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LaPrincesaRanaEbookPatagonia PDF
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La princesa rana
Colección: El gato
d.r. © Textofilia Ediciones, 2010.
d.r. © Sofía Ballesteros, 2010.
d.r. © Ilustraciones de Mariana Zúñiga.
d.r. © Diseño de interiores y portada de Textofilia s.c.
Textofilia Ediciones
Gabriel Mancera 505 int. 1
Col. Del Valle Norte, Del. Benito Juárez
cp 03100, México, D.F.
Tel. 55 75 89 64
editorial@textofilia.com
www.textofilia.com
isbn: 978-607-7818-27-4
Queda rigurosamente prohibido, bajo las sanciones establecidas por la ley, la reproducción parcial
o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin la autorización por escrito de los editores.
Había una vez una bruja llamada
Mariquita, que estaba muy aburrida
porque no tenía nada qué hacer.
Varias hechiceras que llegaron antes
que ella habían hecho encantamientos
tan exóticos que ya no quedaba mucho
qué cambiar en aquella región.
Los árboles estaban convertidos en flores
y las flores en pájaros. Las ardillas se
habían vuelto lobos; los osos, castores;
y los guardabosques ahora eran
cabras montesas.
Un día Mariquita trataba de jugar
bádminton con una catarina, lo cual
estaba resultando muy inútil, pues
todos sabemos que un bicho tan
pequeñito no puede sostener una
raqueta, ni con todas sus patitas.
De repente llegó saltando una rana que
intentó comerse al insecto. La hechicera
le advirtió: –¡Por querer engullir a mi
compañera de juegos, te castigaré!
¿Qué no ves lo aburrida que estoy?
¡No hay
nada
mejor qué h
acer
aquí!
Veamos, ¿en qué te puedo convertir?
¿En zopilote? No, eso ya lo hizo Onérica…
¿En renacuajo? No serviría de nada,
pues al rato creces y vuelves a ser rana…
¡Ya lo tengo!
Enseguida convirtió a la rana en
una linda princesa .
q
e
La princesa se dijo a sí misma: –Me llamo
Verdina y no volveré a ser verde jamás.
¡Oh, la ironía! e r te la m ía !–
¡A y , q u é s u
Entristecida, la princesa empezó a comer y se dio
cuenta de que las glándulas pegajosas habían
desaparecido de su lengua, al igual que el gusto por
comer bichos. Haciendo un esfuerzo sobrehumano
se terminó toda su cena y se fue a dormir, con el
firme propósito de no comer insectos nunca más.
Además de que ya no le gustaban, no quería
experimentar de nuevo la vergüenza de tener a
todos los criados mirándola como si fuera el
fenómeno más extraño que hubieran visto en su vida.
u
A la mañana siguiente, Verdina despertó
con la esperanza de que todo lo sucedido
fuera un sueño y que estuviese de vuelta
en el bosque, croando feliz, saltando
y cazando bichos con su lengua larga
y viscosa. Cuando vio que estaba en
una cama, en una recámara y traía
puesto un pijama, que su piel era rosada
y que su lengua, en vez de estirarse podía
hacerse taquito, se desilusionó aún más.
A la hora de desayunar pidió lo que los humanos
comen normalmente y los sirvientes le trajeron un
plato de avena con leche y azúcar morena. Ese
platillo le pareció delicioso como el relleno dulce y
cremoso de un escarabajo. El recuerdo hizo que le
lágrimas de los ojos.
f
brotaran
Después, Verdina salió a caminar al bosque para
tranquilizarse. No pudo evitar dar uno que otro
brinquito, por pura costumbre. Entonces se encontró
con un príncipe apuesto. Platicaron un rato y
descubrieron que tenían varios gustos en común,
como la misma banda de rock: los duendecillos verdes.
–¿Será coincidencia o será el destino ?–
se preguntó Verdina.
–¿Habrá sido él antes una rana igual que yo?–
¡Ladrones vergüenza,
sin
ahora verán!”
Verdina tuvo una idea brillante y suplicó a la bruja:
“¡Por favor, no nos transformes en ranas !”