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ANTOLOGÍA POÉTICA DE JORGE ISAACS

A Orillas Del Torrente


Del raudal rumoroso en las riberas
Mirábamos del sol la última luz
En las copas jugar de las palmeras,
Y abajo, en lejanía,
Con los oleajes de la mar bravía
En el confín del horizonte azul.

Pálida cual los nardos que en su frente


Ajaba el frenesí de mi pasión,
Arrojando el más bello a la corriente,
"Mira, dijo, ya en vano
Resistir quiero a tu poder ufano...
El raudal eres tú, yo soy la flor".

Trébol silvestre su sepulcro alfombra


Do en mis brazos durmió junto al raudal,
Y las palmeras que voluble sombra
Nos dieron en los días
De juventud y locas alegrías,
Sombra al sepulcro solitario dan!

A Virginia y Rufino

Recuerdos de infortunios y delicias


De otro mundo tal vez, llevo en el alma;
De lamentos y adioses y caricias,
De un amor infeliz memoria vaga.

Sueños o realidad, el bien perdido


Es esta sombra que mi frente empaña;
Mas al veros dichosos, al olvido
Doy el dolor y sécanse mis lágrimas.

¿Qué os dije de infortunios y dolores?


Para una eternidad, vuestro amor basta,
Y aquí en la tierra cubrirá de flores
Paterno amor la senda que os aguarda.

Si alguna vez os cuentan que leyeron


Mi nombre en una tumba solitaria,
Bajo los verdes bosques do corrieron
Los venturosos años de mi infancia...

Orad, orad por el amigo ausente;


Del bueno la oración, al cielo alcanza:

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Por mí favoreced al indigente;
Es de ángeles o un Dios secar sus lágrimas.
Adormeciendo a David
Sueña con sus juguetes y sus flores:
Nada teme en mis brazos; y dormido,
Halla en ellos amor y dulce nido,
Venturoso y extraño a mis dolores:
Sueña del valle umbroso en los alcores,
Con su novia infantil mal escondido,
Los pasos... y las risas y el ruido
Oír de los chicuelos buscadores:

Sueña que ya los labios maternales


Balbuceándole están tiernos enojos,
Y que besados los insomnes ojos,
Ve sonreírle niños celestiales...
¡Infancia!... ¡Verdes bosques!... ¡Mis raudales!
¡Vergel de amor que cubren los abrojos!...
¡Pide a la muerte al menos mis despojos,
Patria cruel para tus hijos leales!

Acaso de mi faz, sobre su frente,


Ha rodado una lágrima... ¡bien mío!
Sueña, sueña en mis brazos inocente:
Yo no lloro... ¿No ves, no ves que río?
Alivia para ti mi alma doliente;
¡Calienta tú mi corazón ya frío!
¡Amar!... ¡Al borde de la tumba, gloria!

Crespón y lauros... ¡Infinito anhelo!


El presente, dolor; ¡el bien, memoria!
¡Eso es vivir y tu existencia velo!...
¡Vence! Mas sin Calvario no hay victoria:
¡Cúmplase en ti la voluntad del Cielo!

Albor

Quince años cumples hoy; así lo avisa


El aura que en tu veste juguetea,
De tus labios la púdica sonrisa,
La luz que en tus miradas centellea.

Lirio fragante que entreabrió la brisa,


Trémulo al rayo de la luz febea,
¡Ángel que temeroso el mundo pisa
Y canciones del Cielo balbucea!...

De amor humano y del amor divino


Hay el poder en ti, vida y primores,
Y es de lumbre y tinieblas tu camino:

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Sueño de amor, arcángel peregrino,


No les temas del mundo a los dolores,
Que amar como en el Cielo es tu destino.

Amor Eterno

Puso el Creador en tus esquivos ojos


Cuanto bello soñó mi loca mente;
Para saciar la sed de mi alma ardiente
Diole a un ángel mortal tus labios rojos.

El anhelante seno... los sonrojos


Que el mármol tiñen de tu casta frente,
El blando arrullo de tu voz doliente
Si miras en mi faz sombras o enojos ...

¡Amor! Amor ideal de mis delirios,


Eterno amor que el alma presentía,
Galardón de cruelísimos martirios,

Puso en tu virgen corazón el Cielo


Para hacerte en la tierra sólo mía,
En mi existencia luz, gloria y consuelo.

APÓLOGO
A mi amigo el doctor Florentino Vezga

En el artesón dorado
De una oscura sacristía
Un murciélago tenía
Blando nido acomodado.
Al través del enrejado
Cierta mañana decía
A los pájaros que oía
Cantar en el emparrado:

"Turba de herejes, malsines,


¿A qué Dios allí alabáis
Cuando interrumpiendo estáis
Con chillidos los maitines?
Dejad uvas, galopines:
Sin vino al guardián dejáis
Y nunca un grano sembráis
Del convento en los jardines".

Un gran lechuzo que oyó


La filípica tremenda
Dijo: "Merece prebenda;

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Este bicho es un Veuillot!"
1872

Borradores de Campaña

A César Conto, tribuno y soldado


Vencedor en la batalla de Los Chancos
(Febrero de 1877)

¡Ay de vosotros, Escribas y Fhariseos


hipócritas: porque rodeáis la mar y la tierra
por hacer un prosélito: y después de haberle hecho,
le hacéis dos veces más digno del Infierno que vosotros!

Serpientes, raza de víboras, ¿cómo


huiréis del juicio de la Gehenna?
Palabras de Jesús. Evangelio de San Matheo,
capítulo XXIII, versículos 15 y 33

I
¡Redentora misión! ¡Obra divina!
Escuchan los pequeños de la tierra
Del nazareno humilde la doctrina,
Y a los tiranos el tribuno aterra.

Amor, fraternidad tan solo encierra


La ley que Roma lúbrica abomina,
Que la paz funda do imperó la guerra
Y abismos y tinieblas ilumina.

Creación de aquel Espíritu sublime


La República fue, que vencedora,
Tronos derrumba do la planta imprime.

Corte del cristianismo falseadora,


Tiembla cobarde, avergonzada gime,
Dios te hiere por fin; ¡llegó tu hora!

II

¿Qué monstruos del Averno sus furores,


Su hiel en vuestras almas derramaron?
¿Qué pasiones malditas inflamaron
Vuestros dormidos odios y rencores?

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Miserables ... vestidos de señores,
¿Los esclavos pedís que se os quitaron?
Ministros que los pueblos veneraron,
Sus verdugos sois ya, no sus pastores.

Ignorancia queréis y servidumbre,


Que así no siente del romano yugo
El pueblo la tremenda pesadumbre;

Mas a ese Dios que profanáis le plugo


En ira convertir la mansedumbre,
Y del mártir hacer juez y verdugo.

III

¡Guerra! ¿Guerra?... ¿Qué voces? ¿Por qué claman


Guerra esos hombres en el templo santo?
Difunden sus clamores el espanto,
Lágrimas dondequiera se derraman.

¡Vedlos! ¡Ministros de Jesús se llaman,


Y a nombre de aquel Justo Sacrosanto,
¡El tributo cruel de sangre y llanto
A la ignorante multitud reclaman!

Corchetes de extranjera tiranía,


De Roma esclavos viles, y traidores
A la Patria que amor os ofrecía,

Gozad de la matanza en los horrores,


Que de Dios y la Patria hay vengadores,
¡Y ya del galardón se acerca el día!

IV

Pan y tumbas buscad en otro suelo,


Ministros de exterminio y de venganza,
Que ciegos conducís a la matanza
Las greyes que a guardar os diera el Cielo.

¡Cuántos pobres hogares sin consuelo,


Ay, y de dicha ya sin esperanza
Dejan el bronce y fratricida lanza
De este vapor de sangre bajo el velo!

¡Tigres!... De sangre humana vais ahítos


Y de sangre mejor estáis sedientos:
¡De los templos salid! Salid proscritos,

Vendedores de santos sacramentos;

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Y si el poder de Dios no es vil mentira,
¡Doquier os seguirá de Dios la ira!

1877

CANCIÓN DEL BOGA

Se no junde ya la luna;
Remá, remá.
¿Qué hará mi negra tan sola?
Llorá, llorá.
Me coge tu noche escura,
San Juan, San Juan.
Escura como mi negra,
Ni má, ni má.
La lú de su s´ojo mío
Der má, der má.
Lo relámpago parecen,
Bogá, bogá.

COLOMBIA

Colombia, que de América es el faro ...


Juan de Arona

En las noches azules de verano


Su airón de fuego el Puracé levanta,
Huella del Arquitecto soberano,
Huella no más de su divina planta!.

Raudales y torrentes abrillanta,


Dora los montes y en el verde llano
Ni aun a la prole del turpial galano
El eco ronco de su trueno espanta.

De tu yelmo, Colombia, ante la lumbre


Luciérnaga es el fuego de ese monte,
Lodo la nieve de su altiva cumbre;

El mundo de Colón es tu horizonte


Y mientras haya esclavos bajo el cielo,
Habrá libertadores en tu suelo.
1870

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COLOMBIA [II]

A César Conto, vencedor en Los Chancos

¡Colombia, Colombia!
De América faro,
Tu yelmo radiante
De un mundo es el sol.

Por ti,
Por ti, redentora
De pueblos esclavos,
Es dicha ofrendarse,
Sublime ambición,
¡Morir!

¡Qué gritos de guerra!...


Retumba en los montes
Cual truenos distantes
La voz del cañón.
¡Mirad!

Las rojas banderas


Los vientos descogen,
De aceros brillantes
La selva se alzó.
¡Volad!

Son esas del pueblo


Las grandes legiones:
Sus héroes las guían,
¡Legiones de Dios!
Allí,

Lidiar como buenos,


Luchar cual leones;
Vencer, o es la vida
Vergüenza y baldón
Sufrir.

¡Más sangre, más sangre!


¡A ellos! Son ellos
Los mismos verdugos,
Los amos de ayer.
¡Matad!
Morir indomables:
Mil muertes primero
Que al látigo, al yugo
Rendir la altivez.

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¡Triunfad!

Mirad la campiña
y el monte y el valle...
Sangrientos despojos,
Pavesas... ¡horror!
Bebed
Allí, fratricidas,
En charcas la sangre
Que hicisteis rabiosos
En nombre de Dios
Correr.

¡Colombia, Colombia!
De América faro
Etc., etc. Enero de 1877
Colombia libre

¡Al fin de libertad alumbra el día!


¡Horror a los tiranos de la tierra!
¡A sus esbirros insaciables, guerra!
¡A los heroicos mártires vengad!...
¡A vencer o morir! Que de ancha tumba
Sirva a sus hijos de Colombia el suelo
Antes que yugo sufra bajo el cielo
La patria de Ribón y de Cabal.

¡Libertad! Por ti agonía


Padecieron denodados
Los tribunos y soldados
Que tu numen inspiró:
Corra sangre de verdugos
Que salpicaron sus frentes
Con la sangre de valientes
¡Vertida en nombre de Dios!...

De las márgenes de Arauco


A las del Plata glorioso,
Flota el pendón victorioso
En el Bárbula y Junín:
No reflejan ya, humilladas,
Del Pacífico las olas
Las banderas españolas
Que invencibles creyó el Cid.

¡Tribuna y faro de libres!


Es tu nombre luz y gloria
En naciones do memoria
Inmortal de ti quedó:
Digna patria de Nariño,

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Nunca reposen tus bravos
Mientras existan esclavos
Bajo la lumbre del sol.

¡Al fin de libertad alumbra el día!


¡Horror a los tiranos de la tierra!
¡A sus esbirros insaciables, guerra!
¡A los heroicos mártires vengad!...
¡A vencer o morir! Que de ancha tumba
Sirva a sus hijos de Colombia el suelo
Antes que yugo sufra bajo el cielo
La patria de Ribón y de Cabal.

Después de la victoria

Con albas ropas, lívida, impalpable,


en alta noche se acercó a mi lecho:
estremecido, la esperé en los brazos;
inmóvil, sorda, me miró en silencio.

Hiriome su mirada negra y fría...


sentí en la frente como helado aliento;
y las manos de mármol en mis sienes,
a los míos juntó sus labios yertos.

II

La hoguera del vivac agonizante:


Infla las lonas de la tienda el viento:
Olor de sangre... Fatigados duermen:
De centinelas, voces a los lejos...

¡Largo vivir!... ¡La gloria!... ¿Quién laureles


Y caricias tendrá para mí en premio?
¿Gloria sin ti?... ¡Dichosos los que yacen
En la llanura ensangrentada, muertos!

1876

¡ELLA DUERME!
de Jorge Isaacs

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—No duermas,— suplicante me decía
—escúchame... despierta—.
Cuando haciendo cojín de su regazo,
Soñándome besarla, me dormía.

Más tarde... ¡horror! En convulsivo abrazo


La oprimí el corazón... rígida y yerta!
En vano la besé; —no sonreía;
En vano la llamaba; —no me oía;
¡La llamo en su sepulcro y no despierta!
1874

Débora mía

"Que me amarás el corazón me avisa:


¿Qué te dice al latir tu corazón?"
Inclinando ante mí la casta frente,
Que acariciaba la fragante brisa
Del Medellín riente,
¡Era el rubor de un ángel su rubor!

Noches azules del ameno valle


Que supisteis mi gozo y nuestro amor,
Decidle ahora al murmurante río
Que aquel secreto delicioso calle
Hasta en el bosque umbrío
Que sus sombras y flores nos brindó.

"Que te amaría, el corazón me dijo


Cuando el tuyo cruel le despertó:
Para ti humilde, para mí tirano,
Te admira, te idolatra, te bendijo...
¡Y ya, tarde, y en vano
Supo que tanta dicha niega Dios!"

Pasad los venturosos en la vida;


No llaméis en su abismo a mi dolor:
Pasad los infelices, cuando sueño
Que a mis amantes súplicas rendida,
De sus labios soy dueño...
Que ya no es crimen nuestro bien y amor.
1866

EL DIOS DEL SIGLO

(A Rafoel Salcedo Campo)

No temáis de otro Dios la omnipotencia,


Danzad en torno del Becerro de oro

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Y ahogad, ahogad en estruendoso coro
La impertinente voz de la conciencia:

La virtud no es virtud, es impotencia;


Humo el Dios de Israel a quien adoro;
Bien en la faz del pobre sienta el lloro;
Sólo un crimen es crimen: la indigencia.

Amad a vuestro Dios, que sin medida


Envidiados honores os concede
Y con bellas esclavas os convida:
Si de la tumba alzaros él no puede,
Bastante es ya que de vosotros quede
Bajo el mármol aquí. .. carne podrida.
1874

El primer soneto

Una vez... ¡ah!, figúrome que ahora


Respiro aún su delicioso aliento
Y enardecido por sus labios siento
El corazón que la suspira y llora...

"Hazme versos así," dijo leonora,


(¡Catorce eran de Lope, y un portento!)
"Y lo que pides te daré al momento,
Con la vida y el alma que te adora"

Después... Más nunca demandó cantares,


Porque tan cerca palpitar se oían
¡Mi corazón y el suyo!... Y luminares

Del alama aquellos ojos que ventían


Bajo mis besos luz y lloro ardiente,
¡Fuego inmortal dejaron en mi mente!
1881

El rey Ulises

Bajo de mi casa
Ha puesto mi hijo,
Rapaz de cuatro años,
Cuanto le ha ocurrido:
Un altar portátil
Con sus utensilios;

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Muñecas robadas
De otro domicilio
Ofician o arrullan
Y riñen sus niños;
Hacia la derecha
Hay un edificio
Que no ha terminado
Por falta de libros.
A la izquierdapastan
Sus rebaños lindos;
Naranjas son madres,
Limones los hijos;
Sin cortar caballos,
Que pasan de cinco,
En los que figuran
Dos bastones finos,
Uno de mis tiempos
Y otro de su tío,
Que en batallas rompen
Riendas de hiladillo
En fiesta de toros
Se muestran fardidos.
Ayer, casi noche,
De Cali me vine
Cantando entre dientes
Estrofas del Iris.
Felisa al collado
Salió a recibirme;
La tarde, por eso,
Celosa vi irse
Mientras en la grama
Regaba confites,
Con gran alborozo
De mis chiquirrines.
Al ir a la casa
Me dijo el que vive
Al pie de mi mesa:
- Mañana no escribes.
- ¿Por qué? - Julia dijo
Que ya no te sirven.
- ¿Qué cosa? - Los libros,
Que te ponen triste...
Ven acá y te muestro.
Vi abierto el pupitre.
Mosaicos del alfombra...
Templetes... Rediles...
¡Mi Blair! ¡Mi Quijote!
La Biblia... - ¿Qué dices?
- De Josef, Vergara.
Assunta de Virgen...

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Felisa, ¿Ves esto?...
¿Cómo es que te ríes?
- Papá, ¿No está lindo?
- Muy lindo. - ¿No
dije?
- Pero guardaremos
Todos estos chismes,
Pues si los ratones
Por su Rey te eligen...
- ¡Ay!, Todos mis naipes
Cajeticas hice...
Dame otros y un beso...
- ¡Gatos infelices!
Si diez ratoneras
Descubren que existes,
De Homeros futuros
Serás el Ulises.

1866

Eliveria

Si a voluntad del corazón pudiera


Oír sus celestiales armonías,
Como en las horas de mi edad primera
Los suspiros del viento en las umbrías;

Si luz que en sus miradas reverbera


Viniese a iluminar las noches mías,
Como argentó la luna placentera
Las noches, ¡ay!, de mis felices días,

¡Cuánto que aquí en la mente grande y bello


Surge y muere al nacer, desconocido,
Brotara de sus ojos al destello!

¡Cuánto... Locura! Hiel... dolor... ruido


Fue la existencia, y tus umbrales huello,
¡Oh muerte, ansiando desamor y olvido!

En confianza

¡Lo dicho, dicho! Gélida y asmática,


Sin un ardor ni estímulo magnético,
En este poblachón pagano-ascético
Es la vida infecunda y automática.

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Mi musa, sin dibujos de gramática,


Pide en lenguaje claro y muy sintético
(¡Tan dulcemente besa!) que al poético
Vivir volvamos y mansión selvática;

Mas si en el chico mundo melancólica,


A la de Fallon en tu hogar idéntica
Es, aunque no tan gárrula y diabólica,

Y al mostrarle hoy tu maravilla esdrújula,


"¡Gloria a Chile!", la oí (versión autentica)
"¡Pueblo de lira, de segur y brújula!"

En la noche callada

Ay! cuántas veces en las lentas horas


De la noche callada, antes que el sueño
Venga á cerrar mis párpados, recorre
Mi memoria tenaz los bellos días
De lloros y de risas infantiles
A que siguieron tan hermosos años!
Sus palabras de amor entonces oigo,
Sus votos de constancia...no cumplidos,
Y vuelvo á ver la luz de esa mirada
Que hundióse en el Ocaso de la vida
Para ya no lucir...ay! para siempre!
Ay! cuántas veces los amigos caros
Al corazón desde la infancia unidos,
Que ya no existen...mi memoria evoca,
Y hallo en torno de mí sólo sus tumbas,
A do bajaron, como al soplo frío
Del invierno, las hojas macilentas...
Imagínome entonces que recorro
Un salón de banquete ya desierto,
Do algunas luces oscilando mueren...
Donde se ven aquí y allá dispersas
Las guirnaldas marchitas... Lo han dejado
Todos, excepto yo; y así en la vida
Ay! cuántas veces me contemplo solo!

En Oscuro Calabozo

En oscuro calabozo
Cuya reja al sol ocultan
Negros y altos murallones
Que las prisiones circundan;

En que sólo las cadenas


Que arrastro, el silencio turban

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De esta soledad eterna
Donde ni el viento se escucha...

Muero sin ver tus montañas


¡Oh patria!, donde mi cuna
Se meció bajo los bosques
Que no cubrirán mi tumba.

Himno de guerra colombiano

Ya de Apure hasta el Plata retumba


De la lid pavorosa el fragor:
De Miranda, Cabal y Bolívar
¡Ved izado de nuevo el pendón!

Coro
Allá en la humareda
Lo alumbra el cañón;
¡Allí por la Patria
Morir vencedor!

¡Libertad! ¡Libertad! En el campo


Antes muertos que esclavos, caer:
¡A la carga postrera, valientes!
¡Colombianos invictos, Venced!

Coro
¡O libres o muertos!
La lid de Dios es:
¡Maldad, son esbirros
Feroces de un rey!

¡Gloria! ¡Oh gloria! De América libre


La frente radiosa de olivos orlad;
Y perdón generoso al vendido:
¡Es dos veces vencer, perdonar!

Coro
¡Victoria! ¡Victoria!
Tu genio inmortal,
Bolívar amado,
¡Nos dio libertad!

Inocencia

– Niña, ¿de las bellas flores


Que tu delantal oculta
Permites a este viajero
Llevar una... sólo una?
– Son de la Virgen, Señor,

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Pero en las selvas abundan.
– Alza los púdicos ojos
Que en vano mis ojos buscan;
Deben tener de tu acento
La gratísima dulzura.
¿Las espinas de los bosques
Tus desnudos pies no punzan?
¿De tus cabellos, las zarzas
No dañan las ondas rubias?
– Yo busco los alfombrados
Con yerbecillas menudas,
Y los zarzales no crecen
Bajo las bóvedas húmedas.
– ¿Sola vas por estos montes,
La soledad no te asusta?
– Cantando se espanta el miedo,
Pero no hay duendes ni brujas.
– ¿Quieres llevarme a la umbría
Donde esas aguas murmuran
Y cantarás las canciones
Que las palomas te escuchan?
– He aquí la senda.
– ¡ Detente!
Ángel de las crenchas rubias,
Llévale al templo tus flores,
Su altar con ellas perfuma...
Y huye de los caballeros
Que tu verde valle cruzan.

La Agonía Del Héroe

Al fin de la batalla, y expirante


Sobre el caballo muerto,
Lo encontré en la ribera,
Rota la espada que empuñó triunfante,
Tinta en sangre a sus pies nuestra bandera.

La cabeza en mi pecho reclinada,


Un último destello
Del alma iluminó su rostro bello:
Trémulo el labio, turbia la mirada,
Dijo al asirse, ahogándose, a mi cuello:
"¡Ingratitud!... Mentía...
Que la perdono di.... ¡Ya nunca mía!"
1874

La Corona Del Bardo

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Desata de mi frente esta diadema


De rojos mirtos y lujosas flores,
Que ya mis sienes fatigadas quema
Y emponzoñan el alma sus olores:

De fugitiva gloria vano emblema,


Valiome de la envidia los furores;
De los del oro vil adoradores,
El rencor y sacrílego anatema.

¿Mas, por qué tristes a la tierra inclinas,


Muda ante mí, los ojos virginales
Inundados de lágrimas divinas?

El amor inmortal, hace inmortales;


y al llegar del sepulcro a los umbrales,
Coronas, ¡ay!. .. me sobrarán de espinas.
1875

La muerte del desertor

La noche en silencio cubrió con sus gases


El valle lejano, la vega feraz;
Se ven a lo lejos las toldas alzadas
En medio la verde colina blanquear.
La luz vacilante de hogueras que en torno
De robles macizos alumbran, se ve...
Del humo que se alza los copos undosos
Y el valle enlutado tendido a sus pies.
Un grito resuena de en medio las toldas...
El eco repite, temblando, esa voz...
¡Atrás!, dicen luego. ¡Atrás!, y en las sombras
Y en el hondo silencio la tierra quedó.
Dos hombres pasaron camino del pueblo
Llevando en sus manos tendido el fusil.
Y dicen que luego, dejando el sendero,
Los vieron, callados, la sierra subir.
Las brumas velaron los verdes collados,
Los valles senosos, del cielo el azul.
¡Allá tras las sombras del valle enlutado
Percíbese sólo temblando una luz!
Anuncia esa lumbre la tolda enemiga
En medio de oteros alzados allá;
El pueblo tendido tras esa colina
Es nuestro y podemos en él descansar.
Tres hombres cruzaron el hondo camino,
Bajaron al pueblo y entraron en él;
Dos iban con armas, de blusas vestidos,
¿El otro haraposo... haraposo? ¿Quién es?

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Su nombre se ignora... La oscura capilla
Alumbra indecisa la luz de un blandón.
¡Al pálido rayo que en ella vacila
Al pie de las aras se ve el desertor!
Un hondo redoble resuena estruendoso,
Se forman los cuerpos, las armas se ven,
El pueblo se agita: los unos medrosos
Se alejan, los otros se agrupan a él.
¡Las armas resuenan! Del pobre soldado
El cuerpo llevaron después al hogar,
Manchado de sangre: la viuda llorando
Con hondos gemidos llenó la ciudad...
1866

La noche llega

Contemplando estas pampas se medita...


En mi valle nativo el alma sueña;
Donde yace el sepulcro de mi dicha
Dadme una tumba do tranquilo duerma.

¿Olvidarán los muertos? ¡Oh!, si olvidan


Mi tierra devolved pronto a la tierra;
Libradme de las heces de la vida...
¡Sólo las heces en la copa quedan!

¿Morir es olvidar? ¿Y ella mentía?


"¡Yo juro amarte hasta después de muerta!"
La terrible jornada está vencida.
¡Ay! ¡Dejadme morir; ella me espera!

Contemplando estas pampas se medita...


En mi valle nativo el alma sueña;
Donde yace el sepulcro de mi dicha
¡Dadme una tumba do tranquilo duerma!
La Soledad!

La tumba de Belisario

Y dejamos su tumba para siempre


En el jaral de la marina selva,
Sola con los mugidos de los vientos
Y el fragor de la mar en la ribera!
Aquel postrer adiós que no responden
Los mudos labios ni las manos yertas,
Ahogó mis sollozos... y la fosa
Lentamente colmó la extraña tierra.
Después, envueltos en nocturnas sombras,
Infló el terral las temblorosas velas,

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Y al fulgor de los pálidos relámpagos
Hicimos rumbo hacia la mar inmensa.
¡Cómo responden al gemir del alma
Ecos y gritos de las olas negras
Que al viento arrojan sus penachos níveos
Y en las rompientes iracundas truenan!
¡Cuán distantes las cumbres de los montes
En los albores de la luna llena!...
¡Qué lejano el desierto pavoroso
Donde su tumba solitaria queda!
¡Compañero leal, valiente amigo!...
¿Qué dar en galardón y recompensa
De tu heroico y terrible sacrificio
A los seres amados que te esperan?
Ahora ostentará plácida noche.

En las verdes llanuras del Combeima


La veste salpicada de vampiros,
Su nimbo azul de fúlgidas estrellas.
Las brisas jugarán en los follajes
Que tu cabaña en el otero cercan...
Allí del hijo amado hablan gozosos...
Son sus pasos... Es él, que salvo llega!...
Y duermes ya en la tumba que te dimos
En el jaral de la marina selva,
Sólo con los mugidos de los vientos
Y el retumbo del mar en la ribera!

La tumba del soldado

El vencedor ejército la cumbre


Salvó de la montaña,
Y en el ya solitario campamento
Que de lívida luz la tarde baña,
Del negro terranova,
Compañero jovial del regimiento
Resuenan los aullidos
Por los ecos del valle repetidos.

Llora sobre la tumba del soldado,


Y bajo aquella cruz de tosco leño
Lame el césped aún ensangrentado
Y aguarda el fin de tan profundo sueño.

Meses después, los buitres de la sierra


Rondaban todavía
El valle, campo de batalla un día.
Las cruces de las tumbas ya por tierra…
Ni un recuerdo ni un nombre...
¡Oh!, no: sobre la tumba del soldado,

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Del negro terranova
Cesaron los aullidos,
Mas del noble animal allí han quedado
Los huesos sobre el césped esparcidos.
1874

Las Flores De La Hija De Caro En El Bazar De Los Pobres

Eran como las que haces, esas flores


Que en ignoradas vegas recogía,
Para ufana ceñir la frente mía,
La púdica deidad de mis amores.

Esas que de sus bucles temporales


Caer dejaba, cuando huir fingía
De mis halagos en la selva umbría,
Tuvieron de las tuyas los colores.

Aun en mis sueños el aroma aspiro


De las que ajó mi labio enamorado...
¿Por qué las tuyas reverente miro?

Desprecia el indigente las del prado,


Desdeña aquellas que en tu huerto admiro:
¡Por eso flores para el pobre has criado!
1866

Las Gaviotas

Alados copos de nívea espuma,


Tras de la bruma
¿De dó venís?
¿ Visteis los montes y selvas gayas,
El limpio cielo, las verdes playas
De su país?

Allá esos labios... por mí suspiran:


Ojos que miran
La mar azul,
Cansados buscan la blanca vela
Que de estas costas lejanas vuela
Rumbo hacia el Sur.

Sol macilento... ya moribundo:


Mar iracundo
Bajo mis pies:
Así te extingues, lumbre del alma...
Piélago hirviente que Dios no calma,
Mi pecho es!

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Como esas nubes, etéreas naves;
Como esas aves
Que el aquilón
Junta vagando sobre las olas,

¡Ah!, nuestras almas, tristes y solas,


El Hado unió.

Huerto frondoso... Dulces ensueños,


Campos risueños
Del Cachapoal!

¡Ángel esclavo!... ¡Reina vendida!


Gloria y consuelo, luz de mi vida,
¿En dónde estás?

¿Qué fuerza pudo de entre mis brazos,


Hecho pedazos
El corazón,
Así arrancarte? Sus embelesos,
¿Quién a mis ojos, quién a mis besos,
¡Ay!, les robó?

Aves marinas, libres viajeras,


Que de riberas
Del Sur venís,
Como vosotras, la mar rugiente,
De aquellos labios mi alma pendiente,
¡Crucé feliz!...

En las tormentas, a estos peñones


Los aquilones
Os volverán:
Hacia mi tumba tended el vuelo:
Que el sollos mares dore y el cielo
Allí esperad.

Sol macilento... ya moribundo:


Mar iracundo
Bajo mis pies:
Así te extingues, lumbre del alma...
¡Piélago hirviente que Dios no calma,
Mi pecho esa!

Las hadas

Soñé vagar por bosques de palmeras


cuyos blondos plumajes, al hundir
su disco el Sol en las lejanas sierras,
cruzaban resplandores de rubí.

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Del terso lago se tiñó de rosa


la superficie límpida y azul,
y a sus orillas garzas y palomas
posábanse en los sauces y bambús.

Muda la tarde ante la noche muda


las gasas de su manto recogió;
del indo mar dormido en las espumas
la luna hallóla y a sus pies el sol.

Ven conmigo a vagar bajo las selvas


donde las Hadas templan mi laúd;
ellas me han dicho que conmigo sueñas,
que me harán inmortal si me amas tú.

Poesía Parlamentaria

Ha propuesto Quinzada, Marcelino,


Que de Escamilla la pensión se aumente:
¡Justicia! ¡Gratitud! También opino
Que pagarle algo más es muy corriente.

Nos dicen que el Erario está impotente,


Que no valen sus rentas un pepino,
Que hay déficit grandísimo y creciente,
Que vamos de catástrofe en camino.

Todo cierto será, pero es muy justo


Que a este pobre Escamilla bien se trate,
Que se pueda morir lleno y a gusto:

Sobre él sus alas ya la muerte bate,


Y cuando menos piense le da un susto:
Desde al proyecto, pues, otro debate.

Por ti suspiro

Cuando en la nube de aromas


Que te circunda, respira
El alma a tus pies de hinojos,
Reina y cautiva,
Tus bellos ojos
Húmedos miro,
Porque te llegan
Ecos perdidos
De los sollozos
Del pecho mío;
Por ti solloza,
¡Por ti suspiro!

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Si tus canciones escucho


En delicioso embeleso,
De mis montañas natales,
Oigo los vientos;
De sus turpiales
Alegres trinos
En las auroras
Del blondo estío.
¡Ay! ¡Canta! ¡Canta!
Para mi alivio,
Que sólo entonces
Por ti suspiro.

Cuando gozosa o doliente


Tu pudibunda mirada,
Toda mía... los anhelos
Oyes de mi alma,
Quejas y celos,
Castos desvíos,
Glorias y dichas,
Dulces delirios
Hay en tus ojos...
¡Dímelo, dilo!
¿Por qué suspiras Cuando suspiro?

Triste, anheloso y errante


Recorro lejanos climas,
Y en ti pienso si la aurora
Luce del día;
En ti si dora
Los montes níveos
O moribundo,
Lagos tranquilos
En los desiertos
De mi camino;
Y en ti pensando,
¡Por ti suspiro!

En la corona de Bardo
Que así en mis sienes admiras,
Bajo las flores fragantes
Punzan espinas:
De oro y diamantes
Otras no envidio

Que en sangre bañan


Reyes altivos:
Tú eres la gloria
Y el bien que ansío

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Y por ti siempre
Velo y suspiro.

Crueles dolores agotan


Lo que de vida me queda,
Y acaso tumba me niegue
La patria tierra...
Quizá no llegue
Allí a mi oído
Tu voz amada...
Mas cuando en fríos
Y hoscos inviernos
También marchitos
Estos follajes...
Aquí, bien mío,
Oirás de mi alma
Tristes suspiros.

1880

Problema

Por si al cabo lo cierto no barruntas


Y dudando hasta el fin, no das en bola,
Hacerle quiero a tu problema gola,
Dándoles solución a tus preguntas.

Ya miro ciertas frentes cejijuntas,


Porque los sabios de capuz y estola,
Temen que el sonetillo tenga cola,
Rubicundo color, puntos... y puntas.

Que este bregar no es vida, ¿quién lo niega?


Siempre de mingo la virtud, y ufana
La iniquidad que triunfa en la refriega.

¿Y al morir? ¡Pues mejor! Si no se gana,


Y San Pedro a coristas nos agrega,
Salimos de esta noches toledana.

Resurrección

"Muere el hombre y no torna a levantarse...


¡Y nunca volverá!
Resucitan las fuentes y la planta;
Mas el que dijo a Lazaro: ¡levanta!
No ha vuelto en los sepulcros a llamar!"

I
"Muere el hombre y no torna a levantarse"

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Tu labio blasfemó:
De muertos inmortales es tu ciencia,
Sus virtudes son luz en tu conciencia,
Tu gloria, de otras glorias resplandor.

II
¿Muere el hombre y no torna a levantarse?
¿Morirse no es dormir
De madre tierna en el fecundo seno?
¿Es lodo el hombre y su sepulcro cieno,
Y el lodo siente y ama y duda en ti?

III
Muere el hombre y no torna a levantarse...
Y oyes a tu querer
El batallar, las liras y el gemido
De tantos, ¡ay, que mártires han sido
Por verdad, por amor y por su fe!

IV
¡Muere el hombre y no torna a levantarse!
Sócrates y Jesús
¿No existen, no te enseñan, polvo fueron
Que a su paso los siglos esparcieron?
¿Duelce el tósigo fue, baldón la cruz?

V
¿Muere el hombre y no torna a levantarse?
¡Desaliento y horror!
Hálito, aroma o soplo de la nada
Fue de Eloísa el alma enamorada...
¡Y era cieno también su corazón!

VI
Muere el hombre y no torna a levantarse...
¡En vano es ya morir!
¡Y mis últimos besos palpitaban
En esos labios que al besar juraban
En un mundo mejor amarme así!

VII
Muere el hombre y no torna a levantarse:
Padezco... ¿y vivo aún?
Humano miedo fue, Jehová, tu ira;
¡Tu amor y mi esperanza eran mentira!
Me circundan tinieblas... ¡y son luz!

VIII
"Muere el hombre y no torna a levantarse..."

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¡No revive jamás!
Bardo, recoge tu corona santa,
Y por quien dijo a Lázaro, ¡levanta!
La gloria en tu sepulcro llamará.
1880

Río Moro

Tu incesante rumor vine escuchando


Desde la cumbre de lejana sierra;
Los ecos de los montes repetían
Tu trueno en sus recónditas cavernas.
Juzgué por ellos tu raudal, fingíme
Tras vaporoso velo tu belleza,
Y ya sobre tu espuma suspendido,
Gozo en ahogar mi voz en tu bramido.
¡Qué mísera ficción! Quizá en mis sueños
He recorrido tus hermosas playas,
En esas horas en que el cuerpo muere
Y adora á Dios en su creación el alma;
Que sólo dejan en la mente débil
Pálidas tintas y memorias vagas
Pero te encuentro grande y majestuoso,
Rey ponderado del desierto hermoso.
Bajo el techo de musgos y de pancas,
Abrigo del viajero solitario,
El rudo y fatigoso movimiento
De tus ondas veloces contemplando,
Del fondo de las selvas me traían
Las auras tus perfumes ignorados,
Mezcla del azahar y del canelo,
Gratos aromas de mi patrio suelo.
Entonces una lágrima rebelde
Humedeció mi pálida mejilla,
Dulce como esas que á los ojos piden
Caros recuerdos de felices días
Elocuente, si hay lágrimas que encierren
La historia dolorosa de una vida;
Aquí llevóla indiferente el río,
Murió como las gotas de rocío.
Eres hermoso en tu furor: del monte
Lanzado en tu carrera tortuosa,
Vas sacudiendo la melena cana
Que los peñascos de granito azota;
Y detenido, de coraje tiemblas,
Columpiando al pasar la selva añosa.
Las nieblas del abismo son tu aliento
Que en leyes copos despedaza el viento.
¿ De dó vienes así desconocido
Con tu lujo y misterios? ¿ Gente indiana

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Hacia el Oriente tus orillas puebla
En verdes bosques y llanuras vastas,
Cuyo límite azul borran las nubes
Que en el confín del horizonte vagan?
Dime, ¿ esas tribus que do naces moran,
Viven felices ó miseria lloran?
Pienso que á orillas del raudal velado
Por grupos de jazmines y palmeras,
Púdica virgen de esmeraldas ciñe
Su negra y abundante cabellera;
Y acaso el homicidio sangre humana
A los cristales de tus linfas mezcla,
Y al odio y al amor indiferente
Confunde sus despojos tu corriente.
Vi al pescador de los lejanos valles
Tus peñas escalando silencioso,
La guarida buscando de la nutria
Y el pez luciente con escamas de oro
Contóme hazañas de su vida errante
Sentado de mi hoguera sobre el tronco;
Le vi dormir el sueño de la cuna,
Y envidié su inocencia y su fortuna.
La fúnebre viragua repetía
Sus trinos que saludan al invierno,
Y luces de topacio y de diamante
Te daba del relámpago el reflejo;
En las cavernas tu rumor ahogando
Tristes gemidos modulaba el viento
Así admiré tu pompa y hermosura
Entre las sombras de la noche oscura.
Viajero de regiones ignoradas,
Ay! ni una sola de tus ondas crespas
A encontrar volveré, ni de mis pasos
En tus orillas durará la huella.
Más celosa que el tiempo que convierte
Ricas ciudades en llanuras yermas,
Guarda natura su secreto al hombre
Y do escribirle osó, borra su nombre.
Como burbujas en tu manto llevas,
Irán los soles sobre ti pasando,
Y te hallarán los de futuros siglos
Como hoy- undoso, trasparente y raudo.
No existirá ni la ceniza entonces
De mí, que rey de la creación me llamo,
Y si guarda mi nombre el mármol frío,
Lo hollará con desdén el hombre impío.
Más felices las flores de tu orilla,
Nacen, al aire su perfume exhalan,
Marchitas ya, se mecen en la espuma,
Y mil, más bellas, sus capullos rasgan

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Más felices tus ondas, al Oceano
Van á gemir en extranjeras playas;
Y yo con mi ambición pobre y proscrito,
De mi raza...infeliz purgo el delito. 1871

Santa Marta

Acurrucada en la candente orilla,


Con arenas su rostro el viento azota:
La veste harapos, y en el lodo y rota
A sus pies la corona de Castilla.

No te espante la sombra de Padilla


Ni de sus héroes la invencible flota:
Viste de nuevo la mallada cota
Y mar de llanto lave tu mancilla...

¿Qué murmura en sollozos?... ¿Qué te arredra?


¡Ah!, no dejó del libre la venganza
En tus castillos piedra sobre piedra,

Y hambriento el Océano, a ti se avanza...


¡Cómplice de Morillo y Porras... muere!
¡Es cólera de Dios la que te hiere!

Saulo

Al Ciudadano
General Julio A. Roca,
Presidente De La Confederación Argentina

A vos, hijo leal y preclaro servidor de la República, me atrevo a dedicar


estos cantos, -culto a lo bello, a la verdad y a lo excelso,- temeroso aún de
que la ofrenda de mi gratitud al libre y grande pueblo que gobernáis sea
mísera en el templo de sus glorias.

Recibidla, Señor, y presentádsela a nombre mío, si merezco tamaña


honra; y decidle que si al fin llega el ya temido y acaso inevitable día en que
suelo colombiano les niegue hasta una fosa a mis cenizas, mis huesos se
estremecerán de orgullo y de placer al tocarlo la tierra que cubre los de
Belgrano y Rivadavia.

Deseo que seáis siempre digno del amor y galardones de vuestros


compatriotas, y así enseñanza solemne y ejemplo de sabiduría, abnegación
y entereza, condiciones y virtudes de que tanto necesitan en la época actual
los gobernantes y tribunos de las repúblicas ibero-americanas

Jorge Isaacs

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Bogotá, I de marzo de 1881.

¡SÓLO AMISTAD!

A la eterna amistad que así me juras,


Tu desdén y tu olvido ya prefiero.
¿Sólo amistad tus ojos me ofrecían?
¿Sólo amistad mis labios te pidieron?

De tu perjurio, en pago mi perjurio,


De tu cobarde amor, mi amor en premio,
Demandas hoy, ¡ahora que arrancarte
Del humillado corazón no puedo!

Si no he soñado que te amé y me amaste,


Si esa felicidad no ha sido un sueño
y nuestro amor fue un crimen... ese crimen
A mi vida te unió con lazo eterno.

Cuando a la luz del arrebol lujoso,


De la verde ribera en los oteros
Silvestres flores para mí cogías
Con que adornaba yo tus bucles negros;

Cuando en la cima del peñón, el río


A nuestros pies rodando turbulento,
Libres como las aves que cruzaban
El horizonte azul con tardo vuelo,

Te oprimí temblorosa entre mis brazos


Y enjugaron tus lágrimas mis besos...
¿Sólo amistad entonces me ofrecías?
¿Sólo amistad mis labios te pidieron?
1870

TUS OJOS

Son mi ley vuestros antojos


E Infierno vuestros rigores,
Ojos negros soñadores
Más queridos que mis ojos.

Ojos que me prometéis


Cuando me miráis vencido
Lo que jamás es cumplido,
¿Perder mi amor no teméis?

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Soñé que os encontraría
Y os hallé para perderos,
Ojos que negáis severos
Lo que implora el alma mía.

Bajo sus luengas pestañas


Vuestra luz sorprendí en vano,
¡Bellas noches de verano
De mis nativas montañas!

Ojos que me prometéis


Cuando me miráis vencido
Lo que jamás es cumplido,
¿Perder mi amor no teméis?

1870

¡Ve, Pensamiento!

Como las brisas


De aroma llenas
De aquellas tardes
Siempre tan bellas,
Que hora doliente
Mi alma recuerda,
Ve, pensamiento,
Ve libre y vuela
Por los collados
Y las florestas
Donde pasara
Mi edad primera.

En las montañas
Hay azucenas,
¡Ay!, ¡que no nacen
Ya para ella!
Como a las cumbres
Volubles nieblas
Las matutinas
Auras elevan,
Ve, pensamiento,
Ve libre y vuela
Por do en cascadas
El Sabaletas
Baja formando
Húmedas vegas.

Ve, pensamiento,
Ve libre y vuela
Por los jardines

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Do amante espiela;
Do en las auroras,
De rosas frescas
Llenar su falda
La vi risueña...
¡Edén perdido!
¡Santa inocencia!
¡Ángel de un día
Sobre la tierra!...
Ve, pensamiento,
Ve libre y vuela,
Como los vientos
Que el césped riegan
Con azahares
Y rosas muertas...
¡Que ya no adornan
Sus negras trenzas!

Mi hogar ruinoso
Cárabos pueblan:
Por las techumbres
Rotas, penetra
Luz de la luna,
Luz macilenta...
Como los cierzos
En noches negras
Sobre esos muros
Gimen y vuelan,
Despedazando
Su airón de hiedras,
Ve, pensamiento,
Ve libre y vuela
Sobre el sepulcro
Do la maleza
Cubre la losa
Ya cenicienta
Que sollozantes
Mis labios besan.
Llama en tu tumba,
Llama en la puerta
Que en mi camino
La muerte cierra;
Mas si a tus ruegos
Sorda la encuentras...
Dolor que matas,
¡Bendito seas!

Zoraida

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¡Ay! ¡Temblamos de amor y ante el delito!


Es un crimen amarnos y le adoro:
Fuerza o perdón, mi Dios, ya sólo imploro...
¿Cuándo fue tanto amor por ti maldito?
Tú lo sabes... tú viste... En vano el grito
De la conciencia... Muévate mi lloro
Y este dolor eterno que devoro,
Que va en mi frente avergonzada escrito.
Madre del corazón, mi amparo y guarda,
¿Por qué tan sola y débil me dejaste,
Por qué el momento de seguirte tarda?
Si le oyes y le miras... y si amaste,
¡Dime cómo a sus pies, así vencida,
Podré quitarle con mi amor la vida!

¡Un año que partiste!


¡Un año de dolor, un año entero!
Sollozando, de mí te despediste...
Y era eterno ese adiós; en vano espero.
¡Un año que partiste!
Creer aún en tu constancia quiero...
Tu esclavo vil mi corazón hiciste,
¡Y me engañaste... y te perdono... y muero!

Así sus labios trémulos y ardientes


El reposo y el alma me robaron
Desde el instante mismo en que obedientes
Éstos a sus caricias encontraron;
Los ojos que en mis ojos se miraron
De mi traviesa voluntad pendientes,
Loca de amor me vieron indolentes
Y morir de dolor, ¡y no lloraron!
Quedó mi corazón ahumado escombro:
Huye la llama de la mustia escoria...
¡y de mi triste soledad me asombro!
¡Sus banderas! ¡Batallas!... ¡La Victoria!
En vano, en vano al expirar le nombro:
¡Tu amor le basta, maldecida gloria!

Secose de mis lágrimas la fuente,


Y absorta de alegría
No puede, no sabe decirte qué siente
La pobre alma mía.
No es sueño que me ahogas amoroso
Y que en buscar se empeña
Mis labios esquivos tu beso ardoroso:
¡Así no se sueña!

¡Sí, tuya!, o para qué la vida quiero,

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¿Por ti no ser amada?
Escúchame... mira... mil muertes primero,
¡La tumba, la nada!
¡Tu esclava, mi Señor! Por ti la ira
Del cielo desafío
Delira en mis brazos, dichoso delira...

¡Perdona, Dios mío!

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