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Unidad 1.

Sociología y vida cotidiana

Un acercamiento a la vida cotidiana


desde los conceptos de Ágnes Heller
Documento de Cátedra
Por Florencia Schkolnik

“[…] cambiar el mundo en lugar de interpretarlo significa no solamente


cambiar el mundo exterior, sino, sobre todo, cambiar la cotidianeidad.”
Henri Lefebvre

El propósito del texto es abrir la posibilidad de reflexionar acerca de la vida cotidiana, pensada
ésta como un ámbito donde se conjugan distintas actividades y aspectos del hombre. El
análisis de esta dimensión de lo social le permite a Ágnes Heller introducirnos en un escenario
que, por un lado, nos tiene como principales protagonistas -cada uno de nosotros es el actor
principal de su vida cotidiana- y, por el otro, como actores secundarios. Todos nosotros
formamos parte de la vida cotidiana de nuestra sociedad. De este modo somos sujetos de
reflexión y al mismo tiempo somos objeto de estudio.

Heller nos invita a través de una serie de conceptos teóricos analizar, reflexionar y definir esta
zona, esta realidad que por más evidente y cercana que sea no deja de ser compleja e
importante.

Lo fundamental es que a partir de los conceptos enunciados puedas:

 Comprender la postura de la autora con respecto a este campo de análisis.

 Complejizar los textos previamente leídos en la unidad, ya que Heller proporciona una
serie de herramientas nuevas que permiten reflexionar acerca de las particularidades
de esta dimensión tan próxima a nosotros.

 Alcanzar una mirada amplia y variada sobre esta problemática.

 Poner a dialogar la temática con otras cuestiones presentes en la materia.


Sociología – Documento de Cátedra: En torno al concepto weberiano…, por Claudio Zusman

Sociología de la vida cotidiana intenta romper con la tradicional manera de abordar el


pensamiento sociológico, en lo que a grandes rasgos o, se considera a los hombres y sus
acciones como cosas o, por el contrario, las actividades e intenciones son el punto a
reflexionar. Para salir y abandonar ese dualismo y en una sociología más integradora, Berger y
Luckman (2001) han intentado analizar acerca de la realidad social en tanto construcción
colectiva. Y es Heller quien, a nuestro entender, focaliza su análisis en ese aspecto de la
realidad que es la cotidianidad. Aquella realidad que nos envuelve y hasta nos asfixia, que la
experimentamos desde que nacemos y que, tal vez por eso, nos es tan dificultoso tomar
distancia y analizarla.

La vida cotidiana tiene una gran cantidad de aspectos diversos que nos implican desde
nuestros sentidos, nuestras capacidades y habilidades físicas e intelectuales, nuestros
sentimientos. Esta diversidad o heterogeneidad de acciones no las expresamos en todo
momento, sino que van a depender de la actividad, y de la compañía de la cual gocemos para
que algunas se activen más que otras.

“En la vida cotidiana los tipos de actividad son tan heterogéneos como las
habilidades, las aptitudes, los tipos de percepción, los afectos; o más exactamente:
ya que la vida cotidiana requiere de tipos de actividad netamente heterogéneos, en
ella se desarrollan habilidades, aptitudes y sentimientos netamente heterogéneos.
La heterogeneidad de las formas de actividad no se evidencia sólo por el hecho de
de que éstas sean de especie diferente, sino también porque tienen distinta
importancia […] La importancia de las comidas, la limpieza, del trabajo, del reposo,
de la sexualidad, del juego de la diversión, por citar algunos tipos de actividad, es
muy diversa en la vida cotidiana de los individuos según los tiempos y el estrato
social.” (Heller, 1994: 95-96)

En este sentido algunas actividades se llevan a cabo y son necesarias más que otras según el
momento histórico y el espacio tiempo. De esta manera introducimos otro concepto trabajado
por la autora, ya que la heterogeneidad siempre va a estar organizada de modo jerárquico y
esta jerarquía se corresponde con el modo de producción existente. En este sentido el
concepto de jerarquía está siempre referido a una escala organizada según las estructuras
económico-sociales “[…] la jerarquía no es eterna ni inmutable, sino que se modifica según las
diferentes estructuras económico-sociales.” (Heller, 1982: 24)

Podemos conectar lo mencionado al concepto de hombre entero, ya que justamente esta


noción implica el modo que utiliza la autora para denominar al hombre que participa y actúa
en la vida cotidiana en una heterogeneidad de actividades; que debido a ello no se puede
focalizar ni prestar demasiada atención a ninguna. Las mismas están organizadas
jerárquicamente según el modo de producción existente

Otra noción abordada por Heller, en su análisis de la vida cotidiana, está referida a la
reproducción social que implica a la reproducción de las relaciones sociales y a la
autorreproducción de los individuos particulares. Ambas reproducciones se dan conjuntamente
y conforman un mismo proceso.

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“Para reproducir la sociedad es necesario que los hombres particulares se


reproduzcan a sí mismos como hombres particulares. La vida cotidiana es el
conjunto de actividades que caracterizan la reproducción de los hombres
particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la reproducción social.

La reproducción del particular es reproducción del hombre concreto, es decir, el


hombre que en una determinada sociedad ocupa un lugar determinado en la
división social del trabajo. Para la reproducción de un esclavo le son necesarias
actividades distintas de las necesarias a un ciudadano de la polis, a un pastor, o a
un obrero de la metrópoli”. (Heller, 1994: 19)

Este proceso de reproducción involucra la capacidad y habilidad de dominar ciertas prácticas,


realizar actividades, saber manejarse en la cotidianidad. “El particular nace en condiciones
sociales concretas, en sistemas concretos de expectativas dentro de instituciones concretas.
Ante todo debe aprender a ‘usar’ las cosas, apropiarse de los sistemas de usos y expectativas
[…]”. (Heller, 1994: 21)

La autora ejemplifica el saber práctico cotidiano asociándolo siempre a un determinado


momento histórico. “Para reproducirse en su singularidad un indio de América debía
obligatoriamente aprender a reconocer las huellas; en caso contrario le esperaba la muerte.
Por el contrario, el hombre moderno corre riesgo de sufrir accidentes incluso mortales si no
aprende a atravesar la carretera […] Por consiguiente la reproducción del hombre particular es
siempre reproducción de un hombre histórico, de un particular en un mundo concreto”. (Heller,
1994: 22)

Es así como advertimos que el concepto de reproducción va unido al de manipulación de


objetos, prácticas y relaciones sociales. Heller las va a considerar como objetivaciones sociales.
Éstas forman parte en el proceso de reproducción de la sociedad y presentan distintos niveles
de importancia.

La noción de objetivación comprende a las actividades sociales, éstas se dice que son
objetivaciones, en tanto se presentan exteriores a los individuos, por tanto, deben ser
incorporadas mediante el proceso de socialización y poseen un significado construido
socialmente. De este modo, el particular hace uso y desuso de ellas, las aprehende a medida
que habita en la cotidianidad: ir a trabajar, comer con cubiertos, hacer la tarea, viajar en
transporte público, etc.

Un ejemplo para comprender el concepto de objetivación es lo que sucede con el lenguaje.


Nosotros hablamos y nos comunicamos mediante un sistema de signos que los hemos
incorporado, que son exteriores y que poseen un significado socialmente construido. Dicha
incorporación y posterior utilización es la que nos permite comunicarnos, expresar nuestra
subjetividad, acumular experiencia y conocimientos. En este sentido podemos señalar que la
expresividad humana es capaz de objetivarse, es decir, se manifiesta en productos externos.

A lo largo del texto seguramente te has encontrado con la noción de particularidad y de


especificidad o genericidad1, ¿qué es lo que entiende la autora y a qué se refiere cuando

1 A los fines de la lectura y como primera aproximación a la materia, entendemos las nociones de
especificidad –referida a la especie humana- y genericidad –género humano- como sinónimos. La
actividad por excelencia que la representa (especificidad y genericidad) es la capacidad y habilidad que
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desarrolla estas nociones? Lo fundamental es que tengas en cuenta que son dos dimensiones
del hombre. La dimensión particular está referida a las necesidades y deseos de la propia
persona, el Yo. La dimensión específica/genérica es aquella que nos conecta con otra
esfera más amplia: el nosotros, la sociedad.

Heller al desarrollar estas nociones se sustentó en el pensamiento de Marx ya que él entendía


y concebía al hombre como un ser genérico: “Decir que el hombre es un ser genérico equivale,
por consiguiente, a decir que el hombre se remonta por encima de su individualidad subjetiva,
que reconoce en sí lo universal objetivo y que se supera como ser finito. Dicho de otro modo,
el hombre, como individuo, es el representante del Hombre.” (Marx, 2004: 105)

Retomando lo planteado por la autora en el análisis de la cotidianidad, ¿cómo coexisten la


dimensión particular y específica en una misma persona? y ¿por qué Heller las plantea en
muda copresencia?

Antes de responder a los interrogantes es crucial que tengas en cuenta que las dos
dimensiones están presentes en cualquier momento histórico. La escisión de ambas – propia
del modo de producción capitalista- y el predominio de una sobre otra está originada por el
desarrollo de la división social del trabajo, donde se produce un alejamiento entre la
particularidad y la especificidad o genericidad “[…] en las sociedades tribales el pequeño
mundo y el gran mundo coincidían, la relación entre el particular y el ambiente y entre el
particular y la integración social era una única relación.” (García Polo, 1997: 47)

En la vida cotidiana de las sociedades capitalistas se produce una ruptura y se percibe a la


sociedad como entidad contrapuesta al hombre, en términos de Heller, la especificidad se le
presenta como ajena al particular; esto se percibe de forma tal que pareciera ser que la
sociedad es perjudicial para el bienestar del yo, del particular.

“[…] después de la aparición de la división social del trabajo los particulares, una vez que han
nacido en ‘su mundo’” (Heller, 1994: 29), se apropian tan sólo de algunos aspectos de las
capacidades genéricas que se han desarrollado en aquella época dada.

Lo que acontece con el trabajo en las sociedades capitalistas es que esta actividad, lejos de
proporcionar satisfacción y permitir conectarse con la especificidad, produce el efecto
contrario. Insatisfacción, molestia, a veces hasta, angustia e impide conectarse y ser
conscientes de la dimensión genérica.

“El trabajo debe ser para todos los hombres una manifestación de su personalidad;
pero para el obrero es sólo medio de subsistencia. El obrero sólo puede conservarse
como sujeto físico en su condición de obrero, ya no en condición de hombre con
acceso directo a los medios de subsistencia que le ofrece la naturaleza. No hay que
olvidarse entonces que ‘La esencia del trabajo consiste en que éste es una actividad
específica del hombre, una manifestación de su personalidad, la objetivación de su
personalidad’”. (Marx, 2004: 105)

tienen los seres humanos de transformar la naturaleza; esa actividad es la entendida tanto por Heller
como por Karl Marx -autor de quien la autora se sustenta para desarrollar su pensamiento- como el
trabajo.
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En este sentido en la vida cotidiana de las sociedades capitalistas con la alta especialización de
la división social del trabajo, se produce en el particular una especie de aislamiento con
respecto a la sociedad de la cual es parte, “ya no puede estar en relación con toda la
integración, sino el nivel de su propio estrato, capa o clase […]”. (Heller, 1994: 29)

Sin embargo la particularidad y la especificidad están interconectadas de manera tal que hasta
la particularidad tiene un carácter específico, “El yo del particular se construye y desarrolla a
partir de la identificación con el nosotros […] a lo largo del proceso de socialización. Ese Yo es
un yo construido socialmente y por lo tanto es específico aunque el particular lo ignore. En
consecuencia, la necesidades que se expresan a través del yo, son siempre específicas, aunque
los motivos y el fin de sus acciones sean de índole particular”. (Lifszyc y Kalpschtrej, 2001)

De esta manera, Heller entiende al proceso de extrañación como el no poder percibir, ni


conectarse o ser consciente de la dimensión específica, de la genercidad; de saber y sentirse
parte de la sociedad, de la especie humana.

El hombre de la vida cotidiana de la sociedad capitalista percibe su particularidad como lo


único existente, como si su pequeño mundo pudiera ser amenazado por el gran mundo. La
genericidad se le presenta como algo extraño, ajeno, que lo pudiera perjudicar.

“[…] el particular con el nacimiento de la sociedad de clase, cortaba el cordón


umbilical con la comunidad, se convertía en una entidad antónima […] ulteriores
consecuencias eran la separación entre particularidad y universalidad genérica y la
consiguiente posibilidad de conflicto entre ellas. Precisamente porque el hombre
particular podía tener objetivos y necesidades personales distintas de la comunidad
determinada, debía interiorizar las exigencias de la comunidad, y fue necesario que
paralelamente al derecho surgiese la moral.” (Heller, 1994: 135)

En síntesis, en el hombre están presentes ambas dimensiones –particular y específica- y si


existe un predominio de la particularidad en la vida cotidiana de las sociedades capitalistas se
debe al proceso de extrañación que perciben los hombres que están muy ocupados resolviendo
los conflictos de sus propios espacios, y no divisan al ámbito mayor del cual forman parte.

Sin embargo, de ningún modo implica que la dimensión específica sea inexistente. Lo que
sucede es que una se hace escuchar y resuena más que otra, pero ambas dimensiones
coexisten en silencio; por eso, la autora las denomina en muda copresencia.

“En consecuencia, el ser específico mantiene y desarrolla una relación consciente


con su especie; pospone las necesidades ‘particulares’, subordinando las
necesidades del yo a la del nosotros. Cuando esto sucede, la muda coexistencia se
hace visible, consciente, y el particular inicia su camino hacia la individualidad”.
(Lifszyc y Kalpschtrej, 2001, 88)

Cuando realizamos actividades que van más allá de nuestros pequeños mundos, y dirigimos
nuestras acciones hacia los otros, es en esos momentos cuando nos conectamos con la

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dimensión específica, cuando nos alejamos de la rutina de la cotidianidad y cuando enlazamos


a nuestras acciones motivos que van más allá de la satisfacción particular.

Justamente para distinguir el hombre extrañado, sin conciencia de su genericidad, de aquél no


lo está, Heller plantea la noción de individuo entendiéndola como aquella persona que es
consciente tanto de su “pequeño mundo” como “del gran mundo”; que es consciente de su
genericidad “[…] sólo el individuo tiene conciencia de sí, tiene autoconciencia: es decir, la
autoconciencia es la conciencia del Yo mediada por la conciencia de la genericidad. Quien es
autoconsciente no se identifica espontáneamente consigo mismo, sino que se mantiene a
distancia de sí mismo. El individuo se conoce a sí y a sus circunstancias.” (García Polo, 1997:
56)

“Nadie está exento de motivaciones particulares, pero no existe ningún hombre


particular que no se haya elevado por encima de la propia particularidad”. (Heller,
1994: 49)

Si el particular dejara vía libre a todos sus deseos y motivaciones, sería imposible vivir en
sociedad, los conflictos, las discusiones no terminarían nunca y el vivir en la cotidianidad
estaría imposibilitado ya que todo se presentaría a discusión según los intereses de cada uno.
Hay algo que nos frena, ese “algo” desde la propuesta de Heller lo podemos pensar como la
función inhibidora de la moral.

Es ésta la respuesta a la pregunta: ¿qué nos limita a no hacer y decir absolutamente todo lo
que deseamos y queremos? La respuesta está en la incorporación de las normas y valores que
fueron aprehendidas durante el proceso de socialización, o para continuar con la mirada del
texto; con la aprehensión de la cotidianidad.

La internalización de estas pautas inhibe y restringe los deseos del particular posibilitando que
viva su cotidianidad junto a otros, de modo relativamente pacífico.

No obstante, más allá de la función inhibidora de la moral hay otra función y ésta es
denominada por la autora como transformadora. La misma está vinculada al actuar teniendo
en cuenta y sabiendo que hay algo más allá de la esfera particular.

“El esquema base de la moral es la subordinación de las necesidades, deseos,


aspiraciones particulares a las exigencias sociales”. (Heller, 1994: 132)

“Se llega a la moral únicamente cuando la exigencia es interiorizada, cuando se


eleva a motivación personal, es decir, cuando la exigencia de la sociedad aparece
como una exigencia que el particular dirige a sí mismo y que, evidentemente, pone
de un modo espontáneo o consciente como medio incluso frente a los otros”.
(Heller, 1994: 134)

En consecuencia, podemos afirmar que “[…] las elecciones conscientemente orientadas desde
la moral serán las que permitan una elevación a lo específico por sobre lo particular. Esta
motivación no es una motivación que deviene desde la dimensión particular” (Heller, 1994:

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134), sino que es una elección, que implica una cierta toma de conciencia, por eso se dice que
es una decisión desde el individuo, entendiendo a éste como ser humano que tiene
conocimiento de sus dos dimensiones.

El proceso de homogenización propiamente dicho es aquel que lleva a cabo el individuo, que
subordina su particularidad a favor de la especificidad, que focaliza y actúa de modo ordenado
y tiene una relación consciente con el nosotros. Además, dirige su atención a una única
actividad, para Heller son aquellas vinculadas al: arte, ciencia, filosofía.

Sin embargo, el concepto involucra diferentes grados. La diferencia reside que en el plano
cotidiano- la homogenización-, la atención y concentración en una actividad están ligadas a
aprehender, conocer y manipular objetivaciones, que el particular necesita para que pueda
desenvolverse en la vida cotidiana. La homogenización que está ligada a la producción de
objetivaciones específicas, en cambio, comprende la suspensión momentánea de los
componentes que estructuran la cotidianidad (espontaneidad, economicismo, pragmatismo,
etc.). Son actividades vinculadas al desarrollo del género humano, acciones dirigidas hacia la
especificidad. Estas son las denominadas objetivaciones duraderas o específicas. Entendiendo
por éstas al arte, la ciencia, la filosofía, que aunque no puedan por si solas cambiar al mundo,
contribuyen a humanizarlo. Salen y rompen con la inmediatez de las preocupaciones
particulares.

“Ciencia, arte y filosofía son objetivamente genéricas del conocimiento y


autoconocimiento humanos. En cuanto conocimiento y autoconocimiento
constituyen partes integrantes de la praxis humana en su conjunto […] Al inicio
nacieron de las necesidades de la vida cotidiana y de las necesidades políticas de
las integraciones; más tarde, por el contrario, se hicieron autónomas como esferas
de objetivaciones específicas, cuya naturaleza es el no poseer ya una relación
directa con la vida cotidiana de los particulares o con las necesidades inmediatas de
las integraciones. Las ciencias naturales son utilizables en la técnica (auque no
desde hace mucho tiempo), pero no se trata de que se hayan convertido en
ciencias naturales gracias a su inmediata utilizabilidad. Deben su puesto en la
praxis humana en su conjunto al hecho de estudiar las leyes objetivas de la
naturaleza relativamente sin otros fines. La filosofía puede convertirse en ideología
de los estratos sociales, puede ayudar al particular a organizar su propia vida. Sin
embargo, la filosofía está a la altura de su función precisamente – y solo por esto
puede convertirse en ideología o dar una forma de vida- porque si contenido no se
agota en el servicio de objetivo determinados, sino porque es capaz de dar a los
problemas vitales de una determinada época, de un determinado movimiento
social, una forma que corresponde a las conquistas obtenidas hasta aquel momento
en el desarrollo de los valores genéricos.” (Heller, 1994: 188-189)

El arte es para Heller una forma de autoconciencia de la humanidad. El arte2 representa un


vínculo con la genericidad. Mucho de una obra de arte nos dice de los valores, las

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Es verdad que la autora no se detiene a realizar una crítica al artista que responde a los intereses de una clase, que
realiza sus obras con el único propósito de que sean éstas comercializables. No era ésta una preocupación de Ágnes
Heller.

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preocupaciones, los conflictos de la sociedad. Por eso podemos decir que la obra de arte refleja
y condensa la memoria de la humanidad.

“Las obras de arte están a nuestro lado, colgadas en lo muros, en medio de las
viejas calles de la ciudad, como catedrales, escalinatas y pórticos […] Pero si
permanecen mudas, si permanecen calladas, mientras nosotros continuamos con
nuestra vida cotidiana es por un extraña cortesía, ya que ellas también tienen
muchas cosas que decir, ya que son la conciencia solidificada, son discursos, son
mensajes […] Por eso reflejan mudas, silentes, tranquilas, los ideales, las
inquietudes, las alegrías, las amarguras del hombre”. (García Polo, 1997: 138)

Perduran a lo largo de los años, de los siglos, ya sean letras, sonidos, imágenes, o edificios. El
artista es quien se eleva y produce objetivaciones duraderas y el espectador que rompe con la
sensación de extañamiento es justamente quien observa una obra pero no por puro placer y
goce estético, sino porque a partir de esa obra reflexiona y actúa teniendo en cuenta su
genericidad.

En definitiva el estudiar esta dimensión de lo social tiene como objetivo prestar atención a un
aspecto que por mucho tiempo permaneció invisible frente a nuestros ojos, las preocupaciones
de la sociología pasaban por otras dimensiones, la política, la económica, etc. Sin embargo,
una vez que se visibiliza y se la entiende en tanto problemática analizable, posible de
proporcionar un elemento más al análisis de la realidad social, no tendría ningún sentido si nos
quedáramos a medio camino. El objetivo de analizar y prestar atención a la cotidianidad es
poder transformarla, es quebrar con la lógica inmediata e irreflexiva que de por sí tiene el
habitar en la misma, pero, que de ningún modo implica no ponerla entre paréntesis y pensar
en ella con la intención de modificarla.

Bibliografía de referencia
Berger, Peter y Luckman, Thomas (2001), La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu
Editores.

Heller, Ágnes (1994), Sociología de la vida cotidiana, Barcelona, Península.

Heller, Ágnes (1982), La revolución de la vida cotidiana, Barcelona, Península.

García Polo, María Jesús (1997), Aportación de Ágnes Heller a la sociología de la vida cotidiana, Madrid,
Grupo Cero.

Marx, Karl (2004), Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Buenos Aires, Colihue Clásica.

Lifszyc, Sara y Kalpschtrej, Karina (2001), “La vida cotidiana como fenómeno social”, en en Lifszyc, Sara
(comp.) Unidad 1 de Sociología, Ciclo Básico Común, Universidad de Buenos Aires, Gran Aldea Editores.

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