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¿El FMI

detonó
nuestra
democracia?

Dr. Juan Abelardo Hernández Franco


Mtro. Alfredo Llamas Carrasco
César Camacho Quiroz
Presidente del CEN del PRI
Ivonne Ortega Pachecho
Secretaria General del CEN
del PRI
Guillermo Deloya Cobián
Presidente del ICADEP Nacional
del PRI
Dunia Ludlow
Secretaria General del ICADEP
Nacional del PRI
Georgina Pulido García
Secretaria Técnica del ICADEP
Nacional del PRI
Pedro Quiroz Vieyra
Tesorero del ICADEP Nacional
del PRI

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6 ¿El FMI detonó nuestra democracia?
¿El FMI detonó nuestra democracia?
Dr. Juan Abelardo Hernández Franco
Mtro. Alfredo Llamas Carrasco

1. EL PROYECTO DEMOCRÁTICO DEL PRI:


LA NATURALEZA DEL PARTIDO HEGEMÓNICO
Octavio Paz, en su ensayo Hora Cumplida (1929-1985), afirma que el régimen
gubernamental que predominó durante la mayor parte del siglo veinte nació en
1929, con la fundación del Partido Revolucionario Institucional, bajo su primera
manifestación: el Partido Nacional Revolucionario (PNR). Su plan original
ciertamente no era político. En esencia, tenía por objeto transformar a México en
una auténtica democracia.1 Sin embargo, a la distancia histórica puede observarse
que el objetivo no tuvo resultados inmediatos, lo cual no significó que el proyecto
hubiera fracasado. Nada más equivocado, sobre todo, cuando aún podemos ver que
México, en los últimos años, ha continuado transformándose y dirigiéndose hacia
procesos cada vez más democráticos.
Cabe mencionar que también se presentaron algunos factores que, sin impedir
absolutamente el proceso de transformación de México, sí retrasaron su proceso de
democratización y modernización. Entre las razones fundamentales de tal demora,
encontramos que el país no había terminado de liberarse de las figuras de los
caudillos, quienes centralizaban en sus propias personas el poder que la población
les infería. Una especie de reminiscencia de las formas políticas prehispánicas y
monárquicas europeas.
“Vale la pena dar el ejemplo de un arquetipo ideológico que oscila entre el
modelo indio y el modelo hispanoárabe: nuestra imagen –pues es una imagen
más que una idea– de la autoridad del jefe, especialmente en su representación
máxima, el Presidente de la República. En toda América Latina, con excepción de
Chile y Uruguay, la idea popular del jefe cristaliza en la imagen alternativamente
radiante o sombría, del caudillo, una idea hispanoárabe; en México, esa imagen
se yuxtapone a otra: la del sacerdote-rey de la tradición azteca. El caudillo es
personal y excepcional; el sacerdote-rey es impersonal e institucional. El primero
pertenece a la épica, el segundo al rito”.2
1 Paz, Octavio, Obras Completas, tomo 8, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, p. 383.
2 Paz, Octavio, Debate: Presente y Futuro de México.

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Ciertamente, la idea de conformar un partido dominante se gestó ante la observación
y la reflexión de lo que ocurría en otros países del mundo. La influencia de los
partidos totalitarios europeos fue determinante. El partido fascista italiano, el
partido comunista en la URSS y, posteriormente en Alemania, el partido nacional
socialista, fueron sin duda, ejemplos de la naturaleza que debía tener un partido
para anular las fuerzas de los caudillos nacionales y para servir de catalizador de
las fuerzas vivas. No parece extraño descubrir el por qué esta nueva estructura
tomó el nombre de Partido Nacional Revolucionario. Nombre con el que recuerda
a los partidos europeos y que, al mismo tiempo, encierra los itinerarios de las
diversas posturas. Por un lado, el espíritu revolucionario socialista; por otro, el
espíritu nacionalista al modo alemán e italiano. Y además, todos estos partidos
eran corporativistas.
Sin embargo, aunque hay un gran parecido, también existen las diferencias
fundamentales que la historia puede confirmar. Los partidos totalitarios, como el
comunista de la URSS, terminaron por asimilar a los grupos obreros y populares,
de tal modo que los nulificó en sus operaciones. Es decir, las organizaciones
obreras se convirtieron en meras células administrativas del partido en el poder.
Por su parte, el PRI, nunca anuló el poder de los sindicatos.
Existe un par de datos fundamentales que debemos considerar para comprender la
naturaleza de este nuevo proyecto. En primer lugar, a diferencia del partido fascista
italiano y del partido comunista –que tomaron el poder por asalto–, el Partido
Nacional Revolucionario fue creado desde el poder mismo. En segundo lugar,
mientras los otros partidos revolucionarios que tomaron el poder consolidaron
una ideología dominante, el PRI, lejos de fundarse en un programa ideológico,
operó como una proyección del gobierno. Nunca expropió a la sociedad civil, como
lo hicieron los partidos que dominaban gobiernos totalitarios. Por ejemplo, en la
Unión Soviética la sociedad civil desapareció. Si bien es cierto que en el caso de
México se llegaban a dar casos de censura, éstos nunca eran plenos. Si un medio
desaparecía, siempre surgían uno o varios que ocupaban su lugar.
Estas diferencias son importantes, pues en ellas se manifiesta el plan original del
partido: la transformación de México en una verdadera democracia. Si el partido
hubiera tenido como fin el control absoluto del poder, entonces habría operado
con una plataforma ideológica radical, como lo hicieron en su momento el Partido
Comunista o el Partido Fascista italiano. El PRI nunca la tuvo. Por esta razón,
jamás existieron por parte del programa del partido, persecuciones por causas
ideológicas. En México siempre se permitió la manifestación contra el gobierno,
dentro de los márgenes que el mismo sistema permitía; nunca por la lucha armada.

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A diferencia de regímenes como el soviético o el de la Alemania Nazi, donde la
persecución era implacable contra cualquier manifestación de disidencia, en
México, las marchas y protestas han sido una expresión social asimilada en la
propia cultura del mexicano, así como en su vida cotidiana. Es por ello que Octavio
Paz nombró al Estado Mexicano, “el ogro filantrópico”, precisamente, porque
siendo un partido hegemónico, no destruye a sus oponentes; en todo caso, vive
con ellos en una especie de simbiosis sociopolítica. Efectivamente, el PRI nunca
implantó el terror ideológico como existió dentro de los regímenes totalitarios.
La clave del proyecto democrático mediante la creación de un partido hegemónico
–lo cual sin duda se conocía desde finales del siglo XVIII en Europa–, consiste
en lograr reunir los intereses de los sectores sociales, sin que intervenga un líder
carismático o un caudillo. Se trata de lograr el paso de un sistema de vida feudal
a un sistema de Estado Policía; es decir, a un Estado que atienda directamente
los intereses de la población y controle su vida económica. Ahora bien, por Estado
Policía debemos entender lo que Michel Foucault explica en su curso del College
de France, entre 1977-1978:
“Desde el siglo XVII se empezará a llamar “policía” el conjunto de los medios a
través de los cuales se pueden incrementar las fuerzas del Estado a la vez que
se mantiene el buen orden de éste. Para decirlo de otra manera, la policía será el
cálculo y la técnica que van a permitir establecer una relación móvil pero pese a
todo estable y controlable, entre el orden interior del Estado y el crecimiento de
sus fuerzas”.3
Un ejemplo de dicha experiencia de transformación se vivió dentro de los territorios
alemanes durante el siglo XVII. A partir del Tratado de Westfalia, aparecieron
pequeños Estados que permitieron el paso de un sistema de caudillaje a la
cameralística: un control corporativo administrado por una casta naciente que
más adelante, en el siglo XX, será llamada: los burócratas.
Mediante el establecimiento de verdaderos Estados Policía (estados en los
que el control económico, político y social eran definidos por el gobierno), las
actividades de los individuos sólo tendrían sentido y razón en la medida que
estuvieran relacionadas con el Estado. Estos pequeños Estados, que controlaban
y estandarizaban las actividades y los intereses de una población definida, se
convirtieron en verdaderos laboratorios microestatales en los que se experimentaba
dicha transformación.
“Entre estructuras feudales recombinadas por el tratado de Westfalia y con la idea
imperial sobrevolando su territorio, pero una idea imperial debilitada si no anulada
por ese mismo tratado, se formaron nuevos Estados que, aunque no modernos,
3 Foucault, Michel, Seguridad, Territorio Población, Akal, Madrid, 2008, p. 297.

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eran intermediarios entre aquellas estructuras feudales y los grandes Estados y
constituyeron espacios privilegiados para la experimentación estatal. Y ese aspecto
de laboratorio se vio forzado, sin duda, por el siguiente hecho: al salir justamente
de una estructura feudal, Alemania no tenía modo alguno lo que ya había en
Francia, a saber, un personal administrativo establecido. Es decir, que para hacer
esa experimentación fue preciso contar con un nuevo personal ¿de dónde se lo
iba a buscar?... En Alemania las universidades se convirtieron a la vez en lugares
de formación de esos administradores que debían ocuparse del desarrollo de las
fuerzas del Estado y de reflexión sobre técnicas idóneas”.4
Para llevar a cabo en México una verdadera transformación política hacia la
democracia, debía eliminarse el control de los caudillos. El primer paso para pasar
de un sistema semejante al feudal hacia la modernidad, implicaba la eliminación
de los liderazgos personales y el establecimiento de un control administrativo
que pudiera localizar las necesidades de los grupos sociales y satisfacerlos
directamente.
Plutarco Elías Calles, al crear el Partido Nacional Revolucionario, dio el primer paso.
Fundó un partido político que, en principio, reuniría a los caudillos sobrevivientes
de la primera etapa de la revolución mexicana. Sin embargo, fue el presidente
Lázaro Cárdenas, en la segunda manifestación del naciente PRI, el Partido de
la Revolución Mexicana, quien conformaría las estructuras administrativas para
localizar directamente los intereses de los grupos sociales y cubrir sus necesidades.
Fue así que se crearon dos burocracias que operaron de forma distinta pero
paralela. La primera, constituyó al cuerpo gubernamental y estuvo conformada por
tecnócratas y administradores. Esta burocracia fue la heredera de la cameralística
del siglo XVII. En México, coincide con la burocracia novohispana y porfirista. La
segunda burocracia, la contemporánea, estuvo conformada por profesionales de la
política que también serían los que dirigirán al PRI.
Por otra parte, el Estado promovió y favoreció a las organizaciones obreras
y campesinas, las cuales, a su vez, conformaron a los cuerpos sociales
organizados que vivirían y se desarrollarían a la sombra del Partido hegemónico.
Las organizaciones sindicales y populares se constituyeron como la fuente
legitimadora del poder estatal. Además, las uniones populares, entre las cuales
se encontraban las obreras, no estaban limitadas al partido. Todas ellas poseían
cierto margen de maniobra política. Tal simbiosis entre sindicatos y gobierno será
la que delineará el fenómeno del corporativismo mexicano. Pues, efectivamente,
el factor determinante de la organización social y de la consolidación del partido,
fue el corporativismo.
4 Foucault, Michel, Seguridad, Territorio Población, Akal, Madrid, 2008, p. 302.

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Cuando Lázaro Cárdenas logró organizar en corporaciones a los distintos sectores
de la población, consiguió articular los intereses directos de los grupos sociales,
sin mediación de figura autoritaria alguna. En ello radicó el primer éxito al paso de
la democracia. Esto es, México superó el caudillismo cuando un partido dominante
consolidó una democracia dirigida. Ciertamente, no se consolidó como una
democracia perfecta, pero logró avanzar más allá del control de figuras personales
de poder. En efecto, no se trató de una democracia participativa, pero se dio un
primer paso evolutivo hacia ella. Para poder analizar a detalle dicho proceso, de
una manera más clara, retrocedamos un poco en el tiempo.
1.1. Diagnóstico previo a la aparición del partido hegemónico
Después de consumada la independencia de nuestro país, los dos grupos –los
liberales y los conservadores– se disputaron el control del territorio nacional.
Lejos de consolidarse como verdaderas luchas políticas, México experimentó una
diversidad de operaciones militares dirigidas por caudillos. Fue hasta el triunfo de
Benito Juárez sobre el emperador Maximiliano, en 1867, que los conservadores
perdieron su poder, siendo replegados por largo tiempo. Probablemente, cerca de
cien años.
El nuevo régimen, entonces encabezado por Juárez y Lerdo de Tejada, tuvo como
seguidores a los miembros del grupo liberal. Su control sobre el país duró poco,
ya que el grupo de los liberales sufrió una escisión que posicionó a otro grupo,
también liberal, el cual tomó definitivamente el poder hacia finales del siglo XIX,
bajo la dirección del general Porfirio Díaz.
En este momento histórico, el general Díaz debía tomar una decisión ante una clara
disyuntiva. Por un lado, convocar a elecciones democráticas, las cuales, debido al
ambiente político del momento, tan sólo generarían el resurgimiento de las luchas
entre los caudillos y volvería, en poco tiempo, a los enfrentamientos militares.
Por otro, para evitar el resurgimiento de los caudillos, podía iniciar un régimen
en el que él se instituyera como caudillo único. Al igual que el éxodo del Antiguo
Testamento, la permanencia de Díaz en el poder equivaldría a un largo andar en
el desierto. La dictadura operaría –como lo hacen las dictaduras– al modo de
una larga veda en la que el tiempo se encargaría de borrar y desaparecer una
generación completa con sus ideas políticas. Después de ello, Díaz suponía que
surgiría una nueva generación o casta política. Así fue, que la opción elegida fue
la segunda. El éxodo democrático en nuestro país recibió el nombre de Porfiriato y
tuvo una duración de treinta años.

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Para 1910, la revolución mexicana terminó con la llamada “dictadura porfirista”,
pero en lugar de aparecer una verdadera democracia, se presentó un cuadro de
luchas entre nuevos caudillos. Durante cerca de veinte años México siguió viviendo
en una inestabilidad política provocada por asesinatos y traiciones entre caudillos.
Sólo hasta la muerte de Álvaro Obregón el país entró en una nueva etapa.
El último caudillo en turno, después de Obregón, fue Plutarco Elías Calles, quien
para lograr terminar de una vez por todas con el sistema de caudillaje, conformó
un sistema de partidos políticos en el que uno de ellos tendría sin duda un poder
hegemónico. Sólo así México se transformaría. Pasaría de vivir regímenes en donde
el control de los caudillos funcionaba de forma caprichosa e imprevisible, a un
control de instituciones políticas con legítimos y estables programas de gobierno.
Programas que no beneficiaran exclusivamente los intereses de un grupo en el
poder, sino a la sociedad en general. De este modo, se conformaría un verdadero
Estado de Derecho que funcionaría con una burocracia impersonal. ¿Cómo habría de
funcionar este partido hegemónico? ¿Qué clase de mecanismos debían articularse
para transitar a una verdadera democracia? Pasemos a analizar estos aspectos.
1.2. Las clases urbanas y el corporativismo mexicano
La fundación del Partido Revolucionario Institucional constituyó el vehículo a partir
del cual se desarrollaron las dos nuevas clases urbanas que nacieron a principios
del siglo veinte: el proletariado industrial y la clase media. Aunque en un principio el
presidente Calles quería mantener el control –aún a modo de caudillo–, Lázaro
Cárdenas llevó a cabo la anulación de toda forma de caudillaje político. Decidió
que el partido, en lugar de ser la plataforma de un líder carismático, se convirtiera
en un dispositivo político disciplinario para llevar a México al legítimo ejercicio
democrático. Cárdenas consiguió que, mediante una serie de redes para reunir
en forma de corporaciones a los campesinos y a los obreros, éstos pudieran
incorporarse a la actividad política. Así, lograría incluirlos en el proceso de toma
de decisiones. En otras palabras, gracias a las corporaciones, el PRI –en su
manifestación del Partido de la Revolución Mexicana (PRM)– reforzaría el final
del caudillismo y establecería las condiciones para compartir el poder con los
diferentes sectores sociales.
Para una eficaz articulación vinculada con los programas de gobierno del partido,
se implementó un sofisticado complejo de engranajes sociales que instituyeron el
corporativismo mexicano. Es decir, ante el grado de desarrollo social que estaba
experimentando México en ese momento, y ante las nacientes sociedades de
los obreros, campesinos y sectores populares, el PRM conformó organizaciones

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mediante las cuales podría interactuar con ellos. De esta manera, el corporativismo
fungió como el medio para instaurar un sistema de representación de intereses
controlados. Fue así que México se estableció como un verdadero estado policía en
el que, buscando dar ordenamiento, forma y esplendor al país, controlaba a toda la
población en grupos o corporaciones.
“En esta nueva concepción el Estado no se interesará en lo que los
hombres son y ni siquiera en sus litigios, como en un Estado de justicia.
Tampoco en su dinero, característica de un Estado, digamos de fiscalidad.
Lo que caracteriza un Estado de policía es que se interesa en lo que los
hombres hacen, en su actividad, en su ocupación. El objetivo de la policía
[entendiendo por el término policía como el buen uso de las fuerzas del
Estado]5 en consecuencia, es el control y la cobertura de la actividad de los
hombres, en la medida en que esa actividad puede constituir un elemento
diferencial en el desarrollo de la fuerza del Estado. Creo que con ello
estamos en el corazón mismo de lo que los alemanes llaman Estado de
Policía”.6
Los cuerpos que integraron el partido fueron las ligas de comunidades agrarias y los
sindicatos campesinos, la Confederación Campesina Mexicana, la Confederación
de Trabajadores de México, la Confederación General de Trabajadores, la
Confederación Regional Obrera Mexicana, el Sindicato Nacional de Trabajadores
Mineros, el Sindicato Mexicano de Electricistas, entre muchos otros.
Mediante las corporaciones el gobierno agrupó a individuos con intereses
compartidos, de acuerdo a una lógica gremial. Mantuvo comunicación con los
diversos grupos sociales, logrando definir sus preferencias y demandas. También
conseguía vigilar e influir en las conductas para que se realizaran dichas
demandas. En definitiva, el corporativismo permitía limitar el número de agentes,
agrupándolos en categorías fijas con demandas similares.
“El corporativismo puede definirse como un sistema de representación de
intereses en el cual las unidades constitutivas están organizadas en un
número limitado de categorías singulares, obligatorias, no competitivas,
ordenadas jerárquicamente y diferenciadas funcionalmente, reconocidas
o autorizadas (si no creadas) por el estado y a las que se ha concedido
un monopolio deliberado de representación dentro de sus respectivas
categorías a cambio de observar ciertos controles en la selección de sus
dirigentes y en la articulación de las demandas y los apoyos”.7
5 Foucault, Michel, Seguridad, Territorio Población, Akal, Madrid, 2008, p. 302.
6 Foucault, Michel, Seguridad, Territorio Población, Akal, Madrid, 2008, p. 298.
7 Schmitter, Philippe, “El siglo del corporativismo”, en Cuadernos de sociología, Buenos Aires, Universidad de
Buenos Aires, Carrera de sociología, 1987 pp. 10-12.

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En el caso del PRI, el corporativismo funcionó según el modo en que Peter Williamson
lo describe en su obra Varieties of corporatism. Es decir, lo emplea teniendo como
objetivo el establecimiento y mantenimiento de un orden económico definido,
el cual, por lo menos en su primera época, nunca fue el de libre mercado. El
corporativismo del Partido Revolucionario Institucional tenía, en su origen, la plena
intención de regular e influir directamente sobre el comportamiento económico
de los individuos, de tal manera, que sus acciones fueran compatibles con los
objetivos de éste.
El partido fue el gran canal de la movilidad social. Por medio de las corporaciones
el poder se compartía y, de algún modo, comenzó de facto un genuino ejercicio
democrático. Claro está que no fue perfecto, tal y como se hubiera deseado, pues
esta figura corporativa vinculada al partido hegemónico, evidentemente conformaba
una democracia, pero “dirigida”; propia de un Estado Policía. No obstante, sin duda
fue la primera forma democrática que experimentó México en el siglo veinte, lejos
del caudillismo que lo había mantenido rezagado durante el siglo diez y nueve.
1.3. Período del Presidente Lázaro Cárdenas 1934-1940
Lázaro Cárdenas inició su sexenio con una severa crisis político-económica,
derivada de la crisis de 1929, aunada a las reformas del artículo 3° Constitucional,
el cual planteaba que la educación impartida por el estado debía ser socialista.
El Partido Nacional Revolucionario formuló el primer Plan sexenal, mismo que
orientaba la acción del gobierno, poniendo énfasis al impulso y desarrollo de todas
las actividades, especialmente, a la creación de empleos y al incremento de la
obra social.
De igual modo, inició la conformación de bases sociales sólidas para fortalecer
su gobierno, estableciendo alianzas con los campesinos, obreros y trabajadores, y
creando los sectores del partido dentro del gobierno.
En 1936, Cárdenas, ante la problemática que representaba para su ejercicio de
gobierno la intervención del “Jefe Máximo” Plutarco Elías Calles, decide expulsarlo
del país en el mes de abril, dado que éste se oponía a su política social, cada vez
más fortalecida.
En 1938, decreta la expropiación de la industria petrolera a manos de empresas
extranjeras, debido a que éstas se negaban a pagar el aumento salarial que
demandaban los trabajadores. Asimismo, expropió los bienes de la industria de
los ferrocarriles, lo cual, a final de su período sexenal, provocó una crisis en la
economía del país.

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2. MÉXICO: ESTADO POLICÍA DURANTE EL DESARROLLO
ESTABILIZADOR
Después de la creación de las corporaciones durante la presidencia de Lázaro
Cárdenas bajo la imagen del Partido de la Revolución Mexicana, el presidente
Ávila Camacho consolidó al gobierno del “Estado Policía”, bajo su forma de Partido
Revolucionario Institucional.
Recordemos que por Estado Policía no debe entenderse un estado fascista
o totalitario. Por el contrario, consiste en una Estado que reúne los medios a
través de los cuales se pueden incrementar las fuerzas del Estado. Sobre todo,
controlando las actividades de los sectores productivos del país. Al Estado Policía
sólo le interesan las actividades de los ciudadanos en cuanto éstos tienen relación
con el Estado. El vehículo de conexión entre los ciudadanos y el Estado, por lo
menos a partir de los años 1940 y hasta los 1960, serán las corporaciones.
Durante estos años, se incluyó la etapa conocida con el nombre de “Desarrollo
Estabilizador”, la cual se caracterizó por un importante desarrollo económico y,
también, porque en ella se consolidó la democracia dirigida.
Este fue un primer gran logro en el paso de un sistema de caudillaje a una
democracia participativa. A continuación, revisaremos brevemente estos años de
desarrollo, así como el colapso del Desarrollo Estabilizador.
2.1. Período del Presidente Manuel Ávila Camacho 1940-1946
Antes de la segunda guerra mundial, la principal fuente de riqueza de México se
encontraba en el campo. Pero fue a partir del sexenio del presidente Manuel Ávila
Camacho, que el proyecto económico de nuestro país se transformó. Se comenzó
a dar impulso a la industria sobre el campo. La economía generada durante la
segunda guerra mundial transformó a México en un país al servicio de la industria
de guerra. Por esta razón, al término de la misma, nuestro país empezó a operar
con políticas proteccionistas y a dirigir la producción industrial de la nación hacia
la elaboración de productos de consumo nacional. Prácticamente, el 100% de la
producción tenía consumo en México.
Justamente, en México se tomó la decisión de reducir los apoyos al campo para, en
su lugar, incentivar a la industria. De este modo, la participación del sector agrario
en las inversiones públicas se redujo de un 20%, entre 1947 y 1957, a un 10%,
después de 1967. Mientras que el valor de los productos agrícolas en la producción
total correspondía al 18,1%, entre 1947 y 1957, ya para 1967, fue de tan sólo
13.1%. En la medida en que transcurrían los años, su tendencia seguía a la baja.

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Hacia finales de los años 1960, la contribución del sector agrícola en el PNB
(Producto Nacional Bruto) se redujo de 10.8%, durante el período inflacionario, a
un 9.1%. En cambio, el sector industrial manifestó un aumento del 25.9% a un
30.9%. Con ello, pudo constatarse que el sector manufacturero creció a una tasa
promedio de 8.6% durante el período de estabilización; aumentó su participación
en el PNB del 17.1%, que tenía en 1950, a un 22.8% para 1970.
Mientras el sector agrícola padecía el abandono gradual del gobierno mexicano, las
políticas fiscales y comerciales estaban orientadas a impulsar a los industriales
mexicanos. Tal como se ha señalado, el gasto público se orientó a la promoción
del crecimiento industrial, mostrando al gobierno mexicano, como un verdadero
abastecedor de servicios y materias primas a precios subsidiados. Igualmente,
inició el desarrollo de comunicaciones y energéticos a gran escala; al mismo
tiempo que, las cargas fiscales, se mantuvieron a niveles extremadamente bajos.
Estructura de producción: 1945-1970
(Participación media)8

1945-1957 1958-1970
Agricultura 18.08 14.57
Industria 26.53 30.84
Servicios 55.39 54.59
100.0 100.00
Durante el sexenio de Ávila Camacho, se llevó a cabo la instrumentación del
modelo “Sustitución de importaciones”, derivado de la II Guerra Mundial, en el
cual nuestro país participó.
Para este período, la demanda de los bienes nacionales aumentó con un importante
crecimiento en el empleo, dado que países como Estados Unidos y sus aliados, se
dedicaron a orientar sus economías hacia la guerra, generando, de este modo,
la demanda de bienes. Esto le permitió a nuestro país, un crecimiento en la
producción.
Por otra parte, la política del Presidente Ávila Camacho se había comprometido a
pagar a las empresas a las que les fueron expropiados sus bienes de la industria
petrolera, con lo cual reconfirma la confianza hacia México que, en este momento,
empieza a atraer inversiones extranjeras para la manufactura y el comercio.

8 Córdoba, José y Ortiz, Guillermo, Aspectos Deflacionarios de la devaluación del peso mexicano de 1976, México,
1979, p. 4.

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En resumen, este sexenio se vio favorecido gracias a la guerra mundial, pues en su
economía inició un crecimiento moderado pero sostenido, al igual que una apertura
hacia la inversión extranjera.
2.2. Período del Presidente Miguel Alemán Valdés 1946-1952
El presidente Miguel Alemán impulsó aún más el modelo económico de “Sustitución
de importaciones”, al imponer un fuerte control sobre la importación de bienes de
consumo y ser flexible con los bienes de capital.
En esta época, se fue delineando el llamado “milagro mexicano”, el cual se
caracterizó por haber extendido a toda la población, los beneficios alcanzados en
la economía.
Este incipiente modelo fue fortalecido por los empresarios mexicanos, quienes
aceptaron la necesidad de una reforma económica y social y fomentaron la expansión
de los mercados de capital nacionales, en relación con los internacionales.
Por otra parte, industrias como la del turismo, iniciaron un verdadero desarrollo,
logrando alcanzar un fuerte auge dentro de nuestro país; con ello, también se
generó tanto la creación de nuevos empleos, como el inicio de un posicionamiento
de México en el extranjero.
2.3. Período del Presidente Adolfo Ruíz Cortínez 1952-1958
Este período sexenal se caracterizó por haber comenzado una fuerte intervención
por parte del gobierno en la economía, con el fin de apoyar y controlar la industria,
nuevamente, dejando de lado el desarrollo del campo mexicano.
Durante estos años, los países que habían sufrido la II Guerra Mundial iniciaron
una estrategia de industrialización muy fuerte. Países como Estados Unidos,
Alemania, Inglaterra, Francia, Japón e Italia, entre otros, implementaron prácticas
de desarrollo industrial, con lo que arrastraron a otros países como México, para
iniciar un período de transformación hacia un mejor desarrollo. Gracias a ello,
durante más de 18 años, nuestra economía tuvo crecimientos a tasas similares a
las de aquellos países desarrollados o de primer mundo.
Sin considerarlo, México estaba logrando un milagro de desarrollo económico,
social e industrial, que nos acercaba a países que al día de hoy vemos muy lejanos.
De igual manera, es en este período cuando se inicia una etapa de lo que, pocos
años más tarde, se conocería como “Desarrollo estabilizador”.
2.4. Período del Presidente Adolfo López Mateos 1958-1964
Efectivamente, con la llegada del Presidente López Mateos al poder, se consolidó
lo que fue llamado el Modelo de Desarrollo Estabilizador.

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Dicho modelo no estuvo exento de graves problemas político-laborales, pues,
justamente durante los años de este sexenio, de 1958 a 1964, se dieron movimientos
por parte de trabajadores, médicos y maestros, mismos que fueron reprimidos y
controlados por el gobierno federal.
Por otra parte, para este período sexenal, el Presidente López Mateos designó a
grandes hombres para ejercer cargos dentro de la Administración Pública Federal.
Así, sobresale el Lic. Antonio Ortiz Mena, destacado economista que ocupó la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público; el Lic. Eduardo Bustamante Vasconcelos,
como Secretario del Patrimonio Nacional; Don Raúl Salinas Lozano, como
Secretario de Industria y Comercio; el Lic. Gustavo Díaz Ordaz, en la Secretaría de
Gobernación; el Lic. Salomón González Blanco, en la del Trabajo y Previsión Social;
entre otros distinguidos mexicanos.
¿Cómo surge el modelo de desarrollo estabilizador? Para ello, debemos considerar
la fuerza e influencia que el Secretario de Hacienda y Crédito Público tenía sobre
el Presidente de la República. Basta con analizar los siguientes pasajes de nuestra
historia político-administrativa, relatados por dos grandes especialistas, el Dr.
Alejandro Carrillo Castro y el afamado economista Don Carlos Tello:
“Al inicio del sexenio, el Presidente de la República se hizo asesorar por
el Lic. Gabino Fraga, quien le sugirió transformar la Ley de Secretarías y
Departamentos de Estado en una Ley Orgánica de la Administración Pública
Federal, así como convertir la Comisión de Inversiones (que operaba desde
1954 directamente del Presidente de la República) en un Departamento
de Planeación y Presupuesto, a efecto de que la programación de las
inversiones públicas, la planeación y el control del presupuesto de gasto
corriente, quitándolo de la esfera de la Secretaría de Hacienda y crédito
Público.”
Esta propuesta fue enriquecida por el Lic. Eduardo Bustamante, quien en su libro
La Reforma Administrativa para la Planeación en 1965, señala:
“Mi responsabilidad consiste en haber sugerido la creación de una
entidad que se encargara básicamente de las funciones de planeación y
del presupuesto” … “que se necesita que la planeación se atribuya como
función administrativa a una Secretaría de Estado… que habría de concebir
una disposición constitucional que autorice la planeación; una disposición
legislativa que contenga las bases concretas para llevarla a cabo, una
atribución concreta de las funciones administrativas relacionadas con ella
a una Secretaría de Estado”.

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En el fondo, tal sugerencia puede entenderse como un contrapeso a la acumulación
de funciones en materia de ingresos y gasto públicos, que ostentaba la Secretaría
de Hacienda y Crédito Público.
Desde ese momento, se visualizaba un poder de supra-secretaría de estado por
parte de Hacienda y Crédito Público.
La iniciativa que reformaba la Ley de Secretarías y Departamentos de Estado fue
enviada al refrendo de los Secretarios y Jefes de Departamento correspondientes.
Cuando llegó al Lic. Antonio Ortiz Mena, titular de Hacienda y Crédito Público,
éste se negó a rubricarla, prefiriendo entregar su renuncia, antes que aceptar
que Hacienda perdiera el control del ejercicio del gasto público, a través del
Presupuesto de Egresos de la Federación. Ante esta situación, el Presidente López
Mateos decidió no enviar la iniciativa al Congreso, para poder así modificar la
citada Ley, aceptando que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público tuviese el
control del gasto público, y no sólo del ingreso.
Es más, según Carlos Tello, resaltando un pasaje del libro de Ortiz Mena,9 la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público se convirtió en una “Vicepresidencia
Económica”.
“Me di cuenta de que sin la ley [la nueva Ley de Secretarías y Departamentos
de Estado] sería prácticamente imposible llevar a la práctica el programa
económico que había propuesto al presidente López Mateos y que él
había aceptado […] La dispersión de facultades en materia económica
que generó la nueva ley dificultaba notablemente la articulación de una
política económica integral y coherente […] Por lo anterior decidí plantear
al presidente, de la manera más franca, los graves problemas que podía
generar la aplicación estricta de la nueva Ley de Secretarías. Le expliqué la
importancia de que la política económica, en sus elementos fundamentales,
se condujera bajo la dirección de la Secretaría de Hacienda. Le planteé
que, para poder llevar a cabo una política exitosa, yo necesitaba tener
la confianza total del Presidente de la República […] El presidente me
dijo que me otorgaba la más absoluta de sus confianzas […] Para lograr
una mayor coherencia en el diseño de la política financiera, el presidente
aceptó que, en caso de que el director del Banco de México o el director de
Nacional Financiera desearan plantearle algún asunto, lo harían a través
de la Secretaría de Hacienda”.
Como puede notarse en dicha cita, efectivamente, el secretario de Hacienda, Ortiz
Mena, gozaba de todas las confianzas del Presidente López Mateos. Esto permitió
que México instrumentara y desarrollara el Modelo de Desarrollo Estabilizador, el
cual concedió muchos beneficios al país.
9 Ortiz Mena, Antonio, El desarrollo Estabilizador: reflexiones sobre una época, FCE, Colegio de México, 2006.

19
El “Desarrollo Estabilizador”, como lo señala el economista Carlos Tello, tuvo en
su diseño y ejecución la colaboración de dos secretarios de estado; por una parte,
al Lic. Ortiz Mena, de Hacienda; por otra, al Lic. Salinas Lozano, de Industria y
Comercio. Su éxito se logró gracias a que ambos trabajaron coordinadamente.
Uno de los principales postulados de ese innovador modelo económico fue el gran
apoyo que se dio a la industria privada, obteniendo resultados benéficos para
nuestro país, con crecimiento del 6% anual en el período 1958-1964. Prueba de
ello, es lo que en un comunicado conjunto declararon:
“Con frecuencia la iniciativa privada ha solicitado ayuda del Gobierno para
el mejor desenvolvimiento de sus negocios y siempre ha encontrado una
franca y amistosa acogida. Muchas empresas están consolidadas debido
a la amplia y oportuna intervención del Estado a su favor; pero también
en algunos casos cuando el éxito no ha correspondido a su esfuerzo, las
instituciones oficiales –a solicitud de los propietarios privados– han tomado
a su cargo el riesgo de hacer prósperos esos negocios sin reparar en el
costo que vaya a originarse ni el tiempo que trascurra en su consolidación,
evitando la desaparición de fuentes de trabajo y de renglones generadores
de riqueza nacional. Tal es el caso del grupo Altos Hornos de México, la
Compañía Industrial de Atenquique, Toyota de México, Ayotla Textil, Textil
Laneras, varios ingenios y muchas otras empresas […] Además […] está en
proceso de realización la transferencia de las acciones de Operadora de
Teatros y de la Cadena de Oro, grupo que representa la casi totalidad de las
salas importantes de exhibición cinematográfica en el país…”.
A partir de 1959, como consecuencia de dicho modelo económico, se inició no
sólo el apoyo y rescate de las empresas privadas, sino que también, las empresas
que presentaban graves problemas económicos, se incorporaron al ámbito público.
Esto no ocurrió a partir del período 1970-1982, como muchos teóricos sostienen.
Asimismo, el “Desarrollo Estabilizador” tuvo en cuenta algunas consideraciones
para evitar ciertos factores desestabilizadores –de origen externo o interno–, como
las devaluaciones, inflaciones, etc., para fomentar la industria en un desarrollo
no accidentado y sin conflicto, que sea permanente, estable y estabilizador del
orden social. En otras palabras, consiste en una continuación de diversas políticas
económicas industrialistas, como son, principalmente, las siguientes:
1. El crecimiento industrial se financió por las exportaciones agrícolas,
mineras y el turismo.
2. A nivel interno, los productos agrícolas, así como la mano de obra,
mantuvieron el precio bajo; lo cual facilitó la capitalización de la industria.

20 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


3. Las barreras para proteger el crecimiento de la industria nacional y no
entrar a competir con la internacional, garantizaron un mercado cautivo,
y se apoyaron en asuntos fiscales de crédito y de infraestructura básica.
El estado se convirtió en empresario en comunicaciones y energía, con la
economía mixta de empresas de capital público con inversión de capital
privado.
La política de sustitución de importaciones fortaleció la industria; sin embargo,
esto trajo consigo una serie de desequilibrios que obligaron a crear una política
diferente. Para continuar con el crecimiento, se requería de tecnología. No
obstante, los países extranjeros no colaboraban si no se les permitía invertir;
además, las medidas antes tomadas para impulsar el sector industrial, generaron
alzas de precios y terminaron por encarecer la vida.
Para detener el constante aumento de precios y saltar el obstáculo de la
transferencia tecnológica requerida para el desarrollo industrial, el Desarrollo
Estabilizador limitó los gastos del gobierno, frenando los aumentos salariales y
abriendo las puertas a la inversión extranjera.
El plan alcanzó sus propósitos. Los beneficios recayeron en los grandes industriales
y, en menor medida, sobre la población, la cual mantenía bajos sus ingresos y se
hacía cada vez más pobre.
2.5. Período del Presidente Gustavo Díaz Ordaz 1964-1970
Gustavo Díaz Ordaz fue el Secretario de Gobernación durante la Administración
del Presidente López Mateos. Éste último nunca dudó en que su sucesor fuera,
precisamente, Díaz Ordaz.
Lo estuvieron preparando a lo largo de todo el sexenio de López Mateos. Díaz Ordaz
era un hombre de todas las confianzas del Presidente, a tal grado, que, tanto el
Secretario Particular del Titular del Ejecutivo, Humberto Romero, como el Jefe
del Estado Mayor Presidencial, el General José Gómez Huerta, constantemente
peleaban con Díaz Ordaz, al punto de que trataron de dar el albazo, queriendo
destapar sin fortuna, al entonces Secretario de la Presidencia.
El desarrollo estabilizador continuó con su proceso durante el período sexenal
del Lic. Díaz Ordaz; sin embargo, ya presentaba altibajos y estaba marcado por un
estilo personal muy férreo de austeridad en varios sectores, como el de educación
y de salud.
Por su parte, el movimiento estudiantil empezó a fraguar un estallido cuando
el Rector de la UNAM, Ignacio Chávez, emitió una serie de disposiciones para
esa casa de estudios. Dichos decretos fueron cuestionados por los estudiantes

21
universitarios –como el aumento del bachillerato a 3 años y el pase reglamentado
a la universidad–. Esto generó desacuerdos y enojos, al igual que un clima de
adversidad entre el estudiantado, provocando la renuncia del destacado científico.
Asimismo, hubo huelgas estudiantiles que desafiaron el estilo autoritario del
gobierno de Díaz Ordaz, mismas que trataron de ser contrarrestadas por “acarreos”
a favor del gobierno, encabezados por Fidel Velázquez, uno de los máximos
dirigentes obreros del país y afiliado al partido en el gobierno.
No obstante que el país seguía creciendo a tasas del 6% anual, desde el inicio del
sexenio, la clase media –que no pertenecía a ningún partido político– empezó a ser
afectada por las políticas de austeridad del gobierno, lo cual ocasionó crecientes
reclamos.
Efectivamente, en el período comprendido entre las décadas de 1960 y 1970,
que abarcó la estrecha dirección de políticas económicas, se decidió reducir la
competencia de las empresas extranjeras en México. Para ello, se establecieron
medidas proteccionistas en tarifas y derechos aduanales. Del mismo modo, se
pusieron en práctica una gran cantidad de políticas de sustitución de importaciones,
semejantes a las que se llevaban a cabo en varios países del mundo. La proporción
del total de las importaciones que requirieron permiso, aumentó de un 34% a un
68%.
Uno de los resultados esperados por la implementación de tales medidas, era el
generar un patrón de crecimiento orientado hacia dentro, así como una menor
participación por parte del sector externo. Por esta razón, los gobiernos de estas
décadas asignaron una gran cantidad de gasto público a fin de industrializar a todo
el país e incentivar la producción nacional.
El resultado final, producto de dichas políticas económicas, mostró el inicio de un
horizonte complicado para México. Los gastos del sector público se incrementaron
a un ritmo muy acelerado y sin control, generando importantes déficits. El gobierno
mexicano, para evitar suspender sus políticas, decidió financiar tales pérdidas,
provocando para el Estado, un significativo endeudamiento tanto interno como
externo.
El escenario empezaba a complicarse, a pesar de no haberse visto tan mal en
un principio. Durante la década de 1960, el mercado internacional de capitales
también creció a un alto ritmo de aceleración, lo cual le permitió a México acceder
a varios fondos extranjeros. Entre 1960 y 1970, los créditos que llegaron a México
provenientes del extranjero, aumentaron en un promedio del 15.2%. Esto reflejó un
incremento del 6.7% al 9.8%, de su participación en el ingreso nacional.
El panorama cambió durante el transcurso de los siguientes meses. Gracias a su

22 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


falta de control y a su imposibilidad de previsión, el Estado mexicano se enfrentó
a circunstancias que pusieron en peligro la estabilidad financiera del país. La
tasa de crecimiento del crédito real durante esta década fue del 12.3%, el cual
equivalía al doble del crecimiento de la producción mexicana. Es decir, la deuda
costaba el doble de lo que había permitido producir.
Indicadores financieros: 1945-1970
(Tasas de crecimiento medio real)
1945-1957 1958-1970
Obligaciones Monetarias 1.65 8.03
Obligaciones no Monetarias 7.36 14.27
Total de Créditos otorgados 7.08 13.06
El gobierno, en lugar de aumentar los precios internos –y evitar así un descontento
social–, decidió llevar a cabo la captación de los ahorros privados voluntarios para,
de ese modo, financiar sus déficits y mantener la tasa del medio circulante al nivel
del 10.6%. Esto se hizo, al menos, durante lo que restaba de la década de 1960. Las
consecuencias a corto plazo no se dejaron esperar. Los gastos gubernamentales
provocaron que los ajustes a las excedentes demandas en el mercado de bienes
se canalizaran, principalmente, a través de la balanza de pagos.
Bajo este escenario, las políticas económicas mostraban aparentemente, un
sistema congruente y determinado, gracias a sus objetivos (estabilidad de precios,
tasa de crecimiento de la producción y tipos de cambio fijos). En teoría, existía una
coherencia entre los instrumentos gubernamentales y los objetivos de las políticas
económicas. Las acciones por parte del gobierno definieron que los límites del
gasto público estaban dados por la posibilidad de endeudarse con créditos, ya
fueran internos o externos.
No obstante, la realidad económica comenzó a manifestarse más fuertemente,
haciendo desaparecer el encanto gubernamental. Para finales de los años 60,
la balanza de pagos mostraba un panorama poco amable. En 1970, el déficit en
cuenta corriente fue casi del doble del que se había registrado tan sólo un año
antes.
La naciente crisis económica del país se presentó acompañada de disturbios por
parte de los estudiantes universitarios. En esta época, algunos miembros del
partido comunista en México habían realizado operaciones de adoctrinamiento
dentro de las universidades; lo cual dio como resultado, ya para finales de la
década, que los jóvenes empezaran a tomar posiciones políticas radicales.

23
Cuando estalló el conflicto estudiantil –en 1968–, la figura del Presidente, en su
control represivo unos días antes de la inauguración de los XIX Juegos Olímpicos,
se vio marcada por un serio deterioro en su imagen, lo cual, le costó la legitimidad
política de su gobierno y afectó delicadamente la economía nacional.
Ahora bien, en gran parte, la demanda juvenil era genuina. Junto a ella, empezaron
a correrse las voces para la “democratización” del país, factor de vital importancia
para la modernización del mismo. Precisamente, con el movimiento de 1968, inició
el proceso de análisis crítico de la democracia dirigida, así como el atisbar la
conversión del país, hacia una democracia participativa. Aunque los estudiantes se
manifestaban mediante un vocabulario marxista y revolucionario de izquierda, el
factor que detonó la simpatía del pueblo mexicano hacia su causa, fue, justamente,
ese deseo también manifiesto de “democracia”. El momento es clave en la historia
del PRI y de su proyecto democrático. En realidad, la demanda del movimiento
estudiantil de 1968 logró percibir la necesidad de finalizar la democracia dirigida.
La estabilidad de la economía mexicana fue deteriorándose cada vez más. Incluso,
la inversión industrial derivada del “desarrollo estabilizador” empezó a caer,
confirmando la tesis de que las crisis políticas siempre afectan la estabilidad
económica.
Díaz Ordaz cerró su período sexenal con el evento del Campeonato Mundial de
Fútbol, en 1970, el cual le permitió una leve recuperación política y un mínimo
repunte económico, sin mayor consideración que no revierte el deterioro de nuestra
economía.
2.6. Período del Presidente Luis Echeverría Álvarez 1970-1976
El movimiento juvenil de 1968 fue brutalmente censurado, por el gobierno
mexicano, el miércoles 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
Cerca de mil quinientos soldados rodearon la plaza y dispararon contra la multitud.
Por la noche sitiaron la zona, llevando a cabo cateos en varios edificios. Fue un día
de desaparecidos, muertos y detenidos. El aparente responsable que dio la orden
de abrir fuego contra los estudiantes, fue el entonces secretario de gobernación,
Luis Echeverría Álvarez.
Ciertamente, al resultar ganador de las elecciones para la presidencia de la
República durante el período 1970-1976, se generó una gran desconfianza por
parte del sector estudiantil. El nuevo presidente intentó cambiar su imagen,
reformando la Secretaría de Educación Pública e impulsando, mediante subsidios
millonarios, a las instituciones educativas tecnológicas y universitarias. Luis
Echeverría pensó que con el apoyo a los estudiantes, tanto en sus estudios como
en sus oportunidades laborales, lograría una reconciliación efectiva.

24 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


No obstante, pese a sus intentos, el 10 de junio de 1971, nuevamente surgió la
violencia hacia los estudiantes. Esto volvió a generar una enorme desconfianza
hacia el gobierno mexicano; con lo cual, se demostró que México no estaba entrando
en un proceso democrático, sino de consolidación a un Estado patrimonialista,
totalmente antidemocrático.
Por otra parte, el sector más radical del movimiento del 68 se constituyó en grupos
de guerrillas urbanas, como lo fue, la Liga Comunista 23 de Septiembre. Del mismo
modo que las guerrillas francesas de maoístas radicales, este tipo de grupos
armados se dedicaron a secuestrar a empresarios de Monterrey, Guadalajara y la
Ciudad de México. Aunque su única intención era operar como grupos de presión
política, en septiembre de 1973, con el asesinato del empresario Eugenio Garza
Sada –durante un intento de secuestro–, la sociedad civil marginó socialmente
las simpatías que pudo haber albergado en dichos grupos. Para entonces, la
presidencia de la República dio inicio a una “guerra sucia” de bajo impacto, con
la finalidad de establecer el orden en el país y garantizar la seguridad de los
empresarios mexicanos.
Por su parte, cuando Luis Echeverría llegó a la presidencia de la República,
preocupado por el alto déficit, tomó la decisión de reducir el gasto público para
el presupuesto de 1971, en forma considerable. Una gran parte de los ahorros
financieros –que estaban reservados para el sector público– permanecieron sin
ser aplicados ese año. Incluso, los bancos acumularon reservas por 2,700 millones
de pesos.
En la práctica, el gasto real fue aun mucho más bajo que el presupuestado. Se
logró reducir el déficit fiscal que en 1970 era del 1.5%, al 1.05%, en 1971. Uno de
los efectos económicos inmediatos que se presentaron fue la notable reducción de
la actividad económica durante ese año. Frente a los pronósticos que auguraban un
aumento en la producción real del 5%, en realidad, sólo se alcanzó el 3.4%, la cifra
más baja reportada en los últimos dos sexenios. Entonces, los economistas del
gobierno echeverrista consideraron que el modelo del “Desarrollo Estabilizador” se
encontraba agotado, por lo que era necesario buscar un nuevo modelo.
Efectivamente, ante este panorama, 1972 fue considerado como el año que
marcó el final del período del “Desarrollo Estabilizador”. Por esta razón, durante
el gobierno del presidente Luis Echeverría, se planeó entonces, el modelo del
“Desarrollo Compartido”.
Los objetivos de este nuevo modelo se basaron en lo que Lázaro Cárdenas
perseguía: tratar de satisfacer las minúsculas demandas de los trabajadores,

25
siempre y cuando, éstas no afectaran los intereses financieros de las empresas
establecidas. Sin embargo, dicho modelo no funcionó, pues tuvo como eje un
populismo exacerbado.
Así pues, durante el sexenio de Echeverría la crisis económica fue haciéndose cada
vez más notoria, debido a los déficits económicos que se venían arrastrando de
administraciones pasadas. Los altos niveles de gasto público, la excesiva oferta
monetaria, el endeudamiento externo y las balanzas negativas de pago, crearon
una de las peores crisis en la historia de México. Ahora, el crecimiento era de un
–6% en promedio anual.
Entre 1970 y 1976, la inflación creció desfavorablemente debido a los elevados
precios del petróleo –que para ese entonces se importaba–; las industrias se
paralizaron al no recibir apoyos; el desempleo aumentó; el peso se devaluó; se
hicieron aumentos salariales y se adquirieron empresas en quiebra; todo esto, vía
deuda externa. En el comercio internacional las importaciones superaron a las
exportaciones, sobre todo, en el abasto de alimentos, el cual se había originado
por el mal desarrollo del sector agropecuario y la creciente población. De la misma
manera, había fuga de capitales y se exageró en la emisión monetaria.
Para evitar una fuerte recesión económica, la administración de Echeverría tomó
la decisión de incrementar de forma rápida el gasto público, así como promover
las inversiones privadas. El resultado de sus acciones consistió en una fuerte
reacción, tanto en la producción como en los precios. Todo tendió a elevarse. En
enero de 1973 se reportó un índice de precios al mayoreo, de un 7.3%. Ya para
diciembre de ese mismo año, era de 25.5%.
Este rápido crecimiento (en el ingreso nominal) generó por un lado, una acelerada
inflación y, por otro, un notable incremento en el déficit de la balanza de pagos.
Ante tal panorama se reportó que los capitales a corto plazo, fueron retirados del
país.
Para mediados de la década de 1970, la economía mundial había dejado de
demandar productos mexicanos. El incremento en los precios del petróleo y dos
adversos años de agricultura nacional, empeoraron la economía mexicana. El
déficit comercial que en 1973 estaba en 1,700 millones de dólares, para 1974
se encontraba en 3,100 millones de dólares. Finalmente en 1976, hacia el final
del sexenio de Luis Echeverría, el déficit comercial alcanzó los 3,600 millones de
dólares. El total de la deuda externa del sector público se había incrementado
brutalmente de los 3,300 millones de dólares –en 1970–, a los 16,000 millones de
dólares, al final de 1976.

26 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


La situación en la que el país se encontraba para entonces, ya era muy diferente.
El gasto público no podría financiarse con los fondos inflacionarios, tal como se
había hecho años antes. Sobre todo, si se tomaba en cuenta que su proporción
ahora era mucho mayor y que también el financiamiento privado, se había reducido.
El 31 de agosto de 1976, el entonces Secretario de Hacienda, anunció que en
México se abandonaba la paridad fija que había estado vigente desde 1954. El
dólar pasó de costar 12.50 pesos a 24.50 pesos. La búsqueda de una sana solución
dirigió su mirada hacia el Fondo Monetario Internacional, el cual, a partir de
entonces, operó como un factor clave para el cambio de la economía mexicana
y como un catalizador del cambio de un sistema de democracia dirigida a una
democracia participativa. El proceso llevará dos sexenios más. Sin embargo, el
cambio ya había comenzado.

3. FONDO MONETARIO INTERNACIONAL


Y BANCO MUNDIAL
Ante la difícil situación que la economía mexicana estaba viviendo, el gobierno
de México se dedicó a buscar soluciones responsables y justificadas que le
ayudaran a mejorar su condición. Para ello solicitó la ayuda del Fondo Monetario
Internacional, organismo al que recurrió, iniciando las negociaciones, en octubre
de 1976. Asimismo, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos de América
y el Sistema de Reserva Federal aceptaron brindar su ayuda a México, mediante la
prestación de créditos.
Pero, ¿qué es el Fondo Monetario Internacional? ¿Realmente su presencia
económica le permite también dictar políticas gubernamentales dentro del país
al que ayuda? Para entender con mayor claridad la función de tal institución, a
continuación revisaremos brevemente su origen.
Al término de la Primera Guerra Mundial, en 1918, la mayoría de los países del
mundo vivieron una gran depresión económica que dominó durante los años
de la década de 1920. Ésta derivó de una serie de conflictos internacionales y
discrepancias por parte del abuso de las políticas monetarias de la posguerra.
Como respuesta a dicha crisis, los países que se encontraban en grandes
problemas económicos llevaron a cabo algunas medidas de protección, como la
detención de importaciones y el fomento a las exportaciones. A pesar de que esta
idea aparentemente beneficiaba la economía local, en el fondo también provocaba
el deterioro de los países con los que se negociaba.

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Para evitar una situación similar, cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial,
algunos de los analistas económicos de todo el mundo advirtieron la necesidad
de prever un caos monetario como el vivido en 1918. Por tal razón, en Nueva
Hampshire, Estados Unidos, se llevó a cabo una reunión con los representantes de
44 países, los cuales serían los encargados de tomar las precauciones debidas. El
Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Morgenthau, organizó la reunión
en Bretton Woods.
En el Hotel Mount Washington, desde el día 1 de julio de 1944, los participantes de
la entonces llamada Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, se
dieron cita. Los coordinadores del evento fueron Harry Dexter White –funcionario
del Tesoro de Estados Unidos– y el economista británico John Maynard Keynes
–célebre autor de la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936)–.
Haciendo un paréntesis, en su obra Keynes señala que si el consumo aumenta
dentro de un sistema social, puede haber un descenso en los tipos de interés y un
aumento en la inversión del sector público, mismo que garantizaría el trabajo de
la población.
Volviendo al punto, en dicha reunión Keynes propuso que los países con mejor
situación económica debían garantizar el crédito a los países que se encontraran
más devastados por la guerra y no desarrollados. De igual forma, los países ricos
debían asumir su parte de la garantía a los prestamistas contra las pérdidas.
A partir de las medidas pactadas durante la reunión de Bretton Woods, el mundo
entero entró en un sistema a través del cual todo quedaría unido económicamente.
Se llevaría a cabo la creación de un fondo común de crédito, mismo que asumiría
los riesgos que los inversionistas privados no estaban dispuestos a correr.
Por su parte, Dexter White pensaba que el crecimiento económico podría lograrse
gracias a una estabilidad financiera y al fomento del comercio internacional. Para
conseguirlo, era necesario que las contribuciones de los países miembros fueran
en oro y en monedas nacionales. De igual modo, debía fomentarse la estabilidad
de las monedas, generando un aumento en el comercio mundial y el empleo.
Los delegados empezaron a trabajar por comisiones. La encabezada por Keynes
se ocupó de crear y organizar el Banco Mundial, el cual tendría como finalidad
primordial operar como un banco de reconstrucción y fomento. Mediante éste, las
Naciones Unidas suministrarían los fondos necesarios para la rehabilitación de los
países afectados por la guerra. Por otro lado, la comisión dirigida por Dexter White
estaría a cargo de lo que sería el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuya misión
radicaría en prestar ayuda a los países para superar períodos difíciles y, con ello,
evitar la aplicación de medidas que sólo deteriorarían el comercio internacional.

28 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


Finalmente, para el 22 de julio de 1944, en el salón dorado del Hotel Mount
Washington, los diferentes delegados firmaron, provisionalmente, los convenios
constitutivos del FMI y del Banco Mundial.
Actualmente, los integrantes del Fondo Monetario Internacional se reúnen una vez
al año con la finalidad de establecer las medidas políticas en las que se basará
la institución. Casi todos los países del mundo se encuentran representados. Sus
miembros son los presidentes de los bancos centrales o los ministros de las
secretarías de Hacienda. En otras palabras, son los principales representantes
de la economía mundial. En el caso particular de nuestro país, los siguientes
gobernadores del Banco de México y los sucesores secretarios de Hacienda,
serán quienes representen a México ante el FMI. Ahora bien, para conseguir
la estabilidad económica que cada país requiere, independientemente de los
gobiernos democráticamente elegidos, se cree que el gobierno del Banco Central
de cada uno de ellos, debe ser autónomo.
El Directorio Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional día a día toma las
decisiones pertinentes, relativas a las políticas y al funcionamiento de la
institución. Sus disposiciones están basadas en el Convenio Constitutivo. Este
directorio está compuesto por 24 directores, los cual representan a un país
miembro o a un conjunto de países miembros. Por ejemplo, un mismo director
ejecutivo del FMI representa, al mismo tiempo, a África central y a algunos países
del Océano Índico, como Madagascar, Mauricio y la parte occidental de África –que
está conformada por 23 países–. De igual modo, otro director es el representante
de 12 países, entre los que están Indonesia, Malasia, Tailandia, Singapur. Brunei y
algunos países indochinos, como Vietnam, Camboya, Myanmar, Lao y Nepal.
Los directores ejecutivos son nombrados por los propios países o regiones a
quienes representan, al mismo tiempo que designan al gobernador del banco
central y al secretario de hacienda. Al ser conjuntamente miembros de sus países y
directores del FMI, deben representar a sus regiones y defender, simultáneamente,
los intereses del Fondo Monetario Internacional.
Una de sus funciones consiste en recopilar y evaluar datos sobre cada uno de los
países, para así analizar su evolución económica. Esto con la finalidad de promover
la expansión de un país, lograr su estabilidad financiera y monetaria y la correcta
aplicación de la política cambiaria, adecuada para el país y para el resto de los
países miembros.
Tanto los informes como las recomendaciones del director gerente y de los
subdirectores, constituyen la base de las decisiones del directorio ejecutivo sobre
la concesión o renovación de préstamos y sus condiciones. Cabe mencionar que
las decisiones del directorio ejecutivo son tomadas por consenso.

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3.1. LA CRISIS DEL DESARROLLO COMPARTIDO
Período del Presidente José López Portillo 1976-1982
Para el sexenio de 1976 a 1982, el candidato a la Presidencia de la República
postulado por el Partido Revolucionario Institucional, fue el licenciado López
Portillo. Durante su candidatura no tuvo contendientes por parte de otros partidos
políticos, por lo que “su lucha era contra el viento”, como él mismo lo señaló en
su momento. Este fue el punto más bajo al que había llegado el desarrollo de
la democracia en México; razón por la cual, al lado de una crisis económica, se
presentó también una terrible crisis democrática.
La entonces consolidada democracia dirigida se colapsó totalmente con el triunfo
de López Portillo en la presidencia de la República. El candidato del PRI llegó
al gobierno legitimado y sin mayores contratiempos. No obstante, junto con su
candidatura se venía arrastrando la crisis populista de su antecesor, cuya economía
traía consigo graves problemas y una fuga de capitales importante.
Al inicio de la nueva administración, la devaluación se calculó con una magnitud
del 45%. Sin embargo, el peso logró estabilizarse en un precio fijo: 22.75 pesos
por dólar. Igualmente, con la suspensión de las importaciones hasta en un 98%,
comenzó a experimentarse una cierta mejoría. La balanza de pagos mostró una
notable recuperación después de la devaluación.
Por otra parte, la producción real a inicios del gobierno de López Portillo se redujo
severamente; únicamente aumentó 2.8%, para 1977. La devaluación de 1976 había
traído como consecuencia una fuerte caída en la inversión. Esto es, de 1976 a
1977, la producción de bienes de inversión se redujo en un 6.6%. Para mejorar
la condición económica de los trabajadores mexicanos, el gobierno autorizó un
aumento de emergencia de un 23% en los sueldos.
La incertidumbre ante el cambio del dólar por pesos mexicanos fue grande.
Durante el primer semestre de 1976 se reportaron salidas masivas de capital, las
cuales continuaron después de la devaluación. De septiembre a diciembre de ese
mismo año, en las instituciones financieras privadas, las obligaciones totales no
monetarias denominadas en pesos mexicanos se redujeron en un 10%, equivalente
a 21 millones de pesos. Por otra parte, las obligaciones en dólares aumentaron en
un 38%, equivalentes a 18 millones de pesos.
A pesar de que el sexenio había iniciado en un escenario de austeridad, en poco
tiempo las condiciones cambiaron “favorablemente”. Se presentó un “boom”
mundial en el petróleo, debido a un alza de precios establecidos por la OPEP,

30 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


mismos que superaron las expectativas económicas del país. A raíz de ello, el
presidente López Portillo afirmó que gracias a los yacimientos de petróleo
existentes en el Golfo de México, el país saldría adelante económicamente. De
hecho, por las exportaciones del petróleo, se empezó a alcanzar rápidamente
una recuperación económica y, dada la confianza que generó este momento, se
establecieron políticas para un mayor gasto público y una mayor emisión de
dinero. Fue una época que se dibujó aparentemente gloriosa.
Al tercer año de gobierno, López Portillo señaló que los mexicanos “ya debíamos
prepararnos para administrar la abundancia”. El petróleo prometía un respaldo
económico para el desarrollo del país, como nunca antes lo había hecho. Así
pues, como director de Petróleos Mexicanos se nombró al ingeniero Jorge Díaz
Serrano, para que fuese el encargado de controlar las millonarias operaciones de
producción.
Efectivamente, la economía nacional podría crecer bajo estas condiciones. No
obstante, si el precio del petróleo llegara a caer, el colapso de México sería
absoluto. Pese a las inseguridades, el gobierno de López Portillo decidió correr los
riesgos. Durante su sexenio, se iniciaron grandes programas que en nada fueron
austeros. Con todo, en junio de 1981, los precios del petróleo cayeron. México
perdió dos tercios de sus exportaciones. Para el mes de septiembre, PEMEX había
perdido la mayor parte de su mercado.
Así, la desconfianza por parte de la población llevó a los grandes capitales a
cambiar pesos por dólares. Sin control de cambio, la caída del peso también se
manifestó. El entonces secretario de Hacienda, Jesús Silva Herzog, detectó una
importante salida de capital del país. Entre julio y agosto de 1981, el país ya había
perdido 9 billones de dólares.
El prestigio y la credibilidad del presidente se pusieron en tela de juicio. López
Portillo se resistió a devaluar la moneda mexicana y, en su lugar, prefirió emitir
mayor cantidad de papel moneda. Afirmó que defendería la paridad del peso frente
al dólar, como lo haría un “perro”. Tal comentario, no fue visto con buenos ojos en
el extranjero.
Ante estas políticas económicas, los resultados se manifestaron en poco tiempo.
México se encontraba en un escenario en el que se habían generado altos niveles
de inflación, trayendo como consecuencia, una gran pérdida de competitividad
de las industrias locales en el extranjero. Esto también provocó una importante
disminución de las exportaciones, pues frente a la recesión mundial, varios países
adoptaron políticas restrictivas.

31
Para ese momento, las políticas proteccionistas que se estaban llevando a cabo,
originaron más déficit en la balanza comercial, por lo que urgía la creación de un
nuevo modelo económico que contrarrestara los efectos generados. De 1976 a
1977, hubo un crecimiento del 3.4%; de 1978 a 1981, de un 7% y, de 1981 a 1982,
de un 0.5%.
Además de estos altibajos en el crecimiento económico del país, continuó la
compra de empresas que, por lo menos, ya se encontraban sectorizadas, pues
ya se había presentado anteriormente, la publicación de la Ley Orgánica de la
Administración Pública Federal y el Acuerdo de sectorización de las entidades
paraestatales, por temas técnico-económicos.
En el sexenio de 1976 a 1982, con la nueva Ley Orgánica de la Administración
Pública Federal, se creó la Secretaría de Programación y Presupuesto, la cual
retomó el viejo anhelo propuesto desde 1958: ser un contrapeso para la poderosa
Secretaría de Hacienda y Crédito Público, separándole la responsabilidad del
control y ejercicio del gasto público. Al tiempo, dos secretarios de Programación y
Presupuesto fueron candidatos del PRI a la Presidencia de la República, resultando
ganadores.
El 23 de julio de 1982, el secretario de Hacienda Jesús Silva Herzog, acudió a una
reunión en la Tesorería de los Estados Unidos. A partir de ese momento México
fue declarado en bancarrota. El viernes 20 de agosto, México sólo contaba con
180 millones de dólares en reservas líquidas; debía pagar al resto del mundo para
el lunes siguiente, 300 millones de dólares, sólo como un adelanto de la deuda
total. Entonces, se llevó a cabo una reunión de banqueros en Norteamérica para
comenzar las reestructuras de la deuda mexicana, por un total de 80 billones de
dólares.
Al final de su último año de gobierno, López Portillo nacionalizó la banca privada,
como medida para evitar la fuga de capitales y también como la última acción
de legitimación del desastre económico provocado por la caída del precio del
petróleo; con ello, causó una creciente solicitud de deuda externa, aunada a la
interna, para financiar el gasto público. Además, provocó un tipo de cambio de
hasta 25 pesos por dólar e inflaciones galopantes.
Desde el sexenio de López Portillo, el contrapeso que representó la Secretaría
de Programación y Presupuesto fue sufriendo avances que, de alguna manera,
fueron sentando –a futuro mediato– bases de solidez económica. Esto permitió
que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público pudiera dedicarse a temas de
reestructuración de la creciente deuda pública externa que, durante el propio
sexenio de López Portillo –y el siguiente, de Miguel de la Madrid–, llegó a niveles
exorbitantes y de descontrol.

32 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


3.2. El primer paso a la Modernidad: De la política económica
a la economía política
México había olvidado la idea de un proceso democrático, en atención a una
recuperación económica. Se esperaba que el PRI llevara la presidencia a un grupo
capaz de sanear la situación financiera del país.
La situación económica sólo había reforzado el ambiente del corporativismo y,
por consiguiente, el clientelismo para con el PRI. Tanto Luis Echeverría como
José López Portillo fomentaron la creación de paraestatales, con la finalidad de
mantener el monopolio de empresas estratégicas en poder del Estado. Además,
con la idea de conservar el empleo de miles de trabajadores, rescataron de la
quiebra a varias empresas del sector privado, para así proteger el empleo.
El sector público se expandió de una forma brutal durante dos sexenios. En 1970,
de ser tan sólo 391 entidades públicas, para el año 1982 fueron 1,155. Bajo estas
circunstancias, en realidad, sólo podría mantenerse la democracia dirigida con
base en el clientelismo corporativista.
Por su parte, la administración del presidente Miguel de la Madrid inició con una
grave crisis financiera que provocó una inflación descontrolada. El crédito bancario
se encontraba con tasas de hasta 180%. El presidente debía enfrentar la crisis
económica más fuerte que México había vivido desde la Revolución Mexicana de
1910.
El gobierno tuvo que tomar una decisión capital. Por una parte, evaluó si era
conveniente continuar con las políticas económicas controladas por el partido
hegemónico y por la democracia dirigida; aunque con esta alternativa, no iba
a poder ver una pronta recuperación para el país. Por otro lado, contempló la
posibilidad de cambiar diametralmente las condiciones político-sociales para que,
desde un enfoque diferente, se pudiese rescatar a México. Pero, si ésta era la
opción, ¿en qué consistía realmente el cambio?
Desde los años en que Miguel de la Madrid fue funcionario durante el gobierno
de López Portillo, comenzó a explorar la posibilidad de pedir el apoyo del Fondo
Monetario Internacional, el cual había dado muestras de haber rescatado a varios
países en malas condiciones económicas. Naturalmente, el FMI también cuidaba
las políticas implementadas por cada país, pues debía garantizar que los apoyos
económicos que recibían, cada país los pagara con oportunidad.
Cuando Miguel de la Madrid llegó a la presidencia de la República, se rodeó de un
grupo de jóvenes con talento y creatividad. La mayor parte de ellos contaba con un
pleno conocimiento sobre el funcionamiento del Fondo Monetario Internacional y
del Banco Mundial. Si México tenía una oportunidad para sanear sus finanzas, el

33
grupo en el gobierno era el más competente para operar las negociaciones con este
organismo internacional. A partir de entonces, también se inició el cambio hacia
la democracia participativa bajo la dirección, obviamente, del FMI. Al respecto, el
economista y filósofo Jacques Attali, recuerda en su Verbatim:
“El 21 de octubre de 1981 almorzamos en la Ciudad de México con Miguel
de la Madrid, el Presidente electo. Se vio el nacimiento de un México muy
diferente, más joven, más racional. Detrás de él, Carlos Salinas de Gortari,
asistido por un antiguo alumno mío; un politécnico que se convirtió en
Secretario de Estado, José Córdoba. Se decidió que pronto voy a hablar con
ellos sobre la deuda mexicana”.10
La democratización del país requirió acabar con la excesiva participación del
Estado en las actividades productivas y, por consiguiente, el cambio de estructura
económica. Si el Estado continuaba controlando la gran diversidad de fuentes
económicas, lo único que generaba, era una burocracia ineficiente y una negativa
competitividad de la economía. Así, durante el período de Miguel de la Madrid,
México formó parte de un proyecto, semejante al que algunos países de Europa
vivieron durante finales del siglo XVII. Esto es, el país inició un proceso en el que las
políticas económicas ya no quedarían en manos de políticos, sino de economistas.
“La razón económica no comenzaba a sustituir la razón de Estado, pero sí
le daba un nuevo contenido y, por consiguiente, asignaba nuevas formas
a la racionalidad estatal. Nueva gubernamentalidad que nace con los
economistas más de un siglo después de que la otra gubernamentalidad
apareciera en el siglo XVII. Gubernamentalidad de los políticos que va
a darnos la policía, gubernamentalidad de los economistas que, creo,
va a servir de introducción a algunas de las líneas fundamentales de la
gubernamentalidad moderna y contemporánea”.11
El objetivo principal del nuevo equipo de los llamados tecnócratas, fue el simplificar
la administración de la regulación económica; para lo cual, se encaminó a un
proceso de desburocratización de la economía. De igual manera, llevó a cabo la
supresión de los procedimientos administrativos que, al parecer, eran innecesarios
y, también eliminó una gran cantidad de regulaciones que, a partir de ese momento,
fueron consideradas obsoletas. Avocar
La sociedad mexicana consideró que la mayoría de tales procedimientos
administrativos eran innecesarios y, por tanto, fuentes de corrupción. Como
respuesta ante la demanda de la sociedad civil naciente –como la contracara del
Estado Policía en decadencia–, el gobierno decidió acabar con todos los factores
10 Attali, Jacques, Verbatim I 1981-1983, Fayard, París, 1993, pp. 178-179.
11 Foucault, Michel, Seguridad, Territorio Población, Akal, Madrid, 2008, pp. 331-332.

34 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


de poder burocrático policíaco. Entonces, se le asignó a la Contraloría General
de la Federación, la función de procesar las quejas de la ciudadanía sobre el
desempeño gubernamental, ya que ésta era la dependencia encargada de realizar
las auditorías a las otras dependencias de la administración pública.
La Contraloría General de la Federación llevó a cabo la ejecución de un programa
de simplificación administrativa. Junto con esta simplificación, se adelgazó la
estructura burocrática del país y, por consiguiente, se consiguió que la participación
excesiva por parte del Estado dentro de las actividades productivas, se retirara
definitivamente. A la par, también se llevó a cabo un proceso de desregulación del
marco normativo de las actividades económicas, pues con la desaparición de los
sectores burocráticos, desapareció igualmente su regulación.
Con todo, se estaba efectuando una auténtica liberalización comercial. Los
empresarios apoyaron la decisión de eliminar la participación gubernamental en
la economía. Por su parte el Estado, para asegurar la capacidad de competencia
entre los empresarios, designó a la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial,
la ejecución del programa de desregulación económica, de tal manera que, en el
proceso de transformación, conciliara los intereses de la industria y el comercio.
Con estos pasos, de algún modo, se le brindó a México la oportunidad para
transformarse en un país moderno, donde las decisiones ya no quedaran en
manos del grupo en el poder, sino en la sociedad civil. Las empresas, al no estar
subordinadas al Estado, podrían crecer independientemente y generar mejores
condiciones laborarles para los trabajadores. Por otro lado, era necesaria una
reforma laboral que redujera gradualmente el fuerte poder de los sindicatos, sin
abandonar los apoyos al sector social y a los trabajadores mexicanos. Así, los
obreros podrían elegir democráticamente al candidato que más les pareciera, sin
ser presionados por los poderes del sindicato al que pertenecían.
De acuerdo con las políticas de apoyo del Fondo Monetario Internacional, México
podría desarrollar mejores condiciones económicas, y garantizar así, sus pagos en
el futuro. Esto, si entraba a un proceso de transformación de un Estado Policía
–con democracia dirigida– a un Estado Moderno –con democracia participativa–.
La misión consistía en modernizar al país y, con ello, lograr la democratización.
Según los criterios del FMI, el primer paso consistía en lograr una eficacia
microeconómica y consolidar la macroeconomía. Para ello, debían establecerse
las condiciones que permitieran liberar al comercio inmediatamente. Es decir,
en la opinión del equipo de Salinas, lo primero era instrumentar una liberación
comercial en forma rápida. El cambio debía hacerse, aunque no tan rápido, sino de
manera contundente.

35
En el equipo de transformación predominaba el siguiente razonamiento: Si los
empresarios hubieran comenzado a ver cambios graduales, su actuación habría
sido siempre de forma reservada y conservadora, hasta no ver que las reformas
llegaran a un punto de irreversibilidad. Para evitar este letargo empresarial, la
decisión del gobierno fue llevar a cabo los cambios inmediatos de modo tal, que,
los empresarios se percataran que los cambios eran serios y contundentes. En la
opinión de Córdoba Montoya: “Negociar las medidas previamente es tanto como
cancelar la apertura”.
“Se ha señalado que una liberalización comercial acelerada hace que los
empresarios organicen coaliciones en contra del gobierno en forma más
radical que si se tratara de un programa gradual. Este no fue el caso en
México. A ello contribuyeron la firme posición del gobierno y la actitud en
favor de la apertura comercial adoptada por los exportadores que requerían
de un acceso sin trabas a los insumos de importación, indispensables
para elevar su competitividad. De hecho, el crecimiento sostenido de
las exportaciones no petroleras se consolidó en forma posterior a que el
programa de liberalización comercial acelerara su marcha: de 1983 a 1986
las exportaciones no petroleras se incrementaron de 6.6 a 9.7 millones de
dólares, alcanzando la cifra de 14.9 mil millones de dólares en 1989”.12
Para poder observar con mayor claridad este cambio, hemos llegado al momento
oportuno para atender la siguiente cuestión: ¿Quiénes fueron los principales
actores de este cambio económico? Tan sólo nos centraremos en algunos de ellos,
los cuales consideramos, como los principales artífices de la transformación.
3.2.1. Carlos Salinas de Gortari
Nació en la Ciudad de México el 3 de abril de 1948. Fue uno de los cinco hijos del
matrimonio de Raúl Salinas Lozano y Margarita de Gortari Carvajal.
Su padre, Raúl Salinas Lozano, fue un estudiante sin precedentes que tuvo la
oportunidad de estudiar en la Universidad de Harvard de 1944 a 1945. Antes de
cumplir los treinta años obtuvo los grados de maestro en Administración Pública
y en Economía. Durante el sexenio de Adolfo López Mateos (1958-1964), Salinas
Lozano fue nombrado secretario de Economía Nacional y, posteriormente, titular
de la Secretaría de Industria y Comercio. Fue considerado, sin duda alguna, como
uno de los posibles sucesores del entonces presidente Adolfo López Mateos. Sin
embargo, no lo fue.
12 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.

36 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


Carlos Salinas de Gortari, su hijo, tendrá una suerte distinta. Carlos inició sus
estudios de primaria en la escuela Abraham Lincon; los continuó en la secundaria
No. 3 Héoes de Chapultepec y, finalmente, concluyó sus estudios de preparatoria en
la entonces Escuela Nacional Preparatoria, la cual tenía su sede en el Antiguo
Colegio de san Ildefonso.
Posteriormente, en 1966 ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México,
donde obtuvo la licenciatura en Economía, titulándose con la tesis: Agricultura,
industrialización y empleo: el caso mexicano. Presentó su examen profesional durante
el tiempo en que Ifigenia Martínez era la directora de la Escuela de Economía. Fue
también, en esos años, que Salinas de Gortari ingresó al PRI.
Cabe mencionar que también fue docente durante algún tiempo. Impartió clases
como profesor auxiliar de la materia de Estadística en la UNAM; pero dejó la
enseñanza a principios de los años 1970, para seguir los pasos de su padre, yéndose
a estudiar a la Universidad de Harvard. Ahí obtuvo la maestría en Administración
Pública, en 1973; la maestría en Economía Política, en 1976 y, el doctorado en
Economía política y Gobierno, en 1978. Nuevamente, a partir de 1976, volvió a la
enseñanza universitaria; impartió la cátedra de Finanzas Públicas y Política Fiscal,
en el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (CEMLA) y en el Instituto
Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
Sin embargo, su enseñanza no se limitó a estudiantes universitarios. Salinas de
Gortari también impartió clases para formar a los nuevos cuadros del PRI en el
Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (IEPES), del cual fue director
general en 1979; y además, en el Instituto de Capacitación y Desarrollo Político
(ICADEP), del cual llegó a ser subdirector en 1982.
Además de los cargos docentes, en 1974, fue nombrado jefe del Departamento de
Estudios Económicos de la Dirección General de Asuntos Hacendarios y Asuntos
Internacionales. En 1976, en la Dirección General de Planeación Hacendaria,
recibió el cargo de analista en Crédito Público y jefe del Departamento de Estudios
Económicos. En 1979, en el cuarto año de la presidencia de José López Portillo,
Salinas fue nombrado –para suceder al entonces candidato a la presidencia de la
República, Miguel de la Madrid Hurtado– como secretario técnico del Gabinete
Económico y director general de Política Económica y Social, en la Secretaría de
Programación y Presupuesto.
3.2.2. José Córdoba Montoya
El caso de José Córdoba Montoya es determinante en el proyecto de cambio de
México. Este hombre actuó como catalizador de los diversos talentos que, durante
los gobiernos de Miguel de la Madrid y de Carlos Salinas de Gortari, operaron el

37
cambio del sistema político y económico del país. Sin la presencia de Córdoba
Montoya, tal vez el proceso de cambio en México habría sido mucho más difícil
y complejo. Por esta razón, en esta investigación, se presenta el perfil de este
personaje con mucho más detalle.
3.2.2.1. Hombre nacido en el exilio
Al sudeste de Francia, en la Costa Azul, entre Marsella y Toulon, aparece en el
mapa un pequeño pueblo rural llamado La Ciotat. A la entrada del poblado, en un
barrio cuyos residentes son principalmente obreros, se ubica una gran cantidad de
construcciones uniformes. Se trata de unos multifamiliares de varios pisos que,
en su origen, fueron destinados a los trabajadores de los astilleros; de entre los
cuales, en uno de cuatro plantas, se ubicó el hogar de la familia Córdoba Montoya.
José Córdoba Montoya nació en el verano de 1950 y fue bautizado con el nombre
de Joseph-Marie Córdoba Montoya. Fue el segundo hijo de José Córdoba Caparrós
y doña Dolores Montoya; ambos de origen español. Su padre, conocido en La Ciotat
como un carpintero que se ganaba la vida trabajando a destajo en los astilleros,
fue un hombre destacado y carismático, el cual reservaba para sí –como un gran
secreto– su vida antes de llegar a Francia.
Córdoba Caparrós se ganó el respeto por parte de sus compañeros de trabajo pues,
a diferencia de la mayoría de ellos, sabía leer y escribir como todo un profesionista;
no obstante, nadie sabía nada sobre su educación y formación. Para ellos, era un
trabajador más, con modestos ingresos económicos; pero su notable activismo
y combatividad lo llevaron a colocarse como uno de los líderes sindicales más
respetados del área.
En realidad, José Córdoba Caparrós no fue ningún improvisado. En su juventud
estudió derecho y formó parte del entonces proscrito Partido Comunista en España.
También trabajó como oficinista del ayuntamiento de Almería –su ciudad natal–,
en la región de Andalucía. Su participación en las actividades del partido y sus
reclamos sobre el derecho a la libertad individual, lo llevaron a ser detenido en
1939, por las fuerzas franquistas, cuando sólo tenía 28 años de edad. Permaneció
encarcelado durante seis años hasta tuvo la oportunidad de perpetrar una fuga
espectacular que llevó a cabo en 1945.
Córdoba Caparrós presentó un cuadro de conjuntivitis que no pudo serle tratado
en la prisión donde se encontraba. Por ello lo trasladaron, junto con otros seis
reos, a otra prisión para que ahí se le diera el tratamiento adecuado. Durante el
trayecto, los guardias descuidaron la vigilancia y José Córdoba Caparrós dirigió

38 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


la fuga. La persecución duró varios días, pues los prófugos lucharon por su
libertad, internándose en las montañas de la sierra de Gador. Cuatro de ellos
murieron en manos de los guardias; sin embargo, José Córdoba Caparrós logró
llegar a Cataluña, cerca de la frontera con Francia, donde lo estaba esperando su
ya entonces esposa Dolores Montoya. Pero el peregrinar no terminó ahí. Durante
varios días más el matrimonio siguió su travesía por el territorio francés hasta
llegar a La Ciotat, lugar donde finalmente se establecieron. Aunque adquirieron
el status de refugiados políticos, su libertad siguió bajo la vigilancia del gobierno
francés, pues a lo largo de algún tiempo, gracias a su vinculación con el partido
comunista, Córdoba Caparrós debía presentarse ante las autoridades de Perpignan.
Una vez establecidos, José Córdoba consiguió trabajo como carpintero en los
astilleros y llevó una vida familiar estable y reservada. Tuvo cuatro hijos: Pierre,
Joseph-Marie, Marie y Jean. Sin embargo, debido a graves complicaciones, Dolores
Montoya murió durante el parto de su último hijo. Acompañado de dolor, Córdoba
Caparrós se dedicó a la formación de sus hijos con gran esmero y dedicación.
Acudía sin falta al trabajo y, por las tardes, dirigía la educación de sus hijos. A
pesar de la dura carga, nunca dejó de participar en las clandestinas sesiones que
organizaba el Partido Comunista Español en el exilio. Su disciplina y amor a sus
ideales, fue el mayor ejemplo que sus hijos recibieron de él.
Por otro lado, José Córdoba Montoya inició sus estudios en el colegio Lumier. Su
educación elemental fue normal y de aquellos años sólo destacó por un premio de
dibujo a la edad de 7 años. Posteriormente, su educación media superior continuó
en el colegio Virebelle, siguiendo los programas establecidos por el ministerio de
educación francés.
3.2.2.2. París y los años de formación académica
Al terminar los estudios básicos en su ciudad natal, los dos hermanos mayores,
Pierre y Joseph-Marie, continuaron en París, donde compartieron un pequeño
cuarto en el que vivieron mientras cursaron sus estudios profesionales.
En los años que estuvieron en París, Pierre motivaba a su hermano José María para
participar en las manifestaciones del movimiento estudiantil de 1968. José acudía
a los eventos, más por diversión, que por propia convicción política. A los 18 años,
su interés estaba depositado en otras cosas. En 1968, concluyó con honores sus
estudios generales de bachillerato y, en 1970, ingresó a la escuela más prestigiosa
de Francia en su área: la Escuela Politécnica. Ahí estudió la carrera de Ingeniería,
de la que se graduó en 1973. Por su parte, su hermano Pierre, concluyó sus
estudios en Antropología.

39
No obstante, la inteligencia de José María no quedó satisfecha con la sola carrera de
Ingeniería, por lo que, al mismo tiempo que cursaba sus estudios en el Politécnico,
asistía a la Sorbona para tomar cursos de Filosofía. Una gran cantidad de ellos
que, sin reparo alguno, incluyó en una extensa lista dentro de su currículo oficial.
Así fue como Córdoba Montoya leyó y estudió a los filósofos existencialistas Jean-
Paul Sartre y Camus.
En la Sorbona, su misma inteligencia atrajo la atención de varios de sus
profesores; a tal grado, que uno de ellos lo recomendó especialmente para trabajar
como ayudante del entonces diputado –por el territorio de Belfort–, Jean-Pierre
Chevènemant (1939), uno de los fundadores y dirigentes del Partido Socialista
Francés.13
Chevènemant fue un hombre clave en la vida de Córdoba Montoya, ya que
fue él quien lo introdujo y puso en contacto con el equipo de campaña de F.
Mitterrand, candidato socialista a la presidencia de Francia, en la elecciones de
1974. La agilidad mental de Córdoba, junto con su profunda capacidad de análisis,
impresionaron al equipo, pero sobre todo, al jefe de asesores de Mitterrand, un
ingeniero argelino llamado Jacques Attali (1943), quien inmediatamente lo integró
al equipo de trabajo de la campaña.
Córdoba consiguió vincularse a uno de los más importantes intelectuales de su
tiempo,14 lo cual le permitió el acceso a varias claves del conocimiento político
real. Probablemente, entre ambos surgió cierta simpatía. Al igual que él, Attali
había estudiado en la Escuela Politécnica; había obtenido el primer lugar entre los
graduados de la clase de 1963 y, después de estudiar en la Escuela de Minas y en la
Escuela Nacional de Administración, se doctoró en Economía. Durante esta época,
Attali ya era autor de dos libros: Los modelos políticos (1972) y Análisis económico de la
vida política (1972); ambos, con cierta idea del empleo del razonamiento cibernético
en la vida política.
Pese al gran trabajo del equipo de campaña, el esfuerzo no fue suficiente.
Mitterrand perdió las elecciones de 1974. Sin embargo, la experiencia les concedió
una importante revisión y retroalimentación, misma que les permitió corregir varios
errores. El resultado se dará unos años más tarde, con el triunfo de Mitterrand en
las elecciones de 1981.
Ante la derrota, Attali se dedicó a explorar otros proyectos. Junto con Córdoba
Montoya viajó a China para explorar las condiciones en las que tal país se
encontraba. Muy probablemente, con miras a buscar vías alternas de desarrollo
Posteriormente, Córdoba se refugió en Argelia donde, gracias a las recomendaciones
13 Jean Pierre Chevènemant fundará en 1993 el partido Movimiento Republicano y Ciudadano (Mouvement
Républicain et Citoyen).
14 De acuerdo a the Foreign Policy Magazine (Mayo - Junio de 2008). Attali formó parte del grupo que creó el Euro.

40 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


de sus compañeros del partido socialista, consiguió un trabajo en la Dirección de
Investigaciones del Ministerio de la Reforma Agraria. El trabajo sólo duró unos
pocos meses, siendo víctima de odios xenofóbicos.
3.2.3. De Stanford a México
Ante las condiciones de incertidumbre en Argelia, Córdoba Montoya viajó a Estados
Unidos para inscribirse en la Universidad de Stanford. El destino le colocará como
compañeros de habitación a Rogelio Gazca Neri y a un becario del Banco de
México, Guillermo Ortiz Martínez. El primero de ellos estaba estudiando un MBA
(Maestría en Negocios con Especialidades en Finanzas, Planeación Corporativa
y Administrativa). El segundo, Ortiz Martínez, estaba cursando un doctorado en
Economía. En aquellos días, Córdoba y Ortiz consolidaron una gran amistad, la cual
dio abundantes frutos en el futuro, con grandes éxitos.
Guillermo Ortiz Martínez nació en la Ciudad de México el 21 de julio de 1948.
Estudió Economía, en la Universidad Autónoma de México. Cuando conoció a
Córdoba Montoya estaba haciendo su tesis de doctorado, la cual llevaría por título:
Acumulación de capital y crecimiento económico. El caso de México. Más adelante, en 1977,
Ortiz Martínez ingresó al Banco de México y se desempeñó como especialista ante
la Gerencia de Análisis Económico Sectorial. Posteriormente, fue nombrado, en
1984, gerente de Investigación Económica.
En 1977, Córdoba Montoya sufrió algunas fuertes crisis económicas, por lo que se
vio obligado a abandonar sus estudios de doctorado. Su proyecto de tesis: Precios
y cantidades en los procesos de planeación, quedó inconcluso. Para cubrir sus gastos,
consiguió un empleo como profesor en la Universidad de Pennsylvania, cargo que
ocupó de 1978 a 1979.
En 1979 Guillermo Ortiz Martínez, habiendo descubierto el talento de su compañero
de habitación, intentó traerlo a México. Lo invitó a una estancia de investigación
en el Colegio de México para impartir algunos cursos de Economía. En esta época,
Ortiz Martínez y Córdoba Montoya realizaron una investigación financiada por
Banco de México, El Colegio de México y la Universidad de Pennsylvania, cuyo
resultado final fue presentado en un documento titulado Aspectos deflacionarios en
la devaluación del peso mexicano en 1976. Dicho documento también fue presentado en
la Reunión Anual de la Eastern Economic Association, celebrada del 10 al 12 de
mayo de 1979, en Boston Massachusetts.15
Este trabajo en realidad formaba parte de un estudio mucho más amplio, elaborado
por ambos, algunos años atrás. La investigación completa analizaba las causas
y las consecuencias de la devaluación del peso en México en 1976. El trabajo
que presentaron sólo mostraba los efectos deflacionarios de la devaluación en la
15 La traducción del documento estuvo a cargo de la oficina de Traducciones del Banco de México.

41
demanda global, como resultado de la reducción en la inversión privada. Córdoba y
Ortiz habían concluido que, este aspecto deflacionario, constituía la característica
más notable de la experiencia mexicana.
El documento se dividía en cuatro secciones:
a) Un resumen histórico de los eventos que llevaron al abandono de la paridad fija
del peso en relación con el dólar.
b) Revisión de toda la bibliografía que existía sobre devaluación. En este apartado
se descubrió que no se presentaba ningún modelo satisfactorio que pudiera
aplicarse al caso de México.
c) Presentación de estimaciones empíricas del modelo desarrollado en el inciso
anterior.
d) Resumen de conclusiones y propuestas para investigaciones en el futuro.
Entre las conclusiones de su investigación destacó la observación que hicieron
sobre la nula bibliografía de la devaluación y los aspectos deflacionarios. Sin
embargo, derivado del estudio del desarrollo económico en México, el gran
descubrimiento de Ortiz y Córdoba consistió en detectar que la riqueza, la liquidez
y la sustitución de obligaciones, son los principales canales a través de los cuales
una devaluación ejerce influencia deflacionaria sobre la inversión.
“Históricamente, la mayoría de las devaluaciones importantes han ocurrido
en países en desarrollo en los cuales las empresas privadas no habían
contraído deudas de tamaño significativo en moneda extranjera. Por otra
parte, la flexibilidad en los tipos de cambio entre las economías industriales
integradas financieramente evitó que los efectos deflacionarios en la
inversión que se analizan, alcanzaran una magnitud apreciable en términos
empíricos. Esta es quizá la razón por la cual la literatura sobre devaluación
no ha reconocido la posibilidad teórica de estos efectos ni su creciente
importancia para los países en desarrollo que poco a poco se integran a los
mercados financieros internacionales”.16
El período académico de Córdoba en el Colegio de México, aunque sólo fue durante
el ciclo 1979, coincidió con el del Dr. Ernesto Zedillo Ponce de León. Ahí, ambos se
conocieron y establecieron una gran amistad.
La primera aparición en México de José Córdoba Montoya se llevó a cabo durante el
Coloquio sobre Perspectivas de la Economía Mexicana. El público asistente estuvo
integrado por jóvenes funcionarios de la Secretaría de Programación y Presupuesto y la
Secretaría de Hacienda. Muchos de ellos ocuparon importantes posiciones los años
siguientes, como son, Jaime Serra Puche, Pedro Aspe Armella, Francisco Gil Díaz y
16 Córdoba, José y Ortiz, Guillermo, Aspectos Deflacionarios de la devaluación del peso mexicano de 1976, México,
1979, p. 55.

42 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


un joven economista recién regresado de Harvard: Carlos Salinas de Gortari.
La ponencia de Córdoba impactó. Algunos dicen que su exposición introdujo el
“neoliberalismo” en México. ¿Qué impresión debió haber causado aquel discurso a
mediados del sexenio del presidente José López Portillo? Era una época en la que
el petróleo era la solución de México.
Córdoba Montoya se convirtió en un visionario que pocos comprendían. Para
mantenerlo cerca, varios de los asistentes al coloquio intervinieron para que lo
contrataran inmediatamente. Fue así que, Francisco Gil Díaz, lo integró a su equipo
en la Dirección General de Política de Ingresos de la Secretaría de Hacienda. En
1980, a pesar de no estar propiamente afiliado al partido, Córdoba Montoya ya era
considerado un importante colaborador del PRI. Al poco tiempo, logró conocer a
más y más integrantes del equipo; recorrió varias áreas. Por ejemplo, Francisco
Labastida Ochoa, el entonces subsecretario de Programación, lo ascendió a director
de planeación regional, cargo que desempeñó de forma muy cercana al director general
de política económica y social, Carlos Salinas de Gortari.
Córdoba Montoya era un hombre reservado y callado. Siempre cortés. Más que
hablar, se dedicaba a escuchar atentamente las apasionadas discusiones de sus
compañeros. Medía pacientemente a todos los presentes y permanecía indiferente
ante todos ellos. Cuando le preguntaban su opinión al respecto de algunos temas
debatidos en aquellas reuniones, solía responder con tono un poco irónico y burlón.
Fingía tener problemas con el vocabulario, disculpándose por su español, que no le
permitía aún comprender claramente lo que se hablaba.
3.2.4. El origen del nuevo proyecto económico
En 1982, José-María Córdoba Montoya recibió la invitación por parte de Carlos
Salinas de Gortari para convertirse en su asesor personal durante el nuevo cargo
que le habían asignado: director del Instituto de Estudios Políticos y Sociales del PRI. La
misión fundamental: diseñar el programa económico que presentaría el candidato
por el partido a la presidencia, a saber, el licenciado Miguel de la Madrid Hurtado.
Para Córdoba Montoya, tal invitación significó la oportunidad para integrarse
nuevamente al equipo de trabajo de un candidato a la presidencia. Sólo que en este
caso, se trataba de un candidato mexicano. No obstante, su experiencia durante
la campaña de Mitterrand en 1974, le dio las tablas necesarias para realizar el
cometido. El diagnóstico de la situación presente en el país para ese momento fue
descrito, por el mismo José Córdoba, de la siguiente manera:
“En 1982, en el comienzo mismo de la crisis, la deuda externa de México
tenía tres rubros fundamentales: la deuda de empresas privadas con la

43
banca comercial (el 20 por ciento del total), la deuda del gobierno con
instituciones financieras oficiales, tanto multilaterales como bilaterales
(el 30 por ciento), y la deuda gubernamental con la banca comercial (el 50
por ciento). La deuda privada nunca estuvo garantizada, ni tampoco contó
con subsidios del gobierno para su servicio; fue prácticamente cancelada
en 1988, a través de pagos anticipados y descuentos significativos. El
gobierno creó, a través del Fideicomiso de Cobertura de Riesgos Cambiarios
(FICORCA), los incentivos para que este comportamiento resultara atractivo
tanto para las empresas mexicanas como para los bancos extranjeros. La
deuda oficial no se ha podido reducir hasta la fecha, dado que el marco
institucional existente no lo permite. Con todo, durante la primera mitad de
la década de los noventa, las transferencias netas a instituciones oficiales
serán prácticamente nulas, toda vez que el financiamiento previsto a través
de programas de ajuste estructural por parte del Banco Mundial y el Banco
Interamericano de Desarrollo compensarán los pagos por concepto de
intereses y del principal”.17
Después del triunfo de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y José
Córdoba Montoya regresaron a la Secretaría de Programación y Presupuesto. El
primero, como secretario; el segundo, como director general de Política Económica y
Social, cargo que había ocupado Salinas a finales del sexenio anterior.
La cercanía de Córdoba Montoya con Salinas provocó ciertas envidias y recelos;
sobre todo las del subsecretario de Desarrollo Regional, Manuel Camacho Solís,
quien se consideraba el mejor amigo del secretario y su principal consejero.18 Para
Camacho, José Córdoba era un hombre peligroso por sus ideas y debía tomársele
con mucha reserva y distancia. Sin embargo, pese a las advertencias, Salinas de
Gortari consideraba que “el francés” era un verdadero gigante intelectual y lo
debía tener cerca. El resentimiento aumentó cuando, en 1983, Salinas lo nombró
su jefe de asesores. Y fue a partir de ese momento que, José Córdoba Montoya,
se convirtió en el filtro obligado para tratar cualquier asunto con el Secretario de
Programación y Presupuesto.
Las condiciones en las que se encontraba José Córdoba requirieron de su presencia
tanto en el partido como en el gobierno, de modo regular. Por esta razón, en
17 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.
18 Manuel Camacho Solís nació en el Distrito Federal el 30 de marzo de 1946. Hijo del militar Manuel Camacho
López y de Luz Solís Echeverri. Estudió toda su educación elemental y media superior en el Instituto Cumbres
(1954-1965). Ingresó a la UNAM a estudiar la carrera de Economía, donde entró en contacto con los hermanos Raúl
y Carlos Salinas de Gortari, así como también conoció a José Francisco Ruiz Massieu. Ingresó al PRI en 1965 y su
carrera política fue impulsada tanto por su amigo Carlos Salinas de Gortari, como por su suegro, Manuel Velasco
Suárez, quien sería gobernador del estado de Chiapas. En 1982, el Secretario de Programación y Presupuesto,
Carlos Salinas de Gortari le asignó la Subsecretaría.

44 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


marzo de 1985 ingresó al PRI y, dos meses más tarde (el 10 de mayo), obtuvo su
naturalización como mexicano.
Por su parte, Camacho Solís intentó por varios meses detener la influencia
de Córdoba. De hecho, obtuvo una victoria relativa en 1985, cuando logró que
reenviaran al “francés” a su viejo cargo de director general de Política Económica y
Social,19 alejándolo de Salinas de Gortari. Sin embargo, el gusto le duró poco ya
que en febrero de 1986, Camacho fue nombrado secretario de Desarrollo Urbano
y Ecología. Con este cargo se vio obligado a dejar la Secretaría de Programación y
Presupuesto, pero, a pesar de que era importante, Camacho sabía que la carrera
política de Salinas iba en ascenso, por lo que alejarse de su puesto le daría más
oportunidades a Córdoba Montoya que a él.
En estos años, Córdoba cerró filas con el grupo de Salinas en la búsqueda del rescate
de la economía mexicana. Mientras que Guillermo Ortiz Martínez fue nombrado,
en 1984, representante de México en el Fondo Monetario Internacional (FMI) –
representando como Director Ejecutivo a siete países más (entre ellos España)–,
Córdoba Montoya llevó a cabo una función mucho más filosófica, operando como
intelectual orgánico en México. Publicó varios artículos en la Revista del Centro de
Estudios Superiores del Colegio de México y, algunos otros, en el diario Excélsior,
mismos en los que defendió la política económica del presidente De la Madrid.
Cara al exterior, México contaba con un grupo de expertos dentro de su gobierno,
los cuales eran avalados por las cabezas del Fondo Monetario y del Banco Mundial.
Un ejemplo de ello, lo encontramos nuevamente, en la referencia de J. Attali en
su Verbarim.
El primero de julio de 1983:
“Almuerzo con José Córdoba, mi antiguo alumno del Politécnico, se
convirtió en secretario de Estado en México. Destino excelente personal,
donde sólo se permite la inteligencia pura para forzar las puertas del poder
en un país poco probable...”
Para evitar la inestabilidad en cercanos momentos de incertidumbre y lograr
mantener la estabilidad económica, en diciembre de 1982, se introdujo en México
el sistema cambiario dual; el cual consistió en separar administrativamente dos
tipos de transacciones. Por un lado, aquellas relacionadas con el comercio y el
servicio de la deuda y, por otro, los restantes flujos de divisas. Por este sistema se
logró cierta estabilidad, justamente, cuando se procedió a abrir el diferencial entre
el tipo de cambio libre y el controlado. Junto a él, las negociaciones del gobierno
con los sindicatos y el sector empresarial, evitaron llevar a cabo ajustes salariales
que, por experiencia tendían a subir, sobre todo, después de una devaluación. De
19 Ocupará este cargo de 1985 a 1987.

45
este modo, se empezó a frenar algunos de los varios factores que generaban la
inestabilidad económica del país.
A partir de 1983, las rígidas políticas económicas gubernamentales nacionalistas
–caracterizadas por la nula manipulación de variables financieras, la forzosa
conversión de depósitos a pesos y el congelamiento de cuentas, entre otras
cosas–, generaron una gran desconfianza por la crisis surgida en 1982. Esto, a
pesar del aumento que hubo en el rendimiento promedio de los instrumentos
denominados en pesos mexicanos, frente a su equivalente en dólares.
En México, desde 1982 las importaciones estaban sometidas a duras limitaciones.
El arancel promedio establecido se encontraba entre el 50% y el 100%. Con
la adhesión de México –entre 1983 y 1985– al Acuerdo General de Aranceles
Aduaneros y Comercio (GATT), se inició la liberalización comercial, dando fin a la
estructura proteccionista con precios controlados. El arancel promedio se redujo
a menos del 10%. Con estas medidas se procuró que las empresas iniciaran los
cambios requeridos para que ellas mismas incrementaran su productividad.
El equipo de rescate advirtió que la causa principal de las desviaciones fiscales
no se encontraba, por lo general, en el gobierno central, sino en las empresas
estatales. Durante la época del boom petrolero, López Portillo evitó los controles
presupuestarios y dirigió todas sus fuerzas económicas en apoyo al petróleo. Lo
mismo había hecho el presidente Luis Echeverría Álvarez, al no controlar la banca
de desarrollo del Estado. Los subsidios proliferaron y, en lugar de alinearse el
costo del capital a los costos del mercado, los efectos fueron devastadores.
El programa estabilizador de México que buscó el rescate durante el período del
presidente Miguel de la Madrid, mostró con éxito la necesidad de mantener las
finanzas públicas bajo una estricta disciplina, vigilancia y autónoma de otros
intereses. Es decir, debía buscarse el fortalecimiento financiero de la economía, a
pesar de los costos a corto plazo que pudieran presentarse en otras áreas.
Esta es la razón por la que, en primer lugar, se realizaron recortes al presupuesto
y se redujeron, del mismo modo, los subsidios. También el gasto público “no
prioritario” se recortó. Es cierto que el continuo aumento de los precios por parte
del sector público desagradó a la población y representó un notable desgaste
político al gobierno. Sin embargo, no era conveniente echar marcha atrás; pues,
anteriormente habían visto que volver a implementar tales subsidios, después de
intentar reducirlos, podía llevar al fracaso los programas de estabilización.
No obstante, hubo que medir un problema más. Ante este riguroso control, también
debían evitarse los posibles aumentos desmedidos de productos que tuviesen
precios controlados. Una de las claves para resolver dicha situación consistió,
precisamente, en realizar privatizaciones. Pero mientras éstas se llevaban a cabo,

46 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


fue necesario planear cuidadosamente el calendario de ajustes de los precios del
sector público para evitar incrementos repentinos.
Para lograr el ajuste fiscal, fue necesario que el presupuesto del gobierno
absorbiera las diversas pérdidas de capital existentes en el país; esto es, absorbió
depósitos garantizados, pérdidas sobre créditos otorgados a empresas públicas,
etc.
Los resultados fueron claros a corto plazo. En tan sólo dos años se eliminó
el déficit operacional del sector público,20 el cual había alcanzado el 10% del
Producto Interno Bruto en 1981.
En uno de los momentos más críticos del proceso de estabilización en México,
se dio prioridad al control del déficit global del sector público, por encima de la
autonomía de gestión de las empresas estatales. Una decisión totalmente contraria
a la que, países de Europa Central y del Este, habían considerado. A pesar de que
para ellos la independencia administrativa era un objetivo político muy atractivo, a
la larga, el tiempo le otorgó la razón a la decisión mexicana.
Con el paso del tiempo, en Europa se presentó un notable desorden presupuestal.
La primera gran lección que se aprendió durante este período fue que debe
asegurarse una completa autonomía de gestión, sólo después de la privatización;
la segunda, es que debe mantenerse bajo un control muy firme, a aquellas
empresas que permanezcan en el sector público, o bien, que queden sujetas a un
proceso de desincorporación.
“Es prácticamente imposible estabilizar una economía sin un sistema
impositivo eficiente: éste requiere una amplia base gravable, bajas tasas
marginales y un vigoroso sistema para garantizar el cumplimiento de las
obligaciones fiscales. En el caso de México, la reducción de las tasas
impositivas –especialmente el impuesto sobre la renta de las empresas, que
en la actualidad se encuentra a niveles internacionalmente competitivos–
ha probado ser un medio eficaz para asegurar el cumplimiento voluntario,
dejando la coerción únicamente en casos extremos. La opinión pública
fácilmente reconoce que es imposible disfrutar, simultáneamente, tasas
impositivas del primer mundo y patrones de cumplimiento que sólo se
observarían en el cuarto”.21
En resumidas cuentas, durante el gobierno de Miguel de la Madrid se llevó a cabo
un esfuerzo administrativo gigantesco. La estrategia fue controlar el déficit fiscal,
de tal manera, que pudiera programarse su reducción en tiempos específicos.
De este modo, se consolidaría el sistema de contabilidad económica del sector
público. Y gracias a ello, tanto el gobierno y el banco central, así como los bancos
del sector público, se fortalecerían.
20 Es decir, el déficit financiero menos el componente inflacionario del servicio de la deuda pública interna.
21 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.
47
Tal control fue necesario, pues México se encontraba en una época de transición
de una fuerte crisis económica, a una etapa estabilizada. En un tránsito de este
tipo, la contabilidad tradicional era insuficiente, por lo que era necesario evaluar
constantemente el desequilibrio económico. De otra forma, no era posible dirigir
las operaciones para conseguir un déficit equivalente a una inflación cero.
“Esto reclama una clara distinción entre flujos y acervos, entre conceptos
reales y nominales y una transparente contabilidad económica de las
operaciones del banco central. Esta tarea puede ser compleja, no sólo en
términos analíticos sino también institucionales, pero es prioritaria para
poder definir la magnitud del ajuste fiscal que se requiere”.22
Ahora bien, aun habiendo logrado un programa dirigido a la estabilidad, las
condiciones económicas se agravaron debido al terremoto de septiembre de 1985.
“Los terremotos de septiembre de 1985 y la caída de los precios del
petróleo en febrero de 1986 –que daban cuenta de una pérdida de
ingresos de alrededor de 6.5 por ciento del PIB– hicieron indispensable
un reforzamiento del programa de reformas económicas. Había llegado
el tiempo de enfrentar los problemas estructurales y las ineficiencias
microeconómicas. Los intentos de estabilización emprendidos en años
anteriores, exclusivamente a través de políticas macroeconómicas
ortodoxas, habían traído consigo un sobreajuste a la baja de la inversión
pública (alrededor del 50 por ciento) y de los salarios reales (alrededor de
un 30 por ciento en el caso del salario promedio). Sin embargo, ello amplió
los márgenes para las reformas estructurales (liberalización comercial,
privatizaciones, desregulación interna, etcétera) que se instrumentaron,
después, en forma ordenada y bajo un clima de mayor estabilidad.23
Las políticas de rescate fueron duramente criticadas por los sectores políticos de
la vieja guardia, los cuales pretendían conservar el sistema político del partido
hegemónico. En 1986, Córdoba Montoya respondió a un escrito de Carlos Tello
Macías, quien había formado parte del equipo de José López Portillo. Le llamó
“nostálgico del boom petrolero”, que tan sólo había provocado corrupción y el
grave endeudamiento de México con el exterior.
Los ataques de Córdoba tomaron una dirección estratégica y precisa. Su pluma
inteligentemente se encaminó a atacar a lo que consideraba, dentro del mismo
PRI, la corriente más decadente y primitiva del partido: la Corriente Democrática,
en la que se encontraba la economista Ifigenia Martínez. Córdoba llegó a afirmar:
“Para la licenciada Martínez, el sol sigue girando alrededor de la Tierra”.
22 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.
23 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.

48 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


Salinas de Gortari a la presidencia: Preludio a una democracia
participativa
El gobierno de De la Madrid presentó una iniciativa que detonó en la Ley de
Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, conocida como la LOPPE, por
sus siglas. En la última etapa sexenal –ya con un marco electoral derivado de
la LOPPE–, De la Madrid destapó a 6 precandidatos para la Presidencia de la
República por parte del PRI. Éstos fueron: cuatro Secretarios de Estado, a saber,
el de Gobernación, Lic. Manuel Bartlett Díaz; el de Educación Pública, Lic. Miguel
González Avelar; el de Energía, Minas e Industria Paraestatal, Lic. Alfredo del Mazo
y, el de Programación y Presupuesto, Dr. Carlos Salinas de Gortari; así como el
jefe del Departamento del Distrito Federal, C.P. Ramón Aguirre Velázquez y el
Procurador General de la República, Dr. Sergio García Ramírez.
Cuando Carlos Salinas de Gortari fue nombrado candidato a la presidencia para el
período 1988-1994, Córdoba influyó en la asignación de lugares para el equipo del
candidato. Siendo él mismo “asesor especial” en materia económica, convenció
a Salinas para que nombrara como coordinador de su campaña a Luis Donaldo
Colosio, en lugar de Manuel Camacho Solís.
Por su parte, Camacho montó en cólera. ¿Cómo era posible que aquel sonorense
–que fuera un subordinado de él en la Secretaría de Programación y Presupuesto–
ocupara un lugar clave en el equipo de Salinas?
El PRI sufrió una importante fractura al presentar a Salinas como el candidato
del partido. Aprovechando el nuevo marco electoral, un grupo de disidentes del
PRI –entre los que se encontraban Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo–
conformó el Frente Democrático Nacional. Cara a Salinas, Cuauhtémoc Cárdenas
pretendió contender por la Presidencia de la República.
El futuro democrático y modernizador de México debía continuar –según la
prospectiva del FMI– con el plan trazado en el sexenio de Miguel De la Madrid.
Entre los posibles candidatos para suceder al presidente, se encontraba un sector
que pretendía evitar seguir con las políticas del Fondo Monetario Internacional,
arguyendo que continuar con las políticas de este organismo, sólo deterioraría la
soberanía nacional y la libertad de gobernarse.
Finalmente, cuando se anunció el triunfo de Salinas de Gortari como presidente de
la República, la oposición se unió para denunciar el fraude electoral. Ciertamente,
las primeras noticias del día de la elección presentaron una tendencia general a
favor de Cuauhtémoc Cárdenas. Sin embargo, hacia el medio día, el sistema de
conteo de votos se cayó durante unos minutos; cuando se reinició, la tendencia se
inclina a favor de Salinas de Gortari.

49
Desde el punto de vista del Fondo Monetario Internacional, México estaba
experimentando un notable efecto de los cambios en el sistema político. El país
estaba empezando a romper con aquel sector del PRI que pretendía mantener el
sistema político y económico de la posguerra. El 7 de julio de 1988, Carlos Salinas
de Gortari afirmó que había terminado la época del partido prácticamente único
y que gobernaría en pluralidad. El poeta Octavio Paz afirmó que con el triunfo
de Salinas, se daba inicio a una verdadera apertura democrática. El ya entonces
presidente Salinas, al día siguiente de tomar posesión, se reunió con la cúpula del
PAN y declaró que su gobierno sería de un verdadero tránsito a la generación de
espacios democráticos.
Por su parte, el 7 de diciembre de 1988, José-María Córdoba Montoya fue
nombrado Jefe de la Oficina de Coordinación de la Presidencia de la República.
Este puesto nunca había existido dentro de la estructura del Sistema Político
Mexicano. Pareció que fue creado especialmente para él. Córdoba Montoya ocupó
este cargo desde diciembre de 1988 hasta mayo de 1992. En junio de ese mismo
año, la coordinación se convirtió en la Oficina de la Presidencia. En este puesto,
se coordinarían los gabinetes especializados, especialmente, los de seguridad
nacional y los de política económica y exterior.
Salinas, junto con su equipo, continuó con el plan de rescate iniciado durante
el período de Miguel de la Madrid, siguiendo los lineamientos del FMI. Para
mantener el proyecto y la estabilidad económica, fue importante que en el proceso
de transición, se mantuviera la continuidad entre los diferentes tiempos de las
políticas. Había que conservar el marco general congruente entre las diversas
discusiones sobre las fases, la velocidad y la intensidad de los cambios requeridos.
En otras palabras, debía conservar la estrategia y, en todo caso adaptar, con el
paso del tiempo, las distintas tácticas para ajustarse a los cambios solicitados.
Por esta razón, entre otras acciones, a partir de abril de 1994, se le otorgó su
autonomía al Banco de México. Con ello, se consideró que inició plenamente, la
fase de modernización definitiva de México. Entre los argumentos sostenidos se
dice que “la finalidad de la autonomía es que la operación del banco central sea
conducente a la conservación del poder adquisitivo de la moneda nacional”.
Deben evitarse a toda costa los conflictos dentro del equipo económico. El
envío de señales inconsistentes y cambios drásticos en la política generan
incertidumbre, desconfianza e, incluso, frustración. Adicionalmente,
contribuyen a complicar esfuerzos posteriores de estabilización debido a
su impacto negativo sobre las expectativas y a los efectos de aprendizaje
que dan lugar a formas acumulativas de resistencia. La puesta en marcha
de estas políticas puede facilitarse mediante una adecuada homogeneidad

50 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


entre los funcionarios del gabinete económico, aunque una total
uniformidad en los puntos de vista puede conducir, como es natural, a una
cierta radicalización e, incluso, ideologización del programa de reformas.
Sin embargo, en la medida que prevalezca el pragmatismo, la convergencia
de ideas económicas dentro del gobierno tiene un valor considerable. En
México, el balance necesario en la composición del gabinete se ha mantenido
sin sacrificar la homogeneidad del equipo económico. El Presidente tiene
una reunión semanal de gabinete a fin de dar un seguimiento directo
al desempeño de la economía y asegurarse de la consistencia entre las
distintas estrategias que se ponen en práctica. Para ilustrar este punto,
vale la pena considerar que el Director del Banco de México y el Secretario
del Trabajo y Previsión Social, dos funcionarios claves en el manejo de las
políticas monetaria y salarial –las dos variables de impacto mayor y más
directo en las expectativas de la sociedad–, han colaborado en el gobierno
desde 1982, precisamente cuando dio comienzo el esfuerzo estabilizador
ambos disfrutan de gran autoridad moral y credibilidad. Esto ha facilitado
la instrumentación de las políticas económicas.24
Plan Brady
Hablar durante varios meses del sobreendeudamiento de México había generado
un gran malestar social. Era urgente plantear una estrategia para que la economía
nacional tuviera una notable recuperación. Sin embargo, el primer paso para
ello no era del todo fácil, salvo en la teoría. Había que reducir la deuda extensa
y rápidamente, pues sólo de esa forma, podría llevarse a cabo el programa de
recuperación nacional.
En la práctica, el problema al que hubo que enfrentarse fue que ninguno de los
acreedores estaba dispuesto a acordar una reducción de la deuda. Sobre todo, si
se trataba de un país que, a pesar de todos los esfuerzos de sus gobiernos por
ajustarse, continuaba endeudándose de forma excesiva.
En efecto, debido a los altos intereses, México junto con otros países de
Latinoamérica, solicitó nuevos créditos para poder pagar los servicios de la deuda
externa, los cuales se manifestaban como un espiral sin final. México propiamente,
exportaba capital, pues terminaba pagando al exterior más de lo que recibía. Para
los inversionistas había mucho en juego. Existía un alto riesgo de inestabilidad y
una importante falta de crecimiento. Tales circunstancias explican el porqué se
presentaron altas tasas de interés en el país, para el financiamiento externo e
interno.
24 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.

51
La única respuesta práctica consistió en realizar una renegociación exitosa de
la deuda externa para que, a partir de ello, se pudiera culminar un programa de
transición económica. En 1989, México, al lado de otros países latinoamericanos,
tuvo la oportunidad de renegociar su deuda, a través de las medidas establecidas
durante una reunión llamada “el consenso de Washington”. Los bancos más fuertes del
mundo, junto con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el gobierno
de los Estados Unidos, acordaron –en Washington– adoptar una estrategia para
reestructurar la deuda contraída por varios países con bancos comerciales. Con
dicha propuesta se reduciría la deuda en condiciones de mercado, con la finalidad
de establecer un entorno atractivo de inversión.
Es decir, los bancos, al reconocer que la deuda de México –al igual que la de
otros países latinoamericanos– tenía un valor menor al real, la colocaron dentro
de los mercados financieros internacionales a un costo 30% más bajo. Con ello,
reducirían la deuda, esperando recuperar lo más pronto posible lo que se les debía.
En otras palabras, vendieron la deuda más barato a compradores de los mercados
financieros. Y así, efectivamente, la deuda fue convertida en acciones que se
vendieron en la bolsa de valores.
La idea de convertir la deuda en acciones, fue maquinada por el entonces secretario
del tesoro de los Estados Unidos, Nicholas Brady. Su plan consistió en convertir
en bonos, la deuda de los países latinoamericanos. De esa manera, cualquier
ahorrista del mundo podría comprar acciones para obtener una alta rentabilidad.
Por su parte, los países deudores continuarían con una gran deuda (30% reducida
de su valor original), sólo que ésta ya no estaría concentrada en manos de unos
pocos acreedores, sino que estaría pulverizada en varios acreedores menores. Esta
acción presentó resultados inmediatos.
En el caso de la deuda comercial, el Plan Brady proporciona el esquema
general de operación abierto a muchos países. De la renegociación de
México puede extraerse una lógica económica muy clara: la reducción del
servicio de la deuda (ya sea a través de una reducción en las tasas de interés
o de una cancelación parcial del principal) depende, en última instancia, de
dos variables: el monto de las garantías oficiales a que se tenga acceso
y la tasa de descuento que prevalezca en los mercados secundarios. Es
interesante notar que el valor de mercado de la deuda reestructurada
de México fue básicamente el mismo que el valor de mercado de dichos
pasivos con anterioridad a la renegociación. La reducción de la deuda y
su servicio fue equivalente a la que se hubiera obtenido mediante una
recompra en efectivo, usando las garantías disponibles a la tasa de
descuento fija prevaleciendo entonces en el mercado. México hizo, así,

52 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


un uso eficiente de los fondos oficiales a su alcance y sus acreedores
comerciales consiguieron un acuerdo satisfactorio, pero no más que eso.
En términos económicos, los recursos adicionales le redituaron a México, y
no a sus acreedores, lo que muchos consideraban una situación imposible
de alcanzar. Un país sobreendeudado debe buscar, por tanto, optimizar dos
variables fundamentales. Por una parte, deberá hacer uso de su capital
político en el exterior para obtener el mayor monto de garantías oficiales;
por otra parte, debe avanzar en su proceso de estabilización interna
lo suficiente para hacerla creíble, pero no hasta el punto de reducirse
excesivamente el descuento existente en los mercados secundarios.25
México aceptó vender su deuda al mercado financiero internacional. No obstante,
el plan del Consenso de Washington tenía una contra obligación que debía ser
cumplida por los países beneficiados con el plan Brady. A todos se les exigió el
compromiso de poner en orden las finanzas públicas de sus países, lo cual podía
conseguirse, o aumentando el ingreso, o bien, bajando el gasto publico. Ante la
situación que atravesaba México en ese momento, era prácticamente imposible
aumentar los impuestos. Por lo que era preferible resolverlo, bajando el gasto
público. Con ello, obviamente se afectó el cubrir necesidades como la construcción
de carreteras, centros de salud y, en general, todos los requerimientos de los
grupos más necesitados. Esto arrojó al interior del país, un nivel de vida que sufrió
un decremento, mismo que apareció junto a un notable deterioro social.
Para José Córdoba Montoya, la toma de tal decisión fue algo afortunado; el 47%
de la base elegible se reestructuró a una tasa anual fija del 6.25%; el 41% de la
base, implicó una cancelación del 35% del capital y, finalmente, el 12%, significó
dinero fresco.
“Esencialmente, esto ha resuelto el problema del sobreendeudamiento
externo de México: a pesar de que el descuento sobre la deuda reestructurada
es aún alto en los mercados secundarios, la prima de riesgo incorporada
en las tasas de interés internas se ha abatido considerablemente y el país
está regresando en forma gradual a los mercados voluntarios de capital”.26
“México concluyó el proceso de liberalización financiera durante el primer
semestre de 1989: los bancos y otros intermediarios financieros quedan
ahora en libertad de establecer sus tasas para préstamos y depósitos. Los
requisitos de reservas –los cuales en algunas ocasiones llegaban hasta
el 80 ó 90 por ciento del total de los depósitos– se han sustituido por
un coeficiente de liquidez (equivalente al 30 por ciento de los depósitos)
25 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.
26 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.

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y se ha abolido el sistema tradicional de créditos forzosos a través de
tasas preferenciales para actividades prioritarias. En el caso de México, la
liberalización de los mercados financieros ha probado ser una medida de
gran importancia para el manejo de las variables macroeconómicas y la
asignación de recursos. En virtud de que el déficit gubernamental es ahora
financiado a través del mercado, el costo del servicio de la deuda interna
se ha hecho transparente. La política monetaria se conduce a través de
operaciones de mercado abierto. Además, al eliminar el régimen especial
de inversión para los bancos y el financiamiento compulsivo al gobierno a
través de los requisitos de reserva, los fondos crediticios pueden asignarse
en forma más eficiente”.27
A partir de 1989, una vez lograda la liberación del mercado financiero en México,
se realizaron una gran cantidad de reformas, cuyo objetivo final fue modificar el
sistema financiero para hacerlo más abierto y competitivo. Una de las reformas
consistió en establecer el marco adecuado para agilizar el funcionamiento de los
intermediarios financieros. Además, durante los primeros meses de ese año se
aprobó la reforma constitucional, para iniciar la privatización del sistema de banca
comercial, el cual había sido nacionalizado en 1982, por el entonces presidente
José López Portillo.
Se expidió una nueva ley reglamentaria en la materia que incluyó las
decisiones estratégicas necesarias para conformar el sistema financiero
del futuro. La primera tuvo como objeto la separación patrimonial de los
bancos y otros intermediarios de empresas comerciales e industriales
(para evitar la práctica de créditos preferenciales o de complacencia); la
segunda fue la decisión de movilizarse en dirección de un sistema bancario
universal; y la tercera, la apertura del sector financiero a la inversión
extranjera, quedando ésta en minoría.28
Hacia el horizonte
Una semana después del asesinato de Luis Donaldo Colosio –entonces candidato
del PRI a la presidencia– y, un día antes de que Ernesto Zedillo quedara como el
relevo priista de la campaña presidencial, José Córdoba Montoya asumió un nuevo
cargo de orden internacional.
En abril de 1994 fue nombrado Director Ejecutivo encargado de la representación de
27 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.
28 Córdoba Montoya, José, “Diez lecciones de la reforma económica en México”, Nexos, febrero 1990.

54 ¿El FMI detonó nuestra democracia?


México y de la República Dominicana frente al Banco Interamericano de Desarrollo
(BID). Ocupó este cargo hasta finales de junio de 1995. Tanto su estancia como
sus funciones siempre se vieron interrumpidas gracias a los rumores e intrigas que
se corrían de él en la prensa mexicana. Finalmente, fastidiado y abrumado por las
constantes acusaciones que lo vinculaban a los crímenes del Cardenal Posadas,
de Luis Donaldo Colosio y el de Francisco Ruiz Massieu; así como sus supuestos
nexos con el narcotráfico, Córdoba Montoya solicitó al presidente Ernesto Zedillo,
a inicios del mes de junio, su relevo para el cargo en el BID.
Fue así que el presidente Zedillo ordenó al secretario Guillermo Ortiz Martínez
viajar a Washington para entrevistarse con José-María Córdoba Montoya y
llegar a un acuerdo con él. Durante el encuentro de ambos, Córdoba le presentó
al titular de la Secretaría de Hacienda, su renuncia. Ortiz Martínez la aceptó,
solicitándole unos días más para asignar a una nueva persona en su cargo. Pero
esta maniobra guardaba otro importante objetivo bajo la manga. Para el gobierno
mexicano no era conveniente realizar un cambio de Director Ejecutivo de una forma
tan intempestiva, ya que en ese momento, el gobierno del país se encontraba
estrechando importantes conexiones, tanto con los organismos financieros
internacionales como con el gobierno de los Estados Unidos, para conseguir un
significativo apoyo a su programa de estabilización.
El relevo de Córdoba llegó hasta principios de julio de 1995, precisamente unos días
después de que concluyó una etapa más del programa de estabilización económica
de México. Las gestiones que había hecho Córdoba Montoya en el BID hasta ese
momento, permitieron que el Fondo Monetario Internacional avalara la evolución
del plan de ajuste realizado por el gobierno mexicano hasta ese instante. Por tal
motivo, el FMI concedió a nuestro país recursos adicionales por un monto de 2,000
millones de dólares. Por su parte, el gobierno de los Estados Unidos incluyó al
paquete de apoyo a México la cantidad de 2,500 millones de dólares más; y el
Banco Mundial junto con el Banco Interamericano de Desarrollo, aportaron una
partida de 1,000 millones de dólares adicionales. En total fueron 6,500 millones
de dólares. El gobierno mexicano consideró que esto se había logrado gracias a
las operaciones que desempeñó como Director Ejecutivo, José Córdoba Montoya.
El 1° de julio de ese mismo año, la Secretaría de Hacienda informó que Moisés
Pineda Padrón fungiría como el nuevo Director Ejecutivo. Hasta ese momento,
Pineda ocupó el cargo de Director de Organismos Financieros Internacionales, de la
Dirección de Crédito Público de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Por su parte, Córdoba recibió oportunamente la invitación para convertirse en
Consultor de Alto Nivel en materia de comercio, del Banco Mundial.
Con este pasaje administrativo concluyó, ciertamente, el inicio del proceso de

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transformación de México, de ser un Estado Policía –con democracia dirigida–
hacia un Estado Moderno –con democracia participativa–. El proceso fue lento.
Para el año 2000, el Partido Acción Nacional ganó las elecciones presidenciales a
la cabeza de Vicente Fox. Seis años después, Felipe Calderón Hinojosa mantendrá
al PAN en la presidencia de la República. En el año 2012, nuevamente el PRI ganó
las elecciones con una joven promesa: Enrique Peña Nieto. Durante todos estos
años, sin violar la soberanía nacional, el Fondo Monetario Internacional participó
brindando orientación de los procesos económicos a un grupo de mexicanos,
para que pudieran transitar hacia una verdadera democracia. El futuro del país
seguramente no deberá descuidar el aspecto social, ni polarizarse hacia un sector
liberal. El proceso de conciliación será la ruta que se tendrá que navegar en el
futuro, en las aguas del proceso democratizador de México.

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¿EL FMI DETONÓ NUESTRA DEMOCRACIA?
se terminó de imprimir el 31 de marzo de 2014
en Piso 15 Editores, 14 Oriente 2827;
Puebla, Puebla; México.
La edición consta de 10,000 ejemplares.

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