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Prieto, Nora

EDI III -4to año LyL


ISFDyT N°42

La vela número tres

Las pocas veces que fui a una se repetía siempre lo mismo: las últimas dos velas eran
para los abuelos y los padres, y extrañamente la anterior a ésas era para alguien que murió. Iba
a las fiestas a escuchar siempre el mismo verso, mientras se les caen las lágrimas a las
cumpleañeras, de lo buenos que fueron esos que nos cuidan desde el cielo.
El tiempo está como parado para mí, el micrófono se me resbala y no consigo mover la
boca delante de toda esta gente que me mira, que espera que diga algo. Si estuvieras acá sé
que me agarrarías de la mano con fuerza, sé que entenderías que todo esto es otro engaño de
mis papás que no dejaron de intentar verme bien en todo este tiempo. Al pedo, claro. Me
preguntaron por qué no te invitaba, pero yo sé que por más que vea solamente tu cara en
medio de todas éstas, ya no podría mirarte a los ojos.
El flash de una cámara que no para parece sumarse a todo el brillo que hay en este
lugar; si vieras cómo brilla mi pelo lleno de spray, mi vestido, las blusas de las mujeres, los
reflectores, las copas de brindis. En mi cabeza, en cambio, todo es tan negro como la noche
que nos tapaba mientras corríamos llenas de miedo entre pastos altos mojados de rocío, entre
el barro que no nos dejaba mover las piernas más rápido. Todo es silencio ahora, todo era
ruido hace dos años cuando dejamos a Natalia mientras gritaba desesperada nuestros
nombres, confundiéndose con las carcajadas y las burlas de esos tipos, los golpes secos, el
crujir de la ropa cuando se rompe, las súplicas, nuestras zapatillas abriéndose paso, los grillos,
los charcos. Acordate que hasta creímos escuchar sus lágrimas ya lejos, sus gritos ya ahogados
que preguntaban quizás por qué la dejamos sola en medio de tanta brutalidad. Éramos las tres
tan unidas, desde tan chiquitas, que siento que cuando Nati nos dejó se partió en dos y tanto
vos, Vane, como yo, recibimos una parte de ella. Quizás por eso no pudimos volver a vernos.
Un compañero me contó que te mudaste, que tenés nuevos amigos y que ahora vas al cole en
el turno mañana. Te extraño pero sé que estás acá conmigo, porque al mismo tiempo que
pienso en vos y siento tu mano que me agarra bien fuerte, estoy mirando a la gente y con una
naturalidad que me toma por sorpresa digo: “la siguiente vela es para una persona muy
especial para mí… No la veo seguido pero siempre está en mi corazón y en cada momento feliz
de mi infancia. La vela número tres es para mi tía Claudia”.

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