Está en la página 1de 2

Estimado Francisco,

El trabajo solicitado está en línea en alacrán.com/caracha-web


Te pido disculpas por no poder ofrecerte documentación adicional hoy mismo. El jueves por la noche,
cuando te escribí el correo, no tenía absolutamente nada: solamente los textos escritos a mano, y no
tenía ninguna intención de compartirlos.
Ahora hay esta web, que es una especie de diario visual, un tumblr bizarro, y sin embargo me parece
que hay mucho, mucho terreno por explorar en este campo. Esto no es más que un prototipo.
El material en cuestión corresponde a uno de los personajes del libro que te decía. Quiero enfatizar en
que es solo uno de ellos, y que son entradas desde el punto de vista desde ese personaje, no míos, y que
el resto del proyecto está mucho más volcado a la narrativa y mucho menos apesadumbrado.

Lo único que te puedo ofrecer es material sobre el personaje redactado desde un punto de vista más
"objetivo".

Seguimos conversando,

Saludos,

juan francisco
“¿Que esa atmósfera se te hace pesada? Espero, en ese caso, que no tengas que lidiar con Rekairus
Solórzano, zombie salvaje, que se murió, se abrió un hostal en el limbo, se hizo drogadicto, se tiró a
discapacitadas de todos los tipos, saqueó templos y cazó deinonychus, se aburrió, le mandaron de
vuelta, se cabreó, se puso un crematorio, quebró, se fue a la guerra, perdió, se propuso excavar un túnel
hasta el núcleo de la Tierra y así es como lo encontró Tifón: con los huesos expuestos, costillas
chamuscadas, dedos disolviéndose cual turrón envejecido y la cara cubierta de larvas. Una sola
ambición: morirse como Dios manda. Que no te sorprenda encontrarle extirpándose las extremidades
con la cuchilla o englutiéndose el kerosene a la alta madrugada. ¿De qué nos sirve? Lo que pasa es que
este desparpajo conoce secretos químicos que escandalizarían a cualquier mortal. Cada semana le llega
un container con cuerpos frescos: no solo fiscales y alcaldesas, sino hipopótamos, salamandras y
zarihüeyas. A veces los sumerge en formol y otras veces ni se molesta: les clava jeringas, los prende en
llamas, extrae las toxinas y tritura los restos como si fuese cuestión de jalar el agua. Dentro de todo,
Requi tiene su sentido del humor, y cuando se propone entreternos con sus aventuras de La Caracha,
todos nos quedamos quietos, pasmados angustiados, y a veces incluso nos coge cierta ansiedad por
conocer el inframundo, con todo lo fétido que pueda llegar a oler. Ahora bien, esta no es la constante, y
Tifón tiene que responder constantemente a súplicas que le ruegan desprenderse del rufián en
descomposición. No es una situación sencilla: cada siesta trae peores pesadillas, y mientras él germina
su Fermentus, nosotros recaemos en la fiebre, el recelo, la cobardía, etcétera. No tendría sentido si tan
solo cultivase malestares, pero bien se sabe que Requi puede, mediante prótesis y pociones, burlar las
imposiciones del abismo, y lo que queda del día se dedica a cocinar la psicodelia más potente del
hemisferio.
Le pregunté qué necesitaba y me dijo que lo mínimo que esperaba era una puta baticueva. No sé si
tengamos que ser tan drásticos, sobre todo cuando la tecnología de punta no le traerá ninguna utilidad.
Pero sí hay requerimientos. "Consígueme la tumba de alguna muerta famosa; una catacumba de
muchas columnas; quiero una cueva que siempre esté húmeda. Quiero pasadizos, quiero enjambres,
quiero meter la bandeja y quemar y sacar y secar y lamer la bandeja y verter y volver a quemar". Un
tipo peligroso, aliado formidable. Es una pena que no pueda querer a nadie.”

También podría gustarte