Esteban Sánchez Cárdenas, taller cultura religiosa; de la ciencia a Dios.
En el hombre siempre han existido esas interrogantes fundamentales: ¿de
dónde proviene el universo o de dónde provengo yo? ¿Qué es lo real? ¿La noción de mundo material, tiene sentido? ¿Por qué hay algo más bien que nada? ¿A dónde voy? y el hombre ha buscado diversas formas de responderlas. Al margen de si ha podido responderlas satisfactoriamente, podemos decir que el hecho de plantearse las preguntas, ya es el comienzo de una respuesta pues la búsqueda misma refleja parte de esa naturaleza que quiere comprender. No quiero que se piense en una retórica insulsa, simplemente digo que, en la medida que el hombre pueda plantearse esas preguntas, está ejerciendo la posibilidad de ir más allá de lo evidente a los ojos de los hombres. Es en pocas palabras parte de esa búsqueda de su fin último. Para responder a estas preguntas fundamentales el hombre, a lo largo de toda la historia de la humanidad, ha buscado distintas vías y, pienso yo, es inevitable que la mayoría de estas preguntas sean respondidas mediante el encuentro de una respuesta, es la respuesta acerca del primer principio y del último fin, de algo que nosotros llamamos Dios. Y este primer principio y último fin no sólo nos explica de dónde venimos y a donde vamos, sino que nos explica para qué hemos venido y qué debemos hacer para llegar a este fin último de la mejor manera. Es por eso que el objetivo de este trabajo no es, ni hacer reflexiones metafísicas muy profundas, ni reflexiones científicas muy profundas, aunque sean inevitables los dos tipos de reflexiones en diversos grados. El hombre siempre ha intentado, hablando de intentos serios, buscar estas respuestas en los campos de la religión, en el campo de la ciencia o en el campo de la filosofía. En la mayoría de los casos la búsqueda ha sido paralela, pero en estos tiempos, cuando la ciencia ha tenido un crecimiento tan vertiginoso, vemos que ésta ha opacado un poco a todo ese conocimiento especulativo, ya sea de corte filosófico o teológico. Por otro lado el crecimiento de una religiosidad sin base, o a la medida, las religiones que llamamos “Lights”, que dicho sea de paso es mala propaganda para la verdadera religión o religiosidad, también es indicativo de una sed no saciada, de una búsqueda insatisfecha. Por eso, si bien ha habido intentos de conjugar este conocimiento, todavía este es un terreno que no se ha explotado, ni explorado, en toda su profundidad. Podemos hacer notar el avance notable del trabajo interdisciplinario en diversos campos del saber humano, la filosofía con el lenguaje, la teología con la historia, y así disciplinas que encuentran un punto de encuentro y campos de estudios semejantes. Pienso que no estamos tan lejos de un estudio interdisciplinario también en el campo de la teología y las ciencias llamadas empíricas, después de todo, éstas (las ciencias empíricas) no tratan de otra cosa que de la creación y esta creación nos remite a un creador. Un buen intento pienso han sido estudios como el del P. Carreira, estudios que nos ayudarán en alguna de nuestras reflexiones, sobretodo el segundo planteando un área de estudio nueva el Materialismo. Aunque el mismo Guitton le llame “opúsculo de segunda categoría” en otra obra, yo estoy de acuerdo con “Pascal” en que no hay que ser tan duro con la crítica de su obra. Ahora bien aunque nuestro tema a tratar va a culminar en un principio teleológico para el Universo, principio que a su vez nos lleva a la existencia de un creador-ordenador, no vamos a desperdiciar la oportunidad de tratar la maravilla de la creación desde un punto novedoso y recordar que todo esto, todo el Universo, fue creado para alabar a Dios, ya sea como medios o como quienes utilizan estos medios para llegar al ser sin semejanza. “Todo fue creado por él, y sin él no se ha hecho nada de cuanto existe” (Jn 1, 3), esta gran verdad no se agota sino que nos da una luz tan grande que nos deslumbra con la riqueza de su contenido, y nos muestra que, por quien fueron hechas todas las cosas, se hizo como nosotros aunque… luego salta a la mente inmediatamente “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?”. El camino que vamos a seguir es un camino seguro, pues, es un camino que ya anteriormente se nos ha recomendado, el mismo Apóstol de las gentes lo ha hecho: dice en Rom 1, 20, que podemos conocer a Dios por medio de sus obras. Y estas obras son las que nos gritan a voces como es que viéndolas vemos al creador. 2. Camino Filosófico Antes de empezar por el camino de la ciencia hay que destacar que en la búsqueda mencionada, en el plano filosófico siempre ha habido dos extremos, dos corrientes, en las que se mueve: a) El Espiritualismo. Conforme al protocolo espiritualista, tal como surge por primera vez con Santo Tomás de Aquino -luego gradualmente afinado por Leibnitz (que dicho fue de paso es un gran matemático) o Bergson-, lo real es una idea pura y por lo tanto no tiene, en el sentido estricto, ningún substrato material: sólo podemos considerar asegurada la existencia de nuestro pensamiento y de nuestras percepciones. Quisiera aclarar que Santo Tomás no es quien propugna una irrealidad en la realidad, simplemente él inició una posibilidad de entender la realidad. b) El Materialismo. Desde Demócrito a Karl Marx, el espíritu y el campo del pensamiento sólo son epifenómenos de la materia, fuera de la cual nada existe. Estas son dos doctrinas de naturaleza del ser que se complementan con su correspondiente teoría de conocimiento: el idealismo y el realismo. Mientras que el idealista plantea que no es posible conocer lo real, sólo conocemos los fenómenos (no se porque se me viene a la mente a Kant…), que son representaciones dispersas alrededor del ser. El realista dice que al mundo se le puede conocer y descansa sobre engranajes exactos y calculables. Los extremos siempre han sido peligrosos en campo del pensamiento humano. Es por eso que los caminos más adecuados para descubrir las respuestas a las preguntas fundamentales han tenido siempre un equilibrio entre dos extremos, como diría Aristóteles, buscando el punto medio de dos extremos. Este punto medio no implica una hipoteca de los campos de estudio sino más bien un equilibrio de estudio interdisciplinario cada uno en su propio campo y cada uno con un aporte lúcido para alcanzar la respuesta buscada. No quisiera dejar de mencionar que para quienes no tienen fe todo lo que decimos hasta aquí tiene validez, pues el campo filosófico es el campo de la razón natural ordenada gracias a siglos de profundización del pensamiento humano y no creo que sea despreciable mentes como la de los grandes pensadores anteriormente mencionados. 3. Necesidad de tomar en cuenta la ciencia Las ciencias ya no son una especie de gnosis reservada para un grupo pequeño de “iniciados” como se pensaba antes, incluso dentro del mundo de los científicos. Prueba de esto es que ellos mismos han intentado una especie de comunicación con lo que muchos de ellos llaman “profanos” (los que no tienen conocimiento científico). Pues el crecimiento de la ciencia y la profundización de los avances no sólo han opacado en gran medida el interés por las actividades especulativas o metafísicas, sino que en la medida que experimentan este avance, experimentan también los límites de la misma. Pero es innegable que para responder a las cuestiones fundamentales sobre el origen y fin del universo, nos vemos en la necesidad de tomar en cuenta los últimos descubrimientos de la ciencia, pues como diría Pasteur (1822- 1895): “un poco de ciencia aleja de Dios, mucha ciencia acerca de nuevo a Dios”. Teniendo a Pasteur como abogado quisiera hacer una aclaración, nadie se puede llamar ateo por razones científicas, pues la creencia en la existencia o no existencia de Dios no es posible comprobarla con experimentación científicas ni es resultado de una fórmula matemática de la física teórica (aunque pueda haber la tentación de introducirla como una variable más), sino que es el resultado más bien de un análisis filosófico (ojo que digo filosófico y teológico el cual implica fe), campo que no es del estudio de las ciencias empíricas. La ciencia, la verdadera ciencia, a la que hace referencia Pasteur sólo puede llevar a sorprendernos de la maravilla de la creación y llamarnos a humildad de los misterios tan hondos que encierra. Una anécdota que puede ilustrar me sucedió visitando a un amigo profesor principal de física teórica de una universidad. Preguntándole por su fe en Dios me dijo con una pequeña sonrisa, como quien dice que no es el primero que se lo pregunta, que era agnóstico pero que definitivamente no era ateo, se definía así porque en un tiempo fue creyente pero por cuestiones ajenas más bien a la ciencia dejó la práctica de la religión y me insistía en el rechazo de la etiqueta de ateo pues dice que en su profesión es imposible serlo ya que es no se puede no creer al menos en una inteligencia ordenadora que el experimentaba cada vez que un modelo matemático encajaba tan perfectamente con la realidad. Antes de entrar en materia tan amplia e interesante quisiera dar una pequeña mirada a las maneras clásicas, siempre valederas, por las cuales el hombre se ha acercado a Dios. Luego del desarrollo del tema hemos puesto dos apéndices que tienen varios elementos científicos que complementan el tema, pero los he puesto al final porque sobrepasa un nivel inicial en la aplicación de la ciencia. Si bien estos apéndices pueden llegar a ser “muy científicos” pienso que son todavía comprensibles para la mayoría siempre y cuando no haya ningún prejuicio de por medio. El tema tratado merecería una mayor amplitud pero lo dejaremos para futuras investigaciones. Temas como la entropía del universo con vistas al fin del mismo, los agujeros negros u otros relacionados con la teología aplicada serían enriquecerían este trabajo que, si Dios quiere, en un futuro, tal vez no muy lejano, podrán ser tratados.