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ISEGORÍA.

Revista de Filosofía Moral y Política


N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238
ISSN: 1130-2097

Crítica de la historia, política emancipatoria


y moralidades postmodernas:
la obra de Keith Jenkins 1
Critique of history, emancipatory policy and postmodern
moralities: the work of Keith Jenkins
AITOR MANUEL BOLAÑOS DE MIGUEL
UNIR

RESUMEN. Keith Jenkins es uno de los pensa- ABSTRACT. Keith Jenkins is one of the most
dores postmodernos más conocidos en el ám- famous postmodern thinkers in the field of
bito de la reflexión historiográfica occidental. Western historiographical reflection. Without
Sin duda, junto con Hayden White y Frank R. doubt, along with Hayden White and Frank
Ankersmit, conforma el trío más influyente R. Ankersmit, constitute the most influential
de la corriente historiográfica postmoderna. trio of current postmodern historiography. We
Vamos a exponer en este trabajo la evolución will present in this paper the evolution of
de la obra de Jenkins desde lo que llamamos Jenkins’ work from what we may call a radi-
una crítica radical a la historiografía académi- cal critique of academic historiography to
ca hasta lo que podemos considerar una what we consider a real dislike to the form of
auténtica aversión a la forma de aprehensión thinking about the past, as it is conceived,
del pasado, tal y como es concebido, practica- practiced and used nowadays. We divided
do y usado en la actualidad. Hemos dividido this article in two sections to accommodate
en dos apartados nuestra exposición para dar our insight to these two key moments in the
cabida así a estos dos momentos clave en el development of his theory and his work: the
desarrollo de su teoría y de su obra: el mo- moment of the diffusion of postmodern cri-
mento difusor de la crítica postmoderna a la tique to historiography and the time of the ex-
historiografía y el momento de la expulsión pulsion of the historiography of any emanci-
de la historiografía de cualquier proyecto po- pated political project.
lítico emancipador.
Palabras clave: Keith Jenkins, Postmoderni- Key words: Keith Jenkins, Postmodernism,
dad, Historiografía, Crítica Política. Historiography, Political Criticism.

Keith Jenkins es uno de los pensadores en demolición» de la historia con minúscu-


postmodernos más conocidos en el ámbito la, como los llama el propio Jenkins 4—,
de la reflexión historiográfica occidental de conforma el trío más influyente de la co-
finales del siglo XX y comienzos del XXI. rriente historiográfica postmoderna 5.
Sin duda, junto con Hayden White 2 y No obstante, ninguno de los tres pue-
Frank R. Ankersmit 3 —los dos «expertos de ser comparado con los otros dos en

[Recibido: Ene. 10 / Aceptado: Jul. 10] 217


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términos absolutos, ya que, a un textua- uno de los intentos de mayor calado en la


lismo 6 constructivista 7 aceptado por to- divulgación de la perspectiva postmoder-
dos, cada uno añade de su propia cosecha na, en particular sobre la reflexión histo-
elementos dispares, los cuales, en algu- riográfica, lo que puede ser comprobado
nas ocasiones, se complementan y, en por el éxito de su edición The Postmo-
otras, se contradicen. Así, por ejemplo, dern History Reader 14, o por la acogida
Hayden White levanta su edificio filosó- de su The Nature of History Reader, edi-
fico sobre una profunda preocupación tado en colaboración con Alun Munslow
moral derivada del humanismo existen- —quien es, por cierto, un ejemplar com-
cialista 8 —algo que, por otro lado, po- pañero en su cruzada postmoderna 15—.
dría encontrarse en la obra de Jenkins Pero, en segundo lugar, la obra de Jen-
pero que, sin embargo, no aparece en la kins es importante también por haber su-
de Ankersmit—, un humanismo existen- puesto un auténtico fenómeno de ventas
cialista que no es incompatible con una en el reducidísimo mercado de las pro-
clara ascendencia marxista 9, todo lo cual ducciones culturales universitarias. El
podemos también observar en el designio número de ejemplares vendidos de al-
crítico de la obra de Jenkins 10. Ankers- gunos de sus libros —en concreto, de
mit, en segundo lugar, inspirado por una Rethinking History, de 1991— ofrecen
concepción pesimista de la naturaleza hu- un innegable argumento en la defensa de
mana, consuma una defensa de la capaci- la popularización de sus textos y en la di-
dad representativa pero sustitutiva de la vulgación de sus argumentos, por lo me-
historiografía —en la estela de su admi- nos en el ámbito anglosajón.
rado Arthur Danto— complementada Pues bien, una vez presentadas estas
con una reevaluación de la experien- cuestiones, vamos a exponer en este tra-
cia 11. Por último, Keith Jenkins desarro- bajo la evolución de la obra de Jenkins
lla su crítica de las metanarrativas y de la desde lo que llamamos una crítica radical
historiografía académica —las microna- a la historiografía académica —tanto a la
rrativas—, hasta el punto de encontrar un burguesa como a la marxista—, hasta lo
argumento radical, como veremos, contra que podemos considerar una auténtica
la necesidad de seguir representando el aversión a la forma de aprehensión del
pasado de estas maneras. Los tres auto- pasado, tal y como es concebido, practi-
res, por otro lado, mantienen una apuesta cado y usado en la actualidad 16. Hemos
decidida por la accesibilidad de sus argu- dividido en dos apartados nuestra exposi-
mentos, por la claridad estilística y por la ción para dar cabida así a estos dos mo-
sencillez de sus exposiciones críticas. En mentos clave en el desarrollo de su teoría
definitiva, por un espíritu didáctico que y de su obra: el momento difusor de la
no está reñido con la profundidad ni con crítica postmoderna a la historiografía
la rigurosidad. Sin embargo, es Keith profesional —una vez consumada la crí-
Jenkins el más pedagógico de los tres, tica a las metanarrativas 17— y el mo-
por intenciones y por resultados 12. En mento de la expulsión de la historiografía
este sentido, la circulación de su obra está —incluida la historiografía postmoder-
fuera de toda duda. na— de cualquier proyecto político
Además de la importancia de su obra emancipador. Escepticismo epistemoló-
por el número de lectores, interlocutores gico y relativismo moral, por tanto. La
y debates mantenidos 13, la labor de Jen- matriz que une a ambos momentos de su
kins es significativa por otros dos moti- obra es la reflexión filosófica sobre el
vos. En primer lugar, por haber supuesto lenguaje, el discurso y las ideologías 18,

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una reflexión que siempre ha sido desple- verdad» se considera parte de una ecua-
gada con un evidente propósito crítico y ción en la que también figura el poder.
emancipador, sobre la base de un radica- Así, el conocimiento sería un producto de
lismo que no esconde su inspiración mar- la relación entre la verdad y el poder, es
xista. decir, lo que el poder considera como
verdad. Contra esto, se proponen dos
1. Escepticismo: repensar la historia ideas: la idea de que la verdad es inacce-
criticando sus presupuestos, métodos sible y, además, relativa al contexto en
y resultados que se produce y la idea de la verdad
como consenso intersubjetivo: es verdad
Conviene registrar algunos puntos funda- lo que para «nosotros» es válido y útil
mentales en relación con el postmoder- como tal, y no vale para todos los indivi-
nismo para poder examinar la obra de duos ni para todas las sociedades. Por
Jenkins con más claridad. En los siguien- todo ello, el postmodernismo denuncia la
tes párrafos de este apartado ofreceremos supuesta y, a la postre, falsa imparcia-
una representación de las principales ca- lidad, objetividad y neutralidad de las
racterísticas de este fenómeno 19. ciencias, tanto naturales como sociales:
El postmodernismo es un conjunto el conocimiento siempre depende del
de tendencias intelectuales que denun- contexto social, de los intereses del pre-
cian la naturaleza constructiva e ideológi- sente, de sus deseos; siempre es hecho
ca de nuestros intentos por conocer «el por alguien y para alguien. Es, en el fon-
mundo», «la realidad». Ésta es la cone- do, una función del discurso, de la ideo-
xión fundamental de la postmodernidad logía y, por tanto, del poder, que es quien
con el llamado linguistic turn, que es uno decide qué es verdad y qué no. Por eso, el
de los componentes del fenómeno post- postmodernismo entiende que debemos
moderno 20, junto con el postestructura- ser conscientes y hacer públicos los inte-
lismo, la deconstrucción o el pragmatis-
reses y los propósitos de nuestras accio-
mo 21. La premisa clave de esta posición
nes e investigaciones, tal y como deman-
consiste en que el lenguaje no solamente
dan autores como Kuhn, Feyerabend, La-
describe o explica la realidad sino que
katos o Hacking. El postmodernismo, al
también la construye: de hecho, urbaniza
«nuestra» realidad humana. Así, no «des- hacernos más conscientes y reflexivos,
cubrimos» el mundo, sino que lo «cons- nos conmina a ser más responsables e, in-
truimos» a través del lenguaje. El mundo cluso, a hacernos responsables de las
está ahí afuera, sin duda, pero no así la consecuencias no intencionadas —en el
verdad 22, que es un efecto de nuestros sentido hegeliano— de nuestras acciones
discursos en la medida en que los intenta- y, por supuesto, de nuestros discursos y
mos hacer corresponder con la realidad. textos. Por otro lado, no hay un único mé-
Por eso, autores como Nietzsche, Witt- todo válido, general y absoluto. Se apues-
genstein o Derrida consideran que «la ta por la fusión, la interdisciplinariedad,
verdad» es, en el mejor de los casos, un la transdisciplinariedad, la transversali-
producto de nuestro discurso y éste no se dad, la mezcla, el experimento; en contra
somete a los dictados de la realidad. Pre- de la rigidez de las disciplinas y de la or-
cisamente, Jenkins comparte la visión de ganización del conocimiento científico
Rorty de que mientras el mundo está «ahí moderno.
afuera» la verdad no, ya que el significa- Todas estas características tienen re-
do y la verdad están en los enunciados y lación con la crítica de las metanarrativas
éstos no están «ahí afuera». Además, «la y con la crítica de los puntales del pensa-

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miento moderno occidental, especial- postmoderna que sostiene Jenkins, a mi-


mente del metafísico. Se ponen en duda tad de camino entre un antifundacionalis-
las filosofías del progreso, la idea de que mo (o antiuniversalismo) militante, un
el ser humano y las sociedades humanas escepticismo abierto y un relativismo inte-
progresan, pero también los metadiscur- grador 28, tiene en frente a conservadores,
sos emancipadores del marxismo, del co- más o menos liberales —como Gertrude
munismo y de otros movimientos mesiá- Gimmelfarb, Perez Zagorin, Geoffrey
nicos. Existe, en suma, una poderosa Elton, Keith Windschuttle, entre otros—,
incredulidad ante los grandes relatos, li- y a críticos de izquierda —como Fredric
berales, científicos, marxistas, utópicos, Jameson, Terry Eagleton, Christopher No-
del capitalismo, etc. La crisis de la meta- rris 29 o Alex Callinicos. Es verdad, afirma
física y, con ella —como apunta Vatti- Jenkins, que la postmodernidad y el post-
mo—, la caída de la «centralidad y de la modernismo han surgido, en parte, de las
hegemonía política de Occidente, ha libe- exigencias del capitalismo contemporá-
rado culturas y visiones del mundo múlti- neo. El capitalismo tardío, como apunta
ples» 23, que acompaña a una prolifera- Jameson, es culturalmente postmodernis-
ción de la historia y, actualmente, de la ta, pero sólo contingentemente postmo-
memoria 24. Pero existe también una cre- dernista, ya que el postmodernismo no es
ciente incredulidad ante los microrrelatos propiedad del capital, no le pertenece, al
(las «historias» escritas por los historia- menos no de una forma esencial. Por el
dores): éstos —se considera— están al contrario, lo que el postmodernismo augu-
servicio del Estado Nación, de los nacio- ra es la entrada de un atisbo de novedad en
nalismos periféricos —ahora— y de la nuestro mundo, un ápice de novedad que,
construcción de sus respectivas identida- de forma constructiva, puede ayudarnos a
des, en la misma medida en que la histo- mantener vivo el pensamiento crítico y
riografía medieval estaba íntimamente emancipatorio que ha sido desterrado de
relacionada con la Iglesia 25. Responden, la educación y de las universidades. «Por-
por tanto, a intereses institucionales, es- que es posible, como mínimo, que las crí-
tatales y corporativos. Por su parte, el ticas y los imaginarios postmodernos pro-
postmodernista típico, como escribe Jen- porcionen recursos suficientes para una
kins, es relativista y afirma que el pasado novedad que no sea una mera réplica de lo
ya no existe: por tanto, es, como tal, su- viejo y que no pueda ser recuperada por
blime, carente de esencia, no teleológico, un capital que ya es demasiado tardío para
por lo que cualquier intento de apropiar- ser todavía moderno. Y es muy posible
nos de él constituye una unidad heurística que tales imaginarios nuevos —de cosas
que es, «con toda claridad, “ficticia”» 26. sorprendentes “por venir”— no incluyan
Como ha resumido Cristina Godoy, entre ellos la historia y la ética tal y como
«la denominada postmodernidad se asien- las hemos conocido, o las excluyan del
ta sobre el agotamiento de las ideas de “ra- todo» 30. Veamos cómo llega Jenkins a
zón” y “progreso”, ideas fuerza que domi- esta conclusión, una conclusión que es, a
naron la visión del mundo de la moderni- la vez, un diagnóstico y una invitación.
dad. [...] En la segunda mitad del siglo XX, Pero, primero, veamos con un poco de de-
el arte se ha resignificado, la novela ha tenimiento la clase de juicio que Jenkins
muerto y las humanidades han decapitado aplicó a la historia.
las certezas teóricas sobre las que se ha- En Rethinking History, Jenkins nos
bían afianzado durante un siglo de desa- brinda un examen crítico de los aspectos
rrollo científico» 27. El tipo de reflexión teóricos y prácticos de la disciplina histo-

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riográfica en busca de una respuesta a las plo, estudiando cómo funciona en la


preguntas ¿qué es la historia? y ¿por qué práctica, podemos afirmar que la historia
la historia significa tantas cosas distintas es producida por un grupo de trabajado-
a tantas personas? Lo primero que resalta res, llamados historiadores, que cuando
Jenkins es que la historia no se hace para van a trabajar llevan con ellos valores,
sí misma, sino que siempre es hecha por posiciones políticas y morales, perspecti-
y para alguien 31. La historia, desde el vas ideológicas, presuposiciones episte-
punto de vista teórico —es decir, lo que mológicas, rutinas y procedimientos —es
podemos concluir pensando en lo que la decir, métodos—, otros materiales de es-
historia es en teoría, no en la práctica—, tudio y distintas presiones personales, fa-
está compuesta de epistemología, meto- miliares, laborales, editoriales, etc. Y
dología e ideología. La epistemología esto sucede tanto en la fase de investiga-
nos enseña que nunca podremos conocer ción en archivos o en bibliotecas como en
el pasado, ni objetiva ni totalmente, y que la fase en la cual el historiador se sienta a
existe un abismo entre el pasado y la his- escribir —a representar— el pasado.
toria. La historia es un discurso sobre el Como ha subrayado Hans Kellner, cada
pasado, pero categóricamente diferente profesión produce y ampara un sistema
de él 32. Los análisis sobre la metodolo- de ansiedades y de presiones que, más
gía nos avisan de que existen tantos mé- que cualquier otra cosa, identifica a sus
todos como intereses y objetivos so- miembros como filósofos, críticos, abo-
cio-políticos, es decir, que la historia es gados, y, cómo no, historiadores 35. San-
un campo de batalla entre identidades de Cohen, desde una posición extrema,
contrapuestas y que cualquier intento considera que el sistema de investigación
metodológico de incluir alguna deja fue- y de producción historiográfica es, ac-
ra, irremediablemente, a otras. En ese tualmente, una «colosal pieza de narcisis-
campo de batalla de la historia, las dife- mo» profesional, donde no se asegura ni
rentes personas, clases y grupos de una la calidad ni el interés social de la obra,
comunidad construyen interpretaciones simplemente se produce para medrar en
del pasado que son, a la postre, autobio- la academia conforme a las reglas previa-
gráficas —es decir, identitarias—, y lo mente establecidas 36. Este proceso, que
hacen para autocomprenderse, autocons- no contribuye a la libertad universitaria,
truirse y, en definitiva, autocomplacer- asegura —por el contrario— el manteni-
se 33. No hay historia definitiva alguna miento de la jerarquía científica y del
fuera de este juego de poderes y presio- punto de vista académico sobre el pasa-
nes. El pasado puede ser infinitamente do. Por tanto, en fin, todas estas razones
redescrito, re-representado 34. En el fon- epistemológicas, metodológicas, ideoló-
do, la historia implica a la teoría y la teo- gicas y prácticas, hacen problemática la
ría presupone una ideología ya que res- transformación del pasado en historia 37.
ponde a intereses y objetivos de diversa No obstante todas estas críticas, Jen-
índole (a los de los grupos dominantes kins ofrece una definición de lo que la
pero también —y cada vez más— a los historia es para él: «la historia es un dis-
de los grupos subordinados, silenciados, curso cambiante y problemático, que
excluidos, etc.). No hay escape de este aparentemente trata sobre un aspecto del
círculo vicioso. La historia, tanto desde el mundo, el pasado; este discurso es produ-
punto de vista de la teoría como de la cido por un grupo de trabajadores con
práctica, se construye en los intersticios mentalidad actual (abrumadoramente, en
de estos intereses y presiones. Por ejem- nuestra cultura, por historiadores asala-

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riados) que realizan su trabajo de manera que se olvida —o esconde, ideologizán-


mutuamente reconocible, que están epis- dose— su naturaleza contingente y cultu-
temológica, metodológica, ideológica y ral. Este punto viene expresado en ¿Por
prácticamente posicionados y cuyos pro- qué la historia? con meridiana claridad:
ductos, una vez puestos en circulación, «vivir en una cultura, afirma Jenkins, es
están sujetos a una serie de usos y abusos vivir en forma significativa y a través de
que lógicamente son infinitos, aunque, en un código, de un lenguaje; es estar consti-
realidad, por regla general, se correspon- tuido literalmente dentro de imaginarios
den con las bases del poder que existen que producen lo que se entiende por rea-
en un momento dado y que estructuran y lidad, de modo que esa residencia en un
distribuyen los significados de las histo- lenguaje es simplemente la residencia en
rias a partir de un espectro que se desplie- la realidad» 43. Visto así, el pasado es
ga desde los dominantes a los margina- imaginado por los historiadores, pero no
dos» 38. En el capítulo 2, Jenkins presenta en el sentido de que no ocurrió efectiva-
sus ya conocidos argumentos sobre di- mente —ningún teórico postmoderno
versas cuestiones tocantes a la naturaleza afirma tal cosa—, sino en el sentido de
de la historia, cuestiones que no son sino que somos nosotros quienes aportamos el
ramificaciones agrupadas en torno a la significado a ese pasado, en términos, por
cuestión de qué es la verdad: sobre la ob- ejemplo, de las significaciones y los pro-
jetividad, sobre la relación entre los he- pósitos que ese pasado se supone que tie-
chos y su interpretación 39, sobre los pre- ne para nosotros. Somos nosotros, escri-
juicios, sobre la empatía, sobre los tipos be Jenkins, quienes dictamos la historia:
de fuentes y sobre la relación entre las ésta es imposible sin la clase de abrazo
fuentes y las pruebas, sobre la causalidad, textual a que es sometida por parte de los
sobre si la historia es un arte o una cien- historiadores. Nosotros somos la fuente
cia, etc. Para resumir todas estas cuestio- de ese pasado significativo, de ese pasa-
nes con una sola respuesta, diré que Jen- do que es compartimentado, selecciona-
kins mantiene una posición escéptica, do, investigado y escrito por multitud de
aunque no cínica ni pesimista. Así, afir- investigadores y de escritores. Es eviden-
ma que la verdad del pasado nos elude, te que la historia contiene un componente
que la historia es intersubjetiva —más cognoscitivo, epistemológicamente ma-
que objetiva— e ideológicamente com- nejable, en el nivel de la afirmación sin-
prometida, que la supuesta objetividad e gular —lo que Jenkins llama los «arre-
imparcialidad de la historia son sendas glos sintácticos del pasado» 44—, en la
quimeras 40, que la empatía es vista erró- medida en que no seamos idealistas radi-
neamente como un defecto 41, y que la cales, pero lo que denuncian los postmo-
historia es algo distinto a una ciencia o a dernistas como Jenkins es la dificultad de
un arte: es algo sui generis. Los textos establecer los métodos y las formas de
historiográficos no son estrictamente acrecentar nuestro conocimiento sobre el
cognitivos o descriptivos, sino también pasado más allá del nivel de la sintaxis,
—y por encima de todo—, intentos es- es decir, en el nivel semántico, en el nivel
peculativos, invitaciones a imaginar el narrativo, que es donde se mueven las in-
pasado de múltiples maneras 42. tenciones representativas de la historio-
Por tanto, para concluir, podríamos grafía, en lo que Ankersmit denomina las
decir lo siguiente. La crítica de Jenkins al «sustancias narrativas» 45, intenciones
discurso historiográfico, tal y como lo que no implican una sustitución de las
conocemos, implica subrayar el hecho de teorías de la correspondencia, sino la

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aceptación de la naturaleza estética de la mina por proponer una defensa del tipo
historiografía 46. Es este paso —de la fra- de historia reflexiva, postmoderna, que
se al texto, de la afirmación al discurso— denuncia los usos ideológicos de la —su-
el que ninguna teoría, empirista o no, ha puesta— objetividad e imparcialidad de
conseguido exponer y explicar convin- las viejas historias con «mayúscula» y
centemente, como han resaltado tanto de- con «minúscula» 52. Ésta es la posición
fensores de la postmodernidad como que ha mantenido en sus tres primeros li-
Rorty, como críticos de ella, como Geor- bros, desde Rethinking History hasta The
ge Steiner. Postmodern History Reader, pasando por
La conclusión de todo lo dicho hasta On «What is History?» 53. Conviene re-
aquí está expuesta con claridad en la in- cordar que la intención principal de esta
troducción de ¿Por qué la historia?: «el primera época en el pensamiento jen-
pasado, tal y como se constituye median- kinsiano fue desarrollar una reflexión
te sus huellas aún existentes, siempre es auto-consciente sobre la naturaleza de la
aprehendido y apropiado en forma tex- historiografía. Pero en el último capítulo
tual mediante capas sedimentadas del del libro Rethinking History —Doing
trabajo interpretativo anterior, así como History in the Post-Modern World—,
mediante los hábitos de lectura y las Jenkins presentó una declaración de in-
categorías/conceptos de nuestras prác- tenciones acerca de la posibilidad de una
ticas metodológicas anteriores/presen- historia postmoderna, más acorde con su
tes» 47. Como diría Ankersmit, la histo- espíritu crítico y emancipador. Sin em-
riografía —la clase de discurso textual bargo, en un punto entre estos años y la
que producen los historiadores— no es preparación y redacción de ¿Por qué la
más que el conjunto de representaciones historia?, Jenkins comenzó a considerar
sustitutivas 48 que ponemos en lugar del la posibilidad de deshacerse de cualquier
tipo de historias, incluidas las propuestas
pasado ausente para narrarlo e interpre-
historiográficas postmodernas 54. Ésta es
tarlo. «No hay representaciones: no hay
la materia que veremos en el siguiente
pasado», sentencia Ankersmit 49. Final-
apartado.
mente, lo que queda es que «la historia
con mayúsculas se halla en escombros y 2. Relativismo: reimaginar la historia
la historia con minúsculas es incapaz de criticando sus intereses, funciones
alcanzar un mayor desarrollo» 50. Poste- y usos
riormente, Jenkins afirmará que su creen-
cia y su argumento es «que no hay reglas Jenkins nos recuerda que en la actualidad
no problemáticas o normas de traducción son pocas las personas que defienden la
o de transcripción (tal y como se articu- historia metanarrativa —la historia con
lan a través de múltiples métodos, técni- «mayúsculas» o historia upper case—,
cas y prácticas) que permitan al pasado que ha demostrado ser tan increíble e
(todo lo que ha sucedido “antes de aho- ideológica que merece ser olvidada. Sin
ra”) ser la verdad total o ser objetiva o embargo, todavía podemos encontrar
imparcial o científicamente representado multitud de personas que defienden —y,
como “conocimiento histórico” en el ni- por lo tanto, practican o leen— el tipo de
vel del texto histórico, y que esta condi- historia con «minúsculas» —o historia
ción, más que ser deplorable, es, una vez lower case—, profesional y académica,
más, lo mejor que podemos esperar» 51. que los historiadores escriben. Además
Finalmente, en esta primera etapa de los propios historiadores postmoder-
de la obra de Jenkins, nuestro autor ter- nos, entre los cuales quiero citar a Hans

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Kellner 55, Allan Megill 56, Robert A. nada parecido a los géneros históricos oc-
Rosenstone 57, H. U. Gumbrecht 58, Si- cidentales con mayúscula y con minúscula
mon Schama 59, etc. Sin embargo, en este de los siglos XIX y XX, en ningún otro
punto, el postmodernismo, según Keith tiempo y lugar. Porque nunca jamás ha ha-
Jenkins, «señala el fin de la historia tal y bido, en ninguna otra parte de la Tierra, en
como la conocemos, no sólo en su meta- ningún otro tiempo, un modo de historizar
narrativa modernista y en sus formas aca- el pasado en esa forma» 64. En definitiva,
démicas, profesionales, sino de la histo- todas las culturas tienen un pasado pero no
ria per se» 60. Después de analizar la obra todas tienen «historia» 65. Aquí, las críti-
de Hayden White, de Frank Ankersmit y cas que minaron los fundamentos metafí-
de otros autores postmodernos, Jenkins sicos, ontológicos y epistemológicos de la
llega a la conclusión de que, al igual que historia con «mayúsculas» pueden ser
la historia con «mayúscula» —las meta- aplicadas con la misma efectividad a la
narrativas—, la historia con «minúscula» historia con «minúsculas».
es, en la actualidad, un discurso moribun- A este conjunto de cuestiones Jen-
do, está comenzando a desaparecer de las kins pone la etiqueta de antifundamenta-
conversaciones, y debe ser contemplado lismo, es decir, de una clase de escepti-
con mucha incredulidad por su naturaleza cismo sobre la naturaleza, metodología y
epistemológica débil y por su carácter funciones de un tipo de discurso que,
fuertemente ideológico. De hecho, afir- como todos los demás, es accidental;
ma Jenkins, deberíamos abandonar y pero, por otro lado, Jenkins resalta tam-
cambiar este tipo de discursos historio- bién que, si existen diferentes formas de
gráficos por nuevos imaginarios —en el apropiarse del pasado —fundamental-
sentido en que concibe el término Casto- mente porque existen diversos intereses y
riadis—: nuevos imaginarios morales diversas condiciones que influyen en la
postmodernos, «más allá del fin de las investigación y en la escritura de la histo-
historias» 61, algo que es, si no revolucio- ria—, no nos queda sino reconocer que la
nario, por lo menos sí utópico 62. historia «propiamente dicha», la historia
Una vez analizada y estudiada la na- defendida por los historiadores, no es
turaleza constructiva, textual y ficcional más que algo relativo a dichas condicio-
de las obras historiográficas —estudiado nes y a dichos intereses 66. Tenemos, por
en el apartado anterior—, el argumento de tanto, un pasado pero muchas historias.
Jenkins para reprender a las micronarrati- Como escribe Jenkins, «el relativismo
vas y para imaginar y proponer un mundo sugiere que el pasado puede ser apropia-
futuro sin historia, es el siguiente: por un do de modo legítimo en una multiplici-
lado, critica la ideología inherente en di- dad de formas y para una multiplicidad
cha disciplina al hacer pasar por natural o de propósitos» 67. Y es que todo el mun-
científica una práctica que es manifiesta- do tiene derecho a estudiar el pasado y a
mente cultural. «La historia, escribe Jen- darle el uso que considere apropiado, ya
kins, no es en absoluto un fenómeno natu- que el pasado no es propiedad de nadie y
ral ni tiene nada de eterno», algo con lo tampoco hay que dar crédito a los llama-
que muchos historiadores están de acuer- dos «guardianes del pasado», quienes se
do 63. La historia —es decir, la forma en autolegitiman para decirnos qué ocurrió
que percibimos y escribimos sobre el realmente en el pasado y para qué pode-
tiempo en nuestras sociedades y cultu- mos usar ese conocimiento 68.
ras— es un discurso contingente, no abso- Entonces, la pregunta es: ¿cómo dis-
luto. «“Es obvio” que nunca hemos visto criminar entre la multiplicidad de relatos

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cuando el criterio ya no es la verdad, es- Vattimo, White, Ankersmit, Ermarth o


pecialmente privilegiada por la aca- Harlan, ninguno de los cuales es un histo-
demia, sus métodos y sus relaciones de riador profesional 74. Si cada uno de estos
autoridad y de poder? Y ¿cómo multipli- autores puede proporcionar lo necesario
car los usos del pasado sin caer en la tri- para construir análisis, retóricas y pro-
vialidad? Las respuestas a estas cuestio- puestas emancipatorias, quizás cualquie-
nes son difíciles de encontrar en la obra ra de nosotros también pueda hacerlo 75.
de Jenkins, quien, en estos asuntos, aban- Ni siquiera necesitamos desarrollar pro-
dona la crítica sistemática y se inclina por puestas historiográficas postmodernas, ni
un impresionismo seductivo 69. preocuparnos por su posible idoneidad:
En la tercera parte de su ¿Por qué la todo lo que necesitamos para desarrollar
historia? —la parte más importante para propuestas políticas emancipatorias y de
nuestro argumento—, Jenkins se apoya justicia social proviene de la reflexión
en dos autores como Elizabeth Deeds ético-política, no del estudio del pasado
Ermarth y David Harlan para desplegar ni, por tanto, de la historia 76. La pregunta
sendas propuestas. La primera de ellas es más atractiva e, incluso, la más urgente
que debemos olvidarnos de la historia —para Jenkins— es, entonces, sobre la
—no solamente de las metanarrativas viabilidad de cualquier tipo de historia:
(tan criticadas y denostadas en la actuali- ¿por qué seguir preocupándose por histo-
dad), sino también de las micronarrativas riar el pasado?
(es decir, del tipo de historia que produ- Lo que Jenkins propone no es el fin
cen los historiadores)—, y que debemos del desarrollo histórico —algo cercano a
sustituirla por nuevas organizaciones del lo que propuso en su día el libro de Fuku-
tiempo, en la forma ensayada por el libro yama, El fin de la historia y el último
Sequel to History, de Ermarth. La segun- hombre—, o el fin de la vida como tal, o
da de las propuestas de Jenkins es que, si- que el pasado no vaya a seguir siendo
guiendo a Harlan, debemos olvidarnos de evocado de diversas maneras. No, nada
la ética pero sin renunciar a la moralidad de esto es planteado por Jenkins. Lo que
—o lo que es lo mismo, que debemos está afirmando es, ni más ni menos, que
sustituir la ética existente por nuevas mo- la modernidad esculpió unas formas sig-
ralidades de «elección no fundamenta- nificativas y útiles de aprehender el pasa-
da», reconociendo «la locura de las deci- do, que están siendo liquidadas —y, en
siones morales indecidibles», en el senti- un sentido agónico, casi arrastradas—
do derridiano— 70. Es decir, hay que por el propio fin de la modernidad. O,
reconocer y admitir la aporía: una refle- como diría Deeds Ermarth, «ahora la his-
xión moral emancipatoria no puede evi- toria adopta la interesante posición de
tar reflexionar sobre ella pero sí puede confrontar su propia historicidad» y
ser fructífera sin la «historia». La tesis de —añade Jenkins— su propia finitud 77.
Jenkins es que «para avanzar hacia el fu- Cuando miramos por encima de nuestros
turo en formas radicales y emancipatorias hombros al Medievo, por ejemplo, acep-
todo lo que necesitamos son imaginarios tamos que, con la desaparición de tal pe-
postmodernos sans histoire» 71, en la lí- ríodo histórico, se desvanecieron también
nea abierta por las teorías y las críticas de las visiones medievales del pasado, sus
autores de tipo postmoderno como Bar- concepciones sobre el tiempo, sobre la
thes, Foucault, Deleuze 72, Derrida, Lyo- relación entre el pasado, el presente y el
tard, Baudrillard 73, Irigaray, Kristeva, futuro. Entonces, «¿por qué no aceptar
Spivak, Butler, Laclau, Mouffe, Rorty, con la misma facilidad que las historias

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Aitor Manuel Bolaños de Miguel

construidas en y para la modernidad lle- facultades para pensar críticamente sobre


garán a su fin cuando ésta termine?» 78. los clichés que ha ido recibiendo de la so-
La constatación de esta interpretación no ciedad y del sistema educativo. Y es que
debe ser causa de desasosiego o de pesi- White considera que dicha sociedad pre-
mismo alguno. Al contrario. Debemos fiere un alumno pasivo, incluso apático,
abrazar un postmodernismo no histori- respecto del ejercicio de los derechos hu-
zante, olvidando las formas y las confi- manos, por ejemplo, lo que disminuye a
guraciones historiográficas modernas, y su vez la capacidad de denunciar y luchar
debemos imbuirnos en el abismo del flu- contra sus constantes violaciones 85. Si-
jo interminable y relativista de la inter- guiendo a White, Jenkins estaría más cer-
pretación 79, «con el fin de contribuir, de ca de la posición de la historiografía mar-
una forma emancipadora y democrática, xista británica, para la cual se debería
al cambio, tanto dentro como más allá del educar «a aquellos para quienes la lucha
capitalismo» porque, evidentemente, el es hoy una necesidad concreta con las ex-
capitalismo no puede ser el «fin de la his- periencias históricas de aquellos otros
toria» 80. para quienes la lucha fue una necesidad
O dicho de otra manera: una vez que concreta ayer» 86. Pero la historia no de-
comprendemos la naturaleza contingen- bería cumplir un papel primordial en esta
te, relativa e ideológica y, por tanto, polí- tarea. Y es que, desde Marx, sabemos que
ticamente comprometida de cualquiera existen alternativas —teóricamente más
de nuestros intentos por aprehender el pa- sofisticadas— a la historiografía para ex-
sado 81, la pregunta es: ¿Qué queremos plicar y comprender la realidad social,
ahora de él? ¿En qué nos puede ayudar? tanto la presente como la pasada, como la
¿Para qué nos puede servir? Y ¿para qué sociología o la filosofía críticas. La his-
nos puede servir políticamente? Si la his- toria, qué duda cabe, favorece a la educa-
toria ya no es nuestra maestra de vida, ción —es decir, a la formación de una
nuestro particular tribunal de apelacio- identidad— más que al conocimiento 87.
nes, nuestro particular aviso para nave- Los autores con los que Jenkins dia-
gantes, ¿qué puede ser ahora? ¿Y cómo loga en este momento de su exposición
deberíamos usarla? 82 La respuesta de son, como ya hemos dicho, Elizabeth
Jenkins es que la historia no nos propor- Deeds Ermarth y David Harlan 88. Esta
ciona ningún objetivo político universal, forma dialógica de reflexión, típicamente
en la misma medida en que su potencial jenkinsiana, busca aprovechar las pro-
cognoscitivo está también sometido a las puestas de los demás en el rodeo que su-
presiones de la ideología y de la cultu- pone apuntalar el argumento propio 89.
ra 83. Sin embargo, Jenkins sustituye to- De la primera acoge la propuesta de otras
das estas cuestiones por una opción que organizaciones del tiempo distintas a la
considera de vital importancia: «¿por qué lineal, típicamente occidental —o, mejor
no olvidarnos de la historia y vivir en dicho, típicamente moderna 90— y, en su
imaginarios sin ella?» 84, tanto en los lugar, propone nuevas formas (como cro-
niveles social y político, como en el edu- nopios, tiempos rítmicos y anacronis-
cativo. Hayden White apuntó, a este res- mos 91), mientras que del segundo recoge
pecto, que la enseñanza de la historia no la sugerencia de estudiar los textos histó-
debería «liberar» a ningún alumno —al ricos, no en sus contextos, sino en nues-
menos teniendo en cuenta que lo impor- tro contexto, directamente, permitiendo
tante no es independizarlo de algo sino una combinatoria moral donde el juego
para algo— sino, más bien, mejorar sus de textos y contextos —es decir, donde

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Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

descontextualizar textos— nos permita acerca de la condición de las mujeres de la


armar imaginarios eclécticos y antifunda- clase trabajadora en el siglo XIX: más bien
cionalistas que refuercen la moralidad re- quiere olvidar el pasado histórico en favor
lativista que defiende Jenkins 92. de aventuras orientadas hacia el [presente
El tiempo rítmico de Deeds Ermarth y el] futuro» 100, sin ansiedad ninguna,
modifica o abandona radical y totalmente con júbilo, con esperanza y con intencio-
la dialéctica, la teleología, la trascenden- nes emancipadoras. En este sentido, es
cia y la supuesta neutralidad del tiempo una propuesta similar a la presentada por
histórico, a la vez que sustituye el viejo Hayden White mediante su concepto de
cogito cartesiano por una diferente subje- «progressive history», que el propio Whi-
tividad —una conciencia multinivel— te compara con la «historia crítica» de
cuyo modelo es extraído de las novelas y Nietzsche, una historia fundamentalmente
los cuentos de Julio Cortázar, Robbe-Gri- comprometida con el futuro, más que con
llet y Nabokov 93. Como escribe Jenkins, el pasado: con un futuro que nos gustaría
ahora es posible vivir en nuevas organi- heredar más que con algún otro que este-
zaciones del tiempo, organizaciones rít- mos obligados a soportar 101. O, mejor di-
micas, las cuales, a la vez que indican el cho, Jenkins propone decir adiós a la «his-
fin de las nociones modernistas sobre el toria» para centrarnos en imaginar y cons-
tiempo, muestran que podemos vivir fue- truir un futuro sin el tipo de cargas que
ra de la historia. El tiempo postmoderno produce el pasado histórico historiza-
es el tiempo de los cronopios, de la per- do 102.
formatividad, de la improvisación, del Para Harlan, la historia era —hasta
jazz, del bricolaje, incluso del cine y de la mediados del siglo XX y, por lo menos, en
cultura visual 94, etc. «I swing, therefore I los EE.UU.—, una especie de «conversa-
am» 95, termina por concluir. ción transgeneracional» (transgeneratio-
Las obras que quebrantan la historia nal conversation), mientras que, a partir
tradicional también proporcionan nuevas de los años sesenta y setenta, tanto las
preguntas y nuevas oportunidades prác- prácticas desideologizadoras de parte de
ticas —nuevos experimentos 96— que la izquierda —que desenmascaraban los
desbaratan la seguridad anterior, pero esta intentos de la historiografía anterior de
inseguridad debe ser tomada con ale- racionalizar la esclavitud, de excusar el
gría 97. Como afirma Jenkins, «la postmo- racismo o de apoyar el imperialismo, por
dernidad ofrece nuevos nacimientos» 98. ejemplo— como las críticas de la teoría
En el fondo, una vez que comenzamos a postmoderna —que desmontaban la su-
ver el tiempo como algo no neutral ni ab- puesta objetividad de la historiografía
soluto, nuestras maniobras mentales in- profesional—, compelieron a la historia a
ventadas y construidas, postmodernas, dar un vuelco radical hacia el escepticis-
nos permiten darnos cuenta de que hemos mo y el relativismo postmetafísico y
dejado atrás el tiempo de la profesión, del postmoderno 103. Como escribe Harlan,
corporativismo y de la retórica del poder «la postmodernidad es, en esencia, una
para adentrarnos en el juego de la libertad extensión y una elaboración de la vieja
y, por tanto, de la responsabilidad: de fo- idea según la cual no tenemos forma
mentar un punto de vista flexible 99. Sin alguna de ver, pensar o desear que no ha-
embargo, Ermarth no desea aplicar este yamos adquirido de la cultura circundan-
esquema del tiempo rítmico al pasado, te» 104. Jenkins asegura que el postmo-
«no es que desee, por ejemplo, reinterpre- dernismo no es una moda, ni una corrien-
tar el Medievo tardío o decir algo nuevo te de crítica del discurso historiográfico

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Aitor Manuel Bolaños de Miguel

que pueda ser incorporado en el mains- do sólo nos llega a través de dispositivos
tream cultural una vez que sus «excesos» de ficción —es decir, imaginados— que
sean pulidos. No. El postmodernismo seleccionan, jerarquizan y dotan de signi-
consiste, precisamente, en esos excesos, ficado al pasado, al servicio de intereses y
e implica alcanzar una actitud militante y poderes del presente, contemporáneos del
radical «que no sólo socava el contenido historiador. Es lo que George Steiner ha
sino las formas ficcionales y gramatica- llamado «imágenes del pasado» 111. «El
les de las historias modernas, sin una piz- pasado como historia siempre ha estado y
ca de disculpa o de nostalgia» para ofre- siempre estará necesariamente configu-
cer, en su lugar, nuevas gramáticas orien- rado, envuelto en tropos, figurado en tra-
tadas al futuro más que al pasado y, como mas, leído, mitificado e ideologizado en
consecuencia, nuevas estrategias de críti- formas que nos resulten convenien-
ca y emancipación políticas 105. tes» 112. El pasado siempre está sobre de-
Mientras que Deeds Ermarth consi- terminado, en última instancia, por lo esté-
dera que el lenguaje narrativo postmoder- tico, por el fenómeno estético, representa-
no ha socavado el tiempo histórico y lo tivo, que ensambla mecanismos retóricos
ha sustituido por una nueva construcción y figuras de estilo en una narración inter-
de la temporalidad —a la que llama pretativa que implica, invariablemente,
«tiempo rítmico», rhythmic time 106—,
una toma de posición ideológica, es decir,
Harlan afirma que el único objetivo del
política 113. En este sentido, la historia ha
estudio del pasado es «lo que pueda sig-
sido siempre —y siempre será— un pro-
nificar actualmente para nosotros» —y,
en este punto, Harlan no está solo, puesto ducto estético, como no se han cansado de
que le acompañan Ankersmit y White—. subrayar Hayden White, Ankersmit, Jen-
Como sugiere Jenkins, lo que propone kins y otros pensadores tan poco sospe-
Harlan implicaría una especie de «estu- chosos de ser postmodernos como Danto
dios de apropiación» o de «estudios tem- o Gombrich 114.
porales», no de estudios históricos per Pero esto es simplemente el comienzo
se 107, algo que, quizás, ha mencionado de la obra de Jenkins. Por su parte, los de-
Martin L. Davis al proponer, irónicamen- senlaces argumentales de Jenkins son ra-
te, la creación de unos auto-reflexivos dicales en la forma y polémicos en el con-
departamentos universitarios —llamados tenido; son a la vez lacónicos y desarrolla-
Historics 108—, que hagan explícitas, por dos, son a la vez comienzos y finales,
ejemplo, las paradójicas conexiones de la críticas y esperanzas. El principal de todos
academia con el capitalismo. Por su lado, ellos es que no necesitamos ninguna histo-
Cohen propone desburocratizar las uni- ria para ubicarnos en el presente pero tam-
versidades y los planes de estudio 109. Sin poco para imaginar posibles futuros; no lo
embargo, las propuestas de Jenkins no necesitamos para comprender los tiempos
son ni tan explícitas ni tan específicas en presentes ni para construir proyectos polí-
esta materia. ticos emancipadores, reflexivos pero anti-
fundacionalistas 115. El ejemplo de esto es
3. Conclusiones inconclusas que una parte muy importante de la labor
intelectual de los postistas es realizada sin
Como hemos visto, la tesis fundamental conciencia histórica ninguna y sin que
de Jenkins sería que «el-pasado-como-his- ninguno de ellos sea un historiador. Es
toria», the-past-as-history 110, no existe verdad que muy esporádicamente —sobre
fuera de las apropiaciones textuales que todo en la actualidad— han sido los histo-
los historiadores construyen. Así, el pasa- riadores los que han propuesto mapas po-

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Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

líticos emancipadores para sus comunida- ción entre ellas 122. Por otro lado, cuando
des 116 pero, sin embargo, la crítica de Jen- ésta última falla, el relativismo garantiza
kins no deja de ser más certera por este la tolerancia mejor que cualquier forma de
hecho. Rorty es, en este sentido, un autori- universalismo totalizador, como ya habían
zado paradigma: «el estudio del pasado afirmado Rorty y Lyotard 123. En este sen-
por sí mismo, en sí mismo y para sí mismo tido, Jenkins está de acuerdo con Alain
no tiene interés alguno para Rorty, y no Badiou, quien considera el ser mismo de
hay razón para que lo tenga para noso- la humanidad no desde un universalismo
tros» 117. Socorridos por la deconstrucción esencialista, sino como la misma multipli-
derridiana 118, por el différend de Lyo- cidad, como la misma diferencia, y ello
tard 119, por el antifundacionalismo de sin renunciar a la idea de la emancipación
Rorty, por los simulacros y la indiferencia humana 124. Frente al universalismo Jen-
de Baudrillard, por el textualismo y la kins plantea, por tanto, un relativismo que
sublimidad de White, por la historicidad insiste especialmente en el relativo valor
post-kantiana de Ankersmit, por los cro- cognoscitivo de la historia —la historia es
nopios de Ermarth y por el relativismo de interpretación, es decir, el conjunto de re-
Harlan, estamos ahora en disposición de presentaciones «fallidas», abiertas 125—,
decirle adiós a la historia y de abrazar otra en la riqueza del juego entre esas interpre-
moralidad y otra historicidad. Merece la taciones, en historizar la misma labor his-
pena citar en extenso un párrafo de la in- toriográfica y, en definitiva, en transfor-
troducción de Jenkins a su ¿Por qué la mar en acción crítica y emancipadora el
historia?: «el escepticismo y el relativis- escepticismo epistemológico. Así, ahora
mo parecen ser entonces simplemente co- podemos desarrollar un proyecto político
sas que podemos aceptar y con las que po- postmoderno —como el que sugiere Mi-
demos convivir con alegría, conscientes chael Walzer— conscientes de la violen-
de nosotros mismos, tal como lo hacían cia involucrada en la difusión de una iden-
los sofistas antiguos [y nos ha recordado tidad —esencial— común, que estandari-
recientemente, entre otros, Stanley za las conductas, y asentados en la
Fish 120] y lo hacen los sofistas retóricos convicción del valor de la diferencia 126.
postmodernos: no parece haber ninguna Por último, una pregunta surge de inme-
alternativa fundacional: eso es lo que he- diato. Si Appleby, Hunt y Jacob tienen ra-
mos comprendido gracias a la “conciencia zón, y el escepticismo y el relativismo ac-
de uno mismo”. Por consiguiente, es por tuales provienen de la insistente democra-
este tipo de razones que creo que ahora tización de la sociedad 127, ¿defender la
empezamos realmente a vivir fuera de la objetividad y el esencialismo implica una
historia y de la ética y dentro del tiempo y defensa de la jerarquía y del statu quo y, a
la moralidad en formas más relajadas y, la postre, una crítica del poder emancipa-
espero, también emancipatorias» 121. dor de la democracia? El mismo Derrida
Ahora podemos imaginar un sistema planteaba que la democratización de una
político emancipador sin recurrir obsesi- sociedad se mide por la posibilidad que
vamente a la experiencia del pasado. En tienen las personas y los grupos de partici-
definitiva, Jenkins se declara —como par y acceder «al archivo, a su constitu-
Hayden White—, un relativista moral y un ción y a su interpretación» 128: es decir, a
escéptico reflexivo, ya que considera que construir su propia historia.
ambas posturas son la base del reconoci- Con las implicaciones políticas de
miento de las diferencias y de la diversi- esta cuestión centelleando de fondo, de-
dad y, en última instancia, de la coopera- jamos aquí la exposición e invitamos al

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Aitor Manuel Bolaños de Miguel

lector a que siga la obra del profesor Jen- BERTENS, H. y NATOLI, J. (2002): Post-
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NOTAS

1 Gracias, en primer lugar, a las conversaciones y epistemológicas de la práctica historiográfica: vid.


a los comentarios del profesor Keith Jenkins, quien Paul (2011).
me recibió en la Universidad de Chichester con los 9 Como recordó en un encuentro de la American

brazos abiertos y con una generosidad ilimitada. En Historical Association, en 1997, en la estela de Jac-
segundo lugar, quiero agradecer a Vladimir López ques Derrida o de Sande Cohen.
Alcañiz, Marisa González de Oleaga, Ernesto Bohos- 10 Una escueta pero muy competente introducción
lavsky, Bárbara San Juan Sánchez y Arantxa Bolaños a White en: Jenkins (1994). Sobre el marxismo de
de Miguel por su apoyo y por su atenta y estimulante Jenkins, vid. Jenkins (2008a): 72.
lectura. 11 Domanska (2009). Sobre Danto, vid., entre
2 Ankersmit, F. R.; Domaska, E. y Kellner, H. otros, Ankersmit (2009).
(2009). 12 A sus intenciones didácticas podemos añadir

3 La influencia de Ankersmit en la obra de Jenkins una preocupación pedagógica por los problemas de la
es indudable. Jenkins ha dedicado multitud de capítu- enseñanza de la historia. Vid. un resumen de sus pri-
los, artículos y reseñas a desentrañar lo más importan- meras propuestas en: Jenkins (1991); Jenkins, K. y
te de la obra del filósofo holandés así como a destacar Brickley, P. (1990); Jenkins (1985); y Jenkins (1986).
13 Debates mantenidos con, por ejemplo, Marnie
su aportación a la filosofía de la historia en las últimas
décadas [uno de los últimos textos en: Jenkins Hughes, John Tosh, Arthur Marwick, Richard J.
(2006b)]. Sin embargo, progresivamente, Jenkins ha Evans, Michael Coleman o Pérez Zagorin. Vid. Jen-
venido desencantándose de la postura conservadora y kins (1996a). Vergara (2001) ha escrito una reseña ti-
pesimista de la obra del profesor de Groningen. Para tulada «¿Un futuro sin historia? El debate entre Pérez
esto último, vid. Bolaños de Miguel (2009): 98; y Jen- Zagorin y Keith Jenkins (1999-2000)». Otro de los
kins, K., «Cohen contra Ankersmit», copia particular, autores con el que Jenkins ha «debatido» más, aunque
pp. 2 y 7, ahora publicado en Jenkins (2008b). sea post mortem, ha sido con el historiador inglés
4 Jenkins (2006a): 193 y 221. Todas las traduccio- E. H. Carr: Jenkins (2000a).
14 Jenkins (1991a). Vid. una de las pocas reseñas
nes del inglés son nuestras, excepto donde hay traduc-
ción al castellano, que citamos oportunamente. sobre este libro, publicadas en España, en: Valdés Mi-
5 Vid. Bertens (2002).
yares (1999). Vid. también: González de Oleaga
(2003).
6 «Lo que el textualismo hace es prestar atención a 15 Jenkins, K. y Munslow, A. (2004); Munslow
las condiciones textuales bajo las cuales toda obra his- (2000); Munslow (2003).
tórica es hecha, bajo las cuales todo conocimiento his- 16 Jenkins (2003a): 1. Una perspectiva similar a la
tórico es producido», en Jenkins (1996c): 85. Vid. que se propone en este apartado en Lecker de Almei-
también Jenkins (1992). da, G., «Decoding Keith Jenkins’ Postmodern His-
7 En este sentido, Hayden White afirma que la his- tory», copia privada.
toria es construcción, «más específicamente un pro- 17 Tal y como aparece en la obra de Hayden Whi-

ducto del discurso y la discursivización», en White te o de Lyotard, por citar solamente dos influyentes
(2003): 43. autores.
8 Como ha mostrado Paul (2006). Le doy mis más 18 Vid. Clark (2004).

sinceras gracias al profesor Herman Paul por facilitar- 19 Vid. Megill (1989); y Connor (1996).

me una copia de esta —su todavía inédita— tesis doc- 20 Debemos distinguir entre «la postmodernidad»

toral. El mismo White confirma esta conexión: Jen- y «el postmodernismo», como fase cultural del capita-
kins (1998): 72 y 74. Por otro lado, Paul está elabo- lismo tardío (en la que vivimos) y como corriente (in-
rando una interesante obra sobre las implicaciones telectual y artística) que es crítica de la modernidad y

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Aitor Manuel Bolaños de Miguel

de la dinámica socio-política actual (postmodern criti- 46 Munslow (2007): 15 y 17.


que), respectivamente, Jenkins (2009a): 11. Sin em- 47 Jenkins (2006a): 33 y 34.
bargo, podemos utilizar indistintamente ambas pala- 48 Jenkins diría representaciones «fallidas»: Jen-
bras para referirnos a la obra de los autores estudiados kins (2003c).
en este trabajo. 49 Ankersmit (2006): 328. En este artículo,
21 Vid. Attridge (1997); Munslow (1997); y Rorty
Ankersmit añade que tenemos a la escritura de la his-
(1982). toria para compensar la ausencia del pasado ya que la
22 Jenkins (2008a): 60; y Rorty (1991): 21-42, es-
representación significa, literalmente, hacer algo pre-
pecialmente 26 y 41. sente de nuevo —o traer algo al presente otra vez—.
23 Vattimo (2004): 47 y 117. 50 Jenkins (2006a): 167.
24 Precisamente porque esta liberación nos hace 51 Jenkins (2003a): 5, traducción nuestra.
reflexionar, por ejemplo, sobre la memoria de los ven- 52 La influencia de Sande Cohen en la obra de Jen-
cidos y de las víctimas de la historia, que han sido kins es digna de tener en cuenta. Vid., por ejemplo,
siempre olvidados por la historiografía. Vid. Mate Cohen (1999) y Cohen (1993). Recientemente, Jen-
(2008). kins ha editado un número especial de la revista Re-
25 Domanska (2008): 15.
thinking History sobre la obra de Sande Cohen: vid.
26 Jenkins (2006a): 171. Jenkins (2008c).
27 Godoy (1999). 53 Jenkins (2003b); Jenkins (1995); Jenkins
28 Relativismo y anti-universalismo que ya se en- (1997). Una excelente introducción (y resumen) a to-
contraban presentes en la crítica de la filosofía política das estas cuestiones, en: Jenkins (1996b).
occidental que supuso su tesis doctoral: Jenkins 54 Jenkins publicó varios artículos durante los años
(1975): 2 y 6. 1997-99 adelantando su postura «anti» historiográfica.
29 Sin embargo, Norris sí ha defendido a Derrida Puede verse, por ejemplo, Jenkins (1997b). Un resu-
de muchos de los detractores de la deconstrucción: men de sus posturas post-Why History? en: Jenkins
Norris (2002). (2000b), donde el autor expone sus dos argumentos
30 Jenkins (2006a): 64. principales: que las formas de pensar postmodernas
31 «History is never for itself; it is always for so- han problematizado la historia lower case —es decir,
meone», Jenkins (2003b): 21 [hay traducción al caste- la historia con “minúsculas»— y que, probablemente,
llano, Jenkins (2009b)]. esas formas de pensar señalan el fin del «pasa-
32 Jenkins (2003b): 7. Esta diferenciación entre el do-como-historia». Vid. también, sobre el fin de la his-
pasado y la historia —que nos avisa de la distancia en- toria: Jenkins (2002); y, por último, sobre este cambio
tre ambos— es crucial tanto para la profesión como en su obra, vid. Jenkins (2009a): 217.
para los postmodernos. Sin embargo, los historiadores 55 Kellner (1989).

se esfuerzan por acortar esa distancia identificando, en 56 Megill (1985) y Megill (2007).

muchos momentos, al uno con la otra. Vid. también: 57 Rosenstone (1995); y Munslow, A. y Rosensto-
Jenkins (2003d): 2 y 3. ne, R. A. (2004).
33 Jenkins (2003b): 23. 58 Gumbrecht (2004); Gumbrecht (2005), y Gum-
34 Jenkins (2003b): 77. brecht (2006).
35 Kellner (1989): 12. 59 Schama (1993) y Schama (1989).
36 Cohen (1993): 62 y 152. Vid. también Davies 60 Jenkins (2004d): 134.

(1989): 282. 61 Jenkins (2006a):160.


37 Jenkins (2003b): 67. Una respuesta a esta posi- 62 White (2009): 3; y Rosenstone (2000): 183.
ción, en Lyon MacFie (2009). 63 Jenkins (2006a): 27; Wineburg (2001): 6 y ss.;
38 Jenkins (2003b): 31-32; traducción en Jenkins
Yerxa (2008): 36; y Price (2002), gracias a Marisa
(2009b): 34. González de Oleaga por esta referencia.
39 En este punto, Jenkins recupera las reflexiones 64 Jenkins (2006a): 335. La bibliografía sobre
de Alain Badiou: Jenkins (2005): 17 y ss. Vid. también «otras formas» de historizar —o de relacionarse con el
Jenkins, K. y Brickley, P. (1988). pasado— es muy abundante. La revista History and
40 Sobre la cuestión de la objetividad en la histo-
Theory ha publicado decenas de artículos sobre la ma-
riografía, vid. Novick (2005); y Haskell (1998). teria.
41 Vid. las sugerentes reflexiones de Jenkins sobre 65 Jenkins (2009a): 5.
la empatía en: Jenkins, K. y Brickley, P. (1989). LaCa- 66 Jenkins (2007b): 2 de la copia que me envió el
pra también ha subrayado la importancia de la empatía profesor Jenkins. En la misma página, Jenkins se defi-
en cualquier acercamiento al pasado: LaCapra (2006). ne como un «realista trascendentalista», trascendental
42 Jenkins (2009a): 238.
realist, y, un poco más adelante, como un radical anti-
43 Jenkins (2006a): 32.
representationalist (p. 4). Ankersmit escribe que se
44 Jenkins (2006a): 184. puede ser positivista o empirista —en relación con la
45 Jenkins (2003a): 49. Vid. la review de Roth capacidad cognitiva de los enunciados— y, a la vez,
(2004). Y Ankersmit (1983). tomarse muy en serio la teoría estética de la represen-

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Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

tación al considerar el texto historiográfico como un 86 Kaye (1989): 224.


todo, Ankersmit (2005): xiv. Vid., también, Jenkins 87 Como opina Ankersmit (2001): 15. Vid. Osbor-
(2008a): 61, donde Jenkins añade las características ne (2005); y una comparación entre White y Jenkins,
«idealista intersubjetivo» y «nominalista». en Tozzi (2006): 122.
67 Jenkins (2006a): 23 y 132. Jenkins ha escrito 88 Citamos de las siguientes ediciones: Deeds

que fueron Peter Brickley y Philip Jenkins quienes le Ermarth (1992) y Harlan (1997).
convencieron de que el relativismo es la solución a los 89 Jenkins (2006a): 267.

problemas de la existencia y de la moral. Con el pri- 90 Otro aspecto no novedoso de la postmoderni-


mero de ellos, Jenkins ha escrito varios artículos que dad, ya que lo podemos encontrar en Spengler, por
fueron publicados en la revista Teaching History. Vid. ejemplo. Deeds Ermarth (1992): 22; el tiempo, dice
también: Jenkins (2007a): la tesis de este breve artícu- Ermarth, no es neutral ni absoluto sino que es una fun-
lo es que el pasado puede ser leído o imaginado, por ción de la posición, literalmente de la posición del lec-
cualquiera, de cualquier forma que quiera. Vid. tam- tor. La temporalidad postmoderna hace a la misma
bién Munslow (2000): 188. temporalidad parte de un sistema de valores y de énfa-
68 Domanska (2008): 18; Jenkins (1995): 123; y sis.
Jenkins (2008a): 70. 91 Vid. Deeds Ermarth (1998): 28; y Huehls
69 Desarrollado en textos como Jenkins (2009a): (2009): 5.
255-269. Podemos encontrar más respuestas en 92 Sobre el contextualismo, vid. Jay (1993); y
Ankersmit (2001): 13-17, p. 22 y capítulo 2. VV.AA. (2009).
70 Jenkins (2006a): 273, entre muchas páginas. De 93 Deeds Ermarth (1992): 14.

Derrida, Jenkins también recupera su análisis acerca 94 Vid. Rosenstone (1996a).


de los tres tipos de violencia en la producción de sen- 95 Deeds Ermarth (1992): 14, 21, 46 ó 109.
tido. 96 Vid. González de Oleaga, M. y Bolaños de Mi-
71 Jenkins (2006a): 27; y Jenkins (2009a): 267.
guel, A. M. (2008a) y González de Oleaga, M. y Bola-
72 Una excelente interpretación de la obra de De-
ños de Miguel, A. M. (2008b).
leuze en Hallward (2006). 97 Un experimento historiográfico postmoderno
73 Jenkins (1999). —impresionante por su documentación y deslumbran-
74 Salvo el propio Hayden White, vid. Paul (2008) te por su imaginación— es la novela gráfica de Moo-
y Jenkins (2009a): 16. Jenkins y Ankersmit estudiaron re, A. y Campbell, E. (2001).
historia pero no se les puede considerar historiadores 98 «Postmodernity offers new births», Jenkins

profesionales. De todas formas, Ankersmit ha despun- (2003a): 70.


tado en el campo de la historia intelectual y de la his- 99 Deeds Ermarth (1992): 23.
toria de la historiografía. Vid. una serie de entrevistas 100 Jenkins (2006a): 280.
a algunas de estas personalidades, en Osborne (1996). 101 Domanska (2008): 18 y 19. Vid. también Pih-
75 Jenkins (2005): 15; y Jenkins (2009a): 218.
lainen (1999): 9. La influencia de Nietzsche sobre la
76 Jenkins (2004a): 60. En Refiguring History obra de Jenkins es fundamental. Su tesis doctoral ver-
—un texto de 2003— y en algunos artículos de años só sobre Ideology and Science in the Political Thought
inmediatamente anteriores y posteriores, Jenkins desa- of F.W. Nietzsche, S. Freud and G. Sorel, 1975, copia
rrolla su argumento radical sobre la innecesidad de la privada facilitada por el autor. Vid. también: Jenkins
historiografía tradicional, académica y profesional e, (1982).
incluso, sobre la innecesidad de cualquier tipo de his- 102 Jenkins (2009a): 17.
toriografía, incluida la postmoderna. Para conocer las 103 Harlan (1997): xvii y xix. Vid. Margolis, J.,
intenciones políticas que subyacen en la obra de Jen- «Relativism and Interpretative Objectivity», en Mar-
kins, vid. Jenkins (2003a): 5. golis, J. y Rockmore, T. (2000).
77 Deeds Ermarth (1992): 43; Jenkins (2006a): 104 Harlan (1997): xx.
288; vid. también Deeds Ermarth (2004). 105 Jenkins, K., «Disobedient Histories: The Irre-
78 Jenkins (2006a): 36.
verent Relevance of Future Pasts», copia privada,
79 Jenkins (2006a): 25, 35 y 37. p. 23, traducción nuestra.
80 Jenkins (2009a): 12, traducción nuestra. 106 Deeds Ermarth (1992): 14.
81 Como han subrayado Hayden White y Sande 107 Jenkins (2006a): 269.

Cohen, entre otros. 108 Davies (2006) y Bolaños de Miguel (2007).


82 Para todas estas cuestiones, vid. Breisach (2003). 109 Vid., por ejemplo, Cohen (1996).
83 Jenkins (2009a): 13. 110 Jenkins (2003b): xiv.
84 Jenkins (2006a): 221. 111 Vid. Steiner (2006): 17. Sin embargo, el propio
85 Domanska (2008): 13. En este punto, es necesa- Steiner se pregunta al final del libro, «¿dónde está el
rio mencionar la posición de Sande Cohen sobre la na- programa de un modo de percepción humana que esté
turaleza desintelectiva de la historia académica y su libre del “fetichismo” de la verdad abstracta?» (Ídem,
marcada tendencia política conservadora. Vid. Cohen 178).
(2006): 260; y Cohen (1993): xxiii. 112 Jenkins (2006a): 17; y Korhonen (2006).

ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097 237


Aitor Manuel Bolaños de Miguel

113 Jenkins (2009a): 7 y 8. mediante los imaginarios propuestos por la intelectua-


114 Vid., por ejemplo, Jenkins (2004b). lidad extraordinaria del pensamiento postmoderno», y
115 Jenkins (2006a): 333. Jenkins (2009a): 37.
116 Ankersmit (2003): 417, donde Ankersmit sub- 122 Jenkins (2003b): 68; y White (1990): 227, nota

raya que lo que diferencia a los historiadores como 22. Sobre el relativismo de White, vid. Baghramian
Maquiavelo, Michelet o Ranke de nuestros contempo- (2005): 86.
ráneos es que los primeros comprendieron los proble- 123 Vid. también White (2010): 61; y Connor

mas de la época y consideraron a la historia como el (1996): 34.


único instrumento para dar sentido a dichos proble- 124 Badiou (2006): 23.

mas, con un sentimiento de urgencia que les falta a los 125 Jenkins (2009): 150, donde Jenkins habla de

segundos. «disobedient histories».


117 Jenkins (2006a): 334. Ni siquiera su estudio so- 126 Walzer (1998): 100.

bre la izquierda norteamericana es un texto «histori- 127 Appleby, J.; Hunt, L. y Jacob, M. (1998): 15 y

zante» o con pretensiones descriptivas: es simplemen- 23.


te un intento provocador y presentista por resituar las 128 Derrida (1996): 4, nota 1.

ideas de la izquierda en la escena pública, conforme a 129 Jenkins ha caracterizado, recientemente, a la

su posición liberal y relativista, Rorty (1999). «deconstrucción postmoderna» como «totalmente op-
118 Que tanta influencia ha tenido, incluso en la timista», en el sentido nietzscheano del término, en
crítica literaria y cultural, tan cara al propio Derrida: Jenkins (2005): 25.
vid., por ejemplo, VV.AA. (2003). 130 Algunas reflexiones en su última obra: Jenkins
119 Sobre Lyotard, vid. Jenkins (2004c). (2009a). La opinión de Cornel West sobre las relacio-
120 Fish (1989). nes entre una posición historicista, contextualista y, fi-
121 Jenkins (2006a): 56 y 339: «ahora podemos vi- nalmente, revisionista, y una defensa de la libertad y
vir fuera de la historia pero en el tiempo, fuera de la de la democracia radical, es muy interesante, vid.
ética pero en la moralidad, en formas emancipatorias Osborne (1996): 132.

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