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PUBLICACIONES

DE

CÁTEDRA

TITULO: Traducción de los capítulos 2 y 3 de New Horizons in the study of


Language and Mind de Noam Chomsky

FECHA: Setiembre 2014.

AUTOR / ES: Prof. Marcela Bassano.


Seminario Semántica y Pragmática

Profesora Dictante: Mgter. Marcela Bassano

Maestría en Teoría Lingüística y Adquisición del Lenguaje

Facultad de Humanidades y Artes

UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO


Chomsky, Noam (2000): “New Horizons in the Study of Language and Mind”
Cambridge, University Press.

Capítulo 2: Explicando el uso del lenguaje

{Cuestión que se debate en este capítulo: polemizar con Putnam acerca de si a) la


investigación sobre el lenguaje puede hacerse dentro de marcos naturalistas y b) si los
significados son, efectivamente mentales, es decir, si pueden determinarse a partir de
configuraciones mentales.}

Tesis de Putnam: “hablar una lengua” o “el uso de la lengua” y otras habilidades
humanas no caen dentro de una investigación naturalista. Argumento: no se puede
construir un modelo explicativo científico de conceptos tales como “uso del lenguaje” o
“ser humano” del mismo modo que construimos modelos explicativos para el concepto
de “átomo de hidrógeno”. Mientras que estos últimos son conceptos científicos, los
primeros, no.
Chomsky sostiene lo siguiente: “Hay dos temas relacionados en Putnam. Primero
‘hablar una lengua’ y otras habilidades humanas no caen actualmente dentro de una
investigación naturalista. Segundo, nada se puede aprender sobre el significado a partir
del estudio de los procesos y de las configuraciones del cerebro. La primera conclusión
me parece mal formulada; la segunda, muy fuerte. Considerémosla de a una.
El argumento de Putnam es el siguiente:
El concepto ser humano es parte de nuestra comprensión de sentido común, con
propiedades de individuación, persistencia psíquica y demás que refleja preocupaciones
particularmente humanas, actitudes y perspectivas. Lo mismo es cierto de hablar una
lengua. Tales conceptos para Putnam no pueden ser tratados por teorías explicativas de
corte naturalista. Y esto no es cultural sino que es así por una cuestión de naturaleza
humana. No existe ninguna razón para pensar que existe un “tipo natural ‘ser humano’”,
al menos como una categoría descubierta por la investigación naturalista.
Lo mismo es cierto, sostiene Putnam, de los conceptos de sentido común como banco,
libro o casa, es decir no son apropiados para la investigación naturalista. Si algo es
apropiadamente descripto como un banco más que como una mesa o una cama dura,
depende de las intenciones de su designador y de los modos en los que nosotros y los
otros lo usan, entre otros factores.
Todo esto, afirma Putnam, es porque los conceptos de sentido común, esos objetos,
pueden ser tanto concretos como abstractos y eso es lo que hace difícil de imaginar;
cómo podrían fijarse conceptos para el estudio teórico de cosas, eventos y procesos en
el mundo natural. Lo mismo puede pensarse de nociones tales como creencia, deseo,
significado ’y sonido de palabras o intención.
Así, Putnam concluye que los conceptos del lenguaje natural y de sentido común no son
candidatos para la investigación naturalista.

Postura de Chomsky: “Podríamos especular que ciertos componentes de la mente, como


por ejemplo, la “facultad de formar ciencia” entran dentro de la investigación
naturalista, así como la facultad de lenguaje entra dentro de la adquisición y el uso del
lenguaje. (…) Otras facultades de la mente producen los conceptos de comprensión de
sentido común que entran dentro de la semántica del lenguaje natural y de los sistemas
de creencia. Estos simplemente “crecen en la mente” del mismo modo que un embrión
crece dentro de una persona.
A medida que progresa el entendimiento y se fijan los conceptos, el curso de la
investigación naturalista tiende hacia teorías en los cuales a los términos se los despoja
de los residuos distorsivos de la comprensión de sentido común y se les asigna un lugar
en una matriz de principios. La divergencia con respecto al lenguaje natural es doble:
los términos construidos se abstraen de las intrincadas propiedades de las expresiones
del lenguaje natural; se les asignan propiedades semánticas que pueden no sostenerse
para los lenguajes naturales, tales como la referencia.
Por lo tanto, las teorías naturalistas del cerebro tienen relevancia en la comprensión de
lo que la gente hace y no como sostiene Putnam que no tienen ninguna relevancia.
Para demostrar esto, sostiene Chomsky, “…tomemos el caso de Putnam: el
descubrimiento de que pensar en “gatos” evoca C. Seguramente una investigación tal
tendría alguna relevancia para investigar qué es lo que Peter significa (o refiere a, o
piensa sobre) cuando usa el término gato. Por ejemplo, ha habido un debate en el cual
Putnam ha tomado parte, sobre las propiedades referenciales de gato, si los gatos fueran
robots controlados por marcianos. Supóngase de que después que Peter cree en esto,
forma o no forma C cuando se refiere a gatos. Esto podría ser relevante para el debate.
O, por tomar un caso realísta: estudios recientes de la actividad eléctrica del cerebro
muestran respuestas distintivas a expresiones desviantes y no desviantes y, entre las
últimas, a violaciones de:

1. expectativas de significado de palabra


2. reglas de estructura de frase
3. la especificidad de la condición de referencia sobre la extracción de los
operadores
4. las condiciones sobre la localidad del movimiento.

Tales resultados podrían ser relevantes al estudio del uso del lenguaje, en particular el
estudio del significado.
Como otros sistemas complejos, el cerebro puede ser estudiado en varios niveles:
átomos, celular, uniones de células, cadenas neuronales, sistemas computacionales-
representacionales (CR), etc.” (p.24)
“El estudio sobre la actividad eléctrica del cerebro, recién aludido, relaciona dos
niveles: la actividad eléctrica del cerebro y los sistemas CR. El estudio de cada nivel es
naturalista tanto por el carácter del trabajo como por la integración con las ciencias
naturales nucleares. (….)
Por el momento, las teorías naturalistas del lenguaje y su uso mejor fundadas son las
teorías C-R (…) Quizá ellas puedan proveernos de líneas directrices para la
investigación de tales mecanismos, así como la Química del siglo XIX proveyó
condiciones empíricas cruciales para la revisión radical de la Física fundamental. (…)
El acercamiento CR provee la más rica explicación naturalista de aspectos básicos del
uso del lenguaje. Dentro de estas teorías hay un concepto fundamental que tiene cierta
resemblanza con la noción de sentido común “lenguaje”: el procedimiento generativo
que forma descripciones estructurales, siendo cada una un complejo de propiedades
estructurales, fonéticas y semánticas. Llamemos a este procedimiento una Lengua-I, un
término elegido para indicar que esta concepción del lenguaje es interna, individual e
intensional. Podemos tomar la expresión lingüística de una Lengua- I dada ser DE
generadas por ella. Tener una Lengua-I es algo así como tener un ‘modo de hablar y
entender’, que es un cuadro tradicional de lo que es un lenguaje. Existen razones para
pensar que las Lenguas-I (‘competencia gramatical’) son distintas a la organización
conceptual y a la ‘competencia pragmática’ y que estos sistemas pueden ser
disociados”. (p.26).
“La Lengua-I especifica la forma y el significado de ítems léxicos tales como banco,
trabajo, y caer en la medida en que están determinados por la facultad de lenguaje
mismo. (También debe ser capaz de significados oracionales tales como ‘Juan mató a
Pedro’) (…)” (p.26)
“El estudio de los sistemas C-R provee no poca comprensión acerca de cómo la gente
articula sus pensamientos e interpreta lo que escucha.
“La Lengua-I es una propiedad del cerebro, un elemento relativamente estable de
estados transitorios de la facultad de lenguaje. Cada expresión lingüística (SD) generada
por la Lengua-I incluye instrucciones para los sistemas de actuación en los cuales se
incluye la Lengua-I. Es sólo en virtud de esta integración en tales sistemas de
actuación que este estado cerebral cualifica como un lenguaje. Algún otro
organismo podría, en principio, tener la misma Lengua-I (estado del cerebro) como
Peter, pero incluido en sistemas de actuación que la usan para la locomoción. Estamos
estudiando un objeto real, la facultad del lenguaje del cerebro, que ha asumido la forma
de una Lengua-I y está integrada en sistemas de actuación que juegan un rol en la
articulación, interpretación, expresión de creencias y deseos, para referir, contar
historias y demás. Por tales razones, el tópico es el estudio del lenguaje humano.”
(p.27).
Los sistemas de actuación parecen caer dentro de dos tipos generales: AP y CI. Si esto
es así, es razonable suponer que una expresión generada incluye dos niveles de interfaz.
Una es la representación fonética y la otra es la FL.
Chomsky trabaja posteriormente la idea de si es plausible pensar que exista una
estructura compartida claramente definida que el que usa el lenguaje la adquiere y la
aplica a los casos. ¿Debemos postular tales ‘estructuras compartidas’ junto con la
Lengua-I y los sistemas de actuación? Esto es porque se ha sostenido que nociones tales
como ‘significados públicos’ o ‘lenguajes públicos’ se requieran para explicar las
posibilidades de comunicación.
Chomsky contestará que, virtualmente, la única ‘estructura compartida’ entre los
humanos es generalmente el estado inicial de la facultad de lenguaje. (p.30). (…)
Una persona que ha dominado un concepto no requiere la noción de lenguaje común.
“Si yo no sé nada sobre los olmos y las hayas más allá del hecho de que son árboles,
nada más allá de esta información podría estar representada en mi léxico mental; las
diferencias en las propiedades referenciales puede ser una consecuencia de una
condición que se sostiene generalmente en el léxico: carecer de indicación de una
relación semántica se toma como indicativa de que no se sostiene.” (p.32).
Qué información hay en el léxico distinta de los sistemas de creencia? Los cambios en
el uso pueden ser cambios marginales de la Lengua-I, o cambios en el sistema de
creencias, construidas aquí como sistemas CR de la mente que enriquecen las
perspectivas y los puntos de partida para el pensamiento, la interpretación, el uso del
lenguaje y otras acciones (llamémosla sistemas de creencia-I, alguna contraparte de las
creencias que podría ser descubierta en la investigación naturalista). El trabajo en la
semántica léxica provee unas bases para la resolución empírica en algunos casos
(particularmente en el sistema verbal, con su rica estructura relacional), dentro de un
marco individualista-internalista. “ (p.32).
“Cuando investigamos en las propiedades léxicas, encontramos una rica textura de
semántica puramente internalista, con propiedades generales interesantes y evidencia
para las relaciones semánticas formales. Más aún, una gran parte de esta estructura
semántica parece derivar de nuestra naturaleza innata, determinada por el estado inicial
de la facultad de lenguaje, de aquí que sea inaprendible y universal para las Lenguas-I.
Lo mismo es cierto con respecto a lo fonético y otras propiedades. En resumen, la
Lengua-I (incluyendo la semántica internalista) se parece mucho a otras partes del
mundo biológico. Podríamos llamar a todo esto, una forma de sintaxis, esto es, el
estudio de los sistemas simbólicos de las teorías C-R (“representación mental”). La
misma terminología es apropiada si el aparato teórico es elaborado para incluir modelos
mentales, representaciones discursivas, valores semánticos, mundos posibles y otras
construcciones teóricas que pueden estar relacionadas de alguna manera con cosas en el
mundo; u otras entidades postuladas por nuestra facultad de formar ciencia, o
construidas por otras facultades de la mente.
Consideremos la palabra casa en la expresión John is painting the house brown, una
cierta colección de propiedades estructurales, fonéticas y semánticas. Decimos que es la
misma expresión para Pedro y Tom sólo en el sentido en el que podríamos decir que
sus sistemas circulatorios o visuales son los mismos. Una propiedad semántica es que
una de las dos palabras finales puede ser usada para referir a ciertos tipos de cosas, y la
otra expresa una propiedad de estas. O para tomar otra propiedad más interesante, si
Juan está pintando la casa marrón entonces interpretamos que está pintando la parte
exterior no su interior, una relación de entrañamiento se sostiene entre las
correspondientes expresiones lingüísticas. Las relaciones de entrañamiento son
relaciones formales entre las expresiones, que pueden ser caracterizadas en términos de
sus rasgos lingüísticos. Ciertas relaciones pueden ser interesantes y otras no dado que
los lenguajes-I están incluidos en sistemas de actuación que usan estas instrucciones
para varias actividades humanas.
Lo anterior demuestra que aun en los ejemplos más triviales, vemos que las condiciones
internas sobre el significado son ricas, complejas e insospechados y esta complejidad
nos enseña entonces que un ítem léxico nos provee un cierto rango de perspectivas para
ver lo que consideramos que son cosas en el mundo; estos ítems son como lentes o
filtros que nos proveen modos de mirar las cosas y pensar sobre los productos de
nuestras mentes. Los términos mismos no refieren, al menos si el término referir se usa
en el sentido que tienen en el lenguaje natural; pero, no obstante, la gente puede usarlos
para referir a cosas, viéndolos desde particulares puntos de vista –que son remotos
desde el punto de vista de las ciencias naturales. “Lo mismo es cierto si investigamos en
los lenguajes-I. Londres, por ejemplo, no es una ficción, pero considerándolo como
Londres, -esto es a través de la perspectiva del nombre de una ciudad, un tipo particular
de expresión lingüística- encontramos que tienen curiosas propiedades: refiriéndonos a
Londres, podemos hablar de una locación o de un área, de la gente que vive allí, de su
aire, de sus edificios, de sus instituciones, de si tiene una gran población o no, de cómo
lucía durante la era Thatcher, del hecho de que se puede destruir y volver a reconstruir,
etc,. en varias combinaciones (como en London is so unhappy, ugly, and polluted that it
should be destroyed and rebuilt 100 miles away, siendo aun la misma ciudad).
Términos tales como “Londres” se usan para hablar sobre el mundo real, pero ni existen
ni se pueden creer que son cosas en el mundo con las propiedades de los intrincados
modos de referencia que el nombre de una ciudad encapsula. Dos tipos tales de
colecciones de perspectivas pueden encajarse (adaptarse) de un modo diferente en el
sistema de creencias de Pedro. Dados los propósitos de la investigación naturalista,
construimos un cuadro del mundo que está disociado de estas perspectivas de “sentido
común”. Si nosotros entremezclamos tales modos diferentes de pensar sobre el mundo,
podemos encontrarnos a nosotros mismos atribuyendo a la gente creencias extrañas y
contradictorias sobre los objetos que estamos considerando más allá de los significados
provistos por el lenguaje-I y los sistemas de creencia-I que le agregan mayor (nueva)
textura a la interpretación. La situación parecerá más compleja si tomamos en
consideración la oscura idea de que ciertos términos tienen una relación con las cosas
(“refieren”) fijada en un lenguaje público común, que quizá aún exista
“independientemente de cualesquiera hablantes particulares”, quienes tienen “un
dominio del lenguaje parcialmente erróneo” (Dummett,86); y que éstos “términos del
lenguaje público” refieren en el lenguaje común (en un sentido que será explicado) a
objetos tales como Londres, tomado como una cosa divorciada de las propiedades
provistas por el nombre de la ciudad (o algún otro modo de designación) en un
lenguaje-I particular, y de otros factores que entran en la referencia de Pedro a Londres.
Estudiar la referencia desde las creencias compartidas o individuales que subyacen al
uso del lenguaje cae más allá de los límites de un acercamiento naturalista; también
están más allá de los límites internalistas.
Dentro de la semántica internalista, existen teorías explicativas de considerable interés
que se desarrollan en términos de una relación R (léase “referencia”) que se postula para
ser sostenida entre expresiones lingüísticas y algo más, entidades derivadas de algún
dominio estipulado D (quizás valores semánticos).
La relación R, por ejemplo, se sostiene entre las expresiones London y entidades de D
de las cuales se asume que tienen alguna relación hacia lo que la gente quiere referir
cuando usan esa palabra, si bien esa presunta relación permanece oscura.
Como notó Chomsky antes, tales teorías deberían considerarse como una variedad de
sintaxis.
Los elementos que esas teorías postulan están a la par de lo fonológico o de las
representaciones de estructura de frase o de la hipotética configuración del cerebro C;
de modo tal que podríamos incluir D y R dentro de la DE (la expresión lingüística)
como parte de un nivel de interfaz. Las explicaciones, por ejemplo, de los fenómenos de
ligamiento se expresan comúnmente en términos de la relación R. La relación R y el
constructo D debe estar justificada sobre los mismos tipos de fundamentos que
justifican otras nociones sintácticas técnicas, esto es, las de la fonología o la tipología de
las categorías vacías en sintaxis. Una semejanza ocasional entre R y el término
referencia del lenguaje ordinario no tiene mayor significación o relevancia que la que
tendría en el caso de momentum o indecibilidad.

Específicamente, no tenemos intuiciones sobre R, no más que las que tenemos sobre
momentum o indecibilidad en sentido técnico, o sobre mando-c o autosegmental en
otras partes de las teorías C-R de la sintaxis, dado que los términos tienen los
significados asignados a ellos. Tenemos juicios intuitivos sobre la noción usada en
expresiones tales como Mary often refers to the young man as a friend, pero no tenemos
intuiciones sobre la relación R que se sostienen entre Mary y los elementos postulados
de D. R y D son lo que especificamos que son, dentro de un marco de explicación
teórica. Podríamos comparar R y D con F y FF, donde F es una relación que se sostiene
entre una expresión y su representación en FF.
Supóngase que la postulación de R y D se justifica por el éxito explicativo dentro de la
teoría C-R del lenguaje-I. Eso no implica la creencia de que alguna relación como R,
denominada R’, se sostiene entre las palabras y las cosas. La postulación de una relación
tal podría justificarse sobre la base de una fundamentación del mismo modo en que se
hace en el caso de cualquier otra noción técnica inventada. Y si inventamos una
relación R’ que se sostiene entre las expresiones lingüísticas y las “cosas”, construidas
de alguna manera, no tendríamos intuiciones sobre eso. Lo que sí tenemos son juicios
intuitivos concernientes a las expresiones lingüísticas y las perspectivas y puntos de
vista particulares que éstos proveen para la interpretación y el pensamiento. Podríamos
estudiar además, cómo estas expresiones y las perspectivas entran en varias acciones
humanas, tales como referir. Más allá de eso, entramos en el dominio del discurso
técnico, y, por tanto, privado de intuiciones.

“Tomemos el experimento de la Tierra Gemela de Putnam (Putnam 1975). No


podemos tener intuiciones acerca de si el término agua tiene la misma “referencia” para
Oscar y para el Oscar gemelo: ésta es una cuestión de decisión sobre el nuevo término
técnico “referencia” (alguna elección particular para R’). Tenemos juicios sobre a lo
que Oscar y el Oscar gemelo podrían estar refiriéndose, juicios que parecen variar
considerablemente de acuerdo a la variación de las circunstancias. Bajo algunas
circunstancias, el propósito de Putnam sobre “el mismo líquido”, una noción (quizá
desconocida) de las ciencias naturales, parece muy plausible; bajo otras circunstancias,
nociones como igualdad o similitud derivadas de la comprensión de sentido común
parecen más apropiadas. De todos modos no me parece nada claro que exista algo
general para decir sobre estas cuestiones, o que pueda otorgársele algún sentido general
o útil a nociones técnicas tales como “contenido amplio” (o cualquier otra noción que
fije la “referencia”) en cualquiera de las interpretaciones externalistas.
Si esto es así, surgen cuestiones sobre el estatus de lo que Putnam llama en
Representación y Realidad” (1988) como la “cooperación social más la contribución de
la teoría del entorno de la especificación de la referencia”, una versión más adecuada y
completa de la ‘teoría causal de la referencia’ desarrollada en su artículo del 75 “El
significado de ‘Significado’” y el de Kripke “Naming and Necessity (1972), ambos
hitos significativos en este campo.
‘Con respecto a la relevancia o no de las nociones que intervienen en la determinación
de la referencia, según Putnam, “cooperación social”, “división del trabajo lingüístico”,
“el rol del experto”, no está claro si la cuestión se relaciona con la Lengua-I o Creencia-
I, asumiendo que la construcción teórica sea válida.
“En suma, es cuestionable que las conclusiones estándares puedan resistir un análisis
más cerrado de las nociones técnicas de “referencia” o “especificación de la referencia”.
Sí podría estar bien justificada la noción R dentro del marco de las teorías C-R
(básicamente una noción sintáctica). Pero existen muy pocas razones para suponer que
una noción R’ análoga pueda ofrecerse en una formulación coherente y útil como una
relación que se sostiene entre las expresiones y algún tipo de cosas, divorciada de las
condiciones particulares y las circunstancias en el proceso de referir. Si esto es así,
tampoco existirá una investigación razonable acerca de una noción de ‘sentido’ o
‘contenido’ que ‘fija la referencia’ (R’) al menos para el lenguaje natural, si bien sí
existe una investigación promisoria (sintáctica) de las condiciones de uso del lenguaje
(incluyendo el referir).” (p.42) (...)
“La investigación naturalista siempre carecerá de intencionalidad. Al menos en estos
términos: “la intencionalidad no puede faltar”, o “la intencionalidad no puede dejar de
minimizarse” como Putnam afirma, y “hablar una lengua” no permanecerá
“teóricamente explicable” (Putnam 1998). El estudio de los sistemas C-R, incluyendo la
‘semántica internalista’ parece ser, al menos por ahora, la forma más promisoria de
investigación naturalista, dentro de un programa de investigación razonablemente
exitoso. (...) Siguiendo esta línea de investigación podemos esperar aprender mucho
sobre los mecanismos que se usan para articular pensamientos, interpretar y demás.”
(p.45)
Capítulo 3: Lenguaje e interpretación: reflexiones filosóficas e investigación empírica.

“En la literatura filosófica de los pasados 40 años ha habido varias corrientes


influyentes que me parecen problemáticas en aspectos muy importantes e inclusive,
diría, esenciales. Tengo en mente, en primer lugar, los acercamientos que toman como
punto de partida ciertas concepciones sobre cómo se estudia el lenguaje o sobre cómo
debería estudiarse por el científico empírico –o el ‘lingüista de campo’, para usar los
términos del paradigma familiar de Quine. Uno puede incluir aquí a Quine, Davidson y
otros que se han movido hacia una forma de pragmatismo y de ‘epistemología
naturalizada’, que incorporan cuestiones que se piensan de significancia filosófica
dentro de una concepción de ciencia empírica; y otros que adoptan un punto de partida
diferente: Dummett y muchos de aquellos influenciados por Wittgenstein y la filosofía
del lenguaje ordinario, por ejemplo.
Para ilustrar un poco estas ideas cito un comentario de Rorty a propósito de
Davidson:
‘Davidson está seguramente en lo correcto cuando afirma que Quine ‘salvó a la filosofía
del lenguaje de un serio asunto al librarse de la distinción analítico-sintético. El mejor
argumento de Quine para hacer esto fue que dicha distinción no tiene ningún uso para el
lingüista de campo’.
Y continúa diciendo que el lingüista de campo, lo único que tiene que seguir en su
observación es la forma en la que la lingüística se alinea con el comportamiento no
lingüístico en el curso de la interacción del nativo con su entorno, una interacción que
el lingüista considera que está guiada por reglas de acción, específicamente por el
‘principio regulativo’ de que ‘la mayoría de las reglas del nativo son las mismas que las
nuestras, lo que significa afirmar, que la mayoría son verdaderas’ (aquí Chomsky señala
que en esta cita Rorty se refiere con “reglas” a creencias). Y sigue: no necesitamos estar
interesados en un ‘esquema conceptual, un modo de ver las cosas, una perspectiva, dado
que el lingüista de campo no necesita nada de eso, por lo tanto, la filosofía tampoco la
necesita. Quine y Davidson acuerdan en que una teoría del significado para un lenguaje
es lo que sale de la investigación empírica acerca del comportamiento lingüístico,
cuando está correctamente formulado, de acuerdo con la doctrina del holismo y el
behaviorismo’.
Esta línea de pensamiento, continúa Rorty, conduce a una forma de pragmatismo que se
atribuye a Dewey e incluye crucialmente la negación de cualquier relación de “ser
hecho verdadero” que se sostiene entre las creencias y el mundo. Más bien, entendemos
que conocemos la relación de las creencias con el mundo cuando entendemos sus
relaciones causales con el mundo’.
Dejando de lado la conclusión a la que llega Rorty, consideremos sus supuestos. Si el
mejor argumento para librarse de la distinción analítico-sintético es que no tienen
ningún uso para el lingüista de campo, entonces, virtualmente todos aquellos que
trabajen en semántica descriptiva deben estar seriamente errados, dado que tal trabajo
apunta fundamentalmente a los supuestos sobre las conexiones del significado lo que
inducirá, en particular, ejemplos de la distinción analítico-sintético. Sería difícil
encontrar estudios del lenguaje que no asignen estructuras y describan el significado de
kill, so, etc. teniendo en cuenta y pensando que existe una distinción cualitativa –
determinada por el lenguaje mismo- entre las oraciones “John killed Bill, so Bill is
dead” y “John killed Bill, so John is dead”. (...) Tales propiedades sintáctico-
semánticas inducirán casos de la distinción analítico-sintético; así producirán una
distinción entre “Mary expects to feed herself, so Mary expects to feed Mary” (analítica,
con las tres ocurrencias de Mary tomadas como correferenciales), y “I wonder who
Mary expects to feed herself, so I wonder who Mary expects to feed Mary” (no analítica,
bajo la misma interpretación anterior). Pero lo que Quine supone haber demostrado va
más allá de una cuestión de analiticidad, llegando a la conclusión de que no existen
conexiones semánticas que puedan ser atribuidas a la facultad de lenguaje misma como
distinta de nuestros sistemas generales de creencia; por otra parte, Rorty toma esto como
uno de los dos descubrimientos fundamentales que socaba un cuadro tradicional del
mundo.
Como es bien sabido, Quine y otros han ofrecido su propia explicación de estas
distinciones. Retornaré a estos propósitos luego y cómo podrían ser evaluados de
acuerdo con el canon de la investigación de las ciencias naturales; aquí solo noto que la
referencia al “lingüista de campo” puede seguramente no ser entendida como referencia
a aquellos que realmente hacen trabajo lingüístico. Más bien, tiene un carácter
normativo, refiriéndose al modo en el que tal trabajo debería ser hecho, manteniendo las
condiciones del ‘holismo y el behaviorismo’ legislado por el filósofo, pero no seguido
en la práctica por el científico errante.” (p.pp.46-7).
Para ilustrar otro modo de estas discusiones, Chomsky repasa los argumentos de
Dummett:
“Según Dummett, ‘el sentido fundamental’ en el que podemos entender el concepto de
lenguaje es el sentido en el que el holandés y el alemán son lenguas diferentes, siendo
cada una de ellas una práctica social particular ‘en la cual la gente se compromete’, una
práctica que ‘se aprende de otras y está constituida por reglas que son parte de
costumbres sociales a seguir’. Así, el holandés y el alemán existen en este ‘sentido
fundamental’, ‘independientemente de cualesquiera hablantes particulares’; cada
hablante particular ‘tiene’ tal lengua, pero ‘sólo tiene un dominio parcial, y parcialmente
erróneo.(p.48)
Chomsky piensa que lo erróneo de esta argumentación reside en el modo de caracterizar
la noción de “lengua” de modo tal que el holandés y el alemán son dos lenguas
diferentes, que la gente solo conoce parcial y erróneamente. Esto es así, efectivamente,
si estamos estudiando la estructura de una lengua, la psicolingüística, el cambio
lingüístico, la tipología, los problemas de la comunicación, etc. La gente que vive cerca
de Holanda puede comunicarse bastante bien con la que vive del lado de Alemania, pero
ellos hablan lenguas diferentes de acuerdo con el sentido del término que Dummett
argumenta es fundamental’; y así, aquellos que viven del lado de Alemania, con su
conocimiento parcial de la ‘lengua germana’ no pueden entender nada de lo que la gente
que vive en alguna otra región, habla porque ‘tienen’ un ‘conocimiento parcial’
diferente de la ‘lengua germana’ en el sentido de Dummett. Es por eso que conceptos
tales como estos no juegan ningún rol en la investigación empírica del lenguaje o de la
psicología. Términos tales como ‘Inglés’ y ‘Japonés’ se usan para el discurso expositivo
general, pero debe comprenderse que el uso del sentido común, que Dummett adopta
acríticamente, debe ser abandonado cuando nos dedicamos al estudio del lenguaje real,
el comportamiento y la comunicación.(…)
El concepto de lengua que Dummett toma como esencial involucra elementos
complejos y oscuros de orden sociopolítico, histórico, cultural y normativo teleológicos.
Tales elementos pueden ser de interés para la sociología de la identificación dentro de
varias comunidades políticas y sociales y para el estudio de la estructura de la autoridad,
pero están lejos de ser útil para la investigación de la naturaleza del lenguaje o la
psicología de los usuarios del lenguaje.” (p.48-49)
“...en la investigación racional, en ciencias naturales o en otra parte, no existe un tema
tal como “el estudio de todo”. Así, no es parte de la física determinar exactamente cómo
se mueve un cuerpo particular bajo la influencia de toda partícula o fuerza en el
universo, con posible intervención humana, etc. este no es el tópico. Más bien, en la
investigación racional idealizamos para seleccionar dominios de modo tal que nos
permitan descubrir rasgos cruciales del mundo. Los datos y las observaciones, en las
ciencias, tienen un carácter instrumental. No tienen un interés particular en sí mismos
sino sólo en la medida en que constituyen evidencia que le permite a uno determinar
rasgos fundamentales del mundo real, dentro del curso de una investigación que se lleva
a cabo invariablemente, bajo fuertes idealizaciones.” (p.49).

La concepción del lenguaje como una “práctica social” tiene el aire de ser una que
pretende ser “el estudio de todo”. Además, es una concepción que provoca cuestiones
posteriores cuando se aplica a ejemplos concretos. Por ejemplo, en las cuestiones de
dependencia referencial, es decir, en cuestiones de ligamiento, la moda social parece no
tener nada que hacer en estos casos, si bien es cierto que en todos ellos la experiencia
temprana nos ayuda a establecer ciertos detalles de los mecanismos de la mente/cerebro
invariables y biológicamente determinados.

Si el lenguaje se construye como una práctica social, entonces se entiende como una
habilidad aprendida comprometida en tales prácticas, como una habilidad que puede ser
ejercitada al hablar, entender, leer, hablar con uno mismo, etc. Este punto de vista
contrasta con la concepción de un lenguaje como un procedimiento generativo que
asigna descripciones estructurales a las expresiones lingüísticas, siendo el conocimiento
del lenguaje la representación interna de tal procedimiento en el cerebro (en la mente,
como decimos cuando hablamos sobre el cerebro a cierto nivel de abstracción). Desde
este punto de vista, la habilidad para usar el lenguaje de uno (para poner el
conocimiento de uno en uso) se distingue fuertemente de tener tal conocimiento. Esta
última concepción tiene la virtud primaria de ser el modo correcto de acercarse al
estudio del conocimiento humano dentro del marco general de las ciencias naturales, y
ha probado ser un acercamiento altamente productivo. En contraste, el acercamiento en
términos de habilidad ha probado ser improductivo y puede sostenerse sólo entendiendo
“habilidad” de un modo que se aparta radicalmente del uso ordinario.” (p.51)

Comentario sobre Davidson: “Un rechazo similar al estudio del lenguaje desde un punto
de vista naturalista es el que sostiene Davidson, entre otros, en su artículo “A Nice
Derangemente of Epitaphs”. Considera la tesis de que el objetivo del estudio descriptivo
del significado es construir ‘una teoría explícita’ que ‘sea un modelo de la competencia
lingüística del intérprete’, ‘una teoría recursiva de cierto tipo’ y que ‘pueda describir lo
que un intérprete puede hacer’ solo al apelar a una teoría tal, esto es ‘no se necesita
agregar nada a esta tesis diciendo que si la teoría describe correctamente la competencia
de un intérprete, algunos mecanismos del intérprete deben corresponderse con la teoría’.
Puntos de vista similares han sido sostenidos por Davidson y otros.
Chomsky contesta: los científicos naturales que construyen una teoría que ‘describe lo
que un intérprete puede hacer’ procederán a atribuir al sujeto ciertos mecanismos fijos y
explícitos que tendrían las propiedades asumidas en esa explicación descriptiva y no
otras. La atribución podría estar a un nivel abstracto, en términos de sistemas de reglas
representadas mentalmente, o en términos de otras entidades abstractas tales como
conexiones neuronales o en términos de estructura celular, o cualquier otra cosa; todo
esto es ciencia natural estándar. Habiendo procedido a atribuir una estructura específica
y mecanismos a la mente/cerebro de la persona, el científico natural se encuentra
entonces en posición de testear la teoría en términos de un amplio rango de evidencia,
por ejemplo, evidencia derivada de otras lenguas o evidencia de alguna patología o de
las ciencias del cerebro o de la bioquímica. El requerimiento de Davidson bloquea estos
esfuerzos de emplear los métodos de la investigación racional en las ciencias para
determinar si la explicación postulada del intérprete es realmente verdadera, y
modificarla si no lo es.” (p.56-7)
La conclusión de Chomsky de todas estas discusiones es que “…sin una estructura
innata no existe un efecto del ambiente externo en el crecimiento del lenguaje.
Actualmente la mejor teoría es que el estado inicial de la facultad de lenguaje incorpora
ciertos principios generales de la estructura del lenguaje, incluyendo principios
fonéticos y semánticos, y que el estado maduro de la competencia es un procedimiento
generativo que asigna descripciones estructurales a las expresiones e interactúa con el
sistema motor-perceptual y otros sistemas cognitivos de la mente/cerebro para producir
las interpretaciones foneticas y semánticas de las expresiones“ (p.60).
Así, las conclusiones de Quine, Davidson, Rorty y muchos otros, sostiene Chomsky,
carecen de argumentación.

“Retornemos ahora a la distinción analítico-sintético y al comentario, que hiciéramos de


esto de Davidson a propósito de esto. Lo que está en juego aquí no es simplemente esta
distinción sino la cuestión de las propiedades semánticas determinadas por el lenguaje;
el argumento de Rorty, atribuido a Quine, acerca de que para el lingüista de campo
esta distinción no tiene ningún uso. En la práctica la estructura semántica se atribuye
regularmente a los ítems léxicos en el trabajo descriptivo y en los estudios teóricos
sobre la semántica del lenguaje natural y de éstas y otras propiedades estructurales se
derivan conexiones semánticas de varios tipos incluyendo las conexiones analíticas.
Existen buenas razones para sostener estos supuestos estándares sobre la estructura
léxica. La adquisición de los ítems léxicos plantea lo que se denominó “El Problema de
Platón” de una forma muy fuerte”. (p.61(...)
“Por ejemplo, consideremos las palabras chase y persuade. Claramente ambas
involucran una referencia a intención humana. Perseguir a Juan no es solamente
seguirlo, sino seguirlo con la intención de agarrarlo. Persuadir a Smith a hacer algo es
hacer algo para provocarle la toma de una decisión o que al menos lo intente. Dado que
estos hechos se conocen esencialmente sin evidencia, debe ser entonces que el niño se
acerca al lenguaje con una comprensión intuitiva de conceptos que involucran intención,
causación, objetivo de la acción, evento, etc; además parece ser que el niño coloca las
palabras que oye en un nexo que está permitido por los principios de la gramática
universal, que es la que provee el marco para el pensamiento y el lenguaje, y son
comunes a las lenguas humanas como sistemas que entran en varios aspectos de la vida
humana. Estos elementos también parecen entrar en un “esquema conceptual”, un
componente del estado inicial de la facultad del lenguaje con límites y un ámbito
predeterminado. (...)
Lo anterior nos demuestra que existen conexiones de significado. Al respecto existe una
clara distinción entre verdades de significado y verdades de hecho. Los ejemplos que
citamos antes, son verdades de significado. El marco a priori del pensamiento humano,
dentro del cual se adquiere el lenguaje, provee las conexiones necesarias entre los
conceptos, reflejado en conexiones de significado entre palabras y, más ampliamente,
entre expresiones que incluyen estas palabras, como por ejemplo en el caso de las
dependencias referenciales. Las relaciones sintácticas proveen un rico rango de
ejemplos de este tipo. “ (p.62).
“Una de las conclusiones más centrales de la filosofía moderna es bastante dudosa: la
afirmación –sostenida por Quine y otros- de que no es necesario hacer ninguna
distinción entre cuestiones de hecho y cuestiones de significado. Esta conclusión se
sostiene luego de una reflexión realizada a partir de una apretada clase de ejemplos
artificiales, la mayoría de ellos son conceptos que tienen muy poca o casi no tienen
estructura relacional como por ejemplo oraciones del tipo: “Los gatos son animales”.
Aquí, no es fácil encontrar evidencia para decidir si la oración es verdadera por una
cuestión de significado o de hecho, o si existe una respuesta en este caso, y ha habido
además, mucha controversia inconclusa sobre esta cuestión. En cambio, cuando
volvemos a conceptos con una estructura relacional inherente o hacia construcciones
más complejas sintácticamente como las que exhiben dependencias referenciales o
construcciones relativas o causativas, entonces parece que las conexiones semánticas
son discernibles. Contrariamente a lo que Rorty y otros opinan, éste es un supuesto
común del trabajo empírico en el estudio del significado lingüístico, y parece ser un
supuesto razonable. El estatus de una afirmación como una verdad de significado o una
verdad de hecho empírica puede sólo ser establecida por la investigación empírica. (...)
La cuestión de la existencia de verdades analíticas y conexiones semánticas es una
cuestión empírica a ser establecida por una investigación que vaya más allá del rango de
evidencia ordinariamente recogida en la literatura referente a estos tópicos” (pp.63-4)
Todo lo que he dicho, dice Chomsky, está de acuerdo o en consonancia con las
concepciones racionalistas tradicionales e inclusive, en algunos aspectos, con los
denominados “empiricistas” como James Harris, Hume y otros.

“Si bien sorprendente, la conclusión puede ser que la naturaleza nos ha provisto con un
stock de conceptos innatos y que la tarea del niño es descubrir sus rótulos, los hechos
empíricos parecen dejar abierta otras posibilidades. Otras posibilidades (es decir, en
términos de ‘mecanismos generalizados de aprendizaje’) tienen que ser todavía
coherentemente formulados.
De hecho, no sé, dice Chomsky, qué tesis proponen Putnam y otros, que rechazan lo que
denominan “la hipótesis del innatismo”. Putnam sostiene, para rebatir la postura
chomskiana, que la tesis del “significado holístico” contribuye a socavar ciertas
conclusiones concernientes a los sistemas conceptuales de estructura innata como, por
ejemplo, el lenguaje. Sin embargo esta línea de argumento, según Chomsky, es
cuestionable.
Supongamos que la tesis del holismo del significado es correcta en el sentido en el que
Putnam señala: “no existen entidades ‘psicológicamente reales’ que tengan muchas de
las propiedades que preanalíticamente asignamos a ‘significados’ para garantizar una
identificación’ y la referencia está completamente determinada solo por fundamentos
holísticos”. Sin embargo, de esto no se sigue, sostiene Chomsky, que las conexiones
semánticas no puedan estar completamente fijadas y establecidas como una cuestión de
bagaje biológico. De este modo, ciertas relaciones pueden permanecer estables y otras
consideraciones conducir a varias elecciones sobre la manera de fijar la referencia. Esto
es, la tesis de holismo puede ser correcta en alguna medida o forma, pero las cuestiones
de las conexiones semánticas en la lengua natural permanecen y tendrán que ser
establecidas por el estudio empírico y la evidencia, al menos hasta el presente, parece
soportar su existencia de un modo bastante fuerte.” (p.66-67)

Vayamos ahora al argumento de Davidson en su artículo “A Nice Derangement of


Epitaphs” (1986) que se publicó en la compilación de Lepore en donde se propone
demostrar que el estudio de la comunicación real socava “una explicación comúnmente
aceptada de la competencia lingüística y de la comunicación y muestra que “no existe
tal cosa como un lenguaje, no, si un lenguaje es lo que muchos filósofos y lingüistas han
supuesto. No existe, por lo tanto, nada que deba ser aprendido, dominado o con lo cual
nacemos. Esta concepción del lenguaje, que Davidson cree será refutada, se encuentra
en tres supuestos básicos concernientes a lo que llama “primer lenguaje” o “teoría
primera”, un “complejo sistema o teoría” compartida más o menos por el hablante y el
oyente. Dichos supuestos son, según Davidson, los siguientes:

1. la teoría primera es “sistemática” en el sentido de que el intérprete que tiene esta


teoría es capaz de interpretar oraciones sobre la base de propiedades de sus partes y
la estructura de la expresión;
2. este método de interpretación es compartido; y
3. los elementos que componen el sistema se rigen por convenciones aprendidas o
regularidades.

Luego argumenta que los elementos componentes del sistema están disponibles “a
medida que avanza la interpretación”; es un elemento fijado en situaciones de
comunicación, para los intérpretes como un estado fijado del conocimiento del lenguaje.
Para refutar esta concepción, Davidson observa que en las situaciones de comunicación
ordinaria el intérprete hace uso de todo tipo de conjeturas y supuestos sobre lo que el
hablante puede tener en mente, confiando en las propiedades de la situación, las
intenciones presumidas del hablante y demás. De este modo, el intérprete “ajusta su
teoría”, modificando la “teoría primera” hacia una “teoría de transición” que se arma
para la ocasión. Pero esta “teoría de transición” no puede en general corresponder a la
“competencia lingüística de un intérprete”. Esta teoría no es una teoría de lo que alguien
podría denominar (salvo quizá un filósofo) un lenguaje natural real y “dominar” un
lenguaje tal sería inútil dado que conocer una teoría de transición es sólo conocer cómo
interpretar una expresión particular en una ocasión particular. Más aún, la comunicación
puede proceder bastante bien cuando la teoría primera no es compartida por el hablante
y el oyente, y la teoría primera tampoco es lo que “normalmente denominamos una
lengua” dado que es un detalle psicológico, específico al hablante-oyente con rasgos
que no son compartidos a través de la “comunidad”. El intérprete tiene algún tipo de
‘estrategia’ ‘un misterioso proceso mediante el cual un hablante u oyente usa lo que
conoce a medida que va avanzando más los datos presentes para producir una teoría de
transición’, y para la comunicación, lo que dos personas necesitan ‘es la habilidad para
converger en las teorías de transición de expresión en expresión. Dados estos hechos, ya
no existe ningún uso para ‘el concepto de una lengua’, para ‘una gramática compartida
de reglas, para ‘una máquina interpretante que pule el significado de una expresión
arbitraria; más bien, necesitamos algo más evanescente, misterioso y ‘holístico’, ‘la
habilidad para converger en una teoría de transición paso a paso’. Estamos entonces
conducidos a ‘abandonar...no sólo la noción ordinaria de una lengua, sino que también
hemos borrado el límite entre conocer una lengua y conocer lo que nos rodea en el
mundo...en la comunicación lingüística nada corresponde a la competencia lingüística’
basada en los tres principios antes mencionados, dado que ‘no existen reglas para arribar
a teorías de transición’.
En la conclusión de la discusión, sin embargo, Davidson afirma que una teoría de
transición se deriva de algún modo ‘de un vocabulario privado y de una gramática’, esto
es, de una ‘teoría previa’ que encuentra entonces la primera y la tercera condición, pero
posiblemente no compartida en la ‘comunidad’; existe entonces una ‘teoría previa’ y
existen entonces, seguramente ciertos métodos, no otros, ‘para arribar a teorías de
transición’ quiera uno o no llamar a estos métodos, ‘reglas’.
Si bien la mayor parte del argumento es correcto, no parece demostrar mucho. En
particular, no se ofrecen razones para dudar que exista una ‘teoría previa’ en el sentido
usual del estudio del lenguaje y el conocimiento del lenguaje; esto es, un procedimiento
específico generativo incorporado en un estado maduro específico de la facultad de
lenguaje. Por supuesto que esta ‘teoría previa’ será bastante diferente de lo que
llamamos en el uso ordinario ‘una lengua’, pero esto es porque no existe un concepto tal
que juegue un rol en la investigación empírica del lenguaje y la mente, como ya
notamos.” (p.69)
Existe otro problema que Chomsky señala en relación a lo postulado por Davidson. ¿Es
posible construir un ‘intérprete’ que incluya el parser como un componente junto con
las otras capacidades de la mente y acepte inputs tanto lingüísticos como no
lingüísticos? El intérprete del que habla Davidson, presentado con una expresión y una
situación, asigna alguna interpretación a lo que es dicho por una persona en esta
situación. El estudio de la comunicación en el mundo real de experiencia es el estudio
del intérprete, pero este no es un tópico para la investigación empírica, por la sencilla
razón de que no existe un tópico tal como el estudio de todo. De un modo similar, la
ciencia no investiga fenómenos del mundo tal como se nos presentan en la experiencia
cotidiana. El intérprete, tal como Davidson señala, incluye todo lo que la gente es capaz
de hacer, y es por esto que no puede constituirse en un objeto de estudio para la
investigación empírica. Ni tampoco decir nada sensible sobre él. Podemos esperar
aprender algo sobre varios elementos del intérprete, procediendo con los métodos
normales de las ciencias, empezando con ‘el vocabulario privado y la gramática’ que
constituyen el lenguaje alcanzado, procediendo luego con el parser y luego, quizá con
los otros elementos de la mente y de las situaciones que entran en la vida normal
humana. Sin embargo, si comenzamos con la demanda de una teoría de todo, no
encontraremos nada. La conclusión no consiste entonces en que debemos abandonar los
conceptos del lenguaje que pueden ser productivamente estudiados, pero el tópico de
una comunicación exitosa en el mundo real de experiencia es demasiado complejo y
oscuro como para merecer atención en la investigación empírica; excepto como una
guía para las intuiciones en las investigaciones que llevemos adelante para comprender
en algo el mundo real, incluida la comunicación.
La “teoría de transición” de Davidson no es una noción útil; sobre esto, él está
seguramente en lo cierto. El intérprete construirá todo tipo de teorías de transición,
cambiándola momento a momento, porque el intérprete tal como Davidson lo concibe
incluye todo los disponible para la inteligencia humana; no tiene sentido entonces,
llamar a sus estados transitorios “teorías” o considerarlas como un sujeto de
investigación directa. Nada en el argumento de Davidson lleva al supuesto de que la
‘primer teoría’ (si bien no entendida en sus términos) permanece como un elemento
invariante y fijo del ‘intérprete’ y perteneciente al funcionamiento del intérprete. (P.70)
“En esta discusión, Davidson pone atención en los malapropismos y en lo que se
denomina “mal uso del lenguaje”. Es necesario, en este caso, tener cuidado. Tomemos
nuevamente a Juan, un hablante de una variedad de lo que informalmente llamamos
“Inglés”. Juan ha dominado un procedimiento generativo que asocia con descripciones
estructurales de expresiones, incluyendo propiedades semánticas y otras capacidades de
la mente que le permiten producir e interpretar expresiones lingüísticas que hacen uso
de estas descripciones estructurales. Llamemos a este procedimiento generativo Lengua-
I.(…)
Juan puede hablar de un modo no acorde a su Lengua-I, o puede ofrecer juicios
inconsistentes con su Lengua-I, juicios tanto sobre nosotros mismos como de otros que
estén equivocados. Este es un caso no interesante de mal uso del lenguaje; lo
llamaremos ‘sentido individual’.” (p.70)
Juan puede estar haciendo un mal uso del lenguaje al decir “disintered” para significar
“uninterested”. La mayoría de la gente incurre en estos “malos usos de lenguaje”. En
ese caso, la gente que lo observa a Juan puede hablar informalmente de un mal uso del
lenguaje de la comunidad a la que él pertenece. Estos conceptos de “mal uso del
lenguaje”, que podríamos denominar “el sentido de la comunidad”, puede ser de interés
para el estudio de la sociología de identificación de grupos, la estructura de la autoridad
y demás pero tienen muy poco que ver con el estudio del lenguaje.

“Otro sentido posible para el concepto “mal uso del lenguaje” deriva de la noción de
Putnam “división del trabajo lingüístico”. Así, en el léxico representado en mi
mente/cerebro, la entrada para “olmo” y para “haya”, o para “masa” y “energía
kinética”, puede incluir una indicación de que la referencia para estos términos estará
determinada por los expertos a quienes yo remito. Entonces yo podría aplicar estos
términos inapropiadamente, en el sentido de que la referencia no está de acuerdo con la
determinación de estos expertos. En este caso, podría estar “mal usando mi propio
lenguaje”. Denominemos a este el “sentido experto” del mal uso del lenguaje. Nótese
que ningún concepto útil de ”lenguaje” o “comunidad” emerge de estas
consideraciones. Así, mi experto para “olmo” y “haya” puede ser un jardinero italiano
que no habla una palabra de inglés y que corrige mi uso a través de la referencia a
nombres latinos técnicos que compartimos; y mi experto para “masa” y “energía
kinética” podría ser un físico germano monolingüe. Pero de hecho, no concluiríamos
que el alemán y el italiano están inclinados en el inglés, o que todos nosotros formamos
una “comunidad” en cualquier sentido útil del término.
¿Existe entonces algún otro concepto de “mal uso del lenguaje”? Estoy seguro de que
no. Si es así, el concepto no juega ningún ningún rol importante en el estudio del
lenguaje, el significado, la comunicación o lo que sea. Tomemos algunos otros
ejemplos: supóngase que Jones usa el término “artritis” para referirse a un dolor en el
muslo. Supóngase que este es el uso de su ciudad, pero no el uso de los de fuera de esa
comunidad. Jones no está malusando su lenguaje en el sentido individual; su uso es
verdadero para su lengua-I. En su ciudad, él no está mal usando su lenguaje en el
sentido de la comunidad, pero fuera de sus bordes, sí. Dependiendo de cómo se
represente “artritis” en el léxico mental de Jones, él puede o no estar malusando su
lenguaje en el “sentido del experto”. ¿Cómo atribuiríamos creencias sobre la artritis de
Jones? Aquí las intuiciones difieren, y puede ser que la evidencia sea demasiado
pequeña, por el momento, para establecer esto satisfactoriamente. “(pp 71-2).
“...la referencia a “mal uso del lenguaje”, “normas”, “comunidades” y demás, me parece
a mí requerir mucho más cuidado del que generalmente se le otorga. Estos conceptos
son oscuros, y no está claro si tienen algún uso para la investigación sobre el lenguaje y
el comportamiento humano. Cualquier argumento que confíe en estas nociones merece
un escrutinio cuidadoso, y dudo que los argumentos familiares puedan resistirlo. Las
comunidades se forman en todo tipo de modos y su estudio y sus normas degeneran
rápidamente en el estudio de todo. Lo que sí permanece es el hecho de que Jones habla
y comprende sobre la base de la lengua-I que ha adquirido en el curso del desarrollo del
lenguaje; y si Jones sigue o no lo que hemos elegido denominar, por algún propósito
transitorio, “normas de la comunidad” o “práctica social”, es sobre la base de esta
lengua-I internalizada. Boris, por ejemplo, un hablante monolingüe de alguna variedad
del ruso, tiene una lengua-I diferente, y sigue “normas” diferentes. Yo puedo entender a
Jones dentro de ciertos límites, porque mi lengua-I no es muy diferente de la suya y
porque él y yo compartimos más o menos otras propiedades desconocidas que entran
dentro del intérprete completo; pero éste no es un tópico de investigación empírica tal
como está, en su complejidad inanalizada. Éste me parece a mí, el modo en el que
deberíamos acercarnos a estas cuestiones.
Es en estos términos que podemos desarrollar un concepto de “conocimiento del
lenguaje” que sea apropiado para la investigación empírica del lenguaje y la mente; a
saber, el dominio y la representación interna de una lengua-I específica. La gramática
del lingüista es una teoría de la lengua-I, y una GU es la teoría del estado inicial de la
facultad de lenguaje. La lengua-I de Jones es un estado maduro particular –o output,
considerando la facultad de lenguaje como una función que proyecta la evidencia en la
lengua-I. ¿Qué decir sobre el concepto lengua? Podríamos simplemente entender a las
lenguas como lenguas-I, tomando de este modo a una lengua algo así como un “modo
de hablar”, como “medios finitos” que proveen “usos infinitos” en los términos de la
caracterización de Humboldt de una procedimiento generativo, la lengua-I, representada
en la mente/cerebro.
En estos términos, me parece a mí que las cuestiones sobre el lenguaje y su uso pueden
estar sujetas a la investigación empírica a la manera de las ciencias si los humanos son
parte del mundo natural y tienen por lo tanto, capacidades biológicas con su ámbito y
sus límites, como cualquier otro organismo.” (p.73)

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