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Fr.

Andrés Felipe Marín Anaya


Casa de teólogado “San Juan de la Cruz”
Orden de Carmelitas Descalzos

La mística: teología del encuentro en la amistad con base al Libro de la Vida de Santa
Teresa de Jesús

“[El Señor], que pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos,
que ésos fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí” (C. 1,2)

La experiencia mística de manera concisa y clara en el recorrido de algunos personajes del Antiguo
y Nuevo Testamento: Abraham, Moisés, los profetas, Débora, Judith, María, Pablo, Jesucristo y
entre otros. No se presenta como una experiencia lejana o encerrada solo en éxtasis, sino como
experiencia de Dios manifestada en la cotidianidad del diario vivir, es decir, la irrupción del
Misterio en la biografía de los personajes bíblicos vinculados en una relación amorosa, abandonada
y unitiva entre Dios-hombre.

Cada ser humano es único de acuerdo con rasgos diferenciadores como el físico, la psicología,
ética, valores, pero, la especificidad de distinción es la propia vida de la criatura, su forma de captar
y aprehender la realidad desde su escenario, lo hace particular. Del mismo modo, la experiencia
mística de uno no será idéntica a otro; podría haber similitud, pero no exactitud. Por tanto, el
encuentro con Dios es particular y personalizado, anuncia encuentros dados desde: el dialogo, las
promesas, los sueños, el éxtasis, las visiones, lo sensible, el sufrimiento, el silencio, la esperanza,
la alabanza, el canto, la gratuidad, etc., con el objetivo de encontrarse con Dios (Antiguo
Testamento) o unirse en plenitud con el Padre (Nuevo Testamento)1. No obstante, el encuentro que
mayor interés puede causar es el encuentro místico en la amistad o experiencia de encuentro
amistoso.

La experiencia mística presentada por los personajes en los dos testamentos refiere una experiencia
de relación, amistad y filiación; un Dios amigo que conoce la condición humana desde siempre,
sin embargo, se hace humano para darse a conocer concretamente como amigo: “Ya no os llamo
siervos, pues el siervo no sabe qué hace su señor; yo os he llamado amigos porque os he dado a
conocer todas las cosas que he oído a mi Padre"2. Él es quien denomina la relación Dios-hombre
como amistad, no fuimos nosotros quienes hemos dado el título de amigo – como habitualmente
solemos decir en ocasiones –, fue su elección, su misericordia y su mirada fija en la vida de cada
uno: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros”3.
“La amistad es la estructura misma de la economía salvífica y de la existencia teologal histórica y
escatológica”4. Es decir, la amistad como lugar teológico, soteriológico y escatológico, principio

1
Cfr. Ibid. p.369.
2
Jn. 15,15.
3
Jn. 15,16.
4
De guidi, S. Amistad. p. 282.

1
fundamental para abarcar a Dios en la experiencia vivencial de unión afectiva con la Trinidad.
Interesante este punto de vista, sin embargo, quedó anunciado no más y no se ahondó más en su
interpretación de “Dios amigo”.

Si para la teología fundamental, la amistad es principio de fe cristiana o punto de partida a la


mística, me pareció ideal abordarla a partir de alguna experiencia personal que se haya sumergido
en el encuentro amistoso con el Amigo. Por tanto, con el fin de responder a tantas preguntas en mi
cabeza: ¿qué es ser amigo de Dios en un mundo donde el concepto de amistad es tan manoseado y
desfigurado por el mismo hombre a su conveniencia? ¿cómo se establece tal filiación y que
implicaciones trae relacionar a Dios todopoderoso como amigo? ¿tal amistad divina es el mismo
reflejo de una amistad terrena?, recurrí a la obra “El Libro de la Vida” de la santa mística y
mistagoga: Teresa de Jesús.

¿Por qué precisamente este escrito de la Santa y no escoger otras obras como compendio y
extensión al mismo tema? Como se mencionó anteriormente, se desea buscar la biografía de
alguien que haya vivido experiencias místicas en una experiencia vivencial de amistad con Dios y
a partir de esa experiencia espiritual se convierta en teología. La intención no es llegar a definir la
experiencia como tal, ya que ésta resulta indefinible, precisamente porque, solo quien tiene la
experiencia, puede de algún modo “saber” lo que es, desde su camino de seguimiento5. Por
consiguiente, observar la propia biografía de Teresa en “El Libro de la Vida” como una historia de
salvación con Dios, inspiración que sostiene el camino del creyente, exégesis concreta de su fe y
mistagogía, en una guía hacía el misterio de Dios6. Y, qué mas que su primera obra autobiográfica
para desarrollar dichos elementos.

La amistad en Teresa de Jesús


La capacidad de relación social y humana de Teresa, para comunicarse y entablar diálogos de
cualquier tema, era un don predilecto que facilitaba la amistad; eso podríamos deducir. A pesar del
amor inculcado de sus padres a Dios y su capacidad de recibirlo, ella ahonda primero en las
amistades terrenas, amistades que la introdujeron a un mundo de vanidades, pero, también la
sumergieron en Dios:

A ésta que digo, me aficioné a tratar. Con ella (la prima) era mi conversación y pláticas,
porque me ayudaba a todas las cosas de pasatiempos que yo quería, y aun me ponía en ellas
y daba parte de sus conversaciones y vanidades. Hasta que traté con ella, que fue de edad
de catorce años, y creo que más (para tener amistad conmigo digo y darme parte de sus
cosas), no me parece había dejado a Dios por culpa mortal ni perdido el temor de Dios,
aunque le tenía mayor de la honra7.

5
Cfr. Torres Queiruga, Andrés. Experiencia de Dios: Posibilidad, estructura, verificabilidad. p. 37.
6
Cfr. Schneider, Michael. Teología como biografía: Una fundamentación dogmática. p 17 -32.
7
Santa Teresa de Jesús. El Libro de la Vida. 2,3.

2
De ahí que las amistades podían constituir una gran ayuda y un grave peligro a la vez. La idea no
es hablar de las amistades espirituales en este documento ni muchos menos del estado de
desposorio espiritual, sino revelar la amistad en Dios como principio de purificación de las
amistades terrenas e iniciación al encuentro místico. Por ende, a continuación, se darán algunas
características del Dios amigo de Teresa.

a.) Dios convoca a conocer la verdadera amistad: El deseo del Señor es purificar el significado
verdadero de la amistad, revelándose él mismo como amigo a través del reconocimiento de su
misericordia en la vida de cada uno, con el deseo de atraernos siempre a Él: “Paréceme andaba Su
Majestad mirando y remirando por dónde me tornar a sí ¡Bendito seáis Vos, Señor, ¡que tanto me
habéis sufrido!”8. Es posible que, debido a la testarudez y la falta de disponer la voluntad, Dios en
su infinito amor por la humanidad se vuelva más testarudo y nos fuerce a ser amigos, se valdrá de
todo, incluso en buscar buenas compañías: “Vi la gran Merced que hace Dios a quien pone en
compañía de buenos (…) ¡Oh, válgame Dios, por qué términos me andaba Su Majestad
disponiendo para el estado en que se quiso servir de mí, que, sin quererlo yo, me forzó a que me
hiciese fuerza!”9. De manera que, la Amistad es revelación de la propia Verdad, que se descubre
plenamente en relación de un intercambio amoroso.

b.) La oración, alimento de la amistad: Ante tal emisión de amor y del todo bien que hace Dios,
quien se ha abierto a tal encuentro amistoso con el Misterio, no desea “quebrantar esta amistad” ni
ser “ingratísimo con él”10, por el contrario, desea seguir alimentando la experiencia de amigos en
un anhelo de dialogo en soledad con Él: “Quedóme deseo de soledad; amiga de tratar y hablar en
Dios”11. ¿Cómo satisfacer estas ansias profundas de amistad? Poseer un deseo grande de no ofender
al Señor, porque esto no es un camino de temer sino de desear; merecer y dar gusto de los regalos
que da Dios y; oración con consideración: “no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar
de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”12.

La oración es fundamentalmente amistad. Ser amigo de Dios requiere diálogo y caer en la cuenta
de cuatros puntos esenciales: primero, reconocer a Dios como amigo debido a un encuentro
amistoso; segundo, los momentos de comunicación con Dios no deben ser pocos o esporádicos,
sino tratar muchas veces con Él; tercero, el diálogo debe ser a solas; cuarto y último, pero más
importante, saber y ser consciente que Dios nos ama. Así pues, la amistad con Dios requiere
dialogo, perseverancia, intimidad y caridad.

c.) Humildad: “Quiere Su Majestad y es amigo de ánimas animosas, como vayan con humildad y
ninguna confianza de sí”13. Para la Santa, la virtud por excelencia es la humildad, la confianza

8
Ibid. 2,8.
9
Ibidem. 2,8 – 3,4.
10
Ibidem. 5,4.
11
Ibidem. 6,4.
12
Ibidem. 8,5.
13
Ibidem. 13,2.

3
plena en creer en la Verdad, en ir en ese poco a poco determinados a cumplir la voluntad del Padre
y no la voluntad de sí. El amigo de Dios se deja guiar por Él en estado de total rendimiento a su
voluntad: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando"14. La humildad solo desea la
búsqueda de las dos voluntades en seguimiento de Jesucristo, procurando la perfección en la
caridad y el perdón.

d.) Amigos para el provecho de otros: La amistad en Dios no es individual, trae con sí una misión
particular en atender los tiempos recios de la actualidad: “Estos tiempos que son menester amigos
fuertes de Dios para sustentar los flacos”15. La honda amistad con el Señor y la voluntad divina
fuerza el alma a la salvación de los hermanos, a hacer algo por Cristo y la Iglesia, responder por
quienes también son amigos de Dios o, en su defecto, aun no lo son; el amigo de Dios es amigo de
todos: aman a todos, sirven a todos. El Señor desea “fuertes” amigos, que estén revestidos de
desasimiento, fortalecidos en la Escritura, deseosos de trabajar por el Reino y, principalmente,
fortalecidos en el espíritu para que el mundo no los confunda con la vanagloria del “hacer”. El
amigo de Dios, en su humildad, es dócil a la dirección espiritual, por tanto, será también amigo de
sus confesores, directores espirituales y formadores.

e.) Amigos de la cruz: El amigo de Dios padece sus dolores y las humillaciones con amor, fe y
esperanza. Del mismo modo que recibimos sus regalos, cómo no aceptar los padecimientos por su
amor. El Amigo está en la cruz sufriendo por la humanidad, y el amigo fuerte de Dios está al pie
de la cruz sufriendo con él: “Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo
primero en el padecer, todo se puede sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo
verdadero”16. La mirada siempre puesta en los ojos de Jesús, porque se hizo hombre y se le vio con
flaquezas y trabajos, los más grandes y humillantes, no es el quien da los trabajos, es Él quien
resucita para levantar el ánimo, regalar paz y fortalecer la grey. Las desolaciones no deben
arrebatarnos la amistad, mas bien, aumentar la confianza en Cristo y “no nos mostrar a procurar
consolaciones de espíritu; venga lo que viniere, abrazado con la cruz, es gran cosa”17.

Vivir el encuentro amistoso con Dios solo puede hacerse desde la reciprocidad, pero más por parte
del hombre, porque de Dios hay seguridad certera que de parte de Él no hay falta alguna. Su
condición de amigo es amar y darse. La teología debe llevar al teólogo, al sacerdote, al laico, al
niño a aprender y aprehender a ser amigo de Dios; principio teológico como punto de partida a la
vivencia del Misterio (mística).

14
Jn. 15,14.
15
Op. Cit. Santa Teresa de Jesús. 15,5.
16
Ibid. 22,6.
17
Ibidem. 22,10

4
Bibliografía

De guidi, S. Amistad. En Nuevo diccionario de teología moral, por F. Compagnoni, G. Piana, M. Vidal, S.
Privitera. Madrid: Ediciones Paulinas, 1992.

González Bernal, Edtih. La experiencia mística de la Sagrada Familia. Theologica Xaveriana. vol.65
no.180 Bogotá jul./dic. 2015, p.p. 353-380. Dirección online:
http://dx.doi.org/10.11144/javeriana.tx65-180.emse.

Schneider, Michael. Teología como biografía: Una fundamentación dogmática. Desclée de Brouwer,
Bilbao, 2000. p.p 17 -32.

Santa Teresa de Jesús. El Libro de la Vida. Obras completas. Monte Carmelo. Burgos, 2011. Decimosexta
edición.

Torres Queiruga, Andrés. Experiencia de Dios: Posibilidad, estructura, verificabilidad. Revista de


investigación e información filosófica: Pensamiento, vol. 55, núm. 211. Enero-abril 1999. Madrid
p.p 35-69.

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