
palabras, es aquel que es desarrollado por la voluntad ante la bondad que según el entendimiento,
tiene el objeto que se le presenta.

Los actos libres, además, aunque no se deseen, provienen, intrínseca o extrínsecamente, de la propia
determinación de la voluntad. Son aquellos actos que la voluntad puede o no producir, aunque todas
las condiciones del libre albedrío estén presentes para llevarlos a cabo. Por lo tanto, son aquellos actos
hacia los cuales la voluntad no se decide ni por el objeto ni tampoco por la disposición que tenga en
ese momento el temperamento, ni tampoco por los hábitos, sino que es determinado por las
condiciones propias de sí misma

Con frecuencia se invocan las buenas intenciones para justificar una acción objetivamente mala. Hay
que notar que estas intenciones no sólo no vuelven bueno un acto intrínsecamente malo, sino que no
son la verdadera intención que informa el acto. ¿Por qué? Porque, no es fácil discernir cuál es esta
intención, y en cualquier caso ésta no puede considerarse al margen de la intención vocacional y de
las virtudes. Cuando no se hace así, muchas veces estas intenciones no son más que justificaciones.

RELACIONES DE LA ÉTICA CON LA NATURALEZA DE LOS ACTOS HUMANOS

La relación de la ética con los actos humanos, esté presente en todas las ramas profesionales,
especialmente con las profesiones que tienen como objeto de estudio a las personas, así mismo toda
actividad realizada por el hombre se relaciona de una u otra manera con la ética.

Como lo afirma la enciclopedia metódica Larousse, en su cuarto tomo al hablar de la moral como
estructura, en sentido antropológico el hombre es siempre inexorablemente moral, en el sentido
primario de esta palabra, porque tiene que hacer su vida; y este quehacer tiene por decirlo así dos
caras, una hacia fuera, el hacer cosas y otra hacia adentro, el hacerse simultáneamente así mismo.

7.5.- CONCEPTO DE PROFESIÓN

A diferencia del concepto de ética, que nos permitió escoger entre variadas fuentes, el concepto de
profesión se muestra un tanto esquivo a la presente investigación. Sin embargo, podemos citar los
siguientes:

Larousse Ilustrado: Dice “Genero de trabajo habitual de una persona, oficio; ejercer una actividad,
arte, carrera, etc. Conjunto de intereses de la colectividad de personas que ejercen un mismo oficio”.

La profesión es una capacidad calificada, requerida para el bien común, con peculiares posibilidades
económico-social. Aquiles Menéndez: (1998) Dice p22.

Con respecto a la Orientación profesional, utilizando las expresiones de Luis Ojer: Dice. “Las
profesiones constituyen una manifestación de las necesidades de la sociedad y son medios que esta
utiliza para satisfacerla. Por consiguiente, no existe por si misma, sino que constituye el producto de
la evolución y el progreso”.

Objetivamente expresado es aquella realidad material o espiritual que absorbe parte de la actividad
del hombre, dando lugar al quehacer específico. Antonio Peinador:(1998) p21.
Formalmente, es el ejercicio de alguna de las facultades del hombre sobre algo definido y concreto
por fines comunes, sino especiales. Buscando ya los elementos esenciales y característicos de la
profesión, podemos definirla como la aplicación ordenada y racional de parte de la actividad del
hombre dirigida a la consecución de cualquiera de los fines inmediatos y fundamentales de la vida”.

Los conceptos anotados denotan las diversas modalidades y tendencias en que pueden ser enfocados
un solo término, que todos reconocemos y entendemos en nuestro idioma como el campo específico
en que se desenvuelve el hombre, y dentro del cual enmarca su diario quehacer. Sin embargo, de las
tendencias todos los conceptos coinciden en señalar lo mismo.

Sin embargo, nos identificamos más con el concepto de Aquiles Menéndez, que caracteriza su
concepto dándole un toque humano, social al decir “requerida para el bien común”, que es como,
particularmente pensamos, que debe ser escogida toda profesión.

7.6.- LA ETICA PROFESIONAL

Tomando las definiciones de A. Menéndez (1998) y A. Peinador (1999), quienes identifican la ética
profesional con moral profesional y la conceptúan así: “La ciencia normativa que estudia los deberes
y los derechos de los profesionales”. “Una aplicación de la moral a la profesión, o mejor al profesional,
que es hombre, con una función específica que cumplir en la sociedad”.

7.7.- LA ETICA EN LA INVESTIGACIÓN

La ética de la investigación incluye el respeto por la cultura y el reconocimiento de las formas básicas
de la organización social. Esto, asociado ya no tanto ahora con la estructura social, con la metodología
llamada dura, sino con la mirada blanda, asociada con la sociedad. Y, en este caso, el respeto ético
debe centrarse mucho más en la formulación de un problema de investigación con sentido cultural,
que debiera ser resuelto con la participación de los actores, mucho más conscientes y vigilantes.

La preocupación formal por la ética de la investigación científica tiene su hito en la promulgación del
Código de Núremberg en 1947, surgido como reacción a los abusos cometidos por los investigadores
nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Por ser estas intervenciones de carácter biomédico, son frecuentes las posturas que asocian el tema
de la ética en mayor grado a esta clase de investigación que a la relativa a las ciencias sociales.

La idea central es que la investigación biomédica tiene un mayor riesgo de daño que la que se realiza
en ciencias sociales. Sabemos, sin embargo, que a pesar de que la investigación social tiene en muchos
casos bajo riesgo o riesgo mínimo, en otros puede implicar probabilidades de riesgo similares a las de
la investigación biomédica. Otros ejemplos remiten a los estudios que abordan conductas
estigmatizadas tales como la delincuencia, la homosexualidad, el consumo de drogas, enfermedades
mentales, o los que inquieren sobre el maltrato o abuso.

La UNESCO, en sesión plenaria del 10 de noviembre de 1975, hizo una declaración sobre la utilización
del progreso de la ciencia y la técnica en interés de la paz y beneficio de la humanidad, ante la
constatación de ciertos peligros que la ciencia puede representar para la paz, los derechos del hombre
y las libertades fundamentales de las personas. Reconoció la necesidad de potenciar la utilización y
desarrollo de la ciencia, y proclamó que todos los Estados deben favorecer la cooperación científica
internacional; evitar la utilización de los progresos científicos para limitar los derechos y libertades
fundamentales, tanto individuales como colectivas; utilizar el desarrollo científico para satisfacer las
necesidades materiales y espirituales de la población y acelerar la realización de sus derechos sociales
y económicos sin distinción de sexo, raza, lengua, creencia religiosa o ideológica.
Para la aplicación de estos postulados en la esfera de la investigación biomédica, es un hecho
inexcusable el estudio y reflexión sobre algunos aspectos relacionados con la ética, definida como el
conjunto de principios de buena conducta que gobiernan y regulan las acciones de un individuo o de
un grupo profesional.

La ética médica trata de los principios por los que se rige la conducta profesional en la práctica de la
medicina tanto en la relación y obligaciones del médico para el paciente como en las relaciones entre
los médicos. A través de los años, los recientes progresos en biología y medicina han planteado
problemas éticos no abordados en la definición teórica y en la práctica de la ética médica tradicional.

Así surge el concepto de bioética que comprende los problemas relacionados con valores, conductas
y principios que surgen en todas las profesiones de la salud y son aplicados a las investigaciones
biomédicas; abordan cuestiones sociales relativas a la salud pública y amplía su marco hasta la
experimentación animal y los problemas del medio ambiente.

Desde la época de Hipócrates hasta el siglo pasado, la eficacia de la medicina era bastante marginal y
el médico decidía lo que era bueno para el paciente. La evolución de la sociedad ha determinado
relaciones éticas diferentes que han otorgado al paciente la posibilidad de decidir lo que le conviene
y lo que desea de la vida. Se han postulados principios, en la bioética, en los que pacientes y médicos
se asocian en busca de la mejor decisión.

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