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QUÉ ES LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

“El campo de la psicología clínica integra ciencia, teoría y práctica para entender, predecir y aliviar el desequilibrio, la
invalidez y la incomodidad; también promueve la adaptación humana, el ajuste y el desarrollo personal. La psicología clínica
está enfocada en los aspectos intelectuales, emocionales, biológicos, psicológicos, sociales y del comportamiento humano
que funcionan a través de la existencia en las diferentes culturas, y en todos los niveles socio-económicos”

La psicología clínica se puede definir como una rama de la psicología que investiga y aplica los principios de la psicología a la
situación única y exclusiva del paciente, para reducir sus tensiones y ayudarlo a funcionar en forma eficaz y con mayor
sentido (Goldenberg, 1973). La psicología clínica se preocupa por entender y mejorar la conducta humana […] Su aspecto
clínico cosiste en mejorar la situación de las personas que se encuentran en problemas, utilizando para ello los
conocimientos y las técnicas más avanzadas, procurando al mismo tiempo, mediante la investigación, mejorar las técnicas y
ampliar los conocimientos para lograr mayor eficiencia en el futuro (Korchin, 1976).

La psicología clínica a diferencia de otras ramas estudia podríamos decir “exclusivamente” la conducta humana, pero no
sólo buscando información como otras ramas sino que constantemente se encuentra tratando de aplicar lo que ha
encontrado como resultado de investigación. Pero cómo anteriormente se ha visto la psicología clínica es sumamente
individualista, dónde principalmente el psicólogo clínico requiere recoger la información de la persona que está
observando, para analizarla y confirmar las conclusiones a las que ha llegado, ayudando con esta investigación a la persona
que puede o no (depende del diagnostico) tener un problema psicológico. Y por si aún no fuese clara la diferencia entre ésta
y otras ramas de la psicología dado que sus métodos son también ocupados en otras ramas, cabe llamar a la memora que
hablamos de psicología clínica; y “clínico”, viene del griego y significa “ el que visita al que guarda cama”.

Los aspectos biológicos de la conducta han asumido un rol mucho más prominente en la psicología clínica. Es raro encontrar
en estos días a un psicólogo clínico que no refiera a una gran parte de estos pacientes a los médicos o psiquiatras para su
medicación. Correspondientemente, se ha venido viendo con claridad que muchos de los trastornos
como la esquizofrenia y la depresión tienen (al menos en parte) orígenes biológicos y genéticos.
INICIOS - ORIGENES

En los años 30, 40 y 50 del pasado siglo XX, hubo un nítido dominio del psicoanálisis, hasta entonces la alternativa
psicológica más importante frente a la psiquiatría biologicista en la psicopatología y la psicoterapia. Incluso se produce una
irrupción del modelo psicodinámico en el ámbito de enfermedades y trastornos no mentales, a través de la pronto
denominada Medicina Psicosomática, que había iniciado su andadura en Alemania y en Inglaterra al final de la I Guerra
Mundial, y que Alexander (1950), entre otros, se encargaría de desarrollar en EE.UU. En ese proceso de ampliación los
psicólogos comenzarían a desarrollar propuestas terapéuticas propias, fundadas en los datos y principios recogidos o
derivados de su investigación. Así, además del modelo psicoanalítico y otros en él inspirados, y del modelo médico-
psiquiátrico del que muchos consideraban formaban parte los anteriores, empiezan a surgir enfoques psicoterapeúticos,
como el counseling y la terapia centrada en el cliente de Rogers (1942, 1951), la terapia gestalt (Perls, Hefferline y
Goodman, 1951), la terapia racional emotiva de Ellis (1959, 1962) o las terapias fundadas en las teorías del aprendizaje –la
modificación de conducta (Skinner, Solomon y Lindsley, 1954; Lindsley y Skinner, 1954).). La lucha estaba servida.

Cuando la clásica y academicista psicología experimental, conductista o cognitiva, fue haciendo posible tecnologías
psicológicas para la solución de problemas clínicos, el psicoanálisis y las psicoterapias de corte humanista pasaron a
convertirse en enemigos a batir en la lucha por el mercado, y comenzaron a recibir más y más críticas en la batalla entre
alternativas psicotecnológicas por alcanzar el control de uno de los dominios prácticos clave de la actuación de los
profesionales de la salud. Es más, los nuevos psicólogos clínicos se permitieron el lujo de atacar al modelo médico de los
psiquiatras, que habían hecho propio el psicoanalítico, bien directamente (Szasz, 1960, 1961), bien a través del ataque al
psicoanálisis, cuya psicoterapia había sido considerada como “un procedimiento médico” por la Asociación Médica
Norteamericana (Pilgrim y Treacher, 1992, 14), por acientífico o, en el mejor de los casos, por pseudocientífico y, sobre
todo, por ineficaz [p.e., Eysenck (1952, 1960, 1964) en Europa, y Astin (1961), Yates (1958) o Wolpe y Rachman (1960) en
EE.UU]. Todo esto ayudaría a consolidar la posición de la Psicología Clínica como especialidad (Tortosa y Mayor, 2001).

La situación de post-guerra llevó a la APA a crear un sistema de acreditación, a revisar los programas formativos de los
departamentos universitarios, y a sugerir reformas que les hicieran más adecuados a las nuevas exigencias. Los programas
de la Administración de Veteranos (1946) y del Servicio de Salud Pública (1947) favorecieron la definitiva profesionalización
del psicólogo clínico, ofreciendo plazas de internado en hospitales para prácticas de psicología clínica, y dotando
económicamente en muchas universidades programas de doctorado especializados (Capshew, 1999, 171-172: Benjamín,
2005, 17). En ese marco tuvo lugar, organizada por la Universidad de Colorado, en Boulder, allá por 1949, una famosa
Conferencia, que estableció las pautas que en adelante iban a marcar las líneas directrices de la formación profesional de
los psicólogos clínicos -norteamericanos primero y, por extensión, en los países de su órbita de influencia después. Se optó,
siguiendo el modelo dominante en la APA, por organizar la formación desde un enfoque científico (doctorado universitario)-
profesional (residencia en un centro hospitalario).
PORPÓSITO

Hoy coexisten modelos tan diferentes como los psicodinámicos, humanistas, conductuales, cognitivo- conductuales… Pero
siempre con un neto dominio de los experimentalmente anclados, punto de coincidencia con la propia psicología
académica. En España, por ejemplo, tres de cada cinco profesionales que trabajan en psicología clínica lo hacen desde
modelos cognitivo-conductuales y conductistas, los enfoques psicodinámicos algo más de uno de cada cinco y otras
orientaciones (humanista, sistémica, transaccional, gestalt, fenomenológicas, existenciales…) se reparten el 20% restante.

El punto de partida del rol de psicólogo clínico, y del desarrollo de psicoterapias ancladas en modelos propiamente
psicológicos, está en el esfuerzo bélico: la “guerra creó las condiciones necesarias para la total institucionalización de la
psicología clínica” (Capshew, 1999, 172). En los años de la guerra y en los inmediatamente posteriores, hubo una fuerte
demanda de especialistas para atender a personas ingresadas en instituciones y hospitales con problemas mentales
relacionados directamente con los efectos de la contienda, y para orientar a quienes tenían dificultades para integrarse en
la vida civil. La respuesta especializada, para la que no bastaban psiquiatras y psicoanalistas, obligó a favorecer un proceso
de diversificación de funciones en un perfil de psicólogo clínico, que ya no le limitaba a mero aplicador de tests o
diagnosticador, casi siempre al servicio del psiquiatra, y a atender a la formación de psicólogos especialistas (Raimy, 1950)
capaces de intervenir activamente en el tratamiento directo de los pacientes (Watson, 1953; Routh, 1994; Benjamín, 2005).
De hecho, el final de la Guerra abrió un proceso de continuo incremento, que ya no se ha detenido, de la demanda de
servicios psicológicos.

La primera edición, promovido por la American Psychiatric Association (Asociación Psiquiátrica Americana), del manual de
diagnóstico por antonomasia, el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders DSM-I (El Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales), se publicaba en 1952 y recogía unos 60 trastornos diferentes. El DSM-II aparecía en
1968. La estructura de la clasificación en estas dos primeras ediciones, muy influidas por el psicoanálisis, encierra sus raíces
en una distinción bipolar que tiene en un extremo la psicosis y en el otro la neurosis. El modelo biomédico sustituía al
psicodinámico como fuente de inspiración en el DSM-III, que sería revisado en 1987 (DSM-III-R). En 1994 aparece el DSM-IV,
revisado en 2000 (DSM-IV-R). Se prevé una primera versión del DSM-V para 2007.

En 1950, se clasificaba en materias de psicología clínica un tercio de los artículos del Psychological Abstracts (Tortosa, 1981,
103). Ya no se habla de trastorno (mental o funcional, como en épocas anteriores), sino de conducta desviada (y pronto, de
conducta anormal), un nombre que representaba un importantísimo cambio conceptual, que iba a marcar la trayectoria de
la Psicología Clínica (Belloch, Ibañez y Tortosa, 1983; Belloch, 1997): Introduce el concepto de conducta con todo su
significado, y pasa de un modelo de explicación causal a otro socio-estadístico, que entiende el trastorno como una
desviación significativa respecto a lo socialmente considerado como normal. Convertir la conducta observable en criterio de
normalidad o anormalidad, según se desviara más o menos de los estándares, tiene que ver con el auge de los enfoques
experimentales, siempre, aunque con distintos ropajes, la primera fuerza en la psicología académica.

Ciertamente, un punto fuerte de los intentos de los psicólogos por comprender y explicar la naturaleza de los trastornos
mentales (psicopatología), por diagnosticarlos (evaluación psicológica) y por tratarlos (psicoterapia), es una fundamentación
(experimental) prioritariamente psicológica de los dos primeros. Una fundamentación, que ha experimentado notables
avances en los últimos 15 años del pasado milenio, debido en gran parte (aunque no exclusivamente) a la adopción del
modelo cognitivo en la investigación psicopatológica (Belloch, 1997). La Psicopatología ha generado un número importante
de modelos explicativos de trastornos mentales complejos, como esquizofrenia, depresión, ansiedad, hipocondría, o
trastornos alimentarios. Modelos muy ligados a programas de investigación psicológica de carácter experimental, incluida la
neurológica, sobre procesos psicológicos complejos como atención, percepción, memoria, lenguaje, pensamiento…
(Belloch, 1997).

Desde inicios de los 90 se agudizó el enfrentamiento con los psiquiatras referente a la clase de servicios que los psicólogos
podían ofrecer, centrándose el último acto en la autorización a los psicólogos clínicos para prescribir medicamentos
psicoactivos (p.e., Wiggins, 1992; de Leon y Wiggins, 1996; Wiggins y Cummings, 1998). Un enfrentamiento en vías de
resolverse satisfactoriamente, ya que, el 6 de marzo de 2002, el Gobernador del Estado de Nuevo Méjico, Gary Jonson, fue
el primero en legislar autorizando a psicólogos (con formación en psicofarmacología, práctica clínica autorizada por médicos
y psiquiatras, y un examen nacional de acreditación) a prescribir medicación psicotrópica a sus pacientes, algo que, desde
1995, se había alcanzado ya en programas experimentales dentro del ejército norteamericano.
TAREAS DE LOS PSICÓLOGOS CLÍNICOS.

Los psicólogos clínicos son comúnmente llamados psicoterapeutas; los psicólogos clínicos ayudan a las personas a resolver
sus problemas personales. Trabajan especialmente en consultorios particulares, en hospitales psiquiátricos, en cárceles y
clínicas. Algunos como veremos más adelante se especializan en administrar e interpretar test de la personalidad, cuyo fin
es determinar si una persona requiere tratamiento y, de ser así, de qué clase.

Investigación: La investigación en psicología clínica es excesivamente variada en proyectos, que van desde investigaciones
de los problemas que pueden observarse y estudiarse en animales en un laboratorio hasta la eficacia de cierto tipo de
psicoterapia, para un problema clínico o de hospitales.

Enseñanza: Por lo general, la psicología clínica permite impartir cursos de psicología anormal, personalidad, introducción a
la psicología clínica y psicología infantil. La mayor parte de la enseñanza se lleva a cabo por medio de la instrucción en los
salones de clase, o por medio de la instrucción individual en la investigación.

Evaluación: Una de las habilidades características de los psicólogos clínicos implica la destreza y preparación para llevar a
cabo evaluaciones psicológicas detalladas. Los psicólogos que trabajan en la práctica clínica, ya sea en una clínica o en su
consultorio particular, dedican cantidades variables de su tiempo a la evaluación.

Tratamiento: Quizás la imagen más común de un psicólogo clínico es la de alguien que conduce una psicoterapia individual,
grupal o familiar. Esta imagen es razonablemente acertada, porque los psicólogos practicantes dedican gran parte de su
tiempo al ejercicio del tratamiento psicológico, utilizando cualquiera de las docenas de enfoques psicoterapéuticos. La
psicología clínica coloca un creciente centro en el uso de los tratamientos validados en la investigación empírica, y que han
sido estandarizados por medio de manuales que describen con detalle los métodos del tratamiento (Chambless y Hollon,
1998; Woody y sanderson, 1988).

Prevención: Aunque la prevención en la psicopatología es una gran prioridad para todos los profesionales del área de la
salud mental, se dedica mucho menos tiempo y esfuerzo a la prevención en comparación con el tratamiento de los
problemas de salud mental. Las razones de la falta de atención para la prevención son complejas. Los programas para la
prevención incluyen la enseñanza de habilidades sociales para niños en edad escolar, la enseñanza de las formas adultas
para enfrentar el estrés relativo al trabajo y sus consecuencias, la colaboración con familias que enfrentan posibles efectos
del divorcio y la enseñanza acerca de cómo enfrentar las enfermedades y los efectos secundarios adversos del tratamiento
a pacientes que padecen enfermedades físicas. La prevención de los trastornos médicos y psicológicos puede ser, a la larga,
mucho menos costosa que el tratamiento de los trastornos una vez que éstos aparecen.

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