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GREMIO «UNO» (1)

“Señoras y señores:

Se me ha pedido que dé a conocer las características de mi gremio. Después de darle


mil vueltas a esta petición, buscando el modo de ser más claro y preciso, me ha parecido
apropiado presentarlo bajo el siguiente esquema:

1. Aspectos típicos.
2. Opiniones externas.

1. La idea central es que los del gremio Uno tenemos una conciencia muy desarrollada
que nos urge a corregir las deficiencias, errores y limitaciones en nosotros y en
nuestro medio. Para esto seguimos ciertos principios de vida y dominamos nuestros
impulsos más allá de lo que haría el resto de las personas, porque, según nos parece,
hay que esforzarse para que las cosas sean mejores.
No es que seamos creídos, actitud vacía que detestamos en los demás y erradicamos
en nosotros, pero es que en realidad es gratificante vivir según los más altos valores
como la verdad, la justicia o la honestidad. Esto puede sonar a algo extraño en esta
época, por eso con frecuencia se nos cataloga de idealistas. Más bien –nos parece-,
podríamos ser considerados reformadores, defensores u orientadores, algo así como
profetas modernos que, de diversos modos, exhortamos a los demás hacia un
crecimiento constante, siendo nosotros mismos quienes primeros nos ofrecemos de
ejemplo, sin importar el sacrificio personal que ello implique. Es reconfortante tener un
tipo de vida intachable, que nadie tenga un pero sobre uno. Esto nos permite estar en
paz con nuestra conciencia, la que, por cierto, es bastante exigente. Gracias a esta
inclinación hacia la coherencia y la integridad de vida, con frecuencia tenemos la
razón y conocemos el modo adecuado de hacer muchas cosas. ¿Qué aportamos a los
demás? Una visión equilibrada de las cosas y consejos prudentes y razonables; si se
dan cuenta, no es algo pequeño. Por eso da rabia ver que nuestros valiosos consejos
a veces no los toma en cuenta la gente torpe. Sabemos que podemos aportar al
mundo una gran dosis de objetividad, equilibrio y prudencia.
Por supuesto, para optar por el crecimiento y ser siempre mejor se debe pagar un
precio y es evitar actitudes y actividades que carezcan de ese norte: ¿De qué modo
constructivo puedo aprovechar este fin de semana?, ¿Por qué ir a esa fiesta a
escuchar banalidades, en vez de hacer algo que sí valga la pena?, ¡No te olvides de
llevar un par de buenos libros en tus vacaciones!
Es cierto que a veces nos pillamos con diversos síntomas de tensión en el cuerpo: el
rostro, el cuello, los hombros, ¡el colon!; con frecuencia saltan y dan el aviso de que
estamos muy preocupados. Pero, ¿cómo no lo vamos a estar? Es tanto el trabajo que

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hay que hacer, son tantos los detalles de los cuales estar pendientes… y parecen ser
muy pocos los interesados en hacer de este mundo un lugar mejor. Si uno no picanea
a la gente, parece que no se dan cuenta de tanto desorden, maldad y mediocridad a
nuestro alrededor.

2. En este punto, breve por lo demás, pasaremos revista a algunos comentarios que
emiten personas que no son de este gremio acerca de nosotros. Téngase en cuenta el
alto grado de subjetividad presente en tales opiniones.
 Comúnmente se nos critica que la opinión que tenemos de nosotros mismos no
coincide con lo que de verdad somos. Dicen que, aunque nos consideremos rectos,
razonables y objetivos, en realidad somos rígidos, poco tolerantes y sumamente
críticos.
 También se nos echa en cara un exagerado perfeccionismo, que nos fijamos sólo en
los errores, que somos detallistas y mañosos. Aunque tenemos ideas claras sobre
cómo deben y tienen que ser las cosas, es verdad que a algunos de nosotros se les
pasa la mano y se ponen fastidiosamente minuciosos, conscientes de la pelusa en el
hombro, del pedacito de papel en la alfombra, ¡hasta de la “i” sin acento en esa carta
de amor que les mandaron!
 Afirman que nos creemos legisladores de la humanidad o algo así, que queremos
imponer nuestros principios a los demás y explicar por todos lados cómo mejorar las
cosas, desconfiando que los demás, por sí solos, puedan hacerlas y hacerlas bien.
 Además, es frecuente que se nos llame la atención por ser serios, rígidos, secos,
como si anduviéramos enojados, cuando justamente la rabia la manejamos para no
demostrarla. ¡Supieran los demás el daño que causaríamos si la dejáramos escapar!
No, es más sano y prudente mantener a raya la irritación.
 Se nos critica que este autocontrol personal lo ejercemos hasta con nuestros
sentimientos, expresándolos de forma tan ordenada y clara que nos hace poco
emotivos y exageradamente racionales.
 Poco espontáneos, acartonados, fomes, son parte del repertorio que a veces
debemos oír de nuestros congéneres.

En fin, ¡qué se le va a hacer! El trabajo es mucho y la vida es corta. Primero la


obligación, después el placer.

Quedo a sus órdenes”.

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