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Las ahuianime eran mujeres cuyo oficio era seducir, usaban su sexualidad desbordada para alegrar
la vida del mundo nahua preshispánico.
La mayoría de ellas tenían distintos orígenes a las que se les permitía el uso de un lenguaje no
verbal: usaban ciertos movimientos del cuerpo, gesticulaciones, atavíos, cosméticos.
Es decir, las ahuiani, que quiere decir ‘la que está alegre’, eran las protegidas de los espacios
estatales con un carácter ritualístico y festivo.
A diferencia de las connotaciones actuales, ellas eran mujeres que acompañaban a los guerreros
valientes o las víctimas de sacrificio. Eran la base de la recreación y la alegría que tenían en su
poder el desenfreno.
Sin embargo, y pese al cobijo religioso y estatal, las ahuianime eran víctimas de repudio moral. Si
bien los dioses permitían la práctica sexual, el exceso o desenfreno de los placeres eróticos era
fuertemente castigado.
Por esta razón, las ahuianime eran popularmente tildadas de inhumanas, vanidosas e
indecedentes: “Su integración en la sociedad se muestra en ciertas fechas y lugares pero, en los
discursos morales y en algunas palabras para calificarlas, existe una actitud de rechazo y
desaprobación a su comportamiento”.
Arreglo y conducta
Por ejemplo, a las mujeres nobles se les pedía andar de manera honesta, según el cronista
Sahagún:
Andando llevarás un medio, que ni andes muy de prisa ni muy despacio; y cuando
fuere necesario andar de prisa, hacerlo has así; por esto tienes discreción.
Cuando fueres por la calle o el camino no lleves inclinada mucho la cabeza y muy
erguida, porque es señal de mala crianza. No hagas con los pies meneo de fantasía
por el camino. Anda con asiego y con honestidad por la calle.
No mires por aquí y por allá, ni vuelvas la cabeza para mirar a una parte y a otra.
Mira a todos con cara serena… de manera que ni lleves el semblante como enojada
ni tampoco como risueña”.
El peinado de las mujeres mexicas «honestas» era el cabello partido en el centro, las mitades
cruzadas en la nuca y llevadas en forma torcida o trenzada alrededor de la cabeza, hacia la frente,
para terminar en dos puntas levantadas que tienen forma de cornezuelos. Su cabello recogido
mostraba su conducta propia y comprometida, en la que había observancia de los límites.
En cuanto a las ahuianime, según los testimonios de Sahagún, “eran vanidosas, se ataviaban y
adornaban excesivamente, se pintaban el rostro, las mejillas con axin –un ungüento amarillo de la
tierra– y con otros colores más, de manera que gustaban lucir ‘buen rostro’.”
Solían llevar el cabello suelto y otras veces con un peinado combinado, en donde se arreglaban la
mitad de la cabellera trenzada y la otra mitad suelta sobre la oreja o el hombro.
De hecho, en las imágenes de estas mujeres, su cabello aparece alborotado, lo cual representaba
otra transgresión que realizaba la mujer.
Además del físico, las ahuiamine solían bañarse con hierbas olorosas para que de su cuerpo
emanara una fragancia deliciosa, perturbadora y excitante.
Mientras que acostumbraban a oscurecerse los dientes con grana cochinilla para llamar la
atención o a chupar el tzictli –derivado del chapuputli– para cuidar y limpiar los dientes:
Sobre esta resina, que la jovenzuelas que mastican con liviana forma ante los jóvenes al pasar dan
a entender sus intenciones. Y éste es signo de atracción y así dicen moteixantia, que viene a decir:
‘atrae a sí a alguno’.
De acuerdo con Roberto Moreno, existía un grupo de prostitutas llamadas ‘maqui’, quienes
pertenecían a un tipo de prostitución militar.
Es decir que, además de las prostitutas de los mercados, también estaban las mujeres dedicadas
únicamente a atender a los soldados.
Se dice incluso que las ‘maqui’ eran las protegidas y representaciones de Xochiquetzal y
Cihuacoatl: “Los atavíos guerreros y las actitudes viriles de las ‘cortesanas’ ciertamente se explican
por la voluntad de reproducir la muerte mítica de esas dos divinidades.”
Pintura de Diego Rivera
Eran ellas mismas quienes nacían bajo el signo xochitl, pues se creía que “las mujeres que nacieran
en ellos, estarían inclinadas a la prostitución a menos que fueran penitentes y guardaran su ayuno
para evitar caer en la fase del signo.”
Incluso, la influencia de estos días sobre las prostitutas y labranderas, provocaba que a estas
últimas se les castigara mandándoles infecciones de transmisión sexual si no cumplían con sus
obligaciones.