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Pero también vale la pena reivindicar la función social de la empresa con fines de
lucro, porque el beneficio es la base para remunerar el ahorro y conseguir eficiencia
económica en la inversión. Marx sigue vivo, pero sus ideas no hacen mucho bien.
Acabo con otro largo párrafo del artículo de John Kay: “La buena empresa, como el
buen smartphone o la buena escuela, se puede reconocer por lo que consigue. Paga a
los trabajadores un salario digno; no se enreda con manejos para evitar el pago de
impuestos. Desarrollo los conocimientos y capacidades de sus empleados y no hace
enloquecer a sus clientes con complejas estructuras de tarifas. Obtiene beneficios,
reinvierte algunos y paga un dividendo a sus accionistas. Sus ejecutivos gastan más
tiempo paseando por la oficinas y almacenes que sentados en las salas de reuniones
de los bancos de inversión. La buena empresa contribuye con ideas relevantes al
diseño de las políticas públicas, pero no se mete en tareas de lobby a una escala tal
que corrompa el proceso de decisiones de los políticos”. Animo al lector a volver a leer
este párrafo (la traducción es mía, y libre, como suelo hacer casi siempre), porque, me
parece, es una formidable tratado de lo que es una empresa socialmente
responsable. Y porque, leyendo entre líneas, van apareciendo muchas de las cosas que
las empresas están haciendo mal en estos momentos.
ECONOMÍA
RESPONSABILIDAD SOCIAL Y ÉTICA DE LA EMPRESA
Pero también vale la pena reivindicar la función social de la empresa con fines de
lucro, porque el beneficio es la base para remunerar el ahorro y conseguir eficiencia
económica en la inversión. Marx sigue vivo, pero sus ideas no hacen mucho bien.
Acabo con otro largo párrafo del artículo de John Kay: “La buena empresa, como el
buen smartphone o la buena escuela, se puede reconocer por lo que consigue. Paga a
los trabajadores un salario digno; no se enreda con manejos para evitar el pago de
impuestos. Desarrollo los conocimientos y capacidades de sus empleados y no hace
enloquecer a sus clientes con complejas estructuras de tarifas. Obtiene beneficios,
reinvierte algunos y paga un dividendo a sus accionistas. Sus ejecutivos gastan más
tiempo paseando por la oficinas y almacenes que sentados en las salas de reuniones
de los bancos de inversión. La buena empresa contribuye con ideas relevantes al
diseño de las políticas públicas, pero no se mete en tareas de lobby a una escala tal
que corrompa el proceso de decisiones de los políticos”. Animo al lector a volver a leer
este párrafo (la traducción es mía, y libre, como suelo hacer casi siempre), porque, me
parece, es una formidable tratado de lo que es una empresa socialmente
responsable. Y porque, leyendo entre líneas, van apareciendo muchas de las cosas que
las empresas están haciendo mal en estos momentos.