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Gracias, Sr. Falker PDF
Gracias, Sr. Falker PDF
Antes de entrar al
colegio, vivía en el campo.
Jugaba mucho y le encantaba
mirar libros
A George Felker, el verdadero señor Falker.
Usted siempre será mi héroe.
El abuelo levantó el frasco de miel para que todos pudieran ver.
Introdujo un cucharón en el frasco y dejó caer un poco de miel
sobre la cubierta del pequeño libro.
Trisha acababa de cumplir cinco años.
-Mira pequeña –dijo el abuelo- Hace años hice esto con tu mamá,
tus tíos y tu hermano mayor. Ahora te toca a ti.
-Aprenderás
Aprenderás a leer en
Primero – le aseguraba su
Hermano.
Y en primer grado, Trisha se sentaba en círculo con los otros chicos de su clase.
Todos leían “Nuestro Barrio”, el primer libro de lectura. Trataban de
juntar sonidos y leer palabras: Mi papá,
papá Mi mamá,
mamá Amo a mi mamá.
mamá
Trisha preguntó:
-Abuela, ¿tú crees que yo soy diferente?
-Desde luego –contestó la abuela-. Ser
diferente es el milagro de la vida. ¿Ves esas
luciérnagas? Cada una es diferente de las
demás.
demás
-Sí, pero ¿crees que soy inteligente?
-Pon
Pon los números en una columna antes de sumarlos-
sumarlos le
decía la maestra.
-¡Oye tú estúpida! -le gritó un chico en el patio de recreo-. ¿Por qué eres tan tonta?
Otros chicos que estaban cerca se echaron a reir. Trisha sentía las lágrimas quemándole los ojos.
¡Cómo anhelaba estar otra vez en la granja, con sus abuelos, en Michigan!
Ahora Trisha no quería ir al colegio.
-Me duele la garganta –le decía a su mamá-,. Me duele el estómago.
Prefería soñar despierta en clase, dibujaba todo el tiempo. Y odiaba la escuela cada vez
más.
Cuando Trisha entró a quinto grado, todos hablaban del nuevo maestro.
Era alto y elegante.
elegante
A todos les gustaba su chaqueta a rayas y sus pantalones color gris.
- ¡Buenísimo! Absolutamente brillante. ¿Te das cuenta del talento que tienes?
- No sé –contestó Trisha-
encongiéndose de
hombros.
hombros
Trisha estaba segura de que el Señor Falker creía que ella sabía leer. Había aprendido a memorizar lo
que leía su vecino de pupitre. A veces esperaba a que el Señor Falker le ayudara un poco y repetía lo
mismo.
Un día, el señor Falker le pidió que se quedara después de clase y lo ayudara a borrar el tablero. El
Señor Falker puso música,
música trajo algo de comer,
comer y mientras trabajaban le dijo:
-¡Catorce
¡Catorce, tres,
tres D,
D U,
U C –gritó
gritó él.
él Y así,
así sin
parar, hasta que se puso al lado de ella.
Juntos se quedaron mirando la pizarra.
-Mi niña –le dijo- Te crees que eres tonta, ¿verdad? Debe ser
terrible sentirse así, tan solita y con tanto miedo.
-Pero,
Pero, pequeña, ¿no te das cuenta que tú no ves las letras y los
números como las demás personas? Has estado en la escuela
todos estos años, y has logrado despistar a muchos maestros. Y
buenos maestros. Y para eso se requiere valor, astucia e
inteligencia.
El resto del año fue una odisea de descubrimientos y aventuras para esta niña.
Aprendió a amar la escuela. Lo sé porque esa pequeña niña era yo, Patricia Polacco.
Me encontré con el Señor Falker otra vez, treinta años más tarde, en una boda. Fui a su
encuentro y me presenté. Al principio le costó trabajo reconocerme. Entonces le conté quién
era yo y cómo él había cambiado mi vida, años atrás.