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El construccionismo social y su apuesta: la psicología social histórica

Dra. Liliana Edith Ferrari


Escrito para editorial EUDEBA
¿Qué es?
Podríamos definir el socioconstruccionismo como un revolucionario diálogo dentro de
las ciencias sociales y humanidades, diseñado para facilitar distintas comunicaciones
entre disciplinas y a través de fronteras nacionales (Parker, 1998). Un aspecto central en
este diálogo es que todas las presunciones de lo real y lo bueno se construyen dentro de
las relaciones entre la gente y que por lo tanto lo que llamamos realidad y lo que
respetamos como bueno es un efecto de nuestras conversaciones y acuerdos.
Este diálogo le dio voz a una nueva gama de temas, entre ellos:
- La construcción social de la persona, como efecto y no condición de
interacciones lingüísticas, lo cual repercutió en la psicología transformando
nuestra concepción de la identidad. Esta última, pareciendo lo más propio, no es
causa sino consecuencia de nuestras posiciones en las conversaciones;
- La función de la retórica y la narrativa en la construcción de la realidad. En el
caso de la primera, deja de ser pensada como un discurso construido para
producir el efecto de persuasión y comienza, incluyendo esta primera definición,
a ser considerada como constructora y productora de efectos de verdad –cuando
no, de descripciones y afirmaciones de la realidad misma –. En cuanto al papel
de las narrativas, el interés de su estudio implica por lo menos dos aspectos. El
primero nos permite pensar que hay múltiples versiones o relatos sobre lo que
ocurre. El segundo es lo que se ha denominado la psicología social discursiva y
la psicología social dialógica, pero sobre todo, la psicología social como
literatura. Quienes investigan en esta última, entienden que lo relevante de un
momento histórico son sus ficciones, es decir, sus relatos.
- La función del poder para el análisis acerca de cómo se deciden los significados.
Como mencionábamos antes, si hay versiones de los hechos –o, narrativas de los
mismos –, hay también pugna en ciertos contextos para que algo sea interpretado
de una manera y no de otra (pensemos, por ejemplo, en la palabra ‘seguridad’ en
nuestro país).
- La constitución social de lo que llamamos espacio mental y su origen en un
proceso dialógico. Este tema ya ha aparecido en Mead (1913, 1993; Doménech;
Iñiguez & Tirado, 2003) en la construcción del sí mismo, así como en el resto de
los interaccionistas simbólicos. Sin embargo, los construccionistas van a preferir
volver a resituar las cuestiones psíquicas en las conversaciones –o, aún más, en
las prácticas simbólicas –, y quitar entidad a lo psíquico entendido como íntimo.
- Lo prioritario de la reflexividad en teoría y método. Veremos aparecer este tipo
de cuestión en el planteo que Gergen (2007) hace de la psicología social como
historia, pero podemos adelantar sintéticamente que en el construccionismo las
teorías son siempre producto de la sociedad –es decir, emergentes de la misma –,
y los métodos son un terreno un poco más propio de la comunidad científica,
cuya función es tender puentes para extender lo que la sociedad supone y cree en
un momento determinado.
Vivien Burr (1997) destaca que el construccionismo porta una promesa liberadora por
su anti-esencialismo, es decir, por la idea de que existe una cantidad potencialmente
infinita de construcciones alternativas de eventos. Pero además y como consecuencia,
apunta a socavar una concepción de psicología individual. Para ella, el efecto liberador
–precisamente – apunta a cuestionar el individualismo de la psicología y de nuestra
propia manera de ser: si lo que sabemos de nosotros mismos y otros es que este saber no
es una descripción objetiva, ya que es un efecto de una construcción realizada con otros,
entonces podemos suponer que es posible construirnos a nosotros mismos de una
manera más facilitadora que la que nos ha determinado hasta el momento. Este mismo
principio puede ampliarse a toda la sociedad, y en esto radica para Burr la fuerza del
construccionismo.
Esto significa que tenemos muchas opciones sobre cómo podemos interpretar desde
nosotros mismos y a nosotros mismos, sin apoyarnos en alguna realidad objetiva sino
desde las diferentes acepciones con que nuestros mundos han tomado sentido.
Asimismo, la idea de una psicología individual, intra-mental, donde lo social es
periférico o de contexto se vuelve criticable y efecto nefasto de un proceso de
separación, abstracción y desarticulación forzada de sus teorizaciones y herramientas
conceptuales.
En otra dirección pero también como consecuencia de estos principios, hablar de
construcciones sociales significa que podemos modificar las interpretaciones opresivas
y limitantes de algunas de ellas, aunque esta tarea no se realiza simplemente por
‘cambiar nuestras mentes’ sobre cómo pensamos acerca de la gente, ya que toda
construcción social no es objetiva pero sí es resistente a resignificarse en cualquier
dirección. No obstante, es posible pensar no sólo que los individuos pueden re-
interpretar aspectos de sí mismos y cambiar el peso de su sentido, sino que pueden, en
un trabajo de diálogo, hacer un replanteamiento de todas las categorías sociales, tales
como el género, la sexualidad, la raza, la discapacidad, la enfermedad, la subordinación,
los afectos y otras. Con el construccionismo estamos, entonces, en una nueva conciencia
relacional con múltiples implicaciones para la ciencia y la vida social.

¿Cómo surge?
Para uno de sus principales artífices, Kenneth Gergen (1991, 1994, 1999), el
construccionismo es una corriente alternativa al positivismo. Si la psicología positivista
encarna fundamentalmente los principios, problemas y perspectivas de la modernidad,
el construccionismo social representa mucho más los desencantamientos de la misma o,
en términos de época, a lo que en sentido amplio denominamos postmodernidad.
Esta alternativa no fue pacífica, sino que implicó un serio cuestionamiento de los
principios que animaban a la psicología moderna; fundamentalmente, al individualismo
ontológico en el que se fundaba. En este sentido, el construccionismo o
construccionismo social es parte de una forma nueva de psicología social que por
primera vez produce una metateoría y ética de fundamento social y que realiza un
trabajo de puesta en evidencia de la artificialidad y opcionalidad del individualismo
autocontenido en la psicología social norteamericana de la época (Sampson, 1986).
En 1985, Gergen (2007) hacía una presentación de la metateoría socioconstruccionista a
la comunidad psicológica norteamericana en “The Social Constructionist Movement in
Modern Psychology”, publicado por American Psychologist. El individualismo
autocontenido, concepto que recrea de Sampson, refiere al individuo modelo que
emerge de los ciudadanos de Estados Unidos, pretendiendo erigirse en sujeto universal
en la literatura científica. Esta universalización se consigue y se defiende porque
sostiene un saber descentrado del contexto, neutralizado en términos morales y con
atribución de control en los individuos y no en las interacciones.
Lo que el construccionismo viene a desconstruir de la psicología moderna son los tres
temas que dieron fundamento a la ciencia psicológica tradicional: el énfasis en la mente
individual, la idea de un mundo cognoscible objetivamente y la noción de lenguaje
como portador de la verdad. Para Gergen: “las críticas a los supuestos modernos son
ahora tema de discusión en cada rincón de las ciencias y humanidades. Muchas de
ellas se han enfocado particularmente en la concepción tradicional del conocimiento
científico (Cfr. Kuhn, 1970; Lyotard, 1984; Rorty, 1979; Poovey, 2001).” (Gergen,
2007: 97).
Así, el pasaje hacia la nueva psicología se hace posible a partir de:
1. Salir de la razón individual y llegar a la retórica comunal.
2. Ir de un mundo objetivo a uno construido socialmente.
3. Superar una concepción de lenguaje representativo y ahondar un modo de
lenguaje entendido como una práctica pragmática.
El socioconstruccionismo como perspectiva social es cercano al movimiento de la
crítica cultural o estudios culturales –ubicados en su surgimiento alrededor de los ’60 –;
precisamente, por enraizar todos los eventos en interacciones sociales y procesos
culturales, pero principalmente por develar los principios opresivos de la racionalidad
individual y sus procedimientos excluyentes así como la contingencia cultural de la
ontología personal y sus valores.

¿Quiénes son construccionistas sociales?


Siguiendo el trabajo de Ángela María Estrada Mesa y Silvia Diazgranados Ferráns
(2007), por una parte se encuentran –y contemporáneos a la labor de Gergen – Edward
Sampson, Rom Harré y John Shotter. Los mismos abrieron múltiples campos de
investigación, tales como la emoción, la memoria, el lenguaje, la percepción, el sujeto,
el género, la sexualidad y la identidad. Asimismo, generaron pautas y formas de
intervención para el trabajo en dichos campos, con una impronta construccionista.
Por otro lado y en una línea de mayor intervención en temas políticos y de naturaleza
ideológico-discursiva, se destacan los trabajos de: Ian Parker, Mary Gergen, Jonathan
Potter, Margaret Wetherell, Vivien Burr, Valerie Walkerdine y Tomás Ibáñez.
Como destacan Estrada Mesa y Diazgranados Ferráns (2007), los aportes en América
Latina en parte se deben al reconocimiento realizado por Ignacio Martín-Baró, Maritza
Montero, Carlos Martín-Beristain, Elina Dabas, Marcelo Pakman, Carlos Sluzky y Dora
Schnitmann. Muchos de ellos, sin ser directamente construccionistas, entraron en
diálogo con las propuestas meta-teóricas del movimiento, lo que repercutió en su trabajo
y producción teórica.

¿Por qué la psicología social es como una historia?


El título de este apartado parafrasea un artículo de Gergen (2007), que fue publicado en
la década de los ’80 y que marcó, tal como lo pretendía, un rumbo diferente para los
psicólogos sociales de la época. Allí se proponía desarrollar esta hipótesis: la de que la
psicología debe acercarse más en su práctica a la historia que a las ciencias naturales. El
argumento fundamental es precisamente el límite, de naturaleza histórica, que la
psicología –principalmente, la social – ignora cuando mira los eventos que indaga como
si estuvieran situados en una dimensión atemporal y no en un contexto que los hace
absolutamente únicos e irrepetibles.
Cabe añadir que el construccionismo y Gergen mismo van a tratar de enfocar los hechos
propios de la psicología estableciendo un doble carácter. Primero, la idea de historicidad
y en segundo lugar, la idea de particularidad. Esta segunda noción se opone a la
dimensión universalizante con la que pretenden producir conocimientos ciertas
psicologías.
De lo expuesto surge que si el objeto de estudio de la psicología social es la interacción
humana, a partir de su temporalización, será difícil sacar consecuencias generales y,
sobre todo, trans-históricas: las interacciones humanas y lo que podemos decir en
relación a ellas tiene un carácter fluctuante, controversial, circunstancial, epocal, entre
otras cosas.
Por otro lado, si no podemos generalizar y universalizar nuestro saber, será difícil que
generemos un campo de conocimiento acumulativo y que podamos explicar por causas
del pasado eventos del presente y, sobre todo, expliquemos el presente por aquello que
algunos otros investigadores identificaron como causa en el pasado. Así, la rebelión de
ayer y la de hoy pueden afectar a distintos grupos, originarse en distintas razones,
manifestarse en distintos comportamientos y tener distintas consecuencias sociales, lo
cual nos lleva casi de inmediato a preguntarnos si se tratará del mismo hecho o si se
tratará de distintas construcciones y derivaciones semánticas de sentido social acerca de
aquello que a cada momento hemos llamado ‘rebelión’.
Además, Gergen trabaja su texto desarrollando dos argumentaciones para tratar de
apoyar su hipótesis de una psicología social más cercana a la historia que ningún otro
quehacer disciplinario. La primera es sobre el impacto de la ciencia del comportamiento
social y la segunda, sobre el cambio histórico/social.
1. El impacto de la psicología social
En cuanto al primer argumento, lo que Gergen va a tratar de establecer es que la
psicología social –como muchas otras ciencias sociales – tiene un particular impacto
sobre la sociedad. La construcción de ciencia social se contiene y desarrolla a partir del
lenguaje y, fundamentalmente, de conversaciones entre quien investiga y quien es
investigado, entre quienes son investigados y también en el conjunto de la comunidad
científica.
Las conversaciones son un aspecto primordial a la hora de pensar cómo se obtiene
conocimiento, pero también lo son a la hora de pensar qué se hace con ese
conocimiento. Gergen pone el foco en la idea de la ‘comunicación’ de la ciencia y lo
que ésta produce a partir de que se transmite, divulga, expone a publicidad. En efecto, la
sociedad no es la misma a partir de lo que la ciencia comunica, al punto de que el autor
llega a identificar este efecto al de una actividad publicitaria.
Del lado de quien comunica, podemos ver que la construcción de lo que se dice no es
ingenua, está atravesada por los sesgos valorativos de la comunidad científica. Si
ustedes piensan en investigaciones sobre el autoritarismo, por más que éste sea
descripto en forma neutral, los trabajos científicos tienden a transmitir la idea de que no
es muy bueno ser autoritario; y los caracteres atribuidos a este hecho no serán los más
agradables aunque parezcan ser neutros. Sin embargo, en otros momentos históricos una
personalidad autoritaria pudo ser comprendida como alguien con empuje, capacidad de
decisión y claridad de criterios –por ejemplo, un Iván no tan terrible –.
En consecuencia, lo que la ciencia comunica tiene sesgos valorativos implícitos que
hacen al pensamiento de la comunidad científica, pero que además tienen efectos sobre
la sociedad que ingresa a esta conversación en un carácter –al menos, primariamente –
de sujeto de investigación y, por otra parte, consumidor de la misma.
¿A cuál de ustedes le gustaría ser un conformista? Sobre todo, cuando se dice que la
influencia del grupo impide el pensamiento individual. Es por eso que Gergen dice que
en la construcción de conocimiento hay sesgo prescriptivo, normativo, valorativo, que
nos insinúa cómo debería ser, qué es lo que hace la mayoría, y una estimación en
relación a esto.
Ahora bien, la sociedad, sobre todo la contemporánea –acotación histórica al momento
actual –, no reacciona siempre consintiendo lo que la ciencia dice y reproduciéndolo.
Cuando esto ocurre, se establece un ‘escape hacia la libertad’, como dice Gergen
(2007), y la gente toma decisiones diferentes a las conclusiones que la investigación
pareciera imponerle. De tal forma, las personas, en la medida en que el saber científico
de divulga, se defienden de muchas maneras diferentes: disfraza sus tendencias, hacen
otras cosas para ser distintso a lo que se preveía por escrito, y mantienen así alternativas
fluctuantes a lo establecido por el conocimiento social.
2. La relación entre el cambio social y la psicología social
Para hablar de la cuestión del cambio social, Gergen introduce algo que podría ser una
nueva ilusión para una psicología social que intentara volver a superar los límites de la
historia. Parte de lo que describimos en el inicio de este apartado nos deja una
enseñanza: las personas captan los sesgos prescriptivos de la ciencia y reaccionan frente
a éstos en un trabajo de des-sujeción incalculable.
Decir esto es lo mismo que decir que cuando uno sabe, no actúa de la misma manera; al
menos, no exactamente. A este añadido que da el conocimiento (uno vacila, duda,
piensa que lo pueden manipular, piensa que no es exactamente como los otros), nuestro
autor lo denomina ‘efecto ilustración’. Entonces, el ‘efecto ilustración’ significa que
sabemos cuáles son los resultados esperados, los comportamientos esperables, y a partir
de eso podemos actuar modificando esta condición.
Uno podría pensar que la nueva psicología social sería una psicología de la ‘ilustración’
y con aspiraciones trans-históricas, es decir, con capacidad de predecir cómo no van a
reaccionar los que iban a reaccionar de no haber conocido lo que ahora conocen. Con lo
cual, estaríamos otra vez en la ruta de producir un saber atemporal.
Otro aspecto a tener en cuenta es que el efecto de muchos conocimientos que son de un
aparente alto grado de generalización, muchas veces es el de una reacción contraria a la
manera en que la ciencia nos ha quitado singularidad. Por ejemplo, cuando sus trabajos
tratan acerca de los jóvenes, los discapacitados, las mujeres, la gente de color, los
movimientos sociales, y muchas otras grandes categorías en las que la inclusión nos
hace sentir mal representados. En el caso anterior, esta inclusión nos hace sentir
excluidos; en otros casos, las generalizaciones de la ciencia nos hacen sentir que nuestra
autonomía corre peligro, y nuevamente estamos más tentados a reaccionar que a
sentirnos interpretados por el conocimiento. Es decir, que estamos preparados para
romper los patrones explicativos del saber científico.
Como decíamos más arriba, tal vez sea posible hacer una ‘teoría de la ilustración’, una
ciencia que pueda dar cuenta de los efectos que el saber podría causar sobre el
comportamiento social. Sin embargo, que se puedan distinguir ‘efectos de ilustración’ y
espacios donde el conocimiento nos advierte de la manipulación, no nos lleva tan
directamente a este saber universal. Para Gergen, no sólo se trata de nuestras reacciones
frente al saber sino cómo los hechos históricos cambian el comportamiento y las
relaciones –es decir, el objeto mismo de la psicología social –. Así, los hechos históricos
son un nuevo límite que hace imposible pensar en una ‘teoría de la ilustración’ trans-
histórica.
Por ejemplo, probablemente hoy ciertos grupos sociales se sientan en situación de
exposición cuando son juzgados por sus amigos más íntimos y menos cuando son
juzgados por la sociedad, ya que si uno conserva los amigos puede reírse hasta cierto
punto de lo que piensa el resto del mundo –como dice una canción no muy antigua, lo
que alguien podía querer era tener un millón de amigos –. Otra clase de ejemplo de
cambio histórico que genera un cambio de comportamiento de las personas es el que
está dado por la forma en que el estado nacional resulta ser central en la vida social del
siglo XIX. A consecuencia de esta centralidad, el respeto por lo nacional era un valor
prioritario y quienes no lo cumplían estaban expuestos a un sistema de sanción social de
máximo rigor. Pero, además, experimentaban un sentimiento que no sería demasiado
común desde la perspectiva contemporánea, y que podríamos denominar ‘deshonor’:
una suerte de vergüenza pública. Ambos ejemplos son parte de por qué los cambios
históricos ponen límite a la posibilidad de una psicología social de la ‘ilustración’ supra-
histórica.
Cuando nos referimos al efecto que las teorías hacen sobre nosotros, también se pone en
juego la denominada ‘teoría de la reactancia’ creada por Brehm & Cohen (1966), o la
denominada por Merton (1948) ‘teoría de las autoprofecías cumplidas’. Así, cuanto
más generalizable sea un descubrimiento y mayor extensión o aplicación encuentre, si
está acompañado de difusión –es decir, si está comunicado –, tendrá más oportunidad
de encontrar reacción y, por lo tanto, menos perdurará en el tiempo su capacidad de
predecir (curiosamente, tendrá una historia y una validez más cortas). Entonces, las
teorías más fuertes pueden tener un tiempo de caducidad mucho menor que las teorías
débiles. Por otra parte, una teoría de las reacciones a las reacciones a las teorías también
puede provocar los mismos efectos: conformidad, respuestas diversas a la esperable,
suspicacia y otras.
Finalmente, en cuanto al cambio histórico cultural, lo que Gergen propone es analizar
cuán fuertemente relacionadas se encuentran las interacciones humanas con los eventos
históricos. Esta relación es mucho más sustancial que la que se mantiene entre la
psicología y la fisiología, a la que la psicología social no puede reducirse: aunque cada
evento social tenga un anclaje fisiológico, será imposible explicar los múltiples matices
de lo relacional por su enlace a lo biológico.
Las cinco consecuencias en la manera de hacer psicología social
En nuestra extensa recapitulación sobre el trabajo de Gergen, las relaciones entre
historia y psicología social tienen consecuencias en la manera de hacer y teorizar dentro
de la disciplina. Se siguen por lo menos cinco de éstas, que caracterizan una psicología
social que ha decidido trabajar como una historia.

1. Mayor énfasis en la psicología social aplicada


Las disciplinas se distinguen, tradicionalmente, en una orientación hacia la ciencia
básica o aplicada. Mientras la primera trata de indagar temas más ‘triviales’, al decir de
Gergen (2007), la segunda se encuentra vinculada directamente a los problemas
contemporáneos para su comprensión y tratamiento. A partir del análisis que hemos
hecho, vemos que para Gergen la idea de una psicología social básica, orientada a los
aspectos más universales y de mayor grado de generalización –pero también menos
vinculados al aquí y al ahora – pierde su interés. En este sentido, la psicología social
histórica trabaja sobre un horizonte restringido, en una época determinada y en relación
a temas particulares, sin por esto convertirse en una psicología ‘parroquial’ (propia de
quienes profesan una misma religión teórica o de un contexto geográfico determinado).
Entonces, la psicología social ha de ser aplicada, pero también tratará de utilizar un
lenguaje que le permita un entendimiento vasto, es decir, un sistema de comunicación
que propenda una difusión amplia.
Esto último, para Gergen se logra cuando, operando como psicología aplicada, trata de
mantener el tipo de lenguaje utilizado por la psicología básica, el que para el autor tiene
una mayor sencillez y capacidad de llegar a más numerosos interlocutores.
Finalmente, el lector advierte que el uso de este tipo de lenguaje, con más amplia
capacidad de audiencia, es una manera de salir del ‘encriptamiento’ que el lenguaje de
la psicología aplicada suele tener, ya que se aboca a un terreno especial y termina
generando un decir de especialista.

2. Mayos énfasis en la sensibilización que en la predicción


Como fue nuestra intención mostrar en el apartado sobre los sesgos prescriptivos, el
saber de la psicología social produce efectos. Fundamentalmente, por su función
publicitaria. Sin embargo, al examinar la dirección de esos efectos vemos que están
lejos de poder ser denominados ‘efectos reproductivos’.
Este último descubrimiento ha hecho caer la expectativa que pudiéramos tener en torno
a la idea de predecir el comportamiento social. En cambio, hemos podido advertir la
relevancia que la divulgación del conocimiento tiene en términos de lo que llamamos
‘efecto de ilustración’, al que también podríamos llamar ‘concienciación’. En este
sentido, una psicología social histórica puede trabajar sensibilizando en la medida en
que alerta sobre los efectos que el conocimiento científico tiene en el comportamiento
social, y auxilia creando mayor conciencia sobre los mismos.
Como dijimos, la condición de predicción y la de control son dos tipos de objetivos
afines a otro tipo de campo disciplinario, pero imposibles de lograr en el de la
psicología social, ya que cuanto más importante es la tendencia encontrada, mejor
oportunidad tiene de discontinuarse al momento de su publicidad.
Por otra parte, la actividad de sensibilización consiste en la tarea por la cual la
psicología social localiza y transmite los puntos de influencia, generados muchas veces
en procesos de aprendizaje que afectan una sociedad o grupos determinados. En
segundo lugar, la psicología social sensibiliza cuando comunica los supuestos bajo los
cuales una cultura fundamenta sus comportamientos, siendo éstos conscientes e
inconscientes para la misma.

3. La investigación sobre la estabilidad comportamental


Como hemos detallado en los apartados anteriores, la historicidad acota el tipo de
descubrimiento que la psicología social realiza. O, mejor y para formularlo en positivo:
la psicología social realiza sus descubrimientos en el horizonte de un tiempo histórico
determinado.
No obstante, para Gergen, la psicología no abandona la tarea de identificar el mayor o
menor margen de durabilidad de los fenómenos que estudia. A esto el autor lo denomina
‘continuum de durabilidad histórica’ (Gergen, 2007). En un extremo estarán los hechos
instantáneos e irrepetibles; en el otro, tendencias más o menos persistentes a través de
algunas épocas. Cabe, sin embargo, destacar que una tendencia duradera no tiene por sí
mayor valor que un hecho irrepetible, aún desde la perspectiva de una disciplina
científica, como es la nuestra.
Queda claro, entonces, que no renunciamos a establecer una cierta interpretación en
torno a lo que es momentáneo y a lo que es relativamente estable, ya que esto nos
permite distinguir una tendencia de una novedad. Y, también, la diferencia entre cierta
estabilidad o repetición y lo que cambia.
Ahora bien, aun lo estable en el enfoque de Gergen tiene una temporalidad asignada.
Nuestra apreciación de la relatividad entre estabilidad y novedad también supone que,
en muchos casos, debamos desarrollar diferentes metodologías para capturar los matices
del continuo. Como el autor indica, la amplitud de la varianza de un fenómeno
psicológico en muchas oportunidades está dando cuenta de lo disperso de la opinión o
de la existencia de diferentes grupos de opinión. Y, por lo tanto, también está dando
cuenta de que el fenómeno en cuestión, como tema, está abandonando el polo de la
estabilidad y el acuerdo (matrimonio igualitario).

4. Desarrollo de indicadores de disposiciones psicosociales


Esta orientación para una psicología social le indica como quehacer la búsqueda en la
cultura y el entramado societal de una época de aquello que provoca o promueve
cualidades psicológicas afines.
Comprender la variabilidad psicológica a partir de las estructuras y procesos socio-
culturales se convierte, entonces, en una tarea propia de la psicología; y, en particular,
de la indagación de los llamados procesos ‘básicos’ de la psicología social, como lo son
la memoria colectiva, el estudio de expectativas y la atribución explicativo-causal, entre
otros.
La orientación del psicólogo social hacia la cultura y hacia las disposiciones aprendidas
a partir de la cultura y las interacciones sociales, es el terreno más fértil para
comprender procesos tales como la identidad y la estima asociada a ella, las
transformaciones de la subjetividad y la posibilidad de visibilización de ciertas
subjetividades marginadas u ocultadas históricamente.
Si estudiáramos este tipo de eventos apoyándonos en la fisiología, o asilándolos del
contexto relacional en donde ocurren, nuestra visión sería absolutamente segmentada y
opacaría el gran campo de variabilidad en donde transcurren los mismos. De allí que los
indicadores sean rastreados en el escenario de la interacción y los valores, y no en la
condición de laboratorio.

5. Una historia social integrada


Por todos los argumentos que hemos desarrollado anteriormente, para quien se dedique
a la psicología social resultará imprescindible trabajar con la historia. La misma no será
una alternativa más sino, precisamente, el contexto en el que se producen las diversas
formas psicológicas de un momento dado.
Para Gergen, se trata además de integrar otras disciplinas, tales como las ciencias
políticas, la economía y la sociología. No es sólo una condición de trabajo
multidisciplinario, sino también la necesidad de mirar las dimensiones del poder, de lo
colectivo y el eje productivo y de consumo de los hechos que se indagan. Es probable
que este tipo de enfoque puesto en juego desde la psicología social tenga un interés
particular para historiadores y otras disciplinas afines, ya que lo que aporte en materia
de psicología servirá de poderoso argumento relacional entre eventos aún no
conectados, en tanto comparten condiciones subjetivas a las que las otras disciplinas no
alcanzan.

Epílogo
Tomás Ibáñez (2001), otro representante del construccionismo social contemporáneo,
ha observado –al igual que Gergen – que el mismo es un movimiento insterticial, entre
un tiempo caracterizado como la ‘modernidad positivista’ y un futuro teórico que
todavía no ha advenido.
Por un lado, cabe destacar que Ibáñez rescata la idea de que el construccionismo no es
una teoría en sí misma, sino un tipo de trabajo y opción intelectual con fecha de
caducidad e históricamente pensado para cubrir el lapso donde las certidumbres han
dejado de tener un valor exacerbado. Por otro lado, genera su propia posibilidad a partir
de sus propias apuestas, que implican la condición de diálogo y la apertura a la
aceptación de versiones y construcciones diferentes de los hechos.
Cuando nos referimos a las certidumbres, que el construccionismo ha venido a mostrar
como contingencias, nos referimos a: la realidad, la objetividad, la verdad, el saber
acumulado.
¿Puede la ciencia trabajar sin esta clase de confianzas? Todo pareciera indicar que sí,
dado que el construccionismo se instala durante la década de los ’70 y sigue aún con
vigor produciendo en este momento histórico.

Referencias bibliográficas
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Estrada Mesa, A. M. y Diazgranados Ferráns, S. (2007): Prólogo. En Gergen, K. (2007)
Construccionismo social. Aportes para el debate y la práctica, Universidad de
los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Psicología, CESO,
Ediciones Uniandes, Bogotá.
Gergen, K. (2007): Construccionismo social. Aportes para el debate y la práctica,
Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de
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— (1994): Realidades y Relaciones. Aproximaciones a la construcción social,
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— (1991): El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo,
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Sampson, E. E. (1986): “What has been inadvertently rediscovered? A commentary”,
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