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Moderadora
Jules

Traductoras
Jules florbarbero Andreeapaz Anty
CrisCras Liillyana Daniela Young Annie D
Alessandra Lanna Rivero Janira CamShaaw
Wilde Daniela Valentine Rose Pachi Reed15
Josmary Agrafojo Sandry Fany Keaton
Miry GPE Pau_07 Jenni G. Jeyly Carstairs
Sandry Vane hearts Mitzi Noh Jasiel Odair
MaJo Villa Val_17 valentina.herma Eli Hart
Amélie. Adriana Tate naoscura Mire
Beatrix Vani Mary Warner Beluu
Jadasa Vane Farrow Michelle♡ Dannygonzal

Correctoras
Vane Farrow Anakaren Paltonika
Alessandra Wilde Mary Warner Pachi Reed15
Miry GPE Mae Fany Keaton
Sandry Andreeapaz Kora
Mel Wentworth Anty Val_17
Laurita PI Jenni G. SammyD
-Valeriia<3 Vane hearts Adriana Tate
Ampaяo florbarbero Amélie.
itxi Gabbita Ampaяo
Daniela Agrafojo Beatrix Valentine Rose
*Andreina F* Dannygonzal

Lectura Final
Jules

Diseño
Móninik
Sinopsis Capítulo 21
Prólogo Capítulo 22
Capítulo 1 Capítulo 23
Capítulo 2 Capítulo 24
Capítulo 3 Capítulo 25
Capítulo 4 Capítulo 26
Capítulo 5 Capítulo 27
Capítulo 6 Capítulo 28
Capítulo 7 Capítulo 29
Capítulo 8 Capítulo 30
Capítulo 9 Capítulo 31
Capítulo 10 Capítulo 32
Capítulo 11 Capítulo 33
Capítulo 12 Capítulo 34
Capítulo 13 Capítulo 35
Capítulo 14 Capítulo 36
Capítulo 15 Capítulo 37
Capítulo 16 Capítulo 38
Capítulo 17 Epílogo
Capítulo 18 Worth It
Capítulo 19 Sobre la Autora
Capítulo 20
Deja tu cabello suelto, Caroline, dijeron ellos. Será divertido, dijeron.
Sé que me he cerrado mucho en el último año, desde “el incidente”,
donde arruiné mi vida por completo. Ya es hora de que trate de volver a vivir o
simplemente renuncie a todo. Pero esta es posiblemente la cosa más loca que he
hecho nunca. En un último esfuerzo para vigorizarme, estoy de pie fuera de la
habitación de Oren Tenning, acabo de quitarme el par más sexy de ropa interior
que tengo, y mi mano ya se eleva para llamar a la puerta. Mi hermano me
repudiaría por hacer algo con su mejor amigo, y probablemente mataría a Oren.
Pero si juego bien mis cartas, nadie se enterará de esto. Ni siquiera Ten.
Tal vez después de esta noche, por fin superaré este enamoramiento
estúpido e irracional que detesto tener por el idiota más grande que he
conocido. O quizá, solo voy a terminar enamorándome aún más de él. Tal vez
voy a descubrir que hay mucho más de lo que parece en mi guapo grosero y
despreocupado.
Forbidden Men, #5
Traducido por Jules
Corregido por Vane Farrow

Empecé con buenas intenciones. Lo digo en serio.


Eso es jodidamente loco de escuchar, lo sé. Esas dos palabras conectadas
y yo, como que simplemente no nos mezclamos. Pero en este caso, en realidad
quería hacer lo mejor.
Era probable que tuviera algo que ver con algún desvarío fraternal que
permanecía desde hacía mucho tiempo atrás. Sigo sintiéndome extraño cuando
descubro que una chica con la que estoy es la hermana de alguien. Si no sé nada
al respecto, estoy bien; puedo continuar con mi actitud típica de idiota. Pero si
ella llega a mencionarlo, comienzo con el respeto y esa mierda, lo que arruina
las intenciones malvadas que tengo por lo general.
Por lo que saber que ella era una hermanita antes de ponerle los ojos
encima, condenó todo desde el primer momento. Lo que es peor, no era solo la
hermana pequeña de cualquiera. Tenía que ser su hermana pequeña. Pero
conocerla cuando él la llevaba desde un cuarto de baño, donde había estado
gravemente enferma durante toda la noche fue lo que lo dejó claro para mí. Se
veía muy mal con su piel tan pálida y translúcida, mechones de pelo rubio y
húmedo cayendo de una cola de caballo, y sus brazos delgados sin fuerza por el
agotamiento mientras los envolvía alrededor del cuello de su hermano.
Después de verla así y escuchar lo que ella le dijo que le ocurrió, tuve
todas estas reacciones locas y estúpidas. La más fuerte fue... ¿cuál es esa
palabra? Esa que nunca se aplica a mí. Oh sí. Protección. Me volví protector.
Quería sacarla de un tirón de sus brazos y llevarla a los míos, y patearle los
huevos a cualquier persona que estuviera cerca de nosotros.
Me hallaba dispuesto a asesinar por esta chica.
Y eso fue antes de que levantara la cara de su hombro y me mirara.
Hablando de un golpe en el culo. No esperaba experimentar ni una maldita
cosa por simplemente hacer contacto visual con una chica. Pero me pasó, y
mucho más. Sus inolvidables ojos azules se encontraban rojos por el insomnio,
sus pómulos perfectamente formados estaban teñidos con un enfermizo tono
grisáceo, y tenía los labios cortados hasta que la sangre seca descascarara su
deliciosa boca. Sin embargo, era tan condenadamente hermosa en una de esas
maneras inquietantemente etéreas que te deja sin aliento.
Sí, sí, estoy siendo cursi y dramático y un idiota, pero es jodidamente
cierto, así que basta.
Ya sé qué otra cosa estás pensando. Soy Oren Tenning; considero que
muchas de las mujeres son preciosas. ¿Qué hay de nuevo? No puedo salir de mi
apartamento sin enlistar los atributos que aprecio.
Le echo un vistazo a su culo.
Me encantan las tetas de esa.
Oye, déjame pasar mi lengua por ese labio para ti, cariño.
Ah, sí, se lo haría en un instante.
Esa es tan sexy que incluso se lo haría de nuevo.
Pero para mí es raro cuando la aparición de una chica en particular me
da un puñetazo tan fuerte que me deja un agujero en el estómago y permanece
en mi mente.
Caroline Gamble dejó un gigantesco agujero ardiendo en el centro de mi
estómago. El lugar sigue chamuscando cuando la veo, o cuando alguien habla
de ella, o cuando pienso e incluso sueño con ella. Mierda, he invertido en
suministros de antiácidos porque todo mi aparato digestivo es una desastre
constante y sofocante.
Nunca debí haber sido amable con ella. Eso es lo que en verdad me
arruinó. Me doy cuenta ahora... ahora que es malditamente tarde.
Mira, yo siempre —siempre— me comportaba bien cuando se encontraba
cerca. Me cuidaba con lo que decía. La trataba con cortesía, todas las cosas que
no son normales para mí, sí, pero no quería que ella supiera el pervertido
espeluznante que era realmente. Quería que pensara que era un buen tipo.
Además de que su hermano me hubiera pateado el culo si no me comportaba
perfectamente con ella.
Pero, joder, ser amable resultó contraproducente.
La maldita chica intentó besarme. Dos veces.
Lo sé. Qué descaro.
Allí me encontraba yo, intentado ser bueno por una vez en mi vida. Ya
estaba incómodo e irritado con todo el respeto y protección que tenía por ella.
Añade eso a lo salvajemente atraído que me sentía y el hecho de que su
hermano mayor —mi maldito mejor amigo en la tierra—, me advertía a diario
que me mantuviera lejos de ella, y ¿qué consigues? Te conviertes en un hijo de
puta tentado, eso es lo que consigues. Cómo se atreve a lanzarse a mí cuando
trataba de comportarme bien a pesar de que quería follarla de doscientos
modos distintos.
El peor momento de mi vida fue rechazarla en esas dos ocasiones en que
intentó besarme. Bien. El segundo peor momento de mi vida. Como sea. Pero no
estamos hablando del número uno en mi lista negra. Así que, ya olvida esos
pequeños pensamientos curiosos. Estamos hablando de esa expresión perdida
que invadió el rostro de Caroline al instante en que le dije: “No lo hagas”, y
“detente” y “esto no va a suceder”.
Sí, no lo hagas. Primera y última vez que le he dicho eso a una mujer.
Una luz oscureció sus ojos, la sonrisa desapareció de sus labios, y sus
hombros se curvaron de forma protectora. Nunca me molesté tanto por herir a
alguien como en esos dos momentos. Creo que me dolió más que a ella.
Gracias a Dios, se apartó y salió corriendo en ambas ocasiones (aunque se
fue —joder— con lágrimas en los ojos) antes de que pudiera reaccionar. Tal vez
habría caído de rodillas y pedido disculpas, o abrazado, o alguna basura. Y sin
duda, habría terminado ese beso que no la dejé comenzar. Quién sabría lo que
hubiera seguido, pero estoy seguro de que sería algo por lo que su hermano me
mataría de solo pensarlo.
Después de eso, tuve que sacar la artillería pesada. Era la única hermana
de Noel Gamble; no podía follarla. Sin importar qué. Necesitaba tomar medidas
drásticas para mantenerla a distancia. Necesitaba... está bien, de acuerdo.
Mierda. Solo tenía que ser yo. En realidad, no era tan drástico una vez que lo
pensaba, a pesar de que probablemente para ella sí lo pareciera.
Así que le permitía tener toda la intensidad de Ten. Dejé de cuidarme
con lo que decía cuando se encontraba cerca, y también dejé que todos mis
pensamientos básicos y repugnantes se desparramaran de mi boca como era
costumbre. Ya no le sonreía, ya no le prestaba atención especial con cositas
amables como sostener las puertas abiertas para ella o preguntarle cómo estuvo
su día. Dejé de ser un buen tipo. Retrocedí y prácticamente la ignoré, a menos
que se me ocurriera algo grosero para decirle. Me aseguraba de perseguir a
otras mujeres cuando la veía cerca. Y me sentía como una mierda todas las
noches cuando me acostaba en la cama, incapaz de conciliar el sueño, porque
revivía cada cosa horrible que le hice ese día.
Sin embargo no importaba cuánto me molestaran mis acciones, eso no
me impedía seguir intentando que me odiara y matara cualquier sentimiento
lindo que había tenido por mí.
Debía haber sido fácil de lograr. Todos los que me conocían, entendían lo
rápido que podía enfurecer a una mujer.
Pero nada fue fácil con respecto a Caroline.
Eso es lo curioso sobre la tentación. Se supura y crece. Uno alimenta a esa
perra lo suficiente y, se transforma en deseo y luego éste se convierte en
obsesión. Muy pronto, nada en tu vida es tan importante como eso que quieres
pero no puedes tener.
Yo la quería y no podía tenerla, así que alimentaba la tentación,
desbordaba el deseo, y si hubiera podido, habría jodidamente amamantado la
obsesión con mi propio pecho. Me aseguraba de tener pequeñas dosis de ella
por todas partes. Pero sucede algo increíblemente enriquecedor cuando pasas
bastante tiempo en compañía de una mujer. Comienzas a darte cuenta de
tonterías sobre ella, tonterías pequeñas e inútiles que empiezan a significar
todo, como el modo en que se aparta el pelo de la cara —incluso si no hay nada
en sus ojos—, siempre que está inquieta, o cómo muerde el extremo de un
bolígrafo durante la clase cada vez que está escuchando algo que atrapa su
atención. Aprendes todas sus risas diferentes y sabes lo que significa cada una.
Aprendes lo que más le molesta, o lo que le hace más feliz. Descubres lo
inteligente, ingeniosa y sarcástica que es, y que su mente es casi tan sucia como
la tuya. Ves lo apasionada que se pone cuando defiende a los que ama, y
empiezas a enamorarte. Profundamente.
Por lo tanto, esta es la confesión de un Perdedor Patético: Soy Oren
Tenning, y me enamoré. Profundamente.
Maldita sea, no puedo creer que acabo de admitir eso sobre una chica a la
que nunca he besado, y mucho menos follado. Pero ya casi no me quedan
trucos. Sé que debo seguir manteniéndola lejos, pero me estoy desesperando. La
deseo tan condenadamente tanto.
Es mi maldita culpa, en realidad. A estas alturas, podría haber y debería
haber perdido mi interés en ella. Es que cada vez que creo que por fin he hecho
algo que va a hacer que me odie para siempre —algo por lo que nunca me
perdonará—, se instala el pánico. No puedo soportar la idea de que me odie y
nunca me perdone. Así que tengo que hacer algo para asegurar su perdón.
Siempre me perdona, también, a pesar de que no debería. Pero me
encanta eso de ella; ese dulce, hermoso, indulgente y sucio corazón. Y así, sigo
abriéndome paso por este camino destructivo, sabiendo muy bien que me estoy
volviendo loco, y es probable que a ella también.
Alguien tendrá que ceder pronto o voy a explotar... muy probablemente
dentro de ella.
Solo espero que esto no termine con mi muerte a manos de mi mejor
amigo.
Traducido por CrisCras
Corregido por Alessandra Wilde

—Ooh, él es lindo. Caroline, ¿no crees que es lindo?


Suspiré cuando Blaze —y sí, se había dado ese nombre a sí misma—, me
empujó en el brazo como por décima vez en los pasados cinco minutos, casi
haciéndome volcar el vaso de cola que sostenía.
—Sí —dije, sin molestarme siquiera en echarle un vistazo al más reciente
chico sexy que ella había descubierto—. Es… adorable.
Normalmente siempre me animaba a revisar a cualquiera dentro de mi
rango de edad que poseyera un cromosoma Y. Pero esta noche, era anti Y, tan
malditamente anti Y que preferiría tirar un tanque de ácido carcome carne sobre
la totalidad de ellos que revisar una de sus molestas, irritantes y lindas sonrisas,
o traseros, o paquetes, o pectorales.
Al otro lado de la mesa frente a nosotras, Zoey se cubría la boca con la
mano e intentaba no reírse a carcajadas por mi respuesta inexpresiva. Le fruncí
el ceño y articulé “cállate”.
Ella no tenía motivo para estar malhumorada. Su novio era
malditamente perfecto. Maravilloso, considerado, dulce y fiel, Quinn Hamilton
era exactamente el tipo de chico que debería desear. Pero no… oh, no. El
imbécil al que deseaba era un idiota, gritón, políticamente incorrecto que metía
su pene en cualquier mujer dispuesta que sacudiera las pestañas en su
dirección.
Excepto yo. A mí me había rechazado de pleno.
Dos veces.
Sí, dije dos veces… porque fui lo suficientemente idiota para no captar la
indirecta la primera vez.
Envolviéndome con mis propios brazos, porque recordar sus rechazos
hacía que me sintiera fea, inmerecida y desagradable, miré fijamente mi bebida,
deseando tener una pizca de bourbon en mi cola. Pero mi hermano trabajaba en
el bar, así que eso era un no directo.
Normalmente, sus compañeros de trabajo me echarían un poco de
alcohol, pero no si Noel estaba de turno. Nadie se cruzaba con Noel Gamble en
lo concerniente a su hermana de dieciocho años, ni siquiera el idiota chillón y
políticamente incorrecto más grande del siglo.
—No, espera. Chequéalo a él. Ahora bien, ese es un semental al que me
gustaría montar y cabalgar. —Blaze literalmente se lamió los labios mientras
miraba con avidez a través del club lleno de gente—. Solo fíjate en lo grueso que
es ese pecho. Y esos brazos. Mmm. Dios. Tienes que saber que el resto de él es
simplemente igual de grande. Maldición. Quiero verlo desnudo.
—Oye —dijo Zoey, con tono enojado—, ese es mi novio.
Miré por encima para encontrar la forma descomunal de Quinn junto al
escenario mientras hablaba con Asher.
Listo para la actuación de la noche, Asher tenía una guitarra a la espalda.
Se apartó un largo mechón de cabello de la cara antes de hacer gestos con las
manos mientras hablaba con Quinn. Y como Quinn, él era otro tipo asombroso,
un rockero sexy con una voz que hacía que tus hormonas canturrearan junto
con él cada vez que cantaba.
Pero tampoco me quería, lo cual traía otra razón por la que era tan anti-
hombres en estos días. Los tipos buenos que en realidad podrían tratarme bien
se mantenían alejados, no estaban interesados o ya tenían una mujer. El único
imbécil que en realidad había tomado una oportunidad conmigo, me había
usado, convertido en su pequeño y sucio secreto, y luego me había tirado como
la basura del día anterior. ¿Era una maravilla que no hubiera tenido sexo en casi
un año?
Oh, infiernos. ¿Había sido casi un año? Eso no era genial.
Me hundí más profundo en mi silla mientras Blaze jadeaba. —¿Qué?
¿Ese pedazo de orgasmo caminante es tu novio? ¿Desde cuándo puedes tú
atraer a un hombre?
—¡Guau! —Me senté recta, frunciéndole el ceño—. ¿Qué demonios? Zoey
podría atraer a cualquier hombre que quisiera.
Zoey era mi mejor amiga en la tierra. Ella y yo habíamos venido aquí esta
noche con Quinn para ver tocar a la banda de Asher. Blaze era meramente una
conocida pasajera con la que compartía un par de clases, la cual se acercó a
nosotras esta noche, probablemente solo buscando una mesa para sentarse.
—Pero ella es simplemente tan… —Blaze señaló hacia Zoey mientras
ponía una cara amarga—. Tan…
—¿Dulce? —adiviné sarcásticamente, arqueando una ceja mientras mi
mirada la desafiaba a decir algo negativo más sobre mi amiga—. ¿Hermosa?
¿Lista? ¿Leal?
—Tímida —soltó de golpe como si eso fuera algo horrible—. En serio, no
sé por qué pasas el rato con tales perdedores. No eres como ellos, pero juro que
intentas serlo. Solo necesitas vivir un poco, Caroline. Encuéntrate un hombre.
Una sexy aventura de una noche. No he oído que hayas estado con nadie desde
que nos conocimos el semestre pasado, y sé que no te gustan las chicas. Me
preocupa que tu pobre vagina vaya a arrugarse y a secarse si no la mimas un
poco.
Los ojos de Zoey se agrandaron mientras lanzaba miradas entre Blaze y
yo. A diferencia de Blaze, sin embargo, ella sabía que yo tenía un temperamento
que no temía usar, así que también sabía que no iba a dejar que Blaze se alejara
ilesa tras decir toda esa mierda.
Una cara recién arañada en marcha.
Inhalando algo de oxígeno por mis fosas nasales, asentí y le dediqué a
Blaze una sonrisa agradable. —¿Sabes qué? Tienes toda la razón.
—Lo sé. —Levantó una mano y señaló hacia Quinn—. Digo que tomes a
su hombre y le muestres cómo es una verdadera mujer.
—No. —Meneé la cabeza—. No acerca de eso. Tenías razón respecto a
que paso el rato con demasiados perdedores. Totalmente tengo que parar esa
mierda. Son una pérdida de tiempo. Así que… ahora, adiós, adiós… jodida
perdedora.
La boca de Blaze cayó abierta. —¿Qué demonios? ¿Qué he dicho?
¿Hablaba en serio? —¿Qué no dijiste? Acabas de menospreciar a mi
mejor amiga y luego me dijiste que la engañe con su novio. No me importa
quién eres, eso está mal, cariño. ¿Y desde cuando una chica necesita a un
hombre en su vida para que se considere que está viviendo? No necesito a algún
idiota inútil para probar que soy alguien.
—Bueno, maldita sea, no tenías que ser tan perra. Solo miraba por tu
bien, Care. —Con un bufido, Blaze empujó su silla hacia atrás y se puso de pie
de un salto—. No tengo que soportar esto de ti. —Alzando la barbilla, echó los
hombros hacia atrás y sacó pecho—. Solo una chica que no puede conseguir a
un chico diría eso, de cualquier forma. Ambas son perdedoras.
Mientras se marchaba enfadada, me reí. Buena forma de deshacerse de
ella. Me volví hacia Zoey para disculparme por dejar que Blaze se sentara con
nosotras, pero ya me enviaba una mueca de arrepentimiento al tiempo que se
mordía el labio. —Lo siento, Caroline.
Parpadeé. —¿Tú lo sientes? ¿Sobre qué? Ella fue la que te insultó.
—Pero también te insultó a ti, y no dije nada. Si fuera un poco más
extrovertida o…
Extendiendo mi mano a través de la mesa, agarré la suya. —Zo, eres
perfecta tal como eres. Y no quiero que cambies nada. Además, ¿cómo puedes
escuchar una palabra de lo que dijo, sobre ti o sobre mí? Va de camino a ligar
con tu hombre mientras hablamos.
—¿Que ella qué? —Zoey se volvió en su asiento para observar a Blaze
aproximarse de forma audaz a Asher y Quinn, pero se giró hacia el último. Se
acercó lo suficiente para rozarse contra su brazo mientras le daba una sonrisa
coqueta.
Rebotando en su asiento, Zoey aplaudió felizmente. —Oh, esto debe de
ser divertido de ver. Espero que él sea frío y maleducado cuando la rechace.
Sacudí la cabeza, divertida. El noventa por ciento de las mujeres que
conocía se volverían celosas e inseguras cuando otra mujer ligara con su novio y
terminarían culpándole a él, pero Zoey no. Ella se sentía completamente segura
sobre su relación con su hombre, y sabía que Quinn nunca la engañaría… lo
cual solo me hacía sentir peor respecto a mi propio estatus de relaciones.
Sin mi consentimiento, mi mirada se desvió a otra parte del bar en donde
un tipo de cabello oscuro coqueteaba con cuatro —no una, ni dos, ni siquiera
tres, sino cuatro—, mujeres a la vez. Había envuelto sus brazos alrededor de
dos de sus cinturas mientras decía algo al otro par en frente de él. Cuando las
dos chicas de adelante se movieron y empezaron a besarse, gritó en señal de
aprobación como si les hubiera pedido que lo hicieran y se sintiera complacido
de ver concedido su deseo.
Esa bola de inmoralidad.
Rodé los ojos y aparté la atención antes de vomitar. Oren Tenning era el
epítome del cerdo machista. Cada palabra que expulsaba por su boca estaba
entretejida con todos sus crudos y promiscuos pensamientos. Quería odiar todo
acerca de él con cada fibra de mi ser, excepto que en cambio agitaba cada
molécula en mi ser con el deseo de saltar y tomarlo.
Humillada por en verdad haber intentado besarlo hace unos pocos
meses, e incluso más humillada de que él me hubiera detenido —dos veces—
apreté los dientes. Él y su harén eran la razón por la que me hallaba tan enojada
esta noche.
Pero, en serio, ¿cuatro mujeres? ¿Eso no era un poco excesivo?
Casi juraría que se desvivía para hacerse parecer el más grande imbécil
mujeriego del planeta cada vez que me encontraba cerca solo para mantenerme
alejada de él. Pero claro, tal vez eso era hacerse ilusiones, un pensamiento
presuntuoso por mi parte. Había elaborado alguna gran trama romántica en mi
cabeza en la que él estaba desesperadamente enamorado de mí pero tenía que
mantenerse alejado porque su mejor amigo —mi sobreprotector hermano
mayor— lo mataría por siquiera mirarme de forma indebida, por lo que iba
hasta extremos ridículos para hacer que lo desaprobara. Si lo odiaba y me
mantenía alejada, él no se sentiría tan tentado de enamorarse de mi maravillosa
persona.
Sí, solo desearía que ese fuera el caso. En realidad, él tal vez ni siquiera
pensaba que me encontraba en el edificio y su único pensamiento pasajero
acerca de mí era que tenía que ser amable conmigo o mi hermano le arrancaría
su pene con un cuchillo para mantequilla.
Mis hombros cayeron. Dios, mi vida apestaba. Tal vez Blaze acertó en
algo cuando dijo que necesitaba vivir un poco. Porque, de verdad, había pasado
casi un año desde que salí de mi zona de confort. No estaba de acuerdo con que
necesitara un hombre para hacer algo de mí misma, pero Zoey parecía más
satisfecha por tener a alguien que compartiera todo con ella. Y desde que Noel
conoció a Aspen, había algo diferente en él, como si su presencia asentara una
parte inquieta de él. Tener a una persona especial para hablar podría no ser tan
malo, alguien con quien pasar el rato, contarle secretos y en quien apoyarme
cuando necesitara respaldo, alguien a quien apoyar cuando él necesitara un
impulso. Eso no sonaba mal en absoluto.
Entonces, ¿por qué no volvía a montar en ese caballo e intentaba salir a la
escena de las citas y encontrar ese tipo de compañerismo? Tal vez porque la
última vez que había buscado eso en un chico, me arruinó. Tal vez me permitía
a mí misma obsesionarme con Oren porque, de forma inconsciente, sabía que
nunca podría tenerlo. Podía languidecer por él de forma segura sin poner mi
corazón en riesgo… otra vez.
Sin embargo, echaba de menos besar a alguien. Y ciertas partes de tocar.
Ser físicamente cercana a alguien y ahogarme en un poco de placer.
—Tal vez debería tener una aventura de una noche —dije en voz alta.
Zoey se giró en su asiento para parpadear hacia mí con sus grandes y
sobresaltados ojos verdes. —¿Qué?
—Ha pasado casi un año desde Sander —le dije, sintiéndome rara solo
por decir su nombre.
Sander Scotini me había roto tanto que no era capaz de decir su nombre
en voz alta excepto un puñado de veces en los pasados doce meses. Odiaba
cuanto poder le di solo por mi incapacidad para vocalizar su existencia… y por
lo cautelosa del sexo contrario que había sido en general desde él, o lo
sobreprotector con respecto a mí que aquel escándalo hizo a Noel. Quería
recuperar mi maldito poder. Quería ser capaz de vivir otra vez.
—Y no quiero una vagina seca, vieja y arrugada —dije con, tal vez,
demasiada vehemencia.
Zoey resopló y sacudió la mano. —Eso es simplemente absurdo. La mía
no fue usada durante dieciocho años, y Quinn no tiene quejas sobre ella.
Solté una carcajada, amando cuando mi tranquila y reservada mejor
amiga decía algo sorprendente.
—¿Qué es tan divertido? —preguntó Quinn, apareciendo detrás de Zoey
y deslizando los brazos alrededor de su cintura desde atrás.
Cuando besó el lateral de su cuello y frotó su nariz contra su coleta, no
pude evitar atragantarme un poco, en una forma muy celosa del tipo “te odio
por ser tan desagradablemente feliz mientras yo soy miserable”. Sin embargo,
una parte de mí todavía adoraba verlos juntos, porque me encantaba un buen
“felices para siempre”.
Separados, Quinn y Zoey eran normalmente demasiado tímidos para
hacer mucho excepto permanecer en los laterales. Juntos, sin embargo, se
iluminaban como las luces de un árbol de navidad, y me encantaban las luces
de los árboles de navidad. Las mejores luces del mundo.
Observando el rostro de Zoey iluminarse con placer mientras pasaba su
mano por el brazo de él y tiraba para acercarlo más a ella, sacudí la cabeza. —
Amo totalmente a tu novia, eso es.
Quinn acurrucó su mejilla contra la de Zoey. —Lo siento, pero ya está
tomada.
Resoplé. —Oye, no seas egoísta, Hamilton. ¿No puedes compartirla al
menos un fin de semana de vez en cuando? Apuesto a que es un pedazo de culo
caliente.
—Oh, lo es. —Sonrió, pareciendo orgulloso de sí mismo—. Así que sin
duda no voy a compartir.
Mientras todos nos reíamos, deslicé mi atención más allá de ellos hacia el
escenario, en donde Blaze se había aproximado a él. Me sentí un poco
decepcionada por haberme perdido el gran rechazo que le dio; había estado
demasiado ocupada mirando al mujeriego con sus cuatro zorras.
Maldición, era patética.
Detectando a Blaze cerca de Asher ahora, sacudí la cabeza, disgustada.
Cuando Asher me captó mirándole, rodé los ojos y le mostré un gesto de
pulgares hacia abajo, haciéndole saber que la mujer que caminaba hacia él no
valía la pena su tiempo. Me envió un guiño, diciéndome en respuesta que lo
entendía y que mantendría las manos fuera de mi ex conocida. Podía incluso oír
su voz en mi cabeza diciendo “Lo tienes, nena” como hacía normalmente.
Mostré un aire de suficiencia. Acababa de darle una lección a esa perra.
Era agradable saber que tenía algún tipo de influencia, lo cual me hacía
adorar a Asher por ceder ante mí. Si tan solo él pudiera haber sido el chico al
que quería más que a nada. En realidad podría arriesgarse a la ira de mi
hermano para estar conmigo. O tal vez no. No estaba segura respecto a él,
porque ninguno de nosotros habíamos intentado nada con el otro. Creo que
sospechaba dónde yacía ya mi corazón. Mi estúpido e idiota corazón que no
tenía sentido de la decencia o de auto-conservación. En serio, ¿qué tipo de
corazón se enamoraba de un molesto, desagradable y gritón mujeriego?
Probablemente un corazón demasiado débil, indulgente y desorientado,
porque sin importar lo mucho que doliera verle babeando por otras cuatro
mujeres, siempre salía con una razón para enamorarme de Oren Tenning una y
otra vez. Cada maldito día. Justo cuando decidía que lo odiaba, y lo decía en
serio esta vez, él saldría con una enorme cualidad redentora que me haría mirar
más allá de todo lo malo y simplemente verlo… a él.
Como ahora. Vio a Quinn y a Zoey, y dejó ir a una de sus putas para
señalarlos. —¡Rubia! —gritó con una gran sonrisa feliz.
Zoey y yo, ambas éramos rubias, pero sabía que la saludaba a ella. Por
alguna razón desconocida para mí, se negaba a llamarla por su primer nombre.
Incluso había ido tan lejos como describirla en términos de “esa chica” o “con la
que está saliendo Hamilton” para evitar decir Zoey. Pero mayormente, ella era
Rubia para él.
El chico tenía problemas, si me preguntabas.
Pero entonces, yo tenía incluso más por quererlo tanto como lo hacía.
Una vez más, me sentí cálida involuntariamente por él porque era tan
agradable y aceptaba a mi tímida mejor amiga, que suspiré. Él y Zoey tenían
una cercana amistad. Ni una vez la hizo sentir diferente por lo introvertida que
era, y francamente, no podía odiarle debido a ello.
Sin embargo, podía odiarlo por hacerme sentir celosa de un puñado de
putas repugnantes que no dejaban de manosearlo. Quería quitar de un tortazo
la sonrisa de la cara de la pequeña bruja que se apoyaba para frotar su nariz
contra su cuello. Ansiaba ir hasta allí, apartarla tirándole del cabello y frotar su
nariz contra la primera pared que encontrara… tan fuerte como pudiera.
Está bien, de acuerdo. Tenía un cargamento de problemas en vez de solo
un par. Demándenme.
Pero, ooh, ¿ese bastardo deslizaba su mano sobre el trasero de la otra
mientras la primera le chupaba el cuello? ¡Sí! Grr. Lo odiaba tanto.
Deseándole a Oren Tenning una larga, lenta y dolorosa enfermedad
venérea que le llevara a la muerte, aparté la mirada. —Es un jodido mujeriego.
Tanto Quinn como Zoey me miraron, sus miradas llenas de simpatía, las
cuales me hicieron querer tirarme del cabello y gritar, porque también odiaba la
cantidad de personas que sabían que tenía un flechazo por Oren. No era justo.
—Eso es —anuncié—. Voy a hacerlo.
Zoey y Quinn se miraron el uno al otro, frunciendo el ceño en confusión,
antes de volverse de nuevo hacia mí. —¿Hacer qué? —preguntaron juntos.
Solté una respiración. —Voy a vivir otra vez. Yo… yo… —Mirando
frenéticamente alrededor del lugar, me detuve sobre el primer tipo que vi—.
Voy a hablar con él.
Zoey miró e hizo una mueca. —¿Él? ¿Estás segura…?
—¿Quién es? —preguntó Quinn, mirando al tipo con censura. Él era otro
amigo de mi hermano y probablemente suponía cuántas veces Noel mataría al
chico por hablar conmigo siquiera.
Empezaba a pensar que Noel tenía demasiados jodidos amigos.
—Ni idea —dije, sin importarme quién era en absoluto—. ¿Qué tal si voy
a preguntarle?
Para estar en el lado seguro, tomé la piña colada que había abandonado
Blaze en nuestra mesa para tener un poco de coraje líquido y me la tragué.
Dejando el vaso vacío de un golpe, dejé salir un suspiro renovado. —Por
favor, discúlpenme mientras consigo que me animen la fiesta. —Levantándome,
les dediqué un pequeño gesto coqueto a Zoey y Quinn; o Zwinn, como iba a
llamarlos a partir de ahora; y me volví para hacer mi camino hacia Señor
Afortunado, quién quiera que fuera.
Excepto que ya no podía verlo. Mierda. ¿A dónde había ido? ¿No sabía
que era un posible candidato para limpiar las telarañas de mi vagina? Mi propio
plumero personal para limpiar telarañas.
—Um… —Zoey se aclaró la garganta antes de ofrecer de forma útil—:
Fue por ese camino.
Me di la vuelta de golpe para fruncirle el ceño. Luego señalé a Quinn. —
Deja de reírte. No me han animado la fiesta en un buen tiempo.
Inmediatamente apretó los labios, conteniendo una sonrisa. Estreché los
ojos y esperé un instante para asegurarme de que no se le escapaba otra risa.
Luego miré a Zoey. Me señaló en la dirección correcta. Asentí a modo de
agradecimiento y me giré en esa dirección, satisfecha cuando visualicé a mi
posible hombre para una aventura de una noche en frente.
Traducido por Anty
Corregido por Miry GPE

Me acerqué a mi blanco, como una mujer decidida en una misión. Iba a


recuperar mi vida y mi poder de chica esta noche, así fuera lo último que
hiciera. A la mierda Sander Scotini y en lo que me convirtió. Y a la mierda Oren
Tenning por rechazarme. No iba a dejar que esos idiotas me deprimieran.
La espalda del desconocido se encontraba hacia mí mientras él hablaba
con otros dos chicos. No estoy segura de por qué lo señalé. Tal vez porque era
la antítesis de Oren. Más bajo, pálido, no tenía aspecto deportivo en una camisa
polo y pantalones plisados gris oscuro. Dudaba incluso que Oren poseyera un
par de pantalones plisados.
Con una última mirada hacia atrás a Zwinn, les envié una sonrisa de
"miren esta mierda" y me abrí paso hasta que envestí la espalda de mi objetivo,
haciéndole tambalearse hacia adelante y volcar la cerveza que sostenía en todo
el frente de la linda camiseta polo amarilla.
—Dios mío. Lo siento mucho. —Obligándome a no reír en triunfo, agarré
un puñado de servilletas de la mesa al lado nuestro—. ¿Estás bien? No puedo
creer que haya hecho eso. —O que lo haya pillado perfectamente.
Se volvió hacia mí lentamente, su rostro mudo de rabia, pero cambió
cuando me vio. Batí mis pestañas y desplegué mi simpatía mientras tomaba su
camiseta empapada. —Oh, pobrecito. Déjame reparar esto por ti. —Le limpié el
pecho un par de veces, no era un mal pecho, pero tampoco el mejor, antes de
inclinarme frente a él para absorber la cerveza derramada en el suelo junto a sus
pies. Una vez que tuve el suelo razonablemente seco, me quedé de rodillas pero
levanté mi cara para mirarlo a los ojos.
—¿Sequé todo? —No sabía si era lo cerca que mi cara se encontraba de
sus genitales, la respiración dificultosa en mi voz, o la completa inocencia que
trataba de mostrar en mis ojos, pero el tipo cayó en ello, con moño y todo.
—Uh… —Su atención se lanzó de mi cara, a la parte delantera de sus
pantalones, y luego de vuelta a mi cara mientras me paraba de nuevo.
—Déjame comprarte otro trago. —No pareció darse cuenta que no usaba
una pulsera de legal-para-beber como él, que significaba que no era capaz de
comprarle nada, a menos que fuera soda normal. Si lo hubiera hecho, podría
haber sabido seriamente cuanto esfuerzo hacía para parecer que este encuentro
era casual.
En cambio, dio un paso directo en mi trampa. Levantó la mano para que
dejara de girar hacia la barra. —No, está bien. ¿Qué tal si te compró a ti una
bebida?
—¿En serio? —Guau, esto fue casi demasiado fácil—. Eso sería genial.
Gracias. —Miré disimuladamente hacia el bar mientras hacía a un lado de mi
cara un largo mechón del flequillo.
Mi estómago se llenó de nervios. La mayor parte de la multitud se
congregó alrededor del escenario tan pronto como Asher y su banda
comenzaron a instalar sus instrumentos, lo que dejaba la zona del bar menos
acumulada. Podía ver a Noel desde donde me hallaba mientras servía a alguien
una cerveza embotellada. Mason Lowe estaba detrás de la barra con él, pero
ninguno de ellos se fijó en mí, así que di un pequeño paso hacia un lado para
esconderme un poco mejor y seguí sonriendo al señor Misión Cumplida.
—Soy Caroline —dije por encima del ruido mientras le tendía la mano.
—Trey —respondió, sacudiendo la mía y tirándome un poco más cerca
de él antes de soltarla.
Asher eligió ese momento para interrumpirnos. Encendió su micrófono y
presentó a la banda, Non-Castrato. La multitud se volvió ruidosa hasta que el
baterista hizo una cuenta regresiva para la primera canción y todas las guitarras
comenzaron. Cuando las personas se dieron cuenta de que tocaban una
original, una que escribió Asher, llamada "Slingshot", las fans femeninas
comenzaron a gritar.
Entonces Asher se inclinó para cantar, y las fans rápidamente se callaron
para poder oírlo. Sonreí por cómo podía cautivar a una audiencia.
Trey me dio un codazo en el brazo para llamar mi atención. —¿Los has
escuchado antes?
Podría haber dicho cualquier número de cosas, lo bien que conocía a
Asher, que poseía su álbum y tenía todas sus canciones memorizadas, que
venía a ver a Non-Castrato casi todos los viernes. Pero como que quería ser un
poco más misteriosa e ilusoria.
—Oh… un par de veces —respondí, sonriendo evasivamente.
Me devolvió la sonrisa, aunque sus ojos tenían dificultades para
permanecer en los míos. Le gustaban pasear y observar bien, comprobando mi
pecho. No estaba desinteresado. Si lo quería, seguramente lo podía enganchar.
Ahora, solo tenía que averiguar si lo quería.
—¿Y tú? —pregunté.
Hizo una pausa antes de responder, parando a una camarera y tomando
dos botellas de su bandeja antes de pagar por ellas.
Cuando se volvió hacia mí, ofreciéndome una de ellas, me mordí el labio.
No se molestó en preguntar si quería esta marca de cerveza, o incluso si la
bebida que prefería era cerveza. Eso tenía que ser una marca en el lado negativo
de mi lista. Pero tenía una sonrisa muy bonita y unos ojos muy expresivos que
me permitían saber lo mucho que le gustaba lo que veía cuando me miraba. Eso
anotó dos marcas en el lado positivo. Decidí darle otra oportunidad antes de
tomar mi decisión final.
—Gracias —le dije y cogí la botella. Pero antes de que pudiera tomarla,
otra mano se abalanzó y me la quitó.
Mi estómago se hundió hasta mis rodillas.
Atrapada.
Elevé la mirada, esperando encontrar a un furioso Noel, pero me
sorprendió ver a Oren. Ignorándome, miraba a mi potencial aventura de una
noche como si quisiera patear el culo de Trey.
Una burbuja de entusiasmo rebotaba en mi pecho. ¿Estaba celoso? Lucía
casi celoso. Un loco de celos. Esperaba que estuviera celoso y me apartara,
olvidándose de sus cuatro zorras, y me llevara a casa con él.
—¿Estás jodidamente ciego, imbécil? —Agarrando mi codo, levantó mi
brazo y sacudió mi muñeca desnuda en la cara de Trey—. ¿Quieres ir a la cárcel
esta noche por darle alcohol a una menor de edad?
Mi boca se abrió mientras un hipócrita Tenning continuaba fulminando
con la mirada a Trey, porque Oren solía ser uno de los compañeros de trabajo
de Noel que me daba alcohol gratis cada vez que trabajaba en la bar y Noel no.
—Yo… yo… —Con su cara inundada por un brillante y avergonzado
rojo, Trey me miró, sus ojos llenos de alarma. Noté por la expresión en su rostro
que apenas se dio cuenta de que lo engañaba—. No sabía que era menor de
edad. Lo siento.
—Bueno, tal vez te habrías enterado si hubieras sido capaz de evitar
mirar sus pechos el tiempo suficiente para ver que no lleva una pulsera,
estúpido.
Traté de liberar mi brazo del agarre de Oren, pero se negó a soltarlo.
Dando un paso más cerca de Trey, preguntó—: ¿Siquiera sabes quién es su
hermano?
Oh Dios. Tenía que ir allí, ¿no?
Aún más preocupación iluminó la cara de Trey mientras tragaba saliva,
su nuez de Adán moviéndose rápidamente. —N-no. —Lanzó una mirada hacia
mí—. ¿Quién es su hermano?
Oren sonrió. —¿El nombre Noel Gamble te suena?
—Mierda —dijo Trey con voz ronca—. ¿Te refieres al mariscal de campo
de fútbol?
—Ajá. —Oren sacudió su cara hacia un lado, haciendo un gesto hacia la
barra—. Y está justo ahí, detrás de la barra. —Todos miramos, Trey, sus dos
amigos, yo e incluso Oren, y sí, ahí se hallaba Noel mirándonos con una
expresión enojada y los brazos cruzados fríamente sobre su pecho, en su firme y
gran postura de hermano decepcionado.
Los tres chicos que Oren intimidaba gimieron juntos: “Oh mierda”.
—Lo siento. Lo siento mucho. —Trey se volvió hacia mí para ofrecer sus
disculpas, pero supongo que le preocupó demasiado hablarme directamente
porque vaciló y se volvió rápidamente de nuevo a Oren—. Nunca voy a volver
a hablar con ella. Lo juro.
—Será mejor que no, cabrón. Ahora piérdete. —Cuando hizo un gesto
desdeñoso con la barbilla, Trey y sus amigos se fueron, tropezando uno con
otro en su prisa.
Mi rostro se inundó de calor. No sabía si alguna vez en mi vida me sentí
tan humillada, como una niña pequeña que acababa de ser reprendida por mal
comportamiento.
Oren sacó pecho con autosatisfacción. —Demonios, eso fue fácil. —Me
sonrió—. Pero que montón de cobardes, ¿eh? —Entonces tomó un gran y largo
trago de la cerveza que se suponía era para mí.
Mientras lo veía reír y limpiarse la boca con el dorso de la mano, mi
humillación se transformó en rabia roja y caliente.
—¿Qué… demonios? —Lo empujé en el pecho, usando ambas manos y
tratando de no notar lo definidos que se sentían sus pectorales bajo mis palmas.
Mucho mejor de lo que se sintió Trey, aunque ese no era el punto.
Mi cerveza que confiscó se derramó sobre él, en su cara y su camiseta.
Saltó hacia atrás, sacudiendo la botella en posición vertical. —¡Tranquila,
mujer! Esta es mi camiseta favorita.
Por supuesto que lo era. Decía: "Apoyo a las madres solteras", y mostraba la
silueta de una curvilínea mujer desnuda, balanceándose en una barra de
striptease.
—¿Parece que me importa?
Elevó la mirada por mi tono seco y levantó una ceja. —Déjame adivinar.
No vas a ofrecerte para secarme como lo hiciste con ese idiota, ¿verdad?
Lo empujé de nuevo por ser un idiota total y por comprar una camiseta
tan ofensiva. —¿Por qué hiciste eso?
Él resopló y miró hacia Trey. —Porque el tipo parecía un idiota.
Rodé los ojos. —Bueno, es obvio que no tengo un problema con los
idiotas. Hablo contigo, ¿verdad?
Frunció el ceño. —Tranquila, Caroline. Solo te cuidaba.
—No. —Puse las manos en mis caderas y le envié una mirada profunda
como un rayo láser—. Fuiste un aguafiestas.
Levantando las manos con negligencia impertinente, dijo—: Bien, como
quieras llamarlo. No va a molestarte de nuevo. De nada.
—No te lo agradecía. —Hice una mueca detrás de él mientras se alejaba
con paso tranquilo—. Idiota.
—También te quiero —contestó, soplándome un beso por encima del
hombro. Luego tomó otro trago de mi maldita cerveza.
Apreté los dientes, frustrada conmigo misma por haberle permitido
afectarme tanto que le di una respuesta tan infantil, y tuve que agregarle el
sacarle la lengua. Pero me ponía tan… histérica.
Mientras caminaba a la barra donde Noel nos miraba y se sentaba en un
taburete, lo miré con odio. Él y mi hermano hablaron, y Noel dirigió la mirada a
mí. Señalando a sus propios ojos, luego volvió sus dedos para decirme que
siempre me miraba.
Le envié mi propio lenguaje de señas y le mostré el dedo medio. Y todo
el tiempo, Oren se sentó frente al bar, de espaldas a mí rematando mi bebida.
Idiotas. Los dos.
Supongo que eso me ganaba por tratar de conseguir un poco de acción,
mientras se hallaban cerca. Pero vine aquí para ver tocar a Asher; la acción fue
una cosa espontánea del momento.
Tenía un mal hábito de correr con el estímulo de las ideas del momento.
Y un año atrás, pagué a lo grande por eso. Debí aprender la lección. Pero al
igual que todos los demás Gamble que conocía, tenía una cabeza dura para
aprender lecciones.
Necesitando refrescarme y recuperar mi auto-control, me giré y caminé
hacia los baños. Esperé hasta estar a salvo dentro del baño de mujeres antes de
respirar de nuevo. Presionando mi espalda en la puerta, cerré los ojos, y me
alegré por un momento libre de Oren. Aspirando un agradable y refrescante…
¡iug! ¿Quién demonios se rociaba un perfume rancio?
Abrí los ojos y de inmediato fruncí el ceño ante las tres mujeres
amontonadas frente a los espejos. Eran tres de las cuatro putas, quiero decir,
finas, y honorables jovencitas, que se agruparon en torno a Oren hace pocos
minutos.
Estupendo.
Tal vez todas podríamos juntarnos algún día y simplemente tener una
fiesta de pijamas.
—Todavía no puedo creer que te escogió a ti, perra suertuda —se quejó
la chica, arreglando su cabello mientras fruncía la boca y estudiaba su lápiz
labial.
—Lo sé —añadió la que se inclinaba para examinar los puntos negros en
su nariz antes de tratar de hacer estallar uno—. También sentía este ambiente
entre nosotros. Estaba tan segura de que me escogería esta noche.
—Solo… apestas —murmuró la tercera que era, sí, la que aún se aplicaba
ese horrible perfume—. Nunca lo he tenido. Debió ser mi turno.
Detrás de una puerta, tiraron la cadena de un inodoro, y la cuarta puta
apareció mientras abría la puerta. —Acéptenlo, chicas. Soy la mejor. Ten siempre
me prefiere.
Ante la mención de Oren, o más bien su estúpido apodo con el que todo
el mundo lo llamaba, me congelé y me centré en ella un poco más. Así que, ella
fue la elegida para esta noche, ¿eh?
La odiaba.
Realmente, realmente la odiaba.
—Me enteré de que solo lo hace en la oscuridad —dijo la muchacha
perfume, con los ojos muy abiertos por el asombro.
Mi boca se abrió. ¿Qué? No debería escuchar esta mierda. Así que, me
acerqué un poco, con ganas de más.
—Ajá. —La ganadora, supongo que la llamaríamos así, dijo—: Es casi
extraño. Pero es tan pervertido que no te importa, porque, oh mi Dios, él
compensa la falta de vista mediante el uso de todos sus otros sentidos.
Casi lloriqueé mientras me lo imaginaba. Oren conmigo, conociéndome a
través del tacto, el gusto, el olor. Me estremecí, formándose un poco de calor
debajo de mi ropa hasta que la ganadora arruinó el momento hablando de
nuevo.
—Si sabes lo que quiero decir. —Sonrió y movió las cejas.
Sí, cariño, todas sabemos lo que quieres decir. Pero… demonios. Escucharlas
hablar sobre las preferencias sexuales de Oren era… probablemente prohibido,
pero aunque desprendía pedazos de mi corazón al pensar en él haciendo esas
cosas con ellas, aún me hacía tensar el estómago y todo mi cuerpo cosquilleó
vergonzosamente.
Cuerpo estúpido.
—Y siempre desde atrás. Nunca he hablado con nadie a quien no se lo
haya hecho estilo perrito.
Apreté mis piernas, porque hola, hablaban de mi Oren… en diferentes
posiciones. Sí, era desalentador escuchar que tenía tantas seguidoras y que
todas conocían sus inclinaciones… No podía creer que me encontraba a medio
segundo de enamorarme de un maldito mujeriego. Pero, maldita sea, todavía
quería que me tomara por detrás así.
—Debo reunirme con él en su casa a la medianoche —anunció la elegida
mientras empezaba a mirarse en el espejo junto con las otras tres, acomodando
sus tetas en su escote—. Es tan misterioso y emocionante cuando voy allí.
—Él deja su apartamento sin llave —explicó la explotadora de espinillas
a la chica perfume—, y se supone que simplemente debes entrar y caminar por
un pasillo oscuro hacia su dormitorio oscuro. Nunca se sabe si alguien va a
saltar y agarrarte.
La elegida se abanicó. —Y entonces él lo hace, salta y te agarra.
Las cuatro se rieron y luego suspiraron. Rodé los ojos, decidiendo que
había tenido suficiente.
—Lo siento. —Agité mi mano para llamar su atención—. ¿Pero ustedes
hablan de… Oren Tenning?
Cuatro rostros se volvieron hacia mí. Estoy segura que me encontraron
insuficiente en mis cómodos vaqueros azules y la camiseta de cuello en V.
Nunca me arreglaba. De hecho, me vestía así a propósito para evitar la atención
del sexo opuesto. No me arreglaba desde el baile de la escuela el año pasado, al
que Sander me invitó a ser su cita, hace mucho tiempo cuando todavía era
amable y dulce. Pero resultó que jamás planeó llevarme a ese estúpido baile.
Gasté todo el dinero que economicé y ahorré durante años para comprar el
vestido, y después de dos horas de embellecerme para él, me llevó directamente
al lugar infame de besos para tener suerte en el asiento trasero de su Dodge
Challenger. Desde ese momento no usaba ropa, maquillaje o perfume para
impresionar a nadie.
—Seguro, cariño. ¿Lo conoces? —La chica perfume resopló y levantó la
cara de manera arrogante, como si no pudiera creer que fuera lo bastante buena
para siquiera asociarme con él.
—Oh… —Le di una sonrisa breve y tensa—. Apenas. —Apuesto a que lo
conocía mucho mejor que ella.
Dudo que tuviera la menor idea de que su comida favorita eran las
mentas de chocolate, o que prefería una botella de Sunny Delight antes que el
café para beber con su desayuno todas las mañanas. O que odiaba las arañas y
amaba los gatos. Apuesto a que no tenía ni idea de que cada dólar adicional que
hacía en el club nocturno donde trabajaba, entraba en una cuenta de ahorros
con la que algún día quería construir su propia casa de ensueños… la que ya
había diseñado él mismo. Apuesto a que nunca sabría el artista de gran talento
que era o qué distancias correría solo para ayudar a sus amigos.
La perra probablemente no sabía nada de él… excepto como se sentía en
su interior, lo cual, de acuerdo, era más de lo que sabía yo. Maldición.
—Pero una de mis amigas… —continué, levantando las cejas para que
pensaran que mi amiga tenía todo el conocimiento carnal sobre él que yo—…
todavía tiene tratamientos para superar… lo que sea que él le contagió.
Las cuatro mujeres se quedaron sin aliento. —No —dijo una, con los ojos
muy abiertos.
—Dios mío. Estuve con él hace solo dos semanas.
—Oh, cariño —le dije con toda la simpatía falsa que pude reunir
mientras extendía la mano como si fuera a acariciar su brazo—. Necesitas ir a
examinarte. —Y ella probablemente lo necesitaba de todos modos, así que no
me sentí mal por sugerírselo.
—¿Es herpes?
—¿Sífilis?
—¿SIDA?
Casi rodé los ojos. ¿Cómo diablos sabría qué enfermedad elegir? —No sé,
pero era desagradable, lo que fuera. Se puso toda roja, llena de bultos, y tenía
comezón y… —Me incliné más cerca, bajando la voz de forma dramática—.
Goteaba algo amarillo… si sabes lo que quiero decir.
Mis cuatro pequeños títeres retrocedieron con horror. —Iug —dijeron a
coro, por lo que me dieron ganas de echar la cabeza hacia atrás y carcajear.
Asentí, metiéndome en el personaje demasiado entusiasmada. Pero bien,
si Oren era un bloquea-pollas, yo sería bloquea-vaginas. —Lo sé —arrullé a su
banda de zorras—. El doctor le dijo que no podía tener relaciones sexuales de
manera segura por un año entero.
Siguieron más jadeos horrorizados. —¿Un año?
Maldita sea, ¿era buena o qué?
—Bueno, ahora no me puedo encontrar con él —gritó la elegida, luciendo
asustada—. ¿Qué le digo si sigue ahí afuera cuando salgamos del cuarto de
baño? No puedo ni mirarlo a los ojos sin ver… —Se estremeció—. No.
Simplemente no.
La exterminadora de puntos negros deslizó su brazo alrededor de su
amiga en forma consoladora. —Está bien, Kelly. Te sacaremos de aquí. Nunca
te verá.
—Oh por Dios, gracias. —Kelly se acercó a mí para darme un abrazo—.
No sé cómo podré pagarte por esto. —Se veía muy agradecida también. Tal vez
debí sentir la primera punzada de remordimiento justo entonces. Pero no. No lo
hacía.
La abracé en respuesta, contenta de que Oren no sentiría esas grandes
tetas presionándose contra su pecho más tarde. —Me alegro de advertírtelo
antes de que fuera demasiado tarde.
Después de conseguir una ronda de abrazos de las otras tres chicas,
todas con tetas demasiado enormes que ponían a mis copa C en vergüenza
cuando me abrazaron, juntaron sus hombros, formaron un círculo cerrado
alrededor de Kelly, y se apresuraron a salir del baño.
Tenía que ver esto, así que las seguí y me apoyé contra la pared posterior
de la barra.
Plegando los brazos sobre mi pecho, me reí de lo obvias que eran
tratando de sacar a Kelly despistadamente dentro de su grupo y esconderse de
él.
Pero Oren no tenía ni idea de sus patéticos intentos mientras se hallaba
parado al otro lado de la sala, hablando con Quinn. Ni siquiera se dio cuenta de
su salida precipitada. Pero lo haría con el tiempo, y eso me hacía sonreír.
Las cosas estaban a punto de ponerse interesantes.
Traducido por Alessandra Wilde & Josmary
Corregido por Sandry

Me quedé en Forbidden un rato más y observé a Oren desde una


distancia segura. Miraba la abertura del pasillo hacia los baños con un ligero
ceño fruncido un par de veces, quizás en busca de Kelly y sus compinches, pero
aun así no parecía tan perturbado de nunca verla de nuevo. Siguió mezclándose
entre la multitud y hablando con todos los que lo detenían.
—Estás siendo muy evidente esta noche —dijo Zoey a mi lado.
Ni siquiera le di un vistazo. —¿Hmm?
—Eso de observar fijamente a Ten —advirtió—. Ni siquiera te molestas
en ocultarlo. ¿Te cabreó mucho cuando te ahuyentó a ese tipo?
—Oh, ya me olvidé de eso —dije, aunque no era cierto. Todavía quería
hacerle daño, no solo por rechazarme y luego ir detrás de otras mujeres como
Kelly, sino por impedir que hiciera exactamente lo mismo que habría hecho con
ella.
Por fin miré a Zoey. —Acabo de escuchar a un par de chicas hablando
sobre él en el cuarto de baño. Mis oídos todavía están sonando por las cosas que
aprendí.
Zoey se estremeció. —Puedo imaginarlo. En realidad... —Arrugó la
nariz—. No quiero ni imaginarlo. Su idea de diversión, sin duda, va más allá de
lo que siquiera podría imaginar.
Esa idea parecía disgustarle, pero a mí me excitaba. Eso probablemente
significaba que era un bicho raro. Bueno, sí, tenía que serlo. Deseaba a Oren
Tenning. Eso no podía ser normal. Pero aun así, ¿por qué me encantaban esas
cosas sucias? ¿Con él?
Miré la hora en mi teléfono. Once y treinta. Si dijo en serio eso de
encontrarse con Kelly en la medianoche, él tendría que salir pronto. Pero seguía
aquí. Tal vez esto significaba que no…
—Oye, Ham. Me marcho. —Él apareció de la nada a mi lado para
golpetear la parte superior de nuestra mesa y llamar la atención de su
compañero de cuarto.
Grité porque ni siquiera me había dado cuenta de que se dirigió hacia
nosotras. Con un gruñido, le fruncí el ceño por sorprenderme... o tal vez por
salir ahora, porque eso significaba que todavía pensaba encontrarse con Kelly.
El muy idiota.
Se encontró con mi mirada y se detuvo. Leyendo algo —aunque no estoy
segura de qué— en mi expresión, se acercó a hablar en mi oído.
—¿Qué? No sigues enojada conmigo por ahuyentar a ese niño, ¿verdad?
Bufé y levanté mi barbilla. —Eres tan malo como Noel. Digo, nunca me
vas dejar salir con nadie sin ningún tipo de interferencia, ¿verdad?
Me miró un momento más, su expresión intencionada albergando todos
sus pensamientos. Luego se inclinó de nuevo. —¿Qué tal esto? Si alguna vez
alguien es lo suficientemente bueno para ti, voy a dar un paso atrás y dejarte
con él sin siquiera una sola mirada de “piérdete” en su dirección. —Entonces se
inclinó aún más cerca—. El problema es que no creo que nadie alguna vez vaya
a ser lo suficientemente bueno para alguien como tú.
Cuando se acercó lentamente y cogió un mechón de mi cabello, la más
dolorosa mirada apareció en sus ojos. Estudió el mechón metódicamente
sinuoso alrededor de su dedo, y la forma en que se veía era solo... Conocía esa
mirada y la reconocía íntimamente. Cada vez que lo veía, la sentía alzándose
desde mi propio núcleo, anhelante, y sin embargo, incapaz de tomarlo.
Un escalofrío me sacudido. Una vez le dije a Zoey que si sabía a ciencia
cierta que a Oren realmente le gustaba, como me gustaba a mí, no dejaría que
Noel nos mantuviera separados. Y lo dije en serio.
Mantenía esa idea.
—¿Ni siquiera tú? —pregunté.
Sus ojos brillaron ante la pregunta. —Sobre todo yo. —Dejando caer mi
cabello, dio un paso atrás y se irguió antes de echar una rápida mirada hacia la
barra, como comprobando si mi hermano podía vernos o no. Cuando pareció
darse cuenta de que Noel no lo había visto tocarme, se dio la vuelta y se
marchó.
Me quedé detrás de él, con los labios separados. Y ahí es cuando lo supe,
o al menos me convencí de que lo sabía. Mi teoría no era una teoría del todo;
Oren honestamente me deseaba, y era un idiota conmigo a veces porque trataba
de mantenerme lejos para no entrar en tentación e ir contra los deseos de Noel.
Bueno, a la mierda eso. Mi hermano no se habría hecho amigo de Oren si
pensara que era un mal tipo. Y Oren había hecho tantas cosas buenas por él, lo
que era otra razón por la que me había obsesionado con él. Lo juro, la única
razón por la que Noel no quería que yo saliera con su amigo era porque no
confiaba en que yo no jodería mi vida a lo grande, como lo había hecho la
última vez que había conseguido involucrarme con alguien.
Pero Oren no era para nada como Sander. Y lo deseaba. Lo deseaba
muchísimo. Incluso el sospechar que él también me deseaba hizo que doliera mi
corazón.
Hizo que las palabras de Blaze hicieran eco a través de mi cabeza.
“Solo necesitas vivir un poco, Caroline. Encuéntrate un hombre. Una sexy
aventura de una noche.”
Una aventura de una noche, ¿eh? Detrás del eco de su comentario, oí a
Kelly: "Solo lo hace en la oscuridad... Debo reunirme con él en su casa a la
medianoche."
"Deja su apartamento sin llave, y se supone que simplemente debes entrar y
caminar por un pasillo oscuro a su dormitorio oscuro."
Mientras todo lo que había oído esta noche se acumulaba en mi cabeza,
una idea se formó. Era una locura. Completamente demente. La peor idea que
había tenido. Pero no pude sacarla de mi mente.
Ni siquiera debería considerarlo.
Entonces lo hice, de todos modos.
En serio... si llegaba al apartamento de Oren esta noche a las doce y
entraba en su cuarto oscuro, y si de verdad siempre lo hacía con las luces
apagadas, él nunca sabría que era yo. Pensaría que era Kelly. ¿Cierto?
Mi corazón latía con fuerza. Sí, esa era una idea loca. Demasiado loca. Iba
a dejar de pensar en eso ahora.
Por otra parte, ¿cuál sería el daño? Él conseguiría sexo. Yo obtendría lo
que había estado anhelando de él durante meses. Blaze estaría feliz de que mi
vagina no iba a secarse y encogerse, no es que estuviera segura de por qué se
preocupaba por mi vagina. Pero, sinceramente, todo el mundo estaría feliz.
¿No? Ni siquiera Noel podría enloquecer por lo que pasó, porque nunca se
enteraría. Oren podía tenerme, y no tendría que preocuparse de ocultárselo a
mi hermano.
La parte más dulce de toda la idea era que podría tener exactamente lo
que quería, y el cerdo chovinista inmaduro que me molestaba tanto como me
excitaba no tendría ni la más mínima idea. No quería que supiera que tenía un
gran flechazo por él. Esta podría ser la solución perfecta, lo que realmente me
tentó a preguntarme…
Oh, demonios. Toda la idea era una locura. Nunca en un millón de años
en realidad llevaría a cabo tal cosa.
Media hora más tarde, miles de voces en mi cabeza chillaban. "Por el
amor de Dios, Caroline. ¿Qué estás haciendo? "
—Shh —les susurré a las mierdas molestas—. Lo voy a hacer.
Me deslicé dentro de la puerta de entrada del apartamento de Quinn,
Oren y Zoey y luego la cerré detrás de mí con dedos temblorosos. Para ser
discreta, había aparcado el coche que mi cuñada me prestó esta noche a una
cuadra. Y si alguien me atrapaba dentro, ya tenía una excusa a mano. Estaba
aquí para ver Zoey. Para hablar de cosas importantes de chicas. Sí. Eso sonaba
bien. Y realmente hablaría con ella si me atrapaban... ¡sobre el hecho de que yo
había perdido la cabeza por completo!
Haciendo una pausa al comienzo de la sala, me tomé un momento para
reforzar el valor. El dormitorio de Oren era la primera puerta a la derecha. A
solo tres metros de distancia. Inhalando profundamente, empecé a dar un paso
adelante cuando se me ocurrió una idea. Contoneándome, metí las manos
debajo de mi falda, la cual había ido a mi casa para cambiarme, en busca de mi
ropa interior, y las deslicé por mis piernas.
Lo sé, lo sé. Era la ropa interior más bonita que poseía. ¿Por qué me las
quitaba antes de que él pudiera ver estos bienes? Bueno, tal vez porque, si nos
quedábamos en la oscuridad como se suponía, nunca las vería. Y esta noche, solo
quería ser audaz y promiscua. Si iba a hacer esto, iba a hacer las cosas bien.
Sin bragas, me detuve frente a su puerta y levanté mi mano, pero en vez
de llamar, puse los dedos contra la madera. Él se encontraba al otro lado de esta
puerta, esperándome.
Bueno, está bien, esperaba a otra chica. Pero si tocaba la puerta y entraba,
sería yo a quien se lo hiciera.
Un estremecimiento corrió por mi columna vertebral, y las mariposas
bailaron en mi estómago.
Toqué.
Dios mío. Acababa de llamar a la puerta del dormitorio de Oren. ¿Qué
demonios hacía?
Sin esperar respuesta, alcancé el picaporte y lo giré. No tenía llave. El
pasillo se encontraba oscuro, por lo que no sería capaz de verme cuando
entrara. Y al igual que habían murmurado las chicas en el baño, su habitación se
hallaba a oscuras.
Habían dado en el clavo sobre el aspecto emocionante y espeluznante de
todo. Me encontraba sin duda asustada y sin embargo, completamente excitada
al mismo tiempo. Tensa con anticipación y miedo, esperé a que me abordara.
Gah, esto iba a matarme.
No, no, sería como caminar por la cuerda floja, me dije, con una buena
red de seguridad debajo de ella. Sí, porque si cambiaba de opinión, podría
decirle quién era yo, y se detendría. Al instante. No tenía ninguna duda en mi
mente de que lo haría. Su mejor amigo era mi hermano mayor. Si no quería ser
asesinado, él definitivamente se detendría.
Pero estaba segura de que no quería que se detuviera, por lo que tendría
que ser muy cuidadosa de no dejarle averiguar quién era. Aun así, aquella
seguridad de saber que podía detener esto en cualquier momento era un buen
beneficio en caso de que me acobardara en el último momento.
—¿Hola? —Mantuve mi voz baja y ronca, esperando que no la
reconociera.
—Viniste temprano.
Salté como una yegua sorprendida antes de maldecirme en silencio a mí
misma. Maldita sea, no esperaba que estuviera tan cerca ya.
Gracias a Dios que se hallaba completamente oscuro. Él no podía ver lo
asustada que estaba.
La acusación atada a través de sus palabras me hizo empezar a decir “lo
siento”, pero me detuve en el último segundo, sin querer sonar como una presa
fácil. Solo el sonido de la l se filtró, sonando como si me hubiera mordido la
lengua.
—¿Qué fue eso? —preguntó, su voz aún más cerca. Se movió a través de
mí e hizo que mis pezones latieran.
Me aclaré la garganta lo más silenciosamente posible, y saqué adelante
todo el coraje que pude reunir. Entonces levanté la barbilla. —Creo que tú eres
el único aquí del que tenemos que preocuparnos por venirse demasiado pronto.
Se rió en mi oído, haciendo que mis nervios se enredaran una vez más
porque no lo había percibido acercarse tanto de nuevo. Podía sentir su aliento
en mi pelo.
—Así que vas a ser una listilla esta noche, ¿eh? —Su voz contenía
aprobación—. ¿Sabes lo que les hago a las listillas, pequeña?
No me moví, pero volví la cara en su dirección. Su aliento se movió a mi
mejilla, y su único aroma a menta y almizclado flotó hasta mi nariz. Mi vientre
se agitó con entusiasmo cuando la tela de su camisa rozó mi brazo desnudo. Oh
Dios. Tal vez teníamos que preocuparnos de que yo me viniera demasiado
pronto. ¿Era posible que las chicas eyaculasen prematuramente?
Temblando, asentí, reforzando mi valor. Tratando de bajar el tono de mi
voz para disfrazarlo y tal vez para que fuera más sensual, dije—: ¿Por qué no
me muestras lo que haces con ellas?
Tardó un segundo en responder. Maldita sea, mi voz falsa había sonado
terrible y demasiado igual a la mía. Estando segura de que me había
descubierto, me quedé helada y esperé, preparándome para que encendiera la
luz y me expusiera, arruinando toda la farsa. Mi corazón latía a través de mis
oídos.
Pero luego murmuró—: Lo has entendido, cariño. —Dedos cálidos,
fuertes y seguros, me agarraron del codo—. Por aquí. —Me impulsó a caminar
delante de él, no más dentro en la habitación hacia la cama, sino a un lado
hacia... quién sabía qué.
Cuando me topé con algo, resoplé sobresaltada y extendí mis manos,
revisando las cosas a ciegas hasta que me di cuenta de lo que habíamos
encontrado.
—Mesa —advertí, pensando que me dirigiría para rodearla.
Pero no. Me inclinó sobre ella. —Bien. Apoya las manos y separa las
piernas.
Un rayo de calor se propagó a través de mí, y algo dentro de mi útero se
tensó arduamente, doliendo por sentirlo allí.
—Así que, es cierto, ¿entonces? —Me quedé sin aliento, agarrando la
mesa como un salvavidas mientras abría mi postura. No tuve que hacer nada
para cambiar mi voz esa vez. Salió distinta por su cuenta, porque oh Dios mío,
estaba abriendo mis piernas para Oren—. Realmente te gusta en la oscuridad y
por detrás.
Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, me di cuenta de que
había metido la pata. La chica que se reuniría con él esta noche ya había estado
con él, lo que significaba que ya debería saber esas inclinaciones.
No me acusó, sin embargo, lo que me hizo fruncir el ceño en confusión
después de un segundo de horror petrificado, esperando que se diera cuenta. Él
simplemente se inclinó para oler mi pelo. —Puesto que apareciste, supongo que
la idea no te disgusta totalmente.
No pude evitarlo, salté cuando puso su mano en mi cadera. El calor de
sus dedos quemó con saña a través de mi vestido hasta que hizo que mis
pezones ya duros se apretaran en protuberancias hipersensibles.
Hizo una pausa. Y supe —simplemente lo supe— que iba a descubrirme,
encender la luz y obligar a la malcriada hermanita de Noel que se fuera de su
habitación. Pero después de un aliento inimaginablemente largo, movió su
mano, deslizándola hacia la parte delantera de mi abdomen.
—¿De qué estás tan nerviosa, cariño? —Su pecho se presionó apenas en
mi espalda, instándome a inclinarme sobre la mesa un poco más. Moviéndome
naturalmente con él, abrí mis piernas más y apoyé los codos en la parte superior
de la madera lisa. Mis palmas se encontraban húmedas y se deslizaron un poco
por la superficie hasta que encontré un buen agarre alrededor del borde.
—No estoy asustada —contesté—. Preocupada... solo preocupada de que
no vayas a ser capaz de hacer que me corra. Soy un hueso duro de roer. —
Sander solo había conseguido que me corriera una vez, y había sido con lengua
y dedos, nunca con su polla.
Sin embargo eso no era lo que me preocupaba con Oren. Pero me hizo
sonar mucho menos insegura acerca de esta cosa. Me hizo sonar confiada, sexy,
en control.
Era Caroline. Óyeme rugir.
—Oh, voy a hacer que te corras, dulzura. No tienes que preocuparte por
eso.
Subió mi falda hasta la cintura. Y ohpordios, ohpordios, ohpordios, esto
realmente iba a suceder. Una ligera brisa se coló entre mis muslos desnudos.
¡Mi cabeza daba vueltas en un lío mareado!
¿Debía detenerlo?
Debería detenerlo.
Oh Dios. No lo detuve.
Manos calientes y ligeramente callosas se apoderaron de mis piernas y se
deslizaron hacia arriba, y sí... definitivamente no tendríamos que preocuparnos
de que no me hiciera venirme.
—Oren —gemí, inclinando la cabeza hacia abajo y mordiéndome el labio.
Mis muslos ansiosos temblaron de placer bajo su caricia.
Hasta que dejó de moverse. ¡Maldita sea! Tengo que recordar comprobar
mi voz.
Pero no mencionó eso. En cambio, murmuró—: Es solo Ten.
—¿Qué? —Parpadeé, abriendo los ojos y alcé la cara, a pesar de que no
podía ver absolutamente nada, y a pesar de que aún no lo había visto, incluso si
una luz había estado encendida desde que él se encontraba detrás de mí.
—Solo llámame Ten.
Frunciendo el ceño, dije—: Me gusta más Oren.
Sus manos me dejaron completamente. —Bueno, a la mierda. Odio ese
puto nombre. Solo mi familia tiene permitido llamarme así.
Eh. ¿De verdad? No parecía importarle cuando Caroline lo llamaba Oren.
¿Significaba eso que me consideraba familia? Porque nunca lo había llamado
nada más que eso, y él ni una sola vez me había corregido.
No estaba segura de si eso era bueno o malo. Tal vez solo me veía como
una hermana. Eso era espeluznante. Si alguna vez se enteraba de lo de esta
noche, estaría disgustado, pensando que lo había hecho con su hermana
sustituta.
—Está bien. —Me enderecé, negándome a expresar mi decepción—. Creo
que me voy a ir. —Había sido estúpido pensar que podríamos ser algo más.
¿Qué diablos había tratado de lograr? Incluso si hubiera sido capaz de
acostarme con él, seguiría sin tenerlo nunca. Seguir con esto habría conducido a
nada más que angustia.
Me aparté de él, y dio un paso atrás, dejando que me fuera. Enojada
conmigo misma por ser una completa idiota y enfadada con él por dejarme ir
tan fácilmente, me encontré en la oscuridad hasta que posé mis dedos en la
puerta. Con una maldición de dolor, busqué el picaporte, pero cuando no pude
encontrarlo en dos segundos, gruñí con más frustración y me dejé caer en el
suelo derrotada, sentada de espaldas a la puerta mientras acunaba mi cabeza en
mis manos.
—¿Cuál es el gran problema en decir Oren? —Me sentía de mal humor y
sin embargo, con el corazón roto, dándome cuenta de que no iba a conseguir
una de las cosas que más quería. A él.
—Porque no —murmuró, sonando renuente—. Es la última palabra que
salió de los labios ensangrentados de mi hermana antes de morir en mis brazos.
—Oh. —Me estremecí, mi voz apenas un susurro—. Oh, demonios.
—Sí —murmuró.
Tragando saliva con malestar, dolor y vergüenza, me pregunté qué debía
hacer ahora. Solté un suspiro y traté de controlar el temblor repentino en todo
mi cuerpo. Pero ¿qué diablos? ¿Por qué tuvo que confesarme algo como eso? Ni
siquiera sabía que había tenido una hermana. Mierda, no sabía que tenía familia
en absoluto. En lo que a mí respecta, podría haber brotado totalmente cachondo
por un lado de la cabeza del tío Zeus.
Me tapé la boca con una mano temblorosa. ¿Cómo podía no haber sabido
esto? Había tratado de saber todo lo que podía sobre él. Dudo que Noel siquiera
lo supiera, porque mi hermano lo hubiera mencionado en algún momento.
¿Cierto?
Descubrir eso ahora, sin embargo, me dijo lo mucho que lo había dejado
traumatizado. No le había dicho eso a nadie en nuestro grupo, o lo sabría. Eso
significaba que aún no podía hablar de ello, estaba reprimiendo el dolor. Me
pregunté cuánto tiempo atrás…
—Así que... —dijo en un tono de conversación que parecía mezclado con
preocupación. ¿Se arrepentía de contarme lo que me había dicho?—. No puedo
dejar de notar que todavía estás aquí.
Esnifé y me limpié la cara, a pesar de que no lloraba. Solo quería llorar.
Mucho. —Lo siento —murmuré—. Me iré.
Pero tan pronto como puse las manos en el suelo para levantarme, dijo—:
No dije que tuvieras que irte.
Sus pies arrastrándose en la oscuridad me dijeron que se me acercaba. Y
entonces se arrodilló delante de mí. —Mierda. No estás llorando, ¿verdad?
—No. —Mi cara se calentó con vergüenza, horrorizada de que supiera
que quería hacerlo. Me sentí tan estúpida... y pequeña—. Pero lo siento. Acerca
de tu hermana. No lo sabía.
—Bueno, nadie lo sabía, así que... —Se calló como si estuviera
encogiéndose de hombros.
—¿Por qué no se lo has contado a nadie?
—Porque no quería hablar de ello. ¿Por qué sigues aquí, no-llorando en
el suelo de mi habitación?
—No lo sé —murmuré—. Porque me siento como una gran estúpida
perdedora, supongo. Esta fue mi primera y única oportunidad de estar contigo,
y yo... lo jodí a lo grande.
Me quedé sin aliento, al darme cuenta de que me había equivocado de
nuevo. Esta no era la primera y única vez que Kelly —a quien se supone debía
imitar—, había estado con él. ¿Por qué lo sigo arruinando?
¿Y por qué no ha puesto en evidencia mis errores?
—No diría que a lo grande. —Su voz parecía acercarse, aparentemente
sin tener idea de mi fallida suplantación—. Quiero decir, todavía estoy aquí.
Todavía estás aquí. Y no es que sea muy difícil estar conmigo.
Solté un bufido. Sí, él era tan fácil. Este era mi tercer intento fallido de
entrar en sus pantalones.
—Maldita sea. Realmente me deseabas esta noche, ¿no? —La idea parecía
fascinarle.
Poniendo los ojos en blanco, suspiré. No podía ser tan inconsciente de lo
mucho que las mujeres lo deseaban, ¿verdad? —Si pudieras sentir lo mojada
que estoy, ni siquiera tendrías que preguntarlo.
—Bueno... está bien. —Sonaba como si hubiera aceptado una invitación.
Cuando su mano se posó en mi tobillo, grité del susto.
—¿Qué demonios? ¿Qué estás haciendo?
Sus dedos atraparon mi pierna. —Me acabas de decir que sintiera lo
mojada que estás. Invitación aceptada.
—No, no lo hice. Sabes lo que quise decir. ¡Oren!
—Shh —advirtió, recordándome que no debía llamarlo así—. Sabes que
quieres esto.
—Oh, Dios Santo —gemí y golpeé una mano en mi frente—. De todas las
cosas cursis que…
Me interrumpí con un jadeo cuando Oren descubrió lo mojada que
estaba.
—Puta mierda santa. No llevas bragas. —Sus dedos eran seguros pero
suaves mientras se movían entre mis piernas, deslizándose a través de mi
humedad antes de encontrar mi clítoris.
—Espera. No puedes... —Agarré su muñeca, pero no lo detuve. No quería
que se detuviera.
—¿No puedo qué? —preguntó.
—No sé —jadeé, mi piernas aflojándose mientras su pulgar rodaba sobre
el músculo más sensible en todo mi cuerpo con una precisión implacable—.
¿Dije algo?
Se rió entre dientes. —Estás así de húmeda solo por mí, ¿verdad?
—¿Por quién más? —gemí y arqueé las caderas. Es por eso que me
encontraba aquí, que arriesgaba todo para estar aquí. Saber lo de su hermana
solo me hizo sentir más cerca de él. Quería calmar su alma, domar a este salvaje
chico herido, y mientras tanto, experimentar la intimidad física.
No importaba si él pensara que era otra chica al azar con la cual aliviarse.
Verlo de esa manera no ayudaba nada.
Apreté los ojos, cerrándolos. ¿Podría existir alguien más idiota que yo en
este momento?
—Maldita sea —suspiró. Presionó al menos dos dedos dentro de mí y
ambos contuvimos el aliento. Mis ojos se abrieron mientras jadeaba a través del
placer y me molía contra su mano, necesitando más.
Gimió. —Quiero olerlo. —Abandonó mi coño para agarrar mis caderas,
me sacó de la puerta hacia él—. ¿Podrías deslizarte así, dulzura?
Una vez que me tuvo donde quería, recogió mi falda hasta la cintura,
abrió más mis piernas, y luego me agarró las nalgas para levantarme un par de
centímetros del suelo. Un segundo después, su aliento me calentó allí.
Estaba a punto de correrme. —Oh Dios. Oh Dios.
—Maldita sea —jadeó—. Hueles bien. Me hace querer… probarlo.
El solo escuchar esa palabra hizo que mis ojos rodaran a la parte de atrás
de mi cabeza. Entonces un calor húmedo me tocó. Sabiendo que era su lengua
—la suya— no pude controlarlo. Me corrí fuertemente, jadeando y agarrando su
pelo, temblando sin control.
¿Qué? Había pasado un año desde que un maldito hombre había estado
cerca de allí. No pude evitarlo. Y sabiendo que fue Oren quien lo hizo... sí. De
ninguna manera me iba a contener.
Así que no lo hice.
Y Oren lo lamió hasta que fui un exhausto y jadeante lío debajo de él. —
Cristo, mujer. Eres jodidamente sensible. Demasiado sensible. De alguna forma
guardaba la esperanza de que te fueras a correr rodeándome, dejando que esas
paredes dulces y apretadas ordeñaran mi polla mientras estuviera dentro de ti.
Cuando rozó ligeramente la apertura de mi coño, apreté los dientes y me
incliné hacia arriba, tensa y lista de nuevo.
El movimiento de su dedo se desaceleró. —Mierda. ¿Estás...? —
Probando, deslizó dos dedos en mí. Me quedé sin aliento y apreté los muslos
alrededor de su muñeca—. Maldita sea. —Sonaba sorprendido—. ¿Ya estás lista
de nuevo?
—Yo... yo... —No estaba segura. Todavía me encontraba montando el
último orgasmo que me había dado, pero también me sentía como un cable de
alta tensión. Como su pene no estuviera dentro de mí en treinta segundos…
Sus dedos salieron, y chillé por la pérdida. —No.
—Espera. Estoy... mierda. Diablos. ¿Dónde puse el condón?
—¿Qué? —grité, casi llorando. Si perdió el condón, iba a hacerle daño.
Nadie me había excitado así antes. Estaba tan caliente que me sentía como una
pistola de gatillo sensible. Solo un toque más y podía volar... otra vez.
—Oh sí. Lo tenía en la mesa. —Una fracción de segundo después, sus
brazos me levantaron. Me llevaron unos metros más allá, hacia la mesa en la
que me inclinó antes. No tenía que decir nada en esta ocasión; solo me dejé caer
sobre ella y expuse mi culo al aire, totalmente lista.
El sonido de su cremallera mientras la bajaba me hizo sacudirme. No
tenía idea de que un sonido podría excitarme. Pero cuando estabas tan excitada
como yo, él podría simplemente exhalar, y yo tal vez me hubiera corrido. El
chirrido de un papel de aluminio y luego el silbido de su aliento mientras
rodaba el látex sobre su longitud hizo que mis muslos temblaran. Apuesto a
que su mano se deslizaba en torno a sí mismo en este momento. Tenía que estar
duro y palpitante, listo para entrar en mí.
Tragué saliva, incapaz de creer lo que sucedía. Oren iba a poner su polla
dentro de mí.
—¿Lista?
Me estremecí, un escalofrío inundó todo mi cuerpo desde la cabeza a los
pies... mis dedos de los pies ya se habían curvado porque hormigueaban
muchísimo. —Está bien —canté, impulsándome y tratando de calmar la
anticipación, todo en dos palabras—. Está bien.
—Está bien —repitió él. Casi sonaba tan ansioso y nervioso como me
sentía yo, lo que solo me hacía sincronizarme con él aún más. Así que cuando
me tocó allí con la desafiante cabeza de su polla, lloriqueé.
—Oh Dios. Por favor.
La cabeza entró y tomé aire, conteniendo el aliento cuando me empapé
en la sensación. Aplicó presión lentamente, llenándome y estirando mi vientre
para dar cabida a sí mismo. Sentía cada maldito centímetro.
—Santa... mierda —dijo entre dientes, agarrando mi cintura con tanta
fuerza que sus dedos se clavaron en mi piel—. Estás tan... jodidamente...
apretada —suspiró mientras se asentaba por completo, todo de él en todo de
mí.
No recordaba haberme sentido así de llena con Sander. No es que
estuviera pensando en él, pero era mi único punto de referencia, y sin duda,
nunca había experimentado este gran estiramiento antes. Oren se sentía tan... no
sé, enorme, tal vez. Me llenó y se sentía casi demasiado apretado, como si no
hubiera espacio para nada más. Todo lo que podía sentir era a él, y era delicioso
y perfecto y…
—¡Oh Dios! —grité cuando él cambió ligeramente, golpeando algo que
disparó un espasmo que me consumía por completo—. Justo ahí. Justo ahí. Lo
encontraste. No te muevas. —Quería congelar este momento para toda la
eternidad y memorizar la sensación de albergarlo profundamente, llenándome,
y consumiéndome. Solo necesitaba un segundo para apreciar la maravillosa…
—¿Que no me mueva? —gritó, repitiendo mis instrucciones—. ¿Estás
loca? No puedes dejar que un chico entre en el cielo de los coños y luego decirle
que no se mueva.
Así que, por supuesto, se movió, deslizando la mayor parte hacia fuera,
hasta que yo estaba jadeando y agarrando la mesa con más fuerza, presionando
mi frente en la superficie plana de madera. Y luego la metió de nuevo.
—Oren —gemí. Se sentía increíble tenerlo tan profundo. Pero que
mientras, se moviera y frotara su polla contra cada terminación nerviosa en mi
canal, era pura tortura, una increíble y maravillosa tortura. Mis músculos
internos temblaban y se contraían sin control en torno a él. Ninguno de los
orgasmos que había tenido —incluso los autoinfligidos— se habían acumulado
de forma tan extrema dentro de mí.
Agarrando mi pelo —y no de forma muy suave—, empujó de nuevo y
gruñó en mi oído—: Deja de llamarme…
Pero yo me hallaba demasiado ocupada corriéndome, para fijarme qué
nombre gritaba, así que seguí cantando—: Ohmidios, ohmidios, Orrrrrennnn.
Maldijo y golpeó con más fuerza, tirándome del pelo y gruñendo por su
propia liberación mientras yo me tensaba a su alrededor, mis pezones
palpitando y mi núcleo convulsionando con cada tirón que le daba a mi cuero
cabelludo.
Fue el mejor gran orgasmo que he tenido... y sin duda el más extraño.
¿Quién hubiera sabido que me excitara así porque me tirara del pelo?
Después de que terminara, Oren se desplomó sobre mí, haciendo que la
pequeña mesa se tambaleara con nuestro peso. Su pecho húmedo se pegó a mi
espalda y empujó mis pechos hacia adelante, golpeando contra la fría madera.
Jadeando en mi oído, sonaba drenado de toda energía. —Santa... mierda.
—Lo-lo siento, te... te llamé Oren otra vez —traté de decir, aunque era
casi imposible que el aire pudiera haber circulado por mis pulmones, por la
forma es que me aplastaba.
Siseó un sonido divertido. —No me importó tanto esta vez.
Sonreí. —Supongo que era hora de darle a ese nombre un nuevo tipo de
recuerdo.
—Hmm. —Su voz fue distante, como si no quisiera compartir tal
intimidad conmigo.
Los buenos recuerdos solo se construían con amigos y amantes, no
follando a extrañas en la oscuridad.
Fue entonces cuando la primera ola de realidad me cortó atravesándome.
Esto no significó para él lo mismo que para mí. En mi cabeza, lo supe todo el
tiempo. Pero ahora que todo estaba dicho y hecho, de verdad lo vivía. Seguía
enterrado dentro de mí, y lo que para mí significaba intimidad y vínculo, para
él continuaba siendo sexo vacío y sin emociones.
Me mordí el labio, obligándome a no llorar. ¿Qué demonios acababa de
hacer?
Presioné la frente en la mesa un poco demasiado fuerte, haciéndola
retumbar.
Los dedos de Oren volvieron a mi pelo. —¿Te corriste porque te tiré del
pelo?
Sabía que lo que me hizo correrme fue una acumulación de todo pero lo
del cabello... oh sí, mis músculos se estremecieron alrededor de su longitud,
recordando cómo se sintió cuando hizo eso. Así que dije—: Sí. Extraño, ¿eh?
—¿Qué? ¿Nunca te habías puesto caliente cuando te tiran del cabello?
—Yo... nadie había tirado de él, ya sabes, durante...
Le dio otro tirón experimental. Mi cuerpo se apretó alrededor de él y
ambos contuvimos el aliento cuando comenzó a crecer dentro de mí.
—Maldita sea. —Otra vez estando lo suficientemente duro como para
sacarla y empujarla de nuevo, gimió—. Voy a necesitar otro condón. —Pero en
vez de dejarme, empujo de nuevo la vez siguiente que alejó las caderas—. Joder,
te sientes bien.
—Oren —sollocé, mi cuerpo cada vez más tenso y hormigueante.
—Sí —gruñó—. Dilo otra vez.
—Oren.
Alargó la mano y pellizcó ligeramente mi clítoris. Me convulsioné y
comencé a correrme, diciendo en voz alta su nombre. Casi terminaba cuando él
tiró de mí bruscamente.
—¿Qu…? —¿Qué hacía?
—Condón nuevo —se atragantó. Cuando me abandonó por completo, y
me dejó helada, me enderecé y me froté los brazos, calmándome del hormigueo
que aún se apoderaba de mí.
Cuando di un paso alejándome de la mesa, me estremecí. —Ay. Creo que
tu mesa me dejó una hendidura permanente en la cadera.
—Pobrecita —murmuró, volviendo a mí—. Ven aquí. La cama será más
cómoda.
Suspiré, pensando que tiraría de las mantas y nos subiríamos juntos a
acurrucarnos un poco, tal vez por fin nos besaríamos. Pero no. Él me inclinó
sobre la cama exactamente como me inclinó sobre la mesa. No lo esperaba
cuando entró. La sorpresiva penetración me hizo saltar. —¡Oh Dios! Oren...
Moviéndose profunda y lentamente con cada embestida, se apoyó con
fuerza en mí e incluso descansó los brazos a ambos lados de mi cuerpo para
poder presionar su frente en mi espalda. —Sabes —murmuró en mi oído
mientras comenzaba a acariciar mi cabello con sus dedos—. Kelly siempre me
ha llamado únicamente Ten.
Fruncí el ceño, preguntándome quién era Kelly y por qué hablaba de ella
mientras estaba dentro de mí. No quería matarlo antes de que pudiera darme
un cuarto orgasmo.
—También tiene rizos gruesos y cortos —añadió mientras continuaba
peinándome el cabello con sus dedos—. No es largo, ni liso, ni suave como la
seda.
—Oh, mierda. —Ahora recordé quién era Kelly.
Se suponía que yo debía ser Kelly.
Traducido por Miry GPE & Sandry
Corregido por Mel Wentworth

Mi visitante misteriosa trató de retorcerse para salir de debajo de mí,


pero la cubrí completamente, sujetándola a la cama. De ninguna manera la
dejaría ir hasta que le diera el Gran O Número Cuatro. Así que empujé dentro
de ella, literalmente aprisionándonos juntos. Dios, se sentía bien. El apretado,
húmedo y caliente ajuste de su coño era nirvana puro.
No creerías que el interior de una mujer pudiera sentirse tan diferente de
otra. Pero era así. Santa mierda, ella diferente. Se sentía mejor que cualquier
otra mujer que me dejó entrar a su cuerpo.
Afiancé mi agarre en su sedoso cabello, porque tenía que aferrarme a
algo y también porque me encantaba la forma en que parecía excitarla. Luego
empecé a empujar con más intensidad. Dejó salir un sonido de sorpresa y jadeó
más fuerte, cada vez más cerca de ese siguiente orgasmo por el cual estaba tan
hambriento de reclamar. Podía decir por la tensión en cada músculo de su
cuerpo, que se hallaba a segundos de correrse. Cuando echó la cabeza hacia
atrás, hundí los dientes en los músculos fuertemente tensos de su hombro,
deleitándome con su cercana explosión. Se escuchaba bien al venirse. Muy bien.
—Supe desde el segundo en que entraste en esta habitación que no eras
Kelly —murmuré en su oído, y luego presioné los labios contra su sien porque
el olor familiar de su cabello hacía que mis bolas se tensaran—. Pero eso está
bien. Me gusta follar a una desconocida.
Sin embargo, eso era mentira, ya que para nada lo sentía como si follara a
una desconocida. Lo que me gustaba era imaginar que pudiera ser quien yo
quería que fuera, no quién era realmente.
—No saber quién eres solo lo hace más caliente. —Imaginar que era
Caroline era lo que lo hacía más caliente.
Y solo así, ella se vino. El pequeño músculo caliente apretando mi polla
se estremeció y estrechó, y no pude contenerme. Me vine en ella, moliendo mis
caderas en su trasero mientras me introducía tanto como podía y dejaba ir todo.
Enterró su cara en mis sábanas y gritó. Sentí surgir mi propio gemido, por lo
que mordí la parte trasera de su hombro de nuevo y deslicé las manos por sus
brazos hasta que llegué a sus dedos mientras se agarraba de las sábanas. Luego
cubrí sus manos y agarré las sábanas junto con ella.
La tormenta nos recorrió, y la sostuve de esa manera mucho después de
que terminó.
Quería besarla. Quería colocarla sobre su espalda para poder presionar
mi pecho contra sus tetas y sellar mi boca en la suya, separar sus labios y
humedecer mi lengua contra la suya. Quería saborearla y compartir nuestras
próximas mil respiraciones juntos. Lo cual me asustó hasta la medula. Porque
nunca quise besarlas. No era así de dulce y tierno con ellas.
Y eso significaba que sabía que ella era diferente. Ella era…
Se movió debajo de mí. —Bájate.
—¿Qué? Auch. Mierda, mujer. —Hizo su trasero hacia atrás, sacándome
de su interior y golpeando mi estómago. No dolió pero me sorprendió lo
suficiente para levantarme—. ¿Qué demonios?
Quise llegar hacia ella, pero era como una pequeña artista del escape
cuando quería serlo. Salió disparada de la cama y se apresuró hacia la puerta
mientras mis dedos solo agarraron el aire fresco.
—¡Oye! —Atrapé un codo, pero no conseguí sujetarlo lo bastante bien
porque inmediatamente se liberó. Sus zapatos resonaron por el suelo antes de
que la puerta de mi habitación se abriera de pronto y luego se cerrara de golpe.
La escuché correr por el pasillo y también el golpe en la puerta de entrada.
Liberando un largo suspiro, me coloqué de espaldas y miré hacia el
oscuro techo, básicamente viendo nada.
Lo que acababa de pasar fue... sí. Eso fue otra cosa.
Supe que no era Kelly de inmediato. La falta de risitas y plática constante
fue mi aviso. Luego ella dejó escapar que nunca estuvo conmigo. Sin mencionar
los rumores sobre que lo hacía en la oscuridad y por detrás, sin embargo, me
hizo saber que tenía que ser alguien del grupo de Kelly.
Estuve un poco aburrido últimamente, por lo que empecé este juego en el
cual follaría en una posición específica a cada chica del mismo grupo. Por
ejemplo, follé a todas las hermanas de la fraternidad Alpha Delta Pi en la
posición vaquera inversa. Las de carrera de enseñanza eran estrictamente oral.
Y las seguidoras de los atletas conseguían el estilo perrito. De esa modo, cuando
hablaban entre ellas, todas se daban cuenta que las follé de la misma manera, y
comenzaban a pensar que tenía algún raro fetiche, o algo así.
No sé por qué puse en marcha un juego tan extraño que me involucraba,
pero me divertía bastante joder con sus cabezas.
Así que, ese es el por qué asumí que mi nueva visitante de media noche
era otra seguidora de los futbolistas... Hasta el primer momento en el que
olvidó disfrazar su voz o cuando dijo mi nombre en ese tono que reconocería en
cualquier parte.
Me congelé, con mi mano en su muslo cálido y desnudo, sin saber qué
hacer y completamente incapaz de creer que Caroline se encontraba en mi
dormitorio, inclinada sobre mi mesa. De repente, más duro de lo que jamás
estuve en mi vida, negué con la cabeza, tratando de negarlo. Quiero decir, de
ninguna manera era posible que pudiera ser la piel de Caroline la que calentaba
mi palma. No-o.
Primero que nada, ella no tendría la audacia. Bueno, tacha eso; sin duda
la tenía. Esa era una de las razones por las que estaba tan caliente por ella. Podía
ser un poco fiera con agallas cuando ponía su mente en algo.
Pero ella no... demonios, no vendría aquí haciéndose pasar por Kelly, ¿o
sí? Ella estaba enojada conmigo esta noche; suponía que estaría más propensa a
romper mis bolas con un torno que darle el viaje de su vida a mi polla.
Así que, sí, tenía que estar equivocado. No pudo ser ella, no importa lo
mucho que su voz sonaba como la de Caroline, no importa lo mucho que olía
como Caroline, y no importa lo mucho que se sintió como imagino que se
sentiría Caroline. Cabello sedoso, piel suave, senos perfectamente firmes pero
maleables, y el coño más apretado y caliente que jamás exprimió mi polla.
Oh, mierda. ¿Acabo de tener la polla dentro del coño de Caroline? La
traté como nunca antes traté a una mujer en la cama, admitiendo esa mierda
personal sobre mi hermana, besando su sien, tomando su mano mientras nos
veníamos juntos.
Pero no. De ninguna jodida manera. No podía ser.
Sin embargo... la idea me excitó como ninguna otra cosa.
Yací ahí, en mi cama, la cual se sentía extrañamente vacía sin ella, y
empecé a endurecerme de nuevo, solo de pensar en la posibilidad que pude
haber tenido mi polla dentro de la mujer que anhelaba desde hace casi un año.
Me estremecí. No, no, no. No pudo ser ella. Solo le estuve dando
cualidades de Caroline porque ella era la única mujer que quería más que nada
y no sabía quién era en realidad.
Sentándome en mi colchón, encendí mi lámpara de noche. Pero no
importa lo rápido que mi Visitante Nocturna salió de aquí, no dejó nada atrás;
nada que probara que era Caroline, pero tampoco nada que lo refutara. Estaba
fugazmente tentado a correr tras ella y averiguar quién era —quizás aún podría
atraparla en el estacionamiento— pero entonces... ¿quiero saberlo?
Me pasé las manos por el cabello y luego apreté la cabeza con fuerza,
diciéndome que Kelly simplemente cambió con una de sus amigas esta noche
porque... demonios, quien sabía por qué. ¿A quién le importaba? Aún no podía
creer lo bueno que fue.
Pero, ¿venirse por jalarle el cabello? Mmm. Interesante.
Finalmente me dirigí a tirar el condón, luego me dejé caer sobre mi cama,
desnudo. Miré hacia el techo oscuro, reviviendo cada minuto de mi visita de
medianoche.

Mi cerebro aún se encontraba revuelto con pensamientos de ella a la


mañana siguiente... hasta que algún pendejo interrumpió mis buenos recuerdos.
—Oye, ¿cómo se escribe informativo?
—¿Mmm? —gruñí cuando Gamble me dio una patada bajo la mesa—.
¿Qué?
—Informativo —dijo—. ¿Cómo se deletrea?
Acostumbrábamos a pasar el rato los sábados en la mañana; lo que era la
práctica de fútbol matutina. Pero estando en el último año y con la temporada
terminada, ya no teníamos que asistir a la práctica; no regresaríamos el año que
viene a jugar. Así que nos reuníamos en la cafetería local cada sábado por la
mañana. Y tal como los ancianos aburridos en los que nos convertíamos, por lo
general, hacíamos la tarea juntos.
Sí, dije tarea. Mi amigo pueblerino se convirtió en una máquina de
terminación de tareas el año pasado. Fue un poco embarazoso, pero me uní a
eso porque, diablos, no lo sabía. Él era mi amigo, y los amigos se sacrificaban el
uno por el otro y hacían mierda como la tarea con sus amigos que se habían
convertido en unos sumisos con las mujeres que amaban y, por lo tanto, querían
impresionarla con buenas calificaciones. Así que sacrificaba mis preciosas
mañanas de sábado e hice tarea con mi amigo en lugar de lo que solíamos hacer
juntos, lo cual era conquistar chicas.
Como que extrañaba la era de conquistar chicas, y, sin embargo, como
que no. Se volvió algo monótono y viejo últimamente. No sé si era el hecho de
que Gam se estableciera lo que cambió las cosas, o era algo en mí. Demonios, tal
vez me estaba volviendo viejo y aburrido como Gamble. Mierda, eso no podía
ser bueno. Por lo que, en un esfuerzo por preservar mi esencia-Ten, aún trataba
de poner un poco de esfuerzo en coquetear con cada chica que pasaba junto a la
mesa por los dos, a pesar de que mi corazón ya no estaba en eso.
—I, m, formativa. Joder, no lo sé. —Le dirigí un ceño—. ¿No eres tú el
que se casó con la maldita profesora de inglés?
—No puedo preguntarle a ella. —Gam me miró como si me fuera a
golpear—. Si ella me ayudara, la jodida administración sabría que no es mi
trabajo por la calidad de la escritura.
—Entonces, deletréalo mal a propósito. O mejor aún, utiliza la palabra
más tonta que puedas deletrear y que de verdad uses en una oración. —Negué
con la cabeza. Que fenómeno.
Gam apretó los dientes y frunció el ceño. —Pero quiero sorprender a
Aspen y lograr una buena calificación. Inglés es lo suyo; No puedo arruinar un
ensayo de inglés.
Suspiré y levanté el dedo índice. —Razón número uno por la cual nunca
me enamoraré de una jodida profesora de inglés: Porque me reúso a pretender
que me gustan los ensayos de inglés.
Como mi amigo me decía obscenidades, volví a ignorarlo y a masticar mi
bolígrafo, sin dejar casi nada destrozado. Aún era extraño que ahora estuviera
casado. Ató el nudo con su mujer el día de año nuevo, hace tres meses.
En el momento que repitieron sus votos, hicieron eco a través de mi
cerebro. Como su padrino, tuve que permanecer de pie ahí con una vista de
primera fila, por lo que pude escuchar sus palabras, claras como el día. Hasta
ese momento, cuando él le prometía su vida a su mujer, hice un maldito buen
trabajo al no mirar más allá de ellos hacia la dama de honor. Pero cuando la voz
clara de Noel comenzó a prometer amar, cuidar y toda esa mierda, me
derrumbé y la miré.
A Caroline.
Jódeme, pero ella miraba hacia mí, y lucía impresionante en su vestido
de dama de honor. Así que la miré fijamente por el resto de la maldita
ceremonia. Si ella hubiera alejado la mirada primero, también lo habría hecho
yo, pero no lo hizo, así que ahí estaba, jodidamente mirándola y consiguiendo
una erección en medio de la boda porque desesperadamente quería montar a la
hermanita de mi mejor amigo.
—¡Ja! —gritó Gam de repente, haciéndome saltar el imbécil—. Es I, n,
formativa, idiota. —Puso el teléfono inteligente en el que consultaba sobre la
mesa junto a su portátil y comenzó a teclear, copiando la ortografía.
Fruncí el ceño. —Bien por ti. —Me encontraba frunciendo mucho el ceño
últimamente. Pero no podía evitarlo; a veces quería retorcer su cuello idiota por
decirme constantemente que me mantenga alejado de Caroline. ¿No sabía que
prohibírmelo me hizo querer acercarme lo más posible hasta que jodidamente
estuviera en su interior?
Pero pensar en estar dentro de ella me hizo pensar en lo de anoche, lo
que me puso aún más irritable porque sabía que no pudo ser ella, sin importar
lo mucho que quisiera que lo fuera.
Sorbí y miré fijamente la página abierta en mi libro de cálculo, sin ver
malditamente nada. —Guau, Gam puede deletrear. Yuju. —Mi voz sonaba seca
mientras levantaba mis manos en puños como falsos pompones y los sacudía
para él.
Me dio una patada por debajo de la mesa de nuevo. —Pendejo.
Le di una patada en respuesta con más fuerza. —Monta dedos.
—Entrepierna podrida. —Su zapato dio en mi espinilla, pero me negué a
flaquear.
—Buzo en mierda. —Golpeé con mi talón en la punta de su zapato tenis,
con la esperanza de atrapar sus dedos. El éxito llegó cuando hizo una mueca.
¡Sí! Soy genial. Gamble babea.
Pasando la lengua por sus dientes, frunció el ceño. —No renunciarás,
¿verdad?
Me encogí de hombros. —Podría hacer esto todo el día, hijo de puta.
—Que perdedor. —Sacudió la cabeza y volvió a su ensayo, tomando el
camino hacia la madurez.
Aspiré, apostando que me daría una patada de nuevo antes de que
terminara nuestra sesión de tarea.
Iba a llamarlo imbécil cuando un par de damas que pasaban por nuestra
mesa canturrearon—: Hola, Noel —y luego—: Hola, Ten —más como una idea
de último momento.
—Hola —dijo Noel, ni siquiera atreviéndose a elevar su rostro y hacer
contacto visual mientras agitaba el bolígrafo hacia ellas en un saludo a medias.
También las saludé, y las vi continuar su camino mientras se metieron al final
de la fila para conseguir una bebida.
Sin embargo, en lugar de salir de la silla y seguir a las bellas damas que
acababan de saludarnos, volví a masticar mi pluma y mirar mi tarea de cálculo.
—Oye. —Noel me dio otra patada —justo como sabía que haría— directo
en la zona blanda de mi espinilla que pateó antes. Dolía demasiado.
—¿Qué demonios? —espeté, mirándolo—. Deja de patearme.
Parpadeó como si mi petición fuera completamente infundada. Luego
sacudió la cabeza. —¿Qué te pasa?
Esperaba no haber palidecido, pero eso es lo que parecía, como si cada
mililitro de sangre en mi rostro fue drenado hacia los irritantes nudos que se
formaron en mi estómago. Luego me entró el pánico, mis palmas se volvieron
completamente frías y sudorosas, y no sabía por qué. Pero me sentí culpable al
instante, como si anoche hubiera follado a su hermana. Y no lo hice. Sabía que
no lo hice, porque la mujer con la que estuve no fue Caroline. Fin de la
discusión.
Así que le fruncí el ceño al pendejo por asustarme.
—Tú eres el que no puede mantener sus pies para sí mismo —repliqué—.
¿Qué mierda te pasa?
Inclinó la cabeza hacia la creciente fila del mostrador del barista. —¿Por
qué no fuiste tras ellas?
Fruncí el ceño, momentáneamente confundido. —¿Detrás de quién?
—¿Quién? —repitió, incrédulo—. Esas dos chicas que acaban de follarte
con la mirada, hombre. Esas. En un día normal en la vida de Ten, ya estarías
ahí, jadeando y babeando.
Me encogí de hombros, negándome a discutir los términos jadeando y
babeando. —Ellas te dijeron hola a ti primero.
Resopló. —Como si eso te hubiera detenido alguna vez.
Está bien, él podría tener razón. Eché un vistazo hacia las dos mujeres
que chismoseaban, tan cerca una de la otra que se tocaban. Se veían bien desde
atrás. Lindos traseros firmes con suficiente carne para interesarme. Imaginé a
las dos juntas, haciéndolo conmigo. Pero, sí, ni siquiera me excitó lo suficiente
como para dejar la silla.
Me volví hacia Gamble. —Nop.
Su boca se abrió. —¿Qué demonios? Oren Tenning no le dice “nop” a las
tetas y traseros. Nunca. Entonces... ¿qué demonios pasa contigo? Mierda. ¿Estás
muriendo?
—¿Qué? No. —No dejaba de mirarme como si de verdad tuviera miedo
de que tuviera cáncer o algo, así que dejé salir un suspiro y miré alrededor antes
de inclinarme sobre la mesa hacia él—. ¿Alguna vez...? —Escaneé la cafetería de
nuevo, a la caza de oídos espías. Debatí si debía decir algo. Pero entonces, me
dije que no era como si le estuviera hablando de su hermana. Esto podría ser la
prueba de que no podría ser ella la noche pasada. Nunca le daría detalles sobre
su propia hermana a un hombre. Además, siempre le daba detalles a él; si no lo
hacía pensaría que algo pasaba.
Así que, bajé la voz y continué—: ¿Alguna vez te excitaste más cuando
discutías con una chica mientras lo hacías?
Gamble me miró fijamente con la boca abierta antes de sacudir la cabeza
y parpadear. —¿Por qué discutirías con una chica mientras lo haces?
—Porque... —gruñí con frustración y ondeé la mano, con la esperanza de
conseguir que dejara ese tema. Él no entendería por qué no podía soportar que
la gente, aparte de mis padres o Caroline, me llame Oren—. No importa por qué.
Solo... sucedió. Y fue caliente. Muy extraño. Pero algo así como, muy caliente.
Rodó los ojos hacia el techo. —Jesús. A ti te gustaría algo extraño como
eso.
—Lo digo en serio, hombre. —Fruncí el ceño.
—También yo. —Soltó una carcajada—. Solo tú inicias una discusión con
una mujer mientras estas dentro de ella. Demonios, Ten. —Sacudió la cabeza de
nuevo, pero esta vez, al menos sonreía—. Eres algo serio.
Decepción me recorrió. Tenía la esperanza de que por lo menos hubiera
experimentado algo similar antes. —¿Qué sobre jalarle el cabello? —presioné—.
¿Nunca has conseguido que tu mujer se venga jalando su cabello mientras lo
hacen?
Sus cejas se elevaron hasta el nacimiento del cabello y resopló. —Como si
te fuera a decir sobre cualquier cosa que excite a mi mujer.
Abrí la boca para protestar, pero levantó un dedo. —Déjame ver si lo
entiendo. ¿Discutiste con una chica y le jalaste el cabello durante el sexo? Guau.
¿Qué? ¿Tienes cinco?
—No —murmuré, irritándome más que nunca. No me gustaba que
menospreciara lo que podría posiblemente ser el mejor sexo de mi vida—. Soy
Ten. Y a ella le gustó. Mucho. Como “cuatro veces en veinte minutos” mucho.
Gamble se reclinó, claramente impresionado. Silbó entre dientes, pero
luego su rostro se llenó de incredulidad. —Probablemente los fingió.
Levanté las manos. —¿Por qué fingirlo cuatro veces? ¿Por qué no solo
una así me detengo y la dejo en paz?
Se encogió de hombros. —Buen punto, pero no sé. ¿Para hacer que te
sientas mejor, tal vez?
—Como sea. —Rodé los ojos—. Ella no los fingió. Confía en mí. No había
manera de fingir esto. Fue... —Sacudí la cabeza, todavía aturdido por todo lo
que sucedió—. Jodidamente increíble.
Una sonrisa conocedora iluminó el rostro de Gamble. —Bueno, mierda
santa. Una mujer en específico por fin dejó una impresión en mi Ten. ¿Cómo
dijiste que se llama? ¿Alguien que conozca?
Me estremecí y me mordisqueé el labio inferior. —No lo sé.
Parpadeó. —¿No sabes qué? ¿Su nombre?
Con un movimiento de cabeza, dije—: Nop. No sé su nombre.
—Bueno, ¿qué aspecto tiene? ¿Era una de las seguidoras usuales de los
futbolistas?
Me encogí de hombros. —No estoy seguro.
—¿No estás seguro sobre... qué?
—No estoy seguro de cómo era.
Se rascó la barba de un día de su mandíbula y me frunció el ceño. —
¿Cómo puedes no saber qué aspecto tenía? ¿Ibas muy borracho?
—No estaba borracho. Simplemente no... la vi.
—Tú no... —Sacudió la cabeza, claramente confundido—. ¿Qué?
—Estaba oscuro.
—Vale, pero... Espera, espera, espera. —Hizo un gesto con las manos—.
Empieza desde el principio.
Así que lo hice, contándole mi encuentro con Kelly en el bar. Él sabía
quién era Kelly y los firmes tirabuzones que tenía. Entonces le conté nuestros
planes de encuentros a oscuras. —Pero la cosa era que, la chica que vino a mi
habitación tenía el pelo largo y liso, era muy suave. —Y sedoso. Y olía increíble...
como Caroline.
Gamble me estudió durante unos diez segundos después de mi historia
antes de decir—: Así que, básicamente, ¿podrías haberte follado a... cualquiera?
—Sí —dije—. Supongo. Quiero decir, fue sin duda una mujer, pero
aparte de eso... sí.
Sus ojos se abrieron como platos. —No era la mujer de Hamilton,
¿verdad?
Empecé a esperar un momento para que madurara. Entonces le dije—:
¿En serio?
Se encogió de hombros. —Bueno.... no es una sugerencia imposible. Ella
vive en el mismo apartamento que tú y tiene el pelo largo y lacio. ¿Y si se
levantó en la mitad de la noche, y... no sé, utilizó el baño y estaba tan cansada
cuando salió que entró por error en la habitación equivocada y se metió en la
cama con el compañero de piso equivocado?
Me quedé mirando a Gam, seguro de que había perdido la cabeza.
Espetó. —¿Qué? No es que sea una idea irrazonable.
—¡Sí que lo es! Porque seguro que no era Rubia. —Aunque, vale, el tipo
de cuerpo y el pelo coincidían un poco. Oh, mierda. No había sido ella, ¿no? Mi
estómago se revolvió. Quinn nunca me perdonaría si accidentalmente...
—Espera. No. —Mis hombros cayeron con alivio—. No pudo haber sido
ella. Me llamaba Or... por mi nombre. Así que, la chica definitivamente sabía
quién se lo estaba haciendo, lo que descarta totalmente tu teoría de que la mujer
de Ham se metiera por accidente en la cama conmigo y se follara a la persona
equivocada. Dos veces.
—Hmm. Sí. Supongo —continuó al pensar en ello antes de decir—: Pero,
¿la chica se dio cuenta de que no sabías quién era?
—Sí. —Me senté de nuevo hacia delante, bajando la voz—. Esa es la parte
más extraña. La asusté completamente cuando le dije que sabía que no era
Kelly. Ella quería que creyera que era otra persona. Incluso trató de oponerse y
parar cuando se lo dije. Y ni siquiera habíamos terminado todavía la segunda
ronda.
—Espera. ¿Se lo dijiste durante el sexo? —Jadeó Gamble—. Y una mierda
santa. ¿Ni siquiera era la primera ronda? ¿Podrías decir posiblemente cualquier
otra cosa más rara en este momento?
Sí. Creo que podría haber sido tu hermana.
Pero, sí, no le dije esa mierda. Me asusté por pensar siquiera en ello. Así
que dejé escapar un suspiro. —Fue el mejor puto sexo de mi vida.
Fui capaz de admitirlo.
Gamble resopló. —¿Y todavía no sabes quién era?
Negué con la cabeza, inseguro si lo quería saber. Sí, en realidad no quería
saberlo. Porque si hubiera sido quien yo quería, estaría seriamente jodido. Y si
no lo hubiera sido, estaría seriamente... decepcionado. —Se largó de allí como si
su trasero estuviera en llamas tan pronto como terminamos. Ya te lo digo, ella
no quería que yo supiera su identidad.
Pero esa idea no perturbaba a mi amigo. —Bueno, no culpo a la pobre
chica —dijo con una sonrisa desagradable—. Si yo fuera una mujer que se
sintiera atraída por ti, estaría demasiado humillada para que nadie, incluso tú,
lo supiera.
—Cabrón. —Era mi turno de darle una patada bajo la mesa.
Puso los ojos en blanco como si estuviera mucho más allá de tales
travesuras infantiles. —Por lo tanto, fue el mejor sexo de tu vida, y nunca serás
capaz de lograr repetirlo porque no tienes ni idea de a quién acudir para la
segunda noche. Genial, hombre. Gran manera de cagarla.
—Oh, mierda. —Me caí en mi silla, mirándolo con la boca abierta—.
Tienes razón.
Nunca conseguiría follarme a esa mujer misteriosa de nuevo.
No era divertido.
—Hola, chicos. —Un Hamilton sin aliento nos interrumpió sentándose
en la silla libre entre nosotros y desplomándose con un jadeo agotado.
Desde que era solo un estudiante de segundo año, todavía asistía a los
entrenamientos del equipo los sábados por la mañana. Ataviado con chándal y
una camiseta, con la cara roja y brillante por el esfuerzo y el pelo mojado por
una lluvia reciente, obviamente vino directamente del entrenamiento.
—¿Qué me he perdido? —preguntó.
Gamble se rió, y sabía que iba a decir algo por lo que tendría que
golpearle el trasero una fracción de segundo antes de que él le preguntara—:
Oye, tu mujer no se levantó en la mitad de la noche ayer, para no sé... tomar una
copa o ir al baño o algo así, ¿verdad?
—Jesús —murmuré, inclinando la cabeza hacia atrás y apretando los
ojos. Solo tenía que decirlo, ¿no?
—Uh... —La confusión nubló la voz de Ham mientras nos miraba a los
dos—. No creo. ¿Por qué? —Su mirada se posó en mí antes de volver a Gam.
—Porque aquí Ten tuvo una visita a medianoche en su cuarto. Una chica
lo encontró en la oscuridad, follaron hasta reventar y entonces ella huyó antes
de que él pudiera conseguir su nombre o verle la cara, y no tiene ni idea de
quién era.
Apreté los dientes por la forma vulgar en que lo contaba. Lo cual era
extraño, porque en cualquier otra ocasión, lo hubiera expresado más o menos
del mismo modo. Pero desde que la imaginaba con las cualidades de Caroline,
de repente no parecía tan gracioso decirlo así.
Las cejas de Hamilton se fruncieron con confusión antes de que se
dispararan hasta el nacimiento del pelo. Se volvió hacia mí con una mirada
incrédula. —¿Y crees que fue Zoey?
—No. —Levanté las manos en señal de rendición inmediata. Quiero
decir, no era para nada débil. Pero Ham era enorme, y estaba bastante seguro
de que me podía superar si ofendía a su mujer de alguna forma—. Sé que no era
ella. Y nunca pensé que lo fuera. A este imbécil se le ocurrió esa idea todo por
su cuenta.
Ham lanzó su mirada severa a Gamble.
—Vaya —dijo Gamble, levantando las manos también, pero riendo
mientras tanto—. Solo bromeaba. Jesús. ¿Quién hubiera sido primera conjetura
de ustedes?
—Alguna groupie del fútbol —dijo Hamilton de inmediato.
Caroline, no dije nada.
Gemí en mis manos antes de dejarlas caer de mi cara. —El hecho es que
no tengo ni idea de quién era la señorita Visitante Nocturna, y estoy seguro de
que nunca lo sabré. Así que vamos a dejarlo pasar ya. ¿Vale? Bien.
El saber que nunca iba a sumergir mi mecha en ese tarro de miel,
comenzaba a irritarme.
Jesús, ¿por qué me irritaba todo hoy?
Ham y Gam me miraron. Luego se miraron el uno al otro. Cuando se
dieron una sonrisa astuta, puse los ojos en blanco. Pero Dios... Maldita sea.
Echaba de menos los días en que todos mis amigos habían estado tan solteros y
disponibles como yo. Ahora que ellos estaban bajo las órdenes de sus mujeres,
parecían estar pensando que yo también debería estarlo, como si follarme a una
mujer durante el resto de mi vida fuera una gran cosa, increíble.
Querido Dios. Qué horror. A no ser que esa única mujer se sintiera como
se había sentido la mujer de anoche. Entonces tal vez... nah. Me estremecí ante
la idea, y me incliné hacia adelante para prestar atención a mi libro de cálculo.
—¿El entrenador va a seguir alineándote como mariscal de campo titular el
próximo año? —le pregunté a Ham.
Se aclaró la garganta, miró a Gam, y luego asintió. —Sí.
Gamble había sido el mariscal de campo estrella de nuestro equipo hasta
que se había roto la clavícula en el penúltimo partido de este año pasado. Así
que Hamilton había tenido que intervenir y orientarnos para los campeonatos
nacionales. Todos sabíamos que eso le molestó a Gamble porque no había sido
capaz de jugar ese último partido, y había perdido su oportunidad de probarse
para los profesionales. A pesar de que dijo que estaba contento de establecerse
aquí con su mujer y con cuidar de sus tres hermanos más pequeños —a quienes
se los trajo después de que su madre prácticamente los abandonara— sabíamos
que le molestaba.
—¿Aspen ha encontrado trabajo? —le preguntó Ham, esperanzado.
Cuando Gam alzó la vista, sabía que no, por el endurecimiento de su
mandíbula. —No —murmuró.
Ella había estado desempleada un año, desde que la despidieron por
comenzar una relación con él. Lo que sacaba a relucir otro tema delicado para
Gamble. Se sentía como un fracaso personal cada vez que ella solicitaba un
nuevo trabajo y no era contratada. Pero entonces él ni siquiera la dejaba solicitar
puestos de trabajo que encontraba “por debajo” de ella. Si su dinero era tan
justo como yo sabía, pensarías que él simplemente se aguantaría y que la dejaría
a ella... bueno, lo que sea, por un tiempo. Pues no. Seguía terco. Y ella sabía lo
mucho que le molestaría si se “rebajara” a sí misma, como él lo llamaba, así que
se quedó en paro y se mantuvieron haciendo recortes. Y yo seguí fingiendo que
era mi turno para pagar todas nuestras bebidas los sábados por la mañana en la
cafetería. Y Gamble seguía dejándome.
Sabía que Caroline le ofreció dinero sobre una base regular. Había
conseguido unos pocos ahorros el último año —aunque nunca supe cuántos
ahorros— después de que se hubiera involucrado con ese imbécil rico de su
ciudad natal y sus padres le habían pagado su salida. Pero Gamble se negaba
rotundamente a tocar un centavo de ese dinero.
Creo que todos y cada uno de sus rechazos arrancó un trozo de su alma y
la dejó sangrando un poco más cada vez. Ella había pasado por un montón de
cosas malas para conseguir ese dinero; debería poder gastárselo en la mierda
que quisiera. Y si quería ayudar a su familia, su hermano mayor debía dejarla.
Esa fue una de las razones por las que lo aceptó al principio... por Gamble y sus
dos hermanos menores.
Gamble obligándola a gastarlo en nadie más que en ella misma, mató
una parte suya, y, a veces, yo solo quería envolver mis manos alrededor de su
garganta y meterle algo de sentido, obligarle a aceptar un poco de su dinero y
ya. La hubiera hecho más feliz.
Pero no tenía nada que hacer en sus asuntos familiares, y sabía que no
debía entrometerme, sin importar cuántas veces haya visto a Caroline tensar la
espalda, levantar la barbilla y tratar de ocultar el dolor de sus ojos cada vez
que él le negaba su ayuda. El idiota obstinado era demasiado orgulloso.
—Creo que voy a cambiar mi especialidad —dijo Gamble de repente.
—¿Qué? —Hamilton y yo le miramos al unísono.
Él asintió. —Aspen y yo hemos estado hablando, y... la administración de
empresas no es lo mío. Sé que no voy a ser siempre un profesional, pero echo de
menos el campo de fútbol. Eso es lo que me corresponde. Así que, estoy
pensando... Me voy a inscribir de nuevo el próximo año y obtener un certificado
de enseñanza, tal vez convertirme en entrenador.
Mientras Hamilton asintió, haciéndole saber la gran idea que era, yo me
quedé boquiabierto. —¿Qué? —No podía ser el único de nosotros tres en
graduarse y pasar a buscar un trabajo de verdad. Yo era el menos maduro de
nuestro grupo, el chico de perpetua fiesta universitaria. No quería ser el
primero en crecer.
Gam se encogió de hombros y me lanzó una mirada solemne. —Desde
que Pick me subió el sueldo en el bar, lo estamos llevando... bien. Podemos ir
bien durante otros dos años hasta que me gradúe, y Caroline ya tiene dinero
para ocuparse de la universidad, así que no tengo que preocuparme por ella. En
serio creo que es lo mejor si hiciera esto.
—Bueno, joder. —Ahora sí que me sentía horrible. No solo tuve el mejor
sexo de mi vida y me di cuenta de que nunca lo tendría otra vez, ahora estaba
oyendo que me iría mientras todos mis amigos permanecerían aquí juntos... sin
mí.
Esa mierda no estaba bien.
Traducido por MaJo Villa & Josmary
Corregido por Laurita PI

El segundo semestre de mi primer año en ESU se acercaba a su fin en un


mes. Un mes. Una semana después del último día de clases cumpliría
diecinueve, tenía un trabajo de salario mínimo limpiando una oficina de
seguros en el centro fuera de horario, y acababa de engañar al imbécil de mis
sueños para tener relaciones sexuales conmigo.
Sí, era un completo desastre.
El dolor entre mis piernas fue lo primero que sentí cuando abrí mis ojos a
la mañana siguiente. Lo que inundó mi cabeza con recuerdos de la noche
anterior. La mano de Oren subiendo por mi muslo. Los dientes de Oren
clavándose en la parte de atrás de mi hombro. La polla de Oren haciéndome
venir en su habitación. Me estremecí y presioné mis piernas mientras colocaba
un brazo por encima de mis pechos hormigueantes.
Bueno, tuve curiosidad acerca de cómo sería él. Y había apaciguado mi
curiosidad.
Pero ahora anhelaba repetirlo.
—Caroline, así se hace —murmuré en voz alta. Qué buena manera para
no sacarlo de mi sistema, e incrustar el deseo por él aún más profundo en mi
alma.
Estudiando el techo de mi habitación, solté un lento suspiro. La plancha
de yeso se hallaba pintada de blanco y tenía un ventilador de techo de aspecto
delicado colgando directamente encima de mi cama. No existía ni un agujero o
ni siquiera una mancha de humedad que se viera a simple vista. Era el mejor
techo de la mejor habitación que he tenido. También era mi propio cuarto. No
tenía que compartirlo con dos hermanos más pequeños, que rondaban de forma
constante por la noche, y siempre se las arreglaban para golpearme en el rostro
con un brazo o un codo.
Era todo mío.
La casa remolque en la que antes vivíamos, en verdad, no podía ni
siquiera ser clasificada como una casa. La mañana en la que llegó Noel a
nuestros escalones de entrada y vio cómo sobrevivíamos, nos reunió a los tres y
nos mudó a la universidad con él. Desde entonces no volví a ver a mi inútil
madre.
Aunque sabía lo mucho que Aspen y Noel se exigían y presupuestaban
para mantenernos aquí y cuidarnos, todo lo que tenía en Ellamore era un millón
de veces mejor que lo que tuve allá en casa. Mi hermano mayor era mi salvador
personal. Me salvó en más de un sentido al traerme aquí.
Y, ¿cómo le había pagado? Me acosté con su mejor amigo.
Ahí se acabó mi premio de la hermana del año.
Con un poco de lloriqueo de culpa, cerré mis ojos con fuerza y pasé una
mano por encima de mi frente adolorida. Lo de anoche, me producía un gran
conflicto. Creo que sentí todas las contradicciones de un libro. Avergonzada y
aun así, emocionada. Asustada por ser descubierta, pero luego totalmente
cómoda por saber cuán bien se sentía el ser sostenida en los brazos de Oren.
Saciada por todo lo que me dio anoche, pero con ganas de más. Ansiosa de
verlo otra vez, pero por completo horrorizada por la misma idea. Culpable y
eufórica, deprimida pero extasiada, despierta aunque agotada por los
pensamientos que colmaban mi cabeza.
Sabiendo que podía yacer aquí todo el día, me preocupó sucumbir a un
maldito ataque de pánico, así que retiré mis sábanas y salí de la cama. Durante
los primeros tres meses de mi estancia aquí, fui un cascarón vacío. No había
dejado mi habitación a menos que fuera obligada a hacerlo, y eso fue miserable.
No fue hasta que empecé la universidad y conocí a Zoey, a Reese, a Eva y a toda
la pandilla de Noel que en verdad comencé a vivir de nuevo. Pero recordaba lo
que se sentía el querer enterrarse bajo mis sábanas todos los días, todo el día, y
solo venirme abajo.
Esa era la razón principal de por qué no me quedaría en cama a pensar
acerca de lo que había hecho.
De todos modos ya lo había hecho. Ahora no existía forma de volver el
tiempo atrás.
Pero mientras tomaba una ducha y pasaba jabón sobre mí, mi sensible
cuerpo no me permitiría dejarlo ir. Jamás lo olvidaría. Mis pechos erectos y mi
centro hinchado con lujuria.
No era una gran fanática de la masturbación. Pensé que Sander al
desecharme había matado todo lo relacionado al sexo en mi vida. Jamás me
había tocado, no fue hasta que la presencia de Oren lentamente hiciera que mis
deseos despertaran, que lo realicé por primera vez… hace muchos meses atrás.
Y la única vez que lo hice fue cuando pensé en él. Como lo hacía ahora. Excepto
que ahora sabía lo que se sentía estar con él.
Oh Dios. ¿Cómo pudo convertirme en alguien tan desenfrenada? Jamás
sentí necesidades así de fuertes antes de que apareciera. Me gustaba, pero
también me asustaba. ¿Qué si me convertía en mi madre quien ignoraba a sus
propios hijos a favor de encontrar a la siguiente polla para que la llenara? ¿Qué
si…?
Demonios. Que me gustara tener relaciones con un chico no me convertía
en mi madre. Tocarme en la ducha no me convertía en mi madre.
Presioné mi espalda contra la pared de la ducha y me froté con una mano
mientras pellizcaba un pezón hinchado con la otra. El agua corría por encima de
mí y pretendía que eran sus manos, tocándome en todas partes. Solo cuando
mis muslos temblaron y mi coño se apretó, preparándose para venirse con
fuerza, un puño golpeando la puerta del baño borró mi éxtasis.
—¡Jesucristo, Caroline! ¿Cuánto tiempo más vas a estar ahí? Quiero hacer
caca.
—Demonios, Brandt —grité en respuesta—. Casi he terminado. —O más
exactamente, ahora no acabaría para nada. El pequeño lamedor de traseros
mató un momento perfectamente bueno—. Grrr. —Me lavé y cerré el agua.
En esta casa, teníamos tres habitaciones y dos baños, pero algunas veces,
todavía me sentía tan agobiada como en la casa del parque de remolques.
Hallar un empleo mejor pago y mudarme sola parecía cada día mejor. Noel
enloquecería y me pelearía durante todo el camino; aún era sobreprotector y se
preocupaba por mí, pero ya no era mi tutor legal, así que supongo que no
necesitaba su aprobación.
Solo la quería.
Después de decepcionarlo por completo el año pasado, todavía ansiaba
su amor absoluto y su aceptación.
Más golpes impacientes llegaron mientras envolvía una toalla alrededor
de mis pechos.
—De verdad, en serio tengo que ir —se quejó mi hermano de catorce
años.
Con un suspiro, recogí mi cabello en una toalla como un turbante y luego
abrí la puerta de par en par para mirar a mi hermano quien, tenía que
reconocerlo, ahora era más alto que yo. ¿Cuándo diablos creció tanto?
Me devolvió la mirada.
Arqueé una ceja y esperé a que se apartara para que así pudiera salir y
dejarlo entrar. —¿Por qué no podías usar el baño de Noel y Aspen si tenías
tantas ganas de ir? —Tenían un baño privado conectado a su habitación, y era
como diez veces más agradable que este.
—Porque Aspen ya se encuentra allí dentro. —Brandt me empujó a un
lado mientras entraba de forma abrupta.
Dejé escapar un suspiro indignado y entré en el pasillo, cerrando la
puerta detrás de mí porque tenía el presentimiento de que no esperaría a que
me fuera antes de empezar a hacer sus asuntos. Asqueroso, lo sé. Me hizo
desear por billonésima vez tener tres hermanas en lugar de tres hermanos.
Me retiré a mi habitación para vestirme para el día y secar mi cabello;
luego, me dirigí a la cocina donde encontré a Aspen, despierta y preparando el
desayuno. Me detuve en la puerta y la miré, dándome cuenta de que ahora, en
verdad, tenía una hermana ¿no?
No se parecía en nada a Noel; para empezar, ni siquiera estaba segura de
cómo encontraron una razón para conectar, pero podías ver la intensidad de su
amor cuando se encontraban juntos, entonces nada importaba. Así que, a cada
uno lo suyo, supongo.
Estaba feliz de que Noel se hubiera enamorado y logrado mantenerla,
porque ella era un absoluto regalo del cielo. Nos cobijó a los cuatro hermanos
Gamble en su casa y nos dejó apiñarnos en todo hasta que reorganizamos por
completo toda su vida. Y parecía malditamente agradecida por ello, como si
estuviera contenta de tenernos arruinando sus planes pulcros y ordenados.
Como si sintiera mi presencia, miró sobre su hombro y saltó. —¡Oh!
Buenos días, Caroline. —Me dedicó la más dulce sonrisa mientras llevaba una
jarra de jugo a la mesa—. El desayuno casi está listo.
Cuando dos mitades de un panecillo surgieron de la tostadora, me
acerqué para esparcirles algo del queso crema de fresas favorito de Colton.
—Gracias —dijo Aspen—. No tenías que hacer eso.
Metí un mechón de mi cabello húmedo detrás de mi oreja y me encogí de
hombros. —Está bien. No me importa. Honestamente quería sentirme más útil
de lo que, por lo general, me siento por aquí.
Un año atrás, me hice cargo de la mayoría de las necesidades de Colton y
de Brandt. En nuestra antigua casa, fui quien los alimentaba, lavaba sus ropas,
me aseguraba de que se bañaran, y compraba todo que necesitaban. Pero tan
pronto como nos mudamos aquí, Aspen se encargó a la perfección de todas esas
funciones. En esa época, no me encontraba en condiciones de hacerlas por mí
misma, así que no me había resistido. Y por eso, retrocedí tanto en el último
año; en realidad, creía que me había convertido en menos independiente de lo
que alguna vez había sido.
Sé que eso era loco, pero solo resaltaba el desastre tan grande que era.
Aún sintiéndome incómoda por hacer las cosas de la cocina mientras
Aspen se encontraba también allí, esparcí el queso crema tan rápido como pude
y llevé los panecillos a la mesa en donde Aspen ya tenía todo preparado para
cuatro personas. Miré al asiento vacío en donde, por lo general, Noel se sentaba.
No había plato ni taza ni cubiertos en su lugar, lo que me decía exactamente en
donde se hallaba.
—¿Noel se encuentra de nuevo en la cafetería con…?
—Los chicos —terminó Aspen por mí con una sonrisa y rodó sus ojos—.
No sé por qué siente que tiene que ir allí a realizar su tarea de inglés. No es
como si estuviera de pie junto a su hombro y le corrigiera su gramática o algo
así.
Me reí, porque eso es casi exactamente lo que hizo este año cada vez que
Brandt o Colton o yo trabajábamos en cualquier cosa que involucrara trabajo de
inglés. Pero los Gamble más pequeños, en verdad, lo apreciamos, y gracias a
eso, obtuvimos notas espectaculares. Y de hecho, a Aspen le encantó compartir
su conocimiento en la materia. Así que era una situación en donde todos
ganábamos. Noel era el único imbécil terco que no quería que ella participara
de ningún modo. Creo que eso hería sus sentimientos tanto como le encantaba.
Sabía lo mucho que él deseaba impresionarla con su propio trabajo.
Sentándome en mi lugar en la mesa, me mordí el labio, todavía mirando
el lugar vacante de Noel. Se sentía raro saber que justo ahora se encontraba con
Oren. Qué si Oren... Oh Dios. Por supuesto, Oren le contaría sobre lo de anoche.
Oren era exactamente del tipo “besa y compártelo con todos”.
Joder. Mi propio hermano iba a saber cada cosa pervertida y deliciosa
que había hecho. Si Oren le contaba acerca de la tirada de cabello, iba a morir
absolutamente. ¿Por qué no pensé en esta posibilidad hasta ahora?
Tal vez porque estuve demasiado preocupada por obtener mi primera
experiencia de Oren Tenning. Nada más había importado. Ni mi orgullo, ni mi
sentido común, ni mi cordura, ni mi hermano. Nada.
No existía forma de que Oren pudiera descubrir ahora quien era yo. Era
tan jodidamente embarazoso. Y no tenía a nadie más a quien culpar que a mí
misma.
—¡Aspen! Aspen —gritó Brandt, corriendo a la cocina con el diario de la
mañana enrollado bajo su brazo. Patinó en sus medias, hasta detenerse frente a
ella mientras levantaba y agitaba el rollo de periódico—. ¿A qué no adivinas?
—¿Qué? ¿Estás bien? ¿En dónde se encuentra Colton?
—Él está bien. Estamos todos bien. Esto es… algo totalmente diferente.
—Brandt ahuyentó sus preocupaciones antes de soltar la banda de goma que
mantenía enrollado al periódico y desplegarlo sobre la mesa, justo sobre mi
plato de desayuno—. Sarah me acaba de enviar un texto con las noticias.
—¿Qué noticias? —pregunté, curiosa por saber qué balbuceaba.
Por otro lado, Aspen no debía tener un hueso curioso en su cuerpo. Le
dio una dulce sonrisa y apoyó una mano en su hombro y la otra en su corazón.
—Ya sabes, creo que es maravilloso que te hayas hecho amigo de la hermana
menor de Mason.
—Sí. Lo que sea. —Distraído por completo, el chico de catorce años agitó
su tranquilidad—. Mira esto. —Pasó las páginas hasta que llegó a una lista de
obituarios. Luego se detuvo y señaló—. Allí. Ese tipo.
Aspen y yo nos inclinamos. —¿Roger Martin Rowan? —leyó lentamente
Aspen, sus cejas alzándose ante la confusión. Cuando me miró, negué con mi
cabeza, dejándole saber que tampoco tenía idea de quién era.
—¡Sí! —anunció Brandt con orgullo, y su sonrisa se expandía de oreja a
oreja—. Está muerto.
—Eh… —Aspen parpadeó y me miró de nuevo. Me encogí de hombros,
todavía sin saber por qué era una noticia tan buena que alguien muriera.
Le lancé a mi hermano una mirada incisiva. —Sí, como que entendimos
esa parte… por todo eso del obituario.
—Era un profesor de inglés en la Secundaria Ellamore —dijo Brandt,
rodando sus ojos como si eso fuera obvio para nosotras, lo que debería haber
ocurrido si en realidad hubiéramos leído su obituario. Pero no lo habíamos
hecho—. Sarah dijo que tenía programado tomar su clase el próximo año
cuando se preinscribió para la secundaria.
Aspen musitó con simpatía. —Oh, no. ¿Lo conocía bien? Pobre Sarah.
Los hombros de Brandt se desplomaron. Suspiró y negó con su cabeza.
—Jamás conoció al tipo en su vida. Ese no es el punto.
—Entonces, ¿cuál es el punto? —demandé, cansada de que no llegara a
uno todavía.
—El punto es que vamos a necesitar un nuevo jodido profesor de inglés
para el próximo año.
—Brandt. —Aspen frunció al instante su ceño—. Por favor, el lenguaje.
Sé que tu hermano mayor maldice todo el tiempo pero no puedes ir por ahí
hablando de esa forma en… —Su reprimenda se apagó mientras las palabras de
él, por fin, parecían echar raíces en su cerebro—. Espera. Acabas de decir… —
Agarró el periódico y lo acercó más a su rostro para leer en más detalle el
obituario de Roger Martin Rowan—. Oh por Dios —murmuró, levantando su
mirada de las palabras impresas—. El próximo año va a haber una vacante en la
Secundaria Ellamore. ¡Será una oportunidad para un profesor de inglés!
El diario salió volando mientras literalmente saltaba de alegría. Jamás la
vi saltar. Parecía extraño pero en verdad divertido. Luego enganchó a Brandt y
lo abrazó en un feliz círculo. Después de eso, me jaló de mi silla para
envolverme en sus brazos entusiasmados.
—Voy a conseguir este trabajo —declaró; lucía tan segura y animada que
sentí que mi propio entusiasmo crecía por ella—. Tengo que conseguir este
trabajo. Es como… creo que está destinado a ser así. Oh por Dios. Me siento tan
mal. Pero jamás me he sentido tan feliz de ver a alguien muerto. —Las lágrimas
empezaron a caer por su rostro. No estaba segura de sí eran por la culpa, por el
entusiasmo, por sus nervios temblorosos o tal vez una mezcla de todos ellos.
Evidentemente abrumada, balbuceó y sollozó un poco más. —Necesito…
necesito actualizar mi currículo. Oh por Dios. Ni siquiera sé que hice con mi
traje de entrevistas. Discúlpame. Debería…
—Ve. —Riéndome, le hice gestos para que fuera a la sala, y siguió mi
instrucción sin vacilar.
Brandt y yo sonreímos el uno al otro, y toda la irritación que me causó
por matar mi orgasmo en la ducha se desvaneció. Quería darle un abrazo por
hacer a Aspen tan feliz.
—Entonces, ¿cuáles son las posibilidades de que en verdad consiga el
trabajo? —preguntó.
Fruncí el ceño porque sonaba demasiado serio. —Oh, lo conseguirá. Es
como sobre-cualificada. Tiene que conseguirlo.
Se acercó más, ahora serio y con una mirada preocupada. —Sí, pero ¿qué
si han escuchado algunos de los rumores acerca de ella y Noel?
Me enderecé, sorprendida por la pregunta sin sentido. —¿Sabes sobre
eso? —No tenía idea de que él lo supiera.
Con un resoplido, puso sus ojos en blanco. —Tengo catorce, no soy
estúpido. Por supuesto que sé que fue despedida por culpa de él. Me
encontraba allí cuando su antiguo jefe vino a su habitación en el hospital
después de que rompiera su clavícula y la amenazó con exponerlos.
¿Recuerdas?
—Sí, pero… —Suspiré. Tenía razón; tenía catorce años, ya no era un niño
pequeño. Mierda, sí entendía lo que sucedía, y sabía exactamente cuántos
problemas tuvo Aspen por salir con un estudiante.
—Bueno, incluso si de alguna forma milagrosa se enteraran, tal vez no
sea un gran asunto puesto que terminó casándose con el estudiante con el que
tuvo una aventura. Además, ambos son adultos legales, y… eso fue en el nivel
universitario. Quiero decir, vamos. Seguramente sabrán que no le hará nada
como eso a un mísero niño de secundaria.
—Oye. —Alzó sus manos a la ofensiva—. Voy a ser uno de esos míseros
niños de secundaria, muchas gracias.
—Exactamente —dije. Cuando me golpeó ligeramente en el brazo, me
reí—. En serio, si no la contratan… entonces solo tendremos que matar a otro
profesor de inglés en otro lugar para conseguirle una nueva oportunidad.
Aspen era una Gamble ahora, y, nosotros, los Gamble veíamos por
nuestra familia... al menos esta generación. También nos encontrábamos
dispuestos a pasar por un montón de cosas para obtener lo que queríamos. La
verdad es que no asesinaríamos por Aspen, pero sí apreciábamos el poder de
una buena mentira.
Después de todo, una mentira bien jugada mantuvo a “Kelly” lejos de la
habitación de Oren anoche, para que pudiera ocupar su lugar.
Tragué saliva con nerviosismo, dejando que mi mente vagara pensando
en él otra vez. Me preguntaba quién pensaba él que había usurpado a Kelly. Me
preguntaba…
—Oh, sí. Me gusta tu forma de pensar. —La voz de Brandt me trajo de
vuelta al presente. Levantando su puño para que lo chocara con el mío,
asintió—. Planearé una forma de sacar al siguiente profesor... si tenemos que
hacerlo.
Choqué mis nudillos con los suyos. —Eso sí, no lo hagas demasiado
sangriento. —Él sabía que tenía aversión a la sangre.
Se rió y empezó a hablar de diferentes venenos y formas de electrocutar a
alguien “accidentalmente”. Negué con la cabeza, preguntándome cómo los
niños pensaban en cosas tan sangrientas. Crecí junto a él, por lo que a esta
altura estaba acostumbrada, pero aun así. Nunca pude pensar en cosas tan
extrañas como las que de un momento a otro aparecían en las mentes de mis
tres hermanos.
Brandt y yo nos hallábamos a mitad de nuestro desayuno cuando Colton
por fin entró en la habitación, frotándose los ojos legañosos y bostezando.
—Buenos días, dormilón —le dije al chico de nueve años.
Me quedaba continuamente alucinada por lo mucho que creció en el
último año. Antes de mudarnos, era un chico frágil que se enfermaba
constantemente. Incluso a veces me preocupaba de cómo llegaría a los diez
años. Pero desde que nos mudamos aquí, floreció. Bajo la influencia de Aspen,
se volvió tan saludable y feliz, que incluso me hizo pensar que podría ser el más
imponente de los tres hermanos Gamble.
Lo cual evidenció lo mal que lo cuidé. Y Brandt también. Brandt nunca
regresó a casa con un ojo negro desde que llegamos aquí, en cambio, cuando se
encontraba a mi cuidado, pasaba constantemente. Debía tener los peores
instintos maternales del mundo, para dejar que los tres cayéramos tan bajo.
A Noel le gustaba tranquilizarme y decirme que había hecho un buen
trabajo, que en comparación con nuestra madre, fui increíble. Pero la verdad
prevalecía, él era mucho mejor estando a cargo de lo que yo jamás habría sido.
Esa era otra razón por la que quería impresionar a mi hermano mayor.
Sentí como si le hubiera fallado. Si tan solo hubiera cuidado mejor de Brandt y
Colton, no habría tenido que reorganizar toda su vida para recogernos y
acogernos en Ellamore junto a él.
Por mucho que me culpaba a mí misma, Colton no parecía tener ese
resentimiento contra mí. Después de mirar alrededor, probablemente buscando
a Aspen —su primer amor—, caminó hacia mí y se metió en mi regazo. Ya era
demasiado grande para mí, pero no me importaba. Acurruqué mis brazos a su
alrededor y lo abracé, acercándolo a mí, mientras deslizaba su panecillo y su
queso crema de fresas favorito para situarlo delante de nosotros.
—Tuve una pesadilla anoche —dijo Colton, con voz acusadora—. Pero
no te encontrabas en tu habitación.
Que viniera a mí en el medio de la noche cuando tuvo un mal sueño era
halagador y un dolor de cabeza. Mientras Brandt, que compartía el cuarto con
él, podría negarse rotundamente a dejar que su hermano menor se arrastrara en
su cama, estaba segura de que Aspen no lo habría expulsado si hubiera ido con
ella. Pero siempre me buscaba a mí. Probablemente porque todavía se sentía un
poco intimidado alrededor de Noel, y Aspen dormía junto a Noel. Aun así... me
gustaba saber que me seguía necesitando de algún modo, a pesar de que no era
cómodo dejarlo acaparar mi cama, porque solía dormir justo contra mí con un
brazo o una pierna sobre mi cuerpo.
Al otro lado de la mesa, Brandt arqueó las cejas. —Vaya, ¿nuestra
hermana mayor no se encontraba en casa anoche? ¿A dónde fuiste, eh,
Caroline?
Rodé los ojos y me ordené no sonrojarme. —Salí con Zoey para escuchar
a la banda en el club. Tonto. —Y después me convertí en una puta astuta y sucia
que se enganchó con el mejor amigo de Noel.
Por Dios.
Me encogí, y el sabelotodo de Brandt pareció darse cuenta de que no
decía toda la verdad.
—Mmm ajá —murmuró, como si no lo convenciera—. Lo que sea.
Hice una mueca y luego alisé el pelo de Colton en su frente antes de
besar su sien. —¿Qué soñaste, cariño?
—Soñé con mamá. —Su confesión hizo que tanto Brandt como yo nos
sentáramos derechos. Brandt incluso dejó de masticar—. Aparecía y nos llevaba
lejos de aquí. —Colton se estremeció y metió la cara en mi pecho. Apreté mis
brazos a su alrededor y casi derramé una lágrima o dos. Pero no pasé por alto
que mi a propio hermano le aterrorizaba nuestra madre. Ambos teníamos el
mismo tiempo sin verla, pero supongo que aún albergaba el temor de que se lo
llevara de vuelta.
—Nunca tendrás que preocuparte de que eso ocurra —le dije—. Aspen y
Noel ahora son tus tutores legales. E incluso si Daisy apareciera y te quisiera
llevar, no podría hacerlo sin pasar primero por encima de ellos y de toda una
corte. Tampoco sin pasar primero por mí.
—Y también por mí —dijo Brandt—. No tenemos que preocuparnos por
ella nunca más. ¿De acuerdo, amigo?
Colton asintió, pero me di cuenta de que la pesadilla lo dejó nervioso. Un
escalofrío pasó por su columna vertebral. Empecé a frotar su espalda y posó su
mejilla en mi hombro. La idea de mudarme pronto se trasladó a la parte trasera
de mi mente.
Tal vez no era un miembro tan prescindible de la familia después de
todo. Tal vez podía servir para algo, y Noel recuperaría parte de la confianza
que solía tener en mí. Pero una cosa era cierta; para lograr eso, nunca podría
dejarle saber lo que hice con Oren... incluso si de alguna forma quería hacerlo
de nuevo.
Traducido por Mire
Corregido por –Valeriia♥

Estuve alejada de él durante tanto tiempo como me fue posible. ¡De


verdad! Pero había algo acerca de Oren Tenning que me mantenía regresando
por más. Me gustó cómo fue tan dulce y agradable conmigo cuando nos
conocimos hace un año, pero luego, también me gustó cómo se convirtió en un
sabelotodo gritón, aún más. La única cosa que nunca me gustó fue su constante
atención cachonda con otras mujeres. Podría vivir sin aquello.
Mi obsesión era la antítesis de sano, pero entonces, nunca había sido
conocida por seguir el camino sano y correcto ¿verdad?
A las cinco de la tarde, lo deseaba como un adicto a su siguiente dosis.
Sabía que Noel tenía que trabajar esta noche —le escuché mencionárselo a
Aspen. Y Asher sin duda estaría allí. Le gustaba trabajar los sábados desde que
la convirtieron en noche de karaoke, y nada que hacer dado que la música del
club era su creación. Además que los sábados se habían vuelto tan concurridos
últimamente que ahora necesitaban tres camareros en vez de sus dos regulares.
Le di una mirada al horario de trabajo de Noel y, síp, Oren trabajaba esta
tarde.
Eso significaba que necesitaba una razón para visitar el club nocturno
Forbidden.
Me mordí el labio, repasando las opciones que junté en mi cabeza. No
podía ir sola; Noel sabría que algo sucedía. Maldita sea, ¿por qué tenía que
trabajar también esta noche?
Sacudí la cabeza, haciendo poco caso de ese pequeño impedimento. No
importaba que Noel trabajara. ¿Qué era un reto más a superar para conseguir lo
que quería? No era como si iba simplemente a saltar sobre Oren justo ahí en el
bar. Todavía no quería que supiera que yo era la mujer con la que estuvo la
noche anterior.
Solo tenía que verlo, y no hacía diferencia alguna si mi hermano se
encontraba ahí o no. Pero eso significaba que necesitaba a alguien conmigo —
una celestina— o Noel podría sospechar. Así que llamé a mi fiel mejor amiga.
Zoey contestó al tercer timbrazo. —¿Hola? —Sonaba un poco sin aliento,
haciéndome preguntarme exactamente qué había interrumpido.
Hice una mueca. Genial. Que Oren trabajara significaba que Zwinn tenía
el apartamento que compartían con él para ellos solos por la noche.
Bueno, tendrían que conseguir su tiempo de acurrucarse otra noche.
Ellos ya tenían su felices para siempre; tenían el resto de la eternidad para estar
juntos.
—Te necesito —le dije.
—Oh no. ¿Qué pasa? —La preocupación de inmediato encendió su voz.
Maldita sea, la amaba.
—He hecho la cosa más loca en toda mi vida, y ahora mismo, necesito tu
apoyo y aceptación, y... y ayuda. Necesito tu ayuda.
—Está bien —dijo lentamente—. ¿Necesito llevar mis botas de montaña,
una pala y un poco de lima, o... dinero de fianza?
Reí y me relajé. —Ninguno de los dos. No maté a nadie... y no estoy en la
cárcel. Ni siquiera violé la ley.
—Bueno, eso es un comienzo. ¿Qué has hecho?
—Mm... Creo que tengo que decirte esto en persona. ¿Podemos ir a
Forbidden en, digamos... media hora?
—Claro.
Me mordí el labio y respiré hondo antes de añadir la parte más difícil de
mi petición. —Y... ¿puedes no traer a Quinn?
Siguió una pausa. Entonces, finalmente, preguntó—: ¿Por qué no puedo
llevar a Quinn?
—Porque... esto es una cosa de chicas, y yo... yo simplemente no puedo
hablar de ello contigo cuando está esta descomunal, pila caliente de testosterona
viviente sentado entre nosotros.
—Pero, él no es…
—Zoey, por favor.
Suspiró. —Está bien. Quinn puede quedarse en casa.
Hice puño mi mano y la impulsé en el aire. ¡Sí! Así gobierno. —¡Gracias,
gracias, gracias! Recógeme en mi casa, adiós.
Después de decir las últimas palabras, colgué antes de que pudiera salir
con una forma de arrepentirse. Zoey odiaba hacer algo sin Quinn. Pero no iba a
dejar que eso la detuviera.
Media hora más tarde, los faros de su coche se anunciaron a través de la
ventana delantera y pivotearon a través de las paredes de la sala cuando ella
llegó. Me levanté del sofá donde Colton había estado abrazándome al mirar
Goonies.
—Ahí está Zoey. Me tengo que ir. Nos vemos mañana, chicos.
Aspen levantó la cara de su computadora portátil, donde probablemente
seguía siendo quisquillosa y perfeccionando su ya impecable currículum de
muerte. Sentada con las piernas cruzadas en una silla lateral, llevaba una de las
camisetas viejas de Noel y un par de pantalones cortos deshilachados.
—¡Oh! —Sorpresa iluminó su voz mientras miraba mi atuendo—. ¿Vas a
salir? —Después de enviar a Colton una sonrisa tranquilizadora, como para
hacerle saber que ella todavía se encontraba aquí para él, volvió su atención a
mí—. Diviértete.
Gracias a Dios ella era mucho menos curiosa que Noel. No me preguntó
a dónde iba, con quién estaría, lo que estaría haciendo, o cuándo estaría en
casa. Era bueno saber que alguien en este hogar podía tratarme como una casi-
adulta y darme un poco de confianza.
Salté sobre Brandt que se hallaba tirado en una bolsa de frijoles en el
suelo, donde miraba la película. Incluso logré evadir su pie cuando, de forma
deliberada, extendió su pierna para hacerme tropezar.
Una vez fuera, me detuve para respirar profundo. ¿Realmente iba a hacer
esto? ¿Solo... pasar el rato y acechar a un chico que me gustaba? Eso sonó poco
convincente y desesperado. Pero, sinceramente, no creía que pudiera superar
aún más mi calificación en la escala de loca después de lo que hice la noche
anterior. Y en cuanto más estuviera pensando en todas las desagradables putas
a medio vestir que estarían merodeando por todo el bar, tratando de coquetear
con él, lo más que no podía hacer era quedarme en casa, viendo películas de los
años ochenta con mi cuñada y hermanos menores.
Asintiendo con propósito reafirmado, me dirigí al coche esperando por
mí. Amaba el coche de Zoey. Era uno de esos bonitos, limpios, prístinos nuevos
sedanes de lujo. Ella tenía dinero, pero no podrías saberlo a menos que vieras
su coche. Deseé tener uno. En realidad, tenía un poco de dinero para conseguir
uno, pero Noel me había convencido para comprar solo cosas importantes con
ese dinero... como la matrícula universitaria. Y finalmente desde que fue capaz
de conseguirse un camión destartalado, lo que significaba que teníamos dos
vehículos en casa —el suyo y el de Aspen— por lo general no necesitaba mi
propio automóvil.
Zoey pasaba los canales en la radio cuando abrí la puerta del pasajero.
Alzó la vista cuando me deslicé dentro y me puse el cinturón de seguridad.
—Hola. —Su voz era demasiado alegre, su sonrisa demasiado brillante.
Se sentía como una gran, inquisición atormentada por los remordimientos. No
podía soportar la presión.
Así que espeté—: Tuve sexo con Oren anoche —En un largo, masivo y
ejecutado aliento, solo para gemir con dolor y hundirme más en mi asiento
mientras llevaba mis manos a mi cabeza en derrota.
Olvida la tortura china del agua y los tornillos; solo tengo una inocente
sonrisa de mejor amiga en mí, y me encontraba soltando todo.
Maldita sea, ella era buena.
Pero, oh, era un alivio finalmente confiar en alguien.
—Mmm... —Zoey envolvió ambas manos alrededor del volante como si
necesitara aferrarse a algo estable para prepararse a sí misma—. Si ese es el
código para otra cosa, yo no... yo no lo entiendo.
Mirando a su alrededor para asegurarme de que nadie escuchaba, a
pesar de que nos encontrábamos sentadas solas en un coche cerrado en la
oscuridad —oye, ella podría haber escondido a Quinn en el asiento trasero—
me incliné sobre la consola central y confesé—: Ese no era un código. Para nada.
En serio, tuve sexo con él. Anoche.
—Pero eso no... —Sacudió la cabeza—. Espera. ¿Qué? —Sus ojos se
abrieron de par en par y pegó sus dos manos sobre la boca—. ¿Quieres decir
que eres la Visitante Nocturna?
—¿Quién?
—Quinn me dijo... Oh buen Dios, Caroline. Por favor, no me digas que te
colaste en su habitación la noche anterior en la oscuridad y... y... bueno, sin que
él sepa que eras tú. ¿Lo hiciste?
—Me metí en su cuarto oscuro sin que él sepa que era yo y tuve sexo con
él... dos veces. Bueno, dos veces para él. Cuatro explosiones para mí.
Zoey contuvo el aliento y se llevó las manos al pecho. —Mierda —dijo,
una chica que probablemente solo había dicho tres malas palabras en voz alta
en toda su vida—. Oh Dios. ¿Por qué me dices esto? —Comenzó en una especie
de voz cantarina mientras hablaba más para sí que para mí—. No deberías
haberme dicho esto. No debería saberlo.
—Tenía que decirle a alguien —argumenté—. Porque, vaya, mi mente
está completamente estropeada. Estuvo bien. Oh, Dios mío, estuvo tan bien,
Zoey. Como... si quisiera construir una habitación dentro de mis bragas y
obligarlo a vivir allí permanentemente a gusto. No puedo guardar esto para
mí. Y tú eres mi mejor amiga. ¿A quién más podría decirle?
—Pero él es mi compañero de cuarto —exclamó—. Y el de Quinn…oh,
no. Quinn. No puedo ocultarle esto a Quinn.
—Uh, sí, puedes. De ninguna manera Quinn puede saber de esto. Él le
dirá a Oren, o peor... a Noel.
—Noel —jadeó Zoey—. Mierda. Si Noel se entera…
—Lo sé —susurré—. Así que solo vas a tener que mantener esto entre
nosotras dos.
Zoey tragó saliva, pero nos sacó del camino de entrada. —¿Por qué? —
preguntó finalmente—. ¿Por qué me pones en esta posición? ¿En serio? ¿Qué te
he hecho?
Acaricié su brazo, sintiéndome de repente menos estresada y más alegre
ahora que había conseguido sacar el secreto de mi pecho. —Solo un beneficio de
ser mi mejor amiga.
Cuando me lanzó una mirada seca a través del interior del coche oscuro,
sonreí. Por último, suspiró y relajó sus hombros. —Así que... ¿por qué lo
hiciste? Digo, sé lo mucho que te gusta, pero esto parece... un poco extremo.
¿Un poco? ¡Ja! Adoraba sus subestimaciones.
No muy segura de cómo explicarlo, ya que había sido una de esas ideas
imprudentes que no tuve el tiempo de pensarlas, me encogí de hombros. —Una
vez, tú me dijiste que le gustaba.
—Le gustas, Caroline, pero también te dije el porqué se mantiene lejos.
Solté un bufido y miré por la ventana lateral. —Y te dije que si le gusto
tanto como me gusta a mí, no iba a dejar que mi hermano se interponga entre
nosotros. Y no lo hice, ¿verdad? Al hacerlo de esta manera, puedo proteger
tanto a Noel como a Oren. Noel nunca lo sabrá, y Oren tampoco, así nunca
tendrá que sentirse culpable por ello. Es básicamente la solución perfecta.
—De acueeeerdo.
Le fruncí el ceño por su tono sarcástico. Se suponía que yo debía ser la
ingeniosa y sarcástica de las dos. Ella era la amiga dulce y comprensiva. ¿Por
qué no estaba sintiendo el dulce apoyo?
Oh sí. Porque finalmente salí del final profundo, y de ninguna manera
nadie podría —ni siquiera Zoey Blakeland— apoyar esto.
—Sabes, él ya le dijo a Quinn y a Noel sobre ti. Te están llamando la
Visitante Nocturna.
Me encogí mientras las náuseas se revolvían en mi estómago. —¿Le dijo
a Noel? Maldita Sea. Tenía miedo de eso.
—Bueno, ¿qué esperabas? Estamos hablando de Ten. No es exactamente
del tipo privado cuando se trata de compartir los detalles de sexo.
—Lo sé —gemí—. Pero... no podía evitarlo, Zoey. Él es... es tan... es Oren.
Todo dentro de mí se llena de vida cuando está cerca. He estado loca por él
durante tanto tiempo, queriéndolo desde hace meses, que empezaba a volverme
loca. Y él nunca iba a hacer nada al respecto. Tú sabes eso.
Asintió pensativa. —Tienes razón. Él no lo habría hecho. A pesar de
todos sus defectos…
—Y hay muchos —concordé.
Sonrió. —Siempre ha sido una de las personas más leales que conozco
cuando se trata de sus amigos. Va por encima y más allá por ellos. Y nunca
traicionaría a sabiendas a uno de ellos.
Tragué saliva. —¿Estás tratando de hacerme sentir culpable? —Porque
funcionaba.
—No —se apresuró a decir—. Es que... supongo que en cierto modo, me
alegro de que lo hicieras de esta manera. Quiero tanto a los dos juntos. Los dos
se merecen amor y felicidad. Tengo miedo de tu... tu...
—¿Estupidez? —conjeturé.
—Descarado coraje —corrigió mientras entraba en el aparcamiento al
otro lado de la calle del club. Cuando apagó el motor, se volvió hacia mí—. Pero
en serio. —Hizo una mueca—. ¿Cómo prevés que termine esto?
Me encogí de vuelta y en voz baja le respondí—: Mal. Probablemente
épicamente... desastrosamente mal...
Me encontraba tan segura de que ella asentiría y estaría de acuerdo, pero
se mordió el labio un momento antes de murmurar—: No lo sé. Tal vez saldrá
bien. Quiero decir, nunca en un millón de años pensé que Quinn y yo íbamos a
terminar juntos cuando lo conocí. Así que, tal vez...
Tomé su mano y la apreté con gratitud. —Te amo. Sabes que esto va a
acabar terriblemente, y piensas que soy loca y tal vez estúpida, pero aquí estás,
apoyándome de todos modos. Gracias.
Zoey devolvió el apretón, y miró por la ventana las luces intermitentes
del bar de enfrente. —Por lo tanto, sé que Ten está trabajando esta noche.
Supongo que estamos aquí para asegurarnos de que ninguna otra mujer tenga
sus patas sucias en él, ¿verdad?
—Guau. Tú me conoces tan bien.
Suspiró y abrió la puerta. —Da miedo, ¿no?
Había una cola para entrar esta noche. Después de que nos movimos por
la calle y esperamos un par de minutos en la cálida noche, Harper, el portero,
negó con la cabeza cuando nos vio. —Ah, infierno. Huelo problemas.
—Siempre —respondí felizmente y me incliné para besar su mejilla.
Harper sonrió, pero me alejó. —Oye, nada de eso. Tu hermano está
dentro. ¿Quieres que muera lenta y dolorosamente? Ahora, rápido. Dame algo
para mirar así parece que estoy comprobando sus identificaciones.
Lo hicimos y le dimos las gracias por dejarnos entrar sin tener que
pagar. Zoey me agarró del brazo tan pronto como empezamos a pasar por
delante de él. Me apretó con fuerza. —Espera. No me dijiste que Noel también
trabajaba esta noche.
Me encogí de hombros y de inmediato deslicé mi atención a la barra,
pero maldita sea, había demasiada gente en mi camino. ¿No se dan cuenta de
que necesitaba un vistazo de Oren, como, ahora?
—Un problemita. —Hice un gesto con la mano a Zoey, haciéndole saber
que no me preocupaba por mi hermano.
Pero ella gritó—: ¿Problemita?
Murmurando lo que sonaba como una oración en voz baja, tomó mi
mano y empezó a conducirme hacia la barra.
Me resistí, haciéndole perder el equilibrio por accidente, y justo cuando
se volvió hacia mí con duda en su mirada, allí estaba él. Era como si la multitud
se abriera y las luces de neón azules destellaran sobre él. Los músculos de mi
estómago al instante convulsionaron con placer, y apreté mis piernas. Estaba
casi tentada a cubrir mis pechos palpitantes con mis brazos.
—¿Qué pasa?
Ni siquiera podía responder a la pregunta de Zoey. Me encontraba
demasiado ocupada alimentando el deseo. Pero, vaya.
Lo había visto casi todos los días desde que nos conocimos hace un
año. Él era un visitante frecuente en la casa Gamble. Mis hermanos menores lo
trataban como a su estera personal de abordar; y hablando de abordar... Quería
abordarlo en este momento.
Sin embargo, no importaba cuántas veces lo había visto, o lo familiar que
me sentía con su apariencia; esta noche se veía mejor que nunca.
Su cabello perpetuamente desordenado lucía extra oscuro en este tipo de
iluminación y en serio destacaba el hecho de que tenía que afeitarse. No tengo
idea de cómo se las arreglaba para acicalarse así ya que siempre parecía poseer
un rastrojo de barba, pero le quedaba bien. Destacaba los ángulos masculinos
en su mandíbula y enmarcaba sus labios llenos a la perfección.
Maldita sea. Lo quería tanto. Mis dedos se cerraron, con ganas de seguir
el camino hasta sus brazos tonificados. Mi boca se hizo agua, queriendo chupar
su manzana de Adán.
Se sabía que una chica tenía un gran flechazo cuando incluso las rectas y
cejas oscuras de un chico la excitaban. Y las suyas definitivamente lo hicieron.
—Creo que me voy a venir —le dije a Zoey. Mi mano se cerró sobre la
suya mientras mi respiración se alzaba.
Ella gritó—: ¡Santa...
—Mierda —terminé. Mi núcleo se apretó dolorosamente. No podía creer
que me encontraba tan excitada solo de mirarlo y recordar—. Esto es
embarazoso.
Cuando un grupo de chicas se acercó a la barra, Oren les sonrió con
labios que anoche estuvieron en mi piel, destellando dientes que se habían
hundido en la parte trasera de mi hombro. Con los brazos abiertos, apoyaba sus
manos —esas manos que habían estado encima de mí, tirando de mi pelo,
jugando con mi clítoris, empujando dentro de mí— en el borde del mostrador e
inclinado hacia ellas para escuchar su orden. Les gruñí por estar tan cerca de mi
hombre, a pesar de que él era el que se movía hacia ellas.
—¿Quién mierda son ellas?
—Son clientes. Ellas solo quieren una bebida. Cálmate, chica. —Zoey tiró
de mi mano y me llevó lejos, quitando mi perfecta vista de mi hombre perfecto.
Fruncí el ceño hacia ella, a pesar de que agradecía el respiro. Mi cuerpo
todavía palpitaba por liberación, pero sin verlo, la intensidad de cada pulso
empezaba a disminuir.
Cuando encontramos una parte vacía de pared para apoyarnos en la
parte más oscura del club, inhalé aire y me obligué a calmarme.
—¿Mejor? —Zoey estudió mi rostro con preocupación arrugando su
frente.
Asentí. —Sí. Gracias.
Asintió también. —¿Y ahora qué?
Mi cara se arrugó cuando la miré. —Tengo que verlo de nuevo. Quiero
decir, no como yo. Como ella. Solo quería que anoche sea algo de una sola vez,
pero Zoey, no lo entiendes. Fue tan... Fue…
Me envió una sonrisa triste. —En realidad, lo entiendo. Totalmente.
Supongo que sí. Era difícil de creer, pero hace apenas unos meses, Quinn
había sido completamente prohibido para ella ya que él estuvo saliendo con
alguien más. No importaba lo mucho que todos los demás podrían decir que
ellos se pertenecían juntos, tuve una mala sensación de que nunca lo estarían
porque ambos eran demasiado honorables. Pero aquí estaban ahora, juntos y
más felices que nunca.
Eso debería darme algún tipo de esperanza.
Pero no lo hizo. Mi situación era un poco diferente que la de ellos. Y yo
no era de ninguna manera tan honorable como ellos.
—Tengo que de alguna manera colarme de nuevo en su habitación sin
que él sepa que soy yo.
Zoey rió. —¿El regreso de la Visitante Nocturna?
—Sí. —Asentí antes de que sus palabras se hundieran. Y así como así, se
me ocurrió una de mis ideas locas y espontaneas—. Sí —murmuré de nuevo,
mirándola un poco maniáticamente—. Visitante Nocturna. Zoey, eso es brillante.
—Oh Dios —gimió, ya encogiéndose—. ¿Qué acabo de empezar?
Agarré su antebrazo, apretándolo entusiastamente. —¿Puedes conseguir
su teléfono?
Empezó a decir que sí, cuando se dio cuenta de lo que realmente quería
decir. —¿Qué? ¿Quieres decir ahora?
Traducido por Vani
Corregido por AmpaЯo

Cinco minutos más tarde, Zoey se abría paso entre la multitud con la
sonrisa más grande en su rostro.
—¡Lo hice! Conseguí su celular. —Se veía tan emocionada y orgullosa de
sí misma que era adorable—. No puedo creer que lo hice. Me siento como una
rebelde en este momento.
—Oh, cariño, lo eres. Lo eres demasiado. —Me froté las manos—. Ahora
dame.
Me entregó el celular. El plástico liso se sentía fresco en mis manos.
Parecía cualquier otro teléfono inteligente con una cubierta azul claro. Pero se
sintió casi electrificado en mi tacto, como si su superficie santificada crepitara
contra mis dedos.
Este era el teléfono de Oren.
Sí, yo era jodidamente tonta por celebrar el solo sostener su teléfono.
Pero no me importaba. ¡Estaba sosteniendo su teléfono!
—No vas a cambiar el número de nadie, ¿verdad? —preguntó Zoey.
—¿Qué? No. Por supuesto que no. —Al darme cuenta que me veía como
una persona espeluznante, me aclaré la garganta y encendí el teléfono antes de
apretar el botón de inicio. Cuando lo encendí, apareció una solicitud de
contraseña. Gemí.
¿Pero qué demonios? ¿En serio protegía su teléfono con una contraseña?
¡No!
Eché un vistazo a Zoey. Levantó la mirada y se mordió el labio con
simpatía.
—¿Alguna idea? —pregunté.
—No. Pero no lo imagino teniendo una contraseña difícil. Es tal vez algo
así como uno, dos, tres, cuatro.
Asentí. Sí, eso parecía propio de él. Lo marqué.
Nada.
Después de pensarlo un segundo, intenté otra.
—Demonios. Esa tampoco.
—¿Qué has intentado? —preguntó Zoey.
—Seis, siete, tres, seis. Ya sabes, los números de O-R-E-N.
—Oh, sí. Eso es lo que Quinn pone en su contraseña, pero ya sabes... el
utiliza nueve, seis, tres, nueve por... Zoey. —Se sonrojó y sonrió hasta que sus
ojos se abrieron—. ¡Oh! ¿Puedo probar uno?
Fruncí el ceño sospechosamente pero le pasé el teléfono. —Vale.
De inmediato pulsó cuatro números. Tristeza entró en su mirada, pero
luego asintió. —Estoy dentro.
—¿Qué? ¿En serio? —Me incliné para ver la pantalla de inicio con un
fondo temático del fútbol americano. Mi estómago se lanzó con entusiasmo y
decepción porque ella lo conocía mejor—. ¿Qué números usaste?
—¿Qué? —Ella frunció su rostro rápidamente, con los ojos muy abiertos
por la culpa.
Me aparté, frunciendo el ceño. ¿Qué demonios trataba de esconderme?
Antes de que pudiera acribillarla con preguntas, sin embargo, el teléfono
sonó en sus manos. Gritó y casi lo dejó caer. Tuvo que buscar a tientas para que
no se deslizara entre sus dedos, pero una vez que lo tuvo firmemente de nuevo
en sus manos, su rostro se drenó de color. —Oh Dios mío, está sonando. ¿Qué
hago?
—¡Siléncialo! —susurré, mirando a su alrededor con la esperanza de que
nadie escuchara el timbre distintivo “We want some pussy” de 2 Live Crew.
Pero el lugar era tan escandaloso y el karaoke era tan malo, que no creí que
tuviéramos un problema con que alguien escuchara mucho de lo que hacíamos
aquí en nuestra esquina privada.
Zoey, sin embargo, continuó frenética. —¿Cómo lo apago? No sé dónde...
—Sus palabras se cortaron cuando su atención se centró en la pantalla. Y solo
así, toda su cara se iluminó—. Oh, es Quinn.
Presionó Responder y llevó el celular a su oreja.
—¡No! —grité, empujándolo lejos.
Demasiado tarde.
Fue un instinto natural para ella hablar con su hombre. Ya decía—:
¡Hola! —Una fracción de segundo después, sus ojos se abrieron como platos y
dirigió su mirada hacia mí—. Oh, mierda —murmuró al darse cuenta de que
acababa de contestar el teléfono de Oren.
Podía oír la voz de Quinn en el otro extremo de la línea, sin duda,
preguntándole porqué respondía su teléfono.
El pánico llenó su rostro. —Em... porque ayudé a Caroline a robarlo —
dijo, solo para estremecerse y presionar la mano contra su cabeza—. Lo siento —
me susurró. Luego siguió confesando todo—. Porque ella es la Visitante
Nocturna... y yo estoy ayudándola a configurar uno de esos números de
teléfono de Google Voice en su lista de contactos y...
—¡Zoey! —Arranqué el teléfono de su mano antes de que pudiera contar
todo... a pesar de que ya lo había hecho.
—Lo siento —se lamentó una vez más, claramente consternada—. Pero
no puedo mentirle. Simplemente... no puedo. Juro que su voz es un suero de
verdad para mí.
Le gruñí y apreté el teléfono en mi oído, mi mente dando vueltas sobre
cómo podría cubrir los daños. —¿Quinn? —dije con vacilación antes de morder
mi labio.
—Caroline. —Era generalmente agradable y amable conmigo, pero el
tono duro en su voz cuando dijo mi nombre me hizo saber que no se sentía muy
agradable... o amable. Entonces explotó—. ¿En qué demonios acabas de meter a
mi novia?
—Lo siento —broté al instante. En serio lo sentía por haberla puesto en
una posición tan horrible—. Pero era la única persona con la que podía contar.
Sabes, debe ser un honor tener una mujer tan confiable de apoyo.
—Sí, bueno, Estoy un poco demasiado enojado por el momento porque
la involucraste en una pequeña jerarquía desviada de mentiras. Zoey odia
mentir.
—Lo sé. Lo sé. —Hice una mueca, sintiendo aún más culpa.
Si yo fuera inteligente, cortaría esto ahora e iría a casa, pretendiendo que
esta noche jamás sucedió. Pero cuando se trataba de Oren, no era inteligente.
Era demasiado emocional para esa mierda.
—Me siento como una mierda por involucrarla en esto, pero... ya es
demasiado tarde. Por favor, solo dime que no vas a decirle a Oren... o a Noel.
—¿En serio me estás pidiendo que le mienta a mis dos mejores amigos en
la tierra?
Oh, Dios. Estaba jodida. Pero dije—: Sí, supongo. Lo siento. Pero, por
favor. —Por favor, por favor, por favor.
Por supuesto que les diría. ¿Por qué no debería? Su lealtad siempre estaría
tanto con Oren como con Noel antes de que les mintiera por mí.
Se sentía como si mi vida hubiese terminado. Las cosas empezaron a
hundirse en la boca de mi estómago. Cosas malas y terribles que no pertenecían
ni de lejos a un estómago.
Pánico, miedo, hiperventilación.
Noel iba a averiguar lo que había hecho.
Oh, mierda. Oren iba a averiguarlo. ¿Qué haría cuando se enterara que la
de anoche había sido yo? ¿Volvería a hablar conmigo? ¿Estaría disgustado?
—Mierda, Caroline —murmuró Quinn en mi oído—. Por mucho que
creo que ambos tienen derecho a saber lo que hiciste, tuviste que meter a Zoey
en esto, ¿verdad? No puedo dejar que la capturen por esto.
Parpadeé, sorprendida sin habla. Pero, oh Dios mío. Había olvidado por
completo que había una persona más a la que siempre apoyaría, con quien sus
lealtades eran incluso más fuertes que las que les tenía hacia sus dos mejores
amigos en la tierra.
Una lenta sonrisa se extendió por mi rostro. Tenía a Zoey de mi lado, lo
que significaba que también lo tenía a él. ¡Sí! —Entonces, ¿no vas a decírselo?
—Solo porque tú has involucrado a mi chica.
—¡Oh Dios mío! —El alivio hizo que mis ojos palpitaran con lágrimas de
felicidad—. Gracias. Muchas gracias. Te amo.
Se rió. —Lo siento, pero ya estoy tomado. —Y Gracias a Dios por eso. Su
amor por Zoey era lo único que garantizaba su silencio en este momento—.
Déjame hablar con ella de nuevo —exigió.
—Claro. —Le pasé felizmente el teléfono.
Vi a Zoey soltar disculpa tras disculpa antes de que saliera a borbotones
su amor por él. Empezaba a creer que era antinatural la rapidez en que se
perdonaron y se arreglaron cuando la llamada finalmente terminó. Pero como
sea. Me gustaba verlos arreglarse más de lo que me gustaría verlos luchando...
Si alguna vez peleaban.
También era antinatural la forma en que nunca peleaban.
—No olvides borrar su llamada del historial —advertí.
Lo hizo y luego me lo entregó. Tuve que tomar el mío de mi bolsillo para
recuperar el nuevo número que había conseguido, y luego configuré los detalles
en el de Oren. Un estremecimiento corrió a través de mí mientras guardaba mi
nueva información.
Estaba a punto de salir de su libreta de direcciones cuando me di cuenta
del nombre Marci Bennett. Mis dedos se congelaron mientras miraba fijamente
el nombre de la perra que había delatado a Aspen y Noel al jefe de ella e hizo
que la despidieran. No me gustaba ver su nombre en el teléfono de Oren. Y me
gustó aún menos saber lo que significaba que esté allí.
Las náuseas me inundaron. ¿Había estado con Marci jodida Bennett? De
repente quería cortar su pene. Pero entonces amaba su pene. Amaba cómo se
había sentido en mí, cómo se había movido y... ¡Maldita sea! ¿Por qué tenía que
ir y compartirlo con cada maldita mujer que conocía?
Antes de que pudiera detenerlo, mis dedos comenzaron a borrar el
número. Pero Zoey agarró mi muñeca. —¿Qué estás haciendo?
—Él tiene el nombre de Marci Bennett aquí. Marci... Bennett.
Zoey parpadeó sin comprender. —¿Quién?
—La perra que quería a Noel para sí misma, por lo que tomó fotos de él y
Aspen juntos para despedir a mi cuñada de su trabajo.
—Oh. —La boca de Zoey se abrió—. Ella. Bueno... —Se mordió el labio y
miró el nombre de Marci en la libreta de direcciones de Oren, haciendo una
mueca.
—Este es su pequeño libro negro, ¿verdad? Todas las mujeres con las que
se ha acostado tienen sus dígitos aquí. No puedo creer que fui tan estúpida
como para pensar... No sé. No sé en qué pensaba, incluso para venir aquí esta
noche y robar su teléfono.
—No puedes culparlo por las mujeres que tuvo en el pasado, Caroline.
Quiero decir, Cora es la última persona en el planeta que quiero que tenga
conocimiento carnal de Quinn, pero es quizá la que le enseñó la mitad de las
cosas que hacemos juntos. Y sí, eso me molesta. Pero no puedo dejar que me
consuma. Si no puedes superar lo que Ten tuvo antes de conocerte, entonces...
—Pero ¿y si lo hace esta noche? O mañana o... infierno, Zoey. Yo fui solo
otra conexión de viernes por la noche para él. Nada, absolutamente nada lo está
manteniendo alejado de hacer su siguiente movimiento.
—Pensé que era por eso que pusiste tu nuevo número en su teléfono. —
Zoey hizo señas, luciendo de repente insegura—. Ibas a mantener su atención
en ti así él no haría... —Pero sus palabras fueron a la deriva como si ella también
se dio cuenta de que era probable que no funcionara.
Oren no decidiría inesperadamente ser monógamo por una extraña en la
oscuridad que se negó a mostrar su cara o decirle su nombre.
—No puedo mandarle un mensaje de texto, diciendo: “Tu pene ahora es
mío. Aléjalo de cualquier otra mujer, o voy a quitarlo físicamente y mantenerlo
en un frasco junto a mi cama”. Eso sonaría un poco espeluznante.
—En realidad, pensaba que esto sonaba muy espeluznante.
Resoplé y empujé su hombro. —Lo que sea. No puedo... simplemente no
puedo...
Pero entonces miré hacia la barra. Nadie había puesto en marcha el
karaoke desde que la última persona había terminado de cantar, por lo que una
canción normal se escuchaba por los altavoces y Ten balanceaba su cabeza al
ritmo mientras llenaba una jarra de cerveza en el grifo.
Después que se la entregó al cliente esperando y aceptó el pago, se fue
bailando hacia la caja registradora donde Noel contaba el cambio. Oren le dijo
algo a mi hermano antes de que él le diera la espalda a Noel, meneó su trasero y
fingió molerse contra su pierna.
No pude evitarlo; me reí mientras Noel lo empujó lejos antes de dejar
escapar una sonrisa renuente y sacudir la cabeza.
Eso era lo que siempre me atrajo de Oren; sus alegres y despreocupados
chistes que únicamente hacia él. No parecía importarle lo que pensaran de él;
solo seguía su propio camino, hacía lo suyo, y logró construir lealtades que eran
irrompibles para quiénes llamaba amigos.
—Está bien, tal vez pueda soportar su... pasado sucio —dije.
La miré, sintiéndome reforzada. Había estado hablando todo el día, a
sabiendas que lo que había hecho estaba mal y con ganas de volver a hacerlo de
todos modos. Pero ahora... ahora me sentía totalmente segura. Tenía que volver
a verlo.
—Tenemos que volver a poner este teléfono donde lo encontraste.
Zoey asintió y comenzó a agarrarlo, pero negué con la cabeza. Había sido
más allá de afortunada por no haber sido atrapada la primera vez que había ido
al bar. Un segundo viaje sería demasiado arriesgado.
Echando una hojeada sobre la barra para asegurarme que Noel o Oren
aún no nos habían visto, me quedé helada cuando hice contacto visual con el
tercer camarero. Asher sonrió y comenzó a saludar, pero negué con la cabeza
frenéticamente y llevé la mano a mi garganta, pidiéndole que se detenga.
Lo hizo, frunciendo el ceño ligeramente. Luego miró hacia mi hermano y
se volvió hacia mí para torcer su cabeza de una manera curiosa. Puse el dedo
sobre mi boca y le hice señas para que viniese hacia nosotras. Una vez más,
comprobó lo que hacían sus compañeros de trabajo. Luego se volvió hacia mí
con un movimiento de cabeza mientras sostenía un dedo, diciendo que espere
un minuto.
—Increíble —murmuró Zoey a mi lado—. Creo que en realidad seguí
toda la conversación. Asher y tú serían unos espías impresionantes.
Le guiñé un ojo. —Si tan solo pudiéramos usar nuestros poderes para el
bien.
Apenas alcancé a Asher dándome el visto bueno mientras iba por el
pasillo llevando una bandeja llena de material de vidrio utilizado.
—Vamos. —Agarré la mano de Zoey y tiré de ella, atravesando la gente,
así podría quedarme fuera de la vista desde el bar. Nuestra misión se hizo más
peligrosa porque tuvimos que pasar cerca de él para llegar a la sala, pero Oren y
Noel parecían ocupados sin Asher a mano para ayudar. Así que no nos hicieron
caso.
Asher esperó con los brazos aún cargados de vasos sucios. Reduje la
velocidad hasta detenerme, y Zoey se puso a mi lado. Con el ceño fruncido en
los platos que él arrastraba hacia la cocina de atrás, sacudí la cabeza. —¿Pick no
les compró una nueva máquina de esas que desinfectan y lavan los vasos bajo el
mostrador?
Suspiró y rodó los ojos. —Se estropeó y el nuevo pedido está retrasado.
Pick está molesto. —Luego miró curiosamente entre Zoey y yo—. ¿Qué pasa,
chicas? ¿Al final han decidido renunciar a sus hombres y ser mis groupies
favoritas?
Mis hombros se hundieron. Tal vez sería mejor para mi salud mental si
renunciara a Oren para estar cerca de Non-Castrato, pero... había llegado tan
lejos.
—Por desgracia... no. —Levanté el teléfono de Oren para mostrárselo—.
¿Puedes echar esto detrás de la barra?
Asher miró el teléfono y levantó una ceja. —Eso es de Ten.
Asentí y le envié un encogimiento.
Una provocativa sonrisa iluminó su rostro. —¿Quiero saber lo que hiciste
con él?
Esta vez, negué con la cabeza.
Rió. —Genial. Cuenta conmigo. Deslízalo en el bolsillo frontal, dulzura.
Ya que sus manos se hallaban llenas, sosteniendo una bandeja de vasos,
alcancé el bolsillo delantero de su camiseta negra y deslicé el teléfono antes de
darle palmaditas con gratitud.
—¿Y un poco de cariño? —Se animó, inclinando su rostro hacia abajo y
hacia un lado para mostrarme su mejilla.
Rodé los ojos pero me incliné para besar su mejilla. Él asintió y luego se
volvió a Zoey. —Tú también, princesa. No seas tímida.
Zoey a regañadientes dio un paso adelante y lo besó en la mejilla.
Asher se enderezó, viéndose bastante orgulloso de sí mismo. —Damas —
murmuró—, fue bueno hacer negocios con ustedes. —Entonces se dio la vuelta
y se alejó.
Quería quedarme para asegurarme de que lograra hacer su trabajo. Pero
confiaba en Asher, así que agarré el brazo de Zoey. —Vamos a salir de aquí
antes de que seamos atrapadas.
Tenía algunos mensajes de texto que escribir.
Traducido por Amélie & Beatrix
Corregido por Itxi

—Mierda. —Me quedé boquiabierto mirando la pantalla de mi teléfono


mientras leía el mensaje de texto que me enviaron durante el trabajo.
El bar cerró casi veinte minutos más temprano, y todos limpiábamos, ya
a punto de terminar nuestros deberes. Acababa de coger mi teléfono de donde
lo había dejado junto a la caja registradora cuando me di cuenta de que tenía un
mensaje en espera.
¿Has sido un buen chico desde nuestro primer encuentro? Solo te voy a
dar una repetición de la noche anterior, si has sido un buen chico.
El remitente se llamaba… Visitante Nocturna.
—Santa puta mierda.
—¿Qué? —preguntó Noel con curiosidad mientras se me acercaba por
detrás.
Me giré hacia él, sintiendo la necesidad instintiva de proteger mi pantalla
de sus ojos. Pero luego me dije que era estúpido. No tenía necesidad de ocultar
esto. No tenía ninguna razón. Así que giré el teléfono para que lea el mensaje.
—De alguna manera tomó mi teléfono y añadió su nombre y número. —
Lo giré de vuelta y me pregunté en voz alta—: Eso es tan extraño. ¿Y cómo
diablos sabe que ustedes la llamaban la Visitante Nocturna?
A menos que sí fuera Caroline. Quizá Gamble se lo mencionó, o Ham le
dijo a Rubia, y ella le contó.
Me limpié la mano de repente temblorosa sobre mi boca, Gam rió y me
golpeó en el hombro. —Bueno, ¿no eres un afortunado hijo de puta? ¿A quién
diablos le importa cómo lo puso? Quiere verte de nuevo. ¿No es eso lo que
querías?
—Sí —murmuré ausente—. Supongo. —Pero joder, no podía creer que
contactó conmigo. Por la forma en que salió de mi habitación la noche anterior,
creía que sería la última vez que sabría de ella. Empecé a sudar, nervioso y
eufórico al mismo tiempo.
Gamble me dio un codazo de nuevo. —¿A qué esperas? Escríbele.
Le fruncí el ceño, sin querer mensajearla así en público. Pero, oh… sin
duda le contestaría.
—¿Escribirle a quién? —preguntó Asher, mirando a mi teléfono, que aún
sostenía en mi mano temblorosa.
Fruncí el ceño y guardé el teléfono en mi bolsillo trasero, fuera de la
vista. —Nada —dije al mismo tiempo que Gamble espetó—: Ten tiene una
admiradora secreta.
Aunque rodé los ojos, me recordó a lo que hice el semestre pasado,
dejando dibujos de Caroline en su silla de la clase de arte. Maldita sea, era un
perdedor cuando se trataba de ella. Honestamente, le dejé sus dulces baratijas…
solo para hacerla sonreír.
Era imposible pensar que ella podría hacerme lo mismo... con rondas
nocturnas de sexo salvaje y caliente en lugar de estúpidos dibujos.
—Oh, ¿en serio? —Hart arqueó una ceja curiosa y cruzó los brazos sobre
el pecho—. Cuenta.
No quería contarle nada. Odiaba la amistad que tuvo con Caroline. Me
irritó tanto por dentro que no podía soportar a este tipo. Pero Gamble parecía
pensar que era perfecto. Él comenzó a hablar sobre todo mi encuentro con
Car… quiero decir, la Visitante Nocturna. Y cuanto más hablaba mi buen
amigo, más intrigado parecía estar Hart.
—Así que, ¿cuándo crees que tomó tu teléfono y añadió su número? —
preguntó.
—¿Cómo diablos voy a saberlo? —Le envié una última mirada furiosa de
mal humor y murmuré—: Me voy.
Me di la vuelta, y Gamble y Hart se reían de mí como si pensaran que mi
mal humor fuera lindo. Les demostré lo contrario y me abrí paso hacia la noche
cálida de abril. Eran más de las dos de la mañana y las calles se hallaban
tranquilas y la luz tenue. Tiré mi teléfono de mi bolsillo e inmediatamente
comprobé mi libreta de direcciones mientras corría por la calle hasta el
estacionamiento donde se encontraba mi camioneta.
En primer lugar, comprobé el número de la Visitante Nocturna, y luego
me desplacé hasta la C y miré el contacto de Caroline. Esperaba que los dos
números fueran el mismo. Pero no lo eran. Sentí una extraña decepción. Reduje
la velocidad hasta detenerme en la acera y me quedé mirando el nombre de
Caroline en mi pantalla con una serie de números totalmente diferente al de la
Visitante Nocturna.
Negué y respiré profundamente, casi tentado de borrar el mensaje y el
número, pero apreté los dientes y miré hacia el cielo. Mil millones de estrellas se
asomaban, casi burlándose de mí con su encantador centelleo.
No podía creer que estuve tan seguro de que era Caroline.
Un suspiro largo alivió mis pulmones. Bueno... ¿quería ver a la mujer de
nuevo, o no? No me gustaba negarme a un coño libre. Pero saber que la noche
anterior fue en realidad con una completa extraña me inquietaba. No me
gustaba sentir la conexión que sentí con una mujer que no fuera Caroline. Ya
tenía suficientes emociones estúpidas en mi interior porque suspiraba por una
mujer. No quería añadir otra chica a la lista.
Entonces recordé que solo me sentí cerca de la Visitante Nocturna
porque me recordó mucho a Caroline, así que... ¿qué tenía de malo darle otra
oportunidad? Sin ataduras, buen sexo, así que ¿por qué me encontraba parado
aquí debatiendo conmigo mismo? Podía seguir fingiendo que ella era quien yo
quería que fuera, y todo estaría bien. De todos modos, esto sería tal vez lo más
cercano a Caroline que estuviera alguna vez.
Aclarando mis pensamientos, respiré y volví a abrir el mensaje que me
envió.
Define bueno, escribí, y luego andé el resto del camino a mi camión.
Acababa de abrir la puerta del lado del conductor cuando mi teléfono
sonó. Mi polla se sacudió en respuesta, sabiendo que mis mensajes lo
involucraban directamente.
La definición de bueno: No has tenido tu pene en cualquier otra mujer,
desde que estuviste conmigo. Así que... ¿has sido bueno?
Con una carcajada, sacudí la cabeza: Han pasado apenas veinticuatro
horas desde que estuve CONTIGO. ¿Cuánto crees que me puedo mover?
Sé exactamente cuánto te mueves. Responde la maldita pregunta.
Sabía que me divertía con esto más de lo que debería, pero sonreí. Tienes
una boca sucia. Me gusta.
Por alguna razón, pensé que le gustaría el comentario. En cambio,
escribió: Tomo tu evasión a mi pregunta en el sentido de que has sido un niño
muy malo y ensuciaste tu polla con alguna otra puta. Así que hasta luego.
Resoplé, ya que no me gustaba su amenaza de tipo ultimátum: En
realidad, no, no he estado con nadie desde ti. Pero si quieres una respuesta
diferente, dame una hora. Estoy seguro de que puedo encontrar una chica
para echar un polvo. Gruñí mientras apreté en el botón enviar, preguntándome
quién demonios pensaba que era para exigirme monogamia.
Al instante, respondió: ¡No! Por favor no lo hagas.
No respondí de inmediato. La dejé sudar. No quería perder mi
oportunidad con mi aspirante a Caroline, pero tampoco iba a dejarla
mandarme.
Encendí el motor de mi camioneta y silencié mi teléfono, murmurando
en voz baja acerca de cómo nadie me poseía.
Recibí otro mensaje en el momento en que llegué a casa y estacioné frente
a mi edificio. Como no era paciente, lo abrí antes de ir a mi apartamento.
Solo te pido que no folles a nadie, mientras todavía me estés follando.
Sonaba mucho más humilde en esta ocasión, lo que me hizo petulante: Si eso es
aceptable para ti, entonces... Martes en la noche. Medianoche. Tu cuarto.
Mantén las luces apagadas. Haré una prueba de olfato, y si tu polla huele a
todo menos a jabón Ivory, me voy y nunca me tocarás de nuevo.
Bueno, esa segunda parte no fue tan humilde. Mi ceño volvió, pero luego
me di cuenta de algo más y me eché hacia atrás, sorprendido. —Mierda. —
¿Cómo sabía que usaba esa marca de jabón? Podría jurar que nunca estuve con
ella antes de anoche, pero esta chica estuvo en mi apartamento, en mi baño.
Joder, descubrió la contraseña de mi teléfono. Sabía que mis compañeros la
habían apodado la Visitante Nocturna. Y no solo eso, sabía mi horario de
trabajo, porque el martes era mi siguiente noche libre.
Demonios, tenía una maldita acosadora.
Sonreí, porque tener una acosadora era algo sexy. Las chicas locas eran
mucho más interesantes que las sensatas.
Nos vemos luego, dije.
A lo que respondió de inmediato: No, no lo harás. Será mejor que no
veas una mierda. Dije sin luces.
Negué y reí para mis adentros. Esta mujer tenía una boca sucia. Eso fue
muy impresionante: Bien. ¿Tocarte entonces? ¿Lamerte? ¿Follarte? ¿Qué
término prefieres princesa?
Cualquiera de esos servirá. Gracias.
Bien, vale. Te lamo luego, nena.
Espero el momento… Buenas noches, Oren.
Un poco de tristeza y pesar roía mi estómago. Me quedé mirando sus
listillos comentarios sexuales y me di cuenta que en realidad tuve un divertido
combate con ella. Particularmente no quería hacer nada divertido salvo follar a
esta mujer. Mi corazón ya pertenecía a otro lugar. No quería que el estúpido
órgano me extravíe.
Pero se sentía mal no responder, así que escribí: Buenas noches,
Visitante Nocturna.

El lunes, calmaba mi estrés dibujando en el patio principal del campus


entre clases, cuando Gamble y Ham me encontraron. Últimamente hacía esto
cada vez más, dibujando ausente cuando mi mente pensaba cosas que no debía
pensar. Y sabía exactamente de qué se trataba, pero me negaba a aceptarlo.
Hace cuatro años, murió parte de mí. La mayor parte. La jodida mejor
parte. Para combatir el dolor que persistía, cerré otras partes porque no podía
imaginarme amando a una chica jamás. Es más, nunca tampoco planeé hacerme
amigos de hombres. Pero Noel Gamble destrozó ese plan el día que le conocí.
Fuimos dos completos extraños forzados a ser compañeros de habitación,
y me dejé llevar. Después de que se diera cuenta de que jugué algo de fútbol
americano en secundaria, me invitó a pasarnos el balón, luego me dijo lo
impresionado que estaba con mi habilidad, y sin darme cuenta, era suplente del
equipo y empezábamos a jugar partidos para el final del año.
Nunca sentí que elegí ser su amigo. Simplemente pasó sin darme cuenta.
Me arrastró con él a mi primera fiesta, y cuando me di cuenta de lo fácil que
sería sumergirme en este sitio, en esta vida, de que podría olvidar todo el dolor
de una manera más divertida, mucho más placentera, ya era demasiado tarde.
Desde entonces, nos convertimos en un equipo. Cuando encontró un trabajo en
Forbidden, me dijo que buscaban otro camarero, así que me encogí de hombros,
pensando por qué no. Desde ahí, mi amistad con hombres se descontroló. Me
acerqué a Pick y Hamilton, incluso a Lowe, y algo así con Hart. Pero siempre
tuve cuidado de no acercarme a la persuasión femenina. Usarlas para citas
sexuales y seguir adelante, ese era mi lema.
Las mujeres te descuartizan. O bien decían cosas que destrozaban tu
autoestima, o se sentían mal cuando debías haberla protegido, lo que te dejaba
tan roto que deseabas estar muerto. Traté de mantenerme alejado de todos esos
“sentimientos” cuando se trataba de mujeres. A veces era directamente grosero
con ellas.
Bueno, de acuerdo. La mayoría de las veces era grosero… y ofensivo… y
en general molesto. Pero uno tenía que protegerse de alguna manera, porque
las mujeres te abren las putas entrañas.
No esperaba que pasara lo que me sucedió cuando Gamble metió a
Caroline en mi vida. Tampoco lo agradecí. Y no me gustaba mucho la idea de
que la mujer de Hamilton atravesara mis defensas y me hiciera sentir cosas.
¿Pero la Visitante Nocturna? No. De ninguna manera. Esta mierda tenía que
parar. Pero ya estaba pasando. Mensajear con mi pequeña compañera de cama
era divertido. Y eso me ponía muy nervioso.
Me ponía demasiado feliz y sensible alrededor de demasiadas mujeres.
Había visto a Caroline antes, caminando con Lowe y su mujer hacia el
departamento de ciencia. Anduve hacia ellos, pero me aparté de su vista antes
de que me vieran. Trabajé con Lowe anoche, y siempre me encantaba decir algo
para molestar a su mujer; a la cual apodé Buttercup. Pero no podía acercarme a
ellos en ese momento. No con Caroline allí.
Después de hacer mis planes con la Visitante Nocturna hace dos noches,
estuve preocupado de ver a Caroline de nuevo. Era como si me sintiera
demasiado culpable para enfrentarme a ella o algo, lo cual era extraño. Había
estado con numerosas mujeres desde que la conocí hace casi un año. Nunca
tuve problemas para enfrentarme a ella después de una noche de libertinaje
sexual. Pero esto se sentía… diferente, y eso seguramente causó otra sesión de
dibujo anti-estrés.
Intentaba ordenar mis estúpidos sentimientos cuando alguien me
sorprendió por detrás, agarrando mis hombros y agitándome.
—¿Qué pasa, perdedor? —gritó Gamble, sobresaltándome—. ¿Dibujando
de nuevo, como siempre?
Alcé la mirada y traté de cubrir mi cuaderno de dibujo antes de que
pudiera ver lo que hacía, porque honestamente, no sabía lo que había estado
dibujando. Le pedí a Dios que no fuera otra imagen de Caroline cuando sus ojos
se ampliaron.
Apreté los dientes y, vacilante, bajé la mirada. Sin embargo no era una
representación perfecta de la cara de su hermana. Gracias a Dios. Pero para mí,
era algo mucho peor. Un temor enfermizo pinchó mi estómago mientras miraba
fijamente las cuatro letras que dibujé y decoré con llamas.
Gamble miró a Ham, que se hallaba junto a él y mirando mi bloc de
notas. Luego se volvió hacia mí. —¿Por qué estás dibujando el nombre Zoey?
Toda calidez y sensación se drenó de mi cara. No sabía qué decirle. Eché
un vistazo a Ham, pero en lugar de ira o confusión, una especie de triste
simpatía llenó su rostro. Apreté los dientes. —Yo... estoy diseñando un tatuaje
para Ham aquí.
Aquí. Sí. Mierda, eso en realidad sonaba bien.
Gamble levantó sus cejas a Ham. —¿Vas a hacerte otro tatuaje?
Ham parpadeó, pero volvió su atención a la página donde escribí el
nombre de su mujer. Tentación brilló en su mirada. —Sí —murmuró—. Sí, he
estado pensando en ello.
Casi me quejé, seguro de que no había pensado en ello. Pero ahora que
puse la idea en su cabeza, en realidad lo consideraba. Idiota. ¿No sabía que
nunca hay que tatuarse el nombre de una mujer? Incluso si tenía la sensación de
que él y Rubia serían de los que se quedarían juntos para siempre, era tonto
tentar a la suerte de esa manera. ¿Y si Rubia lo dejaba? ¿Qué haría él entonces?
Cerré la libreta de un golpazo. Ya era hora de que empezara mi siguiente
clase, además que Gam me miraba de forma extraña, y me ponía los pelos de
punta, así que me levanté y alejé el cuaderno.
Me encontraba a punto de despedirme de esos dos perdedores cuando
Gamble miró más allá de mí y negó. —Genial. Aquí vienen problemas.
Miré para ver a Caroline y a Rubia dirigirse hacia nosotros. —Joder —
murmuré entre dientes, sabiendo que no podía escapar inadvertido, excepto
que Gam me escuchó.
Él me envió una mirada de asombro antes de que una mirada de
complicidad entrara por sus ojos. La sangre se drenó de mi cara. Mierda, ¿qué
demonios descubrió?
En lugar de dejar que me adentrara en su pequeña revelación, se volvió
hacia su hermana tan pronto como se encontraban a poca distancia para hablar.
—Oye, enana. ¿Te has estado comportando?
Ella sonrió y agitó sus pestañas. —Nunca.
Maldita sea, me encantaban las respuestas sarcásticas que daba. Siempre
hacían que me dieran ganas de besarla hasta cansarme.
Pero hoy, me dolía mirarla. Quiero decir, destellos de su rubio cabello de
seda, sus ojos azules brillantes y la barbilla obstinada siempre dejaban un dolor
en mi pecho. Pero hoy se sintió peor que de costumbre. Malditas mujeres que
me hacían sentir jodido.
Pasé por no sé cuántas chicas para calmar mi deseo por ella, y nunca me
molestó mirarla a los ojos a la mañana siguiente. Pero había algo en mis
encuentros con la Visitante Nocturna que me hacía sentir culpable. Se sentía
como si la hubiera traicionado, cuando ni siquiera era mía... y nunca lo sería.
Tampoco era lindo pensar en eso, así que volví mi atención a Zoey y
Ham mientras se acercaban para un pequeño saludo sexy. Con lengua y todo.
Por el rabillo del ojo, vi a Gamble pasar el brazo alrededor del hombro de
su hermana y decirle algo al oído. Ella se rió y le clavó su dedo índice en el
costado antes de decirle algo. La curiosidad me mataba, preguntándome qué
carajo discutían. En momentos como estos, odiaba lo unidos que eran. Jugaban
con mi cabeza.
Hermano y hermana llevándose bien, saliendo, pasándola bien.
Dios, extrañaba eso.
Gam besó el lado de la cabeza de Caroline y se alejó, aliviando un poco la
presión que se había estado construyendo en mi pecho. —Bueno, me voy a
clase. Nos vemos. Ham. Zoey —dijo a modo de despedida.
Yo, técnicamente, todavía observaba a los tortolitos, cuando los vi
apartarse para despedirse de Gamble. Y luego Gamble dijo—: Ten.
Arriesgando mi cordura, volví mi atención a él. Tenía esa mirada de
nuevo, como si supiera algo acerca de mí que nadie más sabía. No me gustaba
esa mirada. Incliné mi barbilla hacia él y murmuré—: Nos vemos —y aparté la
mirada rápidamente.
Mientras él se alejó y Ham volvió a besar a su novia, decidí irme
también.
Pero la voz de Caroline tenía que acecharme. —¿Qué te pasa?
Fruncí el ceño hacia ella, y… mierda. ¿Qué tenía que siempre me quitaba
el aliento? Simplemente porque sus ojos fueran de un tono azul pálido, su
pequeña nariz respingona terminaba de la forma más adorable, y un puñado de
pecas apenas discernibles salpicando sus mejillas, no significaba que fuera una
estrella sexy de cine. Y sin embargo, podía mirarla todo el día y todavía quería
más, porque era lo más hermoso que jamás había deseado.
—¿De qué hablas? —pregunté con un confuso encogimiento de hombros
a su mirada acusadora—. No dije nada.
—Lo sé. Y eso es sospechoso. —Puso sus manos en las caderas. En las
que quería poner mis manos—. ¿Por qué estás tan tranquilo?
Incapaz de mirarla a los ojos, bajé la mirada, solo para encontrarme con
una imagen de la vista de sus pechos perfectos. Y en serio eran perfectos. Forma
perfecta, tamaño perfecto, altura perfecta. Solo quería meter la cara en medio de
ellos y morir como un hombre feliz en el paraíso de las lanchas con motor.
Sacudiendo la cabeza un poco, abrí la boca para decirle que no sabía de
qué demonios hablaba. Pero en cambio, le dije—: Me tengo que ir.
Girándome, medio corrí, medio me alejé.
Tal vez acordar reunirme con la Visitante Nocturna de nuevo no era tan
buena idea después de todo. Fue caliente la primera noche porque fingí que era
Caroline, pero ahora que sabía que no eran la misma, me sentía como la mierda,
porque no sabía si ahora podría dejar de lado mi fijación por cada mujer.
Dios, me encontraba tan jodido.
Miré como Oren huía del patio, y sí, huir era exactamente lo que parecía
hacer. Se largó de aquí como si su culo estuviera en llamas.
Echando un vistazo a Zwinn, señalé detrás de él. —En serio, ¿qué pasa
con él? —Me pareció... malhumorado, distante, callado; todos los adjetivos que
nunca asocié con Oren. La preocupación palpitaba en mi interior.
—Tal vez descubrió tu engaño —dijo Quinn, arqueando una ceja en tanto
pasaba un brazo alrededor de la cintura de Zoey y la acercaba.
Maldita sea, no aprobaba lo que había hecho, ¿verdad?
Tragué saliva y desvié la mirada. —¿Le dijiste?
—No. Pero no es estúpido, Caroline. Si sigues así, se dará cuenta.
No sabía cómo responder a eso, así que respiré profundo.
—Lo que estás haciendo no puede conducir a nada bueno. —Quinn me
envió una mirada constante que disparó un escalofrío por mi espalda y me hizo
sentir peor de lo que ya lo hacía.
Pero incluso mientras Zoey suavemente le regañaba—: Quinn. No tenías
que decirle eso. —Asentí, de acuerdo con él. Sabía que tenía razón. Debería
detener la locura. Ya afectaba a Oren, y lo último que quería era hacerle daño.
No podía pensar en otra cosa que podría estar molestándole, y Zwinn no sabía
de otros motivos alternativos para qué pudiera estar malhumorado, distante o
callado. Tal vez era por la Visitante Nocturna.
Me aparté de ellos, despidiéndome con la mano mientras mi mente se
quedaba en Oren.
Antes de que pudiera detenerme, saqué mi teléfono de mi mochila,
actualicé mi nuevo número de Google y tecleé un mensaje.
Quizá deberíamos cancelar lo de mañana por la noche, escribí y pulsé
enviar antes de que pudiera detenerme. Un nudo se formó en mi pecho, y de
repente, me entraron ganas de llorar. ¿Nunca iba a compartir otra intimidad con
él?
Mi teléfono sonó, y saqué un estremecido aliento. Medio esperando que
rogara para que me reuniera con él de todos modos, abrí el mensaje y me quedé
mirando fijamente su respuesta.
Quizá, fue todo lo que dijo.
¿Quizá? Espera, ¿qué? Se suponía que me quería sin importa qué. ¿Por
qué no me quería? Algo andaba mal con él. O tal vez me hallaba destinada a ser
rechazada por él con cualquier identidad que usara.
No me gustaba eso. La ira creció dentro de mí: Entonces, ¿por qué TÚ no
quieres que nos encontremos?, exigí saber.
¿Por qué no quieres TÚ?, replicó.
Yo pregunté primero.
Bueno, tú empezaste toda esta jodida discusión, por lo que tendrás que
responder primero.
Maldita sea. Apreté los dientes: No sé. ¿Por dónde quieres que empiece?
Me siento engañada, supongo. Dicen que solo lo haces en la oscuridad y por
detrás. Pero, ¿qué pasa si quiero más? ¿Qué pasa si quiero recorrer mis manos
por tu pecho y tu cabello? O clavar mis uñas en tu culo mientras golpeas
dentro de mí. Quiero tu aliento, caliente y pesado, en mi oído susurrando
todas estas cosas sucias mientras que nuestros pechos chocan entre sí.
Oh Dios mío. ¿Por qué seguía escribiéndole esta mierda? Tal vez porque
no podía evitarlo. Mis dedos de repente tenían vomito de palabras.
Quiero tumbarte y trepar sobre tu regazo, y solo... montarte hasta que
te vengas dentro de mí. ¿Pero nunca seré capaz de hacerlo? Digo, si solo lo
haces desde atrás. Nunca llegaré a ver tu cara y besarte cuando estés dentro de
mí. Nunca podré hacerte una mamada. Nunca llegaré a hacer TODO TIPO de
cosas que estoy deseando hacerte.
Lo que dije era todo cierto, pero era solo una cortina de humo para lo que
realmente anhelaba. Por encima de todo, me molesté porque nunca llegaría a
tener una relación verdadera con él.
Mi teléfono sonó, haciendo que mi pulso se tambaleara. Casi tenía miedo
de leer su mensaje: Odio tener que decírtelo, cariño. Pero lo que ELLOS te han
dicho, no es cierto. Lo hago en TODA clase de posiciones. Tus preocupaciones
son completamente infundadas.
Pepitas de chocolate. Ahora lo imaginaba en... todo tipo de posiciones,
sobre todo las que había nombrado. Mi respiración se paró. Estuve tentada de
nuevo de decirle que lo de mañana por la noche seguía en pie.
Me hundí en el primer banco por el que pasé y apreté mis muslos porque
me encontraba húmeda y palpitante.
¿Qué pasa con la oscuridad?, dije en mi siguiente mensaje. ¿Lo haces
también con las luces encendidas?
Si no recuerdo mal, fue TU idea mantener las luces apagadas para esta
próxima ronda. ¿Las quieres encendidas?
No, no quiero.
Pues bien, princesa, tal vez ahora YO me siento engañado. Tal vez quiero
ver tus tetas rebotar o tu coño todo mojado y estrecho mientras se aferra a mi
polla. Tal vez quiero saber de qué color son tus ojos, o tu pelo, o si tus mejillas
se sonrojan cuando estás excitada, si tienes los pezones de color rosa o marrón.
Gemí y doblé la cintura, apretando tan fuerte los muslos que tenía un
poco de miedo de que no pudiera separarlos de nuevo.
Nunca puedes verme, dije.
¿Por qué no?, lanzó de nuevo al instante.
Tragué saliva y miré por encima de los árboles. Por alguna razón, los
brotes de flores recientes en las hojas me dieron el coraje de responder con
honestidad: Me temo que no te gustará lo que veas.
Imposible. Te sentías hermosa para mí.
Se formó un nudo en mi garganta, y no podía tragarlo. Me encantó lo
que dijo, y sin embargo, no me gustó saber que le escribiría algo tan dulce y
puro... a otra mujer. Solté abruptamente una risa porque me di cuenta que tenía
malditos celos de mí misma.
Esto se volvía más y más ridículo a cada momento.
Necesitando evitar decir nada más que pudiera darme celos de mí, dije:
Te toca. ¿Por qué no quieres que nos reunamos? ¿Causé un desencadenante la
última vez?
¿Desencadenante? Era evidente que se hallaba desorientado, lo que me
hizo sonreír y al instante aflojar mis músculos del tenso estómago.
Me dijiste sobre la muerte de tu hermana, le recordé. Tal vez no te
gustó exponer tanto de ti mismo. O tal vez no te gustó cómo seguí llamándote
Oren. Tal vez me dejaste acercarme demasiado emocionalmente y eso te hizo
sentir incómodo.
No sabía por qué dije nada de eso. Cualquier cosa que respondería
probablemente dolería. Si me dijera que no sintió nada por mí durante nuestro
encuentro, moriría. Si dijera que le gustó el cómo se había abierto a mí, me
pondría celosa de mí misma... otra vez.
Pero en lugar de cualquiera de esas respuestas, dijo: Estás totalmente
chiflada.
Mientras me reía y sacudía la cabeza, agregó: Pero está bien. Me gustan
las chicas locas. No me importa que seas una completa acosadora o que incluso
sepas de qué color son mis bragas en este momento. Creo que tu obsesión
conmigo es caliente.
Me reí de nuevo, esta vez bordeando con una risa absoluta: No llevas
bragas, escribí, porque probablemente, eran bóxers o calzoncillos, o mmm, mi
favorito: calzoncillos bóxers.
Maldita sea, eres buena.
Leer su respuesta hizo que mi sonrisa se ampliara, pero un segundo
después, me puse seria. Así que si mis características escalofriantes no te están
dando miedo, no te importa que quiera nuestro encuentro en la oscuridad, y
no golpeé ningún desencadenante, entonces ¿por qué te encontrabas tan listo
a considerar cancelar lo de mañana por la noche?
Nena, tú eres la que lo cancelaste.
Rodé los ojos. ¿Era tan estúpido? Pero aceptaste DE INMEDIATO.
Oh, lo siento MUCHO, ¿se supone que iba a rogarte que me dejaras
entrar de nuevo en tu coño?
Con el ceño fruncido, tecleé mi respuesta. ¡SÍ, MALDITA SEA!
Jesús, bien, lanzó. Por favor, mi misteriosa visitante nocturna que se
siente como el cielo alrededor de mi polla, ¿serías tan amable de dejarme entrar
de nuevo en tu coño?
Oh Dios mío. Que idiota. Que te jodan.
Ese es el plan, cariño. Quiero joderte hasta que no puedas caminar recto
al día siguiente. ¿Así que seguimos adelante o no?
Eso sería un absolutamente no. Tú no me quieres.
Eres una maldita mujer confusa. ¡JODER! Te quiero. ¿Bien? Te deseo, y
ese es el problema. Te quiero, pero quiero a alguien más, por lo que estoy jodido
de la cabeza, sintiendo que estoy engañando a ambas, cuando la verdad es que
realmente no tengo a ninguna de las dos, ¿verdad? Por lo que cualquier tipo de
engaño sería literalmente imposible, ¿no?
Retrocedí, mirando a sus palabras en una extraña especie de conmoción.
Pero admitió querer... a alguien. ¿Era yo? De inmediato, me pregunté si podría
serlo. Zoey parecía pensar que él se preocupaba por mí. De vez en cuando,
entre todas sus malhabladas obscenidades, cogía un destello de interés, pero...
nunca estuve completamente segura.
Mi mente daba vueltas. ¿Podría hacerle sentir culpable por dormir
conmigo porque pensaba que traicionaba... bueno, a mí? Maldita sea, estaba tan
lleno de mierda como yo sintiendo celos de mí misma.
¿Me dices que actualmente te acuestas con otra mujer? Le pregunté,
confundiéndole, porque necesitaba obtener más información aquí. Pero creo
que la pregunta lo irritó un poco.
¡Jesús! No. Acabo de DECIRTE que eres la única persona que follo ahora
mismo. Nunca follé a la chica que quiero. Nunca la follaré. No puedo.
Mi aliento se atrapó en mi pecho, pero mierda. Era yo. Hablaba de mí.
¡Tenía que ser yo!
¿Está prohibida para ti?, presioné.
Bingo. Y cuando llegaste, en la oscuridad sin ningún nombre, sin rostro,
era fácil imaginarla a ELLA.
Y... aquí vinieron más celos de mí misma. O, si me equivocaba, y él se
encontraba tan loco por otra mujer como yo por él, entonces tendría una carga
de celos por esa maldita perra que le robó el corazón, quienquiera que fuese.
¡CRETINO! ¿Te imaginabas estar con otra mujer mientras estabas
conmigo? Me mordí el labio, no tan molesta como le dije en el mensaje, pero
tenía que saber cómo iba a responder a eso.
Joder. Estoy descontrolado. No puedo creer que te admití eso. ¿Puedes
fingir que nunca lo leíste? Por favor.
Bien, eso no era exactamente una disculpa, pero parecía arrepentido. No
me hallaba segura de qué pensar de todo, así que le pregunté: ¿Cuál es su
nombre?
Eso sería un gran jodido no, nunca diré su nombre.
Una vez más, no sabía cómo sentirme. Si hablaba de mí, me encantaba
que fuera tan protector. Pero si se refería a otra persona, quería gritar. Apuesto
a que puedo hacerte gritar cuando te vengas dentro de mí mañana por la
noche.
Santo Cristo. ¿Por qué dije eso?
Tal vez porque estaba más segura de que gritaría mi nombre que el de
otra persona, y oh... mis pobres ovarios. La idea de que él diga mi nombre
cuando se viniera, era más de lo que podía soportar.
¿Así que estamos retomando lo de mañana por la noche?, preguntó Oren
con su siguiente mensaje. ¿Incluso después de todo lo que acabo de confesarte?
Me mordí el labio. ¿Quería decirle eso? Oh, demonios. Sí. Pensando que
me podría querer era imposible de resistir. Así que le respondí: Puedo soportar
el saber que me estás imaginando como alguien más, si puedes tú soportar
siempre tomarme en la oscuridad.
Esto va a ser un desastre.
Pensé que dijiste que te gustaba lo loco. La verdad es que, aunque
fuera totalmente una mentira, te quiero otra vez, y estoy dispuesta a
escucharte gritar el nombre de otra mujer para conseguir que me folles como
lo hiciste el viernes.
Maldita sea, ahora estoy duro.
Bueno, yo he estado empapada por un tiempo, así que no tengo
ninguna simpatía.
Mañana por la noche no puede llegar lo suficientemente pronto. ¿De
verdad vamos a hacer esto otra vez?
Los dos somos plenamente conscientes a lo que estamos entrando, así
que, ¿por qué no?
Genial. Te lamo luego, cariño.
Negué con la cabeza y deslicé mi teléfono en mi bolso. Me encantaba
hablar con él, incluso para discutir, nuestra versión extraña de coqueteo, o
simplemente comentar sobre el clima. Cualquier juego con Oren Tenning me
dejaba feliz. Te juro que era su presencia en mi vida la que me había vuelto a la
vida después de que Sander me dejó embarazada y sola. Y francamente, iba a
aprovechar cualquier oportunidad de estar con él que pudiera robarle. Ansiaba
mucho la vivacidad que puso en mí.
Traducido por Jadasa
Corregido por Daniela Agrafojo

Que alguien me pinche con un tenedor. Me sentía crujiente y bien


terminado. Recostado sobre el colchón al lado de mi Visitante Nocturna, liberé
un suspiro y dejé caer mi brazo sobre mi frente mientras mi respiración
finalmente se calmaba. Pero...
—Joder —musité. Eso había sido... sí. Mi mente se quedó oficialmente en
blanco.
Ella había recordado su amenaza de comprobar olfativamente mi polla,
porque fue la primera cosa de mí que atacó tras haber entrado a mi habitación y
empujarme contra la puerta antes de sacarme los pantalones y ponerse de
rodillas. Supongo que debí haber pasado la inspección, ya que la mamada que
siguió me dejó las rodillas tan débiles que casi no pude llevarla hasta la cama
después de que realicé mi propia comprobación olfativa.
Dios, me encantaba el olor de la excitación de una mujer. Y el sabor. Y la
suavidad de la cara interna de su muslo contra mi mejilla.
Ahora yacía acurrucada contra mi costado en la oscuridad. Cerré los ojos
y mantuve mis pestañas fusionadas, ya que no era como si pudiera ver algo en
esta oscuridad de todos modos. Luego, simplemente disfruté de la silenciosa
alegría del momento.
Curvándose contra mi costado, apoyó su cabeza sobre mi hombro. Su
respiración también se había desacelerado, pero su pierna, que se deslizaba
sobre mi muslo, aún se encontraba caliente y húmeda. Justo de la manera en
que me gustaba dejar a mi mujer: caliente, sudorosa y bien montada.
Una sonrisa triunfante curvó mis labios mientras palmeaba su cadera
para mantenerla junto a mí. Maldición, éramos buenos en esto. Todo lo que me
había estado molestando ayer y me obligaba a estresarme, se encogió en una
parte distante de mi cerebro. En todo lo que podía concentrarme era lo increíble
que era mi resplandor post-coital.
Esperaba que en cualquier segundo comenzara a elogiarme. Pero lo que
escuché sonaba más como—: Puaj. Asco. ¿Qué es esto?
No era exactamente el Guau, eres el mejor que he tenido, que esperaba.
—¿Eh? —Mi sonrisa arrogante tuvo una muerte trágica y decepcionante.
Aturdido por cualquier tipo de crítica negativa, me di la vuelta para poder
mirarla de frente, aunque en la oscuridad no podía leer su expresión—. ¿De qué
demonios estás hablando? Eso fue jodidamente increíble.
Cuando la alcancé, arqueaba su espalda sobre el colchón y se contoneaba
como intentando escapar de algo debajo de ella.
—¿Qué...? Asco. Oren Michael Tenning, ¿has estado comiendo galletas en
la cama?
—¿Qué? No. —¿También sabía mi segundo nombre? No era una
sorpresa—. ¿Qué clase de idiota come galletas en la cama? —Bufé ante su
descaro por sugerir una idea tan patética—. Eran papas fritas. Doritos sabor
ranchero. —Porque era un tipo genial.
Dejó escapar un gran suspiro decepcionado como si pensara que yo no
tenía esperanza. —Encantador. En este momento, tengo migas de doritos
rancheros cubriendo mi trasero.
—Mmm. —En realidad eso sonaba ardiente—. Entonces es mejor que las
quite con mi lengua, mi querida.
Extendí la mano hacia ella para hacer precisamente eso, pero la alejó con
un golpe, quejándose de las migas. Cuando se sentó, pude escucharla
limpiándose, así que extendí mi mano para sacudir a ciegas algunas de las
migas del colchón.
—Ahí —ofrecí tan valientemente cómo fue posible—. Ahora ya no están.
Su respuesta fue un resoplido de incredulidad. —Necesitas limpiar estas
sábanas antes de que te visite de nuevo.
Estaba tan ocupado casi dormido, pensando en la frase: “te visite de
nuevo”, y gustándome la idea de más encuentros con ella, que parloteé una de
mis habituales respuestas de Ten. —¿Qué? ¿Y deshacerme de todos los piojos
de putas que he acumulado con los años? —Incluso di un jadeo audible y
coloqué mi mano sobre mi corazón, porque joder, así fue como me di la vuelta.
Se quedó inmóvil. Cuando sentí una bocanada de frialdad viniendo de
ella, me di cuenta, mierda, acababa de joderlo bien grande.
—Por favor, no me digas que has tenido otras mujeres en esta cama
desde la última vez que limpiaste tus sábanas.
Doble, triple y cuádruple joder.
—Um... claro.
—Oh, asco. ¡Oren! —Comenzó a bajarse por un lado. Sabía que si se iba
en ese momento, había una buena probabilidad de que no fuera a regresar, así
que me lancé tras ella y la derribé debajo de mí.
—No. Espera.
Gruñó cuando la hice rodar sobre su espalda. Luego empujó contra mis
hombros. —Bájate. ¡Ahora! No puedo creer que tú…
La besé, silenciándola.
No tenía idea de cómo sabía que funcionaría, pero mierda, funcionó.
Aceptó el empuje de mi lengua e incluso me devolvió el beso. Luego envolvió
sus piernas alrededor de mi cintura, clavó los talones de sus pies en la base de
mi espalda mientras sus uñas se hundían en mis hombros.
Rompí el beso, jadeando fuerte, y presioné mi frente contra la suya. —No
te vayas. Todavía no.
Su respuesta fue igual de jadeante. —¿Por qué no?
—Bueno... —Mierda. No tenía nada. Hablando sin pensar, dije—: Uno.
Sabes que soy un imbécil. Yo no... Quiero decir, nunca voy a pensar en cosas así
como... como limpiar las sábanas para borrar todo lo de las mujeres pasadas.
Tal vez siempre seré desconsiderado y... y... ¡me conoces! Eres mi acosadora.
Sabes mi horario de trabajo, cómo entrar en mi celular, mi segundo nombre,
qué clase de jodido jabón uso. No me digas que no sabes lo idiota que soy.
Al principio, parecía reacia, pero finalmente dijo—: Bien, tienes razón.
—Malditamente cierto, la tengo. Y dos...
—¿Dos? —señaló cuando no dije la dos lo bastante rápido.
—Mierda. Me conoces. Soy un imbécil. —Realmente, ¿por qué necesitaba
un dos cuando el uno parecía cubrirlo todo?
Se rió, y mi pulso se calmó un poco. —No te vayas —dije con más
suavidad y extendí mi mano para encontrar su mejilla. Su aliento se atoró y eso
hizo que algo enorme se moviera en mi pecho—. Quédate. —Me incliné para
acariciar el lado de su cuello con mi nariz—. Solo un poco más.
—¿Por qué? —Su voz era rasposa y suave; causando que se moviera mi
polla agotada—. Ya te saliste con la tuya conmigo.
No le dije que estaba listo para hacerlo de nuevo. Había un pequeño
toque de vulnerabilidad en su voz, como si pensara que el sexo era lo único que
teníamos, cuando en realidad se suponía que fuera así. Pero no me gustaba
pensar que mi Visitante Nocturna de piel suave y mente sucia se sentía herida.
Alejé mi boca de su deliciosa garganta. Girando sobre mi costado, la
enfrenté, apoyando un codo en mi almohada y mi mejilla en mi mano. Con mi
mano libre, encontré su cadera y comencé a arrastrar mis dedos por su lado.
—Entonces, hagamos algo. ¿Qué quieres hacer?
—No lo sé. —La pregunta pareció tomarla por sorpresa—. Podríamos
quizás… hablar, supongo.
—Estamos hablando en este momento —le recordé. Cuando me incliné e
intenté rozar la línea de su mandíbula con mi boca, porque no podía
mantenerme lejos, giró su rostro hacia un lado y me evadió.
Con un gemido mitad gruñido, enterré mi nariz en su hombro. —¿De
qué quieres hablar? —pregunté, mi voz amortiguada contra su piel, que olía
increíble.
—No lo sé.
Me reí un poco burlonamente. Por supuesto, no lo sabría. —De acuerdo,
bien. —Levanté mi cara y miré a través de la oscuridad en su dirección por unos
buenos cinco segundos, con mi mente en blanco sin nada que decir.
Mi mano errante finalmente encontró sus pechos. Cuando sus pezones se
endurecieron bajo mi toque, mi polla pasó de medio dura a completamente lista
para penetrar en profundidad.
Me tragué un gemido y moví mis caderas hacia atrás, así no sabría lo
excitado que me hallaba. Pero no podía dejar de hacer círculos alrededor de su
pezón con mi dedo, porque la maldita cosa seguía burlándose al erguirse más y
más, haciéndome agua la boca y cosquilleando mi lengua hasta que no quise
hacer nada más que lamer, lamer y lamer...
Respiró y arqueó sus pechos hacia mí, amando la atención. Sabía que se
encontraba mojada, y eso hizo que mi erección pulsara por la liberación.
—¿Cuántos años tenías cuando tus pechos comenzaron a crecer? —
pregunté.
Dejó escapar un par de jadeos antes de apartarse y darme un puñetazo
en el hombro.
—Maldición, Oren. —Se levantó a una posición sentada—. No me refería
a ese tipo de conversación, y lo sabes.
—Bueno, entonces es mejor que elijas el tema —espeté, sentándome
también—, porque lo único en lo que puedo pensar es en succionar esas bayas
suculentas y duras en mi boca y pasar mi lengua a través de ellas, luego
levantar de golpe tus piernas y sumergir esa misma lengua tan profundamente
en tu coño como pueda.
Se estremeció y comenzó respirar más rápido. —Estás malditamente
duro, ¿no es así?
Um, dah. —Como un jodido tubo de acero.
—Maldición —gruñó de nuevo—. Acabamos de hacerlo, como, hace
cinco minutos. —Aunque mientras se quejaba, me empujó de espaldas y se
arrastró a horcajadas sobre mi cintura. Luego se cernió sobre mí y presionó sus
cálidos muslos alrededor de mi cintura. La escuché buscar a tientas y encontrar
un condón en mi mesita de noche.
El sonido de ella desgarrándolo para abrirlo hizo que los músculos de mi
estómago se tensaran con anticipación. Luego me agarró con su mano libre y la
sentí deslizar el látex. Una vez que me tuvo cubierto y se acomodó sobre mí, me
elevé tan pronto como su cálida humedad se apoyó contra la cabeza de mi
polla. Pero la Visitante Nocturna agarró mi cadera, impidiéndome sumergirme
en ella.
Arqueé una ceja en la oscuridad. —Supongo que quieres estar totalmente
a cargo de esta ronda, ¿eh?
Me respondió agarrando mis muñecas y sujetándolas a la cama a ambos
lados de mi cabeza. Con un giro de sus caderas, me guió a su interior. Podría
haberme liberado, no me sujetaba apretadamente. Pero parecía gustarle lo que
hacía, y seguro que a mí no me importaba.
Comenzó a montarme, y gemí, arqueando mi espalda. —Jóde… me. —
Esto era asombroso.
Sobre mí, soltó una risa ronca. Sus uñas rasparon ligeramente mi pecho
para jugar con mis pezones.
—¿Cuáles son las probabilidades de que pueda hacerte gritar el nombre
de esa otra mujer cuando te corras?
—¿Qu...? —Se encontraba a punto de hacerme cruzar los ojos por lo
rápido que se movía. No podía pensar en nada más en ese momento.
—¿Estás imaginándote que soy ella en este momento?
La mujer me estaba matando. Me dejaba llevar por lo bien que se sentía,
¿y tenía que recordarme a Caroline?
—Shh —siseé, extendiendo mis manos para agarrar sus pechos—. No te
pongas rara.
—Está bien —murmuró, como si tranquilizara a un animal asustado—.
Puedes decirlo. Di su nombre.
Apreté los dientes. —No voy a jodidamente decir su nombre.
—Pero no me molesta si tú…
—Eso es jodido. Tiene que molestarte. ¿Por qué no te molestaría? —
Diablos, quería que le molestara. Si no le importaba, entonces esto no podía
significar tanto para ella como para mí. Y no podía aceptar la idea de que no
estuviera involucrada en esto tanto como yo.
Deslizó su mano por mi pecho, sobre mi vientre y debajo de mi ombligo
hasta dónde, oh Santo Dios, creo que se tocaba a sí misma.
—Porque y si... ¿y si es mi nombre el que dices?
—No es... no puede ser. —Sacudí la cabeza, negándolo, incluso mientras
alcanzaba su mano, porque tenía que saber lo que hacía… estaba frotando su
clítoris.
—¿Pero, y si lo es? —presionó, llevándome de regreso a esa maldita
conversación irritante. Su voz se volvió entrecortada. Tenía que estar cada vez
más cerca de su liberación, una idea que me acercaba más a la mía.
—Será mejor que no seas ella. —Apreté los dientes, arqueándome en su
interior.
—¿Por qué no?
—Porque no puedo... mierda, joder, eso se siente bien. No puedo sentir
esto con ella. No puedo hacer esto con ella.
—Y sin embargo, eso es exactamente lo que podrías estar haciendo.
La sola idea de que pudiera ser Caroline me tenía tan cerca, que sacudí
de nuevo mis caderas, más fuerte esta vez, llevándome tan profundo en su
interior como podía. Gritó y clavó sus dedos en mis hombros.
—Oren.
—Maldición —jadeé—. Ahora mismo quiero verte tanto.
Se inclinó, por lo que pude sentir sus piernas moverse con cada caída que
provocaba sobre mí. Algo que había estado colgando alrededor de su cuello
golpeó contra mi pecho justo antes de que susurrara en mi oído.
—Lo lamento, pero tendrás que usar tu imaginación. Porque nunca me
verás durante estas visitas.
—¿Ah, sí? —Tuve la tentación de simplemente ponerla en su lugar—.
Podría extender la mano y encender mi lámpara... ahora mismo.
Contuvo la respiración y volvió a agarrar mis muñecas, sujetándolas
contra el colchón otra vez. Pero luego me desafió.
—¿Entonces por qué no lo haces?
Liberé mis manos, lo cual causó que tomara un aliento sorprendido. Pero
en vez de ir por el interruptor de la luz, mis dedos atacaron su cabello,
enterrándose profundamente y dándole un tirón, lo que pareció gustarle tanto
como la última vez.
—Porque me gusta este juego —le siseé al oído.
—OhmiDios, ohmiDios, ohmiDios —coreó su mantra orgásmico,
diciéndome que se encontraba justo ahí. Luego las paredes de su sexo
colapsaron alrededor de mi polla, apretándola fuertemente mientras se corría—.
Oren.
El uso de mi nombre fue lo que me llevó sobre el borde. Quería esperar
hasta que ella terminara, luego tratar de construirlo de nuevo, pero su orgasmo
pareció agarrarme por las pelotas e hizo que me corriera profundamente en su
interior.
—Maldición, maldición. —Apreté los dientes y sacudí las caderas
salvajemente, levantándola de la cama mientras intentaba contenerlo. Y fallé—.
Caroline.
Se sintió tan bien, que ni siquiera podía pensar mientras jalaba su cabello
y me estrellaba en su interior una y otra vez.
Cuando colapsó encima de mí, esa cosa que usaba resonó contra mi
pecho de nuevo. Una cadena de metal frío se hallaba conectada a la misma, por
lo que me imaginé que era un collar.
Cabello sedoso revoloteó sobre mi brazo cuando recostó su mejilla en mi
hombro. Se sentía bien. Sabía que podía mantenerla así por siempre y estaría
completamente satisfecho. Pero esa cosa aún apoyada sobre mi pecho despertó
mi curiosidad.
—¿Qué es esto? —pregunté mientras bajaba mi rostro para rozar mis
labios por su cuello hasta que tuve la cadena en mi boca y le di un pequeño
jalón. Recogí el amuleto con mis dedos y sentí su forma. La tristeza me atravesó,
porque no podía recordar a Caroline alguna vez usando algo tan grande.
No me gustaba la prueba de que no fuera la Visitante Nocturna, a pesar
de que comenzaban a separarse en mi mente y a convertirse en dos personas
diferentes.
—Es un collar —murmuró, con voz divertida.
—Hmm. —Tal vez Caroline solo lo usaba debajo de su blusa. Eso no era
completamente ilusorio. Era más realista que admitir que fuera ella la Visitante
Nocturna. Continué trazando la forma ovalada antes de presionarlo de vuelta
contra su pecho y delinearlo con mi lengua. Dejó escapar un murmullo de
placer.
—¿Significa algo especial para ti?
Sus dedos vagaban por mi cabello, haciendo que mi cuero cabelludo
hormigueara. —Por supuesto que sí.
Me reí y levanté mi cara cuando no dio más detalles. —Pero, ¿no me vas
a contar?
—¿De verdad quieres saberlo?
Me encogí de hombros. Algo así, sí. Empezaba a volverme muy curioso
sobre mi Visitante Nocturna. Quería saber todo tipo de cosas, incluyendo,
aparentemente, la importancia de su collar.
Cuanto más tiempo pasaba con esta mujer, más confundido me sentía.
Con quien sea que estuviera ahora, estaba metiéndose bajo mi piel. Sabía cómo
sonsacarme. O quizá yo mismo me permita volverme más cercano porque
secretamente quería que fuera Caroline. De cualquier manera, lo que teníamos
aquí entre nosotros era muy dulce, sin embargo, me sentía como una mierda
porque ella era una persona viva, real, de la que yo me aprovechaba.
Por otra parte, esta no era Caroline. Era alguien con quien podía estar,
entonces, ¿por qué no podía dejar de imaginar que era otra persona y solo...
estar con ella?
Ansiedad se agitó en mi interior. Había razones de por qué no tuve una
novia estable en cuatro años, del por qué no me permitía quedarme mucho
tiempo con una chica, por qué me negaba a abrirme y dejar entrar a alguien.
Pero conocer a Caroline hace un año cambió todo eso.
Y ahora que había soltado mi manía por ella, esta mujer aquí intentaba
afectarme también. Eso me hizo entrar en pánico. No tenía ni idea de cómo se
veía o cuál era su nombre, pero la chica a mi lado, tenía poder sobre mí.
Había pensado que me gustaba el misterio de no saber quién era. Pero
ahora tenía curiosidad. Trazando mi dedo entre sus pechos, besé su mejilla. Mi
estómago se tensó, porque sabía que una partecita de mí estaría decepcionada.
Me había divertido soñando despierto que era Caroline, pero iba a tener que
superar mi obsesión con ella. Y esta mujer era lo más cerca que había llegado a
lo que sentía por la hermanita de Gamble.
Enterré mi cara en su cuello. Con nuestros brazos y piernas enredados
entre sí, me sentí tan cerca de ella como nunca me había sentido de otro ser
humano vivo, y sin embargo, también me sentía a mundos de distancia.
Sabía lo que ocultaba yo. Pero, ¿qué infiernos ocultaba ella? ¿Por qué no
quería que viera quién era?
—He estado trabajando en mi portfolio —dije, esperando que si
compartía algo de mí, ella también lo hiciera.
—¿Hmm? —Su voz sonaba adormilada y casi desinteresada en lo que
fuera que tuviera que decir—. ¿Qué?
—Jesús, mujer. —Suspiré—. Primero me dices que hable contigo, y
cuando por fin empiezo a hacerlo, te duermes sobre mí. ¿Qué pasa con eso?
Bostezó y se sentó. —No, estoy despierta. Estoy despierta. Lo siento.
Ahora, ¿qué decías sobre un portfolio? Como... ¿tu portfolio de arquitectura?
Oh, Dios mío, ¿ya estás buscando un trabajo?
—Sí. —Debería haber sabido que estaría plenamente consciente de que
era un estudiante de arquitectura, a pesar de que le contaba a casi todo el
mundo que iba a recibir un título en construcción. Mi acosadora era así de
buena—. Todos mis profesores y mi consejero me están diciendo que soy
inteligente por conseguir una ventaja y aplicar a los lugares ahora, antes de
graduarme.
—Guau. —Sonaba conmocionada—. Pero tu graduación es en…
—En menos de un mes —terminé suavemente, acercándome a ella sin
querer.
—Sí —susurró y se metió de nuevo a mi lado para acercarse y besar mi
hombro—. Entonces... ¿has encontrado algún lugar en busca de nuevos
arquitectos?
De nuevo, asentí. —Un par.
—Oh Dios mío. Guau. ¿Do… dónde?
—Hay algunas empresas del estado que estoy revisando. Algunas en
Missouri y Ohio. Una tan lejana como en Lake Tahoe.
—¿Lake Tahoe? Como, ¿el Lake Tahoe en California?
—Mmm hmm. —Inhalé profundamente el aroma de su cabello y me
sentí somnoliento.
—Guau. —Juro que escuché decepción en su voz y me pregunté, ¿de qué
iba eso?
—Te mostraría algunos de los diseños que coloqué, pero tendría que
encender la luz. —Además, era demasiado tratar de salir de esta cama e ir a
buscarlos en este momento.
—Está bien —dijo mientras comenzaba a acariciar mi cabello—. Estoy
segura de que son increíbles. Eres un artista talentoso.
Un músculo saltó en mi mejilla. Habían pasado cuatro años desde que
alguien utilizó ese término conmigo. Artista talentoso. Mi hermana solía
exigirme que hiciera dibujos de ella. Incluso posó de las formas más extrañas y
arrugaba su rostro en alguna clase de expresión cómica. Y decía que cada vez
daba en el clavo con su retrato.
Cerré los ojos, alejando los recuerdos.
—No puedo creer que en serio consideres mudarte a California. —La
Visitante Nocturna pasaba sus uñas suavemente sobre mi cuero cabelludo, y
lograba que me durmiera.
El sueño empapó mis venas mientras me relajaba sobre sus suaves
pechos.
—Todavía no sé que voy a hacer —murmuré, y entonces ya no recordé
nada más.
Traducción por Valentine Rose & florbarbero
Corregido por Laurita PI

Cuando Oren quedó sin fuerzas apoyado contra mí y supe que se había
quedado dormido, suspiré profundamente y, de a poco, detuve el movimiento
de mis dedos acariciando su cabello.
De repente, tenía demasiado que procesar. Pero, ¿se iba? Sabía que era el
paso lógico para alguien que se graduaba de la universidad, pero, mierda… ni
siquiera había considerado la posibilidad. Porque, obviamente, era una idiota.
O tal vez, porque Oren nunca actuó como alguien que anhelaba madurar
y mudarse.
Pero lo más perturbador era el hecho que gritó mi nombre cuando tuvo
su orgasmo. No creo que siquiera se hubiera dado cuenta que lo hizo. Después
de ello, no había dicho nada ni actuado raro tampoco. Con el paso de los
segundos, llegué a la conclusión que ni siquiera se dio cuenta de lo que había
hecho.
Mis manos comenzaron a temblar y las lágrimas inundaron mis ojos.
Bueno, sucedió. El sueño que me deseara tanto como yo lo deseaba se hizo
realidad, pero simplemente quería llorar porque era mucho que procesar. Fue
muy hermoso, muy irreal, muy… ¡Cielos! Y dos segundos después, ¿soltó la
bomba sobre mudarse a un lugar tan lejos como California?
¿En qué demonios me estaba metiendo? Arriesgaba la ira y confianza de
mi hermano por un mujeriego estúpido e inmaduro, que tal vez se iría y
rompería mi corazón. Y lo hacía con plena conciencia porque, sin importar
todas las veces que me decía que huyera, no podía dejarlo así como así, todavía
no. Bajé mi mejilla a su hombro y recorrí su pecho con mis dedos.
—Te amo —susurré, agradecida de al menos tener este momento de paz
con él, un recuerdo que atesoraría una vez que se fuera. Pero aun así, tuve que
agregar la silenciosa súplica—. Por favor, no te vayas.
Cuando no respondió, y ni siquiera se movió, suspiré con tristeza y me
alejé de su cálido abrazo. Cuando salí de la cama, rodó en mi dirección como si
me buscara en su sueño. El dolor me atravesó, pero continué y encontré mis
pertenencias en la oscuridad.
Estuve tentada a prender la lámpara así podría tener un vistazo de él
dormido y desnudo en su cama, pero no quería arriesgarme a que despertara y
me viera, así que me dirigí hacia la puerta y me apresuré por el pasillo hacia la
puerta principal.
Mientras caminaba por la vereda camino a casa, dieciocho cuadras desde
la casa de Aspen, decidí que sería lo mejor si la Visitante Nocturna hubiera
acabado de hacer su última incursión en la habitación de Oren.
Cuando desperté en la mañana, me encontraba solo. En ese mismo
instante, la eché de menos y llevé mi mano a su lado de la cama. La hendidura
de una cabeza en la almohada junto a la mía me hizo sonreír. Al menos, tenía
una prueba que era real.
El dolor punzante en mi espalda mientras tomaba una ducha era otra
prueba más.
—¿Qué demonios? —murmuré, volteándome e intentando sentir esa
parte de mi espalda para saber qué pasaba conmigo. No fue hasta cuando salí
de la ducha y me secaba que vi un destello de marcas de rasguños en mis
omoplatos, y me di cuenta cuál era el dolor. Debió haber dejado su marca
cuando la saboreé anoche. Me agarró bastante fuerte.
Mierda, eso me agrado. Sonriendo, silbé mientras volvía a mi habitación
en nada más que una toalla. Comencé a hacer mi cama, sintiéndome como un
tonto cuando me detuve y me incliné para oler su aroma en mis sábanas.
Cuando sentí su perfume único, suspiré e inhalé más profundo. Cielos, olía
genial. Me encontraba a punto de volver a la cama y masturbarme pensando en
ella cuando me frené.
¿Qué demonios hacía? ¿En serio estaba tan loco por esta chica sin
conocer nada más cómo se sentía, olía, y sabía…. ah, y que tenía una anormal
obsesión conmigo? Había perdido mi maldita cabeza. Infiernos, ya estaba loco
por alguien; no necesitaba añadir a otra mujer a la lista.
Anoche, le permití saber con mucha facilidad y le di algo de charla de
mierda que quería. ¿Por qué lo hice? No necesitábamos hablar. Entre nosotros
era solo físico. Y eso era todo de lo que se trataba, me ordené con un poco más
de firmeza. De hecho, la próxima vez que me enviara un mensaje, la ignoraría.
Debería encontrar otra chica que no tuviera ningún problema sobre que fuera
todo físico, y mi vida volvería a la normalidad. No más estrés acechando, no
más sueños perturbadores como el que tuve anoche sobre mi hermana, y no
más de esta mierda de “sentimientos”. No para mí.
Junté un puñado de sábanas, y saqué con fuerzas las mantas de mi cama
con la intención de sacar su olor de ellas, pero luego me di cuenta que, en
realidad, le haría caso sobre lavar mis sábanas.
Maldita sea.
Mierda. De todas formas necesitaba lavarlas. Seguí sacándolas del
colchón, con un poco más de agresividad, enfadado que una mujer sin nombre
ni rostro me hubiera hecho cambiar tanto de parecer en la semana. Se suponía
que los chicos no cambiaban de parecer. Antes que me diera cuenta, me
crecerían ovarios.
—Uff —resoplé—. No es probable.
Cuando una esquina de la sábana no se liberó del colchón después de
jalarla, gruñí y tiré de ella con tanta fuerza que, cuando por fin se liberó, me
tambaleé hacia atrás. Terminé aterrizando sobre mi trasero con la toalla que
tenía envuelta en mi cintura soltándose y cayendo a mi lado.
Pero lo más doloroso fue el objeto duro como una roca que se enterró en
mi cachete derecho cuando aterricé.
—Ay. ¡Mierda!
Con el trasero desnudo, me levanté y volteé para notar un collar, una
cadena de oro alrededor de una piedra ovalada y brillante.
Parpadeando, inhalé. —Oh, demonios. —Recordé cuando, anoche, le
pregunté a la Visitante Nocturna sobre su collar; pasé mi pulgar sobre el
brillante amuleto verde. El broche estaba roto, lo cual me indicó que se había
caído accidentalmente de su dueña.
Esto era el único vínculo que tenía con ella. Quien quiera que sea la chica,
las esmeraldas eran algo importante para ella. Provocó que mi pecho se
hinchara por el éxito del descubrimiento, y luego irritación por incluso querer
saberlo.
El cumpleaños de Caroline era en mayo, por lo que me pregunté de
inmediato cuál era la piedra natal para mayo. Mierda, no. Ya no la asociaría con
Caroline. Esta mujer debía tener su propia identidad, una identidad de la que
necesitaba distanciarme.
Me debatí sobre qué hacer. Ayer, hubiera sacado mi teléfono y enviado
un mensajito, conservando su collar como rehén hasta que aceptara darme lo
que quería. Demonios, aún quería hacerlo. Pero necesitaba pensar con la cabeza
fría.
Después de arrojar el amuleto sobre mi cómoda, me vestí. Metí en la
mochila un bloc de dibujo y un par de libros que podría necesitar, y comencé a
dirigirme a la puerta solo para detenerme y echarle un vistazo al maldito collar.
Antes de salir de mi habitación, tomé una rápida decisión; lo sujeté y lo
guardé en mi bolsillo.
El conjunto Rubia-Ham ya se había ido; tenían clases muy temprano, por
lo que me tomé mi tiempo asaltando la cocina. Me atraganté con una dona y
jugo de naranja, luego me dirigí a la universidad. Mi primera clase del día era
algo aburrido de ética de los negocios, e intentaría (con fuerza) no quedarme
dormido. A continuación, clases de diseño arquitectónico, y luego un receso
para almorzar antes de historia de la arquitectura.
Durante mi hora libre, busqué algo de comida en el campus, y luego me
tumbé en una gran y cómoda silla en el centro de estudiantes. Devoraba un
sándwich cuando saqué el collar de mi bolsillo y jugueteé con el broche roto.
Tal vez lo arreglaría, se lo devolvería, y luego pondría un fin a lo nuestro.
Quería decir, sonó como si fuera importante para ella; estaba seguro que lo
querría de vuelta. Y una última follada de despedida no le haría daño a…
—Oye, bastardo, ¿qué haces aquí? —La voz de Gamble me hizo saltar
antes que su palma golpeara mi cabeza.
—Jódete, hombre —murmuré, haciendo mi rostro a un lado en caso que
quisiera golpearme de nuevo—. Estoy comiendo mi almuerzo, ¿qué parece que
hago?
Gam se dejó caer en la silla a juego frente a mí y gimió al instante,
echando su cabeza hacia atrás, retorciéndose en éxtasis. —Maldita sea, son tan
cómodas.
Fruncí el rostro haciendo una mueca. —Hermano, deja de molestar a la
pobre silla. En serio. —Sin darme cuenta que hacía hasta que fue demasiado
tarde, eché mi brazo hacia atrás y le arrojé lo que sea que tenía en mi mano,
golpeándolo en el centro de su pecho. Tiro perfecto.
—Ay. ¿Qué demonios? —Se frotó su pecho y recogió el collar.
Me congelé y dije en voz baja cada maldición que se me ocurría. ¿Qué
mierda acababa de hacer?
Antes de parpadear y levantar su mirada, Gamble miró fijo la esmeralda
en su palma. —¿Qué haces con el collar de Caroline?
Me quedé mirándolo.
—¿Qué? —De alguna manera, encontré mi voz para preguntar. Sacudí
mi cabeza, confundido. ¿Dijo el collar de Caroline?
¿El collar de Caroline?
Con sus ojos entrecerrados, Gamble, me miró con recelo, y envolvió, con
lentitud, sus dedos alrededor del amuleto. —¿Por qué mierda tienes el collar de
mi hermana?
No sabía qué responder. Demonios, ni siquiera sabía qué pensar.
Mi mirada se dirigió a su mano empuñada y la sangre se apresuró a mi
cabeza. Por fin, señalé—: No. No, ese no es el… —Tuve que sacudir mi cabeza
de nuevo, incapaz de comprenderlo—. No es de ella. —No podía serlo—. Yo…
eh… —Observé a mi mejor amigo a ciegas, pero todo lo que vi fue el rostro de
su hermana. Sus ojos azules. Su nariz. Mierda, incluso tenían los mismos labios.
Mis manos comenzaron a temblar—. ¿Estás seguro que es suyo?
Tenía que haber un error. Caroline no era la Visitante Nocturna, sin
importar lo mucho que creí que podría serlo en un comienzo.
Pero entonces, cielos, me excité ante la idea. Sacudiendo mi cabeza un
poco más, miré a su hermano con la boca abierta, esperando que se equivocara.
—Infiernos, sí, es suyo —respondió—. Conozco la única joya que lleva.
Incluso grabé su cumpleaños en el reverso antes de dárselo. —Lo dio vuelta
para mostrarme, y tuve que levantarme de mi cómodo asiento para acercarme y
tomarlo de su mano.
Di vuelta la esmeralda. —Mátenme —solté. Ni siquiera había notado el
día 24 de mayo grabado en el reverso. Miré a ciegas a mi mejor amigo—. Tú le
diste esto —repetí con estupidez.
Pero oh, maldita, maldita sea. Esto era malo. Increíblemente malo.
Estaba seguro que pudo ver toda la culpa en mi rostro porque frunció el
ceño y me lo quitó. —Por supuesto que se lo di. Fue para su decimosexto
cumpleaños. Las esmeraldas son su piedra natal.
Mi cabeza debió haberse convertido en un péndulo porque seguía
meneándose de un lado a otro en negación. Pero era de locos. Totalmente irreal.
¿Caroline era mi visitante nocturna? Imposible. En ningún ámbito de realidad
todos mis sueños se materializarían así, incluso siendo posibles. —Pero nunca
la he visto usarlo —argumenté, porque… maldita sea. No podía permitirme
creer que fuera verdaderamente cierto.
Gamble giró la piedra en su mano para recorrer la esmeralda con el
pulgar. —Es porque lo usa bajo su camiseta. Siempre le ha preocupado
perderlo.
Sentía la garganta hundida en mi estómago porque, de un momento a
otro, no podía hablar. Me recosté en mi silla, sintiéndome… demonios. Ni
siquiera sabía qué sentía.
Los sentimientos apestaban.
Gamble me penetró con una mirada acusadora. —¿Te importaría
explicarme por qué lo tienes tú?
No. Sacudí la cabeza. —Creí que era… —Mierda. Piensa—, de la mujer
de Hamilton. Yo, eh… lo encontré en el sillón… de nuestro apartamento. Vi que
estaba roto, así que iba a arreglarlo y devolvérselo a Zo… Rubia.
Mierda, iba a perder la cabeza. Casi había llamado a Rubia por su
verdadero nombre. Sin duda, el pánico y la conmoción me volvían torpe.
Me encogí de hombros, esperando que fuera un gesto casual y señalé el
collar. —Pero si estás seguro que es de Caroline, debió habérsele caído en algún
momento cuando visitaba a la mujer de Ham.
Gamble asintió, y una mirada cómplice invadió sus ojos. —En serio
sientes algo por ella, ¿verdad?
No podía respirar. Ni siquiera sabía qué decir. Mierda, me encontraba a
un segundo de desmayarme.
Sin embargo, en lugar de cruzar el espacio que nos distanciaba para
estrangularme con sus propias manos, Gamble dejó que una sonrisa astuta se
esparciera por su rostro. —¡Lo sabía! Lo supe cuando te atrapé dibujando su
nombre el otro día. Diseñándole un tatuaje a Quinn, mi trasero. Deseas a su
mujer.
Retrocedí, sorprendido, sin anticipar que diría eso. —¿Perdón?
Simplemente siguió asintiendo como si estuviera seguro que tenía la
razón. —Sí, supe que pasaba algo cuando la dejaste mudarse con ustedes
después que ni siquiera le permitieras a Cora pasar la noche.
Gruñendo, murmuré—: No le permitía a la zorra pasar la noche con
Hamilton porque odiaba sus putas entrañas, y tenía miedo que intentara salir
de su cama una noche y se metiera a la mía. No tengo que preocuparme por eso
con Rubia. De hecho, ella tiene principios.
—Vaya, te has enamorado profundamente de ella, ¿no? —Gamble sacudió
su cabeza como si estuviera asombrado—. Nunca creí que vería ese día. Ten
está enamorado.
—¡No estoy enamorado! —resoplé y negué con la cabeza—. Joder, estás
loco.
—No te preocupes —La sonrisa del bastardo no se iba—, no le contaré a
Quinn.
—Como sea. —Puse mis ojos en blanco y decidí ignorarlo. Excepto que
no funcionó, por lo que exploté—: No le contarás porque no hay nada que
contar. Maldita sea, estás completamente equivocado. No estoy enamorado de
Rubia. —Mi mirada se dirigió hacia su mano que todavía sostenía el collar, y
tuve que empuñar mis manos para evitar arrojarme sobre él y arrebatárselo.
Pertenecía a mi visitante nocturna, a Caroline. No quería que lo tocara.
—Sabía que algo te molestaba últimamente —murmuró, asintiendo—.
No has sido tan insoportable ni vulgar como siempre. Debí saber que se trataba
de una mujer.
Pues, casi. Pero no tan cerca. —Estás loco, hombre. —Enfadado al saber
que no conseguiría de vuelta el collar, me puse de pie y situé una correa de la
mochila en mi hombro. Luego boté lo último de mi sándwich en el basurero
más cercano—. No me sentaré aquí a escuchar esta mierda. No deseo a Rubia.
No planeo robarle la mujer a Ham. Y he sido tan insoportable y vulgar como
siempre. —Para probar que la última parte era cierta, pateé su pie cuando pasé
junto a él y me incliné para decirle lo más ofensivo y vulgar que se me ocurrió.
Y luego me fui de allí.
Pero tan pronto como el aire de abril me envolvió; en mi interior, me
sentí más claustrofóbico que nunca. El pánico se expandía en mi pecho
succionando todo el oxígeno de mis pulmones hasta que casi estuve cerca de
jadear por algo de aire. Con lentitud, di una vuelta, intentando concentrarme en
la borrosa imagen de los edificios y árboles a mi alrededor. Pero sentía que iba a
desmayarme.
Sin pensarlo, saqué el teléfono de mi bolsillo y luego inhalé y exhalé
profundamente antes de poder concentrarme lo suficiente para enfocarme.
Después de desplazarme por la lista de contactos, sacudí mi cabeza, perplejo.
Todavía tenía el número de Caroline en mi memoria, y era un número diferente
al de la Visitante Nocturna.
Cotejado. No podían ser la misma persona.
En algún momento, Caroline debió entrar a mi habitación y se le cayó el
collar, y eso era todo. No es que supiera qué demonios estaría haciendo en mi
habitación, pero era una posibilidad… excepto que anoche lo había sentido en
la Visitante Nocturna e inclusive le pregunté por el collar. Y no explicó su
importancia porque, cielos, se lo había regalado su hermano, mi maldito mejor
amigo en el mundo.
Oh, joder. Mi visión se oscureció en los bordes cuando consideré la
posibilidad que de verdad fuera Caroline. Endurecido como una roca, mi polla
se retorció en mis pantalones, y mi piel sensibilizada se estremeció.
¿Había follado a Caroline?
El mejor sexo de mi vida. La forma que me llamaba Oren. La forma en
que discutía conmigo y se metía en mi cabeza.
Cielos, fui tan estúpido. Nadie se metía bajo mi piel como ella. ¿Por qué
siquiera consideré la idea que dos mujeres diferentes podían afectarme de la
misma manera?
Quizá porque quise creer que era alguien más, alguien con quien, en
realidad, podría estar.
Enterré el rostro en mis manos y me enfoqué en respirar. Pero mi cuerpo
ardía tanto que temía venirme en mis pantalones. Necesitaba respuestas, más
respuestas, respuestas sólidas y buenas, o me volvería loco.
Indagando en mi teléfono otra vez, le envié un mensaje de texto a la
Visitante Nocturna. Esta noche.
Me respondió casi al instante, lo cual provocó que mi sangre corriera al
ver su mensaje aparecer. ¿Qué? ¿Ningún “por favor”? No estoy muy motivada a
aceptar.
Maldición, era una respuesta tan listilla; típico de Caroline. ¿Por qué no
me permití darme cuenta antes?
Mi polla latía con fuerza. Deseaba tanto que fuera ella, pero al mismo
tiempo, no. Todo cambiaría si fuera Caroline. Ya no sería sexo caliente,
divertido y sin sentido. Pero de nuevo, ya era algo más que eso, ¿no era así? Sin
darme cuenta que ocurría, esta mujer atrapó toda mi atención. Y aun así quería
más de ella.
Apretando los dientes, comencé a escribir.
Ya estoy completamente duro por ti. No uses bragas a no ser que
quieras que las arranque de nuevas maneras creativas, porque voy a follarte
DURO al momento que pongas un pie en mi habitación. Lo querías oscuro.
Bueno, prepárate para el más oscuro, duro y pecaminoso sexo de tu vida.
Después de enviarlo, esperé, mordiéndome el labio inferior. Cuando
respondió, suspiré con alivio.
De acuerdo, estoy motivada.
Sonreí. Prepárate para estar adolorida mañana. Te lamo luego, nena.
No respondió, y no quería que lo hiciera tampoco. Me encontraba muy
ocupado volviendo a desplazarme por las C en mi lista de contacto. Cuando
llegué a Caroline, le escribí un nuevo mensaje. ¿Qué estás usando… digo,
haciendo?
Si ella era la Visitante Nocturna, ya tendría su teléfono con ella, a no ser
que tuviera dos teléfonos. Negué con la cabeza. No. Lo más probable era que
consiguiera uno de esos números de Google Voice.
Y, mierda, ¿por qué no se me ocurrió antes esa idea?
Veinte segundos pasaron y la decepción me llenó. Tal vez Caroline no
era la Visitante Nocturna después de todo.
Mierda. También empezaba a gustarme la idea.
Pero entonces mi teléfono sonó, y mi corazón dio un vuelco.
¿Por qué? dijo.
—Porque estoy a punto de descubrir todos tus secretos, mujer. —Una
sonrisa se deslizó en mi cara. Pero en lugar de decirle eso, escribí: Estoy
aburrido.
La imaginé leyéndolo y dando un suspiro irritado. Mi deleite creció.
Me encuentro en la biblioteca con Zwinn.
¿Zwinn?
Quinn y Zoey. Ya sabes... Zwinn.
Ah. Me gustaba esa abreviatura para ellos. Celoso de que no se me
ocurriera a mí, me dirigí hacia la biblioteca mientras tecleaba una respuesta.
¿Un trío? Pervertida.
¿Una respuesta obscena típica de Oren? No me impresiona.
Me reí. Maldita sea, me encantaba su ingenio. Dame veinticuatro horas,
y encontraré una manera de impresionarte. Garantizado.
No estoy interesada, contestó.
—Ah, lo estarás —murmuré. Guardando mi teléfono, subí los escalones
de la puerta principal y la abrí. Nunca antes estuve en la biblioteca del campus,
así que vagué sin rumbo por un minuto antes de encontrarla junto a los
tortolitos en una mesa de estudio. Después de acercarme por detrás, me incliné
y le susurré al oído—: Demasiado tarde, niña. Prepárate para que vuele tu
mente.
Caroline saltó y se giró para mirarme boquiabierta. —¿Qué? ¿De qué
diablos hablas?
—Nuestra conversación telefónica de hace un momento. —Cuando sus
ojos parpadearon, me pregunté en qué conversación pensaba. Parpadeé de
forma inocente y añadí—: Creo que me lanzaste un reto para impresionarte. Y
lo acepté. Voy a sorprenderte... probablemente incluso antes de que te duermas
esta noche.
—Oh. —Rodó los ojos—. Pensé que como de costumbre, realizabas
groseras insinuaciones sexuales.
Guiñé un ojo. —Guau, tienes una mente sucia. —Vi su cara cuando
pronuncié esas palabras cuidadosamente elegidas. Sin embargo, ningún indicio
de nuestra otra conversación telefónica cruzó su expresión. Simplemente me
miró parpadeando.
Sin inmutarme por su negativa a reaccionar, abrí mi bolso y en lugar de
sacar los libros de texto para estudiar, encontré un plátano y una botella de
Powerade. El apetito que Gamble mató hace minutos de repente rugió de nuevo
a la vida. No era de extrañar; siempre me sentía vivamente alerta alrededor de
Caroline.
—Sabes, no todo lo que hago o digo gira en torno al sexo —le dije,
trayendo nuestra conversación de regreso.
Su mirada siguió el progreso mientras pelaba la banana y finalmente la
llevaba a mi boca. Levantó sus cejas mientras me observaba. —¿En serio?
Casi me ahogué mientras masticaba. —Jesús, ¿estás segura de que no
todo es una insinuación sexual contigo? Guau, estaba comiendo un bocadillo, no
bajando imaginariamente mi cabeza para un chico. Y para tu información, solo
recibo mamadas, no las doy.
Apretando los dientes, dio una palmada cerrando su libro y me miró. —
¿Por qué demonios te encuentras aquí, molestándonos?
Me volví hacia Zwinn por primera vez desde que llegué. Me miraban
abiertamente, quizá preguntándose por qué era aún más molesto de lo habitual.
—¿Estoy molestándolos?
Rubia al instante asintió. —Un poco, sí.
—Bastante —respondió Quinn justo detrás de ella.
Me aparté de ellos. No eran de ayuda. Pero Caroline ya había abierto su
libro de nuevo y tenía la cabeza inclinada hacia abajo mientras estudiaba el
texto. Sus cabellos pálidos formaban una pequeña onda que fluía por encima
del hombro cubriendo su cara. Tuve que moverme en mi asiento para reajustar
mis vaqueros, ya que empezaban a oprimirme. Mirar ese cabello me recordaba
lo mucho que le gustaba que lo tirara.
¿Mis dedos estuvieron enterrados en esa bellísima cabellera rubia
mientras la follaba?
Un gemido intentó trepar por mi garganta. Enseguida lo cubrí con una
tos. Continuó ignorándome. Así que me quedé mirándola abiertamente. Tomó
un bolígrafo y realizó algunas notas en el cuaderno al lado de su texto. Mi
mirada se deslizó hacia sus delgados dedos. ¿Estuvieron envueltos alrededor de
mi polla anoche, jalándome hasta que me vine en su boca? Podría ser. Y solo
pensarlo disparó un latido de deseo puro a través de mí.
No podía esperar hasta esta noche. Esta noche, nuestras vidas cambiarían
para siempre.
Acabé mi plátano, y jugué con la cáscara mientras miraba alrededor,
buscando una papelera cercana. Mis dedos se encontraron con la etiqueta
autoadhesiva del producto. Después de quitar el adhesivo de la piel amarilla,
me incliné y lo presioné a la parte posterior de la mano de Caroline cuando aún
se hallaba ocupada escribiendo.
Estropeé cualquier palabra que trataba de escribir. —¿Qué demonios? —
Sacudió su mano—. Estoy escribiendo.
Le guiñé un ojo. —Ahora no se puedes decir que nunca te di nada.
—Oh, caramba. Gracias. Voy a atesorarlo siempre. —El sarcasmo en su
voz y la expresión en su rostro me manifestaron que aún no había logrado
impresionarla. Pero el día todavía era joven.
—¿En serio? —Arqueé una ceja—. Veinte dólares a que ni siquiera lo
usarás mañana.
—Dios mío. En verdad, estás aburrido, ¿no?
Ni siquiera un poco. Simplemente sonreí a mi bragueta mientras terminaba
de tejer la red que utilizaría para atraparla. —¿Qué? Veinte dólares, Caroline.
Suena como una apuesta fácil para mí. ¿O es que mi regalo no significa tanto
para ti? —Puse una mano en mi corazón y fingí lucir lastimado.
Rodó los ojos.
Uno de estos días contaría cuántas veces podía hacerla rodar sus ojos en
una sola conversación. Tenía que haber un récord mundial para esa mierda,
¿no?
—Bien —murmuró—. Pero es mejor que pagues.
—Oh, lo haré.
Traducido por Liillyana
Corregido por *Andreina F*

Cuando Oren se deslizó de su silla y se alejó, lo miré, preguntándome


qué había pasado. Su alegre silbido resonó a mis espaldas antes de doblar en
una esquina y desaparecer de la vista.
Giré hacia Zwinn, apuntándolo. —¿Qué fue eso?
Mientras Zoey se encogió de hombros, Quinn dijo—: Él debe saber.
Relucí mis dientes. —No lo sabe.
No podía saber, sin embargo, no hacía falta un genio para darse cuenta
de quién era yo. Lo único que tendría que hacer era encender la luz. Tal vez me
siguió anoche después de que me fui. Tal vez finalmente reconoció mi voz. O
tal vez Quinn solo ponía pensamientos en mi cabeza.
Oren no le dejó saber a la Visitante Nocturna que sabía algo cuando le
envió un mensaje. Y, de todos modos, ¿qué pasaba con eso, los mensajes de
texto y viniendo a verme después de que él le envió un mensaje? A menos que...
no, no creo que supiera.
A menos que sí lo supiera.
Mierda, no sabía qué pensar. Odiaba estar confundida.
Odiaba la facilidad con que la Visitante Nocturna también aceptó esa
invitación. Pero eso quizá tuvo algo más que ver con la manera sucia, oscura y
pecaminosa en que prometió tomarme. Dios, era demasiado fácil para dejar que
el sexo dominara mi sentido común. Pero no eran solo mis hormonas gimiendo
por él; mi tonto y estúpido corazón también era pro-Oren. Negárselo era
francamente imposible, sin importar lo mucho que tratara de animarme a mí
misma de que algo bueno y sano no era el camino a seguir.
—Me tengo que ir —le dije a Zwinn cuando cerré mi libro. Jamás podría
estudiar ahora. Tenía una noche con Oren que esperar.
Una noche de placeres oscuros.
Oscuro. Umm, de repente me pregunté por qué me permitió dejar las
luces apagadas. Sé que dijo que le gustaba el juego de no saber quién era, pero
fue su idea de mantenerlo oscuro la primera noche que fui, estropeando sus
planes con Kelly. Tal vez ese rumor era cierto. Él solo lo hacía de esa manera.
Pero… ¿por qué?
Uno pensaría que trataba de ocultar algo; una deformidad o una cicatriz
o algo así. Excepto que Oren Tenning no era un hombre modesto. Le vi sin
camisa en numerosas ocasiones... todos momentos gloriosos que te dejaban sin
aliento. Lo vi en pantalones cortos; tan cortos que dejaban ver el músculo y
bronceado dorado de sus muslos tonificados. Él no tenía ningún problema con
exponer su esculpido cuerpo atlético. Las únicas cosas que no vi era su polla... o
su trasero. Sin embargo, dudaba que tuviera algo malo en su trasero, también lo
vi perfectamente moldeado en la parte posterior de sus mallas de fútbol. Sin
duda no tenía ninguna deformidad existente.
Eso solo dejaba su polla. Con el ceño fruncido, sacudí la cabeza. No. Esa
parte de él no se sintió extraña ni deformada. Y tampoco se sintió demasiado
pequeño, en caso de que estuviera preocupado de que su tamaño no esté a la
altura de su enorme ego. La forma en que me tuvo que estirar para entrar, sabía
que tenía que ser fácilmente dos veces más grande que Sander.
Me sonrojé y miré a mi alrededor, esperando que nadie supiera lo
mojada que me encontraba, o lo muy duros que estaban mis pezones. Pero,
aahhg, esto era tan embarazoso. ¿Cómo podría Oren Tenning excitarme de esta
manera totalmente sin siquiera estar cerca?
Me aclaré la garganta y me dirigí hacia mi siguiente clase, a pesar de que
era demasiado pronto para ello. Necesitaba algún tipo de destino porque mi
mente se perdía demasiado.
Sin embargo, ¿qué ocultaba? Si su polla está perfectamente formada y
grande, entonces, ¿era de un color extraño, cubierto de manchas, rayas de
cebra?
Solté un bufido. Tenía que dejar de soñar despierta con la polla de Oren.
De todos modos, seguro que su preferencia por el sexo con luces apagadas tenía
más que ver con razones emocionales que físicas, como un bicho raro.
Tal vez... ooh, tal vez le gustaba fingir que se hallaba con alguien más —
como, ejem, yo— así no se esforzaba para no ver la cara de su pareja. Ya admitió
que no le gustaba saber quién era yo por lo que el escenario tenía sentido ahora.
Sonreí, me gustaba la idea. Sí, yo era la razón de su extraño fetiche a la
oscuridad.
Seguro.
Ella llevaba bragas.
Tenía que rasgarlas con mis dientes. Abrió la boca, pero aun así cuando
el algodón se rasgó, sus caderas subieron para encontrarse con la primera
inmersión de mi lengua entre los labios de su coño.
—Oh, Dios. —Me agarró del cabello cuando gimió.
La comí sin piedad, ni siquiera haciendo una pausa entre cada lamida
cuando me iba directamente a la pequeña protuberancia del músculo que tenía,
de inmediato retorciéndose, esforzándose y jadeando. Sus dedos se apretaron
en mi cabello y acercó mi boca con más fuerza contra ella. Su olor y sabor
inundaron mis sentidos. Me encontraba tan híper consciente de cada maldito
detalle, sabiendo que le daba sexo oral a Caroline.
Mi polla palpitaba cuando metí dos dedos en ella. Empezó a venirse casi
de inmediato, su cuerpo inclinándose hacia arriba, conteniendo la respiración,
su pequeño y apretado canal pulsando alrededor de mis dedos. Estuve a punto
de venirme en mis pantalones cortos mientras ella gritaba. Pareció durar para
siempre. Mi lengua seguía masajeando, una vez más estremeciéndola. Me
parecía que no podía dejar de lamer. Pero luego sus manos perdieron su agarre
en mi cabello y sus muslos se aflojaron alrededor de mis oídos.
La primera fase completa. La segunda fase lista para comenzar.
—Maldita sea, qué buen sabor. Recuérdame volver para el postre en un
minuto.
Recogiendo sus piernas mientras me arrastraba por su cuerpo, sujeté sus
rodillas junto a sus orejas para que no tuviera el control de aquellas largas y
deliciosas extremidades.
Esta noche, yo mantenía todo el control.
—Vas a tener que aferrarte a mí para esta siguiente parte —le dije,
manteniendo sus piernas en su lugar con mi torso cuando encontré sus manos y
entrelacé nuestros dedos. Luego la besé. Nuestras lenguas se emparejaron; me
pregunté qué pensaba de su propio sabor. Gimió con aprobación, así que corrí
mis pulgares a lo largo de la parte posterior de sus manos cuando me quité mis
pantalones cortos. Ya tenía mi condón, listo para ir.
Cuando la yema de mi pulgar se encontró con la etiqueta del plátano que
le puse en la biblioteca, gruñí y tuve que dejar de lado el beso para presionar mi
frente con la suya.
Pero joder. Estaba con Caroline. No tenía manera de disputarlo ahora. Mi
cuerpo se convirtió en un cable de alta tensión. Me hallaba tan listo para
explotar en su interior que temía que podría venirme antes de que me deslizara
dentro.
Aún jugando con la etiqueta, dejé que mi pulgar comenzara a quitarla
del camino.
—Oye. —Luchó contra mí, tratando de detenerme. Pero la tenía fija en su
lugar.
—Oh, lo que sea —le dije al oído—. Tú y yo sabemos que nunca iba a
pagarte veinte dólares.
Abrió la boca y se tensó debajo de mí. —Oh, Dios mío.
Me sumergí dentro de ella, absorbiendo su conmoción y disfrutando de
ella, tomando ventaja para besarla de nuevo. Apretando los dedos alrededor de
sus muñecas, atrapándola a la cama. Mi torso aún mantenía sus muslos arriba e
inmóviles, estirándola hasta que se sintió adicionalmente apretada alrededor de
mí mientras tenía un acceso más profundo.
—Mieeeerda. —Gemí y presioné mi frente de nuevo con la de ella,
bombeando mis caderas duro y rápido—. Me encanta estar dentro de ti. Maldita
sea, te sientes tan bien.
—Oren.—sollozó, conteniendo la respiración mientras sus músculos se
contrajeron alrededor de mí—. OhDiosmío, ohDiosmío, ohDiosmío.
—¿Ya? —me burlé—. ¿Tan pronto? Pero ¿no acabas de correrte, al igual
que, hace treinta segundos?
—Cállate. —Trató de esquivarme, pero no muy eficazmente porque se
encontraba demasiado ocupada tratando de evitar de venirse de nuevo—. Te...
odio. —Luego soltó un largo gemido tenso cuando su orgasmo se hizo cargo.
Mis ojos se voltearon hasta la parte trasera de mi cabeza. Privándome de
todo lo que no estalló con ella. Pero quería torturarla durante tanto tiempo
como sea posible. Cuando el mejor de sus temblores terminó y jadeaba inerte
debajo de mí, me senté lo suficiente como para dejar que sus piernas bajaran.
Las extendió de inmediato. Pero yo seguía entrando y saliendo de ella hasta que
sollozó.
—No puedo. Por favor.
Pobre chica. Ya se sentía agotada. No creía que podría venirse de nuevo.
Bueno, ya era hora de demostrarle lo mucho que se equivocaba.
Agarrando sus caderas, nos di la vuelta en la cama hasta que ella se
hallaba en la cima. Cuando le pedí que se sentara, dio un pequeño gemido de
protesta. —Oren, no puedo.
Agarrando su cara entre mis manos, le susurré—: Maldita sea, Caroline.
Tú empezaste esto. Tú viniste a buscarme y me engañaste. Ahora me tienes. Tu
hermano va a matarnos a los dos por esto, así que mejor lo haces digno de
nuestro tiempo. Siéntate allá arriba y fóllame como insinuaste la primera noche
que llegaste a esta habitación, sin ropa interior.
—Oh, Dios. —Gimió un microsegundo antes de que su boca se estrellara
contra la mía. Sus dedos enjaularon mi cara y su pelvis se movía contra la mía.
Se volvió loca, besándome duro y sucio, rozando mi piel, saltando arriba y
abajo en mi regazo. Esto me envió directo al borde, perdiendo el control y
explotando dentro de ella. Me siguió al olvido, moviéndose hasta la última gota
del orgasmo de ambos. Nos dimos un beso con la boca abierta y nos agarramos
con fuerza entre sí.
Una vez que mi polla liberó su última gota, nos di la vuelta otra vez
hasta que volví a la cima. Manteniéndome dentro de ella, no dejaba de besarla,
empujando mi lengua y ahuecando su rostro, uniendo mi boca con la suya.
La boca de Caroline.
Gemí y profundicé el beso, húmedo, con golpes lentos y perezosos,
conectando con ella de una manera que nunca había conectado con nadie. Esta
noche era técnicamente nuestro primer beso oficial. No podía recordar si
tuvimos cualquier acción de boca a boca en nuestras dos primeras noches
juntos. Pero entonces, ahora sabía sin duda que era ella, y ella era consciente de
que lo sabía, y eso lo cambió todo.
No nos separamos para tomar aire. Respiramos en el otro, con los labios
bloqueados hasta que al final, ella apartó la cara, sin aliento.
—Oren. —Jadeó y presionó su frente en mi hombro—. No puedo creer
que sepas…
—Cállate. —Con un gruñido salvaje, la besé de nuevo, empujando mi
lengua sin piedad, y haciéndola gemir antes de que la succionara en su boca.
Parecíamos tener un duelo, luchando por más pasión, por... diablos, ni
siquiera sabía qué.
—Mierda —dije, abofeteando el colchón junto a nosotros—. Mierda,
mierda, mierda. No puedo creer que seas tú.
Me senté, necesitando espacio para aclarar mi cabeza, pero cuando me
pasé los dedos por el cabello, todavía podía saborearla.
Extendí la mano y encendí la luz, haciéndola jadear y parpadear, luego,
levantó la mano para proteger sus ojos sensibles.
—Oh, Jesús. —Un sollozo extraño salió mi pecho. Se veía tan magnífica.
Su cabello era un desastre por mis manos, pero nunca se vio mejor. Sus pechos
que parecían perfectos escondidos en el interior de una camisa, eran aún mejor
desnudos y empañados con quemadura de barba. Maldita sea, todo su cuerpo
estaba... comencé a crecer con fuerza de nuevo. Se veía impecable.
Agarré mi cabello con las dos manos. —Maldita jodida mierda. En serio
eres tú.
Frunciéndome el ceño, tiró de mis sábanas recién limpias para cubrir sus
increíbles tetas. —Bueno, siento decepcionarte.
Su barbilla se alzó majestuosamente y tuve tantas ganas de besarla, pero
fui sobrepasado por mi enojo, o más acertadamente, por mi miedo, como para
ceder a ese impulso.
—No estoy decepcionado —expulsé, francamente incrédulo de que piense
eso—. Estoy muy enojado. Prometí, le prometí a tu hermano que nunca iba a
tocarte.
Te lo juro, un microsegundo de culpabilidad cruzó su rostro antes de que
estrechara sus ojos. —Bueno, relájate. No me tocaste. Yo te toqué, ¿recuerdas?
Te engañé y vine a buscarte; no tenías idea…
Aspiré, interrumpiéndola cuando negué con la cabeza. —Sí... Tengo la
sensación de que Gamble no va verlo de esa manera.
Dejándome caer hacia atrás contra la almohada, me quedé mirando al
techo y me pregunté cómo diablos iba a salir de esto ileso. —Estoy muerto —lo
dije más para mí que para ella—. Estoy tan jodidamente muerto. —Gimiendo
por mi situación, me pasé las manos por la cara—. Cristo, Caroline. Él va a
matarme.
Avergonzada, me mordí el labio y volví mi atención a Oren, quien me
mataba con sus acusaciones perfectamente lógicas.
Pero, ¿cómo pude haberle hecho esto a él? Lo puse en la peor situación.
Amaba y respetaba a Noel; nunca querría traicionar a mi hermano así. Pero
ignoré todo eso por mis propias necesidades egoístas. No podía creer lo perra
que era.
Me mordí el labio, luché contra las lágrimas y traté de pensar en una
disculpa lo bastante buena cuando me di cuenta de la etiqueta del plátano que
puso en mi mano antes.
Parpadeé, mirando fijamente. Sabía que era yo cuando la puso allí,
¿cierto? Sabía que era yo cuando llamó a la Visitante Nocturna y organizó la cita
de esta noche. Sabía quién era yo cuando entré en su habitación esta noche, y
me agarró de la cintura por detrás y me llevó a la cama donde me tiró en el
colchón. Lo supo todo el tiempo que arrancó mi ropa y puso su boca y manos
sobre mí.
Ese hijo de puta lo supo, y ¿ahora me echaba la culpa a mí?
Apreté los dientes. —Si estás tan enojado conmigo por engañarte, ¿por
qué esperar hasta que te encontrabas dentro de mí para decirme que lo sabías?
La pregunta lo desconcertó. Sus manos se apartaron de su cabeza al
tiempo que parpadeaba hacia mí. —¿Porque soy un chico? —Lo expresó más
como una pregunta que una respuesta.
Solté un bufido. —Pura mierda. Pura maldita mierda. Tú me querías
tanto como yo te he querido, y también por el mismo tiempo que te he querido,
te lo apuesto.
Gruñendo mientras se sentaba, frunció el ceño. —Bueno, es obvio que yo
tengo más control de los impulsos que tú, porque no pensaba actuar sobre esos
impulsos. Gamble es uno de los mejores amigos que he tenido. Y lo único que
me pidió es que no esté contigo. Planeaba respetar sus deseos, maldita sea. No
quiero traicionar a mi mejor amigo.
Perdí mi agarre en la sábana que sostenía hasta cubrir mi pecho cuando
puse las manos en mis caderas. —Oh, ni siquiera pretendas actuar todo santo
conmigo. Aceptaré la culpa por las dos primeras noches, pero por esta no. Y no,
es obvio que no tienes control sobre los impulsos más que yo, porque dormiste
conmigo de nuevo después de descubrir quién era yo.
Cuando me di cuenta que su atención había caído a mi pecho desnudo,
levanté la sábana de nuevo. Él la agarró también, y utilizó la tela entre nosotros
para acercarme hasta que quedamos a unos centímetros de distancia. Sus ojos
brillaron con ira y calor, y apretó los dientes con indignación, justo antes de
decir—: Solo porque dos noches contigo no son jodidamente suficientes.
Entonces su boca atacó la mía. La abrí para él y le devolví el beso, duro y
caliente. Amasando mis pechos, su agarre ligeramente áspero, me recordaba a
la vez que había jalado de mi cabello. Me gustaba cuando no era tan suave.
Cuando era consumido por una pasión voraz.
Empecé a enrollar mis piernas alrededor de su cintura cuando saltó hacia
atrás, maldiciendo y limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—Maldita sea —murmuró. Tenía el rostro enrojecido y los ojos vidriosos
y desorbitados—. Maldita sea, no podemos volver a hacer esto.
La bofetada metafórica de agua fría no se sentía bien. —Oh, Dios mío,
¿quieres dejar de ir de caliente a frío y aclarar tu maldita mente? ¿Me quieres o
no?
Sus ojos se ensancharon mientras miraba a mi cara. —Sabes que sí. Ese es
el problema. Te quiero, pero no puedo tenerte.
Puse las manos en mis caderas. —Bueno, ya me has tenido. En repetidas
ocasiones. Y me has tenido cuando sabías quién era yo. Ya hemos establecido
cómo puedes tenerme. La pregunta es... ¿vas a mantenerme?
Su nuez de Adán se balanceó nerviosamente mientras tragaba. Sus ojos
lucieron atormentados y tentados cuando miró mi cuerpo. Luego cerró los ojos
y gruñó—: No.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. Tragué saliva, tratando de secarlos
antes de que él abriera sus pestañas, pero sus ojos se abrieron como si pudiera
oír mi agonía.
El arrepentimiento nubló de inmediato su rostro. —Caroline. —Empezó
a alcanzarme, pero levanté una mano.
—No. Para. He terminado. Estoy fuera. Tú y tu estúpido pene manchado
pueden irse al infierno.
Se quedó paralizado. —¿Mi qué manchado? Mierda. —Miró alrededor de
la habitación antes de sisear—: Voy a matarla.
Cuando su rostro palideció, fruncí el ceño. —¿Qué?
Ni siquiera oyó mi pregunta mientras se despotricaba a sí mismo. —No
puedo creer que Rubia te haya hablado de eso. —Su mirada se fijó en la mía, de
repente intensa y desesperada—. Y no está manchado, hay un montón de puntos.
Es una maldita marca de nacimiento. Eso es todo.
Negué con la cabeza. —¿De qué diablos estás hablando?
—Espera. —Sus ojos se dilataron por la sorpresa—. Quieres decir... ah,
mierda. Ella no te dijo, ¿verdad?
Traducido por Lanna Rivero
Corregido por Anakaren

—¿Decirme qué? —solté una risa extraña—. En serio no enseñas tu polla,


¿verdad? Quiero decir, pensé en eso solo porque lo haces en la oscuridad y era
la única parte de tu cuerpo que no exhibías en público, como, a todo el mundo.
Era solo una teoría... —Mis ojos comenzaron a ampliarse cuando me di cuenta
de lo extraño que me miraba—. Pero, guau... —solté un largo suspiro—. Es en
serio, ¿no es así? Tú honestamente tienes una...
—Marca de nacimiento —gruñó—. Una puta marca de nacimiento. —
Cuando apartó la mirada, me di cuenta de lo pálido que se puso—. Una... muy
grande marca de nacimiento.
—¿Así que yo tenía razón? —Me reí a carcajadas—. Esto es increíble.
Estoy muy impresionada.
Su ceño se frunció en total desacuerdo conmigo.
Me aclaré la garganta y me tranquilicé porque el tema claramente le
inquietaba. —Lo siento. Yo solo... yo sabía que tenía que haber una razón por la
que lo haces en la oscuridad, y... —Negué—. ¿Esto de verdad funciona? Quiero
decir, ninguna de las chicas a las que oí contar chismes sobre ti en el baño lo
mencionó, y mencionaron todo lo demás, así que estoy segura de que lo habrían
hecho. No puedo creer que nadie con la que hayas estado antes lo haya visto.
Se encogió de hombros en uno de esos incómodos, yo-no-quiero-hablar-
sobre-esto y no se encontró con mi mirada. —Otras dos chicas la han visto...
además de Rubia.
Mi espalda se enderezó. —¿Y por qué Zoey ha visto tu pene?
Él abrió la boca para responder, pero se detuvo cuando vio mi cara. Sus
labios se curvaron en una sonrisa. —¿Estas celosa? ¿De Rubia?
Bufé y le envié una mirada furiosa. —No.
Sí, totalmente.
Su sonrisa solo creció. —Ella se me metió a la ducha una vez; pensó que
era Hamilton. —Su sonrisa disminuyó de repente y apartó la mirada—. Por
decir lo menos, ella enloqueció. Lo mismo hicieron las otras dos.
No sé por qué me molestaba que tres mujeres hubiesen visto su pene,
pero me molestó mucho. Me aparté, mi pecho apretándose con dolor, así que
obligué a mi voz sonar informal. —¿Ah sí? ¿Se asustaron?
—¿Qué crees? —Su mirada era dura y penetrante. Luego bufó con una
risa burlona y se encogió de hombros—. La primera vez fue... bueno, mi
primera vez. No pensé siquiera en ocultarla o avergonzarme. No sabía que era
una maldita anormalidad. Todos en mi familia lo sabían y me habían visto
correr por ahí desnudo cuando era más joven. Nunca nadie me dijo: “Oye, esto
podría asustar a alguna chica cuando seas más grande”.
—Por lo tanto ¿ella no la vio hasta después que ustedes dos tuvieron...?
—Hice un gesto con las manos, preguntándome por qué hablaba de esto con él
mientras estábamos desnudos y juntos en la cama, argumentando acerca de
cosas completamente ajenas y no de cosas más importantes... como nuestro
posible futuro juntos.
—Correcto —dijo.
—¿Qué hizo ella? —Creo que la única razón por la que podía preguntarle
era porque sabía que había terminado mal para él. Si hubiera sabido que tuvo
un buen rato con ella, no habría sido capaz de hacerlo.
—Ella gritó. Luego exigió saber qué demonios estaba mal conmigo y si
era contagioso y... ya sabes. —Apartó la mirada, pálido y serio—. Toda esa
mierda.
Solté un bufido. —¡Qué perra!
Su mirada subió de nuevo a mí. —Ella solo tenía dieciséis años.
Eso aun así no la excusaba para mí. Había traumatizado a mi Oren. La
perra debía morir... bueno, en mi cabeza. Me imaginé a mí misma empujándola
a un lado por un puente y escuchando su grito descender hasta que... vaya, ella
ya no gritaba.
Y ay, yo realmente tengo problemas, ¿no?
—¿Y la próxima chica?
—Tianna —dijo.
Noté que en el interior, no le gustaba que yo conociera uno de los
nombres de sus últimas putas.
Tianna, Tianna. La grande, gorda perra-anna, canté en mi cabeza.
—Ella me dio una buena mamada —continuó, y sí, no me gustaba saber
eso. Pero él ya no parecía saber que me encontraba en la habitación; estaba
atrapado en un recuerdo—. Y ella parecía estar bien con hacerlo en la oscuridad
hasta que una noche sacó su teléfono celular y encendió la luz para que pudiera
ver lo que hacía.
—Y también enloqueció —supuse.
Oren asintió. —Oh sí. A lo grande. Me dijo que era un bicho raro y
amenazó con cortar mi pene si yo le había pasado alguna ETS. Toda clase de
mierda. En realidad, tuve que chantajear a alguien para que mantuviera su boca
cerrada al respecto. —Dejó escapar un pequeño suspiro deprimido—. Todavía
me odia.
En una fracción de segundo, pasé de loca celosa a corazón roto por
simpatía. Pero en serio, ¿qué andaba mal con todas las putas que lo habían
visto? ¿Cómo iban a tratar un área tan sensible de una manera tan cruel?
—Quiero verla —espeté.
—¿Qué? —Me lanzó una mirada de incredulidad—. No. Además, no se
supone que me veas así nunca más. —Como si recordara de repente la promesa
que se hizo hace unos pocos minutos, agarró las sábanas y las levantó para
cubrirse hasta la barbilla.
Rodé los ojos, pero luego sonreí y me arrastré hacia él. —Oh, vamos. Por
favor. Te prometo que no te molestaré con mi reacción.
Él se quejó y arrastró lejos de mí, sacudiendo la cabeza con fuerza. —De
ninguna jodida manera. Hasta Rubia se asustó cuando la vio. Y ella es la última
persona que heriría a alguien con su reacción a las diferencias...
—Bueno, ya sé que tienes algo diferente, así que no me va a tomar por
sorpresa.
Apartó la mirada y el pánico en su rostro casi me mató. —Es de color rojo
violáceo muy brillante y se ve como una vena de sangre estallada o algo así. Y
parece peor cuando estoy flojo.
Levanté mis cejas, intrigada. —¿De verdad? Entonces creo que debemos
ponerte duro antes de que yo lo vea en su mejor momento, ¿eh? —Inclinada, lo
encontré a través de la sabana y envolví mi mano alrededor de su pene. Cuando
él creció en mi mano, chasqueé la lengua para que se comporte—. Y el rojo
violáceo brillante es en realidad uno de mis colores favoritos.
Él me miró, su expresión llena de tanta incertidumbre, pero juro que
también vi un dolor como si me quisiera creer, como si quisiera confiar en mí
con la parte más vulnerable de sí mismo. —Caroline. —La forma en que dijo mi
nombre y se endureció aún más bajo mi tacto me hizo tararear con deleite.
Me incliné para besarlo, mi mano trabajando hacia arriba y abajo de su
cada vez mayor longitud a través de la sábana. Él me devolvió el beso, clavando
su lengua profundamente en mi boca. Cuando gimió y tomó mi cara entre sus
dedos y la sábana cayó de entre nosotros, sabía que mi distracción había
funcionado.
Arranqué las cubiertas en el mismo momento en que quité la boca de él y
miré hacia abajo.
—Maldita sea. —Tomó aliento y puso su mano sobre su boca antes de
dar vuelta la cara a un lado.
—¡Oh! —Genuina sorpresa llenó mi voz—. Es más grande de lo que
pensé. —Entonces pasé mi pulgar sobre la marca que le había causado tanto
dolor y añadí—: Así que esta es la marca de nacimiento.
Se dio la vuelta y me miró. Le sonreí tan inocentemente como pude. La
diversión finalmente entró en sus ojos. Luego soltó una risa corta y desvió la
mirada. Sus mejillas estaban un poco sonrojadas, sin embargo, así que sabía que
seguía avergonzado. Queriendo ponerlo en absoluta confianza, me incliné hacia
abajo hasta descansar sobre mi vientre y su regazo a la altura de mis ojos.
—Me recuerda a una de esas cosas de la prueba de Rorschach. ¿Qué
imagen ves en la mancha de tinta? Hmm... —Puse mi labio inferior entre los
dientes mientras lo examinaba plenamente—. Yo veo... Virginia Occidental. O
un muy extraño esperma deforme. No. Me gusta más Virginia Occidental.
Cuando lo miré, él solo me miró, parpadeando, como si no me pudiese
entender. —¿Qué? —le pregunté.
Lentamente enterró sus dedos en mi cabello. —No tienes que fingir que
estás bien si no quieres. Si quieres huir, solo dilo.
Arrugué la cara con confusión. —¿Por qué una marca de nacimiento me
asustaría? En serio, Oren. —Volví a examinar mi prueba de Rorschach. Pero,
pues no, lo único que podía ver era el estado Virginia Occidental... en una muy
grande y deliciosa polla—. Sabes, esta es quizá la única vez que me gustaría ser
capaz de ponerme a todo un estado dentro de la boca.
Cuando todos los músculos del estómago de Oren se tensaron, sonreí con
aire de suficiencia. Entonces me incliné y lo lamí desde la base hasta la punta,
pero persistí en la punta hasta que lamí los comienzos de gotas en la ranura del
extremo. —Mmm. —Yo cerré los ojos, saboreando el sabor salado de él en mi
lengua—. Virginia Occidental sabe bien.
Abrí mis pestañas y levanté la vista para encontrarme con su mirada.
Mantuvimos el contacto visual intenso mientras mi boca se abrió y se inclinó
hacia delante para tomarlo entre mis labios ansiosos. Sus ojos brillaron anchos y
sus dedos sujetaron con más fuerza mi pelo.
—Cristo —dijo entre dientes mientras me miraba tomar tanto como
pude. Su cuello se arqueó hacia atrás y jadeó un par de veces. Luego golpeó el
talón de su pie contra el colchón a mi lado como si necesitara aliviar algo del
placer antes de mirar hacia abajo, lanzando su mirada entre mis ojos y el lugar
donde mis labios se deslizaban hacia arriba y hacia abajo—. Dios, Caroline.
Ahuequé sus bolas, y soltó un sonido que estoy segura que él no quería.
—Joder, esto es... —Arqueó sus caderas y al mismo tiempo empujé hacia
abajo la cabeza con el puño que tenía en mi pelo. Cuando me atraganté, aflojó la
presión al instante—. Mierda. Lo siento. No quise... Jesús. Es tan jodidamente
bueno. ¿Quién sabía que en realidad ver a alguien sobre mí me haría ponerme
mucho más caliente? O tal vez eres solo tú. Observarte.
Chupe de él un poco más y lo llevé profundamente a mi garganta. Gritó
otro sonido no intencional. Agarró las sábanas junto a nosotros con la mano que
no estaba enterrada en mi pelo, y parecía estar preparándose para el gran final.
—Me voy a venir. —Su voz era tensa y sus dedos parecían de hierro, sujetando
mi pelo—. Caroline, me… Mierda.
Él trató de tirar de mí y me dio un montón de advertencias razonables,
pero yo no quería ir a ninguna parte. Quería todo de él. Gemí ante la presión
sobre mi cabello y apliqué más succión y lo acaricié más rápido.
Dejó salir una corriente de maldiciones cuando inundó mi boca; fue tan
sucio y delicioso, que estiré mi mano y me toqué a mí misma mientras se venía.
Por un momento, él estaba demasiado conmocionado y saciado para
darse cuenta de lo que hacía. Pero cuando notó que trataba de venirme también,
sus ojos brillaron.
—Oh, yo no lo creo. —Agarrando mi muñeca, arrancó los dedos de la
mancha de humedad que palpitaba entre mis piernas. Luego me giró sobre mi
espalda y se subió encima de mí—. Anoche, estaba caliente cuando supe que te
tocabas a ti misma, pero dos noches seguidas solo me hace pensar que no estoy
haciendo mi trabajo. Este es mi coño, mujer. No quiero dedos tocando este
clítoris salvo los míos.
Su pulgar al instante me encontró y comenzó a masajear sin piedad,
enviándome a la cima de inmediato. Grité y me arqueé debajo de él. —Ninguna
lengua probará esta crema salvo la mía.
Se inclinó, y no pude evitarlo, agarré su pelo en mis manos, tan ansiosa
por sentir su boca sobre mí, que casi no podía soportarlo. —Oren.
Se detuvo justo antes de hacer contacto y alzó la mirada. —Y nadie me
llama así, salvo tú.
Me encantó la forma en que me reclamó como propiedad, pero más que
eso, me encantó la forma en que él también me dio su propiedad. Tan pronto
como su lengua cálida y húmeda me tocó, me vine.

No sé cuánto tiempo pasó. Creo que entré y salí del sueño durante un
tiempo mientras yacía inerte y saciada en su contra. El sudor de nuestros
cuerpos aún se secaba mientras nos aferrábamos juntos, pero yo sabía que
estaba despierto porque sus dedos se mantenían acariciando arriba y abajo de
mi espina dorsal. De vez en cuando, se sumergían hasta más de lo habitual,
descendiendo hasta llegar a mi trasero y él acunaba una nalga con una de sus
cálidas palmas, pero un segundo más tarde, se ponía en marcha de nuevo,
acariciando un camino de vuelta hasta el centro de mis vértebras.
—Debería irme antes de dormirme —murmuré, demasiado somnolienta
e inerte para moverme. Él no contestó, no trataría de conseguir que me quede,
así que suspiré decepcionada y me senté.
Pero cuando intenté arrastrarme fuera del colchón, agarró mi muñeca. Lo
miré; mi corazón golpeando con fuerza en mi pecho.
En vez de pedirme que me quedara, dijo—: No tienes coche.
Parpadeé. —¿Eh? —Sabía que no tenía un coche.
Se puso en posición vertical, con el rostro quemado por la ira. —¿Estás
jodidamente loca? ¿Cómo demonios has estado viniendo hasta aquí y volviendo
a casa todas las noches? No me digas que has estado caminando, porque ¿son
qué, veinte cuadras, entre tu casa y la mía?
Me aclaré la garganta discretamente. —Está bien —le dije—. No te voy a
decir eso, entonces.
Cerró los ojos y gruñó. —Caroline. ¿Qué carajo?
—La primera noche, le pedí el coche a Aspen. Y, además, son solo
dieciocho cuadras, no veinte.
—Oh. Bueno, gracias a Dios —murmuró, sin sonar aliviado—. Porque
esas dos cuadras menos lo hacen parecer mucho más seguro. No puedo creer la
locura que haces. Nunca, nunca más te pongas en esa clase de peligro de nuevo
solo para verme.
—¿Perdón? —Mi espalda se enderezó con superioridad moral ante su
tono exigente—. No me digas lo que debo hacer. Yo puedo cuidar de mí misma.
—Puse las manos en mis caderas y lo miré al tiempo que saltaba de la cama y
comenzó con saña a levantar la ropa del suelo y sacudirla.
—Tomé una hora de entrenamiento de defensa personal el último
semestre, además que siempre estoy armada con un spray, un silbato, y Noel
me puso al día con una de esas cosas ingeniosas como el Taser.
Completamente vestido, se colocó una gorra en la cabeza y agarró su
cartera y teléfono celular de su tocador. —Bueno, eso me hace sentir un medio
por ciento mejor. —Frunció el ceño cuando yo todavía estaba sentada en nada
más que sus sábanas. Luego dio una palmada—. Vamos ya.
Negué. —¿Adónde vamos exactamente?
Inclinó la barbilla hacia abajo, hacia su pecho, pero mantuvo el contacto
visual mientras me lanzó una mirada seca. —Te estoy llevando a casa.
De inmediato, comencé a sacudir la cabeza. —Pero no puedes hacer eso.
¿Qué pasa si Noel ve tu camión aparcado en nuestro camino y a mi salir de él, y
te mata?
Dio un paso más cerca. —¿Y si algún imbécil te ve en tu excursión de
dieciocho cuadras y te viola y te mata? —Con un bufido, agregó—: Yo prefiero
hacerle frente a tu hermano.
Ahh, él se preocupaba tanto por mí que estaba dispuesto a enfrentar a
Noel para mantenerme a salvo. Eso fue increíblemente dulce. Iba a decirle lo
considerado que era cuando dijo—: Además, tendremos que pedirle prestado el
coche a Rubia. Ella deja la llave colgada junto a la puerta principal. Si a él se le
ocurre mirar por la ventana cuando llegues a casa, pensará que ella te está
dejando. Problema resuelto.
Mis labios se abrieron cuando un poco de decepción me llenó. —Oh —le
dije—. Buena idea. ¿Seguro que no le importará?
Resopló. —¿A Rubia? Claro que no. Ella me ama.

Diez minutos más tarde, nos acercábamos a mi casa, a solo dos cuadras
de distancia cuando me moví incómoda en mi asiento. El coche de Zoey era tal
vez la cosa más cómoda que jamás había montado, pero se sentía diferente aquí
esta noche, con Oren al volante. Además se hallaba el hecho de que nada entre
nosotros se resolvió ni remotamente.
—Puedes dejarme aquí —dije en voz baja.
Oren me lanzó una mirada dura. —No creo. Le robamos el coche a Rubia
así que puedo verte ir derecho a tu puerta.
—Sí. —Me encogí de hombros—. Pero si te detienes aquí, puedo darte
una buena despedida, y Noel no tendría que preguntarse por qué las ventanas
de Zoey se empañaron antes de que yo saliera.
Pisando el freno, Oren desvió el coche hacia la acera y se detuvo. Pero no
se estiró hacia mí. Ni siquiera me miró. Envolvió sus manos alrededor del
volante y miró por la ventana del frente. Su mandíbula parecía dura en el reflejo
de las luces del tablero de instrumentos, y su expresión era tensa.
Empujé mi pelo detrás de la oreja y me pasé la lengua por los labios secos
cuando me di cuenta de lo que esto significaba. —Nunca me vas a tocar de
nuevo, ¿verdad?
Él dejó escapar un suspiro y susurró—: No lo sé. —Entonces gruñó y
soltó el volante para agarrarse la cabeza—. No lo sé. No lo sé. No lo sé.
Me abracé a mí misma, sintiéndome una mierda al hacerlo pasar por
esto. —Lo siento —le susurré.
Él me miró pero no dijo nada.
Negué, derrotada. —Sé en qué tipo de posición te pongo. Con Noel.
Contigo mismo. Y... Lo siento mucho por hacerte pasar por esto. Lo siento, por
engañarte. Lo siento... simplemente lo siento por todo. Pero sobre todo lo siento
pero yo no... no me arrepiento de ello. —Hice una mueca—. Sé que es horrible y
egoísta de mi parte, pero no me arrepiento. Me encantó. Amé cada momento, y
solo... fue el mejor momento de mi vida. Así que gracias.
—Ven aquí —murmuró en voz baja, extendiendo su mano en mi
dirección.
Me acerqué a él y me llevó a su regazo. Una mano se fue a mi nuca,
enredándose en mi pelo, mientras que la otra se apoyó en el lado de mi cara. Él
me miró a los ojos un momento, la tentación en su rostro tan aguda que me
llenó de necesidad por calmarlo. Entonces me acercó hasta que mi mejilla estaba
contra su corazón y sus brazos a mi alrededor.
—Sabes que no estoy enojado, ¿verdad? —dijo en voz baja—. Cuando
enloquecí antes, ni siquiera fue tan así. Yo estaba... no sé, teniendo un momento
de locura porque la realidad de todo esto me abrumó, supongo. Sin embargo no
debería haber dirigido eso a ti.
Bufé y limpié mi cara, aún sintiéndome una mierda por ponerlo en una
situación de este tipo. Apartándome de su cálido pecho, lo miré a los ojos y
susurré—: Me voy a ir.
Sin embargo, dijo—: No —y me besó. Sus manos mantenían cautiva mi
cara mientras torturaba mi boca, acariciando suavemente con su lengua entre
mis labios y reclamando un pedazo de mi alma.
Agarré la parte delantera de su camisa y lo acerqué más, deslizándome
en su regazo hasta que me mecía y frotaba mi calor contra su dureza. Él se
arqueó y gimió en mi boca. Pensé que me iba a tomar allí mismo, en el asiento
del coche de Zoey, a dos cuadras de la casa de mi hermano, pero rompió el
beso, palpitando y jadeando.
Presionó su frente con la mía. —Una semana.
Parpadeé, confundida. —Una semana, ¿qué?
—De esto. Tú, yo, nosotros. Nos damos una semana para explorar... lo
que queramos y luego, por respeto a... tu hermano, eso es todo. El final. Nunca
hablamos de nuevo. ¿Bien?
Él ni siquiera quería darme una semana. Lo pude ver en el tormento que
se arremolinaba en su mirada y la tensión de su mandíbula, podría oírlo en sus
duras palabras susurradas. Traicionar a Noel lo mataba de verdad. Pero estaba
tan tentado como yo.
Asentí de inmediato, al darme cuenta que recibía más de él de lo que
debería. —Lo acepto —le dije. Me sentía tan eufórica como triste, sabiendo que
tenía siete días más con él.
Traducido por Fany Keaton & Jules
Corregido por Anakaren

En verdad no quise que ganara la tentación. Se suponía que fuese más


fuerte que un pequeño deseo tonto. Pero entonces, subestimé el poder de
Caroline Gamble.
Me quería, así que me tuvo.
Sabía que debí estar enojado. Debido a su astucia solapada, traicioné a mi
mejor amigo e hice la única cosa que él no quería que hiciera. Pero saber que
ella me deseaba tanto, que llegó a estos extremos, se convirtió en mi acosadora
personal, realmente me excitaba. Y de esa manera, la ira solo desapareció en
algún lugar entre la admiración, adulación y el deseo.
Aunque, eso no significaba que estaba listo para jugar al mentiroso, el
mismo día después de apuñalar a Gamble en la espalda. Excepto, sí, de todos
modos, así es como terminó todo.
—Hoy trabajo —dijo, mientras cruzábamos juntos el campus.
Me envió un mensaje de texto después de mi última clase, exigiendo que
nos encontráramos e la cafetería por una bebida. Hamilton también se unió a
nosotros, y después de que tuvimos un descanso para tomar café, decidimos
irnos por separado antes de volver a encontrarnos esta noche en el trabajo.
Ya que era jueves —día de chicas— eso significaba que todos teníamos que
trabajar. Dos manejando el bar mientras los otros tres servían las mesas. Y como
cada semana anterior, resultó que Gamble y Lowe manejaron el bar cada jueves.
Normalmente no tenía ningún problema con servir mesas, ya que me
proveía más propinas y conocía más chicas de esa manera, pero hoy, como que
quería mantenerme detrás de la seguridad del mostrador. Ya no era un agente
libre; no podía dejar que una mujer me deslizara su número telefónico o…
—Santa mierda. —Lentamente me detuve y parpadeé aturdido ante el mundo
alrededor de mí. Pero, ¿pensé en mí mismo como alguien apartado? ¿Alguien
que ya no se encontraba disponible para las damas? ¿Comprometido? Guau.
¿De dónde vino esa mierda?
Ya me había detenido en seco para absorber el shock, por lo que ambos,
Gamble y Ham, también dejaron de caminar, y miraron hacia atrás.
—¿Ten? —preguntó Gamble, con la frente arrugada con preocupación—.
¿Qué pasa?
Negué con la cabeza. Iba a decirle que no era nada, pero no había manera
de que lo creyera. Así que me conformé con fruncirle el ceño. —Tú trabajas en
el jodido bar cada semana. ¿Por qué no cambiar tu lugar de vez en cuando para
que el resto de nosotros tenga un descanso de todas esas chicas toquetonas
tomando nuestro paquete?
Gamble me miró como si estuviera loco. Luego sacudió su cabeza y
resopló. —¿Cómo si te importara eso? Además, estoy casado, tú estás soltero.
No tengo nada que hacer en la pista, trabajando en torno a un grupo de mujeres
solteronas borrachas.
Hice una mueca. El impulso de decirle que ya no era soltero picaba mi
garganta hasta que tuve que decir algo o tenía miedo de que lo fuera a decir
todo. Así que apunté a Hamilton. —Bueno, Ham ya no está soltero, y no tienes
ningún problema con hacerlo servir mesas cada jodida semana.
—Tienes razón. —Gam miró a Ham—. Lo siento por eso, Quinn. Puedes
servir en el bar esta noche si quieres.
Hamilton se animó y el placer inmediato nubló su rostro. Pero luego
frunció el ceño ligeramente mientras miraba de mí hacia Gam. —¿Te encuentras
seguro? No quiero causar ningún problema.
—Oh, adelante y tómalo —me quejé, agitando mi mano mientras me
alejaba de ellos.
Me sentía raro estando cerca de Gam todo el día. Pero extrañamente, la
culpa no era la única cosa que me afectaba. De repente me hallaba muy irritado
con él. Todo lo que dijo parecía molestarme. Necesitaba escapar.
Pero en vez de dejarme ir, llamó mi atención. —Oye. —Un segundo
después, trotó y apareció a mi lado, manteniendo mi ritmo—. ¿Qué sucede
contigo hoy? ¿Te encuentras bien?
Resoplé pero no respondí.
—¿Cómo van tus clases?
—Bien.
—Así que, ¿todavía logras graduarte?
Enviándole una mirada extraña, asentí. —Sí. ¿Por qué?
Con una sonrisa frustrada, agitó sus manos en el aire. —No lo sé,
hombre. Dime tú. Algo definitivamente te molesta. No has sido el típico Ten
molesto desde…. Joder, casi no puedo recordarlo.
—Bueno, lamento decepcionarte —espeté—. No hay nada malditamente
mal conmigo. No estoy jodidamente enfermo. Y el mundo jodidamente no se
acaba. Pero estoy cansado. Iré a casa a tomar una siesta antes de que tenga que
aguantarlos a ustedes por el resto de la noche, perdedores.
Una sonrisa repentina iluminó su rostro. —Oh, ¿así que de eso se trata?
¿Tu Visitante Nocturna no te ha dejado dormir últimamente?
Casi me ahogo con mi propio oxígeno. —¿Qué? No. Joder, se terminó.
Ella no… no volverá. —Tuve que apartar la mirada cuando lo dije. Mi rostro se
hallaba sonrojado. Pero cuando me alejé de Gam, encontré la mirada de Ham
por accidente.
Cuando mi compañero de habitación entrecerró sus ojos y frunció el ceño
con severidad, parpadeé confundido. ¿Qué sucedía con él?
—Como vivo y respiro —murmuró Gamble a su lado—. Nunca pensé
que vería el día en que una mujer te atara en nudos. —Su sonrisa cayó y me
estudió por un poco más de tiempo—. Por lo que, ¿qué hiciste para enojarla y
alejarla?
—Nada —murmuré, enojado de que pensara de inmediato que yo fui la
razón para mi rompimiento imaginario con mi Visitante Nocturna—. Y para tu
información, no me encuentro atad….
Olvidé lo siguiente que quería decir cuando encontré a Caroline y Rubia
caminando hacia nosotros. Los nudos en mi estómago se expandieron,
dejándome saber cuan efectivamente atados se encontraban. Jesús, le pertenecía
a esta chica por completo, y ella probablemente no tenía ni idea.
Calor corrió a través de mi piel. El impulso de ir hacia ella me llenó, y
tomó todo lo que tenía en mí para solo no… ir. Pero Hamilton golpeó —con
fuerza— mi brazo, haciéndome tropezar y apartar mi mirada de ella.
Le fruncí el ceño, pero solamente me murmuró tres palabras, las cuales
parecieron ser: Deja de mirar.
Mierda, estuve mirando a Caroline en frente de su hermano, y me excité,
incapaz de olvidar la noche de ayer, o la noche anterior a esa, o cada jodido
viernes antes de esa.
—Oye, niña —le gritó Gamble cuando la notó—. ¿Lista para ir a casa?
Aspen dijo que haría lasaña para la cena.
—Umm. —La seducción involuntaria en la voz de Caroline casi me puso
bizco. Evité mirarla directamente, pero podía decir que, mirándola por el rabillo
del ojo, se frotaba el vientre—. Podía morir obesa a cuenta de la lasaña de
Aspen.
Y yo podía morir obeso y feliz a cuenta de sus pequeños gemidos.
Sin embargo, la mujer de Gamble realmente hacía una buena lasaña. De
hecho, si hubiera actuado como siempre, daría un paso al frente y haría lo que
sea para obtener una invitación a la cena, o joder, rogaría por una y terminaría
invitándome yo solo ya sea que Gamble dijera que sí o que no. Pero presentía
que si abría mi boca justo allí, diría la primera cosa en mi cabeza, lo que sería
decirle a Caroline lo bien que se ve, o preguntarle si la vería de nuevo… a solas,
en mi habitación.
Por lo que mantuve mi boca firmemente cerrada y mi intención la puse
en un jodido árbol frente a nosotros mientras los cuatro miembros del grupo
hablaron unos minutos antes de que Gamble echara su brazo alrededor del
hombro de su hermana, despidiéndose de nosotros y yéndose junto a ella.
Pasó frente a mí para irse, así que, no pude soportarlo. Tan pronto como
pasó, moví el brazo que estuvo colgando a mi lado y lo extendí para que la
parte de atrás de nuestros dedos se rozaran. Mantuve mi atención en Gamble,
asegurándome que no viera nada de esto. Caroline respondió agitando sus
dedos con los míos por lo que se entrelazaron por una fracción de segundo
antes de que se apartara y se fuera.
Me quedé mirándola, pulverizado. Estuvo jodidamente aquí, ¿y la única
cosa que logré hacer fue rozar mi mano contra la suya?
No estaba jodidamente bien. Eso apestó. En grande.
Girándome, nervioso y cascarrabias, cuando encontré a ambos, Rubia y
Ham, observándome abiertamente, y con severidad. Mierda. Me olvidé de
ellos.
Ham levantó su ceja en decepción. —¿En serio? ¿Crees que podrías ser
más obvio?
Parpadeé, confundido pero preocupado de que él pudiera sospechar. —
¿Uh?
—Harás que te atrapen si sigues mirándola de esa forma. ¿Y qué fue esa
cosa con la mano? Noel va a averiguar que ella es la Visitante Nocturna si te
atrapa a escondidas en una mierda como esa.
Mi boca se abrió mientras lo miré, incapaz de decir algo. Pero, sí…
atónito.
—Tú… ¿sabess? —Finalmente encontré las palabras para decir. Miré de él
a una Rubia ruborizada y encogida de culpa. Bueno, mierda. Ambos sabían—.
¿Por cuánto tiempo lo han sabido?
Ham suspiró y se frotó un lugar en el centro de la frente. —Desde el
domingo —admitió.
De nuevo, solo podía mirar. Incapaz de creerle, miré a su mujer para
confirmarlo. Tragó saliva y asintió.
—¿Qué demonios? —exploté—. ¿Cómo pudieron saberlo antes que yo?
Rubia se movió más cerca de Ham y comenzó a retorcerse las manos
mientras confesó—: Caroline. Ella, eh, confió en mí.
—Bueno… joder. —Puse mis manos en las caderas y miré el cielo donde
las nubes formaban formas extrañas flotando sobre mi cabeza. Por un instante,
me transporté a mi niñez donde mi hermana y yo yaceríamos sobre nuestras
espaldas en el suelo y pensaríamos en imágenes sucias que veríamos en las
nubes. Sí, me encontraba bastante preocupado que casi me conformé con sus
recuerdos en lugar de lidiar con mis dos compañeros de habitación sabelotodo.
Pero mierda, el dolor que vino con esos recuerdos me persiguió hasta el
presente.
Negué con mi cabeza y le di una mirada feroz a Ham. —¿Y nunca
pensante en decirme quien se escabullía a mi habitación? Jesús, hombre.
Traicioné a Gamble, y no tuve ni idea.
Sin embargo, decirlo así se sentía como una mentira, porque de acuerdo,
tuve una idea, pero no lo sabía.
¿Lo supe?
Mierda. El sabor repentino de la bilis en la parte posterior de mi garganta
me hizo tragar saliva.
—Ya había sucedido para cuando me enteré —me dijo Hamilton—. ¿Qué
hubiera ganado con decirte?
¿Hablaba jodidamente en serio? —Me habría impedido hacerlo de nuevo,
tal vez.
—¿Seguro? —Levantó una ceja—. Lo sabes ahora, y no va… a evitarte
que vayas por más, ¿o no?
—Cállate. —Le fruncí el ceño, tanto a él como a su mujer—. Ya es
demasiado tarde. Ya hemos… —Mierda, no sabía que ya habíamos hecho. Pero
no existía manera en la que podríamos solo… detenerlo, solo porque era malo
mantenerlo a escondidas de Gamble. Ya pasamos el punto demasiados besos y
orgasmos atrás. Ya nos establecimos y apuntamos directamente hacia nuestro
choque con el destino.
—¿Recuerdas cuando Noel pensó que yo hacía algo con Caroline y vino a
patearme el trasero? —preguntó Ham de la nada, con su voz suave y casi
disculpándose.
Resoplé. —¿Cómo lo puedo olvidar? —Me demostró que Gam nunca
pensaría que era lo suficiente para ella si ni siquiera pensaba que mi perfecto
compañero de habitación era digno de ella.
—Sí, bueno, luego se disculpó por haber exagerado, dijo que no era
porque pensaba que no era lo suficiente para ella, sino porque pensó que
andaba con ella a escondidas. Dijo que alguien más le hizo eso a ella, la trató
como si no fuera el tipo de chica a la que llevas a una cita en público, y Noel
creía que se merecía algo mejor que eso. Se enojó porque pensó que la mantenía
como un secreto.
Auch.
La vergüenza se abalanzó sobre mí con una venganza. Mi compañero de
habitación se encontraba allí diciéndome que no era mejor que el hijo de puta
de la ciudad natal de Caroline, que la utilizó, la dejó embarazada y sola, y tuve
que estar de acuerdo con él.
—Bueno, ella sí se merece algo mejor que ser el secreto de alguien —dije,
con la voz ronca de arrepentimiento. Pero mierda, siseé—: ¿Por qué no me
dijiste antes de esta conversación?
—¿Hubiera hecho alguna diferencia?
Me encogí de hombros. —No lo sé. Tal vez. —Pero era demasiado
jodidamente tarde. Si le decía ahora, pensaría que estuve yendo a escondidas
con ella, porque sí estuve haciéndolo.
Mal… di… ción.
Me froté las manos temblorosas sobre mi cara. —No importa. Como dije,
es demasiado tarde. Muchas gracias por tu jodida ayuda.
Caminé lejos de ellos en un manojo de nervios. Fue entonces cuando me
di cuenta plenamente de lo mal que esto iba a terminar. Y comencé a entrar en
panico.
Sé lo que piensas. ¿Por qué simplemente no corto los lazos con ella si me
encuentro tan preocupado por Gamble? Bueno, ¿por qué no le preguntan a un
fumador porque no deja de fumar, a un alcohólico porque no deja de beber, a
un amante a la lectura porque no deja de leer? Y jódete por pensar que una
adicción era remotamente fácil de dejar. Yo era adicto a esta chica. Y no me
encontraba ni cerca de renunciar a ella.
Y así comenzó la verdadera confusión.
Así que, apuñalar a mi mejor amigo en la espalda era horrible, pero al
final tener a Caroline, después de meses deseándola… era el maldito cielo.
En el día seis de nuestra semana de trato, apoyó su mejilla contra mi
hombro, presionó sus pechos húmedos a mi lado y comenzó a trazar patrones
en mi pecho antes de decir—: Así que, mañana es nuestra última noche juntos,
¿eh?
Mis cejas se fruncieron. Ni siquiera quería pensar en ello; tomé su mano
y me enfoqué en entrelazar nuestros dedos. —No —dije lentamente—. Creo que
tus cálculos están equivocados. Todavía tenemos, como, cuadro o cinco días
más.
—Sí —murmuró por fin—. Claro, creo que tienes razón.
Y eso fue todo.
Al día siguiente, llegó nuestro tiempo límite. El día después de ese, pasó.
Seguí buscando a mi Visitante Nocturna junto a la acera a una cuadra de su casa
malditamente cerca cada noche y luego la dejaba en unas cuantas horas. Y seguí
haciendo cosas indecibles y traviesas con ella. Y sí, amaba cada segundo de ello.
Pero ella también lo amaba.
Por lo que, no en el octavo día —infiernos, ni siquiera en el duodécimo
día— alguno de nosotros mencionó que pasamos nuestro tiempo límite. Me
encuentro bastante seguro que a ninguno le importaba que hubiéramos roto las
reglas. En esas pocas semanas, nada importaba más que la próxima vez que
estaría dentro de ella. Ni siquiera el hecho de que traicionaba completamente a
mi mejor amigo en el mundo.
Sin embargo, aún odiaba cuando ella sacaba su nombre, especialmente
cuando nos hallábamos envueltos y relajados cerca del coma después de una
ronda muy vigorosa de sexo.
—¿Es inmaduro de mi parte ocultarle esto a Noel? —preguntó, su mejilla
descansando en mi brazo y su perfecto culo escondido en mi regazo mientras
mis brazos permanecían a su alrededor.
Un tic se formó en mi mentón, pero no lo vio, por lo que me encogí de
hombros. —Todavía somos jóvenes. ¿No se nos permite ser un poco
inmaduros?
Suspiró. Odiaba ese suspiro porque me decía que mantener esto oculto le
molestaba tanto como a mí. —Sé que odias mentirle, pero yo… quiero esperar
para decirle, si eso te parece bien. Esto es solo…
—Nada de su jodida incumbencia —gruñí, irritado porque él fuera un
problema.
—Bueno, eso y… es nuevo y divertido, y él lo convertirá todo en…
—Créeme. —Acaricié su cadera para relajarla—. No me encuentro muy
emocionado con la idea de que mi mejor amigo se ponga como un papá
desaprobador conmigo. Y sé que lo hará. NO me importa esperar. Tal vez si me
ve sentar cabeza por un tiempo y sin perseguir a cada mujer que se cruza en mi
camino, se hará más… abierto ante la idea.
No lo haría. Ella seguro también sabía esto. Gamble se ha embriagado
demasiadas veces conmigo, me ha visto engancharme con un sin número de
mujeres, infiernos, compartió mujeres conmigo tantas veces como para alguna
vez dejarme seguir a alguien que le importa.
—Sí. —Caroline dejó escapar un suspiro y me envió una sonrisa
cegadora, haciéndome saber que dije lo correcto—. Tal vez un poco de tiempo
lo ayudará a… adaptarse a la idea.
Su sonrisa me hizo cosas, por lo que la hice rodar hasta que quedó sobre
su estómago. Necesitando distraerla de la tristeza, la culpa y el malestar que
siguió a la conversación sobre “Noel”, froté su espalda y besé un camino por su
espina dorsal. Una sonrisa iluminó mi rostro cuando me dio un suspiro de
ensueño.
—Maldita sea, me encanta tu boca y manos sobre mí.
Su voz era lánguida, todavía ronca, por lo que me incliné para susurrarle
al oído—: Y a mí me encanta tu voz después del sexo. Solo escucharla me dan
ganas de… —En lugar de describir mis fantasías, presioné mis caderas contra
su perfecto culo desnudo y froté mi creciente polla contra sus dulces glúteos.
Contuvo el aliento y arqueó la espalda. —¿De nuevo? ¿Tan pronto?
—¿Contigo? Siempre. —Luego de satisfacerme, tomé una de sus piernas
y la moví del medio para poder meterme entre sus muslos—. Discúlpeme.
Perdóneme, señora. Solo necesito llegar aquí. Gracias.
Se rió a la vez que me deslicé en ella desde atrás. Y entonces… —Oh —
jadeó sorprendida—. Guau. Me encanta cuán llena me haces sentir, cuán
perfectamente te deslizas adentro y afuera, cuán cálidos y estimulantes son tus
dedos cuando ahuecan mis pechos y… sí. Eso.
Sonreí mientras pellizqué ligeramente sus pechos. Se arqueó y gimió,
necesitada. —Oh Dios. Oren.
Quería decirle que me encantaba cuando dijo mi nombre de esa manera.
Pero solo suspiré. —Lo sé, ¿verdad? Soy bastante bueno en esto.
Otra carcajada brotó de ella. —Y tan modesto también.
—Modesto, muy modesto. —Rodé sobre mi espalda para que de esa
manera quedara sobre mí pero mirando hacia el otro lado. El nuevo ángulo
expuesto la hizo jadear, pero me aproveché de ello ahuecando su pecho en una
mano y su clítoris con la otra—. ¿Quién quiere modestia cuando se puede tener
el mejor sexo de tu vida?
—No… no yo, creo —jadeó, girando su rostro hacia un lado para que
nuestras mejillas se rozaran—. Yo… uuuuuhhhh.
Reduje el movimiento de mis dedos, realmente llegando a la alegría del
momento. —¿Qué decías? —pregunté a la vez que mordisqueé el lóbulo de su
oreja.
—Ay, cállate. —Jadeando y agotada sobre mí, sujetó mi cadera y enterró
sus dedos en mi carne—. Solo termínalo ya.
Disminuyendo el progreso de mis dedos todavía más, apliqué más
presión en los labios de su coño. —¿No ha escuchado de la paciencia, señorita
Gamble?
—Maldito seas —murmuró. Y luego arqueó su espalda, presionando su
mejilla con la mía, y levantó sus caderas antes de bajar en mí y enviar una
sacudida eléctrica a través de mi polla. Pero la niña no había terminado. Apretó
sus músculos internos en el mismo momento que extendió una mano hacia
atrás y agarró dos puñados de mi cabello. Y santo infierno, así que tal vez me
gustaba que tiraran de mi cabello también.
—No es justo —gruñí y me vine, incapaz de detener el orgasmo que me
agarró de las pelotas.
Caroline se rió mientras me corría dentro de ella. Y entonces gritó,
siguiéndome en el olvido.

Si llegábamos a una segunda ronda en una sola noche, por lo general la


llevaba a casa justo después, porque si no, sabíamos que nos dormiríamos y
accidentalmente pasaríamos toda la noche juntos.
Pero ninguno de los dos se movió todavía. Incluso yo estaba demasiado
cansado para pasar mi mano sobre su cuerpo como siempre me gustaba hacer.
Es como si simplemente nos hubiésemos tumbado allí, débiles contra el otro.
No quería que el momento llegara al final, aunque sabía que tendríamos que
irnos pronto.
La peor parte de cada noche era llevarla a casa de nuevo.
—Estoy pensando en empezar con píldoras anticonceptivas —dijo de la
nada.
Cada músculo de mi cuerpo se tensó. Sabía que ella sentía mi reacción.
Pero mierda. Esta fue la primera referencia a un futuro entre nosotros que
mencionó. Esto significaba que en realidad deseaba un futuro entre nosotros. La
idea me asustaba tanto como me emocionaba. Yo había evitado las relaciones
durante cuatro años por una razón, pero aquí me encontraba listo para
sumergirme en la relación más peligrosa sin siquiera pestañear. Yo no era así, y
esa fue la parte aterradora.
Pero, Dios, un futuro con Caroline. Esa idea me causaba felicidad pura.
Me aclaré la garganta y puse toda la naturalidad que poseía en mi voz. —
Suena bien para mí.
—Bien —repitió.
No contesté, un poco mareado por lo que acababa de suceder.
Acabábamos de hacer un acuerdo. Ahora éramos una pareja.
Unos pocos minutos de silencio llenaron la habitación. Yo me sentía
demasiado aterrorizado para decir cualquier cosa, incluso para ofrecerme a
llevarla a casa.
Caroline inhaló y preguntó—: ¿Cómo está progresando tu portfolio y la
escritura del currículum?
Listo para hablar de cualquier cosa, menos de nuestro nuevo estado civil,
me senté y empecé a salir de la cama. —Te voy a mostrar si quieres verlo.
—Claro.
Mientras yo recogía la bolsa llena de mierda que reuní con mi portfolio y
el material del currículum, ella se sentó desnuda y cruzó las piernas, esperando
ansiosamente a que le mostrara lo que tenía. Hice una pausa, sorprendido por
lo bien que se veía sentada de esa manera, puritana y a la vez traviesa.
Tenerla aquí, desnuda en mi cama, era un sueño húmedo hecho realidad.
Sacudiendo la cabeza para liberarme de tales pensamientos, le pasé mis
cosas y me senté sobre el colchón a su lado. —Éste es mi portfolio. —Se lo
entregué—. Aquí está la lista de los lugares que buscan nuevos socios. Este es el
currículum que sigo borrando y empezando de nuevo. Y este…
Ella levantó la vista de la mierda que acumulé en sus brazos. —¿Así que
todavía no has aplicado a ninguno de estos lugares? —Sacó las carpetas llenas
de ofertas de trabajo.
Negué con la cabeza. Por supuesto que no había aplicado. Me moría de
miedo de crecer y encontrar un trabajo de verdad. Me gustaba mi vida tal como
era. Me sustentaba solo y me encontraba rodeado de mis amigos, y Caroline
estaba en mi cama ahora. Si hallaba un buen trabajo, lo más probable es que
tuviera que mudarme, y yo no quería dejar esto todavía, no cuando me sentía
tan satisfecho aquí y más feliz que nunca.
—Mi currículum es una mierda —le dije en su lugar, utilizando esa
excusa—. No puedo enviarlo así.
Caroline se mordió el labio mientras lo miraba por encima. —Sabes… —
dijo. Pensé que iba a ofrecerse a leerlo para mí, pero me sorprendió cuando
dijo—: Aspen acaba de repasar su propio currículum cuando solicitó ese puesto
en la escuela secundaria. Estoy segura de que estaría encantada de ayudarte a
hacer brillar el tuyo.
Ni siquiera había pensado en recurrir a ella, de todas las personas, en
busca de ayuda. Por lo general, evitaba a toda costa a la esposa de Gamble. No
porque no me gustara. Ella parecía bastante agradable, y hacía increíblemente
feliz a mi mejor amigo. Pero era difícil no pensar en ella como mi profesora en
lugar de la esposa de mi amigo, porque eso es lo que había sido la primera vez
que la vi. Además, más o menos la insulté una noche cuando Gam y ella habían
estado saliendo, o en realidad, cuando tuvieron una pequeña separación. Pero
ella me utilizó para mantenerlo alejado y que no quedara envuelto en un
escándalo sucio de un romance estudiante-profesora. Trató de protegerlo,
seguro, pero no me había gustado ser arrastrado en medio de cualquier cosa
que implicara molestarlo.
Y a pesar de que todos superamos eso y todo salió milagrosamente bien
para ellos, todavía no me había disculpado por gritarle esa noche... u otras cosas
que hice que no fueron muy respetuosas para con ella.
Eché un vistazo a Caroline y arrugué la cara, haciéndole saber lo dudoso
que me sentía de su idea. —No lo sé. ¿Crees que estaría dispuesta a ayudarme?
Se echó a reír. —Um... es Aspen. La arraigada profesora de inglés. Ella
vive para este tipo de cosas.
—Bueno, está bien. Supongo que... le preguntaré, entonces.
Caroline se iluminó con la aprobación y la besé en la nariz. Luego volvió
su atención a la lista de puestos de trabajo. —Vaya, seguramente hay un
montón de oportunidades para ti... —Su mirada se congeló en un detalle—. Y
seguro que están muy lejos.
Cuando se colocó un mechón de pelo detrás del oído —su jugueteo
nervioso con el pelo— supe que no le gustaba el aspecto de la distancia. Quería
tranquilizarla y decirle que nunca me iría si ella no quería que me vaya. Pero
mierda, existía oficialmente un “nosotros” desde hace dos minutos.
Probablemente era un poco prematuro para hacer tales promesas.
—Por la forma en que marcaste este, puedo decir que es tu favorito. —Se
volvió para mostrarme de qué trabajo hablaba. El que yo había rodeado cinco
veces y subrayado. El que se encuentra en Lake Tahoe. Cuando sus dedos
fueron a su pelo otra vez, apreté los dientes.
—Sí —le dije. Sonaba como si hubiera un montón de grava en mi
garganta—. Tiene los mejores salarios y beneficios, y es exactamente el tipo de
trabajo que quiero hacer.
Caroline asintió. —Entonces debes aplicar allí.
—Todavía no sé lo que voy a hacer. —Me quedé mirando a la hoja que
empezó a temblar ligeramente en su mano.
Resopló como si mi indecisión fuera ridícula. —Debieras. Es decir, parece
la oportunidad de tu vida.
Cuando levantó la mano a su pelo por tercera vez, no pude soportarlo.
Cogí su muñeca para evitar que tocara un solo rizo. Entonces me llevé los dedos
a la boca y les di un beso. Sus ojos azules parecían llorosos cuando me miró.
—No sé lo que voy a hacer —repetí.
Pero sí sabía lo que no iba a hacer. No iba a dejar que se estresara por
esto.
—Es tarde. Debería llevarte a tu casa.
Ella gimió y dejó caer el ejemplar de mi currículum en su regazo. —No
me gusta la parte de nuestras noches en la que vamos a casa.
—A mí tampoco. —Besé su cabello y quité lentamente mi carpeta de su
regazo—. Yo no tengo que trabajar mañana por la noche. ¿Y si le dices a Gamble
que vas a hacer algo con Rubia y vienes a verme?
Tarareó y se hundió en mí antes de decir—: Estoy trabajando hasta las
nueve.
Gruñí de nuevo. Trabajo, escuela, hermanos. Estaba cansado de todo lo
que se interponía constantemente entre nosotros. Mordisqueé su oreja, luego
trasladé mi boca hasta su cuello. —Entonces dile que Rubia te va a recoger
desde el trabajo, y te recojo yo.
Su cabeza cayó hacia atrás mientras me deleitaba en su cuello. Con un
gemido, ella cedió. —Está bien.
Traducido por Beluu & Beatrix
Corregido por Sandry

Cerca de tres semanas después de empezar una aventura con Oren, visité
al doctor a última hora del viernes por la tarde. Había tenido suerte y conseguí
una revisión para uno de los últimos turnos del día, así podía ir después de
clase.
En cierta manera, había pensado en decirle lo que necesitaba y que él me
diera una receta médica y quizás algunas muestras gratis de anticonceptivos.
Pero aparentemente, esa era una idea delirante. Antes de que incluso supiera lo
que pasaba, me encontraba haciendo pis en un recipiente, poniéndome una bata
de hospital fina que se abría por delante y poniendo los pies en los horrorosos
estribos. Dios, odiaba las visitas al ginecólogo.
Comencé a pensar que se terminaría después de un rápido examen de
pelvis y que entonces me darían las píldoras para que pudiera salir y tener sexo
sucio y maravilloso con Oren. Pero no hubo nada rápido acerca de lo que
sucedió luego. De hecho, pareció que el tiempo se ralentizó y los segundos
pasaban al ritmo de días enteros.
Se sentía como años después, pero solo había pasado una hora cuando
caminé por la puerta trasera de la casa de Noel y Aspen, entumecida y
estupefacta. Absoluta y aplastantemente entumecida. Ni siquiera estaba segura
de cómo procesar todo lo que me habían dicho. Me hundí en la primera silla
que encontré.
Aspen me encontró en esa posición unos minutos después, mientras
observaba aturdida y conmocionada los dibujos que Colton había hecho para
ella, pegados en la nevera con pequeños imanes con forma de fruta.
—¿Caroline? —Hizo una pausa e inclino la cabeza hacia un lado—.
¿Estás bien?
Asentí sin pensarlo, pero entonces dije—: No.
Ella se acercó y tomó una silla cerca de mí. —¿Qué ocurre? —Cuando se
sentó, agarró mis dedos flácidos, los cuales habían estado reposando en mi
regazo, y tomó aliento, sorprendida—. Tienes las manos congeladas.
—¿Sí? —Bajé la vista hacia ellas. No podía sentirlas, en realidad, pero se
veían pálidas y gomosas en las de Aspen. Ella intentó calentarlas frotándolas,
pero eso solo me hizo querer alejarlas.
Así que las alejé. Las acuné en mi pecho, queriendo que permanecieran
frías. Sin vida. Muertas. Exactamente como me sentía, como merecía sentirme.
Aspen levantó su rostro sorprendida. Abrió la boca, pero luego la cerró
sabiamente.
No podía soportar herirla y sabía que retirar las manos lo había hecho,
así que me aclaré la garganta. —Yo... —Sacudí la cabeza. No podía decirlo—.
Yo... hoy fui al doctor, para empezar con el control de natalidad. Y...
—¡Oh! —Sus ojos se abrieron mientras presionó una mano en su pecho—
. Yo... Lo siento. No me di cuenta de que estabas... viendo a alguien.
Pestañeé. Mierda. ¿Acababa de soltar eso? Con el rostro ardiendo,
empecé a sacudir la cabeza, pero Aspen levantó sus manos. —Ignórame. Lo
siento. No es de mi incumbencia. ¿Qué decías... sobre la visita al médico?
Continué mirándola boquiabierta. —¿Vas a decírselo a Noel? —Contuve
el aliento esperando su respuesta.
—Em... —Miró a otro lado; su rostro delataba todas sus incertidumbres.
La lealtad a su esposo batallaba contra su lealtad hacia mí—. Yo no... Eso es...
No, si prefieres que no lo haga... Estoy segura de que no es de su incumbencia
tanto como no lo es de la mía lo que haces en tu... tiempo privado, pero... como
amiga y como nueva hermana, sé que me gustaría conocer a tu... joven. —Luego
sus ojos se ampliaron como si una nueva idea la hubiera golpeado. Inclinándose
más cerca, bajó la voz—. Hay uno solo, ¿verdad?
Sonreí. En realidad, dejé escapar una risa. Ella era tan tierna cuando
intentaba comportarse y no pasarse de los límites al mismo tiempo que trataba
de decirme lo que pensaba. —Sí —le dije—. Solo hay un... —Sonreí más
ampliamente mientras robé su término—, joven.
Ella se sonrojó y se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. —Lo
siento, no sabía cómo decirlo.
Mis hombros cayeron, y todo lo feo volvió a flotar a la superficie.
Sintiéndome como una mierda, confesé—: Si. Tampoco yo.
Aspen se inclinó para tomar mis manos de nuevo, pero se frenó, como
recordándose de que manera me había alejado de ella. —Sabes —empezó
lentamente—, si necesitas hablar de lo que sea, estoy aquí. Incluso prometo no
contarle los detalles a Noel. Pero a veces, las personas simplemente... necesitan
hablar con alguien.
Sonreí suavemente y tomé una de las manos que ella retorcía en su
regazo. Los músculos de su rostro se relajaron al instante, y me devolvió el
apretón de dedos. Estaba a punto de contarle que siempre le contaba todo a
Zoey, pero entonces me pregunté si ella no necesitaba una amiga tanto como
parecía querer que yo tuviera una. Así que lo dejé salir—: El médico no cree que
alguna vez pueda tener hijos.
Sus ojos se llenaron con horror inmediatamente mientras sus manos se
enroscaron con las mías. —Oh Dios mío, Caroline.
Observé nuestros dedos entrelazados. —Yo... esta era la primera vez que
iba al ginecólogo desde el año pasado. No tenía ni idea de que todo se había
estropeado tanto cuando… —Incliné el rostro y las lágrimas me llenaron los
ojos—. He arruinado mi futuro completamente, ¿no es así?
—¡No! No, corazón. Todavía puedes tener una vida plena y feliz. Tú...
—Si hubiera sabido que esa era mi única oportunidad de tener un bebé...
—Por favor, no pienses en ello. No quiero que esto te aflija.
Sacudí la cabeza. —¿Sobre qué más se supone que piense, Aspen? Quizá
nunca sea capaz de sostener a mi propio hijo en mis brazos. Nunca lo veré
crecer. Nunca... —Sacudí la cabeza cuando mi voz se quebró—. ¿Cómo podría
no pensar en eso? ¿Cómo puedo parar de arrepentirme por haber tenido un
flechazo por un chico rico y estúpido, cuyos ricos y estúpidos padres me
hicieron hacer algo que no quería hacer?
Las lágrimas también se acumularon en los ojos de Aspen. —Tienes
razón —admitió—. Yo también me sentiría devastada. —Cuando se inclinó
para envolverme en sus brazos, la abracé con fuerza y enterré el rostro en su
hombro. Ella acariciaba mi cabello y murmuraba palabras tranquilizadoras
cuando un puño sonó contra la puerta trasera.
—Iuu Juu. —La puerta se abrió—. Hay un galán malditamente apuesto
en la puerta.
Me alejé de Aspen y me limpié los ojos húmedos frenéticamente. Pero
Oren ya se hallaba congelado en la puerta, observando todo. La sonrisa en su
rostro se desvaneció instantáneamente mientras miraba de mí, a Aspen y de
vuelta a mí.
Mierda. Había olvidado que iba a venir para que Aspen lo ayudase con
su currículum.
—¿Qué está pasando? —demandó.
—Oh, no es nada. —En una repentina ráfaga de movimiento, Aspen saltó
de la silla, sacudiendo las manos—. Ya sabes cómo somos las chicas. Lloramos
hasta por las tarjetas de felicitación.
Oren le lanzó una mirada incrédula antes de girarse hacia mí. Sus ojos
siguieron cada lágrima que se había deslizado por mi mejilla. —No veo tarjetas
de felicitación por ningún lado.
Aspen se aclaró la garganta y le dio una sonrisa tensa. —¿A qué debemos
el placer de su visita, señor Tenning?
A Oren le llevaron unos segundos más alejar su atención de mí, pero
cuando lo hizo y se giró hacia Aspen, todavía parecía distraído.
Levantando una carpeta en sus manos, le recordó—: Currículum.
Corrección. Tu bolígrafo rojo deslizándose por mis papeles una vez más.
—Oh, cierto. Lo siento. —Llevándose una mano a la frente, Aspen dejó
salir un suspiro agotado—. Me había olvidado. —Entonces frunció el ceño un
poco y puso las manos en las caderas—. Y solo para que lo sepas, ya no uso
bolígrafos rojos. —Se aclaró la garganta con discreción—. Ahora son verdes.
La esquina de la boca de Oren se levantó cuando ella bromeó, pero su
mirada volvió a mí y su sonrisa cayó. Supe tan pronto como abrió la boca que
iba a preguntar de nuevo qué pasaba. Pero, gracias a Dios, el timbre del
teléfono de Aspen comenzó a sonar desde donde lo cargaba en el mostrador y
lo interrumpió.
Aspen se acercó y observó la pantalla antes de que una suave sonrisa
apareciera en su rostro. —Ahí está Noel. Se encuentra en la tienda y tiene que
preguntarme algo. Por favor, discúlpenme un momento.
Mientras salía de la habitación con su espalda tensa, Oren sacudió la
cabeza, observándola. —Sigue siendo tan formal y es como una profesora a
veces. Joder, me asusta. —Entonces se dio la vuelta hacia mí y bajó la voz—.
Ahora, de verdad. ¿Qué diablos pasa?
No había manera de que se lo contase a Oren. Era demasiado personal,
penoso y... y profundo para lo que sea que estuviera pasando entre nosotros. Me
puse de pie tan rápido que casi tiré la silla. Apresurándome para atraparla, me
revolví incómodamente. —Oh, solo es... Mierda, lo siento... Ya sabes, cosas de
chicas —respondí vagamente, copiando la frase de Aspen.
Oren tomó mis manos, capturándolas en el respaldo de la silla. —No me
des toda esa mierda, Caroline. ¿Qué demonios ha sucedido?
Encontré su mirada enojada. —Dije que son cosas de chicas. ¿De verdad
quieres que te cuente los detalles espeluznantes?
—Como si un ciclo menstrual de mierda fuera a asustarme. Además, sé
que no se trata de eso. Estás llorando y quiero saber por qué.
—Está bien —le espeté. Traté de retirar mis manos de las suyas, pero
apretó su agarre alrededor de mis muñecas—. Fui al médico hoy para... para un
control de natalidad. —Podía sentir el desafío en mis ojos cuando incliné mi
rostro para encontrar su mirada, y no sé por qué lo puse allí. Quizá lo retaba a
dar un paso atrás y alejarse de los problemas. Contarle las malas noticias del
médico significaría que ya no seríamos compañeros de cama. Significaría que
habría más entre nosotros que solo sexo.
Pero él no se rindió. —¿Y?
—Y primero tuvo que hacerme un examen.
La comprensión se reflejó en su mirada y, una vez más, me superó la
necesidad de llorar. —Mierda. —Cerró sus ojos brevemente. Cuando los abrió,
sus ojos avellana lucían llenos de sufrimiento—. El aborto te jodió allí abajo, ¿no
es así?
—Sí. —Me encogí mientras inclinaba mi cabeza y cerraba los ojos—. Él
no cree que pueda volver a quedarme embarazada.
—Demonios —exhaló suavemente, su calidez empapando mis huesos
fríos y entumecidos mientras se acercaba. Entonces se encontraba respirando en
mi pelo—. Lo siento.
Cuando sus dedos tocaron suavemente mi hombro, di un paso hacia
atrás y oculté el rostro. —De verdad, no tienes que...
—Podrías simplemente callarte y venir aquí. —Me agarró con más fuerza
y me apretó contra él. Sus largos dedos acunaron mi cabeza, guiándola hacia su
hombro. Luego sus brazos me envolvieron y simplemente me sostuvo así.
Un escalofrío me recorrió cuando sus labios me rozaron la sien.
Apretándome contra él más profundamente, agarré la parte trasera de su
camiseta en mis puños y la sostuve con mi vida.
Mi dolor estalló y empecé a llorar de nuevo en enormes sollozos
agitados.
Él me meció hacia adelante y hacia atrás, mientras el calor de su cuerpo
empapaba el mío. —Shh, cariño —canturreó en voz baja—. Todo va a estar
bien.
No tenía ni idea de cómo podría llegar a estar bien. Incliné el rostro para
mirarlo. —¿Está bien si me arrepiento de ello? Sé que solo tenía diecisiete y no
tenía un lugar para ser madre. No había dinero. Probablemente habría atado a
Noel con todas las responsabilidades. Pero desearía... simplemente... incluso
desde el momento en que estuvo hecho, nunca me sentí aliviada. Únicamente
me he sentido enferma de arrepentimiento.
Oren se inclinó y besó las lágrimas de mis mejillas. —Puedes arrepentirte
de lo que demonios sea que quieras arrepentirte. Yo me arrepiento de muchas
cosas. No dejes que esto te absorba y se haga cargo de tu vida.
Lo que me sorprendió más que el hecho de que Oren Tenning estuviera
lleno de buenos consejos, fue el hecho de que parecía completamente serio y
genuino cuando me aconsejó.
—¿Cómo lo hago? —pregunté—. ¿Cómo hago para que no me controle?
Sus labios se suavizaron antes de romper en una sonrisa alentadora. —
Solo sigue adelante, supongo. Mierda, no lo sé.
Me reí y él se inclinó para rozar su nariz contra mi pelo.
—Sigue oliendo así de bien cada día, eso es un buen comienzo. —Su voz
retumbó en mi oído y me hizo estremecerme... el buen tipo de escalofríos.
Entonces sus manos se resbalaron por mi espalda en una caricia sensual
mientras me besaba la frente. —También podrías seguir volviéndome loco con
cada respiración que das, o...
—Oren —dije, quedándome sin aliento mientras mi excitación se puso en
movimiento—. Cállate o vas a ponerme caliente.
Él se rió. —¿Voy a ponerte caliente? Mujer, sé que ya estás empapada por
mí. —Su nariz se movió juguetonamente contra mi oído antes de susurrar—:
¿No es así? —Y entonces sus dientes pellizcaron el lóbulo de mi oreja.
Mis dedos se enroscaron en sus hombros mientras arqueaba mi cuello
hacia atrás y mi cuerpo se aplastaba contra el suyo, presionándome contra su
duro pecho. —A nadie le gusta un fanfarrón —jadeé, deseando que me besara.
—Sí, a ti te gusta. —Su voz ronca envió chispas de electricidad a través
de todo mi cuerpo. Me estremecí y me acurruqué más cerca de él—. Te gusta
cada jodido detalle sobre mí, desde todas las frases estúpidas y molestas que
digo hasta cómo se siente cuando estoy enterrado tan profundamente dentro de
ti que todo lo que puedes hacer es gritar mi nombre.
Tenía razón. Me avergonzaba, pero amaba cada detalle gravemente
defectuoso de él. —Maldita sea —murmuré. Él esperaba a que yo lo besara
primero, ¿no?
Le agarré el pelo con mis puños y aplasté mi boca contra la suya. Su risa
engreída y victoriosa fue interrumpida por mi lengua abriéndose paso dentro
de su boca. El gemido que retumbó en su garganta me llenó de satisfacción por
una fracción de segundo antes de que tomase mi culo y me levantase del suelo.
Perdiéndome en la distracción que me ofrecía, disfruté de la sensación de
nuestros pechos rozándose mientras me levantaba. Pasé una pierna alrededor
de su cintura y él empujó sus caderas contra las mías, dejándome sentir su
excitación.
No se me había ocurrido en absoluto que este era el peor momento y el
peor lugar para besar a Oren Tenning hasta que la puerta trasera se abrió y dos
voces entraron, llenando la cocina.
E igual de abruptamente, se callaron.
Oren y yo nos separamos. —Oh Dios mío. —Presioné mi mano contra su
pecho mientras observé a Colton y Brandt—. ¿Qué están haciendo ustedes dos
aquí?
Se quedaron congelados en la entrada trasera de la casa, mirando
embobados de mí a Oren, el cual nos había dado la espalda y respiraba con
dificultad mientras se aferraba al borde del mostrador, tratando de calmar su
respiración y, sin duda, también su libido.
—Vivimos aquí —contestó finalmente Brand. Luego el imbécil apartó la
mirada de la espalda de Oren para lanzarme una pequeña sonrisa—. ¿Qué estás
haciendo tú aquí, Caroline?
—¿Por qué besabas a Ten? —preguntó Colton.
La mortificación se apoderó de mi rostro. —Yo... no estaba besándolo.
Mis dos hermanos me dieron una mirada de no-te-creemos. Al final,
Brandt preguntó—: Entonces, ¿él se... ahogaba y tú... trataste de resucitarlo... con
la lengua?
Cuando Oren se rió y por fin se dio vuelta, le lancé una mirada asesina.
—¿Por qué estás riéndote?
Oren se encogió inocentemente como diciendo ¿Qué hice? —Porque eso
fue divertido —respondió—. Es como algo que yo diría. —Entonces le sonrió a
Brandt y le ofreció el puño a modo de felicitación, a lo que mi hermano sonrió y
aceptó.
Oh Dios mío. No entendía a los chicos en absoluto.
Rodando los ojos, lancé mis manos al aire, sintiéndome perdida.
—¿Noel sabe que están...? —Colton barrió su mano entre Oren y yo. Ni
siquiera él estaba seguro de lo que pasaba entre nosotros.
Crucé los brazos sobre el pecho y levanté la barbilla. —Por supuesto.
Brandt se rió disimuladamente, él ya se había dado cuenta de la verdad.
—¿Así que si se lo mencionamos hoy a la noche...?
Maldita sea. —Ni siquiera te atrevas.
El niño de catorce años se rió entre dientes, diciéndome cuán perdida me
hallaba antes de decir—: No lo sé, Caroline. En realidad no creo que a él le vaya
a gustar que estés saliendo con su mejor amigo... el mismo amigo al que le
advierte de permanecer alejado de ti, como, cada vez que Ten nos visita.
Oren gimió y levantó la vista hacia el techo. —Demonios... Incluso va a
chantajearnos por su silencio, al igual que haría yo.
Suspiré en aceptación y miré a Brandt. —Está bien. Lo que sea. Veinte
dólares.
—Cielos, hermana mayor. —Se rascó la mejilla pensativamente mientras
miraba de Oren a mí—. Esto es importante. Noel se enfadaría de verdad si lo
supiera.
—¿Veinticinco? —contesté, esperanzada.
Bufó. —¿Qué hay de cincuenta?
—¿Cincuenta dólares? ¿Estás loco? Se lo diría yo misma a Noel por
cincuenta dólares.
—Hmm —respondió suavemente Brandt. No se creía mi engaño—.
Acaba de subir a cien.
—Oh Dios mío. En serio, no tengo tanto dinero.
Sí lo tenía, pero estaba en una cuenta bancaria con el nombre de Noel en
ella. Le alertaban de cualquier retiro que hiciera.
—Ya. Vale. —Oren sacudió sus manos y se paró entre mis hermanos y
yo—. Yo tengo cincuenta. Tú pones cincuenta también —me dijo antes de darse
vuelta para encarar a Brandt—. Y tú mantienes la maldita boca cerrada.
¿Capiche?
Brand asintió, el brillo feliz de sus ojos mostrándome lo contento que se
puso con la oferta de Oren. —Capiche —respondió.
Dejando caer sus hombros mientras daba un suspiro de alivio, Oren se
giró hacia mí. —Tus habilidades para regatear apestan, en serio.
—¿Qué? —dije.
Y justo Colton dijo—: Oye, yo también quiero cien dólares.
—Los cien dólares son para ambos —dije entre dientes apretados.
Brand bufó. —Al infierno si es así. No voy a compartirlos con él.
—Cuida tu boca, pequeño sabelotodo.
El niño de catorce años movió sus pestañas. —Te diría que cuides la
tuya, pero parece que Ten ya aceptó el trabajo.
—Jesús —gimió Oren, sacudiendo la cabeza—. Él es un maldito mini yo.
Desafortunadamente, sí, lo era.
Justo en ese momento se escucharon pasos acercándose desde afuera,
alertándonos de que venía alguien. Todos en la cocina intercambiamos miradas
de ojos abiertos, sabiendo que tenía que ser Noel.
—Cien para cada uno —fue la última oferta susurrada de Brandt.
Comencé a sudar y miré a Oren, por ayuda. Sus cejas se levantaron,
dejándome decidir nuestro destino. Fruncí el ceño y le susurré a Brandt—:
Olvídate.
Él se encogió de hombros. —Prepárate. —Después se dio vuelta hacia la
puerta. Como si le hubiera leído la mente, Colton lo siguió.
—Noel —lo llamaron juntos.
Mis ojos se abrieron, desorbitados. —¡No! —chillé.
Al mismo tiempo Oren murmuró—: Mierda. —Y agarró a los dos chicos
por sus cuellos y los arrastró hacia atrás para poder gruñir en sus oídos—:
Ciento cincuenta a cada uno, y será mejor que ambos se queden callados como
unos malditos muertos.
Colton y Brandt asintieron. Luego miraron a Noel con sonrisas
demasiado inocentes, cuando abrió la puerta de atrás y entró con un montón de
bolsas de la compra.
Noel se detuvo cuando los vio. Miró de Brandt a Colton y luego frunció
el ceño un poco antes de volver su atención a Oren.
—Hola. ¿Estás aquí para trabajar en tu currículum con Aspen?
Oren asintió y murmuró—: Sí. —Brandt soltó un pequeño resoplido, que
causó que Noel pasara su atención a los dos chicos, que continuaban de pie
congelados en frente de él y que lo observaban con atención.
Arrugando las cejas en confusión, Noel levantó un dedo para menearlo
entre Brandt y Colton, después puso lentamente las bolsas en la mesa de la
cocina. —Bueno, eso es espeluznante. ¿Qué pasa con ustedes dos?
—Nada —dijeron a coro.
Gemí y rodé los ojos. Iba a matar a mis dos hermanos menores, en
silencio, por la noche con almohadas sobre sus rostros. Haría un servicio al
mundo, de verdad.
—En serio —insistió Noel, mirándolos a ellos antes de que su mirada
curiosa se traslade a mí—. ¿Qué pasa con ellos?
—No lo podemos decir. —Colton se metió en la conversación—. Nos
pagaron por permanecer en silencio.
Me golpeé la frente con la mano y gemí. Cancelar las almohadas. Eso era
una manera demasiado humana para acabar con ellos.
La mirada de Noel pasó volando de nuevo a mí. —¿En serio? —dijo
lentamente—. Entonces, ¿qué trata de ocultar Caroline? ¿Hmm, Caroline? —
Luego frunció las cejas con preocupación—. ¿Has estado llorando?
Al instante se volvió hacia Oren como si fuera su culpa, por lo que me
interpuse entre los dos chicos y levanté mis manos, frente a mi hermano. —Ya
sabes, solo porque eres el tutor legal de esos dos, no quiere decir que también lo
eres para mí durante más tiempo. Yo no tengo que decir nada de lo que está
pasando en mi vida.
Alejando su estrecha mirada de Oren, Noel parpadeó sorprendido. —
Puede que no sea tu tutor legal, no, pero todavía vives bajo mi techo. Y no me
gusta que mi propia hermana me guarde secretos, o pague a Brandt y Colton
para que me los guarden.
—Bueno, entonces creo que es hora de que me vaya. —Enderecé mi
espalda y le envié una pequeña sonrisa de superioridad, como diciendo: ¡ja,
toma eso!
Levantó las cejas. —Guau. Así que, este secreto es tan importante que
estás dispuesta a mudarte para no decírmelo. Gracias, hermana. Estoy sintiendo
el amor aquí.
—Dios mío, Noel. No estoy diciendo que no te quiera. Solo digo que
quizás es hora de dejar el nido y conseguir cierta independencia. Estoy segura
de que Zoey y yo podemos alquilar un lugar juntas.
—Guau, eh. No. —Oren levantó las manos, dando un paso adelante para
interrumpir—. Rubia se encuentra bien dónde está.
Cuando le envié una mirada incrédula, se encogió de hombros con aire
de culpabilidad. —¿Qué? Cocina, limpia y mantiene a Hamilton perpetuamente
feliz y lejos de mí. Ella no va a ninguna parte.
—Oh Dios —espetó Noel, y el horror apareció en su rostro cuando se dio
la vuelta hacia mí—. Por favor, no me digas que estás embarazada de nuevo.
—¡Eh! —estalló Oren y lo empujó con tanta fuerza que tropezó en
sentido inverso.
Y justo, desde la puerta, Aspen jadeó—: ¡Noel!
Oren exigió saber cuál era problema de Noel, y Noel quería saber por
qué Oren lo había empujado, y yo alcancé el mostrador para apoyarme al
tiempo que toda esta sensación una vez más desapareció de mi cuerpo, y me
dejó fría y expuesta.
Todo lo que me enteré en el consultorio del doctor volvió corriendo,
todas las palabras que oí, los sentimientos que experimenté, el absoluto y
abatido arrepentimiento. Mi pecho se movía en un intento de tomar una
respiración constante, mientras Oren enfrentó a Noel, pareciendo cabreado.
—Joder, te empujé porque eso que le dijiste a tu propia hermana fue una
idiotez
Quería que lo dejara; iba a exponernos si seguía actuando como un novio
enfurecido defendiendo a su chica que acababa de ser insultada. Pero todo lo
demás dolía tanto.
—¿Quién diablos te crees que eres para decirme cómo tratar a mi
familia? —gruñó Noel—. Y teniendo en cuenta su pasado, era una pregunta
legítima.
—¡Noel! —Irrumpió Aspen hacia él para golpearle en el pecho
Pero antes de que ella pudiera reprenderle, dije—: Sabes qué, era una
pregunta legítima. ¿Quién sabe cuándo Caroline se quedará embarazada otra
vez? Pero estarás feliz de saber, hermano mayor, que ya nunca más te molestaré
con otro susto de embarazo. El médico me ha informado hoy que mi equipo de
hacer bebés está permanentemente fuera de servicio.
Su boca se abrió. —¿Qué?
No podía explicarle más. Dándome la vuelta, huí de la habitación.
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Mary Warner

Ver los ojos de Caroline llenarse de lágrimas justo antes de correr de la


cocina y no ser capaz de ir tras ella tenía que ser una de las cosas más difíciles
que jodidamente había hecho, o no hecho, en este caso. O tal vez contenerme de
golpear los dientes de Noel y hacerlos bajar por su garganta era lo más difícil.
No podía decidir. Pero te diré una cosa; quedarme ahí de pie como un idiota y
no hacer nada me masacraba.
Temblaba —literalmente vibraba— con la necesidad de reaccionar, al
tiempo que Gamble levantaba su mano y giraba en un círculo, mirándonos por
respuestas. —¿Podría alguien darme una pista de qué coño acaba de pasar?
Le di la espalda y agarré el borde del mostrador, apretando muy fuerte
para evitar asfixiarlo y decirle cuánto acababa de lastimar a Caroline.
—No sé nada sobre la cosa del equipo para hacer bebés —insistió Brandt,
levantando sus manos con inocencia.
—¿Ten? —dijo Gamble, con voz dura.
Aún enfrentando los gabinetes, apreté los dientes. —Solo sé lo que la
escuché decirle a tu esposa.
Gamble suspiró. —¿Aspen?
Su voz sonó irritada cuando respondió. —Como ella te dijo, acababa de
volver del médico.
Miré hacia Gam a tiempo para ver palidecer su cara. Incluso sus malditos
labios perdieron el color. —¿Y?
—Y… hubo… daños. —Su mirada se desvió hacia los dos Gamble más
jóvenes. Pero Noel no parecía preocuparse por ellos. Extendió su mano,
pidiendo escuchar todo—. El procedimiento que tuvo el año pasado —empezó
con mucho tacto—. Supongo que no sanó bien de eso.
Gamble tomó aire y luego bajó la cara. —Joder —susurró. Cubriendo su
rostro con ambas manos, gimió—: Ahora me siento como una mierda total.
—Bueno, deberías —espeté antes de poder detenerme—, porque lo eres.
Dejando caer sus manos, se giró para ver en mi dirección. —¿Disculpa?
—Sabías como la afectaba toda esa mierda. Mencionaste lo preocupado
que te sentías por ella cada maldito día. Tienes que ser un completo idiota para
no darte cuenta de cuán sensible es sobre todo el tema. Y sin embargo, jugaste
con eso esta noche como si fuera una especie de… broma.
—Genial. —Gam sacudió la cabeza y levantó la mirada al techo—. Estoy
consiguiendo un sermón sobre mi comportamiento del Señor Rey de la
Insensibilidad en persona.
Resoplé. —Supongo que eso debería decirte cuanto te equivocaste,
maldita sea.
Él asintió. —Tienes razón. Tienes toda la razón. —Con una mirada hacia
su esposa y sus dos hermanos, anunció—: Voy a ir a buscarla. Tengo que
disculparme.
Mientras dejaba la habitación, me froté la cara con las manos y me
desplomé contra la encimera.
—Bueno, me alegro de que se lo dijeras para que así yo no tuviera que
hacerlo —murmuró Aspen.
Dejando caer mis brazos a los lados, forcé una sonrisa. —Feliz de estar a
tu servicio.
Me mandó un gracioso asentimiento. —Y a cambio, estoy feliz de mirar
por encima tu currículum.

Una hora después, mi mente no se enfocaba. Oh, ¿a quién demonios


engañaba? Se me había hecho imposible concentrarme desde el momento en
que me senté con la mujer de Gamble en el comedor. En general, se veía
impresionada con mi formato, pero definitivamente usó su bolígrafo verde.
—Creo que si utilizas las sugerencias que hice, tendrás resultados
sorprendentes.
Cuando me miró, asentí. —Sí, gracias.
Ella asintió también y tomó una respiración. —Entonces… ¿tienes
algunos lugares en mente en los que te gustaría aplicar?
—En realidad, sí. Tengo una lista. —Chequeé la puerta principal, como
por millonésima vez en los últimos sesenta minutos, pero nadie la abrió. Ni
Gamble. Ni Caroline. Ni el coco. ¿En dónde demonios se hallaban? ¿Ella se
encontraba bien?
—¿En serio? —Aspen sonaba sorprendida por mi respuesta—. Eso es…
guau, eso es estupendo. Sabía que a Noel le preocupaba que tú no…
Le lancé una mirada, y sus ojos llamearon antes de que estampara una
mano sobre la boca. Resoplé. —¿Le preocupaba que no fuera a madurar y
buscara un trabajo real después de la graduación?
—Yo… —Sacudió la cabeza, completamente frustrada—. Él solo…
—Toma la responsabilidad por el mundo —dije por ella—, y se preocupa
por lo que hace todo el mundo.
Sonrió suavemente. —Solo todos los que son importantes para él.
Dándome cuenta de que me encontraba en ese grupo, bajé la vista a mis
manos, las mismas manos que había usado para reclamar a su hermana.
Era un bastardo.
—Bueno… —Aspen sonaba incómoda de repente.
La miré. —Lo lamento —espeté.
Sus ojos se ampliaron y ella retrocedió sorprendida. —Tú lo… lo siento,
estoy confundida.
—No fui muy… respetuoso —le dije—, cuando tú y Gam estaban, ya
sabes, enganchándose.
Tragó ruidosamente. —Bueno, fue bastante escandaloso e… ilícito. —Se
encogió de hombros y dejó salir una risa nerviosa—. ¿En serio? ¿Qué pensabas
tú?
—Debí haber pensado en cubrir la espalda de mi amigo, sin importar
qué.
—Pero, lo hiciste —comenzó en mi defensa—. Recuerdo explícitamente
que viniste a mi casa a maldecirme después de que rompiera con él. Y luego…
—Me volví un borracho bullicioso y le grité desde el otro lado de una
habitación llena de personas preguntándole cómo lo hicieron —confesé en una
ráfaga.
Aspen se sentó más derecha y apretó la mandíbula antes de exhalar. —
Oh —dijo finalmente—. Yo… no sabía acerca de eso.
Bajé la mirada a mis manos. —En ese momento, no pensé que alguien me
creería. Es decir, estaba borracho, y siempre decía estupideces. Pero te apuesto
algo a que Marci Bennett se encontraba ahí, en esa habitación, y escuchó todo.
Aspen se estremeció y se rodeó con sus brazos.
—Solo hizo falta que una persona me creyera e hiciera un poco de
investigación, y saber eso me ha molestado por un maldito año. —Cuando miró
hacia mí, casi sentí la urgencia de romperme—. Es mi culpa que te despidieran.
Sus hombros cayeron. —No. No lo es. Es mi culpa que me despidieran.
Yo soy quien empezó una relación con un estudiante. Conocía las reglas. Sabía
las consecuencias, y lo hice de todos modos.
—Pero…
—No. En todo caso, tus acciones aceleraron lo inevitable. Lo que pasó iba
a pasar, Ten. ¿Y sabes qué? Me alegro. Terminé con el hombre de mis sueños.
No hubiera sido capaz de hacer eso si me hubiera quedado ahí. Pero ahora
estoy aquí, y soy más feliz de lo que he sido nunca, más feliz de lo que creí que
podía ser. Me siento completa de todas las maneras, porque voy a conseguir ese
maldito trabajo de enseñanza en la escuela, y Noel dejará de hacer hincapié en
que de alguna forma arruinó mi vida, y luego todo va a ser perfecto. Así que, la
verdad, me gustaría agradecerte por cualquier papel que jugaste en todo esto.
Sacudí la cabeza. En lugar de molestarse conmigo, la mujer terminó
agradeciéndome. —Eso es jodido —dije.
Ella sonrió. —Bueno, tómalo o déjalo. Aun así estoy agradecida de todo
lo que has hecho por nosotros. —Esta vez fue su turno de mirar la puerta—. Ha
pasado casi una hora desde que se fueron.
—Una hora y dieciocho minutos.
Aspen me disparó una mirada conocedora. Me alejé, esperando no
haberle dado nada.
—Caroline ha estado mucho más feliz últimamente —dijo.
Mi pulso tronó en mis oídos. No tenía idea de cómo responder. ¿Era esa
su manera de decirme que sabía de nosotros? ¿O simplemente retomaba temas
de conversación?
—Lo siento, ¿qué? —pregunté, mi boca increíblemente seca.
Sus ojos destellaron. —Nada.
Asentí. —Bien. —Me puse de pie—. Probablemente voy a largarme. Esta
conversación llenó mi cuota de sensiblería por los próximos meses, así que
tengo la urgente necesidad de hacer algo muy varonil como volver a casa, ver
algunos deportes en mi ropa interior, y rascar mis bolas por toda una hora.
—Oh, bien. —Sus hombros liberaron toda la tensión en ellos—. Porque
ya me quedaba sin cosas que decir.
Me reí y reuní mis cosas. —Tienes toda la razón, Dra. Kavanagh. Quiero
decir… mierda. —Le di un encogimiento de disculpa. No había sido Dra.
Kavanagh por meses. Ahora era la señora Gamble. ¿O era la Dra. Gamble?
—Solo Aspen —me dijo.
Deslicé la correa de mi bolso mensajero sobre mi hombro. —Nos vemos
por ahí.
Tan pronto como escapé de la casa, saqué mi teléfono y encendí mi
camioneta.
¿En dónde estás? Le escribí a Caroline. Encuéntrame. Ahora.
Ni siquiera tuve que esperar treinta segundos por su respuesta. No estoy
de humor para sexo esta noche.
—Jesús, mujer —murmuré, y tecleé mi respuesta. Guau, de verdad
piensas tan bajo de mí, ¿verdad? Esta no es una llamada sexual. Solo te
necesito.
Esperé otro minuto. Cuando no respondió, gruñí en voz baja y aceleré mi
camioneta. Una vez que llegué a casa, me impedí enviarle otro mensaje hasta
que estuve en mi cuarto con la puerta cerrada. Los Zwinn habían estado
acurrucados en el sofá, mirando uno de sus programas juntos, pero solo les
gruñí algo mientras pasaba.
Tan pronto como me acosté en mi cama, escribí un nuevo mensaje.
¿Siquiera te das cuenta de cuán difícil fue para mí no correr detrás de ti
cuando te fuiste de la cocina llorando? Acabo de salir de mi sesión con tu
cuñada, y ya no voy a contenerme más. Si no te tengo entre mis brazos antes
del final de la noche, podría perder mi maldita cabeza. VEN AHORA.
Guau. Tienes una habilidad muy dulce con las palabras, respondió ella.
Resoplé. Si lo querías dulce, deberías haber ido detrás de Hamilton.
Pero me querías a mí, así que esto es lo que tienes. Si tu culo no está en mi
habitación en veinte minutos, iré por ti. No me interesa si tengo que irrumpir
en la casa de Gam, empujarlo de mi camino, y asaltar los pasillos para
encontrarte.
Bien. Estaré ahí en cinco minutos.
Dime en dónde estás. Iré a buscarte.
DIJE QUE ESTARÉ AHÍ EN CINCO MINUTOS.
De acuerdo. Bien. Maldición. La dejé ganar esa y venir a mí.
No sabía qué hacía aquí. Oren fue francamente agresivo en sus mensajes.
No me sentía de humor para lo agresivo. Quería estar molesta con él, con el
mundo entero. No me sentía lo bastante estable para estar cerca de nadie, pero
encontré una sensación de alivio mientras subía los escalones hacia su
apartamento y su puerta delantera. Sin importar cómo me sintiera o de qué
humor estuviera, todavía quería estar cerca de él.
Toqué la puerta una vez antes de tratar de abrirla y encontrarla
desbloqueada. Así que entré.
Los Zwinn me enviaron una sonrisa simpática como si supieran todo.
Luego apuntaron hacia el pasillo. —Está en su habitación.
Me dirigí hacia allá. Tan pronto como pasé la puerta, manos hambrientas
me jalaron contra un duro y caliente pecho. Besó mi frente antes de agarrar el
dobladillo de mi camisa y tirarla hacia arriba, sobre mi cabeza.
—Pensé que no era una llamada sexual —dije mientras levantaba los
brazos para ayudarlo.
Él alcanzó el broche trasero de mi sostén. —No lo es. No hables.
Después de descartar el sostén, se inclinó y besó el oleaje de mis pechos.
Luego removió mis pantalones. Sí, seguro que esto parecía una llamada sexual
para mí. Esperaba que fuera por mis bragas después, pero me sorprendió hasta
la inconsciencia cuando puso con urgencia una de sus enormes camisetas sobre
mi cabeza. Olía a él, y no pude evitar inhalar la embriagadora esencia.
Luego tomó mi mano y me guió a la cama. Una vez que nos arrastramos
bajo las mantas y él posicionó mi cabeza para que descansara sobre su hombro
mientras envolvía sus brazos alrededor de mi cintura, finalmente dejó salir un
suspiro y todos sus músculos se relajaron debajo de mí. —Ya está —dijo,
sonando satisfecho—. Eso está mejor.
Sonreí y cerré los ojos, dejando que el fuerte y sólido latido de su corazón
sonara en mi oreja. En verdad estaba mejor. Pero lo hizo incluso más increíble
enhebrando sus dedos a través de mi cabello y acariciando rítmicamente mis
largos mechones.
—Mmm. Eso se siente bien.
Podría quedarme dormida con esto, sin problemas. Podía olvidarlo todo
y dejarlo cuidar de mí.
Y en la mañana, mi útero seguiría siendo estéril. Mi hermano aún estaría
en la oscuridad sobre la mayor relación de mi vida, y Oren… Oren seguiría sin
saber con cuanta intensidad o por cuánto tiempo lo he amado.
—Cuéntame de tu niñez.
Su suave pregunta me hizo abrir los ojos. —¿Por qué?
—Porque quiero saber. Gamble nunca hablaba de eso. No sabía nada de
ti, excepto que existías, hasta el día en que te conocí.
—No es muy glamorosa.
—No me importa. Solo… quiero saber qué era la vida para ti. ¿Habías
vivido en ese tráiler toda tu vida?
—No. Es decir, sí, siempre habíamos vivido en tráileres, pero no en ese
en específico. Nos quedábamos en uno un poco más lindo, de tres cuartos hasta
que Noel se fue a la universidad. Sin embargo, mi mamá no podía mantener al
día las cuentas, así que nos rebajamos a ese en el que nos conociste.
Lo sentí asentir, pero continuó acariciando mi cabello mientras le
describía mi vida. —Noel básicamente nos crió. Mi madre se iba mucho, y
cuando se encontraba en casa, no nos prestaba mucha atención. La recuerdo
regañándome cuando Brandt y Colton eran pequeños, diciéndome que los
mantuviera callados porque tenía dolor de cabeza o algo. Noel amortiguaba
muchas cosas. Era un líder natural. —Sonreí—. Todavía lo es, un poco mandón
algunas veces, pero no lo cambiaría por nada del mundo. Siempre se aseguraba
de que estuviéramos alimentados, vestidos y entretenidos. Mirando atrás, estoy
asombrada por todo el trabajo que tuvo que pasar para mantenernos felices a
los tres. Quiero decir, no podía hacer mucho, pero él… lo intentaba, ya sabes.
Realmente lo intentaba.
—Es un buen hermano —murmuró Oren.
—El mejor —concordé.
—¿Estuviste molesta con él cuando se fue a la universidad?
—No. En absoluto. —Recordé cuán petulante había sido Brandt, pero
sabía que Noel tenía que irse. Había estado lista para encargarme y hacer lo que
necesario para que él pudiera hacer algo de sí mismo. Me había sentido tan
orgullosa de que mi hermano mayor obtuviera un título universitario con su
beca de fútbol—. Sin embargo, no me di cuenta de las muchas cosas de las que
se encargaba hasta que se fue. —Hasta que tuve que dar un paso y tratar de
hacer lo que hacía siempre él.
—¿Cuántos años tenías?
—Quince. Y traté de usar el dinero que me enviaba sabiamente. Pagaba
las cuentas que me decía que eran más importantes primero, e iba a las tiendas
de alimentos que necesitábamos, pero a veces… no lo sé. Derrochaba cuando no
debía hacerlo, y les traía a Brandt y a Colton algún juguete que en verdad no
necesitaban o un lindo atuendo que costaba demasiado. Pero seguí intentando
arreglar cada error que cometía, excepto que cada uno nos hacía retroceder un
poco más.
—Hacías lo mejor que podías.
—Y aun así nunca alcancé el nivel de perfección de Noel Gamble.
Contra mí, Oren resopló. —¿Quién podría? Créeme, jugué con el tipo por
cuatro años. Nadie puede ser tan bueno como la omnipotente estrella de fútbol.
Arqueando las cejas, rodé para enfrentarlo. —¿Detecto un poco de celos
en su voz, señor?
Se encogió de hombros y se inclinó levemente para besar mi nariz. —En
realidad no, pero se robó toda la gloria, a pesar de que tuve que atrapar la
mayor parte de sus malditos pases. Te diré ahora, no todos fueron tan perfectos.
Subí mi mano hacia el rastrojo de su barba. —Bueno, gracias a Dios que
no soy la única que saca el hecho de que él es tan perfecto, y yo no.
—Oye, nunca dije que no fuera perfecto. Él solo tiene que ser…
¿perfeccionista?
—Quieres decir, ¿más perfecto?
Se encogió de hombros. —Me gusta más perfeccionista.
Sonreí y me acurruqué contra él.
—Sigue hablando —instruyó suavemente mientras su mano rasgueaba
mi espalda—. Me gusta aprender de ti.
—Bueno, no hay mucho más que decir. Después de que Noel se fue,
comenzó a escaparse de mis manos progresivamente. Me volví más solitaria,
estresada, perpetuamente preocupada. Cuando Sander Scotini me saludó en la
escuela un día, estaba tan hambrienta por algo que solo… me alejara de todo,
que me enganché a su atención como la… estúpida idiota que era.
Oren se tensó debajo de mí y su mano dejó de moverse. —No eras
estúpida. El hijo de puta solamente supo cómo golpear en tu momento más
vulnerable.
Suspiré. —Sí, supongo. Pero debí haberlo sabido. Debería haber sabido
que no significaba nada para alguien como él. Debería…
—Qué demonios —espetó Oren. Me rodó sobre mi espalda y se elevó
para enviarme un ceño penetrante—. ¿Te refieres a que deberías haber sabido
que eras demasiado buena para un imbécil rico como él, cierto?
Sonreí suavemente, pero aparté la mirada. —Sé que no soy demasiado
buena para nadie…
—A la mierda que no lo eres. —Tomando mi barbilla, Oren giró mi cara
hasta que estuve mirando directamente a sus ojos—. Eres… asombrosa. Y lo
único que ese idiota hizo bien fue joder todo para ti, porque eso te trajo aquí.
Conmigo.
Tomé aliento, inexplicablemente tocada por la intensidad en su mirada y
la fiebre detrás de sus palabras. Lo decía en serio. Lágrimas pincharon mis ojos,
pero parpadeé para alejarlas.
Colocando mi mano sobre el pecho desnudo de Oren, sentí el firme
latido de su corazón bajo mis dedos y me maravillé del asombroso corazón que
podía ser. —Así que, ¿no esperas sexo en este momento? —pregunté.
Él pestañeó ante la pregunta, obviamente sin esperarla, y tal vez ni
siquiera pensando en eso. Luego frunció el ceño. —Te dije que no en el mensaje,
¿o no? ¿Pensaste que mentía? —Sonaba un poco insultado.
—Bueno, no. —Hmm, esto era extraño—. Sabía que no mentías… cuando
lo dijiste. Pero ahora que estoy aquí…
Dejó escapar un suspiro, definitivamente insultado. —Sé que esto puede
sonar loco, pero en realidad puedo sobrevivir sin eso por una noche.
—Sí, pero… —Me encogí de hombros con autoconsciencia—. Ya que
estás siendo agradable, cómodo y comprensivo, yo como que… lo quiero ahora.
—Oh, Jesús —gimió, tensando sus brazos a mi alrededor—. Creo que mi
pene se puso instantáneamente duro. Como que toda la sangre corrió al sur tan
rápido que mi cabeza está aturdida.
Una sonrisa iluminó mi rostro. —¿Lo está? —En lugar de extender una
mano y masajear su cabeza aturdida, mi mano se fue al sur para masajear…
bueno, su otra cabeza.
El chico definitivamente no mentía. Estaba tan duro como una roca bajo
mis dedos. Gimió cuando envolví mi palma a su alrededor a través de sus
boxers y bombeé.
—Maldita sea. —Se arqueó bajo mi toque, presionando sus caderas
contra mí—. Me encontraba preparado para ser un noble caballero y todo. Pero
que se joda eso.
—Preferiría que me jodieras a mí en su lugar —dije mientras lo empujaba
sobre su espalda y me arrastraba sobre él.
Traducido por Sandry
Corregido por Mae

Sabía que tenía que ir a casa con el tiempo y enfrentarme de nuevo a


Noel, pero lo evité tanto tiempo como fuera posible. Después de quedarme
dormida en brazos de Oren, no me moví durante el resto de la noche. Me
desperté con la luz entrando a raudales a través de la ventana y con la palma de
su mano curvada posesivamente alrededor de mi pecho.
Se sentía caliente en mi espalda y me quedé allí durante un segundo,
deleitándome con la sensación de despertar en su cama, con sus manos sobre
mí. Cuando inhalé profundamente, amando este momento, él se agitó detrás de
mí, moviéndose hasta que se acurrucó contra mí, así que su erección mañanera
empujaba mi trasero desnudo y sus dedos instintivamente apretaron mi pecho.
—Maldita sea —dijo en un gemido—. Podría despertar así todos los días.
A mi polla de verdad le gusta acurrucarse con tu culo.
Sonreí. —Oh, ¿sí? ¿O le gusta más esto? —Sentándome, me giré para
mirarlo, y luego le di la vuelta para poder besar su pecho y tomar su erección en
mi mano. Su marca de nacimiento de color púrpura con la forma de Virginia
Occidental parecía particularmente brillante esta mañana. Me encantaba que
nunca se molestara en ocultármela. No habíamos estado juntos con las luces
apagadas desde la desaparición de la Visitante Nocturna, y eso también me
encantaba. Éramos abiertos acerca de todo entre nosotros, no guardábamos
secretos, y compartíamos todo tipo de cosas que nunca había compartido con
nadie más en mi vida.
Queriendo mostrarle lo mucho que significaba para mí, le di a su marca
de nacimiento un poco más de atención y lamí todo su costado antes de tomar
la cabeza de su pene en mi boca.
Agarró mi pelo fuertemente, como a mí me gustaba, y gemí mientras le
chupaba hasta la parte posterior de mi garganta.
—Está bien, tienes razón —dijo con voz áspera—. Me gusta más
despertar de esta manera.
Me reí con la boca llena y procedí a darle la mejor mamada de mi vida,
excepto porque me alejó de él justo antes de correrse. Entonces me puso de
espaldas y me miró con asombro antes de tomar una de mis piernas.
Empezando por el tobillo, besó, lamió y mordisqueó un camino hacia abajo
hasta que su boca se encontró en mi coño y su lengua dentro de mí.
—Oh, Dios mío, Oren —jadeé y apreté las sábanas debajo de mí—. Te
sientes muy bien. Eso se siente tan bien.
Me miró para preguntar. —¿Te vas a correr?
—¡Sí! —espeté, deseando que regresara su boca a mí, pero en lugar de
eso, se levantó para sentarse.
Mirando hacia mí mientras todavía me encontraba acostada boca arriba
con las piernas extendidas, y abierta, sonrió lentamente. —Eres tan jodidamente
hermosa.
Agarró una de mis piernas y luego la otra. —En el primer momento en
que te vi, con nada más que una camiseta, me fijé en estos hermosos muslos
tonificados. —Los levantó mientras hablaba—. Y quería saber cómo se sentirían
envueltos a mi alrededor.
Le ayudé a enredar mis piernas alrededor suyo. Él las hizo subir sobre
sus rodillas y luego se cernió sobre mí, alineándonos hasta que sentí su calor y
su dureza contra mí, listo para entrar.
—Vi esta boca —continuó—, agrietada y pálida. Y quise probarla. —
Luego de inclinarse, apretó los labios suavemente con los míos. Nos respiramos
el uno al otro hasta que murmuró—: Entonces te miré a los ojos, y... Jesús.
Presionó su frente contra la mía y me miró a los ojos. —¿Qué demonios
me has hecho, Caroline?
Se metió en mí, y jadeé con sorpresa ante el tramo inicial, tan llena, tan
grande. Siempre tan grande.
—¿Por qué no podía estar lejos de ti? —preguntó con otro largo y lento
empuje—. ¿Por qué no puedo tener suficiente de ti? —Embestida—. ¿Por qué
quiero ser dueño de cada jodido pedazo de ti? —Embestida.
—Por…porque el obedecer las reglas es un giro radical, supongo. —Le
agarré del pelo para ayudarme a absorber el delicioso impacto de cada
embestida, pero eso solo pareció hacerle bombear más duro y más rápido.
Con una risita incrédula, negó con la cabeza. —¿Qué estás diciendo?
¿Que merezco esto porque me deseas tanto como yo te deseo a ti? Imposible.
Nadie podía desear más a alguien que esto. Joder, nadie podría ansiar tanto a
otra persona más que así.
Inclinándome hacia arriba, le susurré al oído. —Yo sí.
Con un gemido torturado, se volvió loco, follándome en el colchón con
un fervor que amaba. Apreté las piernas alrededor de él, apreté mi agarre en su
cabello y lo besé con fuerza.
Nos atacamos el uno al otro tan salvajemente que cuando me corrí, le
mordí la lengua. Y creo que le gustó eso.
—Maldita sea —jadeó contra mi garganta mientras el sudor goteaba de
su frente a mi hombro—. Eso fue... eso fue…
—Jodidamente fantástico —suspiré.
Levantó la cara y sonrió. —Sí. —Entonces parpadeó, y frunció el ceño—.
¿Tengo que llevarte a casa hoy?
Negué con la cabeza, con mucho gusto dispuesta a dejar que me quedara
con él para siempre. Pero entonces fruncí el ceño y asentí, dándome cuenta de
que la realidad aún nos esperaba, sin importar cuánto tiempo nos quedáramos
encerrados en su habitación.
Gimió. —Eso es lo que me temía. —Entonces salió de mí y se sentó. Yo
aún no estaba lista para la ausencia de su calor, pero me abracé a mí misma y
me senté también.
Nos vestimos en silencio. Oren me miró con una arruga de preocupación
entre sus ojos mientras me ponía los zapatos y él agarraba la billetera de su
tocador. —¿Estás bien?
Sabía que me lo preguntaba por lo de anoche y lo que supe en la oficina
del doctor, pero puse los ojos en blanco. —Después de lo que acaba de suceder,
estoy fabulosa.
Se rió entre dientes, pero no por mucho tiempo. —Lo digo en serio, nena.
—Deslizando sus brazos alrededor de mi cintura cuando me enderecé, presionó
su frente con la mía—. Sé que lo que dijo el doctor no era lo que querías
escuchar, pero... —Suspiró. No creía que supiera qué decir a continuación, por
lo que se encogió de hombros—. Joder, me tienes, y es probable que sea más
difícil lidiar conmigo que con cualquier niño que puedas tener.
Su intento de animarme me hizo sonreír. Me encontraba tan tentada de
decirle que lo amaba, que lo había amado durante meses, antes de colarme en
su dormitorio fingiendo ser alguien más. Pero decidí poner mi boca contra la
suya y murmuré—: Te tomo la palabra. Gracias.
Él me devolvió el beso suavemente antes de alejarse. —Vamos a llevarte
a casa
Lo seguí por el dormitorio, solo para oler algo muy, muy bueno viniendo
de la cocina. —Oh, Dios mío. —Le apreté el brazo—. ¿Qué es ese olor?
Me guiñó un ojo. —Sábados por la mañana con Zwinn. Ven y mira.
Después de acercarme a la apertura de la cocina, se detuvo a mi lado y
envolvió un brazo alrededor de mi hombro. —Cocinan juntos tortitas y tocino
cada semana. Es algo bonito.
¿Bonito? Era locamente adorable. Quinn y Zoey se hallaban de espaldas a
nosotros, situados ante la plancha, uno batiendo, y el otro dándole la vuelta a
las tortitas. Hablaban en voz baja, y sus cabezas se encontraban íntimamente
cerca. Cada par de segundos, se tocaban el uno al otro.
Pude verlos dentro de cincuenta años haciendo esto mismo, cocinando
juntos y solo... disfrutando de las cosas ordinarias, siempre y cuando lo hicieran
el uno con el otro.
—Es como una preciosa tarjeta de felicitación —le susurré a Oren—. Creo
que voy a llorar. —Él se rió y me pasó un pañuelo imaginario. Fingí aceptarlo y
me limpié la cara—. Gracias.
Zoey se volvió entonces. —Oh. —Dio un salto, y Quinn miró por
encima—. ¡Caroline! Aún estás aquí.
—Nos dormimos —confesé, aunque ninguno de los dos mencionara ni
una vez el llevarme a casa anoche. Creo que los dos sabíamos que no iba a ir
ninguna parte hasta mañana.
—Ya que llegan tan tarde, ¿por qué no se quedan para el desayuno?
Siempre hacemos un montón.
Miré a Oren, y contestó por mí mientras entraba en la cocina. —Claro.
Ella tiene que entender por qué no estoy dispuesto a permitir que ninguno de
los dos se mude de este apartamento.
Zoey le dio una mirada confusa. —Va…le.
Así que comimos el desayuno con Zwinn, y fue agradable. Oren soltó los
habituales chistes subidos de tono, y Zoey me puso al día con su vida ya que no
la había visto mucho últimamente.
—Mi padre biológico me sigue pidiendo que lo vaya a visitar a
California, donde se queda este verano. Pero no sé.
—Yo digo que se vaya a la mierda —dijo Oren con la boca llena—. El
idiota no hizo nada mientras sabía que tú eras criada por un imbécil abusivo.
No le debes nada a ese jodido idiota.
Eché un vistazo a Quinn, quien permaneció en silencio. Tuve la
sensación de que, tal vez, concordaba con Oren, pero lealmente iba a respaldar
cualquier decisión que tomara Zoey.
—No sé —murmuré, pensativa—. Si alguna vez tuviera la oportunidad
de encontrarme con mi donante de semen, querría verlo. Nada más que por
curiosidad. Para averiguar de dónde vienen mi barbilla, los ojos y la
personalidad obstinada.
—Te diré de dónde viene tu personalidad obstinada. —Oren se puso de
pie y no solo recogió su plato limpio, si no que el mío también—. Eso es todo de
tu hermano.
Lo vi cargar el lavavajillas. No solo su dulzura al ocuparse de mi plato
me impresionó, sino que me gustó la forma en que me recordó que no
necesitaba saber a qué distancia se encontraban mis raíces; sabía de dónde venía
y quién era mi verdadera familia. Noel. No importaba lo mucho que sus
palabras irreflexivas me hiriesen ayer, quería a mi hermano mayor y él también
me quería.
Tenía que ir a casa y hablar con él.
Una vez que Oren terminó, se sacudió las manos sobre los muslos y se
volvió hacia mí. —¿Lista para volver?
Zoey habló antes de que pudiera responder. —Oh, podría llevarla a su
casa, si quieres.
Oren frunció el ceño al instante. Me gustó que él quisiera ser quien me
llevara a casa. Pero luego suspiró en derrota y murmuró—: Sí. Eso sería lo
mejor.
Así que Zoey acabó llevándome a casa, pero no hasta que Oren me llevó
hacia la sala con un beso de despedida. —Si Gam te echa la bronca por quedarte
fuera toda la noche, me llamas.
Le sonreí y deslicé los dedos sobre su pescuezo sexy. —Y, ¿qué vas a
hacer?
Se encogió de hombros y sonrió, frotando su nariz contra la mía. —Voy a
ir e impedírselo, haciéndole pasar el rato conmigo o algo así, para que no pueda
enfadarse contigo.
—Eso es dulce. —Levanté mi boca hacia la suya, pero no la besé—. Eres
tan dulce.
—¿Oh sí? ¿Cuánto?
—Lo suficientemente dulce para que quiera verte de nuevo.
—Eso espero, mujer. —Para replantear su afirmación, me dio un beso
duro y largo. Zoey finalmente tuvo que aclararse la garganta para separarnos.
Aun así, Oren tuvo que acariciar mi trasero y mi cuello un segundo más antes
de dar un paso atrás y dejar que me fuera.
No podía dejar de brillar intensamente todo el camino a casa.
—¿Todavía estás sonriendo? —dijo Zoey, mirándome al otro lado en su
auto.
Con un suspiro, asentí. —Simplemente no puedo parar.
—Él te hace feliz.
La miré, frunciendo el ceño ligeramente. —Bueno, sí. ¿Crees que me
haría ponerme triste?
—No, pero pensé que... no sé, que discutirían más, supongo.
Me encogí de hombros, pensando en ello. —Lo hacemos… o algo así.
Pero parece que nos reconciliamos igual de rápido. Estar en desacuerdo con él
es como los juegos previos…
Zoey farfulló una carcajada. —Bueno, eso es más de lo que quería saber,
pero aun así, me alegro por ti. Espero que todo salga bien.
—Yo también. —Me incliné y le di un rápido beso en la mejilla mientras
se detenía en mi camino de entrada—. Gracias por ser la mejor amiga en el
mundo.
—Cuídate —advirtió cuando abrí la puerta—. Y llama si Noel se enfada.
Le diré que te quedaste en el sofá.
Me sentí mal por hacerle mentir tanto, así que le lancé un beso después
de bajarme del coche. Entonces corrí a la puerta de atrás, pensando que sería
menos probable encontrarme con alguien en la cocina que en la sala de estar.
Pero Noel se encontraba sentado en la mesa de la cocina, leyendo algo en
el portátil en frente de él. Levantó la mirada cuando abrí la puerta. Cuando
nuestras miradas se encontraron, me quedé helada.
—Estás en casa —fue todo lo que dijo.
Entré y cerré la puerta tras de mí. —Sí —respondí lo obvio.
—Te he dejado una docena de mensajes.
—Y los respondí.
—Todo lo que dijiste fue: “Estoy bien”.
Me encogí de hombros y desvié la mirada. —Bueno... era cierto.
—No, no lo era. —Juntando las manos, puso los codos sobre la mesa y
siguió mirándome. El hecho de que no me estuviera gritando era un pequeño
milagro, pero aun así... no quería hablar con él por el momento. Necesitaba
tiempo para preparar mis palabras.
—¿Dónde estabas? —preguntó.
Solté un bufido y negué con la cabeza. Cuando me dirigí a la puerta para
salir de la cocina, saltó de su silla y se lanzó en mi camino.
—Caroline, lo siento.
Me detuve abruptamente y lo miré boquiabierta, en absoluto esperando
una disculpa.
Dejó escapar un suspiro y se pasó una mano por el pelo. —Aspen me dijo
que no te preguntara dónde pasaste toda la noche, y joder. Aquí, es lo primero
que te pregunto. Lo que realmente quiero saber es, ¿estás bien?
Ahora eso era completamente inesperado.
—¿Qué? —tuve que preguntar, segura de haber escuchado mal.
Se ruborizó. —Anoche me pasé de la raya. Y estoy... ya sabes que nunca
quise hacerte daño, ¿verdad?
Solté un suspiro, dándome cuenta de que hablaba de la visita de mi
médico. Oren hizo que me olvidara de él por un tiempo. Incluso había olvidado
decirle a Zoey al respecto.
Levantando la barbilla, miré a los ojos azules en cuestión, del mismo
color que los míos. —No me hiciste daño, Noel. Me lo hago yo misma. Me lo
hice yo misma.
Cuando mi barbilla tembló, murmuró—: Mierda —en voz baja y me
acercó a él para darme un fuerte abrazo—. Pero no tenía que ser un idiota
desconsiderado al respecto, y... joder, lo siento tanto, niña. No puedo ni
imaginar lo que estás pasando.
Bueno, no pensar en ello funcionó mejor hasta el momento. Pero ahora
que él me hablaba de nuevo, mis ojos ardían. —Solo deseo... —Me atraganté—.
Ojalá hubiera hecho las cosas de manera muy diferente. Deseo...
—Lo sé. —Me acarició el pelo lentamente—. Me siento como una mierda
por no estar allí para ti cuando pasaste por todo eso. Si hubiera estado allí, si no
te hubiera hecho sentir que no podías contar con mi ayuda…
—Tú no has hecho nada malo —comencé, pero me callé.
—Sí, lo hice. Se suponía que debía protegerte y cuidar de ti. En lugar de
eso, te grité cuando me dijiste que estabas embarazada. Yo te hice….
—Noel, no puedes hacerte responsable de todo lo que hice mal. Tomé
mis propias decisiones, y he tenido que vivir con ellas. He tenido que… —Mi
voz se ahogó—. Me merezco esto, ya sabes. Maté a mi primer hijo, lo privé
incluso desde el inicio de su vida, de tomar su primera respiración, no merezco
otra oportunidad…
—Cuidado, no hables de esa manera. No… —Agarró mis brazos y me
miró fijamente a los ojos—. Eras una chica de diecisiete años, sola y con miedo,
sin nadie cerca para ayudarte. Y me lo contaste. Eso significaba que estabas lista
y dispuesta para tener ese bebé. No creo que alguna vez planearas abortar. Creo
que esos idiotas de mamá y papá tomaron las riendas y te intimidaron. Te
mostraron rápidamente una carga de mierda de dinero y...
—No fue por el dinero. No lo hice por el dinero. —Noel asintió,
creyéndome, por lo que añadí—: Te amenazaron. Me dijeron que te harían daño
y también a Colton y a Brandt. Te iba tan bien con el fútbol, te dirigías a los
profesionales. Y Colton y Brandt... ¿Por qué deberían o tendrían que pagar por
algo estúpido que yo hice?
Él resopló y sacudió la cabeza. —¿Y cómo diablos pensaban hacernos
daño?
Me encogí de hombros. —No lo dijeron, pero eran ricos y poderosos.
Sabía que podían, si quisieran.
—Hijos de puta —dijo entre dientes.
Asentí. —Sí. Lo eran, pero todavía no... —Cuando la voz me falló, Noel
me besó la sien.
—Se acabó y ya pasó —me aseguró—. Sé que esto te va a seguir
agobiando durante bastante tiempo, pero quiero que sepas, que de aquí en
adelante, siempre tendrás mi apoyo... no importa lo que pase.
Asentí y tragué saliva. —Gracias —susurré. Pero ahora me sentía como
una mierda. Creo que hubiera preferido que simplemente me gritara. El Noel
amable sabía cómo exagerar la culpabilidad sin ni siquiera intentarlo.
Lo abracé porque no pude mirarlo a los ojos, sabiendo que le ocultaba
tantas cosas, sabiendo que no me apoyaría si supiera donde había pasado la
noche.
—Bueno —empecé—. Tengo que estudiar para los finales, así que…
—Oh, antes de que te vayas. —Cogió un trozo de papel de la mesa—.
Tad ha llamado.
Me detuve y giré hacia atrás, cogiéndole la hoja. —¿De verdad? Oh,
gracias a Dios. —Entonces fruncí el ceño, pensativa, preguntándome por qué
había llamado al teléfono de casa—. Hmm. Le debí haber dado el número de
teléfono fijo en lugar del de mi móvil.
Noel levantó una ceja. —¿Con él estabas anoche?
La pregunta me hizo tropezar y detenerme. —¿Qué? Dios mío, no. —
Arrugué la nariz—. Está en mi clase de películas. Nuestro proyecto final es un
proyecto de grupo, y tuve que ser la líder. Se suponía que él debía hacer los
efectos de sonido, y empezaba a preocuparme de tener que ocuparme de eso yo
misma.
Tuve que hacerme cargo del trabajo de Blaze para escribir el diálogo para
la corto escena que tuvimos que filmar. Ella seguía enfadada conmigo por
llamarla perdedora en Forbbiden, pero me dejaba atónita por perjudicarse a sí
misma y que ni siquiera participara en el proyecto de grupo. No solo nos iban a
calificar los profesores, también teníamos que entregar informes sobre todos los
otros miembros del grupo. Nadie le iba a dar una buena calificación.
—Por lo tanto, ¿este tipo Tad no es…? —Cuando miré a Noel y levanté
una ceja, se detuvo y se aclaró la garganta—. Es que últimamente has salido
mucho más. Imaginé que podrías estar saliendo con alguien….
—Oh, eso imaginaste, ¿verdad?
—Si es así —continuó, dando énfasis a sus palabras con los dientes
apretados—, entonces quiero conocerlo.
Era obvio que Aspen le aconsejó fuertemente en cuanto a lo que debía y
no debía decirme. Era un poco raro verlo contenerse y no soltar lo que sabía que
quería decir, pero eso solamente me hizo sentir peor porque estaba siendo tan
considerado.
Aun así. —Si estuviera viendo a alguien —sonreí y le di unas palmaditas
en la mejilla—, esperaría un tiempo antes de dejar que el pobre tipo se
encontrara contigo.
Resopló. —Sí, seguramente después de que estés casada y embarazada
de tu segundo…
Cuando mi rostro palideció, se dio cuenta de lo que hizo. Rechinando los
dientes, cerró los ojos y maldijo en voz baja. —Mierda, Caroline. Lo siento. Lo
olvidé.
—No pasa nada. —Pero, sinceramente, me dolía. Joder, me dolía
mucho—. Creo que nos va a llevar mucho tiempo acostumbrarnos. —Solo tenía
que concentrarme en todo lo demás, la escuela, mi familia, Oren y podría
sobrevivir a esto.
Noel no pareció creer mi perdón, así que lo abracé con fuerza.
—Superaremos esto —me dijo—, de una manera u otra.
Traducido por pau_07 & florbarbero
Corregido por Andreepaz

Estaba pasando por la abstinencia de Caroline.


Después de quedarse conmigo toda la noche del viernes, despertaba cada
mañana para buscarla. Apestaba que nunca estuviera allí. No fuimos capaces de
vernos durante las siguientes cuatro noches por su trabajo, mi trabajo, y las
tareas escolares de mierda que llegaron oportunamente. Así no solo la quería
aquí, sino que también me empecé a poner caliente.
Cuando el miércoles la vi sentada debajo de un árbol en el campus,
quitando el cabello de su cara mientras leía algo en su teléfono, de ninguna
manera me mantendría alejado.
—Justo la mujer en la que pensaba —dije en cuanto me acerqué.
Su cabeza se sacudió, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Después
de mirar alrededor a todas las personas que pasaban para ir a clases, se volvió
para mirarme. —La gente puede vernos.
—Maldita sea. —Chasqueé mis dedos e hice una mueca de dolor
mientras me dejaba caer a su lado—. Pensé que hoy mi capa de invisibilidad
funcionaba.
Puso los ojos en blanco. —Tristón1. Pero en serio, ¿qué estás haciendo
hablándome en público?
Fruncí el ceño. —¿Hablar contigo en público no está permitido? —Para
evitar acercarme a ella como necesitaba, abrí mi mochila y busqué dentro antes
de sacar una caja llena de mentas.
—Yo solo... Supuse que no esperé que tú... ya sabes... fueras a hablar
conmigo en público.

1 Personaje de la serie animada Leoncio el León y Tristón.


Después de abrir mis mentas, silenciosamente le ofrecí un puñado.
Una sonrisa iluminó su rostro antes de que tendiera la mano. —Gracias.
—Esparcí un montón en su mano y luego tiré algunas directamente en mi boca.
—Hablo contigo en público todo el tiempo —dije con la boca llena.
Pareció considerarlo por un momento antes de encogerse de hombros y
masticar. —Supongo que tienes razón.
—Sé que la tengo. —Tragué saliva y me metí más pastillas de menta en la
boca—. Ahora dime, ¿qué te está molestando?
Su mirada se encontró con la mía. —¿Por qué crees que algo me está
molestando?
Le hice señas a mis propios flequillos. —Estás haciendo la cosa del
cabello.
—¿Cosa del cabello? —Sacudió la cabeza, diciéndome que no tenía ni
idea de lo que hablaba.
—Sí, ya sabes. —Hice un gesto con la mano de nuevo—. Siempre haces
esa cosa con tu cabello cuando algo te molesta.
Parpadeando, se inclinó hacia mí. —Yo hago... ¿qué?
—No importa. Solo dime qué traseros tengo que patear.
—Tú... —Puso su mano sobre la boca y solo me miró con asombro. Luego
se aclaró la garganta y dejó caer su mano mientras negó—. No debes patear
ningún trasero. Solo me fijaba si la nota de mi filmografía final fue publicada. —
Miró de nuevo abajo y actualizó su pantalla—. ¿Te acuerdas de lo que te dije?
Teníamos que hacer un proyecto en grupo y convertirlo en una pequeña obra
de teatro. ¿Cómo mi grupo me nombró la maldita directora, básicamente tuve
que asumir la responsabilidad de asegurarme de que todo se hiciera?
Diablos, sí, la recordé contándome sobre ello. Era la razón por la que no
pudo venir en la noche más veces de las que me gustaría. Asentí y le hice señas
para que continuara.
Dejó escapar un suspiro. —Bueno, lo entregué ayer. —Con un gruñido
suave, continuó—: Y estoy malditamente preocupada sobre nuestra calificación.
Todavía quiero matar a Blaze por dejarme toda la responsabilidad. Terminé
escribiendo todo el guion porque se enojó conmigo por llamarla perdedora.
Levanté una mano. —Espera. ¿Has dicho Blaze? ¿Una chica de
hermandad Alpha Delta Pi? Que en realidad se llama Jan, o algo así, pero se
hace llamar a sí misma…
—Sí —gimió, poniendo los ojos en blanco—. ¿La conoces?
Mordí el interior de mi labio, deteniéndome para no dejar escapar lo bien
que conocí a Blaze una vez. Con un encogimiento de hombros, murmuré—: La
llamaste bien. Es una especie de zorra.
—Algo así —murmuró como si eso fuera un eufemismo—. Me dijo que
debería engañar a Zoey con Quinn... justo en frente de la cara de Zoey.
Resoplé y puse los ojos en blanco. —Parece propio de ella.
—De todos modos —continuó Caroline—, todo el proyecto ha sido una
pesadilla. No solo Blaze nos dejó botados, sino que Tad no tuvo sus efectos de
sonido hasta el sábado, así que estuve en un maldito apuro por hacer que toda
la cosa estuviera producida, y...
Cuando miró de nuevo su teléfono, puse mi mano en su muñeca,
deteniéndola. —Tienes una A.
Parpadeó y frunció el ceño. —¿Y sabes eso porque...?
—Porque sé cuánto tiempo y esfuerzo pusiste en eso. De ninguna manera
vas a tener una nota más baja, y va a tardar una eternidad que se publique tu
nota, así que decidí simplemente decirte lo que va pasar. Ahora no tienes que
morir por la espera.
Con una reacia sonrisa, chocó su hombro en el mío. —Bueno, mira quien
está siendo totalmente dulce y me está haciendo sentir mejor.
La apunté con mi dedo para detenerla. —Solo mantén toda esta mierda
en silencio. Tengo una reputación de idiota que mantener.
—Oh, está bien. —Me guiñó un ojo y puso su dedo sobre los labios. Sus
labios, que parecían realmente buenos. Probablemente estaba a punto de hacer
algo como inclinarla y besar a más no poder esos deliciosos labios cuando mi
teléfono sonó.
Con un gruñido irritado, lo saqué de mi bolsillo. Mis padres habían
estado tratando de hablar toda la mañana. Probablemente estuve evitándolos
por mucho tiempo, así que respondí.
—Hola.
La petición de mi madre era corta y simple, y no hubo forma de poder
rechazarla, así que murmuré unos cuantos está bien, seguro, y sí antes de que
dijera—: Nos vemos entonces. Está bien. Adiós.
Mi cambio de estado de ánimo debe haber sido obvio porque Caroline
me tocó el brazo, haciéndome saltar por el inesperado contacto. —Oye. ¿Todo
bien?
—Ajá. —Intenté enviarle una sonrisa que decía todo era color de rosa,
pero cuando miré a los ojos azules en cuestión, se me ocurrió una idea.
—¡Sí! —señalé—. Tú. Te necesito. Esta noche. ¿Crees que podrías ser mi
novia falsa por la tarde?
Parpadeó, la pausa en su respuesta me hizo inquietarme. —¿Tu novia
qué? —dijo lentamente.
Con un suspiro, acaricié mi cuello para dejar salir—: Esa fue mi mamá.
Me han citado a casa para comer con ellos esta noche, ya sabes, para celebrar mi
graduación de este fin de semana, o algo así. No quiero la maldita conversación
habitual. Así que pensé que si te tuviera a mi lado, no me iban a perseguir por...
otra mierda y simplemente van a estar emocionados porque llevé una verdadera
chica a cenar.
Sus labios se apretaron con desagrado. —¿Tienes la costumbre de llevar
chicas inflables a cenar?
—Caroline —gemí a través de mis dientes—. Esto es serio. ¿Crees que
puedes no ser una listilla durante tres malditos segundos y decir, sí, Oren, me
encantaría ir contigo?
En cambio, dijo—: ¿Estás durmiendo con otras chicas?
—¿Qué? —Negué, completamente confundido—. ¿Qué en toda la mierda
que acabo de decir te impulsó a preguntar eso?
—Dijiste que querías que fuera tu novia falsa.
—Sí. —Asentí, todavía desorientado—. ¿Y?
—Y... —Frunció el ceño—. Si ahora no soy tu verdadera novia, entonces
¿qué diablos soy para ti?
Mi boca se abrió, pero las palabras no salieron.
Oh, mierda. Ni siquiera había pensado en las etiquetas y mierdas como
esa. —Uhhh... —dije, sin saber cómo responder.
La maldita cosa equivocada para decir.
Caroline metió su teléfono en el bolso. Cerrándolo de un golpe, se puso
de pie. —¿Recuerdas que acabo de decirte que eras dulce? Me retracto.
Si no la detenía, iba a irse caminando, y eso sería el final de las visitas
nocturnas para mí.
—Espera. —Me puse de pie detrás de ella—. Jesús, no he pensado en esa
mierda. He estado tan ocupado disfrutando de lo que tenemos, que no me he
detenido exactamente a ponerle una etiqueta a esto.
Hizo una pausa, sus ojos fijos mientras me estudiaba. —¿Te asustan las
etiquetas?
¡Diablos, sí!
Solté un bufido. —Diablos no. Yo solo... —Sacudí una mano—. No he
tenido una verdadera novia en más de cuatro años. Yo... estoy oxidado en, ya
sabes, la monogamia y el compromiso y la mierda.
Ella cruzó los brazos sobre su pecho y siguió mirando con esa mirada
suya, la que me dijo que estaba en grandes problemas.
Me inquieté bajo su inspección. Después de cambiar mi peso de una
pierna a la otra, miré alrededor del ocupado patio. —¿Debemos realmente estar
discutiendo esto tan abiertamente... alrededor de tantos oídos?
Sacudiendo la cabeza con tristeza, resopló con disgusto y comenzó a dar
zancadas, tomando distancia.
Fui tras ella. —Lo siento, está bien. Por favor, Caroline. Sabes que soy un
cretino.
Ella sonrió levemente. —Y, sin embargo, la culpa es mía, yo soy la que
sigue aguantándolo.
—No hay nadie más que tú. Lo sabes. No sé en qué pensé diciendo toda
esa mierda falsa. He estado solo tanto tiempo que es difícil recordar que estoy
castamente en una relación. Y, además, ya que tenemos que mantenerlo en
secreto y tengo que actuar como si estuviera solo con ciertas personas, de todos
modos, no sabía si aplicaban las reglas habituales.
Se detuvo antes de girar, con los ojos llenos de tormento. —¿La cosa del
secreto hace que no tengamos la posibilidad de tener una relación normal?
—No sé. —Me encogí de hombros, preocupado de que, otra vez, fuera a
decir algo equivocado—. Dime tú.
—No, obviamente, tú tienes tus propias ideas de lo que no somos. Así que
ahora necesito una aclaración. ¿Somos solo amigos con beneficios, o somos en
realidad una pareja? ¿No has estado con ninguna otra chica porque no has
tenido la oportunidad, o porque me estás siendo fiel? Porque necesito saber
antes de empezar a pensar cosas.
¿Pensar cosas? Eso no sonaba bien.
—¿Qué tipo de cosas?
—No sé, Oren. ¡Cosas! Un futuro, amor, matrimonio, para siempre. ¡Solo
cosas!
—Oh. —Está bien, esa respuesta me dejó sin palabras y un poco sin
aliento. Pero mierda, ¿había estado pensando en esas cosas? ¿Conmigo? Estuve
viviendo el día a día. Después de nuestro acuerdo no verbal para permanecer
juntos cuando ella preguntó sobre los anticonceptivos, no pensé más allá de la
próxima vez que conseguiría verla y cómo mantenerla bajo llave.
—Asumo que eso significa que no has estado pensando en tales cosas. —
Su voz era seca y poco impresionada.
Trató de alejarse de nuevo, así que la agarré del brazo y la acerqué más.
—Maldita sea, Care. El hecho de que no he estado pensando así no significa que
estoy asustado de esas cosas. Solo estoy...
Cuando me di cuenta que no sabía cómo me sentía, ella levantó una ceja
y adivinó—: ¿Asustado de esas cosas?
—¡No! —Apreté los dientes—. Cristo, mujer. Tal vez ni siquiera me dejo
pensar muy por delante porque estoy a la espera de ese inevitable día cuando te
des cuenta de que puedes tener algo mucho mejor y me abandones. No tengo
miedo de esas cosas. Tengo miedo de quererlas y luego no conseguirlas, así que
ni siquiera me permito pensar en ellas.
Se acercó más, sus ojos azules repentinamente llenos de simpatía. —¿Por
qué crees que voy a dejarte?
Alcé mis manos en el aire. —Probablemente porque soy yo, el cretino.
¿Por qué más? ¿Necesito otra razón?
—Oh, Oren. Hombre estúpido. ¿No te das cuenta de lo adicta que soy a
ti?
Negué y me reí nerviosamente. —La gente se libera de adicciones
desagradables todos los días.
Se acercó un paso, la mirada en sus ojos me decía lo mucho que deseaba
mi boca sobre la de ella. —Bueno, yo no voy a hacerlo. Esta es una adicción que
me gusta.
Maldita sea, me encantó su adicción. Y me encantó ser adicto a ella.
—¿Vas a darme un beso ahora? —pregunté, levantando una ceja con
curiosidad. En realidad me parecía bien si ella lo quería. Si quería aclarar todo y
que el mundo supiera acerca de nosotros, podría tratar con eso sin duda.
Me acerqué un paso hacia ella, dando la bienvenida a cualquier tipo de
demostración pública de afecto que quisiera darme, pero el movimiento pareció
despertarla a la realidad.
Dándose cuenta de que nos encontrábamos en público, rápidamente se
echó atrás. —Mierda. Lo olvidé.
Una sonrisa floreció en mi cara, a pesar de que en el interior, me sentía
extrañamente decepcionado. —Lo imaginé. Tiendo a tener ese efecto en ti.
Sacudió la cabeza, con los labios apretados por el esfuerzo para no
sonreírme. Entonces dejó escapar un suspiro agotado. —Entonces, ¿hacia dónde
vamos desde aquí?
—¿Qué tal esto? —dije—. Mis padres solicitaron mi presencia esta noche
en un restaurante cerca de casa. Sé que no podemos decirle a tu hermano acerca
de nosotros, pero me gustaría mucho presentarte a mis padres. ¿Qué dices?
—¿Cómo vas a presentarme?
—Como Caroline.
Puso los ojos en blanco, pero una sonrisa reacia curvó sus labios. —
Bueno. Sin etiqueta. Puedo lidiar con eso. Por lo menos tengo una idea de
dónde quedo contigo ahora.
No, no la tenía. Tal vez ni siquiera lo imaginaba. De hecho, dudaba que
alguna vez fuera a darse cuenta exactamente donde quedaba conmigo o lo loco
que estaba por ella.
Llegamos al restaurante justo a tiempo donde los Tenning nos esperaban
para la cena. Después de que Oren estacionara y apagara el motor, respiró
hondo y miró desde su asiento hacia mí. Luego se estremeció. —Maldita sea, te
ves bien en eso. ¿Estás segura de que no tenemos tiempo para…?
Aplasté mi mano sobre su boca para que se callara. Entonces agarré su
otra mano cuando empezó a colarse por mi muslo y bajo la falda de mi vestido.
—Voy a pasar por alto el hecho de que acabas de pedirme tener sexo contigo
justo antes de conocer a tus padres, y te voy a dar una oportunidad de
comportarte.
Sonriendo, sacó mi mano de su boca. —¿Y cómo diablos esperas que me
comporte cuando te ves tan jodidamente comestible? ¿Y hueles tan jodidamente
increíble?
Tuve que reprimir una sonrisa, porque, bueno, no había sido capaz de
apartar su mirada de mí, excepto tal vez desde que me recogió, para ver donde
estaba conduciendo de vez en cuando. Era bueno saber que todos mis esfuerzos
para arreglarme y verme bien habían dado sus frutos. No me vestí así desde...
sí, no quiero pensar en nada que tuviera que ver con Sander Scotini.
—No me puse esto para ti. —Le golpeé la mano cuando resistió mis
esfuerzos por dejarlo ir más arriba en mi pierna—. Trato de impresionar a tus
padres. Quiero verme... presentable.
Sus dedos se detuvieron en mi muslo, su piel estaba tan cálida que casi
me quemó. Con los ojos perdidos de brillo por las bromas, sacudió la cabeza. —
¿Presentable? —murmuró como si la palabra fuera ajena a él—. Jesús, Caroline.
No tienes que preocuparte por eso. No importa cómo te veas. Te van a amar por
quien eres.
Tomé una profunda respiración que me estremeció. Sus palabras
significaban más de lo que jamás podría saber. Me emocionaba que tuviera
tanta fe en mí, pero yo todavía no tenía fe en mí misma. Ahora, estaba aún más
nerviosa, porque de verdad quería que me quisieran. —Pero…
Tomó mi mano cuando empecé a alisar el cabello de mi cara. —No hay
peros. Todo va a estar bien. Es fácil llevarse bien con ellos, son personas
tranquilas y centradas, así que no tienes nada de qué preocuparte. ¿De acuerdo?
Asentí, pero mi estómago seguía revolviéndose.
—Te voy a hacer una promesa. —Cuando se inclinó para besar mi sien,
de inmediato eché un vistazo alrededor para asegurarme de que nadie nos vio
cuando me di cuenta... aquí no teníamos que ocultar nada, no cuando nos
encontrábamos tan lejos de Ellamore. Guau. No teníamos que escondernos—. Si
dejas de preocuparte, voy a mantener mis manos tranquilas hasta después de la
cena con ellos. ¿Trato?
—Trato —dije, aunque no existía forma para dejar de preocuparme.
Sin embargo, era lo que esperaba que dijera, porque Oren me sonrió. —
Genial. ¿Estás lista?
Diablos no. Pero asentí y le envié una sonrisa tensa. —Claro.
Un ansioso aleteo echó raíces al instante en mi estómago mientras
salíamos de su camioneta y caminábamos a la entrada. Pero entonces Oren
tomó mi mano, y el revoloteo de inmediato disparó fuegos artificiales a través
de todos mis miembros. Bajé la mirada a los dedos enlazados. Su palma era tan
cálida contra la mía. Me sentí extraña, como si estuviera protegida y querida y
deseada, todo debido a un pequeño apretón de sus dedos.
Por Dios que era honesto acerca de presentarme a sus padres... mientras
sostenía mi mano.
Guau. Esta mierda acababa de ponerse real.
Como si sintiera mis nervios, me miró. Su mirada se movió de mi rostro,
hasta nuestras manos, y luego de vuelta hasta mi rostro. —¿Qué?
—Nada. —Me apresuré a contestar.
Así que frunció el ceño. Incluso desaceleró hasta detenerse y se volvió
hacia mí... sin soltar mis dedos.
—Esta cosa de tomarnos de las manos está volviéndote loca, ¿no?
—No —solté.
Frunció las cejas, diciendo mierda con una sola mirada.
Mis hombros se derrumbaron. —Maldita sea —murmuré. Era demasiado
bueno en leerme—. Bueno. Tal vez. Un poco.
En lugar de soltarme, su pulgar se puso en marcha, trazando la palma de
mi mano mientras tiraba de mí más cerca. —¿Por qué? ¿Qué pasa con que
sujetes mi mano? Es perfectamente respetable.
—Lo sé, pero... ¡no sé! —gruñí mientras miraba lejos de él, sintiéndome
un bicho raro—. Es público —susurré lanzándole una mirada, advirtiéndole que
no se burlara de mí.
—¿Público? —repitió lentamente.
—Sander nunca tomó mi mano.
—Sander —dijo entre dientes, entrecerrando los ojos mientras su agarre
se apretaba alrededor de mi mano incluso más—. ¿El hijo de puta que te hizo su
secretito sucio? Ese imbécil seguramente ni siquiera hablaba contigo en público.
—No —murmuré desanimada, dándome cuenta de que tenía razón—.
Nunca lo hizo. Solo cuando nadie más estuvo cerca. —Y la única vez que me
prometió tomarme de la mano en público, mintió.
Me hubiera gustado darme cuenta de eso antes de caer por su astucia y
dejar que destruyera una parte tan frágil de mí.
—Mi punto es... —Levanté mi mano libre y ciegamente la agité antes de
dejarla caer sin fuerzas como la imbécil que era—. La gente no se toma de la
mano solo porque sí. Lo hacen en público, como una señal para el mundo de
que están juntos, que…
—Está bien, espera. —Se detuvo bruscamente, parándose justo ahí—. En
primer lugar, no es solo algo que las parejas hacen en público. No sé cuántas
malditas veces he visto a mis padres tomados de las manos cuando pensaban
que no había nadie más.
—Ahh. —Un sentimiento suave me inundó—. Eso es tan dulce.
—Sí. Lo que sea. —Rodó los ojos, porque cualquier cosa dulce y
romántica que involucrara a su mamá y papá probablemente era asqueroso
para él—. El punto es, no es algo público. Y no es un símbolo para mostrarles a
los demás alguna jodida cosa. Es solo algo que hacen dos personas que quieren
tocarse y sentirse más cerca. Nada más.
La emoción que me había inundado hace segundos regresó, girando a
través de mí en un lío desordenado y emocional. Me acerqué a su lado e inhalé
su esencia, con mi cabeza mareada por la lujuria. —Entonces, ¿deseas tocarme
cuando estoy por conocer a tus padres?
Sus fosas nasales aletearon en respuesta, y una sensación de hormigueo
se extendió hasta mis muslos. —Siempre quiero tocarte —murmuró con una
voz que hizo que mis pezones se estremecieran. Los dedos de mi mano libre
revolotearon hacia arriba y acariciaron su mejilla. Sus ojos se cerraron antes de
suspirar—. Y ahora mismo, estaría totalmente de acuerdo con tener mi lengua
pegada a tu garganta mientras ellos te conocen.
Saqué mi mano de su rostro y me aclaré la garganta con una risa
nerviosa. —Bueno, no creo estar lista para eso. Pero... me conformaré con
sostener tu mano.
—Gracias a Dios. Porque no iba a soltarla de todos modos.
Incluso resoplé mientras una sonrisa se formaba en mi cara. Se adelantó
para empujar la puerta del restaurante y luego la sostuvo para que entrara. Me
pregunté si estar tan cerca de su madre lo hizo actuar de manera caballerosa,
aunque de todas formas el que fuera caballeroso me hizo sentir mareada. Me
gustaba el Oren dulce y educado, tanto como me gustaba el Oren travieso y
juguetón.
La anfitriona se acercó, pero Oren la despidió, diciéndole que ya había
visto a sus padres.
—¿Dónde? —murmuré a su oído mientras entrábamos al restaurante.
—Justo ahí. —Cuando los señaló, contuve la respiración y miré por
encima.
Se veían como... bueno, como padres. Me emocionó lo normales y
comunes que parecían. Su madre era regordeta y tenía el pelo corto y gris
enrollado en suaves rizos. Y su padre se parecía a él... pero más bajito y con
canas.
Me incliné y susurré al oído de Oren—: Por favor, dime que vas a tener el
aspecto de tu padre en veinte años, porque... guau.
Giró la cabeza para enviarme una mirada incrédula. —¿Qué demonios?
¿Miraste a mi papá?
—¿Qué? —Mi cara se encontraba enrojecida y caliente, y lo miré con
furia por hablar tan fuerte—. Se parece a ti... es como la versión canosa de ti.
Quiero decir, vamos. Miau.
—Mierda. —Desvió la mirada hacia el techo como si se sintiera perplejo
por tener esta conversación conmigo—. No puedo creer que estoy saliendo con
una chica que piensa que mi papá es ardiente.
Me reí, pero luego nos acercamos aún más a sus padres, y mi sonrisa
murió. Solo así. Los nervios resurgieron.
No tenía experiencia con padres reales, que se preocuparan por sus hijos
y quisieran participar en su vida. Al instante me sentí insegura y paranoica.
Iban a verme, notarían cuán disfuncional era la familia de la que venía, cuán
disfuncional era yo, y me alejarían de su hijo para siempre.
¿Qué estuve pensando al aceptar conocer a sus padres? Estúpida Caroline.
Miraron por dónde veníamos, y la boca de su madre se abrió cuando me
vio sosteniendo la mano de su hijo. Y sí, mis inseguridades aumentaron aún
más.
—Oh Dios, Oren. —Sujeté mis dedos alrededor de los suyos más fuerte—
. No les dijiste que vendría contigo, ¿no?
Se inclinó en mi oído, sonriendo—: Me va bien generar conmoción.
Me incliné para sisear—: Bueno, espero que también te vaya bien la
muerte, porque te voy a matar por esto.
Me pellizcó el culo. Salté, incapaz de contener un sorprendido grito.
Cuando lo miré, echó la cabeza atrás y empezó a reír, su voz algunos decibeles
por encima de todo lo demás en el restaurante. Mierda, la gente nos miraba.
Oh Dios, llévame ahora.
Su madre y su padre se levantaron. —Bueno —murmuró su madre, sus
ojos brillando con alegría—. Empezaba a preguntarme quién caminaba hacia
nosotros con esa hermosa joven a su lado, ya que no podía ser verdad que
nuestro hijo trajera a una chica a cenar, pero esa risa familiar me dice que estoy
equivocada. Realmente eres nuestro Oren... con un amiga.
—Hola, ma. —Le dio un enorme abrazo y la levantó, haciéndola chillar y
golpear su brazo para que la regresara al suelo.
Luego se dirigió a la versión canosa de sí mismo. —Papá. —Le tendió la
mano—. Ella es Caroline. Piensa que eres ardiente.
El suelo se abrió y caí en un universo alternativo en el que de repente no
podía oír ni moverme; solo podía sentir la mortificación congelándome.
—Oren —lo regañó su madre, dándole un golpecito en el brazo—. Deja
de avergonzar a la pobre chica. Lo siento, querida —dijo, su voz sin aliento,
mientras se acomodaba el cabello, ya que se desordenó cuando Oren la abrazó.
Sin embargo, una sonrisa iluminaba sus ojos. Amaba mucho a su hijo, incluso
cuando actuaba inapropiadamente—. Siempre ha sido así. Y tratar de callarlo
solo parece animarlo a continuar. Soy Brenda, por cierto. —Me tendió una
mano—. Oren dijo que eres Caroline, ¿verdad?
Era extraño escuchar a otra persona en realidad llamarlo Oren. Pero me
aclaré la garganta y asentí. —Cierto. —Mi voz era tensa. Mis hombros se
encontraban rígidos. Mis malditas bragas se sentían rígidas. Tenía miedo de
respirar mal, de decir o hacer algo equivocado y solo... destruir todo.
No importaba que tan amable y educada fuera su madre. Todavía quería
hundirme en el suelo por la vergüenza. —Oh, qué nombre tan bonito. Es tan
agradable conocerte. —Sus ojos brillaban cuando sonrió hacia Oren—. Bien
hecho, hijo.
Él resopló. —Como si yo la hubiera conquistado. Fue ella quien me
conquistó.
Quería darle un codazo en la cara y decirle que cerrara la boca, pero me
conformé con una mirada de advertencia.
El bastardo simplemente me guiñó un ojo.
—Yo soy Phil —dijo su padre, también estirando una mano para
estrecharla conmigo—. También creo que eres ardiente.
Mis dedos se congelaron mientras Oren se atragantaba con el aire a mi
lado. —Jesús, papá.
—¿Qué? —Dejó caer su mano de la mía para levantar las cejas hacia
Oren—. Es el término que utilizan los jóvenes para bonita en estos días.
—Oh, Dios mío —gimió Oren y levantó una mano—. Prométeme que
nunca usarás ese término de nuevo.
—Lo tienes —aseguró su padre antes de darme una pequeña sonrisa
socarrona, diciéndome que solo jugaba con Oren. Luego se volvió hacia su
esposa, murmurando en voz lo bastante alta para que nosotros escucháramos—
: Supongo entonces que no debemos dejarlo oír los términos que utilizamos en
el dormitorio.
Oren gritó y se colocó las manos sobre las orejas, diciendo—: Soy sordo.
Simplemente han matado mis pobres e inocentes oídos. —Empecé a reír. Él me
frunció el ceño—. No es gracioso, maldita sea.
—Oren. El lenguaje —regañó su madre—. Estamos en público.
Levanté mis cejas, preguntándome qué diría si oyera su sucia boca en
Ellamore. El muchacho no sabía hablar sin maldecir.
—Vamos a sentarnos ya —sugirió su padre, su sonrisa todavía un poco
petulante.
Oren se dejó caer en una silla y deslizó las manos de sus orejas,
mirándome mientras me sentaba en silencio a su lado, con mi columna
vertebral tiesa por los nervios.
—Por lo tanto, Caroline... —comenzó su madre. Tragué saliva, quité mi
mirada de Oren, y le envié una sonrisa incómoda.
—¿Sí?
Y así comenzó la inquisición. Excepto que no sentía que estuvieran
acribillándome por información. Parecía que realmente se encontraban curiosos
y querían conocerme. Fue extraño al principio, hablar sobre las cosas que me
interesaban con un padre. Pero Brenda, e incluso Phil, parecían interesados en
el campo de estudio que elegí. Me dejé llevar un poco e impulsivamente les
conté todo tipo de cosas que quería hacer.
—Creo que los efectos de sonido son lo que realmente hacen una
película.
—Por supuesto que sí. —Asintió con entusiasmo Brenda mientras se
inclinaba hacia mí y llevaba una mano a su corazón—. Me encanta cuando la
música se vuelve tan fuerte que truena a través de tu pecho justo antes de que el
héroe proclame su amor en El…
—Oh, voy a vomitar —gimió Oren y se hundió más en la silla—. Lo juro,
mamá, si a empiezas a hablar sobre El último mohicano de nuevo…
—Oh, Dios mío, me encanta esa película. —Me senté más erguida—. La
emoción en la voz de Daniel Day-Lewis cuando le dijo a Madeleine Stowe que la
encontraría... es decir, derritió mis bragas.
Mientras Brenda me señalaba con los ojos muy abiertos y decía—:
Exacto. —Ambos hombres se empezaron a reír. Frunció el ceño a su hijo—.
¿Qué es tan gracioso? Probablemente fuiste concebido por esa película.
Al instante dejó de reír y comenzó a toser. —Mierda, ma. No necesitaba
saber eso.
Todavía riendo, Phil le dio una palmada en la espalda para ayudarlo a
conseguir aire de nuevo. —Solo pensé que era divertido cómo ella dijo derritió
mis bragas.
—Oh, mierda. —Me quedé sin aliento, al darme cuenta—. Lo hice. —
Entonces me coloqué una mano sobre la boca, dándome cuenta de que acababa
de decir mierda—. Quiero decir, joder. —Espera, ¿acabo de decir joder?—.
Quiero decir...
Miré desesperadamente a Oren para pedir ayuda, pero todavía parecía
traumatizado por los nuevos conocimientos que adquirió acerca de su
concepción.
Brenda palmeó mi brazo con compasión. —No te preocupes por eso,
querida. Todos maldecimos de vez en cuando.
Oren hizo un sonido como si fuera a estar en desacuerdo con ella, porque
“maldecía sin querer” casi tanto como él. Tanto su madre como yo le hicimos
una mueca.
Phil todavía se reía y secaba las lágrimas de alegría de sus ojos. —Dios,
me alegro de que Oren haya traído a Caroline esta noche. Esta ha sido la cena
familiar más agradable desde…
Se quedó sin aliento cuando Brenda tomó su vaso de té helado y, por
accidente, lo derramó en su regazo.
Mientras se ponía de pie, quitándose los cubos de hielo, su esposa le
siguió con un puñado de servilletas, inmediatamente presionándolas contra su
entrepierna.
—¡Brenda! —Agarró su muñeca y miró a su alrededor como si estuviera
escandalizado—. No en público.
—Oh, querido Señor —suspiró Brenda y me miró—. Discúlpenos por un
minuto —dijo. Tomando el brazo de Phil, lo llevó hacia los baños.
Me quedé mirándolos con asombro. Phil me recordaba mucho a Oren en
algunos aspectos. Y Brenda... ella simplemente era increíble.
Tan pronto como estuvieron fuera de la vista, le di una palmada en el
brazo a Oren. Duro.
—Idiota —susurré—, tus padres son increíbles.
Me miró confundido con el ceño fruncido. —Bueno, sí. Nunca dije que no
lo fueran.
—Pero... hiciste parecer que fuera difícil verlos, como si fueran terribles,
pero son... son increíbles. Ellos te aman y se preocupan por ti y quieren saber lo
que está pasando en tu vida. ¿Cómo no apreciar eso? Quiero decir, si hubiera
tenido solo un padre que estuviera la mitad de interesado en mí de lo que están
los tuyos contigo, habría…
Mi voz se quebró, así que me quedé fulminándolo con la mirada. No
tuvo idea la suerte que tenía en el departamento familiar. Es decir, apreciaba
todo lo que hizo Noel por traernos a Ellamore y salvarnos de la vida que
teníamos. Nunca habría llegado tan lejos sin Colton y Brandt conmigo, pero...
me hubiera gustado tener una madre a la que le importara. O al menos saber
quién era mi padre.
Pero no, yo no tenía nada, mientras que Oren tenía todo; y se quejaba de
ello.
Bastardo idiota.
—Yo no dije que eran malos padres. No lo son, en absoluto. Y me apoyan.
Quizá demasiado. Pero solo son…
Se detuvo cuando los vio regresar.
Los miré también, preparada para preguntar si todo estaba bien. Pero
algo cambió cuando Brenda y Phil se levantaron de la mesa para ir a limpiarse.
Lucían estoicos, casi comprensivos.
—Mierda —murmuró Oren a mi lado—. Aquí viene.
Lo miré, pero se encontraba demasiado ocupado frunciendo el ceño a sus
padres.
Se detuvieron frente a nuestra mesa, pero en lugar de sentarse,
permanecieron de pie, listos para hacer algún tipo de gran anuncio.
Oren se tensó a mi lado, así que deslicé la mano debajo de la mesa hasta
encontrar la suya. Tenía los dedos apretados en un puño, pero los abrió para
mí, así podía apretar mi mano.
—Oren —comenzó su madre—, entiendo lo mucho que no te gusta
hablar de ella, pero pensé que deberías saber... tu padre y yo le pedimos a la
ciudad realizar un monumento para Zoey en el parque, y estuvieron de
acuerdo. Queremos que vengas a la inauguración el próximo fin de semana.
Traducido por Vane hearts & Val_17
Corregido por Anty

No tengo idea por qué escuchar a mis padres hablar de ella siempre me
ponía físicamente enfermo. Pero mi estómago se rebeló, la bilis subió en mi
garganta, y mi visión se puso borrosa.
—¿En serio? —Levantándome, miré al otro lado de la mesa—. ¿Traerás
esta mierda en frente de mi nueva novia? —Y estuve tan seguro de que
Caroline sería el perfecto amortiguador para mantener el drama familiar fuera
de la conversación.
Mamá miró a Caroline, con los ojos muy abiertos en alarma antes de
girarse hacia mí. —Esta mierda es el legado de tu hermana. ¿No la quieres
honrar?
El remolino en mi estómago se convirtió en pequeñas agujas de agonía.
Me doblé un poco, poniendo mis manos en las caderas, intentando ocultar lo
mucho que me dolía. —No quiero ni pensar en ello —susurré.
Mamá dejó salir un suspiro triste mientras papá le agarraba la mano.
Odiaba angustiarlos, pero joder, ¿por qué siempre tenían que forzarme en esto?
—Cariño, esto no es saludable. Pretender que nunca existió no va a evitar
que duela.
Sí, bueno, tenía que disentir. Funcionó muy bien para mí en los últimos
cuatro años.
Cuando papá trató de decir algo después, levanté una mano y espeté—:
No lo hagas.
—Creemos que necesitas ayuda. —Mamá dejó salir las palabras,
haciéndome sacudir por la conmoción.
—¿Qué?
—Nuestro mayor temor era que nunca serías capaz de seguir adelante
con lo sucedido. Y por un tiempo, pensamos que lo habías hecho. Pero está
claro que lo reprimes. Ni siquiera has intentado las etapas de duelo para trabajar
a través de ello, y va a terminar volviendo y mordiéndote algún día, cuando
menos te lo esperes.
—Estoy bien —exploté—. Por favor, discúlpenme si no quiero pasar el
resto de mi vida todo deprimido deliberadamente sobre... sobre alguien que
nunca va a volver.
Papá negó con la cabeza. —Todavía no puedes decir su nombre en voz
alta, ¿verdad?
Le di a Caroline una mirada de advertencia, diciéndole que mantenga la
boca cerrada. Sus ojos se encontraban muy abiertos mientras analizaba la escena
de mi disfuncional familia. Joder, iba a tener tantas preguntas después de esto.
¿Qué había pensado para traerla?
—Señora Tenning —dijo ella, dirigiéndose a mi mamá—. No sé si esto
ayuda a aliviarla, pero Oren ha estado visitando a un terapeuta.
¿Qué dijo? Le lancé una mirada de sorpresa, pero ni siquiera me miró.
Centrándose en mis padres, juntó las manos en su pecho con un auténtico
espectáculo de compasión. —Quiero decir, sé que todavía no hizo mucho por él,
pero fue a unas cuantas sesiones, lo que debe significar algo, ¿no? Admitió que
necesita ayuda. ¿No es eso lo que dicen que es la mitad de la batalla?
Los ojos de mi madre brillaban con lágrimas mientras se giraba hacia mí.
—¿En serio? Oh, Oren. Eso es increíble. Estoy tan orgullosa de ti.
Mientras me abrazaba, me encontré con la mirada de Caroline,
ampliando mi mirada para preguntarle silenciosamente qué mierda pensó que
hacía.
—Gracias —murmuré a mi mamá mientras salía de su cálido abrazo que
en realidad extrañaba un poco sentirlo—. Es mi culpa que esté muerta, pero
estás tan orgullosa de mí. Eso hace que todo sea mucho jodidamente mejor.
Incapaz de manejar un segundo más de esta mierda, me giré lejos de
ellos y salí. Mi cabeza corrió en un millón de direcciones diferentes mientras me
iba, sin pensar desde el restaurante. Empecé automáticamente a ir a mi auto,
pero las visiones de la cara ensangrentada de mi hermana cubierta de vidrio
mientras yacía apoyada contra el volante, me hizo parar en seco. Su alarido
mientras gritaba para que la ayudara resonó en mi cabeza.
No me hallaba en condiciones de conducir, así que giré a la derecha y
empecé a caminar por la tranquila acera, esquivando las lámparas de la calle
para poder mantener las sombras.
No llegué muy lejos antes de que una Caroline sin aliento me alcanzara,
corriendo para llegar a mi lado. Jadeó mientras trataba de mantener el ritmo. —
No pensabas abandonarme aquí, ¿verdad? Con tus padres... a quienes acabo de
conocer.
Le envié una rápida mirada dura. —Quieres venir conmigo, mejor sigue
el ritmo.
—Oh, no creo que pueda. —Trotaba, pero se las arregló para mantener el
ritmo, y no se quejó.
De hecho, la exasperante mujer se quedó absolutamente y benditamente
callada… lo que solo me molestó más. ¿Por qué no me gritaba, regañándome
por cuan grosero había sido con mis “increíbles” padres, exigiendo saber lo que
sucedió allí? Estaba de humor para luchar pero, ¿cómo demonios iba a suponer
pelear con una comprensiva e increíble novia?
—¡Maldita sea! —Pateé un buzón de correo por el que pasamos en un
intento por desahogarme—. ¿Cómo se atreven a jodidamente perdonarme tan
fácilmente?
Caroline no respondió. Todo lo que hizo fue meter un mechón de cabello
detrás de su oreja, diciéndome lo nerviosa que se hallaba. Apreté los dientes, al
instante arrepentido por haberla puesto en una situación de este tipo.
Echándole un vistazo, dije—: No puedo creer que jodidamente mintieras
por mí. ¿Terapia?
Solté un bufido. ¿Yo, en terapia? Malditamente nunca.
—¿Qué? —Me envió una sonrisa triste y un encogimiento de hombros—.
Soy la hija de Daisy Gamble. Lo sé todo sobre mentir.
Negué con la cabeza y finalmente dejé escapar una sonrisa. La mujer sí
que tenía un lado salvajemente conspirador, pero hasta ahora, siempre lo usó
para mi beneficio, colándose en mi habitación para sacudir mi jodido mundo
hasta conseguir que mis padres me dejaran en paz. Francamente, podría besarla
mucho por la forma en que mintió.
Echando un vistazo alrededor de la calle muerta de mi pequeña ciudad
natal, preguntó—: ¿A dónde vamos?
Negué con la cabeza, incapaz de mantener intacto mi temperamento.
Solo estar con ella suavizaba cualquier ira que quería sentir. Maldita mujer,
tenía la mala costumbre de hacerme muy feliz cada vez que estaba cerca.
—Tengo que ir a mi lugar. —Le envié un ceño en un último esfuerzo
para seguir con mi ira, pero joder, se veía muy bonita, con sus mejillas
sonrojadas por el esfuerzo que le tomó el mantenerse a mi ritmo—. Y ya que
quieres ser mi sombra, supongo que vas a venir conmigo.
Curiosamente, en realidad quería mostrarle mi lugar, al que solía ir para
estar solo cuando un niño. Nunca había llevado a nadie allí antes, por ello la
parte solitaria. Ni siquiera a mi hermana. Pero de alguna manera se sentía bien
llevar a Caroline.
—¿Tienes un lugar? —Enviándome una mirada de reojo, comenzó a
sonreír—. Eso es tan genial.
Solté un bufido. —Por supuesto que tengo un lugar. Todo el mundo tiene
uno.
Pero ella negó con la cabeza. —Yo no.
—Oh, lo que sea. No lo creo. Tiene que haber algún lugar, ¿al que vayas
para estar sola, relajarte, para sacar la cabeza de tu culo?
—No donde crecí. Quiero decir, en la casa remolque, solía acampar en mi
dormitorio a veces, pero tenía que compartirlo con Colton y Brandt, así que…
en realidad no era solo mío. —Al pasar por un teatro viejo y en decadencia,
abrió la boca y miró hacia el espacio vacío donde la taquilla había sido
colocada—. Oh hombre. Este lugar es tan impresionante. Es una pena que no
esté abierto.
Con una sonrisa, tomé su mano. —Tuve la sensación de que te
apasionaría. Vamos.
Cuando nos dirigí por un callejón oscuro al lado del teatro, se acercó a
mí, tocando mi espalda mientras me siguió ciegamente.
—Por lo tanto, ¿tu lugar es un callejón? —La cautela en su voz me dijo
que no se encontraba impresionada—. Eso es un poco espeluznante.
Me detuve junto a una escalera de incendios oxidada. —No, listilla. Mi
lugar se encuentra en el tejado del teatro. —Girándome para colocarla en la
pared al lado de la escalera, me apoyé cerca—. Mira, siempre he tenido un
fetiche por querer estar encima de los amantes del cine.
Con un bufido, echó la cabeza hacia atrás y rió. —Oh Dios. No te puedo
creer. Se supone que debes tener una crisis personal, y sin embargo, ¿todavía
sueltas un crudo juego de palabras?
—Admítelo —murmuré, apoyándome en ella hasta que pude oler su
cabello—. Eso es exactamente lo que más te gusta de mí.
—Mmm. —Su murmullo de interés recorrió mi torrente sanguíneo y mi
polla se endureció—. Hay algo travieso y sexy al respecto —admitió finalmente.
—¿Ah, sí? —Bajé mi cara hacia la suya hasta que nuestras bocas se
alinearon. Pero no la besé—. Si no lo supiera bien, señorita Gamble, diría que
está tratando de seducirme.
Me tocó la nariz con un golpe rápido. —Casi citas a El Graduado2 allí.
—¿Sí? —Apreté mis caderas contra las suyas para que pudiera sentir lo
duro que me encontraba—. Sin embargo, apuesto a que no hay una cita lo
bastante buena para lo que quiero hacer contigo en este momento.
Aunque su mirada gritó fóllame, y la curva sensual de sus labios parecía
seguir ese sentimiento, susurró en mi oído—: Llévame... —Empecé a gemir de
placer, pero luego terminó con—: a ver tu lugar, Oren.
Me moví más cerca, mi boca a centímetros de la suya. —Entonces será
mejor empezar a subir, mujer. Antes de que te tome contra este muro.
Su mirada se desvió a la escalera junto a nosotros antes de que sus ojos se
abrieran como platos. —¿Qué...? No. Oh, no. En realidad no esperas que suba
esa cosa vieja y desvencijada, ¿verdad?
Con un sonido de mi lengua, agarré su cintura y la levanté, por lo que
podría llegar al primer escalón. —Sí, absolutamente lo espero. Ahora, ponte en
marcha, mujer.
—Oren… —Trepó y maldijo antes de finalmente agarrase bien al mango.
Cuando subió, gimió—. Oh, Dios. Voy a morir.
—Solo... sube —murmuré con aprobación, disfrutando de la vista. Esta
era la segunda, tal vez tercera, vez que la había visto en un vestido, y llegaba a
verlo desde abajo. Maldita sea, era un afortunado hijo de puta. Y mierda que se
vistió así para mis padres. De ninguna manera se puso esa tanga de encaje
negro para impresionar a mi mamá.
Trepaba bien en tacones, lo cual me impresionó. Sin embargo, cuando
empecé a subir detrás de ella, la escalera se balanceó con nuestro peso
combinado. Se quedó inmóvil, chillando con miedo y agarrando los peldaños
para salvar su vida hasta que se acostumbrara al movimiento.
Cuando, una vez más, comenzó un ascenso lento, bajó la mirada para
preguntar—: ¿Es ilegal subir aquí?
Me encogí de hombros y le envié una sonrisa, preguntándome lo rápido
que podía sacarle ese tanga. —Es más que probable.
Miró al frente de nuevo. —Oh Dios. ¿Qué hacemos si nos pillan?
—Me imagino que iremos a la cárcel.
Hizo una pausa. —¡Oren!

2 Es una película de 1967, basada en la novela del mismo nombre de Charles Webb.
—¿Qué? —Empujé su tobillo para mantenerla en movimiento—. ¿Por
qué estás tan preocupada? Soy el chico; seré el que, más que probable, consiga
ser violado en grupo por Bubba y sus amigos si somos enviados a la cárcel.
—Oh, eres tan gracioso.
—Sí, me imaginé que era por eso que me mantuviste contigo.
Resopló, pero llegamos al techo del antiguo cine, así que yo me sentía
feliz. Caroline se detuvo tan pronto como salió de la escalera.
—¿Y ahora qué? —No tengo idea de por qué susurraba después de que
acabábamos de tener una fuerte discusión desde un lado del edificio, pero
pensé que era adorable.
Puse mi brazo alrededor de su cintura y la giré en la dirección que
siempre iba cuando venía aquí solo. —Por aquí. —Luego besé su cabello.
Después de sentarme en el centro de la azotea, la puse en mi regazo para
que no tuviera que sentarse en las tejas mugrientas y se ensuciase el culo. No
hay razón para manchar tal perfección. Además su culo se sentía muy bien en
contra de mi polla.
Una vez que se puso contra mí, apreté mis brazos a su alrededor y besé el
lado de su cuello. —Ahora inclínate hacia atrás contra mí, mira hacia el cielo, y
simplemente… disfruta —susurré a su oído.
Siguió mis instrucciones solo para dejar salir un grito de alegría. —Guau.
—Lo sé, ¿verdad? —Levanté la mirada también, y la noche parecía que
nos tragaba enteros, haciéndome sentir tan insignificante y pequeño en este
momento, y todavía importante e integral para el universo. La sensación era
imposible de explicar. Era de esas cosas que simplemente tenías que sentir.
Sin embargo, Caroline parecía entenderlo. Apretó su agarre en mi
antebrazo y respiró profundo. —El cielo es tan perfecto desde aquí. Las estrellas
se ven tan cerca y tan lejos a la vez.
Asentí. Oh, sí, lo entendió totalmente.
Nos sentamos en silencio durante quince minutos, simplemente dejando
que la noche nos llevara a ese lugar que se sentía tranquilo y libre.
El único problema era que no podíamos quedarnos aquí para siempre.
Caroline rompió el precioso silencio diciendo—: Así que... ¿el nombre de tu
hermana era Zoey?
Solté un suspiro y estiré mis piernas debajo de ella antes de pasar mis
manos sobre sus muslos. —Sí.
Giró su cara hacia mí para besar mi mandíbula. —Y es por eso que
escribes su nombre todo el tiempo.
Fruncí el ceño hacia las estrellas. —No lo escribo todo el tiempo.
Caroline rió suavemente. —Te he visto hacerlo más de una vez.
Dejé salir un gruñido pero viré mi cara para frotarla en la suya.
Dejó escapar un lindo zumbido mientras acariciaba mi cuello. —Estás
muy incómodo con esta discusión; es un poco adorable.
—Gracias. —Coloqué mi brazo alrededor de su cintura, en un esfuerzo
para sentirme cómodo con algo… incluso si era solo su culo en mi regazo—. Me
alegro de que uno de nosotros se divierta.
—Como que pensaba que tenías una cosa por ella —admitió.
Fruncí el ceño. —¿Con quién? ¿La mujer de Ham? No. Bueno, algo así,
supongo. Quiero decir, me gusta Rubia Pero no… no así.
—Te gusta como a un hermano —conjeturó.
Cada músculo de mi cuerpo se tensó con esa palabra. Había sido
hermano. Eso terminó mal. No quería ser hermano de nuevo para otra pobre,
desprevenida e inocente chica.
—Sabes, está bien si tienes sentimientos fraternales por ella —murmuró
Caroline, acariciando con sus dedos mi cabello—. No va a quitarte nada de lo
que sentiste por la primera Zoey. Tengo tres hermanos, y amar a uno no me
impide amar a los otros dos por igual.
Gemí. —Jesús, no les mentiste a mis padres del todo, ¿verdad? Estoy
viendo a un terapeuta. Solo no me di cuenta que eras la psiquiatra.
Murmuró una risa tranquila. —Y si sigues siendo un buen chico por el
resto de nuestra sesión de una hora, la Dra. Caroline podría estar dispuesta a
darte un análisis físico riguroso una vez que esto haya terminado.
—Mmm. —Besé su oreja y deslicé mis dedos de su cintura a la parte
interior de su muslo—. ¿Podemos saltar directamente a esa parte?
Agarrando mi muñeca, movió mi mano hacia un lugar más respetable en
su rodilla. —No hasta que su hora termine, señor Tenning.
Mordí el lóbulo de su oreja suavemente. —Matadora de diversión.
Sonrió y se giró para mirarme. Pero su expresión, con la misma rapidez,
cayó a una sombría. —¿Por qué dices que fue tu culpa que muriera?
Con un gemido, cerré los ojos. —Porque lo fue.
Frunció el ceño en confusión. —Así que... ¿le disparaste? ¿La apuñalaste?
¿La asfixiaste con una almohada? —Después de una pausa reflexiva, asintió —.
De hecho, he considerado asfixiar con una almohada a Brandt. Numerosas
veces.
No pude evitarlo, sonreí. Pero entonces los recuerdos me inundaron de
nuevo y me tragaron. —La dejé conducir —admití finalmente—. Cuando sabía
que estaba molesta.
Caroline se quedó callada por un momento antes de simplemente
preguntar—: ¿Y por qué hiciste eso?
Un suspiro aliviado salió de mis pulmones. Miré de nuevo las estrellas y
abracé a la calentita mujer en mis brazos más fuerte en mi contra, dándome
cuenta que honor era llegar a tenerla así. En un segundo, podría ser arrebatada
de mí, también... así como así.
Metiendo mi cara en su cabello y apreciando lo que tenía en este
momento, dije—: Porque estaba molesta. Le encantaba conducir, así que pensé
que dejarla tomar el volante la haría sentir mejor.
—Y lo hizo... ¿antes de la parte del accidente?
Me encogí de hombros. —Bueno, sí. Supongo. Sonreía y me regañaba
cuando… —Me quebré, recordando los faros del otro coche mientras golpeaban
mi cara justo antes de pasarse una luz roja y golpeándonos por un costado. Un
escalofrío me sacudió. Los recuerdos de Zoey gritando mi nombre, el miedo en
su voz mientras pedía ayuda, la total impotencia que sentí; todo me perseguía.
—¿Por qué se encontraba molesta? —preguntó Caroline.
Negué con la cabeza y bufé. —Algún tipo imbécil. Pensó que le gustaba,
pero luego fue a una pijamada con sus amigas y se enteró que una de las chicas
también salía con él. Cuando me llamó, llorando, pidiéndome que fuera a
recogerla, acababa de…
Joder, no podía decirle a Caroline sobre eso. Pero pinchó mis costillas con
su dedo índice. —¿Acababas de qué?
La miré con cautela. —Supongo que ya te conté sobre mi primera vez,
¿no?
—¿Te refieres a la estúpida chica que se rió de tu hermoso pene?
Apreciando la forma en que describió mi marca de nacimiento, sonreí. —
Sí. Ella. Bueno, me dirigía a casa después de eso cuando Zoey me llamó
pidiendo ayuda.
—Espera. —Levantó una mano y se giró para mirarme directamente a los
ojos—. Así que la misma noche traumática que perdiste tu virginidad y fuiste
ridiculizado por esa perra idiota fue también la noche que tu hermana…
Poniendo la mano sobre su boca para evitar que dijera lo que no podía
soportar escuchar, asentí. —Sí.
Sus ojos se ampliaron. —Vaya. Con razón has tenido todo este asunto
con tu pene. Está vinculado a tu hermana.
No pude evitarlo, solté una carcajada. —Joder, no tienes idea de lo
incorrecto que sonó cuando lo dijiste de esa manera.
—¿Qué? —preguntó antes de que se repitiera mentalmente lo que
acababa de decir. Luego se rió y se tiró contra mí—. Lo que sea. Sabes lo que
quiero decir.
Asentí. —Sí, pero sigue sonando jodidamente extraño.
Finalmente Caroline se rió conmigo antes de ladear la cabeza. —Así que,
¿Zoey era mayor o menor que tú? No puedo saberlo por la forma en que hablas
de ella.
Me aclaré la garganta. —Tenía… tenía la misma edad. Exactamente la
misma edad.
Abriendo la boca, Caroline jadeó. —¿Eran gemelos? Mierda.
Asentí y cerré los ojos. Pero aun así los recuerdos me atacaron. Cada uno
de los detalles de mi infancia involucraba a mi hermana. Siempre se hallaba ahí
conmigo, casi una extensión de mí hasta que, zas, solo se… fue.
—Bueno, joder. —Caroline apoyó la mejilla en mi hombro—. No me
extraña que estés tan destrozado. Quiero decir, perder un hermano tiene que
ser duro. Debe doler y hacerte sentir como si le fallaste de alguna manera. ¿Pero
un gemelo? Eso sería como perder… una parte de ti mismo.
—Sí. —En necesidad de una distracción, pasé los dedos por su pelo—.
Me destruyó bastante. Y me juré que nunca volvería a ser lastimado. Nunca…
joder, nunca amaría así de nuevo. No me importa que fuera solo amor fraternal,
aun así fue…
—No, lo entiendo totalmente. Cualquier tipo de amor: fraternal, paternal,
pasional, platónico, duele muchísimo cuando pierdes a esa persona.
Asentí. —Sí. Y mantuve mi promesa muy bien durante tres años. No dejé
que ninguna chica me afectara, no hasta que llegaste tú. Y luego apareció Rubia.
Jesús, ustedes saben cómo joder mi cabeza, ¿verdad?
Sus dedos acariciaron mi cara de nuevo. —Diría que lo lamento —
murmuró; sus labios se curvaron con placer—. Pero entonces estaría mintiendo.
Arrugué la nariz. Por supuesto, no lo lamentaba. Consiguió exactamente
lo que quería de esto. La miré por un momento, admitiendo que me alegraba
que lo hubiera hecho. —¿Empiezas a ver por qué permanecí lejos de ti por tanto
tiempo? No fue solo por tu hermano.
Asintió. —Sí, supongo. Irracionalmente temes que otra persona vaya a
morir si te comienza a gustar otra chica.
Bufé. —¿Si comienza a gustarme otra chica? El barco del comienzo ha
zarpado. Ya me gustas. Mucho. Por eso esto es tan difícil. Por eso toda nuestra
charla sobre novia-novio de hoy fue tan incómoda. No me gustan las chicas que
follo. Me he asegurado de eso. No tengo citas, no tengo sexo con las luces
encendidas, nunca me acurruco después. —Con un suspiro impaciente, la
abracé con más fuerza hacia mí—. En serio estás rompiendo todas mis reglas.
Lo sabes, ¿verdad?
Su sonrisa simplemente creció. —Empiezo a entenderlo.
Jesús, amaba esto. ¿Por qué a las mujeres les gustaba tanto cuando eres
todo cursi y les derramas tu maldito corazón?
—Así que, si la línea de tiempo en mi cabeza es correcta, todo esto
ocurrió cerca del final de tu… último año de secundaria, ¿verdad?
Asentí. —Dos meses antes de la graduación.
—Dios, es tan horrible. Cómo lo hiciste… No puedo ni imaginar cómo
fuiste capaz de graduarte después de eso. Cómo seguiste adelante.
Negué con la cabeza. —No recuerdo mucho de la última parte de la
secundaria. Solo sé que la pasé. Mudarme a la universidad fue lo que realmente
cambió todo. Supongo que lo vi como un nuevo comienzo, como si no hubiera
existido hasta ese momento. No tenía pasado, ninguna hermana, ni nada. Era
solo yo. Gamble… —Hice una pausa y le eché un vistazo.
Asintió, aparentemente bien con que sacara el tema de su hermano.
Tragué saliva. —Bueno, quizá fue el que más me ayudó a atravesar todo, sin
siquiera saberlo. Nos asignaron como compañeros de cuarto en los dormitorios.
Y simplemente… me arrastró con él y nos obligó a ser este… equipo. —Negué
con la cabeza y sonreí—. Fue fácil no contarle ni una mierda sobre mí. Ese hijo
de puta venía motivado. En serio te lo digo, miraba tan lejos hacia el futuro
cuando llegó a la universidad, era como si no tuviera un pasado. Como si nadie
lo tuviera. Así que, mierda, no lo sé. También fue fácil olvidar todo lo que me
pasó antes de la universidad. Solo vivíamos para el presente y el futuro. Sabía
sobre ti y tus hermanos porque llamaba a casa, como, cada jodido día, pero
pensé que todos eran muy jóvenes o algo así. Realmente nunca pensé en ello.
No me expresó ninguna preocupación, así que no me preocupé por ti tampoco.
Y nunca le importó toda la mierda que sacaba de mi cabeza, así que… solo
funcionó para nosotros.
Con una sonrisa, Caroline me abrazó. —Entonces entiendo por qué tuvo
que dejarnos a Colton, Brandt y a mí por un tiempo. Tenía que estar aquí para
ti.
La miré fijamente, dándome cuenta de la mierda que tuvo que sufrir para
que yo pudiera encontrar una manera de sanar. Eso apestaba. Pero en cierto
modo, me alegró un poco que hubiera resultado de esta manera. Su sufrimiento
la trajo aquí, a mí.
Presionando mi frente en la suya, respiré ese increíble olor que era
puramente de mi mujer. Luego ahuequé su cara entre mis manos. —Cualquier
mierda que ocurrió para arrastrarnos hacia este momento… desearía que la
mayor parte no hubiera ocurrido de la manera en que pasó, pero aun así me
pone contento de que terminara así, justo aquí, contigo y conmigo juntos en este
techo. El dolor valió la pena si fue eso lo que te trajo a mí.
Caroline tomó una respiración temblorosa antes de murmurar—: ¿Oren?
—¿Mmm? —Cerré los ojos, agradecido una vez más de tenerla.
—Tu sesión de una hora se terminó.
Abrí los ojos. Me sonrió. Maldita sea, amaba lo cachonda que podía
ponerse.
Con un gemido ronco, dije—: Gracias a Dios —justo antes de besarla.
Traducido por Adriana Tate
Corregido por Jenni G.

Debí haber valorado mejor el abrirme con alguien sobre mi hermana. La


misma noche que me senté encima del viejo teatro y le conté a Caroline sobre
Zoey, me fui a mi casa después de dejarla cerca de la suya y me acosté a dormir,
solo para tener una jodida pesadilla.
El sueño incluso comenzó siendo una mierda, con Libby Lawson
gritando ante la vista de mi polla.

—¡Oh Dios mío! ¿Qué demonios está mal con ella?


Acababa de bajarme de ella, todavía me encontraba desnudo, y
registraba la habitación con la mirada en busca de mis pantalones antes de que
sus padres regresaran de su velada.
—¿Qué? —Bajé la mirada, esperando que no pensara que era demasiado
pequeña. Entonces me cubrí inmediatamente. Mierda, no era más pequeña que
la de Rowdy Crowner, ¿verdad? Ella había salido con él a principios de año, y
escuché que habían llegado hasta el final. Pero, maldición, me tendría que
suicidar si me decía que era más pequeña que la de ese imbécil.
Con el rostro mudado en horror, retrocedió en la cama en un intento de
alejarse de mí lo más posible. —Santa mierda. ¿Qué es esa cosa en el costado?
No tienes algún tipo de enfermedad de transmisión sexual, ¿verdad?
Parpadeé durante un segundo antes de decir—: ¿Te refieres a mi marca
de nacimiento?
—¿Tu qué?
Abrí mis manos para mostrársela. —Es solo una marca de nacimiento.
Siempre la he tenido.
Se estremeció y giró la cabeza. —Qué asco. Aléjala. No puedo creer que
tuviera esa cosa dentro de mí. Qué asqueroso. ¿Por qué no me lo dijiste antes de
hacer nada? ¡Será mejor que no me hayas contagiado nada!
—No te preocupes. —No pude ocultar la amargura en mi voz mientras
me tambaleaba para ponerme mi ropa de un tirón. Odiaba que mi rostro se
estuviera calentando—. Las marcas de nacimiento no son contagiosas.
—Será mejor que no lo sean, o le voy a decir a todo el mundo el bicho
raro que eres.
Ácido quemó en mi estómago y la bilis subió por mi garganta. El pánico
me rasgó mientras me imaginaba entrando en la escuela el lunes con todo el
mundo riéndose y señalándome. Maldición, iba a tener que abandonar la
escuela. A ocho semanas para la graduación de la preparatoria y mi vida ya se
encontraba acabada… todo porque finalmente había perdido mi virginidad con
una chica quien obviamente había visto suficientes pollas para saber que la mía
no era normal.
—Como quieras —le espeté—. Gracias por la follada. Quizá mejores con
la práctica.
Cuando se trataba de despedirme, ese no era mi fuerte, pero mierda, no
me encontraba en mi mejor momento. Bajando la cabeza, troté desde su casa
hasta mi coche, una hermosa antigüedad que mi papá había comprado para mí
y para mi hermana, pensando que seríamos capaces de compartirlo.
En su mayoría, simplemente peleábamos por quien conduciría. Está
noche, yo gané las llaves, y pensé que la suerte estaba conmigo cuando Libby
me llamó para que viniera, diciendo que sus padres estaban fuera, dándonos
una hora para jugar. ¿Quién sabría que se iría todo a la mierda tan rápido?
—Joder, joder, joder —murmuré y golpeé el volante con mi puño. Nunca
me había sentido tan humillado como me sentí en ese momento. Con diecisiete
años y mi vida ya estaba oficialmente acabada. Si Libby cumplía su palabra, y
probablemente llamaba a todas sus amigas en este momento, nunca conseguiría
follar de nuevo. Mi primera y única vez para experimentar el sexo, y ni siquiera
había sido tan bueno.
—Maldita sea. —Arranqué el coche y conduje calle abajo. Trataba de
alcanzar los controles de la radio para buscar algo de música fuerte y enojada
cuando sonó mi teléfono.
Mierda. Probablemente era uno de mis amigos que seguro ya había oído
hablar sobre mi peculiar polla. Casi no revisó la pantalla, pero la curiosidad me
ganó. Cuando vi el nombre de Zoey, gemí.
¿Mi gemela ya lo sabía? Bueno, no era eso simplemente… genial.
—¿Qué? —murmuré cuando respondí.
—Ven a buscarme —exigió sorbiendo por la nariz, obviamente
llorando—. Ahora.
—¿Qué sucede? —Olvidándome por completo de mí, golpeé los frenos y
cambiando de sentido regresé a toda velocidad hacia la casa de su amiga donde
sabía que se había quedado para pasar la noche con otro par de chicas de la
escuela—. ¿A quién demonios tengo que matar?
—A nadie. Simplemente… quiero irme a casa.
—Estoy a cuatro cuadras. Estaré allí enseguida.
—Está bien. Apúrate.
Ella llegó destrozada al coche, con su bolso tirado por encima del
hombro y el rímel manchando sus mejillas. Abrí mi puerta, molesto porque
alguien hiciera llorar a mi hermana. —En serio —le quité el bolso del hombro y
lo metí en el asiento de atrás del coche—, ¿quién te hizo llorar?
Se limpió sus mejillas manchadas de negro. —Nadie. Ella ni siquiera sabe
lo que hizo. No fue su culpa de todas maneras. Solo… vámonos. Por favor.
Me giré para fruncirle el ceño a la casa de su amiga, pero las chicas que
abarrotaban la puerta observándonos, se veían preocupadas y simpáticas, así
que no pude ir hasta allí para maldecir apropiadamente a alguna de ellas.
Cuando me volví a girar, Zoey se había montado en el asiento del conductor.
—No —dije, señalando con mi dedo pulgar para que se bajara—. No vas
a conducir. No en ese estado. Además, es mi noche, ¿recuerdas?
Y no quería sentirme más emasculado de lo que ya me sentía. Ya me
habían dicho que tenía un horror raro entre mis piernas; no quería que mi
hermana pequeña me llevase. Ni siquiera importaba que ella fuera un minuto y
medio menor que yo, técnicamente todavía era el hermano mayor.
—Maldita sea, Oren. —Me miró con los ojos llenos de lágrimas—.
Necesito conducir… simplemente necesito liberar un poco de presión. Por
favor.
Nunca había sido capaz de decirle que no, pero menos cuando lloraba,
así que suspiré, apreté los dientes y murmuré—. Está bien. Como quieras. —
Antes de que dar la vuelta hacia el asiento del pasajero. Tiré del cinturón de
seguridad tan pronto como me subí, y como el jodidamente terrible hermano
que era, ni siquiera noté que a ella se le había olvidado ponérselo.
—Entonces, ¿qué pasó? —le pregunté a la vez que aceleraba por la
carretera y giraba bruscamente en la esquina.
—Corey Garboni se acostó con Suzanne.
Esperé que continuara, pero cuando no lo hizo, levanté las cejas. —Está
bien. ¿Y?
—¿Y? —Me frunció el ceño con incredulidad—. Y a mí me gustaba
Corey. Le dejé manosearme los senos el fin de semana pasado.
—¿Tú hiciste qué?
—Y se suponía que iba a llevarme al cine otra vez mañana —continuó
despotricando sin ni siquiera escucharme—. No tenía ni idea de que también le
gustara Suzanne, y ella no tenía ni idea de lo que yo había hecho con él.
—Qué bastardo —murmuré en voz baja—. Ni siquiera puedo creer que
te gustara ese tipo. Siempre pensé que era un maldito bastardo.
—Oh, bueno lamento mucho que no pudiera gustarme alguien que tu
aprobaras.
—Deberías —dije—. Probablemente podría encontrarte a un mejor tipo.
Alguien que jodidamente no te engañaría.
—¿En serio? —Me dio un una mirada de incredulidad—. Me encantaría
escuchar con qué tipo de chico crees que debería terminar.
—Bien. —Me aclaré la garganta y me reacomodé en el asiento del
pasajero, pensando—. Tiene que gustarle el fútbol, o yo no tendría nada en
común con él, y si va a salir contigo, probablemente estaré atrapado para pasar
el rato con él más de lo que quisiera.
—Está bien —dijo con un asentimiento mientras desaceleraba el coche
para girar en una esquina—. Podría soportar salir con un jugador de fútbol.
—Cierto. —Tomé una respiración antes de añadir—: Leal, fiel y callado.
—¿Callado? —Me dio una mirada misteriosa.
Asentí, apegándome a mi decisión original. —Sí. Ambos somos
habladores, así que necesitarías a un escuchador, quizás a alguien un poco
reservado pero totalmente dispuesto a dar la cara por ti si es necesario. Tendría
que ser más grande que yo, porque no sería capaz de respetarlo si no lo fuera.
Ah, e inteligente, como que le guste la ciencia, de esa manera terminará siendo
un rico cirujano del corazón o algo así.
—Todavía no has descrito su apariencia.
Me encogí de hombros e hice una mueca. —Joder, como si me importara
cómo luce.
Sonrió. —Entonces quiero que sea sexy. Preferiblemente de ojos azules y
quizás incluso con un hoyuelo.
Sacudí la cabeza, anonadado de por qué había escogido esas dos cosas y
nada más. Las chicas eran tan extrañas. —Bien —dije—. Como sea.
Ella resopló una rápida risa. —Sabes, acabamos de describir a un chico
que podría no existir. A un atleta sexy, tímido y que le gusta la bilogía. En serio,
Oren. Nunca va a suceder.
—Bueno, entonces supongo que tendremos que envejecer juntos, solteros
e impotentes. —Mirando por la ventana, murmuré para mí mismo—: Porque
estoy totalmente seguro que no voy a follar de nuevo.
Pero mi gemela me escuchó, fuerte y claro. —¿A qué te refieres con de
nuevo? Tú no has… Oh Dios mío. ¿Estabas en casa de Libby cuando te llamé?
—Estaba de camino a casa cuando llamaste —la corregí.
Jadeó. —Santa mierda. Así que ustedes dos… —Cuando me miró, sus
cejas se fruncieron con preocupación—. Ay, no. Tu marca de nacimiento la
asustó, ¿no es así?
Le di una dura mirada. —¿Cómo demonios sabías eso?
Se encogió de hombros. —No lo sé. Simplemente… lo adiviné. Quiero
decir, nunca he visto un pene de verdad a parte del tuyo cuando éramos niños,
pero he escuchado a las chicas hablar, y ninguna ha mencionado marcas de un
morado vivo en el costado.
Me hundí más en mi asiento, queriéndome morir. —Bueno, gracias por
iluminarme en eso… después de haberme humillado de por vida. Ella se lo va a
decir a todo el mundo, ya sabes. Va a decir que soy un bicho raro, y nunca voy a
volver a tener sexo en toda mi…
—Ay, por favor —resopló Zoey y rodó los ojos hacia mí—. No todas las
chicas allí afuera son tan crueles como Libby, la perra, Lawson. Algún día, vas a
conocer a una chica increíble —que yo pueda soportar—, y va a amar todo de ti,
incluso a tu polla colorida.
Arqueé una ceja. —En realidad esperaba poder conseguir tantos coños
como me fuera posible antes de que la indicada apareciera y tuviera que asentar
cabeza.
Zoey jadeó y agarró un pañuelo doblado que había en el centro de la
consola antes de lanzármelo. —No te atrevas a terminar como un mujeriego,
Oren Michael Tenning, o yo…
—¡Cuidado! —le grité cuando entramos en una intersección. El coche de
la izquierda no obedecía su señal de stop.
Zoey pisó los frenos, pero ya era demasiado tarde. Gritó mi nombre, y yo
grité el suyo.

Todavía gritaba su nombre cuando me desperté, dando vueltas en las


sábanas. —¡Zoey! —grité, solo para llevarme un susto de muerte cuando un par
de manos agarraron mi brazo.
—Ten. Oye, Ten. Despierta. Estás teniendo una pesadilla.
Me incorporé de un salto jadeando, sin aliento mientras mis dos
compañeros de cuarto estaban parados a un paso de mi colchón, mirándome
como si estuviera rabioso. Sudor corría por mis sienes y mi pecho desnudo.
Miré boquiabierto a Ham, recordando cada detalle de la última
conversación que había tenido con mi gemela. La primera vez que lo vi, casi me
había cagado en los pantalones con incredulidad. Él había sido la viva imagen
del chico que Zoey y yo habíamos descrito. Creo que a mi hermana en realidad
también le habría gustado… si alguna vez hubiese tenido la oportunidad de
conocerlo.
El hecho de que él había terminado con una mujer que se llamaba Zoey
casi había sido demasiado para asimilar al principio. Rubia era la antítesis de
cómo había sido mi hermana, pero aun así… con el mismo nombre y la forma
en que se enganchó con Hamilton, no había sido capaz de desprenderme de los
sentimientos de hermandad que había empezado a tener hacia ella.
—¿Estás bien? —me preguntó, subiendo a la cama, con los ojos
preocupados, para sentarse a mi lado—. Estabas gritando mi nombre.
Me estremecí. —¿Lo hacía?
—Nos asustó. —Ham se sentó en la esquina, su expresión coincidía con
la de su mujer.
Me aclaré la garganta y aparté la mirada. —Sí, bueno… lo siento por eso.
—Soñaste con tu hermana, ¿cierto?
Con una mirada a Ham por siquiera preguntar eso y un estremecimiento
interno a mí mismo porque una vez les admití que había tenido una hermana
que se llamaba Zoey, luego aparté la mirada y les di un asentimiento.
Rubia tomó mi mano. —¿Quieres que me cambie el nombre? Lo haría.
Por ti.
—Eso es lindo —le dije y le di una pequeña sonrisa a la vez que apretaba
sus dedos en forma de agradecimiento. Luego tiré de ella hacia mí y le di un
abrazo—. Pero, no. Simplemente continuaré llamándote Rubia.
Ella asintió. —Está bien. Me gusta Rubia. Es muchísimo mejor que Tetas
de Leche.
Me alejé del abrazo para fruncirle el ceño. —Tetas de Leche es un apodo
de puta madre.
Ella se echó a reír y sacudió la cabeza. —No. En realidad es horrible. —
Pero tan pronto como sonrió se arregló—. ¿Quieres hablar de ello? De tu
pesadilla.
Dios, no. La última vez que hablé de esta mierda, terminé con esta
pesadilla. Había terminado de hablar. Negué con la cabeza. —No. Estoy bien.
Pueden volver a dormir, chicos.
—¿Estás seguro? —preguntó Ham—. ¿Podemos traerte un poco de agua
o algo?
Maldición. Estos dos. Su dulzura comenzaba a hacer que mis dientes se
pudrieran. —Papá. Mamá —levanté las manos—, estoy bien. En serio. Lo siento
por despertarlos. Ahora regresen a la cama.
Y por fin, cedieron. Rubia tenía que darme otro abrazo y Ham palmeó mi
hombro, pero una vez que se fueron, no pude volver a dormir. Estuve dando
vueltas y antes de que lo supiera, me encontraba agarrando mi teléfono de la
mesita de noche y enviándole un mensaje de texto a Caroline.
Después de escribir: Nadie pone a Baby en un rincón, suspiré y tiré el
teléfono de regreso en la mesita, solo para que sonara inmediatamente con una
respuesta. No esperaba que me respondiera a esta hora de la noche, lo tomé,
emocionado de ver si era de ella.
¿Por qué me estás enviando una cita de Dirty Dancing a las dos de la
madrugada?
Sonreí, y de inmediato, mi pecho se sintió más aflojado. Podía respirar
con más facilidad, y el dolor de cabeza que se había estado formando detrás de
mis ojos me abandonó totalmente. He estado estudiando. Quería deslumbrar a
mi sexy novia experta en películas con mi nuevo conocimiento en películas
con chistes cortos.
Bueno, no estoy deslumbrada. Todo el mundo conoce esa frase.
Así que le escribí: Francamente, querida, me importa un bledo.
A lo cual ella me respondió: Clark Gable. Lo que el viento se llevó. Envía
un auténtico desafió ya. Estoy bostezando.
Una sonrisa iluminó mi rostro. Tal vez estás bostezando porque estás
despierta a las dos de la jodida madrugada. Quizás alguien debe… hacerte
una oferta que no puedas rechazar.
El padrino. Y tú eres el que me estás despertando a las dos de la jodida
madrugada. ¿Qué pasa con eso?
Te dejaba un mensaje para que lo leyeras cuando te despertaras. Mi
intención no era despertarte en realidad, Rosebud.
Bueno me despertó, Citizen Kane. ¿Qué estás haciendo ahora, de todas
maneras? No trabajaste esta noche.
Me debatí entre si debía decírselo, pero luego me encogí de hombros.
¿Qué demonios? Tuve un mal sueño, le escribí.
Dos segundos después, mi teléfono sonó. Sacudí la cabeza y respondí—:
¿Sí?
—¿Qué estabas soñando?
—No fue nada —comencé, solo para que ella hablara por encima de mí.
—Era sobre tu hermana, ¿cierto? Tuvimos esa gran conversación intima
en la azotea antes y te trajo un montón de recuerdos. Maldición, debí haber
sospechado que esto podría pasar.
—¿Un diagnóstico equivocado de la doctora Caroline? —jadeé—. Creo
que voy a necesitar un reembolso por nuestra última sesión.
Hubo una pausa antes de que ella dijera—: Ni siquiera sé qué significa
eso. No te estás arrepintiendo del sexo en la azotea del teatro, ¿verdad?
—Joder, no. —Me reí, y maldición, se sintió bien reírse. En realidad
estaba contento que mi mensaje de texto la hubiese despertado. Solo escuchar
su voz ya me hacía sentir mejor—. No sé a qué me refería —le admití—.
Simplemente sonó bien.
Ella resopló. —¿Así es cómo tu cerebro funciona todas las noches a las
dos de la madrugada? Creo que necesitas dormir más, amigo.
—Bueno, quizá podría dormir mejor si tuviera a una suave rubia de
dulce olor acurrucada conmigo.
Suspiró. —Bueno, quizá si fueras a tu puerta y la abrieras, encontrarías a
una esperándote.
Hice una pausa y parpadeé. —¿Espera? ¿Qué? No puedes estar aquí,
ahora, afuera de mi apartamento.
—¿Por qué no?
—Mierda. ¿Estás aquí? ¿Ahora? —Me quité las sábanas y caminé a través
de la casa para abrir rápidamente la puerta de un tirón.
Una Caroline en persona, con el cabello desarreglado y la ropa arrugada,
claramente puesta de prisa, me sonrió. —Sorpresa.
—¿Qué demonios? —La tomé por la cintura y la arrastré adentro—.
¿Qué…? Por favor no me digas que caminaste hasta aquí en la oscuridad. —¿Y
cómo demonios había llegado aquí tan rápido si había caminado?
—No. —Me abrazó y me besó en la mejilla—. Tomé las llaves de Aspen y
le dejé una nota.
Sonreí. —Bueno, eres una mujercita retorcida. ¿Sabes qué le hago a las
mujeres astutas?
—¿Tú… las dejas jadeando y sin huesos después de una clase de
orgasmo mundial? —adivinó.
—Por supuesto. Sí, señora. Eso hago. —Alzándola, la llevé de regreso a
mi habitación y cerré la puerta de una patada detrás de mí.
Y el único sueño que tuve el resto de la noche fue un sueño hecho
realidad.
Traducido por Vani
Corregido por Vane hearts

Las cosas cambiaron después de esa noche. Y no fue solo porque terminé
la universidad, me puse una toga y un birrete y caminé a través de una línea
estúpida para que mis padres pudieran tomar un montón de fotos de mí
dándoles la mano a algunos idiotas importantes. Me sentía... diferente.
Mis aplicaciones fueron enviadas, mi futuro estaba abierto para explorar,
sin embargo, temía salir de Ellamore más que nunca. Y todo era debido a una
pequeña rubia sexy y descarada que había volteado mi mundo al revés.
Ciertamente, no ayudaba que a ella le gustara joder conmigo en el peor
momento posible, tampoco, como el pequeño mensaje sexy que me envió antes
de que comenzara un turno en el club en la noche de chicas.
Solo quería que supieras que estoy tocándome en este momento e
imaginando que es tu lengua.
Las gafas que suponía debía estar apilando detrás de la barra fueron de
inmediato olvidadas. Gemí, duro como una roca cuando comencé a escribir mi
respuesta. Tienes una boca sucia, pequeña. Sé exactamente lo que necesitas
para limpiarla.
Entonces... ¿69?
Negué con la cabeza cuando el deseo me recorrió. —Descarada —
murmuré en voz alta. Empecé a escribir de nuevo cuando una voz detrás de mí
me sobresaltó hasta la mierda.
—Guau, ¿quién te está enviando mensajes que tiene tanta de tu atención?
Me di la vuelta para mirar boquiabierto a Gam. Luego aspiré. —No es de
tu maldita incumbencia. —Bajé mi rostro al mensaje, pero ahora el momento
fue arruinado por el hermano mayor.
—En serio. —Gamble intentó agarrar mi teléfono, pero fui más rápido,
manteniéndolo lejos de él. Su mirada saltó a la mía—. ¿Quién te está mandando
mensajes? ¿Por qué no quieres mostrarme?
—Debido a que es tu hermana. —Usé una de mis típicas respuestas
sabelotodo porque, infiernos, no lo sé. Eso es algo que yo diría, y... mierda, no
creí que realmente me creyera.
Escribí: Vuelve a usar esa cosa roja otra vez. Quiero arrancártelo... con
mis dientes esta vez. El bastardo me clavó un puño en el estómago y sacó el
teléfono de mi mano. Me doblé, gimiendo. Cuando me enderecé tanto como
pude, agarrando mi vientre, me di cuenta que un Ham de aspecto preocupado
había hecho una pausa para mirarnos. Sus ojos estaban muy abiertos, porque
sabía que no había estado mintiendo sobre la hermana de Gamble.
Sin embargo Caroline nunca me enviaba mensajes provocativos desde su
número personal. Ella todavía usaba el número de Visitante Nocturna. No estoy
seguro por qué, pero tenía que admitir que siempre estaba caliente al ver ese
nombre emergente. Eso me decía que iba a leer algo explícito y sexual. Por el
momento, estaba doblemente contento de que ella lo hiciera, porque acababa de
salvar nuestros culos de la ira de Noel Gamble.
Él se rió cuando empezó a leer nuestra correspondencia privada.
—Pervertido —murmuré, agarrando mi teléfono y mirándolo—. Éstos no
estaban destinados para tus ojos, imbécil.
Gam alzó las cejas con sorpresa. —Era tu amiga Visitante Nocturna.
Rodé los ojos. —¿En serio? No tenía idea.
Puso sus manos en sus caderas, con el ceño fruncido. —Pensé que habías
dicho que no te pusiste en contacto con ella.
—Bueno, supongo que todavía le mando mensajes. ¿Por qué te importa?
—No me importa. Solo me sorprende que estés siendo tan reservado al
respecto.
Con una risa, sacudí la cabeza. —No estoy siendo reservado. ¿Desde
cuándo no querer arruinar mi estado de ánimo por interrumpir una
conversación caliente me hace ser reservado?
—Ya que por lo general los empujas en mi cara para leer cada maldita
oración. ¿Qué pasa contigo, hombre? Siempre das detalles, usualmente más de
los que quiero, para empezar.
—Bueno, tal vez estoy comenzando a escucharte sobre mantener mi
mierda para mí mismo. ¿Pensaste alguna vez eso? Tu pequeño Ten está
creciendo y aprendiendo algo llamado privacidad, responsabilidad, respeto y
esa mierda decente.
—Sí, claro —dijo secamente—. Creciste mucho en... ¿cuánto tiempo ha
pasado desde que comenzaste a follarla? ¿Unas semanas? ¿Un mes?
Me enfadé. No me gustaba cómo de malditamente irrespetuoso trataba
mi relación con Caroline. Sabía que no estaría diciendo esa mierda si supiera de
quién hablaba, pero maldita sea... todavía me hizo querer envolver mis manos
alrededor de su cuello y solo...
—Oye, Gamble —gritó Hart de repente desde el otro extremo de la barra.
Alcé la mirada para verlo con su teléfono en mano y la palma sobre el
receptor—. Tu hermana está en el teléfono preguntando por ti.
¿Qué? ¿Por qué demonios Caroline lo llamaba en medio de los mensajes
provocativos conmigo? ¿Y por qué no había oído sonar el teléfono? Cualquiera
sea la razón, Gam se alejó para contestar su llamada, dejando nuestra discusión.
Parpadeé hacia Hart mientras negaba con la cabeza hacia mí. —De nada
—murmuró.
—¿Qué? —Confundido, me volví para seguirlo.
Hart suspiró y miró por encima del hombro para ver a Gamble hablar
por teléfono. —Tienes que ser un poco más sereno con él, hombre.
Me detuve en seco, parpadeando. —¿Qué demonios significa eso?
—Significa que estás siendo un imbécil. Tú eres el que está teniendo sexo
a sus espaldas. Sin embargo, actúas como si fuera al revés.
—¿Bromeas? —murmuré, cavando un dedo en mi propio pecho—. Él es
la razón por la cual Caroline y yo tenemos que mantener todo en secreto. Creo
que tengo una muy buen a razón para estar irritado con él. Y... espera. ¿Qué
demonios? —Di un paso más cerca y agarré su camisa para tirarlo a la abertura
del pasillo—. Lo sabes —susurré—. ¿Cómo diablos sabes?
El hijo de puta solo me sonrió. —¿Saber qué?
Apreté los dientes y eché un vistazo alrededor para asegurarme de que
nadie nos escuchaba. —No jodas conmigo, amigo. ¿Cómo lo descubriste?
Se encogió de hombros, sin dejar de verse demasiado satisfecho de sí
mismo. —Me di cuenta la noche en que recibiste tu primer mensaje... ¿cómo la
llamaste? ¿Tu Visitante Nocturna? Caroline me pidió que te regresara tu celular
después que Zoey y ella lo habían tomado.
—Zo... ¿Rubia estaba involucrada en eso? —Ooh, ella y yo íbamos a tener
algunas palabras después de esto—. Mierda. Así que, ¿lo sabías incluso antes de
saberlo yo?
—Sí. —Viéndose orgulloso de sí mismo, Hart se rió entre dientes—. Soy
bastante inteligente.
—Estás bastante muerto. —Lo empujé contra la pared y fruncí el ceño—.
¿Por qué diablos no me dijiste que lo sabías desde esa noche?
Hart se encogió de hombros, aparentemente despreocupado por el hecho
de que yo estaba a una fracción de segundo de mutilarlo. —Sabía que te darías
cuenta eventualmente. Y Caroline hizo un montón de trabajo para engañarte.
No quería arruinar sus planes.
Él se encontraba en el Equipo Caroline. No me gustaba eso. ¿Cuánto la
adoraba? Con el ceño fruncido, lo miré mal y di un paso atrás para darle
espacio. Silbando una melodía, me guiñó el ojo y se deslizó junto a mí, saliendo
del pasillo y regresando al bar.
—Así que, Ten... —Asher me sonrió mientras balaceaba una silla fuera de
una mesa. Su sonrisa era demasiado intrigante.
Entrecerré los ojos. —¿Qué?
—¿Hacemos una pequeña apuesta esta noche?
Olvidando los vasos que había estado apilado, me moví a la mesa junto a
la que él trabajaba y tomé otra silla para girarla y ponerla en posición vertical en
el suelo. —¿Qué clase de apuesta?
—¿Vemos cuál de nosotros puede obtener más números de teléfono de
mujeres?
Me detuve y lo miré. El brillo en sus ojos cuando cruzó los brazos sobre
su pecho y apoyó la espalda contra la mesa me dijo que sabía que me había
encajonado en una esquina.
Detrás de nosotros, Gamble abucheó. —Esa sí es una competición que me
gustaría ver.
Mierda. Miré hacia atrás, a Gamble y mentalmente abofeteé a Hart. ¿En
qué demonios me estaba metiendo? No podía rechazarlo ahora, no con Gamble
escuchando; él sabría que algo pasaba si rechazaba un reto como éste.
—A mí también —dijo Hart. Su sonrisa se extendió un poco demasiado
amplia y un poco demasiado a sabiendas—. A menos que tengas una razón por
la que tendrías que decir que... no.
Mi boca se abrió. Qué cretino. A él le debía gustar Caroline lo suficiente
como para joder conmigo esta noche en algún plan maligno para alejarla de mí.
Asentí y murmuré—: Lo que sea —porque no podía decir que no frente a
Gam y tampoco podía expresar la palabra sí en voz alta.
Pero al primer segundo que tuve después de que abrimos las puertas y
Gamble estaba ocupado en el bar, empujé al cretino por detrás. —Ve hasta el
bar donde Gamble pueda oírte y cancela esta jodida apuesta.
—¿Qué? —Se sobresaltó—. ¿Por qué habría de hacerlo?
Porque lo mataría si no lo hacía. Levanté mis manos y le envié una
mirada incrédula. —¿Por qué piensas? No puedo jodidamente ligar con otras
mujeres. Estoy con alguien, idiota.
—Entonces cancélala tú.
—No puedo. Gamble se dará cuenta de que algo raro está pasando, como
si estuviera durmiendo con su hermana a su espalda.
—Bueno, lo estás, entonces...
—Vete a la mierda. —Lo empujé en el pecho—. Vamos a decirle. Algún
día. Pero primero, quiero demostrarle que puedo crecer y cuidar de ella antes
de dejar caer la gran bomba. Tal vez de esa manera, no va a matarme tan rápido
cuando se entere. Excepto que jugar a acumular números de teléfono no va a
demostrar una mierda.
—Entonces cancélala, hombre. Muéstrale que estás creciendo.
Gruñí. —Como si me creyera. Todo el mundo sabe que no podría crecer
tan rápido. Tiene que haber un cambio progresivamente lento hacia la madurez.
—Oh Dios. —Hart rodó los ojos—. Me estás dando un dolor de cabeza.
Lo empujé de nuevo. —Solo cancela la jodida apuesta.
Excepto que no lo hizo. Y entonces... la noche comenzó con su estúpida
apuesta carcomiendo mi conciencia.
—¿Ningún número todavía? —preguntó Gam una media hora después
cuando me acerqué a la barra con una lista de bebidas para conseguirle a los
clientes.
Levanté mi cara hacia donde él me miraba desde detrás del mostrador.
—¿Eh?
Rodó los ojos y chasqueó los dedos delante de mi cara. —Chicas.
Números. Apuesta. ¿Algo que te suene?
—Oh, cierto. Sí, no. No hay números todavía.
—¿En serio? Debes estar fuera de juego esta noche. Hart ya tiene tres.
—¿Sí? —Miré a mi alrededor a una mesa donde Hart le sonreía a la mesa
de las chicas. El hijo de puta. Entrecerré los ojos hacia él antes de volver hacia
Gam—. ¿Debe ser la cosa de músico?
—Hmm. —Gamble me miró críticamente, como si supiera. Luego cruzó
los brazos sobre su pecho—. Estaba seguro que conseguirías algo de la mesa
que acabas de servir.
Si hubiera estado jugando el maldito juego de Hart, sí, probablemente lo
hubiera hecho.
Las miré. —Todas tenían novios —dije.
—¿Y cómo demonios podrías saberlo? —preguntó Gamble—. Apenas
hablaste con ellas el tiempo suficiente para tomar sus pedidos y mucho menos
para obtener estatus de relación.
Puse mi bandeja de servir vacía en la parte superior de la barra, un poco
demasiado duro, y le envié a Gam una mirada feroz. —¿Por qué diablos es esta
apuesta tan importante para ti? Jesús, es como si trataras de revivir tus años de
bachillerato a través de mí, o algo así.
—¿Perdón? —Gam se echó hacia atrás por mi arrebato, y me di cuenta de
que había ido demasiado lejos. Mierda—. Cristo, hombre. No sé qué te hizo tan
seco e irritable últimamente, pero definitivamente hay algo contigo. Ahora...
¿qué está pasando?
Me incliné para descansar los codos en la barra y luego hundí mi cara en
las manos. Casi le conté todo. No sé por qué; no he hablado con Caroline sobre
ello, pero estaba jodidamente cansado de ocultárselo.
—¿O es por ella? —La pregunta de Gamble me hizo levantar la cara.
Miré por encima del hombro para ver a Caroline pasando la autorización del
portero.
Mi cara palideció.
Mierda, mierda, mierda. ¿Qué hacía ella aquí? ¿Y si se enteró de la
apuesta? ¿Y si pensaba que yo estaba de acuerdo con eso y que me había
ofrecido voluntariamente para participar? Y si...
—Jesús, estás loco por la mujer de Hamilton, ¿verdad? —murmuró
Gamble.
—¿Qué? —Lo miré, confundido, hasta que señaló en dirección a Caroline
de nuevo. Fue entonces cuando me di cuenta de que Rubia estaba con ella. El
hijo de puta pensaba que la había estado mirando en lugar de a su hermana.
Gemí. Esto no funcionaba. Abrí la boca para cancelar la apuesta con Hart y
decirle a Gamble en términos inequívocos que no estaba caliente por la mujer
de Hamilton cuando Hart maldijo por detrás de mí. Luego habló más alto,
diciendo—: Oye, Ten. Voy a cerrar la apuesta ahora. Tengo cuatro números.
¿Puedes superar eso?
Lo miré con el ceño fruncido. —¿Vas a pararlo ahora? —Cuando asintió,
rodé los ojos—. Todos ustedes se pueden ir al diablo. ¿Lo saben?
Harto de ambos, me di la vuelta lejos de la barra y me marché. Quería ir
hacia Caroline, pero no podía. Lo que solo me enfureció más. Cuando ella llamó
mi atención seguí caminando, sintiéndome como la mierda por mandarla lejos.
Solo había tomado un pedido de otra mesa cuando Hart agarró mi brazo.
—Hombre, no sabía que Caroline iba a aparecer esta noche. Nunca haría nada
para lastimarla.
—Vete a la mierda. —Me encogí lejos de él y caminé hacia la barra para
poner mis órdenes. Sin embargo me aseguré de detenerme en el lugar de Lowe
en vez de Gamble. Mientras él preparaba la bandeja para llevar a mis clientes,
eché un vistazo alrededor del lugar. Vi a Rubia donde había asaltado a Ham y
lo saludaba con un abrazo y un beso. Pero Caroline ya no estaba con ella. Así
que seguí buscando. ¿Dónde demonios se había ido?
Cuando por fin la vi, ella ya me había encontrado. Caminó a través de la
multitud de personas y mesas mientras se dirigía en mi dirección, y querido
Dios... No tenía idea que poseía una falda así de corta, o una blusa así de
apretada y escotada. Mi interior se calentó. Quería que todos los demás en el
lugar desaparezcan así podría sentarme en la parte superior de la barra y hacer
una fiesta con ella.
Pero Gamble la llamó y dobló su dedo haciéndole señas. Ella se apartó y
algo dentro de mí gruñó con disgusto.
Miré a su hermano brincar desde la parte superior de la barra. Cruzó los
brazos sobre su pecho mientras hablaba con ella, probablemente dándole algún
tipo de sermón. A cambio, ella puso sus manos sobre las caderas y le dijo algo,
algo inteligente y defensivo sería mi conjetura. Pero en lugar de enojarse,
Gamble simplemente rió entre dientes y luego la jaló para poder abrazarla, lo
que hizo que su falda se subiera a la parte posterior de sus muslos para
jodidamente mostrarle a todo el club qué color de ropa interior llevaba. Cuando
ella sonrió y le devolvió el abrazo, miré lejos.
Eran momentos como este los que hacían mucho más difícil de hacer las
cosas que hacía a sus espaldas. Si su hermana hubiera sido cualquiera menos
Caroline, estaba seguro de que nunca habría tenido un problema manteniendo
mis manos lejos. Pero ella era tan... ella.
—Aquí tienes. —Lowe estableció la última bebida de mis peticiones en
mi bandeja y la recogí, enviando una última mirada anhelante hacia Caroline.
Me miraba de nuevo, por desgracia, como si estuviera empezando a darse
cuenta de que no iba a acercarme a ella. Aquí no.
Me giré lejos, más miserable que nunca.
Cuando volví al bar, ella ya no se encontraba allí. Tuve que explorar
rápidamente antes de verla cerca de una mesa llena de hombres y mujeres,
donde un maldito hijo de puta parecía demasiado interesado en sus tetas
mientras él sonreía y se reía de lo que sea que decía ella.
Troné mis nudillos, queriendo sacrificarlo, quienquiera que fuese.
Pero entonces Hart se acercó a su mesa y robó su atención lejos del feo
hijo de puta. Excepto que eso no resolvió mis celos en lo más mínimo.
En serio, el maldito coqueteaba abiertamente con ella, justo en frente de
Gamble. Y Gamble —el maldito— no hacía nada, ni siquiera se inmutó. No
podía mencionar el nombre de Caroline sin que él rompa mis bolas y advirtiera
que me aleje de ella, ¿pero Hart podía casi meter su mano bajo su corta falda
delante de él y lo ignoraba completamente?
Eso no era jodidamente justo.
Chupé y rechiné mis dientes mientras tomaba otra orden. Acababa de
entregar una ronda de chupitos a un grupo alborotado de chicas borrachas —
una de las cuales agarró mi culo mientras deslizaba mi propina en mi bolsillo
trasero— cuando descubrí a Caroline entrando en el pasillo que conducía a las
oficinas y los baños.
Sin dejar pasar esta oportunidad, corrí tras ella.
Traducido por Vane Farrow & Andreeapaz
Corregido por florbarbero

Había una docena de personas alrededor, bloqueando mi camino, pero


los esquivé y tomé el brazo derecho de Caroline antes de que pudiera entrar en
el baño de mujeres.
—¿Qué...? —Se dio la vuelta para enfrentarme, sus ojos abriéndose
cuando me vio.
Cambiando de dirección, la jalé hasta que llegamos a la puerta de la
oficina de Pick. Ni siquiera me molesté en encender una luz. Tan pronto como
la tuve adentro, cerré la puerta y la empujé contra ella, sujetándola allí. Luego la
besé. Su boca se aferró a la mía y sus dedos agarraron mi camisa.
Nos atacamos uno al otro hasta que tuvimos que separarnos por aire.
—¿Qué demonios estás haciendo, viniendo aquí, vestida así? —le grité y
la besé de nuevo, duro, sin darle la oportunidad de responder. Mientras metía
la lengua en su boca, mis manos recorrieron sus muslos hasta que las tuve bajo
su falda y palmeé sus nalgas a través de las bragas. Después de que me las
arreglé para alejar mi boca, presioné mi frente con la suya—. ¿Solo querías
volverme loco porque sabías que no podía hablar contigo, o tocarte o besarte
después de esos jodidos y excitantes mensajes que me enviaste?
—Antes solías hablar conmigo en público —argumentó, incluso mientras
pasaba sus dedos por mi cabello y tomaba mi cabeza entre las manos. Entonces
me jaló para otro beso.
Froté la pelvis contra la de ella y la besé de nuevo, solo para separarme
por aire y seguir discutiendo. —Sí. Antes —murmuré—. Cuando no era
jodidamente imposible mantener mis manos lejos de ti. No sé cómo diablos voy
a sobrevivir estando de nuevo en la misma habitación contigo y tu hermano, no
sin dejar escapar algo.
Caroline rió. —Quieres decir algo como esto. —Cuando su mano vagó
hacia mi palpitante erección, agarré su muñeca.
—Oh, no, no lo hagas. No jugarás con la varita mágica después de la
forma en que coqueteaste con Hart.
—¿Qué? —Su exclamación de incredulidad llegó un segundo antes de
que me empujara en el pecho—. No coqueteé con él.
—¿En serio? Y, podría haber jurado que te dijo lo bien que te veías esta
noche, cómo ponías a todas las demás mujeres en vergüenza, y, en respuesta, le
sonreíste y le sacudiste esas malditas hermosas pestañas.
—Oh. Eso. —Se aclaró la garganta—. Bueno, no lo llamaría exactamente
coqueteo. Era más como…
—Coqueteo —dije—. Coqueteó contigo. Y le devolviste el coqueteo.
—Esa es la forma en que hablamos. No significó nada. Desde luego, no
agarré su culo como esa chica cuando deslizó su propina en tu bolsillo, ¿o sí?
Solté una carcajada. —¿Estás comparando? ¿En serio? Entonces debiste
notar que no sonreí y batí las pestañas a esa chica después de que me tocó. Te
busqué, y te vi entrar por el pasillo, así que te seguí, y bam. Aquí estamos.
Jesús, pero me calientas cuando estás celosa.
La besé de nuevo y estaba muy impaciente por devolverme el beso. Se
arrastró sobre mí hasta que enrolló sus piernas alrededor de mi cintura.
—Maldición. Quiero estar dentro de ti tanto en este momento.
—Lo sé. —Gimió y apretó su núcleo contra mi erección—. Pero no quiero
dejar un lío aquí. ¿Tienes algo?
Me estremecí. —Sí, pero... mierda, nena. Estoy trabajando. Tu hermano...
—Diablos, ni siquiera podía terminar una lista de todas las razones por las que
esto era una mala idea. Arranqué sus bragas y metí un dedo dentro de ella. De
inmediato llegó, y casi me vine con ella mientras seguía con los pantalones
puestos.
—Espera, yo... joder. —No podía ver ni mierda en esta oficina oscura.
Mientras Caroline se venía contra mis dedos, busqué en la pared un
interruptor de la luz. Una vez que lo encontré, lo encendí y observé lo último de
su orgasmo mientras apoyaba la parte posterior de su cabeza contra la puerta y
jadeaba. La transpiración roció su frente y labio superior. Era tan bella que una
vez más casi me vine.
Divisé el sofá a través de la habitación, la cargué ahí y la acosté. Entonces
metí la mano en mi bolsillo y saqué mi billetera. Mientras buscaba un condón
que estaba seguro tenía dentro, Caroline se sentó y abrió la cremallera de mis
pantalones. Gemí mientras me liberaba.
Pasó los dedos sobre mi marca de nacimiento en primer lugar, como era
su costumbre, sonriendo suavemente mientras la tocaba con una especie de
reverencia gentil. Luego la besó antes de que me lamiera desde la base hasta la
punta, succionando una gota de líquido preseminal al final.
Me pregunté por qué esto no se sentía extraño. Pasé años asustado de mi
polla manchada y había hecho un gran esfuerzo para mantenerla oculta de
todos. Pero un mes con Caroline y no tenía escrúpulos de ningún tipo sobre
mostrarla delante de ella. Ella en realidad me hacía sentir más especial por esto.
Su boca me cubrió por completo antes de que su rostro se moviera hacia
adelante y tomara la mayoría de mí en su garganta.
Maldita sea. Eso se sintió bien.
Agarré un puñado de su cabello. Cuando gimió, apreté mi agarre. —
Mierda. Eres muy buena en eso. —Me chupó un poco más duro y me atrajo más
profundamente en la caliente cavidad de su boca—. Maldita sea. ¿Cómo haces
que esté listo para venirme tan fácilmente?
Liberó sus labios y me sonrió. Quería llorar por la pérdida de su boca,
pero sí... estaba demasiado aturdido por esa sonrisa. —Solo me llaman Caroline
Gamble, famosa encantadora de polla.
Me reí. —Tienes razón. Mi polla definitivamente sabe obedecer todas tus
órdenes.
Su increíble sonrisa creció. —¿Y qué haría tu polla si le diera esta orden?
—Soltando mis caderas, se recostó sobre su espalda y abrió las piernas hasta
que su pequeña falda cayó hasta su cintura para recordarme que ya le había
quitado las bragas. Cuando se tocó a sí misma, separando los labios de su coño
mostrándome lo mojada que estaba, me sacudí tan fuerte que casi no podía
abrir el paquete de condones suficientemente rápido.
—Joder, mujer. Vas a matarme.
—Y solo pretendía satisfacerte.
Hice una pausa entre sus piernas y levanté la vista hacia ella. Cuando
volvió a sonreír, sentí que golpeó fuerte en mi pecho. —Tú me satisfaces —dije,
queriéndolo decir más de lo que jamás quise decir nada en mi vida—. Me
satisfaces jodidamente mucho.
Agarré un puñado de su cabello en la base de su cuello y mantuve su
cabeza cautiva para que se viera obligada a mirarme a los ojos. A medida que
su mirada se ampliaba con una especie de conmoción deliberada, me empujé
dentro de ella. Jadeó de sorpresa.
Embestí lento y constante, asegurándome de que sintiera cada jodido
centímetro de lo mucho que me satisfacía.
—Nadie nunca me ha satisfecho como tú lo haces. Cada vez contigo es
mejor que la anterior. Ni siquiera puedo... Dios, Caroline. Te pertenezco.
—Oren. —Sollozó mi nombre y echó la cabeza hacia atrás. Cuando sus
músculos internos comenzaron a ordeñarme, apreté los dientes.
—Maldición. Todavía no.
—No puedo... evitarlo. No puedo detenerlo. —Intentó contener su
orgasmo, pero la arrasó de todos modos, y yo era incapaz de contenerme.
Besándola y pasando mis manos sobre su rostro y cabello, me vacié dentro de
ella.
Nos aferramos el uno al otro, hasta que la habitación se asentó de nuevo.
Entonces jadeé un suspiro y me derrumbé encima de ella, enterrando mi cara en
su cuello, justo donde olía mejor.
No tengo idea de cuánto tiempo nos quedamos así. Me encontraba casi
inconsciente y probablemente volviéndome pesado sobre ella, cuando sacudió
mi hombro y rió debajo de mí. —Oren. Bebé, no te duermas sobre mí.
—¿Por qué no? —Arrastré las palabras, enterrándome en ella un poco
más y haciéndola reír de nuevo.
—Estás trabajando, ¿recuerdas?
Levanté la cabeza de su hombro para mirar alrededor de la oficina de
Pick. —Mierda. —Olvidé completamente donde estábamos. Y tampoco bloqueé
la puerta.
Me quité de encima de ella, provocándome un mareo en mi prisa. Luego
me quité el condón y me puse de nuevo mis pantalones. Mientras cerraba la
cremallera, me volví hacia Caroline a tiempo para verla recoger sus bragas del
suelo. No había manera de que fuera capaz de ponerse la tela destrozada de
nuevo, y no pude evitarlo; sonreí con suficiencia.
Me frunció el ceño y las agitó en mi cara. —Muchas gracias, idiota. Las
arruinaste. ¿Qué diablos se supone que voy a usar ahora?
Se las arrebaté, alegre de tener el recuerdo, y los metí en el bolsillo. —
Parece que alguien va a ir sin ropa interior por el resto de la noche. Solo
asegúrate de no coquetear con Hart otra vez mientras no estés usando ropa
interior, o enloqueceré y me pondré como un cavernícola. Probablemente te
lanzaré sobre mi hombro y te arrastraré de vuelta a mi guarida, te encadenaré a
mi cama y azotaré a diario.
Sonrió y tomó mi cara entre sus manos. —Me encanta cuando te pones
celoso.
Resoplé porque no me gustaba en absoluto. Casi lo odiaba. Los celos eran
sexys cuando ella quería golpear a una perra por tocarme, no al revés. —No
sabes cómo me jodió el idiota de Hart temprano esta noche, así que tengo una
buena razón para estar enojado con él.
Su ceño se frunció por la confusión. —¿Asher te jodió? ¿Cómo?
Sintiéndome como un niño caprichoso que chismoseaba sobre un matón,
apoyé mi cara en su hombro y deslicé mi mano alrededor de su cintura, solo
para dejar mi palma vagar hasta que la tenía bajo su falda, acariciando su
trasero desnudo. —Nos descubrió cuando le pediste ayuda para meterte en mi
teléfono. Así que me molestó esta noche, y trató de iniciar un concurso conmigo
para ver quién podía obtener una mayor cantidad de números de teléfono de
chicas para el final de la noche, sabiendo que no podía decir que no frente a tu
hermano.
Cuando se tensó contra mí, la tomé por el codo para evitar que se fuera a
ninguna parte. —No te preocupes. No conseguí ningún número. Ni siquiera lo
intenté. El hijo de puta simplemente me molestó al proponer el reto.
Cuando alcé la vista, vi el alivio en el rostro de Caroline. Sonriéndome,
murmuró—: Mi pobre Oren. Es difícil ser un mujeriego reformado, ¿no?
—Sí. —Hice un puchero para hacerla reír. En realidad, la parte
reformada no era difícil; era fingir ante mi mejor amigo que todavía yo era ese
imbécil.
—Así que prometes no coquetear con él nunca más, ¿verdad? —presioné.
—¿Hmm? —Parecía demasiado distraída besando mi mandíbula para
contestar. Fruncí el ceño y chasqueé mis dedos delante de su cara.
—Concéntrate, Caroline. Hart. El coqueteo. Terminaste con eso.
¿Verdad?
Parpadeó y me miró con las cejas levantadas. —Guau. Estás muy celoso
de él.
—No estoy celoso —murmuré. Pero parecía tan contenta con la idea que
dejé escapar un largo suspiro—. Es solo que pareces tan... jodidamente cercana
a él.
Se encogió de hombros. —Bueno... lo soy. Supongo. Quiero decir, somos
amigos.
—Amigos —repetí en un tono seco cuando levanté mis cejas para mirarla
directamente.
La maldita mujer se rió de mi irritación. —Bueno, eres muy cercano a
Zoey —me recordó.
—Y sabes por qué —exclamé, aborreciendo esta conversación entre más
se extendía.
Con un asentimiento, sonrió. —Lo sé. Piensas en ella como una hermana.
Bueno... lo mismo se puede decir Asher y yo, supongo.
No pude detener un bufido de incredulidad. —¿Piensas en él como un
hermano? —Cuando asintió, la miré, sin creerle—. Así que no lo encuentras
atractivo.
—Oh Dios, sí. Asher es jodidamente precioso.
—¿Precioso? —No esperaba que usara precisamente esa palabra fuerte—.
¿Ese músico flacucho, delgado como un lápiz?
Sus dedos se arrastraron hasta mi mandíbula, distrayéndome. —Mmm.
Tiene una cara muy impresionante.
Bajé la nariz y la froté a lo largo de la suya. —Pero te gusta más mi cara.
Era una pregunta a pesar de que la formulé como una declaración. La
sonrisa de Caroline se amplió. —¿Qué piensas? Fue tu habitación a la que me
colé para poder estar contigo, no la de él.
Escucharla decir eso me hizo sentir mejor. Pero tomé su mano para evitar
que me distrajera. —Creo que estoy jodidamente confundido. Él es el que tiene
el cuerpo perfecto, rostro impresionante, voz perfecta y actitud impresionante.
Yo soy un imbécil. Así que, ¿por qué fue mi habitación la que elegiste?
Su mano se liberó de mi agarre para deslizarse en mi cabello, y la otra
siguió hasta que enjauló mi cara en sus palmas. —Porque eres el único que
quiero.
Me encantó escuchar eso. Dios, cómo me gustaba escuchar eso. Pero
cuando se inclinó para besarme, la tomé de nuevo, deteniéndola.
—¿Pero por qué? —Podría conseguir algo mucho mejor que un jodido
idiota como yo—. ¿Por qué yo?
Se detuvo cuando se dio cuenta de que hablaba en serio. Su mirada se
suavizó y sus labios se curvaron en la más hermosa sonrisa. —¿Recuerdas el día
que nos conocimos?
Fue grabado en mi cerebro para siempre, así que asentí. —Sí.
—Saliste y nos compraste a todos el desayuno —empezó.
Yo había estado muriendo de hambre. Tan pronto como salí del trabajo
la noche anterior, Gamble tuvo la llamada angustiada de casa. Necesitaba
pedirme prestada mi camioneta, ya que no tenía en que moverse en ese
momento. Me preocupé, así que fui con él. Condujimos toda la noche para
llegar a ella, Colton y Brandt. Necesitaba comida antes de desmayarme, y no
había manera de que fuera a comer algo de ese lugar desagradable, por lo que
llevé a los dos hermanos jóvenes a un McDonalds cercano y compré desayuno
para todos mientras Noel se ocupaba de Caroline, porque su aborto la dejó muy
enferma.
Caroline respiró. —Mientras que los chicos y yo comimos en el sofá, tú y
Noel salieron a hablar, pero la ventana se hallaba abierta, por lo que oí casi todo
lo que dijiste.
Hice una mueca, tratando de recordar esa conversación. —¿Qué dije?
Sonrió con cariño. —Bueno, primero soltaste algún tipo de broma sobre
el karma-sutra, o algo así.
Me reí en voz baja. —Está bien, sí. Recuerdo algo así.
—Y entonces empezaste a burlarte de él acerca de cómo... qué tan sexy
pensabas que era yo.
Gimiendo, eché mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos. —Maldita sea. Lo
hice, ¿no? Lo siento por eso.
—No, me gustó mucho. Me gustó como te burlaste de él, cómo si
estuvieras tratando de sacarlo de su depresión después de la conmoción a la
que acababa de volver en casa. —Su sonrisa se suavizó en una expresión de
aprecio supremo—. Pero luego te pusiste serio con él y lo hiciste hablar de sus
problemas. Cuando te dijo que quería traernos de vuelta a casa con él, lo
animaste. No importaba que el hacerlo significaba que de pronto tres personas
más estarían viviendo en el apartamento que compartías con él y que sobre
todo probablemente tendrías que encontrar otro lugar donde vivir. Ni siquiera
te detuviste a pensar en ello. Tú solo... lo apoyaste, y no sé si él hubiera hecho lo
que hizo por nosotros si no hubieras estado allí para decirle lo que debería
hacer. Yo solo... —Sacudió la cabeza, mirándome como si fuera algo especial.
Esto hizo que mi pecho se sintiera todo apretado y extraño—. Recuerdo haber
pensado que deseaba tener un amigo como Oren Tenning.
La inquietud me inundó. Sí, era un amigo. Le mentía a Gamble cada vez
que lo veía.
Sin embargo, Caroline parecía pensar que era honorable. Me sonrió. —
Cada vez que estuviste cerca después de eso, la habitación solo se volvía… más
brillante. Siempre fuiste este rayo de optimismo. Incluso cuando tratabas de ser
amable conmigo al principio, tenías algo gracioso que decir, algo un poco
subido de tono, un poco obsceno, pero siempre, siempre entretenido. Ansiaba las
veces que vendrías. Te lo juro, me sacaste de mi depresión más que nadie. La
risa es mucho más sanadora de lo que parece.
Un recuerdo extraño me tomó por sorpresa ante sus palabras. Caroline
vio el cambio en mi rostro, y echó la cabeza hacia un lado. —¿Qué?
Comencé a sacudir la mano y decirle que no era nada, pero luego, no sé...
me detuve. —¿Conoces ese juego de niños en el que le haces muecas a alguien
para ver quién reirá primero?
Sonrió. —Sí. Noel y yo solíamos jugarlo, y luego lo hacía con Brandt
cuando se fue.
Asentí. —Solo recordaba... lo que acabas de decir me recordó por alguna
extraña razón...
—¿Qué? —incitó.
Negué con la cabeza, pero luego seguí y confesé—: Zoey y yo solíamos
hacer eso, excepto que usábamos palabras. Ya sabes, el que decía la cosa más
divertida para hacer que la otra persona se riera primero, ganaba.
Parecía que le tomó un momento darse cuenta de qué Zoey hablaba.
Entonces sus labios se separaron y sus ojos se iluminaron. —Déjame adivinar.
Ganabas siempre.
Le di una sonrisa tranquila. —No, en realidad ganaba ella. Mi hermana
era malditamente hilarante. Siempre supo que hacer o decir para hacerme
sonreír cuando estaba molesto. Solo… supongo que me sentí honrado de oír lo
que hice por ti. Como si una parte de ella siguiera aquí. Viviendo a través de mí.
—¿Oren? —murmuró Caroline suavemente. Me tocó la cara y la miré.
—Tengo que volver a trabajar —dije.
Asintió, pero susurró—: Gracias por decirme esto.
Aclaré mi garganta y miré a su cara. —Sí, bueno… gracias por decime
que estoy mucho mejor que Hart. —Entonces guiñé un ojo, haciéndola gemir y
rodar los ojos. Presioné mi boca en la suya en el momento que la puerta de la
oficina se abrió.
Saltamos lejos, pero era demasiado tarde. Ya nos hallábamos expuestos.
Esperando encontrar a Gamble en la puerta, parpadeé cuando vi a Pick.
—¿Qué carajo haces tú aquí? —solté.
Miró desde mí a Caroline y de nuevo volvió a mí. —Es mi oficina —dijo
al final, con voz suave, pero sus ojos se estrecharon con desagrado.
—Pero es medianoche —discutí sin querer—. ¿No deberías estar metido
en la cama con tu pequeña familia?
—Hmm. —Pick miró entre nosotros otra vez. Caroline parecía incómoda,
cruzando los brazos sobre su pecho y pateando la punta de sus zapatos. Me
moví un poco para bloquearle la vista de ella.
—Sí, en este momento debería estar en la cama, envuelto alrededor de mi
preciosa esposa, pero dejé un trabajo inconcluso aquí, por lo que no pude
dormir y daba vueltas en la cama, entonces Campanita me echó y me dijo que
no volviera hasta que hubiese terminado.
—Oh. —Bueno, eso lo explicaba. Solté un suspiro, mirando a Caroline, y
me di vuelta hacía Pick mientras aplaudía—. Entonces, creo que saldremos y te
dejaremos hacerlo.
Me hice a un lado y guié a Caroline hacia la puerta. Ella volvió a la
acción, solo para hacer una pausa cuando llegó donde se encontraba Pick.
Él le dedicó una cálida sonrisa y se apartó. —Caroline. Estás preciosa esta
noche.
Bajó la cabeza y murmuró—: Gracias.
Palmeando su brazo cuando paso, dijo—: Ten una buena noche.
Iba a seguirla, pero mi maldito jefe se paró en mi camino, bloqueándome
la salida. Luego se movió más cerca, forzándome a dar un paso atrás. Una vez
que estuvo plenamente dentro de la habitación, cerró la puerta y me miró a la
cara. —¿Estás malditamente loco? —gruñó.
Simplemente lo observé, mis ojos dándole una mirada osada para que
hiciera lo que iba a hacer: correr donde Gamble y decirle todo, patear mi
trasero, darme una advertencia, lo que fuera. Me encontraba listo.
—Estúpido idiota. Sabía que no serías capaz de mantenerte alejado de
ella para siempre, pero Jesús, Noel está al final del pasillo. Y esta es mi oficina,
hombre. Mi oficina. Seguro también lo hiciste en el sofá, ¿no es así? Ese era el
sofá especial de Campanita y mío. Arruinaste nuestro sofá especial.
—Es malditamente cómodo —tuve que admitir.
Pick gruñó y me dio un pequeño empujón, compensando mi balance
hasta que di un paso atrás. —No me cabrees más de lo que ya estoy. No me
gusta venir y encontrar a un empleado, teniendo sexo mientras está trabajando y,
en el proceso, apuñalando a uno de mis buenos amigos en la espalda.
Apreté los dientes, y me negué absolutamente a pedir disculpas, a pesar
que sabía que estuve totalmente fuera de lugar. Nunca podría estar arrepentido
por el tiempo con Caroline.
—Mira, si me vas a despedir, solo hazlo ya, ¿de acuerdo?
Con el ceño fruncido, Pick murmuró—: No voy a despedirte. Jesús,
solo… ni se te ocurra hacerlo en mi oficina otra vez… o en cualquier lugar del
club, menos cuando estás trabajando. No puedo creer que Caroline y tú… —
Sacudiendo la cabeza, dejó escapar un suspiro.
—¿Vas a decirle a Gamble? —pregunté.
Eso lo hizo reír. —¿Crees que estoy loco? No voy a involucrarme en este
lío más de lo que ya estoy. Eventualmente él se va a enterar, y cuando lo haga,
me iré tan lejos de ustedes como sea geográficamente posible.
—Está bien —dije—, bueno… gracias por no decirle. —Con un gesto de
agradecimiento, caminé a la puerta, pero Pick agarró mi camisa, deteniéndome.
—Solo dime que ella significa algo para ti.
Negué con la cabeza. Pick siempre era protector con las mujeres. Tenía
que reconocérselo. Pero aun así. —Jesús, hombre. No. Es solo un polvo más que
planeo mandar a volar mañana. —Cuando él frunció el ceño a mi respuesta
sarcástica, alejé mi brazo—. ¿Qué demonios crees? Estoy arriesgándome a la ira
de Noel Gamble por estar con ella. Significa que es malditamente todo para mí.
—Cuando la boca de Pick se curvó con apreciación, suspiré—. Ahora ¿puedo
volver al trabajo, jefe?
—Una cosa más —murmuró—, ¿al menos puedes esperar hasta después
de la fiesta de cumpleaños de Skylar este fin de semana para decirle?
Parpadeé, totalmente sin esperar oír esa solicitud. —¿Eh?
—El primer cumpleaños de mi niña —me recordó—, Campanita y yo te
invitamos a una comida al aire libre.
—Claro —dije—, ¿entonces qué?
—Es una buena oportunidad para ver a toda la pandilla unida antes de
que nos separemos, y nos veamos obligados a tomar un lado, podría ser
agradable. Además, no quiero joder su cumpleaños con tu drama. Campanita
planeó todo esto.
Rodando los ojos, me reí. —Sí, claro. Por Tetas de Leche, me abstendré de
decirle a mi mejor amigo que estoy jodiendo a su hermana. Entendido.
—Jesús, eres tan malditamente vulgar. No tengo idea lo que la pobre
Caroline ve en ti.
Caroline vio más allá de lo vulgar, quería decirle, pero no me molesté,
porque él estaba demasiado ocupado agregando—: Y deja ya de decirle Tetas
de Leche a Campanita. Maldita sea.
Salí de su oficina riendo. De ninguna manera alguien podría hacerme
dejar de decirle a Eva Mercer Tetas de Leche, pero había sido un buen intento.
Seguía de buen humor cuando llegué detrás de la barra y comencé a trabajar. Vi
a Caroline unos minutos después, cerca de Rubia. Cuando me dio una mirada
preocupada, le envié un guiño y le mostré un pulgar hacia arriba, lo que hizo
caer sus hombros con alivio.
Todavía teníamos tiempo antes de que Gamble se enterara de la verdad,
y todo el drama estallara.
Traducido por Jules
Corregido por Gabbita

No tenía idea de qué comprarle a un niño de un año, pero ese sábado por
la tarde entré en el patio trasero de Pick con lo que parecía el juguete masticable
de un cachorro. Tetas de Leche me había insultado hace unos meses, cuando
dieron una fiesta de cumpleaños para su hijo. Me envió a comprarle algo, y me
ordenó que no regresara hasta que consiguiera un regalo para el mocoso. Así
que, esta vez, vine preparado.
Tetas de Leche vitoreó con apreciación en cuanto me vio llevar la
estúpida bolsa de regalo de color rosa.
—No puedo creerlo —jadeó, acercándose a mí y, por suerte, liberándome
de mi regalo—. Ten-Ten puede aprender modales.
—Sí, es un jodido milagro. —Le fruncí el ceño al tiempo que tiré el cuello
de mi camisa—. ¿Dónde está la cerveza?
En vez de señalarme en la dirección correcta, cruzó sus brazos sobre su
pecho y arqueó una ceja. —Antes de que bebas nada, tú y yo tendremos una
pequeña charla.
Mierda, eso no sonó bien. Pick debe haberle dicho de lo mío con
Caroline. —Supongo que no vas a decirme que quieres ponerle mi nombre a tu
próximo hijo.
Resopló. —No. Mi próximo hijo ya tiene nombre, pero gracias. Lo que
quiero saber es qué crees que se me pasó por la cabeza al instante en que entré
en la oficina de Pick, y encontré un condón usado en el bote de basura.
Mis ojos se ensancharon. —Oh, mierda. Lo siento mucho. —Ni siquiera
pensé en ese escenario. Pero entonces fruncí el ceño—. Espera, no creíste que te
engañó, ¿verdad? —Ellos eran tan unidos como Gamble y su mujer, Hamilton y
Rubia, Lowe y Buttercup. Esas parejas simplemente no se engañaban.
Tetas de Leche frunció aún más el ceño. —Por una fracción de segundo,
hubo un momento en que sentí una pizca de inquietud. —Se estremeció—. Fue
el peor medio segundo de mi vida. Así que, muchas gracias, idiota, por hacerme
experimentarlo. —Me golpeó el hombro, y marchó enfurecida a hablar con
Lowe y Buttercup, que daban vuelta las hamburguesas en la parrilla. Hamilton
y Rubia se encontraban también por ahí, jugando con los dos niños de Eva y
Pick. Y Hart estaba junto a los refrigeradores de cerveza.
Comencé a dirigirme allí, ya que necesitaba un trago. Cuando me vio,
sonrió.
—Oye, Ten. Mira esto. He estado practicando.
Lanzó una botella de alcohol vacía en el aire, y la atrapó por detrás de su
espalda. Una vez que la tuvo en la mano, lo llevó a la parte delantera y fingió
servir en una taza invisible. Con una sonrisa, levantó la mirada para evaluar mi
reacción. —Pensé que conseguiría más propinas si lo hago en el trabajo.
En realidad, fue un movimiento estupendo. Pero fruncí el ceño como si
no me impresionara. —Siempre tienes que esforzarte para ser mejor que yo,
¿no?
Se rió. —¿Esforzarme? En realidad no. Ser mejor que tú es algo que me
sale natural.
—Como sea.
Empecé a alejarme, pero él gritó—: No eres un fan de Cocktail, ¿no?
Hice una pausa y miré hacia atrás. —Cock… ¿qué?
—Cocktail. La película de los años ochenta. Tom Cruise. Elisabeth Shue.
Negué. —Nunca la he visto.
—¿Qué hay de Coyote Ugly? —Procedió a girar la botella sobre su mano y
atraparla de nuevo.
Maldito fanfarrón. Negué. —¿Coyote Ugly? —repetí estúpidamente—. ¿Es
otra película o algo así? —Bueno, en realidad miré esa porque mostraban a
chicas sexys, pero no iba a decírselo.
Hart suspiró y sacudió la cabeza. —Hombre, no tienes remedio. Ooh,
Caroline. —Mirando detrás de mí, sonrió—. Mira esto. Lo aprendí yo solo.
Me tensé, sorprendido al saber que ella venía detrás de mí y ni siquiera la
sentí. Cuando me volví, la vi observando a Hart hacer sus trucos de Cocktail y
Coyote Ugly.
—Oh, genial. —Su sonrisa para él me hizo rechinar los dientes—. Eso es
de Cocktail, ¿no es así?
—Sí. Gracias. —Hart me miró, pero yo rodé los ojos.
—No es justo. Es una maldita friki de las películas con una carrera de
dirección cinematográfica.
Su boca se abrió. —¿Me acabas de llamar friki?
Sonreí y me moví un poco más cerca de ella. —Una friki sexy.
Su rostro se iluminó de placer antes de que frunciera el ceño. Al darse
cuenta de lo mucho que me acerqué, jadeó y abrió mucho los ojos antes de
lanzar una mirada cautelosa hacia Hart. —Oren —advirtió en voz baja.
—¿Qué? Ya sabe. De hecho —eché un vistazo a todos en la fiesta—, estoy
seguro que todo el mundo aquí lo sabe. Pick puso al tanto a Tetas de Leche, que
probablemente le contó a Buttercup, quien le ha dicho a Lowe. Y Zwinn lo ha
sabido desde el principio. Creo que Gam es, literalmente, la única persona que
no lo sabe, y acaba de llamar para decirme que llegaba tarde, lo que significa...
—La tomé por sorpresa y la agarré por la cintura—. Puedo absolutamente hacer
esto.
Jalándola hacia mí, la acurruqué contra mi pecho, enterré mi cara en el
costado de su garganta, donde procedí a mordisquear su piel sensible. Gritó por
la sorpresa, y se sostuvo al brazo que envolví a su alrededor.
—Y esto. —Levanté la mano como si fuera a acunar sus pechos a través
de su camisa.
—¡Oren! —Escandalizada, pero sin dejar de reír, me agarró la muñeca,
deteniéndome—. Ya basta. —Salió de mis brazos para enfrentarme—. Estás
jugando con fuego. —Entonces fue y me clavó su dedo en mi estómago.
Me reí, y la esquivé de nuevo cuando vino hacia mí. —Mujer —le
advertí—, no me claves.
Con una risa juguetona, acusó—: No seas tan infantil. Me gusta cuando
me clavas.
Cuando la atrapé y encerré sus brazos, eché hacia atrás mi cabeza y solté
una carcajada.
Hart se cubrió su rostro con una mano y gimió. —Jesús. Tiene una mente
tan sucia como la tuya, Ten.
—Lo sé. —Al presionar mi mejilla contra la suya, sonreí con orgullo y me
mecí de un lado al otro con ella—. ¿No es genial?
—Oye, Ten —gritó Lowe, desde el otro lado del patio—. Noel está
pasando la entrada.
Levanté mi cara y fruncí el ceño. —¿Qué? Pero acaba de enviarme un
mensaje diciendo que llegaba tarde.
—Bueno, supongo que llega a tiempo.
Gruñí de frustración. —Mierda. —Con un último y rápido beso en la
mejilla de Caroline, le murmuré al oído—: Luego te lamo, nena.
Aparté mi brazo de ella, y me alejé. Cuando lo hice, un pequeño dolor se
extendió en mi pecho, pero me aseguré de comportarme con normalidad. Me
acerqué hacia donde Ham y Rubia jugaban con los dos niñitos.
—¿Cómo va el cuidado de los niños? —pregunté, mirando a los Gamble
por el rabillo de mis ojos, mientras entraban al patio trasero. Gam y su esposa
llevaban platos de comida hacia Pick, donde preparaba todo, los hermanos
menores fueron hacia Caroline, donde la dejé hablando con Hart.
No quería enojarme con mi amigo más antiguo por llegar antes de lo que
dijo, pero mierda, si no me molestaba porque apareció tan jodidamente
temprano. Pero le prometí a Pick que no causaría ningún tipo de drama en la
fiesta de su hijo, así que me quedé lejos.
—Oye —dijo Ham, pasándome a uno de los niños—. Sostén a Skylar por
mí, ¿sí? Voy a ayudar a Mason a acomodar las herraduras.
Mis ojos se abrieron como platos, pero alcé al niño para que no se caiga.
Sujetándolo a un brazo de distancia, grité tras él—: ¡Oye! Oye, ¿qué debo hacer
con esto? —Simplemente se rió entre dientes, y siguió caminando. Cuando vi a
Rubia reírse de mí, giré hacia ella, aún sosteniendo al bebé lo más lejos posible
de mí.
—Rubia —susurré—, deja de reírte y, ¿dime qué hacer?
—No lo sé. Tal vez deberías, ya sabes, sentarte con ella en tu regazo.
—¿Ella? ¿Así que ésta es la niña?
—El vestido rosa no te dio ninguna pista, ¿verdad?
—Cállate —murmuré. No podía pensar con claridad con la
responsabilidad de un maldito niño en mis manos.
Rubia se rió de mi angustia. Pero poco después su corazón demasiado
bondadoso la hizo acariciarme el hombro. —Solo respira. Vas a hacerlo bien. Y
en serio, debes sentarte. Te ves como si pudieras desmayarte.
Me senté como me instruyó, tragué saliva bruscamente cuando la cosita
de mejillas regordetas con rizos finos y oscuros me miró con los más grandes
ojos azules.
—Esta es la cumpleañera —presentó Rubia—. Su nombre es Skylar.
—Correcto. —La miré en busca de una guía—. ¿Y ahora qué?
Negó. —No lo sé. Trata de hablar con ella.
Gruñí de frustración, y miré al otro lado del patio, buscando a Caroline
para asegurarme de que no me vio bromeando y creyera que quería uno o algo
parecido, ahora que sabía que ella no podía tener hijos. Pero se encontraba
ocupada hablando con Aspen y Hart. Me volví hacia la niña.
La cosita era algo linda con esa expresión siempre seria.
—Oye —dije, inseguro de qué diablos debía decirle a alguien de un
año—. Uh... feliz cumpleaños.
Skylar inclinó su cabeza como si le sorprendiera que por fin me decidiera
a hablarle. Luego sus labios temblaron, y sonrió. Para mí. Sentí algo en mi
pecho y joder, ¿quién habría sabido que la sonrisa de una bebita era tan
jodidamente poderosa? Creo que me enamoré.
—Rubia. Oye, creo que le gusto.
—Por supuesto que sí. —Me sonrió—. Eres un tipo simpático.
—Sí. —Asentí—. Joder, sí, lo soy. Las chicas me adoran. —Esto provocó
que otra sonrisa apareciera en la cara de Skylar, y sí, probablemente me moriría
por ella. Me atrapó, de cabo a rabo.
Rubia se quedó cerca, sosteniendo las manos del chico mientras él se
tambaleaba por la hierba. —¿Puedes hacer eso? —le pregunté a la niña—.
¿Caminar como tu hermano? —Ellos no eran hermanos de sangre, pero los
criaban juntos, y ya que eran tan cercanos en edad, serían criados más o menos
del mismo modo que mi hermana y yo. Como gemelos.
Skylar me envió una sonrisa secreta como respuesta. Le devolví la
sonrisa. —Sí, apuesto que puedes hacer todo lo mismo que él. —Mi hermana
había sido lo bastante competitiva como para asegurarse de que siempre se
mantenía al día conmigo, a pesar de que yo era más alto, más rápido y más
fuerte. Aún así, me había pateado el culo en más competiciones de las que yo
quería admitir.
—Oye, Rubia —empecé de nuevo, necesitando compartir este genial
momento con alguien.
Pero al segundo en que me volví hacia ella, decidió recoger al niño y
ponerse de pie. El problema era que estuvo arrodillada lo suficientemente cerca
de mí, para que su puntiagudo codo me golpeara directamente en el ojo cuando
nos chocamos.
—Joder —grité, viendo las estrellas momentáneamente cuando mi ojo
explotó por el dolor.
—Oh Dios mío —gritó—. Oh, Ten, lo siento mucho. ¿Estás bien?
—No. —No vi nada más que una cegadora luz blanca, al tiempo que el
paquete en mis manos se retorció y se puso a llorar—. ¿Está bien? —pregunté—
. Joder, no puedo ver una mierda. La niña está bien, ¿cierto?
—Está bien. —La voz de Pick vino desde mi izquierda—. Yo me ocupo
de ella. —Sacaron de mis brazos a la bebé chillona, y al instante se calmó.
Ya que no debía preocuparme más por la niña, me agaché y apreté mi
palpitante ojo. —Dios... maldita sea.
—Ten, ¿estás bien? —preguntó Buttercup, al tiempo que me tocó el
brazo.
—Mejor que nunca —murmuré.
Se rió, pero luego dijo en voz baja—: Entonces levanta un pulgar o algo
parecido, porque Caroline parece lo bastante preocupada como para correr
hasta aquí y ver cómo estás.
Inmediatamente levanté mi brazo, con el pulgar en el aire. —Estoy bien
—grité—. Había pasado demasiado tiempo desde que me dejaron un ojo negro.
Pensé en ponerme al día de nuevo.
Alguien comenzó a aplaudir. —Así se hace, Zoey. Ahora puedes unirte
oficialmente al club de “Dejarle un ojo negro a Ten” con Quinn, Pick y yo.
—Cállate, hijo de puta —le grité a Gamble, al tiempo que Buttercup y
Rubia agarraron mis brazos y me guiaron hacia la casa—. Te apuesto que este
moretón se extenderá mucho más, y será más oscuro que el pequeñito que me
dejaste tú.
Después de que las chicas formaron una bolsa de hielo para mí, regresé a
la fiesta y me encontré hablando con Pick y Mason, porque parecían estar
ubicados muy lejos de Caroline. Era como si todo el mundo estuviera tratando
de mantenerme alejado de ella. No me gustaba eso. Así que no escuché mucho
de lo que dijeron los bastardos, demasiado ocupado haciendo un seguimiento
de todo lo que hacía ella al otro lado del patio.
Esto era horrible, empeoró aún más cuando Lowe sonrió y me estrechó el
hombro a la vez que le hablaba a Pick. —Solo mira esa expresión de cachorro
mientras la observa.
Pick sonrió con aire de suficiencia. —Ten, hombre. Estás enamoradísimo.
—Cállate —murmuré, y seguí mirando mientras bebía mi cerveza.
El resto de la fiesta parecía avanzar lentamente. Pero en serio, los niños
de un año se tomaban una eternidad para abrir sus malditos regalos. En cuanto
los abrían ellos querían jugar con sus juguetes, sin el menor deseo de moverse y
ver qué más se les dio. En serio, ¿qué pasaba con eso?
Me encontraba apoyado contra un poste, tratando de animar a su
hermano para que gateara hasta allí, y le ayudara a rasgar el papel de regalo
cuando por el rabillo de mi ojo, donde mi radar de Caroline resonaba con
fuerza, ella agarró su estómago y cayó hacia adelante, doblándose. Toda mi
atención se centró de inmediato en ella, y me aparté de la pared. Su mirada se
encontró con la mía; sus ojos se abrieron mucho por la sorpresa y el dolor.
—¿Estás bien? —articulé.
Asintió, pero se veía más pálida y el sudor se deslizaba por el lado de su
cara. No se encontraba para nada bien, maldición. De repente, se lanzó hacia un
arbusto cercano y vomitó sobre él, devolviendo todo su almuerzo.
—¡Mierda! —Salté hacia delante, pero Ham me agarró del brazo,
deteniéndome.
Lo miré y traté de liberarme. —No me jodas, hombre.
Se acercó más. —Noel está aquí. La cuidará.
Mi respiración se aceleró. De todos modos, quería sacármelo de encima e
ir con Caroline. Pick, Hart y la esposa de Gamble, se amontonaron a su
alrededor, al igual que sus tres hermanos. ¿Qué tendría de malo si también iba
allí? Era mi mujer, maldita sea.
—Este sería el peor momento para exponer tu relación —murmuró Ham.
Así que comencé a pasearme a su lado, sintiéndome como un animal
enjaulado, mientras observaba desde jodidamente lejos, mientras que Caroline
continuaba vaciando su estómago.
—¿Qué diablos le ocurre? —murmuré, empezando a entrar en pánico.
Hace solo unos minutos se encontraba bien.
Ham negó. —No lo sé. No creo… —Se detuvo cuando Buttercup se puso
una mano sobre la boca, se lanzó dentro de la casa de Pick y Eva justo antes de
que Lowe la siguiera, sosteniendo su estómago.
—¿Qué demonios? —Un segundo después, Brandt también comenzó a
vomitar sobre el césped.
—¿Una intoxicación? —supuso Rubia.
Y la esposa de Gamble levantó los brazos y gritó—: ¿Qué comió todo el
mundo?
Traducido por Daniela Young
Corregido por Beatrix

Supongo que era algo bueno el hecho de que no me gustaran los


camarones. Me salvó de un caso severo de diarrea y vómitos. Pero eso no evitó
que me preocupara un poco, bueno, tal vez demasiado.
Después de que pasara lo peor del envenenamiento por comida a
Caroline y su hermano, Gam la tomó en sus brazos y se la llevó. Cuando su
esposa fue a ayudar a Brandt a levantarse, Quinn comenzó a avanzar. —Déjame
ayudarte. —Pero agarré su brazo.
—Atrás, hijo de puta. —Empujándolo, corrí hacia Brandt y Aspen—. Lo
tengo —dije.
El niño lucía pálido y débil. Le envié una mueca de “Lo siento, solo hago
esto para acercarme a Caroline” y lo recogí. Gruñó una vez pero pasó un brazo
alrededor de mi cuello para mantener el equilibrio. —Gracias —logró decir
mientras se inclinaba pesadamente sobre mí.
—No hay problema —gruñí por el esfuerzo. Él era probablemente más
pesado que Caroline, pero no me importaba. Hacer esto me acercaría más a ella.
Cuando Gam salió del asiento trasero del coche donde la coloqué, todos mis
esfuerzos valieron la pena.
Gamble parpadeó hacia mí en sorpresa, pero dijo—: Gracias por traerlo.
—A la vez que ayudaba a Brandt a sentarse en el asiento trasero junto a su
hermana. Una vez que lo establecí, me apoye en él y luego pasé por delante,
haciéndole protestar a medida que me presionaba contra él quizás un poco
duro—. ¡Oye!
Pero no paré hasta que tuve mi boca en el oído de Caroline. —Mejórate
—murmuré, encontrando su mirada borrosa mientras me alejaba.
Ella me envió una sonrisa débil, así que salí del coche y me enderecé.
Gam, quien no vio nada, me palmeó en el hombro en agradecimiento, y me
despedí de él y su familia con la mano cuando condujeron de vuelta a casa.
La fiesta probablemente terminó a estas alturas. Conduje de vuelta a mi
apartamento atrás de Zoey y Quinn, quienes tampoco comieron camarones.
Pero aun no podía calmar mis nervios. Finalmente, me fui y conduje hacia la
calle de la casa de Gam donde siempre recogía a Caroline para nuestra cita de
medianoche. Me senté en mi camioneta, viendo la casa hasta que el cielo se
empezó a oscurecer. Y luego me senté por un rato más.
¿Seguía enferma? ¿Tomando suficiente liquido? ¿Descansando? Maldita
sea, no soportaba esta mierda. Necesitaba verla. Era lo suficientemente tarde
para que algunos miembros de la casa pudieran estar durmiendo, así que salí
de mi camioneta y deambulé hacia el patio trasero de Gamble. Me detuve en
frente de una ventana que, estaba muy seguro, pertenecía a su habitación y
empecé a tocar. Solo un ligero golpe para no alertar a nadie de mi presencia,
pero no paré hasta que la cubierta se levantó y una pálida Caroline se asomó
por ella.
Sus ojos se abrieron. La saludé, enviándole una tímida sonrisa, y metí
mis manos en los bolsillos mientras esperaba que ella le quitara el seguro a la
ventana y la deslizara hacia arriba. —¡Oren! ¿Qué demonios haces aquí?
—¿Estoy comprobando que estés bien?
Movió su cabeza, confundida. —¿Has oído hablar de los teléfonos
celulares?
—Seguro. Es más, tengo uno. Pero quería verte a ti. ¿Crees que puedes
evitar esto? Voy a entrar.
—¿Qué? —Ella miró hacia atrás y luego se volvió hacia mí con los ojos
abiertos—. ¿Estás loco?
—Sí. Ahora déjame entrar. Por favor.
Suspiró como si deliberara sus opciones. Pero por fin, negó con la cabeza
y retiró la cubierta de la ventana. Una vez que la abrió por completo, comencé
mi ascenso. No fue fácil, pero yo era un hijo de puta con determinación. Unos
rasguños y golpes y un puñado de frases de maldición recién inventadas más
tarde, me hallaba dentro.
Suspirando con alivio, la atraje hacia mí en un gentil abrazo. —¿Cómo te
estás sintiendo?
—Mejor —admitió, apoyando su cabeza en mi hombro—. Mi estómago
sigue mal, pero no creo que vaya a vomitar más.
—Bien. —Mi mano fue hacia su frente porque ella se sentía tan caliente
contra mí—. Estás muy caliente. ¿Tienes fiebre?
—Un poco. Pero Aspen ya me ha preparado para la noche. —Hizo un
gesto hacia su mesita de noche donde había agua, aspirina, un termómetro,
toallitas, pañuelos y más. Luego se giró hacia mí—. No puedo creer que hayas
trepado por mi ventana para revisar si me encontraba bien.
—¿Por qué no lo haría? Estas enferma. No puedo hacerte venir a mi
apartamento para cuidar de ti.
Después de agarrar su brazo y llevarla de vuelta a la cama donde empujó
su sábana hacia un lado para responder a mi llamada, la ayudé a acostarse en
su colchón.
Debe haberse sentido bastante horrible porque me dejó mimarla sin
luchar. Tan pronto su cabeza golpeó la almohada, suspiró en agradecimiento.
Luego sus pestañas revolotearon mientras me estudiaba. —No tienes por qué
preocuparte por mí. Estaré bien.
—Demasiado tarde. Ya me preocupé, ya estoy aquí. Ahora solo vas a
tener que lidiar conmigo. —Me puse a trabajar, encajando la cubierta de la
ventana de vuelta a su lugar y luego cerrando y poniéndole el seguro. Luego
me quité las zapatillas y mi camiseta. Mientras me quitaba mis pantalones de
manera que solo me encontraba en boxers, Caroline simplemente me observó
parpadeando.
—Si piensas que puedo tener sexo en este momento, estás tristemente
delirando.
—Graciosa —murmuré y levanté un lado de las sábanas para meterme a
la cama detrás de ella y abrazarla—. ¿No te he dicho ya que puedo sobrevivir
una noche sin sexo?
Su voz era ronca y cansada. —Sí, pero… ¿no constituiría esto como una
segunda noche?
—No, porque tú terminaste entregándome todo esa noche. Así que estoy
declarando esta como mi primera y única noche de abstinencia.
—Gracias —murmuró, pegándose a mí—. Lo aprecio mucho, porque ni
siquiera tengo la intención de moverme.
Besé su hombro. —Bien, porque no tienes que hacerlo. Estoy aquí para
cuidarte.
Cuando comencé a masajear ligeramente sus hombros, gimió. —Oh,
Dios. Eso se siente bien. Juro que cada músculo en mi cuerpo está adolorido.
—Pobrecita —dije, besando su cabello—. Te quitaré todo el dolor
masajeándote. —Y seguí frotando hasta muy después de que ella se quedó
dormida sobre mí. Luego solo enterré mi nariz en su pelo y la abracé.
Me quedé dormido sosteniéndola y lo seguía haciendo cuando temblores
comenzaron a sacudir su cuerpo.
—¿Care? —murmuré a medias mientras parpadeé hasta despertarme—.
¿Caroline? Mierda, ¿qué sucede?
—Hace tanto…frío. —Sus dientes castañeaban y sus hombros temblaban.
—Sí, bueno, estás ardiendo. —Me senté para alcanzarle un analgésico de
la mesita de noche—. ¿Cuándo fue la última vez que tomaste esto? —Calculé las
horas después de que me dijo, y aún no era la hora para darle otra dosis, pero
dije—: A la mierda. —Y rocié dos tabletas en mi palma.
La ayudé a sentarse, y tuvo que apoyarse en mí para tragar y beber un
poco de agua. Cuando la hice tomar otro trago de agua, frunció el ceño pero
obedeció. Sus mejillas se encontraban rojas con fiebre, y eso me preocupó.
—¿Qué puedo conseguirte? —pregunté mientras ella volvió a acostarse y
cerró sus ojos.
—Mantas —murmuró.
Así que recorrí su habitación en busca de mantas extra y, demonios, un
par de suéteres fue lo único que pude encontrar. Después de apilarlas sobre
ella, me acurruqué de nuevo con ella. Estaba caliente como el infierno bajo las
sábanas. Pero Caroline apreció mi calor, así que la apreté más cerca y dejé que
tomara todo el calor que podía darle.
Después de sudar hasta por mis pelotas y escuchar su respiración, quité
mitad de las mantas que me cubrían y dejé colgar una pierna afuera mientras
jadeaba por aire fresco. Luego puse una mano en su espalda y la escuché
respirar, esperando que no empeorara. Me quedé dormido con una pierna
colgando de un lado de la cama y una mano en su espalda.
La siguiente vez que me desperté, me hallaba empapado de sudor. La
fiebre de Caroline debía haber cesado porque sudaba sobre mí. Me senté y
removí la mayor parte de cobertores. Luego encontré una toalla y sequé su
cuerpo lo mejor que pude sin despertarla.
Terminaba de secar su frente húmeda cuando oí algo al otro lado de la
habitación. Mi mirada se disparó para encontrar a una Aspen helada, con los
ojos abiertos de par en par, parada en el umbral de la puerta.
—Lo siento —susurró, sosteniendo sus manos como si se rindiera—. Solo
venía revisarlos a ella y a Brandt. ¿Cómo se encuentra?
No había ninguna razón para tratar de inventar alguna excusa por la que
me encontraba ahí. Ya me había pillado, con las malditas manos en la masa.
Pero la mujer de Gamble no gritaba como loca, así que lo mantuve casual y
simplemente contesté a su pregunta en cuestión. —Creo que su fiebre acaba de
cesar. Está sudando como una puta en la iglesia.
Ella sonrió y asintió. — Bien. Eso probablemente significa que está fuera
de su sistema. Parece que tienes todo controlado, así que te dejaré continuar.
Buenas noches. —Salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.
Me senté allí por un segundo, esperando a que despertara a su esposo,
así él podía venir a patear mi trasero, pero pasaron treinta segundos y nada
ocurrió. Luego un minuto.
La esposa de Gam no iba a delatarme.
El alivio me inundó, pero también lo hizo la tristeza. Incluso su propia
esposa sabía que no debía contarle sobre nosotros. Todos deben saber que no
tomaría bien la noticia.
Suspiré y me acosté al lado de Caroline. Probablemente debería haber
ido a casa en ese entonces, pero me encontraba cansado luego de haber estado
despierto y dormido tantas veces en toda la noche. Otro par de horas con ella
no me mataría. Además, no quería irme.
Pasaron más horas. Un gris amanecer se filtró en la habitación mientras
me despertaba. La sensación de ser observado molestaba mi conciencia, así que
abrí los ojos y casi ensucié mis pantalones al encontrarme cara a cara con
Colton.
—Hijo de puta —susurré, saltando—. Mierda, no le hagas eso a la gente.
Es espeluznante.
Él apenas inclinó su cabeza hacia un lado. —¿Qué haces en la habitación
de Caroline?
—Bueno, estaba durmiendo —murmuré irritado—. ¿Qué haces tú aquí?
—Tuve una pesadilla. Siempre duermo con Caroline cuando tengo
pesadillas.
—Está enferma, hombre. ¿No puedes escoger a alguien más, e ir a
asustarlos, en lugar de a ella?
El pequeño hijo de puta obstinado negó con la cabeza. —No. Necesito a
Caroline.
Me quejé unos segundos antes de levantar mi lado de la sábana, y
suspiré. — Entonces échate aquí. Pero no la molestes, necesita descansar.
Él no se movió cuando le hice la seña. Sacudió su cabeza y apuntó hacia
un lugar diferente en la cama. —Quiero dormir en medio.
—Jesucristo, niño. Esta no es una fiesta de pijamas. Tienes suerte de que
te esté permitiendo quedarte.
—Y tú tienes suerte de que no esté diciéndole a Noel que estás aquí.
Entrecerré los ojos en la más intimidante mirada que pude reunir. Él
también entrecerró sus ojos.
Cedí. —Maldita sea. Ponte en el centro, pequeña mierda. Pero hazlo por
este lado, y no despiertes a tu hermana.
Sonriendo, fue por mi lado de la cama y me dio un rodillazo en el
estómago cuando se subió encima mío para reclamar su lugar.
—Joder. Ten cuidado con tus rodillas puntiagudas, ¿quieres? Esas cosas
son letales. —Cuando se movió un poco más para acomodarse, él me pegó por
accidente de nuevo, en la columna vertebral esta vez, y me forzó más cerca de la
orilla de la cama hasta estar medio colgando de la maldita cosa—. Será mejor
que no estés dándole codazos a Caroline por allá —le advertí después de la
tercera vez que me pegó en el centro de la espalda.
En respuesta, se giró hacia su hermana y arrastró mitad de las mantas
con él, dejándome con un pequeño cuadrado de cobertura sobre mi cadera.
—¿Cómodo? —pregunté; mi voz cargada de sarcasmo.
Colton suspiró pacíficamente. —Ajá. —Rodé mis ojos a la vez que él
dijo—: ¿Ten?
—¿Qué? —murmuré.
—¿Puedes venir más tarde y jugar a la pelota conmigo, porque quiero
jugar a la pelota?
Solté un bufido. —Sí, no lo creo. Acabas de robarme el lugar junto a
Caroline.
—Bueno… ¿quieres que le cuente a Noel lo de ustedes?
¿Qué demonios? —Oye. Ya me has chantajeado para entrar en esta cama y
dormir en el medio. No puedes pedir más.
—¿Por qué no? —preguntó el pequeño mocoso mimado.
Mierda, ni siquiera tenía una respuesta para eso. —¿Por qué tú, pequeño
codicioso…
Colton inhaló como si fuera a gritar por Gamble en ese mismo instante.
Gruñí y puse mi mano sobre su boca. —Está bien. Vendré más tarde y jugaré a
la pelota contigo. Como sea.
Su sonrisa fue instantánea. —Gracias —dijo, todo dulce, en cuanto
removí mi mano de su boca.
—Bien —dijo Caroline, su espalda aún hacia nosotros y su voz cargada
de sueño—. Ahora, ¿podemos todos volver a dormir? ¿Por favor?
Mierda, la despertamos.
—Caroline —Colton empezó a aplaudir, con buen humor—, estás
despierta.
Ella sonó totalmente desgastada cuando respondió—: Fue un poco difícil
dormir mientras ustedes dos discutían.
Estiré la mano a través de Colton, asegurándome de haber puesto mi
axila justo en su cara, así podría frotar el hombro de Caroline. —¿Cómo te
sientes?
—Mucho mejor, dejando de lado el hecho de que mi cama se ha
convertido en La Gran Estación Central. En serio, ¿Cómo es que todos
encajamos en mi colchón de tamaño normal?
—Ni idea —dije—. Pero me iré para que puedas tener más espacio. Debo
ponerme en marcha, de todas maneras.
Mientras me deslizaba fuera de la cama, me encontré con la mirada del
niño. Me sonrió con tanta suficiencia que tuve que articular, “Hijo de puta”, a lo
que él respondió: “Imbécil”.
Demonios, lo convertí en un boca sucia. Eso no podía ser bueno.
Después de ponerme mi ropa, fui hacia el lado de Caroline y me arrodillé
junto a ella, tocando su cabello. Sus ojos se abrieron lentamente.
—Te llamaré luego, ¿de acuerdo?
Cuando asintió, toqué su boca con la mía gentilmente. —Tómalo con
calma. Te veré cuando venga a pagar el chantaje con Aliento Apestoso.
—Tengo que trabajar esta noche.
Fruncí el ceño. —Quizá deberías tomarte el día libre para recuperarte.
Esa intoxicación de comida te pateó el trasero, nena.
Sus labios agrietados se ensancharon cuando su sonrisa creció. —Verte
preocupado por mí es sexy.
Con un suspiro melancólico, le acaricié el pelo un poco más. —Si tan solo
me aprovechara de chicas enfermas.
—Ese moretón alrededor de tu ojo también es sexy.
Acercándome hasta que mi nariz tocó la de ella, sonreí. —Entonces lo
mantendré perpetuamente azul y negro, solo para ti.
—¿Ya se van a dar el beso de despedida o no? —se quejó Colton—.
Quiero regresar a dormir ahora.
—Ya lo hicimos, mocoso. —Le di un codazo en la parte trasera de su
cabeza—. Ahora deja de ser un mirón y permíteme despedirme de forma
adecuada.
Él resopló, y Caroline y yo nos sonreímos el uno al otro. —No quiero
irme —admití en un susurro.
—Yo tampoco quiero que te vayas. —Extendió la mano y tocó mi
mandíbula. Pero sus ojos empezaron a estar somnolientos.
—Duerme un poco —le dije y le besé el pelo.
Sus ojos ya se encontraban cerrados para el momento en que me alejé. —
Bien —murmuró.
—Está bien —respondí mientras seguía ahí—. Te amo.
—Yo también —dijo, arrastrando las palabras.
Permanecí ahí por un momento, observándolos a ella y a su hermano
acurrucados y quedando dormidos rápidamente el uno contra el otro. Eché un
vistazo hacia la ventana pero supe que no podía irme de esa forma, ya que
nadie la cerraría detrás de mí, así que contuve mi respiración y caminé de
puntillas hacia la puerta. Me asomé al pasillo mientras la abría. Aún se
encontraba lo bastante oscuro, así que caminé dentro de las sombras y me lancé
hacia la abertura que conducía a la cocina. Casi esperaba encontrar a Gamble
ahí, sentado en la mesa y bebiendo café, esperando por mí, pero la habitación se
hallaba vacía. Me escapé por la puerta trasera, y caminé rápidamente hasta mi
camioneta.
Después de llegar a casa, me arrastré hasta mi propia cama, pero no
pude dormir. Todo se sentía mal sin Caroline a mi lado. Daba vueltas cuando se
me ocurrió un pensamiento repentino. —Mierda. —Me levanté de un salto, con
los ojos bien abiertos.
Le dije que la amaba. Ni siquiera se me pasó por la cabeza lo que me
encontraba diciendo cuando lo dije. Salió tan natural como respirar.
Nunca se lo había dicho a ninguna mujer, además de mi madre y mi
hermana.
No tengo ni idea de por qué me aterrorizaba tanto la idea. Sabía que era
cierto por un tiempo, pero aun así, no tenía que ir por ahí diciendo esa mierda
impulsivamente a todo el mundo.
Tal vez no me escuchó. Ella había estado medio dormida y me murmuró
su respuesta como si hubiera estado hablándole a su hermano, o algo así.
Un segundo, mierda. También dijo que me amaba. ¿Me pregunté si ella
recordaría eso?
Dios, todo este pensamiento comenzaba a darme dolor de cabeza.
Me arrastré fuera de la cama y corrí hacia el restaurante de comida
rápida más cercano. Luego de comprar la suficiente comida para mí y mis
compañeros de cuarto, troté hacia mi apartamento. Zwinn fue sorprendido por
mi generosidad cuando se despertaron, pero ellos comieron y pasaron el rato
conmigo, distrayéndome de mis pensamientos arremolinados por una buena
hora. Pero entonces, fueron a hacer lo suyo, y yo deambulé inquieto por la casa
la mayor parte del día. Envié unas cuantas aplicaciones e intenté ver un poco de
televisión. Luego recibí una llamada de uno de los lugares a los que apliqué
electrónicamente. Pero mayormente solo observé el reloj.
Pasé un tiempo enviando mensajes de texto a mi mujer y coqueteando
con ella. Terminó tomando mi consejo y llamando al trabajo para decir que se
hallaba enferma y no mencionó nada sobre la palabra con “A” que yo dejé caer
unas horas antes, así que asumí que no lo recordaba. Necesitando verla de
todos modos, me presenté en su casa en la tarde justo después de que supe que
ya habían comido.
Traducido por Janira & Jules
Corregido por Dannygonzal

La mujer de Gamble abrió la puerta


—Ten —dijo, sorprendida—. Uh, Noel no se encuentra aquí esta tarde.
Está trabajando…
—Lo sé. —Rodando los ojos, murmuré—: Me encuentro aquí por el niño.
El pequeño.
Sus cejas se elevaron. —¿Colton?
—Sip. Ese. Quiere jugar… —suspiré pesadamente—, atrapadas.
—De… acuerdo. —Abriendo la puerta se hizo a un lado—. Entonces
pasa… supongo. Iré a buscarlo.
Entré y ella desapareció de la habitación para encontrar al niño.
Metiendo mis manos en los bolsillos, miré el cuarto de enfrente mientras
esperaba.
—Te tomaste el tiempo suficiente para venir —susurró una voz. Me giré
para hallar a Caroline usando una camiseta holgada y pantalones deportivos,
cojeando hacia mí. Se veía cansada y tenía ojeras bajo los ojos, pero seguía
siendo demasiado hermosa. Ni siquiera puedo describir cómo se sentía saber
que se encontraba lo suficiente cerca como para volver a tocarla.
Mis dedos hormiguearon cuando hicieron contacto con su mejilla. —
¿Qué haces fuera de la cama? ¿Cómo te sientes?
Se recostó contra mí, y le di un cálido abrazo. —Mi estómago sigue
dándome punzadas, pero me siento un millón de veces mejor que anoche. Tu
ojo negro luce muy oscuro. ¿Te encuentras bien?
En realidad tenía un pequeño dolor de cabeza, pero dije—: Estoy bien.
Nunca adivinarás quien me llamó hoy.
Levanto el rostro. Sombras llenaron sus ojos. —No lo sé. ¿Una ex novia?
—¿Qué? No. —Bajé la voz y me acerqué—. Lake Tahoe.
Sus ojos se ampliaron. —Oh, guau. ¿Conseguiste una entrevista con
ellos?
Asintiendo, solté el aliento. —Quería decírtelo en persona.
Se inclinó y me besó en la mejilla. —Eso es fantástico. Felicitaciones.
Observaba su rostro de cerca, por lo que juro que vi un poco de miedo
cruzar sus ojos. O tal vez solo lo imaginé.
—¿Estás emocionado? —preguntó.
Bufé. —Más bien cagado de miedo. —Di un paso más cerca de ella hasta
que pude volverme loco con su aroma. Casi le dije que no iría si no quería, pero
Colton entró corriendo a la habitación.
—¡Ten! Realmente viniste.
Apartándome de Caroline, junté mis talones para poder darle un saludo
a la pequeña mierda. —Reportándome para el deber chantajeante como
requirió, señor.
Se rió y luego agarró mi mano para arrastrarme de la sala de estar, lejos
de Caroline. La miré, con un gesto sombrío de despedida.
Sonrió y rodó sus ojos, pero me sopló un beso.
El balón de futbol que el niño encontró se hallaba desinflado, así que
pasamos unos buenos veinte minutos sacando un inflador de mano y llenando
de nuevo el balón con aire. También estaba lleno de polvo. —Bueno, mierda.
Supongo que no lanzas mucho el balón con tu hermano mayor, ¿no?
Colton agachó el rostro ante la mención de Gam. —Está muy ocupado —
murmuró.
—Oh, ¿sí? —No lo creía. Su familia significaba todo para Gam. No
importaba cuan ocupado estuviera, si supiera que su hermanito quería jugar a
atrapar el balón, habría jugado con él—. ¿Alguna vez se lo pediste?
Sacudió la cabeza, aún mirando al piso.
—Bueno, deberías, sabes. Él me enseñó a hacer esto. —El niño levantó la
mirada a tiempo para verme hacer girar el extremo del balón sobre mi dedo
índice.
Sus ojos se iluminaron. —Genial.
—Lo sé ¿verdad? —Lancé el balón al aire y lo atrapé con una mano
detrás de mi espalda—. Ve hacia allá y prepárate para atrapar esto. —Después
de que siguió mis instrucciones, le dije—: ¿Quieres saber cuan asombroso era
Noel con un balón de fútbol? —Lancé el balón en su dirección.
Se estiró pero fue capaz de atrapar el balón contra su pecho. —¿Cuánto?
—preguntó mientas lo volvía a lanzar.
Atrapé el balón en el aire antes de que se estrellara en mi rodilla. —Era
tan increíble que podía lanzar el balón treinta y siete metros mientras huía de
una multitud de defensas que se le venían encima, con temperatura bajo cero y
con cinco segundos restantes en el reloj mientras nos encontrábamos tres
puntos abajo, y aun así se las arregló para que ganáramos el partido.
Continué sorprendiéndolo con los grandes momentos universitarios de
Gam en el campo. Y comenzó a mejorar su lanzamiento y su atrapada mientras
escuchaba, incluso hizo más preguntas, aumentando su curiosidad sobre su
hermano mayor.
El crepúsculo empezaba a caer cuando alguien más se nos unió,
caminando por un lado de la casa en el patio trasero y levantando la mano para
saludar.
Fruncí el ceño, preguntándome quién diablos era este engreído de
mierda. —¿Puedo ayudarte? —pregunté, sospechando al instante.
Cuando Colton se volteó y lo vio merodeando por el borde del patio, el
reconocimiento iluminó el rostro del tipo. Dio un paso hacia Colton. —Hola,
amiguito. ¿Me recuerdas?
En vez de responder, el niño se pegó a mí. Lo agarré por el hombro y lo
puse contra mí, protectoramente. Luego coloqué mi mano en su cabeza para
tranquilizarlo. Instantáneamente sin gustarme cómo este idiota lo molestó,
dije—: ¿Sabes que tiene nueve, verdad? No dos. —Pero enserio, ¿quién hablaba
con un niño de nueve años de esa manera, con voz de bebé e incluso tratando
de agacharse a su altura? El hijo de puta era sospechoso, si me preguntabas.
El extraño me dio una mirada irritada antes de preguntar—: ¿Eres Noel?
Bufé. —¿Me veo como un jodido Gamble para ti?
Se encogió de hombros. —Como si lo supiera. Ninguno de ustedes tiene
el mismo padre, ¿verdad?
Sí, realmente no me gustaba este pedazo de mierda. Simplemente había
algo sobre su actitud remilgada y arrogante y su ropa de Abercrombie y Fitch
que me fastidiaba.
Fue entonces cuando la puerta trasera se abrió y Brandt salió. —Oigan,
escuché que jugaban… —Su voz se desvaneció cuando vio al visitante—. Tú —
gruñó mientras hacía un puño con su mano y se dirigía hacia adelante—. Te
debo un ojo negro por el que me diste, idiota.
Rápidamente agarré su brazo mientras avanzaba. —Espera, espera,
espera —lo reprendí suavemente—. Nadie dará ningún puñetazo hasta que
sepa que pasa. Ahora que alguien lo diga rápido. —Troné mis dedos—. Y ya.
—Es Sander Scotini —dijo Brandt.
Mi boca se abrió, pero no salieron palabras. Me giré para mirar al chico
que jodió la vida de Caroline. Quería reír. ¿Este pequeño mequetrefe endeble
era Sander Scotini? Y luego de repente quise pegarle. ¿Este pequeño mequetrefe
endeble era Sander Scotini?
—Oh ¿lo es? —murmuré.
Cuando Brandt trató de moverse nuevamente hacia él. Lo bloqueé una
vez más, para así poder enfrentarme yo mismo con el buen Sander. —¿Por qué
no dejas que me encargue de esto? —Cuando me encontré con la mirada del
hijo de puta, sonreí ampliamente y le di un asentimiento con la barbilla—. Hola.
Sabía que mi saludo casi coqueto lo desconcertó. Frunció el ceño, de
forma desconfiada y dio un paso atrás.
Bien. Me gustó inquietarlo.
—¿Qué te trae por aquí, Sander? —pregunté, caminando casualmente
por su lado—. Un poco lejos de casa ¿no?
Miró nerviosamente hacia la casa, pero debió haber sabido que no iría a
ninguna parte cerca de ella hasta que pasara por mí. Con un suspiro, se rascó la
nuca. —Necesito hablar con Caroline.
Sacudí la cabeza y fruncí la boca como si estuviera pensándolo. Luego
dije—: No, en realidad no lo necesitas.
El idiota hinchó su pecho, los veinte centímetros que tenía de este, y alzó
esa remilgada ceja suya. —Vine hasta aquí para hablar con ella, así que lo haré.
Me gustaría verte tratando de detenerme.
Oh, que empiece el juego, perra. —Con mucho gusto.
Agarré la parte delantera de su camisa de poliéster color rosa, sí, rosa, y
lo empujé hasta que golpeé su espalda contra un lado de la casa. Lo inmovilicé
con mi antebrazo en su tráquea y levanté las cejas con desafío. El balbuceo que
salió de su garganta mientras forcejeaba inútilmente era música para mis oídos.
Sin embargo, debió haber asustado a Colton, porque gritó de miedo y corrió
hacia la puerta trasera de la casa.
Brandt, por otra parte, saltaba y sus ojos se iluminaron de placer antes de
murmurar un sonido sorprendido. —Genial.
Me incliné más cerca del hijo de puta, quien obviamente tenía problemas
de audición, para que escuchara cada palabra que tenía por decir. —Ahora, esto
es lo que vas a hacer, Sandy. Vas a salir de este patio y a arrastrarte de nuevo al
agujero de dónde vienes, y nunca vas a volver a ponerte en contacto con
Caroline. ¿Capiche?
Antes de que pudiera ahogarse con su respuesta, la puerta se abrió.
Maldición.
Testigos presenciales.
—¿Qué demonios… —comenzó a decir una Caroline sorprendida
mientras Aspen llenaba el espacio de la entrada detrás suyo.
Pero la corté con un gruñido. —Vuelve adentro. —Tal vez muy
severamente.
Y sí, fue completamente la manera equivocada de decirlo. Sus cejas se
alzaron con furia. Salió al pórtico con las manos en las caderas. —¿Qué acabas
de decirme?
—Care… —Empecé a decir, pero el pequeño hijo de puta agitó sus
brazos, llamando su atención.
—Caroline… Ayuda.
Se detuvo y parpadeó hacia el tipo que sostenía por la garganta. —
¿Sander?
Cuando abrió la boca, lo volví a empujar rudamente contra la pared. —
No se te permite hablarle. No tienes permitido mirarla.
—¿Qué demonios pasa? —exigió.
—¿Quién es este chico? —balbuceó Sander, tratando de moverme—. ¿Es
tu hermano?
—¡Oye! —Agarré un puñado de su cabello y golpeé la parte de atrás de
su cabeza contra el revestimiento de vinilo—. ¿No te acabo de decir que no le
hables?
Caroline suspiró y cruzó los brazos sobre su pecho. —Oren, en serio.
Déjalo ir.
Bufé. —Claro, como si eso fuera a pasar.
Levantó sus manos como si pensara que mi rechazo a su petición fuera
ridículo. —¿Y por qué no?
—Porque de verdad me gusta sujetarlo a esta pared. Porque aún no
puedo superar el hecho de que este patético hijo de puta tuvo su polla fea,
arrugada y pequeña dentro de ti. De hecho, me molesta mucho y solo quiero
agarrar su pelo grasiento y asqueroso con las dos manos. —Para demostrarlo,
solté su garganta para poder agarrar dos puñados del pelo de Scotini—. Y solo
quiero patearlo… justo en las bolas.
Sin poder evitarlo, subí mi rodilla y la sostuve con fuerza entre sus
piernas. Scotini gruñó y se dobló.
—¡Oren! —Caroline avanzó con los ojos abiertos con sorpresa.
—Ooh —gritó Brandt con asombro, antes de cubrirse la boca con la mano
y empezar a reír—. Impresionante.
Dejé ir al idiota y levanté mis manos mientras me alejaba de él en un
intento de renunciar a toda culpabilidad por lastimarlo. Cayó sobre su costado,
sosteniendo su entrepierna.
Caroline se detuvo a mi lado e hizo una mueca hacia Sander. —¿En serio
tenías que hacer eso?
Asentí. —Sí, en serio tenía que hacerlo. Ahora me siento mejor. Gracias
por preguntar. —Hice un gesto hacia Scotini—. ¿Quieres hacerlo?
Lo estudió un momento, mirándolo tentativamente antes de asentir y dar
un paso adelante. —De acuerdo.
Sonreí, impresionado, pero Scotini gruñó, haciendo que se detuviera y
que cambiara de idea.
Bufé. —Es un poco frágil ¿no?
—Sin duda no tiene material de jugador de fútbol —concordó,
mirándome de reojo.
Le di una sonrisa satisfecha. —Oh, así que tu tipo son los jugadores de
fútbol, ¿verdad?
—Caroline —jadeó Sander desde el piso. Una marcada petición de ayuda
en su voz.
Suspiré y agarré su camisa antes de ponerlo de pie. Luego deslicé mis
brazos a su alrededor y le hice una llave a la cabeza desde atrás antes de girarlo
hacia Caroline. —De acuerdo, cariño —le dije—. Lo tienes.
Pero en vez de darle un golpe físico, se encogió y retrocedió. Luego se
movió incómodamente mientras su quejón ex trataba de desplomarse contra mí
porque tenía mucho dolor. Le di un rodillazo en el trasero para que no me
tocara demasiado.
—Sander, ¿qué haces aquí? —preguntó finamente Caroline con voz
cansada.
—Mis padres me repudiaron. —Hizo una pausa para toser y jadear a
través del dolor.
—¿De verdad? —Mi mujer arqueó una ceja, aparentemente no muy
interesada—. Siento mucho oír eso. —Sonreí, porque no parecía lamentarlo
para nada—. Pero ¿por qué viniste hasta aquí para decirme eso?
—¿Te sobra… algo de esos… veinte mil… que te dieron?
Escupí. —Espera, ¿dijo veinte… Mierda. —La miré—. ¿Dijo veinte mil?
¿Veinte mil dólares? —Cuando me miró, empujé al hijo de puta—. Oye, chico
bonito, ¿quieres preñarme?
—¿Qué diablos? —Luchó contra mí un poco más, pero sí, sus intentos de
escape eran ridículos—. ¿Qué es esto? ¿Deliverance?3
Sonriendo, murmuré en su oído—: Apuesto que puedes chillar como un
cerdo.
—De acuerdo, primero que nada —interrumpió Caroline cuando Scotini
gimió. Me señaló y esbozó una sonrisa—. Guau. Dijiste esa línea de Deliverance
perfectamente.
Sonreí, pavoneándome alegremente. —Por eso, gracias.
—Y en segundo lugar… —Su sonrisa se convirtió en una mueca mientras
se centraba en su ex—. Sander, oh Dios mío, ¿te acabas de orinar en los
pantalones?
—¿Qué? ¡Mierda! —Salté, alejándome de él, soltando inmediatamente la
llave. Cuando vi una mancha húmeda extendida por el frente de sus
pantalones, me estremecí con repulsión. Limpié mis manos en mis pantalones,
me sentía contaminado—. Ah, qué asco, hombre. ¿En serio?
Sin embargo, Brandt parecía pensar que era hilarante. Mientras Scotini
caía de rodillas y acunaba su polla húmeda y herida, el niño lo señaló y se
burló. —Oh Dios mío, esto es divertidísimo. No puedo creer que le patearas los
huevos, Ten.
—Oye —lo señalé con una mirada seria—, cuando alguien lastima a tu
hermana, también lo lastimas, donde creas que será más doloroso.
—Sander, párate —ordenó Caroline, sonando muy molesta—. No puedo
creer que pensaras que tenía algo de ese dinero. Quiero decir, hola, mira a tu
alrededor. ¿Crees que esta casa es gratis? ¿Crees que es barato cuidar a mis tres
hermanos? Ha pasado un año. El dinero se acabó hace tiempo.
—De todas formas, no es que te hubiera dado nada —sentí la necesidad
de añadir.
—Mierda —siseó Sander justo cuando la puerta trasera se volvió a abrir
y salió Noel.
Me sentí tan feliz de verlo que casi me reí.

3
Película americana del año 1972, basada en la novela del mismo nombre.
—¡Hola, cariño! —lo llamé alegremente—. Llegaste temprano a casa. Y ni
siquiera llegué a poner el lazo en el regalo que tengo para ti.
Scotini miró de Noel a mí y luego le dio una mirada escandalizada a
Caroline. —Oh Dios mío. ¿Tu hermano es gay?
¿En serio? También me giré hacia ella, y con el mismo tono, dije—: Oh
Dios mío. ¿Es jodidamente estúpido?
Ella solo suspiró, y parecía algo avergonzada, como si le apenara haber
tenido algo que ver con un estúpido descerebrado.
—¿Ten? —Se acercó Noel, frunciendo el ceño—. ¿Qué demonios estás
haciendo? Aspen me llamó al trabajo, diciéndome que golpeaste a un extraño
en nuestro patio trasero. Así que vine a casa para encontrar esto. ¿Quién es este
chico?
No pude evitar sonreír. —Bueno, por qué no te presento, amigo. Este de
aquí es Sander Scotini.
Noel salió de la conmoción y miró a Scotini antes de que una pequeña
sonrisa iluminara su rostro. —¿De verdad es él?
Asentí. —Y Sandy —dije, tomando a la pequeña mierda del suelo, por el
pelo—. Conoce al sobreprotector y homicida hermano mayor de Caroline, Noel
Gamble.
La puerta trasera se abrió de nuevo. —¿Noel? —dijo Aspen, mirando
preocupada mientras Noel hacía crujir sus nudillos y daba un paso amenazador
hacia Scotini—. ¿Todo está bien? ¿Debería llamar a la policía?
—¿Quién es ella? —preguntó Scotini.
—Es mi esposa —entonó Noel—. Ni siquiera la mires. —Luego dijo sobre
su hombro—: No, bebé. Lo tenemos bajo control.
Scotini me miró. —Sí él es Noel, ¿entonces quién eres tú?
—Soy Ten.
Parpadeó, honestamente despistado. —¿Diez qué?
—Estoy a diez4 segundos de sacar a tus padres de su miseria por tener a
un idiota como hijo. Jesús, Ya cáptalo.
—Espera, ¿se orinó en sus pantalones? —preguntó Noel, de repente
dando un paso cauteloso hacia atrás.
Levanté mis manos, orgulloso de mí mismo. —Por supuesto que se orinó
en sus pantalones. Soy un maldito hijo de puta. Soy jodidamente intimidante.

4
Juego de palabras. “I’m Ten” puede traducirse como “Soy Diez” o “Estoy a diez”.
Noel sacudió la cabeza, parecía decepcionado. —Demonios. Ahora no lo
puedo golpear.
—¿Puedo hacerlo yo? —pregunté.
—Ooh. —Brandt saltó ansiosamente—. También le quiero pegar.
Noel suspiró y puso las manos en sus caderas mientras observaba el
patético desastre que era Sander Scotini. —¿Qué diablos hace aquí?
—Supongo que mami y papi finalmente se cansaron de su mierda, y
cortaron su suministro de dinero, así que vino arrastrándose hacia Caroline
para pedirle algo de su muy secreto pago.
—Oh, demonios, no —murmuró—. No vas a obtener un centavo, maldito
retardado. Y si quieres vivir para poder respirar una vez más, te largarás de
aquí en este momento y nunca volverás. De hecho, si tratas de contactarla otra
vez, mueres. ¿Lo entiendes?
Cuando Scotini no respondió en dos segundos, excepto para mirar
suplicantemente a Caroline, Noel gruñó—: Maldita sea, la miraste. Brandt, ve
adentro y trae mi arma.
—¡Mierda! —gritó Scotini, levantando sus manos y retrocediendo—. Oh,
maldición. No dispares. Lo siento. Lo siento mucho. Nunca volveré de nuevo.
Nunca le volveré a hablar. Lo juro por Dios.
—Entonces vete —gritó Noel.
Scotini se giró y medio cojeó, medio corrió por el patio.
Después que se fue, Brandt levantó la mirada hacia Noel. —No sabía que
tenías un arma.
Gam se encogió de hombros. —No la tengo.
Todos nos reímos de eso. Cuando no pude soportar más tiempo, dejé que
mi atención se centrara en Caroline. Parecía estar bien después de todo lo que
acababa de pasar, pero aun así, odiaba el hecho de no poder acercármele.
Como si sintiera mi mirada sobre ella, suspiró y alzó los ojos.
—¿Cuánto te queda de ese dinero? —pregunté, necesitando una razón
para hablarle.
Su sonrisa intrigante era encantadora. —Oh… como unos quince mil
dólares.
Mi boca se abrió. —Mierda. —Luego sonreí y sacudí la cabeza—. Genial.
—Le tendí mi mano para que chocáramos los puños. Quería agarrarla, acercarla
y jodidamente besarla cuando presionó sus nudillos contra los míos. Pero sí…
Gamble se encontraba justo allí.
—Por qué no entran ustedes dos —les ordenó a Brandt y a Caroline,
dirigiéndolos hacia la puerta como si fueran una manada de ganado—. Tengo
que regresar al trabajo. Dejé solo a Quinn en el bar.
Caroline me envió una última mirada, pero finalmente asintió y siguió a
su hermano a la casa.
La vi irse al tiempo que sentí el mal presentimiento de que Gamble iba a
empezar a hablar tan pronto como la puerta se cerrara, dejándonos a los dos
solos aquí. Me asustaba que hubiese visto algo en la forma en que la miré o que
se hubiera dado cuenta de lo que sentía por ella por el modo en que traté a
Scotini, así que inhalé y lo enfrenté, listo para un puñetazo en el estómago, o la
cara, o, esperaba por Dios que no, en las pelotas.
En cambio, me tendió la mano. —Hombre... —Después de su propio
suspiro, añadió—: Gracias.
—¿Gracias? —repetí estúpidamente.
—Sí. Gracias por estar aquí para mi familia cuando yo no pude. Eres un
verdadero amigo.
Me quedé mirando su mano, sintiéndome tan mal y falso que apenas
pude tomar una bocanada de aire. Cuando después de cinco segundos no
sacudí su mano, frunció el ceño. —¿Qué?
Negué con la cabeza. —Nada. —Después de agarrarla y sacudirla, me
aparté—. Pero no hice nada —finalmente agregué.
—Sí, lo hiciste. Le impediste entrar a nuestra casa. Lo mantuviste alejado
de Caroline. Lo retuviste aquí hasta que pude presentarme.
Con un encogimiento de hombros, aparté la mirada. Sí, había hecho todo
eso. Pero no lo hice por él. Ni siquiera pensé en él.
Me golpeó como una bola de demolición en el pecho que ya no valoraba
mi relación con él más de lo que valoraba mi relación con Caroline. Para mí, él
no era más importante que ella. Si perdía mi amistad con Gamble después de
esto, podría sobrevivir. Si la perdía a ella, quedaría destruido.
Que lo descubriera ya no era lo que más me asustaba. Así que abrí la
boca, a punto de decir: Estoy enamorado de tu hermana, cuando él dejó escapar un
suspiro.
—¿Sabes lo que más me molestó de lo que le hizo?
Sacudí la cabeza. —¿Qué?
—El hecho de que la ocultara como un maldito secreto. Su primer novio,
y probablemente a ella ni siquiera se le permitía hablarle en público, o mierda,
al menos sostener su mano.
Mi mente regresó al momento en que la tomé de la mano por primera
vez antes de presentársela a mis padres. Se sentía tan nerviosa; sabía que él
tenía razón. La culpa se apoderó de mí. Ella aún seguía sin poder sostener la
mano de su hombre en público, ¿verdad?
—Probablemente nunca ha estado en una cita real. O ha hecho algo de
forma correcta.
Cerré los ojos. No, nunca la había llevado a una cita.
Mierda.
Noel me dio una palmada en el hombro, sobresaltándome. Mis ojos se
abrieron.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, mirándome de manera extraña.
—Yo, uh... —Mi mente daba vueltas. De repente no podía recordar por
qué me encontraba aquí. Lo único que veía era el rostro de Caroline durante
todas las noches en las que la recogí en la acera a una cuadra de su casa.
Siempre parecía feliz de verme, pero tenía que haber una parte de ella que se
sentía decepcionada, rechazada. ¿Creía que la consideraba una especie de
secreto sucio?
—¿Ten? —Gamble agitó la mano delante de mi cara.
Parpadeé. —Lo siento. Estaba... estaba jugando a la pelota con Colton. Él
quería que me pasara por aquí.
—Oh. —Los hombros de Gamble se desplomaron, luego sus cejas
bajaron—. No sabía que le gustaba eso. Nunca me ha pedido que juegue a la
pelota con él.
—Eso es porque todavía lo asustas. —Me encogí de hombros—. A mí me
ve como a un hermano mayor divertido.
—Pero yo soy su hermano mayor.
Con un suspiro, le di unas palmaditas en el hombro. —Pero tuviste que
lidiar con cosas de mierda y también con ser su padre. Él no ha tenido una gran
historia con los padres, así que... naturalmente, va a estar cauteloso por un
tiempo.
Cuando el rostro de Gam se llenó de dolor, le golpeé el hombro de
nuevo, esta vez un poco más fuerte. —No te preocupes, hombre. Ya está
empezando a entrar en razón. Mientras lanzábamos el balón, le hablé de tus
increíbles reflejos en el fútbol, y parecía muy impresionado.
Sus labios se curvaron hacia arriba, y la esperanza entró en su mirada. —
¿En serio?
Solté un bufido. —Joder, ¿quién no lo estaría? Solo dale un poco más de
tiempo. ¿De acuerdo? Va a terminar adaptándose a ti.
Asintió, pero tuvo que añadir—: Aceptó a Aspen casi de inmediato.
—Probablemente porque es mucho más bonita que tú.
Esta vez, su boca cedió a una sonrisa completa. —Es cierto.
Con un puñetazo en el hombro, lo alejé. —Ahora, vuelve al trabajo,
imbécil. Tu familia está sana y a salvo allí dentro. No tienes nada de qué
preocuparte. —Excepto tal vez de un mejor amigo idiota que a tus espaldas está
profanando por completo a tu hermanita.
Joder, yo era peor que Sander Scotini, ¿no?
Con un movimiento de cabeza, murmuró—: Gracias, hombre. —Luego
volteó y se alejó trotando.
Lo observé irse, sintiéndome de nuevo como una mierda. Bueno, temía
más perder a Caroline que a él, pero maldita sea... preferiría no perder a
ninguno de ellos antes de que esto estuviera dicho y hecho. Gamble era mi
mejor amigo. Y Caroline, mi corazón y mi alma.
Pero no veía cómo podría mantenerlos a ambos.
Traducido por Val_17
Corregido por Paltonika

Oren no se puso en contacto conmigo después de la visita de Sander.


Esperaba un mensaje, una llamada, algo esa noche.
Estoy segura de que había mucho que quería decir, como: ¿Qué demonios
viste en ese imbécil? O: Maldición, por favor, dime que soy mejor en la cama, o estoy
mejor dotado, que él.
¡Cualquier cosa! Pero, no, no me contactó.
No sabía con seguridad lo que eso significaba. Quería hablar con él, me
moría por decirle que observarlo jugar con Sander fue sexy. Me recordó a un
gran león paseando, o una pantera, uno de esos enormes gatos salvajes, del tipo
que no solo golpeaba a su presa, sino que jugaba con ella primero, separándolo
miembro por miembro. No tenía idea de por qué pensé que era caliente, pero lo
hice.
Así que ahora, quería saber si se sentía tan disgustado por mi elección
pasada de novios que iba a terminar conmigo, o qué. ¿Por qué jodidamente no me
hablaba? Ir de múltiples mensajes de texto a nada me aterrorizaba.
Cuando finalmente me envió un mensaje quince horas después de echar
a Sander de mi patio trasero, estaba un poco demasiado asustada para leer su
mensaje. Y si decía algo como: ¿Necesitamos hablar? No quería tener una de esas
conversaciones. Todavía no había terminado con él.
Pero me puse mis bragas de chica grande, o al menos mis bragas de chica
universitaria, y abrí un ojo para leer de esa manera. Cuando vi que decía: Vamos
a salir hoy, abrí el otro ojo.
—¿Eh? —En lugar de responderle el mensaje, marqué su número—. ¿De
qué demonios hablas? —pregunté tan pronto como contestó.
—¿Qué quieres decir? No era una pregunta compleja. ¿Quieres salir o
no?
—¿A qué te refieres con salir?
—Salir —repitió, sonando aturdido—. Como… afuera. Al exterior. Salir
en público. Simplemente… salir.
—Pero… qué… no podemos salir.
—¿Por qué no?
—¡P-porque no! —farfullé—. ¿Qué pasa si alguien nos ve y se lo cuenta a
Noel? Demonios, ¿qué pasa si Noel nos ve?
—Lo juro, Noel es la única persona que queda en la tierra que no sabe
acerca de nosotros, y estoy empezando a preguntarme por qué no lo sabe.
Mi boca se abrió. ¿Acababa de decir lo que creí que dijo? —¿Qué estás
diciendo? ¿Quieres contárselo?
—Bueno, con el tiempo, sí.
—¿P-p-pero quieres contárselo ahora?
Suspiró antes de contestar. Luego dijo—: Digamos que estoy listo para
decírselo siempre que tú lo estés.
Oh, Dios mío. Mi estómago se revolvió con nervios repentinos. Me
imaginé a Noel golpeando a Oren en la cara sin parar hasta que mi novio
aterrizara en el hospital. El miedo se aferró a mi garganta, y mis palmas pasaron
de sudorosas a frías por el pánico. —¿Así que estás listo para decírselo?
—No —dijo seriamente—. Solo estoy listo cuando tú lo estés.
Negué con la cabeza. —Esa no es una respuesta.
—Bueno, supéralo, porque es la única respuesta que te voy a dar.
—Bueno, vete a la mierda. No me gusta ser puesta en la posición donde
soy la que toma esta decisión.
—Bueno, no me gusta esta conversación, y punto. No te llamé para
pelear. Simplemente quiero pasar el puto día contigo porque no te pude ver en
toda la noche. Estoy irritable y celoso después de conocer a ese imbécil con el
que solías salir, preocupándome como loco de que estés dudando de tu relación
conmigo después de verlo de nuevo, y solo quiero pasar el maldito día contigo.
¿De acuerdo?
Tenía diarrea verbal o algo así. Comenzó a vomitar las palabras hasta
que tuvo mi cabeza dando vueltas.
Finalmente levanté la mano y dije—: Espera. ¿Por qué siquiera pensarías
que dudaría de nuestra relación después de verlo?
—No lo sé —murmuró—. Fue tu primer amor, o lo que sea. Las chicas se
ponen sentimentales y esa mierda cuando se trata de su primer amor, ¿no?
Bueno, sí. Sí, lo hacíamos.
—Pero Sander no fue mi primer amor. Fue solo un… chico estúpido que
le sonrió a una chica solitaria y vulnerable, hambrienta por un poco de atención.
Era un imbécil y lo dejé utilizarme. Lo único que siento por ese idiota es una
enorme satisfacción de que patearas su mierda por mí.
—¿En serio?
Sonreí y rodé mis ojos. Me dejó totalmente aturdida que este arrogante y
confiado Oren Tenning actuara tan inseguro. Pero entonces, recordé que era la
primera vez que se atrevía a abrirse a cualquier persona e intentar una relación
desde la muerte de su hermana, desde que esa puta estúpida destrozó su ego.
Pensando de esa manera, tenía sentido que tuviera algunas dudas.
—Sí, en serio —murmuré—. Y sí, me encantaría pasar el día afuera,
contigo. —Si Noel nos descubría, supongo que solo era una posibilidad que me
sentía dispuesta a tomar para demostrarle a Oren que definitivamente no tenía
ningún tipo de dudas. Porque él era mi primer amor.
—Genial —murmuró como si tratara de reconstruir sus dudas y volver a
ser el confiado Oren—. Tengo el lugar perfecto para llevarte. Hay un parque a
una hora de aquí, cerca de mi ciudad natal. Es muy agradable y debería ser lo
bastante lejos para que tu hermano no nos sorprenda. Está junto a un río y hay
un carnaval y pequeños kioscos de comida y…
—¿Te refieres al Parque Rainly?
—Oh, ¿has oído de él? —La decepción llenó su voz.
—Sí, claro. Noel nos llevó allí un par de veces para los paseos familiares.
—Ese hijo de puta —explotó—. Lo llevé ahí primero. ¿Cómo se atreve a
llevarte allí antes de que yo pudiera?
Sonreí. —Si te hace sentir mejor, apuesto a que lo pasaré mucho mejor
contigo que con él.
—Tienes toda la maldita razón.
Me reí y finalmente se rió junto conmigo.
—¿Te recojo en una hora en nuestro lugar? —preguntó.
El placer floreció en mi pecho. —Suena genial. Te veré entonces.
—Sí, lo harás. Te llamo luego, nena.
Primero me llevó a conseguir perritos de maíz, porque se moría de
hambre, y mientras se comía tres contra mi respetable uno (bueno, está bien, me
robé la mitad de su último perrito de maíz), paseábamos alrededor de los
puestos de artesanía, observando a algunos artistas pintando al aire libre antes
de que encontrara un local de videos antiguos.
Después de voltear una pila de viejos DVD y casetes VHS, encontré una
versión readaptada de Child of Glass de Disney y casi me hice pipí encima. —Oh,
Dios mío, he estado buscando esta película por todas partes.
Mirando la cubierta, Oren se rió. —Vaya. Esa niña con las gafas se ve
sorprendente, puedo ver por qué mojabas tus bragas.
Le golpeé el brazo. —Silencio. Es una película de los años setenta. Todo
el mundo tenía un pésimo sentido de la moda en ese entonces.
—Sí, puedo notarlo. En serio, si alguna vez me pongo una camiseta así,
dispárame y sácame de mi miseria, por favor.
—Fue la trama de la historia lo que me enganchó, no lo que vestían.
—¿De qué trataba? —Oren quitó el DVD de mi mano y le dio la vuelta
para ver la parte trasera.
Fruncí el ceño. —Sabes, ya no lo recuerdo.
—Suena excitante —entonó.
Fruncí el ceño y golpeé su brazo de nuevo, solo para sentirme mejor. —
Era muy joven la última vez que la vi. Era una especie de película de sábado
por la tarde que daban en el especial de la televisión. Solo la conseguí ver una
vez, pero recuerdo que la adoré. Amaba el nombre del fantasma. Inez Dumaine.
—Con un suspiro, sonreí—. Construí este sueño en mi cabeza de que si alguna
vez tenía una hija la llamaría Inez Dumaine.
Recordando que nunca tendría hijos, mi sonrisa se desvaneció. Oren alzó
la vista de la cubierta posterior, y me di cuenta por su expresión que sabía
exactamente en lo que pensaba.
Así que me aclaré la garganta y seguí hablando. —De todos modos,
también amaba su acento. Me encantaba la forma en que decía el nombre del
chico principal que la ayudaba. Y quería verla de nuevo al día siguiente, así que
Noel me llevó a un lugar cercano donde alquilaban películas para conseguirla,
pero no la tenían. Buscamos por todas partes. Finalmente le escribí una carta a
Walt Disney y le pregunté si podía comprarle una copia. —Con el ceño fruncido,
agregué—: Ese bastardo nunca me respondió.
—Voy a patearle el culo —prometió Oren, sonando mortalmente serio.
La abrí y agarré su brazo. —Ya no importa. Tenemos la película ahora.
—Bueno, vamos a comprar a esta hija de puta y verla esta noche cuando
lleguemos a casa.
Mientras se la llevaba al vendedor para pagar por ella, metiendo la mano
en su propio bolsillo para sacar su billetera, me quedé atrás y lo miré fijamente,
asombrada. Una vez que la transacción estuvo completa, volvió a mí con mi
nueva película y una sonrisa orgullosa en su rostro.
—¿Qué pasa si no funciona? —dije, de repente desconfiada mientras me
mordía el labio—. ¿Y si funciona, y termina siendo una película horrible? Era
muy joven, han pasado años desde que la vi.
Golpeó juguetonamente mi nariz con la punta de su dedo. —De verdad,
querida, no me importa una mierda cómo termina la película. Está haciéndote
sonreír ahora, y eso es todo lo que importa.
Mi corazón se derritió, metafóricamente se retorció en una pila pegajosa
de papilla, y se licuó justo hacia sus pies. Dejé escapar un suspiro de asombro.
—Maldita sea, Oren. No tienes idea de cómo me excitan tus pequeños actos
inesperados de amabilidad. Estoy tan mojada, que podría sentarme en tu cara y
correrme al segundo en que tu lengua me tocara.
Contuvo un gemido y me agarró la mano, apretando casi dolorosamente.
—Conozco el lugar perfecto.
Mientras caminaba tan rápido que casi tuve que correr para alcanzarlo,
me reí y me presioné contra su costado. —¿De verdad vamos a encontrar un
lugar para estar juntos… por aquí?
Me envió una mirada seria. —Maldición, sí. No puedes decir mierda
como esa sin pagar las consecuencias, mujer. Estoy duro como una jodida roca.
Nos apresuramos por un pequeño mercado de locales y hacia un parque
abierto donde las familias hacían picnics, donde Noel nos trajo para hacer un
picnic en el pasado. Cuando Oren se desvió por un sendero cubierto de maleza,
me aferré a su brazo. —¿A dónde diablos me llevas? —Un cartel más adelante
decía: Camino Cerrado.
—A un lugar que nunca llevé a Noel, así que estoy seguro de que nunca
te llevó. —Sonaba un poco engreído cuando me agarró de la cintura y me
levantó sobre el cartel hasta el otro lado y luego saltó tras de mí—. Hay una
cascada al final de este camino.
—¿En serio? Oh, asombroso.
—Sí, es bastante bonita, pero tuvieron que clausurarla hace un par de
años debido a una severa erosión del suelo. De vez en cuando las orillas solo…
colapsan.
Mis ojos se ampliaron. —¿Y ahí es donde me llevas a pasar el rato?
Sonrió y me lanzó un guiño. —Confía en mí, muñeca, habrá mucho
espacio para hacer lo que tenemos en mente.
Confiaba en él, y me demostró que hice lo correcto. Desde ese día en
adelante, nunca volvería a ver una cascada de la misma manera.
Traducido por Valentine Rose & Sandry
Corregido por Anty

Me senté en la cama de Oren con una pierna debajo de mí y la otra


colgando a un lado mientras lo veía sacar una chaqueta de vestir de su armario,
y luego toser cuando quitó el polvo acumulado de las hombreras.
—Será mejor que consideres llevarlo a la tintorería antes que vayas a tu
entrevista —sugerí, intentando no reírme… y fallando.
Me miró con el ceño fruncido. —Ah, ¿eso crees?
Sacudí mi cabeza, las risitas salían de mis labios cerrados. —¿Cuándo fue
la última vez usaste esa cosa?
Lo miró con repulsión. —Creo que para mi graduación en la secundaria.
Espera, no. El hermano de mi abuelo murió hace tres años. Tuve que usarlo
para el funeral.
—¿Y en verdad crees que te entrará? —Enarqué mis cejas, sin creerlo.
—Oye, ¿me estás diciendo gordo, mujer? —Se avecinó sobre mí con el
ceño fruncido e indignado, lo que me hizo sonreír.
—¿Gordo? Dios, no, pero imagino que sacaste un par de músculos
nuevos durante tu carrera universitaria al jugar fútbol. Como esta mísera y
pequeña tabla para lavar de aquí.
Cuando humedecí mis labios y pasé mis dedos por su abdomen, se
movió más cerca. —¿Por qué tengo la sensación de que esto no se trata de tu
preocupación de que me entre el traje, sino de que quieres verme desnudo?
—Oh, pero estoy muy, muy preocupada de que entres en tu traje —
murmuré, levantando la mano para desabrochar su pantalón y luego, con
lentitud, bajar el cierre—. Ver que te desnudas para probártelo es solo un
beneficio extra.
Gruñó y agarró mi cabello cuando me incliné hacia adelante para besar
sus abdominales sobre su camiseta. —Maldita sea, amo tu boquita sucia.
—Apuesto que amarás de verdad la pequeñita cosa que quiero hacer con
ella.
—Demonios, sí.
Comencé a levantar su camiseta para sacarla de mi camino cuando Zoey
apareció por la puerta abierta. —Oigan, la pizza ya llegó… Oh, Dios. —Cuando
se dio cuenta lo que pasaba al entrar, gritó y se cubrió los ojos—. Lo siento, lo
siento. Creí… —Ni siquiera se molestó en terminar la oración mientras
empezaba a salir del cuarto.
—Saldremos en un minuto —le dijo Oren—. Hasta entonces, ¿podrías
cerrar la puerta, por favor?
—¡Oren! —jadeé a medida que Zoey levantaba el brazo y buscaba a
tientas el pomo de la puerta antes de cerrarla.
—¿Qué? —preguntó, volteándose hacia mí mientras arrojaba la chaqueta
a un lado y se metía en la cama conmigo—. Cuando mi chica promete hacerme
cosas sucias con su boca, la pizza puede jodidamente esperar.

Mordí mi pedazo de pepperoni y gemí con deleite. —Mmm. Está tan


rico.
Oren me sonrió desde el suelo, donde se hallaba sentado contra mi
pierna con un brazo envuelto alrededor de mi mulso, y murmuró en voz baja—:
¿Incluso mejor que una polla con manchas?
Me ruboricé, echándole un vistazo a Zwinn para asegurarme que no
escucharon, pero se encontraban envueltos en su propio mundo en el sillón.
Empujé con suavidad su hombro y regañé—: No seas ordinario.
—¿Por qué? —Se inclinó para morder juguetonamente mi muslo—.
Adoras cuando soy ordinario.
Le mandé un pequeño ceño fruncido. —Solo cuando estamos solos.
No parecía afligido. Asintiendo en dirección a Zwinn, dijo—: Como si
esos dos siquiera se dieran cuenta que nos hallamos aquí. Se encuentran tan
ocupados haciendo bebés con sus ojos.
—Te escuchamos —dijo Quinn, frunciéndonos el ceño.
Oren tomó un bocado su propia pizza. —Bien —soltó, sonando
amortiguado por la boca llena—. Entonces escuchen esto y prométanme que se
quedarán fuera de su burbuja de amor este fin de semana lo suficiente para
hacerle compañía a Caroline mientras no estoy, ¿vale?
Un dolor se esparció por mi pecho cuando mencionó su viaje a Lake
Tahoe. La firma de arquitectura le pagó el viaje en avión y alojamiento para
volar hasta allá y entrevistarlo para el puesto. Sabía que era la oportunidad de
una vez. Cualquiera dispuesto a aceptar un universitario novato y darle los
tipos de beneficios y gastar como lo hacían era algo que nadie podría rechazar.
Me encontraba más que emocionada por él, y aun así temía su viaje aún
más. ¿Y si obtenía el trabajo? ¿Y si se mudaba lejos y nunca lo veía de nuevo? ¿Y
si…?
—En realidad —dijo Zoey, haciendo una mueca—, pensábamos ir hasta
allá para ver a mi papá este fin de semana.
La miré, sorprendida. —¿Así que decidiste visitarlo? —Demonios, en
serio necesitaba quedarme despierta para charlar con mi mejor amiga. Desde
que comencé mi amorío secreto con Oren, mi amistad con Zoey como que
quedó abandonada.
Asintió y levantó la vista para mirar a Quinn. Él tomó su mano. —Ella
quería ver si podría aprender un poco de su herencia —explicó.
—Pero, ¿qué pasará con Caroline? —exigió Oren, frunciendo el ceño. Su
mano se tensó alrededor de mi pierna.
Rodé mis ojos. —Estaré bien. —No hablamos sobre lo mucho que lo
extrañaría mientras no estuviera, o lo nerviosa que me encontraba de que, en
realidad, obtuviera el trabajo; pero debió presentirlo si actuaba de esta manera.
Me hizo sentir como la mierda. No quería que se preocupara por mí
cuando se le presentaba la maldita oportunidad de su vida.
—Mi familia entera está aquí, y tengo un trabajo que empezar para el
otro semestre. —De acuerdo, no tendría que preocuparme de mi próximo
semestre universitario durante este fin de semana en particular mientras se
hallaba lejos, pero pensaba en cuando se fuera de manera definitiva, después
que obtuviera el puesto.
Me observó por un momento, sin decir nada, con su mirada llena de
preocupación antes de voltearse hacia Zwinn otra vez y centrarse en Zoey. —
¿Dijiste que tu papá se quedará en California este verano, verdad? ¿Cuán lejos
está de Lake Tahoe?
—Sabes… —ladeó su cabeza pensativamente—, en realidad no creo que
se encuentre tan lejos. A un par de horas, tal vez.
Oren asintió y mordió su labio inferior como siempre lo hacía cuando
tramaba un plan loco. —¿Ya reservaron un vuelo? —preguntó.
Zoey negó con la cabeza, y miró a Quinn. —Acabamos de decidir esta
noche que iríamos.
—Deberían llevar a Caroline con ustedes —contestó, echándome un
vistazo mientras sus ojos se iluminaban con travesura—. Es tu mejor amiga en
el mundo. Necesitarás su apoyo moral durante este momento difícil.
—Oh, pero…
—Y deberían reservar un vuelto en la misma aerolínea que voy yo, luego
ver si pueden reservar una habitación en el mismo hotel. Entonces después que
visites a tu papá y yo tenga mi entrevista, los cuatro podemos pasar el rato en la
playa antes que volvamos a casa a la mañana siguiente.
Mi boca se abrió por completo. —Oren, no seas loco. No puedo ir contigo
a tu entrevista.
Levantó la mirada, observándome. —¿Por qué no?
—Porque no… —Sacudí la cabeza y reí. Su idea era descabellada, pese a
que me llenó de emoción el siquiera considerarlo—. No puedo simplemente
subirme a un avión y pasar un par de días contigo al otro lado del país. Y si
saco esa cantidad de dinero de mis ahorros para un boleto, Noel se
preguntará…
—Entonces yo pagaré por tu boleto.
—Oren. —Me hallaba a punto que rechazarlo de nuevo cuando agarró mi
mano.
—Te quiero allí conmigo. —La mirada en su rostro me confirmó que no
bromeaba—. Te necesito allí.

Mi estómago daba vueltas mientras observaba a Oren situar nuestra


maleta en la cabina encima de nuestros asientos. No podía creer que de verdad
hacíamos esto. Casi esperaba que Noel entrara apresurado al avión en cualquier
segundo y me llevara de vuelta como una niña malcriada.
Comenzaba a sentirme tan infantil como sabía que actuaba al ocultarle
mi relación, pero simplemente me preocupaba qué pasaría después que se
enterara. Las dos cosas que sabía era que no quería perder a Oren, y que Noel
no nos quería juntos. Y las dos verdades no coexistirían en paz una vez que
fueran consientes de la otra.
Pero hice a un lado mis preocupaciones para reírme con disimulo de una
mujer de mediana edad que no podía dejar de observar el trasero de Oren
cuando su camiseta se elevaba mientras sus manos se encontraban levantadas.
Sacudí mi cabeza, sin culparla para nada por su interés. Luego comencé a
masticar mis uñas cuando todos los miedos volvieron a surgir.
Oren bajó los brazos de la cabina y se volteó hacia mí con una sonrisa. —
¿Quieres el asiento de la ventana, nena?
La mujer de los Ojos Comilones me empujó con suavidad la cadera. —
Oh, será mejor que lo aceptes, cielo. No muy seguido un hombre renuncia al tan
preciado asiento de la ventana por su mujer.
Oren se volteó hacia ella, sonriendo. —Es su primera vez volando —
dijo—. Pensé que debería tener la experiencia completa.
—Bueno, ¿si no eres lo más tierno? —Pude ver sus entrañas derretirse
cuando lo miró. El idiota acababa de desatar el pobre puma interno de la
señora, y sin duda lo imaginaba empapado con su vino favorito así ella
podría… limpiarlo a lamidas.
La animaba, también, siendo extra caballeroso mientras con gentiliza
tomaba mi brazo para ayudarme llegar a mi asiento.
—Será mejor que te detengas —susurré cuando se sentó junto a mí—.
Explotarás sus ovarios.
Sus labios se curvaron con coqueta diversión. —Pero, cariño, no he
explotado los ovarios de nadie en todo el día.
Resoplé y sacudí mi cabeza.
En dos asientos directamente en diagonal a nosotros, Zwinn también
comenzaba a acomodarse. Chocando con suavidad mi codo con el de Oren,
murmuré—: No importa. Acaba de notar lo sexy que es Quinn, y se olvidó por
completo de ti.
—¿Qué? —Llevó su atención a la mujer de los Ojos Comilones. Cuando
vio que, de hecho, observaba a Quinn, frunció el ceño pero se inclinó más cerca
de mí para murmurar—: Probablemente se pregunta por qué no luce ni de cerca
tan bien como yo.
Echando mi cabeza hacia atrás, solté una carcajada. Y ahí fue cuando lo
decidí: no más preocupaciones. Iba a divertirme y disfrutar este viaje.
Observé a Oren desenredar su cinturón de seguridad así podría situarlo
en su lugar. Un aturdimiento me invadió. No mintió cuando le dijo a la mujer
que nunca volé antes. En efecto, este era mi primer vuelo. Nunca antes estuve
tan lejos de casa. Como que quería dar saltitos en mi asiento y chillar. Y lo que
era mejor, lo hacía con Oren.
Él lucía bien con su cabello disperso sobre su frente mientras tenía el
ceño fruncido y le gruñía a su cinturón de seguridad, por fin pudiendo
desenredarlo. Sus hombros parecían tan deliciosos cuando se balanceaban y
flexionaban bajo su abotonada camisa gris. Quería arrancar todos los botones y
pasar mis manos por su pecho, lamiendo su barba de varios días y solo…
morder su garganta.
Me incliné hacia él y susurré en su oído—: ¿Quieres unirte al club de la
altura?5
Sus manos se congelaron en su cinturón. Luego levantó su rostro. —
¡Demonios, sí!
Sonriendo, en verdad di saltitos en mi asiento. —¡También yo!
Echó un vistazo a nuestro alrededor. Al otro lado del pasillo, Zwinn se
había instalado y se tomaban de la mano, apoyados en el otro mientras
hablaban en voz baja entre ellos. Volteándose hacia mí sin realmente mirarme a
los ojos, Oren comenzó a hablar en voz baja—: Primero, tenemos que esperar
hasta que el avión esté de verdad en el aire y luego tú vas primero. Cuando
llegues allí, tocaré la puerta dos veces. Solo dos veces, ¿entendido?
Asentí y agarré su mano, apretando.
Me apretó la mano de regreso. —Esto será asombroso.

5 Grupo de personas que tienen sexo en un avión.


De acuerdo, quizá el asunto del club de la altura resultó ser un fallo
épico. Pero no podemos decir que no le dimos nuestra mejor oportunidad.
Minutos después cuando nos hallábamos en el aire, Caroline se puso de
pie, fingiendo bostezar y estirarse, y se contoneó frente a mis piernas para llegar
al pasillo. Hubo un momento en que su hermoso culo estuvo justo frente a mi
rostro, y me tentó a alzar mis manos y acunar cada benditamente firme nalga,
pero me dije, paciencia. Las tendría en mi mano muy, muy pronto una vez que la
penetrara a un kilómetro y medio sobre el nivel del mar. O a nueve mil
kilómetros sobre el nivel del mar. Como sea. El punto era que íbamos a ser tan
condenadamente traviesos, y no podía esperar.
Aclarando mi garganta, la observé caminar hasta la parte posterior, y
tuve que acomodarme porque mi erección chocaba con mi cinturón.
Tamborileé mi rodilla con mis dedos por unos buenos treinta segundos
hasta que no pude esperar más. Después de soltar mi cinturón, me tambaleé
sobre mis pies y sin querer me encontré con la mirada de Rubia mientras me
miraba, frunciendo el ceño con sospecha. Después de un coqueto movimiento
de mis cejas, me dirigí a los baños. Había dos puertas y ambas decían ocupadas,
así que golpeé dos veces en la primera, solo para que una voz muy masculina y
para nada igual a la de Caroline rugiera—: Ocupado.
Así que comencé a dirigirme a la otra, pero se abrió antes que pudiera
golpearla. Una Caroline riéndose disimuladamente me observó desde adentro.
Cuando empecé a dirigirme a ella, sus ojos se abrieron por completo y sacudió
su cabeza. —Oren, no creo que… mmm.
Hice que retrocediera en el baño y luego se detuvo de pronto porque no
había más lugar para que se mueva. —Maldita sea, estas cosas son pequeñas.
—Lo sé —siseó—. Es una locura. No hay manera que entremos…
La levanté por la cintura y la situé al borde del fregadero, el cual apenas
me dio espacio suficiente para entrar al baño con ella. Luego cerré la puerta y
apenas pude voltearme siquiera para enfrentarla.
Enterró su rostro en las manos y comenzó a reírse con nerviosismo. —No
se puede —dijo finalmente—. Simplemente… no se puede. Ni siquiera tenemos
el espacio suficiente para sacarnos la ropa.
—Habla por ti, mujer. Todo lo que tengo que hacer es bajarme el cierre.
—Bueno, mis pantalones se quedaran. Es imposible que pueda
sacármelos.
Bajé la mirada a la adorable calza negra que usaba con un par de botas y
un largo suéter. Y sí, de ninguna manera alguien sería lo bastante flexible para
sacarlos en este lugar.
—Apuesto a que puedo hacerte venir a través de toda esta ropa —decidí.
Situé una mano en la pared detrás de su cabeza y la otra en lo alto de su
muslo—. Al menos podemos juguetear un poco, ¿verdad?
Su sonrisa me dijo que le agradaba la idea, así que me incliné para
besarla con suavidad cuando alguien tocó la puerta.
—Señor. Señora —exclamó un tipo por la fina puerta—. Les habla Jon, su
auxiliar de vuelo. ¿Podrían salir del baño, por favor?
—Oh, Dios mío —jadeó Caroline, mirándome con los ojos abiertos como
platos.
La miré de vuelta antes de susurrar—: Atrapados.
Su rostro enrojeció. —Esto es tan vergonzoso.
Tomando su mano, la ayudé a bajar del fregadero. —No te preocupes. Yo
me encargo.
Se posicionó contra mi espalda, buscando protección cuando abrí la
puerta y vi a un tipo con el ceño fruncido vestido con el uniforme de auxiliar. —
Señor —dijo tan seriamente que Caroline tuvo que amortiguar una risita contra
mi vértebra—, hay un límite de capacidad para una sola persona en cada baño.
Tendrán que separarse.
—Sí, lo lamento —me disculpé—. Ella se… sentía mal. Simplemente vine
a ver cómo seguía.
Jon entrecerró sus ojos. —¿Es por eso que ella no puede parar de reírse?
—Bueno, ya sabe —me encogí de hombros y levanté una mano—, el
dolor estomacal la hace… reírse.
—Oh, cielos —gruñó Caroline con absoluta humillación.
—Señor. —A Jon no le hizo gracia mi mentira. Cruzó los brazos sobre el
pecho y me miró—. No nací ayer. Sé exactamente lo que hacían ustedes dos. Y
ese tipo de relaciones no están permitidas en este vuelo comercial.
—Así que… ¿dices que deberíamos haber ido con Southwest en su lugar?
Dejó escapar un sonido grave. —Esto no es en lo más mínimo divertido.
—Oh, vamos, hombre —resoplé y levanté las manos—. ¿Qué vas a
hacer? ¿Meternos en la cárcel del avión?
Jon hinchó su pequeño pecho de auxiliar enclenque y me dio la mirada. —
Señor, nos hallamos lo suficientemente cerca como para dar vuelta el avión y
dejarlos a O'Hare.
Tenía la sensación de que me tomaba el pelo. No me los imaginaba
dándose la vuelta solo por dos niños cachondos portándose mal, pero joder,
tenía su cara de póquer. Tragué saliva, sintiendo que podría decir la verdad. —
Bueno, mierda.
—¡Oh, Dios mío, no! —Caroline saltó a mi alrededor y sacudió la cabeza
rápidamente—. No, por favor, no puedes hacerle eso. —Apretó el brazo de Jon
desesperadamente—. Se dirige a una entrevista. La entrevista de su vida. Por
favor. —Se llevó la mano al pecho y respiró profundamente—. Fue mi idea.
Esto fue todo… mi idea, y lo siento mucho, mucho. Solo… por favor no le hagas
esto. Puedes llevarme de vuelta a O'Hare. Solo yo. No a él. Voy a aceptar todo el
castigo. Él solo... tiene que llegar a Lake Tahoe.
Cuando las lágrimas llenaron los bordes de sus pestañas, no aguanté
más. —Maldita sea, nena, no. —La atraje hacia mí y le envié al imbécil de Jon
una mueca por hacerla llorar.
Sus ojos se desorbitaron por la preocupación mientras acariciaba el
cabello de Caroline. —No llores, princesa. Si tú no puedes ir, entonces yo
tampoco. Este era tu primer viaje a través del país, tu primer viaje en avión. No
iré a ninguna parte sin ti.
Ella levantó la vista, y una de sus lágrimas suspendida en el aire se
deslizó por su mejilla. —Pero la entrevista…
—A la mierda la entrevista. No podría hacerla si tú no te encontraras allí.
—Le agarré la cara y la miré profundamente a los ojos—. Si tú saltas, yo salto.
¿De acuerdo, Rose?
Comenzó a sollozar entonces. —Dios mío. ¿Estamos a punto de ser
enviados a la cárcel del avión y citas Titanic?
—Lo siento —me disculpé al instante—. Dios, nena. Lo siento mucho.
Esto fue mi culpa. Debí… mierda, no lo sé. Solo dije la cita de la película para
hacerte sonreír.
—Funcionó —juró a pesar de que más lágrimas inundaron su rostro y la
inclinación de sus labios parecía cualquier cosa menos feliz—. Fue tan bonito, y
me encantó. Es que... no quería meternos en problemas. Has sido tan increíble,
y yo solo estoy jodiéndolo todo.
—No... No, no hay ningún problema, señora. —Jon le palmeó el hombro
vacilante, su expresión llena de preocupación—. No quise hacerla llorar. Tome.
—Le empujó un fajo de pañuelos.
—Oh. Gra… gracias —lloriqueó y con cautela cogió un pañuelo de papel
antes de limpiarse la cara—. Así que… ¿no nos va a sacar a patadas del avión?
—Por supuesto que no. Lo siento por asustarla. Solo quería que fuera
consciente de las reglas.
Ella asintió y se sonó la nariz. —De acuerdo. Soy consciente ahora.
Somos muy conscientes.
Todavía la observaba con recelo como si estuviera listo para atraparla en
caso de que se desmayara o alguna mierda. —¿Segura? ¿Se encuentra bien?
—Sí. Gracias. Muchas gracias. Si no le importa, yo... Creo que vamos a ir
a tomar nuestros asientos.
—Claro. —Él le tocó el hombro de nuevo y tuvo la suerte de que yo no le
rompiera la mano—. Voy a hacerle algo caliente para beber y se lo traigo, ¿de
acuerdo?
—Gracias. Eso es muy amable.
Alcé una ceja mientras observaba su acción. Cuando Caroline levantó la
vista hacia mí, sus mejillas se encontraban todavía húmedas por el llanto, pero
ni una sola nueva lágrima llenó sus ojos. Tomó mi mano y nos llevó de vuelta a
nuestros asientos. Sin decir una palabra, nos abrochamos los cinturones de
seguridad y nos sentamos allí, mirando hacia delante.
—¿Estás bien? —pregunté al fin, bajando la cara para lograr mirarla.
Se volvió hacia mí, completamente casual. —Claro. ¿Por qué?
Parpadeé. Y entonces me di cuenta. —Por qué, pequeña mentirosa de
mierda, has jugado totalmente con él. —Y conmigo también, al parecer.
Su sonrisa astuta se deslizó por su rostro. —Bueno, tenía que hacer algo.
Tu actitud de idiota listillo y petulante no nos llevaba a ninguna parte.
Mi boca se movió un momento antes de susurrarle—: Mierda, mujer.
¿Cómo diablos puedes sacar lágrimas de esa manera?
Ella arqueó las cejas. —Tengo tres hermanos. Años de práctica.
—Oh, Dios mío. —Eché la cabeza hacia atrás y solté una carcajada—.
Eres tan impresionante. No soy digno. —Sacudiendo la cabeza, la miré con
asombro—. No soy nada digno.
Se sonrojó y sonrió pero rápidamente bajó la expresión cuando miró por
encima del hombro. Me dio codazo y susurró—: Rápido. Viene con mi bebida.
Por mucho que lo intentara, no podía dejar de sonreír. Dejé caer mi cara
de modo que Jon no pudiera ver mi sonrisa.
—Aquí tiene, señora.
—Muchas gracias. —Caroline se acercó a mí para aceptar su bebida de
cortesía—. Té caliente. Mmm. Huele delicioso.
—Y me disculpo de nuevo —soltó Jon—. No quise molestarla.
—Está bien. No se preocupe. He aprendido la lección.
Me encontraba muy cerca de morir de risa, y Caroline lo sabía porque de
repente, apretó su mano alrededor de mi muslo y me clavó las uñas para
mantenerme tranquilo. Pero joder. Habíamos roto las reglas, y aquí estaba Jon,
disculpándose con ella y sirviéndole un jodido té. Era sin duda la mujer más
entretenida, dinámica, retorcida, increíble y hermosa que había conocido.
Si ya no estuviera locamente enamorado de ella, lo habría estado en ese
mismo momento.
Traducido por Jenni G. & Mitzi Noh
Corregido por Anty

Un hombre con un letrero que decía “Oren Tenning” nos esperaba


cuando bajamos del avión.
Sosteniendo mi mano, Oren comenzó a detenerse cuando lo vio. — Hola
—dijo con vacilación.
El pequeño hombre rellenito levantó la mirada hacia él. —¿Señor
Tenning?
Luego Oren contestó—: Eh, sí… supongo. —El hombre sonrió y le tendió
la mano.
—Lance Stanley. Soy de Booker y Finch, y por consiguiente quien los
lleve al hotel.
—¿Tú… nos llevarás? —La sonrisa de Oren cayó mientras me miraba y
luego a Zwinn—. Yo no… esto es… inesperado. Solo… supongo que pensé que
tendría que encontrar el camino hacia el hotel por mi cuenta.
—Oh no, señor. Este es el servicio completo con la experiencia de la
entrevista. ¿Y puedo decir que es un honor conocerlo? Todo el mundo habla de
su portfolio desde que recibieron la solicitud.
—¿En serio? —Oren parpadeó antes de sacudir la cabeza y aclararse la
garganta—. Quiero decir, gracias. Eso es… genial.
El señor Stanley se giró hacia mí. —Y usted debe ser la señora Tenning.
Reconozco su cara por algunos de los dibujos libres que su marido añadió a su
portfolio.
—Tú… —Demasiado atónita para dejar pasar la parte de señora Tenning,
levanté la mirada hacia Oren, pidiéndole ayuda.
Intervino, levantando la mano y sacudiéndola. —Oh, no. Ella no es…
quiero decir… todavía no. Es… —Me miró con expresión desesperada—. Es mi
prometida.
Mis ojos se abrieron y lo miré boquiabierta. Agarró más fuerte mis dedos.
—Está bien que la haya traído, ¿verdad? Me disponía a pagar de mi bolsillo
todo lo de ella…
—Oh, seguro. Claro. —El señor Stanley despidió las preocupaciones de
Oren—. Por supuesto, puede venir para revisar el área, y dar su aprobación.
Felicidades por su futuro matrimonio, señora.
Cuando el hombrecito me envió una sonrisa, le di una débil sonrisa en
respuesta. —Mmm… gracias. Fue… —Mire a Oren—, toda una sorpresa.
El señor Stanley se inclinó para guiñar un ojo. —Las mejores propuestas
lo suelen ser. —Luego se enderezó y se giró hacia Oren—. La zona de
recolección de equipajes está por aquí.
Oren asintió y tiró de mí mientras seguíamos al señor Stanley. Después
miró hacia atrás con una mueca de disculpa hacia Zwinn, por abandonarlos.
Quinn levantó un pulgar, haciéndonos saber que hallarían el camino al hotel,
sin problemas.
Y así empezó nuestra noche de vino y cena como una casi pareja casada
por los futuros empleadores de Oren, aunque nos enteramos durante el postre
que el señor Stanley era más un secretario ensalzado que un ejecutivo real con
la autoridad de contratar a Oren. La peor parte fue que intentó venderme la
ciudad a mí, hablándome de todas las ventajas de vivir cerca del lago.
Oren le siguió el juego, diciéndole que yo era una estudiante de
cinematografía, lo que iluminó la cara del pobre hombre. —Bueno, California es
el mejor lugar para ese tipo de carrera. Vendrías al área perfecta con seguridad.
—Por lo tanto, ¿todos sus créditos se transferirían sin problemas si ella
viniera aquí el próximo semestre? —preguntó Oren, pareciendo interesado en la
respuesta.
Le envié una extraña mirada, que ignoró completamente.
—Estoy seguro que sí.
Para el momento en que el señor Stanley nos dejó en el hotel por la
noche, mis nervios se hallaban completamente hechos polvo. Silenciosamente
seguí a Oren a la habitación después de registrarnos, y no dije nada hasta que
metió todas nuestras maletas dentro de la suite y cerró la puerta. Después me
quedé ahí, mirándole mientras dejaba el equipaje en la cama y de inmediato se
dirigía a la ventana para echar un vistazo a las vistas.
Finalmente, rompí el silencio. —¿Te importaría decirme que demonios
acaba de suceder?
Miró hacia atrás e hizo una mueca. —Hablas de la cosa de la prometida,
¿no?
Gemí ante el sonido de la palabra y asentí.
Suspiró y vino hacia mí. —No lo sé. Solo… se me escapó. No esperaba
que alguien me recibiera en el aeropuerto, te recibiera. Decirle que solo eras mi
novia sonaba algo irresponsable, como si solo te hubiese traído conmigo para ir
de fiesta a Lake Tahoe.
—Oh, así que… mentirle te pareció mucho más responsable, ¿eh?
—Mierda, no sabía qué hacer. Me preocupaba un poco que no te dejaran
venir conmigo si no nos hacía parecer más… permanente. Así que improvisé.
No estás tan enfadada ¿verdad?
Lentamente, sacudí la cabeza. —No, pero… si terminas consiguiendo
este trabajo porque te hice lucir más como el responsable hombre de familia,
entonces me debes una parte de todos los sueldos que consigas.
Sonriendo, presionó su frente con la mía. —Lo tienes, nena.
Con una risa inesperada por todo lo que habíamos pasado hoy, le sonreí.
—Primero, soy la novia falsa frente a tus padres, ahora la prometida falsa frente
a tu futuro jefe. No puedo esperar para jugar a la esposa falsa después.
Oren tomó mi mano y besó mis nudillos. —Y estoy seguro de que serías
la mejor esposa falsa del mundo. Ahora, ven aquí y mira estas vistas.
Me llevó hacia la ventana, y contuve el aliento mientras contemplaba la
playa de arena iluminada con antorchas tiki y el más colorido anochecer
brillando en las lentas olas del agua del lago.
—¡Guau! —Inhalé cuando Oren me rodeó con los brazos detrás de mí y
apoyó su barbilla en mi hombro—. Vale, podemos mudarnos aquí.
Riéndose en mi oído, giró su cara para poder besar mi mejilla. —
Podríamos construir nuestra casa falsa en la playa y vivir falsamente para
siempre.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras sustituía por diferentes
palabras todas las falsas. Pero luego solo negué con la cabeza, recordándome
que era todo… falso. Si Oren se mudara aquí, yo no vendría con él.

Oren llamó a Quinn, quien le informó que Zoey se hallaba mareada


después del viaje en avión; nos verían en el desayuno. Así que Oren y yo
tomamos todas las ventajas del alojamiento. Pidió una botella de champán a la
habitación, y nos quedamos en la cama, bebiendo de las copas burbujeantes en
forma de flauta mientras veíamos películas hasta que nos empezamos a besar y
luego hicimos el amor en la cama extra grande del hotel.
La mañana siguiente me desperté desnuda y relajada, medio tumbada
encima de él. Una de sus manos descansaba sin fuerzas en mi culo y la otra se
encontraba enredada en mi pelo. Lo desperté haciendo un camino de besos en
su pecho. Se quejó, luego gruñó, y después gimió cuando mis labios se
envolvieron alrededor de su erección matutina.
—Mujer —murmuró, hundiendo sus manos en mi pelo. Me dejó
chuparlo durante unos minutos antes de separarme y sacarme de la cama, solo
para llevarme al baño y tomarme duro y desesperadamente contra la enorme
pared de la ducha del hotel.
Después de vaciarse dentro de mí y yo haber jadeado mi liberación en su
hombro, besó mi mejilla y preguntó—: ¿Alguna vez sientes como si estuviera
desgastando tu coño? Quiero decir, mierda. ¿Qué pasa si empiezo a dejarte en
carne viva por tomarte tantas veces?
Cuando su mano bajó para acariciarme suavemente entre mis piernas,
me reí y presioné mi frente con la suya. —¿Alguna vez se siente como si mi
coño dejara en carne viva a tu polla?
Él sonrió. —No.
Me encogí de hombros. —Ahí tienes tu respuesta.
Con una risa divertida, envolvió los brazos alrededor mío y presionó su
mejilla contra la mía. —Amo tu forma de pensar.
Yo lo amaba, punto.

Después de vestirnos, nos reunimos con Zwinn abajo en el comedor para


un desayuno continental. Zoey parecía una sábana blanca cuando se sentó con
Quinn en la mesa, bebiendo de una taza lo que parecía ser jugo de manzana.
—Joder, te ves como la mierda —espetó Oren.
Golpeé su brazo y le envié una mirada.
—¿Qué? —preguntó mientras hacía un gesto hacia ella—. Está tan pálida
como un maldito fantasma.
También me preocupaba por ella. Solo habían pasado unos meses desde
que le extirparon un riñón cuando se lo donó a su malvada medio hermana. Y
le rogué a dios para que no estuviera teniendo una mala reacción de eso.
Pero ella negó con la cabeza y nos ofreció una débil sonrisa. —Estoy bien.
Solo… un poco nerviosa. Mi padre me dejó un mensaje misterioso anoche. Algo
sobre Cora.
Oren gruñó, sin gustarle la medio hermana de Zoey en absoluto. —Si esa
perra está ahí, váyanse, ¿me oyes? —Miró a Quinn—. No dejen que los arrastre
en más de sus dramas.
—Oh, no tienes que avisarme. —Quinn tomó la mano de Zoey para
ofrecerle apoyo—. Estamos totalmente preparados para dar media vuelta hacia
el hotel si ella aparece.
—Bien. —Oren asintió y soltó un suspiro. Me miró, y vi remolinos de
inquietud en su mirada. Cuando toqué su pierna debajo de la mesa, cogió mi
mano. Pero el malestar no disminuyó. Parecía crecer y ulcerarse todo el tiempo
que duró nuestro desayuno.
Para el momento que Zwinn anunció que iban a ir a ponerse en marcha e
ir a donde su padre, Oren incluso tenía sudor resbalando por la frente. Con una
inclinación de cabeza, me miró. —Creo que es hora de ponerme mi traje.
Entonces me di cuenta. Se encontraba nervioso por la entrevista. Después
de seguirlo hasta la habitación y que entrara al baño para cambiarse, busqué en
el cuaderno que el hotel dejó en la habitación, presumiendo sus lugares de
entretenimiento. Luego lo lancé a la cama, decidiendo que iría a tomar el sol a la
playa con una bebida de frutas que tuviera una sombrilla, la mayor parte de la
tarde. Dios, este iba a ser el día más largo de mi vida, esperando que apestara
en la entrevista tanto como esperaba que le fuera genial, todo mientras me
preocupaba por el viaje de Zwinn.
Iba a alcanzar el mando de la televisión para mantenerme ocupada
cuando se abrió la puerta del baño, y salió un maldito extraño.
Oren se afeitó todo el cuello e incluso se alisó el pelo hacia atrás. Su traje
recién sacado de la tintorería era elegante y hacía que sus hombros parecieran
increíblemente anchos. Mi boca se secó mientras miraba a este empresario
tremendamente guapo.
—Oh Dios mío —dije, y mi boca se abrió—. Tengo tantas ganas de darte
una mamada en este momento.
Cuando me mostró esa sonrisa arrogante que era lo que adoraba más de
él, me deslicé fuera de la cama y me contoneé hasta su ubicación.
—Es la corbata, ¿no es así? —preguntó, tocándose la garganta.
—Es todo acerca de ti, Oren Tenning. —Me arrodillé enfrente suyo y me
quedé mirando sus pantalones hasta que comenzó a formarse una tienda de
campaña. Entonces miré a sus brillantes ojos—. Tengo la sensación de que el
señor Grey me verá ahora.
Cuando lo desabroché, él inspiró y agarró el marco de la puerta del baño
con una mano. —Supongo que esa es la frase de una película.
—Mmm. Muy bien. —Sacándolo, caliente y palpitante en mis manos,
lamí el líquido de eyaculación prematura de la cabeza y después besé su marca
de nacimiento antes de tomarlo en mi boca.
Su traje de tintorería se hallaba tan fresco y limpio, que no me atrevía a
hacer nada que pudiera ensuciarlo. Así que cuando me advirtió que se iba a
venir, tragué hasta que terminó. Cuando me aparté y lo miré, se me quedó
mirando con una mirada aturdida en sus ojos, y se apoyó fuertemente contra el
marco de la puerta.
—Eso fue… eso fue… mierda, mujer. Ni siquiera sé cómo decirte lo que
me haces. —Se inclinó y me levantó en sus brazos—. Aquí estaba, volviéndome
jodidamente loco por la entrevista, y tú solo… relajaste cada nervio agitado en
mí. ¿Ahora ves por qué tenía que traerte?
Honrada porque se sintiera de esa forma, acuné su cara entre mis manos
y lo miré a los ojos antes de simplemente decirle—: De nada.
Se rió en voz baja y cerró sus ojos antes de presionar su frente con la mía.
—Voy a echarte de menos hoy. —Cuando se retiró, su mirada preocupada me
escrutó—. ¿Vas a estar bien aquí sola?
Asentí. —Oh, sí. Claro. Planeo conseguir el bronceado de toda una vida.

Mi día de tomar sol en la playa funcionó mejor de lo que esperaba. Tenía


un tostado dorado al medio día, así que caminé hasta una cabaña cercana, me
pedí algo de comer, rechacé una bebida de un hombre que me miraba en el bar,
luego fui a la habitación y me quedé dormida viendo una película que encontré
en televisión. Y no me preocupé por Oren ni una sola vez.
Bueno, de acuerdo. Me preocupé todo el maldito día, pero todo lo demás
era cierto.
El sonido de mi teléfono móvil me despertó a media tarde de mi siesta.
—Estamos de vuelta —anunció Quinn en mi oído—. El teléfono de Ten
fue directamente al correo de voz así que imagino que sigue en la entrevista.
¿Quieres pasar el rato en nuestra habitación hasta que vuelva?
Miré a la solitaria suite. —Sí, gracias.
—Ningún problema. —Me dio el número de su habitación y la encontré
unos minutos después en el piso debajo del mío.
Zoey se encontraba sentada en la cama, mirando a la pared cuando
Quinn me abrió la puerta. La miré y luego de nuevo a él cuando entré,
sintiendo al ínstate la incomodidad. —¿Cómo…? ¿Cómo fue todo?
Quinn se encogió de hombro intranquilo. Zoey me miró, pero la
conmoción en sus ojos hizo que pareciera como si realmente no me viera. — Oh.
Em… bien.
Me senté a su lado y tomé su mano, mirando a Quinn en busca de una
explicación.
Se encogió de hombros otra vez. —Su padre le ofreció un millón de
dólares en un fondo fiduciario que le quitó a Cora, y oh… su hermana está en
un manicomio… después de intentar suicidarse.
Miré entre los dos antes de graznar—: ¿Qué?
Zoey agitó una mano hacia su novio. —Lo que dijo él.
Quinn suspiró y se dejó caer en la cama al otro lado de Zoey, boca arriba
con los pies en el suelo. Parecía tan conmocionado como Zoey. —Supongo que
el señor Wilder decidió ser más duro con Cora y trató de conseguir que se
comportara. Terminó sacándole todo su fondo fiduciario, y… a ella no le gustó
eso. Así que se puso un poco… —Envió una mirada preocupada a Zoey.
—Loca —dijo Zoey por él mientras se giraba hacia mí—. Se volvió
malditamente loca, trató de suicidarse, cortándose las venas, tomó un montón
de pastillas. Ella… es un desastre. Ahora está en un centro de rehabilitación,
bajo observación. Oh, pero no solo tengo que sentirme culpable por eso, luego
nuestro padre me dice que me va a dar todo el dinero que le quitó.
—Espera. ¿Por qué tienes que sentirte culpable por eso? —pregunté.
—Su padre se la llevó de Ellamore por mí. Desbaraté toda su vida. Le
robé a su novio. Yo…
—Tú no me robaste —gruñó Quinn, sentándose para tomar el rostro de
Zoey entre sus manos e hizo que lo mirase a los ojos—. Nos enamoramos.
Pero el labio inferior de Zoey tembló. —Nada de esto habría pasado si no
hubiera ido a Ellamore.
—Sí, y probablemente estaría ahora muerta —interrumpí, haciendo que
las dos mitades de Zwinn pusieran su atención en mí—. Le diste un riñón, Zo.
Después de toda la mierda que les hizo pasar a Quinn y a ti, todavía le salvaste
la vida. No hiciste nada malo. Si Cora está chiflada, es su maldita culpa, y digo
que se merece todo lo que obtiene.
—Amen —dijo Quinn en voz baja mientras le besaba la sien a Zoey.
Zoey se apoyó en él, puso su mano ofreciéndole apoyo en su muslo, y
giró su mirada hacia mí. —Es que… no quiero ese dinero. Su dinero. Se siente
manchado. Quiero decir, mira en lo que la convirtió.
Levanté un dedo censurador. —En primer lugar, se convirtió a sí misma
en una perra malvada. El dinero no tiene nada que ver con la maldad de esa
chica. Y en segundo lugar… —Me encogí de hombros—. No tienes que aceptar
el dinero si no quieres. Nunca dejes que los ricos traten de controlarte con
dinero. Pero…
Cuando sus ojos se agudizaron como si quisiera escuchar mi pero, sonreí
y me detuve. Luego murmuré—: Estoy segura de que siempre puedes encontrar
algo útil para él. Obras benéficas… o tal vez un nuevo fondo fiduciario para tus
futuros hijos.
Se mordió el labio, pensativamente —Supongo que tienes razón.
Quinn empezó a mecerse adelante y atrás con los brazos apretados
alrededor de ella. —Estoy con Caroline. Puedes hacer lo que quieras con él. Y
eres demasiado buena en tu esencia como para dejar que algún tipo de dinero te
convierta en algo que no eres. Pero siempre y cuando no vuelva nunca a Cora,
soy feliz.
Después de otro momento pensando, Zoey asintió. —Tienen razón,
chicos. Tal vez voy a aceptarlo.
Quinn besó su cabello y yo le apreté la mano. —Claro que lo harás.
Mi celular sonó, haciendo que cada músculo de mi cuerpo se tensara. —
Es Oren —anuncié, mi estómago saltando con nervios cuando vi su nombre—.
Oye. ¿Cómo fue la entrevista?
—Dios, tu voz suena bien —respondió—. Pero, ¿dónde estás? Nuestra
habitación está vacía.
—Estoy en la habitación de Zwinn. Acaban de volver y mierda. Tengo la
sensación de que vas a amar las nuevas noticias sobre Cora.
—¿Oh sí? ¿Qué pasa con ella? Por favor, dime que está en un manicomio.
Me reí, preguntándome cómo demonios adivinó eso. Le informaba cómo
se volvió loca cuando la puerta de la habitación se abrió y él entró.
—Ya era hora de que la Zorra por fin obtuviera lo que se merecía —
anunció mientras caminaba hacia mí. Levantándome de la cama, me besó con
fuerza. Todavía llevaba ese traje caliente, así que agarré su corbata y me aferré
a él cuando su lengua se disparó posesivamente en mi boca.
—¿Significa esto que la entrevista fue bien? —pregunté cuando me alejé
por aire.
Cerró los ojos y enterró su cara en mi cabello. —Sí —dijo, sonando un
poco reacio a admitirlo—. Fue… genial, en realidad.
El dolor me invadió. Sabía que era horrible tener una pequeña parte que
secretamente esperaba que le hubiese ido mal así no podría dejarme, pero no
podía evitarlo. Iba a doler muchísimo cuando tuviéramos que separarnos.
—Estoy tan feliz por ti. —Besé su pecho y sus pestañas se abrieron.
Su mirada era ilegible por un momento antes de que mirara alrededor de
la habitación y anunciara—: Vamos a emborracharnos.

Zoey quería cambiarse antes de dirigirse a la playa, pero Oren estaba


ansioso de empezar su fiesta, como él la llamaba. Yo quería un momento a solas
con mi mejor amiga para ver cómo se sentía en verdad después de su viaje de
hoy, así que cuando los chicos salieron delante de nosotras, encontramos algo
de ropa de playa apropiada para ponernos.
—Así que, en serio —pedí cuando Zoey ataba un pareo alrededor de su
traje de baño de una sola pieza—. ¿Cómo estás?
Suspiró. —¿La verdad? No tengo ni idea. —Luego me miró y se echó a
reír—. Estoy un poco aliviada y sin embargo me siento mal por Cora y a pesar
de todo me alegro de que consiguió lo que se merecía, pero luego me siento
completamente culpable por pensar eso, y…
Cogí su mano para calmarla. Luego sonreí. —Está bien. Lo entiendo.
Asintió. —Creo que Quinn también está bien. Se veía muy sorprendido
cuando el señor… quiero decir mi papá nos habló de ella, pero… creo que está
bien.
—Estoy segura de que siente lo mismo que tú —acordé—. Quiero decir,
Cora lo jodió casi tanto como te jodió a ti. —Luego le sonreí—. Pero creo que es
adorable lo preocupados que están el uno por el otro. —Con una palmadita en
el brazo, declaré—: Ustedes van a salir bien de esto.
Finalmente estuvo de acuerdo y tomé su mano para llevarla por la
habitación del hotel. Le hablé de lo sexy que pensé que Oren se veía en su traje
mientras paseábamos por las escaleras empedradas hacia la entrada en la playa,
y rodó los ojos antes de decirme que era irremediable. Luego señaló. —Oh, ahí
están los chicos.
Alcé la mirada para encontrar a Quinn y Oren, justo por delante de
nosotras. Se habían puesto camisetas y pantalones cortos, y se encontraban
siendo acechados por tres mujeres que se detuvieron delante de ellos.
Una de ellas bajaba la parte superior de su bikini, enseñando a Oren y a
Quinn sus tetas. —¿Chicos, están buscando un poco de diversión?
—Vaya. —Quinn de inmediato se dio la vuelta. Sus ojos se hallaban
abiertos con horrible conmoción cuando enfrentó nuestra dirección y nos vio ir
hacia ellos. Pero Oren no se retiró en lo más mínimo.
Por supuesto, no podía ver su expresión desde atrás, pero era obvio que
él miró su pecho expuesto por más de unos pocos segundos.
Luego finalmente dijo—: Sabes… no deberías estar muy orgullosa de
esas cosas, cariño.
La boca de la mujer cayó abierta, claramente insultada —¿Perdón?
Oren resopló. —Muy pequeños. —Señaló a la mujer a la derecha—. Muy
falsos. —Levantó la barbilla hacia la otra a la izquierda. Luego señaló a la que se
exponía en el medio—. Y muy jodidamente flojos. Si quieres ver un par de
pechos perfectamente llenos y naturales, deberías ver los de mi novia. —Silbó,
largo y alto—. Ahora las de ella son excelentes tetas de grado A.
Quinn eligió ese momento para aclararse la garganta y dar un codazo a
Oren en el brazo. Oren lo miró. —¿Qué?
Quinn nos señaló y Oren se giró en nuestra dirección. Cuando su mirada
se encontró con la mía, su sonrisa creció. —Ahí estás —gritó—. Ven aquí, bebé.
Cuando lo alcancé, agarró mi muñeca y me dio la vuelta hasta que me
enfrentaba a las mujeres todavía boquiabiertas. Balanceando sus brazos a mi
alrededor desde atrás, tomó mis pechos con ambas manos. —Observen esta
mierda. —Sus dedos me amasaban a través de mi ropa—. Esto es perfección.
Los mejores pechos de todos los tiempos.
Mientras que las tres mujeres jadearon aturdidas antes de correr lejos, lo
miré sobre el hombro solo para hacer una mueca ante la potencia de su aliento.
—¿Cuánto has bebido ya?
Su sonrisa era un poco vidriosa. —No tengo ni idea, pero vamos a
divertirnos poniéndote al día conmigo.
Traducido por valentina.hermanaoscura & Mary Warner
Corregido por Pachi Reed15

Lo juro, un camión de dieciocho ruedas es lo que me despertó la mañana


siguiente, ya que se estrelló contra mí y luego retrocedió antes de golpearme de
nuevo.
Gemí y luego hice una mueca al escuchar mi propia voz demasiado alta.
—Santa… mierda.
Había pasado un tiempo desde que desperté con este tipo de resaca. Me
acosté en las sábanas segundos antes de que pudiese estar seguro de que seguía
de una pieza. La luz que se colaba por la rendija de la cortina de la ventana
seguía empeorando mi dolor de cabeza, pero no había manera de que me fuese
a mover a corto plazo para ir a cerrar por completo la cortina.
—Oh Dios mío. —Una voz ronca sonó a mi izquierda—. ¿Por qué hay
tanta arena en la cama?
Me las arreglé para rodar mi cabeza y me sentí eternamente aliviado de
ver a Caroline a mi lado porque no recordaba nada —ni una maldita cosa— de
la noche anterior, excepto una vaga visión de bailar con ella en la playa en una
fiesta con un montón de extraños.
—Viendo la cantidad de arena en mi culo —arrastré las palabras—, voy a
decir que probablemente nos acostamos en la playa.
Gimió y se agarró la cabeza antes de suplicar—: Por favor… haz que
pare.
No estaba en condiciones para levantarme de la cama, pero mi mujer se
sentía mal, así que rodé hasta que caí en el suelo. Maldiciendo a mis adoloridos
músculos y cabeza, agarré la mesita de noche y la usé para ayudarme a
ponerme de pie. Desnuda y enredada en las sábanas, Caroline me observaba
con ojos borrosos e inyectados en sangre.
—Te tengo —murmuré y la levanté, dando tumbos hacia el baño en vez
de ir en línea recta.
Dejó caer su mejilla contra mi hombro y se aferró a mí en una manera
floja y débil. Agradecido de que hubiese un banco para sentarse en la ducha, la
senté y abrí la regadera, asegurándome de tener la temperatura correcta antes
de mojarla.
Con un suspiro de gratitud cuando el agua la golpeó, abrió sus ojos y me
dio una sonrisa cansada, solo para fruncir el ceño cuando me vio el brazo. —
¿Qué…?
Miré lo que le había llamado la atención, sorprendiéndome al ver un
trozo de gasa pegado en mi brazo. Cuando puse la mano sobre la gasa, una
picadura familiar me dijo exactamente lo que había pasado.
—Oh… joder. —Me golpeé con el puño en mi palpitante cabeza y
maldije un poco antes de admitir—: Creo que conseguí otro maldito tatuaje
estando borracho. —Me encogí de hombros—. Nunca salen bien los tatuajes
cuando me los hago borracho. La última vez me hice un tatuaje del campeonato
de futbol con Gam, perdimos el partido al día siguiente.
Me apresuré a salir de la ducha y me fui al espejo para quitarme el
vendaje. Las palabras entintadas en mi piel se veían al revés en el reflejo, pero
aun así podía decir con exactitud que decía. A medida que mi boca se abría por
la sorpresa, Caroline exclamó—: ¿Qué dice?
Seguí mirándolo, sin saber que decir. —Uh…es, um…
—No te hiciste nada femenino como un corazón, una rosa o una
mariposa, ¿verdad?
—No… —Parpadeé ante el tatuaje—. Es… en realidad es una palabra.
—Bueno, ¿qué dice?
—Nada. —Fue rápido responderlo. Demasiado rápido.
—¿Nada? —repitió—. ¿Cómo, literalmente la palabra nada? ¿N-A-D-A?
—Sip. Dice NADA.
—¿Por qué te tatuarías algo que dice NADA?
—Probablemente porque era un borracho estúpido. ¿Por qué hacemos
algo? ¿Por qué este mundo es redondo y gira en círculos? ¿Por qué el sol sale en
la mañana y la luna de noche?
—Está bien, ahora suenas raro. —Caroline abrió la puerta de la ducha y
abrió la boca, solo para congelarse cuando me giré y vio el tatuaje ella misma.
Sus ojos se abrieron—. Ese es mi nombre.
—Sí… —dije lentamente. Tenía su nombre incrustado en mi piel… con
tinta permanente.
Constantemente molestaba a Pick por tatuarse el nombre de su mujer en
su piel. Le dije que era un mal augurio. Iba a terminar perdiéndola de alguna
manera —se marcharía, moriría, se la llevarían unos monos voladores— y
entonces él se quedaría atrapado con un agridulce recuerdo de lo que ya no
tenía. Y aun así, aquí estaba, copiando a ese hijo de puta. Nunca me dejaría
vivir tranquilo. Abrí los ojos y atrapé a Caroline estudiándome tranquilamente.
—¿Qué? —pregunté.
Negó antes de sonreír. —Podría haber sido peor. Podrías haberte puesto
borracho y acostado con otra, pero en su lugar, pensaste en mí, y ahora tienes
mi nombre grabado en tu cuerpo.
Suspiré. Sí, creo que podría haber sido peor. Pero seguía preocupado,
porque en serio, nunca pasaba nada bueno cuando me tatuaba en estado de
embriaguez. Aunque me emocionaba un poco ver su nombre grabado en mi
piel, y aún más ver lo mucho que parecía gustarle a ella, también me recordó lo
difícil que era, porque joder, ¿y si esa mala suerte terminaba haciendo que la
perdiese?

Todavía no estaba muy contento para el momento en que terminamos de


limpiarnos y salimos para desayunar. Llevaba ropa oscura y me recosté contra
Caroline para mantenerme en pie, mientras ella se recostaba contra mí por la
misma razón. Lo señalé, tan pronto cuando vi a Ham.
—Hijo de puta. ¿Qué demonios pasó anoche? —Levanté mis manos
mientras me alzaba sobre él. Levantó la vista de su desayuno, y arqueé mis
cejas—. ¿Dejaste que me hiciera un maldita tatuaje?
Sabía que él tenía que haber estado sobrio toda la noche. No solo era un
mal bebedor al principio, pero desde que su mujer no podía beber demasiado
después de su donación de riñón, él siguió el mismo camino.
Solo sonrió y negó. —Si supieras todo lo que te impedí hacer anoche, te
darías cuenta de que el tatuaje fue algo pequeño.
—Oh Dios. —Me dejé caer en una silla y acuné mi cabeza entre las
manos—. ¿Qué más pude hacer?
Si me dice que traté de ligar con otra, vomitaría. No sería tan difícil; ya
siento como que podría hacerlo. Cuando Caroline se sentó a mi lado y me tocó
la espalda, puse la mano en su pierna, preparándome para lo peor.
Hamilton y Rubia se miraron el uno al otro antes de sacudir sus cabezas
y sonreír. —Hombre, ustedes dos sin duda saben cómo pasar un buen rato —
fue todo lo que dijo.
Pero necesitaba un poco más de información. —¿Qué? —demandé—.
¿Qué hicimos que podría ser peor que un tatuaje?
—¿Por dónde deberíamos comenzar? —Hamilton se rió entre dientes—.
Primero, tuve que evitar que hicieses besar el suelo a un tipo que miraba a
Caroline. Supongo que notaste que le ofreció comprarle una bebida por la tarde,
y… —Silbó entre dientes y sacudió la cabeza—. Después de que te aparté de él,
hiciste todo un espectáculo diciéndole a todo el que pasaba por nuestro lado
que ella era tu mujer. Lo juro, toda la gente en Nevada, Oregón y Arizona
escuchó que Caroline estaba contigo.
—Está bien —dije despacio. Podía manejar el haberle dicho a un montón
de borrachos que Caroline era mía—. ¿Eso es todo?
—Ni siquiera un poco. —Zwinn intercambiaron miradas divertidas entre
ellos—. Hubo un momento en que decidiste que le ibas a decir a Noel sobre…
—Hizo un gesto señalándonos a Caroline y a mí—. Ya sabes.
Eché un vistazo a Caroline. Llevaba gafas de sol también, así que no
podía ver sus ojos, pero se cubrió la boca con la mano, obviamente horrorizada.
—Mierda. —Miré a Ham—. Por favor, dime que me detuviste.
Asintió. —Por supuesto. Confisqué ambos teléfonos y los guardé toda la
noche. Tomen. —Nos lanzó los celulares.
—Menos mal. —Dejé escapar un suspiro y tomé la mano de Caroline—.
Bueno, gracias por detenerme. —Lo peor que podría haber hecho era decirle a
Gamble por teléfono que estaba con su hermana mientras me encontraba
borracho y la tenía al otro lado del país.
Ham asintió. —Y eso ni siquiera es lo mejor.
—Oh Dios —gemí—. ¿Qué más?
—Bueno… nos cruzamos con la fiesta de una boda en la playa. Supongo
que había por ahí una de esas capillas abierta las veinticuatro horas para bodas.
Ellos aceptan clientes sin cita e incluso los pueden casar en la playa.
Fruncí el ceño y me rasqué mi cabeza aún adolorida. —Pensé que solo
tenían esas cosas en Las Vegas.
Rubia se rió, así que le fruncí el ceño. —¿Qué?
—Eso es exactamente lo que dijiste anoche —me informó—. Cuando te
encontrabas completamente perdido.
—Y justo en ese momento decidiste que querías casarte con Caroline —
agregó Ham.
Caroline se inclinó hacia delante. —Lo siento, ¿qué?
—¿Traté de casarme? —repetí, levantando mis cejas con incredulidad—.
¿Anoche?
Zwinn asintió, y se echaron a reír.
—Pero nos detuvieron, ¿verdad? —Cuando volvieron a asentir, tanto
Caroline como yo dejamos escapar suspiros de alivio—. Bueno, mierda. Está
bien, puedo ver por qué decidiste dejarme hacer un tatuaje después de eso.
—En realidad. —Ham enrolló la manga de su camisa para revelar la
palabra Zoey garabateada en su bíceps—. El tatuaje fue idea mía. Fuiste tú quien
me copió la idea.
Negué. Guauu. Al parecer, había sido un chico ocupado.
—Diseñaste esto para mí en el salón de tatuajes —continuó Ham con
orgullo mientras miraba con adoración su tatuaje antes de sonreírle a Rubia.
—Espera. —Agité mis manos—. ¿Estaba casi ciego de la borrachera y me
dejaste diseñar un tatuaje que vas a tener en la piel por el resto de tu vida?
Hombre, eso es jodido.
Quinn se encogió de hombros. —Todo salió bien, así que no tuve ningún
problema con ello.
Me volví hacia Caroline y sacudí la cabeza.
Después de un segundo, una lenta sonrisa se extendió por su rostro. —
Creo que este es el mejor viaje que he tenido en mucho tiempo.

Una vez que regresamos a Illinois y tuve que regresar a Caroline de


nuevo con su hermano, creo que pasé por una mini depresión de mierda o algo
así. Todavía me pasaba todas las noches para recogerla en nuestro lugar, la veía
todos los días, y hablaba con ella constantemente a través de mensajes, pero no
era lo mismo.
En Lake Tahoe, no había tenido que esconderla, ni necesitado colarme a
hurtadillas. Había podida tenerla toda la noche y despertarme a la mañana
siguiente con ella a mi lado. Joder, de acuerdo con Ham, había sido capaz de
anunciar mis sentimientos por ella lo suficientemente alto en público para que
hasta la gente de tres estados de alrededor los conociesen.
Pero ella… joder, aquí todavía era un secreto. Y odiaba eso. Caroline
Gamble no era mi secreto. Ella era mi corazón y mi alma, y no podía seguir con
esta mierda por mucho más tiempo.
Había estado tratando de esperar hasta que Caroline sacase a colación el
tema y fuese su idea, para que no se sintiese ansiosa o asustada cuando por fin
se lo dijésemos a Gamble, pero simplemente… no podía aguantar mucho más.
Además, otras cosas me obligaban a tomar decisiones antes de lo
esperado.
Así que alrededor de una semana después de lo Lake Tahoe, la llevé a mi
habitación, después de recogerla en nuestro lugar, y le dije—: Hay algo que
necesito decirte.
Parpadeó y se echó hacia atrás sorprendida. —Está… bien —dijo
lentamente—. Suena serio.
Asentí. En realidad, había tres cosas de las que necesitábamos hablar, así
que le tomé sus manos y la miré a los ojos. Pero cuando abrí la boca, algo hizo
templar las paredes del pasillo justo fuera de mi habitación.
—¿Qué demonios? —Intercambiamos miradas de preocupación y a la
vez nos apresuramos hacia la puerta—. ¿Rubia? —grité. Ham se había ido a
trabajar, por lo que solo podía ser ella.
—Oh, mierda. —Se encontraba en el suelo, medio apoyada contra la
pared e inconsciente. Corrí a su lado, mi corazón yendo a mil por hora—.
¡Rubia!
—Oh Dios mío. ¿Zoey? —Caroline estaba justo a mi lado, arrodillándose
conmigo mientras estiraba mis manos temblorosas, temeroso a lo que pudiesen
encontrar. Cuando sentí el pulso en mis dedos al tocar su garganta y su aliento
en mi brazo, me senté de cuclillas aliviado.
—¿Qué le pasa? —Colocándose al otro lado de Rubia, Caroline le apartó
el cabello de la cara suavemente.
—No tengo idea. Creo que simplemente se desmayó.
—¿Pero por qué? ¿Crees que tenga algo que ver con su trasplante de
riñón?
Mirándola, compartimos expresiones similares de preocupación. —
Vamos a llevarla a un hospital. —Me incliné para recoger la figura inerte del
suelo—. Llama…
—Ya estoy en ello. —Miré hacia arriba justo cuando Caroline terminaba
de marcar y se ponía el móvil en la oreja.
—Dios, eres una jodida mujer increíble.
Me guiñó un ojo pero luego comenzó a morderse el labio mientras
esperaba. —Vamos, Quinn, contesta, contesta.
—No hay forma de que vaya a escuchar el móvil en ese lugar. Es un
milagro cuando escuchamos el teléfono fijo.
—Entonces llamaré a Noel y lo enviaré a recoger a Quinn.
—Buena idea. —Gruñí cuando me enderecé con todo el peso muerto de
Rubia en mis brazos.
—Jodida mujer increíble, recuérdalo —dijo Caroline, volviendo a marcar
en el móvil. Corrió por delante de mí para abrir la puerta principal. Le di las
gracias con un beso en la mejilla antes de cruzar la puerta.
—¿Noel? —comenzó, luego frunció el ceño—. ¿Hola? ¿Noel? Maldición.
—Sacudió el móvil mientras le fruncía el ceño—. La conexión es malísima. Me
pregunto dónde diablos está.
—¿Le dijiste que ibas a salir con Rubia esta noche?
—Sí. Gracias a Dios. —Mientras me detenía para apoyar un brazo contra
la pared y tratar de distribuir el peso de Rubia, Caroline miró hacia atrás y se
detuvo—. ¿Estás bien?
—Sí. Solo… bien. Vamos. —Finalmente tenía un agarre firme.
Caroline una vez más me sorprendió con su previsión cuando nos llevó
al coche de Rubia y lo abrió con un juego de llaves que había cogido del gancho
de la pared antes de salir de casa.
Rubia se despertó de camino al hospital en el asiento trasero donde la
habíamos recostado con su cabeza en el regazo de Caroline.
—¿Qué está pasando? —Parecía desorientada y somnolienta—. ¿Dónde
estamos?
—Te desmayaste, cariño. —Caroline presionó su mano contra la frente
de Rubia y después la ayudó a sentarse—. Te estamos llevando a que te revisen.
—¿Me desmayé? —Fue el turno de Rubia para presionarse la mano contra
la frente—. Eso es tan extraño. Nunca me había desmayado. Recuerdo sentirme
mareada, así que fui a la cocina para beber algo cuando el pasillo se inclinó y
todo se volvió negro.
—¿Crees que tenga algo que ver con tu trasplante de riñón?
Rubia miró a Caroline por un momento antes de sacudir su cabeza
lentamente. —No sé. No creo. Después de la recuperación inicial, no he tenido
ningún efecto secundario. Y honestamente, me siento bien. No tenemos por qué
ir al hospital.
—No importa —le dije—. Ya estamos aquí. Y vamos a averiguar qué
demonios te pasó.
—¿Ten? —dijo, observándome en el volante de su auto como si la
sorprendiese verme allí. Entonces miró el asiento vacío del pasajero a mi lado—.
Te ves gracioso allí solo.
—Sí, no me importa, estoy llevando a mis dos Miss Daisies a la tienda.
Rubia miró a Caroline, quien sonrió. —Le está yendo bien con las citas de
las películas, ¿verdad?
Me reí y hallé un lugar para estacionar cerca de la sala de emergencias.
Pero después de que me bajé y les abrí la puerta a mis dos damas, Rubia se
resistió. —No tenemos… que ir. ¿Qué pasa si nos enteramos de que algo anda
mal?
—Entonces es mejor enterarnos ahora y no después. —Caroline le dio un
empujón por atrás y cuando Rubia cayó hacia mí, agarré su mano y la ayudé
todo el resto del camino desde el carro.
Sus dedos se envolvieron alrededor de los míos, y pánico ensombreció su
rostro. —Quiero a Quinn.
El teléfono de Caroline apareció en su mano. —No te preocupes. Lo
encontraré por ti.
—No, espera. Sabes qué, esto no es nada. Estoy segura que no tengo
nada. No lo llames. No quiero preocuparlo en el trabajo debido a una falsa
alarma.
—Pero y si… —empecé, solo para callarme cuando Caroline me envió
una mirada de advertencia.
Rubia alzó sus ojos preocupados hacia mí, por lo que aclaré mi garganta
y asentí. —Bien, no lo molestaremos. Todavía.
Entonces, nos sentamos en la sala de espera por cerca de una maldita
media hora con una suspirante Rubia diciéndonos constantemente que esto era
ridículo porque se sentía bien.
Nunca fui tan feliz de escuchar a alguien llamar su nombre. —Gracias
jodido Dios.
Los tres no pusimos de pie y cuando nos llevaron a un cuarto donde ella
se sentó en un catre, Caroline se fue a un lado y agarró una de las manos de
Rubia, mientras yo hice lo mismo desde el otro lado. Le di a sus dedos un
apretón de apoyo mientras la enfermera empezó a hacerle preguntas de rutina y
comprobar sus signos vitales.
Cuando las preguntas lentamente se volvieron un poco más personal, la
cara de Rubia rápidamente se volvió más roja.
—¿Cómo han sido tus ciclos menstruales?
Y joder. Esta vez, yo me volví rojo remolacha con ella. Tosí en mi mano y
atrapé a Caroline riéndose disimuladamente de mí. Le fruncí el ceño mientras
Rubia bajó su rostro y admitió—: Han sido un poco ligeros los pasados meses.
Es decir, mucho más ligeros de lo usual. Yo… yo no estoy siquiera segura si
menstrué el mes pasado.
La enfermera asintió como si sospechara demasiado. —¿Es posible que
estés embarazada?
Los tres nos quedamos boquiabiertos casi simultáneamente. Por último,
Rubia sacudió su cabeza. —No. Yo… yo tomo anticonceptivos. No es posible.
La mirada que la enfermera le envió nos dijo que eso era enteramente
posible. —¿Has estado enferma últimamente? ¿Algún vomito?
—No —empezó Rubia, solo para detenerse—. Digo, supongo que en
marzo vomité. Tuve un virus estomacal, pero solo duró un día.
—Solamente hace falta que un día no tomes la pastilla para quedar
embarazada, y si vomitaste la pastilla… —Se encogió de hombros, diciéndonos
que eso era todo.
—Y tuviste nauseas todo el camino a Lake Tahoe —intervino Caroline, lo
que explicaba el inicio de las náuseas matutinas.
Rubia miró a Caroline y luego a mí, su expresión más allá de asustada.
Alcé las manos. —Bueno, vamos a averiguar si está embaraza.
La enferme sacó una vaso de plástico e instruyó a Rubia a que hiciera pis
allí. Una vez que se fue, Caroline vino hacia mí. Le di un fuerte abrazo, besando
su cabello. —Bueno, al menos puede que no sea algo potencialmente mortal —
dije, aliviándome un poco.
Pero cuando Caroline alzó la vista, su mirada aún lucía preocupada. —
¿Estás seguro? Me refiero a que, ¿está bien que ella quede embaraza tan pronto
después de la operación?
—Oh mierda. —Cerré los ojos y apreté mis dientes—. Me olvidé de eso.
No lo sé.
Rubia regresó, así que nos callamos acerca de nuestras preocupaciones y
la hicimos recostarse una vez más.
Momentos después, su doctor entró, sonriendo. —Felicidades —dijo,
dirigiéndonos su sonrisa tanto a mí como a Rubia—. Tendrán un bebé.
Rubia chilló en conmoción. Caroline saltó hacia la puerta que conducía al
pasillo, ya sacando su teléfono del bolsillo. —Llamaré a Quinn —dijo mientras
dejaba el cuarto.
Y miré a Rubia antes de girarme hacia el doctor. —Bueno, maldición, eso
es impresionante, ya que nunca he tenido sexo con ella.
—Lo… lo siento. —El doctor se sonrojó y tartamudeó un momento antes
de preguntar—: ¿Entonces, ustedes dos no…?
Rubia y yo negamos. Entonces la miré. —Ella es… mi hermana —dije al
final y le di un cálido apretón a su mano.
—¡Oh! Bueno… —La sonrisa del doctor desapareció. Consultó su historia
médica—. Parece que…
—Espere. —Rubia alzó las manos, deteniéndolo a media palabra—. Yo…
yo no puedo quedar embarazada ahora. Doné un riñón hace cinco meses, y
dijeron… dijeron que necesitaba esperar al menos de tres a seis meses antes de
que pudiera quedar embarazada.
El doctor hizo una mueca de dolor. —Sí… eso hace una diferencia. —
Comprobó el historial médico—. Y dijiste que tus periodos han sido ligeros
últimamente, además vomitaste una píldora en marzo, por lo que podría
significar que tienes por lo menos dos meses. Agrega eso al hecho de que has
estado tomando anticonceptivos todo el tiempo, y eso te pone en una categoría
definitiva de riesgo.
—Oh, Dios. —Rubia se cubrió la boca con ambas manos. Se veía tan
asustada que pasé un brazo alrededor de sus hombros. Se inclinó contra mí,
agarrando mi brazo—. ¿Entonces qué… qué se supone que hagamos?
—Bueno… —El doctor soltó un suspiro antes de mirar un estante lleno
de panfletos colgando de la pared. Tomó uno—. Si quieres interrumpirlo, hay
algo de información al respecto allí, lugares a donde llamar para locaciones y…
y… ¿señorita?
Rubia alejó su mano de los panfletos que él trataba de darle y estalló en
lágrimas. —Está diciendo… Oh Dios… ¿debo tener un… un aborto?
—¿Qué? No. —El doctor negó—. Por supuesto que no, nadie la forzaría.
Es que… puedes tener un muy peligroso embarazo, y pensé que me pedías…
asumí que querías… en realidad, solo trataba de darte toda la información, así
estás totalmente consciente de todas tus opciones.
Alcé mis manos para hacerlo callar. Entonces gentilmente, me estiré y
empujé el panfleto fuera de la vista de Rubia. —Claramente, esa no es una
opción que ella esté dispuesta a seguir. —Incluso lo dije en una voz calmada y
racional.
Pero el idiota solo alzó el panfleto de nuevo y se lo empujó de vuelta a
ella. —Pero…
—¿Eres sordo, imbécil? —rugí—. Saca esa puta cosa de su vista. Ella no
va a matar a su bebé.
Tan pronto como el grito salió de mis pulmones, Caroline apareció en la
puerta. Mis ojos se encontraron con los suyos y lo supe, simplemente lo supe…
lo había jodido en grande. De nuevo.
Un momento después, su rostro pálido se había ido de nuevo, totalmente
desapareciendo de la puerta mientras ella huía.
Traducido por Michelle♡
Corregido por Fany Keaton

Mis manos no dejaban de temblar mientras llevaba a Rubia de nuevo en


nuestro apartamento. Dejó de llorar, pero todavía temblaba hasta la médula.
Caroline debió irse con alguien al club y alertó a Quinn del problema, porque él
me llamó mientras llevaba a su mujer a casa del hospital... sin Caroline.
Le dije que nos encontrara aquí, así Rubia podría explicárselo todo, y
luego colgué, porque no podía hablar.
Rubia debió de entenderlo. Me había mirado tan pronto como Caroline
se precipitó fuera de la habitación del hospital, y dijo—: Tienes que ir tras ella.
Simplemente apreté mi brazo alrededor de sus hombros. —¿De verdad
quieres que te deje aquí sola... así?
Con un estremecimiento, miró al doctor y luego susurró—: No —con los
labios blancos.
—Entonces buscaré a Caroline después —le dije.
Pero mierda, era tarde, y estaba muy ansioso. No podía dejar de recordar
la mirada devastada en su rostro cuando grité esa mierda sobre el aborto.
Era un maldito idiota.
—Yo... yo voy a ir a mi habitación —me dijo Rubia, en voz baja y
asustada.
Asentí, pero en el último segundo, la agarré y le di un último abrazo, y
un beso en la cima de la cabeza. —Vas a estar bien, chica. Sé lo determinado que
puede ser Hamilton. Y no dejará que nada te suceda a ti ni a tu bebé, ¿de
acuerdo?
Me miró con sus ojos verdes lloroso. —Yo tampoco —prometió—. Pero
gracias. Gracias por la tranquilidad, y por estar conmigo.
Sonreí y la dejé ir. Segundos después que desapareció en su habitación,
la puerta se abrió y un Ham sin aliento irrumpió en el apartamento.
—¿Dónde está Zoey? ¿Qué pasó? ¿Se encuentra bien?
—Se encuentra en su habitación. Ella te dirá todo. Me tengo que ir.
—Espera. —Sujetó mi brazo cuando llegué a la puerta—. ¿A dónde vas?
—Tengo que encontrar a Caroline. —Empecé a caminar por su lado, solo
para hacer una pausa y darle un puño ligeramente contra su hombro—. Y, por
cierto, felicidades.
Sacudió la cabeza, completamente confundido. —¿Eh?
Le sonreí mientras salía de la casa, pero tan pronto como cerré la puerta,
la preocupación llegó de nuevo. Joder, ¿cómo conseguiría que Caroline me
perdonara? Vi la desolación en su rostro; la lastimé mucho.
Llegué a la casa Gamble en cinco minutos, cuando quizá debería haberlo
hecho en diez. No me molesté en golpear, sino que corrí a la parte trasera y abrí
la puerta. Cuando me metí en la cocina, fui abordado de inmediato.
—Gran... idiota. —Colton frunció el ceño una fracción de segundo antes
de echar hacia atrás su brazo y golpearme justo en las pelotas.
Tomé una respiración profunda cuando el dolor explotó a través de mis
testículos, revolviéndome el estómago y casi haciéndome vomitar por todo el
suelo. Me puse de cuclillas, ya que colapsaron mis rodillas, y me tragué un
gemido.
—¿Qué demonios le hiciste a Caroline? —exigió Brandt mientras retiraba
su propio brazo. Cuando me golpeó en el ojo, apenas lo sentí; mis testículos
seguían acaparando todo el dolor.
—¿Qué demonios? —jadeé, sentado en el suelo y descansando mi
espalda contra la encimera, mientras me acunaba mi dolorido ojo e hinchadas
pelotas.
—Dijiste que si alguien alguna vez molestaba a Caroline, debíamos
lastimarlo donde más le doliera.
—Bueno, felicitaciones. —Todavía quería llorar de agonía, pero me las
arreglé para no derramar las lágrimas—. Tuviste éxito. Mierda... porque eso de
verdad dolió, maldita sea.
Colton, se acercó a mí, con cara de preocupación. —¿Estás bien?
—No —gruñí—. Vine aquí para asegurarme de que Caroline estuviera
bien, y ustedes me dieron una paliza, pequeños hijos de puta. ¿Cómo creen que
estoy?
Ahora Brandt comenzó a lucir demasiado inquieto —¿Quieres decir que
no eres el que la hizo llorar?
De ninguna manera podría contestar eso, por lo que dije—: Ayúdenme a
colarme a su habitación para que pueda arreglar todo esto de nuevo.
Los dos hermanos se miraron el uno al otro antes de que se volvieran
hacia mí. Luego extendieron sus manos al mismo tiempo, con las palmas hacia
arriba.
—¿Qué? —les pregunté antes de que entendiera—. Oh, tienen que estar
jodidamente bromeando. No esperan que les pague después de que me dieron
una patada en las pelotas y me dejaron un jodido ojo negro, ¿verdad?
—Sí —dijeron juntos.
Murmurando, levanté mi cadera, e hice una mueca por mis testículos. —
Es jodidamente una estafa. Soy un hombre herido, y me chantajean. ¿Dónde
está la humanidad? —Saqué dos billetes—. Solo tengo veinte dólares.
—Con eso bastará. —Cada niño tomó un billete de diez dólares y me
sonrió con suficiencia.
Cuando empezaron a salir de la cocina, les susurré—: ¡Oigan! ¿Van a
ayudarme a pasar a escondidas de su hermano, o no?
—Oh, Noel no se encuentra en casa —contestó Brandt—. Él y Aspen
salieron a la tienda de comestibles.
—Hijos de puta —les murmuré, golpeando el pie contra el suelo, porque
maldita sea, ambos sabían sin duda cómo dañar a un chico y luego darle una
patada mientras se hallaba en el suelo.
Con otra maldición, sujeté la mesa para levantarme. No podía creerlo,
acababa de ser engañado por esos dos pequeños traviesos. Como que me hacían
sentir orgulloso... de la manera más irritantemente posible.
Tan pronto como me puse de pie, me faltó el aliento, porque más sangre
corrió a mis bolas con una urgencia sensible. —Mierda. —Respiré a través de
mis dientes para ayudar a abatir el latido, pero cada paso por la casa, conmigo
en su mayoría aferrado a las paredes, era una tortura.
No llamé cuando llegué a la habitación de Caroline. Solo tomé el mango
y abrí la puerta, tropezando en el interior.
Caroline se había escabullido en la esquina de la pared sobre la cama con
las rodillas hasta el pecho y los brazos envueltos alrededor de sus piernas. Las
lágrimas corrían por sus mejillas. Tanto los ojos como nariz enrojecidos, me
dijeron que estuvo llorando por un tiempo.
Jadeó cuando levantó la vista y me vio. —¿Qué... ¿cómo entraste aquí?
—Por la puerta. —Olvidando mis propias heridas, me le acerqué,
subiendo a la cama.
Era todo un idiota. Aquí se encontraba mi fuerte y decidida fiera, y yo la
había roto. ¿Por qué diablos reaccioné de esa manera en el consultorio cuando
había sabido que ella se hallaba en el edificio, cuando sabía que este era el tema
más sensible para ella?
—Maldita sea. —Me arrastré hacia ella, gruñendo cuando se alejó de
mí—. Maldita sea —dije de nuevo, empuñando mis manos y poniéndolas en
contra de mi boca. Se me rompió el corazón. Simplemente... en jodidos añicos—
. Cariño, no —le supliqué—, por favor. —De rodillas frente a ella, busqué su
pelo, pero tenía miedo de tocarla. No quería hacer nada para lastimarla más de
lo que ya lo hice—. Lo siento. Estoy tan arrepentido.
Sorbió y levantó el rostro. —¿Por qué... ¿por qué lo sientes? Tú... tú no
hiciste nada.
—Pero dije…
Sacudió la cabeza con fuerza, callándome. —No dijiste nada que yo no
me haya dicho a mí misma un millón de veces. Maté a mi bebé. Yo…
—No. Shh. —Tomé su rostro y por fin la llevé a mis brazos. Cuando fue
por voluntad propia y se aferró con fuerza, tragué de alivio, tan contento de que
no estuviera enojada conmigo.
—Sería madre en este momento. Tendría un bebé, y…
—Y serías una madre que me gustaría follar. —De acuerdo, así que opté
por una broma para aliviar su dolor. Pensé que en realidad podría funcionar.
Funcionó antes.
Pero comenzó a sollozar de nuevo. —Oren. —Enterrando su rostro entre
sus manos, dejó salir su dolor—. Esto no es divertido.
Me derrumbé. —Lo sé. Lo siento. Lo siento mucho. Mierda, mira… —
Tomé sus brazos y presioné mi frente con la suya—. Todos hacemos y decimos
cosas que lamentamos. Para mí, es un montón de cosas. Pero sean grandes o
pequeñas, tienes que encontrar una manera de perdonarte a ti misma y pasar de
esa mierda. Ya que no podemos volver atrás y cambiarlo, tenemos que aprender
de ello. Y si te arrepientes de esto o no…
—Sí, me arrepiento.
Asentí. —Bueno. Entonces tienes que... No sé, joder. Pero no puedo verte
destrozándote de esta forma. Quiero decir, mírate. Esta no eres tú. No lloras así,
no te encoges en las esquinas. Te arruinó. Y es que... me gustaría poder aliviar
todo, que yo pudiera... ¡joder! No lo sé.
Con ojos azules todavía brillantes por las lágrimas, me miró y esbozó una
sonrisa trémula. —¿Quieres saber lo que pasó por mi mente cuando te vi
gritándole a ese doctor?
Hice una mueca. —¿Que era un estúpido hijo de puta?
Negó con la cabeza. —No. Pensé... ¿dónde se encontraba este increíble
hombre cuando necesité que hiciera eso por mí? ¿Cuando yo me sentía asustada
y sola, temblando frente a los intimidantes y poderosos padres de Sander, o
cuando entré en esa clínica sintiéndome mal del estómago? ¿Por qué tuvo que
aparecer en el remolque de mi mamá a la mañana siguiente? ¿Por qué no pudo
llegar a mi vida apenas un día antes?
La devastación me inundó. Mi garganta se encontraba seca, pero cuando
traté de aclararla, tuve que parpadear varias veces para evitar que se me
humedecieran los ojos. —A mí también me gustaría haber estado allí —dije con
voz oxidada—. Pude haberle dado un vistazo a tu cara y saber que no era lo que
querías hacer. Podría haberles dicho a todos esos idiotas que se jodieran.
Caroline tomó mi mano y luego apoyó la mejilla sobre mi hombro. —Sé
que lo habrías hecho. Pero lo que más me molestó fue escuchar lo que hiciste
por Zoey y pensar: ¿por qué no hice eso por mí? ¿Por qué no me enfrenté a todo
el mundo y dije que no?
—Porque tenías miedo, estabas intimidada, y sola, como has dicho —le
recordé. Empecé a mecerme, aliviado cuando ella se acurrucó en mí, relajada
contra mi pecho—. Además, eras joven, vulnerable, desamparada, y tenías el
corazón roto por el idiota que te dejó. No sentiste como si tuvieras un montón
de otras opciones.
Sorbió pero no respondió, se limitó a escucharme mientras acariciaba su
pelo. Con un beso en su frente, dije—: Cuando te vi en esa puerta en la oficina
del doctor, en la forma que me miraste, pensé que eso era todo. Que habías
terminado conmigo... por lo que dije. Pero te juro por Dios que ni siquiera pensé
en lo que te pasó cuando lo solté. Yo solo... Rubia se estaba poniendo molesta, y
ella claramente no quiere…
—Lo sé —dijo Caroline. Puso su mano en mi brazo, reconfortándome y
me estremecí de alivio—. Lo supe en el segundo que lo escuché. Es que...
necesitaba...
—¿Irte? —supuse—. ¿A tu casa?
Miró a su habitación y dio una pequeña sonrisa. —Sí. Supongo que sí.
Respiré, aliviado porque sus lágrimas se habían detenido. Su rostro
seguía estando rojo y con manchas y los ojos inyectados en sangre, pero ya no
parecía hallarse al precipicio de un colapso total. Acurrucándome más en ella,
descansé mi mejilla contra la de ella y le pregunté—: ¿Cómo puedo ayudarte
con esto? ¿Qué puedo hacer para aliviar tu dolor? Porque juro por Dios, haré lo
que sea.
Absolutamente todo.
Puso su mano en mi corazón y me miró, con los ojos llenos de tanta
emoción, que parte de ella se desbordó, derramándose en mí. —Simplemente
ámame —susurró.
—Lo hago —le prometí. Presionando mi frente en la de ella, la acosté
hasta que la tuve tendida de espaldas en diagonal sobre su cama—. Te amo tan
condenadamente tanto que me aterra. —Puse mis labios contra los suyos y le di
un beso que podría enviar a una persona débil a un coma diabético; era tan
malditamente dulce.
Pero luego nuestras bocas se abrieron y nuestras lenguas se rozaron
suavemente. Gemí y enterré mis dedos en su pelo mientras acomodaba mi peso
encima del de ella.
—No tenía idea de que podría ser así —susurró, solamente alejando su
boca de la mía lo suficiente para mirarme con asombro—. No tenía idea de que
podría compartir mucho con una persona y sentirme tan... llena. Al igual que,
no sé... sin ti en mi vida, no estoy segura de cómo ser yo. Te has convertido en
una parte de lo que soy.
Sonreí, entendiendo por completo. —Sí, bueno, me haces querer crecer y
encarrilarme para poder cuidar de ti y ser un hombre lo suficientemente bueno
como para merecerte.
—Yo soy la que no te merece —respondió.
Froté mi nariz contra la de ella y sonreí. —También lo pienso.
Me devolvió la sonrisa. —¿Hemos tenido suficiente conversación seria y
emocional? Porque estoy muy mojada ahora y…
—Estoy en ello —le dije mientras deslizaba mis manos por su cuerpo,
justo dentro de la parte de atrás de sus pantalones hasta que acuné su culo.
Meciendo mis caderas entre sus piernas para que pudiera sentir lo duro
que estaba, me quejé cuando envolvió sus muslos a mi alrededor y me tiró aún
más cerca de su coño.
—Maldita sea, nunca podré tener suficiente de ti. Ni en mil años.
Arranqué su camisa, besándola y jadeando cuando se volvió tan salvaje,
sujetando la línea del cuello de mi camiseta cuando la tiró por encima de mi
cabeza.
—Quiero mirarte a los ojos y la cara mientras me tomas —ordenó ella.
No tuve problema con eso, así que asentí y me quité los pantalones
mientras ella se apresuró a retirarse los suyos. Me tomó en su mano, lo que me
estremeció con deseo, mientras veía sus pequeños delgados dedos envolverse
alrededor de mi polla. Cuando me presionaron en su palma, respiró y me miró.
—Quiero sentir esto dentro de mí... ahora mismo.
Sin romper el contacto visual, la puse sobre la cama y me acerqué a ella.
Entonces entré, duro.
Arqueó su cuello y comenzó a gritar, pero puse una mano sobre su boca.
Sus ojos se abrieron y luego recorrieron su habitación antes de que pareciera
darse cuenta del lugar. Luego arrancó mis dedos de su cara, susurrando—: Oh,
Dios mío, Oren. Estamos en mi habitación.
Solo sonreí y la penetré de nuevo. —No me digas, Sherlock.
Rechinó sus dientes y jadeó, empezando a perderse de placer. —Pero...
¿y si... siquiera cerraste la puerta?
—No recuerdo —admití. Estuve ocupado con otros asuntos. Mis pelotas
punzaban cuando mi escroto se apretó alrededor de ellas, pero ni siquiera el
dolor de ser golpeado recientemente me detuvo. Me encontraba ocupado con
asuntos que eran mucho más importantes.
Caroline agarró mis brazos, clavando sus uñas en mi carne. —Pero que
si… —Abrió sus ojos en grande—. Dios mío. Me pareció oír la voz de Noel en la
cocina.
Solo negué con la cabeza y seguí bombeando dentro y fuera de ella. —No
me importa. Tengo que complacer a mi mujer. —Entonces me incliné para
susurrarle al oído—: Y demostrarle lo mucho que la amo.
Contuvo el aliento y sujetó mi rostro. —Yo también te amo. Tanto.
Tantooo... oooohhh... oh Dios... tanto.
La besé para ahogar sus gemidos de placer. Su coño se contrajo alrededor
de mi polla, y eso fue todo. No pude aguantar más. Nos vinimos juntos,
abrazados fuertemente.
Una vez que me detuve, me desplomé sobre la cama, cara a cara. —
Maldita sea, somos jodidamente increíbles en esto.
Ella se rió y extendió la mano para jugar con mi pelo que se había
humedecido. —Sí, lo somos, ¿no?
Me cambié de mi lado para que pudiera sonreír a sus hermosos ojos
azules. —¿Te he agradecido últimamente por colarte en mi habitación la
primera noche y engañarme?
Se encogió de hombros. —Tu gratitud como que ya fue dada.
Riendo suavemente, me encontré pasando mi dedo índice ligeramente
sobre la curva de su pecho perfecto. —¿Cómo diablos convenciste a Kelly en
cambiar lugares contigo?
Sus mejillas se volvieron al instante un rojo brillante. —Uh, sí... sobre eso.
—Oh, Jesús —gemí, ya sabiendo que no me iba a gustar su respuesta—.
¿Qué hiciste?
—Yo... podría haber... insinuado que tenías... una enfermedad de
transmisión sexual, tal vez.
Cerré los ojos, me deje caer sobre mi espalda y no pude evitarlo. Me reí.
—¿En serio? Mierda. Muchas gracias. No es de extrañar por qué pocas mujeres
coquetean conmigo en el trabajo últimamente.
Caroline se sentó y se mordió el labio. —¿Te molesta?
Con otra risa, me encogí de hombros y me di la vuelta hacia ella. —No,
ya que terminó en mi favor, no. Pero recuérdame no hacerte enojar.
—Nunca me hagas enojar, Oren —dijo con una cara seria antes de
romper en una sonrisa.
Abrí la boca para decirle listilla cuando alguien llamó a su puerta. —
¿Care? —La voz de Gam llegó a través de la madera, lo que me hizo cagarme
encima—. Es la hora de la cena. ¿Lista para cenar?
Nuestros ojos se abrieron antes de que saliéramos de la cama juntos y
forcejeáramos por la ropa que estaba dispersa por toda la habitación.
—Uh... ¡ya salgo! —gritó, y su voz salió demasiado asustada para mi
gusto—. Solo me tengo que cambiar... primero.
—Mierda, mierda, mierda —le susurré en voz baja mientras metí mis
piernas en mis vaqueros sin la ropa interior.
—De acuerdo —respondió Gam—. Te daremos cinco minutos.
Estuve vestido en unos veinte segundos, mientras Caroline maldecía por
su sujetador torcido. Extendí la mano para ayudarla, y levantó las suyas en
derrota mientras lo enderezaba alrededor de sus pechos y luego deslicé las
correas perfectamente en su lugar.
—Me iré por la ventana —le dije—. No te olvides de cerrarla después de
mí.
Asintió mientras me observaba deslizar el vidrio y salir.
—¿Segura que puedes ocuparte de esto? —le pregunté.
Rodó los ojos, cerrando la ventana. —Lo he hecho antes, ¿recuerdas?
Asentí. —Cierto. Gracias. Te lamo luego, cariño.
Su rostro se iluminó con adoración. —Bueno.
Nos besamos, duro y rápido. Cuando me separé, agregué—: Te amo. —A
lo que ella me envió la sonrisa perfecta.
—Yo también te amo. ¡Oh! Espera.
Me detuve y miré hacia la puerta de su dormitorio. —¿Qué?
—¿Qué quisiste decirme antes? En tu casa... justo antes de que Zoey se
desmayara. ¡Oh, mierda! Zoey. ¿Está bien?
Asentí, empezando a preocuparme de que la puerta de la habitación no
estuviera bien cerrada. —Sí, lo lleva bien. Un poco asustada, pero tiene a Ham
con ella, y... —Mierda, no podía decirle lo que pensaba decirle antes. No aquí,
así. Mencionar la llamada que recibí de Lake Tahoe y la cosa que encontré en mi
equipaje después de regresar de allí podrían asustarla.
Inquietarla era lo último que quería hacer en este momento, por lo que
me decidí por la tercera cosa que había estado planeando discutir con ella. —
Voy a preguntarle a tu hermano si puedo salir contigo.
Traducido por Andreeapaz
Corregido por Daniela Agrafojo

Sabía que debería haber ido a casa a comprobar a Rubia y a Ham, pero
aun así quería estar cerca de Caroline, más ahora que parecía tan buen
momento como cualquier otro para hablar con Noel y pedirle su permiso para
llevar a su hermana en una cita verdadera. Así que en lugar de ir a buscar mi
camioneta, me colé por el lado de la casa hacia la parte delantera. Después de
saltar al pórtico, tomé una respiración profunda y llamé a la puerta.
La mujer de Gam respondió menos de un minuto después. Parpadeó
como si estuviera confundida de verme.
Sonreí tan encantadoramente como pude. —¿Puede Noel salir a jugar?
—Uh… —Sacudió la cabeza—. Sí, seguro. Está aquí. Entra. ¿Qué pasa?
Te ves… —Miró mi ropa arrugada y medio desgarrada—. Desordenado.
Mierda, debí haberme arreglado un poco antes de tocar. Caroline había
sido un poco salvaje esta tarde.
Oh, bueno. Demasiado tarde para eso.
Me encogí de hombros tristemente. —Ha sido una de esas noches.
—¿Ten? —La curiosa voz de Gam vino de detrás de su esposa.
Me asomé alrededor de ella para sonreírle. —Oye, hombre. Ham y Rubia
necesitaban el lugar para ellos por un rato, así que estoy temporalmente sin
hogar. Aceptas perros callejeros aquí, ¿verdad? —Pasé alrededor de su esposa y
respiré profundamente, levantando la nariz hacia el techo—. Maldición, lo que
sea que se esté cocinando, huele genial. Me encantaría quedarme a cenar,
gracias.
Gamble apoyó un hombro contra el marco que daba a la sala de estar y
levantó una ceja mientras cruzaba sus brazos sobre el pecho. Pero su esposa se
rió de mis payasadas.
—No es nada lujoso —dijo—. Solo tacos. Y eres bienvenido a quedarte,
Ten. No hay problema.
Ignorando a su esposo, le di otra brillante sonrisa. —Gracias, señora
Gamble. Voy a poner la mesa.
Mi oferta hizo que su cara se iluminara, pero agitó una mano. —No
tienes que hacerlo, pero gracias. Y puedes llamarme Aspen, ya sabes.
Mientras la seguía dentro de la cocina, me estremecí. —Sí, lo siento. No
suelo llamar a las mujeres por su nombre. Es una especie de tic extraño que no
puedo controlar. —Le di un encogimiento de hombros impotente.
—¿En serio? —Me envió una pequeña sonrisa astuta—. Nunca te he oído
decirle a Caroline algo más que su nombre.
—Hmm —murmuré mientras abría la puerta del armario y bajaba una
pila de platos—. Si quieres, puedo escoger un apodo para ti.
Con sus ojos llenos de horror, negó con la cabeza. —¡No! Oh no. Quiero
decir, en serio. No. Si es algo como el que le diste a Eva, simplemente paso.
—Oye, tengo que decir que Tetas de Leche ama su apodo.
Aspen soltó una carcajada. —Sí, estoy segura.
—Espera. Tengo uno. —Hice una pausa con un plato en la mano para
estudiarla por un momento y alargar el suspenso. Luego la señalé y dije—:
Shakespeare.
Jadeó al instante. —¡Oh Dios mío, me encanta! —Una fracción de
segundo después, pareció darse cuenta de que actuaba demasiado femenina, así
que se sonrojó y se tapó la boca—. Quiero decir, gracias. Aceptaré ese.
Con un guiño, continué colocando los platos. —Lo tienes.
—Noel, Ten acaba de darme el apodo de Shakespeare. ¿No te encanta?
Miré a mi alrededor para encontrarlo apoyado en la entrada de la cocina,
sus ojos estrechados mientras me observaba sacar los vasos del armario.
—¿Desde cuándo se hicieron tan buenos amigos? —preguntó.
Abrí la boca para decirle que no era de su maldita incumbencia, pero
Shakespeare dijo—: Desde que lo ayudé con su currículo hace unas semanas.
Presioné ambas manos sobre mi corazón y sonreí tan molestamente como
pude. —Estamos vinculados. Fue hermoso.
Gamble contorsionó su rostro en una expresión de suprema confusión.
Luego miró a su esposa. —No coqueteó contigo, ¿o sí?
Ella suspiró y puso los ojos en blanco. —Noel. ¿En serio?
—Sí, Noel —repetí—. ¿En serio? Fui un caballero respetable. —Luego le
guiñé a Shakespeare—. Después de que nos pusimos la ropa de nuevo.
El rostro de Gam se volvió rojo oscuro. —¡Hijo de puta!
—¡Oh Dios mío, Noel! —Shakespeare agarró su brazo y comenzó a
reírse—. Bromea. Fue una broma. —Me envió una mirada con los ojos abiertos,
para que terminara esto—. No creo que él pensara que fuera divertido, Ten.
Me encogí de hombros y saqué una papa del bol sobre la mesa. —Bueno,
seguro que a mí me divirtió, que es todo lo que cuenta. Algunas personas —
arqueé mis cejas hacia Gam—, toman las cosas demasiado jodidamente en serio.
—¿En dónde está todo el mundo? —preguntó Aspen, desesperada por
cambiar la conversación—. ¡Colton! ¡Brandt! ¡Caroline! La cena.
Colton llegó a la sala rápidamente, con Brandt pisándole los talones.
Ambos se detuvieron cuando me vieron. Sus ojos se ampliaron como si no
estuvieran seguros de que fuera a gritarles por lo que habían hecho antes.
Pero simplemente les envié una enorme sonrisa. —Hola, chicos. Tiempo
sin verlos.
Brandt se aclaró la garganta, bajó la cara y se apresuró a llegar a una silla.
Colton lo siguió con similar docilidad. Esperé a que ambos estuvieran sentados
para tomar la silla entre ellos y sentarme. Se pusieron aún más inquietos, y casi
reventé en una carcajada. Pero maldición, jodidamente los amaba.
Mientras me acomodaba, una jadeante Caroline entró a la habitación,
solo para detenerse de un tirón cuando se encontró con mi mirada.
Se quedó boquiabierta, así que me encogí y me señale a mí mismo. —Lo
siento, ¿tomé tu silla?
—¿Qué? —Parpadeó y miró los lugares—. No —empezó, solo para negar
con la cabeza—, bueno en realidad sí, pero quédate. Está bien. —Le envió a su
hermano mayor una mirada perpleja—. Uh… supongo que vamos a tener un
invitado para la cena.
—Se invitó él mismo —entonó Gam secamente.
Caroline se sacudió de nuevo y tomó la última silla disponible.
Y así comenzó nuestra cena juntos como una gran familia feliz.
Estaba a medio camino de mi segundo taco cuando Gamble frunció el
ceño sospechosamente y se inclinó sobre la mesa, entrecerrando los ojos. Me
alejé de él, con la esperanza de no estar luciendo un chupetón o algo así.
—¿Tienes un nuevo ojo negro? —preguntó finalmente.
No esperaba esa pregunta, así que dije—: ¿Qué?
Brandt comenzó a asfixiarse con una tortilla. Mientras le daba unas
palmaditas en la espalda, Gamble volvió su atención a su hermano del medio.
—¿Estás bien?
Brandt no podía mirarlo a los ojos cuando asintió. —Ajá. Bien. Genial.
Maravilloso. Esplendido.
Gamble miró a su esposa. —¿Por qué está actuando tan raro?
Mientras Shakespeare se encogía de hombros, sin tener idea, Caroline
respondió—: Probablemente porque es un idiota.
Me reí. —Secundo eso.
Caroline me miró, sus ojos brillando con malicia. —¿Todos a favor?
Ella y yo levantamos la mano. Cuando nadie más pareció captar que
votábamos por la idiotez de Brandt, agarré el brazo de Colton y lo levanté por
él.
—Tres contra dos —dije—. Es oficial. Brandt es un idiota.
Mientras Brandt gritaba—: Oye, eso no es justo.
Caroline y yo nos sonreímos a través de la mesa… hasta que su sonrisa
cayó. —Oh por Dios, realmente tienes un nuevo moretón. Justo alrededor de tu
ojo izquierdo. El que te dio Zoey era en el derecho.
—Ves, eso mismo pensé —señaló Gamble victoriosamente. Luego se rió
por lo bajo—. ¿A quién cabreaste esta vez?
La cabeza de Brandt se levantó de golpe, sus ojos enormes. Debió haber
pensado que iba a delatarlo. Pero me encogí de hombros. —Es difícil de decir.
He recibido muchos últimamente, es imposible que haga una lista, como, una
hoja de cálculo o algo así. Honestamente, creo que están empezando a desovar
y tener hijos juntos. —Colton se rió de eso. Así que seguí adelante, señalando
mi palpitante ojo—. Juro que este es el nieto del que me diste el año pasado,
Gam.
Pero a Gam no le hizo gracia. Entrecerrando los ojos, el bastardo me
frunció el ceño. —¿Por qué estás evadiendo la pregunta?
Me rasqué la mandíbula y me encogí de hombros con abandono
despistado. —¿Qué pregunta? No hiciste ninguna.
—¿Quién te dio el ojo negro? —preguntó lentamente.
Respondí de la misma manera—: No te lo voy a decir. Es jodidamente
vergonzoso, hombre. Siento como si me hubiera golpeado una niña pequeña.
Un sonido de incredulidad se produjo de la garganta de Brandt cuando
se dio vuelta para fruncir el ceño por mi ofensa.
—¿Hamilton te golpeó de nuevo? —preguntó Gam con un suspiro—.
Coqueteaste con Zoey, ¿verdad? ¿Es por eso que tenías que venir esta noche?
Me di una palmada en la frente y gemí. —Oh, maldito Dios. Eres tan
despistado. ¿En serio?
—¿Qué? —exigió Gam, claramente perturbado.
Shakespeare se levantó de repente, diciendo—: Sabes, Colton. Creo que
es hora de tu baño.
Quería apuntarla y decirle a su esposo: Ves, hasta ella entiende lo que está
pasando aquí, pero miré al chico.
—Amigo, ¿todavía tomas baños?
Él parpadeó hacia mí. —Sí. ¿Por qué?
—¿Por qué? Porque las duchas son impresionantes. Son como un millón
de pequeños dedos húmedos masajeándote todo el cuerpo.
—Guau. —Gam resopló una carcajada mientras me lanzaba una mirada
extraña—. Mira quién suena todo poético esta noche.
Me encogí de hombros y apunté mi pulgar hacia su esposa. —Es por
Shakespeare. Algo de su mierda literaria se me pegó.
Ella se rió entre dientes y le sonrió a Caroline. —Adoro ese apodo.
Gam solo suspiró. Cuando sonó el teléfono, se puso de pie y salió de la
cocina para contestarlo. Aspen siguió a Colton para ayudarlo a prepararse para
la cama, mientras Caroline se levantaba y golpeaba a Brandt en el brazo.
—Oh Dios mío, ¿tú golpeaste a Oren? ¿En el ojo?
—¿Qué? —siseó, apartándose de ella—. Estabas llorando. Pensé que te
había hecho llorar.
—Él no me hizo llorar.
—Sí, me lo imaginé —murmuró Brandt—. Lo siento.
Caroline lo golpeó de nuevo, pero levanté mi mano. —Oigan, oigan,
oigan. Niños, compórtense. —Levanté la mirada hacia Caroline—. Si te hace
sentir mejor, el más joven me hirió más cuando me golpeó en las bolas.
—Él… ¿Colton te golpeó en las bolas?
Cuando asentí, ella sonrió suavemente. —Ah, es tan dulce que estuviera
cuidando de mí.
—¿Qué crees que hacía yo? —demandó Brandt, levantando las manos
con incredulidad.
Caroline frunció el ceño y lo abofeteó de nuevo. —Supongo que la
próxima vez también deberías ir por las pelotas.
—Vaya, oigan. —Me reí con inquietud—. Tal vez todos deberían dejar
esa área de mi anatomía tranquila. —Hice un movimiento sobre mi regazo—.
Está fuera de los límites.
Pestañeando hacia mí, Caroline preguntó—: ¿Eso me incluye también?
Estaba a punto de decirle que era la única persona permitida en esa zona
cuando un grito hizo eco a través de la casa. Volé de mi asiento, preparado para
ver a otra persona desmayada en el pasillo. Pero cuando salí de la cocina, con
Brandt y Caroline detrás de mí, patiné hasta detenerme cuando vi a
Shakespeare riendo, llorando y abrazando a Gam.
—¿Qué demonios?
—¡Conseguí el trabajo! —gritó ella y soltó a su esposo para lanzarse hacia
mí. Cuando me abrazó con fuerza, tropecé hacia atrás antes de atajarla y
devolverle el abrazo.
—Bueno, felicitaciones, Shakespeare. —Le palmeé la espalda mientras
me desenredaba y se la pasaba a Brandt—. Sin embargo, sabía que lo lograrías.
Eres una maestra genial.
Lágrimas brillaban en sus ojos mientras sonreía y abrazaba al
adolescente. —¿De veras piensas eso?
—Diablos, sí. Odio el inglés, y sobresalí en tu clase antes de tener que
dejarla. —Le envié a Gam una mirada reveladora por joder mi nota. Había
terminado el semestre con una maldita B gracias al aburrido reemplazo que
habían enviado por ella.
Él solo me frunció el ceño, así que puse los ojos en blanco y luego sonreí
suavemente cuando vi a Shakespeare y Caroline abrazarse y bailar por todos
lados. Después de que las mujeres se soltaron, ella volvió a abrazar a su marido.
Cuando se besaron, Caroline se detuvo a mi lado.
—Este no es el mejor momento para hablar con él, ¿verdad? —dije por la
comisura de mi boca.
Suspiró tristemente y negó con la cabeza. —No. Probablemente no.
Mis hombros cayeron. Joder. Iba a tener que esperar aún más tiempo
para mi Caroline.
Traducido por Anty & Annie D
Corregido por Kora

Que te llamaran para trabajar la noche de karaoke era una mierda. Pero
Lowe decidió que tenía mejores cosas que hacer que atender el bar, así que Pick
me pidió que lo sustituyera.
Había estado pensando en pasar la mayor parte de la noche en la cama
con mi mujer. Desde lo de Lake Tahoe, no podía tener suficiente de ella. Cada
momento robado se sentía como si nuestro tiempo juntos se hiciera más y más
corto. No podía esperar para enfrentar a su hermano y tener esa charla ya.
La suerte quiso que trabajara con él la noche de karaoke. Lo miraba
desde el otro extremo de la barra, debatiéndome cómo abordar el tema, cuando
Hart se me acercó y me dio un puñetazo amistoso en la espalda.
—Bueno, ¿cómo ha estado Tenoline estos días? —Él arqueó una ceja,
curioso—. ¿O es que prefieren Caroten? No estaba seguro de cómo se manejan.
Solté un bufido y puse mis ojos en blanco. —Se llama Oreline, hijo de
puta. Y estamos estupendamente. ¿Por qué lo preguntas? —Fruncí el ceño—.
¿Pretendes ligar con mi mujer?
Él se rió y sacudió las manos. —No. No, no, no. Digo, si la quisiera, lo
hubiera hecho ya.
—Oh, ya quisieras, idiota. No habrías tenido ninguna oportunidad.
—No lo sé —murmuró, pensativo—. Caroline y yo tuvimos siempre…
Entrecerré los ojos mientras su voz se desvanecía. Los celos me llenaron,
y solo quería golpear su cabeza contra la pared más cercana. Pero una nueva
canción empezó en el karaoke. Me quejé porque me harté de escuchar “All
About That Bass” de Meghan Trainor, pero entonces una de las dos chicas en el
escenario comenzó a cantar e incluso tuve que levantar las cejas, impresionado.
No era frecuente que alguien que tuviera talento musical cantara en nuestra
máquina de karaoke.
Me giré hacia Hart. —Maldita sea, ella no será… —Pero mis palabras se
desvanecieron, porque él no me escuchaba. El tipo tenía esa mirada en sus ojos.
La misma mirada que Gamble tenía cuando hablaba de su esposa, o Ham
cuando Rubia entraba en una habitación. La misma mirada que sabía que
probablemente tenía yo cuando Caroline se encontraba cerca.
Miré alternativamente entre Hart y la chica con cabello oscuro en el
escenario que capturó su atención, mientras ella cautivaba al público con su voz
ronca. La pelirroja que estaba junto a ella finalmente se inclinó y la acompañó
en los coros, pero se hallaba lejos de ser tan buena como su amiga. Las damas
hicieron un pequeño baile juntas, moviendo el culo hacia la multitud, y miré a
Hart, buscando su reacción solo para romper en una sonrisa cuando sus ojos se
ensancharon y se agarró a la barra en busca de apoyo. Una gotita de sudor
descendía por su sien.
—Oye, amigo, ¿estás bien? —Tenía que preguntarle, incapaz de frenar mi
arrogante sonrisa. Pero, en serio, amaba esto. Se había descojonado tanto por mi
obsesión por Caroline. Era jodidamente impresionante ver las cosas cambiar y
verlo retorcerse en presencia de una chica.
Hart dejó escapar un suspiro antes de darme su atención. Tenía los ojos
vidriosos por la sorpresa. —Creo que… —Se detuvo para lamer sus labios y
posar su mirada de nuevo en el escenario, donde las dos chicas terminaban la
canción—. Creo que acabo de conocer a la chica con la que me voy a casar. Justo
ahí. —Señaló hacia el escenario—. Aquella. Sí, ella va a tener mis bebés.
Resoplé por su proclamación demasiado dramática. Tuve que burlarme.
—¿Quién? ¿La pelirroja? —De hecho, me sabía su nombre. Nos líamos un par
de veces en los años oscuros.
Pero Hart frunció el ceño antes de que pudiera añadir esa parte. —No. La
alta y hermosa latina. —Me dio una mirada incrédula—. O sea, ¿no acabas de
oír su voz? ¿O de ver ese perfecto culo?
Empecé a reírme, pero las chicas que se abrazaban en el escenario se
separaron la una de la otra justo cuando un tipo se acercó a ellas. La chica de los
sueños de Hart saltó del escenario hacia él, y éste la agarró por la cintura antes
de bajarla lo suficiente para que pudiera inclinar la cara y darle un beso. Con
lengua. Un montón de lengua. Al ver que no se separaron en busca de aire al
cabo de treinta segundos, tuve que comprobar la reacción de Hart.
Le di un codazo. —Creo que ese tipo podría tener un problema con todos
tus planes de matrimonio y de tener bebés con ella.
Horror iluminó la cara de Hart mientras su mandíbula se desencajaba y
sus ojos se ponían saltones. Entonces me miró, devastado. —Eso no tenía que
pasar.
Tiré mi cabeza hacia atrás y reí. No pude evitarlo. Ya era maldita hora de
que alguna chica le causara un poco de sufrimiento.
—Cállate. —Me golpeó con su puño en mi hombro, pero eso solo hizo
que me riera más fuerte.
—Oh, mierda. —Tuve que apretar mi vientre, porque me reía tan fuerte
que dolía—. Mierda, hombre. Deberías haber visto la mirada en tu cara cuando
besó a ese otro chico.
—Lo que tú digas. —Le dio la espalda al escenario, por lo que se hallaba
enfrentando la parte posterior de la barra—. No me puedo creer que ya esté con
alguien. Lleva puesta una camisa de Incubus y todo. En serio, ¿cuántas mujeres
son fans de Incubus?
—No sé. —Arrugué la cara, pensando en ello antes de decir un número
al azar—. ¿Miles?
—Vete a la mierda, hombre. Esto no te parecería tan divertido si te
sucediera a ti.
—Oh, yo creo que ya me sucedió a mí, y tú fuiste el primer hijo de puta
en la fila que se burló de ello. Así que… ajá. La venganza es una perra, cariño.
—¿Qué es una perra? —preguntó Gamble, uniéndose a la conversación.
—Nada. —Absolutamente malhumorado, Asher cogió una bandeja de
vasos sucios y salió de detrás de la barra para llevarlos a la cocina para
limpiarlos.
Gam arqueó las cejas y me miró. Asentí con la cabeza hacia el escenario.
—Le creció una erección por la chica de cabello oscuro que cantó la última
canción. Se sintió rechazado cuando ella le metió la lengua en la garganta a otro
chico después.
—Ah. —Gamble asintió y luego dejó escapar una risa divertida—. Es de
imaginar que fuera detrás de otra cantante. Sin embargo, ella sonaba bien.
Me encogí de hombros, a pesar de que concordaba. Cuando vi a la
pelirroja que había estado en el escenario con ella acercarse al bar, me moví
para tomar su orden. Justo antes de saludarla, me devané los sesos por recordar
su nombre. Era algo parecido a Cody, Jude o… ¡Jodi! Ese era.
—Hola, Jodi. —Descansando mis codos sobre la barra que nos separaba,
asentí con la cabeza en señal de saludo y le dirigí una sonrisa.
A ella le brillaron los ojos como respuesta. —Ten.
No habíamos terminado muy bien. Aparte de un poco de placer oral,
nunca llegamos hasta el final, y no fue porque ninguno de los dos no estuviera
dispuesto. Ella se puso un poco irritable diciendo que no quería hacer nada en
la oscuridad, así que salí de su piso. Y me había odiado desde entonces.
—Buen trabajo allí. —Incliné mi barbilla hacia el escenario, donde
alguien mataba ahora una canción de Tim McGraw—. ¿Quién era la amiga que
cantaba contigo?
Resopló e inclinó su barbilla. —No es de tu maldita incumbencia. ¿Vas a
servirme o no?
Un par de meses atrás, hubiera torcido esa pregunta en algo sucio y
escupido una respuesta que la hubiera cabreado. Esta noche, era un buen chico
y asentí amablemente. —Claro. ¿Qué vas a tomar?
Jodi me dio su pedido de tres bebidas, cosa que me dijo que tal vez iba a
pagar por la de su amiga y por la del hombre de su amiga. Puse los vasos en la
barra delante de ella y le dije—: A esta ronda invita la casa.
—Bien. —Me dio otra mueca amarga y cogió un vaso para beberse la
mitad del contenido—. Es lo menos que merezco por la forma en que me
trataste.
—Oye. —Fruncí el ceño—. No fui tan malo contigo.
—Y, sin embargo, me fui, sintiéndome como una completa idiota.
Cuando el dolor cruzó su rostro, me moví, repentinamente incómodo.
Había estado todos estos años demasiado asustado de que alguien viera mi
marca de nacimiento, y quizá había dejado a decenas de mujeres sintiéndose
insatisfechas debido a mis problemas. Qué mierda de descubrimiento horrible.
Abrí la boca para disculparme cuando ella continuó—: Y después de
todo este tiempo, lo primero que me dices es “¿quién es tu amiga?”. Bueno,
¡vete a la mierda, Ten! Jódete. No puedes tenerla.
Su voz fue aumentando de volumen. Encogiéndome, eché un vistazo a
mi alrededor para ver si alguien la había oído y, por supuesto, Gamble miraba
hacia nosotros. Cuando su mirada chocó con la mía, levantó las cejas, curioso.
Mierda.
Me volví hacia Jodi, sobrecogido por el pánico. —Jesús, Jo. —Bajé la voz
y deslicé la mano por la barra en su dirección—. Lo siento, vale. Juro por Dios
que nunca quise hacerte pasar por algo que, obviamente, se ha quedado contigo
tanto tiempo. —Ella no se creía mis disculpas, así que contuve el aliento y lo
dejé salir todo—. Pasaba por algunos problemas personales en aquel entonces, y
no tenía reparo alguno en perder el tiempo con cualquier chica. Nunca se me
ocurrió que ocultar algo de lo que yo me avergonzaba te hiciera sentir a ti que
hiciste algo malo. Porque no fue así. Eras una persona malditamente divertida
con quien pasar el rato, y simplemente… lo siento.
Me miró por un momento antes de asentir lentamente. —Vale. Cuando lo
pones de esa manera, supongo… supongo que puedo perdonarte.
Asentí de forma respetuosa. —Gracias. Ah, y para tu información, no
pregunté por tu amiga para mi beneficio. Ya tengo a alguien. Preguntaba para…
un amigo.
—Entonces… ¿para quién? —Su mirada vagó alrededor de la barra hasta
que aterrizó en Gamble. Se inclinó más cerca, con los ojos muy abiertos—. ¿Noel
Gamble? ¿Al gran mariscal de ESU le gusta Remy?
¿Remy? Así que el amor de la vida de Hart se llamaba Remy, ¿eh? Ese
era un nombre genial para una chica.
Empecé a decirle a Jodi que no, que no hablaba de Gam, pero continuó—:
Bueno, lo siento, pero Remy no está interesada en los atletas. Le gustan los
músicos… y ella ya tiene uno. Así que dile al señor Mariscal Buenorro que tiene
una mierda de suerte.
—Músicos, ¿eh? —Miré a mi alrededor en busca de Hart, deseando que
pudiera escuchar la información que recolectaba de su futura esposa y madre
de sus bebés. Pero todavía no había regresado de la parte posterior.
—Sí. —Jodi parecía un poco petulante mientras recogía las tres bebidas
que ordenó y se deslizaba de su taburete—. Su novio es el cantante líder de una
banda.
—Fascinante. —Centré mi atención en todo el club hasta que vi a Remy
en su camiseta negra de Incubus, hablando con su novio cantante. Mis labios se
arquearon. Ah, sí, no le costaría nada a Hart robarla de ese perdedor si la quería
realmente.
Cuando Jodi empezó a alejarse, me debatía si debería decirle a Hart la
información que reuní de su mujer de ensueño cuando Gamble se movió a mi
lado. —Rechazado, ¿eh?
—¿Qué? —Lo miré. Mis pensamientos seguían distraídos.
Señaló con la cabeza a Jodi.
Al darme cuenta de que pensaba que había coqueteado con ella, levanté
mis manos. —No. Yo no estaba… ¡No! He estado ahí ya. Ni siquiera hice eso, y
no tengo ningún deseo de terminarlo.
Gam resopló. —Sí, claro. Lo que tú digas, perdedor.
Se acercó al otro extremo de la barra para tomar una orden y fruncí el
ceño detrás de él. Mierda, pensaba que había estado buscando un polvo para
esta noche. Idiota. Gamble me ponía de los nervios en más de un sentido. No
solo me impedía estar abiertamente con Caroline, sino que ni siquiera se daba
cuenta de lo mucho que había cambiado y evolucionado últimamente.
Estúpido ciego hijo de puta.
Estuve a punto de no acercarme a él para hablar de Caroline después de
que el bar cerrara, como planeaba hacer. Pero luego pensé en lo mucho que
odiaba esconderme. Quería ser capaz de darle un beso en público o, mierda,
incluso solo cogerla de la mano cada vez que me apeteciera. Estaba cansado de
mantener las distancias, maldita sea.
Esto terminaría esta noche.
—Oye. —Cogí el brazo de Gam cuando todos empezamos a salir después
de la limpieza del lugar—. Necesito hablar contigo un segundo.
Hizo una pausa y se giró. —Claro. ¿Qué pasa? —Lo miré un momento, ni
siquiera seguro de cómo decírselo. Sus ojos se arrugaron con preocupación—.
¿Estás bien? ¿Qué ocurre? Estás pálido.
Negué con la cabeza. —No es nada. Solo… quiero decir…
Gam levantó las cejas. —¿Sí? —Su boca se abrió—. Mierda, te estás
muriendo, ¿verdad?
—¡No! —Gemí y junté las manos en mi cabeza—. No, no, no. No es eso,
para nada. Es solo que quiero invitar a salir a Caroline.
Solté la última línea como si me estuviera arrancando una tirita rápido, y
vaya. De inmediato, me sentí mejor. Meses de culpa y preocupación rezumaban
de mis hombros.
Pero Gam parpadeó como si hubiera hablado en una lengua extranjera.
Frunciendo el ceño ligeramente, añadí—: En una cita —le aclaré porque,
según la expresión de su cara, me di cuenta de que claramente necesitaba una
aclaración.
Negó con la cabeza y luego esbozó una sonrisa y me señaló. —Sí, claro.
Eres muy gracioso.
Oh, Dios. ¿En serio? —No estoy bromeando.
Su sonrisa murió. Sacudió la cabeza otra vez, confundido. —Pero… te
gusta la mujer de Hamilton.
—No. —Negué con la cabeza—. Te dije cada maldita vez que lo sugeriste
que no me gustaba la mujer de Hamilton. Quiero… salir con… Caroline.
—Y te dije cada maldita vez que mirabas en su dirección que no. Eso no
va a suceder.
Me quedé mirándolo, sin saber qué decir a eso. Por alguna loca razón, no
esperaba un rechazo inmediato. Creí que decírselo abierta y honestamente le
sorprendería suficiente al menos para que lo considerara. Pero esto… No había
planeado esto.
¿Por qué no había planeado esto? Me dijo que me mantuviera alejado de
ella un millón de veces. ¿Por qué pensé que cambiaría de idea si me ponía de
repente serio?
—Bueno… —Me quedé sin palabras unos instantes, sin tener ni idea de
qué decir, porque no me iba a dar por vencido. No podía darme por vencido. No
iba a dejar de verla, fin de la historia—. Lo siento, amigo, pero no era una
pregunta. —Aunque, sí, lo era. Le pedía su aprobación y su bendición.
¿Por qué coño no me había dado su maldita bendición?
—Voy a invitarla a salir —terminé, mi voz llena de convicción.
Pero mi mejor amigo en la Tierra, el hijo de puta, se limitó a decir—: No.
No lo harás.
Exploté, lanzando mis manos en el aire. —¿Qué mierda, Gam? No me
puedes decir que no de esa manera. Tiene diecinueve años. Ella puede tomar su
propia decisión.
—¿Así que simplemente vas a salir con ella a mis espaldas?
—No —gruñí y cerré mis manos antes de presionarlas en mi sien—. Es
por eso que estoy hablando contigo, adelantándotelo y tratando de hacer las
malditas cosas bien.
—La maldita cosa correcta sería dejarla sola y simplemente mantenerte
alejado.
Mordí mi labio inferior y sacudí la cabeza porque esa idea no era ni
siquiera una opción. —¿Por qué tienes un gran puto problema con que la invite
a salir?
Con una breve carcajada, Gam me dijo—: Porque te conozco. Y no
mereces tener nada que ver con ella.
Bueno, eso dolió. Incluso Noel Gamble, el chico que me había cuidado las
espaldas durante cuatro años, no creía que fuera digno.
—Gracias. Muchas gracias. —Di un paso hacia atrás para tomar una
bocanada de aire y recuperarme del escozor.
Obviamente asumiendo que nuestra pequeña charla había terminado,
Gamble se dio la vuelta para marcharse.
Presa del pánico, porque esta era mi única oportunidad de conseguir que
se cumplieran mis deseos, lo llamé. —¿No has notado ningún cambio en mí
últimamente?
Gam se detuvo y se volvió hacia mí. Inclinó la cabeza hacia un lado,
obviamente confundido.
Levanté mis manos, ofendido cuando no respondió. —No he salido a
ninguna puta fiesta ni he bebido ninguna noche. No he coqueteado con cada
pedazo de culo que se ha cruzado por mi camino, no… ¡Joder! No he tenido
relaciones sexuales con nadie desde… —Me devané los sesos, preguntándome
con quién fue la última vez que lo hice antes de Caroline, hasta que me
acordé—… la Visitante Nocturna.
Pero ese nombre solo hizo que Gam resoplara y cruzara los brazos sobre
el pecho. —Con quien todavía te envías mensajes de texto eróticos.
Apreté los dientes y comencé a responder, pero él levantó la mano para
detenerme. —Y no intentes usar esa mierda de la abstinencia conmigo. Te he
visto pasear en el trabajo mucho últimamente, vistiendo tu petulante sonrisa de
“acabo de tener sexo”. Sé que todavía estás teniendo un montón de sexo.
Parpadeé, aturdido. —No pongo ninguna sonrisa de “acabo de tener
sexo”.
Cuando encontré a Hart escuchando mi conversación con Gamble, se
encogió de hombros y me envió un guiño tímido. —Sí, la pones.
—Mierda. —Me pasé la mano por el pelo, sintiendo mi control de la
situación alejándose incluso más.
Gam levantó las cejas, como si espera que renunciara a la lucha. Un
suspiro de cansancio me reclamó. Miré hacia las filas de alcohol que recubrían
la pared y luego me concentré en él de nuevo. —Como tu amigo —dije—, te
voy a avisar. Voy a salir con ella.
Dicho esto, me di la vuelta para irme, pero mi supuesto mejor amigo
dijo—: Si incluso intentas invitarla a salir, se lo voy a contar todo.
Aspiré una extraña risa confundida y me di la vuelta. —No sé de qué
coño estás hablando. ¿Todo acerca de qué?
—Todo acerca de ti. Cada mujer que alguna vez follaste. Cada mujer a la
que le faltaste el respeto, maltratado y luego cabreado. —Sus ojos azules eran
hielo duro cuando me envió una mirada maligna de soslayo—. Quiero decir, las
describiste todas para mí… en detalle, ¿no? Creo recordar una buena cantidad
de ellas. Empezando por esa pelirroja cabreada que se acercó esta noche al bar y
te insultó.
El pánico me inundó. No estaba seguro de si iba a vomitar o romper a
llorar. Pero la idea de Caroline escuchando acerca de cada aventura sexual que
alguna vez tuve hizo que me entrara un sudor frío. Le haría daño; jodidamente
la dañaría. No podía soportar que fuera herida.
—Eres un maldito idiota —gruñí.
Gamble abrió los brazos y se echó a reír con fuerza. —Oye, tú eres el que
amenaza con meterse con mi hermana. Tú comenzaste esto.
Levanté mis cejas. —Entonces supongo que ha empezado. —Me di la
vuelta y me dirigí a la salida.
—Oye —me gritó, su voz dura—. No te tomes esto como una especie de
desafío. Caroline no es un premio que haya que ganar solo para molestarme. Si
la tocas, te mataré.
Ni siquiera lo entretuve con una respuesta. Seguí caminando hacia la
puerta.
—¡Ten! —rugió—. ¿Me estás escuchando, hijo de puta? No le hagas daño
a mi hermana.
Me cortaría mis propias bolas antes de herir a su hermana. Pero no me
molesté en explicárselo.
Salí de la discoteca vacía, enfadado, asustado y jodidamente preocupado.
No solo mi plan de meterle gentilmente la idea de Caroline y yo juntos
fracasó épicamente, sino que ahora le alerté de mi interés. No seríamos capaces
de escabullirnos a sus espaldas de la misma manera que antes. Siempre estaría
observando y probablemente se convertiría en un idiota desconfiado. Tensión
crecería entre Caroline y yo, y todo por lo que había trabajado en construir
juntos estos últimos meses iba a ser sometido a la prueba definitiva.
Herido, me subí a mi camioneta, conduje a casa y entré a mi tranquilo y
oscuro apartamento. Esperé hasta que estuve en mi habitación con la puerta
cerrada antes de patear los cajones de mi cómoda y cerrar mis manos en puños.
—Pedazo de hijo de puta. Imbécil. Bastardo de mierda
—¿Qué te pasa?
Di un grito ahogado y me di la vuelta, ya que no esperaba que alguien
estuviera en mi cama.
—¡Jesucristo! —Presionando la mano sobre mi corazón, miré
boquiabierto a Caroline mientras se sentaba, las sábanas apartándose para
mostrar que llevaba una de mis camisetas—. ¿Qué demonios estás haciendo
aquí?
—Vine a ver a Zoey antes y... me olvidé de ir a casa.
Un cegador e incontrolable amor me inundó. Sintiendo como si los
granos de mi tiempo con ella se escabulleran, me apresuré a la cama, recién
impresionado por cuán hermosa era para mí, por dentro y por fuera. —¿Y cómo
le va a Rubia? —pregunté, arrastrándome sobre el colchón con ella para estar en
la parte superior del cubrecama a su lado.
Se encogió de hombros y apartó el cabello de mi frente con un toque
suave. —Tiene miedo. Tanto ella como Quinn están asustados. Han ido a tres
médicos diferentes, y todos les han dicho que quizá tendrá que reposar en cama
en algún momento del embarazo. Están bien por ahora, pero creo que van a ser
unos nueve meses estresantes.
Asentí mientras me quitaba los zapatos. —Sí. Solo puedo imaginar lo
mucho que esto va a apestar.
Cuando arqueé mi rostro para besar su mejilla, Caroline se retiró tan
pronto como mis labios tocaron los suyos. Acariciando con su mano mi
mandíbula, me miró de soslayo pensativamente, la simpatía llenando su
mirada. —Dime lo que está mal.
Sacudiendo la cabeza, miré a sus ojos, asustado de que pronto no sería
capaz de mirarlos así nunca más. Nunca sería capaz de estirarme en la cama
con ella, o de tirar de su cabello mientras la hacía correrse.
—Te amo —dije, diciéndolo más en serio que nunca antes, sintiéndolo
moverse a través de cada fibra de mi ser y dándome cuenta de lo que esta mujer
era para mí. Ella era mi alma gemela.
Sus ojos se llenaron de preocupación. —¿Lo que está mal es que me amas?
—supuso, tratando de hacerme sonreír, pero asentí con seriedad.
—Sí —dije—. Te amo, y por eso sentí el irritantemente noble deseo de
abordar el tema de nosotros con Noel.
—Tú... —Abrió mucho los ojos—. ¿Se lo contaste? ¿Lo de nosotros?
Negué con la cabeza. —No. —Sabía que ella no quería que hiciera eso;
ese fue el porqué no lo hice. Ese fue el motivo por el que hice eso en su lugar—.
Pero yo... tal vez haya mencionado que quería invitarte a salir.
Ella gimió y cerró los ojos. —Déjame adivinar. Te dijo que no.
Solté un bufido. —Y algo más.
—Bueno... —Se encogió de hombros—. Creo que lo intentamos. Y
aunque hubiera sido bueno dejarlo adaptarse a la idea en dosis lentas... tal vez
deberíamos simplemente decirle que es demasiado tarde.
Mi mirada se agudizó en la de ella. —¿Te refieres a decirle que ya
estamos juntos y que lo hemos estado durante meses?
Asintió. —Claro. ¿Por qué no? Ya va siendo hora, ¿no?
Gemí y enterré el rostro en mis manos. —Sí, excepto por el hecho de que
amenazó con revelarte mi completo pasado con otras mujeres si me atrevía a
pedirte salir. Si se entera de esto, entonces definitivamente va a contártelo todo.
La preocupación iluminó sus ojos mientras comenzó a morder su labio.
—¿Es tan malo? Ya... ya sabes, ¿tu pasado?
Me encogí de hombros y desvié la mirada. —No lo sé —murmuré—. No
es bueno. —Volteándome hacia ella, le rogué con mis ojos que me perdonara—.
Sabes que ha habido un montón, y que no era el hombre más considerado y
respetuoso, pero mierda... ¿quieres oír hablar de todas ellas?
—No. —Sacudió la cabeza de inmediato—. Pero... yo solo... —Dejó
escapar un suspiro—. ¿Sabes qué? Tal vez tú deberías contármelo. Adelantarte a
Noel en el golpe.
La miré como si estuviera loca. —¿Estás completamente demente, mujer?
No te quiero confesar toda esa mierda.
Sus ojos se llenaron de miseria. —Mejor que me lo digas claramente
antes de que Noel me pille por sorpresa.
Con un gemido, enterré el rostro en mis manos. —Me da vergüenza —
admití en voz baja. Cuando subí la mirada hacia ella, mi rostro se sentía
caliente—. ¿Qué si te doy tanto asco que nunca me mirarás igual de nuevo?
¿Qué si…?
—Oren —dijo en voz baja, y atrapó mis mejillas entre sus manos—. Te
conozco mejor que nadie en la Tierra. Soy plenamente consciente de que no eres
perfecto. Ahora, por favor, confía en mí.
Asentí y lamí mis labios secos. —Está bien. —Mirando su calmada y
tranquila sonrisa, asentí de nuevo—. Está bien.
Cogió mi mano y me hizo ir bajo las sábanas con ella. Todavía llevaba mi
equipo de barman, pero a ninguno de nosotros le importó. Después de envolver
los brazos a su alrededor, ella acarició su rostro contra mi hombro y soltó un
suspiro contenido.
—Así que, ya conoces a la primera chica —comencé—, Libby.
—La noche en que tu hermana…
—Exacto. —Ya estaba preocupado y lo suficientemente tenso así; no
quería empezar a pensar también en Zoey. Mierda—. Así que, sí. Estuvo
también…
—Tianna —me ayudó Caroline de immediato—, quien también vio tu
marca de nacimiento.
—Sí, y después... —Joder, mi mente se había quedado en blanco.
—Alguien te dejó marcas de rasguños en tu espalda el año pasado,
¿recuerdas? Vertí el café con leche de Reese sobre tu cabeza por eso.
No había olvidado esa parte. Pero no podía recordar a la chica que causó
todo eso. Después de buscar en mi cerebro un momento, dije—: April. Ella era
una chica Alpha Delta Pi... con Blaze.
—¿Blaze? —Caroline se tensó contra mí—. ¿Te refieres a la Blaze de mi
clase de cine? ¿Te acostaste con Blaze?
Dios, no me gustaba esto. No me gustaba en absoluto. —Ajá —murmuré
y cerré los ojos con fuerza.
Después de un momento, ella dejó escapar un suspiro. —Está bien —dijo
finalmente—. Odio sus malditas entrañas, pero está bien. ¿Qué hay de... qué
hay de Marci Bennett?
Cuando me quejé en voz alta, revelando mi culpa, Caroline se apartó de
mí y se sentó, poniendo espacio en la cama entre nosotros. —¿Marci Bennett? —
repitió—. ¿La puta que consiguió que Aspen fuera despedida de su trabajo? ¿La
que casi hace expulsar a Noel de la escuela? ¿Ella?
Asentí leventemente, y sus ojos se ampliaron con horror.
—Oh, Dios mío —susurró.
Levanté las manos. —Escucha, solo hice eso para tener algo con que
chantajearla para mantenerla callada.
—¿Y funcionó? —El pecho de Caroline se levantó a medida que comenzó
a respirar con más fuerza, pero asintió, aún manteniéndose un poco calmada.
Excepto que cuanto más se esforzaba en permanecer calmada, más mierda me
sentía yo.
Asentí.
—Sí. Tengo algo con que chantajearla. Ella… posó para mí... un poco...
desnuda. Tengo las fotos en mi teléfono para usar en su contra si alguna vez
intenta hacerle daño a Noel o a Aspen.
—¿Tienes fotos desnuda de ella? ¿En tu teléfono? ¿Ahora?
Cuando asentí una vez más, se lanzó hacia mí y arrancó el teléfono de mi
bolsillo trasero.
—Caroline... —comencé, con dolor profundo en mis huesos.
Se encontró con la pantalla del código de mi contraseña. Luego se
mordió el labio, luciendo por un momento pensativa. Un segundo más tarde,
apretó unos pocos números y entró.
Mi boca se abrió.
—¿Cómo demonios descifraste mi contraseña?
Apenas me prestó atención cuando encontró la aplicación de imágenes y
la abrió. —Es Zoey —dijo—. No fue tan difícil de descifrar.
Comenzó a desplazarse a través de todas mis fotos y me entró el pánico,
arrebatando el teléfono de su mano. —No las mires —dije.
Atacándome con una mirada dura, apretó la mandíbula. —¿Por qué no?
¿Ella es mucho más bonita que yo?
—No. Por supuesto que no. Jesús, no te hagas esto, Care. Las borraré
todas. Ya mismo. Ya ha pasado tiempo suficiente; estoy seguro que ella siguió
adelante y no dirá nada sobre Gamble.
Caroline me miró con los ojos heridos mientras buscaba las fotos y
borraba cada una de ellas. —Listo —murmuré en voz baja, mostrándole la
pantalla—. Se han ido todas.
Ella lo cogió de mi mano y comenzó a mirar todas las imágenes. —Así
que Marci, Blaze y Kelly, cuyo lugar tomé, además de al menos dos de sus
amigas. ¿Quién más?
Negué con la cabeza. —Tal vez deberíamos parar aquí. Esta fue una mala
idea.
Pero Caroline me quemó con una mirada dura. —Solo sigue hablando.
Ahora tengo que saberlo.
Me pasé las manos temblorosas sobre mi rostro, sintiendo la mierda
levantándose alrededor de mí. —Está bien —susurré—. Veamos. Estuvo… —
Joder, no me podía creer que iba fuera admitir esto—. Cora.
—¿La hermana de Zoey? —Sus ojos se ampliaron con horror—. ¿La ex de
Quinn? Oh, Oren. ¿Es por eso que Quinn te dejó un ojo negro el semestre
pasado? ¿Porque lo apuñalaste por la espalda con ella?
—No le engañé —insistí. Luego me pasé la mano por el cabello
frenéticamente—. Quiero decir, no a sabiendas. Aún no sabía que estaban
juntos, no hasta más tarde, y entonces... mierda. Sabes que no le haría eso a
Ham a propósito.
Cuando me miró con dolor formándose detrás de sus ojos, exhalé un
suspiro doloroso.
—Sin embargo, también se lo hice a Pick, supongo.
—No. —Las lágrimas llenaron sus ojos mientras colocaba la mano sobre
su boca—. ¿Te acostaste con Eva?
—¿Qué? ¡No! ¡Dios, no! —Cuando alcancé su brazo, retrocedió lejos de
mí—. Su primera esposa —dije—. La que tuvo una sobredosis y murió. La
verdadera madre de Julian. Ella vino al bar una noche y no tenía idea de quién
era. Pero Pick me aseguró que estaba bien; él y ella nunca tuvieron ese tipo de
relación.
—Pero ¿él técnicamente todavía estaba casado con ella?
No pude hacer que mis manos dejaran de temblar o que mi respiración
se calmara. Odiaba verla así. —Sí —dije con voz áspera—. Él técnicamente
todavía estaba casado con ella... solo de nombre.
Cerró los ojos. —¿Qué pasa con el resto de nuestros amigos? Nunca te
has acostado con ninguna de las mujeres en nuestro grupo, ¿verdad? ¿Reese?
—No —susurré—. Nunca me he acostado con Buttercup o con cualquiera
de nuestras amigas.
Caroline sorbió por la nariz y se secó sus malditas mejillas. Fui a avanzar
hacia ella, pero levantó una mano. —Yo solo... necesito un segundo.
Dejé caer mi mano y exhalé, pero mis costillas se sentían como si
quisieran ceder.
—¿Qué es...? —Ella limpió más lágrimas de sus mejillas con los dedos—.
¿Qué es lo que Noel pensaría en decirme? ¿Algo que él creyera que es… malo?
—No lo sé. —Gemí y froté mi rostro, simplemente queriendo que esto
terminara—. De nuestro primer año, supongo. Nos gustaba ir a fiestas,
emborracharnos y traer a una chica a nuestra habitación de la residencia.
—Una chica —repitió Caroline lentamente—. ¿Una sola chica?
Asentí. —Sí. Solo... una chica, una diferente cada vez.
—Y entonces... —Sacudió la cabeza, confundida—. ¿Qué? —Pero una
fracción de segundo después, lo entendió. Sus ojos se ampliaron—. Oh, mi
jodido Dios. ¿Tenías tríos... con mi hermano?
—¡No! Quiero decir, no... realmente. Simplemente nos turnábamos.
—Eww. —Tuvo arcadas y golpeó la mano sobre su boca. Las lágrimas
caían con más fuerza, y yo maldije un poco más fuerte.
—Luego estuvo Faith McCrown.
—¿Sabes qué? No. —Caroline levantó las manos en señal de rendición y
voló de mi cama—. No... no creo que quiera escuchar más.
—Caroline. —Fui tras ella, pero me alejó.
—No. Por favor, no me toques.
—Maldita sea. —Coloqué las manos en puños, con ganas de golpear algo
o agarrarla como si mi vida dependiera de ello—. Sabía que esto era una mala
idea.
—No, no lo fue. Solo... Necesito un poco de tiempo. —Agarró sus
vaqueros del suelo y se los colocó debajo de mi camiseta demasiado grande
para ella—. Me tengo que ir.
Observé impotente cómo metía los pies en sus zapatos. —No tienes que
irte.
Soltó una risa miserable y me dio una mirada oscura. —No. En realidad,
sí. —Cuando se puso de pie, abrí la boca para decir... joder, no tenía nada que
decir para defenderme. Era un puto mujeriego, y eso era todo.
Después de limpiar con los dedos su rostro húmedo una vez más, ella
colocó los brazos sobre su pecho y me lanzó una mirada rota. —Adiós.
Salió deprisa de la habitación, y como el completo idiota que lo jode todo
que era, la dejé ir. Luego me dejé caer sobre la cama y susurré—: Adiós. —
Mientras, acunaba mi cabeza en mis manos e intentaba de no perder mi jodida
mente.
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Anty

Pasaron seis días. Le di a Caroline su espacio… y jodidamente lo tomó.


No llamó, no envió un mensaje por Facebook, no vino.
Morí un poco por dentro cada hora que se mantenía alejada.
La contacté exactamente tres veces. La mañana siguiente, le envié un
mensaje, diciendo: Lo siento.
El día después de eso, agregué: Te amo.
Y el tercer día, escribí: Aún confío en ti. Confié en que ella se enterara de
toda esa mierda sobre mí y no rompiera mi corazón dejándome. Pero mi
maldita confianza fue dolorosamente examinada y destruida.
Me recordé, que solo necesitaba tiempo. Que lo iba a superar, y que
regresaría a mí.
Sí, repetí eso una y otra vez en mi cabeza, sin creerlo realmente, mientras
que de todas formas mantenía la esperanza.
Caroline me odiaba en este momento, y terminó conmigo. Mi vida se
hallaba jodidamente acabada.
Ni siquiera apareció en Forbidden el viernes siguiente para ver a la
banda de Hart, y siempre iba para animar a Non-Castrato.
Después de cerrar el bar, guardaba la última botella de licor, cuando me
detuve y la miré, tentado a ahogar todas mis penas como un típico imbécil con
el corazón roto.
Seguía allí de pie como un completo idiota, mirando la botella, cuando
Lowe se detuvo a mi lado y apoyó sus antebrazos en la barra. Observó a Hart y
a su banda empacar sus equipos antes de sacudir la cabeza. —Juro que uno de
los chicos de la banda de Asher, el de la cresta, ha dejado caer más maldiciones
que tú, Ten.
Resoplé, inclinando la cabeza hacia un lado mientras consideraba la
botella de tequila desde un ángulo diferente. —Eso ni siquiera es malditamente
posible —dije antes de encogerme de hombros y voltear un vaso de tragos para
servirme una bebida. Luego lo tomé de un solo trago.
—También creo que es más vulgar que tú.
—Bien por él. —Me serví otro.
Finalmente Lowe me miró, frunciendo el ceño. —¿Te sientes bien esta
noche?
Tercer chupito, fondo blanco. —Jodidamente genial. ¿Cómo estás tú?
Levantó sus cejas. —Uh… Asher —gritó.
Hart miró en nuestra dirección y luego se nos unió. —¿Qué pasa?
Lowe lanzó su pulgar en mi dirección. —¿Qué está mal con él?
Hart me estudió por un segundo, y luego regresó su atención hacia
Lowe. —Problemas de mujeres. ¿Qué más puede ser? —Entonces sonrió y
golpeó la barra—. ¿Por qué no te encargas de esto?
Lowe resopló. —Como si supiera qué hacer con un Ten depresivo. Eso se
encuentra fuera de mi ámbito de la realidad.
Con una risa, Hart se sentó en un taburete. Empecé con mi trago número
cinco… ¿o era el sexto? Mierda, ya había perdido la cuenta de cuántos me tomé
mientras estos dos hablaban de mí jodidamente frente a mí.
—Entonces la última vez que te vi, le preguntabas a Noel si podías salir
con su hermana —murmuró Hart, pensativamente.
—No le pedía permiso —escupí.
—Lo que sea. —Pareció no importarle—. Noel dijo que no, le discutiste, y
luego te amenazó con decirle a Caroline todo sobre tu pasado… con las
mujeres, si intentabas algo con ella… así que supongo que de todas formas lo
hizo.
—No. —Tomé más y siseé entre dientes al quemarme la garganta—. Yo le
dije.
—¿Hiciste qué? —gritaron ambos al unísono.
—Oh, estúpido idiota. —Lowe puso una mano en mi hombro con
simpatía—. Por favor no me digas que le contaste sobre todas las mujeres con las
que estuviste.
—No. —Me reí con severidad—. Se fue antes de que pudiera darle toda
la lista.
Lowe hizo una mueca. Hart se rió con disimulo. Los miré. —Se lo decía
yo o Gamble. Pensé que sería mejor si salía de mí.
—¿Hace cuánto pasó esto? —preguntó Hart.
—El sábado pasado —pronuncié, sintiendo el dolor de extrañar cada
pequeña parte suya: su voz, uno de sus pequeños, lindos y sexys mensajes de
texto, sus brazos a mi alrededor, su sonrisa.
—Mierda. —Lowe sacudió su cabeza—. Dale al menos una semana.
Lo miré. —¿Qué pasa si no me ha hablado dentro de una semana?
Se encogió de hombros. —Entonces dale dos.
—¿Y qué pasa si…
—Solo dale algo de tiempo, hombre.
Enterré la cara entre mis manos, absoluta y jodidamente miserable. El
tiempo iba a destrozarme si tenía que pasar mucho tiempo lejos de ella. —Soy
un idiota —vociferé—. Las últimas palabras que mi hermana me dijo antes de
morir fueron que no me volviera un mujeriego, y ¿qué fue lo primero que hice?
Me convertí en un maldito mujeriego para luchar contra los malos recuerdos, y
ahora regresa para morderme el trasero. —Acunando los lados de mi cara en
mis manos, levanté la mirada hacia Hart y Lowe, quienes me miraban con la
boca abierta como si me hubieran crecido cuernos. En algún lugar de mi cabeza,
me di cuenta que derramé un montón de mierda sobre mi hermana, pero en
este momento ni siquiera podría importarme. Ocurría algo más importante—.
¿Qué pasa si la pierdo?
Incapaz de cargar el peso de este dolor, me hundí en el suelo y apoyé mis
codos sobre mis rodillas mientras me concentraba en no romperme.
—Eso es todo. —Hart me jaló del brazo, tratando de ponerme de pie—.
Te llevaré a casa.
Sacudí la cabeza. —No. No puedo ir a casa —murmuré—. Mis sábanas
aún huelen a ella. —No había sido capaz de dormir nada la mayor parte de la
semana por eso. Debí haberlas lavado, pero entonces ya no olerían a ella, y eso
me hubiera roto incluso más.
—Entonces puedes quedarte en mi sofá. Solo vamos a sacarte de aquí. —
La siguiente vez que trató de levantarme, lo dejé.
El sábado, el consejo de Lowe de esperar una semana llegó. Y luego pasó.
Sin una palabra de Caroline.
La mañana siguiente, el comienzo del día ocho, fue todo. Sabía que las
cosas se terminaron. Caroline me odiaba, y nunca me permitiría estar de nuevo
en su vida.
Miserable, sin afeitar, y luego de dos días sin bañarme, yacía sobre mi
cama, viendo Child of Glass en mi computadora porque ella dejó allí su DVD.
Odiaba la estúpida película.
—Esta tiene que ser la maldita cosa más cursi que se ha hecho —me
quejé en voz alta para mí mismo—. Actuaciones jodidamente horribles, la peor
maldita música, y ni una jodida maldición durante toda la maldita cosa.
Aun así probablemente era la tercera vez que la veía hoy. Parecía que no
podía dejar de hacerlo.
—¡Espera! —gritó el fantasma de la película—. No te vayas Alexander.
Necesito tu ayuda.
Resoplé. —Y ese tiene que ser el maldito fantasma más falso que se ha
inventado.
Subí el volumen para escuchar el acento del fantasma, el que Caroline
tanto amaba. —Aunque tiene un lindo acento —admití con un gruñido.
Y justo así, la agonía se extendió a través de mí. Mi pecho se sentía lleno
y en carne viva como si garras de metal hubieran atravesado mis pulmones.
Volteando mi cabeza hacia un lado, inhalé la esencia que apenas se
aferraba en mi almohada.
Dios, la extrañaba.
—Oye, Ten. —Quinn golpeó en mi puerta abierta y me miró con un
encogimiento de solidaridad—. ¿Quieres ir con nosotros al picnic o ir en auto tú
sola?
Pausé la película y fruncí el ceño. —¿Qué picnic?
—Eh… —Quinn se rascó la cabeza antes de pasar su peso de un pie a
otro—. El de Noel… para celebrar que Aspen consiguió un trabajo nuevo en la
escuela secundaria.
—¿Gam hará una fiesta? —dije despacio. Quité la computadora de mi
regazo así podía salir de la cama.
—Sí… ¿No recibiste la invitación por mensaje de texto?
Lo miré fijamente durante un momento antes de encogerme de hombros.
—Se debió haber perdido en el correo. Creo que iré en mi auto.
—Quieres decir, que en realidad él no… —Ham se quedó callado antes
de darme una mirada de preocupación—. ¿Estás seguro de que es una buena
idea? Si no te invitó…
—¿Qué? —pregunté—. ¿Crees que no debería ir a la fiesta? Yo creo que
es una gran idea. —Rebusqué entre la pila de pantalones en el suelo, levantando
algunos y haciendo un examen de olfato antes de decidir cuál era el más
limpio—. Los veo allí, ¿de acuerdo? Primero tomaré una ducha.
De pie, Ham siguió mirándome. —Oye, solo… —Dio un vistazo hacia la
entrada y se acercó. Bajando su voz dijo—: Por favor, no causes una escena o
hagas cualquier cosa que pueda molestar a Zoey. En este momento cualquier
estrés emocional para ella…
Golpeé su brazo. —No te preocupes, papá. Nunca haría nada para
lastimar a tu bebé.
Hamilton soltó un suspiro y asintió, pero sus ojos aún se veían llenos de
preocupación. Y deberían estarlo, porque me sentía muy de humor para causar
una escena.

Una hora y media después, me acerqué al patio trasero de Gam. Todos


los demás ya habían llegado. La mayoría de las mujeres se encontraban
reunidas alrededor de Zwinn y hablando mierda de bebés. Rubia acunaba su
barriga como lo hacía estos días cada vez que la veía, y me di cuenta que
Caroline se hallaba a su lado. Me daba la espalda mientras Tetas de Leche y
Buttercup parloteaban, riendo sobre… mierda, quien sabe qué.
—Ten. —La voz de sorpresa de Gamble hizo que mirara a mi izquierda
desde donde se acercaba lentamente.
—Hola. —Mi voz era bastante agradable para la maldad con la que lo
miré—. Gracias por la invitación, idiota.
Lo rocé al pasarlo y fui hacia su esposa, donde se encontraba ocupada
con la mesa de la comida. —Shakespeare. —La saludé con una sonrisa—.
Felicitaciones. —Saqué de mi bolsillo un bloque redondo de madera roja y se lo
entregué.
—Ay —dijo, tomándolo—. Una estatuilla de manzana. Gracias, Ten.
—Y también funciona como un portalápiz. —Señalé los huecos.
Lo estudió, sonriendo con aprecio. —Eso es muy dulce. No tenías que
darme nada.
Solo me encogí de hombros y sin permiso, mi mirada se desvió por el
patio.
—Sí, Ten —dijo Gamble detrás de mí. Me di vuelta para encontrarlo
deslizando un brazo sobre los hombros de Shakespeare—. No tenías que traerle
nada, especialmente si creíste que endulzarla la convencería de hablar conmigo
para hacer algo que jodidamente no voy a hacer.
Estreché mis ojos. —Te dije que no estaba pidiéndote permiso.
—Y yo te dije lo que haría si te acercabas a ella.
—Oh… así que primero no podía pedirle que saliera conmigo, pero
ahora ni siquiera puedo acercármele, ¿eh? Muy pronto patearás mi trasero si
incluso pienso en ella.
—Entonces quizá no deberías pensar en ella —sugirió, apretando los
dientes.
—Quizá deberías dejar de ser un cretino —gruñí.
—O quizá deberíamos comer en este momento —interrumpió Aspen con
demasiado ánimo, retorciendo las manos mientras miraba entre nosotros—.
¿Escucharon eso? —Alzó la voz para llamar la atención de todos—. La comida
está lista, así que… adelante.
Gamble y yo compartimos una última mirada antes de alejarnos el uno
del otro para que sus hermanos llegaran a la mesa y comenzaran a llenar sus
platos.
No tenía hambre, pero no me alejé exactamente de la línea de la comida.
Caroline se aproximaba con las mujeres, así que no iba a ningún lado.
No me hallaba seguro de dónde vinieron Ham y Lowe, pero los encontré
rodeándome mientras comenzaban una conversación entre ellos sobre quién
diablos sabe qué. No escuché una palabra de lo que dijeron. Tampoco miré
directamente a Caroline. Observé el suelo frente a la mesa de la comida, y me
conformé con enfocarme en ella desde la esquina de mi ojo. Cuando tuvo que
pasarme justo después de llenar su plato, no me miró. Levanté mis ojos en ese
pequeño segundo en el que se movió y me ignoró completamente.
Tomé una larga respiración, pero no creo haber conseguido aire. Sentí
que solo inhalé una bocanada de agonía.
—Uh —murmuró Hart tranquilamente detrás de mí.
Lo ignoré y me giré hacia Lowe. —¿Una semana? —dije alzando mis
cejas.
—Dos semanas —corrigió, mirando después a Caroline y haciendo una
mueca—. Definitivamente dos semanas.
—Demonios. —No iba a sobrevivir a esto.
—Oh, mierda. —Escuché la voz de Caroline—. Olvidé mi tenedor.
Moviéndome rápido hacia la mesa, tomé el primer tenedor de plástico
que vi y se lo extendí. Se detuvo sorprendida cuando se giró y me encontró allí.
—¡Oh! —Tomó aire y retrocedió.
—Aquí tienes —ofrecí con tranquilidad.
De inmediato bajó la mirada. —Gracias. —Cuando iba a alcanzarlo, me
negué a soltarlo enseguida. Alzó el rostro rápidamente, destellando pánico—.
Oren. ¿Qué haces? —Luchó por liberar el tenedor.
Cuando comenzaba a alejarse, pregunté—: ¿Ni siquiera vas a saludarme?
Se congeló antes de mirarme de nuevo con lentitud. —No puedes hacer
esto aquí —susurró la advertencia. Pero no podía no hacerlo… en ningún lado.
Necesitaba hablarle, necesitaba a mi mujer de regreso. Necesitaba saber que iba
a perdonarme… si no hoy, entonces algún día.
—Han pasado ocho días —fue todo lo que pude decir. No podía evitar la
forma en la que mi mirada suplicaba. Me arrodillaría y rogaría si fuera
necesario.
Una expresión de comprensión llenó su expresión. —Yo… —Pero no dijo
nada más.
Iba a volverme loco. —¿Eso significa que terminaste? —pregunté.
Sacudió la cabeza, confundida. —¿Terminé?
Pinché mi pecho con un dedo. —¿Conmigo?
—Oigan, ¿de qué hablan aquí tan solos? —preguntó Gamble
acercándosenos. Su voz sonaba lo suficientemente casual y curiosa, pero podía
detectar la censura.
Caroline saltó ante su voz y de inmediato giró hacia él, pero no podía
apartar mi mirada de ella, no hasta que me respondiera. Aún ignorando a
Gamble, siseé—: ¿Caroline?
Nerviosa y asustada, sus ojos se movieron hacia mí. —No —dijo sin
aliento tan silenciosamente que solo yo pude oírla—. Por supuesto, no he
terminado contigo. —Luego su atención volvió a su hermano y le dio una gran
sonrisa—. Quizá contábamos secretos sobre ti —bromeó.
—¿Secretos? —repitió. Cuando su mirada se deslizó en mi dirección, solo
la correspondí, retándolo a comenzar.
El hijo de puta debió aceptar mi desafío porque envolvió un brazo
alrededor del hombro de Caroline y sonrió. —Oh, podría darte todo tipo de
secretos… sobre Ten.
—Gam —dije en voz baja. La advertencia era clara. No me quedaría aquí
y recibiría esta mierda. El rostro de Caroline ya había perdido color y se veía
rígida y molesta—. No.
Se encogió de hombros. —¿No qué?
Miré alrededor a todo el mundo quienes dejaron lo que hacían para
observarnos, todos ellos en alerta extra. —¿Qué no le diga sobre tus secretos?
¿Ni siquiera acerca de Tianna? —Después de un silbido bajo, le habló
directamente a Caroline—. No sé qué le hizo a esa pobre chica, pero nunca vi a
alguien odiar tanto a un chico como ella, y Tianna ama a todos los chicos.
—Noel —gritó Aspen, apresurándose hacia nosotros—. ¿Crees que
podrías ayudarme a traer más papas fritas?
—En un segundo —respondió, sin alejar su mirada de mí—. Oh, ¿y
recuerdas a Faith McCrown? ¿No le quitaste su virginidad en nuestro segundo
año?
Con una rápida mirada a Caroline, apreté mis dientes. Sin embargo, ella
mantuvo su barbilla alta, y estuve orgulloso. Pero todavía demasiado molesto.
Asintiendo, le envié una sonrisa dura a mi buen viejo amigo y viejo
compañero. —Sí, ya sabes, la recuerdo. Recuerdo cómo la tomaste después de
que te contara con entusiasmo lo flexible que era.
Su sonrisa burlona se volvió fría. Incliné mi cabeza hacia un lado. —¿No
fue ella la que quedó tan enganchada de ti que se volvió casi suicida después de
que la dejaste por su mejor amiga? ¿O fue a su archienemiga a la que follaste?
No puedo recordar cuál.
A su lado, Aspen comenzó a toser, y la miré, de repente acordándome
que se encontraba allí.
Mierda.
Presionando una mano en su pecho, bateó sus pestañas como loca y dio
un paso alejándose de nosotros.
—¿Aspen? —Gamble la alcanzó, pero dio un paso rápido para alejarse.
—Lo… Lo… lo siento. Creo que tengo polvo en el… —Tosió de nuevo
cuando las lágrimas llenaron sus ojos. Girándose, murmuró—: Discúlpenme.
Mientras escapaba, Gamble me envió una mirada asesina—. Maldito
malnacido. —Y luego corrió tras su esposa.
Apreté mis ojos. —Mierda. —Arruiné eso.
Cuando los abrí, una Caroline incrédula se encontraba en mi cara. —¿Por
qué demonios le hiciste eso a Aspen?
—No pensé en ella —admití—. No quería lastimarla. Solo me sentía tan…
enojado con él.
—Bueno, la heriste. Y mucho.
—El hijo de puta tenía que cerrar la boca, así que lo callé. Te lastimaba, y
no pude soportar eso. No lo pensé, me hallaba muy enfocado en hacer que
dejara de molestarte como para pensar en alguien más. Lo siento.
—Pero no sabía lo que me hacía.
—Entonces quizá debería —dije con brusquedad—. No, no hay quizá para
ello, ya no más. Él… debería… saberlo. Ha pasado mucho tiempo. Todos los
demás lo saben. Incluso mis padres. Es la única persona que no lo sabe.
—Pero…
Agarré sus hombros y la sacudí ligeramente. —¿Por qué no quieres que
sepa?
Me empujó y gritó—: Porque tengo miedo.
No le creí. Aún me preocupaba que quisiera abandonarme después de lo
que le dije, por lo que sacudí mi cabeza. —No se desquitará contigo. Eres su
hermana. Siempre te amará, sin importar nada. Soy yo quien está en riesgo de
perder a su maldito mejor amigo. ¿Entonces de qué tienes miedo?
Solo quería que admitiera que era por mí, si ese era el caso, pero en
cambio gritó—: Tengo miedo de que haga o diga algo que te convencerá de que
no valgo la pena. ¿De acuerdo? —Lágrimas llenaron sus ojos—. ¿Y si nos separa?
No estoy lista para perderte.
Recibí un golpe por sus palabras y la miré con la boca abierta. Ella quería
estar conmigo. Quería… mierda. Inhalé bruscamente. Al instante, desapareció
mi rabia, por lo que di un paso más cerca y acuné su rostro en mis manos. —
Nena, no hay nada que él podría decir o hacer para alejarme de ti.
—¿Eso es así? —preguntó Noel detrás de nosotros.
Traducido por Andreeapaz & Mitzi noh
Corregido por Laurita PI

Me di vuelta para encontrar a Gamble a tres metros de distancia, su cara


se puso roja, sus labios se curvaron en un gruñido, y sus ojos se estrecharon con
odio.
—Hijo de puta.
Gruñó, y un montón de cosas pasaron al mismo tiempo. Pick, Lowe y
Hart gritaron para que parara mientras le saltaban encima, agarrando sus
brazos y su pecho para evitar que llegara a mí.
Me paré en frente de Caroline para que quedara atrás de nosotros, y
Rubia la agarró para alejarla. Pero Ham no quería a nadie cerca de su mujer, así
que se colocó delante de las dos chicas, mientras Tetas de Leche y Buttercup
trataron de llevar a los dos hermanos más pequeños de Gamble dentro de la
casa, excepto que Colton y Brandt se negaron. Aspen salió por la puerta trasera
y se detuvo para cubrir su boca con las manos.
—Maldita sea —rugió Gam, mirándome con furia mientras trataba de
salir del agarre de los tres hombres—. Suéltenme. Solo quiero matarlo.
—No puedes matar a Ten —explicó Pick, sonando extrañamente sensato
para un momento como este.
—Sí, porque él no está durmiendo con tu hermana detrás de tu maldita
espalda, así que trata de decirlo de nuevo.
Gruñí—: No solo estoy durmiendo con ella, idiota. De hecho, estamos
saliendo. —Miré a Caroline, que se cubría la boca con ambas manos y me miró
con ojos preocupados—. Lo hemos hecho por un par de meses.
—¿Saliendo? ¿Bromeas? —Volvió su atención a Caroline—. ¿A cuántas
citas te ha llevado?
Parpadeó, obviamente sin entender. —¿Qué?
Movió su mano, animándola a hablar. —¿A cuántas citas fuiste con él?
¿Al cine? ¿A bailar?
—Eso no es justo. —Me moví hacia él, haciendo mis manos puños—. No
podíamos ir a alguna de esas mierdas por ti.
—Sí. Lo que sea. La verdad es que no eres mejor que Sander Scotini.
Oh, hijo de puta. Solo tenía que llegar allí, ¿no?
La ira inundó mis venas. Pero lo que más me dolía era escuchar que
pensó que pertenecía a la misma categoría de ese marica sin valor, pero estaba
de acuerdo con él. No fui justo con Caroline. Escogí esconder nuestra relación
por temor a las consecuencias, por el miedo de que Noel se enterara. Solo fui el
más grande de los idiotas.
Pero empujé toda mi culpa a Gamble.
—Bastardo —rugí justo antes de arrojarme encima de él.
Hamilton pasó un brazo por detrás de mí y me puso de nuevo sobre mis
pies mientras Hart, Pick y Lowe trataban de aumentar sus esfuerzos para
mantener a Gamble quieto.
Todavía enojado, me esforcé en salir del encierro de mi impenetrable
compañero de piso. —¡Retráctate! No soy un pedazo de mierda. En verdad la
amo. Y esa es la única razón por la que no te lo dije antes, para protegerla,
porque sabía que ibas a reaccionar así, y la lastimaría. Quiero decir, ¡mierda!
Solo mírala.
No sabía que empezó a sollozar, pero podía sentirlo en mis huesos. Y sí,
cuando miré y apunté con el dedo en su dirección, las lágrimas corrían por su
cara mientras agarraba a Rubia como para salvar su vida. Se abrió un agujero a
través de mí.
—Demonios —dije, mi voz áspera se quebró—, la hicimos llorar.
—Noel —sollozó—, por favor. —El dolor en sus ojos me mató. Solo
quería estrangularlo y hacer que entrara en razón.
Cerró los ojos como si tratara de bloquear el efecto de sus súplicas. Luego
apretó los dientes y sacudió la cabeza.
—No es su culpa —rogó—, lo engañé. Entré a escondidas en su
habitación en la noche cuando esperaba a otra persona.
—Oh, me estás… jodiendo. —El asco nubló su cara—. ¿Ella es la Visitante
Nocturna?
—Él no tenía idea que era yo —dijo Caroline.
Gamble resopló. —Oh, apuesto que no tenía idea. —Su mirada se cerró
en mí como si supiera la verdad.
—Él no lo sabía —clamó Caroline en defensa propia.
—En realidad —admití con un suspiro mientras miraba con aire de
culpabilidad—, lo sabía.
—¿Qué? —Se giró hacia mí, con la boca abierta—. No, no lo sabías.
La miré directo a los ojos. —Sí… lo sabía.
Parpadeó. —No… no lo sabías. —De repente no parecía tan segura—.
Pero… te enojaste conmigo cuando te enteraste. Estabas… cabreado porque te
engañé. Te forcé a traicionar a tu mejor amigo, ¿lo recuerdas?
Me encogí de hombros. —Aun así lo sabía. Quiero decir, me llamaste
Oren. Olvidaste cambiar tu voz un montón de veces, y… mierda, olías como tú.
Sabía que eras tú. Solo… me negué a aceptarlo.
Confusión cruzó por su expresión. —¿Qué quieres decir con que te
negaste a aceptarlo?
—Fácil. Me dije a mí mismo que no eras tú. Sabiendo que si en realidad
lo eras, todo estaría mal, y no quería estar equivocado, así qué… me convencí
de decirme que no eras tú.
Negó, incapaz de creer lo que dije. —¿Cómo demonios hiciste algo así?
—No lo sé, pero pude. Hice un buen maldito trabajo negándome por
cuatro años que tenía una hermana gemela muerta, ¿así cómo no podría? Soy el
rey de la negación.
—¿Tenías una hermana gemela? —La mandíbula de Gamble se abrió y
sus ojos se agrandaron, pero me encontraba demasiado ocupado con Caroline
para prestarle atención.
Sacudió la cabeza confundida. —Pero… si sabías quién era, entonces,
¿por qué no me alejaste?
Me reí en voz baja. —Porque eras tú.
Con sus labios entreabiertos, su cara de iluminó con el entendimiento.
Me hallaba tan concentrado viendo su expresión que no me di cuenta
que Gamble se soltó de Lowe, Pick y Hart, hasta que me empujó. Retrocedí
hasta que perdí el equilibrio y aterricé con mi culo en el pasto.
—¡Maldito idiota! —rugió—. En primer lugar, follaste a mi hermana a
mis espaldas, y ¿ahora tienes una gemela de la cual nunca supe? Es como si no te
conociera. Y, chicos, ¿por qué demonios me apartan de él como si trataran de
protegerlo?
Se alejó de Pick, Lowe y Hart cuando de nuevo intentaron de retenerlo.
Pick alzó una mano para calmarlo. —Noel, hombre. Necesitas calmarte.
—¿Calmarme? —Su boca se abrió antes de mirarme en el suelo y de
vuelta a los chicos a su alrededor—. Santa mierda —susurró—, en verdad lo
están protegiendo. Me traicionó, y están de su lado. Gracias, chicos. Gracias por
vigilarme las espaldas.
—No se trata de ponerse de su lado o del tuyo —dijo Hart—, Caroline lo
quería, y él la trata bien, entonces… —Cuando se encogió de hombros, Noel
estrechó los ojos.
—Lo dices de una manera como si lo supieras desde hace algún tiempo.
—Sus ojos brillaron—. Mierda. Sabías esto desde hace un tiempo. Joder,
¿cuántos de ustedes lo sabían? —Cuando miró alrededor, todos bajaron su
mirada. Un sonido de negación subió por su garganta.
Colton miró preocupado a Brandt. —¿Eso significa que tenemos que
devolverle a Ten el dinero que nos pagó por mantenernos callados?
Gamble negó y se rió sin sonido. —¿Incluso le tuviste que pagar a mis
hermanos? Qué bien, hombre. Qué bien. Ahora dime que mi propia esposa lo
sabía.
Cuando Aspen dio un paso atrás, la encerró con su mirada. Ella cubrió su
boca con las manos, y los ojos de él se ampliaron.
—Oh, Dios —resopló—. ¿Aspen?
—Lo siento. —Sacudió la cabeza como si pudiera negarlo mientras
seguía disculpándose—. Lo siento mucho. Pero Asher tiene razón. La hace feliz
de nuevo. Desde el momento en que llegó, Caroline estaba tan triste y entonces
de repente, era feliz. Ten… es bueno para ella.
—Sí, es malditamente bueno para ella. La mantuvo oculta como una
barata y sucia puta que ella no es, pero no… él es asombroso. —Se apartó y salió
del patio.
Aspen escondió la cara entre sus manos y comenzó a llorar. Cuando
Brandt y Colton se movieron para consolarla, Caroline corrió lejos de Rubia. Se
lanzó hacía mí, la agarré por la cintura y enterré la nariz en su pelo. —¿Estás
bien?
—No. Oh, Dios. ¿Cómo podría estar bien? Estaba tan enojado. ¿Lo viste?
—Sí, lo vi.
Cuando las lágrimas cayeron por sus ojos y sorbió, lo perdí. La ira me
envolvió.
¿Por qué tenía que irse y ser así? ¿No se dio cuenta que yo era lo que
quería Caroline? ¿Ni intentó averiguar si era bueno con ella o cómo la trataba?
Se suponía que era su maldito mejor amigo, y sin embargo, asumió tan rápido
que era igual que Sander Scotini.
Bueno, qué se joda.
No me pude detener, solté mis brazos de Caroline. —Vuelvo enseguida.
—La besé en el pelo, corriendo por donde se fue Gam.
Caminaba por la acera dando grandes pasos lejos de su casa cuando lo vi
desde el patio.
—¡Oye! —grité.
Se detuvo y poco a poco se dio vuelta.
—Se supone que soy tu mejor amigo. ¿Por qué es tan horrible pensar en
Caroline y yo juntos?
—¡Porque te conozco! Te conozco desde el primer día que llegué a esta
ciudad. Y en estos cuatro años, ni una sola vez has tenido un poco de respeto
por alguna mujer.
—Como malditamente nunca. Respeto mucho a las mujeres. ¿Qué pasa
con tu esposa?
Noel soltó una carcajada. —Oh sí, la respetaste lo suficiente como para
subirte a una mesa y preguntar a una habitación llena de sus estudiantes cómo se
vería vestida de colegiala, así podrías jugar al profesor. Eso fue muy respetuoso.
Mierda, tal vez Shakespeare no era un buen ejemplo. —Hombre, estaba
borracho.
—Terminó siendo despedida de su trabajo, y el entrenador publicó su
foto en topless en la pared del vestuario.
—De acuerdo, está bien. —Levanté las manos para que se callara.
Shakespeare definitivamente era un mal ejemplo, sin importar lo mucho que
hice por ella.
Cambié la táctica. —¿Qué pasa con la mujer de Ham? Joder, la dejé
mudarse con nosotros.
—Ah, te refieres a la chica con la que fuiste a una cita, donde dejaste que
se emborrachara por primera vez mientras coqueteaba con el chico que salía
con alguien más, y entonces, terminó la noche vomitando en el baño del club.
Sí, un excelente ejemplo.
Mierda, en verdad no llegaría a ningún lugar con él, ¿no? Pensé en mi
hermana, y la incertidumbre me invadió. La única chica que amé más que a
nadie, y le fallé; le pasó lo peor que podría pasarle. ¿Cómo demonios pensé
empezar algo con Caroline?
Mi estómago se revolvió, avanzando un paso hacia Gamble. —¿Entonces
que hice con Caroline?
Negó con la cabeza como si no pudiera creer que incluso se lo
preguntara. —El hecho que ocultaras que salías con ella y ni siquiera tuvieras
las pelotas para hacer algo al respecto me dice todo lo que necesito saber. No es
importante para ti.
—Esa es una completa mentira. Ella…
—No se habría convertido en tu secretito sucio si hubieras sido honesto
desde el principio. También, eso era todo lo que fue para él. El primer idiota que
la embarazó. Estaba sola en un tráiler como su secreto sucio. Y estás haciéndola
pasar por todo eso de nuevo. Si hubiera significado algo para ti, no me lo
habrían ocultado, no habrías escondido tus sentimientos. Habrías luchado por
estar con ella abiertamente en vez de andar escondido como un maldito
cobarde.
—Jesús, hombre. —Negué con mi cabeza—. Si esa siempre fue la manera
que pensaste de mí, entonces, ¿incluso por qué fuiste mi amigo?
—Porque no soy una mujer. Nunca me molestó tu manera de ser con los
extraños, pero te aseguro que no querría que te involucres con una chica que
sea importante para mí.
Sacudí la cabeza con lentitud. Fue revelador aprender lo que algunas
personas cercanas en mi vida pensaban de mí. Y no de la mejor manera. No
sabía que decirle. Ni siquiera uno de mis estúpidos comentarios me venía a la
mente. Se sentía como si me hubiera pateado en el culo y sin importar cuánto
intentara hacer entrar en razón a mi cerebro, no servía para estar con Caroline.
No la merecía. Nunca la traté bien, y si en verdad me hubiera preocupado por
ella, me habría mantenido alejado.
Pero solo la idea me dio ganas de vomitar.
Inseguro de lo que iba a hacer, me di la vuelta y caminé como si fuera un
extraño sueño.
El miedo invadió mi estómago como un gas nocivo, dándome un caso
doloroso de indigestión. Incluso era difícil funcionar. Me sentía muy asustada.
La semana pasada, sufrí. Cada vez que pensé en Oren, lo imaginé con
una chica nueva en alguna horrible enroscada posición y la agonía me sacudió
hasta hacerme sentir mareada. Así que me alejé para protegerme, para sanar y
superar mi propia fiesta de compasión.
Había pasado mucho tiempo con Zoey, ayudándola a lidiar con sus
temores de embarazo y así empecé a calmarme. Entonces comencé a extrañarlo.
Pero también me sentí insegura porque no sabía cómo acercarme a él, para
disculparme por salir corriendo y hacer exactamente lo que le prometí que no
haría.
Verlo hoy en el patio de mi hermano fue una bendición tanto como fue
aterrador. Pasó demasiado tiempo desde que lo había visto, le había hablado,
besado. Quería correr y derribarlo, arrastrarlo a mi dormitorio y hacer cosas
perversas con él. Pero, al instante, los nervios anudaron mi estómago porque ni
siquiera sabía cómo se suponía que debía enfrentarlo después de que lo dejé la
semana pasada. Me sentía tan avergonzada de mí misma por dejar que mis
tiernos pequeños sentimientos me superaran.
Ignorarlo había parecido la única opción hasta que él forzó mi mano,
hasta que me hizo mirarlo a los ojos y enfrentar la verdad. También me extrañó.
Le hizo daño estar sin mí.
A partir de ahí, todo se salió de control. No fui capaz de hacerle pensar
que no me importaba. Noel no fue capaz de mantenerse alejado y trató de
mantenernos separados. Y Oren no fue capaz de dar un paso atrás y
tranquilizarse; le había gritado de vuelta a mi hermano, haciendo que todo
explote.
Cuando fue tras Noel y luego no volvió al patio trasero al mismo tiempo
que mi hermano, sabía que habían discutido más.
—Gamble —comenzó Pick.
Pero Noel levantó una mano. —¿Por qué no salen de mi patio, traidores
hijos de puta? La fiesta se acabó.
—¿También nosotros?— le preguntó Colton a Aspen.
—No. —Noel los señaló—. Ustedes… adentro.
Cuando acompañó a Brandt y a Colton, Aspen se encontraba pálida.
Agarré el brazo de mi hermano. —Noel.
Ni siquiera me miró. Puso sus palmas en mi cara. —No quiero hablar de
ello.
—Bueno, muy mal. —Lo sujeté con más fuerza—. No va a desaparecer
solo porque quieras.
Me miró, con su mandíbula rígida y los ojos brillantes. —Caroline.
Pero no hice caso a su advertencia. —Hice esto —dije—. Lo empecé. Lo
busqué varias veces antes de recurrir al engaño y colarme en su habitación.
Haciendo una mueca, volteó la cara. —No quiero escuchar esto.
—Qué pena —gruñí, dándole a su brazo un tirón—. Vamos a hablarlo.
Yo lo perseguí a él y no paré hasta agotar su resistencia y al final cedió porque lo
amo.
—¿Amor? —se burló Noel y sacudió la cabeza—. No tienes ni idea,
pequeña. He visto lo que pensaste que es el amor y esto ni siquiera se acerca.
Inspiré una dolorosa bocanada de aire por esa estacada y cerré los ojos
un instante, pero luego lo miré; más determinada que nunca. —Sé que, hace un
año, perdiste por completo la fe en mí. Sé que pensaste que me convertí en algo
que no podía confiársele mi propio corazón, pero lo creas o no, aprendí de mi
experiencia con Sander. Y Oren no se parece en nada a él.
Noel resopló y sacudió la cabeza sin creerme. Tiré de su brazo de nuevo.
—Lo digo en serio —dije—, quizá no me haya llevado a una cita convencional,
pero fue más considerado y atento de lo que jamás podría haber imaginado que
un novio podría ser. Nunca empecé un día sin algún tipo de mensaje suyo para
hacerme saber que pensaba en mí. Me llevó al parque Rainly e incluso me
mostró una cascada escondida allí.
Cuando mi hermano me lanzó una mirada de sorpresa, asentí. —
Hicimos todo tipo de cosas en el apartamento con Quinn y Zoey. Incluso me
presentó a sus padres.
Noel miró alrededor del patio, probablemente para enviarle a Quinn una
mueca de traición, pero todos nuestros amigos se habían ido, respetando sus
deseos.
—Honestamente, la única persona a la que no le dijimos fue ti. —A
medida que Noel echaba humo, levanté una ceja—. ¿Por qué crees que no lo
hicimos?
Sacudiendo la cabeza, lo dejé en el patio trasero para lidiar con ello.
Entonces caminé al apartamento de Oren. Pero cuando no lo encontré allí, Zoey
me prestó su coche para conducir a su pueblo natal. No estaba segura de cómo
sabía que iría a su casa, pero simplemente lo sabía.
Cuando llegué al atardecer, se encontraba sentado solo, con los brazos
envueltos alrededor de sus rodillas mientras observaba la colorida puesta de
sol.
Me ignoró cuando me senté a su lado, así que tampoco dije nada.
—¿Escuchaste la conversación que tuve con tu hermano en el patio
delantero? —preguntó por fin, volviendo la cara para consultarme.
Sacudí la cabeza. —No. Me mantuvieron atrás mientras ustedes dos se
suponían que aplacaban las cosas. Pero no aplacaron nada, ¿verdad?
Se rió en voz baja. —Ni siquiera un poco.
Agarré su mano. Él no se alejó, así que entrelacé con más fuerza sus
dedos. —Oren, ¿qué te dijo?
—Oh, ya sabes…—Dejó escapar un suspiro y volvió su atención a la
puesta del sol—. Solo una puta bofetada verbal sobre mi mierda; con un par de
verdades difíciles de aceptar.
—¿Cómo qué?
—Como que no soy bueno para ninguna mujer y menos para ti. Y que si
alguna vez me preocupé o quise lo que era mejor para ti, te debería dejar ir para
que encontraras a alguien que te merezca mucho más que yo.
—Entonces… —Negué, sin estar segura sobre qué trataba de decirme—.
¿Se acabó entre nosotros? ¿Por lo que dijo? ¿Estás dejando que me vaya? ¿Así
como así? Después de que me prometiste que nada de lo que dijera nos podría
separar.
—Maldición —murmuró mientras se giraba hacia mí—. Desde que me
conoces, ¿cuándo hice lo que es mejor para otra persona? Hago lo que me hace
feliz, sin importar cómo afecta a los que me rodean. Y lo que quiero más que
nada eres tú.
—Entonces, ¿por qué me dejaste allí? —Las lágrimas llenaron mis ojos
sin mi consentimiento.
—No… mierda. —Su expresión destelló con preocupación. Llegó a mí y
me abrazó con fuerza—. Lo siento, cariño. No estaba pensando. Acababa de
perder a mi mejor amigo. Quería unos minutos para mí mismo. Solo… pensé
que sabías que nada cambiaría algo de lo que tenemos.
Agarré sus hombros y enterré la cara en su cuello. —Bueno, lo siento,
pero no sé nada en este momento. Me siento confundida, si mi hermano me
odia o me perdona, si… —Mi voz se atascó, y me aferró más a él antes de que
agarrara mi barbilla e hiciera que lo mire.
—Aquí tengo una cosa que puedes tener por seguro. Te amo. Y eso no va
a cambiar. Nunca.
—Dilo otra vez —exigí.
Sosteniendo con gentiliza mi nuca, acercó mi cara hasta que su mirada
seria se centró en nada más que la mía. —Te amo, Caroline. Me has tenido
desde el momento en que tu hermano te sacó del baño en ese destartalado viejo
remolque. Y sin importar lo que pase, seguiré amándote.
Los sollozos tomaron el control. —También te amo —admití a través de
mis lágrimas—. Simplemente no puedo evitarlo. Existían muchas razones para
mantenerme alejada, para odiarte, pero… es como si fueras parte de mí o algo
así.
—Sí —murmuró con una pequeña sonrisa. Luego besó mis párpados—.
Sé exactamente qué quieres decir. Y es por eso que, en verdad, necesito
mostrarte algo.
Inspiré, parpadeando ante su tono serio. —¿Q… qué? —Esto no sonaba
bien. En absoluto.
—¿Te acuerdas de Lake Tahoe? —preguntó.
Contuve el aliento. —¿Conseguiste el trabajo?
Oh, Dios. Había conseguido el trabajo y se iría. En contra de mi voluntad,
más lágrimas se derramaron.
Las limpió y sacudió la cabeza. —No esa parte. ¿Te acuerdas de cuando
nos emborrachamos en la playa, y cómo Zwinn nos dijo que tuvieron que
detenernos de ir a la capilla de bodas y casarnos?
Arrugué la nariz y el ceño. —¿Sí?
—Bueno… Creo que pudimos haber logrado entrar de nuevo por allí
más tarde… después de que se durmieran.
Parpadeé. —¿Qué?
Oren levantó la cadera y metió la mano en el bolsillo trasero para sacar
su cartera y abrirla. Con manos temblorosas, sacó una hoja de papel y me lo
entregó. —Encontré esto en mi equipaje después de que llegamos a casa.
Me la entregó y me miraba con ojos preocupados mientras la
desenvolvía.
Me quedé mirando el documento durante un minuto antes de señalarlo.
—Esto es una licencia de matrimonio.
Oren dejó escapar un suspiro. —Lo sé.
Con los ojos muy abiertos, tartamudeé un segundo antes balbucear—:
Esta es nuestra licencia de matrimonio. Oh, Dios mío. ¿Es real?
—Sí. Llamé allí hasta que conseguí contactarme con alguien en algún
juzgado en California. Esa noche nos casamos legalmente, joder. —Deslizó la
licencia de mi mano inerte, y con cuidado, la abrió alisándola.
—Oh, Dios mío —pronuncié—. Estamos casados.
Vació una mejilla llena de aire. —Sí. Básicamente.
El pánico me inundó. Lo observó llenar mi cara. Agarrando mi hombro,
sin decir nada, me instó a mirarlo, a pesar de que no podía concentrarme muy
bien.
—Estábamos borrachos —comenzó con una voz tranquila—. Podemos
anularlo, no hay problema, si eso es lo que quieres. Esto no tiene por qué
afectarte en absoluto.
—¿Si es lo que yo quiero? —repetí con incredulidad, sacudiendo mi
cabeza—. Pero, ¿y qué pasa contigo? ¿Qué hay con lo que tú quieres?
—Yo… —Su mirada se clavó en la mía—. Respetaré cualquier decisión
que tomes.
Aturdida sin palabras, sacudí la cabeza. —Pero, ¿si no quiero anularlo?
¿Respetarías eso?
Una lenta sonrisa se movió por su rostro. —Infiernos, sí.
Mi boca se abrió. —Mierda, no quieres anularlo ¿verdad? Tú... tú quieres
seguir casado conmigo.
—Más o menos —respondió con un encogimiento de hombros.
—¿Más o menos? —Me reí abiertamente. Oh, Dios mío. Estaba casada, y
al parecer, podría seguir así.
—Más o menos... mucho —murmuró Oren en mi oído, presionando la
nariz contra mi mejilla.
A pesar de que una calidez vertiginosa me atravesó, sacudí la cabeza. —
Pero solo tengo diecinueve. Soy…
Tomó mis dos manos. —No tenemos que ser tradicionales. Joder, la
misma palabra me da urticaria. Podemos tomar esto lento y de cualquier forma
que queremos. Podemos, por un tiempo, seguir como estamos ahora, si eso es lo
que quieres.
—¿Quieres decir, conmigo viviendo con Noel y tú, con Zwinn?
Se encogió de hombros. —Claro. Lo que quieras. Digo, estoy seguro que
Gamble ha tenido suficiente conmoción por un día. Podemos tener esto en
secreto por un tiempo hasta que nos hallemos listos para tratar con ello.
—¿Qué te parece un anillo? —pregunté, empezando a entrar realmente
en la idea.
Una sonrisa se deslizó por su rostro. —¿Quieres un anillo?
—Más o menos. —Luego sonreí en grande—. Sí, mucho.
Me atrajo hacia él y besó mi cabello. —Entonces conseguiré el maldito
anillo más grande que me pueda permitir.
—Oh, Dios mío. —Me quedé sin aliento—. En verdad estamos casados.
Estamos… Oh Dios mío, espera. ¿Qué hay de Lake Tahoe? Tu entrevista. Tú…
—No conseguí el trabajo —dijo de inmediato.
Mis hombros cayeron por no saberlo ya. —¿No? ¿Por qué no me dijiste?
Apartó la mirada. —En ese momento, no me hablabas exactamente, así
que…
Tomé su mano, sintiéndome como una absoluta perra por permanecer
lejos tanto como lo había hecho. Claro, dolió saber todo lo que me enteré, pero
había pedido escucharlo. Fui... era una perra total. —Lo siento mucho.
Negó, incapaz de mirarme a los ojos. —No, está bien. Ellos, eh, tenían a
alguien más en mente, supongo.
—Esos imbéciles —murmuré, molesta mientras me sentía aliviada de que
no hubieran elegido a mi Oren—. Y, también, dijiste que te fue bien.
—Bueno, todavía me encontraba subido en ese orgasmo que me habías
dado justo después de que puse mi traje, así que… sí. Todo se sentía bastante
bien ese día.
Lo golpeé en el hombro. —Jesús, Oren —comencé, pero mi regaño no
duró más tiempo que eso. Lo abracé y besé su mejilla—. Siento que no lo
consiguieras.
—Yo no. —Volviéndose hacia mí, me besó de lleno en la boca y me
mostró cuánto no lamentaba tener que quedarse un poco más de tiempo.
Tuve que admitir en silencio, que tampoco me apenaba ver a mi marido
quedarse.
Traducido por CamShaaw
Corregido por Val_17

La semana avanzó. Seguí viendo a Caroline cada noche que podía, salvo
que no nos molestábamos en ocultar nada. Estacionaba en su camino de entrada
para recogerla, y en realidad íbamos a ver una película al teatro y luego a un
restaurante la noche siguiente.
No vi ni le hablé a Gamble, y Caroline apenas lo mencionaba. Cada día le
pregunté si todo estaba bien, pero simplemente sonreía y decía—: Está bien. No
te preocupes. Entrará en razón y lo superará. Siempre lo hace.
No me encontraba tan seguro, aunque dejé pasar el tema.
Pero no era el único preocupado. Pick me metió a su oficina la siguiente
vez que trabajé.
—Sabes lo mucho que apesta ser tu jefe y amigo al mismo tiempo,
¿verdad? ¿Voy a ser obligado a escoger un lado entre Gamble y tú?
Negué con la cabeza. —No, Gamble tenía razón. No debí ocultárselo.
Tiene todo el derecho a estar enojado conmigo.
Levantó las cejas. —Me doy cuenta de que estás diciendo que no debiste
ocultarlo, pero no que no debiste tocar a su hermana pequeña.
—Mantenerme alejado de ella no era una opción.
Tal vez no debí tocarla jamás, pero ya era demasiado tarde para eso, y no
me arrepentía ni un minuto de lo que pasó entre nosotros.
—Joder —murmuró Pick, pasándose la mano por el cabello en señal de
frustración—. Así que supongo que él sigue más que enojado contigo, y habrá
mucha tensión cuando trabajen juntos.
Asentí. —Sí, más o menos.
—Genial. —Gruñó otro suspiro de frustración—. De acuerdo, bien. Voy a
tratar de volver a revisar los horarios para evitar que eso ocurra lo menos
posible. Pero siempre estará el jueves por la noche.
—Lo sé. —Empecé a encogerme de hombros otra vez cuando se me
ocurrió un nuevo pensamiento—. ¡Espera! Eres como la defensa personal de
cada mujer. ¿Por qué no estás amenazándome con mantenerme alejado de
Caroline al igual que él?
—Porque me he dado cuenta de lo mucho que has cambiado. Le eres fiel.
Y ella está más feliz de lo que jamás la he visto. Creo que son buenos el uno
para el otro.
Solté un bufido. —¿Te importaría mencionárselo a Gamble? Obviamente
no ve ninguna mierda que tú sí.
Pick sonrió y palmeó mi brazo. —Solo dale tiempo.
Dios, odiaba el tiempo. Siguió adelante, sin embargo, y el jueves llegó
antes de que estuviera preparado. La noche de chicas en la discoteca Forbidden
comenzó, y Gamble trabajaba en el bar con Lowe, como era costumbre.
En su mayor parte, nos evitábamos el uno al otro. Llevé mis órdenes a
Lowe, y funcionó muy bien… por un rato.
En un momento, vi a Gamble hablando con una chica ligera de ropa.
Hizo un gesto hacia mí y miró en mi dirección, pero no pensé mucho en eso, no
hasta que Gamble me dijo que fuera a la parte trasera a buscar otra caja de
Heineken. Todavía no lo comprendía, pero no fue hasta que estuve en el
almacén, acorralado en la última fila de estantes junto a la pared con los brazos
levantados para bajar la caja necesaria, cuando un par de manos femeninas se
envolvieron alrededor de mi cintura por detrás.
Y fue entonces cuando lo entendí. Envió a una perra para tenderme una
trampa y hacer que me encontraran en una posición comprometedora.
El Ten de hace un año habría caído. Demonios, el Ten de hace tres meses
podría haber sido emboscado. Pero el Ten que descubrió a la mujer de sus
sueños, la que secretamente se metió en su habitación para estar con él, no
quería tener nada que ver con esta trampa barata.
Me alejé bruscamente, levantando las manos, apartándome de su agarre.
—¿¡Qué demonios!?
Debí saber que Noel tramaba algo horrible al momento en que me
acerqué a la barra en Forbidden para asegurarme que él y Oren no se hubieran
matado entre sí.
Me envió una pequeña sonrisa malvada.
—¿Buscando a tu novio? Fue al almacén. —Cuando inclinó la barbilla
hacia el pasillo, animándome a ir, supe que me iba a encontrar con algo que no
me gustaría, algo sobre Oren que debería cambiar mi opinión de él.
Me dije que no fuera, pero maldición, tenía que saber.
Oí su voz, incluso cuando abrí la puerta del almacén. —¿Me has seguido
hasta aquí? Eso es tan jodido. Ni siquiera te conozco. Y ni se te ocurra tocarme
así de nuevo.
—Pero ese camarero dijo que me habías estado mirando y hablando de
mí toda la noche. Me aseguró que si te seguía hasta aquí, serías digno de mi
tiempo.
—Oh, eso te dijo, ¿verdad? Bueno, jodidamente se equivocó. Tengo una
novia, y nunca te he visto antes de ahora. Así que, siento decepcionarte, pero
tienes que irte. Ahora.
La mujer se le acercó, estirando la mano para acariciar su pecho. —¿Estás
absolutamente seguro de eso, cariño? Quiero decir, ya que estamos aquí atrás…
solo nosotros. Y no veo a tu novia en algún lugar.
—Entonces deberías darte la vuelta, perra, porque estoy justo detrás de
ti. Mantén tus jodidas manos fuera de él.
Los ojos de Oren se ampliaron mientras realmente golpeaba los dedos de
la perra para sacarlos de su pecho.
—¡Caroline! —jadeó desesperadamente, empujándose más allá de ella y
dándose prisa por la fila para llegar a mí.
No estaba enojada con él, pero sí me encontraba demasiado molesta para
cualquier tipo de abrazo. Así que retrocedí y alcé mis manos para mantenerlo
alejado.
—Discúlpame —dije con los dientes apretados—, mientras voy a matar a
mi hermano.
—¡Espera! —gritó detrás de mí, pero me sentía furiosa.
Noel se veía tan petulante y engreído al ver mi expresión asesina cuando
fui hacia la barra. El hijo de perra pensaba que me encontraba molesta con
Oren.
—¿Tuviste un lindo espectáculo? —preguntó.
—Sí, lo tuve. —Me subí al taburete para poder llegar más allá de la barra.
Entonces le di una bofeteada tan fuerte como pude.
Tiró la cabeza hacia atrás, y de inmediato levantó la mano para ahuecar
su mejilla. Con los ojos muy abiertos por la sorpresa, gritó—: ¿Qué demonios?
Lo señalé con un dedo amenazador justo entre los ojos. —La próxima vez
que envíes a alguien a seducir a mi novio para alejarlo de mí, probablemente
deberías elegir a una zorra que realmente le interese, ya que, lo siento, pero no
cayó en tu trampa.
Me alejé solo para encontrar a Oren corriendo desde el pasillo hacia mí,
sus ojos iluminados con preocupación. Agarré su rostro, lo acerqué y lo besé tan
intenso como pude. Lucía aturdido cuando me aparté. Mirando hacia la barra,
grité—: Y eso, idiota, solo me hizo enamorarme aún más de este hombre.
Empecé a alejarme del bar, pero Oren tomó mi mano y me tiró de regreso
hacia él. —¿Qué haces? ¿A dónde vas?
Toqué su rostro, amando la preocupación en sus ojos. —No estoy
enojada contigo.
Negó con la cabeza. —Pero estás enojada. No quiero que conduzcas
mientras estás molesta. Condujiste hasta aquí, ¿verdad?
—Tomé prestado el auto de Aspen. —Dudaba que Quinn dejara a Zoey
volver al bar hasta que naciera el bebé, así que me tuve que escabullir con las
llaves de Aspen por la cocina.
—No conduzcas enojada. —Presionó su frente contra la mía—. Tengo un
mal presentimiento.
—Voy a estar bien. —Inclinándome para besarlo suavemente en los
labios, sonreí, incapaz de permanecer tan enojada como quería—. Lo prometo.
No parecía estar muy seguro por mi afirmación, pero me regresó el beso.
—Mándame un mensaje cuando llegues a casa.
—Lo haré. Ahora vuelve a trabajar. Te veré más tarde.
Cuando traté de alejarme, no me soltó al principio, pero luego articuló—:
Te amo. —Y finalmente soltó mis dedos.
Por él, guardé mis sentimientos todo el camino a casa, prestando más
atención a la carretera de lo que normalmente lo haría, solo para poder cumplir
mi promesa. Pero lo dejé todo atrás tan pronto como estacioné en la calzada de
Aspen.
La rabia aún me alimentaba cuando irrumpí en la puerta trasera de la
casa de mi hermano traidor. Aspen se encontraba en la mesa de la cocina con
Colton y Brandt, construyendo algo que parecía un mini volcán con una cosa
roja espumosa goteando por los lados. Los chicos se veían animados, y Aspen
parecía tan atenta en su experimento como ellos, hasta que levantó la vista y vio
mi cara.
Su sonrisa cayó al instante, y se levantó de su silla. —¿Estás bien? ¿Qué
pasó? ¿Oren y tú…?
—¡Oren y yo estamos bien! —grité, mirándola—. ¿Cómo puede alguien
pensar que él haría algo para hacerme daño? Es el novio más increíble que he
tenido. ¿A alguien le importa que me haga feliz? ¿Que por primera vez en un
año, espero cada nuevo día, o que fui capaz de perdonarme por las cosas que he
hecho? Me sanó. Nunca me hizo daño.
Caminé con furia, yendo más allá de ella y mis hermanos menores que
lucían traumatizados, corrí a mi habitación e inmediatamente me arrodillé en el
suelo para sacar la maleta de debajo de la cama. Una vez que estuvo abierta,
abrí de un tirón el primer cajón del tocador. Cuando regresé a la maleta con una
cantidad de sujetadores y bragas, encontré a Aspen en la puerta, pareciendo
asustada.
—Yo-yo… —Confundida por las palabras, parpadeó y empezó a retorcer
las manos en su cintura—. Lo siento, Caroline. Es solo que te veías tan molesta.
No quise asumir automáticamente que era culpa de Ten. —Se movió hasta el
final de mi cama e hizo un gesto hacia mi apresurado trabajo en la maleta—.
¿Qué es exactamente lo que está pasando?
Siseé un suspiro, obligándome a calmarme. Explotar contra mi cuñada
no iba a ayudar en nada. No era su culpa que mi hermano hubiera sido un
completo idiota esta noche.
—Tengo que irme —dije—. No puedo quedarme aquí un segundo más
con la jodida cara de tu marido. Es solo que… él… —Me estremecí y mi labio
inferior tembló. Lo mordí duro antes de que pudiera estallar en lágrimas por la
forma en que me traicionó.
—Oh, genial —murmuró Aspen, pasándose la mano por la frente—. Me
preocupé de que fuera a hacer algo feo e irracional. Siempre hace algo feo e
irracional cuando está asustado y molesto.
—¿Asustado? —Solté en una carcajada—. ¿Por qué él tendría que tener
miedo?
Me miró, sus ojos llenos de preocupación. —Creo que tiene miedo de
perder a su mejor amigo y a su hermana por esto.
—Sí, bueno… acaba de perder a su hermana.
Los ojos de Aspen se llenaron de miseria. —Probablemente no quiero
saber lo que hizo, ¿verdad? Bien. Déjame ayudarte a hacer las maletas. Luego te
llevaré a donde necesites ir.
El turno terminó, el club se vació, y solo los chicos nos quedamos para
limpiar el lugar. Traté de mantener mi boca cerrada tanto tiempo como pude,
pero para mí, “tanto tiempo” fue durante unos diez minutos. Todos en el bar
debieron percibir nuestra tensión, porque no hubo mucha charla o bromas
mientras hacíamos nuestro trabajo. Limpiaba los taburetes en frente de la barra
cuando Noel comenzó a limpiar el mostrador por detrás. Nos encontrábamos
frente a frente, la barra entre nosotros, y trabajando en la misma dirección,
aunque evitando el contacto visual, cuando mi paciencia se hizo añicos.
Golpeando mi paño en la barra, lo miré y estallé. —Sabes, incluso si tu
puto plan hubiera funcionado esta noche, la persona que habría salido más
lastimada sería tu hermana. ¿Se te ocurrió, bastardo imbécil? Tu única hermana.
Ah, pero no te preocupes; si ese era tu objetivo, creo que funcionó de todos
modos. Sin embargo, no fui yo quien le causó devastación, fuiste tú. Ni siquiera
puedo creer que lo hicieras… —Sacudí la cabeza cuando las palabras me
fallaron debido a toda la rabia que vibraba por mi cuerpo; solo quería saltar
sobre la barra y empezar a golpear su maldita cara.
Lo que le hizo a Caroline fue completamente inaceptable.
Demasiado alterado para confiar en mí mismo, miré a Lowe, que había
dejado lo que hacía para mirarnos abiertamente. —Me voy.
Asintió e hizo un gesto con la mano, disculpándome. Juro que vi algo de
orgullo brillando en su mirada cuando me envió una pequeña sonrisa.
Sin siquiera mirar en la dirección de Gamble, me di la vuelta y salí del
club.
Cuando encontré a mi esposa acurrucada en la cama, durmiendo, con su
equipaje contra el estribo, no me sorprendió del todo.
Sonriendo suavemente, me desnudé hasta mis boxers y me acosté junto a
ella.
Me desperté a la mañana siguiente al final de mi cama, con alguien
sentado en mis pies. En mis brazos, Caroline se agitó y su olor llegó desde su
cabello, llenando mi nariz hasta que estuve duro. Mis brazos se encontraba a su
alrededor mientras hacíamos cucharita, y su trasero metido en mi regazo, con
su espalda acurrucada contra mi pecho.
Como alguien que apreciaba su espacio en la noche, me impresionó que
me gustara tanto dormir con ella cerca de mí. Pero, demonios, no tenía idea que
tenerla aquí se sentiría tan agradable. Mis caderas se arquearon hacia adelante e
instintivamente froté mi polla dura a través de mis boxers hasta que encontré el
pliegue de su culo.
Ella dejó escapar un suspiro entrecortado, me incliné para enterrar mi
cara en su nuca, disfrutando cada segundo de este momento… hasta que un
carraspeo sonó al final de mi cama.
Asustándome, me senté, subiendo las mantas al instante para cubrir a mi
mujer. Estábamos tapados hasta nuestros pechos. Pero sabía que ella solo usaba
esos pantaloncitos cortos y una camiseta sin mangas. No quería que alguien
más la viera, ni siquiera si eran sus cremosos hombros desnudos.
Cuando vi a Noel a mis pies, me senté derecho. —Jesús. ¿Qué diablos,
hombre?
Se encontraba de espaldas a nosotros, con sus manos entrelazadas en su
regazo, como si estuviera listo para pasar el rato y esperar a que despertáramos.
—Tengo que hablar con mi hermana —dijo, su voz ronca con pesar y
disculpa.
Suspiré y dejé caer mi cabeza sobre la almohada. —¿En este momento?
—Girando la cabeza, vi que eran apenas las siete de la mañana.
Maldita sea, Gamble realmente enloqueció.
—Sabes, aún es muy raro pensar en ustedes dos… —Hizo un gesto entre
nosotros por encima del hombro—. Pero verlo con mis propios ojos es aún más
extraño. No… —Negó con la cabeza y apartó la mirada—. Aún no apruebo esto,
y estoy absolutamente seguro de que vas a terminar rompiendo su corazón.
Me limité a bufar y negar con la cabeza. —Sí, bueno… después de lo de
anoche, dejó de importarme una mierda lo que pienses sobre esto.
Noel cerró los ojos y apretó los dientes. —Anoche… —comenzó, solo
para darse media vuelta y abrir las pestañas, enviándome una mirada sincera—.
Anoche me equivoqué. Lo sé.
No iba a perdonarlo ya que ni siquiera se molestó en disculparse, incluso
aunque admitió que lo jodió. Nadie se metía con mi mujer de la forma en que él
lo hizo y lo solucionaba sin ningún tipo de perdón, humillación o súplicas… y
quizás un millón de dólares.
Pero luego dijo—: Lo siento, Caroline. Y no estoy diciendo esto porque
tuve la peor pelea de mi matrimonio con mi esposa anoche, quien estaba muy
ansiosa por decirme todo lo que he hecho mal últimamente. Me avergüenzo de
verdad por lo que hice. Fui impulsivo y muy… Ten, más o menos.
La miré para encontrar sus ojos abiertos y llenos de lágrimas.
Gam le envió su mirada más triste. —No quiero que te vayas solo porque
metí la pata. Esa es tu casa y seguirá siéndolo. Yo nunca… mierda. —Miró sus
manos y olfateó—. Nunca te dije lo orgulloso que me encontraba de ti por lo
mucho que hiciste por los niños mientras yo no estuve. Y nunca te dije que no te
culpo por las cosas que salieron mal. No sé si alguien, me incluyo, hubiera
podido mantener las cosas tanto tiempo como tú. Y nunca perdí ningún tipo de
confianza en ti. Eres una mujer fuerte y valiente, y estoy orgulloso de tenerte
como hermana. Siempre te amaré sin importar qué.
Caroline me miró, le envié una sonrisa de ánimo antes de tomar su mano
y apretarla.
—Y Ten… —continuó Gamble. Caroline apretó mis dedos, como si
esperara que me diera el mismo tipo de discurso. Diablos, creo que incluso yo
lo esperaba.
Pero lo que dijo fue—: Eres un traicionero hijo de puta. Voy a seguir
trabajando contigo, porque tengo que hacerlo, pero aparte de eso, simplemente
quédate lejos de mí. Ya no quiero ser tu amigo. No quiero tener nada que ver
contigo. Y voy a reírme y celebrar el día que ella por fin decida tirar tu trasero
inútil.
—¡Noel! —exclamó Caroline, horrorizada.
La miró, sus ojos duros. —Lo siento, sé que no puedo prohibirte que lo
veas, pero no voy a fingir que me gusta esto. ¿Vienes a casa o no?
Caroline envolvió sus brazos alrededor de mi brazo. —Estoy en casa —
dijo simplemente.
La mirada que Gamble me disparó me dijo que esta tenía que ser la peor
traición, como si acabara de robarle a su hermana.
Luego asintió una vez, se aclaró la garganta, y se levantó. Cuando se fue
sin decir nada más, miré a una muy tranquila y pálida Caroline. No me sentía
tan estable. No todos los días perdía a mi amigo.
—¿Estás bien? —pregunté.
Soltó una risa temblorosa. —¿Lo estás tú?
Asentí. —No me arrepiento de ni una sola cosa. Te tengo, y eso es más de
lo que merezco. Es todo lo que quiero. —Tomando sus manos, le besé los
nudillos—. Ahora, ¿qué es lo que quieres hacer por el resto de nuestra vida?
Traducido por Pachi Reed15 & Annie D
Corregido por SammyD

Caroline y yo empezamos a buscar un nuevo lugar juntos. Rubia tenía un


poco de náuseas por el embarazo, pero todavía no eran nada grave. Seguía
diciéndole que todos los médicos sobreactuaban. Iba a tener un embarazo
perfectamente normal, pero me alegré de que ella y Ham continuaran tomando
todas las precauciones, solo para estar seguros.
En otras noticias, puse a Caroline en mi seguro de salud —haciendo que
Pick jurara guardar el secreto para que no fuera a chismosear acerca de nuestro
matrimonio por el momento— y Caroline fue a Seguridad Social y al
Departamento de Vehículos Motorizados para convertirse legalmente en una
Tenning.
Caroline Tenning.
El día que su nueva licencia de conducir con su nuevo apellido llegó por
correo, se hallaba tan jodidamente emocionada. Me atacó en el sofá y me folló
justo ahí. Fue algo bueno que Zwinn estuviera en una cita con el médico.
Fuimos bastante ruidosos... y estuvimos desnudos.
Me encantaba vivir con ella, me encantaba despertarme a su lado cada
mañana, quedarme dormido junto a ella todas las noches, e incluso ducharme
con ella en algunas ocasiones. Hubo algunos cambios —sus ropas siempre se
encontraban colgadas por todas partes, mechones de pelo rubio trataban de
ahogarme en mi sueño cada noche, y productos femeninos llenaban mi
tocador— pero los sobrevivimos y por lo general nos divertimos en el proceso.
Seguí apareciéndome en la cafetería cada mañana de los sábados, pero
Gamble nunca se presentó. Caroline se enteró de mi rutina de los sábados y
cómo seguía esperando que me perdonara y simplemente... se apareciera uno
de estos días, vino una mañana y se sentó conmigo en su lugar.
Nunca en un millón de años se lo admitiría, pero sí extrañaba al hijo de
puta de Gamble. Me ayudó a superar lo de mi hermana, estuvo conmigo
cuando empecé esta fase de mi vida. Joder, él fue quien me dio el apodo Ten.
Fue el responsable de una gran parte de quién era yo, y simplemente extrañaba
pasar el rato y molestarnos.
Pero no iba a contarle todo eso a Caroline.
Cuando recibió una llamada de él un sábado por la noche, traté de no
actuar interesado, pero se giró hacia mí después de colgar como si supiera que
anhelaba cada detalle.
—Todos van al parque Rainly mañana —dijo—. Me pidieron que vaya.
Se veía triste por ello, así que fruncí el ceño. —Bueno, eso es genial. ¿Por
qué no sonríes?
Con un suspiro, dio unas palmaditas en mi brazo y se alejó. —Porque no
voy.
Cuando trató de alejarse, la cogí por la cintura y le di la vuelta. —¿Qué
quieres decir con que no vas? ¡Ve!
Negó. —No. No, a menos que también te inviten.
Gemí y rodé los ojos. —Nena, sabes que eso no va a suceder. Solo tienes
que ir y divertirte. No has visto a tus malditos chantajistas hermanos en mucho
tiempo. No te preocupes por mí, solo ve.
Sin embargo, esa obstinada sangre Gamble no cedería. Esa situación la
molestó todo el fin de semana, y a su vez, me molesto a mí también, así que
finalmente, el domingo por la mañana, la arrastré fuera de la cama y la metí a la
ducha, diciendo—: Vamos a alistarnos. Ambos vamos.
Se animó después de eso, y sabía que hice algo bien. Pero el maldito
drama se iniciaría tan pronto como llegáramos.
Noel me frunció el ceño, luego sus ojos entrecerrados se trasladaron a
donde sostenía la mano de Caroline mientras paseábamos por el camino frente
a su casa para saludarlo.
—Es una salida familiar —dijo, dejando en claro que no me encontraba
invitado.
—Y yo soy de la familia —argumentó Caroline, levantando la barbilla.
La quemó con su ceño fruncido. —No he dicho que tú no podías venir.
Ella me miró, y sabía exactamente lo que pensaba. Consideraba si dejar o
no caer la bomba de “estamos casados”, para ver si negaría que yo era familia
entonces.
Me encogí de hombros, dejándola decidir si quería revelarlo o no.
—¿Qué? —exigió Noel al notar nuestras miradas intercambiadas—. ¿Qué
demonios significa esa mirada? Oh Dios. Por favor, no me digas que has
quedado embarazada.
Un momento de incómodo silencio siguió después de su pregunta antes
de que explotara. —¿Qué demonios, imbécil? Sabes que no puede quedar
embarazada.
Gam inmediatamente cerró los ojos e hizo una mueca. —Mierda. Lo
olvidé. Lo siento. —Cuando abrió los ojos, Caroline dio un paso lejos de él.
Ella sacudió su cabeza. Luego miró a Aspen y sus hermanos menores. —
Pásenla bien. Creo que me saltaré este viaje.
Se alejó de ellos, y yo también, pero su imbécil hermano mayor corrió
tras ella, cogiéndola del brazo.
—Caroline. —Su voz era desesperada y lamentada. La atrajo hacia él
para poder abrazarla y presionar sus labios en su pelo—. Soy un idiota. Lo
siento. Lo siento mucho. He estado tan preocupado por conseguir que te
alejaras de él para que no te pudiera hacer daño, pero acabé haciéndote daño yo
mismo. No sé cómo hacer esto, cómo dar marcha atrás. Estoy acostumbrado a
ser tu hermano mayor y un padre protector, es como una segunda naturaleza
para mí querer saltar y alejarte de cualquier cosa que crea que es peligroso. Me
asusta como el infierno verte entrar en algo de lo que no te puedo proteger. Y
no sé cómo... Solo sigo arruinándolo. Pero lo que sé con certeza es que no puedo
perderte. Eres parte de esta familia. No quiero que nos dejes solo porque tengo
problemas para comportarme. Si... —Me lanzó una mirada mordaz—. Si quieres
traer a alguien más contigo, bien. Pero no puede ser un verdadero día familiar
sin ti.
Caroline tomó una respiración profunda. Entonces me miró. —Bien, pero
Oren viene, también.
Gam levantó las manos en señal de rendición. —Bien.
—¿Puedo ir con Ten y Caroline? —preguntó Brandt.
—Ooh, yo también. Quiero ir con ellos. —Colton saltó hacia su hermana
para envolver los brazos alrededor de su cintura.
Gamble me lanzó una mirada llena de odio, en silencio acusándome de
robarle a toda su familia. Levanté mis cejas, desafiándolo a decir algo. Abrió la
boca, pero no salió ninguna palabra.
Shakespeare enganchó su brazo. —Parece que tú y yo tenemos un viaje
para nosotros solos.
Cuando la miró y ella le sonrió, un calor entró en su mirada. Supongo
que los dos se reconciliaron desde la pelea más importante de su matrimonio.
Eso fue impresionante, porque siempre agradecía la presencia de esa mujer en
su vida. Nadie calmaba su temperamento cambiante tanto como Shakespeare.
—Supongo que ya queda decidido —anuncié, aplaudiendo—. ¡Todo el
mundo, súbase al auto!
Definitivamente me subí en la camioneta de la “diversión” en el camino
al parque Rainly. Apenas llevábamos un kilómetro en la carretera cuando Oren
me golpeó ligeramente en un lado del brazo con el dorso de su mano.
—Padiddle.
Lo miré, completamente confundida. —¿Eh?
Me miró brevemente. —¿Qué? ¿Nunca jugaron juegos de coches cuando
eras pequeña?
Tanto Brandt como Colton se inclinaron hacia delante con curiosidad
desde el asiento trasero mientras decía—: Mi familia nunca fue a viajes largos.
La simpatía cruzó sus facciones antes se encogerse de hombros y agarrar
mi mano, entrelazando nuestros dedos sobre la consola central. Entonces me
envió una rápida sonrisa. —Bueno, mi hermana y yo teníamos interminables
horas de juegos de coches mientras crecíamos.
Me volví hacia el lado de mi asiento para mirarlo. —Así que, ¿cómo se
juega padiddle?
Se encogió de hombros. —Es fácil. Ves un coche con solo un faro y le das
una palmada a otra persona en el coche mientras dices: padiddle.
Parpadeé, esperando a que dijera el objetivo del juego. Por último,
Colton se rascó la cabeza. —¿Y eso es todo?
Riéndose entre dientes, Oren se encogió de hombros otra vez. —No dije
que fuera un juego instructivo, complicado o educativo. Pero es una razón
divertida para darle una palmada a tu hermana sin meterte en problemas.
—Pero es de día —le dije secamente—. Y nuestras posibilidades de
encontrar a alguien con solo un faro a estas horas son bastante bajas.
Oren se rascó la nuca un segundo antes de decir—: La familia de mi
amigo solía jugar a lo mismo, pero golpeaban el techo del coche cada vez que
veían un coche amarillo.
—Me gusta abofetear los brazos —dijo Brandt.
Mientras Colton sugería—: Vamos a hacerlo con los coches rojos.
Un segundo más tarde, tres manos diferentes atacaron mi brazo cubierto
con una pobre manga corta.
—Padiddle —dijeron al unísono—. Carro rojo.
—¡¿Qué mierda?! —Levanté mis manos en defensa propia, huyendo de
ellos—. ¿Por qué todos van a por mí?
Oren movió sus cejas. —Eslabón más débil.
—¡Oh, qué demonios! —Al ver a una camioneta roja, me giré con mis dos
manos, golpeando a Oren y Colton. Brandt se salvó esa ocasión solo porque fue
quien se alejó más—. Padiddle.
Y así comenzó la guerra.
Tenía que ser el más tonto y estúpido juego que jugué en mi vida entera,
pero me reía para el momento en que llegamos al parque. Mis hermanos
hablaban hasta por los codos cuando estacionamos la camioneta de Oren.
Aspen y Noel se detuvieron a medio camino de descargar las mantas y
cestas llenas de comida. Noel nos frunció el ceño —probablemente por estar tan
felices— y su ceño fruncido fue de nuevo hacia Oren.
Haciendo caso omiso de mi hermano malhumorado, Oren saltó hacia
Aspen. —Aquí, Shakespeare. Déjame llevar eso por ti. —A medida que tomaba
la canasta cargada de sus brazos, el ceño fruncido de Noel se ensombreció.
Después de llenar sus propios brazos con dos sacos de dormir, Noel
corrió tras Oren, pisándole sus talones. —Oye, imbécil. No te atrevas a tratar de
pasar a través de ella para llegar a mí.
Oren no se molestó en mirar hacia atrás. —Nunca lo haría ni en sueños
—dijo con frialdad. Entonces se detuvo abruptamente, llegando a nuestro lugar
de picnic mientras bajaba la canasta.
Noel resopló pero soltó los sacos de dormir. Se enfrentó a Oren. —No sé
lo que tramas con este acto de chico bueno, pero no me engañas.
Oren lo miró sin comprender por un momento. —Hmm —dijo por fin—.
Es bueno saberlo. —Entonces se puso de rodillas y desenrolló cada saco de
dormir para que toda la familia se sentara.
Mi hermano excesivamente sospechoso puso sus manos en las caderas y
observó sin asistir. Me arrodillé para ayudarlo en silencio. Mientras tanto,
Brandt y Colton comenzaron a perseguirse el uno al otro a través de la hierba,
teniendo su propio juego de padiddle, con ardillas ahora. Cuando llegó Aspen
con un último contenedor de comida, Noel todavía observaba malhumorado
mientras Oren y yo terminábamos de suavizar las mantas.
—Oigan, gracias chicos. —Aspen se arrodilló con nosotros y comenzó a
descargar la canasta.
Por último, Noel se unió a ayudarla, pero la discordia que había
empezado quedó en el aire. Tan desesperada y decidida como estuve para
conseguir que Noel incluyera a Oren en la familia, también fui completamente
ingenua. Ambos eran miserables. Noel no quería hablar, excepto para perforar
con su mirada a Oren, e incluso por más respetuoso que Oren era con él, me di
cuenta, por su propia tranquilidad poco común y cortesía, que quería estar en
cualquier otro sitio menos aquí.
Forzarlos a encontrarse fue un error. ¿En qué pensaba, forzándolos a
encontrarse con la esperanza de que se amistaran?
Brandt y Colton charlaban mientras comíamos, y Aspen se unió. Me
encontraba demasiado ocupada lanzando miradas preocupadas entre los dos
ex-mejores amigos.
Cuando Oren se encontró con mi mirada, frunció el ceño. Se acercó. —
¿Qué pasa?
Negué. —Nada. —Pero cuando miré a la distancia, cogió mi brazo y me
hizo levantar la cara de nuevo.
—Oye —dijo, sus ojos llenos de sinceridad—. Estoy bien. ¿De acuerdo?
No hay nada de qué preocuparse, nena. Está todo bien.
Lo miré. La seriedad en su rostro mientras levantaba sus cejas para
asegurarme que no sufría solamente me hizo amarlo más... y sin embargo, me
aseguró que mi preocupación se hallaba completamente justificada. Sin duda,
sufría.
Pero luego señaló más allá de mí, diciendo—: Mierda, mira eso.
Miré, pero no podía entender lo que trataba de mostrarme. —¿Qué...? —
Cuando me di la vuelta, tenía la mitad partida de un huevo relleno en su boca.
Sabiendo que ya se comió el suyo, dirigí mi mirada a mi plato vacío y jadeé—.
¿Es ese mi huevo?
Sin soltar la última mitad del huevo, sonrió y comenzó a masticar. —No
lo comías.
La sorpresa hizo que mi boca se abriera. —Lo guardaba para el final.
Nada sabe mejor que los huevos rellenos de Aspen.
—Entonces deberías haberlo comido primero... como lo hice yo. Quiero
decir, ¿y si algo te ocurría antes de llegar al final de tu comida? Podrías haberte
ahogado y muerto con tu sándwich. Un tornado podría haber llegado y lo
habría mandado a la basura. ¿O alguien podría haberlo... robado? —Al igual
que él lo hizo.
Rechiné los dientes. —Quiero mi maldito huevo.
—Toma. —Sonrió petulantemente y me tendió la mitad que todavía no
terminaba—. Voy a compartirlo contigo.
Lo cogí de su mano y metí toda la cosa en mi boca. Mientras masticaba,
sonrió. Pero lo golpeé en el intestino. Con un gemido y luego una risa, se agarró
el vientre y cayó de espaldas sobre la manta que compartimos con Colton. En el
último segundo, me tomó y arrastró con él.
—Oren —grité. Pero ya me había puesto prolijamente encima de él.
—Si querías más, cariño, todo lo que tenías que hacer era decirlo.
Me besó, metiendo su lengua inmediatamente. Siempre me sentía atraída
a su boca, así que le devolví el beso. Olvidé dónde nos encontrábamos y quién
más nos rodeaba hasta que Noel se aclaró la garganta groseramente.
—Disculpen.
Me aparté de la boca de Oren y rodé fuera de él para sentarme, mi cara
roja y avergonzada. Mientras discretamente agachaba mi rostro y me limpiaba
los labios, Oren levantó la cabeza para fruncirle el ceño a Noel.
—¿Por qué? ¿Te has tirado un gas?
A Noel no le hizo gracia. —¿De verdad tienes que besarla delante de mí?
Contuve la respiración cuando Oren se quedó inmóvil. Se encogió de
hombros y se recostó de nuevo en la manta como para contemplar las nubes. —
Supongo que no —respondió.
Toqué su brazo en señal de gratitud, agradecida de que no hubiese
empezado una discusión con mi estúpido hermano mayor. En respuesta,
extendió su mano y agarró mi rodilla. Con sus ojos cerrados, empezó a frotar mi
pantorrilla, desde la rodilla hasta el tobillo y viceversa. Sin embargo eso pareció
enfurecer a Noel aún más. Su mandíbula se endureció y entrecerró sus ojos
mientras se concentraba en nada más que el movimiento de la mano de Oren,
mano que ni siquiera llegaba por encima de mi rodilla.
Necesitando un descanso de la tensión, agarré los dedos de Oren,
deteniéndolo. —Vamos a la cascada.
Sus pestañas se abrieron y de inmediato se sentó en posición vertical. —
Bien. —Un calor se extendió sobre mí, recordándome lo que hicimos la última
vez que estuvimos allí. Pero a medida que nos poníamos de pie, Noel se
enderezó, sorprendido.
—¿A dónde creen que van ustedes dos?
Le fruncí el ceño. —Vamos a dar un paseo.
Noel hizo señas con la mano. —Colton, ¿por qué no vas junto con ellos?
Apreté los puños en mis caderas. —¿En serio?
Noel me miró inocentemente. —¿Qué?
—No necesitamos un maldito chaperón para evitar que vayamos a
alguna parte para ponernos traviesos. Te das cuenta de que vivo con él ahora,
¿verdad? Ya estamos…
Oren llevó su mano a mi boca. —Vamos, muchacho —llamó a Colton—.
¿Quieres ver una cascada?
—¡Sí! —Colton se levantó de un salto, emocionado.
—Ten cuidado —advirtió Noel inmediatamente.
Oren le envió una mirada fulminante. —No te preocupes, hermano
mayor. Tendrás a tus dos hermanos de regreso, sanos y salvos.
Dejando a él, a Aspen y Brandt atrás, los tres caminamos por el sendero
abandonado hacia la cascada. Mientras Colton iba adelante, agarré la mano de
Oren. —Lo siento tanto.
Miró de reojo, con las cejas levantadas en sorpresa. —¿Por qué? No
hiciste nada mal.
Suspiré y apoyé la mejilla en su hombro. —Debería haber sabido que no
podía esperar que ustedes dos solo... se llevaran bien.
Oren me apartó el cabello de los ojos. —Si alguna vez vamos a llevarnos
bien de nuevo, primero vamos a tener que sufrir un par de encuentros como
estos. —Luego me besó la sien—. Bien podría sacarlos del camino ahora.
Sin embargo, todavía odiaba verlos llevándose mal por mí. —Pero…
—¡Oye, no te acerques demasiado a la orilla! —gritó Oren por encima de
mí.
Me di la vuelta para encontrar a Colton por delante de nosotros. Ya había
llegado a la orilla de la cascada, y justo cuando se giró a mirarnos, el suelo
debajo de él cedió.
Un segundo, él se encontraba allí, sonriendo y saludando, al siguiente
fue succionado por la tierra. Ocurrió tan rápido que apenas pude tomar una
respiración entre lo que mis ojos vieron y lo que mi cerebro percibió que
acababa de suceder.
Entonces grité—: ¡Colton! —Me apresuré, pero Oren fue más rápido.
Llegó al borde y extendió una mano, manteniéndome a distancia. —
Quédate atrás. Este bastardo es inestable como la mierda.
Me detuve de golpe, no queriendo añadir más problemas. Pero
sintiéndome impotente, me tapé la boca con ambas manos mientras las lágrimas
llenaron mis ojos. El rugido de la cascada era tan fuerte que Oren tuvo que
gritar cuando me miró. —Está bien. Él está aquí mismo. No cayó en ella. Se
agarró de una raíz de un árbol viejo y está sosteniéndose.
—Oh, gracias a Dios. —Presioné las manos en mi corazón, más allá de
aliviada.
Una ligera bruma del agua cerca recubrió mis brazos y piernas. Me
estremecí y me abracé a mí misma, deseando poder hacer algo cuando Oren se
acercó más a la orilla, tratando de mantener un pie hacia atrás en terreno más
sólido.
Se puso de rodillas y estiró un brazo hacia un lado, donde esperaba que
estuviera alcanzando a mi hermano pequeño. El terreno a unos tres metros de
distancia se desmoronó y cayó al agua. Di un grito ahogado cuando vi grandes
pedazos caer solo un segundo más tarde. La forma en que fue tirado por ahí
como una pelota me hizo rogar aún más fervientemente que Colton no se
uniera a ella pronto.
—Caroline —gritó Oren, mirando hacia mí.
Me di cuenta inmediatamente por su mirada que algo andaba muy mal.
—¿Qué? —pregunté—. ¿Él está bien?
Oren asintió, pero todavía se veía... ¿enfermo? ¿Asustado? ¿Resignado?
—Necesito... Necesito que estés preparada para atraparlo tan pronto cuando lo
suba. ¿De acuerdo?
—Está bien. —Asentí, sin entender lo que significaba hasta que Oren se
movió. Con un gruñido forzado, él apretó los dientes y tiró de su brazo.
Cuando Colton llegó simultáneamente volando a lo largo de la orilla hacia mí,
el suelo debajo de Oren cedió.
Colton se golpeó contra mí, la fuerza de su impacto propulsándome
hacia atrás y sobre mi trasero. Lo sujeté con fuerza, arrastrándome hacia atrás
lejos de la orilla. Colton se acurrucó en mí hasta que estuvimos a una distancia
segura. Fue entonces cuando lo empujé a un lado y busqué desesperadamente a
Oren... para no encontrarlo en ninguna parte.
—Dios mío. Dios mío. ¡Vamos! —Agarré a Colton, jalándolo a sus pies, y
luego lo empujé en la dirección de nuestro picnic—. Busca a Noel. Rápido. Oren
está en problemas.
Tan pronto como él asintió y se fue, me mordí los nudillos y me arrastré
hacia la cornisa.
—¿Oren? —grité.
Él sabía que esto iba a suceder cuando subió a Colton. Supo que sería
arrastrado hacia abajo. Temiendo que no lo encontraría, lloré cuando lo vi, solo
para darme cuenta que fue dejado en la misma situación en la que Colton
estuvo, colgando de una raíz que sobresalía de un lado del empinado malecón
con el agua del río rocoso corriendo unos veinte metros debajo de él.
Cuando levantó la vista y me vio, sus ojos brillaron con pánico. —No.
Regresa.
Pero la raíz de la que se aferraba no podía mantener su peso tan bien
como fue capaz de mantener el de Colton. Esta comenzó a deslizarse por el
malecón, y mientras él se apresuraba a aferrarse, avancé sobre mi estómago
para que la mayoría de mi cuerpo todavía estuviera en tierra sólida; y luego me
estiré hacia él.
Él buscó mi mano, pero cuando finalmente consiguió un buen agarre, no
me encontraba preparada para lo pesado que sería, y empecé a patinar hacia
adelante sobre mi vientre, siendo arrastrada más cerca de la orilla. La suciedad,
hierba y rocas rasparon mi vientre y brazos.
—Te estás deslizando —gritó—. No. ¡Suéltame!
Pero de ninguna manera en el infierno lo iba a soltar. Me quité las
sandalias y clavé los pies descalzos en la tierra, cavando y ralentizando mi
progreso hacia adelante, pero Oren todavía era tan pesado y mis brazos
gritaban en agonía.
A lo lejos, oí a Noel gritando mi nombre. Venía en camino, corriendo
hacia nosotros. La ayuda ya casi llegaba. —Solo un poco más... —No pude
terminar la frase, demasiado tensa y sin aliento para terminar.
Oren apretó los dientes y trató de subir, pero cada vez que sus zapatos se
hundían en el suelo, este se desmoronaba debajo él.
Su cara lucía roja con tensión, sus ojos locos con pánico. A través de
dientes apretados, gritó—: No vas a caer conmigo.
Solo le sonreí, a pesar que las lágrimas de agotamiento y miedo llenaron
mis ojos. —Si tú saltas, yo salto, ¿verdad Jack?
La tristeza llenó su rostro. Pensé que iba a llorar, pero negó, y una
emoción que me hizo saber cómo él se sentía por mi llenó su cara.
—Dios, te amo —dijo. Luego dejó ir mi mano.
Traducido por Fany Keaton
Corregido por Adriana Tate

A pesar de que no me caí en el agua, se me cayó el alma a los pies, y se


sintió como si todo mi mundo entero se hundió y ahogó.
—¡No! —Me lancé tras Oren, tratando de sumergirme en el río con él.
Pero un brazo se envolvió alrededor de mi cintura y me tiró hacia atrás a la
seguridad de la orilla. Peleé contra él, luchando por volver con Oren.
Lo había visto golpear la espumosa agua blanca y lo vi tragárselo por
completo. No llegué a verlo flotar; tenía que volver a la orilla y ver si se
encontraba bien, si sacó la cabeza del agua, si podía levantar la mano y darme
una señal de que se encontraba bien.
Pero no, ese maldito brazo alrededor de mi cintura me mantenía alejada
de mi Oren. Así que luché. La voz de Noel gritó mi nombre en mí oído mientras
luchaba para evitar que me lanzara hacia adelante, pero seguí luchando contra
él. Finalmente, me liberé lo suficiente para ponerme de pie y mirar de nuevo al
agua, pero Oren todavía no salía, por lo que busqué un poco más abajo. Un
grito de negación fue arrancado de mis pulmones cuando lo vi. Lo que parecía
un tronco por su inmovilidad, pero era claramente la forma de un humano a
través de las corrientes, de momento se hundía y de momento salía a flote, justo
antes de estrellarse contra una roca, y luego fue arrastrado hasta que ya no
pude verlo más.
—Dios mío. Dios mío.
Mis extremidades se adormecieron y me mareé. Comencé a
hiperventilar.
Quería correr tras él con mis piernas entumecidas, pero Noel atrapó mi
brazo. —No podemos alcanzarlo desde aquí. —Ya tenía su teléfono presionado
contra su oreja. Mientras hablaba con urgencias con una voz tranquila y
nivelada, explicando lo que sucedió, me acurruqué en mi hermano mayor y lo
abracé con fuerza. Mi cabeza daba vueltas y mi cuerpo se estremeció. No podía
creer lo que sucedía.
Él me abrazó y besó mi cabello. —Va a estar bien —murmuró contra mi
cabello, pero el shock me dijo que no podría de ninguna manera estar bien.
Noel continuó consolándome. Debí haberme cerrado mentalmente. Todo
lo que sabía era que Noel se encontraba allí, siempre allí, aferrándose a mí y
manteniéndome fuerte. Me aferré a él, sujetando su camisa y necesitando de
forma desesperada su claridad, porque yo no tenía ninguna.
En un momento dado, recordé a Aspen, Brandt y a Colton, por lo que
tuvimos que haber regresado al picnic, o tal vez ellos llegaron a la orilla del
agua. Colton sollozaba histéricamente sobre Aspen y Brandt lucía como si fuera
a orinarse en sus pantalones. Yo solo quería regresar al río y buscar a Oren.
Necesitaba encontrar a Oren.
Me volví más desorientada. Aunque todo el mundo parecía correr a mi
alrededor, todo se movía demasiado lento para mi gusto. Debí tratar de
regresar a la cascada, el último lugar en el que vi a Oren, donde me miró a los
ojos y me dijo que me amaba antes de soltar mi mano para salvarme. Y debí
tratar de hacerlo más de una vez, porque finalmente Noel me agarró por los
hombros y me sacudió con fuerza mientras gritaba mi nombre en mi cara.
—Aún no podemos regresar. Necesitamos ayuda para buscarlo.
Fue entonces cuando por fin escuché el sonido distante de las sirenas.
Aun así, le tomó demasiado tiempo para llegar a la maldita policía, la
ambulancia y a los equipos de rescates. Y luego tomó una cantidad excesiva de
tiempo para organizar a todo el mundo y ponerse a trabajar.
Noel y yo fuimos hacia la primera patrulla de policía que entró al
parque. Confundimos al pobre hombre, ambos hablando y tratando de llevarlo
al lugar por donde cayó Oren. Finalmente, se detuvo, levantó su mano y dijo—:
Ahora deténganse. Uno a la vez. Primero que todo, ¿cuál es el nombre de la
víctima?
La palabra víctima me hizo temblar. Oren se convirtió en una víctima. Ni
siquiera parecía posible.
—Oren Tenning —respondió Noel.
Un segundo después yo dije—: Mi esposo.
Noel me miró, pero no dijo nada. El oficial sacó su radio y comenzó a
transmitir la información que le dábamos. —Un metro, ochenta y ocho. Hombre
blanco. Veintidós años. Cayó en la cascada en Rainly. Terraplén derrumbado.
Búsqueda y rescate solicitado de inmediato.
Escucharlo transmitir eso en esa voz tranquila y monótona me hizo
temblar más que nada. Hizo a Oren sonar como una estadística, como un
número de caso genérico de una larga lista de otras “víctimas” que cayeron en
un río caudaloso, como si él no fuera a conseguir ningún tratamiento especial,
como si a nadie le importara que mi mundo entero se había puesto de cabeza, y
el amor de mi vida fuera un inmediato problema fatal.
Cuando llegamos al lugar en donde lo vi por última vez, el policía miró
el agua con una mueca. —Por la forma en que esta corriente se mueve, pudo ser
arrastrado más de kilómetro y medio río abajo. Demonios —murmuró la última
parte en voz baja, por lo que supuse que no debíamos escucharlos, pero la
palabra resonó en mi cabeza.
Demonios.
Demonios.
Demonios.
Como si Oren fuera una causa perdida.
Enloquecí de nuevo y Noel tuvo que abrazarme una vez más para lidiar
con mi histeria.

Encontraron a Oren media hora más tarde. En realidad no fue demasiado


río abajo. Tal vez unos noventa metros antes de que se enredara en un trozo de
madera que quedó alojado entre dos rocas, que en esencia mantuvo a Oren en
un lugar y de alguna manera milagrosa, mantuvo su cabeza fuera del agua,
mientras la corriente golpeaba el resto de su cuerpo.
Les tomó otros cuarenta y cinco minutos para que alguien llegara hasta él
y nos dijera que Oren seguía con vida pero inconsciente, y luego otra hora y
media para sacarlo del agua hasta tierra firme.
Corrí hacia él, pero media docena de hombres uniformados bloquearon
mi camino y me detuvieron, diciéndome que los paramédicos necesitaban
atenderlo… y que de todos modos, yo no querría verlo así.
—¿No quiero verlo cómo? —exigí. ¿Qué tal mal se hallaba? ¿En realidad
estaba vivo? ¿Por qué no me dejarían verlo?
Y así… perdí la compostura. Sí, de nuevo.
Noel me tomó en sus brazos y me llevó a la camioneta de Oren, en donde
condujo hasta el hospital. Casi seguimos a la ambulancia allí, pero aun así no
llegué a ver a Oren una vez que llegamos y él fue llevado adentro en una
camilla. Demasiado personal lo rodeaba. No calmaron mis preocupaciones en
absoluto.
Una vez que nos instalamos en la sala de espera, donde me paseé de un
lado a otro y Noel habló en voz baja en su teléfono, tuve cinco minutos de
calma, para entrar en pánico y preocuparme antes de que una enfermera viniera
con un portapapeles y me preguntara—: ¿Señora Tenning?
Esa fue la primera vez que había sido llamada de esa forma. Hizo que las
lágrimas brotaran de mis ojos. —¿Sí? —sollocé, secando mis mejillas con ambas
manos.
Me dio una sonrisa de simpatía y me tendió el portapapeles junto a un
bolígrafo. —¿Cree que pueda llenar esta información sobre su esposo?
—Trataré. —Tomé los formularios con las manos temblorosas y me
hundí en la silla más cercana. Al principio, las palabras eran borrosas frente a
mí. Pero después de unas cuantas respiraciones profundas, obligué a mi cerebro
a calmarse. Nombre, dirección, y fecha de nacimiento fueron fáciles de llenar
sin hipar. Para cuando Noel se sentó a mi lado, ya sea para ayudarme o solo
para seguir siendo de apoyo, yo sacaba mi cartera para buscar mi nueva tarjeta
de seguro, bajo el nombre de mi esposo, y ver si podía encontrar algo con su
número de seguro social.
Noel vio mi nueva licencia de conducir y jadeó antes de tirar de ella para
inspeccionarla de cerca. —Mierda. Esto… estás… pensé que solo estabas… —
Sacudió la cabeza y me miró boquiabierto—. No mentías solo para acercártele,
¿no? Esto es… —Señaló con su dedo mi licencia—. ¿Esto es real?
No tenía paciencia ni estómago para un regaño de mi hermano, por lo
que tomé mi licencia y la guardé en mi cartera. Luego le di una respuesta
corta—: Sí, es real.
Siguió mirándome con los ojos muy abiertos mientras escribía con
cuidado la información del seguro de Oren. Cuando terminé de llenar el
formulario con lo mejor de mi capacidad, dejé escapar un suspiro y finalmente
me giré hacia Noel. —Nos casamos en Lake Tahoe.
—¿En Lake Tahoe? —Su boca cayó abierta con asombro—. ¿Te llevó a
Lake Tahoe con él?
—No quisimos decirte… no, yo no quise decirte porque parecía que
pasabas suficiente mal rato lidiando con el hecho que salía con él. La boda no
fue planeada… o siquiera recordada hasta que él encontró la licencia de
matrimonio en nuestro equipaje después de regresar a casa.
Noel cerró los ojos y gruñó—: Oh Dios. ¿Se emborracharon y tuvieron
una de esas bodas instantáneas en una capilla?
Alcé mi mentón con orgullo y entrecerré los ojos. —Y no me arrepiento
de nada. —Poniéndome de pie, me aclaré la garganta—. Discúlpame. Necesito
devolverle esto a la enfermera.
Cuando volví, Noel apoyaba los codos sobre sus rodillas extendidas y
acunaba su rostro en sus manos. Me observó con sus preocupados ojos oscuros,
mientras me sentaba en una silla al otro lado de la habitación, pero de frente a
él.
No dijo nada. Nos miramos el uno al otro durante unos treinta segundos.
Tenía la certeza de que mi mirada era tan defensiva como la suya decepcionada.
Su teléfono sonó; se puso de pie para contestar.
—Hola, bebé. No. Todavía no se sabe. —Salió de la sala de espera hacia
el pasillo para que no pudiera escuchar su conversación. Pero con él afuera, y
sin razón para seguir jugando a la pequeña hermana obstinada, volvieron mis
preocupaciones.
¿Qué tan mal herido se encontraba Oren? ¿Por qué nadie me decía lo que
pasaba? ¿Seguía con vida o no?
Justo cuando entraba en pánico y no podía contenerme un segundo más,
Noel volvió. Se sentó a mi lado sin decir una palabra y me envolvió en sus
brazos. Me giré hacia él y oculté mi rostro en su cuello para llorar.
—Debo estar enojada contigo —sollocé aferrándomele con más fuerza—.
La manera en la que trataste a Oren últimamente, la idiotez que hiciste en el bar
para ponerle una trampa, el hecho de que dejaste de ir a la cafetería los sábados
en la mañana y él todavía va, esperando que aparezcas. Debería odiarte en estos
momentos.
Noel jadeó. —¿Sigue yendo a la cafetería?
Asentí. —Cada jodido sábado.
—Mierda. —Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro tembloroso—. He
sido un ciego, estúpido y terco. Lo sé. Lo sabía mientras hacía y decía toda la
mierda que hice, pero no podía detenerme. Él me enojó tanto. Nunca pensé que
actuaría de esa manera a mis espaldas. Yo… me dolió.
—Eso no es excusa para…
Levantó la mano y negó con la cabeza. —Lo sé. Yo… maldita sea,
Caroline. Lo siento. Jodidamente lo siento. Me obligué a concentrarme en todo
lo malo que ha hecho, y lo dejé pudrirme.
—Lo amo —dije simplemente—. Y él me ama. También es bueno
conmigo. Nadie nunca fue tan bueno conmigo como él.
Noel besó mi frente. —Veo eso… ahora. —Ahora que podría ser demasiado
tarde, no añadió, pero pareció trasmitirlo con su mirada.
Cerrando los ojos, giré mi cabeza hacia un lado. —No has dicho nada
sobre nuestro matrimonio. —No sé porque presioné sobre el asunto. Tal vez
porque me mantenía ocupada en otra cosa a parte de mis miedos.
Noel dejó escapar un largo suspiro. —Eso es porque no sé qué decir. Eres
tan joven, pero… no tengo miedo. No por ti. Porque yo… sinceramente, no hay
alguien con quien confiaría que estuvieras más que con él. Por un tiempo, perdí
de vista que era mi amigo. Pero lo es, y hay una maldita buena razón para eso.
Siempre me cubrió las espaldas, y ahora sé que cubre las tuyas, lo que es más
valioso para mí que el hecho de que cubra las mías. —Tomando mis manos, me
miró directo a los ojos, suplicando—. ¿Crees que alguna vez me puedas
perdonar?
Le di una sonrisa acuosa. —Creo que tengo que hacerlo, porque necesito
a mi hermano mayor en este momento.
—Aquí estoy —me prometió. Cuando me abrazó de nuevo, lo agarré con
fuerza, agradecida con él por la millonésima vez en las últimas dos horas. Tal
vez debí mantenerme enojada, pero simplemente no podía, porque de verdad
necesitaba a mi hermano mayor.
En algún momento, debí haberme quedado dormida porque Noel me
despertó.
Levanté la mirada para ver a los padres de Oren en la sala de espera,
luciendo un poco perdidos mientas miraban a su alrededor en busca de ayuda.
Cuando salí de los brazos de Noel y me senté, Brenda finalmente se fijó en mí.
—Caroline —jadeó y se apresuró hacia adelante—. Te ves horrible. ¿Qué
pasó? ¿Estabas con él?
—Sí. Yo… —Cuando me puse de pie, tomó mis manos y extendió mis
brazos para verme mejor. Bajé la mirada, y fue la primera vez que tomé un
verdadero vistazo de mí misma. Mi camiseta se hallaba manchada de yerba con
manchas de sangre empapándola en donde me rasguñé el estómago por la
tierra. Y ahora viendo eso, me di cuenta que mi abdomen y mis codos estaban
adoloridos. Y luego estaban mis palmas, mis palmas que no fueron capaz de
sujetar a Oren y evitar que se cayera. Se encontraban raspadas y recubiertas de
barro seco.
Lágrimas llenaron mis ojos. —Lo siento. Lo siento mucho —sollocé.
Brenda arrulló un sonido de entendimiento y me envolvió en un gran
abrazo reconfortante. Le conté todo, sobre el picnic, y que llevamos a mi
hermano pequeño a la cascada para enseñársela, cómo Colton se cayó, y cómo
Oren salvó nuestras vidas. Cuando llegué a la parte donde Oren me dijo que me
amaba antes de soltar mi mano para evitar que me cayera junto con él, Noel
maldijo con fluidez y hundió el rostro en sus manos.
Los padres de Oren lo miraron. —No creo que nos hayamos conocido
todavía —dijo Phil finalmente.
Noel levantó la mirada, y luego se enderezó. —Lo siento, señor. Soy Noel
Gamble. Quien lo llamó.
Parpadeé, sobresaltada. Ni siquiera pensé en contactar a alguien, mucho
menos a los padres de Oren. Agradecida de que mi hermano se hubiera
ocupado de eso, encontré una sonrisa para él en algún lugar de mi dolor,
agradecida de que estuviera conmigo, ayudándome con esto.
Los padres de Oren parecían sorprendidos por su introducción. —¿Noel
Gamble? —repitió Brenda—. ¿El Noel Gamble que vivió con mi hijo por casi
tres años y nunca conocimos?
Phil se encogió de hombros. —Lo vimos jugar a la pelota cuando fuimos
a los partidos de Oren.
—Pero aun así nunca…
—Es mi hermano —dije, sintiendo la necesidad de defenderlo—. Noel es
mi hermano mayor.
—Oh. —Brenda sacudió la cabeza, confundida—. Bueno, eso entonces
explica como tú conociste a Ten.
Palmeó mis manos de una manera maternal, y sonreí con inquietud. No
sé porque me sentía tan incómoda. Las manos de Brenda temblaban como si le
costara demasiado mantener la compostura. Parecía como si la estuviera
engañando de alguna forma, tal vez porque le mentí sobre Oren viendo a un
terapeuta la última vez que la vi. O tal vez yo estaba tan tensa porque era mi
culpa que él se encontrara aquí y ella me perdonó tan fácilmente. No es de
extrañar que Oren tuviera demasiados problemas junto a ellos luego de que su
hermana muriera. Se sentía responsable y ellos no le echaron la culpa. Eso tal
vez lo hacía sentir más culpable.
—Así que, ¿han escuchado alguna noticia? —preguntó Phil.
Negué con la cabeza, y los Tenning parecieron desfallecerse con más
preocupación.
Justo en ese momento, la enfermera que me dio el papeleo de Oren entró
en la sala. —¿Señora Tenning?
Brenda levantó la mirada. —¿Sí?
Un momento incómodo de confusión cruzó el rostro de la enferma antes
de señalarme. —Yo… en realidad le hablaba a la señora Tenning.
Se dirigió hacia mí, sosteniendo el portapapeles. —Lo siento. Hay un
formulario más que necesita llenar.
Me congelé a la vez que los padres de Oren se giraron para mirarme
boquiabiertos. Me acerqué más a Noel, quien envolvió un brazo de apoyo
alrededor de mis hombros. —De… de acuerdo. —Extendí mi mano y tomé el
portapapeles de su mano y me senté en la silla más cercana donde comencé a
escribir con una mano temblorosa.
Los Tenning siguieron mirando. Por último, Brenda dijo—: ¿Están
casados?
—Yo, eh… —Me aclaré la garganta y presioné el bolígrafo contra el
portapapeles—. Sí. Nosotros… eh, lo estamos. Oren y yo nos… casamos.
La correa de la cartera de Brenda se deslizó de su hombro y la cosa cayó
en el suelo, pasando completamente desapercibido por ella.
Sus ojos se entrecerraron en forma de acusación, justo antes de repetir—:
¿Están casados?
Me encogí un poco más en mi asiento. —Sí. —Noel se sentó a mi lado y
sujetó mi mano—. N-nos casamos en Lake Tahoe.
—¿En Lake Tahoe? —Brenda parecía como si fuera a sacarme los ojos, así
que me apreté con más fuerza contra mi hermano.
Phil siseó una maldición entre dientes y negó con la cabeza. —Supongo
que ahora sabemos porque rechazó ese trabajo.
—¿Qué? —Sacudí la cabeza—. No. No, él no obtuvo el trabajo. Me dijo…
—Mi voz se apagó cuando me di cuenta de que Oren pudo haberme mentido.
—Oh, obtuvo el trabajo. —Brenda me frunció el ceño—. Dijo que había
razones por las que no podía aceptarlo en estos momentos. Olvidó mencionar
que era porque estaba casado.
—Yo… yo… —Levanté la mirada hacia Noel, confundida—. ¿Obtuvo el
trabajo?
Simpatía llenó su mirada a la vez que apretaba mi mano.
—¿Por qué no me lo dijo?
Noel abrió la boca, pero Brenda fue la primera en contestar. —Tal vez
porque no quería angustiar a su preciosa esposa de dieciocho años de edad, con
el pensamiento de que la dejaría.
La verdad me golpeó en el pecho. Oren se había quedado… por mí.
Quería llorar de nuevo. Ni siquiera me dijo que lo rechazó por mí.
En vez de defenderme, todo lo que pude decir fue—: Tengo diecinueve
ahora —en una estúpida voz hueca.
—Dieciocho, diecinueve. ¿Parece que me importa? —gruñó Brenda—. Mi
hijo es demasiado joven para estar casado, y ahora a causa de ello, por tu culpa,
lucha por su vida mientras hablamos.
Me estremecí y presioné mis manos en mi pecho. El dolor me atravesó.
La verdad nunca había dolido tanto. —Lo… lo siento —grazné, incapaz de
mirarla a los ojos.
No me perdonó. —Podría haber estado a salvo en Lake Tahoe ahora
mismo. Pero no, se quedó atrás por ti, y terminó salvándote a ti y a tu familia.
Ahora, tal vez pueda perder a mi único hijo.
Se llevó una mano al corazón y lágrimas se derramaron por sus mejillas.
—Ya perdí a uno de mis bebés. No puedo perder al otro. No. Simplemente… no
puedo. —Agarrando el brazo de su esposo, me dio una mirada feroz, con su
pecho agitado—. Todo esto es tu culpa. ¿Cómo pudiste hacerme esto?
—Oiga —comenzó Noel a defenderme, pero Phil levantó la mano.
—Déjala tranquila. Está angustiada. —Pero parecía estar de acuerdo con
ella, porque cuando pasó los brazos alrededor de su esposa para reconfortarla,
me envió una mirada acusatoria.
Me estremecí, y las lágrimas llenaron mis ojos.
—Vamos. —Noel tomó mi mano y me llevó afuera de la sala de espera
hasta el pasillo.
Nos desplomamos en el banco más cercano, donde me meció en sus
brazos mientras sollozaba.
—Ella tenía razón. Es mi culpa. Si no le hubiera sugerido que fuéramos a
esa estúpida cascada. Si hubiera vigilado mejor a Colton. Si no hubiera detenido
a Oren de irse a Lake Tahoe.
—Shh —ordenó Noel en voz baja—. Esto no fue tu culpa. No hiciste nada
malo.
—Debí haberme aferrado a su mano un poco más. Debí…
—No. Mírame. No hiciste nada malo. Y si Ten estuviera aquí ahora diría
lo mismo. Él tomó la decisión de quedarse en Ellamore contigo. También la de
venir hoy contigo. Y tomó la decisión de soltar tu mano para salvarte.
Cuando sollocé con más fuerza, acarició mi cabello y besó mi sien.
—Y estoy seguro de que hubiera hecho exactamente lo mismo de nuevo
si le hubieran dado una segunda oportunidad. Porque te amaba.
Fue la forma en la que dijo amaba en tiempo pasado lo que me rompió.
Disolviéndome en el dolor, me desfallecí contra él y lloré hasta quedarme
dormida.
Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Amélie.

Cuando me desperté, estaba acostada sobre algo duro, pero mis piernas
colgaban de un lado con mis pies en el suelo y mi mejilla estaba apoyada contra
una pierna. No parecía la pierna de Noel.
Me senté, haciendo una mueca por el dolor en mis sienes. Después de
empujar mi cabello de mi cara, me centré en Asher. No lo esperaba en absoluto,
solo parpadeé.
—Hola —murmuró, simpatía dominaba su mirada verde—. ¿Cómo te
sientes?
Aparté la vista y miré alrededor de la sala de espera del hospital para
descubrir que todos los demás habían llegado mientras yo dormía. Zoey yacía
dormida, escondida en el regazo de Quinn. Reese y Eva se levantaron de donde
se hallaban sentadas con Pick y Mason. Cuando comenzaron a caminar hacia
mí, alcé mis manos, alejándolas. No podía soportar que alguien me consolara en
estos momentos. Solo quería a Noel.
O a Oren.
Pero no podía tener a Oren.
El dolor se agitó a través de mí.
Miré a mi alrededor de nuevo. Pero no encontré a Noel en la habitación.
Tampoco a Brenda ni Phil.
Resoplé y sacudí mi cara seca y sucia. —¿Dónde está Noel? ¿Han dado
alguna noticia sobre Oren? ¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?
—¿Por qué no te acuestas de nuevo? —La voz de Asher me persuadía
mientras se estiraba hacia mí, pero retrocedí.
A Oren no le gustaría que Asher me tocara.
—¿Dónde está Noel? —pregunté, sintiendo un inminente ataque de
pánico.
Sin Oren. Sin Noel. No podía soportar esto.
Reese cerró las manos sobre su corazón. —Acaba de salir para hacer una
llamada por teléfono a casa y reportarse. Y no, no ha habido noticias sobre Ten.
Hemos estado aquí hace menos de una hora. Noel dijo que acababas de
quedarte dormida cuando llegamos.
Asentí con agradecimiento, escondí mi rostro y me apresuré a salir por la
habitación para encontrar a mi hermano.
Oí su voz mientras me acercaba a una intersección en el pasillo.
—No, todavía no hay noticias. Él debe… mierda. Debe estar mal si aún
no han salido a decir nada. Solo llamaba para reportarme. No, en realidad, tenía
que escuchar tu voz. Ojalá estuvieras aquí conmigo.
Su propia voz sonaba ahogada y cruda, y me detuvo en seco. Parecía tan
afligido como me sentía. Lastimando mis ya frágiles sentimientos. Aquí, había
estado preocupada por nada ni nadie más que yo, y Noel estaba a punto de
perder a su mejor amigo.
Mientras agarraba mi estómago, Noel dijo—: No, no vengas. Dijiste que
Colton sigue molesto. Él te necesita. Estaré bien. Simplemente hablar contigo es
de ayuda. Escuchar tu voz.
Después de una pausa para escuchar una pregunta, suspiró con
cansancio. —Ella es un completo desastre. Está haciéndose daño y se culpa a sí
misma, y mierda… no sé qué hacer por ella. ¿Y si termina siendo una viuda de
diecinueve años debido a esto? Solo la sostengo mientras llora hasta quedarse
dormida, y trato de no desmoronarme delante de ella. Pero dios, Aspen. Era mi
mejor amigo. Y si muere y las ultimas cosas que le dije fueron…
Siseó y dejo salir un suspiro. —Lo sé, pero todavía me siento como una
mierda. Fui un idiota. Lo traté horrible, y él podría morir por salvar la vida de
mi hermano y mi hermana. Realmente la amaba, y yo estaba demasiado enojado
y me sentía demasiado traicionado incluso para ver eso. No puedo… yo…
Cuando su voz se quebró, las lágrimas rodaron por mis mejillas. Me
apresuré a dar vuelta en la esquina. Sus ojos húmedos y rojos se abrieron
cuando me vieron.
—Lo siento. —Corrí hacia él y lo abrace. Sus brazos inmediatamente me
rodearon—. Lo siento, solo pensé en mí.
Enterró su cara en mi cabello. —No. Yo lamento haber sido tan
jodidamente terco.
Nos abrazamos y lloramos, y él finalmente terminó su llamada con su
esposa. Pasó el tiempo, no tengo idea de cuánto. Segundos, horas, minutos.
Todo parecía ser absorbido por algún vacío surrealista donde nada de esto
sucedía realmente. Donde era solo un loco sueño horrible, e iba a despertar en
cualquier momento. Abriría los ojos y estaría de vuelta en la cama de Oren con
nuestras piernas enredadas y la palma de su mano ahuecando mi pecho. La luz
derramándose a raudales a través de las ventanas y él entreabría sus ojos y me
daría una de sus perezosas y sexys sonrisas mañaneras.
—Buenos días —me diría —. Supongo que decidiste quedarte un día más, ¿eh?
Pero entonces Noel se apartó de mí, limpiándose la cara, y continuaba en
un hospital, donde no había visto a Oren en seis horas, no desde que levantó la
vista desde donde estaba colgando y me dijo que me amaba antes de soltar mi
mano.
Un estremecimiento de horror me atravesó, preguntándome sí alguna
vez vería de nuevo esos vivaces ojos color avellana.
Noel me dio una sonrisa trémula que lucía llena de dolor. —No quería
desmoronarme delante de ti de esta manera.
Apreté su brazo. —Está bien. Solo hazme un favor y deja de hablar de él
en pasado. Él va a estar bien. Va a sobrevivir.
El dolor atravesó el rostro de Noel, pero lo borró con otra triste sonrisa y
asintió. —Lo tienes.
Con ese acuerdo hecho, envolvimos nuestros brazos alrededor del otro y
comenzamos a regresar a la sala de espera, donde nos dimos cuenta que un
médico en ropa quirúrgica había llegado. Los padres de Oren también habían
reaparecido.
—Aquí está. —Pick me señaló cuando entré a la habitación.
El médico se giró, mirándome de pies a cabeza y luego asintiendo antes
de decir. —Señora Tenning, soy el doctor Wolfowitz, el traumatólogo que trató
a su marido. Cuando Oren entró, estaba inconsciente y en estado de shock.
Hubo daños importantes en su hueso frontal y parietal izquierdo, lo que es
probable que ocurriera cuando se estrelló contra el tronco y la roca contra los
que quedó atrapado hasta que lo encontraron. Aunque fue quizá lo que lo salvó
de morir ahogado, eso también fue lo que causó el mayor daño. Había mucho
traumatismo en la cabeza y la medula espinal…
¿Había? ¿Por qué seguía diciendo todo como si fuera en tiempo pasado?
Como si Oren fuera tiempo pasado.
—Aparte de la lesión cerebral, tiene una luxación en el hombro, una
pierna fracturada y cicatrices significativas y permanentes en el lado derecho de
la cara, aunque hemos sido capaces de salvar el ojo y el oído dañado.
Tragué saliva y apreté la mano sobre mi boca. Las cicatrices permanentes
no significaban nada para mí. No, en realidad lo eran todo. Significaban que
seguía vivo. Un ojo y oído salvado, eso significaba que habían salvado el resto
de él también, ¿verdad? ¿Su corazón seguía latiendo?
—¿Entonces está vivo? —dije con voz áspera, casi con miedo de
expresarlas.
El doctor dudó. No tengo idea de porqué. Si el ojo y oído de Oren habían
sanado, entonces el resto de él tenía que estar bien también.
Finalmente, el médico dio una pequeña inclinación de cabeza. Pero
entonces tuvo que seguirlo con—: Tuvimos que ponerlo en un coma inducido
para darle tiempo a su cerebro para sanar.
—Oh Dios mío —Brenda se cubrió la boca con las manos y se giró hacia
Phil, quien inmediatamente la tomó en sus brazos.
Me quede mirándolos un momento mientras la palabra coma resonaba en
mis oídos. Pero Oren se hallaba en coma. Ni siquiera parecía posible. El más
irritante, animado, malhablado, idiota y amoroso que había conocido, y ¿ellos
habían apagado su cerebro?
Un insensible vacío me llenó, como si mi cerebro hubiera decidido tomar
un pequeño descanso. Estudié a todos los demás en la sala de espera, los padres
de Oren abrazándose el uno al otro, Zoey sollozando en el hombro de Quinn
mientras él suavemente acariciaba su abdomen y la besaba en el cabello, Reese
y Eva tomadas de las manos y viéndose pálidas mientras sus hombres las
rodeaban, Asher con las manos dentro de sus bolsillos y la cabeza gacha al
tiempo que pateaba un lado de su otro zapato, y Noel… Noel viéndose como si
pudiera empezar a llorar de nuevo, y solo los miraba, sintiéndome triste por
ellos, mientras que mi interior estaba demasiado… demasiado asustado para
sentir algo en absoluto.
Pero entonces Noel me agarró y me arrastró a sus brazos, y esa primera
dolorosa mordedura del miedo hundió sus dientes en mi yugular. Dejándome
fría, y empecé a temblar.
—Dijiste inducido medicamente —repitió Phil mientras acariciaba el
brazo de su esposa y asintió hacia el médico.
Cuando el doctor Wolfowitz lo confirmó, Phil preguntó—: ¿Así que eso
significa que ustedes también lo sacarán de éste? ¿Cómo… cuanto tiempo estará
así?
—Eso depende. Vamos a disminuir los barbitúricos tan pronto como la
inflamación empiece a bajar. Si el nivel funcional es bueno, vamos a sacarlo por
completo.
Negué con la cabeza, incapaz de creer la mayor parte de esto. Un Oren-
no-funcional simplemente no era algo que pudiera configurar en mi proceso de
pensamiento. Él siempre estaba en movimiento, nunca se quedaba quieto, en
realidad nunca dejaba de hablar. Siempre tenía una réplica ingeniosa para todo,
siempre tenía algún tipo de reacción. Imaginarlo inmóvil e inconsciente, sin
reacción, en una cama de hospital blanca y estéril no encajaba con el hombre del
que me había enamorado y con el que me casé.
Pero entonces no tuve que imaginármelo en mi cabeza por más tiempo.
Dos horas más tarde, logré verlo yo misma. Las visitas fueron por fin admitidas
en la unidad de cuidados intensivos, dos cada vez y solo por diez minutos una
vez cada hora, pero ninguno de nosotros se preocupó por esas pocas reglas.
Nos encontrábamos dispuestos a hacer cualquier cosa, esperar cualquier
cantidad de tiempo, por la más mínima cantidad de tiempo con Oren.
La enfermera miró hacia mí cuando salió para permitir que las dos
primeras personas entraran, pero di un paso atrás e hice un gesto hacia sus
padres, dejándolos ir primero. Sin embargo, juro que ellos sobrepasaron su
tiempo. Cada maldito segundo se sentía como un milenio. Cuando salieron, sus
rostros estaban húmedos y se veían diez años más viejos que cuando se habían
ido. Brenda me miró brevemente, y rápidamente desvió la mirada.
Me giré hacia Noel en busca de apoyo. Tomó mi mano y me dio una
fortalecedora inclinación de cabeza. —Solo una hora más.
Asentí porque no podía hablar. Cuando nuestro turno finalmente llegó,
mis dedos se apretaron alrededor del brazo de mi hermano mientras el miedo
apretaba mi corazón. Odiaba la visión de la sangre y vísceras, y ver a Oren
lastimado a causa de lo que había hecho para salvarme lo hacía todo mucho
más doloroso.
Se encontraba en estado de coma con cicatrices permanentes, un cerebro
inflamado, y huesos rotos por mi culpa.
Pero entonces estaba aquí, y me olvidé de todo eso. Por fin pude ver a mi
precioso, precioso hombre. Con un suspiro, dejé de lado a Noel y corrí hacia
adelante. Una escayola cubría su pierna elevada y le habían puesto un
cabestrillo en un brazo mientras que la mitad de su cabeza se hallaba envuelta
en vendas. Un tubo introducido en su boca, le daba oxígeno mientras vías
intravenosas y monitores cardiacos conducían varias otras mangueras hacia él.
La parte de su cara que podíamos ver estaba bastante hinchada, pero aun podía
notarse que era él.
Mi Oren.
Toqué sus dedos con reverencia, con cuidado de no molestar alguno de
los aparatos conectados a la parte posterior de su mano. Entonces me agaché a
su lado para poder hablarle al oído.
—Hola, guapo. Siento haber tardado tanto en llegar a ti. No creí que me
dejarían volver aquí. Ya iba a sacar algunos de mis trucos de actuación y hacer
un acto digno de una diva para conseguir estar a tu lado, pero ellos finalmente
obedecieron.
Sonreí, recordando la escena que habíamos hecho en el avión. Pero la
sonrisa cayó cuando Oren no dio ninguna respuesta; el monitor de su corazón
seguía sonando a un ritmo constante y las pulseras alrededor de sus tobillos
seguían liberando la presión con una bocanada de aire.
—Estoy muy molesta contigo, sabes. —Mantuve mi voz ligera mientras
lo regañaba, incluso extendí la mano para mover suavemente mis uñas sobre su
cuello, pero lo seguí regañando—. No se suponía que soltaras mi mano así.
Digo, si tú saltas, yo salto, recuerdas, ¿Jack? Debías escuchar esa parte.
Pero tampoco respondió a la cita del Titanic. Un sollozo se me escapó.
Las manos de Noel se envolvieron alrededor de mis hombros y los apretó en
apoyo.
—Se suponía que debía ir contigo, dondequiera que fueras. Somos un
equipo. Me dijiste una vez que debía tener un lugar. Bueno, finalmente me di
cuenta donde está. Es contigo. ¿De verdad quieres dejarme sola, sin un lugar?
Maldita sea, no me puedes abandonar aquí para vivir esta vida yo sola. Soy un
completo desastre sin ti. Yo… —Mi voz se quebró y negué con la cabeza —. Te
amo, Oren. Yo solo… quiero que regreses.
Pero Oren no estaba aquí, y hablaba con un cuerpo que no respondía. No
sabía que más hacer y sin embargo, no podía dejarlo. Así que pasé la mayor
parte de nuestros diez minutos con él, solo hablando, diciéndole que todo el
mundo afuera esperaba su turno para verlo y que Noel ya no estaba enojado
con él. Apenas quedaba un minuto cuando por fin me di cuenta que Noel quizá
también quería decir algo.
Me hice a un lado y él se inclinó al oído de Oren para murmurarle algo
corto y dulce. Luego se aclaró la garganta y se puso de pie, girándose hacia mí.
Cuando nuestras miradas se encontraron, supe que era el peor momento
de nuestras vidas.

Pasaron dos días. No dejé el hospital ni una vez. Simplemente no podía.


Reese y Eva se hicieron cargo de mí y me limpiaron. Pidieron prestada ropa de
alguna enfermera y me la pusieron, revisando los moretones en mi estómago.
Después de eso, Reese cepilló mi cabello mientras Eva limpiaba mi cara y
aplicaba un toque de maquillaje. Zoey se sentó a mi lado, tomando mi mano y
siendo mi tranquila y comprensiva mejor amiga. Pero se veía tan pálida, al
primer momento en que la vi estremecerse y colocar una mano sobre su bebé, la
envié a su casa, ordenando a Quinn mantenerla en la cama y cuidar de ella.
Sin embargo volvió al día siguiente, al igual que todos los demás. Noel y
los padres de Oren se quedaron toda la noche, acampando en las incomodas
sillas de la sala de espera mientras nuestros amigos regresaban a diario. Todo el
mundo con el tiempo usó su turno para visitar a Oren, pero todos obtenían el
mismo resultado que yo: no respondía.
Cuando el médico nos dijo que iban a empezar a sacarlo del coma, me
convertí en un lío de nervios. Había una posibilidad de que el cuerpo de Oren
no estuviera preparado para ello, que él muriera. Odiaba todas las estadísticas y
porcentajes que daban las personas; solo quería que alguien dijera: “Él va a
estar bien”, pero nadie lo hizo.
—La inflamación se ha reducido, la actividad del cerebro se ve bien, y él
respira de forma independiente. Sigue inconsciente, ya que estamos retirando
gradualmente los barbitúricos, pero si quiere ir a sentarse con él, señora
Tenning, y estar allí cuando se despierte, puede ser mejor para él.
Salté para pararme tan rápido que casi me tropecé con ellos. —Sí —
respondí muy rápido, pero no importaba lo ansiosa que me veía. Oren iba a
despertar pronto. Empecé a seguir al médico, pero luego me detuve cuando vi a
Brenda y Phil al otro lado de la habitación.
Desacelerando hasta detenerme, los observé acurrucados juntos antes de
preguntar—: ¿Pueden sus padres estar allí también?
Los Tenning y yo habíamos declarado una especie de alto al fuego. Ya no
me miraban ni me culpaban, y yo evitaba todo contacto visual con ellos cuando
se hallaban en la misma habitación, pero ninguno de nosotros nos hablábamos
el uno al otro de nuevo después del primer día, a pesar de que habían estado
llegando a conocer a todos los demás en el grupo.
Mientras Brenda me miraba ahora, sin embargo, solo alivio y gratitud
permanecían en su expresión.
El doctor asintió. —Es este caso, vamos a dejar pasar y permitir que se
queden los tres en la habitación.
Entonces, los padres de Oren y yo fuimos juntos a su habitación. Uno de
los lados de su cara continuaba densamente vendado, pero se parecía más a él
mismo con el tubo de respiración fuera de su boca.
Nos sentamos allí un poco más de una hora, yo en un lado, Phil y Brenda
en el otro, antes de que él moviera su cara contra la almohada, alejándose de mí.
Los tres lo miramos poniéndonos de pie. Compartimos una mirada emocionada
antes de colocar nuestra atención de nuevo en Oren. Una tos ligera dejó sus
pulmones, y juro que fue el sonido más increíble del mundo. Luego se lamió los
labios y movió su cara otra vez, girándose hacia mí esta vez.
Sus pestañas revolotearon.
Conteniendo el aliento, me incliné. —¿Oren? ¿Puedes oírme?
—Sí —murmuró desde sus agrietados y oxidados labios
El médico nos había advertido sobre todos los tipos de daño cerebral que
podría tener Oren. Podría tener problemas para hablar, problemas de memoria,
dificultad con las habilidades motoras. Había varias cosas que podrían salir
mal, pero cuando abrió sus pestañas y me miró desde sus legañosos ojos color
avellana, lo único que sabía era que estaba vivo y despierto, y el mundo era
absolutamente perfecto.
Mi Oren me miraba.
Las lágrimas llenaron mis pestañas, pero sonreí con tanta fuerza que me
sorprendí que no rompiera mis mejillas. —Hola. ¿Cómo te sientes?
Abrió la boca, tratando de hablar de nuevo, pero solo salió un jadeo.
Después de tratar de mojar sus labios de nuevo, con voz ronca dijo—: Agua.
—Oh. —Me reí de mi propia estupidez. Por supuesto, estaría sediento.
Había tenido un tubo atascado en su garganta durante días. Era probable que se
sintiera tan crudo y seco como una sequía de siete años.
Me giré para encontrar un vaso de agua para él, y su madre murmuró su
nombre.
—¿Mamá? —Su pobre voz estaba tan ronca que hice una mueca mientras
traía el vaso para él. Debía dolerle hablar. Y sí, se veía pálido y se encogió de
dolor cuando estiró la mano hacia sus padres, moviéndose como un lento y
adolorido anciano—. Papá
Brenda y Phil se acercaron y tomaron su mano, los tres agarrando sus
dedos mientras sus padres comenzaron a llorar y reír.
Oren miró alrededor de la habitación, luciendo totalmente desorientado.
—¿Qué pasó?
Cuando su mirada se posó en mí, le tendí el vaso, colocando la pajita en
sus agrietados labios. Bebió unos sorbos y luego cerró los ojos y suspiró de
alivio.
Dejé el vaso en la bandeja al lado. —¿Quieres que levante la cama para
que puedas sentarte? —Habían dejado de elevar su pierna rota, así que no creía
que hubiera algún problema en que estuviera lo más cómodo posible si así lo
quería.
Y lo quería. Con un asentimiento, murmuró—: Sí. Gracias.
Presioné el botón junto a la cama y vi su cara mientras su torso era
levantado. Cuando abrió los ojos y levantó una mano, haciéndome saber que
estaba bien, me detuve. Me estudió un momento, su mirada moviéndose sobre
mi ropa.
Bajé la mirada hacia la ropa que aún llevaba y traté de pensar en un
razón que darle de porque no usaba mi propia ropa.
—No te ves tan mayor para ser una enfermera —dijo arrastrando las
palabras, adormilado.
Empecé a sonreír, pensando que me tomaba del pelo dado que le había
dado agua y ajustado su cama, pero luego se alejó de mí, olvidándome por
completo, y me di cuenta de que en serio pensaba que era una enfermera.
Mi mirada pasó volando hacia sus padres, solo para descubrir que me
miraban, con alarma en sus ojos. Brenda volvió su atención a su hijo. —¿Oren?
—dijo ella con miedo.
—¿Sí? —Su voz suave y ronca me hizo estremecer. Alcanzó a su madre
de nuevo. Ni una sola vez trató de alcanzarme.
Él sabía quién era ella. Sabía quién era su padre. Sabía quién era él.
Pero no sabía quién era yo.
El miedo, la oscuridad y el frío, me llenaron. Oren no sabía quién era yo.
¿Cómo podía no saber quién era yo?
—¿Dónde está Zoey? —preguntó, mirando alrededor de la habitación.
—Oh mierda —susurró Phil.
Cubrí mi boca con las dos manos y di un paso hacia atrás. Los padres de
Oren intercambiaron una mirada horrorizada antes de que ellos lanzaran una
mirada a través de la cama hacia mí, la angustia los inundó a ambos. Sacudí mi
cabeza, tratando de negarlo, pero había sucedido una de las peores cosas
posibles. Perdió su memoria reciente, por lo menos cuatro años… porque
pensaba que su hermana seguía viva.
Capturando toda la angustia en la habitación, Oren dijo—: ¿Qué ocurre?
¿Ella está bien? ¿Qué pasó? ¿Por qué estoy aquí? ¿Dónde está mi hermana?
Brenda gimió y puso sus manos sobre él para tranquilizarlo, pero debió
haber sentido su dolor.
—¿Mamá? —Su voz temblaba de miedo.
Sus padres me miraron otra vez, y Oren se giró hacia mí, con la mirada
acusadora, como si estuviera interfiriendo en un momento privado en el que un
extraño no debe interrumpir.
—Yo, eh… —Mi voz tembló mientras levanté mis manos y retrocedí un
paso más lejos—. Voy a dejar que tengas un tiempo con tu familia.
Sus padres asintieron en agradecimiento, y Oren se giró hacia ellos, ya
olvidándome.
Las lágrimas corrían por mis mejillas. Mis piernas se sentían como fideos
y de ninguna manera era capaz de sostenerme, pero seguí caminando, saliendo
de su habitación y en silencio cerrando la puerta detrás de mí.
Me encontraba a mitad del camino por el pasillo cuando lo oí gritar—:
Noooo… Zoey.
Era un milagro que sus cuerdas vocales pudieran sonar tan fuerte luego
de lo roncas que habían estado. Pero el dolor detrás de sus gritos me hizo saber
que había encontrado una manera de usarlas a pesar de todo.
Noel, Quinn, Zoey y… todo el mundo salió de la sala de espera justo
cuando mis piernas cedieron y empecé a derrumbarme.
Mi hermano se lanzó hacia mí, apenas atrapándome. —¿Caroline? ¿Qué
demonios? ¿Estás bien?
Otro grito de la habitación de Oren lo hizo levantar la cara y mirar hacia
allí. —¿Qué pasó?
Me agarré de su camisa mientras nuestros amigos se reunían alrededor,
viéndose asustados y preocupados. Las lágrimas corrían por mi rostro y
obstruían mi garganta. No podía hablar.
—Él no… —Un sollozo se apoderó de mí, y cerré mis ojos con fuerza.
—¿Caroline? —Preocupación llenó la voz de Noel mientras acariciaba mi
rostro.
—Su memoria —logré decir—, se olvidó unos años. Aún pensaba que su
hermana seguía viva. —Me encontré con los ojos de cada persona reunida a mi
alrededor—. Él no nos recuerda a ninguno de nosotros.
Días de cansancio, miedo, preocupación, angustia y culpa se hicieron
cargo entonces. Me desmayé, todo a oscuras y benditamente entumecido.
Traducido por Jasiel Odair & Jules
Corregido por AmpaЯo

Me desperté en una cama de hospital. Al principio, no tenía ni idea de lo


que pasaba o por qué me encontraba allí. Cuando recordé a Oren, su estado de
coma y el momento en que se despertó con solo la mitad de su memoria, me
quedé sin aliento y me senté en posición vertical. Entonces gemí y acuné mi
cabeza porque latía demasiado.
Noel, que se había quedado dormido en una silla al lado de mi cama, se
despertó de golpe. —Oye. Tranquila —murmuró, parándose para abrazarme—.
Está bien.
—¿Qué...? —Bajé mis brazos lentamente y me eché un vistazo. Todavía
tenía la bata que había estado usando durante días, pero mis manos ahora se
hallaban vendadas—. ¿Qué ha pasado? ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
Soltando un largo suspiro, como si estuviera agotado hasta los huesos,
Noel sonrió de forma cansada. No se había afeitado en días, y sus ojos estaban
llenos de cansancio. Pero se deslizó a un lado de mi cama para sentarse junto a
mí y confortarme como si nada en absoluto lo estuviese afectando.
—Te desmayaste después…
Le hice un gesto silenciándolo, haciendo una mueca cuando pensé en el
horror que me había llenado cuando me di cuenta que Oren no tenía ni idea de
quién era yo, y el dolor que se produjo cuando le oí gritar por su hermana
muerta.
—Sí, recuerdo esa parte.
Noel asintió y tragó saliva. —El personal te trajo aquí y te revisaron.
Estás sufriendo algún agotamiento severo y deshidratación, chica. —Tomó mis
muñecas y miró mis vendajes—. ¿Por qué no me dijiste que te habías hecho
daño ese día? Tus arañazos podrían haberse infectado.
Me encogí de hombros y desvié la mirada. —No lo sé. No me di cuenta,
supongo. —O no me importó.
Dejó escapar un suspiro. —Hemos estado tan preocupados por él, que no
nos estamos cuidando. Esta noche, vamos a casa, dormiremos en camas de
verdad y dejaremos que Aspen nos llene de caliente comida casera. Sin
discusión.
—Pero Oren...
—Todavía no recuerda a ninguno de nosotros. —Me tragué un sonido de
negación, y la cara de Noel se llenó de dolor—. No le estamos haciendo ningún
favor estando por aquí y enfermándonos, Caroline. Los médicos dijeron que
podría recuperar su memoria en cuestión de minutos, horas, días, o...
—Nunca —le dije, haciendo eco de la palabra a través de mi cabeza.
Había visto la película The Vow con Channing Tatum y Rachel McAdams.
Estuvo basada en una pareja verdadera, y ella nunca había recuperado su
memoria.
¿Qué pasaba si Oren nunca me recordaba? ¿Y si lo había perdido para
siempre?
El miedo me obstruyó la garganta. Conocerlo este año y desarrollar una
relación con él me había definido de modo que permanecería para el resto de
mi vida. Pensar que todo él podría olvidarlo todo, me devastó.
Me dije que debería estar feliz porque estaba vivo, que había logrado
salir del coma. Pero la parte egoísta y necesitada de mí quería que me mirara
y nos recordara.
—Caroline —la voz de Noel me calmaba mientras envolvía un brazo
alrededor de mi hombro—, va a estar bien.
Asentí, pero mis ojos seguían húmedos. Los limpié, cansada de llorar, de
sentirme herida. Solamente quería a Oren. Quería acurrucarme en sus brazos y
olvidar que algo de esto hubiera pasado.
—¿Cómo está? —le pregunté.
—Mejor —respondió una voz desde la puerta abierta. Brenda vaciló
cuando encontró mi mirada, pero luego entró en la habitación con Phil detrás—.
Habla claro y sin problemas. Sus habilidades motoras eran lentas al principio,
pero se están desarrollando bien.
—¿Y su memoria? —le pregunté, mirando lejos porque todavía no sabía
dónde me encontraba con ella. Era extraño verla mirándome con tal compasión.
Brenda se sentó en la cama junto a Noel. —Todavía le faltan unos cinco
años. Cree que está en el último año de la escuela secundaria, y no ha recordado
algo más desde que despertó.
Asentí. —Eso es... —Me aclaré la garganta—. Bueno, al menos él todavía
tiene los primeros... —Pero no podía expresar mi agradecimiento.
Su madre tomó mis manos, sonriendo suavemente como si entendiera mi
dilema y me perdonara por mi dolor. —Quería darte las gracias —dijo ella—.
Gracias por no decirle quién eras. Ya estaba desorientado y asustado. Saber
acerca de Zoey lo devastó suficiente. Creo que escuchar que se casó y...
—Lo sé. —Asentí y aparté mis manos para mantenerlas en mi pecho—.
Nunca haría nada para lastimarlo más.
Brenda parecía un poco triste de que me apartara, pero asintió. —Lo sé.
Lo amas mucho, y yo... —Se aclaró la garganta y bajó la mirada—. Me gustaría
pedirte disculpas por las cosas que te dije. Estaba... estaba histérica y asustada.
Y tenía que atacar y culpar a alguien, pero no…
Dado que aún me sentía responsable, no podía escucharla perdonarme.
Levanté mi mano y la tranquilicé. —Está bien. Entiendo.
Sus dedos envolvieron los míos con severidad. —No. No creo que
entiendas completamente. No ha sido tu culpa, Caroline. Fue un accidente. No
lo causaste, y has intentado todo a tu alcance para ayudarlo. No tuviste la culpa.
Mi nariz picaba mientras trataba de no llorar, pero no funcionó. Calientes
y pesadas lágrimas llenaron mis ojos. —Pero y si hubiera…
—No. No más “y si”, hija. Oren ha estado sufriendo desde hace años con
todos los “y si” que tiene cuando piensa en Zoey. No pases por eso, también.
Céntrate en el hecho de que él fue un héroe y los salvó a ti y a tu hermano.
¿Vale?
No pude evitarlo, me puse a llorar. Cerrando los ojos, incliné mi cabeza y
confesé—: Solo quiero que me recuerde.
—Oh, cariño. —Brenda me apartó de mi hermano y atrajo en un abrazo
cálido y maternal—. Te recordará. Ten fe. Oren siempre sale bien. Es nuestro
pequeño superviviente. Va a recuperar sus recuerdos, y te amará de nuevo. No
te preocupes.
Pero me preocupaba, y lloré todas mis preocupaciones sobre la camisa de
mi suegra. Ella solo me sostuvo y me perdonó, y después de un tiempo, las
lágrimas por fin se secaron.
Noel cumplió su amenaza. Sin importar lo mucho que me opuse, me
llevó a casa esa noche. No vi a Oren desde que había despertado de su coma y
no me había reconocido. Todo el mundo creyó que era mejor si no se le acercaba
mucha gente que vería como extraños, no hasta que se adaptara al hecho de que
había perdido a su hermana y que ya no tenía diecisiete años.
Me dolió mantenerme alejada de él. Una parte de mí quería colarse en su
habitación y obligarlo a mirarme. Me recordaría. Tenía que recordarme. A
nosotros. Para mí, era lo único digno de recordar. Pero no quería confundirlo y
hacerle más daño.
Mi habitación en la casa de Noel y Aspen ya no era mía. Brandt se había
mudado y ninguna de mis cosas estaban allí. Me parecía bien. Mi casa estaba
con Oren, en su cama. Tuve la tentación de volver a su apartamento y dormir
en nuestra habitación, a solas. Pero sabía que no volvería a dormir y extrañarlo
me iba a matar, así que dejé a Brandt ser un caballero y dormir en la litera con
Colton por la noche mientras me adueñaba de su nueva habitación.
Pero aun así no podía dormir, y cuando Colton se coló para abrazarme
en medio de la noche, me alegré por la compañía, incluso si lo agridulce de ello
me hizo llorar un poco más.

Oren aparentemente estuvo inquieto y frustrado por no poder recordar


los cinco años de su vida. Al día siguiente, cuando Noel y yo regresamos al
hospital, sus padres parecían agotados de tener que “hacerse cargo” de él.
Brenda se quitó el pelo de la cara y dejó escapar un suspiro. —Quiere
respuestas, y no sabemos qué decirle sin alterarlo demasiado.
—Le dijimos que ha tenido amigos preocupados aquí, preocupados por
él, y quiere conocerlos. A todos.
Noel y yo compartimos una mirada. La emoción brillaba en sus ojos, y
sabía que mi propio estómago revoloteaba con anticipación. No podía esperar
para volver a su habitación. Nos asentimos el uno al otro, y nos giramos hacia
los padres de Oren.
—Por supuesto —respondió Noel inmediatamente—. Voy a reunir a la
pandilla, no hay problema.
Dentro de un par de horas, teníamos a todos en el hospital. —Está bien,
así que... —Noel se frotó las manos cuando tomó el control del grupo—. Creo
que estamos de acuerdo en que es demasiado pronto para decirle que está
casado a menos que lo recuerde, pero, uh... todo lo demás es juego limpio. Si
pregunta acerca de algo, podemos decirle lo que quiera saber.
Aunque solo Pick, y posiblemente Eva habían sabido que Oren y yo nos
casamos antes del accidente, ahora todos sabían.
—Suena bien. —Pick puso su mano en la parte baja de la espalda de
Eva—. Vamos a ver a nuestro chico.
En masa, empezamos a dirigirnos hacia su habitación. Me pregunté de
forma fugaz si tantos desconocidos a la vez lo iban a desbordar, pero también
sabía que todo el mundo tendría paciencia con él. Cuando llegamos a la puerta,
donde Phil se encontraba de pie para darnos la bienvenida al interior, me
detuve y me aferré al brazo de Noel.
Me miró y me alejó unos pasos antes de murmurar—: ¿Qué pasa?
La preocupación se filtraba a través de mí. —¿Qué pasa si no puedo
hacer esto? ¿Qué sucede si pierdo la cabeza y yo... empiezo a llorar otra vez? No
quiero molestarlo o...
—Caroline —Noel sonrió y me besó en la frente—, si quieres ver a tu
marido, entonces vamos. Te conozco. Una vez que estemos en esa habitación,
podrás hacer lo que sea para no perder la cabeza.
Su discurso no tan enérgico hizo que mis labios temblaran con una media
sonrisa. Pero luego enderecé mi espalda y asentí. Aunque mis nervios fueron
arrancados por la preocupación, agarré su mano mientras me conducía a la
habitación detrás de todos los demás.
Oren estaba despierto y sentado en la cama. La mitad de su cara seguía
vendada, pero se veía mucho mejor, alerta y consciente con color en su rostro.
Su mirada se lanzó con cautela sobre todos mientras nos presentábamos
en su habitación. —Vaya —murmuró finalmente, como si estuviera superado—,
son un montón de gente.
A su lado, su madre le tomó la mano. —Estos son tus amigos más
íntimos —dijo ella—. Han estado aquí todos los días, preocupados por ti.
Una vez más, Oren parecía enfermo de miedo. No reconoció a ninguno
de nosotros. Pero levantó una gran mano saludando y dio un tembloroso—:
Hola.
Ninguno de nosotros respondió. Creo que estábamos en estado de shock
porque nos tratara como completos desconocidos.
—Te dejaremos hablar con tus amigos. —Brenda le dio una sonrisa
alentadora mientras se levantaba—. Si necesitas algo, estaremos afuera.
Le brindó un guiño nervioso y la siguió por la habitación con la mirada,
como si no quisiera que lo dejara solo aquí con nosotros. Luego dejó escapar un
suspiro y nos miró otra vez.
—Bueno, esto es extraño —dijo Pick—, Ten usualmente dice una broma
sucia cuando necesitamos un poco de alivio cómico.
Mientras todos los demás dejaban escapar una risa baja, Oren negó con la
cabeza, confundido. —¿Quién es Ten?
El silencio que le respondió le hizo reacomodarse en su cama, luciendo
aún más incómodo. Por último, mi hermano dijo—: Tú eres Ten, amigo. Así es
como te llamamos.
Me apoyaba contra el costado de Noel, aferrándome a su brazo porque
quería tanto ir hacia Oren y simplemente abrazarlo y calmar su inquietud. Se
veía tan solo en esa cama. Solo y perdido.
—¿En serio? —murmuró Oren, confundido. Negó con la cabeza—. ¿Por
qué...? Ah. Debido a la parte Tenning. Lo tengo. —Nos miró otra vez, y ni
siquiera se detuvo en mí, lo cual me dolía cada vez que su mirada revoloteaba
sobre mí, y añadió—: ¿Aún soy amigo de alguno de mis compañeros de la
secundaria?
—Nunca he conocido a ninguno —respondió Noel—. Y te he conocido
probablemente por más tiempo que todos los aquí presentes. Tú y yo nos
conocimos el primer año de universidad. Fuimos compañeros de dormitorio en
el primer semestre. Luego conseguimos un apartamento juntos hasta hace un
año.
Oren asintió. —Así que, ¿ninguno de ustedes conoció a Zoey?
El nombre nos hizo congelarnos. A estas alturas, todo el mundo sabía
que era su hermana y había muerto, pero ya que teníamos una Zoey en nuestro
grupo, era extraño oírle decir el nombre.
Por último, Noel negó con la cabeza. —Uh, no. No, lo siento, nunca
llegamos a conocer a tu hermana.
—Oh. —Desinflado por eso, Oren bajó la mirada a sus manos.
—Así que... —continuó Noel, decidido a despejar la tensión incómoda en
el aire—. También has conocido a Hamilton por más tiempo, hace unos dos
años cuando se unió al equipo de fútbol con nosotros.
—¿Fútbol? —Oren levantó la vista, sorprendido—. ¿Jugué fútbol? ¿En la
universidad? —Negó con la cabeza—. Yo... no estaba pensando en deportes en
la universidad.
Noel sonrió. —No, te insistí hasta que entraste. Éramos geniales en eso.
Ganamos el campeonato nacional de este año. Fuiste el mejor receptor en el
equipo.
—¿En serio? —Sorpresa inundaba la voz de Oren mientras sus labios se
curvaron en una sonrisa—. Eso está muy bien.
—Sí —murmuró Noel—. Y después de casarme, te mudaste con
Hamilton y su novia...
—Rubia —espetó Zoey antes de que Noel dijera su nombre—. Me dices
Rubia. —Las lágrimas brillaban en sus ojos mientras sonreía—. Y te gusta
convencerme para que te cocine o te lave la ropa tan a menudo como sea
posible.
Tenía ganas de llorar de nuevo porque Zoey y Oren habían estado tan
unidos. Tenía que dolerle, también, saber que se había olvidado de la especie de
hermandad que habían formado.
—Va…le —dijo lentamente, mirando con desconfianza entre Quinn y
Zoey—. Así que, ¿vivo con ustedes dos? Qué extraño.
La culpa se arrastró por la expresión de Zwinn mientras me miraban.
Pero lo mejor era no mencionar que yo ahora vivía con ellos.
Noel acarició mi brazo para calmarme; su sexto sentido debe haberle
advertido, sabiendo que mis conductos lacrimales luchaban por empezar a abrir
sus compuertas.
—Y Pick es probablemente la próxima persona que conociste. Trabajaba,
en realidad ahora es dueño, del bar donde todos trabajamos.
Oren apartó la mirada de Pick para fruncirle el ceño a Noel. —¿Bar?
¿Trabajo en un bar?
—La discoteca Forbidden —respondió Pick—. Todos los chicos aquí son
camareros allí.
Oren entrecerró los ojos. —¿Un bar? —repitió, incrédulo y negó con la
cabeza—. Ni siquiera tengo edad suficiente para beber y yo, quiero decir... —
Tal vez recordó que tenía veintidós años ahora, en lugar de diecisiete, se llevó
una mano a la frente, sumergiéndose en las noticias—. Es extraño —murmuró.
Echó un vistazo a Eva de pie al lado de Pick, así que éste pasó un brazo
alrededor de su cintura. —Y esta es mi futura esposa, a pesar de que todo el
mundo ya nos trata como casados...
—Diosa —dijo Eva—, me apodaste Diosa.
Pensando que recordaría que realmente la llamaba Tetas de Leche, todo
el mundo hizo una pausa, esperando que corrigiera, pero él se limitó a asentir.
—Bien.
El dolor me atravesó. En esta cama podría estar Oren Tenning, pero Ten
desapareció por completo. Y yo me había enamorado de Ten. Mi perfecto Ten.
Me estremecí y apreté la mano de Noel con más fuerza. Bajó la mirada
hacia mí y sus ojos se iluminaron con la misma preocupación. Su Ten, su mejor
amigo, también se había ido.
Mason fue el siguiente en presentarse.
—Y a mí me dices Buttercup —dijo Reese saludándolo con la mano y una
sonrisa que no alcanzó sus ojos—. Compartimos una clase de arte el último año,
y pasamos buenos ratos molestándonos.
Oren frunció el ceño, probablemente tratando de averiguar si los buenos
ratos podrían pasarse molestando a alguien.
—Es probable que te haya conocido por el menor lapso de tiempo —dijo
Asher—. Mi nombre es Asher, pero usualmente me llamas por mi apellido, que
es Hart.
Me pareció tan extraño que tuviéramos que presentarnos. Quería escapar
de esta habitación, quería escapar de este momento. Oren no podía olvidar.
Simplemente no podía.
—Parece que apodo a mucha gente.
—Definitivamente tienes algo por los apodos —dijo Quinn—. Mi nombre
es Quinn, pero siempre me has llamado Ham. Y Noel suele ser Gam para ti.
Oren asintió y me miró antes de volver su mirada a Noel. —Así que,
¿qué apodo le puse a tu esposa?
—Oh. —La simpatía se precipitó por la mirada de Noel cuando me
miró—. No. Ella en realidad es mi hermana. Caroline. —Hizo una breve pausa,
como esperando a ver si ese nombre significaba algo para él, pero ni siquiera se
inmutó, lo que me hizo estremecer por dentro—. Mi esposa está en casa con mis
hermanos menores, Aspen. Pero la llamas Shakespeare, porque es profesora de
inglés.
—Oh. Lo siento —Oren me miró, pidiendo disculpas por confundirme
con la esposa de Noel. Empezó a apartar la mirada, pero luego miró otra vez. El
reconocimiento iluminó su mirada, y yo contuve la respiración, anhelando,
orando que recordara.
Creo que todos los demás en la sala se inclinaron, con un suspiro
colectivo como si esperaran lo mismo.
Me señaló. —Eres la enfermera de ayer, ¿no?
Inhalé una respiración dolorosa y retrocedí, tratando de no perder el
control. Noel me apretó el codo fuerte, así que parpadeé rápidamente y asentí.
—S-sí. Esa era yo.
Miró entre Noel y yo antes de murmurar—: Oh. Está bien, entonces.
No iba a lograrlo. Necesitaba hacerme un ovillo y llorar en alguna parte.
Pronto. Atrapé la mirada de Zoey y su rostro se disolvió en la miseria. Tuvo que
enterrar la cara en el hombro de Quinn para ocultar sus lágrimas.
Levanté mi barbilla para mantenerme fuerte, pero no sé cómo lo hice.
Ese fue un punto de quiebre para todo el mundo, al parecer.
—Deberíamos dejarte descansar —murmuró Asher, luciendo tan triste
como nunca lo había visto.
—Está bien. —Oren, por el contrario, parecía aliviado al ver que nos
íbamos.
Noel me jaló contra él con fuerza, sabiendo lo cerca que me encontraba
de romperme. Todos miramos hacia la puerta, pero luego Eva murmuró—:
Maldita sea. Sé que no te acuerdas de mí, pero voy a abrazarte para despedirme
de todos modos.
—Uh... —Oren se echó para atrás, sus ojos ampliándose cuando ella se le
acercó con un determinado arco en las cejas. Luego dijo—: Está bien.
Vi con envidia como Eva le echó los brazos al cuello y lo abrazó. Incluso
él le devolvió el abrazo con un brazo. Entonces ella estampó un beso rápido en
su mejilla. Anhelaba tanto ir a él, fundirme en sus brazos y simplemente
refugiarme en el amor de mi vida.
Reese me miró, me guiñó un ojo, y luego se alejó de Mason. —Bueno, yo
también quiero un abrazo.
Así, lo abrazó, y él la dejó, dándole otro abrazo de un brazo. Cuando se
apartó, ella me miró directamente. —¿Siguiente?
Zoey se acercó y me dio un codazo para que me adelantara. Me tropecé,
pero estabilicé mis pies y levanté la mirada. Oren me observaba, dejándome
dirigirme hacia él sin protestar.
Iba a abrazarlo. Oh Dios. ¿Cómo iba a parar después de una cantidad
razonable de tiempo y esperar a soltarlo? ¿Cómo iba a detenerme con un solo
abrazo?
Pero me incliné hacia él, de todos modos, aterrorizada de no ser capaz de
mantener mi entereza.
Mis brazos lo rodearon y casi lloraron de alivio, tan felices de estar
envolviendo el cuerpo conocido de Oren. Sin embargo no olía a Oren; olía a
antisépticos hospitalarios estériles. Eso me ayudó a recordarme que ya no era
mío, y empecé a retirarme.
Pero Oren volvió su rostro hacia mí por lo que mi pelo se arrastró por su
nariz mientras me movía hacia atrás. Inhaló sobresaltado y me miró con los ojos
muy abiertos.
Me quedé inmóvil, boquiabierta. Parpadeó varias veces, luciendo muy
confundido.
—¿Qué pasa? —le pregunté lentamente, con miedo a creer que en
realidad había desencadenado algo.
Noel se acercó más. —¿Te acuerdas de algo?
Diablos, creo que toda la habitación se acercó. De repente, todo el mundo
se encontraba allí, con los ojos brillantes y ansiosos.
—Yo... —Oren siguió mirándome antes de negar con la cabeza—. Lo
siento, tuve una sensación extraña. Tu olor… quiero decir… —Agitó las manos
como si las ideas en su cabeza fueran absurdas—. Lo siento —murmuró al final,
luciendo absolutamente avergonzado al tiempo que sus mejillas se enrojecieron.
—No, no lo sientas —exigió Eva—. Solo tienes que decirnos lo que ya
recordaste.
Oren se echó hacia atrás, obviamente sorprendido por la impaciencia en
su voz. Pero entonces su mirada se desvió de nuevo a mí, y mi estómago se
revolvió con todo tipo de cosas. Necesidad, esperanza, anticipación, amor.
Entrecerrando los ojos como si tratara desesperadamente de recordar,
dijo—: ¿Acaso nosotros...?
—¿Nosotros qué? —insistí en voz baja.
Una vez más, negó con la cabeza. Pero luego dejó escapar una especie de
resoplido incrédulo y preguntó—: ¿Acaso alguna vez subimos juntos por la
ladera de un edificio y nos sentamos en la cima para mirar... las estrellas?
Las lágrimas llenaron mis ojos de inmediato. Me tapé la boca con las
manos y amortigüé la respuesta. —Sí. Sí lo hicimos.
Pero eso solo pareció confundirlo más. —¿El antiguo cine?
Asentí con la cabeza.
Y él sacudió la suya. —Pero ¿por qué iba a llevarte allí? —Una risa
nerviosa retumbó en su pecho—. Solo voy allí para estar solo. Nunca he llevado
a nadie. —Sus ojos parpadearon de repente con la comprensión. Miró a Noel—.
Oh, diablos. No es solo tu hermana, ¿verdad?
Noel sonrió con orgullo. —No. No lo es.
Oren volvió su mirada hacia mí. Se quedó mirándome como si estuviera
tratando de leerme desde mi interior. Mi corazón latía a una velocidad loca, tan
feliz de que recordara sentarse conmigo en el techo del cine.
—Increíble —murmuró Quinn—. El olfato es el sentido más asociado con
la memoria porque el bulbo olfatorio es parte del sistema límbico, pero guau.
Nunca lo vi funcionar así.
Con un suspiro, Oren rodó los ojos. —Qué jodido nerd de biología.
Una sonrisa se extendió por mi rostro. Recordó que la biología era la
especialidad de Quinn. Se acordó...
Alcancé su brazo, incapaz de evitarlo. Cuando su mirada envió rayos
láser a mi mano, me detuve y comencé a apartarme, pero él atrapó mi muñeca y
la llevó a su nariz.
—Pero tiene razón. Conozco ese olor. —Su mirada volvió a mi cara.
Las lágrimas llenaron mis ojos mientras Ten comenzaba poco a poco a
regresar a nosotros.
Un conocimiento invadió su expresión. —Ven aquí. —Dobló el dedo,
indicándome que me acercara más.
Me agaché y preguntó—: ¿Quieres construir un muñeco de nieve?
Solté una risa feliz. Había citado una película para mí e hizo lo nuestro.
—Frozen —le dije, nombrando la película.
Cuando alzó las pestañas, una mirada de asombro se apoderó de su
rostro. Luego agarró mi cabello y llevó un mechón a la nariz. —Mierda. —Su
mirada se lanzó a la mía—. Te gusta más cuando te tiro del pelo.
Jadeé y me alejé con mortificación. —¡Oren!
—Por supuesto —murmuró secamente Eva—, su primer recuerdo debía
ser de sexo.
—Cállate, Tetas de Leche —exclamó Oren, sin apartar ni una sola vez los
ojos de mí—. Estoy tratando de recuperar mi maldita memoria.
—Te acuerdas —las lágrimas inundaron mi cara—. Te acuerdas de todo.
Oren limpió suavemente las gotitas de mis mejillas. —Como si pudiera
olvidarte. Eres mi otra mitad. Mi esposa.
Desde algún lugar de la habitación, Reese arrulló—: Ahh. Eso es tan
dulce.
Oren frunció el ceño. —Ahora, a estos otros hijos de puta, los olvidaré
con mucho gusto.
—Oye —interrumpió la voz ofendida de Mason—, eso no es muy
amable. Arrastramos nuestros culos cansados hasta aquí todos los días de esta
semana para a veces ni siquiera llegar a verte, ¿y así es cómo nos pagas?
Sin hacerle caso, Oren me acercó más. —Dios, te amo —murmuró y
presionó su frente contra la mía, solo para murmurar “auch”, y apartarse.
—Lo siento, lo siento. —Me alejé, llevando mi mano a la boca porque lo
sentía realmente, aunque también quería reír y llorar de alegría porque mi Oren
estaba de vuelta.
Ten estaba de vuelta.
—Jesús. —Hizo una mueca y pinchó su vendaje suavemente—. ¿Qué
diablos me pasó? La gente menciona un accidente. Pero no dicen qué tipo. Lo
último que recuerdo... —Hizo una pausa y miró a Noel—. Estabas furioso
conmigo, pero aun así me dejaste acompañarlos a su picnic familiar. Y... en el
camino jugamos al juego de los faros con los chicos, pero... eso es todo. —Sus
ojos se ensancharon con horror—. Mierda. No tuvimos un accidente de coche,
¿verdad? —Su mirada recorrió frenéticamente el entorno de la habitación—.
¿Dónde están Colton y Brandt?
—Se encuentran bien. Están en casa. —Noel puso una mano de forma
tranquilizadora en el hombro de Oren—. Todos llegamos sanos al parque
Rainly. Tuvimos un día de campo, y luego llevaste a Colton y Caroline a
mostrarles la cascada.
Oren asintió, pero su frente se arrugó por la confusión. —Y entonces...
¿fui mordido por una serpiente venenosa que... —Levantó el brazo y lo miró
extrañamente—... tenía unas impresionantes habilidades de ninja e hizo que me
pusieran un cabestrillo en el brazo, una escayola en la pierna y me desfiguró la
cara?
—Y entonces erosionó el suelo alrededor de la cascada —le corregí—,
cuando Colton se paró demasiado cerca del borde.
—Mierda. ¿Se cayó?
—Casi. Se sostuvo a una vieja raíz que sobresalía del dique, y pudiste
ponerlo a salvo. Pero en el proceso, te caíste tú.
—¿Pero está bien el chico? —preguntó Oren insistentemente.
—Solo tiene un rasguño o dos —dijo Noel—. Se enojó mucho porque
terminaras herido, pensando que todo fue su culpa, así que Aspen y Brandt
están en casa con él.
—Pobre chico. —Ten cogió mi mano, y yo ni siquiera podía expresar lo
increíble que se sentía enredar mis dedos con los suyos. Cuando su mirada
encontró la mía, dejó escapar un suspiro—. Entonces, ¿qué hay de mí? ¿Voy a
estar bien? —Una vez más, tocó todas las vendas que cubrían la mitad de su
cara.
Una sonrisa floreció en mi cara. Sabía que iba a estar bien. —Aparte del
daño cerebral, solo tienes una luxación de hombro, la pierna fracturada, y
algunos rasguños. —Hice una pausa y respiré profundo—. Ah, y el doctor dice
que es probable que te queden cicatrices permanentes en la cara.
Los dedos de Oren se detuvieron en el vendaje. —¿Permanentes?
Asentí y tomé su mano. —Apuesto a que las cicatrices te quedarán sexy.
Su mirada se llenó de tormento, y yo quería decirle que siempre sería el
hombre más guapo que había conocido, pero Noel dijo—: La buena noticia es
que, después de haber salvado la vida de mi hermanito, ya no estoy enojado
contigo.
Oren lo miró. Luego resopló. —Sí, siempre y cuando deje a tu hermana,
¿verdad?
Noel se encogió de hombros. —Nah. Después de salvarle la vida, me
imagino que quedaste atado a ella.
—¿También te salvé la vida? —dijo Oren lentamente, volviendo su
mirada hacia mí.
No iba a contestarle, pero Noel tuvo que decir—: Cuando casi te caíste,
ella trató de ayudarte.
Oren se giró hacia mí. —Cristo, Caroline. ¿Hiciste eso? Podrías haberte
caído.
—Casi se cayó. —Noel parecía ansioso por seguir hablando—. Ella se
deslizaba hacia el borde, pero le soltaste la mano.
—Por supuesto que sí, maldita sea. —Oren asintió como si no hubiera
otro paso lógico.
Negué con la cabeza. —Podría haberte salvado, o esperar el tiempo
suficiente hasta que nos alcanzara Noel.
Pero él también negó con la cabeza. —No me importa. Lo que hiciste es
demasiado arriesgado. Nunca en un millón de años dejaría que nada malo te
sucediera. Por eso, supongo que puedo lidiar con un par de cicatrices. Yo era
condenadamente guapo de todos modos.
Aunque todo el mundo se echó a reír, yo seguí mirándolo, asombrada
por mi suerte al ser la mujer que amaba. Sabía que no me lo merecía, pero iba a
apreciarlo con todo lo que tenía.
Noel le apretó el hombro. —Oye —murmuró.
Cuando Oren lo miró, mi hermano tragó saliva ruidosamente. Después
de tragarse su orgullo, dijo—: Lo siento.
Mi marido frunció el ceño y sacudió ligeramente la cabeza. —¿Por qué?
—Por ser un maldito imbécil en las últimas semanas.
Oren se encogió de hombros. —Siempre eres un imbécil. ¿Qué hay de
nuevo?
Noel soltó una risa ahogada que sonó como si fuera a convertirse en un
sollozo. Luego dijo con voz ronca—: Sabes de qué diablos estoy hablando.
Pero Oren negó con la cabeza. —No. No lo sé. Creíste que Caroline se
encontraba en peligro, por lo que hiciste todo en tu poder para protegerla. No
voy a perdonar esa mierda. Me alegro de que lo hicieras. Estaría molesto si no
hubieses hecho nada.
Con un movimiento de cabeza, Noel le refutó—: ¿Te alegra que haya
hecho toda esa mierda en tu contra? —Parecía no creerle.
Pero Oren estiró su brazo lentamente y agarró el de mi hermano. —Me
alegro de que lo hicieras en contra de quien sea que considerabas una amenaza
para ella. Pero también me alegra que por fin te dieras cuenta que no soy una
amenaza.
—Sí. —Noel se frotó la cara como si quisiera asegurarse de que
permanecía seca—. Yo también —entonces respiró profundo—. Así que... ¿un
café? ¿El próximo sábado por la mañana después de que salgas de este lugar?
En realidad esta vez podría invitarte yo.
Oren le sonrió antes de volver su mirada en mi dirección. —Lo tienes,
amigo. —Entonces chasqueó los dedos mientras mantenía su mirada en mí—.
Hart —exclamó—, ¿no es la tradición que comiences a cantar una canción de
mierda para nosotros?
—¿En serio? —La voz de Asher sonaba mordaz—. ¿Vas a hacerme eso
otra vez?
Oren simplemente continuó sonriéndome. —Joder, sí. Yo soy el que está
acostado en una maldita cama del hospital. Se hace lo que digo.
—Bien. Pero me debes por esto. —Y entonces comenzó a cantar. Me reí
cuando las letras de “Sweet Caroline” llenaron el aire.
Pero Oren no se rió. Solo me miró, con los ojos brillantes de amor y
admiración mientras pronunciaba silenciosamente las palabras de la canción.
Cuando Eva, Reese y Pick se unieron en el coro, Oren me jaló más cerca.
—Te amo —murmuró—. Gracias por estar aquí cuando me desperté y
traerme de vuelta.
—Yo también te amo —murmuré—. Gracias por regresar.
—¿Por ti? Siempre.
Traducido por Eli Hart
Corregido por Valentine Rose

Cinco años después…


En la universidad, los juegos de beber eran lo mejor porque,
comúnmente, significaban que conseguiría follar con alguna chica borracha.
Esta noche, quería rodar los ojos y gruñir. Ah, espera. Acababa de rodar los ojos
y gruñir. Pero, maldita sea, ahora era un idiota viejo y casado. De acuerdo, tal
vez no tan viejo, pero sí maduro a la perfección. Aun así, no necesitaba alcohol
para tener sexo esta noche.
Todas las parejas sentadas en el suelo, rodeando la otomana del hotel,
estaban tan adultos y casados como yo. Así que, ¿por qué nos preocupábamos?
No habría sexo con desconocidos después o despertares en algún lugar raro con
piezas vitales de ropa perdida.
Volveríamos a nuestras respectivas habitaciones y nos acurrucaríamos
con nuestras parejas, luego despertaríamos antes del maldito amanecer para
volar temprano y volver a casa. Así que, ¿por qué nos encontrábamos jugando
un maldito juego de beber?
—Oh, demonios —gruñí, agarrándome el costado—, creo que acabo de
dislocarme la cadera por estar sentado en este maldito piso.
Gam me pateó, justo en la cadera que acunaba. Bastardo. —Deja de ser
un bebé. Suenas como alguien de ochenta años en vez de uno de veintisiete.
—Me siento más cercano a los ochenta —me quejé, mirándolo mientras
sobaba el lado que me pateó—. Cabrón.
A su lado, su esposa se tapó la boca con una mano y comenzó a reír
como una chiquilla. El juego la tenía totalmente excitada. Aún no tenía ganas de
jugar, pero está bien, era bastante divertido ver a Shakespeare borracha. Era el
primer fin de semana lejos de su nuevo hijo, y podías asegurar que la pobre
mujer parecía desesperada por un poco de libertad.
—Déjame sostenerte eso, bebé —Gamble tendió su brazo para quitarle la
botella de licor, pero ella lo alejó, y se acercó a él mientras fruncía sus labios
para besarlo.
—Preferiría que me sostengas a mí.
—¡Ugh! Cielos. —Haciendo una mueca, alcé una mano para protegerme
los ojos del besuqueo que le siguió—. ¿En serio? ¿Van a hacerme ver porno
luego de haber sido forzado a sufrir con este estúpido juego donde Shakespeare
hace trampa cuando toma tragos entre cada turno, y estas dos ni siquiera
pueden participar?
Señalé con el pulgar a Tetas de Leche y a Buttercup, quienes ambas se
encontraban voluminosas e hinchadas por el embarazo, y además vetadas de
beber cualquier alcohol.
Buttercup rodó los ojos mientras bebía de su brillante jugo de uva: otro
engañoso y sospechoso trago. —Emborracharse no es el objetivo.
Frunciendo el ceño, enarqué una ceja. —Entonces, ¿cuál es el maldito
objetivo de un juego de beber?
—Reconectar —respondió Tetas de Leche—. Ha pasado mucho tiempo
desde que estuvimos todos juntos. Intentamos divertirnos un poco, Ten. Cielos,
no seas aguafiestas.
Suspiré. Los estúpidos juegos no eran mi idea de reconectar o divertirme.
Maldita sea, creí que habíamos hecho un buen trabajo poniéndonos al día en la
cena antes del concierto, y tengo la certeza que todos los chicos me apoyarían
en esto… si estuvieran dispuestos a ir en contra de la opinión de sus esposas.
Dominados.
Apreciando demasiado a Caroline por nunca hacerme sentir que no
podía esbozar mi propia opinión, apoyé mi brazo sobre su rodilla y froté su
suave pantorrilla. Se hallaba sentada en la silla a mi lado, y ya me encontraba
recostándome en su pierna para apoyarme.
Cuando sus dedos se enredaron en mi cabello como respuesta, casi
ronroneé de felicidad. Dios, amaba a esta mujer. A decir verdad, haría lo que
fuera por ella, incluso abandonar nuestro perfecto nido en Lake Tahoe —donde,
con el tiempo, tuve otra oportunidad de aplicar para el trabajo y lo acepté esta
vez, y Caroline se transfirió de universidad para graduarse en filmación—, para
viajar de regreso a Chicago y ver a Asher Hart y su banda, Non-castrato, en su
primera y gran presentación en la sala de conciertos, el Metro.
Bien, tal vez también me enorgullecía el tipo y quería ver su concierto, el
cual fue, de acuerdo, asombroso y los pases tras bambalinas que nos envió fueron
aún más geniales… pero nunca lo admitiría en voz alta. En su lugar, tuve que
gruñir y lamentarme por ello porque así soy.
Pero juntarse con el resto del grupo en la habitación de Pick y Tetas de
Leche después para jugar juegos de beber para “reconectar”, apestaba.
—Ooh, es mi turno. —Buttercup se emocionó un poco mientras elegía la
hoja doblada del centro de nuestro círculo y la abría. Luego de aclararse la
garganta, leyó el mensaje en voz alta—: Creo que este maldito juego apesta. —
Ladeando su cabeza, me miró—. Ten.
—Vaya —dije, poco impresionado—, adivinaste que fui yo. —Poniendo
mi mano en mi corazón, le batí mis pestañas—. Me conoces tan bien.
Resopló. —No, a diferencia de algunos aquí, yo tengo buena memoria.
Dijiste esa frase exacta hace treinta segundos.
—Ah, sacarás en cara lo de la memoria, ¿eh? Eso es bajo, señora Lowe.
Muy bajo.
De vez en cuando, aún tengo lagunas en mi mente. No recuerdo nada del
día del accidente y, a veces, Caroline tiene que recordarme cosas que hicimos
cuando salíamos, pero nunca olvidé lo mucho que significaba para mí, lo cual
es todo lo que importaba. —La próxima vez, ¿por qué no vas por mi cara
jodida?
De hecho, todos se habían acostumbrado a mis cicatrices después de que
ni siquiera se distinguieran.
—Pero son lindas —Buttercup se estiró para trazar con su dedo la más
profunda en mi mandíbula—, por lo que frustraría el propósito de intentar
burlarme.
—Esta es mi favorita. —Caroline tocó la que pasaba por la esquina de mi
ceja izquierda. Levanté la cabeza para sonreírle.
—A mí me gusta la curvada en su barbilla. —Rubia me sonrió mientras
rodeaba el bíceps de Ham y posaba la mejilla en su hombro.
Cuando le guiñé, Gamble gruñó. —¿Qué rayos? El idiota se mutila, ¿y las
chicas aún lo persiguen?
—Oye, soy un tipo encantador. —Descansando mi mejilla en el muslo de
Caroline, le sonreí y ella me sonrió en respuesta, mostrándome que concordaba
conmigo.
—Sí, un tipo encantador que no ha dejado de molestar y quejarse desde
que entramos en mi habitación —murmuró Pick. Señaló con un dedo la pila de
piezas de papel en el suelo—, y que resulta que es su turno.
Gruñí. —En serio me obligarán a seguir jugando, ¿no?
—Solo agarra un maldito pedazo de papel —gruñó Lowe.
Frunciéndole el ceño, me alejé del calor y comodidad de mi mujer para
inclinarme y agarrar un trozo.
Gruñendo por lo bajo, deshice cada desesperante dobladura y luego abrí
los ojos antes de enfocarme en las palabras. —Estoy embarazada y no sé cómo
decirle a mi esposo —leí en voz alta, antes de suponer inmediatamente—: Tetas
de Leche.
Tetas de Leche me frunció el ceño mientras ponía una mano sobre su
enorme panza. —Eh… creo que es seguro decir que Pick ya lo sabe.
—Bien. —Rodé los ojos, tomé un trago, porque eso significaba que había
perdido. Pero aun así tenía que adivinar hasta tener la respuesta correcta—.
Buttercup, entonces.
Bufó y también frotó su estómago. —Si crees que no le hago saber a
Mason en cada oportunidad que tengo que llevo cinco meses de embarazo con
sus gemelos, entonces estás loco.
—Y en serio me lo hace saber… cada oportunidad que tiene —añadió
Mason. Cuando su esposa le miró mal, agregó con rapidez—: Y me encanta
cada vez que lo hace. —Luego sacó un trozo de la barra de chocolate que
sostenía y la alimentó en la boca. Ella suspiró de inmediato y cerró sus ojos,
satisfecha.
Demonios, Lowe era bueno. Tendría que recordar ese truco para cuando
Caroline… mierda. No podía embarazarse. Últimamente, había sido un imbécil
por olvidarlo. Culpaba a Gamble. Desde que embarazó a Shakespeare, me
encontraba… ansioso.
Hablando de Shakespeare, la miré con curiosidad tras beber mi segundo
trago de cerveza.
Al instante, sacudió la cabeza. —Ni siquiera me mires, amigo. Acabo de
darle el pecho a Beau. Todavía no estoy lista para tener el segundo.
Así que llevé mi mirada al otro lado del cuarto, donde la esposa de
Parker acunaba a un durmiente bebé en sus brazos y Parker la acunaba a ella
en sus brazos. Malditos recién casados. Encajaban bien siendo la nueva pareja
del grupo, pero desde que se volvieron padres, les gustaba encerrarse en su
burbujita familiar. Tengo que admitir que era tierno verlos juntos. Si Caroline y
yo teníamos un hijo… mierda. Necesitaba dejar de pensar en nosotros y niños.
—Tampoco soy yo —aseguró la esposa de Parker, a quién apodé Tres—.
Así que, sí, deja de mirarme así.
—Maldita sea. —Tomé dos tragos más, y todos en la habitación
dirigieron su atención a Rubia.
Incluso Ham la miró con sorpresa. —¿Zoey? —preguntó despacio.
Pero ella negó con la cabeza y ondeó su mano. —Oh, no. No, lo siento, no
soy yo. Creo que ya estamos con J.B. y Luke.
Tuvo demasiados problemas trayendo a J.B. al mundo. Terminó
naciendo más prematuro que el primer hijo de Tetas de Leche. Cuando Luke
llegó dos años después, Hamilton fue un desastre emocional, preocupado por
ella los nueve meses completos. Pero ella no tuvo nauseas matutinas con él.
Increíblemente, sus dos hijos estaban sanos ahora, quien en este instante eran
cuidados por el universitario Brandt, que se encontraba atrapado en casa
cuidando al pequeño de Gamble con Colton, quién, cielos, ahora cursaba la
secundaria.
—Bueno, mierda —murmuré luego de otro trago—, no lo sé. —No había
más mujeres en la habitación—. Entonces la mujer de Hart.
—¿Cómo podría ser Remy si ella y Asher ni siquiera han llegado? —
preguntó Pick.
Hart llamó hace como media hora, anunciando que él y su esposa venían
en camino, pero aún no aparecían.
Me encogí de hombros. —Joder si lo sé. No hay más mujeres para elegir,
a menos que una de ustedes milagrosamente se haya preñado.
Cuando el silencio me respondió, me detuve de beber y les fruncí el ceño.
—¿Qué?
Buttercup señaló con su dedo en dirección a la mujer en la que me
encontraba apoyado. —Aún hay una mujer que no has adivinado.
Mi brazo rodeó con fuerzas la pierna de Caroline, queriendo protegerla.
—No seas cruel. —Miré a Buttercup con los ojos entrecerrados por siquiera
sugerir la idea—. Caroline no puede…
Pero su pierna se tensó bajo mi agarre y la miré, preocupado. Cuando
encontré sus ojos azules, lucían brillantes y ansiosos. Sonrió nerviosamente con
los labios apretados, como si no estuviera segura si disculparse o felicitarme.
—Oh, Dios —vociferó Buttercup—. No puedo creerlo, Ten. Hemos
inventado este maldito juego de beber como la forma más tierna para decirte
que vas a ser papi, y aún no lo entiendes, pese a que Caroline es la última mujer
en la habitación para adivinar. ¡Argh! —Miró a Lowe como si fuera a comenzar
a llorar o cometer un asesinato. No tenía la certeza de cuál—. A veces… me
irrita tanto.
—Lo sé, cariño. Lo sé. —Lowe le dio otra pieza de chocolate y besó su
mejilla—. También me irrita demasiado.
Por unos instantes, los miré embobado mientras mi nublado cerebro
intentaba aclararse. Entonces volví a mirar a Caroline.
Mi sorpresa se dirigió al fondo de mi estómago mientras mi boca caía
abierta. —Mierda. ¿Tú estás embarazada?
Lentamente asintió mientras sus mejillas enrojecían.
Sacudí la cabeza, incapaz de creerlo, temeroso de siquiera intentar
creerlo. —Pero el doctor dijo…
—Que era poco probable, muy poco probable —dijo interrumpiéndome
con rapidez—, no que era completamente imposible.
Dejé escapar un suspiro. Han pasado años desde que nos preocupamos
de usar anticonceptivos. Simplemente asumí que los bebés eran imposibles.
Descubrir que me equivoqué provocó que mis oídos sonaran y mi visión se
nublara.
Pero Caroline estaba embarazada. Mi esposa y el amor de mi vida, iba a
tener a mi bebé.
—Mierda. —Mis manos fueron a mi cabello para agarrar mi confusa
cabeza.
—Vaya, Ten —murmuró Pick, sonando impresionado—, debes tener
algún tipo de súper esperma para superar posibilidades así.
—Maldita sea, tienes razón, así es —dije aún aturdido.
Una mano me palmeó fuerte en el hombro. —Oye —dijo Gamble con
seriedad—, ¿estás bien, amigo?
Lo miré y parpadeé para enfocarme en él. —Sí, ¿por qué?
Sus ojos azules brillaron con preocupación. —Parece que intentaras
abandonarnos. ¿Estás listo para ser papá o qué?
Papá.
Dios santo, solo pensar en la palabra siendo aplicada a mí me hacía
sudar. Joder, no, no me encontraba listo para ser papá. Quería ser un buen
papá, como el mío, pero, ¿cómo podía hacerlo cuando no tenía idea de lo que
incluía serlo? Quería que mi hijo tuviera todo increíble. La mejor vida.
Pero me di cuenta que sería así; tendría a Caroline como madre.
Con un bufido, rodé los ojos a Gam. —¿Estás listo para ser tío? —lo reté.
Un placer genuino brilló en su rostro mientras sonreía. —Estoy tan listo
para ser el tío de tu hijo. Voy a malcriar a tu hijo más de lo que tú malcrías a mi
Beau.
—Que así sea —dije, listo para vencerlo, confiado de que podría malcriar
más a su hijo sin problema alguno.
—Oye, Ten —murmuró Rubia con suavidad, alejando mi atención de
Gam. Cuando atrapó mi mirada, llevó su mirada a Caroline.
Miré a mi esposa y me enderecé, al instante alarmado. En lugar de la
energía pura y la ansiedad de hace unos momentos, su rostro perdió color.
—Nena, ¿qué pasa? —La saqué de su silla y la jalé a mi regazo, donde
presioné mi mano en su abdomen.
Cubrió mi dorso con dedos fríos y me observó directo a los ojos, con
miedo y preocupación en su rostro. —¿Estás de acuerdo en convertirte en papá?
—¿Bromeas? —Dejé escapar una risa sorpresiva y presioné nuestras
frentes—. Estoy… estoy más allá de eso; maldición, estoy temblando por ello. —
Acuné su rostro en mis manos—. Vamos a tener un bebé, Caroline. Un pedacito
de ti y de mí. No puedo… ni siquiera puedo procesarlo, es asombroso, maldita
sea. Por fin vamos a tener a nuestra Inez Dumaine.
Al instante, sus ojos se llenaron de lágrimas. —Oh, por Dios. Te acuerdas.
—Claro que me acuerdo. ¿Por qué olvidaría el nombre que quieres darle
a nuestra hija?
—Te amo —sollozó—. Te amo tanto, Oren Tenning, que casi me asusta.
—No tanto como te amo yo a ti —respondí.
Mientras mi esposa embarazada lloraba y me besaba, también me puse
un poco llorón. Pero, mierda, este tenía que ser uno de los momentos más
felices de mi vida, en los brazos de la mujer que amaba, rodeado de mis mejores
amigos en el mundo y escuchando que iba a ser padre. ¿Quién en el mundo no
dejaría caer una lágrima? Desde luego no me contendría.
Y, cabrones, si cualquiera de ustedes que leen esto siquiera piensan en
esparcir el hecho que lloré como niña cuando me enteré de que sería papá, les
patearé el trasero. Este es mi maldito final feliz, voy a llorar si quiero.
Me enamoré una vez.
Fue asombroso. Ella era asombrosa. La vida era
asombrosa.
Vivía por cada vez que podía verla, y nada más
importaba; ni que nuestras familias fueran
enemigas, ni que estuviera prohibido pasar
tiempo juntos, ni que tuviéramos que reunirnos
en secreto.
Nuestro amor podía superarlo todo.
Hasta que ya no pudo.
Entonces fui apartado del amor de mi vida y
metido en un infierno, obligado a continuar sin
ella.
Eso me destrozó, rompió las mejores partes de mí, y me dejó permanentemente
dañado.
O eso creí.
Años más tarde, juro que la historia está tratando de repetirse porque ella está
de vuelta en mi vida, y me siento tan atraído hacia ella como antes. Pero ahora
soy más viejo y más inteligente, y sé que debe mantenerse lejos de un
desgraciado ex-convicto como yo.
Así que, no la dejaré entrar en mi vida. Me niego a hacerle daño. Mantendré la
distancia.
Pero entonces, a veces arriesgar tu mayor miedo para conseguir una sonrisa
hace que todo valga la pena, y además, no estoy seguro de que pueda resistirme
a ella.
Esta es la historia de cómo Felicity Bainbridge cambió mi vida para siempre,
comenzando un día de verano hace mucho tiempo, después de que me
obligaron a cambiar un pañal sucio...
--Knox Parker.
Linda se crió en una granja lechera en el Medio
Oeste como la más joven de ocho hijos. Ahora vive
en Kansas con su esposo, su hija y sus nueve relojes
de cucú. Su vida ha sido bendecida con una gran
cantidad de personas de las que aprender y amar.
Escribir siempre ha sido una gran parte de su
mundo, y está tan feliz de compartir por fin algunas
de sus historias con otros amantes de los romances.
Por favor visita su sitio web:
http://www.lindakage.com/

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