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ESCLAVISMO

El modo de producción esclavista es uno de los modos de producción que Marx definió
como estados de la evolución de la historia económica definidos por un determinado nivel
de desarrollo de las fuerzas productivas y una forma particular de relaciones de producción.
El modo de producción esclavista fue el componente esencial de la formación económica
social de la civilización greco-romana y lo que le proporcionó la base tanto de su éxito como
de su crisis.
La esclavitud ya había existido en formas diferentes en las civilizaciones del antiguo Oriente,
pero siempre había sido una condición jurídicamente impura, que con frecuencia tomaba
la forma de servidumbre por deudas o de trabajo forzado, entre otros tipos mixtos de
servidumbre, y formando sólo una categoría muy reducida en un continuo de dependencia
y falta de libertad que llegaba hasta muy arriba en la escala social. La esclavitud nunca fue
el tipo predominante de extracción de excedente, sino un fenómeno que existía al margen
de la principal mano de obra rural. Los imperios fluviales (Mesopotamia, Egipto), basados
en una agricultura intensiva y de regadío que contrasta con el cultivo de secano de la
civilización mediterránea grecorromana, no fueron economías esclavistas, y sus sistemas
legales carecían de una concepción estrictamente definida de la propiedad de bienes
muebles.
Las grandes épocas clásicas: Grecia en los siglos V y IV a. C. y Roma desde el II a. C. hasta el
II d. C. fueron aquellas en las que la esclavitud fue masiva y general entre los otros sistemas
de trabajo. La decadencia de la esclavitud, en el Helenismo o en la Roma de la crisis del siglo
III, significó la decadencia de ambas culturas urbanas. El predominio de la ciudad sobre el
campo se invierte cuando el modo de producción esclavista es sustituido por el modo de
producción feudal.
Grecia
Las polis griegas fueron las primeras en hacer de la esclavitud algo absoluta en su forma y
sobre todo dominante en su extensión, convirtiéndola en un sistemático modo de
producción. Eso no quiere decir que el mundo griego clásico se basara de forma exclusiva
en la utilización del trabajo de esclavos: los campesinos libres, arrendatarios y artesanos
urbanos siempre coexistieron con los esclavos; pero el modo de producción dominante, que
rigió la articulación de cada economía local y definió la civilización griega fue el esclavista.
Las estimaciones numéricas son poco fiables y varían enormemente. En la Atenas de
Pericles la proporción esclavos/ciudadanos libres era quizá de 3 a 2. En otras polis (Quíos,
Egina, Corinto) probablemente más. Aristóteles daba por supuesto la necesidad de esclavos
en abundancia y Jenofonte proponía como proporción ideal 3 a 1. Lo verdaderamente
importante es que por primera vez los esclavos fueron utilizados de forma habitual en la
artesanía, la industria y la agricultura en escala superior a la utilización doméstica, propia
de una concepción menos utilitaria y más de ostentación.
Al tiempo que la esclavitud se hacía general, la naturaleza de la esclavitud se hacía absoluta:
ya no consistía en una forma relativa de servidumbre entre otras muchas, a lo largo de un
continuo gradual, sino en una condición extrema de pérdida completa de libertad, que se
yuxtaponía a una libertad nueva y sin trabas. La libertad y la esclavitud helénicas eran
indivisibles: cada una de ellas era la condición estructural de la otra, en un sistema diádico
que no tuvo precedente ni equivalente en las jerarquías sociales de los imperios del Oriente
Próximo, que no conocieron ni la noción de ciudadanía libre ni la de propiedad.
Roma
Las guerras interiores y exteriores a partir de finales del siglo III a. C. (Guerras púnicas,
guerra social y guerra civil) pusieron bajo el control de la oligarquía senatorial grandes
territorios, de forma especial en el sur de Italia. Al mismo tiempo acentuaron
dramáticamente la decadencia del campesinado romano, que en otros tiempos había
constituido la sólida base de pequeños propietarios de la pirámide social de la ciudad. La
movilización sin fin agotó a los assidui, llamados año tras año a la legión. Los que no morían
eran incapaces de conservar sus tierras, absorbidas por la nobleza ecuestre y senatorial. Del
año 200 al 167 a. C., el 10 % o más de todos los hombres libres y adultos de Roma estuvieron
alistados permanentemente en el ejército. Este gigantesco esfuerzo militar sólo era posible
porque la economía civil en la que se apoyaba podía funcionar hasta ese punto gracias al
trabajo de los esclavos, que liberaba las correspondientes reservas de mano de obra para
los ejércitos de la República. A su vez las guerras victoriosas proporcionaban más cautivos-
esclavos para enviar a las ciudades y las fincas de Italia.
El resultado final fue la aparición de unas propiedades agrarias, los latifundios cultivadas
por esclavos, de un tamaño hasta entonces desconocido. Los mayores podían alanzar más
de 80 000 hectáreas. Incluso siendo dispersos, sus fincas individualizadas solían superar los
500 iugera (120 hectáreas) y no eran raros tamaños diez veces superiores. Aumentó la
combinación del cultivo de vid y olivo con el de los cereales, y la superficie dedicada a la
ganadería. La comercialización estaba asegurada por las vías terrestres (calzada romana) y
las rutas marítimas de un Mediterráneo pacificado que llevaban la producción a las
ciudades, la mayor la propia Roma. A larga distancia las grandes metrópolis de Oriente
proporcionaban un comercio de lujo.
A finales de la República quizá el 90 % de los artesanos de Roma eran de origen esclavo. Se
calcula que en el 225 a. C. habría en Italia 4 400 000 personas libres frente a 600 000
esclavos. En el año 43 a. C. la población libre no habría crecido, mientras que los esclavos
serían 3 000 000 (cinco veces más que en la fecha anterior).
SEDENTARISMO
El sedentarismo es una forma de poblamiento por la cual una sociedad se establece en un
lugar determinado al que pasa a considerar como su hogar. Es la antítesis del nomadismo.
Se cree que el proceso por el cual los seres humanos comenzaron a dejar de ser nómadas
para convertirse en sedentarios comenzó con el Neolítico, hace aproximadamente diez mil
años en Oriente Medio. Posteriormente se fue dando en todos los continentes, en unos
casos por difusión y en otros de manera espontánea, como en China, Nueva Guinea, África
o América (en esta última durante su periodo formativo). La sedentarización se consolidó
definitivamente con la fundación de las primeras ciudades (Jericó tiene ya entidad
poblacional hacia el 9 500 a. C.). La ciudad representaría la culminación del proceso de
sedentarización humano y dicho proceso perdura todavía en la edad contemporánea.
La ciudad es consecuencia directa del establecimiento definitivo de un grupo humano en
un territorio determinado. La agricultura permitió que la tribu se detuviera para cuidar del
proceso de sembrados y la domesticación de animales. Ello implicó el trabajo, pero también
el tiempo de espera, del cual nace un desarrollo cultural determinado como la escritura, el
registro del tiempo (calendario), las matemáticas, las observaciones astronómicas y el
comercio interétnico. La agricultura también conlleva que la tribu tenga ciertas posesiones
que debe cuidar de las ambiciones de otras tribus y por vez primera la humanidad construye
las fortalezas y murallas.
Existen vestigios de murallas en todo el Oriente Medio con dataciones de más de 10 mil
años y en muchos casos estas son el único vestigio que prueba la presencia de una ciudad.
La sociedad agraria, en aras de proteger y administrar la producción, crea las relaciones de
clase y posición social que en el nomadismo son menos complicadas y de ahí nace el
dirigente de la ciudad. Las primeras ciudades fueron autónomas, tribales, dependían de sí
mismas y se aliaban con otras en casos circunstanciales, como las polis de Grecia, Fenicia y
los Mayas, entre otros.
El desarrollo de estados más complejos nacería del poder creciente de una determinada
ciudad, que terminaría por dominar a las ciudades vecinas y crear una unidad política más
grande. Casos como éste, se darían primero en territorios como Egipto y China, entre otros.
Los imperios serían el colmo del poder creciente de uno de estos estados que, ya no solo
controlaría las ciudades y la población de un territorio (reino), sino que iría al control de
otros estados circunvecinos como el caso de China, el Imperio romano, el Imperio azteca o
el Imperio inca, entre otros.

FEUDALISMO
Feudalismo es la denominación del sistema político predominante en la Europa Occidental
de los siglos centrales de la Edad Media (entre los siglos IX al XV, aunque no hay acuerdo
entre los historiadores sobre su comienzo y su duración, y esta varía según la región),1 y en
la Europa Oriental durante la Edad Moderna, caracterizado por la descentralización del
poder político; al basarse en la difusión del poder desde la cúspide (donde en teoría se
encontraban el emperador o los reyes) hacia la base donde el poder local se ejercía de forma
efectiva con gran autonomía o independencia por una aristocracia, llamada nobleza, cuyos
títulos derivaban de gobernadores del imperio carolingio (duques, marqueses, condes) o
tenían otro origen (barones, caballeros, etc.).
El término «feudalismo» también se utiliza historiográficamente para denominar las
formaciones sociales históricas caracterizadas por el modo de producción que el
materialismo histórico (la historiografía marxista) denomina feudal.
Como formación económico-social, el feudalismo se inició en la Antigüedad tardía con la
transición del modo de producción esclavista al feudal; a partir de la crisis del siglo III y sobre
todo con la disolución del Imperio romano de Occidente (siglo V) y la formación de los reinos
germánicos y el Imperio carolingio (siglos VIII y IX).
Fundamentado en distintas tradiciones jurídicas (tanto del derecho romano como del
derecho germánico –relaciones de clientela, séquito y vasallaje–), el feudalismo respondió
a la inseguridad e inestabilidad de la época de las invasiones que se fueron sucediendo
durante siglos (pueblos germánicos, eslavos, magiares, musulmanes, vikingos). Ante la
incapacidad de las instituciones estatales, muy lejanas, la única seguridad provenía de las
autoridades locales, nobles laicos o eclesiásticos, que controlaban castillos o monasterios
fortificados en entornos rurales, convertidos en los nuevos centros de poder ante la
decadencia de las ciudades.
Desde el punto de vista institucionalista, el feudalismo fue el conjunto de instituciones
creadas en torno a una relación muy específica: la que se establecía entre un hombre libre
(el vasallo), que recibía la concesión de un bien (el feudo) por parte de otro hombre libre
(el señor), ante el que se encomendaba en una ceremonia codificada (el homenaje) que
representaba el establecimiento de un contrato sinalagmático (de obligaciones
recíprocas).3 Esta serie de obligaciones recíprocas, militares y legales, establecidas entre la
nobleza guerrera; giraba en torno a tres conceptos clave: señor, vasallo y feudo. Entre señor
y vasallo se establecían las relaciones de vasallaje, esencialmente políticas. En el feudo,
entendido como unidad socio-económica o de producción, se establecían relaciones de muy
distinta naturaleza, entre el señor y los siervos; que desde la historiografía marxista se
explican como resultado de una coerción extraeconómica por la que el señor extraía el
excedente productivo al campesino. La forma más evidente de renta feudal era la
realización por los siervos de prestaciones de trabajo (corveas o sernas); con lo que el
espacio físico del feudo se dividía entre la reserva señorial o reserva dominical (donde se
concentraba la producción del excedente) y los mansos (donde se concentraba la
producción imprescindible para la reproducción de la fuerza de trabajo campesina). En otras
formas, los siervos se obligaban a distintos tipos de pago; como una parte de la cosecha o
un pago fijo, que podía realizarse en especie o en moneda (forma poco usual hasta el final
de la Edad Media, dado que en siglos anteriores la circulación monetaria, y de hecho todo
tipo de intercambios, se reducían al mínimo), a los que se añadían todo tipo de derechos y
monopolios señoriales.
RENACIMIENTO
Se denomina Renacimiento al fenómeno cultural iniciado en la Edad Moderna que retoma
los principios de la antigüedad clásica pero actualizándola, sin renunciar a la tradición
cristiana sustituyendo la omnipresencia de lo religioso por el aumento y afirmación de los
valores del mundo y del ser humano.
Todo esto va acompañado de una nueva visión del mundo, de unos cambios sociales y
políticos y determinados descubrimientos científicos y geográficos (Copérnico, Galileo,
Kepler …). Es muy importante el descubrimiento de la imprenta (Gutenberg), ya que con
ella se difunde más fácil y rápidamente la información, así como los conocimientos.
Muchas de las premisas del Renacimiento se vislumbran e iban fraguando ya en tiempos
del gótico, en la Edad Media, por lo que el Renacimiento no supone un corte con lo anterior.
Es un arte que se aparta de la fe y la religión frente a la razón, lo que se debe a las nuevas
ideas de la sociedad del momento.
Hay un gran interés por traducir los textos clásicos que llegan tras la caída de Constantinopla
(1453) en manos de los turcos, muchos sabios emigran a Italia aportando sus textos y
cultura.
La palabra que define este movimiento es el humanismo, que se caracteriza porque las ideas
van centradas en la figura del hombre. Es un paso del teocentrismo medieval al
antropocentrismo renacentista.
En cuanto al aspecto artístico, la llegada del Renacimiento supone un cambio de los
elementos góticos por los elementos de la cultura grecorromana, buscando las medidas que
llevan a la armonía. Se intentan utilizar elementos armónicos que rigen el universo para sus
representaciones. Además, se buscan unas relaciones de belleza y armonía a través de las
matemáticas. La escultura del ser humano se convierte en un elemento fundamental.
Uno de los cambios más destacados es la aparición de la perspectiva, que consiste en la
representación de la tercera dimensión.

INDUSTRIALISMO
El término no se debe confundir con el de la industrialización, que es un fenómeno que se
acompaña de la revolución industrial que marcó el cambio de las estructuras tecnológicas
factores, económicos y sociales que se desarrollaron la producción y transformación de
bienes materiales también obtenidos con el uso de capital y nuevos racional métodos de
producción.
Ya en el siglo XIX en el progreso industrial vemos la posibilidad de crear una nueva sociedad
guiada por criterios económicos y éticos de la industrialización. De esta ideología nacida
intentos de reformas sociales de Saint-Simon y Robert Owen, donde las reglas sociales se
configuran en el modelo industrial.
Desde el inicio del proceso de industrialización, algunos autores han visto en sus elementos
constitutivos tales como el método de división del trabajo social, la tendencia a la expansión
de la primera fábrica y sustitución en la gestión empresarial de los grupos familiares con los
ejecutivos de gestión , etc. una capacidad para transformar el orden social en su conjunto
un aumento de las donaciones a una "sociedad industrial" que evolucionaría a lo largo de
un único camino para el progreso económico y social juntos y dando todas las empresas
similares tras haber alcanzado un alto grado de desarrollo industrial teniendo en cuenta
secundaria y las diferencias económicas insignificantes como un capitalismo privado o
estatal y el colectivismo.
En este sentido la industrialización puede ser considerada como una consecuencia
ideológica de industrialización, es decir, "no es un método particular de la industria, pero
una evaluación particular de la importancia de la industria de la que se deduce que esto se
considera la única cosa importante, por lo que ya es el poder subordinado que debe ocupar
entre los intereses y las actividades humanas, para ser el criterio por el cual se juzgan todos
los otros intereses y todas las demás actividades”.
ILUSTRACIÓN
La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual europeo (especialmente en Francia
e Inglaterra) que se desarrolló desde finales del siglo XVII hasta el inicio de la Revolución
francesa, aunque en algunos países se prolongó durante los primeros años del siglo XIX. Fue
denominada así por su declarada finalidad de disipar las tinieblas de la humanidad mediante
las luces de la razón. El siglo XVIII es conocido, por este motivo, como el Siglo de las Luces.
Los pensadores de la Ilustración sostenían que el conocimiento humano podía combatir la
ignorancia, la superstición y la tiranía para construir un mundo mejor. La Ilustración tuvo
una gran influencia en aspectos económicos, políticos y sociales de la época. La expresión
estética de este movimiento intelectual se denominará neoclasicismo.
La Ilustración (Lumières, en francés; Enlightenment, en inglés; Illuminismo, en italiano;
Aufklärung, en alemán),2 en frase de uno de sus más importantes representantes,
D'Alembert, «lo discutió, analizó y agitó todo, desde las ciencias profanas a los fundamentos
de la revelación, desde la metafísica a las materias del gusto, desde la música hasta la moral,
desde las disputas escolásticas de los teólogos hasta los objetos del comercio, desde los
derechos de los príncipes a los de los pueblos, desde la ley natural hasta las leyes arbitrarias
de las naciones, en una palabra, desde las cuestiones que más nos atañen a las que nos
interesan más débilmente». Esto mismo nos indica que, más que el contenido mismo de
sus doctrinas, lo original del movimiento fue la forma de pensamiento y valoración.
Según el teórico marxista Lucien Goldmann, la Ilustración puede ser definida como «una
etapa histórica de la evolución global del pensamiento burgués». Como tal, insertaría su
filiación doctrinal en el Renacimiento y, especialmente, en las corrientes racionalistas y
empiristas del s. XVII (de Descartes, a Locke, pasando por Bacon, Bayle, Galileo, Grocio,
Hobbes, Leibniz, Newton, Spinoza, o los libertinos), y basa su posibilidad sociológica de
desarrollo en las revoluciones políticas neerlandesa e inglesa, en el empuje de la burguesía
y en las transformaciones económicas en gestación, apoyadas en una coyuntura en alza,
que desembocarán en la Revolución francesa.
Desde Gran Bretaña, donde algunos de los rasgos esenciales del movimiento se dieron antes
que en otro lugar, la Ilustración se asentó en Francia, donde la anglofilia fue difundida por
Voltaire, y produjo aquí su cuerpo ideológico, el enciclopedismo, y sus más representativas
personalidades (Montesquieu, Diderot, Rousseau, Buffon, etc); también dio sus frutos, en
ocasiones más o menos autónomamente, pero en la mayoría de casos dependientes de
Gran Bretaña y, sobre todo, de Francia, en otras zonas europeas (Países Bajos, la península
italiana y la ibérica, el conglomerado germánico, Polonia, Rusia, Suecia, etc.) o en sus
colonias americanas; frutos condicionados por el grado de desarrollo ideológico y
sociopolítico adquirido en el momento de lanzamiento de la nueva ideología y por el
proceso interno seguido a lo largo de su desarrollo.

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