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seleccionados Emile Durkheim


Fuente: EL SUICIDIO

Akal Edito4 Madrid, pp, 213 -214, 221, 255, 262-263, 265'27 5, 27 7'27 I

7. El suicidio egoísta producen los mismos efectos; por otra pane esto es lo que he-
mos demostrado ya al estudiar directamente la manera cómo
Hemos establecido, sucesivamente, las tres proposiciones actúan sobre el suicidio las distintas religiones. No es lo que
que siguen: tienen de específico los casos políticos o los domésticos lo que
pueden explicar la infinidad que confieren, puesto que la so-
El suicidio varía en razón inversa del grado de desintegra- iiedad religiosa tiene el mismo privilegio. La causa no puede
ción de la sociedad
encontrarse más que en una misma propiedad que poseen to-
- religiosa, dos esos grupos sociales, aunque ralvez, en grados diferentes.
Llegamos, pues, a esta conclusión general: El suicidio varía en
- doméstica. razón inversa del grado de desintegración de los grupos socia-
- política. les de que forma parte el individuo,

Esta proximidad demuestra que, si esas diferentes socieda- Pero la sociedad no puede desintegrarse sin que, en la mis-
des tienen sobre el suicidio una influencia moderadora, no es ma medida, no se desprenda el individuo de la idea social, sin
por consecuencia de caracteres particulares de cada una de que los fines propios no lleguen a preponderar sobre los fines
óllas, sino por una causa que es común a todas. No es a la na- Comunes, sin que la personalidad particular, en una palabra, no
turaleza especial de los sentimientos religiosos a lo que la reli- tienda a ponérse por encima de la personalidad colectiva.
gión debe su eficacia, puesto que las sociedades domésticas y Cuanto más debilitados son los grupos a que pertenece, menos
las sociedades políticas, cuando están fueflemente integradas, depende de ellos, más se exalta a sí mismo para no reconocer

82 ct(stcos DE L soctoLocft: puNn,qoonp,s


otras reglas de conducta que las fundadas en sus intereses pri- Por otra parte, como el trabajo pedido a cada órgano de-
vados. Así pues, si se conviene en llamar egoísmo a ese estado pende el mismo del estado general de las fuerzas vitales y de las
en que el yo individual se afirma con exceso ft"ente al yo social necesidades del equilibrio orgánico, el desgaste, a su vez, se re-
y a expensas de este último, podremos dar el nombre de egoís- gula sobre la reparación, y la balanza se realiza por sí misma.
ta al tipo particular de suicidio que resulta de una individua- Los límites del uno son también los de la otra: están igualmen-
ción desintegrada, te inscritos en la constitución misma del viviente, que no tiene
medios de sobrepasarlos.
Bien merece, pues, este tipo de suicidio, el nombre que le
hemos dado. El egoísmo no es un factor simplemente auxiliar; Pero no ocurre 1o mismo con el hombre, porque la mayor
es su causa generadora, Si, en ese caso, el lazo que liga al hom- parte de sus necesidades no están, o no están en el mismo grado,
bre a la vida se afloja, es porque el nexo que Ie une a la socie- bajo la dependencia del cuerpo. En rigo4 se puede todavía consi-
dad, se ha relajado. Los incidentes de la existencia privada, que derar como determinable la cantidad de elementos materiales
parecen inspirar inmediatamente el suióidio y que pasan por necesarios al sostenimiento físico de una vida humana, aunque
ser sus condiciones determinantes, en realidad no son más que la determinación sea ya menos estrecha que en el caso preceden-
causas excepcionales. Si el individuo cede al menor choque de te y elmargen más ampliamente abierto a las libres combrnacio-
las circunstancias es porque en el estado en que se encuentra la nes del deseo; porque, más allá del límite indispensable con el
sociedad ha hecho de él una fuerza dispuesta al suicidio, que la naturaleza está pronta a conformarse cuando procede ins-
tintivamente, la reflexión más despierta hace entrever condicio-
nes mejores, que aparecen como fines deseables y que solicitan
8, El suicidio anómico la actividad. Sin embargo, se puede admitir que los apetitos de
ese género encuentran, tarde o temprano, un límite que no pue-
Pero la sociedad no es solamente un objeto que atraiga, con den franquear. Pero, ¿cómo fijar la cantidad de bienestal de con-
una intensidad desigual, los sentimientos y la actividad de los fort, de lujo que puede legítimamente perseguir un ser humano?
individuos. Es también un poder que los regula. Existe una re-
lación entre la manera de ejercer esta acción reguiadora y el Pero, puesto que no hay nada en el individuo que pueda fi-
porcentaje social de los suicidios.
jarles sin lÍmite, éste debe venirle necesariamente de alguna
fuerza exterior a é1. Es preciso que un poder regulador desem-
peñe para las necesidades morales el mismo papel que el orga-
In anonúa y las crisis nismo para las necesidades fisicas. Es decil que este poder no
puede ser más que moral, Es el despertar de la conciencia lo
Un ser vivo cualquiera no puede ser feliz, y hasta no puede que ha venido a romper el estado de equilibrio en el que dor-
vivir más que si sus necesidades están suficientemente en rela- mitaba el animal; la conciencia solamente puede proporcionar
ción con sus medios, De otro modo, si exigen más de lo que se los medios de restablecerlo. La coacción natural no produce
les puede conceder, estarán contrariadas sin cesar y no podrán aquí efecto; no es con fuerzas físicas con las que se pueden mo-
funcionar sin dolor. Ahora bien: un movimiento que no puede dificar los corazones. Cuando los apetitos no son detenidos au-
producirse sin sufrimiento tiende a no reproduclrse, Lai ten- tomáticamente por mecanismos fisiológicos, no pueden dete-
dencias que no están satisfechas se atrofian, y como la tenden- nerse más que delante del límite que reconozcan como justo,
cia a üvir no es más que el resultado de todas las otras, tiene
que debilitarse si las otras se aflojan.
La sociedad sola, sea directamente y en su conjunto, sea
por medio de uno de sus órganos, está en situación de desem-
En el animal, a lo menos en estado normal, este equilibrio peñar este papel moderador; porque ella es el único poder mo-
se establece con una espontaneidad automática, porque depen- ra1 superior al individuo, y cuya superioridad acepta éste. Ella
de de condiciones puramente materiales, Todo lo que reclama sola tiene la autoridad necesaria para declarar el derecho y
el organismo es que las cantidades de substancia y de energía, marcar a las pasiones el punto más allá del cual no deben ir.
empleados sin cesar en vivir, sean reemplazadas periódicamen- Ella sola, también, puede apreciar qué premio debe ofrecerse
te por cantidades equivalentes: es que la reparación sea igual al en perspectiva a cada orden de funcionarios, en bien del inte-
desgaste. rés común.

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Y en efecto, en cada momento de la historia hay, en la das partes no es posible más que si se impone a los individuos
conciencia moral de las sociedades, un sentimiento oscuro de por una autoridad que está por encima de ellos, es decir, por la
lo que valen, respectivamente, los diferentes servicios sociales, autoridad colectiva. Porque no puede establecerse sin pedir a
de la remuneración relativa que se debe a cada uno de ellos, y, los unos y a los otros, sacrificios y concesiones en nombre del
por consecuencia, de la medida de ias comodidades que con- interés público.
vienen al promedio de los trabajadores de cada profesión. Las
Es cierto que algunos han creído que esta presión moral se
diferentes funciones están como jerarquizadas en la opinión, y
haría inútil el día en que la situación económica cesara de ser
se atribuye a cada una un cierto coeficiente de bienesta4 según
transmitida hereditariamente,
el lugar que ocupan en la jerarquía.
Pero esto no es más que una cuestión de grado. Porque
Hay, pues, una verdadera reglamentación, que no por care-
siempre subsistiría una herencia: la de los dones naturales, La
cer siempre de una forma jurídica deja de fija4 con una preci-
inteligencia, el gusto, la valía científica, artística, literaria, in-
sión relativa, el máximum de bienestar que cada clase de so-
dustrial, el valol la habilidad manual, son fuerzas que cada
ciedad puede legítimamente buscar o alcanzar. Por otra parte,
uno recibe al nace4 como el que ha nacido propietario recibe
la escala así establecida no tiene nada de inmutable. Cambiará
su capital, como el noble, en otro tiempo, recibía su título y su
según que la renta colectiva crezca o disminuya, y según los
función. Será necesaria todavía una disciplina moral para ha-
cambios que experimentan las ideas morales de la sociedad.
cer aceptar a los que la naluraleza ha favorecido menos la si-
Bajo esta presión, cada uno, en su esfera, se da cuenta va- tuación inferiol que deben al azar de su nacimiento. ¿Se irá
gamente del punto extremo adonde pueden ir sus ambiciones, hasta reclamar que el reparto sea igual para todos y que no se
y no aspira a nada más allá. Si, por lo menos, es respetuoso de dé ninguna ventaja a los más útiles y meritorios? Pero entonces
la regla y dócil a la autoridad colectiva; es decir, si tiene una sa- haría falta una disciplina, muy de otro modo enérgica, para ha-
na constitución moral, siente que no está bien exigir más. Así cer aceptar a estos últimos un trato sencillamente igual al de
se marca a las pasiones un objetivo y un término. los mediocres e impotentes.
Indudablemente, esta determinación no tiene nada de rígi- Sólo que esta disciplina, del mismo modo que la preceden-
da, ni de absoluta. El ideal económico asignado a cada catego- te, no puede ser útil más que si es considerada como justa por
ría de ciudadanos está comprendido entre ciertos límites, den- los pueblos que se le han sometido. Cuando no se mantiene
tro de los cuales los deseos pueden moverse con libertad. Pero más que por la habilidad y la fuerza,la paz y la armonía sólo
no es ilimitado. subsisten en apariencia; el espíritu de inquietud y el descon-
tento están iatentes; los apetitos, superficialmente contenidos,
Con todo, no servirá para nada que cada uno estimase como
justa la jerarquía de las funciones tal como está organizada por no tardan en desencadenarse.
la opinión, si al mismo tiempo no se considerase como igual- Lo que el hombre tiene de característico es que el freno a que
mente justa la manera con que se reclutan esas funciones. El está sometido no es físico, sino moral, es decil social. Recibe su
trabajador no se encuentra en armonía con su situación social iey, no de un medio materialque se le impone brutalmente, sino
si no está convencido de que tiene io que debe tener. Si se cree de una conciencia superior a la suya y cuya imperiosidad siente.
apto para ocupar otra, la que tiene no puede satisfacerle, No Porque la mayor y la mejor parte de su vida sobrepasa el cuer-
basta, pues, que el nivel medio de las necesidades esté, para ca- po, escapa al yugo del cuerpo, pero sufre el de la sociedad.
da condición, regulado por el sentir público; aún es necesario
Solamente cuando la sociedad está perturbada, ya sea por
que otra regiamentación, más precisa, fije la manera cómo las
crisis doiorosas o felices, por demasiado súbitas transforma-
diferentes condiciones deben ser asequibles a los particulares.
ciones, es transitoriamente incapaz de ejercer esta acción; y he
I en efecto, no hay sociedad donde esta reglamentación no
aquí de dónde vienen estas bruscas ascensiones de la curva de
exista. Varía según los tiempos y los lugares, Antaño hacía del
los suicidios, cuya existencia hemos establecido más arriba.
nacimiento el principio casi exclusivo de la clasificación social;
hoy no mantiene otra desigualdad nativa que la que resulta de En efecto, en los casos de desastres económicos, se produce
la formación hereditaria y del mérito, Pero, bajo esas diversas como una descalificación, que arroja bruscamente a ciertos in-
formas, en todas partes tiene el mismo objeto. También en to- dividuos en una situación inferior a la que ocupaban hasta en-

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tonces. Es preciso que rebajen sus exigencias, que restrinjan sus ella hay algún obstáculo o si se le pone se queda el sujeto con
necesidades, que aprendan a contenerse más, Todos los frutos de las manos completamente vacías, Ahora bien, sucede que al
la acción social se pierden en lo que les concierne; se ha de re- mismo tiempo la lucha se hace más violenta y más dolorosa, a
hacer su educación moral. Ahora bien, la sociedad no puede ple- la vez que está menos regulada y que las competencias son más
garlos en un instante a esta vida nueva y enseñaries a ejercer so- ardientes. Todas las clases están en lucha, porque ya no hay cla-
bre sí mismos este aumento de continencia al que no se hallaban sificación establecida. El esfuerzo es, pues, más considerabie
acostumbrados. De ello resulta que no están aiustados a la con- en el momento en que se hace más improductivo. ¿Cómo, en
dición que se les crea, y que hasta su perspectiva les es intolera- estas condiciones, no se debilitaría la voluntad de vivir?
ble; de aquí los sufrimientos que ies apartan de una existencia
Esta expiicación está confirmada por la singular inmuni-
empequeñecida, aun antes de que la hayan experimentado,
dad de que gozan los países pobres, Si la pobreza protege con-
Pero no ocurre de otro modo si la crisis tiene por origen un tra el suicidio, es porque, por sí misma, es un freno. Hágase lo
brusco acrecentamiento del poderío y de la fortuna, Entonces, que se quiera, los deseos, en cierta medida, se ven obiigados a
como las condiciones de la vida han cambiado, la escala según contar con los medios; lo que se tiene, sirve de punto de mira
la cual se regulan las necesidades no puede permanecer la mis- para determinar lo que se quisiera tener. Por consecuencia,
ma, porque varía con los recursos sociales, y que determina en cuanto menos posee uno, menos intenta extender el círculo de
globo la parte que debe conesponder a cada categoría de pro- sus necesidades. La impotencia, constriñéndonos a la modera-
ductores. La producción se ha alterado; pero, por otra parte, no ción, nos acostumbra a ella, además de que, donde la medio-
podría improvisarse una nueva graduación. Hace falta tiempo cridad es general, nada viene a excitar el deseo. La riqueza, al
para que los hombres y las cosas sean de nuevo clasificados por contrario, por los poderes que confiere, nos da la ilusión de que
la conciencia pública, Hasta que las fuerzas sociales, así pues- nos engrandecemos por nosotros mismos.
tas en libertad, no hayan vuelto a encontrar el equilibrio, su va-
Pero si el peligro moral que trae consigo todo acrecenta-
lor respectivo permanece indeterminado, y, por consecuencia,
miento del bienestar no es irremediable, es preciso, con todo,
toda reglamentación es defectuosa durante algún tiempo, Ya
no perderlo de vista.
no se sabe lo que es posible y lo que no lo es, lo que es justo y
lo que es injusto, cuáles son las reivindicaciones y las esperan-
zas legítimas, cuáles las que pasan de la medida, Por consi- La anontia en estado crónico
guiente, no hay nada que no se pretenda. Por poco profunda
que sea esta conmoción, alcanzahasta a los principios que pre- Si, como en los casos precedentes, la anomalía no se produ-
siden la distribución de los ciudadanos entre ios diferentes em- jera sino por accesos intermitentes y bajo la forma de crisis agu-
pleos. Porque como las relaciones entre las diversas partes de das, podría hacer variar de vez en cuando el porcentaje social de
la sociedad son necesariamente modificadas, Ias ideas que ex- los suicidios, pero no sería un factor regular y constante. Pero
presan esas relaciones no pueden permanecer las mismas. Tal hay una esfera de la vida social donde está actualmente en esta-
clase, que Ia crisis ha favorecido más especialmente, no está ya do crónico: la del mundo del comercio y de la industria.
dispuesta a la misma resignación, y, de rechazo, el espectáculo
Desde hace un siglo, en efecto, el progreso económico ha
de su mayor fortuna despierta alrededor y por debajo de ella to-
consistido, principalmente, en libertar a las relaciones indus-
da clase de codicias.
triales de toda reglamentación. Hasta los tiempos recientes, to-
El estado de inegularidad o de anomalía está, pues, refor- do un sistema de poderes morales tenía por función discipli-
zado por el hecho de que las pasiones se encuentran menos dis- narlos. Por lo pronto, estaba la religión, cuya influencia se ha-
ciplinadas en el preciso momento en que tendrían necesidad de cía sentir lo mismo sobre los obreros que sobre los patronos,
una discipiina más fuerte, sobre los pobres que sobre los ricos. Consolaba a los primeros
y los enseñaba a contentarse con su suerte, mostrándoles que
Pero entonces, sus mismas exigencias hacen que sea impo-
el orden social es providencial, que la parte de cada clase ha si-
sible satisfacerlas.
do fijada por Dios mismo, y haciéndoles esperar de un mundo
Sobre todo, como esta carrera hacia un fin inaprehensible futuro las justas compensaciones a las desigualdades de éste,
no puede procurar otro placer que el de la carrera misma, si en Moderaba a los segundos recordándoles que los intereses te-

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rrenos no son todo para el hombre, que deben subordinarse a cliente el mundo entero, ¿cómo ante estas perspectivas sin iími-
otros, más elevados, y, por consiguiente, que no merecen ser tes, aceptar las pasiones que se le iimita como en otro tiempo?
perseguidos sin regla ni medida, Elpoder temporal, por su par-
De aquí es de donde viene la efervescencia que reina en esta
te, por la supremacía que ejercía sobre las funciones económi-
parle de la sociedad, y que de allí se ha extendido al resto. Es que
cas, por el estado relativamente subalterno en que las mante-
el estado de crisis y de anomalía es constante, y, para decirlo así,
nía, las contenía en su desarrollo. En fin, en el mismo seno del
normal. De aniba a abajo de la escala, las concupiscencias se
mundo de los negocios, las corporaciones de los oficios, regla-
han elevado sin saber dónde posarse definitivamente. Nada po-
mentando los salarios, el precio de los productos y Ia produc-
drá calmarlas, porque el objetivo adonde se dirigen está infinita-
ción misma, fijaban indirectamente el nivel medio de las ren-
mente más ailá de lo que pueden alcanzar. La reaiidad parece sin
tas, sobre el cual, por la fuerza de las cosas, se regulan en par-
valor en comparación de lo que üslumbran como posible las
te las necesidades. Al describir esta organización, no imaginaciones calenturientas; se la aparta, pero para prescindir
intentamos, desde luego, proponerla como un modelo. Ciaro
en seguida de lo posible, cuando a su vez se convierte en real. Se
está que, sin profundas transformaciones, no podría convenir a
tiene sed de cosas nuevas, de goces ignorados, de sensaciones sin
las sociedades actuales. Todo lo que hacemos constar es qué
nombre, pero que pierden todo su atractivo cuando son conoci-
existía, que producía efectos útiles, y que hoy nada de esto tie-
das, Entonces, al menor revés que sobrevenga, faltan las fuerzas
ne lugar.
para soportarlo. Toda esta fiebre cae, y se percibe cuán estéril era
En efecto, la religión ha perdido la parte más grande de su im- el tumulto, y cómo todas esas sensaciones nuevas, indefinida-
perio. El poder gubemamental, en vez de ser el regulador de la vi- mente acumuladas, no han logrado constituir un sólido capital
da económica, se ha convertido en su instrumento y su servidor. de dicha, sobre el que se pueda vivir en los días de prueba. El
Las más contrarias escuelas, economistas ortodoxoi y socialistas prudente, que sabe gozar de los resultados adquiridos sin expe-
extremos se entienden, para reducirle ai papel de intermediario, rimentar perpetuamente la necesidad de reemplazarlos por
más o menos pasivo, entre las diferentes funciones sociales. otros, encuentra en ello un asidero a la vida, cuando suena la ho-
ra de las contrariedades. Pero el hombre que siempre lo ha es-
Pero los unos y los otros le rehusan capacidad para someter
perado todo del porveni4 que ha vivido conlos ojos fijos en el fu-
el resto de los órganos sociales y hacerlos converger hacia un fin
turo, no tiene nada en su pasado que le consuele contra las amar-
que 1es domine. De una y otra parte se proclama que las nacio-
guras del presente, porque el pasado no contiene para él más que
nes deben tener por único y principal objetivo prosperar indus-
una serie de etapas atravesadas con impaciencia, Lo que le per-
triaimente; esto es io que implica eidogma delmaterialismo eco-
mitía cegarse sobre sí mismo, es que contaba siempre con en-
nómico, que sirve igualmente de base a estos sistemas, opuestos
contrar más lejos la felicidad, que no había aún encontrado has-
en apariencia, Y como estas teorías no hacen más que expresar
ta entonces. Pero se le ha detenido en su marcha; desde enton-
el estado de la opinión, la industria, en vez de continuar siendo
ces, ya no hay nada detrás ni delante de é1, sobre lo que pueda
considerada como un medio al servicio de un fin que le sobre-
descansar su mirada, Lafafiga, por otra parte, basta por sí sola
pasa, se ha converlido en el fin supremo de los indiüduos y de
para producir el desencantamiento, porque es difícil no senth a
las sociedades. Entonces ha ocurrido que los apetitos que pone
la larga, la inutilidad de una persecución sin término.
enjuego se han encontrado libertados de toda autoridad que los
limite. Esta apoteosis del bienestat al santificarlos, por decirlo Hasta se puede preguntar si no es, sobre todo, este estado
así, los ha puesto por encima de toda ley humana, Parece que moral el que hace hoy tan fecundas en suicidios las catástro-
hay una especie de sacrilegio en ponerles diques. Por esto, aun la fes económicas. En las sociedades donde está sometido a una
reglamentación puramente utilitaria que el mismo mundo in- sana disciplina, el hombre, se entrega, también más fácilmen-
dustrial ejercía sobre eilos, por intermedio de las corporaciones, te a los golpes de la desgracia, Habituado a contrariarse y a
no ha logrado mantenerse. En fin, ese desencadenamiento de los contenerse, el esfuerzo necesario para imponerse un poco más
deseos ha sido aún agravado por el desanolio mismo de la in- de molestia le cuesta relativamente poco. Pero cuando todo li
dustria y la extensión casi indefinida del mercado. Cuando el mite es odioso por sí mismo, ¿cómo parecería soportable una
productor no podía librar sus productos más que a la vecindad, limitación más estrecha? La impaciencia febril en que se vive
lo módico de la ganancia posible no podía sobreexcitar mucho no inclina apenas a la resignación. Cuando no se tiene otro ob-
su ambición. Pero ahora, que casi puede pretender tener por jetivo que sobrepasar sin cesar el lugar que se ha alcanzado,

86 cüsrcos DE LA socroLocÍ¿.: puNn,qnonp,s


¡cuán doloroso es ser lanzado hacia atrásl Esta misma desor- por esta razón sufren. En orden de su origen, demos a esta úl-
gantzación que caracteriza nuestro estado económico abre la tima especie ei nombre de suicidio anómico.
puefia a todas las aventuras. Como las imaginaciones están
Seguramente este suicidio y el suicidio egoísta no dejan de
ávidas de novedades y nada las regula, andan á tientas, al azar.
tener relaciones de parentesco. El uno y el otro se producen por
Necesariamente, los fracasos crecen con los riesgos, y así, las
no estar la sociedad bastante presente ante los individuos. Pero
crisis se multiplican en el momento en que se haJen más mor-
la esfera de donde está ausente no es la misma en los dos casos.
tíferas.
En el suicidio egoísta es a la actividad propiamente colectiva a
La anomia es, pues, en nuestras sociedades modernas, un quien hace falta, dejándola así desprovista de foeno y de signifi-
factor regular y específico de suicidios; una de las fuentes don- cación. En el suicidio anómico son las pasiones propiamente in-
de se alimenta el contingente anual. Estamos, por consiguien- diüduales las que la necesitan y quedan sin norma que les regu-
te, en presencia de un nuevo tipo que debe distinguirse de los le, De ello resulta que, a pesar de sus relaciones, estos dos tipos
otros. Difiere de ellos en cuanto depende, no de la manera de quedan independientes uno de otro. Podemos devolver a la so-
estar ligados los individuos a la sociedad, sino del modo como ciedad todo lo que hay de social en nosotros y no saber limitar
ella los reglamenta. El suicidio egoísta procede de que los hom- nuestros deseos; sin ser un egoísta se puede vivir en estado de
bres no perciben yalarazón de estar en la vida; el suicidio al- anomia y üceversa. Así, no es en los mismos medios sociales
truista, de que esta razón les parece estar fuera de la misma vi- donde estas dos especies de suicidios reclutan su principal clien-
da; la tercera ciase de suicidio, cuya existencia acabamos de tela; el uno elige el terreno de las carreras intelectuales, el mun-
comproba¡ de que su actividad está desorganízaday de lo que do donde se piensa; el otro, el mundo industrial o comercial.

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