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1.

El inconsciente colectivo

Hace muchos años, en una cátedra de filosofía se nos planteaba un


paradigma: ¿Cómo hacer una línea más corta? El maestro trazó en una
cartulina una pequeña línea como la que aparece en la gráfica 1, y el
cuestionamiento a los alumnos era el siguiente: “Háganla más corta, sin
tocarla”.

Pasaron varios minutos sin que nadie pudiera dar una respuesta, hasta
que finalmente el maestro se puso de pie, tomó un plumón y dibujó, junto
a la primera, una segunda línea mucho más grande, como se observa en
la gráfica 2. ¿Cuál es su significado? La primera línea, la pequeña, son
todos aquellos aspectos negativos de las sociedades, en ella está la
corrupción, la deshonestidad, los antivalores que dañan a toda sociedad;
la segunda línea, la mayor, significa una corriente nueva y vigorosa, de
tal fuerza que lo negativo, junto a ella, se verá mucho más pequeño.
En el fondo, esto quiere decir que es mucho más fácil crear hábitos de
Excelencia que erradicar los anti valores que existen en la sociedad. Nos
hemos desgastado durante muchísimo tiempo combatiendo lo malo que
tiene nuestro país y definitivamente hemos tenido la miopía de no
inculcar valores superiores que hagan que sea tal su grandeza y su fuerza
que lo malo se vea pequeño.

Por ejemplo: Es mucho más fácil formar el hábito de la honestidad que


erradicar la corrupción; creo que tuvimos una amplia experiencia nacional
durante doce años en los cuales la campaña fue erradicar la corrupción;
hoy los resultados nos indican que no se logró absolutamente nada. ¿Qué
habría sucedido si se hubiera sembrado el valor de la honestidad
utilizando todos los medios de comunicación de nuestro país?, ¿si en
preescolar, primarias, secundarias y universidades se hubieran
organizado campañas masivas a nivel nacional para proponer la
honestidad como el valor nuclear y central de nuestra sociedad? Les
aseguro que en este momento tendríamos, después de seis años, gente
mucho más honesta.

Enaltecer los buenos hábitos, de esto parte el principio de nuestra


propuesta, crear una corriente ética tan importante en nuestro país que
arrasemos con todos los antivalores que aquejan actualmente a nuestro
ser social, al mismo tiempo que nos preparamos para acometer nuestro
proyecto de nación hacia el siglo xxi.

El inconsciente colectivo es el fondo de la personalidad colectiva de los


pueblos, que se forma a través del tiempo y las circunstancias y que
determina una forma de interpretar la vida, de resolver los problemas, de
proyectarse al futuro, de definir los valores existenciales y de relacionarse
con los demás.

¿De dónde parten los fundamentos científicos de este concepto? Hay


dos gigantes que pasarán al siglo XXI como sus grandes precursores:
Albert Einstein es uno de ellos, de quien no hablaremos más, ya que es
clara su aportación al mundo de la ciencia; pero el segundo, que no es
tan conocido, viene a darnos una visión nueva de lo que debemos y
podemos lograr, Carl Gustav Jung, el gigante de la sicología analítica, a
través de la cual crea el concepto del inconsciente colectivo. ¿Por qué
tanta insistencia con el inconsciente colectivo? Su importancia reside en
que a través de trabajar con él podemos influir para cambiarlo, y ésta es
la forma más directa de lograr los cambios de actitud que requiere
nuestro país, para ser mejor. También nos permite entender por qué las
culturas de otras naciones tienen comportamientos tan diferentes a los
nuestros y cuáles son sus efectos en un mundo globalizado.
¿Cuál es la parte central de una cultura? Las culturas se forman
básicamente de costumbres, cuyo origen son los hábitos, ¿y qué son los
hábitos? Son acciones repetitivas a tal grado que se llegan a convertir en
costumbres y esas costumbres conforman las culturas (véase gráfica 3),
las cuales están contenidas en los inconscientes colectivos de los pueblos.

Por ejemplo, cuando impartí en agosto de 1993 una conferencia en


España, ante 45 mil personas, les decía que ellos nos habían legado
durante 300 años un inconsciente colectivo del despojo; ¿por qué?,
porque la mentalidad del conquistador era que quien descubría algo le
pertenecía automáticamente. A cada lugar al que llegaba el conquistador
se decía a si mismo: “Esta casa es mía, porque yo la descubrí”; “esta
mujer es mía, porque yo la descubrí”. Y el simple hecho de descubrirlo le
daba el derecho a la propiedad.

Nos preguntamos en el último sexenio de este milenio, en este tiempo y


en el momento actual, ¿el inconsciente colectivo del conquistador sigue
vigente? Yo creo que sí; si alguien se encuentra una cartera o cualquier
objeto en una calle de algún lugar de nuestro país, ¿a quién le
pertenece?, a quien lo descubrió.

Si por otra parte recordamos que el hábito durante 300 años en nuestro
país fue trabajar sin cobrar, entonces, ¿qué significa hoy el trabajo en el
inconsciente colectivo del mexicano? Pues sencillamente que el trabajo es
una desgracia, una obligación, el trabajo es tan malo que hasta pagan por
realizarlo.
Otro ejemplo sembrado en el inconsciente colectivo durante 300 años
fue la circunstancia del indio que acudía al fraile para pedirle su consejo,
porque llegó el sarampión o la peste y de pronto acabó con toda una
familia y entonces el padrecito le respondía: “Espera, hijo, espera”; o
también llegaba el patrón, el señor de la encomienda, y lo despojaba de
su ganado o de su familia y el padre le volvía a aconsejar: “Espera, hijo,
espera, algún día tendrás tu recompensa”. Entonces, los mexicanos nos
hemos convertido en seres milagreros, inconscientemente esperamos que
algo suceda para que nos resuelva nuestra vida.

Hoy podríamos afirmar, en forma irónica, pero con mucho sentido, que
en nuestro país más que católicos adoramos a “Alá”, porque “a la” mejor
baja el dólar, “a la” mejor nos va bien, “a la” mejor nos sacamos la
lotería, “a la” mejor Dios nos ayuda... Y “a la” y “a la”, y nunca lo
logramos porque sencillamente estamos esperando un milagro, una
circunstancia que en un momento dado nos modifique toda nuestra
circunstancia existencial y ahí está el éxito de la Lotería Nacional, de
Pronósticos Deportivos y de otros sorteos, que constituyen la esperanza
de quienes sueñan con que el azar va a resolver su existencia.

Recuerdo que hace algunos años me encontraba en el metro de la


ciudad de Tokio, era un día lluvioso, caía un aguacero torrencial, a la
salida había grandes cantidades de paraguas, sorprendido le pregunté a la
persona que me acompañaba qué significaban esos paraguas y me dijo:
“El metro te los presta para que te protejas de la lluvia, te los llevas y al
día siguiente los regresas”. Exclamé con sorpresa: “¿Puede ser, será tanta
la confianza que depositan en las personas que viajan en el metro para
que sin firmar un vale, o dejar su pasaporte o su licencia, se los presten?”
Y me contestó: “Con confianza, toma el paraguas y llévatelo, mañana lo
regresas”. Aun así, con cierta desconfianza lo tomé y cuál fue mi sorpresa
que al día siguiente todos los paraguas estaban en su lugar, ¿por qué?,
porque el inconsciente colectivo japonés dice que si yo me encuentro algo
no significa que me pertenece a mí, sino que lo han perdido y es
propiedad de otra persona. El inconsciente nos hace realizar acciones
instintivas, es decir, no se hacen conscientemente sino que se realizan
por la costumbre, un hábito heredado de abuelos a padres y de éstos a
sus hijos, y en forma no pensada, no reflexionada, automáticamente lo
que es encontrado en ese mismo momento se devuelve, por eso el metro
de Tokio tiene el récord mundial de artículos extraviados y devueltos, así
funciona el inconsciente colectivo.

Imaginemos ahora que transitamos por las calles de Calcuta o Nueva


Delhi y nos encontramos con un enorme congestionamiento de tráfico, y
que éste lo está causando una vaca. Nosotros inmediatamente
pensaríamos que la deben mover, pero como en el inconsciente colectivo
de los hindúes la vaca es sagrada, nadie se atreverá a tocarla.
Inconscientemente los mexicanos somos católicos porque nuestros
padres, abuelos y bisabuelos nos han legado esa tradición, por eso
inconscientemente bajamos el volumen de voz cuando entramos a un
templo, inconscientemente nos santiguamos enfrente de las iglesias,
etcétera.

Otro ejemplo es: ¿Por qué tiramos la basura en las calles?, porque las
calles “no le pertenecen a nadie”, es decir, son de nadie. Por eso
contaminamos los ríos, destruimos los bosques, envenenamos el aire,
porque inconscientemente sabemos que lo único mío es lo que tengo
debidamente escriturado, tenemos un complejo patrimonial como otro
hábito registrado en nuestro inconsciente colectivo.

¿Qué sucede cuando manejamos por primera ocasión, manejamos en


forma consciente o en forma inconsciente? Somos conscientes del
embrague, del freno, de la palanca de velocidades, de los espejos, del
tráfico, de todo, sin embargo tres semanas después ya vamos
conduciendo en forma inconsciente, vamos platicando con la persona de a
lado, regañando a los niños de atrás, insultando al que se nos atraviesa,
inconscientemente ya aprendimos a conducir; la repetición del hábito se
introduce en nuestro inconsciente y se convierte en una costumbre.

México vivió hace pocos años un proceso de cambio monetario con los
nuevos pesos, que consistió en quitarle tres ceros a la moneda anterior, y
acostumbrar el inconsciente de la ciudadanía a las cifras de las nuevas
monedas tardó más de dos años, durante los cuales recurríamos
constantemente a las cifras expresadas de la manera anterior; sin
embargo, después de este tiempo los nuevos pesos ya están en el
inconsciente colectivo.
Nuestra propuesta:
cambiar el inconsciente colectivo del mexicano

¿Cuál es la gran diferencia entre las empresas de Excelencia y las


empresas mediocres? Antes de contestar a esta pregunta quiero hacer
una aclaración importante, hemos invertido en este trabajo 30 años de
investigación, recorrido más de 62 países en los cinco continentes y
comprobado cabalmente que en todas partes existen empresas de
Excelencia y empresas mediocres; tanto en Europa como en América,
Asia, Oceanía o África, hemos encontrado empresas de Excelencia y
empresas mediocres, ¿qué las distingue?, ¿cuál es esa sutil diferencia que
se vuelve abismal entre un ambiente de Excelencia y uno mediocre?

En las empresas mediocres la gente tiene que trabajar, la gente tiene


que atender a sus responsabilidades, la gente tiene que permanecer en
ellas; en cambio, en las empresas de Excelencia la gente quiere llegar
temprano, quiere servir, quiere sonreír, quiere trabajar. ¿Qué es en
esencia la productividad? Más allá de las tecnologías que nos hablan de
los más variados conceptos, la esencia de la productividad es una actitud
mental hacia el trabajo, es la diferencia entre el que quiere ser productivo
y el no querer serlo, por eso en la actitud dé la persona está el gran
cambio.

Fondo y forma

Hemos podido constatar después de esta larga experiencia que atrás de


cada empresa destacada, que se considera extraordinaria, siempre hay un
centro educacional, en el cual se imparte capacitación en un tiempo
mayor al promedio; 50% de ese tiempo se dedica a incrementar la
destreza o habilidad para el desempeño de las tareas, para que las
personas realicen mejor su trabajo en una computadora, en una máquina
registradora, si se es cajero, mesero u oficinista, y otro 50% es para
cambiar la actitud, para modificar esa predisposición hacia el trabajo,
para que sea propositiva la solución para realizar cada tarea, y ahí está la
diferencia: es en esencia cambiar el inconsciente colectivo. Una empresa
alcanza parámetros de Excelencia cuando el personal inconscientemente
quiere trabajar, quiere servir, quiere hacer las cosas, quiere estar alerta,
cuando logramos llegar a este nivel ya logramos integrar el hábito en la
persona, pero más allá de un acto de forma, sino como un valor de fondo.

Hemos revisado aproximadamente 150 años de literatura en materia de


Excelencia corporativa a nivel internacional. Y para nuestra sorpresa nos
hemos dado cuenta de que la gran mayoría de universidades y centros de
desarrollo gerencial y de trabajo se han dedicado a cultivar actitudes más
que valores, ésta es la parte nuclear, ¿qué significa esto? Que nuestro
comportamiento debe provenir no sólo de imitar a una persona admirada
en lo que hace; si una persona sonríe, ¿yo también debo sonreír? Si en la
persona no germina el valor de la alegría difícilmente va a sonreír
auténticamente, cambiará su fachada temporalmente, pero no habrá
logrado sembrar la parte nuclear, que son precisamente los valores del
ser humano.

Veamos por ejemplo: La calidad. Una persona puede estar convencida


de que la calidad es la nueva herramienta y un arma efectiva hacia el
siglo xxi, pues las empresas que producen con calidad son las que han
acaparado la riqueza del mundo, es más, la calidad está más allá de
nuestras fronteras, entra de contrabando, la gente va a comprar calidad,
pero ¿qué sucede si una persona no aprecia el valor de la calidad y
solamente es un imitador de la calidad? Fácilmente se dará por vencido.

Encontramos que muchas personas se desalientan porque intentan


poner en práctica algún nuevo principio y las cosas no resultan como
esperaban, esto sucede porque no han germinado el valor fundamental y
central de ese principio, en otras palabras, para que la actitud sea
perdurable, trascienda, y verdaderamente modifique la conducta del ser
humano, es importante sembrar los valores nucleares; si no existen estos
valores nucleares, lo demás será solamente fachada, será sólo una forma
sin fondo. Por eso la enorme importancia de llegar a los hábitos de
Excelencia, para que éstos se conviertan en costumbres y logren cambiar
la cultura del pueblo o de la empresa; por eso nuestra proposición es
crear un nuevo inconsciente colectivo nacional que vaya incorporando
valores universales como parte fundamental del ser humano y del ser
mexicano.

Mencionamos dos elementos fundamentales que son el fondo y la


forma, ¿qué significa esto? Si yo en el fondo no estoy convencido de
aquellos conceptos, la forma en que los manifiesto será sumamente débil;
de igual manera encontramos que una persona puede tener un gran
fondo, pero si no lo expresa no existe la forma, y así es común, por dar
un ejemplo, que el día de los funerales de alguien hay personas que
dicen: “Es que yo en el fondo lo quería mucho, pero nunca pude
expresarlo”.

Como lo dice nuestra amiga Ana María Rabatté: “En vida, hermano, en
vida...” En el fondo puedes haber sentido muchas cosas por alguien, pero
nunca tuviste la forma de demostrarlo. Cualquier mexicano puede decir:
“Es que yo en el fondo quiero mucho a México”, ¿y en qué forma se lo
demuestras? “Es que yo en el fondo amo a mi pareja”, ¿cómo se lo
expresas? “Es que en el fondo quiero a mis hijos”, ¿y qué haces por tus
hijos? Una persona puede tener un gran “fondo”, pero si no lo expresa en
acciones, si no le da “forma concreta”, está andado. Hay muchas
personas que me dicen: “Miguel Ángel, yo soy una persona muy capaz,
extraordinariamente capaz, súper capaz, pero nadie lo sabe”, más bien es
un asno conocido, eso sí que es una gran realidad.
¿Cómo puede una persona demostrar su grandeza? A través de sus
formas, pero ¿qué es más importante: el fondo o la forma? (Véase gráfica
4.) La esencia es que lo importante del fondo es la forma; una persona
con demasiadas formas, que tiene estilo, es muy cortés, diplomático,
etcétera, pero a quien en el fondo no le interesa su país, no le interesa
servir, lo que desea es servirse a sí mismo, obviamente es una persona
que tiene mucha forma, pero no tiene nada de fondo. Imaginemos una
mujer bellísima con unas formas increíbles, con un gran “hardware”, pero
nada de “software”, está vacía totalmente por dentro.

Para poder dar forma a una persona, primero hay que dotarla de un
fondo, de un contenido, después lo importante del fondo será la forma en
que lo exprese. Cuando una persona desea manifestar su grandeza la
única forma de demostrarlo es a través de sus acciones, de sus hechos,
“hechos son amores”, lo demás son solamente buenas intenciones.

Esta es la importancia de que la persona pueda demostrar su grandeza


a través, precisamente, de sus manifestaciones sublimes, que son sus
propias acciones, por eso el inconsciente colectivo que estamos
proponiendo es generar un gran fondo, y es la primera fase del proyecto
dirigido a los 90 millones de mexicanos, para que se convierta
automáticamente en las formas como consecuencias naturales del fondo
que ya poseemos cada uno de los que habitamos en este país, por lo
tanto en la gráfica 5, que se llama Organigrama Nuclear de Excelencia,
los elementos que estamos proponiendo son: Filosofía, misión, acción,
resultados y valores.

Organigrama Nuclear de Excelencia

Todos los seres humanos necesitamos tener una misión. Toda empresa
o institución debe tener una misión, la misión de servicio que se proponga
y que es su razón de existir, ¿para qué fue creada una empresa? El
primer gran cuestionamiento de toda empresa es entonces:
¿Cuál es la misión a cubrir dentro de la comunidad?

Una vez que contamos con la misión, inmediatamente debemos


establecer cuál va a ser su filosofía de servicio, atender el mercado, al
personal, las necesidades de los clientes, la filosofía de calidad, cuál va a
ser el marco de pensamiento, el de las acciones que se van a realizar
para cubrir cabalmente la misión propuesta.

Por supuesto, se requieren acciones especificas, toda empresa debe


realizar ventas, cobranza, fabricación o servicios, acciones que debemos
determinar en forma muy específica; por otro lado, tenemos que buscar
los resultados positivos que estas acciones deben producir, para ir
midiendo y corrigiendo. Por lo tanto, el resultado tendrá una relación
directa con la calidad de la acción y la calidad de la acción obedece a una
mística, a una filosofía de trabajo, y está en función directa de la misión
que se quiere lograr, por supuesto, al centro están los valores nucleares
que deben ser los principios rectores, la columna vertebral de la empresa
que estamos manejando, en este esquema podemos ubicar una iglesia,
una fábrica, un banco, un gobierno y cualquier tipo de organización que
haya definido exactamente los fines que pretende realizar.

Como puede apreciarse, este modelo tiene dos ejes, el eje horizontal es
el material; es el ir y venir actuando y buscando un resultado, pero si sólo
tomamos en cuenta e1 actuar por un beneficio inmediato, corremos el
riesgo de perdernos en lo urgente sin tomar en cuenta lo importante. Aquí
es donde entra el eje vertical que podría llamarse la brújula, porque nos
indica de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos, hacia dónde nos
lleva nuestra manera de pensar.

A la vez, este modelo visto integralmente es rotatorio, porque de


nuestra manera de pensar pasamos a las acciones que deben ser reali-
zadas con una misión y que a su vez nos proporcionarán un resultado,
todo girando en tomo a los valores centrales.

Como usted estará pensando, este modelo puede aplicarse a sistemas


grandes y pequeños, tan grandes como una nación y tan pequeños como
una microempresa y por supuesto a su propia vida individual.

Y la aplicación de este modelo se verá a lo largo de la propuesta y para


empezar en la importancia de generar una visión de futuro a nivel
nacional (véase gráfica 6), para evitar caminar sin rumbo y todo lo que
esto le ha causado al país.

De qué nos sirve una simplificación administrativa en las instituciones


de gobierno o en cualquier empresa si no cambia la actitud de su
personal. La famosa ventanilla única seguirá siendo una utopía mientras
el funcionario no comprenda la misión central de la institución en la que
trabaja, ¿cuál es la filosofía con la que debe atender al usuario?
Actualmente ese propósito se pierde en un sinfín de acciones y
procedimientos que no tienen sentido alguno.

Nos empeñamos en corregir los efectos sin atacar la causa, el origen de


nuestras deficiencias y así podemos pasamos la vida, sin terminar nunca
de resolver las dificultades. Si al servidor público logramos infundirle
valores de fondo, sus formas serán una consecuencia natural. “Nadie
puede dar lo que no tiene.”

La historia nos enseña que cuando una nación compra un sueño o


adquiere un ideal, cobra una fuerza sinérgicamente mística que le permite
avanzar aceleradamente, aun a pesar de los costos que los cambios
signifiquen. También nos dice que cuando los líderes no tienen una visi6n
del futuro, pierden su poder ante el grupo y entonces reinan la anarquía y
el desorden, llevando al pueblo a una crisis de credibilidad.

Como país, lo más importante es tener una visión rectora a largo plazo,
ya que los cambios para el desarrollo necesitan tiempo de aceptación y
aprendizaje; presentan los problemas inherentes a la renunciaci6n de los
paradigmas y en los procesos evolutivos es en donde se busca, a través
de programas, mantener un ritmo y un camino definido, y los periodos de
gobierno deben ser en sí eslabones de procesos que engarcen los
esfuerzos, avances y aprendizajes logrados para que esto sirva de
peldaño al siguiente periodo, con bases sólidas para lograr continuidad,
pasando la estafeta prepositivamente, de tal manera que los resultados
sirvan para sumar y multiplicar logros y las fallas sean factor de
reconsideración o readecuación a la gran directriz, a la visión rectora de
largo plazo.

El largo plazo, 30 o 50 años, es un término realmente corto visto desde


la perspectiva histórica de los países. Tener un proyecto que mantenga
mentes alerta a la vanguardia de los avances del entorno, y entonces
poder guiar e1 camino de la nación, adecuándolo con esa antelación al
modelo de éxito propuesto, permite impulsar a todo un pueblo a tener
una visión de grandeza en el futuro, a darle sentido a su existencia y a
sus esfuerzos, ya que los planes y programas diseñados para un solo
periodo de gobierno son piezas sueltas, que por no tener la suerte de
engancharse con el que sigue, invariablemente corren el riesgo de ser mal
juzgadas, satanizadas o en el mejor de los casos minimizadas, para hacer
valer la nueva verdad sexenal, desperdiciando así gran parte de lo
avanzado, aun a veces en sus aspectos realmente valiosos. Se resta lo
malo de lo poco bueno, quedando una sensación de negatividad y
frustración cada vez más recalcitrantes. El costo social de esta forma de
administrar un país ha sido demasiado cara y cada vez nos ha llevado a
bajar de nivel, ya que no hay economía que resista estos reveses, sin ver
afectada su competitividad ni su credibilidad a nivel internacional.

Sin duda que el nuestro es un país realmente joven y con una incipiente
cultura y filosofía política que todavía no alcanzamos a comprender.
Presenta como tal, todas las ventajas y desventajas que esta juventud
misma conlleva: mentalidad paternalista, cortoplacista, exige gratificación
inmediata a cualquier esfuerzo en lugar de pensar en ahorrar para el
futuro, jugamos a la simulación, intrépidos al actuar, arriesgamos por
impulso sin medir consecuencias, acostumbramos justificarnos frente a
nuestros errores o imprudencias, y postergamos las responsabilidades,
pensando que es obligación de los mayores el prestamos o apoyamos
para que salgamos adelante. Sin embargo, ante un entorno globalizado,
en un mercado abierto, como decidimos estar, la interacción internacional
nos obliga a jugar con las mismas reglas de juego que los países más
grandes, maduros y avanzados, sin excusa ni justificación. Esto nos hace
ver en el concierto de las naciones como inexpertos intrépidos, poco
confiables o víctimas fáciles de jugadores de primer nivel.

La evolución y el desarrollo llevan su tiempo, esto es inevitable y


tenemos que aprender. Los pueblos requieren disciplina y consistencia en
su formación y es la colegiatura que tenemos que pagar. Pero tampoco
podemos permitirnos el lujo de cometer errores o de tardarnos tanto
como para quedar definitivamente fuera de la jugada.

Tendremos que hacerlo aplicando la tecnología de lo obvio, acortando la


ruta y aprendiendo de los mejores ejemplos y a paso veloz.

Proponemos por esto, crear un “Proyecto de nación de Excelencia para


el tercer milenio”, un verdadero cambio de paradigmas, en donde en
lugar de ver cómo nos defendemos de los cambios que ocurren a nivel
mundial y buscar cómo sobrevivir con lo que nos queda, en lugar de
estrellamos ante nuestra incompetencia y aterrarnos por la reincidencia
de error tras error, fallas de nuestro sistema, corrupción, desorden o
violencia, proponernos “ser nosotros mismos quienes decidamos nuestro
futuro”, dentro del marco de la globalización y del nuevo entorno
económico, para posicionamos estratégicamente como país,
aprovechando todas nuestras ventajas y fortalezas regionales o
circunstanciales, y desarrollando planes y programas de largo plazo,
conjuntando la misión de todos los sectores importantes para el logro de
este fin. Trazar la raya larga para minimizar la corta.

Una vez decidido el “macro objetivo” que diseñamos para el futuro del
país, el cual refleja el fondo de nuestra aspiración colectiva, vamos a
mantener con una disciplina consistente un sistema en donde se planee y
se convenga en forma integral, creando programas de peno-dos
gubernamentales que a su vez se subdividan en programas anuales y
sectoriales, para poder establecer metas a corto y mediano plazos.
Entonces los avances, logros y resultados se evalúen a través de un
sistema de meritocracia que priorice criterios a través del proyecto de
nación, antes que favorecer las ventajas personales, sectoriales o permitir
las luchas por el poder que tanto han dañado a nuestro país.

Todo esto requiere de una gran integridad ética, inteligencia, fe y


esfuerzo de los líderes. Exige aceptación para sustituir el beneficio
individual por el bien colectivo, reeducar nuestra mentalidad para crear
una corriente que genere la contracultura del nosotros y romper con la
tradicional y arraigadísima costumbre de buscar el éxito individual o
sectorial con el nombre de “conquista” y cuyos efectos han exaltado el
poder, los abusos, la disgregación de intereses y el sentido de
oportunismo, lo cual ha falseado totalmente el sentido de justicia y
credibilidad en nuestro país. Ha dañado el valor del trabajo honesto, del
cumplimiento, del desarrollo justo y, sobre todo, el de la confianza y la fe
en el gobierno y en cualquier tipo de autoridad.
El cambio del inconsciente colectivo de un país es un proceso de causa-
efecto evolutivo que se logra paso a paso, predicando con el ejemplo de
los lideres, para lo cual hemos creado un programa específico (véanse
gráficas 7 y 8). Seguramente creará problemas, pues son parte inherente
del cambio, pero lo importante es tratarlos en plan negociador,
conciliador, siempre anteponiendo el bien común a los privilegios o
ventajas individuales y/o sectoriales.

Si los mexicanos deseamos sinceramente tener el orgullo nacional de


serlo, tendremos que reedificar nuestra imagen y dignidad tanto interna
como externamente para demostramos a nosotros mismos y al mundo
exterior que somos un país que entiende los signos de los tiempos, que
podemos ser un pueblo con credibilidad y capaz de participar en el
concierto de las naciones dignamente. Esto nos llevará tiempo, porque el
respeto y la confianza tendremos que ganarlos y no es fácil cuando
hemos tenido reveses serios, pero aun los viajes más largos se inician con
un primer paso, la constancia y la persistencia nos harán llegar.
Un proyecto con visión de futuro

La propuesta es crear un proyecto con el que podamos inventar el país


que queremos a futuro, en 30 o 50 años. Crear un plan rector que
represente el ideal de la ciudadanía y que conjunte las voluntades de las
panes, sin partidismos, sectarismos, regionalismos o clasismos. Definirlo
y aterrizarlo, específicamente, en forma concreta y numérica, para saber
qué es lo que queremos ser y por qué debemos luchar.

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