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Génesis 1:26 “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en
todo animal que se arrastra sobre la tierra.”
Vivimos en medio de una sociedad cambiante, que día a día trata de imprimir las huellas físicas del
esfuerzo humano a través de sus propios diseños, donde se ha provocado la ruptura de los valores
y principios familiares afectando directamente a la misma sociedad; donde ya no se toma en
cuenta al creador y diseñador de la humanidad.
El hombre ha intentado crear un diseño propio, conforme a sus pensamientos, intereses e ideas,
para plasmar lo que él considera nuevo e innovador, y es aquí donde radica su problema, porque
no puede tomar un diseño original, sin involucrar a su creador. Porque simplemente estaría
intentando copiar algo, pero sin conocer su verdadera esencia, función, y éxito.
Dios es un Dios de diseños divinos; Él trazó un plan perfecto para nuestras vidas y nuestras
familias; Él no va intentado hacer algo con nosotros; Él ya tiene un plan y proyecto para nosotros
desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4).
Él nos creó para su gloria, conforme a Su imagen y semejanza; un diseño único para que
gobernáramos sobre todas las cosas en la tierra, para que lo glorificáramos, solo a él, y
manifestáramos sus obras sobre las naciones de la tierra.
Es por eso que, más allá de los intentos humanos de distorsionar este diseño y actuar de manera
egoísta e independiente de su creador, el mismo Dios, nos entrega como Familias, la oportunidad
de restaurarnos a su diseño original, a través del señorío de Cristo sobre nuestras vidas. ¿Quién
más que él, nos puede redirigir en nuestras familias, para retornar al diseño único y propósito
divino de nuestras vidas?.
Efesios 2:10 “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.
Efesios 2:10 “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.
La mayor tragedia que puede vivir las familias de una nación, no es solo la mala gestión de un gobierno,
sino, el no tener un propósito para existir; es como estar vivos y no saber para qué; es como tener vida,
pero sin poderse mover.
Esta convicción de vida, es lo que ha mantenido a muchos hogares sumergidos en las necesidades y
carencias, privándoles de moverse en el destino que Dios predestinó para ellos en medio de las naciones.
Nuestras vidas no corresponden a una existencia sin razón o sin propósito, corresponden a un diseño
divino construido por el mismo Dios.
Esto significa que toda nuestra vida se debiera haber desarrollado de acuerdo a lo que Dios ya predestinó
para nosotros, y cuan más claro lo tengamos, habrá una razón de existir y el por qué realizamos las cosas.
Cuando Dios creó al hombre como su máxima obra dentro de su Diseño perfecto, lo vio como la parte
fundamental para conformar familias y sociedades sanas, que se levantarían en las naciones.
Nunca el diseño de Dios para nuestras vidas, fue vernos como derrotados en medio de las circunstancias,
sino, que fuéramos la prolongación de su gloria sobre la tierra, donde haya paz, gozo, abundancia y todo
aquello que refleja su gloria.
Es por eso que, aunque por causa del pecado en la humanidad se distorsionó el propósito de su diseño,
él no escatimó en darnos a Jesucristo, como el Señor de nuestras vidas, para redirigir nuestro camino y
que como familias retornemos a su plan original.
Hoy, más que nunca, las familias necesitan despertar y manifestar el señorío de Cristo desde sus
hogares. Ya Dios ha preparado el escenario de antemano, ahora nos toca actuar como familias, para
retomar en Cristo, el Poder que Dios nos dio para gobernar sobre los recursos de la tierra a favor de
nuestra existencia y para el bien de todos.
“El Señorío de Cristo desde nuestras casas manifiesta la vida del reino en las
ciudades”
La palabra señorío, denota la autoridad que tiene alguien sobre un territorio, sobre el cual se ejerce el
mando. Cuando hablamos del Señorío de Cristo, nos referimos a la autoridad que tiene Cristo como Señor
de nuestras vidas.
Y si él es señor de nuestras vidas, es porque así lo aceptamos, lo confesamos y lo declaramos en algún
momento en medio nuestro. Romanos 10: 9 lo expresa cuando dice: “que si confesamos con nuestra
boca que Jesús es el Señor y creemos en nuestro corazón que Dios lo levantó de los muertos, entonces
seríamos salvos”.
Allí está el principio del Señorío de Jesús sobre nosotros. Es la esencia y la primicia de la vida cristiana, que
al confesarlo como señor, Jesús viene a tomar toda autoridad sobre nosotros. Cuando confesamos su
señorío sobre nuestras vidas, entonces la fe deja de ser pasiva y silenciosa, y empezamos a declarar la
manifestación de su Gracia y de su Gloria para con nosotros.
Sin embargo, una vez comenzado el camino, existen claras intenciones de parte del Señor que deben
manifestarse sobre cada uno de nosotros. Jesús quiere que su amor y su gracia se manifiesten a través de
nosotros, de generación en generación, lo que traerá como resultado pueblos enteros que le adoren y le
sirvan como Señor.
¿Cómo comenzamos a manifestar su Señorío? Hay 3 claves principales:
Nuestra relación personal con el Señor.
Nuestro matrimonio.
Nuestra familia.
Allí están los pilares fundamentales desde los cuales Cristo debe ser el Rey y Señor. Una vez posicionado y
posesionado allí, todo alrededor debe fluir conforme a sus enseñanzas, conforme a su amor, conforme a
su misericordia.
- Lo que establezcamos como individuos se reflejará en nuestro matrimonio y por ende en nuestra familia.
- Estos 3 pilares deben desarrollarse con base a los principios que el Señor establece en Su Palabra.
- Si Él ha de manifestar toda su autoridad sobre nosotros, es porque ya el manifiesto está escrito, y este es
la Biblia, su palabra. Allí está contenido todo lo que debemos hacer como hijos de Dios: cómo desarrollar
esa relación personal con Él; cómo establecer matrimonios bajo su Señorío, para que a su vez toda familia
en la tierra manifieste su amor. Allí están las claves, pues creemos que Familias santas son las que
manifestarán su amor en la tierra. Familias santas son las que crean las bases sólidas del Cuerpo, la Iglesia.
Familias santas manifiestan el Reino.
Es en la casa donde no fingimos lo que somos; es allí donde el verdadero Señorío de Cristo se revela; es
allí donde somos procesados y refinados como oro puro para luego manifestar lo que somos afuera. No
se puede pretender manifestar el Señorío de Cristo en las ciudades, si Él no es primero Señor de nuestras
vidas, Señor de nuestros matrimonios y Señor de nuestras casas.
"Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa";
y en la medida de que más casas se salven, se salvará también la comunidad y
luego la nación.
Creer en Cristo es la clave, y para que crean lo único que debemos hacer es
PREDICARLES. (Rom. 10:13-14)
Y predicar es parte fundamental de tu propósito, de tu llamado eterno.