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morales.
Los grandes dramas de la existencia humana aparecen mucho más nítidos y cercanos
a nuestra realidad en la vida de los personajes literarios que en la teorización de un
erudito porque podemos identificarnos y vernos reflejados en sus tristezas, sus
alegrías, sus dilemas y sus incertidumbres.
No es distinto lo que ocurre con el séptimo arte. Una buena película casi siempre nos
remite a un encuentro con nosotros mismos, genera preguntas y ofrece respuestas
que adquieren significado y valor en la propia existencia. Podría decirse que sentarse
a ver un filme de calidad no solo es un ejercicio estético sino también ético, en la
medida que puede ayudarnos a ser mejores personas o mostrarnos una faceta de la
realidad que aún no conocíamos y que nos hace reconsiderar ciertas opciones,
actitudes o comportamientos.
Contra todo pronóstico, el Guasón lo ha dispuesto todo para que sus cómplices se
asesinen entre sí y poder quedarse con todo el dinero. Sin embargo, su mayor interés
no parece ser la riqueza, como paulatinamente lo revela la película.
Este criminal sin principios y sin lealtad alguna se proclama a sí mismo como “un
agente del caos”, desprecia a los grupos delincuenciales porque su mezquino
objetivo es el dinero y no tiene pudor alguno en quemar una cantidad millonaria de
dólares frente a los ojos atónitos de un importante líder delincuencial. Según él la
ciudad “se merece un mejor villano”.
Para ellos solo eres un bicho raro, como yo. Ahora te necesitan, pero cuando no sea
así te marginarán como a un leproso. Su moralidad, su ética es una broma. Se
olvidan al primer cambio imprevisto. Solo son tan buenos como el mundo les
permite ser. Te lo demostraré. Cuando las cosas se tuerzan esos civilizados se
matarán entre ellos. Yo no soy un monstruo, solo voy un paso por delante.
Ante las continuas amenazas del malhechor y luego de volar un hospital, los
habitantes de Ciudad Gótica intentan escapar. Debido a que los puentes parecen estar
llenos de explosivos, las autoridades disponen dos transbordadores que puedan
conducirlos a un lugar seguro, en uno de ellos han acomodado a los civiles y en otro
a los convictos. El plan parece estar marchando según lo previsto pero de inmediato
irrumpe la voz de El Guasón que les indica: en cada embarcación hay explosivos y
un detonador, si quieren sobrevivir deben hacer explotar el otro barco.
Nuevamente el villano quiere poner a prueba la libertad humana, pero con el único
afán de confirmar su tesis de un pretendido mal radical en el corazón de todos los
hombres que les impide ser altruistas. Finalmente triunfa el bien y El Guasón es
derrotado, uno de los convictos arroja el detonador fuera del barco y un civil decidido
a salvar su vida sacrificando a los reos, se arrepiente y pone el detonador sin activar
en su lugar. No obstante, el hecho le da la razón a Alfred, el mayordomo de Batman,
quien describe acertadamente al bandido: “Hay personas que no buscan algo lógico
como dinero. No se les puede comprar, ni amedrentar, ni hacer entrar en razón.
Algunas personas solo quieren ver el mundo arder”.
El Guasón considera que Batman lo completa, por eso no lo destruye. Pareciera creer
en una especie de dialéctica sin solución definitiva entre el bien y el mal. Solo desea
tener a alguien con quién combatir, una antítesis, un contendor, para que en medio
de la lucha se genere el caos. Luego de retar al héroe en repetidas ocasiones ha
entendido que la integridad del caballero de la noche es incorruptible. Aun cuando
no la entienda ni esté dispuesto a imitarla, le resulta entretenida: “No me vas a matar
por una absurda sensación de superioridad moral. Y yo no te voy a matar porque me
divierto mucho contigo. Creo que tú y yo estamos condenados a seguir así de por
vida”.
Al ver los desastres de una cultura del relativismo y el egoísmo, muchos hombres no
se sienten llamados a esforzarse por salvar las circunstancias sino que se suman a la
gran ola de los que han escogido vivir sin principios, existiendo en el reducido
perímetro de sus intereses personales y tratando de sacar una tajada en medio de la
corrupción y el engaño. La sociedad de El Guasón es aquella que desespera del bien
y se acostumbra a contemplar un mundo en llamas, haciendo oídos sordos a
cualquier propuesta que no sea “en río revuelto ganancia de pescador”.
Una ciudad acosada por el crimen, la indiferencia y la ley del “sálvese quien pueda”
ve una luz de esperanza en el impecable Harvey Dent, otrora funcionario de la
oficina de asuntos interiores, ascendido a fiscal de distrito por su excelente
desempeño y su fama de transparencia. Dent parece ser el prototipo de hombre
público exitoso, pero sus logros no son consecuencia de la corrupción sino de un
trabajo incansable contra el crimen organizado que le permite abrirse paso hacia la
alcaldía de Ciudad Gótica, su meta en términos políticos.
El multimillonario Bruce Wayne (la identidad real de Batman) apuesta por la carrera
política de Harvey Dent, a quien ve como “la cara del brillante futuro de Ciudad
Gótica” y organiza una cena con importantes hombres de negocios para presentar a
su amigo y proponerles que financien su postulación para alcalde. Aunque la
hermosa Rachel Dawes (Maggie Gyllenhaal), antes novia de Wayne y ahora
prometida de Harvey lo interpreta como una burla asolapada y un intento de
ridiculización, los intereses de Wayne son sinceros: Harvey es el verdadero héroe
pues no ha necesitado una máscara para encerrar a los criminales. Posteriormente en
su atuendo de Batman amonestará al mismo Dent pidiéndole que no se deje arrastrar
por su sed de venganza: “Eres el símbolo de la esperanza que yo jamás podría ser.
Tu lucha contra el crimen organizado es el primer rayo de luz legítimo que ve Ciudad
Gótica en décadas”.
“No se trata de lo que quiero hacer sino de lo que es justo” grita el enfurecido Dent
pero la moneda que siempre usa para dejar las grandes opciones al azar está diseñada
para que pueda hacer siempre su voluntad, es él quien decide y ha decidido condenar
y cerrarse a la reconciliación. En últimas es su libertad la que orienta las
circunstancias, aun cuando quiera escudarse en el determinismo de una justicia
siempre neutra, siempre imparcial, siempre objetiva.
Es difícil creer que Bruce Wayne, “uno de los hombres más ricos y poderosos del
mundo, es un justiciero que se pasa las noches machacando a los criminales con sus
propias manos” como bien lo indica Lucius Fox (Morgan Freeman), uno de los más
fieles empleados de I+D, la compañía de Wayne. Sin embargo, ese hombre de
negocios que podría vivir al margen de los problemas que agobian a Ciudad Gótica
ha optado por involucrarse al máximo de sus capacidades y posibilidades invirtiendo
recursos económicos, tiempo y arriesgando su propia vida sin recibir ninguna
recompensa, ni siquiera la del prestigio, pues incluso cuando teme por su reputación
tiene al experimentado Alfred que le recuerda: “Hará que lo odien pero en eso
consiste ser Batman”.
Pese a la admiración que suscita y a que una buena porción de Ciudad Gótica lo
apoya, Batman no se aferra a los honores y con actitud magnánima está dispuesto a
presentarse como el culpable de los homicidios perpetrados por Harvey Dent. Es
preferible que se le acuse injustamente a que la ciudad pierda la esperanza en un
hombre que parecía intachable. Batman es la antítesis del héroe posmoderno, que
según Zygmunt Bauman está centrado en el reconocimiento y los aplausos, y tiene
claro que el sentido último de sus esfuerzos es el bien común: “Soy lo que Ciudad
Gótica necesita que sea”.
Ese hombre que a plena luz del día presenta la fachada de un magnate frívolo,
ambicioso y vanidoso, asume todas las consecuencias de luchar por la sociedad,
aunque eso implique revelar su identidad e ir a la cárcel. De Batman puede decirse
que “pasó haciendo el bien” (Hch 10,38), un bien arduo y costoso por el que han
luchado no pocos hombres a lo largo de la Historia “porque él no es un héroe, es un
guardián silencioso, un vigilante protector, un caballero de la noche” (Jim Gordon).
Bibliografía