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Traductoras
Jules florbarbero Andreeapaz Anty
CrisCras Liillyana Daniela Young Annie D
Alessandra Lanna Rivero Janira CamShaaw
Wilde Daniela Valentine Rose Pachi Reed15
Josmary Agrafojo Sandry Fany Keaton
Miry GPE Pau_07 Jenni G. Jeyly Carstairs
Sandry Vane hearts Mitzi Noh Jasiel Odair
MaJo Villa Val_17 valentina.herma Eli Hart
Amélie. Adriana Tate naoscura Mire
Beatrix Vani Mary Warner Beluu
Jadasa Vane Farrow Michelle♡ Dannygonzal
Correctoras
Vane Farrow Anakaren Paltonika
Alessandra Wilde Mary Warner Pachi Reed15
Miry GPE Mae Fany Keaton
Sandry Andreeapaz Kora
Mel Wentworth Anty Val_17
Laurita PI Jenni G. SammyD
-Valeriia<3 Vane hearts Adriana Tate
Ampaяo florbarbero Amélie.
itxi Gabbita Ampaяo
Daniela Agrafojo Beatrix Valentine Rose
*Andreina F* Dannygonzal
Lectura Final
Jules
Diseño
Móninik
Sinopsis Capítulo 21
Prólogo Capítulo 22
Capítulo 1 Capítulo 23
Capítulo 2 Capítulo 24
Capítulo 3 Capítulo 25
Capítulo 4 Capítulo 26
Capítulo 5 Capítulo 27
Capítulo 6 Capítulo 28
Capítulo 7 Capítulo 29
Capítulo 8 Capítulo 30
Capítulo 9 Capítulo 31
Capítulo 10 Capítulo 32
Capítulo 11 Capítulo 33
Capítulo 12 Capítulo 34
Capítulo 13 Capítulo 35
Capítulo 14 Capítulo 36
Capítulo 15 Capítulo 37
Capítulo 16 Capítulo 38
Capítulo 17 Epílogo
Capítulo 18 Worth It
Capítulo 19 Sobre la Autora
Capítulo 20
Deja tu cabello suelto, Caroline, dijeron ellos. Será divertido, dijeron.
Sé que me he cerrado mucho en el último año, desde “el incidente”,
donde arruiné mi vida por completo. Ya es hora de que trate de volver a vivir o
simplemente renuncie a todo. Pero esta es posiblemente la cosa más loca que he
hecho nunca. En un último esfuerzo para vigorizarme, estoy de pie fuera de la
habitación de Oren Tenning, acabo de quitarme el par más sexy de ropa interior
que tengo, y mi mano ya se eleva para llamar a la puerta. Mi hermano me
repudiaría por hacer algo con su mejor amigo, y probablemente mataría a Oren.
Pero si juego bien mis cartas, nadie se enterará de esto. Ni siquiera Ten.
Tal vez después de esta noche, por fin superaré este enamoramiento
estúpido e irracional que detesto tener por el idiota más grande que he
conocido. O quizá, solo voy a terminar enamorándome aún más de él. Tal vez
voy a descubrir que hay mucho más de lo que parece en mi guapo grosero y
despreocupado.
Forbidden Men, #5
Traducido por Jules
Corregido por Vane Farrow
Cinco minutos más tarde, Zoey se abría paso entre la multitud con la
sonrisa más grande en su rostro.
—¡Lo hice! Conseguí su celular. —Se veía tan emocionada y orgullosa de
sí misma que era adorable—. No puedo creer que lo hice. Me siento como una
rebelde en este momento.
—Oh, cariño, lo eres. Lo eres demasiado. —Me froté las manos—. Ahora
dame.
Me entregó el celular. El plástico liso se sentía fresco en mis manos.
Parecía cualquier otro teléfono inteligente con una cubierta azul claro. Pero se
sintió casi electrificado en mi tacto, como si su superficie santificada crepitara
contra mis dedos.
Este era el teléfono de Oren.
Sí, yo era jodidamente tonta por celebrar el solo sostener su teléfono.
Pero no me importaba. ¡Estaba sosteniendo su teléfono!
—No vas a cambiar el número de nadie, ¿verdad? —preguntó Zoey.
—¿Qué? No. Por supuesto que no. —Al darme cuenta que me veía como
una persona espeluznante, me aclaré la garganta y encendí el teléfono antes de
apretar el botón de inicio. Cuando lo encendí, apareció una solicitud de
contraseña. Gemí.
¿Pero qué demonios? ¿En serio protegía su teléfono con una contraseña?
¡No!
Eché un vistazo a Zoey. Levantó la mirada y se mordió el labio con
simpatía.
—¿Alguna idea? —pregunté.
—No. Pero no lo imagino teniendo una contraseña difícil. Es tal vez algo
así como uno, dos, tres, cuatro.
Asentí. Sí, eso parecía propio de él. Lo marqué.
Nada.
Después de pensarlo un segundo, intenté otra.
—Demonios. Esa tampoco.
—¿Qué has intentado? —preguntó Zoey.
—Seis, siete, tres, seis. Ya sabes, los números de O-R-E-N.
—Oh, sí. Eso es lo que Quinn pone en su contraseña, pero ya sabes... el
utiliza nueve, seis, tres, nueve por... Zoey. —Se sonrojó y sonrió hasta que sus
ojos se abrieron—. ¡Oh! ¿Puedo probar uno?
Fruncí el ceño sospechosamente pero le pasé el teléfono. —Vale.
De inmediato pulsó cuatro números. Tristeza entró en su mirada, pero
luego asintió. —Estoy dentro.
—¿Qué? ¿En serio? —Me incliné para ver la pantalla de inicio con un
fondo temático del fútbol americano. Mi estómago se lanzó con entusiasmo y
decepción porque ella lo conocía mejor—. ¿Qué números usaste?
—¿Qué? —Ella frunció su rostro rápidamente, con los ojos muy abiertos
por la culpa.
Me aparté, frunciendo el ceño. ¿Qué demonios trataba de esconderme?
Antes de que pudiera acribillarla con preguntas, sin embargo, el teléfono
sonó en sus manos. Gritó y casi lo dejó caer. Tuvo que buscar a tientas para que
no se deslizara entre sus dedos, pero una vez que lo tuvo firmemente de nuevo
en sus manos, su rostro se drenó de color. —Oh Dios mío, está sonando. ¿Qué
hago?
—¡Siléncialo! —susurré, mirando a su alrededor con la esperanza de que
nadie escuchara el timbre distintivo “We want some pussy” de 2 Live Crew.
Pero el lugar era tan escandaloso y el karaoke era tan malo, que no creí que
tuviéramos un problema con que alguien escuchara mucho de lo que hacíamos
aquí en nuestra esquina privada.
Zoey, sin embargo, continuó frenética. —¿Cómo lo apago? No sé dónde...
—Sus palabras se cortaron cuando su atención se centró en la pantalla. Y solo
así, toda su cara se iluminó—. Oh, es Quinn.
Presionó Responder y llevó el celular a su oreja.
—¡No! —grité, empujándolo lejos.
Demasiado tarde.
Fue un instinto natural para ella hablar con su hombre. Ya decía—:
¡Hola! —Una fracción de segundo después, sus ojos se abrieron como platos y
dirigió su mirada hacia mí—. Oh, mierda —murmuró al darse cuenta de que
acababa de contestar el teléfono de Oren.
Podía oír la voz de Quinn en el otro extremo de la línea, sin duda,
preguntándole porqué respondía su teléfono.
El pánico llenó su rostro. —Em... porque ayudé a Caroline a robarlo —
dijo, solo para estremecerse y presionar la mano contra su cabeza—. Lo siento —
me susurró. Luego siguió confesando todo—. Porque ella es la Visitante
Nocturna... y yo estoy ayudándola a configurar uno de esos números de
teléfono de Google Voice en su lista de contactos y...
—¡Zoey! —Arranqué el teléfono de su mano antes de que pudiera contar
todo... a pesar de que ya lo había hecho.
—Lo siento —se lamentó una vez más, claramente consternada—. Pero
no puedo mentirle. Simplemente... no puedo. Juro que su voz es un suero de
verdad para mí.
Le gruñí y apreté el teléfono en mi oído, mi mente dando vueltas sobre
cómo podría cubrir los daños. —¿Quinn? —dije con vacilación antes de morder
mi labio.
—Caroline. —Era generalmente agradable y amable conmigo, pero el
tono duro en su voz cuando dijo mi nombre me hizo saber que no se sentía muy
agradable... o amable. Entonces explotó—. ¿En qué demonios acabas de meter a
mi novia?
—Lo siento —broté al instante. En serio lo sentía por haberla puesto en
una posición tan horrible—. Pero era la única persona con la que podía contar.
Sabes, debe ser un honor tener una mujer tan confiable de apoyo.
—Sí, bueno, Estoy un poco demasiado enojado por el momento porque
la involucraste en una pequeña jerarquía desviada de mentiras. Zoey odia
mentir.
—Lo sé. Lo sé. —Hice una mueca, sintiendo aún más culpa.
Si yo fuera inteligente, cortaría esto ahora e iría a casa, pretendiendo que
esta noche jamás sucedió. Pero cuando se trataba de Oren, no era inteligente.
Era demasiado emocional para esa mierda.
—Me siento como una mierda por involucrarla en esto, pero... ya es
demasiado tarde. Por favor, solo dime que no vas a decirle a Oren... o a Noel.
—¿En serio me estás pidiendo que le mienta a mis dos mejores amigos en
la tierra?
Oh, Dios. Estaba jodida. Pero dije—: Sí, supongo. Lo siento. Pero, por
favor. —Por favor, por favor, por favor.
Por supuesto que les diría. ¿Por qué no debería? Su lealtad siempre estaría
tanto con Oren como con Noel antes de que les mintiera por mí.
Se sentía como si mi vida hubiese terminado. Las cosas empezaron a
hundirse en la boca de mi estómago. Cosas malas y terribles que no pertenecían
ni de lejos a un estómago.
Pánico, miedo, hiperventilación.
Noel iba a averiguar lo que había hecho.
Oh, mierda. Oren iba a averiguarlo. ¿Qué haría cuando se enterara que la
de anoche había sido yo? ¿Volvería a hablar conmigo? ¿Estaría disgustado?
—Mierda, Caroline —murmuró Quinn en mi oído—. Por mucho que
creo que ambos tienen derecho a saber lo que hiciste, tuviste que meter a Zoey
en esto, ¿verdad? No puedo dejar que la capturen por esto.
Parpadeé, sorprendida sin habla. Pero, oh Dios mío. Había olvidado por
completo que había una persona más a la que siempre apoyaría, con quien sus
lealtades eran incluso más fuertes que las que les tenía hacia sus dos mejores
amigos en la tierra.
Una lenta sonrisa se extendió por mi rostro. Tenía a Zoey de mi lado, lo
que significaba que también lo tenía a él. ¡Sí! —Entonces, ¿no vas a decírselo?
—Solo porque tú has involucrado a mi chica.
—¡Oh Dios mío! —El alivio hizo que mis ojos palpitaran con lágrimas de
felicidad—. Gracias. Muchas gracias. Te amo.
Se rió. —Lo siento, pero ya estoy tomado. —Y Gracias a Dios por eso. Su
amor por Zoey era lo único que garantizaba su silencio en este momento—.
Déjame hablar con ella de nuevo —exigió.
—Claro. —Le pasé felizmente el teléfono.
Vi a Zoey soltar disculpa tras disculpa antes de que saliera a borbotones
su amor por él. Empezaba a creer que era antinatural la rapidez en que se
perdonaron y se arreglaron cuando la llamada finalmente terminó. Pero como
sea. Me gustaba verlos arreglarse más de lo que me gustaría verlos luchando...
Si alguna vez peleaban.
También era antinatural la forma en que nunca peleaban.
—No olvides borrar su llamada del historial —advertí.
Lo hizo y luego me lo entregó. Tuve que tomar el mío de mi bolsillo para
recuperar el nuevo número que había conseguido, y luego configuré los detalles
en el de Oren. Un estremecimiento corrió a través de mí mientras guardaba mi
nueva información.
Estaba a punto de salir de su libreta de direcciones cuando me di cuenta
del nombre Marci Bennett. Mis dedos se congelaron mientras miraba fijamente
el nombre de la perra que había delatado a Aspen y Noel al jefe de ella e hizo
que la despidieran. No me gustaba ver su nombre en el teléfono de Oren. Y me
gustó aún menos saber lo que significaba que esté allí.
Las náuseas me inundaron. ¿Había estado con Marci jodida Bennett? De
repente quería cortar su pene. Pero entonces amaba su pene. Amaba cómo se
había sentido en mí, cómo se había movido y... ¡Maldita sea! ¿Por qué tenía que
ir y compartirlo con cada maldita mujer que conocía?
Antes de que pudiera detenerlo, mis dedos comenzaron a borrar el
número. Pero Zoey agarró mi muñeca. —¿Qué estás haciendo?
—Él tiene el nombre de Marci Bennett aquí. Marci... Bennett.
Zoey parpadeó sin comprender. —¿Quién?
—La perra que quería a Noel para sí misma, por lo que tomó fotos de él y
Aspen juntos para despedir a mi cuñada de su trabajo.
—Oh. —La boca de Zoey se abrió—. Ella. Bueno... —Se mordió el labio y
miró el nombre de Marci en la libreta de direcciones de Oren, haciendo una
mueca.
—Este es su pequeño libro negro, ¿verdad? Todas las mujeres con las que
se ha acostado tienen sus dígitos aquí. No puedo creer que fui tan estúpida
como para pensar... No sé. No sé en qué pensaba, incluso para venir aquí esta
noche y robar su teléfono.
—No puedes culparlo por las mujeres que tuvo en el pasado, Caroline.
Quiero decir, Cora es la última persona en el planeta que quiero que tenga
conocimiento carnal de Quinn, pero es quizá la que le enseñó la mitad de las
cosas que hacemos juntos. Y sí, eso me molesta. Pero no puedo dejar que me
consuma. Si no puedes superar lo que Ten tuvo antes de conocerte, entonces...
—Pero ¿y si lo hace esta noche? O mañana o... infierno, Zoey. Yo fui solo
otra conexión de viernes por la noche para él. Nada, absolutamente nada lo está
manteniendo alejado de hacer su siguiente movimiento.
—Pensé que era por eso que pusiste tu nuevo número en su teléfono. —
Zoey hizo señas, luciendo de repente insegura—. Ibas a mantener su atención
en ti así él no haría... —Pero sus palabras fueron a la deriva como si ella también
se dio cuenta de que era probable que no funcionara.
Oren no decidiría inesperadamente ser monógamo por una extraña en la
oscuridad que se negó a mostrar su cara o decirle su nombre.
—No puedo mandarle un mensaje de texto, diciendo: “Tu pene ahora es
mío. Aléjalo de cualquier otra mujer, o voy a quitarlo físicamente y mantenerlo
en un frasco junto a mi cama”. Eso sonaría un poco espeluznante.
—En realidad, pensaba que esto sonaba muy espeluznante.
Resoplé y empujé su hombro. —Lo que sea. No puedo... simplemente no
puedo...
Pero entonces miré hacia la barra. Nadie había puesto en marcha el
karaoke desde que la última persona había terminado de cantar, por lo que una
canción normal se escuchaba por los altavoces y Ten balanceaba su cabeza al
ritmo mientras llenaba una jarra de cerveza en el grifo.
Después que se la entregó al cliente esperando y aceptó el pago, se fue
bailando hacia la caja registradora donde Noel contaba el cambio. Oren le dijo
algo a mi hermano antes de que él le diera la espalda a Noel, meneó su trasero y
fingió molerse contra su pierna.
No pude evitarlo; me reí mientras Noel lo empujó lejos antes de dejar
escapar una sonrisa renuente y sacudir la cabeza.
Eso era lo que siempre me atrajo de Oren; sus alegres y despreocupados
chistes que únicamente hacia él. No parecía importarle lo que pensaran de él;
solo seguía su propio camino, hacía lo suyo, y logró construir lealtades que eran
irrompibles para quiénes llamaba amigos.
—Está bien, tal vez pueda soportar su... pasado sucio —dije.
La miré, sintiéndome reforzada. Había estado hablando todo el día, a
sabiendas que lo que había hecho estaba mal y con ganas de volver a hacerlo de
todos modos. Pero ahora... ahora me sentía totalmente segura. Tenía que volver
a verlo.
—Tenemos que volver a poner este teléfono donde lo encontraste.
Zoey asintió y comenzó a agarrarlo, pero negué con la cabeza. Había sido
más allá de afortunada por no haber sido atrapada la primera vez que había ido
al bar. Un segundo viaje sería demasiado arriesgado.
Echando una hojeada sobre la barra para asegurarme que Noel o Oren
aún no nos habían visto, me quedé helada cuando hice contacto visual con el
tercer camarero. Asher sonrió y comenzó a saludar, pero negué con la cabeza
frenéticamente y llevé la mano a mi garganta, pidiéndole que se detenga.
Lo hizo, frunciendo el ceño ligeramente. Luego miró hacia mi hermano y
se volvió hacia mí para torcer su cabeza de una manera curiosa. Puse el dedo
sobre mi boca y le hice señas para que viniese hacia nosotras. Una vez más,
comprobó lo que hacían sus compañeros de trabajo. Luego se volvió hacia mí
con un movimiento de cabeza mientras sostenía un dedo, diciendo que espere
un minuto.
—Increíble —murmuró Zoey a mi lado—. Creo que en realidad seguí
toda la conversación. Asher y tú serían unos espías impresionantes.
Le guiñé un ojo. —Si tan solo pudiéramos usar nuestros poderes para el
bien.
Apenas alcancé a Asher dándome el visto bueno mientras iba por el
pasillo llevando una bandeja llena de material de vidrio utilizado.
—Vamos. —Agarré la mano de Zoey y tiré de ella, atravesando la gente,
así podría quedarme fuera de la vista desde el bar. Nuestra misión se hizo más
peligrosa porque tuvimos que pasar cerca de él para llegar a la sala, pero Oren y
Noel parecían ocupados sin Asher a mano para ayudar. Así que no nos hicieron
caso.
Asher esperó con los brazos aún cargados de vasos sucios. Reduje la
velocidad hasta detenerme, y Zoey se puso a mi lado. Con el ceño fruncido en
los platos que él arrastraba hacia la cocina de atrás, sacudí la cabeza. —¿Pick no
les compró una nueva máquina de esas que desinfectan y lavan los vasos bajo el
mostrador?
Suspiró y rodó los ojos. —Se estropeó y el nuevo pedido está retrasado.
Pick está molesto. —Luego miró curiosamente entre Zoey y yo—. ¿Qué pasa,
chicas? ¿Al final han decidido renunciar a sus hombres y ser mis groupies
favoritas?
Mis hombros se hundieron. Tal vez sería mejor para mi salud mental si
renunciara a Oren para estar cerca de Non-Castrato, pero... había llegado tan
lejos.
—Por desgracia... no. —Levanté el teléfono de Oren para mostrárselo—.
¿Puedes echar esto detrás de la barra?
Asher miró el teléfono y levantó una ceja. —Eso es de Ten.
Asentí y le envié un encogimiento.
Una provocativa sonrisa iluminó su rostro. —¿Quiero saber lo que hiciste
con él?
Esta vez, negué con la cabeza.
Rió. —Genial. Cuenta conmigo. Deslízalo en el bolsillo frontal, dulzura.
Ya que sus manos se hallaban llenas, sosteniendo una bandeja de vasos,
alcancé el bolsillo delantero de su camiseta negra y deslicé el teléfono antes de
darle palmaditas con gratitud.
—¿Y un poco de cariño? —Se animó, inclinando su rostro hacia abajo y
hacia un lado para mostrarme su mejilla.
Rodé los ojos pero me incliné para besar su mejilla. Él asintió y luego se
volvió a Zoey. —Tú también, princesa. No seas tímida.
Zoey a regañadientes dio un paso adelante y lo besó en la mejilla.
Asher se enderezó, viéndose bastante orgulloso de sí mismo. —Damas —
murmuró—, fue bueno hacer negocios con ustedes. —Entonces se dio la vuelta
y se alejó.
Quería quedarme para asegurarme de que lograra hacer su trabajo. Pero
confiaba en Asher, así que agarré el brazo de Zoey. —Vamos a salir de aquí
antes de que seamos atrapadas.
Tenía algunos mensajes de texto que escribir.
Traducido por Amélie & Beatrix
Corregido por Itxi
Cuando Oren quedó sin fuerzas apoyado contra mí y supe que se había
quedado dormido, suspiré profundamente y, de a poco, detuve el movimiento
de mis dedos acariciando su cabello.
De repente, tenía demasiado que procesar. Pero, ¿se iba? Sabía que era el
paso lógico para alguien que se graduaba de la universidad, pero, mierda… ni
siquiera había considerado la posibilidad. Porque, obviamente, era una idiota.
O tal vez, porque Oren nunca actuó como alguien que anhelaba madurar
y mudarse.
Pero lo más perturbador era el hecho que gritó mi nombre cuando tuvo
su orgasmo. No creo que siquiera se hubiera dado cuenta que lo hizo. Después
de ello, no había dicho nada ni actuado raro tampoco. Con el paso de los
segundos, llegué a la conclusión que ni siquiera se dio cuenta de lo que había
hecho.
Mis manos comenzaron a temblar y las lágrimas inundaron mis ojos.
Bueno, sucedió. El sueño que me deseara tanto como yo lo deseaba se hizo
realidad, pero simplemente quería llorar porque era mucho que procesar. Fue
muy hermoso, muy irreal, muy… ¡Cielos! Y dos segundos después, ¿soltó la
bomba sobre mudarse a un lugar tan lejos como California?
¿En qué demonios me estaba metiendo? Arriesgaba la ira y confianza de
mi hermano por un mujeriego estúpido e inmaduro, que tal vez se iría y
rompería mi corazón. Y lo hacía con plena conciencia porque, sin importar
todas las veces que me decía que huyera, no podía dejarlo así como así, todavía
no. Bajé mi mejilla a su hombro y recorrí su pecho con mis dedos.
—Te amo —susurré, agradecida de al menos tener este momento de paz
con él, un recuerdo que atesoraría una vez que se fuera. Pero aun así, tuve que
agregar la silenciosa súplica—. Por favor, no te vayas.
Cuando no respondió, y ni siquiera se movió, suspiré con tristeza y me
alejé de su cálido abrazo. Cuando salí de la cama, rodó en mi dirección como si
me buscara en su sueño. El dolor me atravesó, pero continué y encontré mis
pertenencias en la oscuridad.
Estuve tentada a prender la lámpara así podría tener un vistazo de él
dormido y desnudo en su cama, pero no quería arriesgarme a que despertara y
me viera, así que me dirigí hacia la puerta y me apresuré por el pasillo hacia la
puerta principal.
Mientras caminaba por la vereda camino a casa, dieciocho cuadras desde
la casa de Aspen, decidí que sería lo mejor si la Visitante Nocturna hubiera
acabado de hacer su última incursión en la habitación de Oren.
Cuando desperté en la mañana, me encontraba solo. En ese mismo
instante, la eché de menos y llevé mi mano a su lado de la cama. La hendidura
de una cabeza en la almohada junto a la mía me hizo sonreír. Al menos, tenía
una prueba que era real.
El dolor punzante en mi espalda mientras tomaba una ducha era otra
prueba más.
—¿Qué demonios? —murmuré, volteándome e intentando sentir esa
parte de mi espalda para saber qué pasaba conmigo. No fue hasta cuando salí
de la ducha y me secaba que vi un destello de marcas de rasguños en mis
omoplatos, y me di cuenta cuál era el dolor. Debió haber dejado su marca
cuando la saboreé anoche. Me agarró bastante fuerte.
Mierda, eso me agrado. Sonriendo, silbé mientras volvía a mi habitación
en nada más que una toalla. Comencé a hacer mi cama, sintiéndome como un
tonto cuando me detuve y me incliné para oler su aroma en mis sábanas.
Cuando sentí su perfume único, suspiré e inhalé más profundo. Cielos, olía
genial. Me encontraba a punto de volver a la cama y masturbarme pensando en
ella cuando me frené.
¿Qué demonios hacía? ¿En serio estaba tan loco por esta chica sin
conocer nada más cómo se sentía, olía, y sabía…. ah, y que tenía una anormal
obsesión conmigo? Había perdido mi maldita cabeza. Infiernos, ya estaba loco
por alguien; no necesitaba añadir a otra mujer a la lista.
Anoche, le permití saber con mucha facilidad y le di algo de charla de
mierda que quería. ¿Por qué lo hice? No necesitábamos hablar. Entre nosotros
era solo físico. Y eso era todo de lo que se trataba, me ordené con un poco más
de firmeza. De hecho, la próxima vez que me enviara un mensaje, la ignoraría.
Debería encontrar otra chica que no tuviera ningún problema sobre que fuera
todo físico, y mi vida volvería a la normalidad. No más estrés acechando, no
más sueños perturbadores como el que tuve anoche sobre mi hermana, y no
más de esta mierda de “sentimientos”. No para mí.
Junté un puñado de sábanas, y saqué con fuerzas las mantas de mi cama
con la intención de sacar su olor de ellas, pero luego me di cuenta que, en
realidad, le haría caso sobre lavar mis sábanas.
Maldita sea.
Mierda. De todas formas necesitaba lavarlas. Seguí sacándolas del
colchón, con un poco más de agresividad, enfadado que una mujer sin nombre
ni rostro me hubiera hecho cambiar tanto de parecer en la semana. Se suponía
que los chicos no cambiaban de parecer. Antes que me diera cuenta, me
crecerían ovarios.
—Uff —resoplé—. No es probable.
Cuando una esquina de la sábana no se liberó del colchón después de
jalarla, gruñí y tiré de ella con tanta fuerza que, cuando por fin se liberó, me
tambaleé hacia atrás. Terminé aterrizando sobre mi trasero con la toalla que
tenía envuelta en mi cintura soltándose y cayendo a mi lado.
Pero lo más doloroso fue el objeto duro como una roca que se enterró en
mi cachete derecho cuando aterricé.
—Ay. ¡Mierda!
Con el trasero desnudo, me levanté y volteé para notar un collar, una
cadena de oro alrededor de una piedra ovalada y brillante.
Parpadeando, inhalé. —Oh, demonios. —Recordé cuando, anoche, le
pregunté a la Visitante Nocturna sobre su collar; pasé mi pulgar sobre el
brillante amuleto verde. El broche estaba roto, lo cual me indicó que se había
caído accidentalmente de su dueña.
Esto era el único vínculo que tenía con ella. Quien quiera que sea la chica,
las esmeraldas eran algo importante para ella. Provocó que mi pecho se
hinchara por el éxito del descubrimiento, y luego irritación por incluso querer
saberlo.
El cumpleaños de Caroline era en mayo, por lo que me pregunté de
inmediato cuál era la piedra natal para mayo. Mierda, no. Ya no la asociaría con
Caroline. Esta mujer debía tener su propia identidad, una identidad de la que
necesitaba distanciarme.
Me debatí sobre qué hacer. Ayer, hubiera sacado mi teléfono y enviado
un mensajito, conservando su collar como rehén hasta que aceptara darme lo
que quería. Demonios, aún quería hacerlo. Pero necesitaba pensar con la cabeza
fría.
Después de arrojar el amuleto sobre mi cómoda, me vestí. Metí en la
mochila un bloc de dibujo y un par de libros que podría necesitar, y comencé a
dirigirme a la puerta solo para detenerme y echarle un vistazo al maldito collar.
Antes de salir de mi habitación, tomé una rápida decisión; lo sujeté y lo
guardé en mi bolsillo.
El conjunto Rubia-Ham ya se había ido; tenían clases muy temprano, por
lo que me tomé mi tiempo asaltando la cocina. Me atraganté con una dona y
jugo de naranja, luego me dirigí a la universidad. Mi primera clase del día era
algo aburrido de ética de los negocios, e intentaría (con fuerza) no quedarme
dormido. A continuación, clases de diseño arquitectónico, y luego un receso
para almorzar antes de historia de la arquitectura.
Durante mi hora libre, busqué algo de comida en el campus, y luego me
tumbé en una gran y cómoda silla en el centro de estudiantes. Devoraba un
sándwich cuando saqué el collar de mi bolsillo y jugueteé con el broche roto.
Tal vez lo arreglaría, se lo devolvería, y luego pondría un fin a lo nuestro.
Quería decir, sonó como si fuera importante para ella; estaba seguro que lo
querría de vuelta. Y una última follada de despedida no le haría daño a…
—Oye, bastardo, ¿qué haces aquí? —La voz de Gamble me hizo saltar
antes que su palma golpeara mi cabeza.
—Jódete, hombre —murmuré, haciendo mi rostro a un lado en caso que
quisiera golpearme de nuevo—. Estoy comiendo mi almuerzo, ¿qué parece que
hago?
Gam se dejó caer en la silla a juego frente a mí y gimió al instante,
echando su cabeza hacia atrás, retorciéndose en éxtasis. —Maldita sea, son tan
cómodas.
Fruncí el rostro haciendo una mueca. —Hermano, deja de molestar a la
pobre silla. En serio. —Sin darme cuenta que hacía hasta que fue demasiado
tarde, eché mi brazo hacia atrás y le arrojé lo que sea que tenía en mi mano,
golpeándolo en el centro de su pecho. Tiro perfecto.
—Ay. ¿Qué demonios? —Se frotó su pecho y recogió el collar.
Me congelé y dije en voz baja cada maldición que se me ocurría. ¿Qué
mierda acababa de hacer?
Antes de parpadear y levantar su mirada, Gamble miró fijo la esmeralda
en su palma. —¿Qué haces con el collar de Caroline?
Me quedé mirándolo.
—¿Qué? —De alguna manera, encontré mi voz para preguntar. Sacudí
mi cabeza, confundido. ¿Dijo el collar de Caroline?
¿El collar de Caroline?
Con sus ojos entrecerrados, Gamble, me miró con recelo, y envolvió, con
lentitud, sus dedos alrededor del amuleto. —¿Por qué mierda tienes el collar de
mi hermana?
No sabía qué responder. Demonios, ni siquiera sabía qué pensar.
Mi mirada se dirigió a su mano empuñada y la sangre se apresuró a mi
cabeza. Por fin, señalé—: No. No, ese no es el… —Tuve que sacudir mi cabeza
de nuevo, incapaz de comprenderlo—. No es de ella. —No podía serlo—. Yo…
eh… —Observé a mi mejor amigo a ciegas, pero todo lo que vi fue el rostro de
su hermana. Sus ojos azules. Su nariz. Mierda, incluso tenían los mismos labios.
Mis manos comenzaron a temblar—. ¿Estás seguro que es suyo?
Tenía que haber un error. Caroline no era la Visitante Nocturna, sin
importar lo mucho que creí que podría serlo en un comienzo.
Pero entonces, cielos, me excité ante la idea. Sacudiendo mi cabeza un
poco más, miré a su hermano con la boca abierta, esperando que se equivocara.
—Infiernos, sí, es suyo —respondió—. Conozco la única joya que lleva.
Incluso grabé su cumpleaños en el reverso antes de dárselo. —Lo dio vuelta
para mostrarme, y tuve que levantarme de mi cómodo asiento para acercarme y
tomarlo de su mano.
Di vuelta la esmeralda. —Mátenme —solté. Ni siquiera había notado el
día 24 de mayo grabado en el reverso. Miré a ciegas a mi mejor amigo—. Tú le
diste esto —repetí con estupidez.
Pero oh, maldita, maldita sea. Esto era malo. Increíblemente malo.
Estaba seguro que pudo ver toda la culpa en mi rostro porque frunció el
ceño y me lo quitó. —Por supuesto que se lo di. Fue para su decimosexto
cumpleaños. Las esmeraldas son su piedra natal.
Mi cabeza debió haberse convertido en un péndulo porque seguía
meneándose de un lado a otro en negación. Pero era de locos. Totalmente irreal.
¿Caroline era mi visitante nocturna? Imposible. En ningún ámbito de realidad
todos mis sueños se materializarían así, incluso siendo posibles. —Pero nunca
la he visto usarlo —argumenté, porque… maldita sea. No podía permitirme
creer que fuera verdaderamente cierto.
Gamble giró la piedra en su mano para recorrer la esmeralda con el
pulgar. —Es porque lo usa bajo su camiseta. Siempre le ha preocupado
perderlo.
Sentía la garganta hundida en mi estómago porque, de un momento a
otro, no podía hablar. Me recosté en mi silla, sintiéndome… demonios. Ni
siquiera sabía qué sentía.
Los sentimientos apestaban.
Gamble me penetró con una mirada acusadora. —¿Te importaría
explicarme por qué lo tienes tú?
No. Sacudí la cabeza. —Creí que era… —Mierda. Piensa—, de la mujer
de Hamilton. Yo, eh… lo encontré en el sillón… de nuestro apartamento. Vi que
estaba roto, así que iba a arreglarlo y devolvérselo a Zo… Rubia.
Mierda, iba a perder la cabeza. Casi había llamado a Rubia por su
verdadero nombre. Sin duda, el pánico y la conmoción me volvían torpe.
Me encogí de hombros, esperando que fuera un gesto casual y señalé el
collar. —Pero si estás seguro que es de Caroline, debió habérsele caído en algún
momento cuando visitaba a la mujer de Ham.
Gamble asintió, y una mirada cómplice invadió sus ojos. —En serio
sientes algo por ella, ¿verdad?
No podía respirar. Ni siquiera sabía qué decir. Mierda, me encontraba a
un segundo de desmayarme.
Sin embargo, en lugar de cruzar el espacio que nos distanciaba para
estrangularme con sus propias manos, Gamble dejó que una sonrisa astuta se
esparciera por su rostro. —¡Lo sabía! Lo supe cuando te atrapé dibujando su
nombre el otro día. Diseñándole un tatuaje a Quinn, mi trasero. Deseas a su
mujer.
Retrocedí, sorprendido, sin anticipar que diría eso. —¿Perdón?
Simplemente siguió asintiendo como si estuviera seguro que tenía la
razón. —Sí, supe que pasaba algo cuando la dejaste mudarse con ustedes
después que ni siquiera le permitieras a Cora pasar la noche.
Gruñendo, murmuré—: No le permitía a la zorra pasar la noche con
Hamilton porque odiaba sus putas entrañas, y tenía miedo que intentara salir
de su cama una noche y se metiera a la mía. No tengo que preocuparme por eso
con Rubia. De hecho, ella tiene principios.
—Vaya, te has enamorado profundamente de ella, ¿no? —Gamble sacudió
su cabeza como si estuviera asombrado—. Nunca creí que vería ese día. Ten
está enamorado.
—¡No estoy enamorado! —resoplé y negué con la cabeza—. Joder, estás
loco.
—No te preocupes —La sonrisa del bastardo no se iba—, no le contaré a
Quinn.
—Como sea. —Puse mis ojos en blanco y decidí ignorarlo. Excepto que
no funcionó, por lo que exploté—: No le contarás porque no hay nada que
contar. Maldita sea, estás completamente equivocado. No estoy enamorado de
Rubia. —Mi mirada se dirigió hacia su mano que todavía sostenía el collar, y
tuve que empuñar mis manos para evitar arrojarme sobre él y arrebatárselo.
Pertenecía a mi visitante nocturna, a Caroline. No quería que lo tocara.
—Sabía que algo te molestaba últimamente —murmuró, asintiendo—.
No has sido tan insoportable ni vulgar como siempre. Debí saber que se trataba
de una mujer.
Pues, casi. Pero no tan cerca. —Estás loco, hombre. —Enfadado al saber
que no conseguiría de vuelta el collar, me puse de pie y situé una correa de la
mochila en mi hombro. Luego boté lo último de mi sándwich en el basurero
más cercano—. No me sentaré aquí a escuchar esta mierda. No deseo a Rubia.
No planeo robarle la mujer a Ham. Y he sido tan insoportable y vulgar como
siempre. —Para probar que la última parte era cierta, pateé su pie cuando pasé
junto a él y me incliné para decirle lo más ofensivo y vulgar que se me ocurrió.
Y luego me fui de allí.
Pero tan pronto como el aire de abril me envolvió; en mi interior, me
sentí más claustrofóbico que nunca. El pánico se expandía en mi pecho
succionando todo el oxígeno de mis pulmones hasta que casi estuve cerca de
jadear por algo de aire. Con lentitud, di una vuelta, intentando concentrarme en
la borrosa imagen de los edificios y árboles a mi alrededor. Pero sentía que iba a
desmayarme.
Sin pensarlo, saqué el teléfono de mi bolsillo y luego inhalé y exhalé
profundamente antes de poder concentrarme lo suficiente para enfocarme.
Después de desplazarme por la lista de contactos, sacudí mi cabeza, perplejo.
Todavía tenía el número de Caroline en mi memoria, y era un número diferente
al de la Visitante Nocturna.
Cotejado. No podían ser la misma persona.
En algún momento, Caroline debió entrar a mi habitación y se le cayó el
collar, y eso era todo. No es que supiera qué demonios estaría haciendo en mi
habitación, pero era una posibilidad… excepto que anoche lo había sentido en
la Visitante Nocturna e inclusive le pregunté por el collar. Y no explicó su
importancia porque, cielos, se lo había regalado su hermano, mi maldito mejor
amigo en el mundo.
Oh, joder. Mi visión se oscureció en los bordes cuando consideré la
posibilidad que de verdad fuera Caroline. Endurecido como una roca, mi polla
se retorció en mis pantalones, y mi piel sensibilizada se estremeció.
¿Había follado a Caroline?
El mejor sexo de mi vida. La forma que me llamaba Oren. La forma en
que discutía conmigo y se metía en mi cabeza.
Cielos, fui tan estúpido. Nadie se metía bajo mi piel como ella. ¿Por qué
siquiera consideré la idea que dos mujeres diferentes podían afectarme de la
misma manera?
Quizá porque quise creer que era alguien más, alguien con quien, en
realidad, podría estar.
Enterré el rostro en mis manos y me enfoqué en respirar. Pero mi cuerpo
ardía tanto que temía venirme en mis pantalones. Necesitaba respuestas, más
respuestas, respuestas sólidas y buenas, o me volvería loco.
Indagando en mi teléfono otra vez, le envié un mensaje de texto a la
Visitante Nocturna. Esta noche.
Me respondió casi al instante, lo cual provocó que mi sangre corriera al
ver su mensaje aparecer. ¿Qué? ¿Ningún “por favor”? No estoy muy motivada a
aceptar.
Maldición, era una respuesta tan listilla; típico de Caroline. ¿Por qué no
me permití darme cuenta antes?
Mi polla latía con fuerza. Deseaba tanto que fuera ella, pero al mismo
tiempo, no. Todo cambiaría si fuera Caroline. Ya no sería sexo caliente,
divertido y sin sentido. Pero de nuevo, ya era algo más que eso, ¿no era así? Sin
darme cuenta que ocurría, esta mujer atrapó toda mi atención. Y aun así quería
más de ella.
Apretando los dientes, comencé a escribir.
Ya estoy completamente duro por ti. No uses bragas a no ser que
quieras que las arranque de nuevas maneras creativas, porque voy a follarte
DURO al momento que pongas un pie en mi habitación. Lo querías oscuro.
Bueno, prepárate para el más oscuro, duro y pecaminoso sexo de tu vida.
Después de enviarlo, esperé, mordiéndome el labio inferior. Cuando
respondió, suspiré con alivio.
De acuerdo, estoy motivada.
Sonreí. Prepárate para estar adolorida mañana. Te lamo luego, nena.
No respondió, y no quería que lo hiciera tampoco. Me encontraba muy
ocupado volviendo a desplazarme por las C en mi lista de contacto. Cuando
llegué a Caroline, le escribí un nuevo mensaje. ¿Qué estás usando… digo,
haciendo?
Si ella era la Visitante Nocturna, ya tendría su teléfono con ella, a no ser
que tuviera dos teléfonos. Negué con la cabeza. No. Lo más probable era que
consiguiera uno de esos números de Google Voice.
Y, mierda, ¿por qué no se me ocurrió antes esa idea?
Veinte segundos pasaron y la decepción me llenó. Tal vez Caroline no
era la Visitante Nocturna después de todo.
Mierda. También empezaba a gustarme la idea.
Pero entonces mi teléfono sonó, y mi corazón dio un vuelco.
¿Por qué? dijo.
—Porque estoy a punto de descubrir todos tus secretos, mujer. —Una
sonrisa se deslizó en mi cara. Pero en lugar de decirle eso, escribí: Estoy
aburrido.
La imaginé leyéndolo y dando un suspiro irritado. Mi deleite creció.
Me encuentro en la biblioteca con Zwinn.
¿Zwinn?
Quinn y Zoey. Ya sabes... Zwinn.
Ah. Me gustaba esa abreviatura para ellos. Celoso de que no se me
ocurriera a mí, me dirigí hacia la biblioteca mientras tecleaba una respuesta.
¿Un trío? Pervertida.
¿Una respuesta obscena típica de Oren? No me impresiona.
Me reí. Maldita sea, me encantaba su ingenio. Dame veinticuatro horas,
y encontraré una manera de impresionarte. Garantizado.
No estoy interesada, contestó.
—Ah, lo estarás —murmuré. Guardando mi teléfono, subí los escalones
de la puerta principal y la abrí. Nunca antes estuve en la biblioteca del campus,
así que vagué sin rumbo por un minuto antes de encontrarla junto a los
tortolitos en una mesa de estudio. Después de acercarme por detrás, me incliné
y le susurré al oído—: Demasiado tarde, niña. Prepárate para que vuele tu
mente.
Caroline saltó y se giró para mirarme boquiabierta. —¿Qué? ¿De qué
diablos hablas?
—Nuestra conversación telefónica de hace un momento. —Cuando sus
ojos parpadearon, me pregunté en qué conversación pensaba. Parpadeé de
forma inocente y añadí—: Creo que me lanzaste un reto para impresionarte. Y
lo acepté. Voy a sorprenderte... probablemente incluso antes de que te duermas
esta noche.
—Oh. —Rodó los ojos—. Pensé que como de costumbre, realizabas
groseras insinuaciones sexuales.
Guiñé un ojo. —Guau, tienes una mente sucia. —Vi su cara cuando
pronuncié esas palabras cuidadosamente elegidas. Sin embargo, ningún indicio
de nuestra otra conversación telefónica cruzó su expresión. Simplemente me
miró parpadeando.
Sin inmutarme por su negativa a reaccionar, abrí mi bolso y en lugar de
sacar los libros de texto para estudiar, encontré un plátano y una botella de
Powerade. El apetito que Gamble mató hace minutos de repente rugió de nuevo
a la vida. No era de extrañar; siempre me sentía vivamente alerta alrededor de
Caroline.
—Sabes, no todo lo que hago o digo gira en torno al sexo —le dije,
trayendo nuestra conversación de regreso.
Su mirada siguió el progreso mientras pelaba la banana y finalmente la
llevaba a mi boca. Levantó sus cejas mientras me observaba. —¿En serio?
Casi me ahogué mientras masticaba. —Jesús, ¿estás segura de que no
todo es una insinuación sexual contigo? Guau, estaba comiendo un bocadillo, no
bajando imaginariamente mi cabeza para un chico. Y para tu información, solo
recibo mamadas, no las doy.
Apretando los dientes, dio una palmada cerrando su libro y me miró. —
¿Por qué demonios te encuentras aquí, molestándonos?
Me volví hacia Zwinn por primera vez desde que llegué. Me miraban
abiertamente, quizá preguntándose por qué era aún más molesto de lo habitual.
—¿Estoy molestándolos?
Rubia al instante asintió. —Un poco, sí.
—Bastante —respondió Quinn justo detrás de ella.
Me aparté de ellos. No eran de ayuda. Pero Caroline ya había abierto su
libro de nuevo y tenía la cabeza inclinada hacia abajo mientras estudiaba el
texto. Sus cabellos pálidos formaban una pequeña onda que fluía por encima
del hombro cubriendo su cara. Tuve que moverme en mi asiento para reajustar
mis vaqueros, ya que empezaban a oprimirme. Mirar ese cabello me recordaba
lo mucho que le gustaba que lo tirara.
¿Mis dedos estuvieron enterrados en esa bellísima cabellera rubia
mientras la follaba?
Un gemido intentó trepar por mi garganta. Enseguida lo cubrí con una
tos. Continuó ignorándome. Así que me quedé mirándola abiertamente. Tomó
un bolígrafo y realizó algunas notas en el cuaderno al lado de su texto. Mi
mirada se deslizó hacia sus delgados dedos. ¿Estuvieron envueltos alrededor de
mi polla anoche, jalándome hasta que me vine en su boca? Podría ser. Y solo
pensarlo disparó un latido de deseo puro a través de mí.
No podía esperar hasta esta noche. Esta noche, nuestras vidas cambiarían
para siempre.
Acabé mi plátano, y jugué con la cáscara mientras miraba alrededor,
buscando una papelera cercana. Mis dedos se encontraron con la etiqueta
autoadhesiva del producto. Después de quitar el adhesivo de la piel amarilla,
me incliné y lo presioné a la parte posterior de la mano de Caroline cuando aún
se hallaba ocupada escribiendo.
Estropeé cualquier palabra que trataba de escribir. —¿Qué demonios? —
Sacudió su mano—. Estoy escribiendo.
Le guiñé un ojo. —Ahora no se puedes decir que nunca te di nada.
—Oh, caramba. Gracias. Voy a atesorarlo siempre. —El sarcasmo en su
voz y la expresión en su rostro me manifestaron que aún no había logrado
impresionarla. Pero el día todavía era joven.
—¿En serio? —Arqueé una ceja—. Veinte dólares a que ni siquiera lo
usarás mañana.
—Dios mío. En verdad, estás aburrido, ¿no?
Ni siquiera un poco. Simplemente sonreí a mi bragueta mientras terminaba
de tejer la red que utilizaría para atraparla. —¿Qué? Veinte dólares, Caroline.
Suena como una apuesta fácil para mí. ¿O es que mi regalo no significa tanto
para ti? —Puse una mano en mi corazón y fingí lucir lastimado.
Rodó los ojos.
Uno de estos días contaría cuántas veces podía hacerla rodar sus ojos en
una sola conversación. Tenía que haber un récord mundial para esa mierda,
¿no?
—Bien —murmuró—. Pero es mejor que pagues.
—Oh, lo haré.
Traducido por Liillyana
Corregido por *Andreina F*
No sé cuánto tiempo pasó. Creo que entré y salí del sueño durante un
tiempo mientras yacía inerte y saciada en su contra. El sudor de nuestros
cuerpos aún se secaba mientras nos aferrábamos juntos, pero yo sabía que
estaba despierto porque sus dedos se mantenían acariciando arriba y abajo de
mi espina dorsal. De vez en cuando, se sumergían hasta más de lo habitual,
descendiendo hasta llegar a mi trasero y él acunaba una nalga con una de sus
cálidas palmas, pero un segundo más tarde, se ponía en marcha de nuevo,
acariciando un camino de vuelta hasta el centro de mis vértebras.
—Debería irme antes de dormirme —murmuré, demasiado somnolienta
e inerte para moverme. Él no contestó, no trataría de conseguir que me quede,
así que suspiré decepcionada y me senté.
Pero cuando intenté arrastrarme fuera del colchón, agarró mi muñeca. Lo
miré; mi corazón golpeando con fuerza en mi pecho.
En vez de pedirme que me quedara, dijo—: No tienes coche.
Parpadeé. —¿Eh? —Sabía que no tenía un coche.
Se puso en posición vertical, con el rostro quemado por la ira. —¿Estás
jodidamente loca? ¿Cómo demonios has estado viniendo hasta aquí y volviendo
a casa todas las noches? No me digas que has estado caminando, porque ¿son
qué, veinte cuadras, entre tu casa y la mía?
Me aclaré la garganta discretamente. —Está bien —le dije—. No te voy a
decir eso, entonces.
Cerró los ojos y gruñó. —Caroline. ¿Qué carajo?
—La primera noche, le pedí el coche a Aspen. Y, además, son solo
dieciocho cuadras, no veinte.
—Oh. Bueno, gracias a Dios —murmuró, sin sonar aliviado—. Porque
esas dos cuadras menos lo hacen parecer mucho más seguro. No puedo creer la
locura que haces. Nunca, nunca más te pongas en esa clase de peligro de nuevo
solo para verme.
—¿Perdón? —Mi espalda se enderezó con superioridad moral ante su
tono exigente—. No me digas lo que debo hacer. Yo puedo cuidar de mí misma.
—Puse las manos en mis caderas y lo miré al tiempo que saltaba de la cama y
comenzó con saña a levantar la ropa del suelo y sacudirla.
—Tomé una hora de entrenamiento de defensa personal el último
semestre, además que siempre estoy armada con un spray, un silbato, y Noel
me puso al día con una de esas cosas ingeniosas como el Taser.
Completamente vestido, se colocó una gorra en la cabeza y agarró su
cartera y teléfono celular de su tocador. —Bueno, eso me hace sentir un medio
por ciento mejor. —Frunció el ceño cuando yo todavía estaba sentada en nada
más que sus sábanas. Luego dio una palmada—. Vamos ya.
Negué. —¿Adónde vamos exactamente?
Inclinó la barbilla hacia abajo, hacia su pecho, pero mantuvo el contacto
visual mientras me lanzó una mirada seca. —Te estoy llevando a casa.
De inmediato, comencé a sacudir la cabeza. —Pero no puedes hacer eso.
¿Qué pasa si Noel ve tu camión aparcado en nuestro camino y a mi salir de él, y
te mata?
Dio un paso más cerca. —¿Y si algún imbécil te ve en tu excursión de
dieciocho cuadras y te viola y te mata? —Con un bufido, agregó—: Yo prefiero
hacerle frente a tu hermano.
Ahh, él se preocupaba tanto por mí que estaba dispuesto a enfrentar a
Noel para mantenerme a salvo. Eso fue increíblemente dulce. Iba a decirle lo
considerado que era cuando dijo—: Además, tendremos que pedirle prestado el
coche a Rubia. Ella deja la llave colgada junto a la puerta principal. Si a él se le
ocurre mirar por la ventana cuando llegues a casa, pensará que ella te está
dejando. Problema resuelto.
Mis labios se abrieron cuando un poco de decepción me llenó. —Oh —le
dije—. Buena idea. ¿Seguro que no le importará?
Resopló. —¿A Rubia? Claro que no. Ella me ama.
Diez minutos más tarde, nos acercábamos a mi casa, a solo dos cuadras
de distancia cuando me moví incómoda en mi asiento. El coche de Zoey era tal
vez la cosa más cómoda que jamás había montado, pero se sentía diferente aquí
esta noche, con Oren al volante. Además se hallaba el hecho de que nada entre
nosotros se resolvió ni remotamente.
—Puedes dejarme aquí —dije en voz baja.
Oren me lanzó una mirada dura. —No creo. Le robamos el coche a Rubia
así que puedo verte ir derecho a tu puerta.
—Sí. —Me encogí de hombros—. Pero si te detienes aquí, puedo darte
una buena despedida, y Noel no tendría que preguntarse por qué las ventanas
de Zoey se empañaron antes de que yo saliera.
Pisando el freno, Oren desvió el coche hacia la acera y se detuvo. Pero no
se estiró hacia mí. Ni siquiera me miró. Envolvió sus manos alrededor del
volante y miró por la ventana del frente. Su mandíbula parecía dura en el reflejo
de las luces del tablero de instrumentos, y su expresión era tensa.
Empujé mi pelo detrás de la oreja y me pasé la lengua por los labios secos
cuando me di cuenta de lo que esto significaba. —Nunca me vas a tocar de
nuevo, ¿verdad?
Él dejó escapar un suspiro y susurró—: No lo sé. —Entonces gruñó y
soltó el volante para agarrarse la cabeza—. No lo sé. No lo sé. No lo sé.
Me abracé a mí misma, sintiéndome una mierda al hacerlo pasar por
esto. —Lo siento —le susurré.
Él me miró pero no dijo nada.
Negué, derrotada. —Sé en qué tipo de posición te pongo. Con Noel.
Contigo mismo. Y... Lo siento mucho por hacerte pasar por esto. Lo siento, por
engañarte. Lo siento... simplemente lo siento por todo. Pero sobre todo lo siento
pero yo no... no me arrepiento de ello. —Hice una mueca—. Sé que es horrible y
egoísta de mi parte, pero no me arrepiento. Me encantó. Amé cada momento, y
solo... fue el mejor momento de mi vida. Así que gracias.
—Ven aquí —murmuró en voz baja, extendiendo su mano en mi
dirección.
Me acerqué a él y me llevó a su regazo. Una mano se fue a mi nuca,
enredándose en mi pelo, mientras que la otra se apoyó en el lado de mi cara. Él
me miró a los ojos un momento, la tentación en su rostro tan aguda que me
llenó de necesidad por calmarlo. Entonces me acercó hasta que mi mejilla estaba
contra su corazón y sus brazos a mi alrededor.
—Sabes que no estoy enojado, ¿verdad? —dijo en voz baja—. Cuando
enloquecí antes, ni siquiera fue tan así. Yo estaba... no sé, teniendo un momento
de locura porque la realidad de todo esto me abrumó, supongo. Sin embargo no
debería haber dirigido eso a ti.
Bufé y limpié mi cara, aún sintiéndome una mierda por ponerlo en una
situación de este tipo. Apartándome de su cálido pecho, lo miré a los ojos y
susurré—: Me voy a ir.
Sin embargo, dijo—: No —y me besó. Sus manos mantenían cautiva mi
cara mientras torturaba mi boca, acariciando suavemente con su lengua entre
mis labios y reclamando un pedazo de mi alma.
Agarré la parte delantera de su camisa y lo acerqué más, deslizándome
en su regazo hasta que me mecía y frotaba mi calor contra su dureza. Él se
arqueó y gimió en mi boca. Pensé que me iba a tomar allí mismo, en el asiento
del coche de Zoey, a dos cuadras de la casa de mi hermano, pero rompió el
beso, palpitando y jadeando.
Presionó su frente con la mía. —Una semana.
Parpadeé, confundida. —Una semana, ¿qué?
—De esto. Tú, yo, nosotros. Nos damos una semana para explorar... lo
que queramos y luego, por respeto a... tu hermano, eso es todo. El final. Nunca
hablamos de nuevo. ¿Bien?
Él ni siquiera quería darme una semana. Lo pude ver en el tormento que
se arremolinaba en su mirada y la tensión de su mandíbula, podría oírlo en sus
duras palabras susurradas. Traicionar a Noel lo mataba de verdad. Pero estaba
tan tentado como yo.
Asentí de inmediato, al darme cuenta que recibía más de él de lo que
debería. —Lo acepto —le dije. Me sentía tan eufórica como triste, sabiendo que
tenía siete días más con él.
Traducido por Fany Keaton & Jules
Corregido por Anakaren
Cerca de tres semanas después de empezar una aventura con Oren, visité
al doctor a última hora del viernes por la tarde. Había tenido suerte y conseguí
una revisión para uno de los últimos turnos del día, así podía ir después de
clase.
En cierta manera, había pensado en decirle lo que necesitaba y que él me
diera una receta médica y quizás algunas muestras gratis de anticonceptivos.
Pero aparentemente, esa era una idea delirante. Antes de que incluso supiera lo
que pasaba, me encontraba haciendo pis en un recipiente, poniéndome una bata
de hospital fina que se abría por delante y poniendo los pies en los horrorosos
estribos. Dios, odiaba las visitas al ginecólogo.
Comencé a pensar que se terminaría después de un rápido examen de
pelvis y que entonces me darían las píldoras para que pudiera salir y tener sexo
sucio y maravilloso con Oren. Pero no hubo nada rápido acerca de lo que
sucedió luego. De hecho, pareció que el tiempo se ralentizó y los segundos
pasaban al ritmo de días enteros.
Se sentía como años después, pero solo había pasado una hora cuando
caminé por la puerta trasera de la casa de Noel y Aspen, entumecida y
estupefacta. Absoluta y aplastantemente entumecida. Ni siquiera estaba segura
de cómo procesar todo lo que me habían dicho. Me hundí en la primera silla
que encontré.
Aspen me encontró en esa posición unos minutos después, mientras
observaba aturdida y conmocionada los dibujos que Colton había hecho para
ella, pegados en la nevera con pequeños imanes con forma de fruta.
—¿Caroline? —Hizo una pausa e inclino la cabeza hacia un lado—.
¿Estás bien?
Asentí sin pensarlo, pero entonces dije—: No.
Ella se acercó y tomó una silla cerca de mí. —¿Qué ocurre? —Cuando se
sentó, agarró mis dedos flácidos, los cuales habían estado reposando en mi
regazo, y tomó aliento, sorprendida—. Tienes las manos congeladas.
—¿Sí? —Bajé la vista hacia ellas. No podía sentirlas, en realidad, pero se
veían pálidas y gomosas en las de Aspen. Ella intentó calentarlas frotándolas,
pero eso solo me hizo querer alejarlas.
Así que las alejé. Las acuné en mi pecho, queriendo que permanecieran
frías. Sin vida. Muertas. Exactamente como me sentía, como merecía sentirme.
Aspen levantó su rostro sorprendida. Abrió la boca, pero luego la cerró
sabiamente.
No podía soportar herirla y sabía que retirar las manos lo había hecho,
así que me aclaré la garganta. —Yo... —Sacudí la cabeza. No podía decirlo—.
Yo... hoy fui al doctor, para empezar con el control de natalidad. Y...
—¡Oh! —Sus ojos se abrieron mientras presionó una mano en su pecho—
. Yo... Lo siento. No me di cuenta de que estabas... viendo a alguien.
Pestañeé. Mierda. ¿Acababa de soltar eso? Con el rostro ardiendo,
empecé a sacudir la cabeza, pero Aspen levantó sus manos. —Ignórame. Lo
siento. No es de mi incumbencia. ¿Qué decías... sobre la visita al médico?
Continué mirándola boquiabierta. —¿Vas a decírselo a Noel? —Contuve
el aliento esperando su respuesta.
—Em... —Miró a otro lado; su rostro delataba todas sus incertidumbres.
La lealtad a su esposo batallaba contra su lealtad hacia mí—. Yo no... Eso es...
No, si prefieres que no lo haga... Estoy segura de que no es de su incumbencia
tanto como no lo es de la mía lo que haces en tu... tiempo privado, pero... como
amiga y como nueva hermana, sé que me gustaría conocer a tu... joven. —Luego
sus ojos se ampliaron como si una nueva idea la hubiera golpeado. Inclinándose
más cerca, bajó la voz—. Hay uno solo, ¿verdad?
Sonreí. En realidad, dejé escapar una risa. Ella era tan tierna cuando
intentaba comportarse y no pasarse de los límites al mismo tiempo que trataba
de decirme lo que pensaba. —Sí —le dije—. Solo hay un... —Sonreí más
ampliamente mientras robé su término—, joven.
Ella se sonrojó y se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. —Lo
siento, no sabía cómo decirlo.
Mis hombros cayeron, y todo lo feo volvió a flotar a la superficie.
Sintiéndome como una mierda, confesé—: Si. Tampoco yo.
Aspen se inclinó para tomar mis manos de nuevo, pero se frenó, como
recordándose de que manera me había alejado de ella. —Sabes —empezó
lentamente—, si necesitas hablar de lo que sea, estoy aquí. Incluso prometo no
contarle los detalles a Noel. Pero a veces, las personas simplemente... necesitan
hablar con alguien.
Sonreí suavemente y tomé una de las manos que ella retorcía en su
regazo. Los músculos de su rostro se relajaron al instante, y me devolvió el
apretón de dedos. Estaba a punto de contarle que siempre le contaba todo a
Zoey, pero entonces me pregunté si ella no necesitaba una amiga tanto como
parecía querer que yo tuviera una. Así que lo dejé salir—: El médico no cree que
alguna vez pueda tener hijos.
Sus ojos se llenaron con horror inmediatamente mientras sus manos se
enroscaron con las mías. —Oh Dios mío, Caroline.
Observé nuestros dedos entrelazados. —Yo... esta era la primera vez que
iba al ginecólogo desde el año pasado. No tenía ni idea de que todo se había
estropeado tanto cuando… —Incliné el rostro y las lágrimas me llenaron los
ojos—. He arruinado mi futuro completamente, ¿no es así?
—¡No! No, corazón. Todavía puedes tener una vida plena y feliz. Tú...
—Si hubiera sabido que esa era mi única oportunidad de tener un bebé...
—Por favor, no pienses en ello. No quiero que esto te aflija.
Sacudí la cabeza. —¿Sobre qué más se supone que piense, Aspen? Quizá
nunca sea capaz de sostener a mi propio hijo en mis brazos. Nunca lo veré
crecer. Nunca... —Sacudí la cabeza cuando mi voz se quebró—. ¿Cómo podría
no pensar en eso? ¿Cómo puedo parar de arrepentirme por haber tenido un
flechazo por un chico rico y estúpido, cuyos ricos y estúpidos padres me
hicieron hacer algo que no quería hacer?
Las lágrimas también se acumularon en los ojos de Aspen. —Tienes
razón —admitió—. Yo también me sentiría devastada. —Cuando se inclinó
para envolverme en sus brazos, la abracé con fuerza y enterré el rostro en su
hombro. Ella acariciaba mi cabello y murmuraba palabras tranquilizadoras
cuando un puño sonó contra la puerta trasera.
—Iuu Juu. —La puerta se abrió—. Hay un galán malditamente apuesto
en la puerta.
Me alejé de Aspen y me limpié los ojos húmedos frenéticamente. Pero
Oren ya se hallaba congelado en la puerta, observando todo. La sonrisa en su
rostro se desvaneció instantáneamente mientras miraba de mí, a Aspen y de
vuelta a mí.
Mierda. Había olvidado que iba a venir para que Aspen lo ayudase con
su currículum.
—¿Qué está pasando? —demandó.
—Oh, no es nada. —En una repentina ráfaga de movimiento, Aspen saltó
de la silla, sacudiendo las manos—. Ya sabes cómo somos las chicas. Lloramos
hasta por las tarjetas de felicitación.
Oren le lanzó una mirada incrédula antes de girarse hacia mí. Sus ojos
siguieron cada lágrima que se había deslizado por mi mejilla. —No veo tarjetas
de felicitación por ningún lado.
Aspen se aclaró la garganta y le dio una sonrisa tensa. —¿A qué debemos
el placer de su visita, señor Tenning?
A Oren le llevaron unos segundos más alejar su atención de mí, pero
cuando lo hizo y se giró hacia Aspen, todavía parecía distraído.
Levantando una carpeta en sus manos, le recordó—: Currículum.
Corrección. Tu bolígrafo rojo deslizándose por mis papeles una vez más.
—Oh, cierto. Lo siento. —Llevándose una mano a la frente, Aspen dejó
salir un suspiro agotado—. Me había olvidado. —Entonces frunció el ceño un
poco y puso las manos en las caderas—. Y solo para que lo sepas, ya no uso
bolígrafos rojos. —Se aclaró la garganta con discreción—. Ahora son verdes.
La esquina de la boca de Oren se levantó cuando ella bromeó, pero su
mirada volvió a mí y su sonrisa cayó. Supe tan pronto como abrió la boca que
iba a preguntar de nuevo qué pasaba. Pero, gracias a Dios, el timbre del
teléfono de Aspen comenzó a sonar desde donde lo cargaba en el mostrador y
lo interrumpió.
Aspen se acercó y observó la pantalla antes de que una suave sonrisa
apareciera en su rostro. —Ahí está Noel. Se encuentra en la tienda y tiene que
preguntarme algo. Por favor, discúlpenme un momento.
Mientras salía de la habitación con su espalda tensa, Oren sacudió la
cabeza, observándola. —Sigue siendo tan formal y es como una profesora a
veces. Joder, me asusta. —Entonces se dio la vuelta hacia mí y bajó la voz—.
Ahora, de verdad. ¿Qué diablos pasa?
No había manera de que se lo contase a Oren. Era demasiado personal,
penoso y... y profundo para lo que sea que estuviera pasando entre nosotros. Me
puse de pie tan rápido que casi tiré la silla. Apresurándome para atraparla, me
revolví incómodamente. —Oh, solo es... Mierda, lo siento... Ya sabes, cosas de
chicas —respondí vagamente, copiando la frase de Aspen.
Oren tomó mis manos, capturándolas en el respaldo de la silla. —No me
des toda esa mierda, Caroline. ¿Qué demonios ha sucedido?
Encontré su mirada enojada. —Dije que son cosas de chicas. ¿De verdad
quieres que te cuente los detalles espeluznantes?
—Como si un ciclo menstrual de mierda fuera a asustarme. Además, sé
que no se trata de eso. Estás llorando y quiero saber por qué.
—Está bien —le espeté. Traté de retirar mis manos de las suyas, pero
apretó su agarre alrededor de mis muñecas—. Fui al médico hoy para... para un
control de natalidad. —Podía sentir el desafío en mis ojos cuando incliné mi
rostro para encontrar su mirada, y no sé por qué lo puse allí. Quizá lo retaba a
dar un paso atrás y alejarse de los problemas. Contarle las malas noticias del
médico significaría que ya no seríamos compañeros de cama. Significaría que
habría más entre nosotros que solo sexo.
Pero él no se rindió. —¿Y?
—Y primero tuvo que hacerme un examen.
La comprensión se reflejó en su mirada y, una vez más, me superó la
necesidad de llorar. —Mierda. —Cerró sus ojos brevemente. Cuando los abrió,
sus ojos avellana lucían llenos de sufrimiento—. El aborto te jodió allí abajo, ¿no
es así?
—Sí. —Me encogí mientras inclinaba mi cabeza y cerraba los ojos—. Él
no cree que pueda volver a quedarme embarazada.
—Demonios —exhaló suavemente, su calidez empapando mis huesos
fríos y entumecidos mientras se acercaba. Entonces se encontraba respirando en
mi pelo—. Lo siento.
Cuando sus dedos tocaron suavemente mi hombro, di un paso hacia
atrás y oculté el rostro. —De verdad, no tienes que...
—Podrías simplemente callarte y venir aquí. —Me agarró con más fuerza
y me apretó contra él. Sus largos dedos acunaron mi cabeza, guiándola hacia su
hombro. Luego sus brazos me envolvieron y simplemente me sostuvo así.
Un escalofrío me recorrió cuando sus labios me rozaron la sien.
Apretándome contra él más profundamente, agarré la parte trasera de su
camiseta en mis puños y la sostuve con mi vida.
Mi dolor estalló y empecé a llorar de nuevo en enormes sollozos
agitados.
Él me meció hacia adelante y hacia atrás, mientras el calor de su cuerpo
empapaba el mío. —Shh, cariño —canturreó en voz baja—. Todo va a estar
bien.
No tenía ni idea de cómo podría llegar a estar bien. Incliné el rostro para
mirarlo. —¿Está bien si me arrepiento de ello? Sé que solo tenía diecisiete y no
tenía un lugar para ser madre. No había dinero. Probablemente habría atado a
Noel con todas las responsabilidades. Pero desearía... simplemente... incluso
desde el momento en que estuvo hecho, nunca me sentí aliviada. Únicamente
me he sentido enferma de arrepentimiento.
Oren se inclinó y besó las lágrimas de mis mejillas. —Puedes arrepentirte
de lo que demonios sea que quieras arrepentirte. Yo me arrepiento de muchas
cosas. No dejes que esto te absorba y se haga cargo de tu vida.
Lo que me sorprendió más que el hecho de que Oren Tenning estuviera
lleno de buenos consejos, fue el hecho de que parecía completamente serio y
genuino cuando me aconsejó.
—¿Cómo lo hago? —pregunté—. ¿Cómo hago para que no me controle?
Sus labios se suavizaron antes de romper en una sonrisa alentadora. —
Solo sigue adelante, supongo. Mierda, no lo sé.
Me reí y él se inclinó para rozar su nariz contra mi pelo.
—Sigue oliendo así de bien cada día, eso es un buen comienzo. —Su voz
retumbó en mi oído y me hizo estremecerme... el buen tipo de escalofríos.
Entonces sus manos se resbalaron por mi espalda en una caricia sensual
mientras me besaba la frente. —También podrías seguir volviéndome loco con
cada respiración que das, o...
—Oren —dije, quedándome sin aliento mientras mi excitación se puso en
movimiento—. Cállate o vas a ponerme caliente.
Él se rió. —¿Voy a ponerte caliente? Mujer, sé que ya estás empapada por
mí. —Su nariz se movió juguetonamente contra mi oído antes de susurrar—:
¿No es así? —Y entonces sus dientes pellizcaron el lóbulo de mi oreja.
Mis dedos se enroscaron en sus hombros mientras arqueaba mi cuello
hacia atrás y mi cuerpo se aplastaba contra el suyo, presionándome contra su
duro pecho. —A nadie le gusta un fanfarrón —jadeé, deseando que me besara.
—Sí, a ti te gusta. —Su voz ronca envió chispas de electricidad a través
de todo mi cuerpo. Me estremecí y me acurruqué más cerca de él—. Te gusta
cada jodido detalle sobre mí, desde todas las frases estúpidas y molestas que
digo hasta cómo se siente cuando estoy enterrado tan profundamente dentro de
ti que todo lo que puedes hacer es gritar mi nombre.
Tenía razón. Me avergonzaba, pero amaba cada detalle gravemente
defectuoso de él. —Maldita sea —murmuré. Él esperaba a que yo lo besara
primero, ¿no?
Le agarré el pelo con mis puños y aplasté mi boca contra la suya. Su risa
engreída y victoriosa fue interrumpida por mi lengua abriéndose paso dentro
de su boca. El gemido que retumbó en su garganta me llenó de satisfacción por
una fracción de segundo antes de que tomase mi culo y me levantase del suelo.
Perdiéndome en la distracción que me ofrecía, disfruté de la sensación de
nuestros pechos rozándose mientras me levantaba. Pasé una pierna alrededor
de su cintura y él empujó sus caderas contra las mías, dejándome sentir su
excitación.
No se me había ocurrido en absoluto que este era el peor momento y el
peor lugar para besar a Oren Tenning hasta que la puerta trasera se abrió y dos
voces entraron, llenando la cocina.
E igual de abruptamente, se callaron.
Oren y yo nos separamos. —Oh Dios mío. —Presioné mi mano contra su
pecho mientras observé a Colton y Brandt—. ¿Qué están haciendo ustedes dos
aquí?
Se quedaron congelados en la entrada trasera de la casa, mirando
embobados de mí a Oren, el cual nos había dado la espalda y respiraba con
dificultad mientras se aferraba al borde del mostrador, tratando de calmar su
respiración y, sin duda, también su libido.
—Vivimos aquí —contestó finalmente Brand. Luego el imbécil apartó la
mirada de la espalda de Oren para lanzarme una pequeña sonrisa—. ¿Qué estás
haciendo tú aquí, Caroline?
—¿Por qué besabas a Ten? —preguntó Colton.
La mortificación se apoderó de mi rostro. —Yo... no estaba besándolo.
Mis dos hermanos me dieron una mirada de no-te-creemos. Al final,
Brandt preguntó—: Entonces, ¿él se... ahogaba y tú... trataste de resucitarlo... con
la lengua?
Cuando Oren se rió y por fin se dio vuelta, le lancé una mirada asesina.
—¿Por qué estás riéndote?
Oren se encogió inocentemente como diciendo ¿Qué hice? —Porque eso
fue divertido —respondió—. Es como algo que yo diría. —Entonces le sonrió a
Brandt y le ofreció el puño a modo de felicitación, a lo que mi hermano sonrió y
aceptó.
Oh Dios mío. No entendía a los chicos en absoluto.
Rodando los ojos, lancé mis manos al aire, sintiéndome perdida.
—¿Noel sabe que están...? —Colton barrió su mano entre Oren y yo. Ni
siquiera él estaba seguro de lo que pasaba entre nosotros.
Crucé los brazos sobre el pecho y levanté la barbilla. —Por supuesto.
Brandt se rió disimuladamente, él ya se había dado cuenta de la verdad.
—¿Así que si se lo mencionamos hoy a la noche...?
Maldita sea. —Ni siquiera te atrevas.
El niño de catorce años se rió entre dientes, diciéndome cuán perdida me
hallaba antes de decir—: No lo sé, Caroline. En realidad no creo que a él le vaya
a gustar que estés saliendo con su mejor amigo... el mismo amigo al que le
advierte de permanecer alejado de ti, como, cada vez que Ten nos visita.
Oren gimió y levantó la vista hacia el techo. —Demonios... Incluso va a
chantajearnos por su silencio, al igual que haría yo.
Suspiré en aceptación y miré a Brandt. —Está bien. Lo que sea. Veinte
dólares.
—Cielos, hermana mayor. —Se rascó la mejilla pensativamente mientras
miraba de Oren a mí—. Esto es importante. Noel se enfadaría de verdad si lo
supiera.
—¿Veinticinco? —contesté, esperanzada.
Bufó. —¿Qué hay de cincuenta?
—¿Cincuenta dólares? ¿Estás loco? Se lo diría yo misma a Noel por
cincuenta dólares.
—Hmm —respondió suavemente Brandt. No se creía mi engaño—.
Acaba de subir a cien.
—Oh Dios mío. En serio, no tengo tanto dinero.
Sí lo tenía, pero estaba en una cuenta bancaria con el nombre de Noel en
ella. Le alertaban de cualquier retiro que hiciera.
—Ya. Vale. —Oren sacudió sus manos y se paró entre mis hermanos y
yo—. Yo tengo cincuenta. Tú pones cincuenta también —me dijo antes de darse
vuelta para encarar a Brandt—. Y tú mantienes la maldita boca cerrada.
¿Capiche?
Brand asintió, el brillo feliz de sus ojos mostrándome lo contento que se
puso con la oferta de Oren. —Capiche —respondió.
Dejando caer sus hombros mientras daba un suspiro de alivio, Oren se
giró hacia mí. —Tus habilidades para regatear apestan, en serio.
—¿Qué? —dije.
Y justo Colton dijo—: Oye, yo también quiero cien dólares.
—Los cien dólares son para ambos —dije entre dientes apretados.
Brand bufó. —Al infierno si es así. No voy a compartirlos con él.
—Cuida tu boca, pequeño sabelotodo.
El niño de catorce años movió sus pestañas. —Te diría que cuides la
tuya, pero parece que Ten ya aceptó el trabajo.
—Jesús —gimió Oren, sacudiendo la cabeza—. Él es un maldito mini yo.
Desafortunadamente, sí, lo era.
Justo en ese momento se escucharon pasos acercándose desde afuera,
alertándonos de que venía alguien. Todos en la cocina intercambiamos miradas
de ojos abiertos, sabiendo que tenía que ser Noel.
—Cien para cada uno —fue la última oferta susurrada de Brandt.
Comencé a sudar y miré a Oren, por ayuda. Sus cejas se levantaron,
dejándome decidir nuestro destino. Fruncí el ceño y le susurré a Brandt—:
Olvídate.
Él se encogió de hombros. —Prepárate. —Después se dio vuelta hacia la
puerta. Como si le hubiera leído la mente, Colton lo siguió.
—Noel —lo llamaron juntos.
Mis ojos se abrieron, desorbitados. —¡No! —chillé.
Al mismo tiempo Oren murmuró—: Mierda. —Y agarró a los dos chicos
por sus cuellos y los arrastró hacia atrás para poder gruñir en sus oídos—:
Ciento cincuenta a cada uno, y será mejor que ambos se queden callados como
unos malditos muertos.
Colton y Brandt asintieron. Luego miraron a Noel con sonrisas
demasiado inocentes, cuando abrió la puerta de atrás y entró con un montón de
bolsas de la compra.
Noel se detuvo cuando los vio. Miró de Brandt a Colton y luego frunció
el ceño un poco antes de volver su atención a Oren.
—Hola. ¿Estás aquí para trabajar en tu currículum con Aspen?
Oren asintió y murmuró—: Sí. —Brandt soltó un pequeño resoplido, que
causó que Noel pasara su atención a los dos chicos, que continuaban de pie
congelados en frente de él y que lo observaban con atención.
Arrugando las cejas en confusión, Noel levantó un dedo para menearlo
entre Brandt y Colton, después puso lentamente las bolsas en la mesa de la
cocina. —Bueno, eso es espeluznante. ¿Qué pasa con ustedes dos?
—Nada —dijeron a coro.
Gemí y rodé los ojos. Iba a matar a mis dos hermanos menores, en
silencio, por la noche con almohadas sobre sus rostros. Haría un servicio al
mundo, de verdad.
—En serio —insistió Noel, mirándolos a ellos antes de que su mirada
curiosa se traslade a mí—. ¿Qué pasa con ellos?
—No lo podemos decir. —Colton se metió en la conversación—. Nos
pagaron por permanecer en silencio.
Me golpeé la frente con la mano y gemí. Cancelar las almohadas. Eso era
una manera demasiado humana para acabar con ellos.
La mirada de Noel pasó volando de nuevo a mí. —¿En serio? —dijo
lentamente—. Entonces, ¿qué trata de ocultar Caroline? ¿Hmm, Caroline? —
Luego frunció las cejas con preocupación—. ¿Has estado llorando?
Al instante se volvió hacia Oren como si fuera su culpa, por lo que me
interpuse entre los dos chicos y levanté mis manos, frente a mi hermano. —Ya
sabes, solo porque eres el tutor legal de esos dos, no quiere decir que también lo
eres para mí durante más tiempo. Yo no tengo que decir nada de lo que está
pasando en mi vida.
Alejando su estrecha mirada de Oren, Noel parpadeó sorprendido. —
Puede que no sea tu tutor legal, no, pero todavía vives bajo mi techo. Y no me
gusta que mi propia hermana me guarde secretos, o pague a Brandt y Colton
para que me los guarden.
—Bueno, entonces creo que es hora de que me vaya. —Enderecé mi
espalda y le envié una pequeña sonrisa de superioridad, como diciendo: ¡ja,
toma eso!
Levantó las cejas. —Guau. Así que, este secreto es tan importante que
estás dispuesta a mudarte para no decírmelo. Gracias, hermana. Estoy sintiendo
el amor aquí.
—Dios mío, Noel. No estoy diciendo que no te quiera. Solo digo que
quizás es hora de dejar el nido y conseguir cierta independencia. Estoy segura
de que Zoey y yo podemos alquilar un lugar juntas.
—Guau, eh. No. —Oren levantó las manos, dando un paso adelante para
interrumpir—. Rubia se encuentra bien dónde está.
Cuando le envié una mirada incrédula, se encogió de hombros con aire
de culpabilidad. —¿Qué? Cocina, limpia y mantiene a Hamilton perpetuamente
feliz y lejos de mí. Ella no va a ninguna parte.
—Oh Dios —espetó Noel, y el horror apareció en su rostro cuando se dio
la vuelta hacia mí—. Por favor, no me digas que estás embarazada de nuevo.
—¡Eh! —estalló Oren y lo empujó con tanta fuerza que tropezó en
sentido inverso.
Y justo, desde la puerta, Aspen jadeó—: ¡Noel!
Oren exigió saber cuál era problema de Noel, y Noel quería saber por
qué Oren lo había empujado, y yo alcancé el mostrador para apoyarme al
tiempo que toda esta sensación una vez más desapareció de mi cuerpo, y me
dejó fría y expuesta.
Todo lo que me enteré en el consultorio del doctor volvió corriendo,
todas las palabras que oí, los sentimientos que experimenté, el absoluto y
abatido arrepentimiento. Mi pecho se movía en un intento de tomar una
respiración constante, mientras Oren enfrentó a Noel, pareciendo cabreado.
—Joder, te empujé porque eso que le dijiste a tu propia hermana fue una
idiotez
Quería que lo dejara; iba a exponernos si seguía actuando como un novio
enfurecido defendiendo a su chica que acababa de ser insultada. Pero todo lo
demás dolía tanto.
—¿Quién diablos te crees que eres para decirme cómo tratar a mi
familia? —gruñó Noel—. Y teniendo en cuenta su pasado, era una pregunta
legítima.
—¡Noel! —Irrumpió Aspen hacia él para golpearle en el pecho
Pero antes de que ella pudiera reprenderle, dije—: Sabes qué, era una
pregunta legítima. ¿Quién sabe cuándo Caroline se quedará embarazada otra
vez? Pero estarás feliz de saber, hermano mayor, que ya nunca más te molestaré
con otro susto de embarazo. El médico me ha informado hoy que mi equipo de
hacer bebés está permanentemente fuera de servicio.
Su boca se abrió. —¿Qué?
No podía explicarle más. Dándome la vuelta, huí de la habitación.
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Mary Warner
No tengo idea por qué escuchar a mis padres hablar de ella siempre me
ponía físicamente enfermo. Pero mi estómago se rebeló, la bilis subió en mi
garganta, y mi visión se puso borrosa.
—¿En serio? —Levantándome, miré al otro lado de la mesa—. ¿Traerás
esta mierda en frente de mi nueva novia? —Y estuve tan seguro de que
Caroline sería el perfecto amortiguador para mantener el drama familiar fuera
de la conversación.
Mamá miró a Caroline, con los ojos muy abiertos en alarma antes de
girarse hacia mí. —Esta mierda es el legado de tu hermana. ¿No la quieres
honrar?
El remolino en mi estómago se convirtió en pequeñas agujas de agonía.
Me doblé un poco, poniendo mis manos en las caderas, intentando ocultar lo
mucho que me dolía. —No quiero ni pensar en ello —susurré.
Mamá dejó salir un suspiro triste mientras papá le agarraba la mano.
Odiaba angustiarlos, pero joder, ¿por qué siempre tenían que forzarme en esto?
—Cariño, esto no es saludable. Pretender que nunca existió no va a evitar
que duela.
Sí, bueno, tenía que disentir. Funcionó muy bien para mí en los últimos
cuatro años.
Cuando papá trató de decir algo después, levanté una mano y espeté—:
No lo hagas.
—Creemos que necesitas ayuda. —Mamá dejó salir las palabras,
haciéndome sacudir por la conmoción.
—¿Qué?
—Nuestro mayor temor era que nunca serías capaz de seguir adelante
con lo sucedido. Y por un tiempo, pensamos que lo habías hecho. Pero está
claro que lo reprimes. Ni siquiera has intentado las etapas de duelo para trabajar
a través de ello, y va a terminar volviendo y mordiéndote algún día, cuando
menos te lo esperes.
—Estoy bien —exploté—. Por favor, discúlpenme si no quiero pasar el
resto de mi vida todo deprimido deliberadamente sobre... sobre alguien que
nunca va a volver.
Papá negó con la cabeza. —Todavía no puedes decir su nombre en voz
alta, ¿verdad?
Le di a Caroline una mirada de advertencia, diciéndole que mantenga la
boca cerrada. Sus ojos se encontraban muy abiertos mientras analizaba la escena
de mi disfuncional familia. Joder, iba a tener tantas preguntas después de esto.
¿Qué había pensado para traerla?
—Señora Tenning —dijo ella, dirigiéndose a mi mamá—. No sé si esto
ayuda a aliviarla, pero Oren ha estado visitando a un terapeuta.
¿Qué dijo? Le lancé una mirada de sorpresa, pero ni siquiera me miró.
Centrándose en mis padres, juntó las manos en su pecho con un auténtico
espectáculo de compasión. —Quiero decir, sé que todavía no hizo mucho por él,
pero fue a unas cuantas sesiones, lo que debe significar algo, ¿no? Admitió que
necesita ayuda. ¿No es eso lo que dicen que es la mitad de la batalla?
Los ojos de mi madre brillaban con lágrimas mientras se giraba hacia mí.
—¿En serio? Oh, Oren. Eso es increíble. Estoy tan orgullosa de ti.
Mientras me abrazaba, me encontré con la mirada de Caroline,
ampliando mi mirada para preguntarle silenciosamente qué mierda pensó que
hacía.
—Gracias —murmuré a mi mamá mientras salía de su cálido abrazo que
en realidad extrañaba un poco sentirlo—. Es mi culpa que esté muerta, pero
estás tan orgullosa de mí. Eso hace que todo sea mucho jodidamente mejor.
Incapaz de manejar un segundo más de esta mierda, me giré lejos de
ellos y salí. Mi cabeza corrió en un millón de direcciones diferentes mientras me
iba, sin pensar desde el restaurante. Empecé automáticamente a ir a mi auto,
pero las visiones de la cara ensangrentada de mi hermana cubierta de vidrio
mientras yacía apoyada contra el volante, me hizo parar en seco. Su alarido
mientras gritaba para que la ayudara resonó en mi cabeza.
No me hallaba en condiciones de conducir, así que giré a la derecha y
empecé a caminar por la tranquila acera, esquivando las lámparas de la calle
para poder mantener las sombras.
No llegué muy lejos antes de que una Caroline sin aliento me alcanzara,
corriendo para llegar a mi lado. Jadeó mientras trataba de mantener el ritmo. —
No pensabas abandonarme aquí, ¿verdad? Con tus padres... a quienes acabo de
conocer.
Le envié una rápida mirada dura. —Quieres venir conmigo, mejor sigue
el ritmo.
—Oh, no creo que pueda. —Trotaba, pero se las arregló para mantener el
ritmo, y no se quejó.
De hecho, la exasperante mujer se quedó absolutamente y benditamente
callada… lo que solo me molestó más. ¿Por qué no me gritaba, regañándome
por cuan grosero había sido con mis “increíbles” padres, exigiendo saber lo que
sucedió allí? Estaba de humor para luchar pero, ¿cómo demonios iba a suponer
pelear con una comprensiva e increíble novia?
—¡Maldita sea! —Pateé un buzón de correo por el que pasamos en un
intento por desahogarme—. ¿Cómo se atreven a jodidamente perdonarme tan
fácilmente?
Caroline no respondió. Todo lo que hizo fue meter un mechón de cabello
detrás de su oreja, diciéndome lo nerviosa que se hallaba. Apreté los dientes, al
instante arrepentido por haberla puesto en una situación de este tipo.
Echándole un vistazo, dije—: No puedo creer que jodidamente mintieras
por mí. ¿Terapia?
Solté un bufido. ¿Yo, en terapia? Malditamente nunca.
—¿Qué? —Me envió una sonrisa triste y un encogimiento de hombros—.
Soy la hija de Daisy Gamble. Lo sé todo sobre mentir.
Negué con la cabeza y finalmente dejé escapar una sonrisa. La mujer sí
que tenía un lado salvajemente conspirador, pero hasta ahora, siempre lo usó
para mi beneficio, colándose en mi habitación para sacudir mi jodido mundo
hasta conseguir que mis padres me dejaran en paz. Francamente, podría besarla
mucho por la forma en que mintió.
Echando un vistazo alrededor de la calle muerta de mi pequeña ciudad
natal, preguntó—: ¿A dónde vamos?
Negué con la cabeza, incapaz de mantener intacto mi temperamento.
Solo estar con ella suavizaba cualquier ira que quería sentir. Maldita mujer,
tenía la mala costumbre de hacerme muy feliz cada vez que estaba cerca.
—Tengo que ir a mi lugar. —Le envié un ceño en un último esfuerzo
para seguir con mi ira, pero joder, se veía muy bonita, con sus mejillas
sonrojadas por el esfuerzo que le tomó el mantenerse a mi ritmo—. Y ya que
quieres ser mi sombra, supongo que vas a venir conmigo.
Curiosamente, en realidad quería mostrarle mi lugar, al que solía ir para
estar solo cuando un niño. Nunca había llevado a nadie allí antes, por ello la
parte solitaria. Ni siquiera a mi hermana. Pero de alguna manera se sentía bien
llevar a Caroline.
—¿Tienes un lugar? —Enviándome una mirada de reojo, comenzó a
sonreír—. Eso es tan genial.
Solté un bufido. —Por supuesto que tengo un lugar. Todo el mundo tiene
uno.
Pero ella negó con la cabeza. —Yo no.
—Oh, lo que sea. No lo creo. Tiene que haber algún lugar, ¿al que vayas
para estar sola, relajarte, para sacar la cabeza de tu culo?
—No donde crecí. Quiero decir, en la casa remolque, solía acampar en mi
dormitorio a veces, pero tenía que compartirlo con Colton y Brandt, así que…
en realidad no era solo mío. —Al pasar por un teatro viejo y en decadencia,
abrió la boca y miró hacia el espacio vacío donde la taquilla había sido
colocada—. Oh hombre. Este lugar es tan impresionante. Es una pena que no
esté abierto.
Con una sonrisa, tomé su mano. —Tuve la sensación de que te
apasionaría. Vamos.
Cuando nos dirigí por un callejón oscuro al lado del teatro, se acercó a
mí, tocando mi espalda mientras me siguió ciegamente.
—Por lo tanto, ¿tu lugar es un callejón? —La cautela en su voz me dijo
que no se encontraba impresionada—. Eso es un poco espeluznante.
Me detuve junto a una escalera de incendios oxidada. —No, listilla. Mi
lugar se encuentra en el tejado del teatro. —Girándome para colocarla en la
pared al lado de la escalera, me apoyé cerca—. Mira, siempre he tenido un
fetiche por querer estar encima de los amantes del cine.
Con un bufido, echó la cabeza hacia atrás y rió. —Oh Dios. No te puedo
creer. Se supone que debes tener una crisis personal, y sin embargo, ¿todavía
sueltas un crudo juego de palabras?
—Admítelo —murmuré, apoyándome en ella hasta que pude oler su
cabello—. Eso es exactamente lo que más te gusta de mí.
—Mmm. —Su murmullo de interés recorrió mi torrente sanguíneo y mi
polla se endureció—. Hay algo travieso y sexy al respecto —admitió finalmente.
—¿Ah, sí? —Bajé mi cara hacia la suya hasta que nuestras bocas se
alinearon. Pero no la besé—. Si no lo supiera bien, señorita Gamble, diría que
está tratando de seducirme.
Me tocó la nariz con un golpe rápido. —Casi citas a El Graduado2 allí.
—¿Sí? —Apreté mis caderas contra las suyas para que pudiera sentir lo
duro que me encontraba—. Sin embargo, apuesto a que no hay una cita lo
bastante buena para lo que quiero hacer contigo en este momento.
Aunque su mirada gritó fóllame, y la curva sensual de sus labios parecía
seguir ese sentimiento, susurró en mi oído—: Llévame... —Empecé a gemir de
placer, pero luego terminó con—: a ver tu lugar, Oren.
Me moví más cerca, mi boca a centímetros de la suya. —Entonces será
mejor empezar a subir, mujer. Antes de que te tome contra este muro.
Su mirada se desvió a la escalera junto a nosotros antes de que sus ojos se
abrieran como platos. —¿Qué...? No. Oh, no. En realidad no esperas que suba
esa cosa vieja y desvencijada, ¿verdad?
Con un sonido de mi lengua, agarré su cintura y la levanté, por lo que
podría llegar al primer escalón. —Sí, absolutamente lo espero. Ahora, ponte en
marcha, mujer.
—Oren… —Trepó y maldijo antes de finalmente agarrase bien al mango.
Cuando subió, gimió—. Oh, Dios. Voy a morir.
—Solo... sube —murmuré con aprobación, disfrutando de la vista. Esta
era la segunda, tal vez tercera, vez que la había visto en un vestido, y llegaba a
verlo desde abajo. Maldita sea, era un afortunado hijo de puta. Y mierda que se
vistió así para mis padres. De ninguna manera se puso esa tanga de encaje
negro para impresionar a mi mamá.
Trepaba bien en tacones, lo cual me impresionó. Sin embargo, cuando
empecé a subir detrás de ella, la escalera se balanceó con nuestro peso
combinado. Se quedó inmóvil, chillando con miedo y agarrando los peldaños
para salvar su vida hasta que se acostumbrara al movimiento.
Cuando, una vez más, comenzó un ascenso lento, bajó la mirada para
preguntar—: ¿Es ilegal subir aquí?
Me encogí de hombros y le envié una sonrisa, preguntándome lo rápido
que podía sacarle ese tanga. —Es más que probable.
Miró al frente de nuevo. —Oh Dios. ¿Qué hacemos si nos pillan?
—Me imagino que iremos a la cárcel.
Hizo una pausa. —¡Oren!
2 Es una película de 1967, basada en la novela del mismo nombre de Charles Webb.
—¿Qué? —Empujé su tobillo para mantenerla en movimiento—. ¿Por
qué estás tan preocupada? Soy el chico; seré el que, más que probable, consiga
ser violado en grupo por Bubba y sus amigos si somos enviados a la cárcel.
—Oh, eres tan gracioso.
—Sí, me imaginé que era por eso que me mantuviste contigo.
Resopló, pero llegamos al techo del antiguo cine, así que yo me sentía
feliz. Caroline se detuvo tan pronto como salió de la escalera.
—¿Y ahora qué? —No tengo idea de por qué susurraba después de que
acabábamos de tener una fuerte discusión desde un lado del edificio, pero
pensé que era adorable.
Puse mi brazo alrededor de su cintura y la giré en la dirección que
siempre iba cuando venía aquí solo. —Por aquí. —Luego besé su cabello.
Después de sentarme en el centro de la azotea, la puse en mi regazo para
que no tuviera que sentarse en las tejas mugrientas y se ensuciase el culo. No
hay razón para manchar tal perfección. Además su culo se sentía muy bien en
contra de mi polla.
Una vez que se puso contra mí, apreté mis brazos a su alrededor y besé el
lado de su cuello. —Ahora inclínate hacia atrás contra mí, mira hacia el cielo, y
simplemente… disfruta —susurré a su oído.
Siguió mis instrucciones solo para dejar salir un grito de alegría. —Guau.
—Lo sé, ¿verdad? —Levanté la mirada también, y la noche parecía que
nos tragaba enteros, haciéndome sentir tan insignificante y pequeño en este
momento, y todavía importante e integral para el universo. La sensación era
imposible de explicar. Era de esas cosas que simplemente tenías que sentir.
Sin embargo, Caroline parecía entenderlo. Apretó su agarre en mi
antebrazo y respiró profundo. —El cielo es tan perfecto desde aquí. Las estrellas
se ven tan cerca y tan lejos a la vez.
Asentí. Oh, sí, lo entendió totalmente.
Nos sentamos en silencio durante quince minutos, simplemente dejando
que la noche nos llevara a ese lugar que se sentía tranquilo y libre.
El único problema era que no podíamos quedarnos aquí para siempre.
Caroline rompió el precioso silencio diciendo—: Así que... ¿el nombre de tu
hermana era Zoey?
Solté un suspiro y estiré mis piernas debajo de ella antes de pasar mis
manos sobre sus muslos. —Sí.
Giró su cara hacia mí para besar mi mandíbula. —Y es por eso que
escribes su nombre todo el tiempo.
Fruncí el ceño hacia las estrellas. —No lo escribo todo el tiempo.
Caroline rió suavemente. —Te he visto hacerlo más de una vez.
Dejé salir un gruñido pero viré mi cara para frotarla en la suya.
Dejó escapar un lindo zumbido mientras acariciaba mi cuello. —Estás
muy incómodo con esta discusión; es un poco adorable.
—Gracias. —Coloqué mi brazo alrededor de su cintura, en un esfuerzo
para sentirme cómodo con algo… incluso si era solo su culo en mi regazo—. Me
alegro de que uno de nosotros se divierta.
—Como que pensaba que tenías una cosa por ella —admitió.
Fruncí el ceño. —¿Con quién? ¿La mujer de Ham? No. Bueno, algo así,
supongo. Quiero decir, me gusta Rubia Pero no… no así.
—Te gusta como a un hermano —conjeturó.
Cada músculo de mi cuerpo se tensó con esa palabra. Había sido
hermano. Eso terminó mal. No quería ser hermano de nuevo para otra pobre,
desprevenida e inocente chica.
—Sabes, está bien si tienes sentimientos fraternales por ella —murmuró
Caroline, acariciando con sus dedos mi cabello—. No va a quitarte nada de lo
que sentiste por la primera Zoey. Tengo tres hermanos, y amar a uno no me
impide amar a los otros dos por igual.
Gemí. —Jesús, no les mentiste a mis padres del todo, ¿verdad? Estoy
viendo a un terapeuta. Solo no me di cuenta que eras la psiquiatra.
Murmuró una risa tranquila. —Y si sigues siendo un buen chico por el
resto de nuestra sesión de una hora, la Dra. Caroline podría estar dispuesta a
darte un análisis físico riguroso una vez que esto haya terminado.
—Mmm. —Besé su oreja y deslicé mis dedos de su cintura a la parte
interior de su muslo—. ¿Podemos saltar directamente a esa parte?
Agarrando mi muñeca, movió mi mano hacia un lugar más respetable en
su rodilla. —No hasta que su hora termine, señor Tenning.
Mordí el lóbulo de su oreja suavemente. —Matadora de diversión.
Sonrió y se giró para mirarme. Pero su expresión, con la misma rapidez,
cayó a una sombría. —¿Por qué dices que fue tu culpa que muriera?
Con un gemido, cerré los ojos. —Porque lo fue.
Frunció el ceño en confusión. —Así que... ¿le disparaste? ¿La apuñalaste?
¿La asfixiaste con una almohada? —Después de una pausa reflexiva, asintió —.
De hecho, he considerado asfixiar con una almohada a Brandt. Numerosas
veces.
No pude evitarlo, sonreí. Pero entonces los recuerdos me inundaron de
nuevo y me tragaron. —La dejé conducir —admití finalmente—. Cuando sabía
que estaba molesta.
Caroline se quedó callada por un momento antes de simplemente
preguntar—: ¿Y por qué hiciste eso?
Un suspiro aliviado salió de mis pulmones. Miré de nuevo las estrellas y
abracé a la calentita mujer en mis brazos más fuerte en mi contra, dándome
cuenta que honor era llegar a tenerla así. En un segundo, podría ser arrebatada
de mí, también... así como así.
Metiendo mi cara en su cabello y apreciando lo que tenía en este
momento, dije—: Porque estaba molesta. Le encantaba conducir, así que pensé
que dejarla tomar el volante la haría sentir mejor.
—Y lo hizo... ¿antes de la parte del accidente?
Me encogí de hombros. —Bueno, sí. Supongo. Sonreía y me regañaba
cuando… —Me quebré, recordando los faros del otro coche mientras golpeaban
mi cara justo antes de pasarse una luz roja y golpeándonos por un costado. Un
escalofrío me sacudió. Los recuerdos de Zoey gritando mi nombre, el miedo en
su voz mientras pedía ayuda, la total impotencia que sentí; todo me perseguía.
—¿Por qué se encontraba molesta? —preguntó Caroline.
Negué con la cabeza y bufé. —Algún tipo imbécil. Pensó que le gustaba,
pero luego fue a una pijamada con sus amigas y se enteró que una de las chicas
también salía con él. Cuando me llamó, llorando, pidiéndome que fuera a
recogerla, acababa de…
Joder, no podía decirle a Caroline sobre eso. Pero pinchó mis costillas con
su dedo índice. —¿Acababas de qué?
La miré con cautela. —Supongo que ya te conté sobre mi primera vez,
¿no?
—¿Te refieres a la estúpida chica que se rió de tu hermoso pene?
Apreciando la forma en que describió mi marca de nacimiento, sonreí. —
Sí. Ella. Bueno, me dirigía a casa después de eso cuando Zoey me llamó
pidiendo ayuda.
—Espera. —Levantó una mano y se giró para mirarme directamente a los
ojos—. Así que la misma noche traumática que perdiste tu virginidad y fuiste
ridiculizado por esa perra idiota fue también la noche que tu hermana…
Poniendo la mano sobre su boca para evitar que dijera lo que no podía
soportar escuchar, asentí. —Sí.
Sus ojos se ampliaron. —Vaya. Con razón has tenido todo este asunto
con tu pene. Está vinculado a tu hermana.
No pude evitarlo, solté una carcajada. —Joder, no tienes idea de lo
incorrecto que sonó cuando lo dijiste de esa manera.
—¿Qué? —preguntó antes de que se repitiera mentalmente lo que
acababa de decir. Luego se rió y se tiró contra mí—. Lo que sea. Sabes lo que
quiero decir.
Asentí. —Sí, pero sigue sonando jodidamente extraño.
Finalmente Caroline se rió conmigo antes de ladear la cabeza. —Así que,
¿Zoey era mayor o menor que tú? No puedo saberlo por la forma en que hablas
de ella.
Me aclaré la garganta. —Tenía… tenía la misma edad. Exactamente la
misma edad.
Abriendo la boca, Caroline jadeó. —¿Eran gemelos? Mierda.
Asentí y cerré los ojos. Pero aun así los recuerdos me atacaron. Cada uno
de los detalles de mi infancia involucraba a mi hermana. Siempre se hallaba ahí
conmigo, casi una extensión de mí hasta que, zas, solo se… fue.
—Bueno, joder. —Caroline apoyó la mejilla en mi hombro—. No me
extraña que estés tan destrozado. Quiero decir, perder un hermano tiene que
ser duro. Debe doler y hacerte sentir como si le fallaste de alguna manera. ¿Pero
un gemelo? Eso sería como perder… una parte de ti mismo.
—Sí. —En necesidad de una distracción, pasé los dedos por su pelo—.
Me destruyó bastante. Y me juré que nunca volvería a ser lastimado. Nunca…
joder, nunca amaría así de nuevo. No me importa que fuera solo amor fraternal,
aun así fue…
—No, lo entiendo totalmente. Cualquier tipo de amor: fraternal, paternal,
pasional, platónico, duele muchísimo cuando pierdes a esa persona.
Asentí. —Sí. Y mantuve mi promesa muy bien durante tres años. No dejé
que ninguna chica me afectara, no hasta que llegaste tú. Y luego apareció Rubia.
Jesús, ustedes saben cómo joder mi cabeza, ¿verdad?
Sus dedos acariciaron mi cara de nuevo. —Diría que lo lamento —
murmuró; sus labios se curvaron con placer—. Pero entonces estaría mintiendo.
Arrugué la nariz. Por supuesto, no lo lamentaba. Consiguió exactamente
lo que quería de esto. La miré por un momento, admitiendo que me alegraba
que lo hubiera hecho. —¿Empiezas a ver por qué permanecí lejos de ti por tanto
tiempo? No fue solo por tu hermano.
Asintió. —Sí, supongo. Irracionalmente temes que otra persona vaya a
morir si te comienza a gustar otra chica.
Bufé. —¿Si comienza a gustarme otra chica? El barco del comienzo ha
zarpado. Ya me gustas. Mucho. Por eso esto es tan difícil. Por eso toda nuestra
charla sobre novia-novio de hoy fue tan incómoda. No me gustan las chicas que
follo. Me he asegurado de eso. No tengo citas, no tengo sexo con las luces
encendidas, nunca me acurruco después. —Con un suspiro impaciente, la
abracé con más fuerza hacia mí—. En serio estás rompiendo todas mis reglas.
Lo sabes, ¿verdad?
Su sonrisa simplemente creció. —Empiezo a entenderlo.
Jesús, amaba esto. ¿Por qué a las mujeres les gustaba tanto cuando eres
todo cursi y les derramas tu maldito corazón?
—Así que, si la línea de tiempo en mi cabeza es correcta, todo esto
ocurrió cerca del final de tu… último año de secundaria, ¿verdad?
Asentí. —Dos meses antes de la graduación.
—Dios, es tan horrible. Cómo lo hiciste… No puedo ni imaginar cómo
fuiste capaz de graduarte después de eso. Cómo seguiste adelante.
Negué con la cabeza. —No recuerdo mucho de la última parte de la
secundaria. Solo sé que la pasé. Mudarme a la universidad fue lo que realmente
cambió todo. Supongo que lo vi como un nuevo comienzo, como si no hubiera
existido hasta ese momento. No tenía pasado, ninguna hermana, ni nada. Era
solo yo. Gamble… —Hice una pausa y le eché un vistazo.
Asintió, aparentemente bien con que sacara el tema de su hermano.
Tragué saliva. —Bueno, quizá fue el que más me ayudó a atravesar todo, sin
siquiera saberlo. Nos asignaron como compañeros de cuarto en los dormitorios.
Y simplemente… me arrastró con él y nos obligó a ser este… equipo. —Negué
con la cabeza y sonreí—. Fue fácil no contarle ni una mierda sobre mí. Ese hijo
de puta venía motivado. En serio te lo digo, miraba tan lejos hacia el futuro
cuando llegó a la universidad, era como si no tuviera un pasado. Como si nadie
lo tuviera. Así que, mierda, no lo sé. También fue fácil olvidar todo lo que me
pasó antes de la universidad. Solo vivíamos para el presente y el futuro. Sabía
sobre ti y tus hermanos porque llamaba a casa, como, cada jodido día, pero
pensé que todos eran muy jóvenes o algo así. Realmente nunca pensé en ello.
No me expresó ninguna preocupación, así que no me preocupé por ti tampoco.
Y nunca le importó toda la mierda que sacaba de mi cabeza, así que… solo
funcionó para nosotros.
Con una sonrisa, Caroline me abrazó. —Entonces entiendo por qué tuvo
que dejarnos a Colton, Brandt y a mí por un tiempo. Tenía que estar aquí para
ti.
La miré fijamente, dándome cuenta de la mierda que tuvo que sufrir para
que yo pudiera encontrar una manera de sanar. Eso apestaba. Pero en cierto
modo, me alegró un poco que hubiera resultado de esta manera. Su sufrimiento
la trajo aquí, a mí.
Presionando mi frente en la suya, respiré ese increíble olor que era
puramente de mi mujer. Luego ahuequé su cara entre mis manos. —Cualquier
mierda que ocurrió para arrastrarnos hacia este momento… desearía que la
mayor parte no hubiera ocurrido de la manera en que pasó, pero aun así me
pone contento de que terminara así, justo aquí, contigo y conmigo juntos en este
techo. El dolor valió la pena si fue eso lo que te trajo a mí.
Caroline tomó una respiración temblorosa antes de murmurar—: ¿Oren?
—¿Mmm? —Cerré los ojos, agradecido una vez más de tenerla.
—Tu sesión de una hora se terminó.
Abrí los ojos. Me sonrió. Maldita sea, amaba lo cachonda que podía
ponerse.
Con un gemido ronco, dije—: Gracias a Dios —justo antes de besarla.
Traducido por Adriana Tate
Corregido por Jenni G.
Las cosas cambiaron después de esa noche. Y no fue solo porque terminé
la universidad, me puse una toga y un birrete y caminé a través de una línea
estúpida para que mis padres pudieran tomar un montón de fotos de mí
dándoles la mano a algunos idiotas importantes. Me sentía... diferente.
Mis aplicaciones fueron enviadas, mi futuro estaba abierto para explorar,
sin embargo, temía salir de Ellamore más que nunca. Y todo era debido a una
pequeña rubia sexy y descarada que había volteado mi mundo al revés.
Ciertamente, no ayudaba que a ella le gustara joder conmigo en el peor
momento posible, tampoco, como el pequeño mensaje sexy que me envió antes
de que comenzara un turno en el club en la noche de chicas.
Solo quería que supieras que estoy tocándome en este momento e
imaginando que es tu lengua.
Las gafas que suponía debía estar apilando detrás de la barra fueron de
inmediato olvidadas. Gemí, duro como una roca cuando comencé a escribir mi
respuesta. Tienes una boca sucia, pequeña. Sé exactamente lo que necesitas
para limpiarla.
Entonces... ¿69?
Negué con la cabeza cuando el deseo me recorrió. —Descarada —
murmuré en voz alta. Empecé a escribir de nuevo cuando una voz detrás de mí
me sobresaltó hasta la mierda.
—Guau, ¿quién te está enviando mensajes que tiene tanta de tu atención?
Me di la vuelta para mirar boquiabierto a Gam. Luego aspiré. —No es de
tu maldita incumbencia. —Bajé mi rostro al mensaje, pero ahora el momento
fue arruinado por el hermano mayor.
—En serio. —Gamble intentó agarrar mi teléfono, pero fui más rápido,
manteniéndolo lejos de él. Su mirada saltó a la mía—. ¿Quién te está mandando
mensajes? ¿Por qué no quieres mostrarme?
—Debido a que es tu hermana. —Usé una de mis típicas respuestas
sabelotodo porque, infiernos, no lo sé. Eso es algo que yo diría, y... mierda, no
creí que realmente me creyera.
Escribí: Vuelve a usar esa cosa roja otra vez. Quiero arrancártelo... con
mis dientes esta vez. El bastardo me clavó un puño en el estómago y sacó el
teléfono de mi mano. Me doblé, gimiendo. Cuando me enderecé tanto como
pude, agarrando mi vientre, me di cuenta que un Ham de aspecto preocupado
había hecho una pausa para mirarnos. Sus ojos estaban muy abiertos, porque
sabía que no había estado mintiendo sobre la hermana de Gamble.
Sin embargo Caroline nunca me enviaba mensajes provocativos desde su
número personal. Ella todavía usaba el número de Visitante Nocturna. No estoy
seguro por qué, pero tenía que admitir que siempre estaba caliente al ver ese
nombre emergente. Eso me decía que iba a leer algo explícito y sexual. Por el
momento, estaba doblemente contento de que ella lo hiciera, porque acababa de
salvar nuestros culos de la ira de Noel Gamble.
Él se rió cuando empezó a leer nuestra correspondencia privada.
—Pervertido —murmuré, agarrando mi teléfono y mirándolo—. Éstos no
estaban destinados para tus ojos, imbécil.
Gam alzó las cejas con sorpresa. —Era tu amiga Visitante Nocturna.
Rodé los ojos. —¿En serio? No tenía idea.
Puso sus manos en sus caderas, con el ceño fruncido. —Pensé que habías
dicho que no te pusiste en contacto con ella.
—Bueno, supongo que todavía le mando mensajes. ¿Por qué te importa?
—No me importa. Solo me sorprende que estés siendo tan reservado al
respecto.
Con una risa, sacudí la cabeza. —No estoy siendo reservado. ¿Desde
cuándo no querer arruinar mi estado de ánimo por interrumpir una
conversación caliente me hace ser reservado?
—Ya que por lo general los empujas en mi cara para leer cada maldita
oración. ¿Qué pasa contigo, hombre? Siempre das detalles, usualmente más de
los que quiero, para empezar.
—Bueno, tal vez estoy comenzando a escucharte sobre mantener mi
mierda para mí mismo. ¿Pensaste alguna vez eso? Tu pequeño Ten está
creciendo y aprendiendo algo llamado privacidad, responsabilidad, respeto y
esa mierda decente.
—Sí, claro —dijo secamente—. Creciste mucho en... ¿cuánto tiempo ha
pasado desde que comenzaste a follarla? ¿Unas semanas? ¿Un mes?
Me enfadé. No me gustaba cómo de malditamente irrespetuoso trataba
mi relación con Caroline. Sabía que no estaría diciendo esa mierda si supiera de
quién hablaba, pero maldita sea... todavía me hizo querer envolver mis manos
alrededor de su cuello y solo...
—Oye, Gamble —gritó Hart de repente desde el otro extremo de la barra.
Alcé la mirada para verlo con su teléfono en mano y la palma sobre el
receptor—. Tu hermana está en el teléfono preguntando por ti.
¿Qué? ¿Por qué demonios Caroline lo llamaba en medio de los mensajes
provocativos conmigo? ¿Y por qué no había oído sonar el teléfono? Cualquiera
sea la razón, Gam se alejó para contestar su llamada, dejando nuestra discusión.
Parpadeé hacia Hart mientras negaba con la cabeza hacia mí. —De nada
—murmuró.
—¿Qué? —Confundido, me volví para seguirlo.
Hart suspiró y miró por encima del hombro para ver a Gamble hablar
por teléfono. —Tienes que ser un poco más sereno con él, hombre.
Me detuve en seco, parpadeando. —¿Qué demonios significa eso?
—Significa que estás siendo un imbécil. Tú eres el que está teniendo sexo
a sus espaldas. Sin embargo, actúas como si fuera al revés.
—¿Bromeas? —murmuré, cavando un dedo en mi propio pecho—. Él es
la razón por la cual Caroline y yo tenemos que mantener todo en secreto. Creo
que tengo una muy buen a razón para estar irritado con él. Y... espera. ¿Qué
demonios? —Di un paso más cerca y agarré su camisa para tirarlo a la abertura
del pasillo—. Lo sabes —susurré—. ¿Cómo diablos sabes?
El hijo de puta solo me sonrió. —¿Saber qué?
Apreté los dientes y eché un vistazo alrededor para asegurarme de que
nadie nos escuchaba. —No jodas conmigo, amigo. ¿Cómo lo descubriste?
Se encogió de hombros, sin dejar de verse demasiado satisfecho de sí
mismo. —Me di cuenta la noche en que recibiste tu primer mensaje... ¿cómo la
llamaste? ¿Tu Visitante Nocturna? Caroline me pidió que te regresara tu celular
después que Zoey y ella lo habían tomado.
—Zo... ¿Rubia estaba involucrada en eso? —Ooh, ella y yo íbamos a tener
algunas palabras después de esto—. Mierda. Así que, ¿lo sabías incluso antes de
saberlo yo?
—Sí. —Viéndose orgulloso de sí mismo, Hart se rió entre dientes—. Soy
bastante inteligente.
—Estás bastante muerto. —Lo empujé contra la pared y fruncí el ceño—.
¿Por qué diablos no me dijiste que lo sabías desde esa noche?
Hart se encogió de hombros, aparentemente despreocupado por el hecho
de que yo estaba a una fracción de segundo de mutilarlo. —Sabía que te darías
cuenta eventualmente. Y Caroline hizo un montón de trabajo para engañarte.
No quería arruinar sus planes.
Él se encontraba en el Equipo Caroline. No me gustaba eso. ¿Cuánto la
adoraba? Con el ceño fruncido, lo miré mal y di un paso atrás para darle
espacio. Silbando una melodía, me guiñó el ojo y se deslizó junto a mí, saliendo
del pasillo y regresando al bar.
—Así que, Ten... —Asher me sonrió mientras balaceaba una silla fuera de
una mesa. Su sonrisa era demasiado intrigante.
Entrecerré los ojos. —¿Qué?
—¿Hacemos una pequeña apuesta esta noche?
Olvidando los vasos que había estado apilado, me moví a la mesa junto a
la que él trabajaba y tomé otra silla para girarla y ponerla en posición vertical en
el suelo. —¿Qué clase de apuesta?
—¿Vemos cuál de nosotros puede obtener más números de teléfono de
mujeres?
Me detuve y lo miré. El brillo en sus ojos cuando cruzó los brazos sobre
su pecho y apoyó la espalda contra la mesa me dijo que sabía que me había
encajonado en una esquina.
Detrás de nosotros, Gamble abucheó. —Esa sí es una competición que me
gustaría ver.
Mierda. Miré hacia atrás, a Gamble y mentalmente abofeteé a Hart. ¿En
qué demonios me estaba metiendo? No podía rechazarlo ahora, no con Gamble
escuchando; él sabría que algo pasaba si rechazaba un reto como éste.
—A mí también —dijo Hart. Su sonrisa se extendió un poco demasiado
amplia y un poco demasiado a sabiendas—. A menos que tengas una razón por
la que tendrías que decir que... no.
Mi boca se abrió. Qué cretino. A él le debía gustar Caroline lo suficiente
como para joder conmigo esta noche en algún plan maligno para alejarla de mí.
Asentí y murmuré—: Lo que sea —porque no podía decir que no frente a
Gam y tampoco podía expresar la palabra sí en voz alta.
Pero al primer segundo que tuve después de que abrimos las puertas y
Gamble estaba ocupado en el bar, empujé al cretino por detrás. —Ve hasta el
bar donde Gamble pueda oírte y cancela esta jodida apuesta.
—¿Qué? —Se sobresaltó—. ¿Por qué habría de hacerlo?
Porque lo mataría si no lo hacía. Levanté mis manos y le envié una
mirada incrédula. —¿Por qué piensas? No puedo jodidamente ligar con otras
mujeres. Estoy con alguien, idiota.
—Entonces cancélala tú.
—No puedo. Gamble se dará cuenta de que algo raro está pasando, como
si estuviera durmiendo con su hermana a su espalda.
—Bueno, lo estás, entonces...
—Vete a la mierda. —Lo empujé en el pecho—. Vamos a decirle. Algún
día. Pero primero, quiero demostrarle que puedo crecer y cuidar de ella antes
de dejar caer la gran bomba. Tal vez de esa manera, no va a matarme tan rápido
cuando se entere. Excepto que jugar a acumular números de teléfono no va a
demostrar una mierda.
—Entonces cancélala, hombre. Muéstrale que estás creciendo.
Gruñí. —Como si me creyera. Todo el mundo sabe que no podría crecer
tan rápido. Tiene que haber un cambio progresivamente lento hacia la madurez.
—Oh Dios. —Hart rodó los ojos—. Me estás dando un dolor de cabeza.
Lo empujé de nuevo. —Solo cancela la jodida apuesta.
Excepto que no lo hizo. Y entonces... la noche comenzó con su estúpida
apuesta carcomiendo mi conciencia.
—¿Ningún número todavía? —preguntó Gam una media hora después
cuando me acerqué a la barra con una lista de bebidas para conseguirle a los
clientes.
Levanté mi cara hacia donde él me miraba desde detrás del mostrador.
—¿Eh?
Rodó los ojos y chasqueó los dedos delante de mi cara. —Chicas.
Números. Apuesta. ¿Algo que te suene?
—Oh, cierto. Sí, no. No hay números todavía.
—¿En serio? Debes estar fuera de juego esta noche. Hart ya tiene tres.
—¿Sí? —Miré a mi alrededor a una mesa donde Hart le sonreía a la mesa
de las chicas. El hijo de puta. Entrecerré los ojos hacia él antes de volver hacia
Gam—. ¿Debe ser la cosa de músico?
—Hmm. —Gamble me miró críticamente, como si supiera. Luego cruzó
los brazos sobre su pecho—. Estaba seguro que conseguirías algo de la mesa
que acabas de servir.
Si hubiera estado jugando el maldito juego de Hart, sí, probablemente lo
hubiera hecho.
Las miré. —Todas tenían novios —dije.
—¿Y cómo demonios podrías saberlo? —preguntó Gamble—. Apenas
hablaste con ellas el tiempo suficiente para tomar sus pedidos y mucho menos
para obtener estatus de relación.
Puse mi bandeja de servir vacía en la parte superior de la barra, un poco
demasiado duro, y le envié a Gam una mirada feroz. —¿Por qué diablos es esta
apuesta tan importante para ti? Jesús, es como si trataras de revivir tus años de
bachillerato a través de mí, o algo así.
—¿Perdón? —Gam se echó hacia atrás por mi arrebato, y me di cuenta de
que había ido demasiado lejos. Mierda—. Cristo, hombre. No sé qué te hizo tan
seco e irritable últimamente, pero definitivamente hay algo contigo. Ahora...
¿qué está pasando?
Me incliné para descansar los codos en la barra y luego hundí mi cara en
las manos. Casi le conté todo. No sé por qué; no he hablado con Caroline sobre
ello, pero estaba jodidamente cansado de ocultárselo.
—¿O es por ella? —La pregunta de Gamble me hizo levantar la cara.
Miré por encima del hombro para ver a Caroline pasando la autorización del
portero.
Mi cara palideció.
Mierda, mierda, mierda. ¿Qué hacía ella aquí? ¿Y si se enteró de la
apuesta? ¿Y si pensaba que yo estaba de acuerdo con eso y que me había
ofrecido voluntariamente para participar? Y si...
—Jesús, estás loco por la mujer de Hamilton, ¿verdad? —murmuró
Gamble.
—¿Qué? —Lo miré, confundido, hasta que señaló en dirección a Caroline
de nuevo. Fue entonces cuando me di cuenta de que Rubia estaba con ella. El
hijo de puta pensaba que la había estado mirando en lugar de a su hermana.
Gemí. Esto no funcionaba. Abrí la boca para cancelar la apuesta con Hart y
decirle a Gamble en términos inequívocos que no estaba caliente por la mujer
de Hamilton cuando Hart maldijo por detrás de mí. Luego habló más alto,
diciendo—: Oye, Ten. Voy a cerrar la apuesta ahora. Tengo cuatro números.
¿Puedes superar eso?
Lo miré con el ceño fruncido. —¿Vas a pararlo ahora? —Cuando asintió,
rodé los ojos—. Todos ustedes se pueden ir al diablo. ¿Lo saben?
Harto de ambos, me di la vuelta lejos de la barra y me marché. Quería ir
hacia Caroline, pero no podía. Lo que solo me enfureció más. Cuando ella llamó
mi atención seguí caminando, sintiéndome como la mierda por mandarla lejos.
Solo había tomado un pedido de otra mesa cuando Hart agarró mi brazo.
—Hombre, no sabía que Caroline iba a aparecer esta noche. Nunca haría nada
para lastimarla.
—Vete a la mierda. —Me encogí lejos de él y caminé hacia la barra para
poner mis órdenes. Sin embargo me aseguré de detenerme en el lugar de Lowe
en vez de Gamble. Mientras él preparaba la bandeja para llevar a mis clientes,
eché un vistazo alrededor del lugar. Vi a Rubia donde había asaltado a Ham y
lo saludaba con un abrazo y un beso. Pero Caroline ya no estaba con ella. Así
que seguí buscando. ¿Dónde demonios se había ido?
Cuando por fin la vi, ella ya me había encontrado. Caminó a través de la
multitud de personas y mesas mientras se dirigía en mi dirección, y querido
Dios... No tenía idea que poseía una falda así de corta, o una blusa así de
apretada y escotada. Mi interior se calentó. Quería que todos los demás en el
lugar desaparezcan así podría sentarme en la parte superior de la barra y hacer
una fiesta con ella.
Pero Gamble la llamó y dobló su dedo haciéndole señas. Ella se apartó y
algo dentro de mí gruñó con disgusto.
Miré a su hermano brincar desde la parte superior de la barra. Cruzó los
brazos sobre su pecho mientras hablaba con ella, probablemente dándole algún
tipo de sermón. A cambio, ella puso sus manos sobre las caderas y le dijo algo,
algo inteligente y defensivo sería mi conjetura. Pero en lugar de enojarse,
Gamble simplemente rió entre dientes y luego la jaló para poder abrazarla, lo
que hizo que su falda se subiera a la parte posterior de sus muslos para
jodidamente mostrarle a todo el club qué color de ropa interior llevaba. Cuando
ella sonrió y le devolvió el abrazo, miré lejos.
Eran momentos como este los que hacían mucho más difícil de hacer las
cosas que hacía a sus espaldas. Si su hermana hubiera sido cualquiera menos
Caroline, estaba seguro de que nunca habría tenido un problema manteniendo
mis manos lejos. Pero ella era tan... ella.
—Aquí tienes. —Lowe estableció la última bebida de mis peticiones en
mi bandeja y la recogí, enviando una última mirada anhelante hacia Caroline.
Me miraba de nuevo, por desgracia, como si estuviera empezando a darse
cuenta de que no iba a acercarme a ella. Aquí no.
Me giré lejos, más miserable que nunca.
Cuando volví al bar, ella ya no se encontraba allí. Tuve que explorar
rápidamente antes de verla cerca de una mesa llena de hombres y mujeres,
donde un maldito hijo de puta parecía demasiado interesado en sus tetas
mientras él sonreía y se reía de lo que sea que decía ella.
Troné mis nudillos, queriendo sacrificarlo, quienquiera que fuese.
Pero entonces Hart se acercó a su mesa y robó su atención lejos del feo
hijo de puta. Excepto que eso no resolvió mis celos en lo más mínimo.
En serio, el maldito coqueteaba abiertamente con ella, justo en frente de
Gamble. Y Gamble —el maldito— no hacía nada, ni siquiera se inmutó. No
podía mencionar el nombre de Caroline sin que él rompa mis bolas y advirtiera
que me aleje de ella, ¿pero Hart podía casi meter su mano bajo su corta falda
delante de él y lo ignoraba completamente?
Eso no era jodidamente justo.
Chupé y rechiné mis dientes mientras tomaba otra orden. Acababa de
entregar una ronda de chupitos a un grupo alborotado de chicas borrachas —
una de las cuales agarró mi culo mientras deslizaba mi propina en mi bolsillo
trasero— cuando descubrí a Caroline entrando en el pasillo que conducía a las
oficinas y los baños.
Sin dejar pasar esta oportunidad, corrí tras ella.
Traducido por Vane Farrow & Andreeapaz
Corregido por florbarbero
No tenía idea de qué comprarle a un niño de un año, pero ese sábado por
la tarde entré en el patio trasero de Pick con lo que parecía el juguete masticable
de un cachorro. Tetas de Leche me había insultado hace unos meses, cuando
dieron una fiesta de cumpleaños para su hijo. Me envió a comprarle algo, y me
ordenó que no regresara hasta que consiguiera un regalo para el mocoso. Así
que, esta vez, vine preparado.
Tetas de Leche vitoreó con apreciación en cuanto me vio llevar la
estúpida bolsa de regalo de color rosa.
—No puedo creerlo —jadeó, acercándose a mí y, por suerte, liberándome
de mi regalo—. Ten-Ten puede aprender modales.
—Sí, es un jodido milagro. —Le fruncí el ceño al tiempo que tiré el cuello
de mi camisa—. ¿Dónde está la cerveza?
En vez de señalarme en la dirección correcta, cruzó sus brazos sobre su
pecho y arqueó una ceja. —Antes de que bebas nada, tú y yo tendremos una
pequeña charla.
Mierda, eso no sonó bien. Pick debe haberle dicho de lo mío con
Caroline. —Supongo que no vas a decirme que quieres ponerle mi nombre a tu
próximo hijo.
Resopló. —No. Mi próximo hijo ya tiene nombre, pero gracias. Lo que
quiero saber es qué crees que se me pasó por la cabeza al instante en que entré
en la oficina de Pick, y encontré un condón usado en el bote de basura.
Mis ojos se ensancharon. —Oh, mierda. Lo siento mucho. —Ni siquiera
pensé en ese escenario. Pero entonces fruncí el ceño—. Espera, no creíste que te
engañó, ¿verdad? —Ellos eran tan unidos como Gamble y su mujer, Hamilton y
Rubia, Lowe y Buttercup. Esas parejas simplemente no se engañaban.
Tetas de Leche frunció aún más el ceño. —Por una fracción de segundo,
hubo un momento en que sentí una pizca de inquietud. —Se estremeció—. Fue
el peor medio segundo de mi vida. Así que, muchas gracias, idiota, por hacerme
experimentarlo. —Me golpeó el hombro, y marchó enfurecida a hablar con
Lowe y Buttercup, que daban vuelta las hamburguesas en la parrilla. Hamilton
y Rubia se encontraban también por ahí, jugando con los dos niños de Eva y
Pick. Y Hart estaba junto a los refrigeradores de cerveza.
Comencé a dirigirme allí, ya que necesitaba un trago. Cuando me vio,
sonrió.
—Oye, Ten. Mira esto. He estado practicando.
Lanzó una botella de alcohol vacía en el aire, y la atrapó por detrás de su
espalda. Una vez que la tuvo en la mano, lo llevó a la parte delantera y fingió
servir en una taza invisible. Con una sonrisa, levantó la mirada para evaluar mi
reacción. —Pensé que conseguiría más propinas si lo hago en el trabajo.
En realidad, fue un movimiento estupendo. Pero fruncí el ceño como si
no me impresionara. —Siempre tienes que esforzarte para ser mejor que yo,
¿no?
Se rió. —¿Esforzarme? En realidad no. Ser mejor que tú es algo que me
sale natural.
—Como sea.
Empecé a alejarme, pero él gritó—: No eres un fan de Cocktail, ¿no?
Hice una pausa y miré hacia atrás. —Cock… ¿qué?
—Cocktail. La película de los años ochenta. Tom Cruise. Elisabeth Shue.
Negué. —Nunca la he visto.
—¿Qué hay de Coyote Ugly? —Procedió a girar la botella sobre su mano y
atraparla de nuevo.
Maldito fanfarrón. Negué. —¿Coyote Ugly? —repetí estúpidamente—. ¿Es
otra película o algo así? —Bueno, en realidad miré esa porque mostraban a
chicas sexys, pero no iba a decírselo.
Hart suspiró y sacudió la cabeza. —Hombre, no tienes remedio. Ooh,
Caroline. —Mirando detrás de mí, sonrió—. Mira esto. Lo aprendí yo solo.
Me tensé, sorprendido al saber que ella venía detrás de mí y ni siquiera la
sentí. Cuando me volví, la vi observando a Hart hacer sus trucos de Cocktail y
Coyote Ugly.
—Oh, genial. —Su sonrisa para él me hizo rechinar los dientes—. Eso es
de Cocktail, ¿no es así?
—Sí. Gracias. —Hart me miró, pero yo rodé los ojos.
—No es justo. Es una maldita friki de las películas con una carrera de
dirección cinematográfica.
Su boca se abrió. —¿Me acabas de llamar friki?
Sonreí y me moví un poco más cerca de ella. —Una friki sexy.
Su rostro se iluminó de placer antes de que frunciera el ceño. Al darse
cuenta de lo mucho que me acerqué, jadeó y abrió mucho los ojos antes de
lanzar una mirada cautelosa hacia Hart. —Oren —advirtió en voz baja.
—¿Qué? Ya sabe. De hecho —eché un vistazo a todos en la fiesta—, estoy
seguro que todo el mundo aquí lo sabe. Pick puso al tanto a Tetas de Leche, que
probablemente le contó a Buttercup, quien le ha dicho a Lowe. Y Zwinn lo ha
sabido desde el principio. Creo que Gam es, literalmente, la única persona que
no lo sabe, y acaba de llamar para decirme que llegaba tarde, lo que significa...
—La tomé por sorpresa y la agarré por la cintura—. Puedo absolutamente hacer
esto.
Jalándola hacia mí, la acurruqué contra mi pecho, enterré mi cara en el
costado de su garganta, donde procedí a mordisquear su piel sensible. Gritó por
la sorpresa, y se sostuvo al brazo que envolví a su alrededor.
—Y esto. —Levanté la mano como si fuera a acunar sus pechos a través
de su camisa.
—¡Oren! —Escandalizada, pero sin dejar de reír, me agarró la muñeca,
deteniéndome—. Ya basta. —Salió de mis brazos para enfrentarme—. Estás
jugando con fuego. —Entonces fue y me clavó su dedo en mi estómago.
Me reí, y la esquivé de nuevo cuando vino hacia mí. —Mujer —le
advertí—, no me claves.
Con una risa juguetona, acusó—: No seas tan infantil. Me gusta cuando
me clavas.
Cuando la atrapé y encerré sus brazos, eché hacia atrás mi cabeza y solté
una carcajada.
Hart se cubrió su rostro con una mano y gimió. —Jesús. Tiene una mente
tan sucia como la tuya, Ten.
—Lo sé. —Al presionar mi mejilla contra la suya, sonreí con orgullo y me
mecí de un lado al otro con ella—. ¿No es genial?
—Oye, Ten —gritó Lowe, desde el otro lado del patio—. Noel está
pasando la entrada.
Levanté mi cara y fruncí el ceño. —¿Qué? Pero acaba de enviarme un
mensaje diciendo que llegaba tarde.
—Bueno, supongo que llega a tiempo.
Gruñí de frustración. —Mierda. —Con un último y rápido beso en la
mejilla de Caroline, le murmuré al oído—: Luego te lamo, nena.
Aparté mi brazo de ella, y me alejé. Cuando lo hice, un pequeño dolor se
extendió en mi pecho, pero me aseguré de comportarme con normalidad. Me
acerqué hacia donde Ham y Rubia jugaban con los dos niñitos.
—¿Cómo va el cuidado de los niños? —pregunté, mirando a los Gamble
por el rabillo de mis ojos, mientras entraban al patio trasero. Gam y su esposa
llevaban platos de comida hacia Pick, donde preparaba todo, los hermanos
menores fueron hacia Caroline, donde la dejé hablando con Hart.
No quería enojarme con mi amigo más antiguo por llegar antes de lo que
dijo, pero mierda, si no me molestaba porque apareció tan jodidamente
temprano. Pero le prometí a Pick que no causaría ningún tipo de drama en la
fiesta de su hijo, así que me quedé lejos.
—Oye —dijo Ham, pasándome a uno de los niños—. Sostén a Skylar por
mí, ¿sí? Voy a ayudar a Mason a acomodar las herraduras.
Mis ojos se abrieron como platos, pero alcé al niño para que no se caiga.
Sujetándolo a un brazo de distancia, grité tras él—: ¡Oye! Oye, ¿qué debo hacer
con esto? —Simplemente se rió entre dientes, y siguió caminando. Cuando vi a
Rubia reírse de mí, giré hacia ella, aún sosteniendo al bebé lo más lejos posible
de mí.
—Rubia —susurré—, deja de reírte y, ¿dime qué hacer?
—No lo sé. Tal vez deberías, ya sabes, sentarte con ella en tu regazo.
—¿Ella? ¿Así que ésta es la niña?
—El vestido rosa no te dio ninguna pista, ¿verdad?
—Cállate —murmuré. No podía pensar con claridad con la
responsabilidad de un maldito niño en mis manos.
Rubia se rió de mi angustia. Pero poco después su corazón demasiado
bondadoso la hizo acariciarme el hombro. —Solo respira. Vas a hacerlo bien. Y
en serio, debes sentarte. Te ves como si pudieras desmayarte.
Me senté como me instruyó, tragué saliva bruscamente cuando la cosita
de mejillas regordetas con rizos finos y oscuros me miró con los más grandes
ojos azules.
—Esta es la cumpleañera —presentó Rubia—. Su nombre es Skylar.
—Correcto. —La miré en busca de una guía—. ¿Y ahora qué?
Negó. —No lo sé. Trata de hablar con ella.
Gruñí de frustración, y miré al otro lado del patio, buscando a Caroline
para asegurarme de que no me vio bromeando y creyera que quería uno o algo
parecido, ahora que sabía que ella no podía tener hijos. Pero se encontraba
ocupada hablando con Aspen y Hart. Me volví hacia la niña.
La cosita era algo linda con esa expresión siempre seria.
—Oye —dije, inseguro de qué diablos debía decirle a alguien de un
año—. Uh... feliz cumpleaños.
Skylar inclinó su cabeza como si le sorprendiera que por fin me decidiera
a hablarle. Luego sus labios temblaron, y sonrió. Para mí. Sentí algo en mi
pecho y joder, ¿quién habría sabido que la sonrisa de una bebita era tan
jodidamente poderosa? Creo que me enamoré.
—Rubia. Oye, creo que le gusto.
—Por supuesto que sí. —Me sonrió—. Eres un tipo simpático.
—Sí. —Asentí—. Joder, sí, lo soy. Las chicas me adoran. —Esto provocó
que otra sonrisa apareciera en la cara de Skylar, y sí, probablemente me moriría
por ella. Me atrapó, de cabo a rabo.
Rubia se quedó cerca, sosteniendo las manos del chico mientras él se
tambaleaba por la hierba. —¿Puedes hacer eso? —le pregunté a la niña—.
¿Caminar como tu hermano? —Ellos no eran hermanos de sangre, pero los
criaban juntos, y ya que eran tan cercanos en edad, serían criados más o menos
del mismo modo que mi hermana y yo. Como gemelos.
Skylar me envió una sonrisa secreta como respuesta. Le devolví la
sonrisa. —Sí, apuesto que puedes hacer todo lo mismo que él. —Mi hermana
había sido lo bastante competitiva como para asegurarse de que siempre se
mantenía al día conmigo, a pesar de que yo era más alto, más rápido y más
fuerte. Aún así, me había pateado el culo en más competiciones de las que yo
quería admitir.
—Oye, Rubia —empecé de nuevo, necesitando compartir este genial
momento con alguien.
Pero al segundo en que me volví hacia ella, decidió recoger al niño y
ponerse de pie. El problema era que estuvo arrodillada lo suficientemente cerca
de mí, para que su puntiagudo codo me golpeara directamente en el ojo cuando
nos chocamos.
—Joder —grité, viendo las estrellas momentáneamente cuando mi ojo
explotó por el dolor.
—Oh Dios mío —gritó—. Oh, Ten, lo siento mucho. ¿Estás bien?
—No. —No vi nada más que una cegadora luz blanca, al tiempo que el
paquete en mis manos se retorció y se puso a llorar—. ¿Está bien? —pregunté—
. Joder, no puedo ver una mierda. La niña está bien, ¿cierto?
—Está bien. —La voz de Pick vino desde mi izquierda—. Yo me ocupo
de ella. —Sacaron de mis brazos a la bebé chillona, y al instante se calmó.
Ya que no debía preocuparme más por la niña, me agaché y apreté mi
palpitante ojo. —Dios... maldita sea.
—Ten, ¿estás bien? —preguntó Buttercup, al tiempo que me tocó el
brazo.
—Mejor que nunca —murmuré.
Se rió, pero luego dijo en voz baja—: Entonces levanta un pulgar o algo
parecido, porque Caroline parece lo bastante preocupada como para correr
hasta aquí y ver cómo estás.
Inmediatamente levanté mi brazo, con el pulgar en el aire. —Estoy bien
—grité—. Había pasado demasiado tiempo desde que me dejaron un ojo negro.
Pensé en ponerme al día de nuevo.
Alguien comenzó a aplaudir. —Así se hace, Zoey. Ahora puedes unirte
oficialmente al club de “Dejarle un ojo negro a Ten” con Quinn, Pick y yo.
—Cállate, hijo de puta —le grité a Gamble, al tiempo que Buttercup y
Rubia agarraron mis brazos y me guiaron hacia la casa—. Te apuesto que este
moretón se extenderá mucho más, y será más oscuro que el pequeñito que me
dejaste tú.
Después de que las chicas formaron una bolsa de hielo para mí, regresé a
la fiesta y me encontré hablando con Pick y Mason, porque parecían estar
ubicados muy lejos de Caroline. Era como si todo el mundo estuviera tratando
de mantenerme alejado de ella. No me gustaba eso. Así que no escuché mucho
de lo que dijeron los bastardos, demasiado ocupado haciendo un seguimiento
de todo lo que hacía ella al otro lado del patio.
Esto era horrible, empeoró aún más cuando Lowe sonrió y me estrechó el
hombro a la vez que le hablaba a Pick. —Solo mira esa expresión de cachorro
mientras la observa.
Pick sonrió con aire de suficiencia. —Ten, hombre. Estás enamoradísimo.
—Cállate —murmuré, y seguí mirando mientras bebía mi cerveza.
El resto de la fiesta parecía avanzar lentamente. Pero en serio, los niños
de un año se tomaban una eternidad para abrir sus malditos regalos. En cuanto
los abrían ellos querían jugar con sus juguetes, sin el menor deseo de moverse y
ver qué más se les dio. En serio, ¿qué pasaba con eso?
Me encontraba apoyado contra un poste, tratando de animar a su
hermano para que gateara hasta allí, y le ayudara a rasgar el papel de regalo
cuando por el rabillo de mi ojo, donde mi radar de Caroline resonaba con
fuerza, ella agarró su estómago y cayó hacia adelante, doblándose. Toda mi
atención se centró de inmediato en ella, y me aparté de la pared. Su mirada se
encontró con la mía; sus ojos se abrieron mucho por la sorpresa y el dolor.
—¿Estás bien? —articulé.
Asintió, pero se veía más pálida y el sudor se deslizaba por el lado de su
cara. No se encontraba para nada bien, maldición. De repente, se lanzó hacia un
arbusto cercano y vomitó sobre él, devolviendo todo su almuerzo.
—¡Mierda! —Salté hacia delante, pero Ham me agarró del brazo,
deteniéndome.
Lo miré y traté de liberarme. —No me jodas, hombre.
Se acercó más. —Noel está aquí. La cuidará.
Mi respiración se aceleró. De todos modos, quería sacármelo de encima e
ir con Caroline. Pick, Hart y la esposa de Gamble, se amontonaron a su
alrededor, al igual que sus tres hermanos. ¿Qué tendría de malo si también iba
allí? Era mi mujer, maldita sea.
—Este sería el peor momento para exponer tu relación —murmuró Ham.
Así que comencé a pasearme a su lado, sintiéndome como un animal
enjaulado, mientras observaba desde jodidamente lejos, mientras que Caroline
continuaba vaciando su estómago.
—¿Qué diablos le ocurre? —murmuré, empezando a entrar en pánico.
Hace solo unos minutos se encontraba bien.
Ham negó. —No lo sé. No creo… —Se detuvo cuando Buttercup se puso
una mano sobre la boca, se lanzó dentro de la casa de Pick y Eva justo antes de
que Lowe la siguiera, sosteniendo su estómago.
—¿Qué demonios? —Un segundo después, Brandt también comenzó a
vomitar sobre el césped.
—¿Una intoxicación? —supuso Rubia.
Y la esposa de Gamble levantó los brazos y gritó—: ¿Qué comió todo el
mundo?
Traducido por Daniela Young
Corregido por Beatrix
3
Película americana del año 1972, basada en la novela del mismo nombre.
—¡Hola, cariño! —lo llamé alegremente—. Llegaste temprano a casa. Y ni
siquiera llegué a poner el lazo en el regalo que tengo para ti.
Scotini miró de Noel a mí y luego le dio una mirada escandalizada a
Caroline. —Oh Dios mío. ¿Tu hermano es gay?
¿En serio? También me giré hacia ella, y con el mismo tono, dije—: Oh
Dios mío. ¿Es jodidamente estúpido?
Ella solo suspiró, y parecía algo avergonzada, como si le apenara haber
tenido algo que ver con un estúpido descerebrado.
—¿Ten? —Se acercó Noel, frunciendo el ceño—. ¿Qué demonios estás
haciendo? Aspen me llamó al trabajo, diciéndome que golpeaste a un extraño
en nuestro patio trasero. Así que vine a casa para encontrar esto. ¿Quién es este
chico?
No pude evitar sonreír. —Bueno, por qué no te presento, amigo. Este de
aquí es Sander Scotini.
Noel salió de la conmoción y miró a Scotini antes de que una pequeña
sonrisa iluminara su rostro. —¿De verdad es él?
Asentí. —Y Sandy —dije, tomando a la pequeña mierda del suelo, por el
pelo—. Conoce al sobreprotector y homicida hermano mayor de Caroline, Noel
Gamble.
La puerta trasera se abrió de nuevo. —¿Noel? —dijo Aspen, mirando
preocupada mientras Noel hacía crujir sus nudillos y daba un paso amenazador
hacia Scotini—. ¿Todo está bien? ¿Debería llamar a la policía?
—¿Quién es ella? —preguntó Scotini.
—Es mi esposa —entonó Noel—. Ni siquiera la mires. —Luego dijo sobre
su hombro—: No, bebé. Lo tenemos bajo control.
Scotini me miró. —Sí él es Noel, ¿entonces quién eres tú?
—Soy Ten.
Parpadeó, honestamente despistado. —¿Diez qué?
—Estoy a diez4 segundos de sacar a tus padres de su miseria por tener a
un idiota como hijo. Jesús, Ya cáptalo.
—Espera, ¿se orinó en sus pantalones? —preguntó Noel, de repente
dando un paso cauteloso hacia atrás.
Levanté mis manos, orgulloso de mí mismo. —Por supuesto que se orinó
en sus pantalones. Soy un maldito hijo de puta. Soy jodidamente intimidante.
4
Juego de palabras. “I’m Ten” puede traducirse como “Soy Diez” o “Estoy a diez”.
Noel sacudió la cabeza, parecía decepcionado. —Demonios. Ahora no lo
puedo golpear.
—¿Puedo hacerlo yo? —pregunté.
—Ooh. —Brandt saltó ansiosamente—. También le quiero pegar.
Noel suspiró y puso las manos en sus caderas mientras observaba el
patético desastre que era Sander Scotini. —¿Qué diablos hace aquí?
—Supongo que mami y papi finalmente se cansaron de su mierda, y
cortaron su suministro de dinero, así que vino arrastrándose hacia Caroline
para pedirle algo de su muy secreto pago.
—Oh, demonios, no —murmuró—. No vas a obtener un centavo, maldito
retardado. Y si quieres vivir para poder respirar una vez más, te largarás de
aquí en este momento y nunca volverás. De hecho, si tratas de contactarla otra
vez, mueres. ¿Lo entiendes?
Cuando Scotini no respondió en dos segundos, excepto para mirar
suplicantemente a Caroline, Noel gruñó—: Maldita sea, la miraste. Brandt, ve
adentro y trae mi arma.
—¡Mierda! —gritó Scotini, levantando sus manos y retrocediendo—. Oh,
maldición. No dispares. Lo siento. Lo siento mucho. Nunca volveré de nuevo.
Nunca le volveré a hablar. Lo juro por Dios.
—Entonces vete —gritó Noel.
Scotini se giró y medio cojeó, medio corrió por el patio.
Después que se fue, Brandt levantó la mirada hacia Noel. —No sabía que
tenías un arma.
Gam se encogió de hombros. —No la tengo.
Todos nos reímos de eso. Cuando no pude soportar más tiempo, dejé que
mi atención se centrara en Caroline. Parecía estar bien después de todo lo que
acababa de pasar, pero aun así, odiaba el hecho de no poder acercármele.
Como si sintiera mi mirada sobre ella, suspiró y alzó los ojos.
—¿Cuánto te queda de ese dinero? —pregunté, necesitando una razón
para hablarle.
Su sonrisa intrigante era encantadora. —Oh… como unos quince mil
dólares.
Mi boca se abrió. —Mierda. —Luego sonreí y sacudí la cabeza—. Genial.
—Le tendí mi mano para que chocáramos los puños. Quería agarrarla, acercarla
y jodidamente besarla cuando presionó sus nudillos contra los míos. Pero sí…
Gamble se encontraba justo allí.
—Por qué no entran ustedes dos —les ordenó a Brandt y a Caroline,
dirigiéndolos hacia la puerta como si fueran una manada de ganado—. Tengo
que regresar al trabajo. Dejé solo a Quinn en el bar.
Caroline me envió una última mirada, pero finalmente asintió y siguió a
su hermano a la casa.
La vi irse al tiempo que sentí el mal presentimiento de que Gamble iba a
empezar a hablar tan pronto como la puerta se cerrara, dejándonos a los dos
solos aquí. Me asustaba que hubiese visto algo en la forma en que la miré o que
se hubiera dado cuenta de lo que sentía por ella por el modo en que traté a
Scotini, así que inhalé y lo enfrenté, listo para un puñetazo en el estómago, o la
cara, o, esperaba por Dios que no, en las pelotas.
En cambio, me tendió la mano. —Hombre... —Después de su propio
suspiro, añadió—: Gracias.
—¿Gracias? —repetí estúpidamente.
—Sí. Gracias por estar aquí para mi familia cuando yo no pude. Eres un
verdadero amigo.
Me quedé mirando su mano, sintiéndome tan mal y falso que apenas
pude tomar una bocanada de aire. Cuando después de cinco segundos no
sacudí su mano, frunció el ceño. —¿Qué?
Negué con la cabeza. —Nada. —Después de agarrarla y sacudirla, me
aparté—. Pero no hice nada —finalmente agregué.
—Sí, lo hiciste. Le impediste entrar a nuestra casa. Lo mantuviste alejado
de Caroline. Lo retuviste aquí hasta que pude presentarme.
Con un encogimiento de hombros, aparté la mirada. Sí, había hecho todo
eso. Pero no lo hice por él. Ni siquiera pensé en él.
Me golpeó como una bola de demolición en el pecho que ya no valoraba
mi relación con él más de lo que valoraba mi relación con Caroline. Para mí, él
no era más importante que ella. Si perdía mi amistad con Gamble después de
esto, podría sobrevivir. Si la perdía a ella, quedaría destruido.
Que lo descubriera ya no era lo que más me asustaba. Así que abrí la
boca, a punto de decir: Estoy enamorado de tu hermana, cuando él dejó escapar un
suspiro.
—¿Sabes lo que más me molestó de lo que le hizo?
Sacudí la cabeza. —¿Qué?
—El hecho de que la ocultara como un maldito secreto. Su primer novio,
y probablemente a ella ni siquiera se le permitía hablarle en público, o mierda,
al menos sostener su mano.
Mi mente regresó al momento en que la tomé de la mano por primera
vez antes de presentársela a mis padres. Se sentía tan nerviosa; sabía que él
tenía razón. La culpa se apoderó de mí. Ella aún seguía sin poder sostener la
mano de su hombre en público, ¿verdad?
—Probablemente nunca ha estado en una cita real. O ha hecho algo de
forma correcta.
Cerré los ojos. No, nunca la había llevado a una cita.
Mierda.
Noel me dio una palmada en el hombro, sobresaltándome. Mis ojos se
abrieron.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, mirándome de manera extraña.
—Yo, uh... —Mi mente daba vueltas. De repente no podía recordar por
qué me encontraba aquí. Lo único que veía era el rostro de Caroline durante
todas las noches en las que la recogí en la acera a una cuadra de su casa.
Siempre parecía feliz de verme, pero tenía que haber una parte de ella que se
sentía decepcionada, rechazada. ¿Creía que la consideraba una especie de
secreto sucio?
—¿Ten? —Gamble agitó la mano delante de mi cara.
Parpadeé. —Lo siento. Estaba... estaba jugando a la pelota con Colton. Él
quería que me pasara por aquí.
—Oh. —Los hombros de Gamble se desplomaron, luego sus cejas
bajaron—. No sabía que le gustaba eso. Nunca me ha pedido que juegue a la
pelota con él.
—Eso es porque todavía lo asustas. —Me encogí de hombros—. A mí me
ve como a un hermano mayor divertido.
—Pero yo soy su hermano mayor.
Con un suspiro, le di unas palmaditas en el hombro. —Pero tuviste que
lidiar con cosas de mierda y también con ser su padre. Él no ha tenido una gran
historia con los padres, así que... naturalmente, va a estar cauteloso por un
tiempo.
Cuando el rostro de Gam se llenó de dolor, le golpeé el hombro de
nuevo, esta vez un poco más fuerte. —No te preocupes, hombre. Ya está
empezando a entrar en razón. Mientras lanzábamos el balón, le hablé de tus
increíbles reflejos en el fútbol, y parecía muy impresionado.
Sus labios se curvaron hacia arriba, y la esperanza entró en su mirada. —
¿En serio?
Solté un bufido. —Joder, ¿quién no lo estaría? Solo dale un poco más de
tiempo. ¿De acuerdo? Va a terminar adaptándose a ti.
Asintió, pero tuvo que añadir—: Aceptó a Aspen casi de inmediato.
—Probablemente porque es mucho más bonita que tú.
Esta vez, su boca cedió a una sonrisa completa. —Es cierto.
Con un puñetazo en el hombro, lo alejé. —Ahora, vuelve al trabajo,
imbécil. Tu familia está sana y a salvo allí dentro. No tienes nada de qué
preocuparte. —Excepto tal vez de un mejor amigo idiota que a tus espaldas está
profanando por completo a tu hermanita.
Joder, yo era peor que Sander Scotini, ¿no?
Con un movimiento de cabeza, murmuró—: Gracias, hombre. —Luego
volteó y se alejó trotando.
Lo observé irse, sintiéndome de nuevo como una mierda. Bueno, temía
más perder a Caroline que a él, pero maldita sea... preferiría no perder a
ninguno de ellos antes de que esto estuviera dicho y hecho. Gamble era mi
mejor amigo. Y Caroline, mi corazón y mi alma.
Pero no veía cómo podría mantenerlos a ambos.
Traducido por Val_17
Corregido por Paltonika
Sabía que debería haber ido a casa a comprobar a Rubia y a Ham, pero
aun así quería estar cerca de Caroline, más ahora que parecía tan buen
momento como cualquier otro para hablar con Noel y pedirle su permiso para
llevar a su hermana en una cita verdadera. Así que en lugar de ir a buscar mi
camioneta, me colé por el lado de la casa hacia la parte delantera. Después de
saltar al pórtico, tomé una respiración profunda y llamé a la puerta.
La mujer de Gam respondió menos de un minuto después. Parpadeó
como si estuviera confundida de verme.
Sonreí tan encantadoramente como pude. —¿Puede Noel salir a jugar?
—Uh… —Sacudió la cabeza—. Sí, seguro. Está aquí. Entra. ¿Qué pasa?
Te ves… —Miró mi ropa arrugada y medio desgarrada—. Desordenado.
Mierda, debí haberme arreglado un poco antes de tocar. Caroline había
sido un poco salvaje esta tarde.
Oh, bueno. Demasiado tarde para eso.
Me encogí de hombros tristemente. —Ha sido una de esas noches.
—¿Ten? —La curiosa voz de Gam vino de detrás de su esposa.
Me asomé alrededor de ella para sonreírle. —Oye, hombre. Ham y Rubia
necesitaban el lugar para ellos por un rato, así que estoy temporalmente sin
hogar. Aceptas perros callejeros aquí, ¿verdad? —Pasé alrededor de su esposa y
respiré profundamente, levantando la nariz hacia el techo—. Maldición, lo que
sea que se esté cocinando, huele genial. Me encantaría quedarme a cenar,
gracias.
Gamble apoyó un hombro contra el marco que daba a la sala de estar y
levantó una ceja mientras cruzaba sus brazos sobre el pecho. Pero su esposa se
rió de mis payasadas.
—No es nada lujoso —dijo—. Solo tacos. Y eres bienvenido a quedarte,
Ten. No hay problema.
Ignorando a su esposo, le di otra brillante sonrisa. —Gracias, señora
Gamble. Voy a poner la mesa.
Mi oferta hizo que su cara se iluminara, pero agitó una mano. —No
tienes que hacerlo, pero gracias. Y puedes llamarme Aspen, ya sabes.
Mientras la seguía dentro de la cocina, me estremecí. —Sí, lo siento. No
suelo llamar a las mujeres por su nombre. Es una especie de tic extraño que no
puedo controlar. —Le di un encogimiento de hombros impotente.
—¿En serio? —Me envió una pequeña sonrisa astuta—. Nunca te he oído
decirle a Caroline algo más que su nombre.
—Hmm —murmuré mientras abría la puerta del armario y bajaba una
pila de platos—. Si quieres, puedo escoger un apodo para ti.
Con sus ojos llenos de horror, negó con la cabeza. —¡No! Oh no. Quiero
decir, en serio. No. Si es algo como el que le diste a Eva, simplemente paso.
—Oye, tengo que decir que Tetas de Leche ama su apodo.
Aspen soltó una carcajada. —Sí, estoy segura.
—Espera. Tengo uno. —Hice una pausa con un plato en la mano para
estudiarla por un momento y alargar el suspenso. Luego la señalé y dije—:
Shakespeare.
Jadeó al instante. —¡Oh Dios mío, me encanta! —Una fracción de
segundo después, pareció darse cuenta de que actuaba demasiado femenina, así
que se sonrojó y se tapó la boca—. Quiero decir, gracias. Aceptaré ese.
Con un guiño, continué colocando los platos. —Lo tienes.
—Noel, Ten acaba de darme el apodo de Shakespeare. ¿No te encanta?
Miré a mi alrededor para encontrarlo apoyado en la entrada de la cocina,
sus ojos estrechados mientras me observaba sacar los vasos del armario.
—¿Desde cuándo se hicieron tan buenos amigos? —preguntó.
Abrí la boca para decirle que no era de su maldita incumbencia, pero
Shakespeare dijo—: Desde que lo ayudé con su currículo hace unas semanas.
Presioné ambas manos sobre mi corazón y sonreí tan molestamente como
pude. —Estamos vinculados. Fue hermoso.
Gamble contorsionó su rostro en una expresión de suprema confusión.
Luego miró a su esposa. —No coqueteó contigo, ¿o sí?
Ella suspiró y puso los ojos en blanco. —Noel. ¿En serio?
—Sí, Noel —repetí—. ¿En serio? Fui un caballero respetable. —Luego le
guiñé a Shakespeare—. Después de que nos pusimos la ropa de nuevo.
El rostro de Gam se volvió rojo oscuro. —¡Hijo de puta!
—¡Oh Dios mío, Noel! —Shakespeare agarró su brazo y comenzó a
reírse—. Bromea. Fue una broma. —Me envió una mirada con los ojos abiertos,
para que terminara esto—. No creo que él pensara que fuera divertido, Ten.
Me encogí de hombros y saqué una papa del bol sobre la mesa. —Bueno,
seguro que a mí me divirtió, que es todo lo que cuenta. Algunas personas —
arqueé mis cejas hacia Gam—, toman las cosas demasiado jodidamente en serio.
—¿En dónde está todo el mundo? —preguntó Aspen, desesperada por
cambiar la conversación—. ¡Colton! ¡Brandt! ¡Caroline! La cena.
Colton llegó a la sala rápidamente, con Brandt pisándole los talones.
Ambos se detuvieron cuando me vieron. Sus ojos se ampliaron como si no
estuvieran seguros de que fuera a gritarles por lo que habían hecho antes.
Pero simplemente les envié una enorme sonrisa. —Hola, chicos. Tiempo
sin verlos.
Brandt se aclaró la garganta, bajó la cara y se apresuró a llegar a una silla.
Colton lo siguió con similar docilidad. Esperé a que ambos estuvieran sentados
para tomar la silla entre ellos y sentarme. Se pusieron aún más inquietos, y casi
reventé en una carcajada. Pero maldición, jodidamente los amaba.
Mientras me acomodaba, una jadeante Caroline entró a la habitación,
solo para detenerse de un tirón cuando se encontró con mi mirada.
Se quedó boquiabierta, así que me encogí y me señale a mí mismo. —Lo
siento, ¿tomé tu silla?
—¿Qué? —Parpadeó y miró los lugares—. No —empezó, solo para negar
con la cabeza—, bueno en realidad sí, pero quédate. Está bien. —Le envió a su
hermano mayor una mirada perpleja—. Uh… supongo que vamos a tener un
invitado para la cena.
—Se invitó él mismo —entonó Gam secamente.
Caroline se sacudió de nuevo y tomó la última silla disponible.
Y así comenzó nuestra cena juntos como una gran familia feliz.
Estaba a medio camino de mi segundo taco cuando Gamble frunció el
ceño sospechosamente y se inclinó sobre la mesa, entrecerrando los ojos. Me
alejé de él, con la esperanza de no estar luciendo un chupetón o algo así.
—¿Tienes un nuevo ojo negro? —preguntó finalmente.
No esperaba esa pregunta, así que dije—: ¿Qué?
Brandt comenzó a asfixiarse con una tortilla. Mientras le daba unas
palmaditas en la espalda, Gamble volvió su atención a su hermano del medio.
—¿Estás bien?
Brandt no podía mirarlo a los ojos cuando asintió. —Ajá. Bien. Genial.
Maravilloso. Esplendido.
Gamble miró a su esposa. —¿Por qué está actuando tan raro?
Mientras Shakespeare se encogía de hombros, sin tener idea, Caroline
respondió—: Probablemente porque es un idiota.
Me reí. —Secundo eso.
Caroline me miró, sus ojos brillando con malicia. —¿Todos a favor?
Ella y yo levantamos la mano. Cuando nadie más pareció captar que
votábamos por la idiotez de Brandt, agarré el brazo de Colton y lo levanté por
él.
—Tres contra dos —dije—. Es oficial. Brandt es un idiota.
Mientras Brandt gritaba—: Oye, eso no es justo.
Caroline y yo nos sonreímos a través de la mesa… hasta que su sonrisa
cayó. —Oh por Dios, realmente tienes un nuevo moretón. Justo alrededor de tu
ojo izquierdo. El que te dio Zoey era en el derecho.
—Ves, eso mismo pensé —señaló Gamble victoriosamente. Luego se rió
por lo bajo—. ¿A quién cabreaste esta vez?
La cabeza de Brandt se levantó de golpe, sus ojos enormes. Debió haber
pensado que iba a delatarlo. Pero me encogí de hombros. —Es difícil de decir.
He recibido muchos últimamente, es imposible que haga una lista, como, una
hoja de cálculo o algo así. Honestamente, creo que están empezando a desovar
y tener hijos juntos. —Colton se rió de eso. Así que seguí adelante, señalando
mi palpitante ojo—. Juro que este es el nieto del que me diste el año pasado,
Gam.
Pero a Gam no le hizo gracia. Entrecerrando los ojos, el bastardo me
frunció el ceño. —¿Por qué estás evadiendo la pregunta?
Me rasqué la mandíbula y me encogí de hombros con abandono
despistado. —¿Qué pregunta? No hiciste ninguna.
—¿Quién te dio el ojo negro? —preguntó lentamente.
Respondí de la misma manera—: No te lo voy a decir. Es jodidamente
vergonzoso, hombre. Siento como si me hubiera golpeado una niña pequeña.
Un sonido de incredulidad se produjo de la garganta de Brandt cuando
se dio vuelta para fruncir el ceño por mi ofensa.
—¿Hamilton te golpeó de nuevo? —preguntó Gam con un suspiro—.
Coqueteaste con Zoey, ¿verdad? ¿Es por eso que tenías que venir esta noche?
Me di una palmada en la frente y gemí. —Oh, maldito Dios. Eres tan
despistado. ¿En serio?
—¿Qué? —exigió Gam, claramente perturbado.
Shakespeare se levantó de repente, diciendo—: Sabes, Colton. Creo que
es hora de tu baño.
Quería apuntarla y decirle a su esposo: Ves, hasta ella entiende lo que está
pasando aquí, pero miré al chico.
—Amigo, ¿todavía tomas baños?
Él parpadeó hacia mí. —Sí. ¿Por qué?
—¿Por qué? Porque las duchas son impresionantes. Son como un millón
de pequeños dedos húmedos masajeándote todo el cuerpo.
—Guau. —Gam resopló una carcajada mientras me lanzaba una mirada
extraña—. Mira quién suena todo poético esta noche.
Me encogí de hombros y apunté mi pulgar hacia su esposa. —Es por
Shakespeare. Algo de su mierda literaria se me pegó.
Ella se rió entre dientes y le sonrió a Caroline. —Adoro ese apodo.
Gam solo suspiró. Cuando sonó el teléfono, se puso de pie y salió de la
cocina para contestarlo. Aspen siguió a Colton para ayudarlo a prepararse para
la cama, mientras Caroline se levantaba y golpeaba a Brandt en el brazo.
—Oh Dios mío, ¿tú golpeaste a Oren? ¿En el ojo?
—¿Qué? —siseó, apartándose de ella—. Estabas llorando. Pensé que te
había hecho llorar.
—Él no me hizo llorar.
—Sí, me lo imaginé —murmuró Brandt—. Lo siento.
Caroline lo golpeó de nuevo, pero levanté mi mano. —Oigan, oigan,
oigan. Niños, compórtense. —Levanté la mirada hacia Caroline—. Si te hace
sentir mejor, el más joven me hirió más cuando me golpeó en las bolas.
—Él… ¿Colton te golpeó en las bolas?
Cuando asentí, ella sonrió suavemente. —Ah, es tan dulce que estuviera
cuidando de mí.
—¿Qué crees que hacía yo? —demandó Brandt, levantando las manos
con incredulidad.
Caroline frunció el ceño y lo abofeteó de nuevo. —Supongo que la
próxima vez también deberías ir por las pelotas.
—Vaya, oigan. —Me reí con inquietud—. Tal vez todos deberían dejar
esa área de mi anatomía tranquila. —Hice un movimiento sobre mi regazo—.
Está fuera de los límites.
Pestañeando hacia mí, Caroline preguntó—: ¿Eso me incluye también?
Estaba a punto de decirle que era la única persona permitida en esa zona
cuando un grito hizo eco a través de la casa. Volé de mi asiento, preparado para
ver a otra persona desmayada en el pasillo. Pero cuando salí de la cocina, con
Brandt y Caroline detrás de mí, patiné hasta detenerme cuando vi a
Shakespeare riendo, llorando y abrazando a Gam.
—¿Qué demonios?
—¡Conseguí el trabajo! —gritó ella y soltó a su esposo para lanzarse hacia
mí. Cuando me abrazó con fuerza, tropecé hacia atrás antes de atajarla y
devolverle el abrazo.
—Bueno, felicitaciones, Shakespeare. —Le palmeé la espalda mientras
me desenredaba y se la pasaba a Brandt—. Sin embargo, sabía que lo lograrías.
Eres una maestra genial.
Lágrimas brillaban en sus ojos mientras sonreía y abrazaba al
adolescente. —¿De veras piensas eso?
—Diablos, sí. Odio el inglés, y sobresalí en tu clase antes de tener que
dejarla. —Le envié a Gam una mirada reveladora por joder mi nota. Había
terminado el semestre con una maldita B gracias al aburrido reemplazo que
habían enviado por ella.
Él solo me frunció el ceño, así que puse los ojos en blanco y luego sonreí
suavemente cuando vi a Shakespeare y Caroline abrazarse y bailar por todos
lados. Después de que las mujeres se soltaron, ella volvió a abrazar a su marido.
Cuando se besaron, Caroline se detuvo a mi lado.
—Este no es el mejor momento para hablar con él, ¿verdad? —dije por la
comisura de mi boca.
Suspiró tristemente y negó con la cabeza. —No. Probablemente no.
Mis hombros cayeron. Joder. Iba a tener que esperar aún más tiempo
para mi Caroline.
Traducido por Anty & Annie D
Corregido por Kora
Que te llamaran para trabajar la noche de karaoke era una mierda. Pero
Lowe decidió que tenía mejores cosas que hacer que atender el bar, así que Pick
me pidió que lo sustituyera.
Había estado pensando en pasar la mayor parte de la noche en la cama
con mi mujer. Desde lo de Lake Tahoe, no podía tener suficiente de ella. Cada
momento robado se sentía como si nuestro tiempo juntos se hiciera más y más
corto. No podía esperar para enfrentar a su hermano y tener esa charla ya.
La suerte quiso que trabajara con él la noche de karaoke. Lo miraba
desde el otro extremo de la barra, debatiéndome cómo abordar el tema, cuando
Hart se me acercó y me dio un puñetazo amistoso en la espalda.
—Bueno, ¿cómo ha estado Tenoline estos días? —Él arqueó una ceja,
curioso—. ¿O es que prefieren Caroten? No estaba seguro de cómo se manejan.
Solté un bufido y puse mis ojos en blanco. —Se llama Oreline, hijo de
puta. Y estamos estupendamente. ¿Por qué lo preguntas? —Fruncí el ceño—.
¿Pretendes ligar con mi mujer?
Él se rió y sacudió las manos. —No. No, no, no. Digo, si la quisiera, lo
hubiera hecho ya.
—Oh, ya quisieras, idiota. No habrías tenido ninguna oportunidad.
—No lo sé —murmuró, pensativo—. Caroline y yo tuvimos siempre…
Entrecerré los ojos mientras su voz se desvanecía. Los celos me llenaron,
y solo quería golpear su cabeza contra la pared más cercana. Pero una nueva
canción empezó en el karaoke. Me quejé porque me harté de escuchar “All
About That Bass” de Meghan Trainor, pero entonces una de las dos chicas en el
escenario comenzó a cantar e incluso tuve que levantar las cejas, impresionado.
No era frecuente que alguien que tuviera talento musical cantara en nuestra
máquina de karaoke.
Me giré hacia Hart. —Maldita sea, ella no será… —Pero mis palabras se
desvanecieron, porque él no me escuchaba. El tipo tenía esa mirada en sus ojos.
La misma mirada que Gamble tenía cuando hablaba de su esposa, o Ham
cuando Rubia entraba en una habitación. La misma mirada que sabía que
probablemente tenía yo cuando Caroline se encontraba cerca.
Miré alternativamente entre Hart y la chica con cabello oscuro en el
escenario que capturó su atención, mientras ella cautivaba al público con su voz
ronca. La pelirroja que estaba junto a ella finalmente se inclinó y la acompañó
en los coros, pero se hallaba lejos de ser tan buena como su amiga. Las damas
hicieron un pequeño baile juntas, moviendo el culo hacia la multitud, y miré a
Hart, buscando su reacción solo para romper en una sonrisa cuando sus ojos se
ensancharon y se agarró a la barra en busca de apoyo. Una gotita de sudor
descendía por su sien.
—Oye, amigo, ¿estás bien? —Tenía que preguntarle, incapaz de frenar mi
arrogante sonrisa. Pero, en serio, amaba esto. Se había descojonado tanto por mi
obsesión por Caroline. Era jodidamente impresionante ver las cosas cambiar y
verlo retorcerse en presencia de una chica.
Hart dejó escapar un suspiro antes de darme su atención. Tenía los ojos
vidriosos por la sorpresa. —Creo que… —Se detuvo para lamer sus labios y
posar su mirada de nuevo en el escenario, donde las dos chicas terminaban la
canción—. Creo que acabo de conocer a la chica con la que me voy a casar. Justo
ahí. —Señaló hacia el escenario—. Aquella. Sí, ella va a tener mis bebés.
Resoplé por su proclamación demasiado dramática. Tuve que burlarme.
—¿Quién? ¿La pelirroja? —De hecho, me sabía su nombre. Nos líamos un par
de veces en los años oscuros.
Pero Hart frunció el ceño antes de que pudiera añadir esa parte. —No. La
alta y hermosa latina. —Me dio una mirada incrédula—. O sea, ¿no acabas de
oír su voz? ¿O de ver ese perfecto culo?
Empecé a reírme, pero las chicas que se abrazaban en el escenario se
separaron la una de la otra justo cuando un tipo se acercó a ellas. La chica de los
sueños de Hart saltó del escenario hacia él, y éste la agarró por la cintura antes
de bajarla lo suficiente para que pudiera inclinar la cara y darle un beso. Con
lengua. Un montón de lengua. Al ver que no se separaron en busca de aire al
cabo de treinta segundos, tuve que comprobar la reacción de Hart.
Le di un codazo. —Creo que ese tipo podría tener un problema con todos
tus planes de matrimonio y de tener bebés con ella.
Horror iluminó la cara de Hart mientras su mandíbula se desencajaba y
sus ojos se ponían saltones. Entonces me miró, devastado. —Eso no tenía que
pasar.
Tiré mi cabeza hacia atrás y reí. No pude evitarlo. Ya era maldita hora de
que alguna chica le causara un poco de sufrimiento.
—Cállate. —Me golpeó con su puño en mi hombro, pero eso solo hizo
que me riera más fuerte.
—Oh, mierda. —Tuve que apretar mi vientre, porque me reía tan fuerte
que dolía—. Mierda, hombre. Deberías haber visto la mirada en tu cara cuando
besó a ese otro chico.
—Lo que tú digas. —Le dio la espalda al escenario, por lo que se hallaba
enfrentando la parte posterior de la barra—. No me puedo creer que ya esté con
alguien. Lleva puesta una camisa de Incubus y todo. En serio, ¿cuántas mujeres
son fans de Incubus?
—No sé. —Arrugué la cara, pensando en ello antes de decir un número
al azar—. ¿Miles?
—Vete a la mierda, hombre. Esto no te parecería tan divertido si te
sucediera a ti.
—Oh, yo creo que ya me sucedió a mí, y tú fuiste el primer hijo de puta
en la fila que se burló de ello. Así que… ajá. La venganza es una perra, cariño.
—¿Qué es una perra? —preguntó Gamble, uniéndose a la conversación.
—Nada. —Absolutamente malhumorado, Asher cogió una bandeja de
vasos sucios y salió de detrás de la barra para llevarlos a la cocina para
limpiarlos.
Gam arqueó las cejas y me miró. Asentí con la cabeza hacia el escenario.
—Le creció una erección por la chica de cabello oscuro que cantó la última
canción. Se sintió rechazado cuando ella le metió la lengua en la garganta a otro
chico después.
—Ah. —Gamble asintió y luego dejó escapar una risa divertida—. Es de
imaginar que fuera detrás de otra cantante. Sin embargo, ella sonaba bien.
Me encogí de hombros, a pesar de que concordaba. Cuando vi a la
pelirroja que había estado en el escenario con ella acercarse al bar, me moví
para tomar su orden. Justo antes de saludarla, me devané los sesos por recordar
su nombre. Era algo parecido a Cody, Jude o… ¡Jodi! Ese era.
—Hola, Jodi. —Descansando mis codos sobre la barra que nos separaba,
asentí con la cabeza en señal de saludo y le dirigí una sonrisa.
A ella le brillaron los ojos como respuesta. —Ten.
No habíamos terminado muy bien. Aparte de un poco de placer oral,
nunca llegamos hasta el final, y no fue porque ninguno de los dos no estuviera
dispuesto. Ella se puso un poco irritable diciendo que no quería hacer nada en
la oscuridad, así que salí de su piso. Y me había odiado desde entonces.
—Buen trabajo allí. —Incliné mi barbilla hacia el escenario, donde
alguien mataba ahora una canción de Tim McGraw—. ¿Quién era la amiga que
cantaba contigo?
Resopló e inclinó su barbilla. —No es de tu maldita incumbencia. ¿Vas a
servirme o no?
Un par de meses atrás, hubiera torcido esa pregunta en algo sucio y
escupido una respuesta que la hubiera cabreado. Esta noche, era un buen chico
y asentí amablemente. —Claro. ¿Qué vas a tomar?
Jodi me dio su pedido de tres bebidas, cosa que me dijo que tal vez iba a
pagar por la de su amiga y por la del hombre de su amiga. Puse los vasos en la
barra delante de ella y le dije—: A esta ronda invita la casa.
—Bien. —Me dio otra mueca amarga y cogió un vaso para beberse la
mitad del contenido—. Es lo menos que merezco por la forma en que me
trataste.
—Oye. —Fruncí el ceño—. No fui tan malo contigo.
—Y, sin embargo, me fui, sintiéndome como una completa idiota.
Cuando el dolor cruzó su rostro, me moví, repentinamente incómodo.
Había estado todos estos años demasiado asustado de que alguien viera mi
marca de nacimiento, y quizá había dejado a decenas de mujeres sintiéndose
insatisfechas debido a mis problemas. Qué mierda de descubrimiento horrible.
Abrí la boca para disculparme cuando ella continuó—: Y después de
todo este tiempo, lo primero que me dices es “¿quién es tu amiga?”. Bueno,
¡vete a la mierda, Ten! Jódete. No puedes tenerla.
Su voz fue aumentando de volumen. Encogiéndome, eché un vistazo a
mi alrededor para ver si alguien la había oído y, por supuesto, Gamble miraba
hacia nosotros. Cuando su mirada chocó con la mía, levantó las cejas, curioso.
Mierda.
Me volví hacia Jodi, sobrecogido por el pánico. —Jesús, Jo. —Bajé la voz
y deslicé la mano por la barra en su dirección—. Lo siento, vale. Juro por Dios
que nunca quise hacerte pasar por algo que, obviamente, se ha quedado contigo
tanto tiempo. —Ella no se creía mis disculpas, así que contuve el aliento y lo
dejé salir todo—. Pasaba por algunos problemas personales en aquel entonces, y
no tenía reparo alguno en perder el tiempo con cualquier chica. Nunca se me
ocurrió que ocultar algo de lo que yo me avergonzaba te hiciera sentir a ti que
hiciste algo malo. Porque no fue así. Eras una persona malditamente divertida
con quien pasar el rato, y simplemente… lo siento.
Me miró por un momento antes de asentir lentamente. —Vale. Cuando lo
pones de esa manera, supongo… supongo que puedo perdonarte.
Asentí de forma respetuosa. —Gracias. Ah, y para tu información, no
pregunté por tu amiga para mi beneficio. Ya tengo a alguien. Preguntaba para…
un amigo.
—Entonces… ¿para quién? —Su mirada vagó alrededor de la barra hasta
que aterrizó en Gamble. Se inclinó más cerca, con los ojos muy abiertos—. ¿Noel
Gamble? ¿Al gran mariscal de ESU le gusta Remy?
¿Remy? Así que el amor de la vida de Hart se llamaba Remy, ¿eh? Ese
era un nombre genial para una chica.
Empecé a decirle a Jodi que no, que no hablaba de Gam, pero continuó—:
Bueno, lo siento, pero Remy no está interesada en los atletas. Le gustan los
músicos… y ella ya tiene uno. Así que dile al señor Mariscal Buenorro que tiene
una mierda de suerte.
—Músicos, ¿eh? —Miré a mi alrededor en busca de Hart, deseando que
pudiera escuchar la información que recolectaba de su futura esposa y madre
de sus bebés. Pero todavía no había regresado de la parte posterior.
—Sí. —Jodi parecía un poco petulante mientras recogía las tres bebidas
que ordenó y se deslizaba de su taburete—. Su novio es el cantante líder de una
banda.
—Fascinante. —Centré mi atención en todo el club hasta que vi a Remy
en su camiseta negra de Incubus, hablando con su novio cantante. Mis labios se
arquearon. Ah, sí, no le costaría nada a Hart robarla de ese perdedor si la quería
realmente.
Cuando Jodi empezó a alejarse, me debatía si debería decirle a Hart la
información que reuní de su mujer de ensueño cuando Gamble se movió a mi
lado. —Rechazado, ¿eh?
—¿Qué? —Lo miré. Mis pensamientos seguían distraídos.
Señaló con la cabeza a Jodi.
Al darme cuenta de que pensaba que había coqueteado con ella, levanté
mis manos. —No. Yo no estaba… ¡No! He estado ahí ya. Ni siquiera hice eso, y
no tengo ningún deseo de terminarlo.
Gam resopló. —Sí, claro. Lo que tú digas, perdedor.
Se acercó al otro extremo de la barra para tomar una orden y fruncí el
ceño detrás de él. Mierda, pensaba que había estado buscando un polvo para
esta noche. Idiota. Gamble me ponía de los nervios en más de un sentido. No
solo me impedía estar abiertamente con Caroline, sino que ni siquiera se daba
cuenta de lo mucho que había cambiado y evolucionado últimamente.
Estúpido ciego hijo de puta.
Estuve a punto de no acercarme a él para hablar de Caroline después de
que el bar cerrara, como planeaba hacer. Pero luego pensé en lo mucho que
odiaba esconderme. Quería ser capaz de darle un beso en público o, mierda,
incluso solo cogerla de la mano cada vez que me apeteciera. Estaba cansado de
mantener las distancias, maldita sea.
Esto terminaría esta noche.
—Oye. —Cogí el brazo de Gam cuando todos empezamos a salir después
de la limpieza del lugar—. Necesito hablar contigo un segundo.
Hizo una pausa y se giró. —Claro. ¿Qué pasa? —Lo miré un momento, ni
siquiera seguro de cómo decírselo. Sus ojos se arrugaron con preocupación—.
¿Estás bien? ¿Qué ocurre? Estás pálido.
Negué con la cabeza. —No es nada. Solo… quiero decir…
Gam levantó las cejas. —¿Sí? —Su boca se abrió—. Mierda, te estás
muriendo, ¿verdad?
—¡No! —Gemí y junté las manos en mi cabeza—. No, no, no. No es eso,
para nada. Es solo que quiero invitar a salir a Caroline.
Solté la última línea como si me estuviera arrancando una tirita rápido, y
vaya. De inmediato, me sentí mejor. Meses de culpa y preocupación rezumaban
de mis hombros.
Pero Gam parpadeó como si hubiera hablado en una lengua extranjera.
Frunciendo el ceño ligeramente, añadí—: En una cita —le aclaré porque,
según la expresión de su cara, me di cuenta de que claramente necesitaba una
aclaración.
Negó con la cabeza y luego esbozó una sonrisa y me señaló. —Sí, claro.
Eres muy gracioso.
Oh, Dios. ¿En serio? —No estoy bromeando.
Su sonrisa murió. Sacudió la cabeza otra vez, confundido. —Pero… te
gusta la mujer de Hamilton.
—No. —Negué con la cabeza—. Te dije cada maldita vez que lo sugeriste
que no me gustaba la mujer de Hamilton. Quiero… salir con… Caroline.
—Y te dije cada maldita vez que mirabas en su dirección que no. Eso no
va a suceder.
Me quedé mirándolo, sin saber qué decir a eso. Por alguna loca razón, no
esperaba un rechazo inmediato. Creí que decírselo abierta y honestamente le
sorprendería suficiente al menos para que lo considerara. Pero esto… No había
planeado esto.
¿Por qué no había planeado esto? Me dijo que me mantuviera alejado de
ella un millón de veces. ¿Por qué pensé que cambiaría de idea si me ponía de
repente serio?
—Bueno… —Me quedé sin palabras unos instantes, sin tener ni idea de
qué decir, porque no me iba a dar por vencido. No podía darme por vencido. No
iba a dejar de verla, fin de la historia—. Lo siento, amigo, pero no era una
pregunta. —Aunque, sí, lo era. Le pedía su aprobación y su bendición.
¿Por qué coño no me había dado su maldita bendición?
—Voy a invitarla a salir —terminé, mi voz llena de convicción.
Pero mi mejor amigo en la Tierra, el hijo de puta, se limitó a decir—: No.
No lo harás.
Exploté, lanzando mis manos en el aire. —¿Qué mierda, Gam? No me
puedes decir que no de esa manera. Tiene diecinueve años. Ella puede tomar su
propia decisión.
—¿Así que simplemente vas a salir con ella a mis espaldas?
—No —gruñí y cerré mis manos antes de presionarlas en mi sien—. Es
por eso que estoy hablando contigo, adelantándotelo y tratando de hacer las
malditas cosas bien.
—La maldita cosa correcta sería dejarla sola y simplemente mantenerte
alejado.
Mordí mi labio inferior y sacudí la cabeza porque esa idea no era ni
siquiera una opción. —¿Por qué tienes un gran puto problema con que la invite
a salir?
Con una breve carcajada, Gam me dijo—: Porque te conozco. Y no
mereces tener nada que ver con ella.
Bueno, eso dolió. Incluso Noel Gamble, el chico que me había cuidado las
espaldas durante cuatro años, no creía que fuera digno.
—Gracias. Muchas gracias. —Di un paso hacia atrás para tomar una
bocanada de aire y recuperarme del escozor.
Obviamente asumiendo que nuestra pequeña charla había terminado,
Gamble se dio la vuelta para marcharse.
Presa del pánico, porque esta era mi única oportunidad de conseguir que
se cumplieran mis deseos, lo llamé. —¿No has notado ningún cambio en mí
últimamente?
Gam se detuvo y se volvió hacia mí. Inclinó la cabeza hacia un lado,
obviamente confundido.
Levanté mis manos, ofendido cuando no respondió. —No he salido a
ninguna puta fiesta ni he bebido ninguna noche. No he coqueteado con cada
pedazo de culo que se ha cruzado por mi camino, no… ¡Joder! No he tenido
relaciones sexuales con nadie desde… —Me devané los sesos, preguntándome
con quién fue la última vez que lo hice antes de Caroline, hasta que me
acordé—… la Visitante Nocturna.
Pero ese nombre solo hizo que Gam resoplara y cruzara los brazos sobre
el pecho. —Con quien todavía te envías mensajes de texto eróticos.
Apreté los dientes y comencé a responder, pero él levantó la mano para
detenerme. —Y no intentes usar esa mierda de la abstinencia conmigo. Te he
visto pasear en el trabajo mucho últimamente, vistiendo tu petulante sonrisa de
“acabo de tener sexo”. Sé que todavía estás teniendo un montón de sexo.
Parpadeé, aturdido. —No pongo ninguna sonrisa de “acabo de tener
sexo”.
Cuando encontré a Hart escuchando mi conversación con Gamble, se
encogió de hombros y me envió un guiño tímido. —Sí, la pones.
—Mierda. —Me pasé la mano por el pelo, sintiendo mi control de la
situación alejándose incluso más.
Gam levantó las cejas, como si espera que renunciara a la lucha. Un
suspiro de cansancio me reclamó. Miré hacia las filas de alcohol que recubrían
la pared y luego me concentré en él de nuevo. —Como tu amigo —dije—, te
voy a avisar. Voy a salir con ella.
Dicho esto, me di la vuelta para irme, pero mi supuesto mejor amigo
dijo—: Si incluso intentas invitarla a salir, se lo voy a contar todo.
Aspiré una extraña risa confundida y me di la vuelta. —No sé de qué
coño estás hablando. ¿Todo acerca de qué?
—Todo acerca de ti. Cada mujer que alguna vez follaste. Cada mujer a la
que le faltaste el respeto, maltratado y luego cabreado. —Sus ojos azules eran
hielo duro cuando me envió una mirada maligna de soslayo—. Quiero decir, las
describiste todas para mí… en detalle, ¿no? Creo recordar una buena cantidad
de ellas. Empezando por esa pelirroja cabreada que se acercó esta noche al bar y
te insultó.
El pánico me inundó. No estaba seguro de si iba a vomitar o romper a
llorar. Pero la idea de Caroline escuchando acerca de cada aventura sexual que
alguna vez tuve hizo que me entrara un sudor frío. Le haría daño; jodidamente
la dañaría. No podía soportar que fuera herida.
—Eres un maldito idiota —gruñí.
Gamble abrió los brazos y se echó a reír con fuerza. —Oye, tú eres el que
amenaza con meterse con mi hermana. Tú comenzaste esto.
Levanté mis cejas. —Entonces supongo que ha empezado. —Me di la
vuelta y me dirigí a la salida.
—Oye —me gritó, su voz dura—. No te tomes esto como una especie de
desafío. Caroline no es un premio que haya que ganar solo para molestarme. Si
la tocas, te mataré.
Ni siquiera lo entretuve con una respuesta. Seguí caminando hacia la
puerta.
—¡Ten! —rugió—. ¿Me estás escuchando, hijo de puta? No le hagas daño
a mi hermana.
Me cortaría mis propias bolas antes de herir a su hermana. Pero no me
molesté en explicárselo.
Salí de la discoteca vacía, enfadado, asustado y jodidamente preocupado.
No solo mi plan de meterle gentilmente la idea de Caroline y yo juntos
fracasó épicamente, sino que ahora le alerté de mi interés. No seríamos capaces
de escabullirnos a sus espaldas de la misma manera que antes. Siempre estaría
observando y probablemente se convertiría en un idiota desconfiado. Tensión
crecería entre Caroline y yo, y todo por lo que había trabajado en construir
juntos estos últimos meses iba a ser sometido a la prueba definitiva.
Herido, me subí a mi camioneta, conduje a casa y entré a mi tranquilo y
oscuro apartamento. Esperé hasta que estuve en mi habitación con la puerta
cerrada antes de patear los cajones de mi cómoda y cerrar mis manos en puños.
—Pedazo de hijo de puta. Imbécil. Bastardo de mierda
—¿Qué te pasa?
Di un grito ahogado y me di la vuelta, ya que no esperaba que alguien
estuviera en mi cama.
—¡Jesucristo! —Presionando la mano sobre mi corazón, miré
boquiabierto a Caroline mientras se sentaba, las sábanas apartándose para
mostrar que llevaba una de mis camisetas—. ¿Qué demonios estás haciendo
aquí?
—Vine a ver a Zoey antes y... me olvidé de ir a casa.
Un cegador e incontrolable amor me inundó. Sintiendo como si los
granos de mi tiempo con ella se escabulleran, me apresuré a la cama, recién
impresionado por cuán hermosa era para mí, por dentro y por fuera. —¿Y cómo
le va a Rubia? —pregunté, arrastrándome sobre el colchón con ella para estar en
la parte superior del cubrecama a su lado.
Se encogió de hombros y apartó el cabello de mi frente con un toque
suave. —Tiene miedo. Tanto ella como Quinn están asustados. Han ido a tres
médicos diferentes, y todos les han dicho que quizá tendrá que reposar en cama
en algún momento del embarazo. Están bien por ahora, pero creo que van a ser
unos nueve meses estresantes.
Asentí mientras me quitaba los zapatos. —Sí. Solo puedo imaginar lo
mucho que esto va a apestar.
Cuando arqueé mi rostro para besar su mejilla, Caroline se retiró tan
pronto como mis labios tocaron los suyos. Acariciando con su mano mi
mandíbula, me miró de soslayo pensativamente, la simpatía llenando su
mirada. —Dime lo que está mal.
Sacudiendo la cabeza, miré a sus ojos, asustado de que pronto no sería
capaz de mirarlos así nunca más. Nunca sería capaz de estirarme en la cama
con ella, o de tirar de su cabello mientras la hacía correrse.
—Te amo —dije, diciéndolo más en serio que nunca antes, sintiéndolo
moverse a través de cada fibra de mi ser y dándome cuenta de lo que esta mujer
era para mí. Ella era mi alma gemela.
Sus ojos se llenaron de preocupación. —¿Lo que está mal es que me amas?
—supuso, tratando de hacerme sonreír, pero asentí con seriedad.
—Sí —dije—. Te amo, y por eso sentí el irritantemente noble deseo de
abordar el tema de nosotros con Noel.
—Tú... —Abrió mucho los ojos—. ¿Se lo contaste? ¿Lo de nosotros?
Negué con la cabeza. —No. —Sabía que ella no quería que hiciera eso;
ese fue el porqué no lo hice. Ese fue el motivo por el que hice eso en su lugar—.
Pero yo... tal vez haya mencionado que quería invitarte a salir.
Ella gimió y cerró los ojos. —Déjame adivinar. Te dijo que no.
Solté un bufido. —Y algo más.
—Bueno... —Se encogió de hombros—. Creo que lo intentamos. Y
aunque hubiera sido bueno dejarlo adaptarse a la idea en dosis lentas... tal vez
deberíamos simplemente decirle que es demasiado tarde.
Mi mirada se agudizó en la de ella. —¿Te refieres a decirle que ya
estamos juntos y que lo hemos estado durante meses?
Asintió. —Claro. ¿Por qué no? Ya va siendo hora, ¿no?
Gemí y enterré el rostro en mis manos. —Sí, excepto por el hecho de que
amenazó con revelarte mi completo pasado con otras mujeres si me atrevía a
pedirte salir. Si se entera de esto, entonces definitivamente va a contártelo todo.
La preocupación iluminó sus ojos mientras comenzó a morder su labio.
—¿Es tan malo? Ya... ya sabes, ¿tu pasado?
Me encogí de hombros y desvié la mirada. —No lo sé —murmuré—. No
es bueno. —Volteándome hacia ella, le rogué con mis ojos que me perdonara—.
Sabes que ha habido un montón, y que no era el hombre más considerado y
respetuoso, pero mierda... ¿quieres oír hablar de todas ellas?
—No. —Sacudió la cabeza de inmediato—. Pero... yo solo... —Dejó
escapar un suspiro—. ¿Sabes qué? Tal vez tú deberías contármelo. Adelantarte a
Noel en el golpe.
La miré como si estuviera loca. —¿Estás completamente demente, mujer?
No te quiero confesar toda esa mierda.
Sus ojos se llenaron de miseria. —Mejor que me lo digas claramente
antes de que Noel me pille por sorpresa.
Con un gemido, enterré el rostro en mis manos. —Me da vergüenza —
admití en voz baja. Cuando subí la mirada hacia ella, mi rostro se sentía
caliente—. ¿Qué si te doy tanto asco que nunca me mirarás igual de nuevo?
¿Qué si…?
—Oren —dijo en voz baja, y atrapó mis mejillas entre sus manos—. Te
conozco mejor que nadie en la Tierra. Soy plenamente consciente de que no eres
perfecto. Ahora, por favor, confía en mí.
Asentí y lamí mis labios secos. —Está bien. —Mirando su calmada y
tranquila sonrisa, asentí de nuevo—. Está bien.
Cogió mi mano y me hizo ir bajo las sábanas con ella. Todavía llevaba mi
equipo de barman, pero a ninguno de nosotros le importó. Después de envolver
los brazos a su alrededor, ella acarició su rostro contra mi hombro y soltó un
suspiro contenido.
—Así que, ya conoces a la primera chica —comencé—, Libby.
—La noche en que tu hermana…
—Exacto. —Ya estaba preocupado y lo suficientemente tenso así; no
quería empezar a pensar también en Zoey. Mierda—. Así que, sí. Estuvo
también…
—Tianna —me ayudó Caroline de immediato—, quien también vio tu
marca de nacimiento.
—Sí, y después... —Joder, mi mente se había quedado en blanco.
—Alguien te dejó marcas de rasguños en tu espalda el año pasado,
¿recuerdas? Vertí el café con leche de Reese sobre tu cabeza por eso.
No había olvidado esa parte. Pero no podía recordar a la chica que causó
todo eso. Después de buscar en mi cerebro un momento, dije—: April. Ella era
una chica Alpha Delta Pi... con Blaze.
—¿Blaze? —Caroline se tensó contra mí—. ¿Te refieres a la Blaze de mi
clase de cine? ¿Te acostaste con Blaze?
Dios, no me gustaba esto. No me gustaba en absoluto. —Ajá —murmuré
y cerré los ojos con fuerza.
Después de un momento, ella dejó escapar un suspiro. —Está bien —dijo
finalmente—. Odio sus malditas entrañas, pero está bien. ¿Qué hay de... qué
hay de Marci Bennett?
Cuando me quejé en voz alta, revelando mi culpa, Caroline se apartó de
mí y se sentó, poniendo espacio en la cama entre nosotros. —¿Marci Bennett? —
repitió—. ¿La puta que consiguió que Aspen fuera despedida de su trabajo? ¿La
que casi hace expulsar a Noel de la escuela? ¿Ella?
Asentí leventemente, y sus ojos se ampliaron con horror.
—Oh, Dios mío —susurró.
Levanté las manos. —Escucha, solo hice eso para tener algo con que
chantajearla para mantenerla callada.
—¿Y funcionó? —El pecho de Caroline se levantó a medida que comenzó
a respirar con más fuerza, pero asintió, aún manteniéndose un poco calmada.
Excepto que cuanto más se esforzaba en permanecer calmada, más mierda me
sentía yo.
Asentí.
—Sí. Tengo algo con que chantajearla. Ella… posó para mí... un poco...
desnuda. Tengo las fotos en mi teléfono para usar en su contra si alguna vez
intenta hacerle daño a Noel o a Aspen.
—¿Tienes fotos desnuda de ella? ¿En tu teléfono? ¿Ahora?
Cuando asentí una vez más, se lanzó hacia mí y arrancó el teléfono de mi
bolsillo trasero.
—Caroline... —comencé, con dolor profundo en mis huesos.
Se encontró con la pantalla del código de mi contraseña. Luego se
mordió el labio, luciendo por un momento pensativa. Un segundo más tarde,
apretó unos pocos números y entró.
Mi boca se abrió.
—¿Cómo demonios descifraste mi contraseña?
Apenas me prestó atención cuando encontró la aplicación de imágenes y
la abrió. —Es Zoey —dijo—. No fue tan difícil de descifrar.
Comenzó a desplazarse a través de todas mis fotos y me entró el pánico,
arrebatando el teléfono de su mano. —No las mires —dije.
Atacándome con una mirada dura, apretó la mandíbula. —¿Por qué no?
¿Ella es mucho más bonita que yo?
—No. Por supuesto que no. Jesús, no te hagas esto, Care. Las borraré
todas. Ya mismo. Ya ha pasado tiempo suficiente; estoy seguro que ella siguió
adelante y no dirá nada sobre Gamble.
Caroline me miró con los ojos heridos mientras buscaba las fotos y
borraba cada una de ellas. —Listo —murmuré en voz baja, mostrándole la
pantalla—. Se han ido todas.
Ella lo cogió de mi mano y comenzó a mirar todas las imágenes. —Así
que Marci, Blaze y Kelly, cuyo lugar tomé, además de al menos dos de sus
amigas. ¿Quién más?
Negué con la cabeza. —Tal vez deberíamos parar aquí. Esta fue una mala
idea.
Pero Caroline me quemó con una mirada dura. —Solo sigue hablando.
Ahora tengo que saberlo.
Me pasé las manos temblorosas sobre mi rostro, sintiendo la mierda
levantándose alrededor de mí. —Está bien —susurré—. Veamos. Estuvo… —
Joder, no me podía creer que iba fuera admitir esto—. Cora.
—¿La hermana de Zoey? —Sus ojos se ampliaron con horror—. ¿La ex de
Quinn? Oh, Oren. ¿Es por eso que Quinn te dejó un ojo negro el semestre
pasado? ¿Porque lo apuñalaste por la espalda con ella?
—No le engañé —insistí. Luego me pasé la mano por el cabello
frenéticamente—. Quiero decir, no a sabiendas. Aún no sabía que estaban
juntos, no hasta más tarde, y entonces... mierda. Sabes que no le haría eso a
Ham a propósito.
Cuando me miró con dolor formándose detrás de sus ojos, exhalé un
suspiro doloroso.
—Sin embargo, también se lo hice a Pick, supongo.
—No. —Las lágrimas llenaron sus ojos mientras colocaba la mano sobre
su boca—. ¿Te acostaste con Eva?
—¿Qué? ¡No! ¡Dios, no! —Cuando alcancé su brazo, retrocedió lejos de
mí—. Su primera esposa —dije—. La que tuvo una sobredosis y murió. La
verdadera madre de Julian. Ella vino al bar una noche y no tenía idea de quién
era. Pero Pick me aseguró que estaba bien; él y ella nunca tuvieron ese tipo de
relación.
—Pero ¿él técnicamente todavía estaba casado con ella?
No pude hacer que mis manos dejaran de temblar o que mi respiración
se calmara. Odiaba verla así. —Sí —dije con voz áspera—. Él técnicamente
todavía estaba casado con ella... solo de nombre.
Cerró los ojos. —¿Qué pasa con el resto de nuestros amigos? Nunca te
has acostado con ninguna de las mujeres en nuestro grupo, ¿verdad? ¿Reese?
—No —susurré—. Nunca me he acostado con Buttercup o con cualquiera
de nuestras amigas.
Caroline sorbió por la nariz y se secó sus malditas mejillas. Fui a avanzar
hacia ella, pero levantó una mano. —Yo solo... necesito un segundo.
Dejé caer mi mano y exhalé, pero mis costillas se sentían como si
quisieran ceder.
—¿Qué es...? —Ella limpió más lágrimas de sus mejillas con los dedos—.
¿Qué es lo que Noel pensaría en decirme? ¿Algo que él creyera que es… malo?
—No lo sé. —Gemí y froté mi rostro, simplemente queriendo que esto
terminara—. De nuestro primer año, supongo. Nos gustaba ir a fiestas,
emborracharnos y traer a una chica a nuestra habitación de la residencia.
—Una chica —repitió Caroline lentamente—. ¿Una sola chica?
Asentí. —Sí. Solo... una chica, una diferente cada vez.
—Y entonces... —Sacudió la cabeza, confundida—. ¿Qué? —Pero una
fracción de segundo después, lo entendió. Sus ojos se ampliaron—. Oh, mi
jodido Dios. ¿Tenías tríos... con mi hermano?
—¡No! Quiero decir, no... realmente. Simplemente nos turnábamos.
—Eww. —Tuvo arcadas y golpeó la mano sobre su boca. Las lágrimas
caían con más fuerza, y yo maldije un poco más fuerte.
—Luego estuvo Faith McCrown.
—¿Sabes qué? No. —Caroline levantó las manos en señal de rendición y
voló de mi cama—. No... no creo que quiera escuchar más.
—Caroline. —Fui tras ella, pero me alejó.
—No. Por favor, no me toques.
—Maldita sea. —Coloqué las manos en puños, con ganas de golpear algo
o agarrarla como si mi vida dependiera de ello—. Sabía que esto era una mala
idea.
—No, no lo fue. Solo... Necesito un poco de tiempo. —Agarró sus
vaqueros del suelo y se los colocó debajo de mi camiseta demasiado grande
para ella—. Me tengo que ir.
Observé impotente cómo metía los pies en sus zapatos. —No tienes que
irte.
Soltó una risa miserable y me dio una mirada oscura. —No. En realidad,
sí. —Cuando se puso de pie, abrí la boca para decir... joder, no tenía nada que
decir para defenderme. Era un puto mujeriego, y eso era todo.
Después de limpiar con los dedos su rostro húmedo una vez más, ella
colocó los brazos sobre su pecho y me lanzó una mirada rota. —Adiós.
Salió deprisa de la habitación, y como el completo idiota que lo jode todo
que era, la dejé ir. Luego me dejé caer sobre la cama y susurré—: Adiós. —
Mientras, acunaba mi cabeza en mis manos e intentaba de no perder mi jodida
mente.
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Anty
La semana avanzó. Seguí viendo a Caroline cada noche que podía, salvo
que no nos molestábamos en ocultar nada. Estacionaba en su camino de entrada
para recogerla, y en realidad íbamos a ver una película al teatro y luego a un
restaurante la noche siguiente.
No vi ni le hablé a Gamble, y Caroline apenas lo mencionaba. Cada día le
pregunté si todo estaba bien, pero simplemente sonreía y decía—: Está bien. No
te preocupes. Entrará en razón y lo superará. Siempre lo hace.
No me encontraba tan seguro, aunque dejé pasar el tema.
Pero no era el único preocupado. Pick me metió a su oficina la siguiente
vez que trabajé.
—Sabes lo mucho que apesta ser tu jefe y amigo al mismo tiempo,
¿verdad? ¿Voy a ser obligado a escoger un lado entre Gamble y tú?
Negué con la cabeza. —No, Gamble tenía razón. No debí ocultárselo.
Tiene todo el derecho a estar enojado conmigo.
Levantó las cejas. —Me doy cuenta de que estás diciendo que no debiste
ocultarlo, pero no que no debiste tocar a su hermana pequeña.
—Mantenerme alejado de ella no era una opción.
Tal vez no debí tocarla jamás, pero ya era demasiado tarde para eso, y no
me arrepentía ni un minuto de lo que pasó entre nosotros.
—Joder —murmuró Pick, pasándose la mano por el cabello en señal de
frustración—. Así que supongo que él sigue más que enojado contigo, y habrá
mucha tensión cuando trabajen juntos.
Asentí. —Sí, más o menos.
—Genial. —Gruñó otro suspiro de frustración—. De acuerdo, bien. Voy a
tratar de volver a revisar los horarios para evitar que eso ocurra lo menos
posible. Pero siempre estará el jueves por la noche.
—Lo sé. —Empecé a encogerme de hombros otra vez cuando se me
ocurrió un nuevo pensamiento—. ¡Espera! Eres como la defensa personal de
cada mujer. ¿Por qué no estás amenazándome con mantenerme alejado de
Caroline al igual que él?
—Porque me he dado cuenta de lo mucho que has cambiado. Le eres fiel.
Y ella está más feliz de lo que jamás la he visto. Creo que son buenos el uno
para el otro.
Solté un bufido. —¿Te importaría mencionárselo a Gamble? Obviamente
no ve ninguna mierda que tú sí.
Pick sonrió y palmeó mi brazo. —Solo dale tiempo.
Dios, odiaba el tiempo. Siguió adelante, sin embargo, y el jueves llegó
antes de que estuviera preparado. La noche de chicas en la discoteca Forbidden
comenzó, y Gamble trabajaba en el bar con Lowe, como era costumbre.
En su mayor parte, nos evitábamos el uno al otro. Llevé mis órdenes a
Lowe, y funcionó muy bien… por un rato.
En un momento, vi a Gamble hablando con una chica ligera de ropa.
Hizo un gesto hacia mí y miró en mi dirección, pero no pensé mucho en eso, no
hasta que Gamble me dijo que fuera a la parte trasera a buscar otra caja de
Heineken. Todavía no lo comprendía, pero no fue hasta que estuve en el
almacén, acorralado en la última fila de estantes junto a la pared con los brazos
levantados para bajar la caja necesaria, cuando un par de manos femeninas se
envolvieron alrededor de mi cintura por detrás.
Y fue entonces cuando lo entendí. Envió a una perra para tenderme una
trampa y hacer que me encontraran en una posición comprometedora.
El Ten de hace un año habría caído. Demonios, el Ten de hace tres meses
podría haber sido emboscado. Pero el Ten que descubrió a la mujer de sus
sueños, la que secretamente se metió en su habitación para estar con él, no
quería tener nada que ver con esta trampa barata.
Me alejé bruscamente, levantando las manos, apartándome de su agarre.
—¿¡Qué demonios!?
Debí saber que Noel tramaba algo horrible al momento en que me
acerqué a la barra en Forbidden para asegurarme que él y Oren no se hubieran
matado entre sí.
Me envió una pequeña sonrisa malvada.
—¿Buscando a tu novio? Fue al almacén. —Cuando inclinó la barbilla
hacia el pasillo, animándome a ir, supe que me iba a encontrar con algo que no
me gustaría, algo sobre Oren que debería cambiar mi opinión de él.
Me dije que no fuera, pero maldición, tenía que saber.
Oí su voz, incluso cuando abrí la puerta del almacén. —¿Me has seguido
hasta aquí? Eso es tan jodido. Ni siquiera te conozco. Y ni se te ocurra tocarme
así de nuevo.
—Pero ese camarero dijo que me habías estado mirando y hablando de
mí toda la noche. Me aseguró que si te seguía hasta aquí, serías digno de mi
tiempo.
—Oh, eso te dijo, ¿verdad? Bueno, jodidamente se equivocó. Tengo una
novia, y nunca te he visto antes de ahora. Así que, siento decepcionarte, pero
tienes que irte. Ahora.
La mujer se le acercó, estirando la mano para acariciar su pecho. —¿Estás
absolutamente seguro de eso, cariño? Quiero decir, ya que estamos aquí atrás…
solo nosotros. Y no veo a tu novia en algún lugar.
—Entonces deberías darte la vuelta, perra, porque estoy justo detrás de
ti. Mantén tus jodidas manos fuera de él.
Los ojos de Oren se ampliaron mientras realmente golpeaba los dedos de
la perra para sacarlos de su pecho.
—¡Caroline! —jadeó desesperadamente, empujándose más allá de ella y
dándose prisa por la fila para llegar a mí.
No estaba enojada con él, pero sí me encontraba demasiado molesta para
cualquier tipo de abrazo. Así que retrocedí y alcé mis manos para mantenerlo
alejado.
—Discúlpame —dije con los dientes apretados—, mientras voy a matar a
mi hermano.
—¡Espera! —gritó detrás de mí, pero me sentía furiosa.
Noel se veía tan petulante y engreído al ver mi expresión asesina cuando
fui hacia la barra. El hijo de perra pensaba que me encontraba molesta con
Oren.
—¿Tuviste un lindo espectáculo? —preguntó.
—Sí, lo tuve. —Me subí al taburete para poder llegar más allá de la barra.
Entonces le di una bofeteada tan fuerte como pude.
Tiró la cabeza hacia atrás, y de inmediato levantó la mano para ahuecar
su mejilla. Con los ojos muy abiertos por la sorpresa, gritó—: ¿Qué demonios?
Lo señalé con un dedo amenazador justo entre los ojos. —La próxima vez
que envíes a alguien a seducir a mi novio para alejarlo de mí, probablemente
deberías elegir a una zorra que realmente le interese, ya que, lo siento, pero no
cayó en tu trampa.
Me alejé solo para encontrar a Oren corriendo desde el pasillo hacia mí,
sus ojos iluminados con preocupación. Agarré su rostro, lo acerqué y lo besé tan
intenso como pude. Lucía aturdido cuando me aparté. Mirando hacia la barra,
grité—: Y eso, idiota, solo me hizo enamorarme aún más de este hombre.
Empecé a alejarme del bar, pero Oren tomó mi mano y me tiró de regreso
hacia él. —¿Qué haces? ¿A dónde vas?
Toqué su rostro, amando la preocupación en sus ojos. —No estoy
enojada contigo.
Negó con la cabeza. —Pero estás enojada. No quiero que conduzcas
mientras estás molesta. Condujiste hasta aquí, ¿verdad?
—Tomé prestado el auto de Aspen. —Dudaba que Quinn dejara a Zoey
volver al bar hasta que naciera el bebé, así que me tuve que escabullir con las
llaves de Aspen por la cocina.
—No conduzcas enojada. —Presionó su frente contra la mía—. Tengo un
mal presentimiento.
—Voy a estar bien. —Inclinándome para besarlo suavemente en los
labios, sonreí, incapaz de permanecer tan enojada como quería—. Lo prometo.
No parecía estar muy seguro por mi afirmación, pero me regresó el beso.
—Mándame un mensaje cuando llegues a casa.
—Lo haré. Ahora vuelve a trabajar. Te veré más tarde.
Cuando traté de alejarme, no me soltó al principio, pero luego articuló—:
Te amo. —Y finalmente soltó mis dedos.
Por él, guardé mis sentimientos todo el camino a casa, prestando más
atención a la carretera de lo que normalmente lo haría, solo para poder cumplir
mi promesa. Pero lo dejé todo atrás tan pronto como estacioné en la calzada de
Aspen.
La rabia aún me alimentaba cuando irrumpí en la puerta trasera de la
casa de mi hermano traidor. Aspen se encontraba en la mesa de la cocina con
Colton y Brandt, construyendo algo que parecía un mini volcán con una cosa
roja espumosa goteando por los lados. Los chicos se veían animados, y Aspen
parecía tan atenta en su experimento como ellos, hasta que levantó la vista y vio
mi cara.
Su sonrisa cayó al instante, y se levantó de su silla. —¿Estás bien? ¿Qué
pasó? ¿Oren y tú…?
—¡Oren y yo estamos bien! —grité, mirándola—. ¿Cómo puede alguien
pensar que él haría algo para hacerme daño? Es el novio más increíble que he
tenido. ¿A alguien le importa que me haga feliz? ¿Que por primera vez en un
año, espero cada nuevo día, o que fui capaz de perdonarme por las cosas que he
hecho? Me sanó. Nunca me hizo daño.
Caminé con furia, yendo más allá de ella y mis hermanos menores que
lucían traumatizados, corrí a mi habitación e inmediatamente me arrodillé en el
suelo para sacar la maleta de debajo de la cama. Una vez que estuvo abierta,
abrí de un tirón el primer cajón del tocador. Cuando regresé a la maleta con una
cantidad de sujetadores y bragas, encontré a Aspen en la puerta, pareciendo
asustada.
—Yo-yo… —Confundida por las palabras, parpadeó y empezó a retorcer
las manos en su cintura—. Lo siento, Caroline. Es solo que te veías tan molesta.
No quise asumir automáticamente que era culpa de Ten. —Se movió hasta el
final de mi cama e hizo un gesto hacia mi apresurado trabajo en la maleta—.
¿Qué es exactamente lo que está pasando?
Siseé un suspiro, obligándome a calmarme. Explotar contra mi cuñada
no iba a ayudar en nada. No era su culpa que mi hermano hubiera sido un
completo idiota esta noche.
—Tengo que irme —dije—. No puedo quedarme aquí un segundo más
con la jodida cara de tu marido. Es solo que… él… —Me estremecí y mi labio
inferior tembló. Lo mordí duro antes de que pudiera estallar en lágrimas por la
forma en que me traicionó.
—Oh, genial —murmuró Aspen, pasándose la mano por la frente—. Me
preocupé de que fuera a hacer algo feo e irracional. Siempre hace algo feo e
irracional cuando está asustado y molesto.
—¿Asustado? —Solté en una carcajada—. ¿Por qué él tendría que tener
miedo?
Me miró, sus ojos llenos de preocupación. —Creo que tiene miedo de
perder a su mejor amigo y a su hermana por esto.
—Sí, bueno… acaba de perder a su hermana.
Los ojos de Aspen se llenaron de miseria. —Probablemente no quiero
saber lo que hizo, ¿verdad? Bien. Déjame ayudarte a hacer las maletas. Luego te
llevaré a donde necesites ir.
El turno terminó, el club se vació, y solo los chicos nos quedamos para
limpiar el lugar. Traté de mantener mi boca cerrada tanto tiempo como pude,
pero para mí, “tanto tiempo” fue durante unos diez minutos. Todos en el bar
debieron percibir nuestra tensión, porque no hubo mucha charla o bromas
mientras hacíamos nuestro trabajo. Limpiaba los taburetes en frente de la barra
cuando Noel comenzó a limpiar el mostrador por detrás. Nos encontrábamos
frente a frente, la barra entre nosotros, y trabajando en la misma dirección,
aunque evitando el contacto visual, cuando mi paciencia se hizo añicos.
Golpeando mi paño en la barra, lo miré y estallé. —Sabes, incluso si tu
puto plan hubiera funcionado esta noche, la persona que habría salido más
lastimada sería tu hermana. ¿Se te ocurrió, bastardo imbécil? Tu única hermana.
Ah, pero no te preocupes; si ese era tu objetivo, creo que funcionó de todos
modos. Sin embargo, no fui yo quien le causó devastación, fuiste tú. Ni siquiera
puedo creer que lo hicieras… —Sacudí la cabeza cuando las palabras me
fallaron debido a toda la rabia que vibraba por mi cuerpo; solo quería saltar
sobre la barra y empezar a golpear su maldita cara.
Lo que le hizo a Caroline fue completamente inaceptable.
Demasiado alterado para confiar en mí mismo, miré a Lowe, que había
dejado lo que hacía para mirarnos abiertamente. —Me voy.
Asintió e hizo un gesto con la mano, disculpándome. Juro que vi algo de
orgullo brillando en su mirada cuando me envió una pequeña sonrisa.
Sin siquiera mirar en la dirección de Gamble, me di la vuelta y salí del
club.
Cuando encontré a mi esposa acurrucada en la cama, durmiendo, con su
equipaje contra el estribo, no me sorprendió del todo.
Sonriendo suavemente, me desnudé hasta mis boxers y me acosté junto a
ella.
Me desperté a la mañana siguiente al final de mi cama, con alguien
sentado en mis pies. En mis brazos, Caroline se agitó y su olor llegó desde su
cabello, llenando mi nariz hasta que estuve duro. Mis brazos se encontraba a su
alrededor mientras hacíamos cucharita, y su trasero metido en mi regazo, con
su espalda acurrucada contra mi pecho.
Como alguien que apreciaba su espacio en la noche, me impresionó que
me gustara tanto dormir con ella cerca de mí. Pero, demonios, no tenía idea que
tenerla aquí se sentiría tan agradable. Mis caderas se arquearon hacia adelante e
instintivamente froté mi polla dura a través de mis boxers hasta que encontré el
pliegue de su culo.
Ella dejó escapar un suspiro entrecortado, me incliné para enterrar mi
cara en su nuca, disfrutando cada segundo de este momento… hasta que un
carraspeo sonó al final de mi cama.
Asustándome, me senté, subiendo las mantas al instante para cubrir a mi
mujer. Estábamos tapados hasta nuestros pechos. Pero sabía que ella solo usaba
esos pantaloncitos cortos y una camiseta sin mangas. No quería que alguien
más la viera, ni siquiera si eran sus cremosos hombros desnudos.
Cuando vi a Noel a mis pies, me senté derecho. —Jesús. ¿Qué diablos,
hombre?
Se encontraba de espaldas a nosotros, con sus manos entrelazadas en su
regazo, como si estuviera listo para pasar el rato y esperar a que despertáramos.
—Tengo que hablar con mi hermana —dijo, su voz ronca con pesar y
disculpa.
Suspiré y dejé caer mi cabeza sobre la almohada. —¿En este momento?
—Girando la cabeza, vi que eran apenas las siete de la mañana.
Maldita sea, Gamble realmente enloqueció.
—Sabes, aún es muy raro pensar en ustedes dos… —Hizo un gesto entre
nosotros por encima del hombro—. Pero verlo con mis propios ojos es aún más
extraño. No… —Negó con la cabeza y apartó la mirada—. Aún no apruebo esto,
y estoy absolutamente seguro de que vas a terminar rompiendo su corazón.
Me limité a bufar y negar con la cabeza. —Sí, bueno… después de lo de
anoche, dejó de importarme una mierda lo que pienses sobre esto.
Noel cerró los ojos y apretó los dientes. —Anoche… —comenzó, solo
para darse media vuelta y abrir las pestañas, enviándome una mirada sincera—.
Anoche me equivoqué. Lo sé.
No iba a perdonarlo ya que ni siquiera se molestó en disculparse, incluso
aunque admitió que lo jodió. Nadie se metía con mi mujer de la forma en que él
lo hizo y lo solucionaba sin ningún tipo de perdón, humillación o súplicas… y
quizás un millón de dólares.
Pero luego dijo—: Lo siento, Caroline. Y no estoy diciendo esto porque
tuve la peor pelea de mi matrimonio con mi esposa anoche, quien estaba muy
ansiosa por decirme todo lo que he hecho mal últimamente. Me avergüenzo de
verdad por lo que hice. Fui impulsivo y muy… Ten, más o menos.
La miré para encontrar sus ojos abiertos y llenos de lágrimas.
Gam le envió su mirada más triste. —No quiero que te vayas solo porque
metí la pata. Esa es tu casa y seguirá siéndolo. Yo nunca… mierda. —Miró sus
manos y olfateó—. Nunca te dije lo orgulloso que me encontraba de ti por lo
mucho que hiciste por los niños mientras yo no estuve. Y nunca te dije que no te
culpo por las cosas que salieron mal. No sé si alguien, me incluyo, hubiera
podido mantener las cosas tanto tiempo como tú. Y nunca perdí ningún tipo de
confianza en ti. Eres una mujer fuerte y valiente, y estoy orgulloso de tenerte
como hermana. Siempre te amaré sin importar qué.
Caroline me miró, le envié una sonrisa de ánimo antes de tomar su mano
y apretarla.
—Y Ten… —continuó Gamble. Caroline apretó mis dedos, como si
esperara que me diera el mismo tipo de discurso. Diablos, creo que incluso yo
lo esperaba.
Pero lo que dijo fue—: Eres un traicionero hijo de puta. Voy a seguir
trabajando contigo, porque tengo que hacerlo, pero aparte de eso, simplemente
quédate lejos de mí. Ya no quiero ser tu amigo. No quiero tener nada que ver
contigo. Y voy a reírme y celebrar el día que ella por fin decida tirar tu trasero
inútil.
—¡Noel! —exclamó Caroline, horrorizada.
La miró, sus ojos duros. —Lo siento, sé que no puedo prohibirte que lo
veas, pero no voy a fingir que me gusta esto. ¿Vienes a casa o no?
Caroline envolvió sus brazos alrededor de mi brazo. —Estoy en casa —
dijo simplemente.
La mirada que Gamble me disparó me dijo que esta tenía que ser la peor
traición, como si acabara de robarle a su hermana.
Luego asintió una vez, se aclaró la garganta, y se levantó. Cuando se fue
sin decir nada más, miré a una muy tranquila y pálida Caroline. No me sentía
tan estable. No todos los días perdía a mi amigo.
—¿Estás bien? —pregunté.
Soltó una risa temblorosa. —¿Lo estás tú?
Asentí. —No me arrepiento de ni una sola cosa. Te tengo, y eso es más de
lo que merezco. Es todo lo que quiero. —Tomando sus manos, le besé los
nudillos—. Ahora, ¿qué es lo que quieres hacer por el resto de nuestra vida?
Traducido por Pachi Reed15 & Annie D
Corregido por SammyD
Cuando me desperté, estaba acostada sobre algo duro, pero mis piernas
colgaban de un lado con mis pies en el suelo y mi mejilla estaba apoyada contra
una pierna. No parecía la pierna de Noel.
Me senté, haciendo una mueca por el dolor en mis sienes. Después de
empujar mi cabello de mi cara, me centré en Asher. No lo esperaba en absoluto,
solo parpadeé.
—Hola —murmuró, simpatía dominaba su mirada verde—. ¿Cómo te
sientes?
Aparté la vista y miré alrededor de la sala de espera del hospital para
descubrir que todos los demás habían llegado mientras yo dormía. Zoey yacía
dormida, escondida en el regazo de Quinn. Reese y Eva se levantaron de donde
se hallaban sentadas con Pick y Mason. Cuando comenzaron a caminar hacia
mí, alcé mis manos, alejándolas. No podía soportar que alguien me consolara en
estos momentos. Solo quería a Noel.
O a Oren.
Pero no podía tener a Oren.
El dolor se agitó a través de mí.
Miré a mi alrededor de nuevo. Pero no encontré a Noel en la habitación.
Tampoco a Brenda ni Phil.
Resoplé y sacudí mi cara seca y sucia. —¿Dónde está Noel? ¿Han dado
alguna noticia sobre Oren? ¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?
—¿Por qué no te acuestas de nuevo? —La voz de Asher me persuadía
mientras se estiraba hacia mí, pero retrocedí.
A Oren no le gustaría que Asher me tocara.
—¿Dónde está Noel? —pregunté, sintiendo un inminente ataque de
pánico.
Sin Oren. Sin Noel. No podía soportar esto.
Reese cerró las manos sobre su corazón. —Acaba de salir para hacer una
llamada por teléfono a casa y reportarse. Y no, no ha habido noticias sobre Ten.
Hemos estado aquí hace menos de una hora. Noel dijo que acababas de
quedarte dormida cuando llegamos.
Asentí con agradecimiento, escondí mi rostro y me apresuré a salir por la
habitación para encontrar a mi hermano.
Oí su voz mientras me acercaba a una intersección en el pasillo.
—No, todavía no hay noticias. Él debe… mierda. Debe estar mal si aún
no han salido a decir nada. Solo llamaba para reportarme. No, en realidad, tenía
que escuchar tu voz. Ojalá estuvieras aquí conmigo.
Su propia voz sonaba ahogada y cruda, y me detuvo en seco. Parecía tan
afligido como me sentía. Lastimando mis ya frágiles sentimientos. Aquí, había
estado preocupada por nada ni nadie más que yo, y Noel estaba a punto de
perder a su mejor amigo.
Mientras agarraba mi estómago, Noel dijo—: No, no vengas. Dijiste que
Colton sigue molesto. Él te necesita. Estaré bien. Simplemente hablar contigo es
de ayuda. Escuchar tu voz.
Después de una pausa para escuchar una pregunta, suspiró con
cansancio. —Ella es un completo desastre. Está haciéndose daño y se culpa a sí
misma, y mierda… no sé qué hacer por ella. ¿Y si termina siendo una viuda de
diecinueve años debido a esto? Solo la sostengo mientras llora hasta quedarse
dormida, y trato de no desmoronarme delante de ella. Pero dios, Aspen. Era mi
mejor amigo. Y si muere y las ultimas cosas que le dije fueron…
Siseó y dejo salir un suspiro. —Lo sé, pero todavía me siento como una
mierda. Fui un idiota. Lo traté horrible, y él podría morir por salvar la vida de
mi hermano y mi hermana. Realmente la amaba, y yo estaba demasiado enojado
y me sentía demasiado traicionado incluso para ver eso. No puedo… yo…
Cuando su voz se quebró, las lágrimas rodaron por mis mejillas. Me
apresuré a dar vuelta en la esquina. Sus ojos húmedos y rojos se abrieron
cuando me vieron.
—Lo siento. —Corrí hacia él y lo abrace. Sus brazos inmediatamente me
rodearon—. Lo siento, solo pensé en mí.
Enterró su cara en mi cabello. —No. Yo lamento haber sido tan
jodidamente terco.
Nos abrazamos y lloramos, y él finalmente terminó su llamada con su
esposa. Pasó el tiempo, no tengo idea de cuánto. Segundos, horas, minutos.
Todo parecía ser absorbido por algún vacío surrealista donde nada de esto
sucedía realmente. Donde era solo un loco sueño horrible, e iba a despertar en
cualquier momento. Abriría los ojos y estaría de vuelta en la cama de Oren con
nuestras piernas enredadas y la palma de su mano ahuecando mi pecho. La luz
derramándose a raudales a través de las ventanas y él entreabría sus ojos y me
daría una de sus perezosas y sexys sonrisas mañaneras.
—Buenos días —me diría —. Supongo que decidiste quedarte un día más, ¿eh?
Pero entonces Noel se apartó de mí, limpiándose la cara, y continuaba en
un hospital, donde no había visto a Oren en seis horas, no desde que levantó la
vista desde donde estaba colgando y me dijo que me amaba antes de soltar mi
mano.
Un estremecimiento de horror me atravesó, preguntándome sí alguna
vez vería de nuevo esos vivaces ojos color avellana.
Noel me dio una sonrisa trémula que lucía llena de dolor. —No quería
desmoronarme delante de ti de esta manera.
Apreté su brazo. —Está bien. Solo hazme un favor y deja de hablar de él
en pasado. Él va a estar bien. Va a sobrevivir.
El dolor atravesó el rostro de Noel, pero lo borró con otra triste sonrisa y
asintió. —Lo tienes.
Con ese acuerdo hecho, envolvimos nuestros brazos alrededor del otro y
comenzamos a regresar a la sala de espera, donde nos dimos cuenta que un
médico en ropa quirúrgica había llegado. Los padres de Oren también habían
reaparecido.
—Aquí está. —Pick me señaló cuando entré a la habitación.
El médico se giró, mirándome de pies a cabeza y luego asintiendo antes
de decir. —Señora Tenning, soy el doctor Wolfowitz, el traumatólogo que trató
a su marido. Cuando Oren entró, estaba inconsciente y en estado de shock.
Hubo daños importantes en su hueso frontal y parietal izquierdo, lo que es
probable que ocurriera cuando se estrelló contra el tronco y la roca contra los
que quedó atrapado hasta que lo encontraron. Aunque fue quizá lo que lo salvó
de morir ahogado, eso también fue lo que causó el mayor daño. Había mucho
traumatismo en la cabeza y la medula espinal…
¿Había? ¿Por qué seguía diciendo todo como si fuera en tiempo pasado?
Como si Oren fuera tiempo pasado.
—Aparte de la lesión cerebral, tiene una luxación en el hombro, una
pierna fracturada y cicatrices significativas y permanentes en el lado derecho de
la cara, aunque hemos sido capaces de salvar el ojo y el oído dañado.
Tragué saliva y apreté la mano sobre mi boca. Las cicatrices permanentes
no significaban nada para mí. No, en realidad lo eran todo. Significaban que
seguía vivo. Un ojo y oído salvado, eso significaba que habían salvado el resto
de él también, ¿verdad? ¿Su corazón seguía latiendo?
—¿Entonces está vivo? —dije con voz áspera, casi con miedo de
expresarlas.
El doctor dudó. No tengo idea de porqué. Si el ojo y oído de Oren habían
sanado, entonces el resto de él tenía que estar bien también.
Finalmente, el médico dio una pequeña inclinación de cabeza. Pero
entonces tuvo que seguirlo con—: Tuvimos que ponerlo en un coma inducido
para darle tiempo a su cerebro para sanar.
—Oh Dios mío —Brenda se cubrió la boca con las manos y se giró hacia
Phil, quien inmediatamente la tomó en sus brazos.
Me quede mirándolos un momento mientras la palabra coma resonaba en
mis oídos. Pero Oren se hallaba en coma. Ni siquiera parecía posible. El más
irritante, animado, malhablado, idiota y amoroso que había conocido, y ¿ellos
habían apagado su cerebro?
Un insensible vacío me llenó, como si mi cerebro hubiera decidido tomar
un pequeño descanso. Estudié a todos los demás en la sala de espera, los padres
de Oren abrazándose el uno al otro, Zoey sollozando en el hombro de Quinn
mientras él suavemente acariciaba su abdomen y la besaba en el cabello, Reese
y Eva tomadas de las manos y viéndose pálidas mientras sus hombres las
rodeaban, Asher con las manos dentro de sus bolsillos y la cabeza gacha al
tiempo que pateaba un lado de su otro zapato, y Noel… Noel viéndose como si
pudiera empezar a llorar de nuevo, y solo los miraba, sintiéndome triste por
ellos, mientras que mi interior estaba demasiado… demasiado asustado para
sentir algo en absoluto.
Pero entonces Noel me agarró y me arrastró a sus brazos, y esa primera
dolorosa mordedura del miedo hundió sus dientes en mi yugular. Dejándome
fría, y empecé a temblar.
—Dijiste inducido medicamente —repitió Phil mientras acariciaba el
brazo de su esposa y asintió hacia el médico.
Cuando el doctor Wolfowitz lo confirmó, Phil preguntó—: ¿Así que eso
significa que ustedes también lo sacarán de éste? ¿Cómo… cuanto tiempo estará
así?
—Eso depende. Vamos a disminuir los barbitúricos tan pronto como la
inflamación empiece a bajar. Si el nivel funcional es bueno, vamos a sacarlo por
completo.
Negué con la cabeza, incapaz de creer la mayor parte de esto. Un Oren-
no-funcional simplemente no era algo que pudiera configurar en mi proceso de
pensamiento. Él siempre estaba en movimiento, nunca se quedaba quieto, en
realidad nunca dejaba de hablar. Siempre tenía una réplica ingeniosa para todo,
siempre tenía algún tipo de reacción. Imaginarlo inmóvil e inconsciente, sin
reacción, en una cama de hospital blanca y estéril no encajaba con el hombre del
que me había enamorado y con el que me casé.
Pero entonces no tuve que imaginármelo en mi cabeza por más tiempo.
Dos horas más tarde, logré verlo yo misma. Las visitas fueron por fin admitidas
en la unidad de cuidados intensivos, dos cada vez y solo por diez minutos una
vez cada hora, pero ninguno de nosotros se preocupó por esas pocas reglas.
Nos encontrábamos dispuestos a hacer cualquier cosa, esperar cualquier
cantidad de tiempo, por la más mínima cantidad de tiempo con Oren.
La enfermera miró hacia mí cuando salió para permitir que las dos
primeras personas entraran, pero di un paso atrás e hice un gesto hacia sus
padres, dejándolos ir primero. Sin embargo, juro que ellos sobrepasaron su
tiempo. Cada maldito segundo se sentía como un milenio. Cuando salieron, sus
rostros estaban húmedos y se veían diez años más viejos que cuando se habían
ido. Brenda me miró brevemente, y rápidamente desvió la mirada.
Me giré hacia Noel en busca de apoyo. Tomó mi mano y me dio una
fortalecedora inclinación de cabeza. —Solo una hora más.
Asentí porque no podía hablar. Cuando nuestro turno finalmente llegó,
mis dedos se apretaron alrededor del brazo de mi hermano mientras el miedo
apretaba mi corazón. Odiaba la visión de la sangre y vísceras, y ver a Oren
lastimado a causa de lo que había hecho para salvarme lo hacía todo mucho
más doloroso.
Se encontraba en estado de coma con cicatrices permanentes, un cerebro
inflamado, y huesos rotos por mi culpa.
Pero entonces estaba aquí, y me olvidé de todo eso. Por fin pude ver a mi
precioso, precioso hombre. Con un suspiro, dejé de lado a Noel y corrí hacia
adelante. Una escayola cubría su pierna elevada y le habían puesto un
cabestrillo en un brazo mientras que la mitad de su cabeza se hallaba envuelta
en vendas. Un tubo introducido en su boca, le daba oxígeno mientras vías
intravenosas y monitores cardiacos conducían varias otras mangueras hacia él.
La parte de su cara que podíamos ver estaba bastante hinchada, pero aun podía
notarse que era él.
Mi Oren.
Toqué sus dedos con reverencia, con cuidado de no molestar alguno de
los aparatos conectados a la parte posterior de su mano. Entonces me agaché a
su lado para poder hablarle al oído.
—Hola, guapo. Siento haber tardado tanto en llegar a ti. No creí que me
dejarían volver aquí. Ya iba a sacar algunos de mis trucos de actuación y hacer
un acto digno de una diva para conseguir estar a tu lado, pero ellos finalmente
obedecieron.
Sonreí, recordando la escena que habíamos hecho en el avión. Pero la
sonrisa cayó cuando Oren no dio ninguna respuesta; el monitor de su corazón
seguía sonando a un ritmo constante y las pulseras alrededor de sus tobillos
seguían liberando la presión con una bocanada de aire.
—Estoy muy molesta contigo, sabes. —Mantuve mi voz ligera mientras
lo regañaba, incluso extendí la mano para mover suavemente mis uñas sobre su
cuello, pero lo seguí regañando—. No se suponía que soltaras mi mano así.
Digo, si tú saltas, yo salto, recuerdas, ¿Jack? Debías escuchar esa parte.
Pero tampoco respondió a la cita del Titanic. Un sollozo se me escapó.
Las manos de Noel se envolvieron alrededor de mis hombros y los apretó en
apoyo.
—Se suponía que debía ir contigo, dondequiera que fueras. Somos un
equipo. Me dijiste una vez que debía tener un lugar. Bueno, finalmente me di
cuenta donde está. Es contigo. ¿De verdad quieres dejarme sola, sin un lugar?
Maldita sea, no me puedes abandonar aquí para vivir esta vida yo sola. Soy un
completo desastre sin ti. Yo… —Mi voz se quebró y negué con la cabeza —. Te
amo, Oren. Yo solo… quiero que regreses.
Pero Oren no estaba aquí, y hablaba con un cuerpo que no respondía. No
sabía que más hacer y sin embargo, no podía dejarlo. Así que pasé la mayor
parte de nuestros diez minutos con él, solo hablando, diciéndole que todo el
mundo afuera esperaba su turno para verlo y que Noel ya no estaba enojado
con él. Apenas quedaba un minuto cuando por fin me di cuenta que Noel quizá
también quería decir algo.
Me hice a un lado y él se inclinó al oído de Oren para murmurarle algo
corto y dulce. Luego se aclaró la garganta y se puso de pie, girándose hacia mí.
Cuando nuestras miradas se encontraron, supe que era el peor momento
de nuestras vidas.