Está en la página 1de 7

A los pinches chamacos

FneNcrsco HiNo.Jose

Nació en la Ciudad de México en 1954. Actuahnente es editor


de la revista Los uniuersitarios y es apreciado como colabora-
dor de La gaceta del Fondo de Cultura Económica. Hinojosa
es un prolífico escritor que, entre otros, ha incursionado con
gran iino en los géneros del humor negro, el diario de viaje y
la literatura infantil, Entre sus obras sobresalen: Cwentos béti-
cos (premio de cuento San Luis Potosí 199r, Memorias sega-
das de ut"¿ hombre en el fondo bueno, Un taxi en L.A., Horrible
püjürraco y ott"os regalos, La peor señora clel mundo y La fór-
mr¿la del doctor Funes.

0)
,**,;-¡¡f|

A los pincb es ch an'Lacos


Francisco Hit'to.i osa
vernos durante un buen tiempo. A mí, mis papás me decían
dijo a ellos. Y ellos me dijeron pinche chamaco, no seas co- que no debía juntarme con ellos. A ellos les dijeron lo rnis-
chino. En vez cle agradecérmelo. Y me quitaron ei matamoscas mo, que yo era un pinche chamaco desobligado mentiroso, A
y echaron la bolsa al cesto y me volvieron a decir pinche cha- Rodrigo le dieron unos cuerazos.
maco hijo del diablo.
Tiempo después, cuando ya a nadie le importó que los
Yo ya sabía entonces que lo qr.re hacía es 1o qr:e hacen
pinches chamacos volviéramos a vernos, Mariana tllvo otra
tocios los pinches chamacos. Como l{odrigo, Itodrigo desholÓ
ocurrencia: hay que excavar mirs. No, ¿qué no ves lo que es-
un ramo de rosas que le regalaron a su madre cuando la ope-
tu\¡o a punto de pasarle a tu mamá? No pasó nada, qué, drjo.
raron y le dijeron pinche chamaco. Creo que hasta le dieron
Para que nadie nos viera, hicimos gtlardias. Excavamos en otra
una paliza. O Mariana, que se robó un gatito recién nacido clel parte y no encontramos nada de huesos. Luego en otra: tam-
clepartamento 2 para meterlo en el microondas y le diieron poco había huesos: pero sí Lln tesoro: una pistola. Debe vaier
pinche chamaca,
mucho. Yo digo que muchísimo. A 1o mejor con esto mataron
Los pinches chamacos nos retlníamos a veces en el jar-
al señor del hoyo. A lo mejor. Sí, hay que venderla.
dín del edificio. Y no es que nos gustara ser a propósito unos
Escondimos ia pistola en el cuarto donde guarda sus
pinches chamacos. Pero había algo en nosoftos qr-re así era. ni
cosas el jardinero. Rodrigo dijo que él sabía cómo se usan las
modo. Por ejernplo, un día a Martana se le ocutriÓ excavar. En-
pistolas. Mi papá tiene una y me deja ttsarla cuando valnos a
tre los tres excavamos toda una tarde: no encontrsmos tesoros:
Pachuca. Mariana no le creyÓ. Has de ver mucha televisiÓn,
ni encontramos piedras raras pata Ia colección: ni siquiera
eso es lo que pasa.
lombrices. Encontramos huesos. El papá de Roclrigo dijo: pin-
Al día siguiente la volvimos a sacar y la envolvimos en
che hoyo. Y la mamá: son huesos. Vino ia policía y dilo qr're
un periódico. ¿Cómo 1a vendernos? ¿A quién se la vendetntls?
eran huesos humanos. Yo no sé bien a bien 1o que pasÓ aiií,
Al señor Miranda, el de la tienda. Fuimos con el señor Mirancla
pero la mamá de Mariana desapareciÓ algr-rnos días. Estaba en
y nos vio con unos ojos que se le salían. Nos dijo: .se las voy
la cárce1, me diyo Concha. Roclrigo escuchÓ que sL1 papá había
a comprar sólo porque me caen bien. Sí, sí. Bueno. Pero nadle
dicho qr.re ella había matado a alguien y lo había enterrado
debe saberlo, ¿eh? Nos dio una caia de chicles y cincuenta pe-
allí. Cuando volvió, slipe que todos éramos unos pinches cha- masc2lr hasta clue se
sos. El resto de la tarde nos dedicamos ¿l
macos metiches pendejos. Roclrigo me aclaró las cosas: la poli-
acab6la caja.
cía pensaba que ella había matado a alguien pero no, se había A la semana siguiente, la colonia entera sabía que ei
salvado de las rejas. ¿Qué son las rejas?, pregunté. La cárcei, señor Nliranda tenía una pistola. La verdad, yo no se lo dije a
buey.
nadie, sólo a Concha. Y lo único qlle se le ocurrió decirme fue
Ya no volvimos a jugar a excavar. Tampoco pudimos

68
Francisco Hinoiosa A los pincbes chanlacos

pinche chamaco. Lo que inventas. Lo que dices. Tu imagina- v^ a pagar?, pregr-rntó el señor. Yo, dijo Maiana, y sacó 1a bi-
ción. Hasta que el señor Miranda nos llamó un día y nos dijo: lletera de su papi. Está bien. Escuchamos que 1e decía al co-
ya dejen, pinches chamacos. Dedíquense a otras cosas. Déjen- cinero pinches chamacos si serán bien ladrones.
se de chismeríos. Pónganse a jugar. Nos dio tres paletas hela- Nos dio 1as tres hamburguesas y 1as tres cocas. Comi-
das para que 1o dejáramos cle jorobar. mos. Y Mariana pagó.
En esos dias, para no aburrirnosl nos dedicamos a jun- Y ahora, ¿qué hacemos? Cállate, me calló Mariana. Mi
tar caracoles. Nos gustaba lanzarlos desde Ia azotea. O les echá- papi ya debe haberse dado cuenta de que le falta su billetera.
bamos sal para ver cómo se deshacían. O lo.s metíamos en los ¿Estás preocupadal ¿Por qué?, ya nos fuimos, ¿o no? Sí. Y aho-
buzones. En poco tiempo ya no había manera de encontrar un ra, ¿qué hacemos?
solo caracol en todo eljardín. Luego quisimos segr-rir juntando Vamos a platicar con el señor Mirancla.
piedras raras, pero alguien nos tiró la colección a la basura. O Rodrigo le hizo Ia parada a un taxi. Llévenos a la ca1le
deplanamente se la robó. de Argentina. ¿Quién va a pagar? Mariana le enseñó la billetera.
Pinches chamacos, ie robaron el dinero a sus papás, ¿verdad?
Fue entonces cuando decidimos escapar. Fue idea de Mariana. ¿Nos va a llevar o no?, le preguntó Rodrigo. Ustedes pagan, dijo.
Me puse mi chamarra y saqr,ré mi alcancía, Que la ver- El taxista nos llevó a unas pocas cuadras de ailí. Era
dad no iba a tener muchas monedas porque Concha toma di- una calle solitita. Ahora denme el dinero. No, qué, Miren, pin-
nero de allí cuando le falta para el gasto. Mariana también clies chamacos, o me lo dan o los mato. Es nuestro. Se los voy
salió con sLi chamarra y con la billetera de su papá. Hay que a robar como ustedes 1o robaron, ¿verdad? También tu alcan-
correrle, decia, si se dan cuenta nos agarran. Rodrigo no llevó cía, me dijo. Yo le di la alcancia. Así es, pinches chamacos. Y
nada, ahora bájense.
Caminamos como una hora. Llegamos a una plaza que Pinche viejo, dijo Mariana. Si hubiera tenido ia pistola,
ninguno de los tres conocíamos. ¿Y ahora?, preguntó Rodrigo. te doy un balazo, dijo Rodrigo. Deplanamente. Me clan ganas
Hay que descansar, pedí. Yo tengo hambre. Yo también. Va- de ahorcarlo. Sin dinero ya no podemos ir a un hotcl. Yo he
mos a un restaurante. ¿Dónde hay uno? Le podemos preguntar ido a muchos hoteles, dijo Rodrigo. Pero sin dinero... Por qué
a ese señor, Señor, ¿sabe dónde hay un restaurante? Sí, en esa no vamos con el señor Miranda a pedirle nLrestra pistola. Sí,
esquina, ¿qué no lo ven? eso es. La pistola. A ver así quién se ¿ltreve a robarnos.
Era un restaurante chiquito. Rodrigo nos contó que é1 Un señor nos dijo hacia dónde quedaba Argentina. Y
había ido a muchos restaurantes en su vida. La carta, le dijo a1 luego: ¿están perdidos? Sí, un poco perdidos. Sigan derecho,
señor. Nos trajo hamburguesas con queso y tres cocas. ¿euién derecho hasta Domínguez, ahí dan vuelta a la izquierda, ¿me
Francisco Hittoiosa A los pincb es ch am6cos

Vámonos antes de que llegue alguien. Nos fuimos por


entendieron? ¿Saben cuál es Domínguez? Yo no sabía,
pero
Argentina, derechito, corriendo a todo lo que podíamos, Hasta
Marianadijo que ella sí. La verdad, ela un señor muy amable'
que llegamos cerca de la escuela de Rodrigo. Pinche chamaca,
Para no hacer el cuento largo, llegamos con el señor
dijo una señora con la que se tropez1 Marrana, fijate.
Miranda cuando ya er:- de noche. ¿Y ahora qué quieren?, nos
No sé cómo lo hizo, pero Rodrigo sacó rapidísima-
preguntÓ, ya voy a ceffar. Queremos la pistola' Sí, y
que nos
que se mente la pistola y le dio un plomazo enla panza. La señora ca-
uenda unas balas. Miren, pinches chamacos' ya les dije
verdad yó al piso y empezó a gritar. No está muerta, le dije, tienes que
dejarande chismes. Tomen un chicle y váyanse' No, la
sin darle otro plomazo. Rodrigo le dio otro plomazo enla cabeza,
queremos sólo la pistola. Voy a cerrar' así es que lárguense
Ahora sí, comprobl Martana, está fria. ¿La tocaste o
chicles, ¿entendieron?
Rodrigo tomó una bolsa de pinole, la abti6 y le echó qué? Está muerta, buey.
Al parecer, otros oyeron el ruido deI balazo porque la
un buen puñado en los ojos al pobre señor Miranda. Pinches
gente se juntó alrededor de la muerta. Rodrigo se había guar-
chamacos, Yan aver con sus papás. El vielito se cayó al piso'
yo me le eché encima de Ia cabeza y le lalé los pelos. Mien- dado ya la pistola en la bolsa de su chamarra,

tras, Marianale pellizcaba un brazo con todas sus ganas'


Busca ¡Llamen a una ambulancial ¡Llamen aIa policial ¡Llamen
a alguien! Yo creo que fue un balazo. ¿Ya le tomaron e1 pulso?
la pistola, córrele, le dijimos a Rodrigo' ¿DÓnde? Allí abaio' No'
Yo lo oí. Salí corriendo de la casa a ver qué pasaba y me en-
no está. Allí, iunto ala caia. Suéltenme, pinches chamacos, gri-
Si no cuentro con que... Yo vi correr a un hombre. Llevaba una pis-
taba. Tampoco, no está aquí. ¿DÓnde está, pinche viejo?
tola en la mano. Debes atestiguar. Claro, nomás venga la pol-
me sueltan... Aquí está, gritó Rodrigo, aquí está' ¿DÓnde esta-
cía. No, no respira. Quítense, pinches chamacos, qtié no ven
ba? En el cajón.
abrazado que está muerta. No hay seguridad en esta colonia. Es un pin-
Y ahoraqué, ¿Lo matamos? Maúana se había
che peligro. ¿Le robaron la bolsa? Sí, yo vi que el hombre corría
de las piernas del señor Miranda pafa que no se moviera tanto.
con la pistola y la bolsa de la señora. Era una bolsa blanca...
Ve si tiene balas. Sí, sí tiene balas' ¿Le damos un plomazo?
buey' Sí, mátalo' Pin- ¿Que no oyeron, pinches chamacos metiches? Si sus papás los
¿Qué es plomazo? Que si lo matamos,
vieran haciendo bulto... Eran dos, llevaban pistolas y la bolsa...
ches chamacos...
Yo la conozco: es Mariquita, la de don Gustavo. Lo triste que se
Ei ruiclo del disparo fue horroroso' yo pensaba que los
va a poner el hombre.
balazos no sonaban tanto. A1 pobre del señor Miranda le salió
En cuanto oímos el ruido de las sirenas, Mariana dijo
mucha sangre de la cabeza y se quedó muerto. ¿Está muerto?
pues sí, no te das cuenta? ¿Ya ven cómo sí sé disparar pis- mejor vámonos, podemos tener problemas.
¿qué
tolas? Puta, diio Mariana, Sí, Puta.
No debimos matarla, les dije mientras caminábamos

12

I
Francisco Hiuo.Tosa A los pirtcb es ch amacos

haciala avenida, Fue culpa de ella. Además, así son las cosas, sus papás, que si saben qué hora
es, que si un hotel no es para
a mucha gente lamatan igual, en la calle; con pistola. No de- que jueguen los chamacos, que si
alquilar un cuarto cuesta, que
bes preocuparte. Dicen que te vas al cielo cuando te matan a dónde está el crinero. yáyase a la chingada,
dijo Rocrrigo alfin-
balazos, Sí, es cierto, yo ya había oído eso. ¿Túr crees que el mente, y todos echamos a correr.
señor Miranda también se vaya al cielo? Claro, tonto. Caminamos un rato hasta que Marianatuvo
una buena
Mariana le hizo Ia panda a un taxi. ¿A dónde vamos? idea' Ya sé, podríamos ir a dormir a
casade ra señora Ana Dul-
No tenemos dinero para pagarL. Ay, qué ingenuo eres, me di- ce. ¿Con esa pinche vieja? Sí, buey,
dijo Rodrigo, nos metemos
jo. A la calle de L6pez, dijo Rodrigo. ¿Cuál calle de Lopez? ¿Sa- a su casa, le damos un plomazo y
nos quedamos ailí a dormi¡.
ben qué hora es? No, le dije. Son las diez. ¿Nos va a 1levar o Puta, que si es buena idea...
no?, le preguntó Maliana. Miren, pinches chamacos, si sus pa- La señora Ana Dulce nos abrió.
¿eué quieren? ¿Nos deja
pás los dejan andar a estas horas tomando taxis no es mi pro- usar su teléfono?, le dijimos para guaseárnosla. pinches
chama-
blema, así es que largo, largo de aquí. Rodrigo sacó 1a pistola cos, ¿saben qué hora es? Nos metimos
a ra casa sin importar-
y le apuntó a Ia cara. ,Lh, pinche chamaco, además te voy a nos las amenazas de la vieja: yoy
a llamarle a Ia policia para
dar una paliza por andarme jodiendo. decirle que se escaparon de sus casas. yan
aver ra cueriza q'e
Y cuando le iba a quitar la pistola, Rodrigo disparó ei les van a poner' vi cómo Marianacriscutía
con Rodrigo. Ahora
plomazo con las dos manos. Le entró la bala por el ojo. Lo me toca a mí. Si tú no sabes... Al parecer
gan6Mariaiaporqlre
mandamos derechito al cielo, qué duda, tomó el arm^ y le disparó un plomazo
a la señora Ana Dulce.
Yo sé manejar, dijo Rodrigo. Pero no fue cierto, en Le dio en una pata. Luego disparó
por segund a vez, ¿eué t:rl?,
cuanto pudimos hacer a un lado a1 taxista. Rodrigo trató de dijo, te apuesto a que le di en er corazón. yo
pensabzr r. rnis-
echar a andar el coche y no pudo. Debes meterle primera. Ya mo' a pesar de que ra vieja chiilaba clel
dolor como unzr r.cu y
sé, ya sé. Déjame a mi, dijo Maiana. Se puso al volante, metió se retorcía en el piso. Al rato se
calló.
la primera y el coche caminó un poco, dando saltos. Mejor va- La guardamos en un clóset. Rodrigo
clecía clLre er¿r r.rn ca_
mos a pie, les dije. Sí, este coche no funciona muy bien. dáver. Luego cenamos pan con
mantequilla y mermelacl¿r ,,nos
Antes de abandonar el taxi, Rodrigo esculcó en los bol- metimos los tres ara cama con la pistola
ubalo a. lu a'noh¡cra.
sillos del taxista hasta que encontró el dinero. Hay más de cien
pesos. Quítale también el reloj. Luego lo vendemos. Mariana Durante los siguientes diez días
no le cJirnos prornazos a nadie
guardó el dinero, yo me puse el reloj y Rodrigo se escondió la más. Nos quedaba una bala. Íbamos
al iarqL,e toclas las
pistola en la chamarra. mañanas y comíamos y crormíamos
en casa crel iadáver, hasta
En el hotel fue la misma bronca, que si dónde están que el espantoso olor der cróset
nos hizo salir co'iencio cJe ailí.
'rlI

Francisco Hittojosa A los pincb es cb amacos

Ese clía tuvimos la mala pata de encontrarnos frente a Los tres teníamos la piyama puesta y ellos dos estaban descal-
frente con el papá de Mariana. ¡Pinches chamacos!, nos gritó' zos. Sólo yo tenía puestos los calcetines. ¿Me los prestas un ra-
¡Cómo los hemos buscadol ¡Van a ver la que
les esperal
to?, me pidió Mariana, está haciendo mucho frío. Se los presté.
Nos esperaba una que ni la imaginábamos'.. A todos
¿Y ahora qué hacemos? Ni modo que volver a casa del
nos agarraron a pafades y cuerazos y cachetadas y puntapiés' cadi¿ver Todavia tenemos la pistola, ¿o no?, poclemos meter-
Yo oía cómo gritabanMarianay Rodrigo. Mi mamá me dio un nos a una casa y mataf a quien nos abra. Ir{o seas buey, eso
puñetazo enla cara que me sacó sangre dela naú2, y mi papá, está cabrón. Además ya no tenemos balas. ¿Cómo se te ocllrre
un zopaco en la boca que casi me tira un diente. Por más que que ahorita alguien nos va a abrir la puertal Es cierto, somos
Iloraba, no dejaban de darme y darme como a un perro. unos matones. No es por eso.
Tañé un poco en dormirme. Pero en un ratito me des- Me dieron ganas de orinar del frío que estaba hacienclo.
perté con el ruido de un plomazo. Ya Rodrigo debe haberse Una parte me hice en los calzones y otra sobre ia llanta de un
echado a sus papás, pensé. Luego se empezaron a oír gritos. coche. Pinche cochino, me dijo Mariana. A Rodrigo le cho risa.
Mis papás se despertaron también y corrieron ala puerta para Caminamos un rato hasta qr-le nos encontramos con
ver qué pasaba, una casa que tenía las ventanas rotas. Debe estar abandonada.
La mamá de Rodrigo gritaba: ¡Lo mató, lo matÓ, 1o ma- Seguro. Terminamos de romper uno de 1os cristales y nos me-
tól ¡El pinche chamaco lo mató! Cálmese, señora, quién mató timos. Estaba oscurísimo.
a quién. Rodrigo saliÓ en ese momento con la pistola en la ma- Encontramos un cuarto en el que se metía un poqr.rito
no. Córrele, me dijo a mí, antes de que nos agarren. Esto es la de ia lr,rz de la calle. Hicimos a un lado los escombros y nos
guerra. ¿Y Mariana?, le pregunté. Hay que ir por ella. No, qué, echamos al piso, muy juntos pare tratx de calentarnos, hasta
córrele, que nos quedamos dormidos, alfinmente dormidos.
Y sí: corrimos a madres. Fue un alivio encontrarnos A la mañana siguiente, con los huesos adoloriclos, cles-
con nuestra amiga en la calle. Ya se echó a sus papás, le anun- perté a ios otros. Pudimos ver ahora sí el cuarto en el qr,re ha-
cié. Puta, dijo Mariana, eso me imaginé. Y nos echamos a co- bíamos dormido. Estaba muy hírmedo y sucio. Había laras
rrer como si nos persiguiera una manada de perros rabiosos. vacías de cerueza, colillas de cigaros, bolsas cle plirstico, cirs-
Nos paramos hasta que Rodrigo se tropezÓ con una piedra y caras de narunja y cantidad de tierra. OIia a puritita miercia,
fue a dar al suelo. Le salia sangre dela cabeza. Mariana tiritaba de frío, aunqLle estaba calientísima. Es
Qué madrazo me di, nos diio medio apendeiado. Y sí calentura, estoy seguro, les dije. IJn calenturón como paru IIa-
que era un buen madrazo, Hasta se 1e veía un poco el hueso. marle al doctor. Cr,rál doctoq se encabronó Rodrigo.
¿eué sien-
tes?, le pregunté. Ella ni me contestó. Sólo tiritaba y tiritabe.
Francisco Hittoiosa A los pincb es cb ama,cos

no necesitas explicarme nada. ¿Qué haremos? Puta, ahora sí


Hay que comprar aspirinas' Es cierto, le diie' Rodrigo
se

a Mariana' me la pones caniia.


ofreció a buscar una farmacia mientras yo cuidaba
se le Nos metimos a dormir a un terreno baidío en el qr-ie
Esperamos horas y horas hasta que a Mariana
le ex- habia ratas. Puta madre que estoy seguro. La pasamos dela-
quitó la temblorina. cuando me dijo que ya se sentía bien
para com- chingadamente.
pliqué que Rodrig o habia ido a busca r una f atmacia
ya se tardÓ' Despertamos mojados y con el pelo hecho hielitos. Te-
prarle aspirinas y que todavia no regresaba' Pues
níamos un hambre espantosa. Y si vamos a casa, ¿Qué dices?
Claro que ya se tardó. Algo debe haberle pasado'
No ves que Rodrigo se echó a su papá. Pues Rodrigo es Ro-
Lo buscamos hasta que nos perdimos y ya no
sabíamos
Teníamos un drigo. A lo mejor ahorita ya esta muerto.
cómo regfesaf ala casadonde habíamos dormido.
casa don- Concha fue la primera en vernos: pinches chamaco.s,
hambre espantosa. Y sin dinero' Y sin pistola' Y sin
van a ver la que les espera.
de nos dieran de comer.
LodemásfueideadeMartana.EnunsemáforonospLl.
cuando Y es cierto: la que nos esperaba.., Pero, con el carácter de Ma-
simos a pedir dinero a los conductores de los coches.
fiana, tampoco se imaginaron nunca la que les esperaba a ellos.
llenamos los bolsillos de monedas las contamos: efan
nueve
dos bol-
pesos con veinte centavos. En una tiencla compramos
sas de papas Y dos refrescos.
lespués de comer nos acostamos en el pastito del ca-
de Ro-
mellón. Durante mucho tiempo nos pusimos a hablar
drigo. ¿Qué le habrá pasado? Sabe' ¿Lo habú aganado
la

policía por matar a sus papás? A lo mejor sólo está perdido'


matar al
Como nosotros. O quizás lo aganaton cuando quiso
delafarmacia.¿C6mo,sinotienebaias?Oloatropellaron'
por metiche'
Quién sabe. O le dieron un plomazo
Se hizo de noche y no teníamos dónde dormir'
No nos
quedó otra más que preguntar por la calle de López pata
it a
casa de la señora Ana Dulce. Aunque oliera feo, al
menos ha-
bría una cama.
Tardamos como dos horas en llegar. Afuera de la casa
de la señora Ana Duice habiaun policía' Yo creo que" Sí'
sí'

También podría gustarte