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Terrorismo en El Peru
Terrorismo en El Peru
Tendríamos que hacer una revisión histórica de esas luchas para encontrar las raíces de
Sendero y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru de Víctor Polay, que salió a la luz dos
años después del movimiento de Abimael Guzmán.Hacer esa revisión histórica nos llevaría más
del tiempo permitido para la exposición del presente tema, aunque para entender mejor al
fenómeno terrorista tendríamos que colocarlo, de todas maneras, y necesariamente, a la luz de
las etapas de esa historia; es por eso que mientras se escriba el presente ensayo nos
referiremos, tangencialmente, a momentos que no podríamos dejar de mencionar. Como lo
que pretendemos es trabajar sobre Sendero, sería conveniente referirnos brevemente a sus
orígenes, así como a su fundador, Abimael Guzmán, también conocido, por sus seguidores,
como el Presidente Gonzalo.
En el año 1928 José Carlos Mariátegui fundó el Partido Socialista Peruano, dos años
después pasó a llamarse Partido Comunista Peruano (PCP), cuyo medio de comunicación
escrito es el semanario Unidad, por eso también es conocido con el nombre de PCP Unidad.
Con el transcurrir del tiempo, el Partido se fue subdividiendo; unas veces debido a conflictos
internos y otras a externos (ruptura entre ellos a nivel mundial, que se reflejaba en el país).
Entre esas subdivisiones estaba el Partido Comunista Peruano-Bandera Roja (PCP-BR), cuyo
medio de comunicación escrita es el semanario Bandera Roja. Este, BR, se subdividió en dos
grupos, uno dio origen al Partido Comunista Peruano-Patria Roja (PCP-PR), cuyo medio de
comunicación escrita es el semanario Patria Roja; y el otro es el Partido Comunista del Perú,
más conocido como Sendero Luminoso (PCP-SL), cuyo medio de comunicación escrita, al inicio
bajo la sombra, es el Diario de Marka, que fue en donde se publicó La Entrevista del Siglo, que
le hicieron a Abimael Guzmán.
Guzmán, en el año 1960, fundó el Partido Comunista del Perú, y para diferenciarlo de
los demás partidos comunistas le agregó la palabra “del”, teniendo como base los postulados
maoístas pero partiendo siempre del marxismo. Todavía no aparecía la designación de Sendero
Luminoso. Guzmán decía que así como Lenin había aplicado la filosofía marxista en Rusia, y
Mao en la China, él la iba a aplicar a la realidad peruana pero siempre respetando el
pensamiento de Mariátegui. Es a partir de aquí que sus seguidores difunden el marxismo
leninismo maoísmo pensamiento Gonzalo (Gonzalo, como sabemos, es el nombre de Abimael
pero en la clandestinidad). Más adelante decían que Guzmán era la cuarta espada del
proletariado, después de Marx, Lenin y Mao. En la clandestinidad lo proclamaron presidente
del Perú y a nuestro país le cambiaron de nombre, pues a partir de entonces se empezó a
llamar República Popular de Nueva Democracia.
El hasta entonces gobierno militar cerraba revistas, a los diarios se les ordenó
abstenerse de propalar noticias que pudieran provocar la perturbación del orden. Se
deportaban líderes y los principales cabecillas eran puestos a disposición de los tribunales y se
autorizó a las tropas a hacer uso de las armas para sofocar cualquier disturbio, llegando,
incluso, a haber víctimas civiles como consecuencia del uso de esas armas. A su vez, el
Gobierno advirtió a los partidos políticos que si seguían los paros no habría elecciones
generales, motivo por el cual empezaron a disminuir y así la colase política lograría su tan
ansiado anhelo: retornar a la democracia luego de 12 años de dictadura militar.
A inicios de 1980 empezó la campaña para las elecciones generales que devolvería la
democracia al país. Acción Popular no tuvo problemas en lanzar como candidato a Fernando
Belaúnde, conocido como “Un Señor”, o “un presidente de lujo” para los peruanos, además
tenía el slogan de trabajar y dejar trabajar, se le veía carismático. El APRA, luego de fallecido
Haya, y después de una bochornosa elección dentro del Partido para elegir a su candidato,
logró imponer, a golpes, en un Congreso de delgados en Trujillo, como candidato a la
presidencia de la república, a Armando Villanueva. Andrés Townsend, otro de los candidatos
del Partido del Pueblo, quien se creía favorito para ser el elegido, y quien debió ser un justo
ganador, se resignó a ser el candidato para la primera vicepresidencia. El APRA había ganado
las elecciones en la Asamblea Constituyente con el 33% de los votos y sólo deberían mantener
esa ventaja para salir airosos en las elecciones generales. Conocida la imposición de Villanueva,
inmediatamente empezó el bombardeo a los “compañeros” porque el año anterior, 1979, se
recordaron cien años de la Guerra del Pacífico y el sentimiento anti chileno estaba en
efervescencia; la esposa del entonces candidato aprista (Armando Villanueva) es chilena. Esto
fue aprovechado por la oposición para ubicarse mejor y escalar en las encuestas. Lo lograron.
Además jugaron otras variables, como la antipatía por su forma de ser y de dirigirse a los
medios (además de la fama de búfalo), que de por sí generaba el líder aprista. Belaúnde supo
aprovechar el símbolo de su partido, la lampa, para dirigirse a los peruanos del llamado “Perú
Profundo”, en donde predomina la agricultura y ganadería. La lampa es una de las principales
herramientas de trabajo para los peruanos de esa parte del país.
La izquierda, en esos años dividida, no pudo consolidarse y don Genaro Ledesma, Jorge
del Prado, Meza Cuadra, Hugo Blanco, Rolando Breña, Carlos Malpica, Javier Diez Canseco,
Alfonso Barrantes y Horacio Zeballos no se pudieron integrar, por lo que fueron al fracaso. Esto
fue más notorio porque los militantes de la extrema izquierda, que no creían que el poder se
obtenga por la vía electoral sino por la lucha armada, no participaron en las elecciones. Esos
grupos estaban encabezados por Sendero Luminoso, y más bien se dedicaron a acosar, insultar,
golpear, lanzar piedras, a los demás grupos de izquierda que sí participaban en las elecciones,
considerándolos como revisionistas, traidores a la lucha, etc.
Las elecciones fueron ganadas por Belaúnde, con su símbolo la lampa, nada menos que
con el 45% de la votación pero también había empezado la guerra generada por Sendero
Luminoso. Fue en la madrugada del 17.05.1980, en Chuschi, Ayacucho, cuando cinco jóvenes
irrumpieron en el lugar donde se iban a llevar a cabo las elecciones del día siguiente y
quemaron las ánforas y el padrón de electores.
Tiempo antes se habían organizado las “escuelas militares” en donde los jóvenes
simpatizantes de Sendero recibían instrucción desde la preparación de explosivos hasta
técnicas demolición, preparación de emboscadas, manejo de armamento y puntería, armas
silenciosas, formas de seguimiento, espionaje y contraespionaje, chantaje, amenazas,
secuestros, interrogatorios, torturas. Se les enseñó a soportar una guerra prolongada, técnicas
para cercar las ciudades desde el campo, a conquistar bases para que sirvan de apoyo en la
lucha.
De manera simultánea, los subversivos empezaron a captar las instituciones del Estado.
Patria Roja se infiltró en el SUTEP y así aseguraron el aspecto de la educación, en donde los
maestros instruían a los alumnos. Asimismo, ingresaban a las escuelas de suboficiales de las
fuerzas armadas y de las fuerzas policiales para conocer las estrategias que estas instituciones
usarían para combatirlos. No faltaban aquellos que ingresaban al ejército como soldados para
tener también una preparación, saber manejar armamento pesado y de ser posible desertar
con el FAL. Del mismo modo, formaron la agrupación “Abogados Democráticos” que se
encargarían de la defensa de quienes sean detenidos. Para visitar a los detenidos en las
cárceles se formó la agrupación “Socorro Popular”, los mismos que se encargaban de llevarles
alimentos y medicinas.
La noche del 28 de julio de ese año, sólo algunas horas después que el nuevo
mandatario hubiera juramentado, se produjo el primer apagón en Lima. Cuando se quisieron
hacer las investigaciones del caso, el Ministro del Interior, De La Jara, se dio con la sorpresa que
no existían archivos en el servicio de inteligencia acerca de los grupos subversivos, a pesar que
ya se tenía conocimiento que se estaban preparando para iniciar la lucha armada. Iniciadas las
investigaciones, se descubrió que muchos escritos habían desaparecido de ese ministerio.
Había ocurrido que con el cambio de gobierno los altos jefes policiales, que habían servido al
gobierno militar saliente, fueron invitados a pasar al retiro y ellos se llevaron valiosa
información para que quienes entren se sientan ridiculizados y los vuelvan a llamar.
Lamentablemente cuando se descubrió la pérdida de estos archivos ya habían pasado dos
años. Todo esto generó un gran escándalo a través de los medios.
La guerra civil ya se había iniciado. Por parte del gobierno no se sabía. Sendero se venía
preparando desde hacía mucho tiempo. Los terroristas encontraron a un gobierno con su clase
política dividida. Mientras el primer mandatario, luego de ganar las lecciones, llamaba a
concertar un gobierno de ancha base, dentro de su propio partido había división porque
buscaban controlarlo, desde adentro, dirigentes como Miguel Alva Orlandini, Manuel Ulloa
Varas y Oscar Trelles Montes. Por otro lado, luego de la desastrosa pérdida electoral, el APRA se
había quebrado porque Andrés Townsend se había alejado del partido para crear el suyo
propio (Movimiento de Bases Hayistas). Luis Bedoya, que también candidateó a la presidencia
de la república, había perdido las elecciones por amplio margen. Los representantes de la
izquierda que habían salido electos al Congreso de la República, se declararon en oposición al
nuevo régimen y algunos de ellos justificaban el accionar de los terroristas porque luchaban
por las reivindicaciones del pueblo.
Como no se les daba la importancia debida, contribuía al avance del terrorismo, sobre
todo al interior del país, ya no en la sierra central sino que empezó a manifestarse en
departamentos aledaños. Avanzaban con cuidado extremo, coordinando sus acciones y
examinándolas de inmediato. La confianza, descuido y poca importancia mostrada por el
Estado les fue dando frutos y la violencia, de manera rápida, fue creciendo marcadamente. Los
pasos siguientes fueron los de intensificar las acciones, las mismas que se materializaron en
movilizaciones armadas, boicot electoral para las elecciones de alcaldes que fueron a fines de
1980, las mismas que fueron ganadas por Acción Popular, en la mayor parte del Perú y en Lima.
Así, paulatinamente fueron calando en la población, la misma que a veces, cuando veía
algunas injusticias de parte de los gobernantes, justificaban el accionar de la subversión. Fue
creciendo el número de simpatizantes, quienes eran entrenados en lugares clandestinos.
Tenían muy en cuenta a Mao, quien decía que siempre hay que luchar, y si se fracasa, luchar de
nuevo, aunque se fracase de nuevo pero nuevamente seguir luchando y así hasta la victoria
final. Esa era la lógica de los militantes subversivos y que más tarde debería ser transmitida al
pueblo para que sigan combatiendo y no se desanimen cuando se presenten adversidades.
Con motivo del aniversario de la Guardia Civil, el 30 de agosto, de 1980, y con sólo
apenas un mes del nuevo gobierno democrático, en el hipódromo de Monterrico se corrió el
clásico hípico “Guardia Civil”. El general Balaguer asistió pero no saludó al ministro De La Jara,
además se sentó en otro lugar. El ministro se retiró solo. Ese día el general, ante los medios,
declaró que existía un plan premeditado de la ultraizquierda para conmocionar el país y alterar
la paz social con paros, huelgas y actos subversivos. El ministro ordenó al su viceministro que
hiciera un comunicado público desautorizando las declaraciones del general y retirándole su
confianza, a la vez que le renovó la confianza a la Guardia Civil, como Organismo Tutelar del
Estado.
El presidente invitó al general rebelde, así como a un grupo numeroso de altos oficiales
que lo apoyaban, a Palacio. Belaunde renovó su respaldo al ministro y le ofreció al rebelde el
puesto de agregado policial en la embajada del Perú en Washington. Era un puesto inexistente
que fue creado en ese momento. Los altos, mandos que lo acompañaban esperaban una
negativa del general pero éste aceptó.
Las horas que duró el conflicto, así como la división de la policía, se vieron reflejadas en
las comisarías a nivel nacional. En esos años, los ambientes de las comisarías eran compartidos
entre la GC y la PIP. Los guardias civiles expulsaron a los de la policía de investigaciones de
todas sus dependencias, pues los de la GC eran mayoría. Hubo intercambio de lanzamiento de
bombas lacrimógenas y disparos al aire. Inmediatamente se juramentó al segundo oficial de
mando en la GC, el general Catter Arredondo, el mismo que aceptó comandar la institución y
paulatinamente los demás oficiales empezaron, a regañadientes, a ofrecer su lealtad, tanto a
su nuevo jefe como al ministro. Sin embargo, había otros que seguían rebeldes y no se
doblegaban, seguían en los pasadizos del ministerio, hasta que poco a poco llegó la calma. Esto
demostró la desunión de estas tres fuerzas, lo que se vio reflejada al momento de la lucha para
poner orden, pues entre ellos trataban de indisponerse. Sendero salió ganando porque estas
fuerzas estaban divididas.
Al llegar las elecciones municipales, a fines de los 80, ganó Acción Popular en la mayor
parte del país. Sin embargo, hubo mucho ausentismo así como votos viciados y en blanco,
hasta llegar al extremo que la suma de votos nulos y viciados, en los distritos donde imperaba
la subversión, era mayor al número de votos válidos, lo que indicaba que la fuerza de Sendero
en esos lugares era muy superior a la supuesta.
A fines de este año ya había las primeras víctimas humanas. En las provincias, sobre
todo de la sierra central, aparecieron las primeras víctimas mortales, las mismas que
paulatinamente se fueron incrementando hasta llegar a momentos alarmantes. A finales de ese
año, con motivo del nuevo año, hubo apagones en muchos lugares del país. El 26 de diciembre
de ese año, en Lima, varios perros amanecieron colgados en postes de luz, envueltos en telas
en donde se veía la hoz y el martillo. Demoraron algunas horas en ser bajados porque había el
rumor que dentro de esas envolturas había explosivos. Las torres de conducción eléctrica son
derribadas con mayor frecuencia dejando en tinieblas las grandes ciudades, pero todavía no
hay mayores víctimas que lamentar. La lucha había empezado primero en las serranías
(Ayacucho, Huancavelica y Apurimac) y la naciente democracia aún no había sido afectada
demasiado. El presidente, el lugar de preocuparse y cortar el problema de raíz, seguía
calificando de abigeos a los terroristas, que sólo andaban de pueblo en pueblo expulsando a
los terratenientes, castigando a los usureros e infieles. Lejos estaban todavía los llamados
juicios populares en la cual la pena es generalmente la ejecución del condenado.
Como el número de los atentados era muy grande, se empezó a atribuir la autoría de
éstos a grupos paramilitares o de comandos, dependientes de la Guardia Civil o de las fuerzas
armadas, o de la CIA. Agregaban que estaban tratando de desprestigiar al nuevo gobierno
democrático y para dar a entender que los militares eran imprescindibles para seguir
gobernando y deberían volver a hacerlo para que vuelva el orden.
Fue entonces cuando recién, los primeros días de enero de 1981, los medios se
interesaron en el tema. Patricio Ricketts Rey de Castro viajó a Ayacucho para hacer las primeras
entrevistas e hizo la primera descripción fidedigna, en los medio peruanos, de la insurrección.
Le comunicaron que Ayacucho había sido declarado la cuna de la revolución mundial, que
estaban sometidos a Marx, Lenin y Mao. Atacaban a los integrantes de la izquierda
democrática. El columnista dijo que los jóvenes de la dinamita, que se habían estado
preparando desde hace diez o quince años atrás, no eran terroristas y que el Perú se encuentra
viviendo una guerra civil abierta. Agregó que lo que hoy vemos es el fruto de una larga
paciencia y no de una improvisación atolondrada. Continuó diciendo que mucho antes de
emprender el primer robo de cartuchos, ya habían establecido en Ayacucho un semillero
nacional en las alturas de Cangallo y Víctor Fajardo, la primera zona liberada. (Caretas, 5 de
enero de 1981).
A esto se debió gran parte del éxito que tuvo Sendero durante los años siguientes. Los
primeros logros importantes, y casi inmediatos que obtuvo, fue el rápido control de los
departamentos de Ayacucho, Huancavelica y Apurimac. A partir de aquí los terroristas
empezaron a ser vistos de manera más seria y a ser reconocidos que tenían más fuerza de la
supuesta, pues se convirtieron en una organización mucho más grande y disciplinada de lo que
casi todos supusieron entonces, o después; distribuida territorialmente, con un sistema básico
pero funcional de comunicación y una dirección centralizada, que garantizaba un control
unificado del aparato partidario en todo momento.
En el primer semestre de 1981 se empezaron a dar las primeras leyes para tratar de
frenar la subversión, en donde se incluyó la prohibición de hacer apología al terrorismo, ya sea
de manera escrita o verbal. Sendero respondió con tal cantidad de atentados que fue
considerado no sólo como una organización claramente malévola, sino clínicamente demente.
Parecía que el estado mayor de la organización operaba desde alguno de los manicomios
limeños, y que el misterio pendiente era descubrir cómo habían logrado persuadir a alguien
para que ejecutara esas acciones. El gobierno democrático, por su parte, siguió endureciendo
sus acciones y empezó a detener a ciudadanos en forma desmedida, los mismos que salían
rápidamente en libertad gracias a la pronta acción de la Asociación de Abogados Democráticos,
que era una organización integrada por simpatizantes de Sendero.
La izquierda marxista legal condenó en forma unánime esos atentados, a la vez que
volvían a declarar que la mayoría de ellos habían sido llevados a cabo por miembros de las
fuerzas policiales, para provocar una represión mayor y para justificar las ampliaciones
presupuestales que ya entonces se gestionaban desde el Ministerio del Interior.
Mientras tanto, el objetivo de Sendero se centró en convertir la guerra en la
preocupación central de los peruanos mediante el incremento radical de la violencia, haciendo
que la sangre no goteara sino inundara. Para lograrlo, era indispensable de dos cosas a los
militantes senderistas: la necesidad de matar en forma sistemática y despersonalizada, para
aplicar la estrategia acordada; y como premisa necesaria de lo anterior, la disposición, más aún,
la expectativa de entregar la vida propia. Esto último era conocido como “la cuota”. Esto
permitió darle a Sendero la reputación de un culto tanatófilo antes que la de un partido
marxista. Guzmán respondía que tenían que haber decenas, centenares y miles de muertos,
que la sangre iba a correr en ríos, y la única manera de triunfar era cruzando esos ríos de
sangre. Citaba pasajes bíblicos y decía que el camino es largo. Un Sinaí sangriento, tan
inevitable como históricamente necesario. Al otro lado estaba la tierra prometida. Es por eso
que”la cuota” se hizo como un voto de consagración: la disposición, y aún la expectativa de
entregar la vida cuando el partido lo dispusiera. Por eso, Sendero marchó más allá de los que
habían hecho otros partidos comunistas, donde se intentó siempre mantener la ficción antes
que el autosacrificio.
Cada día la situación se volvía más incontrolable, por eso, el 12 de octubre de 1981, al
año siguiente del retorno a la democracia, el Gobierno decretó el estado de emergencia,
principalmente en el departamento más convulsionado en esos momentos (Ayacucho), más
tarde se haría extensivo a otros departamentos aledaños y así en gran parte del territorio
nacional. La capital no estaba al margen de ello. Al inicio se le encargó a las tres fuerzas del
policiales el control del estado de emergencia pero contando siempre con el total apoyo de las
fuerzas armadas. Dicho apoyo consistiría en armamento, transporte y comunicaciones, fusiles
FAL, equipos de radio, helicópteros, camiones portatropas. Aquí ocurrió algo insólito, por decir
lo menos, porque todo el material logístico, y lo ya antes mencionado le fue alquilado a la
policía, además no había quien maneje los camiones, helicópteros, manipule los equipos de
comunicación para estar informados a nivel nacional.
El objetivo principal del primer estado de emergencia para esa zona era viabilizar el
restablecimiento y mantenimiento del Orden Público, frente a las graves alteraciones del
mismo que han generado el Estado de Excepción. El retorno de la paz debía lograrse en 60 días.
Para esto, el general de la GC, Barreto, jefe de esa región, contaba con un poco más de mil
efectivos (de las tres fuerzas policiales) para restablecer el orden que se le había
encomendado. Los policías que llegaron desde Lima, o de otros lugares, desconocían el terreno
y no tenían experiencia contrasubversiva y tuvieron que viajar sólo con sus revólveres, a las
alturas de Huamanga, Huanta, La Mar, Víctor Fajardo y Cangallo, a buscar a los subversivos. El
general, sin embargo, se encontró con que lo prometido por las fuerzas armadas (darles apoyo
logístico) no se cumpliría en su cabalidad, por lo que tuvieron que utilizar otros recursos de
acuerdo al corto presupuesto con el que contaban, por tal motivo debieron contratar autos
para ir a esos lugares. El armamento más sofisticado lo utilizaban los Sinchis, grupo de élite de
la GC, el mismo que ya se había convertido en obsoleto para el momento en que se
encontraban, teniendo en cuenta que Sendero sí tenía mejor armamento porque ya estaba
incursionando en minas, para conseguir dinamita, en puestos policiales y fuerzas armadas para
robar armamento pesad; pedir cupos a empresarios o a narcotraficantes, etc. Con esos medios,
Barreto debería restablecer el orden y mantener la paz.
Sin embargo, el general Barreto, utilizando medios psicológicos, logró inculcar a sus
subordinados el nivel de energía y entusiasmo que se necesitaba para hacer frente a la
subversión. Los instó a que tengan en cuentan que el logro de los objetivos iba a depender de
la unidad que mantuvieran entre sí. Agregó que era el momento de demostrar, en especial a
los militares, lo que la policía, actuando bajo un solo comando, cooperando y no saboteándose
mutuamente, eran capaces de hacer. A continuación, denominó a los más altos jefes de las tres
fuerzas policiales, que estaban en la zona de emergencia, Comando Conjunto de las Fuerzas
Policiales. Los militares respondieron diciendo que esa designación es sólo para ellos y
presionaron al Ministro del Interior para retiren esa denominación. Como era de esperar, De la
Jara aceptó; sin embargo Barreto solidificó la unión operativa de la policía y levantó su moral.
La presencia de la policía en Ayacucho, y sobre todo por la manera tan eficiente con la
que actuó Barreto, permitió que Sendero se repliegue y los atentados cesaron por completo.
Paralelamente se detuvo a mandos terroristas así como a personas que apoyaban el
terrorismo; se hicieron incursiones, registros domiciliarios, incautaciones, arrestos, control de
extranjeros e indocumentados, se dialogó con la población. A todo esto se sumó la acción de
las patrullas, las mismas que también tuvieron éxito porque habían cumplido con las
incursiones, se capturó a personas que estaban comprometidas con la causa revolucionaria,
incautado cartuchos de dinamita, mechas, fulminantes y folletería. Pero quedaba siempre
flotando una pregunta, ¿será posible llevar este tipo de campañas a una conclusión victoriosa
respetando a la vez los derechos humanos básicos? Más adelante se demostraría,
lamentablemente, que esto no es así.
A fines de octubre del año 1981, en el Cuzco, un estudiante universitario, aprista, que
protestaba en una marcha por el alza de pasajes, murió, después de haber sido detenido por la
policía, como resultado de una golpiza dentro de un puesto policial. Esto obligó al Ministro del
Interior, De la Jara, quien ya contaba con una imagen alicaída, a tener que renunciar bajo el
pretexto de haberse solidarizado con la víctima y porque su conciencia democrática no estaba
tranquila. La verdad es que ya había entrado en desprestigio por no controlar el orden interno
del país. Al hacerse pública su salida, varios parlamentarios de la oposición, y algunos
acciopopulistas, elogiaron sus intenciones, su valor moral, su identificación y defensa de la
democracia, la protección a las leyes y a los derechos humanos y el buen gesto final de la
renuncia. El tiempo lo reconocería como uno de los mejores ministros del interior que tuvo
Belaunde porque demostró que la legitimidad democrática no es un obstáculo, sino el arma
principal en la lucha contrainsurgente. Pero la renuncia tuvo un matiz diferente.
A inicios de enero de 1982 ya las fuerzas policiales habían perdido todo tipo de control
en Ayacucho. Siguió la toma de puestos policiales con los respectivos asesinatos y robo del
armamento; mataban a los prefectos, subprefectos, gobernadores, teniente gobernadores,
alcaldes; ajusticiaban a personalidades importantes que no apoyaban la lucha armada;
quemaban locales; mataban animales a la vez que destruían sembríos; arrojaban a los ríos, o
lagunas, las semillas, plantaciones; amenazaban, castigaban y llegaban en grupos a
determinados lugares para hacer “su justicia” y castigar a quienes supuestamente han estado
actuando en perjuicio de la población. Convocaban a toda la población, en las noches, a la
plaza pública y desde allí se decidía lo que se debería hacer, cómo gobernarse y las decisiones
que se deberían tomar en contra de los que se oponían a ellos.
A los maestros que no se unían a la lucha se les daba plazo para que lo hagan, en caso
contrario también serían ajusticiados. A los miembros de la Iglesia se les pedía no abusar de la
población y que todas sus actividades deberían ser gratuitas. Si existía alguna organización
estatal o privada también se les pedía apoyar la lucha armada. A quienes tenían dinero se les
pedía que lo entreguen. A las familias se les exigía que entreguen a uno de sus hijos, hombre o
mujer para que se una a ellos para ir a combatir, en caso contrario serían llevados a la fuerza.
Les prometían que la población estaría protegida contra todo tipo de delincuencia o de
injusticias. A cambio de eso deberán colaborar con los subversivos en lo que se les solicite:
dinero, alimentos, ropa, o cualquier tipo de donación.
Las fuerzas del orden, sin embargo, continuaban su trabajo, capturaban a senderistas y
visitaban a las comunidades para persuadirlos a que no apoyen a los que alteran la tranquilidad
pública. Los jueces empezaban a dictar sentencias y a enviarlos a la cárcel. Fue aquí cuando
Sendero demostró ser una organización que estaba preparada para todo, pues recurrió al
extranjero para desde allí presionar al gobierno peruano a que deje en libertad a determinadas
personas porque no tenían nada que ver con el problema. Sin embargo, cuando eran liberados,
continuaban en lo mismo o viajaban fuera del país para, desde allá, apoyar a la organización
senderista. Cuando no lograban sacar de las cárceles a los detenidos se empezaba a planificar
las fugas para permitirles su libertad.
A fines de ese año ya fueron las fuerzas armadas las que asumieron la seguridad en la
ciudad de Ayacucho. Se Las acciones contrasubversivas se endurecieron, hubo excesos por los
dos bandos y la situación se volvía cada vez más incontrolable. El 26 de enero de 1983 ocho
periodistas fueron asesinados en la comunidad de Uchuraccay. Las fuerzas armadas dijeron que
los comuneros los habían confundido con terroristas pero los periodistas que no llegaron a ir a
esa comunidad y se quedaron en Ayacucho afirman que fueron las fuerzas armadas. Los
comuneros de ese pueblo dijeron que los militares les habían advertido que ellos sólo llegarían
en helicópteros y quienes lo hagan por tierra deben ser considerados senderistas. Los
periodistas (tres del Diario de Marca, dos de El Observador, uno de La República (de Lima), dos
de Noticias(de Ayacucho), y un guía, habían viajado a Huamanga, y desde ahí a las partes altas
de Huanta, a buscar noticias y de ser posible a entrevistar a algún mando importante de
Sendero. Los comuneros se auto inculparon, dijeron que habían estado bebiendo licor por
demasiados días. También dijeron a la policía que ya antes los subversivos estaban haciendo
incursiones en diferentes localidades y habían hecho daño y mataban campesinos. Es por eso
que todas las comunidades de la región se habían puesto de acuerdo para matar a cualquier
desconocido. Ya antes otras comunidades habían aniquilado a terroristas. No se pudo ni se
puede probar que hubo participación de extraños en la masacre de los periodistas, aunque,
debe recordarse, una sentencia judicial dictaminó que sí hubo presencia de las fuerzas del
orden.
Los daños, tanto materiales como pérdida de vidas humanas, no se podían calcular, ni
tampoco hasta la actualidad, pues las cifras que ha proporcionado la Comisión de la Verdad son
sólo aproximaciones.
El contenido de este ensayo está fundamentado, en parte, por el libro “Sendero” del
periodista Gustavo Gorriti