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Introducción a la psicopatología clínica

Chapter · January 2011

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Mesa-Cid Pedro Juan Francisco Rodríguez-Testal

Universidad de Sevilla Universidad de Sevilla
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Cristina Senín
Universidad de Cádiz
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Introducción
a la psicopatología clínica
PEdRo J. MEsA Cid, JuAn FCo. RodRíguEz TEsTAl
y MARíA CRisTinA sEnín CAldERón
1
Hasta que tengamos datos mejores podemos asumir que todos tenemos razón y estamos
en desacuerdo, o, más probablemente, que todos estamos equivocados y en desacuerdo
(Angst, 1995; p. 88).

1. PUNTO DE PARTIDA mente dicha. Consideramos que no resulta una he-

En un texto previo nos planteamos una serie
de cuestiones que debía afrontar la Psicopatología
como disciplina básica para la Psicología Clínica
y la Psiquiatría. En primer lugar, una profundiza-
ción en la perspectiva bio-psico-social que dé cuen-
ta de la verdadera complejidad de la naturaleza hu-
mana, en este caso, en su funcionamiento alterado.
En segundo lugar, la (re)consideración del síndro-
me como unidad de análisis y no el trastorno, tal
como permanece todavía vigente en las clasifica-
ciones inter-nacionales. En tercer lugar, un desa-
rrollo amplio de la dimensionalidad, tanto en la
concepción general de la Psicopatología, es decir,
en cuanto a su engarce con el funcionamiento nor-
mal, como en la selección y análisis de las varia-
bles psico(pato)lógicas implicadas1.
Este trabajo que presentamos pretende aportar
una propuesta que cubra, esperamos que con for-
tuna, al menos algunos de los objetivos mencio-
nados. Para desarrollar este texto hemos contado
con diferentes profesionales que han tratado de dar
una visión diversa y aplicada de la Psicopatología
Clínica. Por un lado, desarrollamos la pers-pecti-
va que viene enseñándose en las facultades y es-
cribiéndose en la mayoría de los textos de ense-
ñanza y especializados; digamos pues, una visión
esperable que, en realidad, hace más alusión al
diagnóstico clínico que a la psicopatología propia-
rramienta especialmente útil para conocer bien la
naturaleza del sufrimiento humano, pero forma par-
te de una larga tradición cuya principal ventaja (o
única) es el establecimiento de un cierto consenso
para la comu-nidad científica. Por otro lado, y al
mismo tiempo, tratamos de ser especialmente crí-
ticos con esta visión y planteamos puntos de aná-
lisis alternativos con la finalidad de entender me-
jor lo que tiene que ver con el funcionamiento
anómalo y que, además, sea aplicable en el ejerci-
cio profesional. Así las cosas, dependiendo de cada
autor participante, se han revisado las perspecti-
vas recientes con el fin de arrojar luz sobre nues-
tro objeto de estudio. Esto significa que hemos re-
visado y matizado una forma demasiado extendida
de entender la Psicopatología como cautiva del mo-
delo bio-logicista (y genetista) imperante, esto es,
de una concepción de los trastornos como enfer-
medades, obviando la multideterminación de la
conducta humana en la que se supone que todos
estamos de acuerdo como punto de partida.
2. LA PERSPECTIVA BIOPSICOSOCIAL
El avance en el ámbito conceptual y aplicado de
la Psicopatología se ha basado, fundamentalmente,
en el desarrollo de la ciencia médica en su sentido
más organicista; vale decir en un sentido «psicofár-

1 Mesa Cid y Rodríguez Testal (2010).

© Ediciones Pirámide
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16 / Manual de psicopatología clínica
maco-dependiente» o «tomográfico-dependiente».
la maravillosa progresión de la técnica aplicada a
la medicina (neuroimagen) desde la llamada déca-
da del cerebro, el avance deslumbrante de los ha-
llazgos de la genética molecular, los tratamientos
psicofarmacológicos y la confusión entre el diag-
nóstico clínico (criterios internacionales)2 con la ver-
dadera Psicopatología, ha relegado el componente
«Psico» de la tríada de Engel3. En este sentido, al-
gunas voces advierten de la visión deshumanizada
del padecimiento psíquico que se muestra en la ac-
tualidad4, y la guía claramente mercantilista de la
investigación clínica5.
Consideramos que el énfasis biologicista no da
cuenta integrada de lo que le sucede a la persona
que sufre. En todo caso, se aporta una cantidad in-
gente de información deslavazada, dando toda la
impresión de que los loci, polimorfismos, ligan-
dos y la neurotransmisión lo explican todo. incluso,
se ha planteado que, en un futuro cercano, será in-
necesario cualquier forma de análisis psicológi-
co6.
la perspectiva bio-psico-social debe ser algo
más que una declaración de inten-ciones. se ha cri-
ticado, con razón, que esta asunción o marco con-
ceptual para entender el malestar psíquico, no nos
muestra las interrelaciones entre sus elementos y,
a la postre, ha servido para que la concepción o
modelo de vulnerabilidad-estrés (que parece aglu-
tinar todas las explicaciones consideradas acepta-
bles) reduzca los componentes no biológicos a me-
ros precipitantes7.
la investigación ha mostrado, como veremos
en diferentes capítulos, que no todo es explicado
2 El propio Berrios (2007) cuestiona que en las clasificaciones
como el dsM se hable en demasía de criterios diagnósticos y muy
poco sobre los síntomas y signos.
3 Quien ya advirtió del riesgo del reduccionismo médico y la
posible deshumanización consecuente (Engel, 1980).
4 Andreasen (2007).
5 gonzález Pardo y Pérez Álvarez (2007).
6 Hasta el punto de que este materialismo cuestiona un trata-
miento, p.ej. terapia cognitiva, por su coste elevado, no por su efi-
cacia (Brendel, 2000).
7 Read (2005).
8 Kinderman (2005).
9 Consideramos que este modelo simplemente ordena los dife-
por los componentes biológicos; que es necesaria
una verdadera comprensión de los procesos psico-
lógicos implicados en los trastornos y que la pers-
pectiva bio-psico-social debe ser, en realidad, el
antídoto al reduccionismo que históricamente nos
ha llevado a acercar en demasía el zoom sobre el
objeto de estudio. Por ejemplo, podemos asumir
que una paciente con un trastorno grave de la per-
sonalidad tiene alguna disfunción en la neuro-
transmisión (probablemente se señalarán las vías
seroto-ninérgicas); o atender a un componente de
rasgo que desajusta sus emociones (casi seguro el
neuroticismo), esquemas cognitivos que sugieren
una inestabilidad en la organización de su funcio-
namiento interno, o resaltar que, desde muy joven,
recibió falta de seguridad emocional e incluso su-
frió abusos de forma reiterativa8. ¿Realmente de-
bemos considerar algún aspecto de forma aislada?9
o, por el contrario, deberíamos asumir que en mu-
chas, tal vez en demasiadas ocasiones, desconoce-
mos no sólo las causas, sino las variables implica-
das en los fenómenos que estudiamos.
Actualmente hay cierto consenso en que las cla-
sificaciones diagnósticas no han sido especialmen-
te útiles (desde luego no para la Psicopatología
como disciplina básica)10. la mejora de la fiabili-
dad con las últimas ediciones de los manuales de
la APA y de la oMs es evidente, pero no se acom-
paña de la validez que se precisa. se han multipli-
cado las categorías diagnósticas como si hubiesen
aparecido, desde finales del siglo pasado, muchas
especies nuevas en el bosque nunca antes avista-
das11. se ha pasado de ignorar la comorbilidad (por
una organización jerárquica en el diagnóstico) a
rentes componentes de forma descriptiva. la principal deuda no es
que tenga implícito el dualismo mente-cuerpo, como se ha criticado,
sino que no da cuenta de la manera en que sus protagonistas están
entrelazados. Compartimos, en cualquier caso, que la perspectiva no
debe ser lineal sino global: «la biología está refundida en la biogra-
fía» (p. 261) (Pérez Álvarez y Fernández Hermida, 2008).
10 Piénsese en la vasta investigación acerca de la esquizofrenia
cuando actualmente cuestionamos el concepto de esquizofrenia, al
menos, en el sentido uniforme que se había supuesto desde las te-
sis kraepelianas (Rossi Monti y stanghellini, 2000).
11 Por no hablar de la saturación en la práctica clínica de las
categorías no especificadas, que deben ser las rara avis de dicho
bosque.
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evidenciar que la multimorbilidad es, precisamen-
te, la norma en la clínica. Es notorio, especialmen-
te en el dsM, que algunas categorías se deben más
a consideraciones de grupos de presión y factores
financieros, que a observaciones empíricas12. se
constata entonces que primero se ordena y después
se verifica la carencia de suficiente fundamento
etiológico para los trastornos (¿no debiera ser de
otro modo?), ya que las entidades clasificadas no
han mostrado patrones de herencia claros13; ni re-
sulta que los tratamientos psicofarmacológicos son
diferentes para trastornos teóricamente distin-
tos14… En suma, ha habido demasiado afán por ma-
ximizar las diferencias clínicas, en lugar de partir
de las semejanzas (más sencillas) entre las mani-
festaciones diagnosticables. Consecuencia: el mo-
delo médico más reduccionista difícilmente da
cuenta de la complejidad del ser humano.
El cerebro es un órgano que permite la interac-
ción con el medio, pero la visión que a menudo se
da del mismo es como una grabadora, esto es, dan-
do máxima prioridad al hardware o, en el mejor de
los casos, al estudio de la programación de un com-
plejo software. Aunque procedente de la misma
capa embrionaria que la piel, la boca o la retina,
la especialización del cerebro no radica sólo en la
complejidad de las redes neuronales en marcha y
su capacidad para la reactividad, sino en la inte-
racción, la permanente modulación gracias a las
circunstancias ajenas siempre presentes que posi-
bilitan una dimensión que trasciende el espacio fí-
sico. interrelación -que es dimensión temporal y
no mera adición (de lo biológico, psicológico y so-
cial)- que hace de la persona un organismo dis-
12 Cooper (2004).
13 Más bien genes de susceptibilidad de efecto pequeño com-
binados con factores ambientales de riesgo. Es poco probable en-
contrar un gen único para los trastornos mentales a diferencia de lo
que sucede con la enfermedad de Huntington. Hasta en la enfer-
medad de Alzheimer, de anatomo-fisiopatología demostrable, se
han identificado varios genotipos específicos que causan fenotipos
clínicos y patológicos similares. También hay genotipos que no se
expresan por penetrancia incompleta (Phillips, Price, greenberg y
Rasmussen, 2005).
14 la vulnerabilidad es poligénica, interactúa con factores epi-
genéticos y exposiciones ambientales. las indicaciones de los tra-
tamientos con isRs son bien amplias, del mismo modo que sucede
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Introducción a la psicopatología clínica / 17
puesto para la consciencia, la toma de decisiones,
que experimenta estados de ánimo y reacciona
como un todo; mucho más, por tanto, que un ló-
bulo prefrontal o unas vías dopaminérgicas que res-
ponden a estímulos y que, en ocasiones, trabaja de
forma disfuncional.
3. LA (RE)CONSIDERACIÓN
DEL SÍNDROME
los comentarios mencionados nos permiten
afirmar que el concepto de trastorno es problemá-
tico15. Resulta especialmente incómodo que una dis-
ciplina práctica no tenga bien definido su objeto de
estudio. Es evidente la asunción de que los trastor-
nos son tomados como enfermedades16, a pesar de
la célebre idea de que las clasificaciones interna-
cionales son ateóricas, y que dicha reificación de
los trastornos como enfer-medades y la multiplica-
ción de las entidades para el diagnóstico (que más
bien son síntomas)17, estén orientadas por los trata-
mientos (farmacológicos) y no al revés.
Por tanto, desde un punto de vista psicopato-
lógico, planteamos el estudio de la unidad sindró-
mica o del síndrome, no como sinónimo de tras-
torno, como se muestra en el dsM, sino como
agrupación amplia de síntomas (y características
o disposiciones) que covarían, en el sentido de
Bonhoeffer (tipo de reacción exógena) o según la
propuesta de Hoche (complejos sintomáticos)18.
En este caso, no se trata de una reducción de un
modo de reaccionar a mera biología (o enferme-
dad cerebral), sino en un sentido más amplio, in-
con los antipsicóticos atípicos (Regier, narrow, Kuhl y Kupfer,
2009).
15 Jablensky (2004).
16 se ha planteado que hay dos concepciones de enfermedad:
entidades diferenciadas, con causas y cursos específicos, que afec-
tan al cerebro (visión neokraepeliana); etiologías diversas, pero fi-
siopatología común, una manera de reaccionar del cerebro (Akiskal,
van os…) (Baca Baldomero, 2004)
17 Como ya señalaba llopis (1961), a propósito de la confu-
sión entre la paranoia, la esquizofrenia y la psicosis maníaco-de-
presiva, el problema radica en que se toman como enfermedades
lo que no son más que síntomas psíquicos (p. 230).
18 Hoche (1912).
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18 / Manual de psicopatología clínica
teractivo, donde la biología da una forma bruta
cambiada (moldeada) por la interacción y desarro-
llo permanente de la persona en su contexto. Por
tanto, este modo de reaccionar no sólo proporcio-
na el contenido (está claro que si deliro lo haré con-
forme a mi vida, disposiciones y vivencias), sino
que también configura la estructura y condiciona
su cambio en una suerte de movimiento perpetuo.
dicho en términos dialécticos, la actividad mental
es el salto cualitativo, la emergencia a partir del
desequilibrio ocasionado en un contexto. Por tan-
to, no puede ser reducido a una enfermedad como
no podemos decir que una melodía es igual al vio-
lín que la precede. Hay una subjetividad, un signi-
ficado que trasciende a la actividad neural; hay una
conexión e integración de redes neuronales en res-
puesta a las demandas del contexto; hay, por fin,
una experiencia consciente que es resultado de la
plasticidad cerebral pero que no es sinónima de
actividad neuronal, como el chasis y excelentes
prestaciones de un coche no son equivalentes a la
buena conducción en un contexto determinado19.
Estos síndromes o modos de reaccionar son reco-
nocibles, típicos y útiles para la clínica.
Por otro lado, el sentido de la significación clí-
nica no ha resuelto la falta de validez de las clasi-
ficaciones diagnósticas, por lo que referimos el sín-
drome como un complejo sintomático que puede
o no interferir el funcionamiento. Evidentemente,
es difícil que una persona reciba el diagnóstico de
fobia a las serpientes, al menos en nuestro con-tex-
to, pero ello no significa que no presente una pro-
pensión de interés. Tal vez más relevante que el
ejemplo señalado se refiere a los estudios que han
analizado la sintomatología subclínica y, en el ám-
bito de las psicosis, el análisis de los indicadores
prodrómicos y síntomas de propensión a la psico-
sis. de hecho, una de las grandes aportaciones re-
cientes se refiere a nombrar los síndromes de ries-
go. Este concepto, que abarcaría una nueva clase
de «trastorno» (o de etapas clínicas), no tiene que
ver con patologías específicas, digamos, por ejem-
19 Complementariamente, la psicoterapia modifica la experiencia
subjetiva, por lo que transforma el sustrato neuronal (de arriba abajo)
y la psicofarmacología incide sobre el sustrato neuronal, lo que influ-
plo, esquizofrenia paranoide. En función de los in-
dicadores de los que se dispone puede hablarse de
un síndrome inespecífico (o de entrada) que sería
un riesgo estimado del 10% para las psicosis; un
síndrome de riesgo común, o pluripotencial, esti-
mado en un 50%, a menudo en dirección hacia la
depresión crónica y, finalmente, un síndrome de
riesgo concreto para las psicosis (síndrome de sa-
lida). En las segundas dos formas se justificaría
una intervención claramente preventiva, antes del
desarrollo de la verdadera psicosis20.
En definitiva, el estudio del síndrome no debe
estar condicionado a la significación clínica, pues
sería atender y priorizar una señal de gravedad.
Entendemos el síndrome de una forma más amplia,
ligada a algunas disposiciones que tienen interés para
el funcionamiento anormal, aunque no (siempre)
produzca síntomas. El síndrome da más cuenta de
lo que caracteriza y sucede a la persona, sea porque
el proceso sigue hasta generar discapacidad, o sea
porque se ponen en liza recursos de afrontamiento
que impiden o moderan la expresión clínica. Tal vez
los trastornos, tal y como están definidos, son con-
ceptos de escasa utilidad siguiendo las aportacio-
nes que nos hablan de los estadíos clínicos. Tal vez
debamos renunciar a ellos hasta no disponer de in-
formación más segura y definitiva: la vuelta al sín-
drome referida por Alfred Hoche. En este texto se
sugieren algunos de estos síndromes a estudiar.
la inconformidad con el concepto de trastor-
no ha llevado a su revisión. los intentos de rede-
finir el trastorno como una disfunción dañina
(Wakefield) tienen cierto interés para nuestro pro-
pósito21. Por un lado, porque pretende aclarar que
la significación clínica no es, por sí misma, un cri-
terio suficiente. de este modo, se intenta dismi-
nuir la presencia de manifestaciones que no son
realmente trastornos por el mero hecho de provo-
car malestar. si alguien nos pide ayuda por mani-
fiesta infelicidad en su vida, no tendría un trastor-
no a pesar de sentirse mal. una cosa es la demanda
de atención clínica y otra bien distinta una anoma-
ye en la experiencia subjetiva (de abajo a arriba) (Fuchs, 2004).
20 Mcgorry (2010).
21 Wakefield y First (2005).
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lía clínicamente diagnosticable. desde esta pers-
pectiva, se precisa como esencial la observación
de una disfunción, es decir, que se altere el senti-
do de una función que tiene diseñado nuestro or-
ganismo (por selección natural) junto con el ma-
lestar para la persona (que resulte dañino). de este
modo, el cansancio, la fatiga y el sueño son esta-
dos naturales, pero la imposibilidad de restaurar
estas reacciones, algo que podríamos señalar como
insomnio, es una disfunción con respecto a la ca-
pacidad natural para dormir y es dañina por el ma-
lestar que la acompaña. Pero, al mismo tiempo, una
disfunción puede no ser dañina y, por tanto, no ca-
lificarse como trastorno. Por ejemplo, si un hom-
bre presenta un esperma anómalo es una disfun-
ción. Pero no se califica de trastorno si, por
ejemplo, no tienen ningún interés en tener descen-
dencia ni le inquieta esta circunstancia.
Esta perspectiva es interesante porque puede
ayudar a diferenciar la verdadera naturaleza de mu-
chos problemas. Por ejemplo, asistimos a menudo
en los medios de comunicación a la confusión en-
tre tribulaciones cotidianas (la mala educación,
competitividad, conducción desconsiderada, la co-
dicia, disfunción social…) con los trastornos men-
tales y del comportamiento. E incluso el hecho de
aludir a aspectos dolorosos de la vida como tras-
tornos, aunque no todo lo que produce síntomas
es un trastorno (p.ej. el duelo).
Esta perspectiva no se interesa por la etiología,
sino por detectar la disfuncionalidad del organis-
mo. se plantea, por ejemplo, que la fobia social
podría no ser un verdadero trastorno ya que se tra-
ta de respuestas a señales de peligro que son adap-
tativas en nuestra especie (sería disfunción por el
rango de la respuesta) pero que, quizá, la nombra-
mos como trastorno por el desmedido empeño de
la sociedad norteamericana en lograr la comuni-
cación con grandes grupos y la actividad social am-
plia como un signo de salud mental. del mismo
modo debería asumirse que la conducta desviada
no es una disfunción si con ello la persona se adap-
ta a un contexto particular y hostil22. Por tanto, no
22 Wakefield (2007).
23 Wakefield (2009).
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Introducción a la psicopatología clínica / 19
podría considerarse un trastorno el mero hecho de
detectar una disfunción sub-yacente, del mismo
modo, señala Wakefield, que hay angiomas benig-
nos que no se consideran médicamente relevantes
porque no producen daño23.
sin embargo, desconocemos realmente todos
los aspectos de la evolución y los mecanismos men-
tales. Además, puede que no se trate de una única
función alterada las que participen en la compleja
conducta humana. Parece como si una única fun-
ción explicase agrupaciones completas y diversas
de comportamientos. Al mismo tiempo, puede que
haya funciones protectoras o suplentes con respec-
to a la que detectemos como disfuncional, y sería
difícil definir realmente qué función puede estar
implicada o no en un momento dado.
nos parece que esta aportación descarta, con
demasiada ligereza, los llamados trastornos adap-
tativos pues su esencia es, precisamente, que la po-
sibilidad de adaptarse (sería la función) es la que
está en solfa. otro ejemplo: el terrorismo. Tenemos
claro que no es un trastorno, por muy dañino que
sea. Podría entenderse que la función adaptativa
para luchar contra otros grupos (o poblaciones) está
en marcha, luego no hay disfunción. sin embargo,
¿qué hay de la capacidad y función para cooperar,
ponerse en el lugar del otro, compadecerse o ne-
gociar? ¿se habrían hecho disfuncionales?.
Ciertamente, la propuesta de Wakefield no resuel-
ve los problemas de definición de nuestro objeto
de estudio y requiere de numerosos criterios adi-
cionales que ayuden a precisar la valoración como
disfunción dañina, pero ha de tenerse en cuenta24.
4. LAS CONTINUIDADES
EN LA PSICOPATOLOGÍA
Continuidad de la normalidad
a la psicopatología
Aunque desde una perspectiva muy tradicio-
nal había una neta separación entre lo normal y lo
24 First (2007).
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20 / Manual de psicopatología clínica
patológico, la investigación no va en esta direc-
ción. Tal vez, como apuntaremos en varios mo-
mentos, se ha dado una confusión entre una psi-
copatología y su gravedad 25. Proponemos una
continuidad en manifestaciones valorables en po-
blación general y clínica que pueden orientar, no
sólo las evidentes diferencias de grado26, sino los
recursos que las personas «sin patología» ponen
en marcha para superar o afrontar sus dificulta-
des. de este modo, por poner un ejemplo más ex-
tremo que hablar de ansiedad por la salud e hipo-
condría, se ha propuesto referir las psicosis como
una variación en la capacidad mental del ser hu-
mano27, como veremos en su capítulo correspon-
diente28, resultado procedente de comprobar que
personas de la población general tienen ideas asi-
milables a la ideación delirante29 o a las alucina-
ciones30.
Continuidad fuera de los diagnósticos
El estudio de las manifestaciones subclínicas
fortalece el interés práctico de una perspectiva de
continuum y no la exclusividad de un plantea-
miento categorial. En este sentido, no hay dema-
siada dificultad en el ámbito médico en aceptar la
presión arterial como una variable continua31, pre-
disponente (la hipertensión)32 para los trastornos
cardiovasculares pero que, hasta un momento dado,
puede no dar señales clínicas. o insuficientes, des-
de el punto de vista de los criterios diagnósticos.
Cabe suponer que esta idea es problemática para
una perspectiva categorial aplicada a una clasifi-
cación, pero es innegable que existen expresiones
cercanas a los diagnósticos carentes de significa-
25 y de hecho hay propuestas para separar la severidad de los
síntomas y la significación clínica (deterioro funcional) o la disca-
pacidad de la definición del trastorno (Üstün y Kennedy, 2009).
26 El propio Adolf Meyer apelaba a una continuidad. señalaba
que los padecimientos no debían entenderse en realidad como sínto-
mas sino como variaciones del funcionamiento normal (Winters, 1951).
27 van os (2010),
28 En realidad esto no parece estar tan lejos de la propuesta de
diferencias cuantitativas entre lo normal y patológico de Menninger,
y la búsqueda del equilibrio homeostático (Menninger, Ellenberger,
ción clínica, tal vez sin muestras continuas de psi-
copatología, pero que sugieren algún grado de ries-
go como, por seguir con un ejemplo médico com-
prensible y asimilable, sucede con la fiebre (o el
recuento de hematíes o el nivel de azúcar en san-
gre). no tiene sentido que estas manifestaciones
queden a la espera de un agravamiento para ser
consideradas de interés; pasar, en suma, de cero a
trastorno33.
Continuidad dentro de los diagnósticos
Relacionado con este problema, la investiga-
ción desdibuja los límites entre categorías toma-
das de forma tajante, por ejemplo, la esquizofre-
nia frente al trastorno bipolar (la dicotomía
kraepeliana)34 e incluso con respecto al trastorno
delirante. Por ello, se destaca en la actualidad la
necesidad de analizar espectros de psicopatología.
Tal vez es conveniente olvidar la idea tradicional
que tenemos en mente de los trastornos como en-
tidades separadas y hablar más de contenidos más
amplios de psicopatología, no emparentados -o no
sólo- por la clínica observada, sino también por
procesos psicológicos, de orden social, así como
aspectos de orden fisiológico y genético. En reali-
dad, incluso desde la clínica más básica, no hay
demasiado problema en aceptar las similitudes en-
tre el trastorno obsesivo-compulsivo, la hipocon-
dría y el trastorno dismórfico corporal35; la cone-
xión entre el trastorno límite de la personalidad,
el trastorno antisocial y dependencia de sustan-
cias36, o la relación entre las diferentes formas de-
presivas en un espectro de regulación del estado
de ánimo37 y sus posibles solapamientos con los
Prnyser y Mayman, 1960).
29 Myin-germeys, Krabbendam y van os (2003).
30 Jenner y van de Willige (2005).
31 Kupfer, First y Regier (2004).
32 van os (2009).
33 Krueger y Bezdjian (2009).
34 Craddock y owen (2007).
35 Phillips, First y Pincus (2005).
36 Krueger, Markon, Patrick e iacono (2005).
37 Faraone (2003).
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trastornos de ansiedad (sobre todo la ansiedad ge-
neralizada)38.
Aún más. la investigación actual propone es-
tudiar ámbitos amplios de psicopatología según cri-
terios que sean verdaderamente uniformes y don-
de sobresale la importancia de los factores de
riesgo39. de este modo, se han propuesto categorí-
as generales: de trastornos neurocognitivos40; del
neurodesarrollo; una etiqueta global para las psi-
cosis41; los trastornos emocionales (internalizan-
tes)42 y los trastornos externalizantes43.
5. PROPÓSITOS Y ORGANIZACIÓN
DEL MANUAL DE PSICOPATOLOGÍA
CLÍNICA
En este manual planteamos una concepción ac-
tiva de la persona. Hemos mencionado antes una
visión emergentista (no ubicable espacialmente) y
aplicable al funcionamiento anormal. El ser huma-
no como generador y buscador de significados,
algo que trasciende el cerebro y el cuerpo44, en con-
tinua interacción con el contexto: tanto la persona
en acción como la acción que realiza a la perso-
na45. Apelar a la importancia del contexto no sig-
nifica una mera descripción de las circunstancias
personales como, por ejemplo, perder el trabajo o
ingresar en una residencia de ancianos.
38 Aparte quedaría el ToC (Watson, 2005).
39 se han analizado para el futuro dsM-V y CiE-11: riesgo ge-
nético, factores ambientales de riesgo, sustrato neural compartido,
biomarcadores, temperamento, procesamiento emocional y cogni-
tivo, aspectos emocionales, similitudes sintomáticas, comorbili-
dad, curso y tratamientos.
40 En este caso no hay completa similitud entre las distintas for-
mas de demencia y el delirium, p.ej., pero sí una coherencia en esta
agrupación (sachdev, Andrews, Hobbs, sunderland y Anderson, 2009).
41 uniformidad sobre todo para la dimensión de distorsión de la
realidad. Es improbable que se acepte el acercamiento del trastorno
bipolar i a la esquizofrenia, como señalan todos los estudios, y sepa-
rarlos del trastorno bipolar ii (a su vez, para dejarlo entre los trastor-
nos del estado de ánimo). Más diferente parece la esquizofrenia de-
ficitaria (Carpenter, Bustillo, Thaker, van os, Krueger, y green, 2009).
42 Acercaría los trastornos de ansiedad, los somatoformes (in-
cluyendo la neurastenia) y el trastorno distímico. se resalta el pa-
pel de la afectividad negativa, como planteamos en este texto
© Ediciones Pirámide
Introducción a la psicopatología clínica / 21
Recapitulando, no debiéramos hablar de enfer-
medades en Psicopatología sino de tipos de reac-
ción que pueden ser similares con diversos grados
(espectros) y que comprometen el funcionamiento
en la persona46 donde, posiblemente, intervienen
susceptibilidades (heredadas y/o adquiridas) pues-
tas sobre la mesa en condiciones desfavorables47,
y donde diversas variables «sociales» puede que
tengan un peso mucho mayor del que siempre se
ha supuesto48.
En este sentido, es indiscutible que somos pro-
ducto del momento en que vivimos. se ha desta-
cado que algunas manifestaciones que observamos
clínicamente pueden tener que ver con los valores
y modos con los que desarrollamos nuestras vidas
en la actualidad. Hablamos de un mundo (posmo-
derno o más claramente ultramoderno) centrado
en la productividad y el consumismo49, se ha des-
tacado la velocidad y frugalidad con la que se ex-
perimenta todo50, la oscilación entre la búsqueda
de la actividad y la pasividad más absoluta51, la
medicalización y mercantilización de la salud pro-
pio de nuestro mundo, donde se imponen patrones
de belleza, de juventud y delgadez52, y una socie-
dad que ha favorecido el solipsismo, a pesar del
desarrollo de las redes sociales en internet y el des-
vínculo53, aspecto éste que nos recuerda la impor-
tancia del urbanismo entre los factores claramente
relacionados con el origen de la psicosis.
(goldberg, Krueger, Andrews y Hobbs, 2009).
43 incorporaría la dependencia de sustancias, el trastorno anti-
social, el trastorno de conducta, TdAH y la impulsividad (trastor-
no límite de la personalidad) (Krueger y south, 2009).
44 Fuchs, (2004).
45 garcía Montes y Pérez Álvarez (2003).
46 En línea con Menninger, Ellenberger, Prnyser y Mayman
(1960).
47 Pilgrim d. (2002).
48 Read, Mosher y Bentall (2006).
49 Pérez Jiménez (2002).
50 sánchez (2008).
51 Entre otras cosas porque hay un mensaje contradictorio per-
manente: vida saludable, ejercicio físico y no sedentarismo pero,
al mismo tiempo, hay que consumir alimentos, objetos e informa-
ción para mantener la economía.
52 Pera (2009).
53 Talarn (2007).
01-Cap 01 intro:00-primeras 08/08/11 9:06 Página 22
22 / Manual de psicopatología clínica
no mezclamos niveles de análisis diferentes
(lo social versus lo individual) pero desde el mo-
delo bio-psico-social es indiscutible que los valo-
res y mensajes de la sociedad han de influir, nece-
sariamente, en nuestra identidad, y deben contribuir
a nuestra configuración como personas que espe-
ran (o no) algo de sus propias vidas y entorno. no
se trata de la consideración de nuevos trastornos,
como a veces se proclama con nombres pintores-
cos del tipo «síndrome postvacacional», «síndro-
me de ulises», «síndrome de Wendy», «síndrome
de Cenicienta», «síndrome de Peter Pan», «orto-
rexias», «vigorexias», o lo que se ha dado en lla-
mar los «sanos preocupados», donde el consumo
ávido y la desconexión entre las personas (anomia),
difuminan la frontera de lo real54. Este estilo hi-
permoderno menoscaba los recursos y capacida-
des de la persona favoreciendo, ahora sí, la confi-
guración de un verdadero síndrome (de riesgo) que
es característico en el ser humano, aunque adopte
formas que varíen según las condiciones de cada
sociedad, acentuando unos u otros aspectos55.
Es nuestra intención que este texto resulte un
material útil para los alumnos y profesionales de
la Psicología y la Medicina. Trasladar un nivel de
información básico y otro más complejo a la vez
no es tarea sencilla pero, por medio de las citas a
pie de página, procuramos que se alcance la infor-
mación que estimamos práctica y de mayor preci-
sión para el lector.
Por último, a efectos organizativos del libro,
destacamos los diferentes contenidos que lo inte-
gran, con el punto de partida de este primer capí-
tulo, a modo de introducción. Además, como ane-
xo, dentro del presente capítulo 1, incorporamos
un pequeño glosario de conceptos básicos para la
Psicopatología Clínica, términos de partida comu-
nes a lo largo del texto.
54 guimón (2007).
55 Este punto de vista tiene enorme interés porque muestra que
una variable esencial en relación con el sufrimiento humano es la hi-
perreflexividad. no se analiza aquí como un agente causal sino como
una característica donde puede ejemplificarse la importancia del con-
texto, e este caso, histórico-cultural. se trata de una toma de cons-
ciencia exagerada del sí mismo, una tendencia a la preocupación, la
los diferentes capítulos que integran el manual
se han diferenciado según la forma tradicional de
entender los trastornos. Además se desarrollan, des-
de una perspectiva no estrictamente clasificatoria,
otros temas que consideramos pueden ser de inte-
rés para la Psicopatología Clínica.
Comenzamos por el contenido dedicado a los
trastornos de ansiedad (capítulo 2). la considera-
ción de los síndromes crisis de angustia y afecto
negativo son esenciales no sólo con respecto a las
alteraciones ansiosas sino, como se señala en el
texto en particular para la afectividad negativa, en
relación con las demás manifestaciones emocio-
nales. de hecho, lo hemos tomado a lo largo de
este manual como un verdadero organizador de psi-
copatología. Aún más, recientemente se ha puesto
de relieve que es este componente el que resulta
nuclear para todos los trastornos emocionales, es
decir, en las manifestaciones internalizantes56. se
ha dado más relevancia a la consideración de es-
tos síndromes que a la caracterización de los clá-
sicos trastornos de ansiedad. Por último, se hace
referencia a la utilidad clínica e importancia etio-
lógica de espectro oC57, así como la distinción de
un trastorno de acumulación58.
El aspecto central del capítulo 3, los trastor-
nos somatoformes, bascula sobre los síndromes
conversión y, de manera especial, sobre el concep-
to de síndrome de somatización. Hemos destaca-
do la idea de que se trata de una unidad, caracteri-
zada por elementos comunes (centramiento en los
síntomas, significado de la enfermedad, preocupa-
ción sobre los síntomas, migraciones, etc.), más
que ver las diferencias tradicionalmente señaladas
cuando se alude a trastornos como la hipocondría,
el trastorno de somatización o el trastorno por do-
lor, por ejemplo. Tal vez el componente somatiza-
ción sea un organizador psicopatológico que, ade-
rumiación o la atención auto-focalizada. Es algo favorecido por los
tiempos en que vivimos y que forma parte de muchas de las mani-
festaciones que estudiamos como trastornos (Pérez-Álvarez, 2008).
56 goldberg, Krueger, Andrews y Hobbs (2009).
57 Phillips, stein, Rauch, Hollander et al. (2010).
58 desde la aportación seminal de Frost y Hartl (1996). Véase
también Rachman, Elliott, shafran y Radomsky (2009).
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01-Cap 01 intro:00-primeras 08/08/11 9:06 Página 23
más, comparte espacio con la afectividad negati-
va, motivo por el cual muchas de estas manifesta-
ciones no sólo se acompañan de abundante sinto-
matología ansiosa y depresiva, sino que se
aproximan a un esquema muy propio de la ansie-
dad; en este sentido, véase la cercanía entre la hi-
pocondría y el trastorno dismórfico corporal (la
clásica dismorfofobia) con la dinámica obsesivo-
compulsiva.
En el capítulo 4, se analizan las manifestacio-
nes disociativas. se analiza tanto el mecanismo
adaptativo que supone la disociación como el im-
portante papel desempeñado por el trauma.
También se dan sugerencias terapéuticas en fun-
ción de los diferentes trastornos.
El capítulo 5 trata los trastornos psicóticos o,
de forma más sencilla, simplemente ha de decirse
las psicosis. se ha dado mayor relevancia a una
descripción pormenorizada de la parte sintomáti-
ca y la caracterización de los síndromes o dimen-
siones que la división de los trastornos vigentes en
las clasificaciones diagnósticas. Tal y como se ha
adelantado en la introducción, los diagnósticos es-
tán puestos en cuestión hoy día y tal vez tenga más
sentido hacer referencia a modos globales de re-
accionar de forma masiva, con posibilidad de de-
sorganización y deterioro en el individuo.
los trastornos depresivos se abordan en el ca-
pítulo 6. Además de tratar de analizar histórica-
mente las observaciones acerca de la depresión, se
plantea la perspectiva general de este manual que
descansa en la descripción del síndrome, en este
caso, el episodio depresivo mayor. Asimismo, se
dejan entrever algunas dificultades en la caracteri-
zación de estas manifestaciones depresivas y de
los diagnósticos (Trastorno depresivo Mayor,
Trastorno distímico y una gran variedad de las for-
mas no especificadas) que distan de estar resuel-
tas pero que ponen de relieve que el enfoque cate-
gorial es deficiente. Por ejemplo, actualmente, no
queda claro resuelto cuál es la ubicación del
Trastorno depresivo Menor (en el apéndice B del
dsM-iV-TR) y su conexión con trastornos depre-
59 Bruckner (2001).
60 shaffer, laPlante, laBrie, Kidman, donato y stanton (2004).
© Ediciones Pirámide
Introducción a la psicopatología clínica / 23
sivos no especificados, subumbrales… (¿un sín-
drome de menor intensidad, es decir, un episodio
depresivo menor?). En dicho capítulo tratan de re-
visarse y actualizar las aportaciones de los distin-
tos modelos y hallazgos procedentes de la investi-
gación. En gran medida, puede decirse que se
identifican factores etiológicos digamos individua-
lizados. se propone también aspectos de orden más
global que pueden estar en la base de estos tras-
tornos. Cabe pues, en este momento, plantearnos
si, como se ha señalado, es nuestra forma actual
de vivir un favorecedor de las altas cotas de tras-
tornos depresivos que se evidencian. la búsqueda
del hedonismo, la proclividad para el aburrimien-
to, la falta de tolerancia a la frustración y la nece-
sidad de obtener la felicidad a toda costa en, al mis-
mo tiempo, un mundo competitivo, centrado en la
producción, el rendimiento y el consumo, puede
conllevar que prioricemos el ansia de una tranqui-
lidad imposible (ante tantas contradicciones), en
lugar de respetar la libertad y su inevitable socio:
el sacrificio59.
Como complemento del capítulo mencionado,
en el número 7 se abordan los trastornos bipola-
res. se han revisado los aspectos sintomatológi-
cos y sindrómicos más útiles para la caracteriza-
ción psicopatológica. se ha puesto especial énfasis
en identificar las diferencias entre los estados más
sutiles como la sintomatología hipomaníaca, y se
analiza el estado de la cuestión desde el punto de
vista etiológico como de tratamiento.
En el capítulo 8, los trastornos relacionados
con sustancias y otras adicciones, se enfatiza la
importancia del síndrome, en particular, lo que de-
biéramos llamar el síndrome de adicción (abuso/de-
pendencia), según se desprende de la investigación
reciente. Como señala shaffer, «dado que no hay
criterios fiables u objetivos, el diagnóstico de la
adicción y otros muchos trastornos psiquiátricos,
depende de una tautología: la inferencia diagnós-
tica de un estado latente (adicción) se basa en las
consecuencias del mismo estado latente» (p. 371)60.
se plantea una revisión amplia de conceptos de uso
01-Cap 01 intro:00-primeras 08/08/11 9:06 Página 24
24 / Manual de psicopatología clínica
común en este ámbito, los diferentes síndromes im-
plicados y las categorías diagnósticas actuales.
Finalmente se sugiere el interés de considerar las
llamadas adicciones sin sustancias, psicológicas o
comportamentales.
En el capítulo 9 se revisan los trastornos del
control de los impulsos, agrupación de siempre in-
satisfactoria ya que la unidad organizadora de este
grupo está escasamente fundamentada. se anali-
zan las distintas categorías diagnósticas que con-
forman este grupo y realizan algunas de las pro-
puestas que se consideran para la próxima versión
del dsM, entre ellas, el posible establecimiento
del espectro obsesivo-compulsivo en el que tienen
cabida algunas de estas manifestaciones.
los trastornos de personalidad se recogen en
el capítulo 10. Cuestionamos los actuales sistemas
de clasificación diagnóstica y observamos las pro-
puestas que pueden influir en las próximas versio-
nes del dsM y CiE. nos planteamos, en cualquier
caso, la ineficacia clasificatoria cuando el princi-
pal diagnóstico de los trastornos de personalidad
es la forma no especificada; ello indica, por un
lado, la relevancia de la gravedad de estas mani-
festaciones clínicas61 y, por otro, el sinsentido de
un sistema categorial (al menos en exclusiva o si
no parte de continuos o dimensiones clínicas) que
tiene dificultades en asumir la evidente comorbili-
dad. Por ello, destacamos el estudio de los espec-
tros en psicopatología y de las dimensiones que la
investigación clínica ha ido obteniendo de forma
relevante. la concreción de las dimensiones orga-
nizativas de la personalidad (sean cuatro o cinco)
es crucial en la labor profesional e investigadora
sobre cada caso clínico.
En relación clara con los trastornos de la per-
sonalidad se revisa, en el capítulo 11, los trastor-
nos facticios, donde se revisan los planteamientos
actuales que tratan de acercar estas manifestacio-
nes psicopatológicas a las conductas de enferme-
dad más graves y, por tanto, próximas a los tras-
61 Hasta el punto de que se ha señalado que parte de los bajos
resultados terapéuticos alcanzados y los escasos programas con efi-
cacia demostrada se deben a la actitud de los propios terapeutas al
considerar la gravedad y dificultad para el cambio de las personas
tornos somatoformes, con independencia de que,
en este caso, los síntomas sean autoinfligidos.
El capítulo dedicado a los trastornos de la con-
ducta alimentaria revisa el panorama actual de las
principales alteraciones y su abordaje terapéutico.
Además, se proponen tres componentes sindrómi-
cos en íntima conexión que podrían ser de orien-
tación para el estudio en este ámbito al margen de
las categorías diagnósticas: afectividad negativa,
restricción y sobreingesta impulsiva/compulsiva.
se ha tomado como referencia las aportaciones de
los mayores expertos en esta área para referir com-
ponentes sindrómicos en la base de los trastornos
y que podrían desdibujar las diferencias entre las
categorías al uso. Están fundamentadas en la abun-
dancia de diagnósticos no especificados y las tran-
siciones de unas categorías diagnósticas a otras,
lo que tal vez nos enseñe que se diagnostican sub-
tipos que más bien refieren estadios y diagnósti-
cos globales que no son verdaderamente indepen-
dientes62. Tal vez el estudio de estos tres síndromes
también tenga interés en el enfoque terapéutico.
los trastornos del sueño se analizan en el ca-
pítulo 13. no hemos planteado todas las posibili-
dades acerca de esta temática, sino que pedimos a
sus autores que revisasen la influencia de los há-
bitos de vida actuales, los turnos de trabajo y con-
sumo de sustancias sobre la aparición y manteni-
miento de una serie de alteraciones del sueño por
exceso o defecto. se analizan las características
generales de nuestro funcionamiento durante el
sueño y las consecuencias de su alteración o mo-
dificación a escala cognitiva, sistema inmunitario
o del estado mental. se dan sugerencias acerca de
la intervención.
En el capítulo 14 se revisan los trastornos del
comportamiento sexual y de la identidad sexual.
se analizan dos componentes sindrómicos: afec-
tos positivo y negativo, elementos que aluden a la
importancia del deseo, interés y tono hedónico, por
un lado y, por otro, el destacado papel que desem-
con trastornos de la personalidad. Tyrer, Mulder, Crawford, newton-
Howes et al. (2010).
62 Eddy, dorer, Franko, Tahilani, Thompson-Brenner y Herzog
(2008).
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01-Cap 01 intro:00-primeras 08/08/11 9:06 Página 25
peña la expectativa ansiosa y temores en las dis-
funciones sexuales o, de forma contraria, en los
Trastornos parafílicos. se revisan las propuestas
diagnósticas para estos trastornos. del mismo
modo, se actualizan los conocimientos acerca de
los trastornos de la identidad sexual, el elemento
central de la disforia de género para distinguirlo
tanto de la generalización que a menudo se ha he-
cho del transexualismo, así como de comporta-
mientos que requieren una despatologización y res-
ponden, más bien, a la diversidad humana.
los trastornos cognitivos se abordan en el ca-
pítulo 15. se han resumido los distintos cuadros
de origen claramente biológico que tienen mayor
interés para la formación del psicólogo y el médi-
co (delirium, trastorno amnésico, demencias…)
pero también se ha dejado un espacio para men-
cionar al menos entidades diagnósticas que a me-
nudo se descuidan en los manuales de psicopato-
logía como el déficit intelectual y la epilepsia.
En el capítulo 16, el estrés, trastornos y pro-
blemas asociados, se analiza la amenaza a nuestra
capacidad de afrontamiento. El distrés, como sín-
drome, indica que la respuesta adaptativa ante cir-
cunstancias diversas ha sido sobrepasada. Encaja
pues con conceptos que hemos planteado al prin-
cipio como síndromes y el sentido de una reacción
mucho más compleja que los correlatos fisiológi-
cos, interactiva por naturaleza, pero deudora de la
clásica aportación de selye63.
En el capítulo 17 se abordan aspectos psicopa-
tológicos implicados en algunas enfermedades fí-
sicas y en otros problemas relacionados. se anali-
63 selye (1954).
© Ediciones Pirámide
Introducción a la psicopatología clínica / 25
zan las consecuencias psicopatológicas y psicoso-
ciales de diferentes enfermedades, p.ej., infarto de
miocardio, asma, cáncer o ViH/sidA lo que refie-
re, en parte, a la clásica psicosomática. Por otro
lado, se analizan el impacto y repercusiones psi-
copatológicas en la cirugía y trasplante de órga-
nos por parte de una de las mayores especialistas
nacionales en este ámbito.
En el capítulo 18, dedicado a la psicopatología
y la delincuencia, se revisan conceptos esenciales
que conectan los aspectos clínicos y los legales (de-
lito, imputabilidad, responsabilidad, etc.). se ana-
lizan aspectos fundamentales a tener en cuenta
acerca de los diferentes trastornos y la comisión
de delitos, así como el papel del psicólogo en la
responsabilidad penal.
El contenido actual de la relevancia de la emi-
gración y la psicopatología se aborda en el capí-
tulo 19. se enmarcan algunas cuestiones y defini-
ciones relevantes para su estudio, así como se
revisan las principales entidades diagnósticas y su
posible conexión con esta condición.
Cerramos este texto con un capítulo dedicado
a la Psicopatología de la vejez. Analizamos las
principales manifestaciones alteradas entre las per-
sonas de edad avanzada, poniendo énfasis en los
aspectos más particulares y diferenciadores con
otras edades. necesariamente, muchos contenidos
han de conectarse con otros capítulos, especial-
mente, aunque no sólo, con el dedicado a los tras-
tornos cognitivos. Hemos querido aportar, además
de la información extraída de la investigación, la
experiencia cotidiana y clínica con esta población.
01-Cap 01 intro:00-primeras 08/08/11 9:06 Página 26
26 / Manual de psicopatología clínica
GLOSARIO DE TÉRMINOS BÁSICOS
Ambiental. Apelando al origen de los factores cau-
sales de un proceso psicológico/fisiológico, se re-
fiere a aquéllos que se desencadenan fuera del or-
ganismo/persona.
Ajuste premórbido. Nivel de funcionamiento psi-
cosocial previo a sufrir algún trastorno/enfermedad,
calificado de satisfactorio o deficiente.
Causa. En la tradición psicopatológica, se refiere
a un factor que contribuye al desarrollo de una ma-
nifestación normal o patológica (síndrome o enfer-
medad) del funcionamiento físico (cuerpo) de una
persona. Sin. Etiología y de etiopatogenia.
Conflicto. El organismo es motivado simultánea-
mente por dos impulsos fuertes y en franca com-
petencia. Situación en la que concurren dos metas
antagónicas creando malestar en la persona (diso-
nancia).
Contexto. Circunstancias en donde ocurren los
hechos (ya sean externas -en el ambiente- o inter-
nas –en el organismo–).
Cormórbido. Presencia simultánea en el tiempo
de dos o más trastornos independientes en un mis-
mo sujeto.
Crisis. Cambio brusco y breve que sobreviene en
un curso de tiempo. Por ejemplo; crisis de angustia.
Sin. Ataque.
Cuadro clínico. Sin. de síndrome o de trastorno/en-
fermedad.
Curso. Desarrollo de un trastorno a lo largo del
tiempo. Abarcaría: Pródromos, inicio, duración, re-
misión (parcial o total) y pronóstico. Según la dura-
ción, el curso puede ser agudo (duración de la sin-
tomatología inferior a un mes), limitado o breve
(duración de uno a tres o a 6 meses, dependiendo
del trastorno) y crónico (se prolonga en el tiempo
por más de 3 meses (para el trastorno de estrés pos-
traumático), 6 meses (para la mayoría de trastor-
nos) y 2 años (para los trastornos del estado de áni-
mo). Según la evolución del trastorno puede ser:
insidioso (evolución lenta, sin manifestaciones apa-
rentes), recidivante (sintomatología que reaparece,
sin. recurrente), episódico (sintomatología que dura
un tiempo determinado: al menos 1 semana para
los episodios maniacos o mixto y dos semanas para
los episodios depresivos; las fases pueden darse
con o sin recuperación interepisódica) y fluctuante
(con exacerbaciones y remisiones).
Diagnóstico clínico. Calificación de un trastor-
no/enfermedad en función de sus características clí-
nicas. Es el proceso de identificar, clasificar y eti-
quetar un síndrome, o síndromes interrelacionados,
siguiendo un sistema nosográfico, dando así lugar
a identificar un trastorno o enfermedad. Dicho sis-
tema incorpora criterios de inclusión y exclusión,
así como criterios de significación clínica (si dichos
síndromes producen malestar o interferencia en el
funcionamiento de la persona). Por tanto, se refiere
tanto al proceso como al resultado (concluir en la
asignación de una determinada categoría clínica).
Diagnóstico diferencial. Proceso que se lleva a
cabo para identificar un trastorno/enfermedad y ex-
cluir a aquéllos que puedan compartir algunas ma-
nifestaciones clínicas.
Endógeno. Apela al origen interno de un factor cau-
sal (desencadenado en el propio organismo/perso-
na), aunque éste no haya sido identificado aún; exis-
tiendo escasa influencia ambiental. P. ej., el
Síndrome de Down es una enfermedad endógena
(al ser hereditaria).
Egodistónico. Actos, pensamientos, situaciones o
rasgos de personalidad que se encuentran en dis-
conformidad con las normas que dicta el propio yo,
convirtiéndose en inaceptables para el mismo.
Egosintónico. Son los aspectos de la personali-
dad del individuo o los actos que son considerados
por él como adecuados. Son las manifestaciones
psicológicas (cognitivas, conductuales, afectivas)
que se derivan del individuo y que vive como acep-
tables y gratificantes.
Enfermedad. Síndrome o conjunto de síndromes
interrelacionados, de carácter orgánico, que supo-
nen malestar y una afectación significativa en el fun-
cionamiento físico (y psicosocial) de la persona.
Epicrisis. Resultado, resumen o conclusión poste-
rior a un trastorno, comunicado normalmente en for-
ma de informe psicológico.
Epidemiología. Disciplina que estudia la distribu-
ción de los síntomas o trastornos/enfermedades en
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01-Cap 01 intro:00-primeras 08/08/11 9:06 Página 27
poblaciones humanas y los factores que influyen en
esa distribución.
Episodio. Manifestaciones que se aprecian depen-
dientes de un tiempo o duración, p. ej., el episodio
depresivo mayor. En este caso, conjunto de sínto-
mas (síndrome depresivo) que se aprecian todos
los días, la mayor parte de cada día, como mínimo
durante dos semanas y que, sin tratamiento, puede
ceder aproximadamente en 9 meses.
Espectro psicopatológico. Conjunto de trastor-
nos psicológicos que comparten características fe-
nomenológicas o, presuntamente, dinámicas etio-
patogenéticas. Éstos se corresponden, en cierta
medida, con los diferentes apartados en las clasifi-
caciones nosológicas internacionales (p. ej., los tras-
tornos del estado de ánimo, los trastornos de an-
siedad, somatoformes, psicóticos, etc.).
Esquema. Son los componentes básicos del siste-
ma cognitivo del individuo, es decir, las unidades de
información que utilizamos y almacenamos y que
van ampliando nuestro conocimiento y produciendo
nuestro comportamiento. Cada sujeto posee un con-
junto de esquemas que pueden ser cognitivos, mo-
tores y afectivos. Son relativamente estables y for-
mados a partir del conocimiento y la experiencia
biográfica previa; que se emplean para la compren-
sión del entorno, así como para guiar las cognicio-
nes, conductas y afectos de la persona.
Estado. A menudo se refiere a la presentación de
una sintomatología dependiente de una situación, del
humor o ánimo y, en general, se utiliza como opuesta
al rasgo por ser de menor duración o permanencia.
Estrés. Vivencia subjetiva de estar desbordado al
existir un desequilibrio entre las demandas contex-
tuales (ya sean externas o internas) y los propios
recursos de afrontamiento.
Estresor. Estímulo que es evaluado como un daño,
amenaza o desafío por parte de la persona y que
demanda la implementación de los propios recur-
sos de afrontamiento.
Estructura. Son coordinaciones o combinaciones
de esquemas con propiedades diferentes.
Etiopatogenia. Factor o factores interrelacionados
que causan el desarrollo de un trastorno/enferme-
dad.
Exógeno. Se desencadena por estrés ambiental,
no causado por el propio organismo. Se refiere al
© Ediciones Pirámide
Introducción a la psicopatología clínica / 27
origen externo (no originado por el propio individuo)
de un factor causal que tiene repercusiones sobre
la persona, provocando un síntoma/signo, síndro-
me o trastorno/enfermedad. P. ej., los Trastornos re-
lacionados con sustancias son patologías exóge-
nas, al derivarse de tóxicos.
Funcional. En oposición al orgánico, se refiere a
toda alteración de la actividad de un órgano o sis-
tema, no objetivable con los medios que se poseen
actualmente. Se cree que la esencia de los trastor-
nos funcionales reside en modificaciones de la acti-
vidad de regulación nerviosa. En ocasiones, tras-
tornos al principio sólo funcionales pueden
convertirse en orgánicos.
Iatrogenia. Conjunto de efectos adversos produci-
dos como consecuencia de una praxis clínica, ya
tuviesen lugar durante el proceso de evaluación (in-
ducción de expectativas irrealistas o temores no jus-
tificables) o de tratamiento (p. ej., efectos secunda-
rios de un fármaco, perturbación de la integridad
psicológica indebida).
Incidencia. Número de casos nuevos que anual-
mente se detectan en una población por cada
100.000 personas.
Inicio. Comienzo de la sintomatología: Súbito (en
minutos o pocas horas), agudo (en menos de 48 ho-
ras), subagudo (mayor de 48 horas), rápido (de va-
rios días a una o dos semanas), insidioso (meses o
años). Según el momento evolutivo el comienzo pue-
de ser temprano (menor de 21 años y menor de 65
años para personas mayores) o tardío (mayor de 21
años y mayor de 65 años para personas mayores).
Insidioso. Apela a la observación y explicitud de
la aparición sintomatológica, emergiendo lentamen-
te, sutil y gradualmente detectable. Un cuadro insi-
dioso puede permanecer silente durante meses o
años, p. ej. el progreso del deterioro en la enferme-
dad de Alzheimer.
Mantenimiento, factor de. Variable que refuerza
la persistencia de los síntomas/síndromes a lo lar-
go del tiempo.
Motivos. Motivación de una conducta, diferente de
su objetivo concreto. Impulso que impele a la acción
y marca su meta o dirección. En la tradición psico-
patológica, frente a las causas, son los factores que
originan una manifestación normal o patológica (sín-
drome o trastorno) del funcionamiento psicosocial
de una persona.
01-Cap 01 intro:00-primeras 08/08/11 9:06 Página 28
28 / Manual de psicopatología clínica
Nuclear. Síntoma/signo característico o definitorio
de un síndrome o trastorno/enfermedad. Sin.
Primario.
Orgánico. Refiriéndose a la naturaleza causal de
un síndrome o enfermedad, implica una alteración
objetivable de un órgano o sistema al conllevar le-
siones visibles y relativamente duraderas.
Organizador de psicopatología. Elemento que con-
tribuye al desarrollo, modulación o mantenimiento que
comparten diferentes categorías diagnósticas más
allá del espectro psicopatológico al que pertenezcan.
Ejemplos de organizadores: crisis de angustia, afec-
tividad negativa (y el sistema de inhibición conduc-
tual), afectividad positiva (y el sistema de aproxima-
ción conductual), somatización, referencialidad,
(hiper)reflexividad, identidad/self/mismidad, es/aste-
nia, entre otros.
Paroxístico. Episodios de crisis, ataques o, en ge-
neral, exacerbación de sintomatología.
Patognomónico. Síntoma o signo que es indica-
dor inequívocamente de la presencia de un síndro-
me, trastorno o enfermedad. Con la evidencia cien-
tífica disponible hasta la fecha, en Psicopatología
no hay ninguna manifestación psicológica que se
considere patognomónica.
Personalidad. Conjunto de características y ras-
gos de una persona (comprendiendo aspectos cog-
nitivos, afectivos y actitudinales), relativamente per-
manentes y transituacionales, que permiten
identificar a una persona y diferenciarla de los de-
más.
Precipitante, factor. Variable que opera inmedia-
tamente antes de manifestarse la enfermedad/tras-
torno y se refieren a la aparición de algún tipo de
cambio en la vida usual de un individuo tras el cual
se desencadena dicho trastorno/enfermedad.
Prevalencia puntual. Porcentaje de individuos de
una población, que cumplen los criterios diagnósti-
cos para un trastorno/enfermedad determinado/a a
lo largo de un período de tiempo a fijar arbitraria-
mente por el/la investigador/a.
Prevalencia vital. Porcentaje de individuos que en
un determinado momento presentan historia pasa-
da o presente de un trastorno determinado.
Primario. 1.- De etiología orgánica. 2-. Síntomas/sig-
nos principales o nucleares que caracterizan y son
definitorios en un síndrome o trastorno/enfermedad.
Proceso. Sucesión de factores que desencadenan
un trastorno/enfermedad que se manifiesta de for-
ma más o menos definitiva y desorganiza el funcio-
namiento del sujeto (designándose así como tras-
torno o enfermedad procesual).
Pródromos. Signos o síntomas que anticipan la lle-
gada de un trastorno/enfermedad.
Pronóstico. Predicción o anticipación del curso de
un determinado trastorno o enfermedad.
Psicopatología. Se refiere a la disciplina que abor-
da directamente síntomas, signos, síndromes, tras-
tornos, etiopatogenia, disposiciones de personali-
dad, estructura familiar, red, funcionamiento social,
contextos y describe patrones de conducta (sean o
no directamente observables).
Psicología Clínica. Disciplina de la Psicología que
comprende tareas como la investigación (psicopa-
tológica o neuropsicológica, en procedimientos de
evaluación, en sobre la eficacia de los tratamientos,
etc.); evaluación y diagnóstico clínico; intervención
terapéutica, rehabilitadora y preventiva psicológi-
cas; gestión de instituciones sanitarias; docencia; y
peritación, entre las más relevantes. En definitiva,
todas aquellas labores que promocionen y preser-
ven la salud mental en la infancia, adultez y senec-
tud.
Rasgo. Disposición relativamente amplia y estable
a comportarse de ciertas maneras que son relati-
vamente transituacionales. Pueden darse diferen-
cias individuales a lo largo de un continuum, por lo
que hablaríamos de dimensión.
Reacción. Malestar acusado, superior al espera-
ble dado un estresor y teniendo en cuenta su natu-
raleza; bien ocasionando un deterioro significativo
de la actividad social o profesional/académica.
Desde el punto de vista meramente afectivo, se re-
laciona con el cambio brusco de un afecto o emo-
ción.
Recuperación. Estado asintomático y similar al ni-
vel de funcionamiento premórbido (remisión total),
en el que la persona ha integrado su trastorno pa-
sado como una experiencia, entre otras, que forma
parte de su vida.
Remisión. 1.- Parcial: El estatus de salud de la per-
sona ha evolucionado a niveles subclínicos (esto
es, ya no se cumplen los criterios diagnósticos del
trastorno/enfermedad que se tenía diagnosticado/a),
si bien, se siguen presentando ciertos síntomas/sig-
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nos que causan malestar y disfunción en la perso-
na. 2.- Total: Estado asintomático, volviendo la per-
sona al nivel de funcionamiento premórbido.
Riesgo, factor de: indicador que aumenta la pro-
babilidad de desarrollar un trastorno/enfermedad.
Secundario. Síntomas o signos inespecíficos, así
como no definitorios, presentes en un síndrome o
trastorno/enfermedad,
Signo. Manifestación objetiva, externa y observa-
ble de un cuadro clínico, por ejemplo, fiebre, tem-
blor, lentitud psicomotora, laceración.
Síndrome. Conjunto de signos y síntomas que con-
forman un cuadro clínico reconocible. No lo hacemos
equivalente al trastorno porque no se refiere a las re-
glas del diagnóstico (inclusión o exclusión) ni alude
a todo lo que ocasiona malestar o significación clíni-
ca, de manera que pueden tomarse agrupaciones
sintomatológicas transitorias y/o subumbrales. La pre-
sencia de un síndrome puede no conllevar un diag-
nóstico (ej. una crisis de angustia aislada) y, a menu-
do, suele ser el objeto del tratamiento aunque forme
parte de diferentes diagnósticos, lo que en teoría de-
bería significar tratamientos distintos (ej. TDM episo-
dio único, TDM recidivante y TDNE).
Síntoma. Elemento subjetivo patológico que el pa-
ciente refiere, por ejemplo, dolor, pensamientos.
Trastorno. Síndrome o conjunto de síndromes in-
terrelacionados, de carácter funcional, que supo-
nen malestar y una afectación significativa en el fun-
cionamiento psicosocial de la persona. No es, por
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Introducción a la psicopatología clínica / 29
tanto, sinónimo de síndrome pero lo toma como uni-
dad para el diagnóstico. Sigue criterios de inclusión
y exclusión, requiere la significación clínica, supo-
ne una causa determinada y requiere, por tanto, un
tratamiento específico.
Trastorno dual. Es una forma particular de comor-
bilidad, en la que coexisten una patología psíquica
y un Trastorno relacionado con sustancias. Un uso
menos frecuente pero igualmente adecuado refiere
la coincidencia de cualquier trastorno psíquico con
el déficit intelectual.
Tratamiento. Programa de trabajo clínico que se
planifica e implementa con el fin de inducir la recu-
peración o remisión de un problema patológico (sín-
drome/s o trastorno/enfermedad).
Temperamento o Disposición. Supone tenden-
cias, propensiones e inclinaciones permanentes, de
naturaleza biológica, a comportarse, pensar o sen-
tir.
Umbral. Valor mínimo de la intensidad del estímu-
lo, a partir del cual éste es perceptible.
Vivencia. Experiencia subjetiva consciente que
acontece en una persona. Puede ser precisa o di-
fusa y referirse a estímulos presentes (perceptivos)
o evocados.
Vulnerabilidad (Predisposición / Sensibilidad).
Susceptibilidad o propensión de carácter biopsico-
lógica presente en una persona que la hace pro-
pensa a desarrollar un trastorno/enfermedad deter-
minada.