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Lectura 6 - Estado de Bienestar y Socialdemocracia PDF
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• La implementación del sufragio universal que erosionó las bases de un Estado Liberal
basado en el sufragio de las clases poseedoras.
• La Primera Guerra Mundial y sus consecuencias
• La crisis de 1929 con sus problemáticos efectos y extenso paro obrero, problemas que
agudizaron las luchas sociales.
• La presión creciente del movimiento obrero.
Cabe señalar asimismo el deterioro sobre la idea misma del Estado de Derecho que significó el
fascismo en Europa, su totalitarismo e intervención para el desastroso saldo de la Segunda
Guerra Mundial
La acumulación de estos factores tornó inviable la estructura del Estado Liberal legitimado sólo
por su función de garantizar exclusivamente los derechos individuales, asegurar la justicia, la
protección exterior e interior y las obras públicas indispensables. Como hemos visto en el módulo
correspondiente, cualquier otra atribución constituía abuso de poder y una innecesaria y
reprobable injerencia sobre la sociedad civil.
Ese Estado gendarme (que a la vez se había fortalecido militarmente en articulación con su
expansión económica provocando las guerras) erosionó su legitimidad al no poder mantener la
paz ni desempeñarse, por su abstencionismo socioeconómico, frente a las grave situación
socioeconómica imperante. Más aún, se lo comienza a culpar señalándose que ese desastre
económico y social es producto de la ausencia del Estado.
En acuerdo con Picó (1989) señalamos que así surgía un nuevo modelo de Estado, que
permanecería durante 30 años, alcanzando un crecimiento económico sin precedentes,
garantizando como nunca antes el nivel de vida, empleo u acceso a servicios sociales básicos, e
impulsando el consenso entre las distintas fuerzas sociales.
Varios autores coinciden en identificar las siguientes etapas en la construcción del Estado de
Bienestar.
Ejemplifican esta primera etapa la experiencia de Bismarck en Prusia del siglo XIX y la de la
República de Weimar (1919 – 1933) lo que incluyó la sanción de una Constitución que reconocía
expresamente estos derechos sociales.
2.- Fase de Consolidación (a partir de los ´30 y hasta finales de la Segunda Guerra
Mundial)
Esta nueva intervención del Estado organizando la sociedad produce cambios importantes en su
estructura, ampliando su capacidad de gasto y aumentando la cantidad de agentes públicos o
personal administrativo.
3.- Fase de Expansión (a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, con
apogeo en 1950 – 1970)
Tras la Segunda Guerra Mundial la sensación generalizada fue que la intervención estatal era
imprescindible para el crecimiento económico en el marco del capitalismo y la generación del
bienestar social necesario para garantizar la paz y la democracia.
Para ello, el Estado debe adquirir una nueva estructura jurídico-política capaz de articular un
orden social y económico diferente.
Supuestos político-ideológicos
Para algunos autores como Cotarelo (1990) y Bonetto (2001), el origen del Estado de Bienestar
puede remontarse a la revolución de 18481.
De este modo, se destacan como antecedentes las propuestas doctrinarias de Louis Blanc que
conjugaban el Estado, el derecho y la vía pacífica para alcanzar las demandas de la clase
trabajadora en aras de su emancipación.
Herman Heller, por su parte, formuló la concepción de “Estado Social de Derecho”, a partir del
reconocimiento de que tanto el Estado de Derecho como el sistema democrático mismo estaban
en crisis por su incapacidad para oponerse a los dos frentes de irracionalidad imperantes: la del
sistema capitalista y sus consecuencias económicas, sociales y políticas negativas; y el peligro de
la irracionalidad fascista.
Pese a estos aportes, debe señalarse que, fundamentalmente, el núcleo teórico doctrinario del
Estado de Bienestar se apoya más en las propuestas programáticas de socialdemócratas,
laboristas y reformistas social cristianos, que en textos de importantes autores. Todas éstas
pueden encontrar sus ejes doctrinarios comunes en la propuesta del Report Beveridge (1942) y
la política económica keynesiana, que constituyeron dos respuestas sociales y económicas a la
depresión y crisis de post guerra.
1
La oleada revolucionaria que se extendió durante 1848 por gran parte de Europa, además de su significado político
tuvo un marcado carácter social. Francia, Austria, Alemania, Suiza, al igual que otros Estados, constituyeron
escenarios en los que la clase trabajadora intervino en forma de protestas y motines junto a la pequeña burguesía
liberal, frente a los intereses de la alta burguesía que acaparaba los resortes del poder. Sus demandas se centraron en
una ampliación de los derechos y libertades conquistados durante la Convención Nacional francesa de 1793: sufragio
universal masculino, democracia, asistencia social a los desfavorecidos, derecho al trabajo, libre sindicación, etc.
William Henry Beveridge fue un economista, y reformador social. Su principal aportación fue el informe que
realizara por encargo del Ministro de Trabajo Británico.
Este proyecto entendía la seguridad social sin límites de ningún tipo (esto es: universal), y formada sobre la base de
una legislación social vinculante. Su verdadera innovación fue considerar que la ayuda social no era un mero
parche a los desperfectos de la economía, o un servicio de “caridad estatal”, sino que, por el contrario, el bienestar
de la sociedad era una “responsabilidad del Estado”. La asunción por parte del estado de los gastos de enfermedad
y de las pensiones de jubilación permitiría a la industria nacional beneficiarse del aumento de la productividad, y
como consecuencia, de la competitividad.
En concreto, el informe sostiene que todo ciudadano en edad laboral debe pagar una serie de tasas sociales
semanales, con el objetivo de poder establecer una serie de prestaciones en caso de enfermedad, paro, jubilación y
otras. Ese sistema permitirá asegurar un nivel de vida mínimo por debajo del cual nadie debe caer. En 1944, publicó
una segunda obra en el que declara que la puesta en marcha de un eficaz sistema de protección social exige una
situación de pleno empleo. En este punto sus ideas progresistas convergen con las de otro economista británico,
John Maynard Keynes.
Al terminar la guerra, el Partido Laborista gana las elecciones al conservador Winston Churchill. El nuevo primer
ministro anuncia entonces la puesta en marcha del Estado del Bienestar, tal y como había sido definido en el primer
informe Beveridge.
• No niega los valores básicos del Estado Liberal (libertad, propiedad privada, seguridad
jurídica) si no que pretende hacerlos efectivos dándoles una base y un contenido
material. Es imposible el ejercicio de la libertad si no es acompañada de condiciones de
existencia que la hagan posible.
• Constituye una obligación del Estado realizar acciones que garanticen al hombre
condiciones de existencia que no pueda asegurarse por sí mismo.
Queda claro el sentido reformista de este nuevo Estado respecto al Estado Liberal, manifiesto en
expresiones como las siguientes:
Estas prestaciones mínimas garantizadas son sintetizadas por García Pelayo (1980) en:
2.- La procura de un puesto de trabajo para todo ciudadano útil, para lo cual ha de desarrollarse
una política de pleno empleo.
3.- La atención de los que estén incapacitados para el trabajo temporal o permanente.
a) mediante una justa distribución de ingresos a todos los niveles de acuerdo con la
coyuntura económica
b) mediante el creciente acceso a los bienes culturales, lo que, por otra parte, es un requisito
para la reproducción de un sistema sustentado sobre la innovación o al menos sobre la
posesión de los conocimientos tecnológicos
Supuestos económicos.
Es en este marco que los programas de bienestar implementados por el Estado se justificaban no
sólo por cubrir las necesidades básicas de la población si no porque constituían políticas para
reavivar el consumo. De allí que la reformulación keynesiana se caracterizara por el crecimiento
constante de la producción, ligada al crecimiento constante del consumo.
La coincidencia entre el keynesianismo y el nuevo auge del Estado tras la Segunda Guerra
Mundial dio lugar a:
Ahora bien, si el Estado reestructura la sociedad afectando con su acción intereses concretos, los
afectados estarán motivados a influir en el Estado por sus propios intereses; lo que resulta en la
exposición del Estado a los grupos de interés más influyentes.
Adviértase que la sociedad que coexiste con el Estado de Bienestar cuenta con un nivel muy
elevado de articulación organizacional (asociaciones, agrupaciones, grupos de presión, gremios,
etc.) todos los cuales pretenden influir en el proceso de decisión de los poderes públicos.
De este modo, dicho pluralismo organizado termina configurándose como causa y efecto de las
políticas benefactoras.
Encontramos que las demandas sociales provienen de los partidos pero también de las
organizaciones de intereses y unidades de trabajo, integradas por organismos estatales mixtos y/o
por estructuras empresariales- sindicales creadas por el Estado a través de las cuales la sociedad
interactúa constantemente con el Estado.
Nuevas funciones del Estado: estas reformulaciones produjeron una transformación del
Estado el que, según García Pelayo (1980), se distingue como Estado Distribuidor y Estado
Manager.
Como Estado Distribuidor se distinguió por una más justa distribución y redistribución del producto
social (posible por una extensa potestad fiscal) cuya actualización afecta a toda la economía,
todas las políticas y todos los estratos sociales.
Como Estado Manager se distinguió poder de disposición para la dirección general del proceso
económico a fin de cumplir con su responsabilidad distributiva. Esta función de manager se asocia
a la legitimidad de la funcionalidad y la eficacia en la gestión, por supuesto, siempre vinculada y
subordinada a la legitimidad democrática.
Esping Andersen sostiene que hay tres modelos "típicos" de Estado de Bienestar, distinguibles según el
peso del Estado, la intensidad redistributiva y las consecuencias de ello en la estructuración del orden social:
Los Estados de Bienestar Liberales: se caracterizan por condiciones más restrictivas para el acceso a los
derechos sociales. Podríamos ejemplificarlo con el modelo de Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia y
Canadá. La intervención del estado es limitada, y la redistribución de la riqueza es un objetivo secundario.
Los programas sociales sólo cubren a la población más pobre, los subsidios de desempleo son escasos y
duran poco, y la sanidad es mayoritariamente privada. Es decir, no existen políticas sociales universales. No
se estima que el Estado deba influir en los resultados estratificadores del mercado por lo cual no prima la
movilidad social. Se produce una estratificación social delimitada entre los pobres asistidos por el Estado,
otro grupo medio que es cliente de seguros sociales y un tercer grupo de privilegiados. Prevalecen pues los
criterios del mercado por encima de la seguridad social estatal.
Los Estados de Bienestar Corporativos: como Alemania, Austria, Bélgica, Francia e Italia. Tanto países
de industrialización tardía que conservaron tradición gremial como países católicos. En este modelo, la
intervención del estado es considerable, aunque la voluntad redistributiva es limitada. Los programas
sociales cubren a toda la población; pero en muchas ocasiones el nivel de estos depende del nivel de renta
o empleo previo. Los derechos dependen del mundo laboral y los aportes sindicales. Estos sistemas tienen
pocas políticas sociales agresivas, como reinserción de desocupados, guarderías gratuitas o asistencia
social muy extensiva, y tienen mercados laborales férreamente regulados para proteger a los que tienen
empleo y garantizar los salarios de los trabajadores.
A partir de los años setenta empieza a debilitarse la confianza hasta entonces indiscutida en el
Estado de Bienestar, sus ventajas y su expansión futura. Este proceso de quiebre comienza a
De este modo, las profundas dificultades que enfrentaron las economías desarrolladas
occidentales sentaron las condiciones materiales para que se cuestionara seriamente la eficacia
del Estado en su tarea de garantizar el bienestar de la población.
En otras palabras, la crisis económica va aparejada de una crisis de confianza, crisis ideológica
de desconfianza en la eficiencia y operatividad del Estado de Bienestar; lo que se tradujo en la
subsiguiente derrota electoral de los partidos socialdemócratas, socialcristianos y similares.
Ahora bien, frente a estos procesos, ¿cuáles fueron las respuestas teóricas a la
crisis?
• Las pesadas cargas fiscales y normativas sobre el sector productivo que desincentivan la
inversión.
• El reconocimiento y garantía de las conquistas de los sindicatos de trabajadores con lo que
se desincentiva el trabajo.
• La combinación de éstos que produce una sobrecarga de demandas económicas
(inflación) y una sobrecarga de demandas políticas (ingobernabilidad).
Para enfrentar esta situación, proponen reducir las demandas que rebasan las posibilidades del
Estado y devolverlas al mercado: privatizaciones, flexibilización laboral, desregulación; así como la
promoción de valores como la moderación, disciplina, esfuerzo que, se entiende, se han perdido.
Aunque la interpretación neoconservadora logró durante un tiempo prolongado presentarse como
la salida casi inevitable a la crisis, debe decirse que la efectivización de las propuestas
neoconservadoras o neoliberales produjo graves consecuencias sociales. Vale recordar los
ajustes económicos del gobierno de Margaret Tatcher y su saldo de incremento del desempleo y
la pobreza en una de las economías más desarrolladas del mundo. También debe señalarse que
no se logró desmontar el sistema de servicios sociales puesto que afectaba a la gran y articulada
clase media británica, y quizás ese fue el precio pagado por el neoliberalismo británico que no
sufrió inestabilidad ni caos post ajuste.
La respuesta Marxista: aunque parte de un punto de vista radicalmente diferente, coincide con
el conservadurismo acerca de las contradicciones y disfunciones del Estado de Bienestar.
• Ineficaz: porque no elimina las causas de las necesidades sino que interviene tardíamente
sin modificar las prerrogativas del mercado y sus protagonistas de privilegio (directivos,
inversionistas, etc.) Además, la crisis fiscal del Estado afecta las posibilidades de la
planificación y servicios sociales atentando contra su continuidad o alimentando, en caso
de que no faltase el dinero, la propia burocracia.
• Represivo: por cuanto para acceder a sus servicios el ciudadano debe adherir a las
normas económicas, políticas y culturales dominantes de la sociedad.
No propone privatización ni desregulación del mercado sino que afirma que la responsabilidad
pública por el bienestar económico de todos es posible. Esta propuesta, cuyos ejemplos más
notorios son los de Suecia y Austria, incorpora objetivos de política social en las medidas de
política económica a través de mecanismos para la cooperación y consentimiento de los
principales intereses económicos. Éstos se han manifestado como mecanismos centralizados de
Esta política parece haber funcionado bien sin necesidad de desmantelar los servicios sociales
básicos, manteniendo la calidad de vida y sin los índices de acrecentamiento de la pobreza que
generaron otras respuestas como en Inglaterra.
La respuesta socialdemócrata nos remite a una última distinción fundamental: la del socialismo.
El Socialismo.
El socialismo puede concebirse como una ideología (que coloca a la igualdad como principal
criterio de organización de la sociedad) o también como una fuerza política que pretende realizar
esas ideas. A los fines de abordarlo expondremos las diferentes variantes ideológicas socialistas
en su contexto histórico.
La ideología socialista emerge en Europa en la primera mitad del siglo XIX, como una reacción
frente a los nefastos efectos de la revolución industrial que, en términos sociales, supuso una
trasformación radical. Pequeños propietarios rurales, artesanos urbanos, se ven obligados a
proletariarse y surge una clase proletaria sometida a condiciones de vida miserables; situación
que describe y denuncia Engels en su libro “La situación de la clase obrera en Inglaterra” (1845)
Hacia 1830 aparece el término socialismo, que en Inglaterra está representado con la Teoría
reformista de Robert Owen y en Francia con la teoría reformista de Saint-Simon.
Fuente: http://www.answers.com/topic/robert-owen
Por su lado, Saint-Simon sostiene la mutua influencia del desarrollo científico y político en una
importante contribución teórica: “Las revoluciones científicas siguen de cerca las revoluciones
políticas” así como nuevos conocimientos conllevan cambios políticos. Saint
Simon pensaba que pervivía aún el viejo orden, teológico en su fundamento
ideológico y feudal en cuanto la clase dominante (iglesia y nobleza) acapara
la tierra como medio de producción y lleva una vida parasitaria manteniendo
este orden por medio de las armas. Pero pensaba que frente a esta clase
dominante emergía una nueva clase, científica en cuanto a su formación
teórica, e industrial (productiva y trabajadora) en cuanto a su actividad, que
aspira a sustituirla.
Fuente: http://www.britannica.com/EBchecked/topic-art/551569/13987/Henri-de-Saint-Simon-lithograph-
by-L-Deymaru-19th-century
Finalmente, consciente de los conflictos y desequilibrios que conlleva una sociedad sólo regulada
por el mercado, pone énfasis en la dimensión moral de la sociedad al sostener que es preciso
establecer y seguir un conjunto de principios morales indispensables para la permanencia de
cualquier sistema social.
La etapa fundacional del socialismo puede datarse entre 1830 y la puesta en marcha de la
Primera Internacional en 1864. Dentro de esta etapa insertamos la obra de Marx y de Proudhon.
Marx elaboró un nuevo concepto de ciencia histórica denominado materialismo histórico, según la
cual el modo de producción es la base sobre la que se erigen las superestructuras ideológicas,
jurídicas y políticas.
Para Marx, en las sociedades capitalistas hay dos clases en litigio: la de los dueños del capital y
la de los que dependen para subsistir de su fuerza de trabajo; agregando que estas sociedades
capitalistas desembocan en crisis internas y en un nuevo orden social en el que los medios de
producción serán colectivizados.
Este pensador, denunció que el trabajo humano fuera en el sistema capitalista una mercancía
sosteniendo que esta forma tratar el trabajo lleva a una cosificación del ser humano. Explicó, por
otro lado, las crisis económicas periódicas que marcan el proceso de acumulación capitalista
hasta la crisis final que desembocaría en la sociedad comunista, mediante dos principios: la
disminución de las tasas de beneficio y los efectos de la superproducción. La inviabilidad del
sistema quedaría al descubierto por la tendencia de estas sociedades a disminuyan las tasas de
beneficio como consecuencia del constante aumento de la producción y mano de obra para ello,
acortando los márgenes de rentabilidad. La superproducción se produce porque las empresas al
pretender más beneficios, producen más y más, hasta el punto de que la capacidad social de
pago no puede absorber las cantidades producidas. En consecuencia, no se puede vender lo
producido o hay que venderlo por debajo de los costos.
Este marxismo fue criticado por las diferentes corrientes de un socialismo libertario que acabaría
por generar el anarquismo; caracterizándose esta primera etapa fundacional del socialismo, por la
oposición fundamental entre el socialismo autoritario (o marxismo) y el libertario (o anarquismo).
Este período se caracteriza por el arraigo de las ideas surgidas en la primera etapa, el que se
manifiesta en el nacimiento y desarrollo de los grandes partidos obreros y europeos. Surgen dos
posiciones que influyen en el posterior socialismo democrático: el fabianismo y el revisionismo.
Para alcanzar el sistema social colectivista los fabianos proponían, por un lado, la
municipalización de los transportes colectivos, suelo y viviendas, y, por otro lado, el impuesto
gradual sobre los ingresos y la herencia.
Por otro lado, Eduard Bernstein, es el más fiel representante del denominado Revisionismo. A
finales del siglo XIX se imponía un distanciamiento respecto de algunas premisas de Marx como
su afirmación de que se asistiría a una pauperización creciente de la clase obrera en los
regímenes capitalistas (cuando en realidad se asistía a un aumento en los salarios de los
obreros).
A partir de ello, Bernstein sostiene que no necesariamente las contradicciones propias de los
sistemas capitalistas se resuelven en una lucha violenta del proletariado contra la burguesía,
afirmando, que el surgimiento del socialismo no es un destino histórico ineludible sino el resultado
de la voluntad de una mayoría, tras un largo proceso de reforma.
“Aquello que se llama en general el objetivo último del socialismo, no es nada para mí; el
movimiento, en cambio, es todo”.
Concibe a la democracia en términos del Estado Liberal de Derecho y sostiene que es un régimen
que garantiza los derechos del individuo y de las minorías y otorga el gobierno a quienes la
mayoría de ciudadanos elige mediante sufragio universal. De allí que califique de “formal” a la
noción de democracia que manejaron los socialistas en la primera mitad del siglo XIX. Según él,
éstos entendían la democracia como poder de todos, que en su fase final consistía en la identidad
de gobernantes y gobernados, lo cual no es otra cosa que anarquismo o poder de nadie.
Para Bernstein, en cambio, la democracia es una forma de poder, no ausencia de poder, que se
caracteriza porque tiende a la desaparición del poder de clase. Defendía, pues, la reivindicación
del socialismo desde la democracia y el realizar el socialismo sin salirse de la democracia.
2
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Eduard_Bernstein.jpg
Fuente3
Claro que, a diferencia del liberalismo, los socialistas democráticos defienden esta democracia,
reivindicando, al mismo tiempo, mayor igualdad económica y social entre los ciudadanos. No se
trata de crear un orden nuevo o de mantener el vigente, sino de democratizar al Estado y a la
sociedad.
Con la derrota del fascismo, el socialismo rebrota en Europa Occidental mientras en Europa
Oriental avanza el comunismo. En el contexto de la denominada “Guerra Fría” se radicaliza la
polarización entre socialismo democrático y comunismo leninismo.
3
Fuente; http://www.hachisvertas.net/blog/01/2008/08/02/la-realidad-y-la-novela-1984
La guerra de Vietnam (antes de la crisis del petróleo que puso de manifiesto las debilidades del
Estado de Bienestar) minó la legitimidad moral de las democracias occidentales. Así, frente al
modelo imperante en el norte de Europa surge, en la década de los 70, un modelo nuevo de
socialismo que tiene en Francia su eje central.
Allí se concreta una renovación del partido socialista; renovación no sólo en la estructura interna
del partido sino también en su ideología, incluyendo el rechazo del capitalismo. Este socialismo
defendió la instauración de un sistema social no capitalista, así como que esta transición se
hiciera desde la democracia. Enfatizó sobre las siguientes medidas para instaurar el nuevo
sistema: 1) nacionalizar los bancos y las empresas que ejerzan un poder excesivo, 2)
descentralizar el aparato del Estado, para que a su mayor poder sobre la economía corresponda
un mayor control social, 3) establecer el pleno empleo.
Cabe señalar, para terminar, que el llamado socialismo real se desplomó de 1989 a 1991.
Aunque les moleste a los pesimistas y a los gruñones, debemos constatar que dos siglos de lucha
del movimiento obrero y socialista tuvieron varios efectos positivos en nuestras sociedades. Se
lograron en Occidente grandes progresos en cuanto a la democracia, al ordenamiento económico
y a la humanización de nuestras sociedades.
Aunque tampoco faltaron las regresiones; han surgido nuevos obstáculos, aparecieron nuevas
amenazas; por eso la lucha por la democracia social sigue siendo aguda.
+ A nivel internacional, el ideal democrático se fue imponiendo poco a poco. A la toma de la
Bastilla, en 1789, corresponde la caída del Muro de Berlín en 1989. Luego del derrumbamiento del
totalitarismo comunista, el fin del apartheid en Sudáfrica, el retiro de los militares en América
Latina, el advenimiento de la democracia en España, en Grecia, en Portugal..., muchos se dejaron
llevar por la euforia y proclamaron el triunfo planetario de la democracia y del Estado de derecho.
Algunos llegaron incluso a decretar el “fin de la Historia”.4
+ En nuestro país, el objetivo de la paridad entre hombres y mujeres para el acceso a los
mandatos electivos fue inscrito en la Constitución. Se produjeron nuevos progresos en la esfera
de los derechos económicos y sociales. La renta o ingreso mínimo de inserción (RMI) fue
completado mediante la ley contra la exclusión y la de la cobertura-enfermedad universal (CMU).
Fue reactivada la descentralización a fin de posibilitar una mayor cercanía entre el poder y los
ciudadanos.
Pero, al mismo tiempo, se produjo una reaparición del desempleo masivo, un alza del trabajo
precario, la crisis del Estado de Bienestar, el aumento de la desigualdad, la explosión de la
delincuencia, los marginados, la degradación de las condiciones de vida en ciertas periferias,...
esta inseguridad, social y política, en nuestras sociedades produjo un alza de la xenofobia y del
racismo e infló las velas de la extrema derecha. Hoy en día, el zócalo mismo en el que nuestra
sociedad fue edificada, se encuentra atacado.
+ Fueron realizados grandes progresos en lo que respecta a la organización de nuestro futuro
colectivo. Las crisis financieras y económicas, por lo general devastadoras para los países
emergentes, no pudieron ser evitadas así como tampoco las crisis de reconversión en los países
industrializados. Pero las instituciones económicas internacionales – Banco mundial, FMI, BRI...-,
4
Francis Fukuyama: “La fin de l´Histoire”, in “The National Interest”, Los Ángeles, 1989.
5
Georges Soros: “La crise du capitalisme mondial. L´intégrisme des marchés”, Paris, 1998, Ed.Plon
6
Daniel Bell: “Les contradictions culturelles du capitalisme”, Paris, 1979, PUF. Gilles Lipovesky: “L´ère du vide”, Ensayo
sobre el individualismo contemporáneo, Paris, 1983, Ed.Gallimard. Christopher Lasch: “Le complexe de Narcisse”,
Paris, 1980, Ed.Lafont. Richard Sennet: “La tyranie de l´intimité”, Paris, 1979, Ed du Seuil.
Weber, Henri, “Qué significa ser socialista en el siglo XXI”, Documento del Partido Socialista
Francés, Año 1999. Disponible en www.partidosocialista.com.ar
7. Bibliografía Básica:
Bibliografía Ampliatoria: