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La corrupción

Pedro Acosta Barreto December 7, 2015 Estudios Biblicos Deje un comentario 2,076 Vistas

En mi país (Perú) y en América Latina ha habido “caídas”1 ___ [entiéndase “caídas” a los
fracasos inminentes en el ámbito inmoral, dinero etc.] muy lamentables de reconocidos líderes
cristianos evangélicos de trayectoria nacional e internacional.

¿Qué es Corrupción?
Es ruptura. Corromper es romper o favorecer la ruptura de lo que está sano, de los que es puro.
Los diccionarios nos dan muchos sinónimos. Corromper es echar a perder, podrir, pervertir,
abusar, dañar, infectar, falsear, degenerar, prostituir, sobornar, recibir soborno, adulterar la
verdad, etcétera. En otras palabras, corrupción es inmoralidad, es ambición insana. Es para el
ministro, miembro o líder cristiano, una gravísima enfermedad espiritual de penosas
consecuencias.

Lo triste del caso es que muchos líderes no se dan cuenta de su enfermedad y aparentan tener
una armoniosa relación con Dios. No descarto la posibilidad que hay un buen sector de lideres
que son conscientes de su enfermedad espiritual, pero no quieren o no pueden salir de ella
(enfermedad espiritual) ¿Es posible prevenir un fracaso inminente en un líder? ¿Puede haber
corrupción en el ministerio y el liderazgo? ¿En dónde se dio inicio la corrupción? ¿Cuáles son
los síntomas de la corrupción? ¿Cuáles son las “vacunas” contra la corrupción? Estas y otras
preguntas lo resolveremos en este artículo.

¿Hay corrupción en el ministerio y liderazgo evangélico? Desgraciadamente, la respuesta es sí.


No olvidemos que hubo corrupción en el ministerio del profeta Balaam (Deuteronomio 23:4), en
el de Judas Iscariote (Mateo 26:14-16), en el de Diótrefes (3 Juan 9-10), en el de Demas (2
Timoteo 4:10). También hubo y habrá corrupción en el ministerio de los falsos apóstoles (2
Corintios 11:14-15) de los falsos profetas (1 Juan 4:1) y de los falsos maestros (2 Pedro 2:1-3)

Orígenes de la corrupción.
La corrupción no es un fruto de la casualidad. Adan & Eva (Génesis 1:27-31) iban a ser los lideres
de la humanidad naciente. Sin embargo, para decepción nuestra, satanás los “atacó”, antes que
ellos asumieran el liderazgo. Les propuso algo “bueno”, “Agradable” y “Codiciable” para alcanzar
la sabiduría. (Génesis 3:6) Así se presentó la corrupción en tres aparentes virtudes.
Lastimosamente fracasaron en su ministerio desde el comienzo.

Luego vemos que la corrupción le llegó al hijo llamado Caín, y luego se extendió a todo el planeta,
pasaron los siglos y “la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y todo designio de los
pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5).

“Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su
camino sobre la tierra” (Génesis 6:11-12)
A pesar del diluvio, la corrupción se encarnó en los descendientes de Noé. Podríamos seguir
nombrando muchos pasajes de la Biblia sobre corrupción ya que la corrupción mil rostros o
facetas.

Síntomas de corrupción:
Voy a nombrar algunos “síntomas” muy comunes que afloran en los lideres corruptos. Quiero
aclarar que no serán los únicos síntomas que se manifiestan en un líder, pueden haber muchos
más, ya que vuelvo a repetir, La corrupción tiene mil rostros.

Primero. Juzgar precipitadamente a otros líderes y atribuirles actitudes propias de corrupción.


En mis más de 15 años de ministerio como pastor, mentor y consejero he oído y visto historias
escalofriantes de siervos acusados injustamente por sus propios colegas. La inmadurez, la
envidia, la ambición personal, o la negligencia en investigar la denuncia, han causado toda clase
de tragedias hogareñas, ministeriales y eclesiales.

Me viene a la mente el caso del supuesto “líder” Diótrefes que parloteaba palabras malignas
contra el Apóstol Juan (3 Juan 9-10) sin duda Diótrefes pretendía aferrarse al poder y calumniaba
a Juan para desplazarlo de su liderazgo. En América Latina tenemos centenas de “Diótrefes”
buscando desplazar a los líderes que honran a Dios con un corazón sincero.

Segundo. El amor al dinero. ¡¡Gran tentación en el ministerio!! El Apóstol Pablo en su primera


carta a Timoteo, le dedica un extenso párrafo diciendo: “… Que toman la piedad como fuente de
ganancia” (1 Timoteo 6:3-10) y agrega “… Los que quieran enriquecerse caen en tentación y
lazo… por que la raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se
extraviaron de la fe”

Vengo siendo testigo de las prédicas de la teología de la prosperidad siendo “bombardeados”


por la radio, literatura o revistas, en los púlpitos, en la televisión en la Internet etc.

La corrupción humana frente a la justicia


de Dios
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Etimológicamente, la palabra “Corrupción” viene del Latín Corrumpere que significa “sobornar”,
“falsificar”, “dañar”, “echar a perder”. Está formada por dos raíces latinas Cor y Rumpere que
significan Corazón y Romper. Es decir que Corrumpere significaba, para los romanos, romper
desde adentro, lo que significa “romper el corazón”.
La palabra “Justicia”, en su origen, tiene que ver con “lo que se hace
conforme a derecho”, sin importar quien la ejerce ni a quien se aplica. Por eso, se dice que la
justicia es “ciega” (para todos igual) y aparece representada con la imagen de una mujer con
una balanza en una mano, una espada en la otra y los ojos vendados, simbolizando que su
autoridad es para todos y para todos la misma, sin distinciones.
Así es, pero de verdad y sin fisuras, la justicia de Dios. La práctica del derecho y la verdad sin
favoritismos, sin preferencias, de manera imparcial, desde la equidad, la rectitud, la igualdad, la
ecuanimidad del único que es así en su carácter y en sus hechos: El Dios Creador. La justicia
es el amor que corrige todo lo que va contra el amor.

Cuando pensamos en abordar el tema de la corrupción humana frente a la justicia de Dios, hay
algunas premisas erróneas que es preciso evitar:

La de pensar que éste es un tema que la Biblia no trata. Por tanto, hay que guardar silencio
sobre él. No hay nada que decir.

La de pensar que, en todo caso lo que las Escrituras dicen tiene que ver exclusivamente con el
pueblo de Dios.

La de tratar los temas de la corrupción y la justicia de Dios espiritualizándolos, es decir,


manejándolos de tal modo que sólo percibamos en ellos una dimensión “religiosa”, “piadosa” y
abstracta, ajena a las realidades sociales, políticas y económicas que nos rodean.

Estas tres premisas son rigurosamente falsas.

En primer lugar, porque las Escrituras no silencian en ninguna parte la corrupción espiritual,
moral, política, económica y social de los hombres, por la sencilla razón de que la condición
humana es de una sola pieza y en la vida todo importa todo. Así es como Dios piensa, habla y
actúa.

En segundo lugar, porque no es cierto (como veremos) que la Palabra de Dios se dirija
exclusivamente al pueblo de Dios. Hay muchas naciones en los libros de los profetas a quienes
el mensaje/denuncia de Dios llega de un modo claro y contundente.

En tercer lugar, la corrupción y la justicia de Dios poseen una dimensión personal, social,
política y económica tan clara y contundente, que por hablar de ellas, denunciando la
perversión y las tramas del sistema y defendiendo el derecho, la verdad y la transparencia, los
profetas y el mismo Señor Jesucristo estuvieron dispuestos a jugarse su prestigio, su
reputación y hasta su propia vida. Por tanto, allí donde el Señor se comprometió con todas sus
consecuencias con la justicia, la iglesia no puede callar porque el suyo sería un silencio
culpable.

¿Cómo actúa la justicia de Dios frente a la corrupción de los hombres?

La justicia de Dios denuncia la corrupción en todas sus dimensiones:

Violación de los derechos humanos.


Amós 1:6-7,11 – “Esto es lo que dice el Señor. Son tantos los delitos de Gaza que no los
dejaré sin castigo. Por haber deportado a poblaciones enteras entregándoselas a Edom… Son
tantos los delitos de Edom que no los dejaré sin castigo… por perseguir a su hermano y no
haber tenido compasión manteniendo un odio implacable y perpetuo…”

El mensaje profético de Dios a través de Amós, lanza una mirada que pone al descubierto la
corrupción de naciones en forma de violencia, crueldad, venganza, odio, tortura, deportaciones
masivas de gentes pobres que no tienen dónde ir y son entregados como mercancía a otros
países porque nadie les quiere. La ruptura de pactos internacionales[1], el pisoteo de los
derechos humanos más elementales y la espiral de violencia sin medida parecen confirmar que
la maldad no tiene fin.
Leyendo el profeta Amós, que vivió en el siglo VIII a. de C. tiene uno la impresión de que le
están describiendo el relato de nuestros días: Deportaciones masivas, limpiezas étnicas,
transgresión del derecho internacional, destrucción de pueblos que parecen no importar a
nadie y guerras entre países hermanos sólo justificadas por intereses económicos de terceros.

¿Es ésta la civilización capaz de construir un mundo mejor?

¿O es el mundo de la barbarie, los abusos y atropellos, la corrupción y el desprecio de los


derechos humanos?

Dios no es indiferente a todas estas contradicciones y miserias y denuncia la perversión de las


naciones. ¡No prosperarán!

La perversión del derecho por parte de los poderosos.


Amós 2:6-8; 4:1-2; 5:7-12 – “… Venden al inocente por dinero, al pobre por un par de
sandalias; aplastan contra el polvo al desvalido y no imparten justicia al indefenso… sobre
ropas tomadas en prenda beben en el templo de su Dios vino comprado con multas injustas…
oprimís a los pobres, maltratáis a los necesitados… Hay de los que cambian el derecho en
amargura y arrastran por tierra la justicia… odian a quien pide un juicio justo y detestan al que
testifica con verdad… aplastáis al inocente, aceptáis sobornos, atropelláis al desvalido en el
tribunal”.

Una mirada cuidadosa al mundo que le rodea, lleva a Amós a denunciar la corrupción y la
injusticia, no como una excepción que confirma la regla, sino como una regla, como una
constante que se viene repitiendo de manera escandalosa por parte de los que más pueden y
más tienen hacia los más débiles y los más pobres. Los grandes y poderosos son dueños de la
institución judicial sobornando a los jueces para ganar los pleitos silenciando testigos y
pisoteando el derecho de los demás, que acaban creyendo que la justicia es para los que
pueden “pagarla”.

El Dios en el que creen los cristianos no está en “las nubes” sentado en una hamaca. Le
importan las cosas de aquí abajo[2] y no calla, no vuelve la mirada, ni tapa sus oídos ante las
injusticias y la corrupción porque jamás ha sido, ni será cómplice de ellas. El Dios de la Biblia
desnuda las tramas de un sistema corrupto y perverso sin ningún miramiento, porque pisotea
sin compasión los derechos humanos y aplasta a los últimos. Por tanto, ni la corrupción, ni la
perversión del derecho, ni la práctica de la injusticia y las desigualdades sociales podrán ser
jamás amparadas y legitimadas en su nombre
La insaciable codicia de “los amos” del sistema.
Amós 3:10; Miq. 3:1-2; 6:9-11; Is. 5:8, 20-21 – “No saben obrar con rectitud, sus palacios están
repletos del fruto de su violencia… Odiáis el bien y amáis el mal, arrancáis la piel a la gente y
dejáis sus huesos al desnudo… ¿Voy a seguir soportando vuestra maldad y el que os hayáis
enriquecido inicuamente…? ¿Voy a dar por buenas las balanza trucadas o la bolsa llena de
pesas engañosas… ¡Ay de los que especulan con casas y juntan campo con campo hasta no
dejar ya espacio y ocupar solos el país!
De la responsabilidad se ha hecho poder. Del puesto ocupado, prepotencia. De la autoridad,
abuso. Del dinero, compra de influencias (clientelismo). Quieren ser los dueños de todo. Hoy
diríamos que esos desmanes se encuentran en manos de los que pretenden poseer el
monopolio de la política, la economía y las entidades financieras y los medios de comunicación
¿Están hablando los profetas de su mundo, del nuestro, o de todos los mundos posibles
instalados en la corrupción, que han olvidado, pisoteado y anulado la justicia de Dios y, por
tanto, la justicia social?

El problema último del hombre no es sólo que no practique la justicia. El problema fundamental
es de carácter antropológico: Su corazón es injusto, tiende al mal, es perverso.

Jer. 17:9 – “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo
conocerá?”.

El ser humano no sólo hace el mal, sino que además está herido en su centro más personal, es
un ser deficitario de justicia propia y abriga un potencial de maldad absolutamente incalculable.

¿Hay alguien en este mundo capaz de encarnar la justicia de Dios, en su vida y en sus obras?

La respuesta a esta pregunta es si: Jesús de Nazaret.

Lc. 4:16-19 – Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la
sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y
habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre
mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a
los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; a poner
en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor”.
Jesús nos habló con su vida, con sus palabras y con sus obras:

* De la justicia, del amor, de la profunda sensibilidad de un Dios a quien le importa el


sufrimiento de las personas en este mundo:

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4)

* De un Dios que se compromete a favor de la verdad, del derecho, de la igualdad y en contra


de los abusos hacia los más vulnerables:

“Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de os cielos” (Mateo 5:3)

* De un Dios distinto del dios/ídolo legitimador de sistemas socio-políticos y económicos


perversos e impresentables que pisotean los derechos, excluyendo, marginando y
empobreciendo a los últimos, a los más pobres:

“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al
uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”.

Las riquezas son un “dios” extraordinariamente seductor que reclama en su altar pleitesía única
y absoluta.

* De un Dios que denunció la condición del corazón humano sin trapos calientes y con palabras
demoledoras:

“Nada hay fuera del hombre que entre en él que le pueda contaminar; pero lo que sale de él,
eso es lo que contamina al hombre”. Si alguno tiene oídos para oír, oiga. (Mr. 7:15-16).
Pero nosotros no quisimos escuchar del Dios hecho hombre la denuncia ensordecedora de
nuestras injusticias y pecados, de tal modo que nos descarriamos, cada cual se apartó por su
camino, nos resistimos a la voz de Dios, la negamos y amordazamos hasta el punto de que
fuimos capaces de silenciarle crucificándole en el calvario. Pero la muerte no le retuvo. Jesús
venció con su resurrección a todos los poderes que en este mundo pretendieron someterlo y
silenciarlo. Y, hoy, aquí y ahora, su justicia se levanta contra toda la corrupción e injusticia del
corazón humano con estas palabras:

Rom. 3:10-12; 5:6-8; Is. 53:5-6; 2ª Co. 5:21 – “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda,
no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una de hicieron inútiles; no hay quien haga
lo bueno, no hay ni siquiera uno…. Mas Dios muestra su amor para con nosotros en que
siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros … Mas él , herido fue por nuestras
transgresiones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre él y por su
llaga fuimos nosotros curados… Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para
que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.

Para él las heridas, para nosotros la paz. Para él las llagas, para nosotros la curación. Para
que, como dice la Escritura:

“Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó
de los muertos, serás salvo” (Rom. 10:9)

Este es el evangelio que, aún por encima de nuestra corrupción moral y la injusticia que nos
habita, ofrece vida, justicia y salvación aquí, ahora y por toda la eternidad.

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