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CAPÍTULO UNO

BREVE HISTORIA DE LA MECÁNICA CLÁSICA

1.1 Las observaciones astronómicas en la Antigüedad

En el pasado, hasta mediados del siglo XVII se separaba estrictamente a los


fenómenos terrestres de los celestes. En ambos campos se había hecho progresos, de tal
manera que por una parte, se conocía las leyes empíricas sobre el movimiento de la caída
libre de los cuerpos, y por otra, la de los movimientos de los astros. Empecemos por los
conocimientos astronómicos.

La Astronomía en las primeras culturas


El estudio de la Naturaleza debe haber comenzado en el cielo. Ciertamente, por razones
naturales, las estrellas y en particular el sol deben haber llamado fuertemente la atención
del hombre primitivo. Independientemente del significado religioso que les haya asignado,
descubrió la gran importancia que el comportamiento de los astros representaba para
identificar las épocas de siembra, y más adelante para orientarse en la navegación. Debió
haber algún conjunto de observadores muy acuciosos que identificaron la regularidad de los
movimientos celestes y trataron de registrarla. Para un observador suficientemente paciente,
no debió ser difícil darse cuenta que en la inmensidad de estrellas lejanas que en principio
siguen el mismo movimiento del sol; es decir con un ciclo de un día y viajando de oriente a
poniente, se encontraba un muy pequeño número de astros que no seguían siempre esta
regularidad, y que observados por tiempos suficientemente prolongados, mostraban
ocasionalmente un movimiento en sentido contrario al de los demás. Ahora sabemos que
todas aquella estrellas “regulares”, o estrellas fijas corresponden a estrellas realmente y
que ese pequeño número de astros “irregulares” son los planetas de nuestro sistema solar
que puede verse a simple vista: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, que por estar
suficientemente cercanos a nuestro planeta, o por ser muy grandes, la luz que reflejan del
sol es suficiente para ser visibles a nosotros; de hecho, Venus es uno de los astros más
brillantes en el firmamento nocturno.
No es difícil imaginar a una persona suficientemente cuidadosa y metódica, sembrar
una estaca y seguir su sombra durante largos períodos hasta tener una idea de las
fluctuaciones del movimiento solar y mejorar está técnica luego con la construcción de
edificios con ventanas adecuadamente localizadas, como las de Mesoamérica, o de un
obelisco, como los del antiguo Egipto; un poco más difícil es la observación sistemática de
los planetas y las estrellas lejanas. Las culturas antiguas lograron estas observaciones a
través de construcciones masivas. Hoy sabemos que ese era el fin de ciertos túneles en las
pirámides de Egipto y de algunas de las pirámides mayas.
Los babilonios lograron descubrir los planetas y elaborar tablas de movimientos del Sol,
que les permitía predecir eclipses de luna y aunque existen relatos de predicciones de
eclipses de sol, es poco probable que dichas “bases de datos” hayan sido suficientemente
precisas para tal fin, en virtud de que la franja de la sombra de la luna sobre la tierra es muy
estrecha. También ellos se pudieron dar cuenta que los planetas podían ser divididos en dos
tipos, a saber, los que actualmente llamamos internos y los externos, donde los primeros
son Mercurio y Venus, o sea, los que están más cerca del Sol que nosotros, y los segundos,

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Marte, Júpiter y Saturno, que distan más del Sol que nosotros. Esta diferencia es visible en
las conjunciones, es decir en aquellos momentos en que la Tierra, el Sol y el planeta se
encuentran en una línea. Por supuesto, el planeta no es visible cuando se encuentra muy
cerca del Sol, pero se puede observar la aproximación del planeta al Sol y su posterior
emergencia de la zona no visible. Los planetas internos presentan dos conjunciones, una
superior en la que el planeta se aproxima al Sol por un lado y una inferior en la que aquel se
aproxima al Sol por el lado contrario en períodos de semanas de observación. Los planetas
externos sólo presentan la conjunción superior, y la conjunción inferior se convierte en una
oposición en la que, el planeta queda opuesto al Sol, con respecto a la Tierra. Figuras [1.1].

a)

b)

Figura [1.1] Conjunciones de los planetas a) internos y b) externos.

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La astronomía babilonia y sus tablas de datos fueron de gran utilidad posteriormente
para los observadores griegos, quienes los ampliaron y mejoraron.

Los modelos astronómicos de Grecia


A la Grecia antigua le tocó florecer cuando ciertos descubrimientos para mejorar la
navegación, como por ejemplo la quilla de los barcos, permitieron a sus habitantes con
espíritu de aventureros y exploradores, viajar grandes distancias en el mar de forma tal que
conocieron otras culturas, y con ello pudieron relativizar su esquema del cosmos y de la
vida. De esta forma los fenómenos naturales adquirieron para ellos un carácter menos
mítico, que les hizo pensar que podrían “entenderlos”, y así, sus observaciones junto con
las que adquirieron de otras culturas anteriores y vecinas les sirvieron para elaborar lo que
hoy nombramos como modelos, es decir, ideas o proposiciones de cómo puede ser el origen
de los fenómenos, y no nada más describirlos, como lo hicieron los babilonios y egipcios.
A la mera descripción del comportamiento de un sistema, sin atender las causas que lo
provocan le llamaremos cinemática, y esa fue la actividad de las primeras culturas. Los
filósofos griegos, aunque tomaron muchos conocimientos de los babilonios tanto en la
astronomía, como en la matemática, plantearon ya modelos.
Los griegos de la Antigüedad hicieron las primeras propuestas sobre el movimiento de
los astros, las principales de las cuales estuvieron basadas en la idea de que la Tierra es fija
y los astros se mueven alrededor de ella. En los primeros siglos, en lo que se conoce como
la época presocrática, Tales de Mileto (ca. 624 – 548 a.C) continuó con las observaciones
de los babilonios, y Pitágoras (580 – 500 a.C) elaboró una filosofía basada en que Dios se
mostraba a los humanos a través de relaciones simples de números enteros y en la armonía
de los movimientos celestes. Los más notables avances en la ciencia fueron logrados en la
época llamada helénica, que va de aproximadamente el año 400 a.C. al año 250 d.C. Así,
Eudoxio, alrededor del año 370 a.C. siguiendo las ideas de Platón del círculo ideal, propuso
el movimiento de los astros en forma de cascarones esféricos concéntricos, con la Tierra en
el centro. Para las estrellas lejanas se definía la esfera mayor, diseñándose para los astros
más cercanos, y los planetas, otras esferas con complicados movimientos de rotación,
haciendo un total de 26. Poco tiempo después Aristóteles modificó este sistema bajo las
mismas bases e incrementó el número de esferas a 55.
La idea de que el universo fuera heliocéntrico, es decir en el cual el sol fuera el centro
alrededor del cual se mueven los planetas tampoco fue ajena a los griegos, y Aristarco,
alrededor del año 280 a.C. la propuso, probablemente en base a ingeniosos cálculos que
hizo sobre las distancias y magnitudes de la Luna y el Sol, como resultado de los cuales,
aunque muy por debajo de los que conocemos ahora, le dieron idea de la inmensa magnitud
del tamaño del Sol; no obstante se enfrentó a dos objeciones fuertes que no podían
entenderse en ese tiempo, a saber: ¿por qué las nubes acompañan a la Tierra y no rotan
independientemente alrededor del sol? Y ¿Por qué no cambia para nosotros la orientación
de las estrellas fijas durante la rotación de la Tierra alrededor del Sol? Sería lógico pensar
que desde la Tierra, en algún punto de su trayectoria se viera entonces a una determinada
estrella más lejos, y más cerca seis meses después. En ese momento nada se sabía de la
fuerza de la gravedad sobre las nubes y tampoco se tenía idea de que las enormes distancias
a las estrellas fijas hacen que aproximadamente dichas distancias sean prácticamente
constantes. Por estas razones esta idea tuvo poca trascendencia.
Mencionemos también que la precesión del eje de rotación de la Tierra, que es la
rotación lenta del eje Norte-Sur alrededor de un eje central, y que también se observa en un

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trompo alrededor de la vertical, fue descubierta por Hiparco cerca del año 150 a.C. al
observar irregularidades en la velocidad del Sol en su trayectoria.
Se puede decir que la culminación de las “teorías” de aquella época estuvo a cargo de
Claudius Ptolomeus (ca. 100 – 175 d.C.), o Tolomeo, alrededor del año 150 d.C., quien
tomó en cuenta las observaciones de la excentricidad de los movimientos planetarios y
siguiendo siempre el principio del movimiento en círculos perfectos de Platón, propuso que
el movimiento de un planeta tuviera lugar en un círculo llamado epiciclo cuyo centro M a
su vez debería moverse en un círculo llamado deferente, cuyo centro se hallaba en un punto
Z ligeramente fuera del centro de la Tierra (Fig. [1.2]). Esto es ya una muy buena
aproximación al movimiento planetario tomando en cuenta que en la realidad el observador
mismo se encuentra en movimiento. Pensemos por el momento en un planeta interno;
puesto que la Tierra se mueve en una órbita aproximadamente circular, para un observador
en la Tierra que vigile constantemente el sol, éste tendrá una órbita circular – que sería el
deferente – y el planeta se movería igualmente en una órbita aproximadamente circular – el
epiciclo – alrededor del Sol. En este caso el punto M coincidiría con la posición del sol. La
excentricidad del deferente sería una forma aproximada de tomar en cuenta que las órbitas
son elípticas. Por la misma razón que la órbita de la Tierra no es circular sino elíptica, el
sol, visto por el objeto ubicado en el punto M, no viajaría con velocidad uniforme.

Figura [1.2]. El modelo de Tolomeo sobre el movimiento relativo de los planetas y el Sol para un planeta
interno.

Tolomeo hizo un intento cuantitativamente exitoso para explicar este detalle agregando
un punto P más en línea con el centro de la órbita y la posición de la Tierra, opuesto a ésta
y a la misma distancia del punto Z (Figura [1.2]); la suposición de Tolomeo fue que el Sol
se movería entonces de tal forma que el segmento MP rotaba uniformemente. Para el caso
de los planetas externos, el modelo funcionaba de manera muy similar, como lo muestra la
Figura [1.3] con el radio del epiciclo, mayor que la órbita del sol. En este caso era necesario
definir el deferente como la trayectoria de un punto “imagen” M del Sol, con centro en la
Tierra, que resultaba de completar un paralelogramo de los puntos Tierra, Sol, Planeta, y
cuyo radio resultaba igual al del epiciclo.

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Figura [1.3]. El modelo de Tolomeo para un planeta externo.

Si bien es cierto que el “modelo” surgía de las observaciones hechas, el problema de la


excentricidad se resolvía a través de artificios; no obstante, nada hubiera contradicho que
Ptolomeo adoptara el sistema heliocéntrico de Aristarco; pero siendo el interés fundamental
de aquella época la descripción cinemática de los movimientos planetarios, no había motivo
alguno para hacerlo.

1.2 Copérnico y Kepler

Después de la caída de Grecia como la potencia del mundo antiguo, mucha de su


cultura no fue transmitida hacia Occidente en forma directa. Se hubiera esperado que Roma
absorbiese la cultura griega, y a su vez la transmitiera a los países que conquistaba. La
transmisión más bien sucedió de otra manera, a saber, a través de los árabes, quienes
incrementaron el caudal de conocimientos, algunos de los cuales sólo ahora se están
descubriendo. En Occidente, sólo después de haber pasado más de un milenio los
astrónomos pudieran continuar con sus avances, y así, Copérnico (1473 – 1543) fue un
digno sucesor de Tolomeo.
Dos cambios importantes propuso Copérnico a la teoría de los epiciclos de Tolomeo, a
saber:
1. La coincidencia en la dirección Tierra-Sol con el radio del deferente en el caso de
los planetas internos y con el radio del epiciclo en el caso de los externos, se
explica por el movimiento circular de los planetas, incluyendo la Tierra alrededor
del Sol.
2. Los planetas recorren sus trayectorias circulares con velocidad constante.

La primera de las hipótesis quita a la Tierra el privilegio de ser única. Esto ha definido
el concepto de transformación copernicana que se aplica cuando una persona o comunidad,
considerados como individuos, se dan cuenta que su papel no es único, sino que forman

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parte de una sociedad como cualquier otro individuo. La segunda, hace caso omiso de la
excentricidad, pero debe tomarse en cuenta cuando se hacen cálculos más precisos.
Tycho Brahe (1546 ‒ 1601) y su alumno Johannes Kepler (1572 ‒ 1631) continuaron
con el desarrollo de la astronomía y mejoraron la exactitud de los cálculos hasta ángulos de
2’. Kepler estudió el movimiento de Marte haciendo uso de los principios de Copérnico y
aplicando técnicas de excentricidad encontró que aquel aceleraba su velocidad cuando se
encontraba más cerca del Sol, lo cual lo condujo a deducir que en su movimiento los radios
vectores de posición de los planetas barrían áreas iguales en tiempos iguales, y además la
feliz casualidad de que en sus cálculos encontrara en forma repetida la cantidad 0.00429, lo
llevó a demostrar que la trayectoria no era circular sino elíptica. Diez años más tarde,
Kepler mismo pudo encontrar una relación entre el eje mayor de la elipse con el período de
rotación de cada planeta. Hoy reagrupamos las tres famosas Leyes de Kepler de la siguiente
manera:
1. Los planetas giran alrededor del Sol en trayectorias elípticas, en uno de cuyos focos
se halla el Sol.
2. Los segmentos del sol a cada planeta barren áreas iguales en tiempos iguales.
3. El cubo de la longitud del semieje mayor de la elipse es proporcional al cuadrado
del período de rotación de cada planeta alrededor del Sol. (Fig. [1.4])

Figura [1.4] El modelo de Kepler, mostrando una trayectoria elíptica, la cual se ha dibujado excesiva
para motivos solo de visualización.

Estas investigaciones fueron mejoradas a través del telescopio, el cual fue inventado en
forma rudimentaria a principios del siglo 17. Galileo Galilei (1564 ‒ 1642) fue el primero
en aplicarlo al estudio de los astros y lo mejoró notablemente. Su modelo dio origen a un
tipo de telescopios que consisten básicamente de dos lentes montadas en un tubo cuya
longitud es la diferencia de las distancias focales de las lentes. Galileo pudo con ayuda del
telescopio observar a Saturno y descubrir las 4 lunas de Júpiter, a las cuales llamó satélites,
con lo cual pudo ver “un sistema solar en pequeño” que lo llevó a apoyar el modelo
heliocéntrico de Copérnico, con la consabida confrontación con el clero católico. En 1611,
Kepler mejoró el diseño al utilizar una lente ocular convexa detrás del foco, ensanchando
de esa forma el campo visual e incrementó las posibilidades de magnificación hasta 1,000
veces o más.

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1.3 La Mecánica antes de Newton

La Mecánica Terrestre en la Antigüedad


En la mecánica terrestre, no se logró muchos avances en la antigüedad; se llegó a
conocer la ley de la palanca y algunas de sus consecuencias en aplicaciones de la estática.
Los descubrimientos en la dinámica tuvieron que esperar hasta el renacimiento.
La Ley de la palanca en la estática era ya conocida desde la época de los griegos,
Arquímedes también había estudiado las leyes del equilibrio en una palanca, y se empleaba
ya el concepto de centro de gravedad. Nada hubo sobre la dinámica; ésta apareció hasta
bien entrado el siglo 16.
La estática, no obstante tuvo un desarrollo por filósofos de la escuela llamada
escolástica en el siglo 12, quienes trabajaron con planos inclinados y descomposición de
fuerzas.
Los mismos filósofos escolásticos hicieron también algunos descubrimientos en la
cinemática; por ejemplo Nicolás de Oresme (1325 ‒ 1382) en París trabajó sobre el
movimiento uniformemente acelerado usando el concepto de velocidad promedio.
Haciendo gráficas de velocidad contra tiempo llegó al hoy conocido como “teorema de
Oresme”, que afirma que el espacio recorrido por un cuerpo en un tiempo t es

𝑣0 + 𝑣
𝑠= 𝑡
2

donde 𝑣0 y 𝑣 son sus velocidades inicial y final respectivamente


Esto fue aprovechado por Dominico Soto (1494 ‒ 1560) quien ya había formulado que
𝑣 = 𝑔𝑡 para el movimiento uniformemente acelerado, donde 𝑔 sólo era una constante sin
interpretación. Si esta expresión se sustituye en el teorema de Oresme con 𝑣0 = 0, se
obtiene la ley de la caída libre de los cuerpos

1 2
𝑠= 𝑔𝑡
2
como lo hizo Soto.

Galileo, uno de los gigantes


Los primeros pasos decisivos en el estudio de la dinámica fueron dados por Galileo
Galilei y podría muy bien ser considerado como uno de los inventores de los “experimentos
mentales”, término que se popularizaría en los inicios del siglo XX, cuando los
investigadores alemanes acuñaron el término Gedankenexperiment, que consiste en realizar
mentalmente o de manera teórica y lógica un determinado experimento a partir de hechos
observados o ya conocidos. Esto fue precisamente lo que hizo Galileo con dos
experimentos muy relevantes, el primero de los cuales tuvo que ver con el movimiento de
cuerpos en un plano inclinado. Galileo analizó el movimiento de una partícula que
descendía por un plano inclinado y a continuación ascendía por otro plano inclinado;
observando que la altura que alcanzaba en el segundo plano era solo un poco menor a
aquella de la que había sido liberada en el primer plano; después de sus experimentos
reales, aplicó el experimento mental, y meditó lo que sucedería si la inclinación del

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segundo plano disminuía en cada ensayo; al llegar a cero inclinación, concluyó, la partícula
debería poder avanzar a velocidad constante indefinidamente. Esto implica que una
partícula en movimiento rectilíneo y uniforme debe conservar tal movimiento. El otro
experimento mental de Galileo se dio a conocer en 1609 y tuvo que ver con la caída de los
cuerpos; él mismo había notado en 1590 que el tiempo de caída de un cuerpo dependía muy
ligeramente de su peso; no obstante, y aquí el experimento mental, pensando que el aire
pudiera ser el responsable de esto, ideó el siguiente experimento: Sean tres esferas, una de
oro, una de plomo y una de madera, y háganse caer en un medio con mercurio, luego en un
medio con agua y luego en aire. En el primer medio sólo cae el oro; las otras dos esferas
flotan; en el agua, caen las esferas de oro y la de plomo con el oro primero, y finalmente en
el aire las tres caen en el orden oro, plomo y madera, con poca diferencia. De ahí dedujo
que si el experimento se hiciera en vacío, las tres esferas caerían simultáneamente.
A diferencia de Aristóteles, quien asociaba un agente para mantener en movimiento los
cuerpos, Galileo asoció el cambio de la velocidad a los agentes externos, y finalmente
demostró que la frecuencia de un péndulo era independiente de su amplitud cuando ésta es
pequeña. Todo esto vendría a ser decisivo en el advenimiento de la dinámica de Sir Isaac
Newton (1643 ‒ 1727).

Después de Galileo, Christiaan Huygens (1629 ‒ 1697) descubrió la relación correcta


de la aceleración centrípeta del movimiento circular uniforme, que en lenguaje moderno
expresamos como:

𝑣2
𝑎=
𝑟

donde 𝑣 es la velocidad del cuerpo y r la distancia de la partícula al centro del movimiento;


también calculó el período de un péndulo físico en forma de barra, aun sin haber conocido
el cálculo infinitesimal de Newton y Leibniz, y sin usar el concepto de momento de inercia.
Lo anterior le sirvió para construir un reloj.

1.4 Leyes de Newton


Cuando Isaac Newton afirmó: Si he podido ver más allá que otros, eso es debido a
que me he parado sobre los hombros de gigantes, seguramente se estaba refiriendo
esencialmente a Copérnico, Tycho Brahe, Kepler y Galileo por sus investigaciones
astronómicas, y a este último también por la asociación del cambio de velocidad de los
cuerpos con el efecto de agentes externos, así como a Huygens por el estudio del
movimiento circular uniforme; todo esto desembocaría en lo que hoy conocemos como las
Leyes de Newton. Y en especial la segunda, y la de la Gravitación Universal. Es curioso que
en los escritos de Isaac Newton, no se encuentra la fórmula

F = ma (Fuerza igual a masa por aceleración)

que es la que conocemos como su segunda ley. El enunciado de dicha ley por Newton fue:
La razón de cambio de momento es proporcional a la fuerza resultante y está en la
dirección de tal fuerza. Esta ecuación, que a la vez define fuerza y masa, es la base de la
Mecánica Clásica. En principio esta ley explica solo fenómenos que observamos en la
Tierra; el gran mérito de Newton en este aspecto es que pudo generalizarlo al Universo.

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Cuando Isaac Newton contaba con 23 años, en 1665, una peste se desató en
Inglaterra; la Universidad de Cambridge donde trabajaba cerró temporalmente, y Newton
regresó a casa en su pueblo natal, Woolsthorpe. A su regreso a la universidad, Newton ya
llevaba en la mente la mayor parte de sus mayores descubrimientos; a él le gustaba relatar
que en ese tiempo él observó la caída de una manzana de un árbol, induciéndolo a
preguntarse entonces qué pasaría si la manzana, en vez de haber estado a unos cuantos
metros de altura, hubiera estado a una altura mucho mayor, inclusive de varios kilómetros.
Evidentemente la manzana también habría caído; y si esa distancia se incrementara hasta
alcanzar el punto en el que se encuentra la luna, ¿sería aún atraída por la Tierra? Y si así
fuera, ¿no sería esta misma fuerza la que mantiene a los planetas en su movimiento
alrededor del Sol? Como respuesta a esas interrogantes, Newton comentaba que entonces
pensó que tal análisis lo llevó a proponer que el origen de ambos tipos de fenómenos, los
terrestres y los celestes, es el mismo, a saber, una atracción entre los cuerpos en forma
general. Ciertamente, de la primera ley de Kepler, Newton dedujo que el movimiento
circular debía explicarse por una aceleración del planeta hacia el sol; calculando entonces la
velocidad tangencial del planeta y usando la fórmula de huygens dedujo que la aceleración
debería ser proporcional a 1/r2. Ésta debería ser proporcional a la fuerza que mantiene al
planeta en su órbita y la que ejercería el sol. De ahí derivaría la Ley de la gravitación
universal:

𝑚1 𝑚2
𝐹∝
𝑟2

donde m1 es la masa de uno de los dos cuerpos interactuantes, por ejemplo el Sol, y m2 la
masa del otro cuerpo, o sea el del planeta. Se obtiene la igualdad a través de una constante,
llamada ahora la constante de la gravitación universal G. Como un caso particular de esta
ley se tiene la fórmula para el cálculo de la atracción de los cuerpos por la Tierra, y como
otro, las leyes de la fuerza entre astros. Newton entonces pudo deducir, con su invento del
cálculo, las leyes de la caída libre y las de Kepler. La ley de la Gravitación Universal
emergió entonces casi en forma lógica. Esto representó un punto crucial en el desarrollo de
la Mecánica Clásica. Haciendo uso de lo que se conoce como una balanza de torsión, entre
los años de 1797 y 1798, Henry Cavendish (1731 ‒ 1810) comprobó directamente la ley de
la Gravitación Universal y obtuvo el valor de G al medir la fuerza gravitacional entre
esferas de plomo. Como consecuencia de este experimento se obtuvo también la masa de la
Tiera.

La mecánica evolucionó para estudiar más casos, y otros conceptos fueron


emergiendo de forma natural para complementar las leyes de Newton. Uno de los
principales conceptos que inclusive trascendería a la Mecánica es el de la energía.

1.5 La Energía
Hoy todo estudiante aplicado de preparatoria o de otro ciclo escolar superior,
comprende fácilmente los conceptos de la Mecánica Clásica; sabe qué es una fuerza y qué
es masa; no confunde energía con fuerza, y diferencia igualmente las contribuciones

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cinética y potencial de la energía, y tal vez se siente tentado a pensar que todo ha sido
siempre así. No hay tal. Durante mucho tiempo, lo que hoy conocemos como fuerza estuvo
asociado a la velocidad, y solo hasta Galileo, como vimos, se asoció al cambio de
velocidad, o sea la aceleración. La humanidad pensante tardó siglos en darse cuenta de los
efectos que producía lo que hoy llamamos fuerzas de fricción y de viscosidad. Como
resultado de estos análisis emergió uno de los más importantes conceptos no sólo de la
Mecánica sino de la Física, a saber: el de la energía.
René Descartes expuso en su obra maestra “Principios de Filosofía” en 1644 la
conservación del movimiento como la ley fundamental de la naturaleza, por el hecho de que
el movimiento siempre se observa, pues cuando un cuerpo se detiene, otro inicia su
movimiento. Por consideraciones sobre choques, Descartes también propuso la
conservación de la fuerza, aunque en realidad se refería al moderno concepto de impulso y
de momento, es decir el producto de la masa por la velocidad. Leibnitz atribuyó esta fuerza
a características internas de cada cuerpo y la llamó fuerza viva, la cual no coincidía con la
fuerza considerada por Newton como un agente externo a los cuerpos. De acuerdo con
Leibnitz, la fuerza viva se podía transmitir entre los cuerpos y hoy nos damos cuenta que en
realidad lo que tenía en mente es lo que hoy conocemos como energía cinética.
El principio de la conservación de la energía tuvo que esperar muchos años más,
una vez que se hubo encontrado la relación entre el calor y el trabajo, conocido como el
equivalente mecánico del calor, así como de la influencia del calor en la dilatación de los
gases y otros fenómenos eléctricos de conversión de corriente en calor. Finalmente,
alrededor de 1850, los señores William Thompson (posteriormente Lord Kelvin) y William
Rankine introdujeron en el vocabulario de la Física el término “Energy”, o energía, como
aquella cantidad que satisfacía los requisitos de conservación, identificándose entonces los
conceptos de energía potencial y energía cinética.

1.6 Los límites de la Mecánica Clásica


Desde el punto de vista de los fundamentos de la Mecánica Clásica, podríamos
concluir aquí el bosquejo histórico, no obstante es conveniente mencionar que si bien es
cierto que los principios en los que se basa la Mecánica Clásica no han sido modificados ni
nuevos encontrados en el campo de la mecánica macroscópica, su formulación ha
evolucionado para poder ser accesible a la resolución de problemas prácticos. Así por
ejemplo, en 1764, el físico y matemático Joseph Louis Lagrange mejoró el planteamiento
de la segunda ley en términos de sistemas de ecuaciones diferenciales que hoy conocemos
como ecuaciones de Lagrange, para estudiar fenómenos lunares. Hoy se usan estas
ecuaciones en la solución de un sinnúmero de problemas prácticos y teóricos. La segunda
ley de Newton también se puede expresar en otras formas, que facilitan la comprensión de
la transición de la Mecánica Clásica a la Mecánica Cuántica.
La mecánica clásica se ha aplicado en la ciencia y la ingeniería con todo éxito,
desde fenómenos pequeños que llegan inclusive a moléculas, hasta extraterrestres; a través
de ella se programa vuelos espaciales, se determina las trayectorias de asteroides que
podrían impactar en la Tierra; se determina el movimiento de partes en dispositivos
mecánicos, etc. No obstante al haber una relación directa entre la fuerza y el movimiento de
una partícula, es una disciplina determinista, es decir a cada causa le asocia un efecto bien
definido.
A fines del siglo antepasado y principios del pasado, todo parecía obedecer a la
Física Clásica, incluida la electrodinámica clásica. No obstante, algunos fenómenos no

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pudieron ser explicados con las teorías clásicas y hubo necesidad de agregar a la Física
otros postulados, entre los cuales el más importante para la Mecánica fue el hecho de que
las partículas atómicas y subatómicas no pueden ser consideradas como tales, es decir,
como masas puntuales que obedecen las leyes de newton ante la presencia de fuerzas.
Dichos fenómenos solo pueden ser explicados suponiendo que la partícula en el espacio se
convierte en un “paquete de onda” de materia. En el espacio de ese paquete existe una
probabilidad significativa de encontrar la partícula si se hace un experimento para
detectarla; fuera de ese espacio la probabilidad de encontrarla disminuye rápidamente. Esta
indeterminación de la partícula modifica el carácter determinista de la Física. Por otra parte,
a estos mismos niveles atómicos y subatómicos, la transferencia de energía entre las partes
de un sistema, no se lleva a cabo de una manera continua como en el caso clásico –
piénsese por ejemplo en la energía que recibe un cuerpo en su caída libre – sino en forma
discreta, es decir por múltiplos de cantidades constantes llamadas cuantos. Los cuantos son
tan pequeños, que a escala macroscópica su flujo es prácticamente un continuo. A esta
nueva disciplina se le llamó Mecánica Cuántica.

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