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Vrrton E.

FneNxr

Psicoanálisis
y existencialismo

Treducción de
Cdrlos Silyay José Mendoza
Primera edición en elemán, 1946
Primera edición en espaiol, 1950
Oct¿v¿ edición en ¿lemán, reüsada, 1971
Segunda edición en espaiol, 1978
Decimocuarta reimpresión, 2012

Edición conmcmorativ¿ del 60 aniversario de la colección,2008

Frenkl, Viktor E. SUMARIO


Psicoandlisis y existencialismo / Vikor E. Fr¿nH ; tmd. de Cerlos Silva, José
Mendoz¿. 2'ed. México : FCE, 1978
-
359p.;L7 x 11
-
cm- (Colec. Breviarios;27)
Tltulo origiml Aztliche Seelsorge Nota sobre el libro y el dutor . 7
ISBN 978-968-16-0072-3

l. Psico¿nálisis 2. Existenci¿lismo I. Silw, C¿rlos, tr. IL Mendoza, fosé, tr' III.


Ser. IV t.
I. De la psicoterapia a la logoterapia . 13
LC RC343 .F66 Dewey 082.1 8846V.27
II. Del psicoanálisis al análisis existencial . 4ó

III. De la confesión se."i*f,1r".:::


. ,r,
Distribuci& mundial

Título originel: árztliche SeeLsorge Índice gelrerdl . 359


@ 1966, Fram Deuticke, Vien¿

D. R. @ 1978, Fondo de Cultum Económic¿


Carretera Picacho- Aiusco,ZZ7; 14738, México, D. F.
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cl mcdlo, rln le anuencia por escrito del titular de los derechos.

tsSN 978-9ó8ró-0072-3

lmpruro cn Méxlco. Printed in Mexico


NOTA SOBRE EL LIBRO Y ELAUTOR

Este libro, que en el primer año de su publicación


-L946-
conoció tres ediciones, se halla ya en la quinta. Algún co-
mentarista se ha atrevido a decir que es "lo más impor-
tante" después de los libros de Freud. Aunque la afirmación
haya que recogerla culn grano sdlis, tampoco hay que olü-
dar que ha sido estampada en una revista üenesa.
El título alemán Seelsorge- presentaba
-Árztliche
difrcultades de traducción. De no fijarse en el contenido
del libro y en su verdadera intención, podría haberse tra-
ducido, sencillamente, por psicoterapia. Teniendo en
cuenta esa intención habría que traducirlo a la letra o
poco menos: "cura de almas" médica o cura médica de
olmas. Pero si la expresión alemana resulta muy concrete-
mente evocadora no así la española. Por eso hemos tenido
que dar un rodeo buscando en la contraposición Psíco-
dndlisis y existencialbmo la e4presión sucinta de la temática
dcl libro. Hemos desistido de otro título posible y acaso
mds exacto: Más allá del psicoanálisis: el análisis existen-
clal, porque esta última expresión existencial-
-análisis
no lc dice todaüa gran cosa al público lector. Podríamos
prolongar esta glosa titular diciendo que también cabría
otro nombre, quizá el más sencillo y exacto de todos, lo-
gtterapia, que, sin embargo, no ha sido escogido por el
Autor. Con esta aparente digresión enrevesada sobre los
tltulos lo que pretendemos es poner al lector, de camino,
en lo piste de este libro "nuevo".
8 NOTASOBREELLIBROYELAUTOR NOTASOBREELLIBROYELAUTOR 9

Más allá del psicoanáIisis freudiano y de la psicología mundo" y sus categorías fundamentales. Frankl desarro-
individual adleriana, es decir, de casi toda la psicoterapia lla el intento de modo que, a despecho de su carácter ini-
"muy siglo xx", pretende el autor establecer una psicote- cial, se puede considerar como exhaustivo, pues, frente a
rapia "desde arriba", desde el nivel espiritual del hombre. todas las formas conocidas de psicoanálisis, va aplicando
Con el mismo sentido realista con que el psicoterapeuta el análisis existencial a lo largo de toda la temática psico-
no puede menos de apelar a la medicación cuando mira patológica.
hacia abajo, tampoco podrá prescindir de un tratamiento Es lo más distante de un libro abstruso. Hay tal calor
"filosófico" si mira hacia arriba. Meior dicho, cuando se humano, tan rica es la experiencia que ilumina el aparato
halle frente a la dolenci¿ psíquica no sólo entonces- conceptual imprescindible, que apenas si se podría reco-
-y
tendrá que mirar al hombre entero. Ahora bien, en el mendar otro libro a quien desee enterarse de verdad de la
hombre entero hay que distinguir, heurísticamente, tres mentalidad existencialista. Esto le hace doblemente acon-
capas, la somática, la psÍquica y la espiritual, en la que sejable: para el lector profano y para el especialista, pues
esta última ocupe una posición axial. Con la psicoterapia los dos pueden aprovechar, cada uno desde su ata@a,ten-
estricta no pasamos del terreno de la causalidad o de la to del análisis existencial generdl como del especial, en el
teleología psíquica; con Ia logoterapia arribamos a lo es- que se estudia la neurosis de angustia, la compulsiva, la
pecÍfrcamente humano, al campo dela responsabilidad.El melancolía y la esquizofrenia.
hombre responde o tiene que responder ante las fatalida' El doctor Viktor E. Frankl es director de la Sección
des psíquicas lo mismo que responde ante las ñsiológicas Neurológica de Ia Policlínica de la Ciudad de Viena. Tie-
o sociales. El hombre se enfrenta con un destino y tiene ne a la espalda toda la experiencia terrible de la Europa
que moldearlo o aguantarlo para que sea sayo. Al psico- Central durante la guerra, sin que falte el campo de con-
análisis o análisis de lo psíquico se superpone el análisis centración. La tónica nada ingenua pero profundamente
existencial o análisis del "ser-hombre", de la existencia. optimista del libro la condensa el verso que sirve de título
En este sentido la postura del autor es existencialista, ¿r otra obra suya: . . .a pesar de todo, hay que decir sí a la ¡tida.

pero sin epego a ninguna dirección determinada del lla- Lo mismo que en el caso del libro de W Szilasi, ¿Qué es la
mado existencialismo. Aprovecha, sí, 1o que, de todas cicncia? núm. rr-, tenemos que subrayar
-Breviario
esas corrientes, se decanta como ontolo§ía de la existen- ct'rmo una tendencia filosóñca que ha sido tachada de ni-
cia humana, como determinación analítica de la esencia hilista se presenta, en sus desarrollos específicos, como
humana, del "ser-hombre". Ya Binswanger había iniciado c x t raordinariamente afi rmativa.

esta aplicación del análisis existencial a la psiquiatría tra- Otras obras de Viktor E. Frankl, todas ellas posterio-
tando de profundizar las posibilidades de comprensión rcs a la guerre, son: . . .trotzdem Ja zum Leben sagen; Zeit
que la fenomenología le ofrecía para Penetrar en los esta- ttnd VerantwortunglTiempo y responsabilidadl; Die Psy-
dos psíquicos anormales con el concepto de "proyecto de clntherapie in der Praxis. Eine kasuistische Einfiihrungfür
10 NOTASOBREELLIBROYELAUTOR
Introducción
ilrzte lLa psicoterapia en la práctica médica'
;;ir;;r'p"ra méiicosl, y Der unbedingte,Mensch fBl
que la que verte-
;;;;t absolutol. Estas obras' lo mismo A la memoria de
la editorial vienesa Franz Turv
mos no§otros, han aparecido en
fiir und volk"' nrnl P»chylo1
ir."o.t . r":'v.rt"i fugend
ertebtddsKonzentraüonslager[ExperienciasdeunP§1c9-
iogo.n un camPo de concentración]' En'Amanclus-ror-
Problem der Zeit lBl
tion", Die Existenzanalyse und die
tiempol' y
,riiiiri, .*ir,"ncial y los-problemas de nuestro
Der unbewusste Gott [El Dios inconscientel'
I. DE LA PSICOTERAPIA
A LA LOGOTERAPIA

¿CóMo hablar de psicoterapia sin citar los nombres de un


Freud y un Adler? Sería imposible, en efecto, tratar de
problemas de psicoterapia sin tomar como punto de par-
tida el psicoanálisis y la psicología individual y sin hacer
constante referencia a ellos. Pues no en vano se trata de
los dos únicos grandes sistemas en el campo psicotera-
peútico. No es posible borrar mentalmente de la historia
de la psicoterapia la obra de sus creadores, obra que po-
demos calificar de histórica en el mejor sentido de la pa-
Iabra, pero también en el sentido de lo que ha pasado ya
a la historia, es decir, de lo que ha sido superado y sobrepa-
sado por el curso ulterior de los acontecimientos. Ahora
bien, aunque se trate o pueda tratarse de superar los prin-
cipios del psicoanálisis o de la psicología individual, no
hay más remedio que tomar sus doctrinas como base de
las investigaciones. Stekel ha expresado la verdad con pala-
bras muy bellas, al decir, refiriéndose a su actitud con
rcspecto a Freud, que un enano encaramado sobre los
hombros de un gigante puede dominar un campo visual
m$yor que el gigante mismo.
Las siguientes páginas persiguen el propósito de reba-
mr los límites de toda la psicoterapia, tal como ha venido
clcsarrqllándose hasta aquí; mas, para ello, es necesario
unte todo establecer claramente estos límites. Antes de
uhordar el problema de si es realmente necesario y posi-

t3
14 DE LA PSICOTEMPIA A LA LOGOTERAPIA DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTERAPIA 15

ble superar tales límites, debemos dejar sentado que la ficación del paciente ante l¿ comunidad o (como legiti-
psicoterapia se halla circunscrita, en efecto, a los límites mación de la enfermedad) ante sí mismo. Pues bien, la
que se trata de superar. terapia de la psicología individual se propone hacer al
Freud ha comparado la obra esencial del psicoanálisis hombre neurótico responsable de su síntoma, incorporar
a la desecación delZuider Zee: así como, en estas maris- el síntoma a la esfera de la responsabilidad personal, am-
mas, ha ido conquistándose al mar una extensión de tie- pliar la órbita del yo mediante un incremento de respon-
rras fértiles, el psicoanálisis va sustituyendo el "ello" por el sabilidad.
"yo", o, dicho en otras palabras, va desplazando lo incons- Vemos, por tanto, que la neurosis, para el psicoanáli-
ciente por la acción de la conciencia; lo que se ha hecho sis, representa en última instancia una limitación del yo
inconsciente tiene que tornarse consciente mediante la cn cuanto conciencia, y,paru Ia psicología individual, una
cancelación de las "represiones". La obra del psicoanálisis limitación del yo en cuanto responsabilidad. Ambas teo-
consiste, pues, en anular el resultado de los actos de repre- rías incurren en una limitación concéntrica de su horizon-
sión en cuya virtud se produce lo inconsciente. Vemos, te cientffico: en un caso, se limita concéntricamente a la
pues, que el concepto de represión cobra, dentro del psi- conciencia delhombre, en el otro, a su responsabilidad.
coanálisis, una importancia central, y concretamente, en Pues bien, reflexionando imparcialmente sobre los fun-
el sentido de una limitación del "yo" consciente por obra d¿mentos radicales del ser humano, vemos que la con-
del "ello" inconsciente. De aquí que el psicoanálisis vea c:lcncia y la responsabilidad constituyen precisamente los
en el síntoma neurótico lJna amenaza contra el yo, una des- elos hechos fundamentales de la existencia humana. Lo
potenciación del mismo como conciencia, y esto hace que eunl, traducido a una fórmula antropológica fundamen-
la terapia analítica se esfuerce por ir rescatando del campo tol, podría expresarse asi: ser-hombre equivale d ser-cons-
de lo inconsciente los contenidos vivenciales reprimidos, deute-y-responsable. Tanto el psicoanálisls como la psico-
para restituirlos al mundo de la conciencia, incrementan- lo¡!ía individual wn, por fanto, soldffiente uno de los lados
do esí la órbita de poder del yo. ¡lrl ser-hombre, uno de los factores de la existencia huma-
Análogamente al concepto de represión en el psico- tta rolamente, cuando son los dos aspectos juntos y com-
análisis, vemos que en la psicología indiüdual desempeña hlrrrrdos los que ofrecen la imagen total y verdadera del
un papel fundamental el concepto de arrangemezl (simu- Itonlbrc. Si nos fijamos en su punto de partida antropo-
lación). Con el drrdngernent trata el neurótico de excul- k'rglco vcmos que el psicoanálisis y la psicología indivi-
parse. No se intenta convertir algo en inconsciente, sino dt¡r¡l ¡c contraponen; sin embargo, sus antagonismos se
descargarse de responsabilidad; el síntoma es quien tiene revelrtn, ya en este punto, como complementarios. Llega-
que cargar con la responsabilidad, descargando de ella al tlton, rtsí, con base en este análisis científico-teórico, a la
paciente. El síntoma, concebido como drrctngement, re-- rottclusión de que las dos doctrinas representativas en el
presenta para la psicología individual un intento de justi- tAlnpo dc la psicoterapia no son el producto de un azar
16 DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTERAPIA
DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTEMPIA T7
producido en la historia del espíritu, sino
que han surgi_
do, por el contrario, como resultado de una también formular el pensamiento de este modo: todo ser
necesidad
sistemática. es un ser-en relación.
Desde su punto de üsta unil¿teral, el psicoanálisis Ahora bien, este "ser-otro-que" puede darse tanto en
y la
psicología individual tienen en cuenta el espacio como en el tiempo, es decir, simultánea o su-
solamente un lado
del ser-hombre. pero hasta qué punto forman cesivamente. La conciencia presupone, por lo menos, une
la respon_
sabilidad y la conciencia uná unidad armónica, coexistencia de suieto y objeto y, por tanto, un ser-otro
lo refle¡a
el hecho de que el lenguaje humano, el francés, dentro de la dimensión espacial; la responsabilidad, por el
el inglás
y el español, por ejemplo, dispongan de palabras contrario, tiene como supuesto la sucesión de diferentes
pareci_
das (con una raíz común) pr., .ip..r".'tanto .,cons_ estados, Ia separación entre un ser futuro y el ser presen-
la
ciencia" [Bewusstsein], como la ,,concienci te, es decir, un ser-otro en la dimensión temporal; un de-
a,, [Gewissen],
esdecir, un concepto muy afín al de la .,responsabilidad,, venir-otro; relación en la que la voluntad, como agente
[Verantwortlichkeit]. Esta unidad de la palabra nos remite de la responsabilidad, aspira a transformar un estado en
a una unidad del ser.* otro. La copertenencia ontológica delapareja de concep-
la responsabilidad tOs "ser con§ciente" y i'ser responsable" tiene, por tanto,
Que y la conciencia forman una
unid¿d, integran la totalidaódel ser humano, iu raíz en el primer desdoblamiento del ser como un ser-
es algo que
puede ser comprendido ontológicamente. partiremos, otro en las dimensiones posibles de la coexistencia y de la
a
este propósito, de Ia afirmación de que ¡uccsión. Pues bien, el psicoanálisis y la psicología indivi-
todo ser es siem_
pre, sustancialmente, un ser-otro. En efecto, dual sólo enfocan, respectiyarnente, una de las dos posibiliáa-
todo Io que
podamos destacar en Io existente dentro des de plantearniento antropológico basadas en circunstdn-
de Ia restante
plenitud del se¡ sólo podrá delimitarse por tlas ontológicas.
el hecho de ser,
en cada caso, diferenciable. Sólo mediante Pero señalada por nosotros la antítesis entre el psico-
le referencia de
u¡ ser a otro ser podemos constituir ambos. Lo preüo enálisis y Ia psicología individual, ho se revela solamente
es
siempre la relación del ente como ,.siendo rln (luflnto a su enfoque antropológico, es decir, en lo que
otra cosa que,,.
Ser = ser-otro, es decir, ,.ser otro gue,,,
por lo tanto, rela- ¡flrtnuckin se encuentra empíricamente corroborada por el hecho de
ción; en rigor, sólo la relación ..es,,.i ¡e aquí rltt¡ rur cxistcn, en verdad, personas ciegas al color rojo aisladamente,
que podamos
tltlo rlemprc person¿s ciegas a los dos colores combinados, el roio y el
* La verdad de esta indiceción yerel¡, Vlnlendo ahora a nuestro problem¿, le tesis expuesta por nosotros
se revela por el hecho de que, para
decir lo que dice el autor en alemán, hemos
tenldo qu. ...r, t, p"t"l., de qur ll rclación del ente como "siendo otro" precede siempre al ser se
"consciencia". der¡tenrlc, cntre otras cosas, del hecho de que la física o la astronomíe,
i
. Según lo que decimos, el fenómeno .,roio,,no podría, en realidad, t'utt¡l Ilcncl¡ts dc "cosas" relacionadas entre sí, de "relatos", presuponen
darse;en rigor, existiría solemente la relacián .oript.ir:.ro¡o_u..a.,i llelFxdrl{mcntc la matemática, como la ciencia de las relaciones. Y ai
que serÍa el verdadero fenómeno, el fenómeno;rsá. pu"s h¡hhr rle rchción no entendemos por tal una categoríe, sino que el
bien, esta
rtrrntéPlo de rclación se entiende en un sentido ontológico.
DE LA PSICOTEMPIA A LA
LOGOTERAPIA 19
18 DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTERAPIA

concr-eteme","' t"
se refiere a su idea acerca de lanatuteleza del hombre, sino en que sólo ve en ellas -y' l^":::::::
que se acusa también en lo tocante a su enfoque psicopa- mas neuróticos- un srmple medio para Ia consecuclon
por enferme-
tológico, o sea en lo referente a la idea que une y otra dis- del fin, rrrr d,ffdngenen'oin'legitimación en el
dad. Verdad es que la psicotogia
iidividual no incurre
ciplina se hacen del hombre mentalmente enfermo; y
ningún con-
también en este respecto se trata de antítesis que se com- ;;;;.;;i.;r"rlitico át "o q'"ttt reconocer l¿,existencia
pletan mutuemente. El psicoanálisis, llevado de su pan- ;;;;il f;.t, del sexual; t"to"ott también
voluntadde poderío'
sexualismo, sólo da importancia, en última instancia, a los i. tit t-""",enidos, tales como la
de la colectivi-
.i¿.1* J. hr""rr" valer o eI sentimiento
contenidos sexuales de las tendencias anímicas. Cierto
ded. Sin embargo, pese a la
mayor rituez.l de posibles
que el psicoanálisis entiende la seiualidad en el sentido
tergiversa-la t"."1td'1,11]T:
más amplio de la palabra, en sentido de libido. Este con- contenidos que reconoce'
que niega el carácter expreslvo
cepto v¿ extendiéndose, exageradamente incluso, hasta t¡l como se presenta, ya y en espe-
anímicos en general'
acabar abarcando, de un modo completamente general, ¿iir",o de los fenómenos
(Este error es evitado
toda la energía psíquica. Pero una generalización seme- clcl de los fenómenos neuróticos'
el cual reconoce' sin duda' la existen-
)ante pierde todo sentido. L¿ historia del pensamiento fi- ;;;Ñ;"r"álisis, de enfermedad"' llamado
losófico nos ofrece algo análogo en el solipsismo. Tam- cl¿ de un "motivo secundario
janancia la enfermedad' pero sin perder
bién en este caso nos encontramos con que un concepto, i.riieri" de
rePresenten
el de lo psíquico, se va ampliando más y más, hasta que ;;;;;;.;i"a que los síntomas neuróticos
de que se los utilice' de
todo acaba siendo "psíquico", sin pensar que de este modo orlmariamente y' por tento' antes

semeiante concepto pierde su sentido, ya que no existe üil;;;;;Jid" iuot como medio para fines neuróticos'
psí-
contraposición alguna entre lo psíquico y lo físico. Lo genuina y directa de ciirtas tendencias
lr expresión
mismo ocurre con la afirmación de que todo es aparien- qulcrs,)
cia, fenómeno, representación, ya que, al desaparecer la Volvemosaencontrarnos'pue§,conqueelpsicoanáli.
piecisamente en las posicio-
verdad, la realidad y la cosa, caen por su base los concep- ,r* i i" pri".f"gía individual'
otia ocupan, se complementan
tos antagónicos. twt unilaterales que uno y
uno de ellos ve solamente
Mientras que el psicoan:álisis circunscribe unilateral- ottlrc sí necesariamentt"Cad"
en medida' tiene razón; lo
mente la realidad anímica a 1o sexual, incurriendo por ;;;i;i; áe la realidad' v' esa

tanto en una limitación en sentido material, es decir, con ;;;;;;t. es que sóIo'los dos asPectos iynlos ofrecen
del aceecer anímico' A nues-
respecto a los contenidos de las tendencias psíquicas, la ffi Ñ;; .o*pr"t" y total
presentan-en la realidad de tal
psicología individual comete, por su parte, el error de es- lnl modo de ver, Ias
"o'"" '"at to que piensa eI psicoanáli
tablecet en su aspecto psicopatológico, una limitación de tltttdo que contrario
-aI psíquicas háy otros contenidos
orden formal. Pone en duda, en efecto, el carácter de au- ¡l¡ - cn
las tendencias
figuran
tenticidad de las tendenci¿s anímicas, desde el momento -,il"t,r,, a. los sexuales' conienidos que también
20 DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTERAPIA
DE LA PSICOTERAPIA A LA LOCOTERAPIA 2T
en los síntomas neuróticos, y que_contra lo que pien-
sa la psicología individual_'to, ción mucho más radical que la ambición simple y co-
,irrtom* neurOticos no
son solamente medios para_un fin, rriente; por una aspiración que, por decirlo así; no se
sino qu"-r. pr.r.r-
tan también (por lo menos de un eontenta con los honores terrenales, sino que busca nada
modo pr'imario) como
expresión inmediata de las más menos que "eternizarse", en una u otra form¿.
diversas tendencias psí_
quicas. Se ha acuñado la expresión psicología profunda; pero
Esto_ es importante, sobre todo cuando Ios dcbemos preguntamos si no habrá llegado la hora de que
modos de h existencia humana sea enfocada también, dentro del
t"::T.Í:-? se exrienden , t._r, de psico_
togu culturel.fsicopatología
Así, por ejemplo, es inexacto que ermpo de la psicoterapia, en todas y cada una de sus capas,
Ia creación
artística o Ia experiencia ráligiosa no sólo en profundidad, sino también en altura, rebasando
oi"aurirn'rconteni-
dos sexuales.reprimidos, como r¡1, deliberadamente, no sólo el nivel de lo físico, sino
Io ¿firman con frecuencie
pero es f¿lso, asimismo, lo que tnmbién de Io psíquico y englobando, por principio, el
:.^rj^r]:_:-"-".ristas;
qe traran enmpo de lo espiritual.
nacernos creer ciertos autores adscritos
al campo de Ia
psicología individual, a saber: Hesta ahora la psicoterapia no nos ha dejado ver debi-
que todas esta, vivencias y
creaciones no representan, en dlmente la realidad espiritual del hombre. Es conocida,
verdad, nada auténtico,
ql. son, simpremente, un medio para Por e,emplo, otra antítesis entre el psicoanálisis y la psi-
lr::j:,:.i::'1"o
ra consecución de un fin, para
huir de la realidad ,paraeva_
eologla individual: mientras que el primero contempla la
dirse de la vida o al servicio de rualldsd ¿nímica bajo la categoría de la causalidad, el ho-
otra t"ra"r"i] negativa
cualquiera. fllontc de la psicología individual se halla dominado por
Semejantes ideas sólo sirven para h eetcgoría de la finalidad. Y no puede negarse que la fr-
alterary deformar
la imagen del hombre, conyirtiendo ñ¡lldud representa, de un modo o de otro, la categoría su-
en objeto á, h antro-
p^rl,"g? una simple caricatura pérlor, y en este sentido cabe afirmar que la psicología
d.el ser lru*áno.lenía razón
Scheler cuando, en una nota lndlvlclual ofrece, con respecto al psicoanálisis, un des-
muy poco respetuosa, hacía
noter.que la psicología individual, *fr¡¡llo ruperior de la psicoterapia, un progreso en su his-
po..¡.rnfto, sólo era
aplicable, en rigor, a un rrpo trlrle, Ahora bien, esta trayectoria progresiva no está aún
muy concreto de hombre: al
arribista. Talvezno haya que irian trÉ$Ad$, cn el sentido de que puede completarse aún con
lejos en Ia crítica; no
obstante, nos inclinam< gnr etspn superior. En efecto, no hay más remedio que
duat,dejándose.lrevarñH"rL::ill"rjli,t3#lÍ,,I; llfelunfurse si las dos categorías mencionades agotan ya
que creía descubrir siempre y €l t,nnrpo dc los posibles puntos de üsta categoriales o si,
por doquie r, perdíade vis_
ta que existe también, innegablement", pur cl contrario, habrá que añadir ala categorn del "tener
,ri .omo una
ago (nut:lda de Ia causalidad) y ala del "querer" (de acuer-
aspiración a hacerse valer-..moral_..rr.i d. ,u.rt. qr" §u€"
ciertos hombres pueden hallarse du r,rur un¡r finalidad anímica) una categoría nueva: la del
""i*;;, ;; una ¿mbi
"dehr"; tllcho en otros términos, si al pasado, como seno
22 DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTERAPIA DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTERAPIA 2'

de las "causas", y al futuro, como reino de los 'fines", no «lc la realidad, de otra. Se esfuerza por adaptar al individuo
habrá que añadir el reino de los valores, esencialmente y sus instintos al mundo exterior, por reconciliarlos con
i¡r realidad, Ia cual reclama no Poca§ veces a
sustraído al tiempo y colocado por encima de é1. -conforme
Es posible que esta clase de reflexiones parezcan, a pri- un "principio de realidad"- la renuncia implacable a lo
mera vista, ajenas a la realidad de la üda, pero no lo son, lnr¡tintivo. En comparación, la meta que la psicología indi-
ni mucho menos; no lo son, sobre todo, para el médico, y vldual persigue es más ambiciosa. Exige del enfermo, por
menos que pere nadie para el que se dedique a la práctica oncima de la simple adaptación, una animosa conforma-
psicoterapeútica. En el eiercicio de su profesión, este tipo e lón de la realidad; frente al
"tiene que ser" impuesto por
de médico trata siempre de sacar del enfermo lo más po- eI "cllo", afirma y destaca el "querer" por parte del yo'
sible. Pero no lo más posible en secretos, sino en valores Ahora bien, debemos Preguntarnos si esta serie de me-
humanos, teniendo en cuenta aquellas palabras de tm pcrseguidas no será, acaso, incompleta, si no cabrá e
Goethe, que podrían grabarse quizá al frente de toda psi- lnciuso si no será necesario avenzer en una nueva dimen-
coterapia, como la máxima suprema de esta ciencia: "Si llón; si, para decirlo en otros términos, no habrá que aña-
tomamos a los hombres tal y como son, los haremos peo- dlr n les categorías de "adaptación'y "conformación'una
res de lo que son. En cambio, si los tratamos como si fue- tlrcer¿ si es que queremos obtener una imegen adecuada
sen lo que debieran ser, los llevaremos allí donde tienen tla lrr fntegra realidad "hombre", somática, psíquica y es-
que ser llevados". plrltunl, única imagen que no permitiría conducir al pa-
No sólo en sus enfoques antropológicos y en sus ca- €lcntc .onfiado a nosotro§ y que en nosotros confía, ha-
tegorías psicopatológicas, sino también en lo que se re- élr ru rcalidad auténtica.
fiere a su meta psicoterapeútica final, el psicoanálisis y la Pucs bien, a nuestro iuicio, esta categoría comple-
psicología individual adoptan una ectitud muy distinta. lllrnl¡ria a la que nos referimos existe, en efecto, y es la
Pero tampoco en este punto nos encontramo§ con una rlur podemos llamar la categoría de la "consumación"'
mera antítesis, sino que volvemos e tropezar con una es- Itrntrr l¡r conformación de la üda exterior y la consuma-
pecie de gradación, con una escala que, a nuestro modo lkltt lnlcrior de una persona media, en efecto, una diferen-
de ver, no ha sido recorrida aún hasta el final. Fifémonos, lh s¡cncial. Si la conformación de la vida es' por decirlo
en efecto, en la meta ideal que persigue el psicoanálisis de árl, tlnlt mflgnitud extensiva, la consumación de la vida vie-
un modo consciente o inconsciente, pocas veces en for- llrr B rrr (:omo una ma§nitud vectorial: tiene dirección o
ma expresa, pero siempre de modo tácito. ¿Qué es lo que rplttltkr, sc endereza a la posibilidad de valor reservada a
el psicoanálisis se propone conseguir del hombre neuró- t'nrla lrrtllviduo humano y en torno a cuya rcalización gira
tico? La meta que el psicoanálisis se traza consiste en lo- l* vlrlrr,
grar un compromiso, una trensacción, entre las preten- I'ur¡¡ llustrar todas estas distinciones a la luz de un eiem-
siones de su inconsciente, de una perte, y las exigencias llh¡, reltre¡cntémonos un
hombre joven criado en medio
24 DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTEMPIA
DE LA PSICOTEMPIA A LA LOGOTEMPIA 25

delapobrezay que, en vez de contentarse con sus condi_


una brillante carrera exterior y, con ella, a muchos place-
ciones de vrday"aüptarse" a la estrechezy ala
imposición res y bienes materiales de la vida, para encerrarse en la
de estas condiciones, impone al mundo que le
iodea su eüpecialidad fija que su vocación o sus aptitudes le dictan,
voluntad personal y "conforma', su vida de tal modo
que encuentra el sentido de su vida y su con§umación inte-
pueda, supongamos, dedicarse al estudio y llegar
a tener rlor en el cumplimiento de lo que él puede rcalizar meior
una profesión social elevad¿. Supongamos, adlmás,
que que nadie, o de lo que tal vez puede realizar exclusiva-
este ioven, siguiendo sus aptitudes y su inclinación,
esiu_ mcnte é1. Así considerado el problema, podemos llegar a
die la carrera de medicina y se haga médico; si,
encima de [e conclusión de que muchos "pequeños" médicos rura-
todo esto, se le ofreciese la posibilidad, d,e aceptar
la ten_ ler, arraigados durante su vida entera en el medio con-
tadora oferta de un puesto bien retribuido, y que,
además, croto en que viven, son más "grandes" que no pocos de
le proporciona una clientela de primera, ,rá
duda de ;uu colegas que logran acomodarse en Ia capital; y más
que, en estas condiciones, la persona de que"rU.
se trata po_ de un teórico encastillado en un puesto remoto de Ia cien-
dúa gobernar su vida y hacerte ela una existencia
exte_ elu puede, bajo esta óptica, ocupar un lugar más alto que
normente próspera. Supongamos ahora que las aptitudes
muchos de los prácticos que "en medio de la vida" se dan
de esta persona se circunscriban a un .r-po
especial de glrcs de conducir la lucha contra la muerte. En el frente
su disciplina al que no le brinda acceso alguno
eipuesto a de lucha de la ciencia, allí donde ésta afronta o prosigue
que más arriba nos referimos: en este
t"rrdrír-o, qu. h¡ bstalla contra lo desconocido, por muy Pequeño que sea
la consumación interior de esta üda "rro,
se frustraría, p.r", el frente de combate que el teórico defienda, no cabe
de la venturosa conformación exterior de ella. "
Esta perso- duclrr de que puede lograr en él cosas preciosas e insusti-
na, por muy acomodada que fuese, por muy aparente_
fulblcs, considerándose en justicia como insustituible
mente feliz que viviera, en medio de una cas¿ ricamente
tnrubién é1, por el carácter único de esta obra personal.
amueblada a su gusto y de su propiedad, con
un lujoso ljrtc hombre habrá encontrado y llenado su sitio en la
automóvil a la puerta y un espléndido parque, por
poco vldn y podrá, con ello, considerarla como consumada.
que se parase a reflexionar tendría que llegar
necesaria_
mente a la conclusión de que era un fracasido y,
al com_ Itrr cste camino pur¿mente deductivo hemos llegado a
parar mentalmente su vida con la de otro hombre
fiel a su il¡r resultado que podríamos llamar un vacío en el espacio
verdadero destino aun a costa de renunciar ala
riqueza t lrntí.fico de la psicoterapl¿. Hemos conseguido, de este
exterior y a muchos goces materiales de la existencia,
se rnodo, poner de manifiesto la existencia de una laguna
confesaría, con las palabras de Hebbel: .,El que
soy saluda que está esperando ser cegada. Pues hemos puesto de re-
tristemente al que podría ser,,.
llcvc l¡r necesidad de complementar la psicoterapia, tal y
l-a_ la inwersa, podríamos figurarnos perfectamente
ronro viene siendo practicada, con un método psicotera-
que el hombre por nosotros imaginado, renunciando
a ¡reritico que se mueve, por así decirlo, más allá del com-
26 DE LA PSICOTEMPIA A LA LOGOTERAPIA DE LA PSICOTERAPIA A LA
LOGOTERAPIA 27

de toda psicote-
plejo de Edipo y del de inferioridad, o, en términos más Por el contrario, el ensanchamiento
generales, más allá de toda dinámica emotiva, lo que se mediante la incorporación
po't'l'-os'
"p;;'t;il;io del enfermo' en-
echa de menos, según esto, es una psicoterapia que se re- ll to'.rpitit"al al tratamiento Psíquico
monte más allá de esa dinámica y que, por detrás de los
ellos'
;;;ifi;ritades v peligros' De ilPgner v principalmente
al enfermo a
padecimientos psíquicos del hombre neurótico, se dé i.r'p.rüt" á;qu" ti -tal"o quiera mundo' tratare-
del
cuenta de su combate espiritual. Se trdtd, por tanto, de una oulcn treta su concepcrón personal
psicoterapia qpe "drrdncd delo espirirual". il;;;;;;iante; a i' p"' *t' el problema.de si esta im-
La hora del alumbramiento de la psicoterapia sonó en ou.i.f¿n es verdaderamente evitable' debetá contestarse a
por
el momento en que se procedió a descubrir detrás de los fñ;;;;; de si este coniplemento de lapsicoterapia
Mientras este
síntomas somáticos las causas psíquicas, es decir, su psi- iJintLt postulado es, en principi-o'¡olible'
psicoterapia
cogénesis; ahora se i.rata de dar un paso más, el último, ;ü;J"t se resuelva, et postutado de yna
de ser un simple
pare contemplar, más allá de lo psicógeno y remontándo- :l:T;;;;;;;;;t" "'pi'it"r" no pasará

se por encima de la dinámica afectiva de la neurosis, al l;;; a" efectividaá de esta psicoterapia Por no§otros
de-qr1e' r¡1ontándl-
hombre en sus angustias espirituales, para poder ayudarle irci.rntrr¿, depende íntegramente consr-
desde esa atalaya. Y en modo alguno perdemos de vista, al ';;;;J.. Ia dáducción de sú necesidad teórica'
decir esto, que el médico, al situarse esí ante el enfermo,
abruza una posición de ayuda cargada de problemas; de r:m*x;'ff tr:;:;,xr:',:*t::'^;'#ix#;;
"illrl, t"'rtpiritiat (i solomente lo
no ' Si' ade-
psíquico)
problemas, concretamente, que se derivan de una posi-
crítica de la "nuevd"
ción "valorada" que se hace imprescindible. No en vano, mll, dentro del marco de nuestra en ninguna
ul¡ottooia,nos preocupamos de no incurrir
desde el momento en que se pone el pie en el terreno de
remedio que Po-
esa postulada "psicoterapia que arranca de lo espiritual", ñil;ñ de Hmites, no tenemos m:ás
en el campo
valoración
toda la actitud espiritual del médico, su posición ideal il;;: ;;lie* la posibilidad de unaantes este em-
concrete, se convierte explícitamente no de un modo ,ir'to p*i.ot.opia' Sin embargo' |t:O1lft
implícito
-y
como ocurre en general en la práctica médi- ¡1cltr .-que reselvamos
ptt' tl capítulo final del Presente
de haüernos reierido ya a la
realidad de
ca- en la afirmación del valor "salud", afrrmación que de ilil; -,il**és nos ocuparemos
entemeno y tácitamente se halla en la base misma de to- ii vtlurn.iOn en toda práctica médica' teó-
dos los actos del médico. Claro es que el reconocimiento ,il
ju del vaürar; Pero-no de- su necesidad
:;;;; ta no, referimos
"...tt¿ad e ella en 1o que va dicho-'
de este velor como pauta última y supreme de la medici- il;
na se halla libre de toda problemática, ya que el médico rlttrl Prrtctica.
lo mismo que no§otros hemos tratado
de
puede remitirse en todo momento al mandato de la so- l1n rcelidad,
una-psicoterapia
ciedad, que en última instancia le instituye y mentiene en rpñthr deductivamente, Ia ausencia de
también por la vía
su puesto para velar por los intereses de la salud. ,li;;;;¿. lo espiritual se confirma
28 DE LA PSICOTEMPIA A LA
LOGOTERAPIA DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTEMPIA 29

empírica. En realidad, el psicoterapeuta


se ve obligado a en_ deatur. iCuántos ríos de extracto de valeriana tendrían que
frentarse diariamente y á todas ná.rr, .r, *
iráctica coti- eorrer para que pareciese lograrse algo terapéuticamente y
diana y en la situación concreta
d. ,u cons.rlta, con pro_ euúnta sabiduría encierra, frente a esto, el aforismo clásico
blemas de concepción det mundo.
A*";;;;; problemas, que dice: Medica mente, non medicatnentisl
resulta inservible cuanto le entrega
.omo h".rrmienta la Pero lo que nos interesa es poner de manifiesto que
psicoterapia tradicional, es decirja .,m.r, ;
fsi"o terapia. todas estas maneras de proceder en medicina el
Todo psicoterapeuta sabe bien
.uá.rá frecuencia -desde
punto de vista de Ia penuria espiritual y de las luchas espi-
se presenta en el transcurso "o,
de su práctica,en su gabinete Éltuales del paciente- deben ser colocadas en el mismo
de consulra, la cuestión det sentidi
¿, iil¡lr.pues bien, plnno que los intentos de "engatus¿r" al enfermo, aunque
nada salimos ganando con saber
que Ias ¿rram a. un en- tálec lntentos se revistan con el manto de la medicina y de
fermo en cuanto al sentido-de ,,
irr¿n q". ,, desespera_ h clencia.
ción a esre respecto se han desarroffra.
iri"áiOgicamenre l,o que hece falta es que sepamos hablar y responder a
de este modo o de aqué,. ya
ertemos ei .lrii"iorr., ¿. lluc¡tros enfermos, que aprendamos a entr¿r en la discu-
pooer demostrar Ia existencia de
un sentimiento de infe_ ¡lón, n afrontar la lucha con los medios adecuados, es de-
rioridad como la causa psíquica
¿. ,u _ir.ri, espiritual, ya Clt, c«rn armas espirituales. Lo que necesitamos, o, por
creamos poder "reducir" a tales
o cuales
complejos el con_ Felelr dcci¡ lo que el hombre neurótico puede exigir, es
cepto pesimista de Ia vida de un
enfermo, .on todo eso no URá erftica inmanente de todo aquello que puede alegar a
jamás penetrar en el interior
::"r.gr:..^os
mrsmo. para nada tocaremos
del enfermo ntncra de argumentos espirituales, que derivan de una
el meollo de sus problemas, €aneepción del mundo. Debemos oponer honradamente
ni más ni menos que el.médico que,
en ,r., a'. pro..a.. a lU¡ [rgumentos nuestros contraargumentos, no deián-
por la vía psicoterapeútica, se contentase
con prescriUir don¡l¡ llevar nunca por el cómodo camino de una argu-
un tratamiento físico o con recetar
tales o cuales medi_ lltFnlur:it5n heterológica que vaya a buscar sus razones al
camentos. No son pocos los médicos
que se dan por con_ felnr¡ rlc lo biológico o, incluso, de lo sociológico. A un
tentos y despachan a su paciente
con prescripciones de pnrlrlenrn claray netamente ideológico no podemos con-
tütan de .,; il;;r;corÍa pro_
runoa t:
i:::: que ary:i.*p!,
terl$r, cn modo alguno, invocando supuest¿s razones
veces se siente en la pubertad
con el conse¡o r#ullu¡ dc orden patológico, ni afirmando las consecuen-
de comer más pan unrado
a" -rir.q"irr;;;; j, seguri_ ¡lc¡ enf'crrmizas de las cavilaciones filosóficas. Intentar
dad de que, al ganar peso
y sentirse mejor físicamente, des_ pl'tx'erlcr ¿sí valdría tanto como rehuir una crítica inma-
aparecerán también todas esas .,neciasi
cavilaciÁes. otros nenlr, equivaldría a abandonar el plano en que el proble-
médicos, sin perder muchas palabras,
irt"rrim iogrr. ,._ lnu re ¡rlnntca plano espiritual-, en vez de permane-
sultados con una cura de arsánico;
ot.or, airiÁuhndo su -el
tlcr nr é1, nfrontando y sosteniendo con arrnas espirituales
perplejidad, se limitarán a recetar
atgo ut aliquidfieri vi- lc ltr('hu cn torno a una actitud espiritual. Aunque sólo
30 DE LA PSICOTEMPIA A LA LOGOTEMPIA
DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTERAPIA 3I
fuese por una especie de juego limpio,
debiéramos batir_ eomo insuficiente frente a la totalidad de la realidad aní-
nos más bien con las
dico educado ; ,, ;ffiITffi ;?,Í,1Ti:i:"T"T;
nunca recetar, por ejemplo, una cura
mica, frente ¿ la autonomía de la realidad espiritual se
mucstra incompetente. Y esta incompetencia no se mani-
de arsénico para ha_ ñeut¿ únicamente al intentar una psicoterapia de la con-
cer frente a la desesperación de un
hombre empeñado en cepción del mundo, sino que se revela ya, más bien, en la
una lucha espiritual. Lejos de ello, lo
que hará será, em_ ll¡mada "psicopatología de la concepción del mundo", de
pleando los medios d,e una-psicote*pi,
orir*oda por lo quc toda aquella psicoterapia parte como de un supuesto
espiritudl, un esfuerzo por brindar
enf.rmo un apoyo prtvio. En realidad, no existe semejante psicopatología de
"i
en el mundo del espíriiu, por anclarlo
.rpirit.rrl_.rrt.. h eoncepción del mundo, ni puede tampoco existir. Una
Y esto que decimos no sólo vale también
- sino sobre erc¡¡ción espiritual es, en cuento tal, psicológicemente
todo para aquellos casos en que nos
enfrentamos con una lfreductible, entre otras razones porque lo espiritual y lo
de esas típicas concepciones neuróticas
der mundo. puede elllmico son magnitudes inconmensurables. En efecto, el
ocurrir una de dos cosas. puede el enfermo
tener razón eontenido de una concepción del mundo no puede llegar
con su manera de pensar, y en este
caso seríamos injus_
tos con él si intentásemos combatirlo t explicarse nunca, íntegramente, partiendo de l¿s raíces
por la vía
psicáte_ prlqulcas de su creador. Y, sobre todo, jamás podrá llegar-
rapeútica, ya que la manera de pensar
de un neurótico no l€r prrtiendo del hecho de que el hombre que crea una
debe ser rechazada nunc a eo ipsi,es
decir, por el solo hecho
de que se trate de un neurótico. detcrminada concepción del mundo es un hombre enfer-
O pu.a. .i.rri..r.ro rro ,._
ner razón con Ia concepción del mundo Iñor r¡ la conclusión de que esta concepción del mundo,
que profesa, en é€ño formación espiritual, tiene que ser necesariamente
cuyo caso debe ser corregida, en principio,
poi medio de f¡l¡e, lin realidad, tampoco nos sirve de gran cos¿ saber
otros métodos, en todo caso no psicoterapeúiicos.
€6nto hayan llegado a nacer, psicológicamente, el pesi-
también, por tanro, formular nuestro
,- .l:_O:i:r
qe punro lñhnro, cl escepticismo o el fatalismo de un neurótico, ni
vtste asi: si el enfermo tiene razón,
Ia psicoterapia es t,on ello ayudaremos mucho al enfermo. Aunque haya-
innecesaria, pu€sto que no hay por
que .oi..gi, une con_
cepción acerfada;en cambio,,i .rri"r-o llto¡ ¡$hido hacerle comprender cuán poco "necesita" de
no?ne r^zón, ttt ¡rcrlmismo, etc., deberemos demostrarle, además, que su
será imposiUt., y,"l qr.
1r-ryt::"rrrla
por
¡r;e;iügr.._o, golcepción del mundo es imposible de por sí, es lógica-
.quivoca-"
la vía psicoterapeútica uná m"n.ra
to.:.grr $ettte lmposible. Deberemos refutársela; sólo entonces,
da de concebir el mundo.
Llegamos, pues, a la conclusión tlüd vrl rcfutada, podremos pasar a ocuparnos de la "psico-
, de que la psicoterapia,
§éttrrln" clc su "ideología", tratar de comprenderla con
tal c1m3 úene aplicándose hasta
a todo lo espiritual. y no sólo es
i^ffirtr¡nnt,
ahora, ,i
ftá¡e rtt lrr historia de su vida personal.
insuficient.,";;, además, Nr¡ r¡i.rfc, por tanto, una psicopatología y, mucho me-
incompetente. Si en lo que llevamos
ai.no ,. i" ,.velado )l$t, tilttt psicoterapia de la concepción del mundo, sino, en el
32 DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTEMPIA
DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTERAPIA 33

meior de los cd.sos, una psicopdtología o una psicoterapia de se da a ese método seu-
tl¡ éste, en efecto, el nombre que
quien profesa esa concepción d.el mundo, es decir, del hom_ del origen psíquico de
tloclcntífico consistente en deducir
bre concreto cuya cabeza produce la concepción del
un ¡rcto lavalidezo falsedad de su contenido espiritual' Es
mundo de que se treta. Pero dando por descartada de an_
un[ tentativa condenada de antemano al fracaso. Las crea-
temano la posibilidad de que semejante psicopatología se (loncs objetivamente espirituales se sustraen siemPre e
halle en condiciones de emitir jamás un juicio acerca de
rümc,ante captación heteróloga. No debe perderse de vis-
la exactitud o la falsedad de una concepción del mundo
la nunca que todo lo espiritual se rige por leyes propias'
(c/ Allers). famás podrá esa psicopatología decirnos nada
desde el punto de vista de la teoría del conoci-
ll¡ llfcito,
acerca de un determinado sistema filosófrco; sus testimo-
mlcnto, y constituye además un diletantismo filosófico, el
nios sólo son aplicables, por principio y de entemeno, e la
neÍAr o Poner en duda, por eiemplo, la existencia de un
persona del filósofo de que se trata. Las categorías de
rer divino, por el (supuesto) hecho de que la idea de Dios
"sano" o "enfermo", propias de esta disciplina, son aplica-
dahu su origen al miedo del hombre primitivo a los pode-
bles exclusivamente al hombre, nunca a su obra. Di aquí
ftr dc la naturaleza superiore§ a su voluntad; como lo es,
que el testimonio psicopatológico acerca de un hombre
mltnh¡mo, invocar la circunstancia de que un artista se ha-
no pueda suplir nunca el examen filosófico de un¿ con_
ll¡ en un estado psicopatológico, digamos, en una fase de
cepción del mundo, paraver si es acertada o falsa. El esta-
vldu psicótica, para definir eI valor o la carencia de valor
do de salud o enferrnedad mental del exponente de una con_
lfilrl lco de la obra por él creada en esta situación'
cepción del mundo no puede probar ni refutar la exactitud, o
Aunque, a veces, incidentalmente, una creación espi-
lafalsedad de esta concepción del mundo en el campo del
iltunl o un fenómeno cultural originariamente auténticos
espíritu. El resultado de z x z será siempre
4, aunque lo tF lr)nl{rln secundariamente, por decirlo así, al servicio de
sostenga un paralítico progresivo. La prueba descubre
lllnl lvos c intereses sustancialmente extraños, mediante
errores de cálculo, pero no mediante un análisis psiquiá_
lllt ilhtlso de orden individual o social, esto no basta para
trico; no deducimos del hecho de una parálisis la existen_ el valor de la
cia de errores de cálculo, sino que, por el contrario, indu- |lolrrr ('tl tela de juicio, ni mucho menos,
i,lencIin cspiritual de que se trata. Perder de vista la vali-
cimos de los errores de cálculo, unavez descubiertos, la prístino una obra de arte o de
rle; llll rínscca y elvalor de
existencia de una parálisis. Por donde resulta también in_ que se las em-
mtd rx¡rcricncia religiosa por el hecho de
significante, por principio, para llegar al enjuiciamiento de los cesos, para ñnes indivi-
de los contenidos espirituales, el modo como éstos hayan ¡rlee, urt scn cn la mayoría
rltlalrtrr'rttc ncuróticos o culturalmente decadentes, equi-
podido nacer en el campo anímico y el que sean o no
vnlrlllr¡ il tlcrramar el agua del baño con el niño dentro'
producto de procesos psíquicos patológicos.
tftlk,rr eltritc un iuicio de esta clase se parece mucho a
Lo que en el fondo de todas estas cuestiones se venti_ "Creía
úr¡ttr,l r¡trc, it la vista de una cigüeña, exclamaba:
Ia es, en última instancia, el problema del psicologismo. que la cigüeña
r¡ue hn clgiie ñas no existían'. El hecho de
34 DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTEMPIA
I)Ii I,A PSICOTERAPIAA LA LOGOTERAPIA 35

sirva, secundariamente, por así decir, para ilustrar


la cono_ r hrn*l rh' f otl¡s las imágenes del mundo presuponen, des-
cida fábula sobre el modo como los niños
üenen al mun_ rle lrri'¡1o, cl c¡rácter absoluto y objetivo de un mundo de
do, no quiere decir que este páiaro no exista.
crerrr'i,ri y valores. No cabe dud¿ de que, en última ins-
No por ello hemos de negar, naturalmente, que
las !4rr lú, li¡nll)oco la existencia de fuentes de errores y de
creaciones espirituales se hallan condicionadas
urmodo
de lrrlrll¡'iorr¡rlidrrdes en la observación astronómica, tal como
o de otro, psicológica ytambién biológica
y sociológica- ¡F tn¡illif r('slirn en la conocida "ecuación personal" de los
mente; se hallan "condicionadas,,, en este sentido,
no árlrrirrunros, llcva a nadie a poner en duda que, por encima
cabe duda; pero ello no quiere decir que ,,causa_
se hallen
das" en este mismo sentido. Wálder ia rle t,tk's sub,ictividades, existe, por ejemplo, la estrella Si-
señalado con ra_ tll ll¡rslir qué punto la observación de los astros se ve
zón que todas estas condicionalidades de las
creaciones
espirituales y los fenómenos culturales constituyen lrctltttlr;rtlir por la penetración de los rayos delsz através
pre- rle l,tr, ,'rr¡rrs ¿tmosféricas, no constituye, en modo alguno,
cisamente la'Tuente de errores,,de la que
pueden brátar, lllrr rl¡' krs ¡rroblemas esenciales y primeros de la astrono-
evidentemente, determinadas parcialidades
o exageracio_ lnllr, ñin() uno de sus problemas ñnales y hasta podríamos
nes, pero nunca el contenido esencial, la
realización es_ rlr,r lr' r¡ut' un problema puramente técnico. Del mismo
piritual que cabe explicar de un modo positivo. (Todos
estos intentos ilrnrl,r, r'l juicio que nos merezca una concepción concreta
de "explicación,,confunáen el campo de
expresión de una persona con el campo ¡lel nrr¡rrrkr no depende, en realidad, por lo menos de un
de representa- rrrr¡hr rlt'cisivo, de la estructura psicológica (o psicopato-
ción de una cosa.) En lo que se refiere a la
conformación lrtgtr ,r ) irrdividual del hombre que la profesa; sólo un en-
de Ia personal visión del mundo, ya Scheler
ha puesto de
manifiesto que las diferencias caiacterológicas frtlr i,rrnicrrto objetivo, intrínseco, nos revelará su verdad
y la indi_ ;¡¡¡¡,¡ lot.
vidualidad íntegra de un hombre sólo se
áanifiestan en l',rrrr¡r«rco debe negarse que no es posible cerrarse, a
su imagen del universo en la medida
en que influyen so_ r,Er r'.i, ;r ll impresión de que existen ciertes afinidades en-
bre su opción, pero sin entrar a formar p".t.
d. su con_ In' rL'lclr¡rinados tipos de concepción del mundo, de una
tenido. De aquí que Scheler califique estos
factores condi_
cionantes de "electivos,, y no ,,constitutivos,,. lr,lrtr', y tlc otra ciertos tipos de personalidad. Más aún, no
Estos , ¡l,r' ,lrrtlrr de que existe una especie de analogía entre cier-
factores sólo nos permiten ilegar a comprender
por qué t,rt rn,ur('rrrs de concebir el mundo, de una parte, y de la
la persona de que se trata tiene precisamente
esta manere nf r,r r r('r'l()s caracteres patológicos. Talvez exista, en ge-
personal de concebir el mundo; pero nunca
y en modo n.'r,ll, ;rl(() ¿sí como una analogía completa entre la esfera
alguno pueden llegar a..explicar,,ü que
de la pienitud del I'1,Ir]lir';r, Ia psicológica y la lógica, o bien entre el estreto
universo se nos ofrece en esta üsión singular,
aunque sea , rrl)rrirl, e I anímico y el espiritual que, en su conjunto,
unilateral.
l,rr rn,ur lir cntidad hombre. Esta totalidad, así concebida,
La particularidad de toda perspectiva,
el carácter sec_ rrf rrl¡¡ ,','r'- , cntonces garantizada por la existencia de un eie
36 DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTEMPIA DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTEMPIA 37

unitario que atravesaría, en cierto modo, todas las cápas erfticamente superado mediante un logicismo, así tam-
del ser humano, todos los pisos de aquella pirámide, si blén el psicologismo dentro de la psicoterapia debe ser supe-
vale la expresión, en pnalogía con la cual hémos de re_ t?do mediante algo que llamaremos a
-ateniéndonos
presentarnos la estructura jerárquica del ser hombre. Sin lrtr enalogía-la logoterapia. La misión de esta logote-
embargo, esta unidad en la totalidad no es algo con lo f¡ph sería, precisamente, la que encomendábamos a un¿
que podamos encontrarnos listo y definitivame nte aca- "ptlcoterapia que errenca de Io espiritual"; es decir, de
bado; habría que concebirlo más bien como un eterno €omplementar la psicoterapia, en el sentido estricto de la
problema, aportando de nuevo en c¿da caso la prueba de prlebra, llenando aquella laguna que primero intentamos
una coincidencia entre capay cepa. En modo alguno de_ dgducir teóricamente para luego verifrcarl¿ alaluz dela
bemos encomendarnos confiad¿mente y de buena fe a la pfÁctica psicoterapéutica. Sólo la logoterapia tiene títulos
existencia de esta unidad, aceptando de antemano, como tñÉtodológicos de legitimidad para, renunciando a des-
"verdadero", llevados de esta fe y de esta confianza, tl0ruc por los caminos de una crítica inadecuada o de una
Io
que es "sano" por la simple razón de que lo es_ y l!Íumentación heteróloga, volverse hacia la discusión
-y
considerando, por el contrario, como 'falso,,, todo lo que limcncnte de los problemas de concepción del mundo,
es "enfermo". Sitrundo en debates objetivos e intrínsecos en torno a la
Por razones heurísticas al menos, deberemos abrazar ln5urtia espiritual del hombre que sufre psíquicamente.2
en todo momento el punto de vista de que la psicotera_ l,u logoterapia no puede, ni debe, naturalmente, sus-
pia, en cuanto tal, no tiene competencia para entrar a dis- tltUtr u la psicoterapia, sino sol¿mente complementarla
cernir todos los problemas de concepción del mundo, [y tun .sto, sólo en ciertos y determinados casos). De
puesto que la psicopatología, con sus categorías funda_ heho, lo que la logoterapia se propone, lo que quiere, es
mentales de lo "sano" y lo "enfermo", tiene necesariamen_ ft ultrr rc¿lidad desde hace mucho tiempo, realidad que
te que fracasar ante los problemas referentes al contenido €Btl¡l0ntcmente se repite, aunque de modo poco cons-
de verdad y alavalidez o invalidez de una formación espi_ élenle y, en Ia mayor parte de los casos, hasta inconscien-
ritual cualquiera. Si la mera psicoterapia se dejara llevar té' I.o quc nos preocupa, sin embargo, es el problema de
por el afán de emitir juicios en este terreno, caería inme_ tl, y lrrutn qué punto, la logoterapia existe, no de facto,
diatamente en el error del psicologismo. lllttt le iurc.
Por tanto, si queremos luchar contre las desüaciones Iteru llcgar a este esclarecimiento, en una investiga-
psicologistas de la psicoterapia tradicional, eliminando Élán ¡rrlentadahacia lo metodológico, debemos separar,
definitivamente estas desviaciones, es necesario que se_ i fVllrrrl rmr quc [a psicoterapia se propone descubrir el trasfondo psi-
pamos complementar la psicoterapia al uso mediante un
Ffrlrlglr'rr rlr rrnn ideología, la logoterapia tiene por misión desenmasca-
nuevo procedimiento. Del mismo modo que, en la histo_ flFi trnttto pur¡rmente eparentes, las pretendidas razones lógicas de una
ria de la filosofía, el psicologismo ha sido eliminado y F6llpFllr,lrln dcl mundo, desvirtuándolas, por tanto, como teles rezones.
38 DE LA PSICOTEMPIAA LA LOGOTEMPIA DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTERAPIA 39

por razones heurísticas, los componentes logoterapeúti- plo psicogénesis, es decir, de los "motivos" que pueden
cos de los psicoterapeúticos. Pero sin olvidar nunca, al ftryirle de base. Si, por tento, nos preguntamos cuál es la
proceder así, que ambas clases de elementos se combinan Éetltud fundamental encubierta, la tendencia secreta del
y forman una unidad en la práctica de la psicoterapia, que
Prlcologismo, deberemos contestar: es una tendencia de
se funden, por decirlo así, en la unidad de la ¿cción mé- dcrvalorización de los contenidos espirituales eventuales
dica. En última instancia, los objetos y los problemas de de lt¡¡ actos psíquicos sometidos a su estudio. Partiendo de
la psicoterapia y la logoterapia, es decir, lo anímico y lo €tta tendencia de desvalorización, se empeña en desen-
espiritual del hombre, sólo pueden separarse entre sí en li8ffc&rer, se entrega ansioso a la obra de arrancar caretas,
un sentido heurístico, ya que en la unidad real de la exis- tnd¡ buscando continuamente falsas motivaciones, mo-
tencia humana considerada como une totalidad se hallan tlveclones neuróticas o patológico-culturales. Esquiva
inseparablemente entrelazados. tpdon los problemas referentes alavalidez
En principio permanece, pues, en pie la tesis de que lo -lo mismo
éñ cl campo religioso que en el artístico, y también en el
espiritual debe separarse siempre de lo anímico; ambos re- clentffico-, huyendo de la esfera de los contenidos para
presentan dos campos esencialmente distintos. y el error tgfuXlarse en la esfera de los actos, ya en el sentido de los
del psicologismo consiste precisamente, tal como nos- F6mpleios analizados psicoanalíticemente, ya por la vía
otros lo vemos y como creemos que debe verse, en que se dc lon sentimientos de inferioridad descubiertos por los
desplaza constantemente de uno a otro campo. No se tiene
métodos de la psicología individual, o por otros caminos
en cuente nunca, al proceder así, que todo lo espiritual se lhllo¡¡os. De este modo, el psicologismo, en última ins-
rige por leyes propias, y este abandono tiene que conducir
tlnoln, huye siempre de la muchedumbre arrolladora de
y conduce, necesariamente, a incurrir eí una lc¡ tlutos referentes al conocimiento y de los problemas
Vlaa8laloLcr
eiq &l,l,o yéttog, un salto a un género distinto. El propó- dell¡lvos, lo que vale tento como huir de las realidades y
sito y la incumbencia verdadera de la logoterapia, tal lrl poribilidades mismas de la existencia.
como nosotros la postulamos, consisten en evitar esto lll psicologismo ve por todas partes disfraces y nada
dentro del campo de la acción psicoterapeútica, superan- It!Ér r¡uc disfraces; y detrás de ellos no admite otra cos¿
do con ello definitivamente el psicologismo dentro de la gue tnotivos neuróticos. Todo se le antoja falso, postizo.
psicoterapia. is etttpcña en hacernos creer que el arte no es, "en última
Antes de poner fin al presente capítulo, no resistimos lñ¡ltnciu, otra cosa" que una evasión de la vida o del
a Iatentación de volver al psicologismo contra sí mismo, ÉErlri qr¡c [a religión no es sino el miedo del hombre pri-
de dar la batalla al psicologismo con sus propias armas. ñllllvo rt los poderes cósmicos. Todas las creaciones espi-
Basta con dar la vuelta al asador, por decirlo así, aplican- t'lltt*lcr sc presentan, dentro de este horizonte, como
do los métodos del psicologismo contra el psicologismo "nteld¡" sublimaciones delalibido, o como puras conden-
mismo, para lo cual procuraremos enterarnos de su pro- rÉr,lunes dc sentimientos de inferioridad o como medios
40 DE LA PSICOTEMPIAA LA LOGOTERAPIA DE LA PSICOTEMPIAA LA LOGOTERAPIA 4I

de una tendencia de aseguramiento. Los grandes creado- [,o que, en último término, interesa a la psicoterapia
res espirituales son dados de lado, así, como neuróticos o "dcrcnmascaradora" no es eniuiciar, sino d¿r de lado' Pues
psicópatas. Podemos respirar con alivio y confesar, des- blcn, si la obligamos a mirarse en su propio espejo, si,
pués de este "desenmascaramiento" del psicologismo, que eomo el basilisco, le ponemos delante un espejo para que se
un Goethe, por eiemplo, no era, "en realidad, otra cose" mlrc cn é1, vemos inmediatamente que -al igual que
que un neurótico. toclo psicologismo- gira toda ella en torno a los proble-
Esta tendencia del pensamiento a que llamamos psi- mu¡ de lavalidez en el campo ideológico y cientíñco' Se
cologismo no ve nada genuino, es decir, no ve genuina- h* dado ye, por eiemplo, el caso de que un psicoanalista,
mente nada. Por el hecho de que algo fuese alguna vezrtÍL €n una discusión desarrollada dentro de un círculo redu-
elclo, intentara desacreditar las ideas no psicoanalíticas
de
disfraz o un medio para un fin, ¿hemos de creer que des-
"compleio"
empeña siempre este misma función, que no puede ser un psicoterapeuta, Presentándolas como un
nunca otra cosa? ¿Por qué no ha de tratarse de algo inme- elc ett* colega; más tarde, al llamársele la atención hacia
diato, auténtico, originario? It curación de una serie de casos con aquel método no
La psicología indiüdual predica el coraje, olü&ándose prlcounalítico, tretó de valorar este efecto terapéutico
al parecer de la humilded, de la hurnildad ante lo que es eunru.,, un "síntoma" de los pacientes en cuestión' Claro
espiritualmente creador en el tnundo, ante lo espiritual como ert¡[ quc, con estas maneras tan cómodas, es fácil sus-
un mundo en sí y cuyas esencias y volores no se dejan llewx trlcrsc ¿ toda discusión obfetiva y a toda argumentación
en tnodo alguno, psicologistamente, al simple plano psicoló- rlrttt f hca.
glco,3Ahora bien, la humildad, cuando es auténtica, cons- lil psicologismo puedeser explicado, pues' como me-
tituye, por lo menos, un signo defortaleza interior tan res- rllo clc que se sirve una tendencie de dewalorización' Con
petable como el coraje. Ir¡ r'unl una corriente de la investigación por é1 dominada
drfrr dc ser expresión de la entrega cognoscitiva a una
r El psico(pato)logismo proyecta los fenómenos en el plano de l,o¡p, Sin embargo, el psicologismo es, además, a nuestro
lo psÍquico. Pero se le escapa toda una dimensión: la dimensión de 1o
fuk'kr, la manifestación parcial de algo más extenso: los
espiritual. Y así, no debemos extrañemos de que, sin tomar en consi-
deración este lado espiritual, en una visión puremente inmanente (es €tilr'l'Ill('ttlc lo que al dibuiante que proyecta una esfera sacándola de su
en
decir, renunciando e la trascendencia de los obietos de que se trata), It hllrttnrsion¿lidad, sobre una hoia de papel: así dibuiada se convierte
que correspon-
un Mahoma o un Dostoievski, por ejemplo, puedan parecernos nada un r lr'{'ulo, c[ cu¿l no se diferencia en lo más mínimo del
tb h ¡rroyccción de un cilindro tridimensional, de un cono de 1¿ misma
más que unos epilépticos y presentársenos de este modo, al igual que rt

cuaiquier otro epiléptico,1o mismo que e1 epiléptico que sale de nuestra ,.1¡.,', ,i ,lci tlc la proyección de un círculo bidimensional(!)' De1 mismo
"aportación'
ambulancia o se encuentre en nuestra sala de la clínica. Vistas por el hlrrhr, cl psicotogista puro no podrá distinguir nunca entre
lado de le inmanencia psicológica, las visiones extáticas de una Berna- y "tlnl ottr¡t". (Y aun prescindiendo de que, en la üsión an¿lítico-existen-
,.lul , ,,,'*.,'u.nr", hasta el síntoma mismo puede, en ciertas y
determine-
dette, por eiemplo, no se diferenciarán en nada de cualesquiera otros
estados excepcionales alucinetorios. Y es que al psicologista le ocurre rlÉ¡ r ltlttItsl¡tncias, representar una "aportación' del hombre')
42 DE LA PSICOTEMPIAA LA LOGOTERAPIA DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTERAPIA 43

finales del siglo xrx y los comienzos del xx presentaban Este esclarecimiento de una situación de hecho que
una imagen del hombre completamente deformada, ya Wnfe siendo comprendida como evidente desde hacíaya
que lo mostraban sobre todo en sus múltiples ataduras y, lergo tiempo, aunque no siempre se confesara, hace posi-
por t¿nto, en su supuesta impotencia frente a ellas: las ata_ ble por vez primera un enjuiciamiento ético de los actos
duras biológicas, las psicológicas, las sociológicas. No se
hu¡nonos. AIIí donde el hombre se enfrenta a las contin-
paraba la atención en la verdadera libertad humana que es
$ncies naturales, donde el hombre "se comporta" como
una libertad frente a todas estas vinculaciones, en la liber_
t&l hombre frente a ellas, es dect, cuando deja precisa-
tad del espíritu frente a lanaturaleza, que es, en realidad,
ilente de someterse al imperio de lo biológico (raza), de lo
la que determina la nafuraleza humana.
ficlológico (clase) o delo psicológico (tipo cd.rd.cterológico)
Surgía así, al lado del psicologisrno, u/, biologismo y un y de obedecer ciegamente a estos poderes, es donde co-
sociologismo,4 que, combinados, trazaban una imagen ca-
ñtenzs I ser susceptible de enjuiciamiento moral en to-
ricaturesca del hombre. No es extr¿ño que, en la historia
Cet y cada uno de los aspectos. Conceptos diariamente
del espíritu, surgiera, como necesariamente tenía que
ñfncfedos por nosotros, como los conceptos de mérito y
surgi¡ una reacción contra estas concepciones naturalis_ eulpt, sólo tienen sentido y razón de ser a condición de
tas, volviéndose la mirada hacia los hechos fundamenta_
iU€ feconozcamos la capacidad verdaderamente humane
les del ser humano, hacia la libertad humana, frente a los
$l el rujeto, quien en vez de aceptar todas las vinculacio-
datos de la vinculación natural. No es extraño que, de nt¡ B que ecabamos de referirnos como algo impuesto
este modo, el hecho primigenio de la responsabilidad se pgl cl dcstino, las ve como esforzadas tareas por las que
situase de nuevo, por fin, en el centro del horizonte vi_
tkne que decidirse para conformar su üda.
suel, ya que el otro hecho primigenio, el de la conciencia, Arf, por ejemplo, el hecho de pertenecer a un deter-
no podía, por lo menos, ser negado por el psicologismo. Hlnsclo pueblo o nación no representa, de por sí, ni un
Hay que reconocer a la filosofía existencialista el mérito
nÉrlto ni una culpa. La culpa comenzará cuando el indi-
de haber destacado la existencia como una forma de ser
fléuo, ¡upongamos, no fomente las dotes peculiares de
sui generis. Así, vemos que faspers califica el ser del hom_
Ultd ttuc¡ón o descuide o entotpez,ca los valores culturales
bre como un ser "que decide", que no "es,,pura y simple_
dg ¡u nución; el mérito, por otra parte, consistirá en tra-
mente, sino que, además, decide en cada caso .,lo que es,,.
Br de luperar ciertas fallas caracterológicas del pueblo de
a
qgé ie trste, en un esfuerzo consciente de autoeducación.s
La genealogía de todes estas ideologías es ia siguiente: el padre del
psicologismo, del biologismo y del sociologismo es el naturalismo. t Hro tle quc el hombre posee tanto "los vicios de sus virtudes" como
Sin
embargo, de la unión que podemos llamar endogámica de1 biologismo Hlm
vlnurler dc sus vicios", no es aplicable solamente a los individuos,
con el sociologismo nació, como fruto tardío y deforme, un biologis_
íña qul volc también para los pueblos en su coniunto. Con lo cual
mo colectivo. Con este biologismo colectivo volvemos a encontrarnos
dlehr¡ c¡t¡l quc depende de cada individuo 1o que haga de sus aptitudes
en el llamado racismo.
rlur. rle rrptitudes solamente se treta-, que en é1 puedan darse por
=la
44 DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTEMPIA
DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTEMPIA 45

Muchas personas cometen el error de tomar las fallas de


rc:ponsable y termina cabalmente en el momento mismo
carácter de la nación a que pertenecen como pretexto pera
!il que esto deja de ocurrir.
justificar las deficiencias de carácter de su propia persona.
Hemos intentado, en las páginas anteriores, primero,
Recuerdan en esto a Dumas hijo, de quien se cuenta que,
deducir de un modo teórico la necesidad de una logote-
habiéndole dicho un día una señorita de la alta sociedad:
Epla, y luego poner de maniñesto alaluz de la práctica Ia
"Debe ser muy fastidioso para usted que su padre fuese un
tl€eeoidad de una "psicoterapia que arrance de lo espiri-
hombre de costumbres tan libres", le contestó: "¡Oh, no,
tu¡!", En relación con el primer problema, hemos visto
señora! Ya que no puede servirme de ejemplo, me sirve,
hmta qué punto es categorialmente insuficiente la psico-
por lo menos, de excusa". Más justo y acertado habría sido
terrpia, entendida en el sentido estricto de la palabra; por
que el hijo invocase a su padre como ejemplo escarmenta-
lo que al segundo problema se refiere, se ha demostrado
dor. Pero son también muchos los individuos que incu-
Qüe le psicoterapia, así concebida, resulta incompetente
rren en el error de sentirse orgullosos de las virtudes na-
cionales de carácter, sin haber hecho de ellas un mérito Páfs todo lo espiritual o tiene necesariamente que caer en
ll eempo del psicologismo.
propio mediante su cultivo individual. No es posible impu-
En las páginas que siguen habremos de demostrar la
tarle a nadie, ni como culpa ni como mérito, aquello de
portbtlidad práctica de una logoterapia, concebida como
que no se le puede hacer responsable. Esta concepción es,
Unl consciente "psicoterapia desde lo espiritual", pare, Por
en última instancia, la que sirve de fundamento a toda la
últlmo el capítulo final-, someter a prueba su posi-
mentalidad del Occidente desde los tiempos de la filoso- -en
bllldad teórica, es decir, contestar a la pregunta, ya apun-
fía antigua, y sobre todo, desde la aparición del cristianis-
Gttla, de si es posible sustraerse, en principio, a la acción de
mo; en estricta y consciente oposición con el pensamien-
ll¡una concepción del mundo.
to pagano, toda posibilidad de eniuici¿miento moral del
§ln embargo, ya por lo que dejamos dicho podemos
hombre, en este aspecto, comienzaprecisamente allí don-
Wt quc el problema de Ia aplicabilidad técnica de una "psi-
de el hombre puede optar libremente y obrar de un modo
Feterttpia a partir de 1o espiritual", de que hemos de ocu-
el hecho de pertenecer a un determinado pueblo. Esas eptitudes no son pcrnos cn el capítulo siguiente, tropieza con señalados obs-
otra cosa que posibilidades, simples posibilidades que el individuo, y tárulos. Repetidamente hemos comprobado, en efecto, que
solamente é1, puede realizar de un modo o de otro, entre las cuales tiene
Ft neccsario retrotraerse a lo que constituye el fund¿men-
que elegir, en pro o en contra de las cuales he de tomar una decisión.
Sólo entonces, cuando haya optado y tomado esta decisión, se conver-
to e¡encial de la existencia humana, o sea al factor respon-
tirán l¿s aptitudes nacionales, de por sí neutrales como valores, en las ¡ehllldrrd. Llegaremos, de este modo, a la conclusión de que
cualidedes personales de un hombre, en valores positivos o negativos, le ¡rrlcoterapia, girando en torno al punto angular de la
según los casos. De todo lo cual resulta, en conclusión, que es el indi- hrgolcrapia, tiene necesariamente que cambiar de rumbo,
viduo ei llamado a "adquirir, para poseerlas", las virtudes de "su nación',
crlelltlndose hacia un análisis de la existencia, concebido
exentas, en la medida de 1o posible, de sus vicios.
ebfrro un análisis del ser hortbre a base del ser-responsdble.
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 47

dcn ser inte¡pretados partiendo de un "sentido", del sen-


tldo concreto de una vida humana. Por eso debemos si-
turr al frente de este capítulo, antes de nada, y colocarlo
II. DEL PSICOANÁLISIS ¡ll cl centro mismo de estas reflexiones, el problema del
AL ANALISIS EXISTENCIAL lentido de la vida humana. En realidad, este problema es
Uho de los más frecuentes entre aquellos con que el en-
ftrmo mental asalta al médico, en sus luchas y sus angus-
A. ANÁus¡s ExISTENCTAL GENERAL
llu espirituales. No es el médico, sino el enfermo quien,
Concebida específicamente como psicoanálisis, la psico- llsvcdo de sus propias angustias espirituales, pone este
terapia tiende hacia un resultado que es, concretamente, ptOblema sobre el tapetey acosa con estas dud¿s y cues-
el de tornar consciente lo psíquico. La logoterapia, por el tlones al encargado de su curación.
contrario, tiende a tornar consciente lo espiritual. Pues El problema del sentido de la vida, ya se plantee de un
bien, concebida específicamente como análisis de la exis- Itlodo expreso o de una rnanera simplemente tácita, debe
tencia, se esfuerza, especialmente, por hacer que el hom- fit consideredo como un problema verdaderamente huma-
bre cobre conciencia de su respons¿bilidad, viendo en ella llo, Por tento, el hecho de poner sobre el tapete el problema
el fundamento esencial de la existencia humana. drl ¡entido de la vida no debe interpretarse nunca, en modo
La logoterapia, así concebida, conduce necesariamen- dguno, como síntoma o expresión de algo enfermizo, pa-
te a una potenciación de la existencia humana; en efecto, Éológtco o anormal en el hombre; lejos de ello, es la verda-
si el ser-hombre es, como hemos dicho, ser-consciente y d:n cxpresión del ser humano de por sí, de lo que hay de
ser-responsdble, no cabe duda de que el análisis de la exis- Vlrd&deramente humano, de más humano, en el hombre.
tencia trabaja conla conciencia de ser-responsdble, procu- lgdemos perfectamente imaginarnos el caso de animales
rando que se cobre conciencia de la responsabilidad ñtUy desarrollados ejemplo, las abejas o las hormi-
esencial, que sienta más su responsabilidad consciente.
-por
É$-, organizados, desde ciertos puntos de vista, de un
Así, pues, si la logoterapia es la psicoterapia "que parte de Etotlo social y superiores, incluso, en ciertos aspectos, a la
lo espiritual", el andlisis de la existencia podrá definirse Eeledrrd humana en lo que a este tipo de organización, se-
como la psicoterapia "que arcdnca del espíritu de la con- ñt€,ante el estado, se refiere; pero jamás podremos llegar a
cie ncia de re sp ons abilida d". L eonr:lusión de que un animal se plantee el problema del
Fntlclo dc su propia existencia, ni pueda, por tento, llegar a
h¡eer clc su propia existencia algo discutible o problemáti-
1) El sentido de la yida
Cft, l,r cstá reservado al hombre como tal, y exclusivamente
La responsabilidad signifi ca siempre responsabilidad ante I é1, el enfocar su propia existencia como algo problemáti-
un deber. Ahora bien, los deberes de un hombre sólo pue- €tl, el expcrimentar todo el carácter cuestionable del ser. Es
48 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DI]L PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL 49

este hecho, mucho más que otros factores, tales como la t{tru rlempre dentro de un ámbito histórico (dentro de un
capacidad de hablar, la de pensar en forma de conceptos o &nbtto "estructurado", como diríaL. Binswanger), fuera
la de marchar erguido, el que puede y debe ser considera- dl euyo sistema de coordenadas no puede concebírsele.
do, en rigor, como criterio determinante en la esencial dis- ? trte sistema de relaciones se halla siempre presidido
tinción entre el hombre y la bestia. PAf un sentido, siquiera sea un sentido no percibido, no
El problema del sentido de la vida, planteado de un loifesedo o no expresado. De aquí que la vida de un hor-
modo radical, puede llegar a avasallar totalmente al indi- ñlsucro pueda considerarse, si se quiere, como endere-
viduo. Este caso suele darse, sobre todo, en el periodo de §dr hecia un fin, pero en modo alguno como dotada de
la pubertad, es decir, en aquel periodo en que se revela Iñ ¡entido. Y con la categoría misma del "sentido" des-
ante el joven que va madurando espiritualmente y lucha lpttcc también lo que podemos llamar lo "histórico": un
thffsdo" de hormigas jamás puede tener "histori¿".
espiritualmente por ver claro, la problemática esencial
de la existencia humana. Como un profesor de historia Erwin Strauss (en su libro titulado Acaecer y vh¡encia)
natural expusiera ante una clase de alumnos de enseñan- h puento de manifiesto que no es posible descartar de la
za secundaria, en sus explicaciones, le tesis de que la vida É¡lld¡d de vida del hombre y no en último
-incluyendo,
de los organismos, incluyendo la del hombre, "no es, en hl¡nr, et hombre neuróticamente enfermo- la "realidad
última instancia, otra cosa" que un proceso de oxidación, dd devenir", el factor histórico tiempo. Ni siquiera o, me-
un proceso de combustión, se levantó inesperadamente pr dlcho, mucho menos cuando el hombre (y, en particu-
uno de los alumnos, para formular esta pregunta apasio- Lf, el neurótico) "deforma" esta realidad del devenir. Una
neda, incontenible: "¿Qué sentido tiene, entonces, la vida üodalldsd de esta deformación la tenemos en ese intento
humana?". El joven que formulaba tal pregunta habíase C€ lnversión, en ese desviación del modo de ser originario
dado clara y certeramente cuenta de que el hombre vive &l homhre que Strauss califica de existencia "presentista".
con una modalidad de existencia distinta, por ejemplo, a l: rcficre a una deformación específica de la vida que con-
la de la bujía que arde y se consume ante nuestra vista, d¡to en crcer que se puede renunciar a toda orientación, a
sobre la mesa. Su ser* podrá ser concebido, no cabe duda, tadn mcta. A un comportamiento que no se basa en las
como un proceso de combustión, pero es evidente que el éñmñsnzas del pasado ni se orienta hacia las metas del fu-
hombre, por el mero hecho de serlo, lleva aparcjada, ade- Httt, ¡lno que se contrae al puro presente sin historia. Esta
más, una forma de ser esencialmente distinta de ésta. El ñptlclld¿¡d se nos presenta en la huida neurótice a una es-
ser humano es, ante todo, un ser esencialmente histórico pÉt,le rle csteticismo, en la evasión del neurótico en un
ejemplo, en contraposición al ser animal-, que lñ§oklrintmiento artístico, o en un entusiasmo desme-
-por dldrr ¡xrr la naturaleza. En estas condiciones, el hombre se
* El autor precisa en alemán ia expresión Seia recordando la expre-
sión de Heidegger: Vorhanden-Sein,Ia, rrla;:,ere, de ser de lo meramente Bltlds, cn cierto modo, de sí mismo, aunque más exacto
existente: lo que está presente. trllÉ rlccir que se olvida de sus deberes, por cuanto que,
50 DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 51

en tales momentos, vive más allá de todos los deberes que nlsmos. De esta categoría de hombres forman parte aque-
el sentido histórico-individual de su existencia le impo- llor que trabajan ahincadamente durante toda la sem¿na y
ne. No pocos enfermos neuróticos querrían vivir "leios que, al llegar el domingo
-domin¿dos
por el vacío y la
de la lucha por la existencia", "en una isla solitaria", tum- f¡lta desoladora de contenido de su vida, que entonces se
bados todo el día al sol. Este tipo de vida puede ser apro- ilcnifiesta en su conciencia- se sienten deprimidos
piado para animales; llevados del olvido de sí mismos' ("neurosis dominical"), o que, llevados de un horror vacui
esta clase de hombres llegan a creer quiméricamente que (¡n sentido espiritual), van a refugiarse en un estado de
semejante tipo de vida sería, alalarga, es decir, sobrepo- lmbriaguez cualquiera.
niéndose a los momentos "dionisiacos" de la existencia, Pero el problema del sentido de la vida no se plantea
una vida humana, digna de ser vivida por el hombre y d; un modo típico solamente en los años de la adolescen-
soportable para é1. Ela,¡ino que en ocasiones es, como si dijéramos, el pro-
El hombre normal (normal, tanto en el sentido de plo destino quien lo plantea, por ejemplo con motivo de
una norma media como en el sentido de una norma éti- Un¡ vivencia cualquiera que sacuda y haga estremecerse
ca) sólo puede orientarse de este modo "presentista" en ll hombre. Y así como la problemática del sentido de la
ciertos momentos y, aun así, hasta cierto punto nada más. Ylds, cn el periodo de la adolescencia, no representa en
En los momentos, concretamente, en que se entrega, por dSor nada enfermizo, tampoco debe considerarse como
eiemplo, al regocijo y al descanso, volviendo consciente Prtológica la angustia espiritual del hombre luchando con
y transitoriamente la espalda a la vida determinada por tl contenido de la vida. En términos generales, no debe
il sentido que la preside; en esto§ instantes, olvidándose el ftrdcrse de vista, además, que la psicoterapia, cuando
hombre deliberada y artificialmente de sí mismo, se des- §nplla su horizonte como logoterapia, o, en su caso, el
carga de vez en cuando, conscientemente, de la carga, en §{ll¡is de la existencia, en cuanto forma específica de la
ocasiones demasiado $rande, de su esencial responsabili- lcSotcrapia, guarda relación, por lo común, conhombres
dad. Pero el hombre accidental, por lo menos, vive siem Qüia
xut'ren espiritualmente, pero que no deben ser conside-
pre, en rigor y en última instancia, bajo el imperio de va lldet¡ como enfermos en sentido c\ínico. En rigox es ese su-
lores que debe rcalizer' que se siente obligado a reaLiza frlnrlcnto causado por la problemática human¿ lo que
creadoramente. Lo cual no quiere decir que no sea Bttnrtltuye el verdadero objeto sobre que versa la "psico-
como lo es, embria$arse con la obra de la propia tereplu que arranca de 1o espiritual". Pero, aun en los ca-
deiarse aturdir por ella. Esta posibilidad se apodera de lg: en que se dan realmente síntomas clínicos, por ejem-
dos aquellos individuos del tipo de hombre que Scheler, plo, rlntomas psicopáticos, puede tratarse también, en
tu entudio sobre el "burgués", catacteriza como Perso €lellu¡ y determinadas circunstancias, de facilitar al en-
quc, defándose llevar por los medios de tealización de fuf$rr, por medio de Ia logoterapia, aquLel punto de apoyo
ebre, ¡e olvidan del fin último, es decir, de los val t*plrllual especialmente sólido que el hombre sano y corrien-
52 DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 53

te necesita lnenos, ?ero que el hombre psíquicamente inseguro 'felvez comprendamos meior cuán primordial es la
necesita de un modo apremiante, precisamente como cotn-
lnilportancia que debe atribuirse e una concepción del
pensación de su inseguridad.
Eundo afirmativa del sentido de la vida, elalttz de lo si-
La problemática espiritual de un hombre no debe de-
jarse nunca de lado como un simple "síntoma"; es, en lutcnte. Una investigación estadística de gran enverga-
durl ecerca de las probables razones de la longevidad dio
todo caso, una "aportación' (para ¿tenernos a esta antíte-
Eomo resultado que todos los suietos investigados, es de-
sis presentada por Oswald Schwarz): una aportación rea-
llr, todas las personas longevas incluidas en la encuesta,
lizadaya por el paciente o una aportación que debemos
§ursban una concepción de la vida "optimista", aftmati-
ayudarle arealizar. Esto es aplicable, sobre todo, no a los
ft del sentido de la üda misma. Y, en el campo psicológi-
individuos que se encuentran por tazones endógenas en
6or lc actitud ideológica del hombre acredita también un
un estado psíquico de equilibrio inestable (como ocurre
fllor tan central que "se abre paso" en todas las circuns-
con los psicópatas), sino también a los que han perdido el
tülcles, razónpor la cual no puede "disimularse" íntegra-
equilibrio de su alma por razones puramente exógenas.
Fllnte, por eiemplo, en los melancólicos que procuran
En esta categoría de sujetos habría que incluir, por ejem-
licubrir su fundamentel ectitud negetive ente la vida.
plo, al hombre que habiendo perdido al ser a quien amaba
Émpleando los métodos adecuados de exploración psi-
más que a nada en el rnundo y al que consagraba su vida
qulátrica, cabe descubrir plenamente el sentimiento en-
entera, se pregunte, indeciso, sin rumbo, si su vida tiene gublcrto de cansancio de vivir. Cuando abrigamos la sos-
ya, ahora, algún sentido,unarazónde ser. ¡Ay del hombre
plehu de que un melancólico disimula sus intenciones de
cuya fe en el sentido de su existencia vacile, al llegar este
lulcldarse, es recomendable seguir en el examen el si-
momento! Se quedará, si eso le sucede, sin reserva moral
alguna; el hombre, en estes condiciones, se ve privado de Sulentc procedimiento: lo primero que debe hacerse es
prcÉuntar al paciente si se propone quitarse la vida, o, en
aquellas energías espirituales que sólo es capaz de ofrecer
lU ('§so, si persiste en sus ideas de suicidio, manifestadas
une concepción del mundo que afirme incondicional-
etrn Anterioridad. Claro está que el paciente contestará ne-
mente el sentido de la vida necesidad de que, para
-sin
ello, el hombre cobre clara conciencia §ntlvumente a esta pregunta, sobre todo si úata de ocultar
en este sentido ni, tu¡ verdaderas intenciones. Pero, en seguida, le formula-
mucho menos, que llegue a dar a esta conciencia una cla-
f€m(t$ otra pregunta, que nos permitirá establecer un
ra formulación conceptual- y se encontrará, así, desar-
dla¡nóstico diferencial entre la verdader¿ ausencia del fe-
mado para recibir, en las horas difíciles de la vida, los gol-
dlum vitde de una partey, de otra, el simple encubrimien-
pes del destino y para compensar "lafuerza" de la fatalidad
tn rie esta actitud; así, le preguntaremos muy bru-
con la suya propia. El hombre caerá, de este modo, en una -por
tnl quc la pregunta pueda parecer- "por qué" no abriga
especie de descompensación moral, verá que sus energías
ye e I propósito de suicidarse. Ante tal pregunta, el me-
morales le fallan ante los embates del destino.
hlrnllico, libre de este propósito o ya curado de é1, se apre-
54 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 55

surará a contestar que tiene que preocuperse, por eiem- Élmcnte, por la vía del conocimiento, a este tipo de
plo, del sustento de su familia, que no puede dejar aban- ptublemática. Deberemos examinar si es lícito, en térmi-
donados sus trabajos, etc. En cambio, el melancólico que iot generales, investigar el sentido del'todo; es decir, si
quiera disimular caerá, ante esta pregunta, en un estado tfte problema tiene, de por sí, sentidoy razón de ser. En
típico de perplejidad. No encontrará respuesta alguna en dgor, sólo debemos detenernos e Preguntar, en cada caso,
que nos ofrezce ergumentos a favor de su afirmación (si- por el sentido de un acaecer parcial, nunca por el'fin'del
mulada) del sentido de la vida. De un modo muy caracte- reaecer universal. La categoría del "fin', en ese sentido, es
rístico, estos enfermos disimuladores suelen desviar la tlt¡cendente, ya que el fin se halla en ceda caso fuera de
conversación y expresan, casi siempre, el deseo de que se lquello que lo "tiene". Por eso, sólo podríamos concebir
les deje errpaz. De este modo, el hombre se encuentra d rentido total del universo, a lo sumo, bajo la forma de
psicológicamente en la imposibilidad de ofrecer, ni siquie- un lhmado concepto límite. Podríamos calificar e§te sen-
ra de pretextar argumentos en favor de la aflrmación del ddo, tal vez, como "suprasentido", con lo que expresaría-
sentido de Ia vida o en pro de la necesidad o el deseo de tllot que el sentido del todo no es captable ! que es mds que
seguir üviendo, es decir, ergumentos en contra de la idea eáptable. Este concepto vendría a ser, así, un postulado
del suicidio que domina su mente: si estos argumentos ütálogo a los postulados kantianos delaruzÁn; representa-
existieran realmente, si estuvieran presentes en su espíri- f{¡ una necesidad del pensamiento y, al mismo tiempo, una
tu, el paciente dejaria eo ipso de hallarse dominado por lnposibilidad del pensamiento, antinomia ésta a la que
propósitos de suicidio, razón por la cual nada tendría que Élo podemos sobreponernos por la vía delefe.
aparenter. Yn Pascal decía que la rama no puede llegar a com-
prender nunca el sentido del árbol en su totalidad. Y la
El problema del sentido de la vida puede interpretarse de ñodcrna teoría biológica del medio ha puesto de mani-
diferentes modos. Queremos, por tanto, separar de su ul- ácrto que todo ser viviente se halla encerrado en el medio
terior discusión, ya desde el primer momento, aquel pro- éorrerpondiente a su especie, sin poder romPer esta en-
blema que versa sobre el sentido dubitativo de todo acaecer Volturfl. Por muy excepcional que sea la posición que eI
objetivo, por ejemplo, sobre las problemáticas 'finalidad y honlbrc ocupe a este respecto, Por muy "abierto" que se
meta" del mundo, o sobre el problema del sentido del des- hllc ul universo, por mucho que pensemos que el hombre
tino que nos sale al paso o de las cosas que nos suceden. ñ6 vlve en un "medio", en un "mundo circundante", sino
En rigoa todas las respuestas positivas que podamos dar a Én un "mundo", en "el" mundo, ¿quién nos asegura que
estas preguntas están reservadas ala fe. De aquí que el Fnd¡ rrllá de este mundo del hombre no existe un supra-
hombre de mentalidad religiosa, que cree en una Provi- llttul(lo?* ¿Acaso no es más lógico suponer que el empla-
dencia, no tenga nunca esta clase de problemas. Los de-
más tendrán que buscar el modo de sobreponerse críti- t lll tcxto alemán iuega con las palabras Utnuelt circun-
-mtndo
56 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 57

zamiento final del hombre dentro del mundo es algo pu- §úloga entre el reino de la libertad humana y un reino so-
ramente aparente, simplemente un estar más arriba, bltpuesto a é7, de tal modo que el hombre, pese a lo que la
dentro de la naturaleza, en comparación con los animales; Ftpvidencia se proponga hacer de é1, pueda ser considera-
pero que podemos aplicar al "ser-en-el-mundo" (Heideg- Co como un ser libre en cuanto a su voluntad, del mismo
ger), en última instancia, por analogía, lo mismo que vale §1odo que el animal domesticado vive con arreglo a sus
para el mundo circundante de los animales? lutlntos,l a pesar de servir al hombre, quien se sirve preci-
Exactamente del mismo modo que un animal no pue- l¡ñente de los instintos animales para sus propios fines.
de, trascendiendo de su medio, llegar a comprender nunca
| §upongamos que me propongo construir una máquina cuya fun-
el mundo de los hombres que está por encima de é1, el
Eldn consiste en empacar de cierto modo una determinada mercancía;
hombre no puede llegar nunca a comprender qué es lo que
dt ntyn t. comprende que, para poder llevar a cabo este propósito, ne-
está por encima de su mundo propio; puede, a lo sumo,
lglto dlüponer de alguna inteligencia, y no cabe duda de que deberá ser
llegar a vislumbrarlo medio delafe-, o bien entrar €€$¡lderublemente mayor que la que necesitaría para empacar yo direc-
-por
en contacto con é1, si ese mundo superior irrumpe en el Eñontc, mediante una operación manual, 1a mercancía de que se treta.
mundo propio del hombre por medio de una revelación,, FUgl hlcn, nada más natural que traslader esta comparación gradual al
pñrhlemu de los instintos. Y, planteada la cosa así, ¿no deberemos llegar,
Un animal dornesticado no puede llegar a conocer nuncd los,
lñ lo que ¡c refiere a la llamada sabiduría de los instintos, a le conclu-
fines en función de los cuales lo subyuga el hombre. ¿Cóma, dáñ dr quc aquella sabiduría que confiere un determinado instinto e
podría el hombre llegar a saber cutíl es el'fin último" de sa llál crpcelc o un género animal, es decir, la s¿biduría que ha establecido,
úda, cuál es el sentido superior a que obedece el uniyerso t€l d*clrlo ¿si, este instinto y que se halla, por tanto, detrás de los ins-
cotno un todo? Cuando N. Hartmann afirma que la libertad tlñto: to«los, tiene que ser neceseriamente de un rango incomparable-
y la responsabilidad del hombre se hallan en contradicci §€ñle nrpcrior que la "sabiduría" de los instintos, que lleva al animal a
ttll,lnnu¡ tnn "sabiamente"? Podría muy bien ocurrir que la verdadera
con una finalidad oculta a sus ojos, pero superior a é1, for-i
$Ércne tu cnre el hombre y la bestia no estribe tanto en el hecho de
mula a nuestro entender una idea inexacta. El propio Hart+
[üC lr [rrrth posea simplemente instinto, mientras que el hombre posee
rnnn reconoce que la libertad del hombre es una "libe §itelt¡erl'lu (ya que, en rigor, toda 1a inteligencia humena podría ser
a pesar de la dependencia", en cuanto que también la E§ltrtehldrr nlmplemente como un instinto "superior", sobre todo si nos

tad espiritual se erige sobre las leyes de lanattrraleza, á¡11t,,,.,r cl a priori que sirve de base a todenzón,pbro que no puede

una "capa del ser" propia y superio¡ la cual, pese a la "


If rprltrlkkr, por sí mismo, *ru26r.), como en e1 hecho de que la inteii-
Iñt¡ld lrunlunr es tan elevada que el hombre -en manifiesta oposición
pendencia" con respecto a las capas inferiores del ser, i l trpnlftl¡rd de los animales- puede llegar a comprender que tiene
"autónoma" con respecto a éstas. A nuestro juicio, ft€É¡etl¡nrcntc que existir una sabiduría de un rango esenci¿lmente
perfectamente concebible la existencia de una relaci ñSglllt ¡l rlc lrr suya propia, una sabiduría sobrehumana de 1a que eme-
lhá rtt ¡rt'rr¡rlrr rrrzón y los instintos de los animales; una sabiduría que
.E lr firerrtt dc lr¡d¿ sabiduría, lo mismo de la sabiduría humana que de
dante, medio ambiente- y Welt a secas-. También hable k "tÉhl,,¡" lnstintos de los animaies y que ha impreso para siempre su
Welt-haben mundo-.
-mtndo
-tener Ellg al nurrr,l,,.
58 DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 59

Nadie ha expresado con más fuerza y belleza que gladdora incomparableffiente ffidlor que la novela que cual-
Schleich las relaciones entre el mundo humano y un mun-
luler narrador pueda escribir De un modo o de otro, todo
do superior que debemos imaginarnos ll mundo sabe que el contenido de un¿ vida, su consuma-
-relaciones
como análogas a las que median entre el "mundo circun- 0lón cumplidora, es "asumpta" en alguna parte, en aquel
dante" de los animales (Uexküll) y el mundo del hom- doble sentido hegeliano que significa, a
bre-:* "Dios, sentado ante el órgano de las posibilida- -aufgehoben-
Uh tlempo, tollere y consendre, cancelar y conservar. De
des, improvisó el universo. Nosotros, pobres mortales, llte modo, el tiempo, la caducidad de la vide, no merma
sólo escuchamos la yox hutnand. Labelleze de ésta es un lñ lo más mínimo el sentido y el valor de ésta. Ser-hdber-
indicio de lo grandiosa que debe de ser la armonía en su No* es también un rnodo de ser, tdl yez el rruis seguro. Toda
totalided". lqclón en la vida sería, et este sentido, la salyación de lo
De suyo se comprende que la fe en un "sentido supe-
lotlble en lo real. Aunque es pasado, precisamenfe en el
rior" lo concibamos como concepto límite o lo inter- ptado se hdlla puestct d salvo para toda una eternidad, sin
-ya
pretemos religiosamente como Proüdencia- tiene un¿
lüc pucde hacer mella en ella la ¿cción del porvenir.2
extraordinaria importancia psicoterapeútica y psicohigié-
r lln ¡lcmán tenemos Gewesersein, ser-sido.
nica. Es ésta una fe creadora: hace al hombre más fuerte,
como auténtica fe que es, nacida de una fortaleza interior. ' No crrbe duda de que el tiempo pasado es irreversible; pero lo acae-
Sldrl tn él queda como algo intangible e inviolable. Por donde el tiempo,
Para quien se hace fuerte en esta fe no existe, en riltima ins- lñ ru m¡rcha, no es solamente un ladrón, sino que es también un fiel
tancia, nada carente de sentido. Para é1, nada acaece "en dl¡rrrltrrrlo. Por eso nuestra concepción del mundo, aun sin perder de
vano", "ningún hecho queda sin registrar" (Wildgans). Vltlr h precariedad de le existenci¿, no debe ser une concepción pesi-
En este especto, existe en el mundo algo así como una ñtltlr, Sl qulsiéramos expresar esto por medio de un símil, podríamos
CÍrlfi rl portmista se asemeie al hombre que, parándose delante de un
ley de la conservación de la energía espiritual (para los
Hhn¡l¡rkr dc pared, ve con miedo y con pena cómo el bloque de las ho-
efectos morales); con arreglo a ella, ningún pensamiento [t rlcl nlntlnrquc, a medida que va arrancándoselas una cade día, adel-
Srande está condenado a perecer, aunque no llegue a ser ttlt rlrr r'rrurr; cn cambio, el hombre que concibe la vida en el sentido
conocido, eunque quien lo abrace "descienda con él a la llllf hdo re plrece a quien recoge limpia y cuidedosamente cada hoia
qut vr nmncrrndo al calendario y, uniéndola a las demás, hace de ellas
tumba". Así concebida la cosa, la historia interior de la vida
Bñt €¡pn'lr rlc diario, en el que se preocup¿ de apuntar día por día lo
de un hombre, en todo su dramatismo, e incluso en su do-
tlHt lrulxl(hrl mrls digno de recordación, reteniendo así con alegrÍa y
lor trágico, no ¿caecerá nunca "en vano", aunque no lle- Fllil lrgrrllo lo¡ hechos a que sus epuntes se refreren y'fijando" de este
§ue a escribirse ninguna novela que la relate. La "nowla" Httd¡r rtt "vltl¡¡'i,¡Qué importa que el hombre, pensando y obrando ¿sí,
úvida por uno es siempre, d pesdr de todo, una realizdción ll dl lu¡nlr «le quc envefece? ¿Debe o puede volver la vista envidiosa
I lt lttvenlu(l de otros hombres, o pensar con nostalgia en los días pa-
* Las rel¿ciones entre el mundo circund¿nte animal (estrecho) y
{dl¡ rle lruruyl propia? ¿Qué es lo que podrÍa envidiar -deberá más
el mundo del hombre (más amplio) y entre éste y un mundo superior blltt pte¡untumc- r otro foven? ¿Tal vez las posibilidades que tiene su
(que los abarca fodos) formaían, si se quiere, la "sección dorada".
tsrunlrl l'nr¡rndo ¡¡sf llegará a la conclusión de que haría un mal trato
60 DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 6I

Hasta aquí hemos tratado del problema del ser en cuanto Prccesos anímicos se hallen gobernados pura y exclusive-
que se refiere al sentido del universo en su totalidad; volva- ntente por el principio del goce.
mos ahora al problema de cómo lo entienden, en la mayo- Esta teoría, en la que se asigna al principio del placer
ría de los casos, los enfermos que lo plantean; es deci¡ re; Un¡ posición predominante dentro de toda la vida anímica
tornemos al problema del sentido que el individuo da a su dtl hombre, es mantenida también, como es sabido, por el
vida personal. ltlcoanálisis; el principio de la realidad no representa, en
Debemos ocuparnos ante todo, a este propósito, del !l§or, nada contrapuesto al principio del place¡ sino que
giro que muchos pacientes intentan dar a la discusión de ll llmita a extender el campo de este mismo Principio, a
este problema, giro inexorablemente condenado a desem- §Uyo servicio se halla. Pues bien, según nue§tro modo de
bocar en una especie de nihilismo ético, En efecto, la con- l§, el principio del placer no es otrd. cosd que ut dttefacto
testación que a esta pregunta se da por muchos es la de plcológico. En realidad, el placer no constituye, en gene-
que, en rigo¡ la vida no tiene más sentido que el placer;
§lrtlr en el hombre algo así como fuerzas de resistencia que treten de
afirmación que invoca en su argumentación el supuesto
dinhrlc de su camino, que pugnan por descargarle de la responsabilidad
hecho de que todas las acciones humanas obedecen, en
tJlnrlol que sobre é1 pesa. Hay en la responsabilidad algo que se asemeia
última instancia, al deseo de ser felices, de que todos los Itln uhlsmo. Y cuanto más y con mayor hondura Pensamos en é1, más
iñI tlemos cuenta de que se abre ante nosotros, hásta que por último nos
con el cambio, pues en su pasado hay reelidades, envez de posibilida- Xnflnm¡ dominados por una especie de vértigo. En efecto, al ahondar
des: no sólo las realid¿des de las obras producidas, sino también las del É€ñ rl pensamiento en la naturaleza de la responsabilidad humena, senti-
amor vivido y las del dolor sufrido. Y estas últimas son precisamente las ñUl un cscalofrío: la responsabilidad del hombre es algo espantoso, pero
que más orgullo deben infundirle, siquiera sean las que menos envidias é! turblén, al mismo tiempo, elgo sublime. Es espantoso saber que en
despierten... Todo lo bueno, todo 1o bello del pasado se guarda, puesto Élaia ln|t¡lnte pesa sobre mí la responsabilidad por el instante siguiente;
a buen recaudo, "esumpto", en el pasado mismo. De otra parte, todas las qUC forla dccisión que tome, lo mismo la más grave que la más nimia,
culpas, todos los vicios y los pecados del homb¡e son todavía "redimi- ll Una clcclsión tomada "para tode una eternidad", irrevocable; que en
bles", mientras el hombre vive (Scheler, Renacimiento y drrepentimien- Éádt ln¡trrnte de mi vida realizo o desaprovecho una posibiiidad, la po-
fo). No es, pues, como si se tratase de una película terminada es, Íblltrl*rl dc cste instente mismo. Cad¿ instánte que discur¡e lleva en su
-que
sobre poco rn:ás o menos, como la teoría de la reiatividad se representa lsll'nflrr rnilcs de posibilidades, pero a mí sólo me es dado eiegir una, para
el proceso cósmico, como la totalidad de ias "línees cósmicas" tetradi- ñ¡llrnrlrr, condenando con ello a la muerte, al no ser, y también "para
mensionales-, pelícuia que ya no hay que proyectar más; se trata, por ttltlr ruru crcrnidad", a todas las demás por las que no opto. Pero es, al
ei contrario, de una película que el hombre mismo ve filmando a medida *ltftlrr I hmpo, sublime saber que el porvenir, no sólo el mío propio, sino
que vive. Lo cual no quiere decir sino que ei pasado kmhlén cl dc l¿s cosas y los seres humanos que me rodean depende, en
te"- quede aprisionado y, por tanto, a buen recaudo, -"afortun¿damen.
mientras que El€llÉ nlc(lldt *por muy pequeña que el1a sea-, de las decisiones que
futuro también- constituye una serie siempre IH !ltlutt,r rdoptc en cada instante. Lo que yo realice por medio de elles,
-"afortunadamente" nrcdio de ellas "cree" yo, 1o pongo a buen recaudo en el mundo
abierta de posibilidades, que apelan a la respons¿bilided del hombre. lH t¡rro ¡u
'r'
Ahora bien, ¿qué es responsabilid¿d? Responsabilidad es aquello a lh ls re¿ltrldd, librándolo así de perecer. Sin embargo, el hombre es, con
que se siente uno "atraído" y a 1o que "se sustrae". Indica que *ffucn,'lu, demasiado perezoso para afrontar ésta su responsabilidad.
62 DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 6)

ral, la meta de nuestras aspiraciones, sino que es, simple- §u¡l sólo encierra, al parecer, este sentido negativo de eli-
mente, la consecuencia de su realización.Ya Kant hubo de lllnsr una sensación desagradable. A la vista del mismo
llamar la ¿tención sobre esto. Refiriéndose a la ética hedo- t¡t¡do de hecho que provoca en un individuo la compasión
nista, al eudemonismo, dice Scheler que no es nunca el ff pcrfectamente concebible que otro individuo sienta una
placer lo que se presenta como meta ante una acción mo- ñellgnidad sádica, se complazca ante el espectáculo de la
ral, sino que esta clase de acciones lleva el placer a la es- Cerdicha que contempla, e incluso experimente, de este
palda, por así decirlo. Existen, sin duda, ciertos estados o ilodo, un placer positivo.
circunstancias en los que el placer puede constituir, en §i fuera verdad que lo único que nos mueve, por eiem-
realidad, la meta de un acto de l¿ voluntad; pero, en tales plo, o leer un buen libro es el deseo de experimentar con
cesos, no podemos decir de entemano que se trate, desde & lecture un sentimiento de placer, con el mismo dere-
el punto de vista ético, de una buena acción, sino simple- Eho, por lo menos, podríamos gestarnos el dinero en com-
mente de la acción de un fariseo. prtr pasteles, envez de adquirir libros.
Aparte de estos casos particulares, la teoría del prin- En realidad, lo cierto es que, en la vida, el hombre se
cipio del placer pasa por alto el carácter esencialmente écfr guiar muy poco por el deseo de experimentar un
intencional de toda actividad psíquica. En general, el plreer o huir de un dolor. Lo esencial para un espectador
hombre no quiere el placer, sino que quiere, sencillamen- t¡¡tral no es ¿sistir al desarrollo de una comedia o a la
te, lo que quiere. Los objetos de la voluntad humana son ilprercntación de una tragedia; lo importante, para é1, es
muy diferentes los unos de los otros, mientras que el pla- tl contcnido de lo que se le ofrece. Y e nadie se Ie ocurri-
cer siempre sería el mismo, tanto en el caso de una con- fd lfirmar que la verdadera finalidad perseguida por quien
ducta moralmente valiosa como en el de un comporte- tñlrtc a una representación teatral sean precisamente los
miento moralmente reprobable. De donde se deduce que $nllmientos dolorosos que en el alma del espectador pro-
elreconocimiento del principio del placer ha dc conáucix en el dur,e I¿ contemplación de ciertos acaecimientos tristes
dspecto moral, a una ni¡¡elación de todas las posibles finali- dc¡rrrollados en la escena; de ser así, habría que conside-
dades human¿s. Desde este punto de üsta, sería del todo fár n lodos los que asisten a la representación de un dra-
indiferente lo que un hombre hiciera o pudiese hacer. El BIH romo una especie de masoquistas encubiertos. La te-
dar limosnas sólo serviría para eliminar tales o cuales sen- rh ele que el placer constituye el fin último de todas las
timientos desagradables, ni más ni menos que si el dinero solamente el efecto final de al-
se empleara para placeres culinarios. El criterio que ane-
Bfeloncs humanas
dc ellas-
-y no
puede refutarse en toda su extensión sin
§uttur
lizamos viene, pues, a desvalorizar toda auténtica emo- Hár quc invertir los términos de la tesis. En efecto, si
ción moral en el hombre. En realidad, el carácter moral fue¡e cicrto que Napoleón, por ejemplo, sólo libraba sus
de un sentimiento de compasión, supongamos, es ya an- hctullus para dar satisfacción, con su desenlace victorioso,
terior a su eliminación por medio de un acto adecuado, el al tlt¡ deseos de placer mismos deseos de placer que
-los
64 DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL l)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 65

cualquier otro soldado podría procurarse, pura y simple- tlentc a quien se internó después de una tentativa de sui-
mente, comiendo, bebiendo y visitando prostíbulos-, lldlo que relataba la siguiente vivencia: para llevar a cabo
y
no cabe duda de que, a la inversa, el'fin último" de las !ü propósito de suicidarse, quiso trasladarse a un lugar
postreres batallas napoleónicas tenía que consistir nece- *l¡fc¿u de la ciudad en que vivía, pero no encontró nin-
fün tranvía que lo llevase hasta allí, en vista de lo cual
sariamente en el deseo de experimentar los sentimientos
desagradables que las derrotas llevan aparejados, al igual Creldi0 tomer un taxi. "Pero después reflexioné", infor-
que las victori¿s los sentimientos de goce. ,ft el paciente en cuestión, "si no era mejor que me aho-
Si el placer fuese realmente el sentido de la yida, habría Él¡e lo que iba apagar al taxi; hecha esta reflexión, tuve
que llegar a la conclusión de que la yida carece, en rigor, de
üt ¡onreír involuntariamente, pensando la cicatería que
todo sentido. Pues ¿qué es, en último resultado, el placer? ñprtrcntaba el querer ahorrar un par de monedas en el
Un estado, simplemente. El materialiste
-y el hedonis-
mo suele correr parejo con el m¿terialismo- podría, in*
§Cmento mismo en que iba a morir".
, Aqucl a quien la vida misma no se haya encargado de
cluso, decir: el placer no es otra cosa que un proceso que de que no se vive, ni mucho meno§, paru gozar
se desarrolla en la sust¿ncia gris del cerebro. ¿Acaso para ln vlda, puede consultar la estadística de un psicólogo
conseguir semejante proceso merece la pena vivi¡ pade- I ruso, en que se pone de maniñesto que el
cer, obrar? normal, un día con otro, experimenta incompa-
Imaginémonos a un condenado a muerte a quien horas mcnte más sensaciones de desagrado que de placer.
antes de ser ejecutado se le deja en libertad de escoger los { lc pnlpia experiencia cotidiana se encarga de demostrar-
manjares para su última cena. Este desdichado se pregun- ,!9: culn poco satisfactorio es el principio del placer, no
tarÍa, con toda seguridad, en la casi totalidad de los casos: p fotno modo de entender la vida, es decir, en la prácti-
¿tiene acaso algún sentido esto de entregarse a los placeres EJr tlno también en el campo de la teoría. En efecto, si
culinarios a la hora misma de la muerte? ¿No es acaso in- pts§untrrmos a una Persona por qué no hace algo que a
diferente, si el organismo se convierte dos horas más tarde ñ€ltltros nos parece razonable y nos da como razón: "no
en un cadáver, el haber disfrutado de aquel proceso en sus tɧgu grrnas'l inmediatamente consideraremos esta res-
células cerebrales o no haber llegado a disfrut¿rlo? Pues pHérlu como muy poco satisfactoria. En seguida nos da-
bien, la yida del hombre se halla siempre a la ústa de la FñIlr cucnta de que semeiante re§puesta no es, en reali-
muerte, ! todo placer humano cdrecería de sentido ni más ni *d, tel respuesta, sencillamente Porque lo agradable o lo
menos que en el caso del condenado a muerte. ds¡gr+r.l,rhle -el tener o no ganas, gusto, placer- no
Esta desolada concepción de la vida tendría, conse- E€ñrtllrrycn nunca un argumento en pro ni en contra del
cuentemente, que hacernos dudar del sentido de la vidE Iñfttlrl o ln razón de ser de una acción.
misma ya en medio de ella; se anticiparía con razón, ge- ? etr tr¡tda se modificaría la insostenibilidad del princi-
neralizándolo, al conocimiento a que llegaba aquel pS *lel ¡rlrrccr en cuanto máxima moral aunque fuese cier-
68 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 69

expresó este mis-


teorte ecerca de la "naturaleza" fisiológica de ciertas $le re captan los valores.3 Kierkegaard
cias, ni las tesis de que el gozo no es otra cosa que una ilc pcnsamiento con palabras muy bellas, cuando dijo
terminada danza,de moléculas, átomos o electrones gle lu puerta hacia la dicha se abre tirando hacie afuera'
de la masa gris del cerebro, ha tenido ni tendrá nunca fulcn r. empeña en abrirla empuiando hacia adentro, lo
fuerze de convicción del hombre que, entregado a los fi¡e huce es cerrarla. Quien busca por encima de todo la
altos goces del arte o a la más pura dicha del amor, se bloquea por ese solo hecho el camino que con-
con toda certeza que su vida posee un sentido. s clla. Por donde, en última instancia, nos encontra-
Ahora bien, la alegria sólo puede dar un sentido a ñá¡ con que toda aspiración a la dicha -a esa supuesta
vida si ella misma lo tiene. Y el sentido riguroso de la "final" de la vida humana- es ya de por sí algo sen-
gría no se encuentra nunce en ella misma. Reside sie te imposible.
en realidad, fuera. Toda alegría ¿punta siempre
dere- hacia un objeto. Ya Scheler nos hace ver-l que relno de los valores es un reino trascendente de cosas
alegría es un sentimiento intencional, al contrario lvus, En efecto, el valor es algo necesariamente tras-
simple placer, que este autor incluye entre los sentimi tc frente aI acto cognoscitivo que apunta hacia é1.
tos no intencionales, entre los "estados afectivos", o I?¿¡clcnde al acto valorador que a él se endereza, de modo
el cual se
timientos de "estado". Y el propio Scheler señala el §tálpgo al obieto de un acto de conocimiento,
de que este diferencia se acusa ya en el lenguaje cotidi hlln tn.Ui¿n situado al margen de este acto (cognosciti-
no: siente uno placer "a causa de" algo, mientras que fF en t'l cstricto sentido de la palabra). La fenomenología
alegría se experimenta "por" algo. Y conviene tl pu*ttn de manifiesto que el carácter trascendente del
también, a este propósito, el concepto del modo de Bhlct,, ,. contiene ya también, intrínsecamente, en cada
"presentista", tal como Erwin Strauss lo ha acuñado. lÉto lttlcncional. Cuando veo une lámpara que alumbra se
hombre absorbido por esta modalidad de vida se afe ñé du ul mismo tiempo que está allí, aunque cierre los
precisamente (por ejemplo, en la embriaguez) al álgr o lc vuelva la espalda.a En el conocimiento de un ob-
de placer, sin salir para nada al reino de los objetos I A ls "rcolidad de eiecución', como el verdadero ser de la persona en
sería, aquí, el reino de los valores-; es la intentio impropias del
b:!cr'rrr'h'rrr tlc sus actos, se enfrentan como modalidades
de valores, en efecto, lo único que puede acarrear tsf l¿r t n'¡ siguientes: primero, Ia del "ser meramente presente" -Vor-
dera " alegna" al hombre. láxderrrr/r - (como modalidad derivada; Heidegger); segunda, la del ser
pet'trrrrrrccc cn su estado, que no epunta ew ser que 1o
He ahí explicado por qué la alegría no puede ser $l -intentio-
tálit,ler¡,lr; lcrccra, e1 ser que apunta a sí mismo, que se refleia a sí mismo,
ca un fin en sí: ella misma, como alegría, no puede (mediante la ob-
*gterlcr,l,,*c tsí al plano del ser meramente presente
"entendida". Es, como dice Reyer, una "reelidad de rle sÍ mismo, el ser existencial, "que decide" Dd-sein-' se
lffttllrtrr -el
ción', sólo realizable en la ejecución de actos §gállÉrlr en un ser simplemente de hecho, conlo cual se desnaturaliza)'
es decir, en la realización de los actos intencionales t "Ver" ¡iÍniftca siempre ver algo que está fuera del ojo' Si, frente
70 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 7I
eiem-
jeto como real va ya implícito eI hecho de que Podríamos ilustrar lo anterior con el siguiente
que los encantos estéticos de su
mos su realidad con independencia de que nosotros tii*i,Un hombre observa
olo.
de-
cualquiera lo conozcamos o no de hecho. Y otro ta t¿r" le son "dados" cuando se encuentra en una
podemos decir por lo que se refiere a los obietos del [itrin"¿, disposición, a saber] en estado de excitación
sensación de
nocimiento axiológico. Tan pronto como captamos li*urt, *i.rtt s que, al calmarse éste, tiene la
valo-
valor, captamos implícitamente que este valor existe qr. ,"¿* aquelás encantos, de que todos aquellos
de-
por sí, como valor absoluto, es decir, con independenc tt.rtéti"or, desaparecen, en cierto modo' De dondede la
reales' sino obra
de que pensamos en él o no. duaa q.r. los tales encantos no son
ii¡cinr"iOt de sus sentidos por la acción de la sensuali-
a esto, alguien insistiera en la afirmación de que lo que vemos no absoluto y obfe-
realmente las cos¿s que se hallan en el mundo, fuera de nosotros,
drd; que no rePresentan, poitanto' algo
tien algo que existe solamente en relación
las imágenes que se proyectan en nuestra retina que es f No, tino más
-lo
mente falso-, esta falsa concepción se plegaría al error oin .l .rtr¿o eventu;l dJsu organismo y que se besa ex-
del positivismo de la escuela de Mach, el cuel arranca Ilurtrr*".tt. en la subietividad de sus instintos' Ahora
duda de que un
de los datos sensibles. En re¿lidad, el atenerse a las sensaciones
iion, .*, conclusión sería fal§a' No cabe
áoi*rri*¿" estado del suieto ha condicionado la posibi-y
t¿les sensaciones, representa une actitud muy determinada ¡
secundaria ("derivaba"), es deci¡ uná ectitud reflexiva, y, por
de ciertos valores
una actitud buena para el punto de vista científico-psicológico, lldEA ¿. Ilegar a percibir la existencia
suieto ha
en modo alguno para el punto de vist¿ natural del conocimiento. ñ; ,;, ¿ártttitt"¿" disposición Por perte del aquellos
embargo, una teoría del conocimiento no se propone nunca, no ñi¡; de medio u órgano necesario para queexcluye Ia
nunca por misión, ser una teoria de1 conocimiento psicológico,
tii,rr.* pudieran llegará caPtarse' Pero esto no
que se propone y tiene por misión ser una teoría del conoci el con-
(Lo análogo al conocimiento psicológico sería no apartarnos
trll.rfriára de los vilores absolutos' sino que' Por
-para Tanto los valores estéticos como los
nuestro símil- aquel caso concreto en que a§uien üese solamente iirit,,, rn Presupone.
para su
imágenes refleiadas en la retina, si intentase, por ejemplo, estudiar Itlcon rcquieren' por tanto, los actos adecuados
del conoci-
un oio arrancado a un cadáver los procesos físicos de la cámara slttu.iOn, ni más ni menos que los "Ui:13t
imitados por aqué1; ¿y acaso la actitud psicológica ante los ¿hora bien, en e§tos ut también implícita' al
minn,u, ""tot
del alma no tiene aigo de ese "desgaiar del todo coherente y estos obietos
Podríemos ir más allá, y decir que se equivocaría incluso quien
*1r,,l,, tiempo, la trascendencia de todos
que, mirando a través de unas gafas, veía solamente el cristal de las
gtln rc§pccto a los actos que los mientan y' por tanto' su
fas, y no (a través de él) las cosas mismas. Claro está que quien usa flárÉt'ler absoluto y su obietividad'
puede fijarse exclusivamente en las manchas o en las partículas de Y ln cosa no cambia en lo más mínimo
por el hecho' ya
de que nuestrd ttisión de los talores' al igual
adheridas a sus cristales, pero no debemos iamás perder de vista que
E[tludo,
eso equivaldría a ñiarse en los defectos de los cristales de las gafas,
mismo modo que Ia actitud crítica del conocimiento se orienta lllettlr¡ tlc krs vicios o defectos de un conocimiento' cuya exactitud
por eI hecho de hablar de posibles
los defectos o les fuentes de los vicios del conocimiento, y no hacia ir"irrh,,rtu,, c§ presupuesta siempre'
conocimiento mismo, en lo que tiene de certero; se oriente hacia hlFtilt'r tlc crror.
72 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL

nuestra yisión del uniterso, no nos dejen yer en cada Vlrtn corresponde una sola perspectila, que es precisarnente
mds que un sector del mundo, un simple corte de é1, lo h eertera. Existe, por tañto, und iusteza absoluta, no d pesar,
hace que nos encontremos, por tanto, yinculados a la pers il;ao precisamente d cdusd de la relati¡tidad de la perspectiva,
pectita.s Talvez haya que reconocer, en términos gene l{cmos intentado, pues, rebatir con los necesarios ar-
les, que todo deber le es dado siempre al hombre de
tumcntos el escepticismo de los valores que en el plano
modo concreto solamente, en la concreción de lo que e dr los principios maniñestan con tanta frecuencia nues-
hombre "debe" hacer precisamente "aquí y ahora". Los va tlB¡ cnfermos, saliendo con ello al paso del nihilismo éti-
lores absolutos, objetivos, se convierten, así, en 86, Ahora bien, a veces se h¿ce necesario, además, desple-
concretos, se traducen en las exigencias del día y en los en toda su plenitud Ia riqueza del mundo de los valores,
beres personales; los valores que se ocultan tres éstos
f$
!l rclno de los valores y todo 1o que encierra. A veces es
se dejan mentar, al parecer, a través de los deberes mis.
álce¡urio, en efecto, que el hombre no se aferre, por así
mos. Y no podemos descartar la posibilidad de que d€elrlo, a un grupo de valores, sin ver,más allá de é1, sino
totalidad hacia la que se abre "casi" todo deber concreto ilüe rca 1o sufrcientemente ágil para pasar a otro grupo,
llegue a ser visible en la perspectiva del individuo E¡o de que sea en ellos, y solamente en ellos, donde se dé
do a lo concreto.
lf portbilidad de realización La vida impone al hombre,
Toda persona representa algo único, cada una de sus sir üll e¡tc sentido, una cierta elasticidad, una adaptación
tuaciones de vida algo singular, que se produce una ÉHrtlcrr a las posibilidades que se le ofrecen.
vez. Estos dos caracteres, el de algo único y el de lo que
¡Ourfntas veces no nos encontramos con un paciente
produce una sola vez, informan de un modo relativo
§tc nos dice que su vida no tiene sentido alguno, ya que
cada caso el deber concreto del hombre. Esto hace que
fU nrllvidad carece de cualquier valor superior! A estos
hombre sólo pueda tener un deber único en cdda ?noln prhntcs hay que hacerles comprender ante todo que, en
pero estd unicidad es precbamente lo que prestd. a este
áltlnrrr instancia, es indiferente el puesto que una persona
su carácter absoluto. Elmundo de los valores se BÉulrr en [a vida profesional y eliraba¡o que efectúe; lo
pues, en perspectiva; lo que ocurre es que a cada punto gU€ lnrporta, fundamentalmente, es cómo trabaja y si ocu-

F n no rc¿rlmente el lugar en que se halla situado. No es,


s
Exigir del hombre un conocimiento perfecto y acabado es algo pHer, ll rnayor o menor magnitud de su r¿dio de acción
como exigir de un compositor, no que escriba una sinfonía, sino
lg que lrrrporta, sino solamente el que llene o no el círculo
componge la sinfonía por antonomesia, es decir, la sinfonía
en cuanto a la forma y completa en cuanto al contenido. Toda si
d€ ¡u¡ rlcbcres. Un hombre corriente que cumpla real-
como toda ob¡a de arte, es siempre algo fragmentario; lo mismo oc F1€nlr ron los deberes concretos que le plantean su fami-
rre con todo conocimiento: es siempre, por fuerza, algo §l y ,,' ¡rrofesión es, a pesar de la "pequeñez" de su vida,
unilateral en cuento a su visión, condicionado por su punto de vista ñlr "¡¡rrrnde" y ocupa un lugar más alto que cualquier
fragmentario en cuanto a sus resultados. - Hftátt" cstrrdista que tenga en sus manos la posibilidad de
74 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAT DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 75

disponer de un plumazo de la suerte de millones de hom- fhltud de una cadena de montañas no Ia determina la altu-
bres, pero que no gobierne sus actos ni tome sus decisi H de tal o cual valle, sino única y exclusivamente la altura
nes con arreglo a la conciencia del deber. Y cualquier en de la cumbre más alta. También en la vida del hombre son
iuiciador sencillo e imparcial tendrá la vida de aq ht puntos culminantes los que deciden elt cudÍtto a su senti-
hombre "pequeño" en más alta estima que la del c da, y un solo inst¿nte, por fugaz que sea, puede proyectar
por ejemplo, en cuyas manos se halla la vida de iltro$pectivamente un sentido sobre la vida entera. Pre-
enfermos, sin que al realizar sus operaciones sienta sufi fuRtemos a un alpinista, en el momento en que, en-
cientemente toda la magnitud de su responsabilid¿d. GBrnmado sobre los más altos picos de los Alpes, se siente
No existen solamente los valores realizables por $tftmecido ante e[ grandioso espectáculo de la naturale-
de actos de creación. Al lado de ellos los que podrí ür ¡l su vida, de allí en adelante, puede ser considerada
-de
mos llamar valores "creadores"- hay otros que se ɀmo cerente de sentido.
por medio de la vida misma, los "valores vivenciales". lixiste, además, a nuestro juicio, una tercera categoría
Estos valores se logran en la acogida prestada al É: poribles valores. En efecto, es posible que la vida apa-
verso, por ejemplo, en la entrega alabelleza dela ñIce también, en principio, plena de sentido sin necesidad
Leza o delarte. No debemos menospreciar tampoco la de que sea creadoramente fecunda ni rica en vivencias.
nitud de sentido que esta clase de valores pueden dar a B*lrte otro grupo fundamental de valores cuya realización
vida humana. ÉBrul¡tc precisamente en la actitud que el hombre adopte
A quien dude de que el sentido real de un lBtc unu limitación de su vida. Este rnodo de comportdrse
do momento en la existencia humana es posible lfitr ld linitación de sus posibilidades abre ante él un reino
lo por medio de la simple vivencia, podemos remitirle ñlrpvo.y propio de vdlores, que deben cofl.tarse incluso entre
siguiente experimento mental. Supongamos que una k nl,f,r altos. Una existencia al parecer empobrecida
-d.un'
sona de gran sensibilidad musical esté sentada en la rrl realidad, sólo sea pobre en vdlores cred.dores y vivi.
fllÉ,
de conciertos y que resuenen inmediatamente en su da+- ptede ofrecea d pesar de todo, una úbima posibilid'ad,
los impresionantes acordes de su sinfonía favorita, ! la n,h ¡yande, d.e realización de valores.
duciendo en ella la emoción, la sacudida emotiva que l,lumrrcmos a estos valores "valores de actitud". Lo
provoca labelleza más pura; imaginémonos que, en §gÉ lnlporta es Ia actitud que el hombre adopte ante un
preciso instante, alguien le pregunte si su vida tiene Ce¡tln,, irrcmisible. La posibilidad de llegar areelizer esta
gún sentido; Ia persona interrogada, en esas €lere de villores se da, por tanto, siempre que un hombre
contestará seguramente que merece la pena viür ¡É Éhl'renlil con un destino que no le deia otra opción que
sólo sea por experimentar aquella dulce emoción. h de sl'nrntarlo; lo que importa es cómo lo soporta, cómo
efecto, aunque se trate de un instante, por la grandeza ttf$l rutr (l corno uÍtd cruz. Se trata de actitudes humanas
un instante se mide, a wces,la grandeza de toda una yida: ÉÉffu el vrlor ante el sufrimiento, o como la dignidad
76 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL 77

frente a la ruina o el fracaso. Tan pronto como estos "ve- qUlcn, teniendo cerca de su nariz un manojo de acacias
lores de actitud" se incorporan al campo de las posibles pcrfumadas, interpone entre é1 y las flores el periódico en
categorías de valores, se ve que, en rigor, la existencia hu-
§Uyu lectura se h¿lla sumido.
mana no puede, en realidad, cerecer nunca de sentido: la,
Rcletaremos aquí, brevemente y en sus últimos capí-
vida del hombre conserve su sentido hasta el aliento ñnal,
lulos, la historia de la vida de un enfermo, como expo-
hasta que exhala el último suspiro. Mientras el hombre
Ilhtc de la posibilidad de realizar en unitaria sucesión, y
consery¿ la conciencia, sigue siendo responsable frente a
ln este caso concreto de un modo casi dramático, las tres
los valores de Ia vida, aunque éstos sean solamente los que
0ltegorías de valores a que acabamos de referimos. Se trá-
llamamos de actitud. Mientras el hombre es ,tn ser-colts,
h rle un hombre joven, recluido en un hospital a c¿usa de
ciente, es también un ser-responsable. Su deber de realizar
Un tumor no operable localizado en la parte alta de la co-
valores no le deja en pez hesta el ñnal instante de su exis-
lumna vertebral. Hacía mucho tiempo que los médicos le
tencia. Por muy limitadas que las posibilidades de realiza-
hrhlnn prohibido toda actividad profesional; las manifes-
ción de velores sean, siempre le será posible al hombre,
helones de la parálisis iban reduciendo su capacidad de
aun reducido a la mayor de las inopias, lograr esta clase de
lnbrrfo. Se le fueron cerrando, de este modo, todas las po-
valores a que aquí nos referimos. Lo que corrobora,
rlhllldades dereeliz.ar los valores de creación. Pero, aun en
vez más,la verdad moral de la tesis que nos ha servido
ltte estado, seguía abriéndose ante él el mundo de los va-
punto de partida: el ser-hombre equivale a ser-consciente
lorcr vivenciales: mantenía conversaciones muy sugestivas
y a ser-responsable.
§nn otros pacientes (en las que, al mismo tiempo, los en-
De hora en hora cambia en la vida del hombre la po-
ItÉtenh de un modo ameno, los consolaba y les infundía
sibilidad de orientarse hacia este o hacia aquel grupo de
lnlmos), se entregaba ¿ la lectura de buenos libros y, sobre
valores. Unas veces, l¿ vida exige de nosotros que realice-
lotlo, sc deleitabe oyendo en la radio música escogida.
mos valores creadores, otras nos obliga a volvernos a
ihrtrr que llegó el día en que ya no pudo sostener los au-
categoría de los valores vivenciales. Unas veces se
llt'ulurcs, ni sus manos paralizadas el libro. El enfermo, al
plantea, por decirlo así, la tarea de enriquecer al m
lhgur cste momento, imprimió a su vida el segundo vira)e;
con nuestros ectos; otras, la de enriquecernos a
dorprrls de haberse visto obligado a replegarse del campo
mismos con nuestras vivencias. Unas veces pode
de kr¡ vrrlores vividos, no tuvo más remedio que orientar-
ajustarnos al imperativo de la hora realizando un ecto;
l!, {llor¡r, ya en la última fase, hacia los valores de actitud.
otras, entregándonos a una posibilidad de vivencia.
¡() rlrrso podemos interpretar de otro modo el compor-
hombre puede, incluso, según esto, hallarse .,obligado,,
lanrlrrrto de este enfermo incurable, que, ente este giro
la alegría. En ese sentido, podríamos decir que "no cun
lfdsl'o tlc las cosas, decidió servir de conseiero y de mo-
ple con su deber", en cierto modo, el que üaja en el
dalo ¡r,rm sus compañeros de sala, en el hospital? Afron-
vía vuelto de espaldas a una espléndida puesta de sol
hlln vrrlcrosamente y sin quejarse sus dolores. La víspera
78 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 79

del día en que habia de morir, a sabiendas de lo que le aguar- En primer lugar, el médico no es el llamado a iuzgat
daba, alguien le dijo que el médico de guardia había reci- Elrc¿ del valor o carencia de valor de une vida humana.
bido la orden de ponerle a su debido tiempo una inyec- k ¡ociedad humana le encomienda como única misión
ción de morfina. Pues bien, cuando el médico se presentó L dc ayudar allí donde pueda hacerlo y la de mitigar los
a pesar la visita de la tarde, este admirable enfermo le &lore¡ del que sufre en los casos en que pueda; la de cu-
rogó que le pusiera la inyección antes de acostarse, para tsr, eusndo le sea posible, y la de cuidar a los enfermos, si
que no se molestara en levantarse en medio de la noche § eonsigue curarlos. Si los pacientes y sus familiares no
por causa de é1. ütuvlcsen convencidos de que el médico toma en serio y
Cabe preguntarse ahora, planteado así el problema, si ple de la letra este sagrado mandato que la sociedad le
puede haber, en ninguna circunstancia, algo que nos auto. G6tÍe, le retirarían su confianza. Sería terrible que el en-
rice a privar a un enfermo condenado a morir de la posi- tlmo no supiera, en ningún momento, si el médico se
bilidad de encontrar "su muerte", de la posibilidad de lle- r la cabecera de su cama como médico o como
nar de sentido su existencia hasta el último instante de
ésta, aunque ese sentido consista ya, única y exclusiva- Ertu posición de principio no deja tampoco lugar a
mente, enrcalizar valores de actitud, es decir, en el modo §Gepe lones cuando se trata de enfermedades incurables,
como el paciente, el "paciente", se comporta ante su pa- ig fl¡lcrrs, sino mentales. ¿Quién se atrevería a profetizat
sión, en el momento culmin¿nte y postrero de ésta. El pf curlnto tiempo deberá considerarse como incurable
morir de un hombre, siempre que se trate realmente de §t prlcosis clasiñcada como tal en la actualidad? Y, so-
su morir, forma, en rigor, parte sustancial de su vivir y btg tudu, no debemos olvidar que el diagnóstico de una
cierra su vida como una totalid¿d de sentido. pleorh rcputada por incurable puede ser, simplemente,
El problema que nos sale al paso es el de la eutanasia; ll$t llcrto de un modo subjetivo, pero no objetivamente
pero interpretada no en el sentido de aliviar el tránsito, sino ts§uro, bmándose en lo cual pueda extenderse una sen-
en el rrrás amplio de ahorrarlo. La eutanasia en el significado Ench ¡obre el ser o no ser del enfermo. Conocemos un
estricto de la palabra no ha constituido nunca un problema Gltu §n cluc un enfermo yació en cama, inmóvil, durante
para el médico; el alivio medicamentoso de las torfuras de Glst'o rtños enteros; los músculos de las piernas se le
la muerte es algo evidente por sí mismo; el momento indi- *tHlfluron y había que alimentarlo artificialmente. Si se
cado es una simple cuestión de hecho y no merece, por hghlc¡. mostrado este ceso a los médicos a quienes con
tanto, que se la discuta en el plano de los principios. Pero; f*ñln [rccuencia se conduce en visitas a través de los ma-
por encima de esta eutanasia en sentido estricto, se ha in-, ñietlttlor, alguno de ellos habría preguntado seguramen-
tentado repetidas veces, y desde diversos campos, decretar tft s ls rnuncra típica, si acaso no valdría más poner fin a
legalmente libre la destrucción de l¿s llamadas vidas inúti-, b vtda dc aquel individuo. Pues bien, el porvenir se en-
les. Acerca de esto conüene decir lo siguiente. ,r
Elf§r1 rle clar a esta Pregunta la meior de las respuestas.
80 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 81

Un buen día, nuestro paciente se incorporó en el ,!¡, !¡ustituyendo le suya por Ia de otros enfermos: una
pidió que le dieran de comer lo que a los demás y , el médico enfermo se encerró en el laboratorio e
su deseo de levantarse . A fuerza de ejercicio, sus pie hlro po. sí mismo la reacción. Al progresar Ia enfermedad,
atrofiadas estuvieron de nuevo en condiciones de :n¡¡ compeñeros temían que el enfermo se suicidara. ¿Pero
ner su cuerpo. Pocas semanas después fue dado de alta, lpé hizo, en realidad, el médico enfermo? Empezó a poner
no tardó en recorrer las escuelas superiores dando co duda, cada vez rnás, su primer dignóstico
rencias, que tenían como tema los viajes hechos por
-exacto-;
rdo empezó a sentir metástasis en el hígado, se diag-
antes de caer enfermo. En un círculo más íntimo lcé tales o cuales padecimientos hepáticos inofensi-
oyentes se prestó a hacer a los psiquiatras una l)e este modo iba engañándose inconscientemente a
de sus tiempos de hospital, en la que, por cierto, no IRlnmo, movido precisamente por su voluntad de vivir,
lían muy bien parados algunos enfermeros, Ios cuales c última hora se rebelaba contra Ia idea de la muerte.
se habían preocupado de atender debidamente a aqu bicn, esta voluntad de vivir es la que debemos res-
enfermo, sin sospechar siquiera que, andando el tiem ár, §in saltar por encima de ella para privar al hombre
estaría en condiciones de contar en público todo lo lg vida en nombre de estos o aquellos argumentos
le había ocurrido. Hmlóglcos.
Alguien podría argumentar y argumentaría, Hr frecuente recurrir también, en defensa de estas ideas,
blemente, con estas o parecidas palabras: un enfe I fitm nrgumento. Se dice que los enfermos mentales incu-
mental no se hall¿ capacitado para vigilar por sus y, principalmente, la gente espiritualmente tarada,
'l§bler
intereses. Por eso nosotros, los médicos, estamos a :f,pltricntan una carga económica de consideración para la
zados a darle muerte, como si dijéramos en represe R,l«l¡rd, que son seres improductivos e inútiles para la co-
ción de su volunted enferma, ya que, sesún lo más kettvltlnd. ¿Qué valor tiene este argumento? En realidad,
ble, el enfermo se habría quitado por sus manos la üda l$ ltlkrtrrs que, recluidos en un manicomio, tiran, por lo
las sombras que rodean su espíritu no le impidiesen ñél'to¡, dc un carrito de mano, son, a pesar de todo, más
cuenta de que no sirve para nada, Nosotros nos si lrpnrrhrctivos" que lo que puedan serlo, por ejemplo, los
en un punto de vista totalmente distinto. El médico lBt,litnos que vegetan en un asilo y cuya exterminación
desde luego, actuar al servicio y en el sentido de la p€rl' t'ueoncs exclusivas de improductividad no se atreve-
tad de vida y de los derechos de vida del enfermo, ?láit s rncntar ni siquiera aquellos que invocan este crite-
nunca negándole estos derechos o esta voluntad. Es fh dc lrr utilidad colectiva en otros casos. Todo el mundo
tructivo, a este respecto, el caso de un médico joven téltrlrÁ quc confesar que un ser rodeado del amor de sus
padecía de un melanosarcoma y que se había ñmlllnrcs rcpresenta el objeto insustituible, irremplazable
cado ya acertadamente su enfermedad. Sus colegas i de e¡lr r'¿triño, lo que da a su üda un sentido (aunque sea
taron en vano engañarle con reacciones negativas de o ptlfetru'rrtc pasivo). No todo el mundo sabe, sin embargo,
82 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 83

que son precisamente los niños mentalmente ret


Ios que, en general, más quieren y miman sus padres,
íl d.ntro, por decirlo ¿sí, esforzándonos en comprender
lómo piensa y siente el hombre cansado de vivir, pero
cisamente como compensación del abandono, del
lñ¡llzando al propio tiempo sus motivos y su interior
maño con que se enfrentan e la üda.
IOn.
El deber incondicional del médico de salvar la §e habla a veces de lo que se llama el suicidio-balance.
del hombre cuando pueda hacerlo no cesa, a nuestro
tlude, con ello, a la idea de que el hombre sólo puede
cio, ni siquiera frente a un enfermo que ha intentado
la tremenda decisión de quitarse la vida con base en
terse la vida y cuya üda pende, ahora, de un hilo. En
bsl¡nce a que somete su vida entera. Hasta qué punto
condiciones, el médico tiene que enfrentarse con el
belance, como balance de placer, tendría que arrojar
blema de si entregar o no ¿l suicida a la suerte
nte un saldo pasivo, ya hemos tenido ocasión
elegida por é1, de si debe oponerse a su voluntad ma
Wrlo al examinar el problema del "placer como senti-
fiesta de suicidarse, voluntad puesta ya en práctica, o,
¡ tlc la vida". Aquí sólo habremos de referirnos, por lo
el contrario, respetarla. podría decirse, en efecto, que
rl problema de si el balance valoretivo de la vida
médico que interviene terapéuticamente interponiéndc ulguna vez, set tan negativo que necesariamente
ante una tentativa de suicidio, trata de actuar como
dc considerarse carente de todo significado el seguir
no, de suplantarle, en vez de dejarle libre curso. Cabe
plicar: si el "destino" o la providencia hubiesen oueri
Ahura bien, nosotros consideramos como algo muy
realmente dejar morir al cansado de la vida, habrían e ico que el hombre pueda ser nunca capaz de
contrado los medios y los caminos necesarios para que
con la obietividad necesarie un balance de su propia
intervención médica llegase demasiado tarde. Siemp
üd¡, 1,.¡ mismo acontece, concretamente, con la afirma-
que el destino pone a una persona todavía con vida en
llán de quc una situación, por desesperada que sea, no
nos del médico, no cabe duda de que éste tiene que o
como tal, sin que pueda, en ningún caso, ni bajo nin
tr¡t ¡rrlida o de que no hay otra que el suicidio. Por mu-
lhei r¡rrc lr ¿firmación responda e un convencimiento, no
concepto, erigirse en juez, o, meior dicho, en árbitro
pmr{ trunca de ser algo puremente subjetivo. B¿staría
mado a decidir omnímodamente, con arreglo a su
lán r¡re uno solo entre los muchos que intentan suici-
ideológico-personal, o sin criterio alguno,-arbitra
ftflF ,',,rrv.n.idos de que se encuentran en una situación
te, ecerce del ser o no ser de otro hombre,
fn rnlt,lu rro tuviera, a la postre, razón; con que sólo uno
Nos hemos referido, en las páginas ¿nteriores, al probler
ll erl,,, tlcsdich¿dos, al salvar su vida, encontrase más
l*de h mlida en que no creía antes, para condenar como
del suicidio desde el punto de vista de las posiciones que
ft¡lttrrur lr¡cla tentativa de suicidio. En efecto, el conven-
médico puede adoptar como persona situada al marge
llBlerrt,, subjetivo tiene igual ftrmeza en cuantos se de-
Detengámonos ahora a esclarecer este problema visto
de É Huicidarse, sin que ninguno de ellos pueda saber
84 DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 85

de antemano si su convencimiento tiene también u ¡ulcidio carece siempre de é1, y a demostrárselo me-
base objetiva y no es infundado, o si lo desmentirán una crítica inmanente y con argumentos objetivos,
hechos de las horas siguientes, de aquellas horas que dccir, recurriendo a los medios de la logoterapia. Hay
suicida ya no vivirá si su designio prospera. hscerles ver, ante todo, por este camino, que su can-
Teóricamente, cabría quizá concebir que un suici de la vida no es más que un sentimiento y que los
pudiera estar, alguna que otra vez, jrtstifi,cado, como mientos no pueden hacerse pasar nunca por argu-
sacrificio conscientemente ofrecido, y que consti EI problema, planteado en términos éticos, con-
incluso, un acto auténticamente moral. Sin emba en saber si el hombre debe dejarse arrastrer por ese
experiencie nos dice que, en realidad, los móviles de de fatiga de vivir. (En última instancia y des-
clase de suicidios nacen también, con harta frec Cl punto de vista moral, tampoco podríamos conside-
de un resentimiento o que, incluso en los casos de que tl llmple deseo de vivir, en cuanto tal, como un argu-
trata,habría podido encontrarse otra salida a la situaci para seguir vMendo, si es que se trata de buscar a
en apariencia desesperada. Prácticamente, podemos $dn un verdadero sentido.)
mar, por tanto, que el suicidio no tiene nunce une §upongamos que los miembros de una expedición de
cación moral. Ni siquiera el suicidio expiatorio. pues, res declaran un buen día, con unanimidad, que
mismo modo que pone a la persona en la imposibi Éneucntran "demasiado cansados"; ¿ha de considerarse,
de fortalecerse y purificarse en el propio dolor f !lkl, como carente ya de sentido el proseguir la expe-
sentido de lo que llamábamos la realización de los -en [Jna enferma a quien se formuló, simbólicamen-
de actitud-, lo incapacita para reparar de una u otra é¡ts prcgunta, dio la siguiente respuesta: 'Algunos se
nera el mal causado a otro. Con lo cual el suicidio pe muertos..." Es verdad, pero no se suicidarán. Y el
túa lo pasado , en vez de borrar del mundo una rlc que algunos sucumban a las penalidades no pue-
ocurrida o un desafuero perpetrado; lo que borra del ptlvur ele sentido ni a la expedición como tal ni a la
do es el yo. de hrs expedicionarios muertos, en su conjunto; por
Pasemos a examinar ahora los casos en que los €ttttlrurio, también la muerte de estos hombres será
!f
les del suicidio parecen obedecer a estados enferm Éil nturrf c plena de sentido, una muerte heroica.
del alma. Dejamos abierta la cuestión de si, en una i []ttprrdo no se descubra un fundamento psicopatoló-
tigación psiquiátrica a fondo, podría descubrirse a
'
rlr l¡r nlotivación, donde no encuentre ningún punto
$ee
tentativa de suicidio en que no hubiera alguna base á3 áp,,y,,, por tanto, la psicoterapia en sentido estricto,
copatológica. Lo que aquí nos interesa es más bien *ñdt'á rltrc rccurrir a la logoterapia. El siguiente caso ilus-
blecer que estamos obligados a demostrar a las áe ¡tn rlodo impresionante la diferencia entre su modo
cansadas de üvir, en todos y cada uno de los casos, pruletlcr y el de la psicoterapia. Un "paciente" fue re-
vida tiene siempre, incondicionalmente, un sentido y I en urra clínica psiquiátrica después y a causa de ha-
86 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 87

ber manifestado intenciones de suicidarse, las que debutc esencialmente ideoló§ico entre el médico y su "pa-
ció, además, abiertamente,rrnavez internado. Sin emba Élentc" logró, en las pocas horas de que se disponía hasta
el "enfermo" no presentaba ningún "síntoma psíquico' :l rlcspido del "enfermo", ya ordenado, esclarecer la men-
lo que hubo de alegar ante el jefe de la clínica, te de éste hasta el punto de llevarlo a adoptar una actitud
éste pasó la visita, era, al parecer, algo lógicamente i lfirmativa ante su vida y la continuación de ella. Pero la
prochable. Desarrolló, entre otras cosas, la tesis de q €hsrla no sólo tuvo una fase logoterapeútica, la que versó
todo hombre es libre y tiene, entre otras libertades, la l€brc las razones aparentemente lógicas en apoyo del sui-
decidir acerca de su vida, acerca de su ser o no ser. cldlo, sino también una segunda fase, una fase psicotera-
palabra, orientada
testó, en palabras tan dignas como conmovedoras, P€tltlca en el verdadero sentido de la
que se privase de libertad a un hombre como é1, a h¡els cl esclarecimiento de los móviles psicológicos ocul-
no podía imputarse el más leve indicio de pertu t6r de aquella resolución de suicidarse. I al llegar a este
que uno de los motivos a que obedecía aque-
mental. ¿Y qué ocurrió? El jefe del establecimiento, Punto, se vio
toda su autoridad, estampó en la ficha clínica el llr tentativa de suicidio era eI deseo de aquel hombre de
tico negativo sine morbo psychlco, y dispuso que el "no ücngflrse de una sociedad a la que no debía apenas nada.
fermo" fuese dejado en plena libertad. Pero, una vez "d á purtir de ese momento tomó la decisión de demostrar a
debaja" en las listas de los enfermos, uno de los hr elcmás quién era é1, lo que valía y el sentido de su vida'
del Centro no pudo resistir a la tentación de conve ál mhmo hizo hincapié, en sus palabras, en que no era su
con aquel sujeto, de quien sospechaba que, aun ¡l¡¡¡1:ión de penuria económica lo que le había movido a
tando de salud psíquica, era un desequilibrado ¡Ulclrlnrse, que el dinero no constituía lo esencial pata é1,
En muy poco, poquísimo tiempo, este médico pudo guo ncccsitaba, por el contrario, dar a su vida "un conte-
comprender al individuo en cuestión que la libertad nldrii "huir de aquella desolación'en que viüa.
hombre no es precisamente una "libertad de algo", llemos hablado antes de la libertad del hombre para
una "libertad para algo", es decir, la libertad para ilunllr una responsabilidad. Pero la libertad misma tiene
una responsabilidad. La charla siguió su curso por Yá ilr,nlo premisa la responsabilidad. El hombre, por tan-
derroteros, hasta que, a la postre, quedaron rebetidas ttt, lro ¡ruede sustraerse a su responsabilidad ni mediante
la vía del análisis existencial, mediante los recursos de ls ntú¡ radical de las evasiones de las responsabilidades de
logoterapia, todas las eparentes rezones lógicas en *l vldrr, que es la evasión de la vida, el suicidio. Este acto
del suicidio. (+ln¡rrhr por supuesto, naturalmente, que quien lo ejecuta

¿Podría alguien negar que este médico tenía, no E¡lé cn su sano fuicio) lo realiza el hombre en uso de su
derecho, sino incluso el deber de recurrir a estos llhcl'tu,l. No se desembaraza de aquello de que huye, ni le
e pesar de que no se los pueda considerar como defo en p¿tz; no se sustrae a la responsabilidad que sobre él
mientos médicos, en el estricto sentido de la palabra? FF¡É Y no encuentra tampoco
lo que busca: Ia solución
88 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAI- I)EL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 89

de un problema. A quien muestre intenciones de suic las personas cansadas de vivir llevasen a la práctica su
darse hay que hacerle ver, sobre todo, una y otravez, ión de suicidarse por medio de un largo sueño pro-
el suicidio no resuelve problema alguno. Hay que ÉUclclo mediante sustancias médicas. Pero se trata de una
comprender que el suicidaseparece mucho al jugador de aj in provisional, y no de una solución del problema
drez que, obligado a enfrentarse con un problema dema. del problema de vida que arr¿stra al suicida a li-
do difícil o que ct él le parece, deniba las por medio de la muerte. Tampoco ofrece ninguna
figuras sobre el
blero. Claro está que, con ello, no resuelye el problema ra solución la proñlaxis del suicidio desde el pun-
tiene delante. Tampoco en la yida se resuelye ningin dc vista social. No sólo porque nada se consigue con la
ma echando la vida por la borda. Del mismo modo que ión del "indiüduo peligroso para sí mismo", sino
jugador de ajedrez no se atiene a las reglas del juego, no podemos, ni deberíamos tempoco eunque Pu-
hombre que se suicida infringe las reglas del juego de os, borrar del mundo todas las causas de la des-
vida. Estas reglas de juego no nos obligan, ni mucho r¡ humana para desüar de su propósito a quienes se
nos, a vencer por encima de todo, pero sí a no n e suicidarse. No tenemos por qué poner en bra-
la lucha por ningún concepto.6 de quien ama sin ser correspondido a la mujer amada,
Claro está que al lado de los ingredientes psíquicos cn cl bolsillo del miserable los medios económicos ne-
espirituales que entran en las motivaciones del suic Élllrluri para que no desespere de la vida. Hay que arre-
intervienen también otros factores somáticos y pare convencer a estos desdichados no sólo de
De aquí que sea posible, en principio, eiercer una
lUe ¡lucdcn seguir üviendo sin necesidad de tener aquello
péutica somática y social, al lado del tratamiento ps
& qu., por una u otra razón, carecen, sino incluso de que
rapeútico y logoterapeútico. d€lrcrr considerar, en buena parte, como el sentido de su
Por lo que se refiere a la somática, es evidente que p?trplrr vida el sobreponerse interiormente a §u desven-
debemos llegar, en las investigaciones fisiológicas que iüfe, firrtaleciéndose en ella y mostrándose a la altura de
tomen como base, tan allá como aquel autor que consi l§ dr¡llno, aun cuando algo les falle. Pues bien, este ca-
ra como una preciosa aportación para nuestr¿ ciencia
Bltrr¡ lrrclicado para la radical superación del tedium útae
medir la presión arterial de todos los suicidas frus E ün (.nmino logoterapeútico por excelencia.
ingresados en su establecimiento, dando a conocer lrrlr cstc camino hay que inculcar a nue§tros pacientes
datos en su libro. Bastaría con que se pensase en im
k qtrc Albcrt Schweitzer llama el respeto ante la üda- Sólo
6
No tan fácil contestar a la tdvial pregunta de si el que se
es
É€ñrr(rtlrcrnos que nuestros enfermos se sientan movidos
es un valiente o un cobarde. No puede uno ser tan iniusto que pase ¡ trululrlcritr la vida como un valor incondicional, como
alto la lucha interior que suele preceder e toda tentativa de suicidio. llpr t¡rrc ticne en cualquier circunstancia §entido y razón
nos queda, pues, otro camino que decir: el suicida es valiente ente §g tet', ricrnpre que sepamos dar a su üda un contenido,
muerte, pero coberde ante la vida.
fueer ,¡tt. cncuentren una meta y un fin a su existencia;
90 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 91

dicho en otras palabras, que vean ante ellos una mis tlr¡c en un "agente", no debemos limitarnos a hacer que
"Quien dispone de un porqué para vivir es capaz de
e*pcrimente su existir como un ser responsable frente a
portar casi cualquier cómo", dice Nietzsche.
ler posibilidades de realización de los v¿lores; sino ha-
No cabe duda de que la conciencia de un¿ misión e€flc ver, además, quela misión de cuyo curnplimiento se
Ia vida posee un extraordinario valor psicoterapéutico hace responsable es siempre una misión específica.
lQ
psicohigiénico. No tenemos reparo en afirmar que no Bl carácter específico de la misión es doble. La misión
nada que más ayude al hombre a vencer o, por lo
)lo stllo cambia de unos individuos d otros, con arregJo al ca'
a soportar las dificultades objetivas y las penalidades de cada persona' sino que
ldeter peculiar
jetivas que la conciencia de tener una misión que c -insustituible-
édrnbia también de hora en hora 4 tenor del carácter sing-
plir. Esta misión, cuando se la concibe como algo pe situación Basta con que recor-
kr -irrepetible- de cada
nal, hace a su portador insustituible, irremplazable, Cemos lo que Scheler ha llamado "valores de situación"
confiere a su vida el valor de algo único. La citadaf. (eontraponiéndolos a los valores "eternos", a los que rigen
de Nietzsche da a entender también que el "cómo" de
étl todo momento y para todos). Estos valores aguardan, en
vida, es decir, todas esas circunstancias desasradables
€lerto modo, a que su hora llegue, a que al hombre se le
la acompañan, queda relegado a segundo plano en el que sólo se le brinda urravez' de reali-
PBcente la ocasión,
mento y en la medida en que pase a primer plano el " oportunidad se deia pasar, se perderá irrepara-
Itrlor; si la
qué" de ella. Pero no es sólo esto; de la conciencia que y el valor de situación quedará irrealizado para
blemcnte
se gana en cuanto al carácter de misión se desprende,
rlempre; el hombre habrá desperdiciado la ocasión.
secuentemente, el corolario de que la yida cobra, en ri, Vcmos, pues, cómo estos dos dspectos, el de la singula-
tanto ffiayor sentido cuanto más difícil se haga.
rhlatl y el de la peculiaridad, poseen un valor constitutivo en
La analogía entre esto y la moral del verdadero
at$rtt lo dl sentido de la existencia humana. Y hay que reco-
tista salta a la vista. El auténtico amante del deporte nrlcer ¿ la filosofía existencialista de nuestro tiempo el
crea dificultedes para experimentar el gozo de irlas ve qtrc -al contrario del vago concePto de l¿ vida, profesa-
ciendo. Baste pensar en las carreras de obstáculos o en
drt pur la "filosofíe de la vida" de años atrás- haya sabido
dificultades progresivas que se ponen en las carreras
derlur,ar Ia existencia del hombre como algo esencial-
caballos, mediante barreras cadavez más altas o lll§lrtc concreto, la de "cada uno". Sólo de este modo, bajo
cadavez más profundos. Lo mismo ocurre con el
é¡ta firrma concreta, adquiere la vida humana un valor de
en la vida: también tiene que fortalecerse luchando nhllgnloriedad moral. No en vano se dice que la filosofía
tra l¿s dificultades y aprendiendo a vencerlas. ell¡lencialista es una filosofía "que llama". Y es que la ex-
Si, además, queremos ayudar a nuestro enfermo a prrlr'it'rn de la existencia humana como algo peculiar y
a su existencia la mayor actividad posible, si que
rln¡¡trlrrr entraña la apelación a realizar sus posibilidades
ayudarlo a salir del estado de un "paciente", para conve *ttl¡¡lnnlcs y que no se dan sino una sola vez.
92 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 93

Si, orientándonos hacia el andlisis de la existencia


1t sí por medio de la acción. Intenta cumplir con tu
seryicio de la logoterapia, queremos ayudar al paciente
r, y sabrás en seguida lo que hay en ti. ¿Cuál es tu de-
dar a su vida la mayor concentración posible, .ro t.r., §encillamente, lo que el día reclama".
más que hacerle ver cómo la yida de cada hombre ti
Habrá, indudablemente, personas que, aun recono-
und meta peculiar, hacia la que conduce un camino que
el carácter siempre único de la vida, y estando, in-
se presenta sino una sola yez. El hombre que marcha
tr decididas arealizar sus valores de situación concre-
este camino se asemeja al aviador que, volando en
tul como se ofrecen por una sola vez, consideren, sin
de la noche o de Ia niebla, en vuelo a ciegas, es .,pilr
srgo, "desesperada" su situación personal.
desde la torre de señales del aeropuerto. Corno ., Debcmos preguntarnos, ante todo: ¿qué quiere decir
en estos casos le radioestación del aeródromo envía
de "desesperado"? Es evidente que el hombre no pue-
señales Morse diferentes en form¿ de sectores en di
Glonocer de antemano su porvenir, ni lo podrá hacer
ción de la aeronave que se acerca, de tal modo que en
, cntre otres razones, porque su conocimiento del
línea divisoria entre ambos sectores es precis
-que ir influirá desde ese momento en su comporta-
mente la ruta indicada hacia el punto de iterrizaje_ o futuro, con erreglo a su actitud, unas veces más
cucha el tripulante un sonido continuo. Sólo este carr
y otras veces más sugestionable, con lo cual el hom-
es el que conduce al navegante aéreo hacia su meta.
eontribuiría, por su parte, a conformar el futuro en
mismo modo, podemos decir que el hombre tiene en ca,
medida o en otra, y la primitiva predicción no res-
una de las situaciones de su úda un único camino oeculi
aya ala realidad. Ahora bien, no pudiendo pro-
trazado de antemano, por el cual puede llegar a la reali
r, cl hombre no puede tampoco preilzgar si su por-
ción de sus más particulares posibilidades.
Ahgra bien, si un paciente alega ante nosotros que
*§lr rncicrra o no la posibilidad de realización de v¿lores.
Un ne¡¡rn condenado a trabajos forzados a pe{petuidad fue
nora el sentido de su vida y desconoce las posibilida
lHbnr¡'ndo en Marsella con destino a la Isla del Diablo.
únic¿s de su existencia, podemos replicarle que su misi
,€n HltA m¿r estalló un incendio en el barco que 1o condu-
primera y más urgente consiste precisamenie en enco
EL en unión de otros presos elLniathán, que quedó
trar el camino hacia el cumplimiento de su propia -era
Cp¡h'uklo cn el siniestro-. El negro, un hombre extraor-
y evanzñ resueltamente hacia el sentido de su vida,
dlñgrlurncnte vigoroso, fue despojado de sus grilletes y
todo lo que tiene de singular y peculiar. y, por lo que
refiere, en particular, a sus posibilidades interiores, es c
ñlvd lu vida de diez personas. Más tarde le indult¿ron. Si
tÉdavlrr cn el muelle de Marsella, al embarcar rumbo al
cir, al problema de cómo el hombre puede descifrar
pfelldkr, rtlguien le hubiese preguntado si creía que su vida
ruta de su debe¡ partiendo de su propio ser, no cabe
mejor que atenerse a las palabras de Goethe: ..¿Cómo Etlle nlÉtin sentido, probablemente habría contestado que
de uno conocerse a sí mismo? Nunca por la reflexió ñ€' Nu,li,' puede saber si tiene o no algo que esperar de la
flde y r¡ul horas grandes le aguardan aún en ella.
94 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 95

Ningún hombre tiene derecho ¿ invocar su propia ética universal no debe par.alizar a nadie en su acción
suficiencia, es decir, a despreciar sus propias posibili : si alguien nos dice que "todos los hombres son, a
interiores. No importa que se sienta desesperado con
PQfltre, unos egoístas" y
que el altruismo manifestado
pecto a sí mismo, que caüle y se torture creyendo que WZ cn cuando no es, en realidad, sino egoísmo, ya que
das las salidas se le cierran: ya este solo hecho, esta §p0rente altruista sólo trata de desembarazarse de su
le justifica, en cierto modo. Así como las lamentaci sentimiento de compasión, sabemos perf.ecfa-
acerca de la relativid¿d y la subjetividad de todo conoc lo que debemos replicar. En primer lugar, que la
miento (y de toda captación de valores) presuponen ión de un sentimiento de compasión no es un
rigor su objetividad, así también el autoenjuiciamie dno un efecto; en segundo lugar, que esta actitud pre-
moral de una persona presupone la existencia de un i ya una cierta moral, bajo la norma de un ¿uténtico
de la personalidad, un deber ser personal. La persona Pero, además, podemos objetar a quienes así
paz de enjuiciarse así, por muy desesperada que se crea, que lo que más arriba dejamos dicho acerca de la
hace siempre partiendo de algunos valores, lo que del individuo vale también parala vid¿ de la humani-
decir que comparte el mundo de éstos; desde el mome €n üu coniunto, es decir, que lo mismo en la historia
en que puede aplicarse a sí misma la pauta de un ideal, Ittr tlcmpos que en las cadenas de las montañas, son
que no se halla totalmente privada de valor. Por ese
Puntos culminantes los que deciden. Para
justificar a
hecho alcanza ya un nivel de valor ético, que le salva; al humenidad como un todo bastaría con tomar en consi-
capaz de elevarse sobre sí misma, entr¿ en una zona unas cuantas existencias ejemplares, unos pocos
tual y se confirma como ciudadano de un mundo espi efipirituales o morales, o simplemente con tener
cuyos valores quedan adheridos a é1. "Nuestro ojo ja BUrlnto a este o aquel individuo concreto por quien
podría contemplar el sol si no tuviese algo de solar..." lntor un amor verdadero.
Algo análogo a lo que Goethe dice del oio, en esta ftir tiltimo, si se alega que los grandes ideales eternos
se, podría decirse de la generalizaciín del sentimiento l¡ hum¡rnidad son pisoteados y profanados por do-
desesperación moral, de la duda en la moralidad de runvcrtidos en medios para los fines de la política,
hombres. "El hombre es malo de por sí" y en el fondo de kü ttc¡¡ocios, de la erótica personal o de la vanidad pri-
naturaleza, oímos decir.T Sin embargo, esta especie de r p(,(lcmos replicar que todo esto no hace más que
Hrrur l¡ obligatoriedad general y lafuerza imperece-
7
Podríamos, incluso, conceder que el hombre medio no es,
de. e¡os ideales, pues el hecho de que, pdrd d.ar autori'
tan bueno, y que son siempre algunos que otros indiüduos sueltos
nes son verdaderemente buenos. Pero, ¿ecaso no impone preci fl llltú t'dusd, sea. necesdrio efiiloh)eild en un manto /no-
esto, a cada individuo de por sí, el deber de ser meior de lo que es d1nturslra que la moral es dlgo ertciente y que es posible
hombre medio", de no se¡ precisemente "uno del montón'y ser eu los ltombres elt virtud de su propia mordlidad.
"persona singular"?
&u'luttt,,, Ia misión que el hombre tiene que cumplir
96 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 97

en la vida existe siempre, necesariamente, aunque el Ahora bien, la comprensión de la misión personal
teresado no Ia vea, y es siempre, necesariamente, retá de la vida constituye un punto especialmente
tible de ser cumplida. Lo importante para el análisis de nerable en los hombres neuróticos, ya que, por serlo,
existencia, en general, es, como puede comprende falta precisamente, o les suele faltar en Ia mayoría de
que el hombre sienta y viva su responsabilidad en c casos, aquella seguridad instintiva para darse cuenta
al cumplimiento de todas y cada una de sus misiones, euál es su misión. Así vemos que una mujer neurótica,
como en cada caso se le planteen; cuanto mejor
da el carácter de misión que la vida tiene, tanto gdmo los empleo. ¿Cómo podría presentarme un día ante Dios
sentido tendrá su vida para é7. El que no ha adquiri Señor, si hiciese caso de lo que los otros me dicen, y no de 1o
conciencia de su responsabilidad acepta la vida co Úl mc ordena?"'Nada rnás falso, por tanto, que la afirmación de que
¡rl lfud religiose hece mantener al hombre une actitud pasiva; antes al
una simple contingencia; el análisis de la existencia,
puede convertirlo en eI hombre nvás activo del mundo, esti-
el contrario, le enseña a concebir Ia vida como una su conciencia de la responsabilidad. Sobre todo, en aquel tipo
tinua misión. üll¡lo«r de hombre que una actitud existencial- se con-
-adoptando
A 1o anterior debemos añadir ahora lo que sigue: rlempre, en cierto modo, como un paladín de lo divino sobre la
personas que, avanzando un paso más, viven Ia vida, l'ucs este tipo de hombre comprenderá que es en la tierra donde
p fnnru, las "decisiones", que es aquí, en la tierra, donde se libran todas
así decirlo, en una dimensión más. Para ellos la misi
b lulh,rr, en gran parte y no en último término por el hombre mismo
es, en cierto modo, algo transitivo. Viven simultá
f en é1, cr decir, por y en el hombre concreto de que se trate, y no por y
mente una instancia de la que la misión procede, vi lñ otru, Y, a este propósito, necesariamente se nos viene á 1as mientes,
aquella instancia que les impone la misión. Viven la !9111o ¡rlrrrlelo o analogía, el relato casídico de1 sabio a quien un día
"Decidnos cuándo y cómo sabe el hombre si
sión como un mandato. La yida trasluce la existencia de fff¡lutrtrrron sus discipulos:
il r'l¡l,t lc ha perdonado algo", a 1o que el sabio contestó: "EI hombre
mdnddnte trdscendente. Constituye éste, a nuestro
Sln prrctlc saber que el cielo le ha perdonado un pecado cú¿ndo no
de ver, uno de los rasgos esenciales delhomo religi
fpFlvr r cr¡meterlo". De este modo, podríamos muy bien afirmar que la
unhornbre en cuya conciencia y responsdbiliddd se da ü!ft1etlrt¡r obra del monoteísmo mos¿ico ha consistido en elevar la con-
a la misión el que se la impone.s Élrnr'lrllc lrt responsabilidad del hombre, haciéndole elevar constante-
8 ñÉnlr, l¡l rnirada hacia una instancia divina -en la imagen del hombre
Queremos ilustrar aquí alaltz de un eiemplo concreto esta
éñhlll lllt §cr que comp¿rece constantemente ante su Dios-, haciéndo-
fundización que la conciencia de la responsabilidad experimenta eo
h vlvtr lu misión de su vida como un mendato divino. No debemos, sin
en el hombre religioso. Nos permitimos citar el siguiente pasaje de
!§Blrar'¡o, n cste propósito, olvidar una cosa: que la elevación del senti-
ensayo de L. G. Bachmann sobre Anton Brückner: "Su sentimiento
lillEltll nror¿l de lavida que esto lleva consigo se refiere principalmente
la responsabilidad ante Dios crece hasta el infinito. Así, vemos que
a su amigo, el doctor iosef Kluger, prior del convento de Neuburg:
I l*rr r¡ur llumamos valores de creación. Por eso tiene que parecernos
gunos querrían que yo escribiese de otro modo. Podrí¿ hacerlo pero
tl¡lrl rtrh notable que el cristianismo exalte y sitúe en el primer plano
᧠lá r'nrtlicncia moral de la humanidad los que hemos llamado ios va-
debo. Dios ha querido distinguirme entre miles, dotándome a mí,
l6fer rlr uctitud, de tal modo que la existencia del hombre, ásí contem-
samente a mí, de los talentos que poseo. Tengo que rendir ante É1
pktle, vlnrrr cn la perspectiva cristiana de la Cruz, del Crucificado, se nos
98 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 99

exagerando sus deberes como madre, se esforzaba en tlene de singular, a pasar de largo por delante del des-
huir ciertos estudios de psicología en que estaba em o dejar a un lado los valores de situación, envez de
y para los que tenía extraordinarias dotes; como pe Por fortuna, el ser normal, por lo menos, está
versada en eses materi¿s, había pensado siempre, nos d de un cierto instinto con respecto a lo que "debe'
que la psicología no era más que un "teatro de Ia : nadie que esté dotado de un sentido ético pleno
secunderio" y su estudio, ut drrdngefixent netrótico. iamás que, por ejemplo, el problema científico de
necesario que se sobrepusiera a este falso autoanálisis y la trayectoria de un cometa representa, evidente-
procediera a analizar exisiencialmente su vida para que, , una misión, pero sólo para el astrónomo y sola-
la acción misma, según Goethe aconseja, llegase a "en su tiempo oportuno"; es decir, que el mismo
cerse a sí misma y se diese cuenta de "las exigencias fénomo se verá obligado a desviar de ese problema su
día'l llegando ala certeta conclusión de que no nec lón cuando le llame, supongamos, el deber de cuidar
ba abandonar a su hijo, pero tampoco dejar de lado su lU mujer enferma.
cación. i No cabe duda de que, enfocado el problema desde el
Ahora bien, el neurótico típico no sólo tiende a to dc vista del análisis de la existencia, no es posible
una misión de vida por otra, sino que encontramos lleguemos e reconocer una misión de vida dotada de
bién en él otras falsas actitudes; por ejemplo, según ldcz general y obligatoria para todos. En este aspecto,
expresarse una enferma de neurosis compulsiva, la de tlenc razón de ser ni sentido el problema de "la" mi-
vi¡ punto por punto, con arreglo a un programa". C SÉln dcl hombre en la vida, "del" sentido de l¿ vida. Se nos
está que no es posible viü¡ por así decirlo, con el lñtoft nlgo así como la pregunta que un rePortero pudiera
en la mano, con árreglo a un plan, sin salirse de él en hleer, interrogando a un campeón mundial de aiedrez:
más mínimo. Equivaldría a perder de vista todo lo que rY nh,lra dígame usted, maestro,
¿cuál es la meior iugada
áe elrdrcz?" Esta pregunta no admite una respuesta vale-
revela en últime instancie y esencialmente como una imitación
Cgrn dc uoavezpor todas, sino que debe ser contestada, al
tiva de Cristo (¡como pasión!), y el mundo como un valle de
Le estaba reservado en particular al protestantismo el aporter algo l¡utl quc la otra, con vistas a cada situación concreta. El
cionel a la obra del cristianismo, por cuento que H§rpeón de ajedrez en cuestión, suponiendo que tomase
-al hacer hincapié
el concepto de la gracia- ahonda ei sentimiento de responsabiiidad Éñ ¡crio lir pregunta del reportero, tendría que contestar,
hombre con respecto a la tercera y última categoría de los valores, ptlr'o nriis o menos, lo siguiente: "Un aiedrecista tiene
son los "valores vivenciales"; en efecto, precisamente en el sentido de
€Ué ohrnr de tal modo que intente la jugada meior en
idea de la gracia, tan central para el protestantismo, todo encuentro
hombre con 1o que es valioso equivale para esta religión, propiame Éáda r'¡rso con erreglo a lo que él pueda y a lo que el ad-
recibir un regalo (de la gracia). A nuestro iuicio, se reveia en todo Ff¡srkr lc permita", con lo cual dicho está que es necesa-
algo así como una ordenación completa entre las tres categorías de flu lorrr¡lr en cuente también la situación interior, o sea
res, de una parte, y de otra las tres confesiones del mundo occide
hr dolcs, la capacidad de la persona; en segundo lugar, no
lOO DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL I)ts1 PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 101

hay que perder de vista, asimismo, que el jugador no Éste no tiene por qué interrogarla: es a él,por el
.

de hacer otra cosa que "intentar" la jugadamejor en a quien la úda interroga: y él quien tiene que res-
situación concreta, es decir, la que mejor cuadre a la a la t¡ida, hacerse responsdble. Las respuestas que
posición de las figuras sobre el tablero. En efecto, hombre dé a estas preguntas deberán ser siempre res-
empeñara de antemano en hacer lo que pudiéramos concretas a preguntas concretas. En la responsabili-
mar Ia mejor jugada absoluta, no cabe duda de que, de la existencia tenemos su respuesta; es en la existencia
mentado por eternas dudas y por una autocrítica i donde el hombre "responde" ¿ sus cuestiones.
nable, dejaría por lo menos pasar el tiempo de que d ?cl vez no sea inoportuno señalar aquí que también
para iugar, y se vería obligado a abandonar el juego. prlcrllogía evolutiva nos enseña que el "sonsacar un
Pues bien, lo mismo ocurre, mutdtis mutandis, " representa una etapa de desarrollo más alta que
ttdcrlo", Por donde lo que lógicamente hemos tratado
persona que se enfrenta con la cuestión del sentido de la
tampoco puede formularse esta cuestión, si ha de tener "derrrrrollar" nosotros en las páginas anteriores, o sea
gún sentido, rnds que proyectándola sobre una si pflmrrcía aparentemente paradójica de la respuesta res-
concreta., )) stelnpre con t¡ista a su propia y corrcreta u la pregunta, corresponde en absoluto al desarro-
fia: por encima de estos límites, sería éticamente ptlrrológico. Se funda en ese experimentarse el hombre
psicológicamente enfermizo que se le metiera en la ilrmpre interrogado.
zala descabellada idea de hacer lo absolutamente Ahor¿ bien, el mismo instinto que, según veíamos,
envez de limitarse a "intentar" hacerlo. Lo cual no 'c tl hombre a sus misiones de vida más propias y
decir, naturalmente, que no deba apuntar hacia lo lures, le guía también en la respuesta a las interroga-
pues de otro modo no podría nunca hacer lo bueno; rlc la vida, a la responsabilidad frente a su vida.
al mismo tiempo, debe saber renunciar a una É lnlllinto moral conciencia. La conciencia tiene
es la
ción de sus fines que no sea puramente asintótica. ñl "vuz" y nos "habla", siendo éste un hecho fenoménico
Si procedemos ahora e sacar una conclusión de kñe¡¡irblc. Ahora bien, la conciencia nos habla siempre
tras reflexiones en torno al sentido de la vida, ll tñ ftrnttrt dc respuesta. En este aspecto, el hombre reli-
una crítica radical de la cuestión como tal. El p fl6ru, ¡rsicológicamente considerado, es aquel que vive
del sentido de la vida, formulado así, sin más, carece §F lo lrrrblado a quien habla, cuyo oído, por tanto, es en
sentido: esú mal planteado, si se refiere en abstracto a FlÉflo rrodo más agudo que el del hombre no religioso:
vida y no, en términos concretos, a "mi" vida, tal § el rllrikrgo con su conciencia -en este diálogo consigo
presenta en cada caso. Si reflexionamos sobre la fil¡ltto, cl rnás íntimo de todos los coloquios-, escucha
originaria de nuestro viür el mundo, habremos de Bltlhl,trr lrr voz del Interlocutor.e
sobre el problema del sentido de la üda la revolución i Nut lclcrimos, naturalmente, a aqueila religiosidad que comienza

pernicana: es la vida misma la que plantea cuestiones ll|| d,,r,,1,' l)ios es concebido y vivido como un ente personal, más aún,
IO2 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 103

Sentido de la muerte el sentido de la vida total, que en última instan-


todo carece de sentido, puesto que la muerte vendrá, a
En el intento de dar una respuesta a la cuestión del h pr*tr., a destruirlo todo! ¿Puede realmente la muerte
do de la vida esta cuestión que es la más humana lnr o menoscabar el sentido de la vida? Por el contrario.
-a
todas las cuestiones-, el hombre se ve remitido a sí: Bn cfecto, ¿qué ocurriría si nuestra üda no fuese finita en
mo como aquel a quien la vida pregunta y que tiene ll tlempo, sino temporalmente ilimitaü? Si elhombrefue-
responder, y ser-responsable ante elle. Se ve, por ta lnmortal, podría con razón demorar cdda uno de sus dctos
remitido al hecho primigenio de que la existencia es b infinito, no tendría el menor interés en realizarlos
consciente y ser-responsable. Ahora bien, en el $¡lmente ahora, podría dejarlos perfectamente peru
de la existencia, como un análisis del ser-hombre o pasado mañana, para dentro de un año o de diez.
cuanto ser-responsable, hemos visto que la respons fn cumbio, viviendo como vivimos en presencia de la
dad es algo que brota del carácter concreto de ia pe ñUertc como el límite infranqueable de nuestro futuro y
y la situación y surge con esta concreción misma. La h lnexorable limitación de todas nuestras posibilidades,
ponsabilidad crece, según hemos visto, con el c áñ¡ vemos obligados a aprovechar el tiempo de üda limi-
peculiar de la persona y con el hecho de que la si tdo dc que disponemos y a no deiar pasar en balde, des-
es siempre singular, irrepetible. Estos dos aspectos sc pértllcllndolas, 1¿s ocasiones que sólo se nos brindan una
como hemos dicho, elementos constitutivos en cuanto ünlcu vcz y cuya suma "fnita" compone la vida.
sentido de la vida humana. Itlr tanto, la finitud, la temporalidad, no sólo es una
Pero en estos dos aspectos esenciales de su exist eaFá('tcrística esencial de la vida humana, sino que es, ade-
se manifiesta, al mismo tiempo, el carácter finito hlil¡, t¡n factor constitutivo del sentido mismo de la vida'
hombre. Lo cual quiere decir que esta finitud tiene El wnt ido la existencia humana se basa precisamente en
d.e
bién, necesariamente, que representar algo que dé ,ll urdcter irreversible. Por eso, sólo podremos compren-
sentido a la existencia humana, envez de quitárselo. Es der l* rcsponsabilided de vida de un hombre siempre que
que ahora nos proponemos desarrollar, tratando de ls rttt.ndamos como una responsabilidad con vistas al ca-
testar, ante todo, a la pregunta de si la finitud del f{{'lrr lcmporal de la vida, que sólo se vive unaYez.
en el tiempo, el carácter temporalmente finito de su §1, por consiguiente, queremos, fieles al sentido del
o sea el hecho de la muerte, puede privarla de sentido. Éhrilltis de Ia existencia,traer e nue§tros pacientes a la
¡Cuántas veces se nos dice que la muerte hace entlr'l('n(riÍt de su responsabilidad, si realmente deseamos
como le personalidad por antonomasi¿, como su protoimagen, o hdrrrlos conscientes de la responsabilidad que sobre ellos
según podríamos también decir, como el primero y último .;tú,,; p ¡tFre, lcndremos que esforzarnos
por hacerles compren-
hombre de esta mentalidad reiigiosa, la vivencia áe Dios es, det, trrccli¿nte símiles, el carácter histórico de la vida y,
mente, la vivencia del proto-"tú". la responsabilid¿d del hombre en ella- Debe-
Fnt tÉnto,
IO4 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)EL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 105

mos recomendar, por ejemplo, a una persona sencilla en las acciones, las vivencias y los sufrimientos que
se siente ante nosotros en la sala de consultas, que portador ha ido acumulando. Así concebida, la vida hu-
de vez en cuando, como si, en el ocaso de su vida, rccuerda un poco al radio, sustancia que, como es
ra hojeando su propia biografía, abriéndola precisame no tiene más que una duración de üda limitada, ya
por el capítulo en que se narra su presente; y como si, tus átomos se desintegran y su materia se transforma
obra de un milagro, tuviese la posibilidad de decidir vez más en energía radiante, que no retorna ni llega a
cuanto al contenido del capítulo siguiente, y dentro de irse de nuevo en materia. El proceso de la desinte-
pode¡ introducir tod¿vía correcciones en un capítulo del átomo es irreversible, irrevocable. Por consi-
cisivo de su historia interior, aún no escrita. te, también en el radio va desapareciendo progre-
La máxima del análisis de la existencia podría prese la originaria sustancialidad.
tarse, en general, bajo esta fórmula imperativa: ¡ Qtro tanto podemos decir de la vida, en cuanto que su
¡Vbe
si ttittieses por segunda yez ! corno si la wz primera lo r material originario va üéndose relegado a segun-
bieses hecho todo de un ruodo tan pluno más y más, hasta que, por último, se trueca en
falso coruo te dispones
hacerlo ahora! Quien consiga trazarse ante sí esta i forma. El hombre se asemeia, en cierto modo, al es-
fantástica, no cabe duda de que sentirá, al mismo tie quc, con el cincel y el martillo, va tallando la piedra
toda la grandeza de la responsabilidad que sobre el t¿l rnodo que el material se convierte cadavez más en
bre pesa en todos y cada uno de los momentos de su lil hombre elabora la materia que el destino le brin-
la responsabilidad con respecto a lo que saldrá de la lltklri veces credndo ! otras viviendo o padeciendo, se es-
siguiente, en relación con el modo como deberá pl por "desbastar" su viáa lo mds posible para contertirla
el día de mañane. fdlrrrr's, en vdlores de creación, de vivencia o de actitud.
Asimismo podemos sugerir al paciente que se re Altrlrt bien, en este símil del escultor podemos intro-
sente su vid¿ como una película que se está " lurnbién el elemento tiempo; basta, para ello, con
pero que no puede "cortarse" bajo ningún concepto; ltos irnaginemos que sólo dispone de un determinado
!F€
deci¡ en la que no es posible revocar ni corregir ni
fhür ¡,,rr,r dar cima a su obra, pero sin saber cuál es, con-
de las escenas tomadas. También por medio de este sí.
§fGfdttre trtc, elplazo en que deberá terminarla y entregar-
conseguiremos, por lo menos en algunos casos, 'L, N¡r r¡,rlrc nunca cuándo será relevado de su misión, ni
comprender a quien interese el carácter irreversible de ll tenrlni que dimitir al instante siguiente. Todo esto le
vida humana, la historicidad de la existencia.
*Usl¡ rr irprovechar bien el tiempo, si no quiere exponer-
Al comienzo, la vida es todavía sustancia en su ff it rk's¡¡o de que su obra quede inconclusa. Pero el no
dad, sustancia aún no consumida; a medida que discu a 1a obra de todo valor? Nada de
F€rlFr lcr''ninarla ¿priva
va perdiendo cadavez más la sustancia, para converti lirrr¡,.,co el "carácter fragmentario" de la vida (Sim-
ip,
poco a poco en función, hasta que, a la postre, sólo
BÉl) lttcrtoscaba el sentido de ésta. No es l¿ duración de
106 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)IiL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL IO7

una yidd humana en el tiempo lo que determina la "la moraleja del cuento", envez de pasarse varias
de su sentido. No juzgamos el valor de una biografía por §cntedo en el teatro o en el cine, contemplando el
"extensión", por el número de páginas del libro, sino de la trama.
la riqueza de su contenido. No cabe duda de que la No cs, pues, necesario, ni mucho menos, desconectar
heroica de un hombre muerto prematuramente enci nln¡gún modo la muerte de la vida, ya que, en realidad,
mayor contenido y mayor sentido que la existencia de Vldu no puede concebirse sin la muerte. Pero tampoco
quier filisteo que viva noventa años. Son muchas las si !nr manera alguna posible llegar a "superarla.,
"superarla", como
nías "incompletas" que figuran entre las más bellas. hnccrlo el hombre que pretende "eternizarse" con la
El hombre afronta la vida como un examen de n. Es completamente falso que el sentido de
dad, en el que no importa tanto que el trabajo llegue a vldu sc cifre, como tentas veces se aftrma, en la descen-
minarse como que sea valioso. El examinado tiene que lu. Semejante afirmación puede reducirse fácilmente
tar dispuesto en todo momento a que suene la cam ah¡urd.um. Enprimer lugar, nuestra vida no Puede ex-
anunciando el final del tiempo puesto a su disposición; : ni transplantarse in infinitum: también los lina-
mismo le ocurre en la vida al hombre: en el momento eeuhan extinguiéndose, y no cabe duda de que llegará
nos pensado puede sonar la voz que lo retire de la
[r
d dlu cn que morirá la humanidad entera, aunque sólo sea
de los vivos. (onsecuencia de una catástrofe cósmica del planeta
-€€mo
El hombre debe el tiempo y en Ia finitud- !ñerr*,, Si Ia vida finita careciese de sentido, sería de todo
-en
minar, ftnalizar* "¿lgo", es decir, asumir la finitud y
!Unt(, lndiferente cuándo se produiera el final y el que
a sabiendas con el final. No es necesario, ni mucho
l¡ls fucsc previsible o no. Los que cierran los ojos a Ia
que esta actitud tenge un tono heroico; lejos de ello, la
lfFlrvnncia de este factor se parecen a aquella dama que,
servamos en el comportamiento cotidiano del Gglltrr lt: diieran que un a§trónomo ptofetizaba la desapa-
normal y corriente. Cuando asistimos al cine, nos flgirlrr dcl mundo para dentro de un billón de años, retro-
teresa más, eüdentemente, que la película tengá un
Éctll¡1 ntcrrada y, al repetirle tranquilizadoramente que
cualquiera que él sea, y no que tenga un happy end.Y rllélo rlcntro de un billón de años", exclamó con un suspi-
hecho de que el hombre normal y corriente necesite ftl rle rrlivio: "¡Ah!, eso es otra cosa, h¿bía entendido que
algo como el cine o el teatro demuestra cuán cargado de Efc ¡rurn dcntro de un millón de años".
tido se halla lo histórico: en efecto, si no se tratera l) lticn la vida tiene un sentido, efi cuyo caso lo conser-
samente de explicar algo, es decir, de desplegarlo en ?rt,r,, .v{t sea larga o cortct, !d. se propdgue o no; o bien no
tiempo, de exponerlo históricamente, el hombre se tles*, ¡rntjdo alguno, y en este cd.so no lo adquirirá tampoco
tentaría, evidentemente, con que le contaran en pu rrtutln que dure o se propdgue ilimitadamente. Si la vida
* En alemán voll -enden, qu'e jtega con Endlichkeif
-finitud- y áe ,,",, rnujer sin hijos debiera considerarse carente de
End.e o finel-. tPltlltlo por este solo hecho, querría decir que el hombre
-término
108 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL I)I]LPSICOANÁLISISALANÁLISISEXISTENCIAL
109

üve solamente para sus hijos y que el sentido único y : un sentido superior, la coroneción de su sentido'
clusivo de su existencia se cifra en los hijos que I a Ia importancia de esta existencia producida
por
procrear. Con esto, no sehace más que despldzar el
que
ma. Cada generación se lo pasa, sin haberlo resuelto, a l)c todo lo cual deducimos nuevamente nosotros
llda no puede ser nunca un fin en sí y
generación siguiente. Si la cosa fuese así, el sentido de que 11 ProPa$acion
de cade generación residiría pura y exclusivamente sercontrbido, en ruodo alguno' como el
,tid.a'no puede
li,e
engendrar a la que viene después de ella. Ahora bien, kr propii d.e ésta' Leios de ello, recibe su
sentido por
perpetuar algo que de por sí carece de sentido no tiene r,1. ottot factores no biológicos: espirituales'
mora-
poco sentido alguno. Lo que carece de sentido de por si no
eBtéticos, etc. Estos factores rePresenten'
por tanto'
adquiere por el simple hecho de que se eternice. de sí
momento trascendente. La vida no transciende
Aun cuando la antorcha se apague, no quiere "cn longitud" el sentido de su propia propa-
que su resplandor, mientras alumbró, no tuviese '-, "en
-en
profundidad" cuanto apunta a
Irln sino -en
alguno; lo que no tiene sentido, en cambio, es el irse lres _ o "en anchura", en la comunidad'
sando eternamente, en una interminable carrera de a quien por
llxponiendo todo lo anterior a un enfermo
torchas, una antorcha apagada. "Lo que ha de alu lncs de eugenesia se le prohibió estrictamente
treer
tiene que arder", dice Wildgans, con lo que sin duda que
ul mundo, acabó confesando espontáneamente
re dar a entender que tiene que sufrir; también (espiritualmente crea-
Iühlu tl.go¿o ¿ pensar que su vida
mos decir que tiene que consumirse, es decir, arder de
"el final". No en vano se ha deñnido todo ser, con
Gri, pu.t tratátase de un profesor y escritor) -carecíapor
Iuf ¡f., y era, "en rigor, una especie de materialismo"pudo
como un "ser para el final". de hiios. Pero ahondando en el análisis'
ü au*.,,.i,
Por donde llegamos a la paradoja de que una úda el
ñrr. r.¡,,. su actiíud era, en realidad, la de un resentido:
único sentido consistiera en la propagación se contertiría luttlo'llitco de lo que constituía la gran falla de su üda le
ipso en algo tan cdrente de sentido como su "inmortalidad"
littut,u * .*"g..r, la importencia de la
mismd. Por el contrario, la propagación de la vida nacía solamente
[lntngi.., La áctitud de este enfermo no
tiene un sentido siempre que sea ya de por sí algo en cierto
d: tti, ,.r.ntimiento, sino que era también'
a desear'
de sentido. Así, pues, quienes ven en la maternidad el
ilt,,l,,, r.,,.t, actitud sentimental: había llegado
tido exclusivo y último en la vida de la mujer no nie gtt'r'lcrrrplo, tener un hiio que rezase sobre su tumba'
en rigor, el sentido de la vida de la mujer sin hiios, este deseo
[lru ti,','.]rt. comprender cuán superfluo era
precisamente el de la vida de Ia medre. De aquí que la (tle ul¡,, cn realidad no esencial), bastó con que se le
pre-
sencia de hijos no pueda privar de sentido, ni mucho hereditaria-
ru,,tuil,, si le parecía apetecible deiar un hifo
nos, la vida de un hombre importante. Más aún: toda ,,,.rdo que se acordase siempre de é1 para malde-
ir=,,r.
serie de antepasados que conduce a él adquirirá
Clfl,,, lll no .r, meior que le recordasen con gratitud
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)I]LPSICOANALISISALANÁLISISEXISTENCIAL 111

generaciones enteras de alumnos y de lectores. elpecificidad. La célula de l¿ retina, por ejemplo, alta-
de haber aceptado el enfermo todas estas consideraci nte diferenciada, no puede ser sustituida por ningún
nes, se mostró dispuesto a desistir de un matrimonio
ffi tipo de célula en su función. Por donde el principio
proyectaba contraer. Pero hubo que convencerle de que la rlivisión del trabajo de las células, aun prittando a és'
sentido del matrimonio, como el de la vida, no resic de su carticter funcional omnifacético,las hace, a cambio,
t¿mpoco exclusivamente en la procreación. La satis
.f'uncionalmente unilaterales, relativamente insusti-
ción vital de los instintos y la propagación biológica para el organismo.
la especie no son, en realidad, más que dos aspectos de Hn un mosaico, cada uno de los fragmentos que lo
unión matrimonial, y no por cierto los más esenc , cada piedra suelta, es en cuanto a la forma y
Más esenciales son el aspecto psíquico de la dicha €olor algo incompleto, imperfecto, en cierto modo; es
amor o el espiritual de la comunidad de trabajo. el todo y para el todo como tiene un sentido. Si cada

En correspondencia con la singularidad de la existe


-al igual de una miniatura, supongamos- ence-
cl todo en su totalidad, sería perfectamente susti-
humana, que sólo puede vivirse :urLavez el tie por cualquiera de las otras, a la manera de un cris-
en la sucesión-, tenemos la peculiari dad -en
de cada i rluc puede ser algo completo por la forma, pero que
bre en la coexistencia de los individuos. pero así como Iufltlfuible, por eso mismo, por cualquier otro ejemplar
muerte, en cuanto limitación temporal y externa de la ü ln rrrisma forma cristalina; un octaedro es, en últime
no priva de sentido a éste, sino que, por el contrario, nncifl, igual que otro octaedro.
un elemento constitutivo de é1, así también la limitaci ' (lttrutto más altamente diferenciado es un hombre,
interior del hombre sirve para dar sentido a su vida.
fñEilr» corresponde a la norma, tanto en el sentido de pro-
todos los hombres fuesen perfectos, todos serían iguales
ñÉrlkr como en el sentido de ideal; pero, a costa de esa
tre sí, cada individuo podría remplazarse por otro susti
lnllrtr¡rlidad o de esta idealidad, adquiere su individuali-
cualquiera. La imperfección del hombre es la que importancia de esta individua-
Catl ¡rropia. Sin embargo, la
mina que cada individuo sea indispensable o insustitu lltlcrl, cs decir, el sentido de la personalidad humana, se
ble, pues si el individuo es necesariamente imperfe
dhtg. y rcñere siempre, en cada caso, a la comunidad. Del
cada uno lo es a su manera. El individuo no es nu
ñtlrlltrr rnodo que el catácter único sólo confiere valor a
omnifacético, sino siempre unilateral ¡ por lo mi Éátln ¡rlcdrecita del mosaico en relación con la totalidad de
peculiar.
l*e, el smtido de toda la unicidad personal del honbre resi'
Permítasenos acudir a un símil biológico. Como d€ etrlusivamente en lo que ella signifi.ca para un todo supe'
sabido, el serüvo unicelular paga su tránsito a flot, llrr donde el sentido de la existencia personal en cuan-
pluricelular con el sacrificio de su "inmortalidad" v de tfi ¡tt'r'sorral, el sentido de la persona humana en cuanto
omnipotencia. La célula trueca por éstas, sin emba pFt'nrrrrrlidad, apunta más allá de sus propioslímites, apun'
IL2 DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL I)IiL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 113

ta hdcia la comunidad; en su orientd.ción hacia la r con arreglo a una pauta común, es perfectamente
trasciende de sí mismo el sentido del indiyiduo. por cualquier otro, no tiene ya la menor signi-
La comunidad se revela, así, como algo "exigido", y cualitativa para el gran todo, el cual, en realidad,
simplemente como afectivamente "dado", como el ct trrl todo, sino simplemente una cosa grande; por eso
do" de sociabilidad del hombre. Su mera realidad ldrquinado uniforme no tiene nunca el valor de belle-
mente psicológica o incluso biológica en va de un mosaico, sino solamente un valor de utilidad,
hombre es, al parecer, un zoon politikon--no se torna en mlsmo modo que la masa sólo reconoce la utilidad del
postulado ético.lo Pero no es solamente la existencia i , pero nunca su valor ni su dignidad.

vidual la que necesita de la comunidad para cobrar §¡ en la comunidad, y sólo en ella, donde cobra su ple-
sentido, sino que, a stJvez,la comunidad necesita ta ¡sntido la individualidad. En este aspecto podemos de-
de la existencia individual para significar algo. Por qilc cl valor del individuo depende de la comunidad, se
comunidad se distingue sustancialmente de la si rondicionado por ella. Ahora bien, para que la co-
masa. La masa no tolera en su seno individualid misma tenga un sentido, no debe prescindir
menos aún, que la existencia indMdual cobre en ella dc la individualidad de los hombres que la forman,
nitud de sentido. Comparando la relación entre el dll'ercncia de Io que ocurre con la masa, en la que des-
duo y la comunidad a la que media entre la piedrecilla llecesariamente el sentido del individuo, la exis-
mosaico y el mosaico entero, podríamos comparar la
,h tinica e individual, y¿ que en ella todo 1o que sea
lación entre el hombre individual y la masa con la lurid¡d única representa una perturbaciín. El sentido
media entre un adoquín cortado en serie y el pavi kt u»tu.tnidad depende constitutivdnxente de la individua-
todo de la calle, con su gris uniformidad: cada ,.y tt la in¡tersa, el de ésta depende constitutivatnente del
dr¡tuilla, En cambio, el "sentido" de la ruasa se ve pertur-
r0 La psicología individual considere al hombre, cab¿lmente, yor la indfuidualidad de los individuos que la forman, y
zoon poliükon; sólo ve en 1a sociedad humana un hecho pu¡amente
'd *ntl,lo dc la individ.ualidad desaparece en la masa que la
lógico. El análisis existencial, por e1 contrario, ve en Ia comunidad ,l&nrrl,r' (rrl paso que en el seno de la comunidad se destaca
que a cada cual se le plentea, una tarea que tiene ante sí cada
I fnt'tirlrcc).
y que debe "cumplir": el hombre tiene que "abrazr" la comunidad,
cidirse en favor de ella; pero est¿ decisión no ve nunca implícita en I lcrrrrrs dicho que el carácter único de cada hombre y
complexión de "criatura", sino que tiene que tomarla, responsablemen Él hellro dc que toda vide se viva una sola vez es constitu-
el hombre. La comunidad humana, en el sentido estdcto de lapalabru, HYrl r.rr ('u¿lnto al sentido de la existencia; no debe con-
algo más que una comunidad puramente animal en que el hombre sin embargo, con la simple singularidad numé-
Hhrlllrir,
como un zoorr; algo más que un encadenamiento y un apresemiento
fit*, lirtlrr singularidad numérica carece de valor, de por
puestos por el destino: la comunidad humana es el espacio, que en
momento há rfe conquistar el hombre, de posible realiztcíón de á, til úntple hecho de que todo hombre se distinga dactilos-
o de sí mismo. filtlt'tt¡tcnte de los demás no bd.sta, ni mucho menos, para
LT4 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)UL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 115

conyertirlo en personalidad. Así, pues, cuando Elt tanto, el ser del hombre no puede ser reducido a
de la peculiaridad como uno de los factores determi scr complejo de orden superior sin que este ser su-
tes del sentido de la existencia humana, no debemos lnrrrio pierda la dignidad del ser humano. Como más
terpretarla como una peculiaridad "dactiloscópica". tc vemos esto es en Ia masa. La masa, en cuanto
dríamos, según el precedente de la "infinitud buena" €&recc de conciencia y de responsabilidad. No es, por
"mala", de que habla Hegel, distinguir, hasta cierto un¿r existencia. En la medida en que, a pesar de ello,
entre una peculiaridad buena y otra mala, consi pudiendo decirse, en tal sentido, que es algo "real",
como la buena aquella quLe se orientd hacia una lclúit nunc¿ de por sí. Las leyes sociológicas no se
para la que un hombre tiene significación yaliosa licstan saltando por encima de los indiüduos, sino a
peculiaridad. dc cllos. Pueden regir, indudablemente, pero sólo ri-
La peculiaridad de la existencia humana descan I lu manera como rigen los cálculos de probabilidad en
nuestro modo de ve¡ sobre un fundamento onto Cpeuntc a la psicología de las masas, y solamente en la
No en vano la existencia personal representa una cn que es susceptible de cálculo psicológico un tipo
especial del ser. (Jna casa, por ejemplo, se compone Un realidad, este tipo medio no es sino una ficción
pisos, y los pisos están formados por h¿bitaciones. llit:¡t, nunca una persona real, y no podría tampoco
pues, podemos imaginar la c¿sa como una suma de pi o' prccisamente por ser algo susceptible de cálculo.
del mismo modo que concebimos una habitación co {l ¡rcrderse en la rnasa, el hombre pierde su cualidad
el resultado de la división de un piso de la casa.
¡rro¡lia y peculiar: la responsabilidad. En cambio, me-
pves, trazar los límites del ser con más o menos e lir cntrega a la misión que la comunidad le impone,
riedad, delimitar el ente ¿rbitrariamente destacándolo ln r¡uc se ve metido o ante Ia cual se encuentra ya al
la totalidad del ser. Sólo el ser-persond' la existencia , el hombre gana en vez de perder, y gena, concreta-
sonal, se sustree d estd arbitrdriedad; una person¿ es ñ€ttlr, una suma de responsabilidad adicional. El huir
cerrado en sí, subsistente por sí, no susceptible de suma kcln 1,, masa equivale, en consecuencia, por parte de la
de diyisión. pf:uttrt, ir huirde su responsabilidad indiüdual. Tan pron-
Podríamos perfilar ahora la posición preferente q B r,uttro cl hombre obr¿ como si fuese simplemente la
hombre ocupa dentro del campo del ser, el especí pflr tlc un todo y este todo es lo qug.verdaderamente
modo de ser humano, apoyándonos en nuestra tesis §lrtc, ¡rucde abrigar el sentimiento de desembarazarse
rior, según la cual "ser" equivale a "ser-otro". Ser áel fpr',kr de su responsabilidad. La tendencia a huir de la
(existencia humana, Existencia) quiere decir ser-otro
fftporrslbilidad es, en el fondo, el móvil del colectivismo.
solutamente. En efecto, la esencial y valiosa peculi &á t,rr,l¡dera comunidad es, sustancialmente, und comuni-
de cada hombre no significa sino que éste es otro fud ,lr pcrsonds responsdbles, mientras que la sirnple masa
todos los demás. }# cr .rlrro la suma de entes despersonalizados.
116 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
I)IiI, PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL II7
El colectivismo conduce, en el enjuiciamiento
¡rurrr poder enfrentarse a la sujeción a un determina-
hombres, al resultado de que, envezdepersones
llpo, §rílo entonces es sLt ser: ser-responsable, sólo en-
bles, sólo ve un tipo, y envez de responsabilidad
"cs" el hombre propiamente o es "propiamente"
ve solamente Ia sujeción del hombre a ese tipo único.
embargo, la ausencia de responsabilidad no se manifr
llm máquina es tanto más perfecta cuanto más reguladd
solamente por parte del objeto del eniuiciamiento,
u rn cambio, un hombre se dení.a tanto más de la nor-
que se revela también en lo tocante al sujeto. No en
élhn cuanto más regulado, cuanto mfor encd.ja en un típo
la valoración con arreglo a un tipo represente
fñttt, dc clase o de carácter), y se aiustd d un estándar.
una facilidad para el enjuiciado¡ por cuanto le sr
fitt cl campo moral, el colectivismo en el enjuicia-
parte al menos, a la responsabilidad que supone el
rl o l¿ condenación de los hombres se traduce en el
un juicio. Cuando valoramos a un hombre con a
lcrlo dc que se haga a éstos "colectivamente respon-
patrón de un tipo, no necesitamos ahondar en las
'l Sc les impone la responsabilidad por algo de que
terísticas del caso concreto, lo cual es, naturalmente,
Intl, rcirlmente, responsables. Lo cual vale tanto como
cómodo. Tan cómodo, por ejemplo, como el
iuzgar u'§ustraerse a la responsabilidad del juicio. No cabe
motor eteniéndose a su marca de fábrica o a su
rlr quc es mucho más cómodo enjuiciar, valorándo-
construcción. Cuando conducimos un determinado
tl dr¡vrrlorizándolas, a "razas" enteras en bloque que
de automóvil, un coche de una determinada marca,
¡r r'¡td¿ hombre por separado pare ver a cuáles de las
mos a qué atenernos. Lo mismo, cuando escribi
tlrrk'¡¡s "razas" importantes desde el punto de vista
una máquina de determinada marca sabemos perfec
te lo que de ella podemos esperar. Hasta con respecto
[lf*l lx'rlcnece: si a la "raza" de las personas decentes o
It +ft' hrs (luc no lo son.
razas de perros conocemos lo que pueden dar de sí:
tándose de un foxterrier, le atribuimos de antemano
I I trs¡ronsabilidad del hombre, cuya forma de con-
lfÉttl l,r I dc facilitar el análisis de la existencia, es una
r'¿r t rr
tas inclinaciones y cualidades, distintas de las de un
rro-lobo. f,t¡ttturrbilidad encuadrad¿ dentro del carácter peculiar y
1n¡trl,rl tlt' su cxisteflcia, como algo único y que sólo se
Pero la cosa cambia tratándose de hombres. El
el único ser que no puede deterruinarse, que no puede t
lltv trrr,r vtzi cl existir humanamente consiste en ser-res-
larse por el hecho de pertenecer a un determiiado ti fffir,rlr/,' t'u vista de la finitud. Ahora bien, esta finitud de
cálculo no agota nunca al hombre en su totalidad;
h vl,l,,, r'o¡no frnitud en el tiempo, no la priva de sentido;
pie siempre un residuo. Este residuo corresponde a
ll l,rrttlt,ttio, ya vimos que es la muerte la que da sentido
a ls vl,l¡, I le ruos dicho que el carácter singular la vida lo
bertad del hombre para someterse a las condicionali
que todo tipo supone. Como objeto de eniuicia l|iv,t r',,rrsi¡1., rcspccto a toda situación; la peculiaridad de
h vlrl,r lh'v¡r trrmbién consigo la peculiaridad de todo des-
moral, el hombre, efi cuanto tal, sólo comienza allí
Httl l'rr ltinl¡inos gcncrulcs, podcmos dccir que el desti-
)HI, PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 119
118 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL I

"su" desti-
no es que la muerte-, de un modo o de iar lu cual no podría ya hablarse, en rigo¡ de
-al igual
parte constitutiva de la vida. El hombre no puede il; ;i,,,, det destino de otro' Por tanto' el problema de la
destino, un destino distinto' es
por mucho que haga, salirse de nuevo del merco o ¡uit¡ttiar¿ de tener otro
y carente dc sentido'
e irrepetible de su destino. Si maldice su destino, es *filutt ,,i imposible, contradictorio
'tit ¿.rtino es parte del hombre, como el suelo a que le
aquello contra lo que nada puede, en lo que no tiene
podría dar un paso'
ponsabilidad ni culpa alguna, es porque no llega a ftr h lcy de la gravedad, sin la cual no
que mantenerse erecto sobre
prender el sentido del destino. Existe, evidentemente, 31H,,*üt" tierie, en efecto,
erecto sobre el suelo que
sentido del destino e infunde sentido a la vida, ni h dc*tino, como se mantiene pie para saltar hacia su
menos que la muerte. Dentro del marco de su *rn v cn el que tiene que afirmar el
inposible; ld libertad sólo
exclusivo, cada hombre es insustituible. Es lo que [Éoriu,r. Liiertad. sin destino es
un destino' un comPortarse con
que el hombre sea responsable de la conformación fflprlr rrr libertad frente a
libre, indudablemente' pero ello
destino: Tener un destino stgnifica tener cada uno su I[,f,*,i". Pl hoábre es en el vacío' sino
no.rr Con su destino peculiarísimo el indiyiduo está, iri,rut.r. decir que flote, independiente'
diiéramos, solo en todo el uni"¡erso. Su destino no se áün'r. l',rll, en áedio de una muchedumbre de vínculos'
de su
Nadie vendrá ¿l mundo con las mismas posibilidades Hi,.r,u, vínculos son propiamente el punto de apoyo
é1, ni él mismo volverá a tenerlas. Las ocasiones que llbort,t¿. La libertad pre§upone
ünculos' tiene que contar
con el impulso' la
brindan parala realización de valores creadores o ét,lt ufn.tulo*. nl espiritu debe contar
El tener que contar no signifi-
ciales, el destino con que re¿lmente tropieza :ll,t.,r.,i, con la suitancia'
aquello que el hombre no puede modificar, sino que
-es g¡ l,,nr.timi.nto. El suelo sobre que el homlre se planta
en la marcha y es suelo
soportar en el sentido de los valores de actitud-: ei trur."ndldo a cada momento
trascendido y sirve de tramPo-
esto es algo único y que sólo se da una vez. ,,11,,.,, lrr medida en que es
definir alhortbte habíamos de hacerlo
Cuán paradóiico es querer rebelarse contra el iiii, sr,¡ritiet"mos
que
se ve claramente cuando alguien se pregunta qué gi,u,,, ,i, ser que mliberdndose en cddd caso de aquello
sido de é1, cuál habría sido su vida, si no hubiese teni I¡ ,lrt, r mina (como tipo biológico-psicológico-socioló-
todas
padre que reelmente tiene y sido hiio de otra llr o)t cs decir, como un ser que va trascendiendo
o conformarlas'
cualquiera; quien se formule tal pregunta olvida que Ertl¡ tlctcrminaciones al superarlas Pero
que va sometiéndose a ellas'
tal caso no sería propiamente "é1", pues el portador '-"'li¡l¿r ¿ medida
lltttlrlcn
hombre'
destino sería otra persona completamente distinta, paradoia dáfine el carácter dialéctico del
es el permanecer Perenne-
Il
ultrr rlc cuyos rasgos esenciales
El "ser" su realidad
¿Qué signiñca existencia
pre "ahí"
-Da-sein-? -§elz- es ii,,',,'. ,,¡i.tto y"problemático Para sí mismo:
que vale tento como decir que está arroiado r "su poder-
-Da-,lo
destino, que está siempre en su "espacio de destino", siempre e ,, ,i,',,r¡rt. una posibilidad y su ser un poder:
"ser-él"' Lo que
iet rrr,ir'propio'i "r.t-ptopiamente"' o su
a su destino y que tiene, por tanto, que responder de "su" muerte.
120 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 12L
es no es sino que devendrá; y lo que puede devenir
ha sido.
¡ §on muchos los chistes en que resalta la situación có-
tJcl hombre no consciente de su esencial libertad de
La existencia humana es ser-responsable, porque
. Uno de ellos es el del marido que explica a su
ser-libre. Es un ser que dice /aspers_ decide c¡
-como cuán inmoral es la humanidad moderna, ofrecién-
vez lo que es: un "ser-que-decide,,.Es piecisamente ,. como ilustración 1o siguiente: "Hoy, por ejemplo,
tencia" lDasein, da-sein, "ser-ahí,,, .", he cncontrado en la calle una cartera llena de billetes:
"orr.r.trr
"aqtí_y ahora"l, y no está siendo simplemente,
como bien, ¿crees que me ha pasado porla cabeza entregar-
cosa fVorbandensein, estar delante, hallarse, terminol
!n la oficina de objetos perdidos?" ¿Qué es lo cómico
de Heideggerl. La mesa que está delante de mí es
y se l¡ ¡ituación? Ver que alguien nos habla de su propia
rá siendo lo que es por su perte, es decir, si alguien r
§ tle moral como si no le cupiera responsabilidad al-
hace cambiar; en tanto, la persona que está ,átrdn
, ; cste hombre hace como si hubiese que aceptar su
mesa frente a mí, decide por sí miim a, cada vez
lo moral como un hecho dado, del mismo modo que
clc
"es" en el momento siguiente, lo que me ha de decir,
lnmoralidad de los demás;12 como si no fuese libre y no
ocultar. Lo que cdr&cteriza su existencia como tal es la mtt
ese en condiciones de decidir si debe quedarse con
tiplicidad de posibilidades distintas, ile las que su ser
C§rtcra encontrada o entregarla en la oficina corres-
realiza und en cddd caso. (Ese ser peculiar del hombre
nte, para que vuelva e manos de su dueño.
mado existencia podría caracterizarce también como
Yu nos hemos referido a aquel profesor de enseñanza
ser que yo soy'l) El hombre no se sustrae en ningún
fioellu que definía la vida como un proceso de oxidación
mento de su vida a la forzosidad de optar entre div
á de combustión. Una bujía que "está ahí" expre-
posibilidades. Sólo que puede hacer.,como si,,no -para
llrnos, cn la medida que nos permite el idioma español,
opción ni libertad de decidirse. Este ..hacer como si,,
Éñ lo¡ f érminos de la filosofía existencialista- arde hast¿
ma parte de la tragicomedia del hombre.
Ét1n¡unrirse, sin poder dirigir por sí misma, en modo al-
Cuéntase del emperador Francisco I de Austria
refiriéndose a un peticionario que se había presentado ¡Hno, cste proceso de combustión. Por el contrario, el
tr¡¡¡1lrrc, que "es-ahí", que es existencia,* tiene en cada
petidas veces en audiencia con el mismo ,rr"go y
qu., . p¡lr ln posibilidad de decidir libremente acerca de su ser.
airado siempre en su petición, .o.rrp"r".ír-rru.ur*.
lJ lil hombre nunca se reduce a su propia f¿cticidad. Por encima de
para insistir en ella, dijo volviéndose hacia uno
de sus ktdl hr r¡uc pueda encontrarse en él es, edemás, un ser-hombre; pode-
dantes: "Yaveráusted cómo este pobre diablo
consigue Htl¡ rlrcir, por tanto, que el ser-hombre no es un ser-"de hecho", sino
que se propone". ¿eué es lo que encontramos de *' r ul t ati,r o.
cámi át'r .li tc

en esta anécdota? Sencillamente, el ver que alguien _ t l)cbujíe se dice en alemán d.ie yorhanden lsl
lrr está ehí-,
-que
emperador- hace como si no fuese libre para-decidir liliettlnrs tlcl hombre se dice der Daseinhat tiene existencia, que
-que
el "pobre diablo" en cuestión ha de salirse o ,ro .on |let*, u'r ahí-. Este "ser-ahí" quiere decir que 1o que ha de ser lo deci-
la suya. dlt'á dl rnismo en el momento concreto, "ahí".
722 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL T23

Decisión que entraña, incluso, la posibilidad de llkr rcsponsable. Sin que olvidemos ni podamos olvidar
se a sí mismo, de "extinguirse" por su propia tn ningún momento que toda libertad humana implica
Podríamos, por tento, afirmar incluso que este radi llrntpre un destino, en cuanto que sólo puede desplegar-
simo ponerse d sí mismo en tela de juiclo, no sólo en ft en é1, contando con é1.
de duda en cuanto al sentido de la vida, sino también Ahora bien, del destino forma parte, en primer lugar,
la desesperación extrema del suicidio, que esta pos ttxlo lo pasado, pues es algo incambiable. El factum (lo
dad esencial de optar por el suicidio, qve estd libertad h;r'h«r, devenido pasado) es, en rigor, no sólo facturn, sino
hombre para decidir dcercd de su propio ser, es lo que
thllrr, cl hado o fatalidad.l3 A pesar de lo cual, podemos
rencia al hombre de cualquier otro ser y destaca su tllrnrar que el hombre es todavía libre frente a su pasado
de ser del de los animales. por lo mismo, a su destino. Es cierto que el pasado hace
¡
La libert¿d que es inherente a toda decisión, lo que se lr Alcrc¿ de la crítica de la palabra "dete¡minación', que tanto gusta

el libre albedrío, es algo obvio para el hombre sin dt rttt¡rllrrr cl fatalismovulga¡ diremos, brevemente,lo siguiente. Si deci-
cios; tiene experiencia directa de sí mismo como ñrlr, rr,liriúndonos a algo ya pasado, que me ha sido "determinado", em-
ph*tttur trna expresión tan ex¿cta (puesto que sólo 1o necesario llega a
Sólo puede poner seriamente en duda el libre
¡¡'¡¡¡l) r'omo tranquilizadora (ya que no tendría sentido alguno rebe-
quien se deje captar por una teoría filosófica determi ht'¡c ,',,,rtr',r Io realmente neces¿rio y lo necesariamente real); en cam-
o que, padeciendo una esquizofrenia paranoica, hltt, r'nrt ¡r'lcrcncia al futuro, si decimos que algo me he sido "determina-
mente su voluntad como una voluntad no libre, " dtt'l rl¡rr,l,, it cntender que es algo irremediable, hacemos una afirmación
Pero el fatalismo neurótico no hace más que encub §llgtlll rh'scntido (puesto que iamás puedo determina¡ de antemano 1o
Ettn !lrl
cstii "tlcterminado") ¡ además, peligrosa, ya que paraliza nues-
libre albedrío: elhombre neurótico se cierrd a sí mil
lll ,r¡r,l itlrttl dc decisión y nos priva de libertad para decidir. Si alguien
camino hacia sus genuinas posibilidades, se interpone lHl¡ttl l¡r r¡rcirr dc este concepción una conclusión fetalista en cuanto al
mismo en el camino hacid su "poder-ser". Con 1o cual FlttFrll' (r's tlccir, en cuanto a nuestras decisiones y resoluciones en
forma su vida (para decirlo con las palabras de E. St Éáil{ nlrnrurto)
-llevedo,
por ejemplo, del c¡iterio de que el determi-
y se sustrae a la "realidad del devenir", envez de Hllnr r l[(' lrrnlbién de un modo intrapsíquico-, le sería imposible, por
llltil rd/lrr rrruy scncilla: no queremos afirmar que el hombre o bien obra
la (pues también el ser humano, como totalidad,
Fttt Ililt lvos lrirlcs o que puede tomar la actitud de observar estos mo-
concebirse como "realidad de ejecución"). Si, como llHt, r ltrrr¡ si cxisticra una especie de relación de exclusión entre ambos
principio decíamos, todo ser es un ser-otro, §ttlrrr rL' rrr't itud; nadie podrá negar, sin embargo, que en ia medida en
emplear ahora esta fórmula: el ser-hombre no sig quh u, rlrv'r'vx nl¿ís a sí mismo, en que se "contempla" a sí mismo, obra-

solamente ser-otro sino también "poder ser-otro". tl lr¡1,'¡ rlllccl;¡rne nte por la mecánica de la motivación, y viceversa.
Hrr rolr rlutl¡r, ¡rucs, dc que tiene necesariamente que existir algo así
A la libertad se contrapone el destino. Llamamos
tHttur rtl¡r'kin proporcional inversa entre la acción y la propia observa-
tino, en efecto, a lo que se sustrae esencialmente e h, tlÉ[, ir,l'rr hirr ¡ror virtud dc l¿ cu¿l parece descartada la posibilidad de en-
bertad del hombre, lo que no se halle en su poder ni lF¡*nl lll,rlnrcnlc ¡¡ l¡r i¡ccitln, ¿ l¿ actividad y, al mismo tiempo, obser-
I24 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 125

comprensible el presente, pero no hay derecho a que paradóiico que ello pueda parecer-, y
futuro se determine exclusivamente partiendo de él: " -por
no a pesdr de ser pasado, sino precisamefi.te porque
éste el error característico del fatalismo típicamente Ig es, Ya hemos dicho en otro lugar que Ia realidad de lo
rótico, que a la par con la comprensión de los errores queda "asumpta"* en el doble sentido hegeliano
metidos en el pasado postula también el perdón de lo que se quita y se conserva en lugar más alto, y he-
mismos errores para el futuro, envez de considerar los ñÉr dicho también, a este propósito, que el "ser-sido" es
pasado como fecundo material para la plasmación de forma más "segura" del ser. El pasado le salva de ser
futuro "mejor", "aprendiendo" de ellos. El hombre es, Io pasa)ero son sólo las posibilidades (cf lo que
tanto, libre de situarse ante el pasado en una actitud dicho acerca de los velores de situación, que sólo se
cillamente fatalist¿ o, por el contrario, de aprender de una vez, y en cuanto a la ocasión, irremisiblemente
Nunca es demasiado tarde para aprender; nunca es toria, que para su realización se ofrece): lo que se
poco demasiado temprano, lo que vale tanto como d salvo de ser-pasajero es lo ya dsulnpto en el pasado,
que "se está siempre a tiempo" para ello. Quien lo realid,ad sal¡¡ad.a por ser-pdsddo. El instante se truecd etl
de vista se parecerá a aquel boracho que, a quienes cuando se logra trocar las posibilidades que el pre-
ban de convencerle de que dejara la bebida, les re alberga en aquellas realidades albergadas en el pasado
que era ya demasiado tarde para ello y que, acuciado loda una eternidad.
el argumento de que nunca es demasiado tarde, añ Értc, y no otro, es el sentido de todo realizar.Y en este
"Entonces, no hay por qué darse prisa". ldo, cl hombre no"realiza" solamente cuando eiecuta
La inmutabilidad del pasado, convertido por el si heclto o realizaunaobra"para siempre", sino también,
hecho de serlo en destino, provocá precisamente a la cuando vive una experiencia. En el sentido
bertad humana: el destino tiene que ser siempre un no§otros Ie damos y a consecuencia de este tipo de
cate pera la acción responsable del hombre. Como he lvlsnro, cabe incluso afirmar que "lo realízado" en
visto, se enfrenta siempre ante la vida como un ser expericncia o vivencia no puede llegar, en rigor, a des-
escoge en cada momento, de entre un cúmulo de lre, u h¿rcerse desaparecer, por el hecho de que se in-
lidades, una sola, desplazándola precisamente, rrr nl pasado; más ¿ún, ni siquiera mediante la cance-
su realización, al reino del pasado, poniéndola a buen rlc lrr posibilidad de recordarlo, v. g., porque muere
caudo, por decirlo asi. Lo pasado "queda" en el mundó
* ilegr'l cxplica por qué emplea el verbo auJheben para señalar el
varse a sí mismo con toda fuerza y a la distancia necesaria. Pues ilrrr¡u'rlo dialéctico: tesis, antítesis y síntesis. Setzen
,t'tt contraponer- affieben -poner-
para poner más arri-
quién no se le presentará, a la vista de esta relación proporcional -quiter
sa entre la "impulsividad" humana, de una parte, y de otra la A4llrl'rn cs lo que hacen las amas de casa cuando retiran la vaiilla
ción reflexiva de uno mismo, la ¿nalogía con la conocida "relación lÉ nrur,r y lrr guardan, ocuita y en un lugar superior. Empleamos la
de Heisenberg? "rEr¡¡l|irln" pensando en la de laVirgen.
126 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)ELPSICOANÁLISISALANALISISEXISTENCIAL 127

la persona que ha vivido los hechos de que se trata. I psÍquica del hombre, en cuanto no es libre ni entraña
demás, consúltese como contrapartida de esto lo que llbre actitud espirituaL Examinaremos de inmediato
otro lugar del presente estudio (infra,pp. r7r y ss.) de or«len hasta qué punto lo biológico, 1o psicológico y lo
mos ¿cerca del subjetivismo o "psicologismo" del h lológico, considerados como algo relacionado con el
bre que se aturde en presencia de una desventura, se interfieren con la libertad humana,
hombre que va a refugiarse para el olvido del i Flfómonos, ante todo, en aquellos casos o circunstan-
en Ia embriaguez o en el olvido absoluto, en el suic cn los que elhombre se enfrenta con el destinobiológi-
y nos veremos ante el problema del radio de acción de
El destino se presenta ante el hombre, principalmente, llbcrtad humana frente al aceecer orgánico, del poder
tres formas: r) como sus "disposiciones", lo que Tand penctración de su libre albedrío en el campo de lo fisio-
llama la "fatalidad somática" del hombre; z) como su ,.r Nos acercamos así a la problemática psicofísica,
tuación', como la totalidad de las circunstancias suyas sdcntrarnos por eso en la interminable discusión de
cada momento. Las disposiciones y la situación intesr rtu qué punto el organismo físico del hombre depende
"la posición" de un hombre. El hombre adopta una act
lo psíquico-espiritual, y viceversa. Nos limitaremos a
ante ella. Y esta actitud es oposición a la ., tar entre sí, dejándose que se comenten por sí so-
-por libre.* prueba
ción" que se presenta como destino- de dor crudas realidades.
es queexiste la posibilidad de dar un viraje en la vida, F)l psiquiatra Lange nos informa del caso de unos me-
biando de posición en ella o ante ella (siempre que i lr procedentes de un solo óvulo, que vivieron durante
yamos en nuestro esquema la dimensión temporal, pue
ñuthos años separados el uno del otro. Recibió del her-
que todo viraje en la üda lleva implicado un cambio
ñcltr¡ rcsidente en otra ciudad una carta en que se revela-
actitud en el tiempo y con el tiempo). Del cambio de
h pur vcz primera una idea quimérica de idéntico conteni-
sición, en este sentido, forma parte, por ejemplo, todo
de rrl quc revestíe el estado paranoico del otro hermano, al
que llamamos educación, posteducación y autoeducac l,nnge estaba tratando. La base somática de esta en-
§Ue
y también la psicoterapia en el más amplio sentido de ftt'nlcchd común habíase manifestado con la fuerza del
palabra, y fenómenos como el de la conversión.
de¡tlrro cn los dos hermanos, que procedían de la misma
Las "disposiciones" representan el destino
eélulu gcrminal y poseían, por tanto, idéntica masa here-
del hombre mientras que la "situación" representa su áes¿
dllsri¿r.
tino sociológico.3) A estos dos factores hay que añ¿dir, Aht¡ra bien, ¿podemos cruzarnos de brazos ante esta
además, su destino psicológico, entendiendo por tal la acJ
ñterrrr biológica del destino? ¿Vamos a faltar al respeto a
* También el alemán juega con Stellung lá¡ lircrzas orgánicas, a la vista de hechos como éstos, que
-posición- Einsteilunj
y
toma de posición, actitud. Todavía tenemos Umstellung, cambio de la tomt Ér,ulnn inneg¿blemente su importancia decisiva? ¿Debe-
de posición, de actitud.
tsrrros ilegar a la conclusión de que el destino del hombre
128 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I2g
portador de ciertas disposiciones se ve forzosamente fpoder de la naturaleza".Yahemos dicho que ¿mbos fec-
formado por factores biológicos, o quedará algún forman parte del hombre y que se completan él uno
para influir sobre él por la acción de la libertad del otro mutuamente. Al fin y al cabo, el hombre es, por
ritu humano? Los resultados a que se llega en la rlo así, ciudadano de varios reinos y su vida discurre,
gación de la herencia patológica de ese tipo de mell nr:ialmente, en una tensión, en un campo de fuerzas
conducen a una sugestión fatalista que es peligrosa, Si quisiéramos comparar estes dos fuerzas, po-
to que paralizalavoluntad de hacer frente al destino por decirlo así, a pelea¡ tendríamos lo que se lla-
terior del hombre. En efecto, quien considere su una "carrera indecisa". Sabido es que las carreras in-
como algo sellado, jamds estará en condiciones de l¡rts son las más agitadas de todas. En realidad, lo que
dominarlo. crizala vida del hombre es precisamente esa eterna
Pasemos ahora a la segunda realidad. En la clínica cntre su libertad espiritual y su destino interior y
enfermedades nerviosas de Viena, Hoff y sus colabo terlor. Sin menospreciar en lo más mínimo lo que toca
res hipnotizaron a ciertos suietos experimentales, do¡tino, y en especial lo que se refiere al destino bioló-
provocar en ellos determinados efectos por lo que tcnemos que llegaa como médicos psicoterapeutes,
llamarse un proceso de cristalización pura. En unos It eonclusión de que todo esto no constituye, en última
sos, se les sugerían vivencias gozosas, y en otros se les más que las durederas pruebas de la libertad
buían vivencias tristes. Pues bien, en estos expe Por razones heurísticas, cuando menos tendría-
se vio que la masa de aglutinación ante los bacilos del ti quc hacer como si los límites de las libres posibilida-
era incomparablemente mayor cuando el suero sa tlcl hombre frente a lafuerza ineluctable del destino
se obtenía en el caso de la alegría que en los momentos lcr¿n infinitamente leios; sólo así estaremos en con-
tristeza. Estas investigaciones vinieron a arroiar üsl,llr.* de llegar lo más lejos posible.
ciertaluz sobre la reducción de la capacidad de Arrn ¡rllí donde lo fisiológico guarda una íntima rela-
cia del organismo de una persona hipocond Élát, t,r,'r lo psíquico, en ta patot,ogía cerebral, podemos
medrose ante las infecciones, así como también lñflltnr que los cambios patológicos físicos no entrañan
hecho de que las enfermeras dotadas de un sentim §d¡vfu, dc por sí, ningún destino definitivo e irrevocable,
de deber moral que prestan sus servicios en hospitales üño rlnrplemente el punto de partida para una libre con-
demiológicos o incluso en leproserías se hallan prese Éfntrrckin. En este sentido, dícese que el cerebro tiene
das de las infecciones, hasta el punto de que algunos bplert
lt'lclad": sabemos, por ejemplo, que, al resultar heri-
ran el hecho como un verdadero "milagro" mientras {¡r p,rrtcs extensas del cerebro, entren en función "en
otros lo consideran como pura "fábula". ftfnu vicarie'l supliéndolas, otras partes de este órgano,
Es ocioso, anuestro modo de ver, entretenerse en §ñ !u r¡uc:, más tarde o más temprano, se restablece la fun-
dar enfrentando a cada paso el "poder del espíritu" y Itttcrrumpida o alterada. Dandy, un cirujano norte-
t30 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 131

americano especializado en el cerebro, ha llegado inc ta acomodando con sentido dentro de la trabazon histórica
apoder eliminar operativamente toda la corteza blogr,ifica de su vida. Continuamente nos encontramos
de la parte derecha (en los diestros), sin que se personas que han logrado de una manera ejemplar su-
ran perturbaciones psíquicas permanentes de alguna los entorpecimientos y limitaciones originarios a su
sideración. Pero es ya una cuestión de por sí, si la ult desde el lado biológico, vencer las dificultades
variación permanente del organismo, consistente en que en un principio tropezaba el desarrollo de su es-
parálisis de toda la mitad izquierda del cuerpo, es ace De este modo, su forma definitiva de vida se ase-
da por el enfermo o por su familia, cuestión que, una hasta cierto punto, aunarealización artística o de-
más, pone de manifiesto los últimos fundamentos A la primera, en cuanto que la materia biológica
Iógicos de la púctica médica. ln es moldeada por la libre voluntad del hombre; a la
Ho¡ no sabemos si no habrá partes enteras del ce en el sentido en que ya más arriba hemos pre-
bro humano que permane zcan inactivas. No existe ni la moral del deportista como modelo para la
quiera la seguridad de que funcionen totalmente todas
$:mación de Ia vida: el corredor que arranca del punto
células centrales. (Parece hablar en contra de ello el
3r partida con algún handicap puede ser considerado
de que la función de los centros lesionados sea suplida
ɧmo el mejor de todos aunque no llegue el primero a la
otros, como hemos üsto.) Las modernas inves extraño que la nación deportiva por excelen-
ñttc, No es
indican, sobre todo, que el desarrollo filogenético del lu nación anglosajona, tenga en su lenguaje el giro de
th,
rebro se efectua a saltos, en el sentido de que el nún que uno pueda", habien-
b do one'sbest,"hacerlo lo mejor
de las células de la sustancia gris no crece poco a
ds convertido esta frase en una de las normas empleadas
sino que se duplica, en cada caso, de pronto. Ahora €€ñ mayor frecuencia, casi diariamente, en la vida. Pues
¿quién podría afirmar con toda seguridad que los blen, cl hacerlo lo meior que "uno" pueda, el hacer en
bres de hoy hayamos llegado a realizar ya t;das las
éldu c¿tso todo lo posible, significa tener en cuenta, para
bilidades que la actual organización del cerebro
fulgrrr una realización,la relatividad de ella, iuzgarlatea-
nos permite? No tendría nada de particular, en
llfn.tón teniendo en cuenta el start, el punto de arranque,
que el desarrollo real de las funciones fuese tod¿vía i 6 ¡es l¿ situación concreta en que se actú¿, con todas sus
rior a las máxim¿s posibilidades,es decir, inferior a dlñr'ultades, es decir, con todos los obstáculos externos y
capacidad de rendimiento del órgeno. lÉt rnt«rrpecimientos interiores inherentes a ella.
llucde ocurrir que una vida entera, desde sus primeros
El destino biológico constituye el material que la
lñonlcntos, se desarrolle bajo el signo de la lucha contra
espiritual tiene que encargarse de plasmar y con el lttudicap del destino biológico, que represente toda ella
en cada caso. Tal es, visto desde el hombre, su r Hfla rola gran rcalización, teniendo en cuenta su difícil y
último. La reelidad nos enseña, en efecto, cómo el Éttmplicado stdrt o pvnto de arranque. Conocemos el caso
I12 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)EL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I13

de un hombre que, como consecuencia de una enfe cn un asilo de idiotas, hasta el día de exhalar el últi-
dad cerebral adquirida ya en el cl¿ustro materno, ¡usplro.
una parálisis parcial de sus cuatro extremidades, ü
obligado a desplazarse durante toda su vida en silla de a examinar ahora lo que hemos llamado el desti-
das. Hasta bien entrada su juventud, fue p*lcológico del hombre, entendiendo por tal el con-
considerado como un retrasado mental, y nadie se de aquellos factores anímicos que se interponen
de enseñarle a leer y escribir. Hasta que, por úl h acción de la libertad espiritual. Es el psicoanálisis,
maestro se hizo cargo de él y se dedicó a enseñerle; al todo, el que nos ha enseñado a destacar lo que hay
de cierto tiempo, nuestro paciente no sólo aprendió a de fatal en el acaecer psíquico, viendo en
y escribir, sino que se asimiló una notable cultura cn mayor o menor medida un "mecanismo" sujeto a
rior en materias por las que se interesó ineluctables. El psicoanálisis es la teoría del hom-
Una serie de prominentes hombres de ciencia y coffio sometido a los impulsos. Visto a través de su con-
de universidades se disputaron el honor de ser sus aparece como un ser "dominado" por sus instin-
tros particulares. En su cesa se reunía varias veces a la Lu impulsividad del hombre es el factor decisivo para
mana un círculo de talentos, cuyo centro social, por prleoanálisis. Sin embargo, quien considere el problema
dos admirado, era el inválido. Bellas mujeres riva pttjuicios se dará cuenta del sencillo hecho fenomeno-
entre sí, disputándose el amor del tullido, hasta el dc que los instintos no son otra cosa que demandas
de producirse entre ellas violentas escenas, escá Lu que el yo tiene que decidir. EI yo puede siempre
hasta suicidios. Y eso que el objeto de toda aquella l¡eldtr y decidirse, tomar una resolución, optar libre-
"quiere'l Y lo hace, además, esencial-
ración y de aquellas pasiones amorosas no podía ni ñgntc; 1o quien
es el

hablar normalmente: su articulación veíase conside ñ€tttc, con independencia de la dirección en que le
"im-
"ello"'
mente entorpecida por una grave etetosis general, !uhu" cl
hacía luchar, sudando por el esfuerzo y con el (llcrto es que el propio Freud hubo de reconocer la
convulsionado, por dar forma a cada una de sus tsallrlrrtl de que el yo -ego- no se confunde, en 1o esen-
eon los instintos, con el "ello" No obstante,
Huelga decir qué realización tan admirable rep Élal, -id-. impulsos
sin embargo, la vida de este hombre y qué ejemplo lñfent,r derivar genéticamente el yo de los 11e-

formidable nos brinda para nuestros enfermos, fáltrlo por este camino al concepto necesariamente pera-
todo si tenemos en cuenta que la mayoría de éstos Eéltco clc los "instintos-de1-yo"' EI carácter paradóiico de
sentan Lrn stdrt harto más fácil que el impuesto lttn loncepción sólo podría ser comparado con un deba-
"destino" al sujeto a que nos referimos, el cual, si ft lurlk'ial en el que, después de interrogar al acusado, le
hubiera que tomar en consideración el factor "des fu€¡e concedida la palabra en sustitución del fiscal para
habría pasado toda su üda vegetando como un ɧe firrrnulase Ia acusación contra sí mismo. Ya E- Strauss
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL L35
I34 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL

honrada y
se ha encargado de poner de manifiesto que aquella ll¡r¡r visión de la meta perseg¡uida, una decisión
UF (lcrto adiestramiento
(del que, evidentemente' nece-
dicción ejercida por la "censura" sobre los instintos
puede considerarse como emanada de los instintos trmbién el hombre neurótico). Mientras una Persona
mos. Por su parte, Scheler caracteriza el psi te el error de empeñarse en creer' antes de intentar
como una especie de alquimia espiritual, mediante la que el intento está condenado necesariamente al
los instintos sexuales pueden trasmutarse en la y se aferre tenazmente a esa creencia, es evidente
moral del hombre. frncasará en lo que se proponga; entre otras rezones'
No cabe duda de que el yo, como instancia de la ¡uc nadie gusta de
quitarse larazÁn,ni siquiera ante sí
voluntad, necesita de la dinámica de los impulsos. Sin lmo. Esto hr"" qr" sea tanto más importante descartar
bargo, el yo no obra nunca pura y simplemente " nntcmano todo aparente contraargumento facultativo
§l momento de formularse interiormente el
propósito
do". El naveger a vela no consiste en que el barco se
simplemente, impulsar por el viento; el arte del rc persigue; así, por eiemplo, si alguien se propone
hcücr", áeberá contar de antemeno con que, en
el
que tripula un barco velero consiste, por el contra
saber utilizar la fuerza del viento, haciendo que o de llevar a la práctica su propósito, §e Presen-
n ¡¡ntc su espíritu las más diversas obieciones
en con-
barco en una determinada dirección, en saber, i
hnfo la forma de "no tendré más remedio que
beber"'
muchas veces, navegar en contra del viento. El gran
gro de la concepción psicoanalítica de la impulsividad p,i,lté, pesar de todo, resistir e la tentación', etc' En
"
hombre estriba en el fatalismo a que conduce. Los irkl, si la persona de que §e trata se repite a sí mi§ma:
mos neuróticos son precisamente los que más ttny que i.ber, sanseacabó, Y Para qué vamos a ha-
'ao ¡in tluda llevará mucho terreno ganado'
lhf",
a creer ciegamente enlafuerza del destino, desde el
de vista psicológico, y los que invocan tiu¡ln sabia era que sin saberlo ni quererlo-
-claro esquizofrénic?d*' al pre-
carácter pretendidamente ineluctable de sus inst | tsr¡ruc*ta que una enferma
diciendo: "Soy débil
la dirección de sus impulsos o, lo que tanto vale, la fUnti,'*.t. si era débil de voluntad,
Io soy"'
blez de su voluntad y las fallas de su carácter.la IL v,,l,,,rt*,i cuando quiero; cuando no quiero' no
Podemos afirmar que no existe una voluntad lrlr ¡,rlcóp,rta habría podido enseñar a muchos enfermos
su argu-
riamente débil; el neurótico hace de lafuerza de ñ€uxtllc,r*, si hubiese sido capaz de desarrollar
una especie de hipóstasis, pero no se trata de algo ñflrtrl, r¡uc cl hombre tiende a ocultar su propio libre
voluntad'
tico, dado de una vez pot todas, sino en cada caso, lihc,trt,, rlctris de su suPuesta flaqueza de
ción, como si dijéramos, de los siguientes factores¡ Itl frtulismo neurótico, sobre todo baio la impresión
la
Con su car¿cterístico fatalismo, el neurótico parece hallarse
ft r,let'trts tcsis dc la psicología individual -tergiversán-
invoca también'
nado por la fórmula de "así es la cosa, y así tiene que ser", última ártlrr y ,,1,,r*,r,rdo de c1las, ciertamente-,
vcccs, k¡ quc han "hecho" de é1, en su infancia'
la fórmula con Ia que cae, por cierto, en la sinrazín (véase la nott áu ¡,,,,'o*
136 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL I37

las influencias de la educación y el medio, hasta el La"ley" (de la psicología individual) a la que se acogía
de convertirse para él en un destino, etc. Se trata, mo hija única) aquella enferma a que acabamos de re-
mente, de tentativas para excusar las debilidades de , es una ley que sólo rige, en cada caso, teórica-
rácter. Presenta estas debilidades como si se tretase te, para el observador; desde el punto de vista prácti-
hechos "dados" e irremediables y no de "tareas" cxistencial, esta "ley" rige en tanto cuanto "queramos
tes e su posteducación o autoeducación.* riia"; en la medida en que nos empeñamo§ en ver en
Una paciente recluida en una clínica de enfe no sólo unfdctum-hecho-, sinounfatutn -fete-
neryiosas después de una tentativa de suicidio que no es, en el fondo, otra cosa que una fic-
1o
contestando a las consideraciones que el psicote
-,
fatalista. Los defectos de educación no deben invo-
le hacía: "¿Qué quieren ustedes que haga? Soy una como une disculpa, sino sencillemente corregirse
'hija única' de esas de que habla Alfred Adler". nte Ia autoeducación de quien los padece. Otro en-
no se tratare precisamente de desembarazarse de lo alegaba, refiriéndose a sus defectos: "No hay nada
hay en uno de "típico"! El ethos de la psicología ind hacer; es lo típico en neurasténicos como yo". El ar-
dual, debidamente interpret¿do, debiera exigir del o contra tales alegatos es bien sencillo; bastaría
bre, en rigo¡ que se liberase de los defectos y fallas haberle dicho: puede que see típico, pero se trate de
carácter típicos que pueda haber todavía en él como dcfectos típicos de esa clase de $ente; y está bien que
secuencia de la educación recibida, para que como ed los comprenda como típicos, Pero no para perdo-
tado de este esfuerzo, nadie vea en él al "hijo único", o como defectos.
que sea. Por el contrario, el fatalismo neurótico l'll punto de vista del psicoanálisis, su empeño por
ta un intento de huir de la responsabilidad que al lɡtn..t siempre lafuetzade los instintos humanos, tie-
general, a
le impone su propia peculiaridad y el hecho de vivir lle llcccsariamente que conducir, de un modo
vida una sola vez, es la tendencia a refugiarse en lo t for.r qu. el yo se olvide de su esencial responsabilidad,
en lo que tiene de eparentemente fatel el hecho de pe lñ vez de cobrar clara conciencia de ella. Por este camino
necer a un determinado tipo humano. Y, desde este l¡ vu forzosamente a la abdicación del yo- Con ello, renun-
de vista, tanto da o no es, por lo rnenos, esencial que [lC r cxistencia auténtica (a ser-uno-auténticamente) y
l¡r
tipo de hombre cuyas leyes se consideran ineluctables I etrrpobrece al reducir lo que, glenuinamente' es un ser-
conciba como un tipo de carácter, como un tipo de $utrr' ic ncia-y-responsable a mera conciencia'15
o como un tipo de clase, es decir, como regido por l )onde con mayor claridad se destaca el hecho de que
dicionalidades psicológicas o por condicionalidades ll nctitud espiritual de un hombre dispone de un margen
lógicas (colectivas) o sociológicas. de llhrc acción, no sólo ante sus condicionalidades
físi-
* En alern:án tenemos gegeben aufgegeben l,o que, en última instancie, se propone el psicoanálisis es que el
ro
-dedo-y -dado "ello", con su inconsciente (el que
Aufgabe es en alemán tarea. httill,r. ," "ponga e buenas" con su
138 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAT
I)EL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 139

cas, sino también ante las psíquicas, es decir, de


psicopatológicos son obra del destino y esca-
necesita, en modo alguno, plegarse ciegamente al
h por tanto,a la acción de la libre voluntad del hombre.
psicológico, es en los casos en que se trata de la
el c¿so concreto de la neurosis compulsiva, este inves-
electiva ante los estados psíquicos patológicos. En su
ldor se inclina a penser que llega, incluso, a restringir
bajo Sobre la psicología de la neurosis compulsita,
llbertad existencial hasta el punto de originar fatal-
Strauss se ha ocupado de determinar hasta qué
la actitud ideológica del enfermo. Nuestra opinión

C. G. Jung llama colectivo y arcaico). por el contrario, el análisis


); ya por este solo hecho no podría hallarse sujeto a la ley de la
tencial persigue como mete que el hombre "se ponge a buenas
ni a la dinámica de los impulsos. Desde el momento en que nos
mismo", es decir, que llegue, por vez primera, hasta con base en el
en explicar dinámicamente la relación entre el "yo" y el
de su propio yo. Que '?1" o este "yo" sepa crear", las potencias de
r'ecrfamos necesariamente en un círculo vicioso. Y el propio Ireud
firerzas puestas al servicio del yo. En realidad, más aún que esto,
cn su empeño, desde el momento en que se pone e hablar de loi
principio, d priori, estas fuerzas están siempre, realmente, al
del "yo", es decir, a querer derivar dinámic¿mente la voluntad de
yo. (El "elio" es, si vale la frase, solamente el estado mayor,
lRpulnos, y era natural que fracasase, por la contradicción que va im-
el "yo" es el iefe que ha seleccionado en todo momento las meiores
en un concepto como este de los "instintos del yo'i El r¡yo" que
zas.) Por donde el yo es, como tal, de antemano, el encargado de
el "yo" de l¿ decisión existencial, se sustrae siempre, neceseria-
y toda impulsividad está ya modelada desde el yo, aunque sólo sea
tomo una categoría que es, ¿1 punto de vista dinámico-impulsivo
sentido negetivo, en el sentido de la ceida neurótica del yo en el ,,
dlndnlco-causal. Mientras e1 psicoanálisis siga empeñándose en con-
que implica siempre, como sabemos, el resultado de una
el "yo" de un modo dinámico-impulsivo, como algo, subvenciona-
yo, de ia renuncia a su libertad). De todo lo cual
-voluntaria-
prende que Ia relación entre el "yo" y el "ello", que se trata, en
ÉIcrÍdl ic¿mente por el "e11o", su teoúa del "yo" no nos dará ninguna
del "yo" sino a 1o sumo, de su quiebra y bancarrota, puesto
modo, de regula¡ es decir, aquel "ponerse a buenas,,a que nos
letncfuntes explicaciones no hacen, como hemos visto, más que fa-
referido, no necesita tener, en modo alguno, el carácter di un
le tendcncie del hombre neurótico a lo que llamamos la "abdica-
miso", de una "transacción", ya que el "yo" no tiene, para decirlo
modo, por qué hacer concesiones el "ello'i No cabe duda de que $lñ drl ytii Para eclarar lo que queremos decir recurriendo a una ima-
pulsos del "ello" poseen su propia dirrámica, pero el ..yo,,conserva !ñ, dllrrrr.,s que el concebir dinámicamente las relaciones entre el "yo"
frente a ellos su propia fuerza creadoru y su capacidad de plasr I El "ell,r" cs algo asi como el empeñarse en creer que el poder iudicial
la conserva, adernás, en todas y cualesquiera circunstancias, §flrhlr err cl poder musculer. Y quien se asombra de que el "yo" posea
ñalntr,lrte l¡ fucrza necesaria para dominar "impulsos" tán poderosos,
mente porque la posee a priori. Ahora bien, si nos preguntamos
..yo,, Ffl mxnkncr frente ¿ eilos la libertad (inherente a él desde el primer
("en virtud de qué título
iurídico") corresponde al esta
priori, sóLo se nos ocur¡e este respuesta: porque el ..yo,,, porque la ñsmettt¡r) ¡rrrrir adoptar una decisión final, podría ser comparado a quien

tencia en general, no se halla nunca suieta a ninguna clase de


ffirlrrru ¡u r*ombro ante el hecho de que, en la vista de un proceso, un
p* attr hrro y caduco pudiese condenar a un acusado fornido y atlético.
De aquí que el "eilo" no pueda nunca ni bajo ningún concepto hi
FFettt,,* hrrber rcfutado definitivamente, con esto, hasta qué punto
la competencia al "yo", ser adversario suyo de ningún modo, sino
PÉñrllluyr un intento fundementalmente falso y, ¿l mismo tiempo, uná
merúe su pdrtfler En la existencia, como tal, no hay nunca luchas,
*áñr§rrrkln sustancial de los principios (a favor de 1o psicológico y en
solamente decisiones. La eiecución existencial es siempre algo i
Fsálld (l(, lo (lxistcncial), todo intento de explicación del "yo" en un
neo, temporalmente puntual, algo que no edmite, por tanto,
t§t[lrr hrr¡ruhivo-dinámico-causal. Claro está que no todo 1o que pre-
140 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 14I

difiere de la de Strauss, pero reservamos el examen orgánicas de su enfermedad, se le prescribió una


llado para un capítulo especial. Nos limitaremos por clc opio, es decir, un tratamiento apoyado en los fac-
ra a poner de manifiesto, alaluz de diversos §omáticos. Un día la encontró su médico de cabece-
posibilidad de adoptar una posición libre, electiva, Én un estado de gran excitación, deshecha en llanto.
las enfermedades mentales. hrcve conversación con la enferma llevó al médico a
Una profesora inteligentísima hallábase en trata lusión de que la depresión, en aquel momento, no
to y hospitalizada, a causa de ciertas depresiones e en realidad nada de endógena, sino que se trataba de
nas que la asaltaban periódicamente. En vista de las dcpresión psicógena, en la que apaÍeciar^, por tanto,
senta las apariencias de "yo" es ¡ealmente "yo", del mismo modo
en §u conjunto, ciertos componentes psíquicos. Lo
es ¡ealmente "ello" lo que se presenta baio las apariencias de "e Én aquel momento hacía llorar a la enferma era, pre'
este sentido, sí hay que reconocer el perfecto derecho del su tendencia excesiva de llanto. La depresión
de la psicología individual; no cabe duda de que, en los casos de
fúlrr potenciado, por así decirlo. Al factor endógeno se
los impulsos o los instintos del hombre aparecen emueltos en un
un factor psicógeno adicional. La actual depre-
moral y pisan el terreno de la conciencia bajo un "disfraz si
como el psicoanálisis sostiene; en este sentido sí hay que darle la recaía sobre la depresión endógena originaria; veníe
del mismo modo quq, a la inversa, debemos reconocer que el yo¡ por tanto, una reacción al estado endógeno. A la üsta
Io señel¿, en efecto, la psicología individual, gusta con frecue l¡tc hecho de un desarre$lo temperamental reactivo,
esconderse detrás de ciertos impulsos aparentes (como ocu psico-
Prercribió una terapie adicional, un tratamiento
eiemplo, en los casos de an"angement). Podernos, incluso, dando un
ico a tono con los componentes psicógenos. Se
más, reconocer sin miedo que todo lo que el psicoanálisis nos
eiemplo, acerca de los sueños, tiene su fundamento y su vigencia
¡ó ir la enferma que ignorase, en lo posible, su estado
no es el "yo" quien sueña, sino que triiumt tnir-"a,lgo tsilvo y, sobre todo, que no se abandonara a le ten-
-"Es"
mí". En este sentido, no habría nada que oponer si e1 psicoa ll cavilar sobre su depresión, ya que eso la condu-
presentase como la teoría del inconsciente y el "ello', y la r0nrprensible pero iniustificadamente, a verlo todo
dividuai, e s! vez, como Ia teoría del preconsciente (o del "nosot
l, Sc le recomendó que dejase pasar la depresión,
del Man heideggeriano), considerando el análisis
-"se"-
en contraste, como la teoría del verdadero "yo", del yo consciente §ntu ttna nube que momentáneamente oculta el sol a

ponsable. Lo que ocurre es que, en este caso, el psicoanálisis tHert ru mirada, pero sin que por ello termine de existir,
renunciar de una vez por todas a su empeño de explicar eI "yo' de Bnqrrc nosotros no lo veamos; del mismo modo que si-
es decir, en su sentido ánterior de 1os impulsos que mueven al "yo'l la persona
sumiendo, podríamos decir: el psicoanálisis enfoca el "yo" como si
füett existiendo los valores humanos, eunque
el "ello" ("instintos del ego"); la psicología individual, por su parte,
ñ$ntctr(¡ineamente ofuscada por un estado de depresión
ca el "ello", como si fuese e1 "yo" (supuesta finalidad, carácter de §€ lor vcrr.
ment delos síntomas neu¡óticos); en cambio, el análisis existencial §lrr unbar$o, en el curso de este tratamiento psicote-
"e11o" 1o que es del "ello", deiando a1 "yo" 1o que en derecho le
Speril['o se puso de manifiesto el estado de penuria espi-
a saber: le libert¿d final del hombre, el verdadero señorío.
ñlucl cn que se hallaba la enferma; ella misma descubrió
I42 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL I)ELPSICOANALISISALANALISISEXISTENCIAL I43

su pretendida pobreza espiritual y la supuesta falta de para toda psicoterapia: "Si tomamos a los hombres
tido de su existencia, sobrecargada por el destino con y como son, sólo conseguiremos que sean peores; en
presiones recurrentes. En estas condiciones, lo indi si los tomamos tal y como debieran ser, haremos
eru dar un paso más allá del tratamiento ¡llos lo que pueden llegar a ser'.
en el sentido estricto de la palabra, para proceder por la En muchos casos de enfermedades mentales, como
de la logoterapia, tratando de hacer comprender a la se logra la posible libre actitud espiritual ante ellas
ferma hasta qué punto el hecho de los estados de ln h forma de una reconciliación con el destino que la
sión reincidentes como una fatalidad se presta prec representa. No pocas veces la lucha constante
te para mover a la persona que sigue siendo libre, lifructuosa contra esos estados "fatales" es 1o que con-
adoptar una actitud libre ante los procesos psíqui ul enfermo a una depresión acentuada, mientras que
seguir la única conducta adecuada, es decir, a dirigir rabe aceptar pacientemente los estados patológicos
modo responsable su üda a pesar de todas las di §se ve inevitablemente suieto puede ignorarlos con
rc
y todos los entorpecimientos interiores o, dicho en facilidad y está en mejores condiciones para so-
términos, a realizar lo que hemos llamado los a ellos.
actitud. con el tiempo, la paciente a que no§ referimos Unu paciente que venía sufriendo, desde hacía varios
acostumbrándose no sólo a ver ante sí, pese a sus os, agudísimas alucinaciones acústicas, que escu-
depresivos, una vida llena de problemas y tareas o creía escuchar constantemente voces esPantosas,
Ies, sino incluso a ver en aquellos estados de ñando con sarcásticas burlas todos sus actos y
una farea más: la de acabar con ellos como fuera y ; se le preguntó un día cómo, a pesar de eso,
sobreponerse a ellos a todo trance. riicmpre de tan buen humor y qué era lo que tenía
Gracias a este análisis existencial eso, y rlecir a aquellas voces. He aquí su respuesta: 'iSabéis
-pues
otra cosa, era el tratamiento-, pudo esta enferma, a que picnso de todo esto? Que es mejor, después de
sar de seguir expuesta a sus fases endógeno-depresi escuchar estas voces, por desagradables que sean,
incluso dentro de ellas, llevar una vida más no cstar sorda como una tapia". ¡Cuánto arte de vivir y
más plena de sentido que antes del tratamiento y esfuerzo (en el sentido de los valores de actitud)
podríamos decir que en mayor grado de lo que del rls de esta conducta de una persona sencilla ante el
sido caso de no haber llegado e enfermar ni, por t f;psnlosrl destino que supone ese etormentedor síntoma
necesitar de aquel tratamiento. Se explica, pues, que !ftlttlrol'rénico! Pero ¿acaso esta respuesta tan divertida
buen día escribiera a su médico para decirle: "Ha §ltto lrrlcligentísima de la paciente a que nos referimos no
usted de mí una persona". Todo esto nos trae de Sclet'nr, ¡l mismo tiempo, una gran libertad de espíritu
recuerdo aquella frase de Goethe que hemos citado &nt* ,r una enfermedad mental? No cabe duda de que sí.
de la que, según decíamos, se deduce la mejor de las Nlrr¡¡ún psiquiatra ignora cuánto puede variar
-con
I44 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)IlLPSICOANÁLISISALANÁLISISEXISTENCIAL I45

arreglo a las distintas actitudes del espíritu- la n, en modo alguno, de su libertad. Lejos de ello,
de las personas que sufren de enfermedades que pasar necesariamente, digámoslo así, por una
aunque se trate exactamente de la misma psicosis. dc libertad indiüdual, antes de poder manifestarse
paralíticos reaccionan con gran irritabilidad y lndividuo mismo y en su conducta. Por donde el hom-
tando odio hacia sus semejantes; otros, en cambio conscrva frente ¿l destino social un margen de libre po-
do la enfermedad exactamente la misma-, se de decisión, como lo conserva frente a su destino
amables, bondadosos y dejan en nosotros, incluso, o psicológico.
presión de ser gentes encantadoras. Conocemos PÉ¡nndo ahora a lo que llamamos la finalidad social, de-
guiente caso. En una de las barracas de un campo de referirnos al error en que la psicología indMdual,
centración había como dos docenas de reclusos, e todo, incurre en el campo de la psicoterapia: a la
de la fiebre llam¿da del tabardillo. Todos deliraban, concepción según la cual toda conductavaliosa
uno, que se esforzaba en sustraerse a los delirios hombre no es, en último resultado, sino una conducta
noche, permaneciendo despierto por un esfuerzo correcta. Este punto de vista según el cual
luntad; este enfermo se aprovechó de su excitación te es valioso lo que sirve o aprovecha a la comu-
y de su estado emocional, agudizado por la enfe rcsulta moralmente insostenible. Sólo puede con-
para reconstruir en el transcurso de dieciséis I É un empobrecimiento de los valores de la existencia
fiebre el manuscrito de una obra científic a todavia No resulta difícil demostrar que existen en el
ta, que las autoridades del campo de concentración r rlc los v¿lores reservas individuales, en el sentido
bían confiscado, estempando en medio de la nocho ?slo¡'trs cuya realización puede e incluso debe llevarse
oscuras unas cuantas palabras taquigráficas en unos Élhrr tnris allá de tode comunidad humana e indepen-
zos diminutos de papel, que le sirvieran de guión. §nrcntc de ella. En efecto, allí donde lo que se venti-
El individuo aparcce siempre ante nosotros Bt hr quc nosotros llamamos valores de üvencia, de
una trama social. Se halla sujeto, desde dos puntos ¡llvc, ni puede reclemar pare sí vigencia alguna la
ta, ala acción de la comunidad: de una parte, su vid¿ rlr. lo útil para la comunidad. La plenitud de valores
condicionada, en mayor o menor medida, por el hrlntlrrn al individuo, aun en su soledad, la vida artís-
mo social en su conjunto; de otra, se le educa si tr lu vida de la naturaleza, es, sustancialmente y por
mente con vistas a este organismo social. Podemog
¡rkr, independiente del hecho de que la comunidad
blar, por tanto, en este sentido, de la causalidad social; , err un caso concreto, beneficiarse de ella, cosa que,
.1"-,
actúa sobre el individuo y de su finalidad social. Il rlorriis, resulta difícilmente imaginable. Sin que de-
que a la causalidad social se refiere, habría que insisti
¡re lrlcr de viste que existen también, por otra parte,
vez más en que las llamadas leyes sociológicas no tetle tkr valores de los que llamamos de vivencia, reserva-
minan nunca totalmente al individuo y, por tanto, ll¡,r'cslri¿ y esencialmente, a la vivencia colectiva. Unas
146 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 147

veces, sobre una base amplie (la de la camaradería, la l¡tos últimos tiempos, a enriquecer las investigacione§
solidaridad, etc.); otras, sobre la base de una relaci en el terreno de la psicopatología de las masas.
tre dos seres solamente, como ocurre con la com
emorosa.
del campo de concentración
Después de examinar, como lo hemos hecho, el
social de la existencia humana en cuanto puede ser lol campos de concentración se deformaba la existen-
cebido como la base o la meta de la üda, debemos dcl hombre. Esta deformación adquiriría tales Propor-
la mirada hacia lo social como verdadero , que necesariamente cabe preguntarse §i quien se
decir, como algo más o menos inmutable e inin a observarla desde dentro, como un recluso m'ás de
ble, como algo que escapa a Ia voluntad humana y cempos, podía conservar, en realidad, la suficiente ob-
a combate. Tenemos que estudia¡ por tanto, lo en sus iuicios. Su capacidad para eniuiciarse a sí
gico como el tercero de los campos en que el y enjuiciar a los otros teníapor fuerza que resultar
fatal, sale al encuentro del hombre. En el ca afectada, en mayor o menor medida, tanto desde
guiente examinaremos los problemes que nos punto de vista psicológico como desde el punto de vis-
conformación de la vida profesional, el problema lnorill. Mientras que el observador de fuera conservaba
que podríamos llamar el debatirse activo del dl¡trrncia necesaria y apenas podía sentir lo que los de
el mundo social que le rodea; en este capítulo ro sentían, el que se veía "metido en el asunto" y ü-
mos el medio social, simplemente como un factor plcnamente en él carecía ya de la distancia convenien-
acción pesa, en ciertas y determinadas condiciones, pnrrr iuzgar. Dicho en otras palabras, el problema fun-
el indiüduo. t¿l estriba en que se debe admitir que la pauta que
Los últimos años nos han suministrado nplicarse a l¿ realidad de vida deformada est¿ba a su
materiales en torno a la psicología de este posible tlesfrgurada.
del hombre bajo la acción de las condiciones lrerc a estos reparos, referentes, por así decirlo, a la
Después que la primera Guerra Mundial había Cflllurr dcl conocimiento, una serie de especialistas, psi-
do la psicología del prisionero, en cuanto que las y psicoterapeutas, se han encargado de su-
ciones y experiencias psicopatológicas recogidas ñlnlst rrrnos el material correspondiente, tomado de su
campos de reclusión de prisioneros de guerra pFt¡rlt rrbservación y de la aiena,la suma de sus experien-
Íon trazar el cuadro patológico de la llamada enfe Sler y .lc sus vivencias, condensándolas en teorías de las
de las alambradas (barbed wire disease),la segunda tto htce falta descartar mucho con el veto de lo sub-
§U€
rra Mundial nos ha dado a conocer las
!illlv,,; .,', lo esencial, todas las teorías concuerdan bas-
Ia "guerra de nerr.ios". Pero también la vida de masas Bftle e ntre sí, lo que abona su obietividad.
campos de concentración es lo que más ha cont 'l'rcs fases cabe distinguir en las reacciones observa-
148 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)I]L PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I49

das en los individuos recluidos en campos de co ico consideran como una regresión al primitMs-
ción: la fase de su entrada en el campo, la de su l,os intereses del hombre se concentran en las nece-
vida en él y Ia que sigue a su licenciamiento o a su más elementales y rrrás apremiantes. Parece como si
ración. La primera se caructeríza por el llamado sus aspiraciones se condensaran en un solo punto:
entrada. Esta forma de reección a un medio no un día más, sobrevivir un día tras otro. Al anoche-
anormal, no presenta, psicológicamente, nada de cuando los reclusos eran empuiados de nuevo a las
de extraordinario. El recluso recién ingresado en el del campo, muertos de fatiga y agotados, tem-
po echa una raya debajo de su vida anterior. Se le de frío y hambrientos, casi arrastrándose por los
de cuanto lleva encima y de todas sus cosas, sin que cubiertos de nieve, baio el látigo de los "coman-
nada talvez de las gafas, cuando se le de traba¡o'l se escuchaba siempre, en todos los labios'
-fuera
conserv¿rlas- que sirva de vínculo externo entre ñl¡mo suspiro de alivio: "¡Al ñn hemos escapado a un
anterior y la que ahora comienza. Las impresiones ñrris!"
agolpan sobre él le conmueven profundamente o 'ltxlo lo que rebasa de los problemas actualísimos del
blevan hesta el máximo. Ante la arneneze constante rc lnstinto vital de la propia conservación, cuanto tra§-
pesa sobre su vida, alguno que otro se decide a " dc la salvación de la vida propia y la aiena-,
-la
por días y por horas, es considerado necesarie-
contra las alambradas" (cargadas con una
alta tensión) o a intentar suicidarse de otro modo. e como un lujo. Llega a carecer de todo valor. Y esta
Sin embargo, esta etapa va cediendo genera nt:ia creciente y cada vez más extensa de desvalori-
los pocos días o semanas de iniciarse la segunda fase, sc traduce en la frase más corriente, sin duda algu-
dejar paso a una profunda apatía. Esta apatía viene ¿ Dr snlrc cuantes se escuchaban en los campos de concen-
una especie de mecanismo con que el alma se hr:klrr: "Todo es una mierda". Los intereses superiores
protege a sí misma. Lo que antes, según los casos, lserlurr postergados durante la reclusión en el campo, ex-
movía o sublevaba al recluso, empujándolo a la Ept tt,rrrclo, evidentemente, los políticos condicionante§ y
ción o a la desesperación, lo que se veía obligado a digna de ser notada-, en ciertos casos, los intere-
=romr
torno suyo, o incluso a padecerlo con los demás, pr tcligiosos. Fuera de esto, el recluso va hundiéndose,
partir de ahora contra una especie de coraza Éulftlr¡rlmente, en una especie de sueño invernal.
que, poco a poco, va revistiéndolo. Trátase de un lil ¡rrimitivismo de la vida interior, en los campos de
no anímico de adaptación al medio peculiar en que éttllr'(' r1l r&ción, encuentra su expresión característica en
obligado a üvir; 1o que ocurre dentro de él sólo llega br ¡rrcños típicos de los reclusos. La mayoría de ellos
conciencia de un modo apagado. La vida afectiva va luéflrlrt con pan, con cigarrillos y con un buen baño ca-
cendiendo hasta un bajísimo nivel. Se produce lo llgnt., S. habla también, constantemente, de comida:
ciertos observadores situados en un punto de vista Étlitttkr los reclusos se reúnen en los "comandos de traba-
I5O DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAT DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 151

io", sin que esté cerca el centinela encarsado de dc toda la problemática psicológica de estos cambios de
se entretienen intercambiando recetas de cocina y o de predominio caracterológico, creemos que es
cribiéndose los unos a los otros los platos favoritos explicar de un modo más sencillo estos fenóme-
servirán cuando, después de la liberación, se inviten '*aparentes- de esquizoidismo.
mer. Los meiores de ellos ansían que llegue el día La gran mayoría de los reclusos padecía, de una par-
ya no sientan hambre, no pera poder comer bien, de mala alimentación; de otra, de insomnios o de falta
para que pase de unayez aquella denigrante si Un sueño reparador, como consecuencia de la plaga de
que no puede pensarse en otra cosa que en comer. que reinaba en los campos, al amparo del hacina-
La üda en el campo conduce, pues (con las to de gente. La mala alimentación hace a los hom-
nes señaladas), al primitivismo, y la subalime upáticos; lafaltacrónica de sueño,los hace irritables.
por su parte, hace que sea precisamente el instinto á estas dos circunstancias causales venían a sumarse
trición el que llega a predominar, convirtiéndose dos: la imposibilidad de recurrir a los dos alcaloides
centro en torno al cual giran los pensamientos y los ln civilización que, en la vida normal, tienden preci-
seos. Y a la subalimentación debe atribuirse también, c a mitigar, en unos casos la apatía y en otros la
bablemente, el que se advierta un sorprendente lidad: 1a cafeína y la nicotina. Las autoridades de
por todos los temas sexuales de conversación: en los eAmpos en efecto prohibían terminantemente el café
pos de concentración esc¿sean las obscenidades, y ¡l t¿tbaco.
co en los sueños de los reclusos se manifiesta el 'lixlos estos factores pueden ayudarnos a explica¡ sim-
sexual. te, cuáles eran las bases fisiológicas sobre las que
Esta interpreteción de las reacciones psíquicas saban los "cambios de carácter" de los reclusos.
vida de los campos de concentración, viendo en elle knr n cstas condiciones se une, además, un factor de or-
regresión a la estructura primitiva de lo instintivo, §en psfquico. La mayoría de los reclusos padecía, en efec-
la única que se ha dado de estos fenómenos. E. Uti t€, kr ,¡ue podríamos llamar ciertos complejos. Sentíanse
terpreta los cambios típicos de carácter que cree ltortuurtados por un complejo de inferioridad; casi to-
en los reclusos de los campos como un C{l¡ ellos habían sido "alguien' en la vida normal, y eran
del tipo de carácter ciclotímico al tipo esquizotímico. Éfálerk¡s ahora peor que un "don nadie". Una minoría api-
advertir que en la mayor parte de los reclusos no se ñlrla como una pandilla y representada, concretamente,
nifestaba solamente la apatia, sino también una gren pat los "capos" (nombre que se daba a los capataces, en-
tabilidad. Son éstos, en efecto, los dos estados Éár¡{uclos de vigilar el trabajo de los reclusos), creaba Io
§Ue hicn podríamos llamar un delirio de cesarismo en
que, combinados, corresponden perfectamente a las
diapsíquicas fundamentales del temperamento Hlnl[l ura; este grupo de hombres, formado además me-
mico, tal como 1o ha estudiado Kretschmer. dhnlr una selección caracterológica "negativa'; tenía en
152 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)EL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL L5!
sus manos un poder que desentonaba terriblemente quc en todos los casos en que se asumen las cualidades
falta de sentido de responsabilidad de las gentes en rológicas típicas del recluso, tal y como han que-
tión. En los choques inevitables que a cada paso dcstacadas, los reclusos sucumben a la acción de las
vocados por la vida de los campos- se producían del medio social plasmadoras del carácter porque
aquella mayoría de gentes desclasadas y esta mi illtcmeno sucumbieron en su actitud espiritual. No se
gentes arribistas, necesariamente tenía que estallar, perclido la libertad de adoptar una actitud ante la situ¿-
gando con ello a su apogeo, el estado de irri concreta, sino que hubo una entrega de ella, renun-
los reclusos, ya de suyo bastante exaltado por las a luchar.16 Por muchas y muy importantes que
indicadas. l¿s cosas que en las primeras horas de su ingreso
Pues bien, ¿qué indica todo esto sino que es el Él crrmpo le arrebataran al hombre, nadie podía despo-
el que se encarga de moldear el tipo de carácter? ¿N hasta exhalar el último aliento, de la libertad de com-
nemos aquí una clara confirmación de que el de tal o cudl nxodo dnte su destino. La posibilidad
puede sustraerse al destino del medio social en que Éonscrvar "tal o cual" actitud seguía, a pesar de todo,
Nuestra respuesta es clara y rotunda: no. Si fuese ntcniéndose en pie para é1. No cabe duda de que en
libertad interior sería una quimera. ¿Cómo hemos de Ios campos de concentración había gentes que sa-
cebir, entonces, la conducta del hombre? ¿De duminar, como fuese, su apatía y su estado de irrita-
considerarle, espiritualmente, como responsable de lo liran aquellos hombres admirables que
desde un punto de vista psíquico, le acaece, de lo -desen-
de sus propias personas hasta la abnegación y
este caso concreto, "hace" de él un campo de ldcrllicio de sí mismos- recorrían las barracas y las
ción? La respuesta, para nosotros, sólo puede ser dc los campos pronunciando aquí una palabra de
lncluso dentro de un mundo circundante ten est l«r y desprendiéndose allá del último bocado, para
tan confrnado como éste, pese a todas las res lllgürlo a un camarada.
sociales impuestas a su libertad personal, el hombre ,, 'ltlrl¡r [a sintomatología del campo de concentración,
siendo dueño, en última instancia, de su libertad paro ¡,n nuestras consideraciones anteriores nos hemos
tructurar la existencia, de un modo o de otro, autlo por explicar con base en su desarrollo aparen-
las condiciones en que vive. ltlr i¿rtal e ineluctable, partiendo de las causas físicas
Existen numerosos ejemplos
-muchos
de ellos Frfului('xs de que se deriva, se muestra, pues, ante nos-
roicos- de que, incluso en situaciones tan tre como algo susceptible de ser conformado por la ac-
como éstas, puede el hombre afirmar su personali ,1. los factores espirituales. También a la psicopa-
Eán
que no necesita someterse por completo a las leyes al rlcl campo de concentración es aplicable lo que en
§hrgl,r
recer absolutas de una deform¿ción psíquica por los . lñ l,t lil)cftad no se "tiene" "se tiene" algo que se puede
pos de concentración. Se ha demostrado, por eI -como
, sirro que 1a libertad "soy yo".
154 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 155

términos muy generales diremos en uno de los provisional". Esta caracterización necesita, a nuestro
posteriores con respecto a los síntomas neuróticos: ser completada de un modo esencial: en efecto,
son, en cada caso, no sólo und consecuencia de algo t forma de la existencia humana no sólo implicaba una
y expresión de algo psíquico, sino también un modo nalidad pura y simple, sino algo más tod¿vía:
existencia. Este aspecto es, además, el decisivo en provisionalidad "sin plazo". Antes de que los futuros
instancia. Los cambios de carácter del hombre rec entrasen en el campo, su estado de espíritu era,
en un campo de concentración son, asimismo, otras has veces, comparable solamente al del hombre frente
tas consecuencias de los cambios de estado fisiol tuÁs allá, de donde nadie regresa: de muchos campos,
(del h¿mbre, el insomnio, etc.) y expresión de había retornado tampoco todavía, ni habían tras-
psicológicos (del sentimiento de inferioridad, etc.); siquiera a la publicidad ninguna clase de noticias
son, en último extremo y sustancialmente, algo más: lnformaciones. Una vez dentro terminaba esta incer-
actitud espiritual. El hombre conserva, en todo caso y (en cuanto a las condiciones reinantes en él),
difíciles que las condiciones sean, la libertad y la cra para dejar paso a otra incertidumbre: a la incer-
dad de optar por o contra la influencia del medio en mbre en cu¿nto al fin. Ninguno de los reclusos sabía
vive. Esta libertad y esta posibilidad están siempre potlla saber cuánto tiempo pasaría allí. Los innumera-
alcance, aunque en general raravez haga uso de ellas. rumores que, día a dia y hora tras hora, circulaban
tán también, de un modo o de otro, al alcance del las masas humanas hacinadas, pintando siempre la
en quien el medio social del campo de concentración "término", traían consigo des-
t€frpcctiva inmediata del
prime una impronta psíquica y que, por difícil y pe lñgnñ<rs cadavez más amargos, y e veces definitivos. La
que ello resulte, puede siempre apelar a sus propias §rrrt idumbre en cuanto al término de la reclusión sus-
y a su responsabilidad para sustraerse a estas influe Éltn en cl recluso el sentimiento de una reclusión prác-
Ahora bien, si nos preguntamos cuáles eran las tlennrcnte ilimitada, por no ser delimitable. Y hace que
que movían a estos hombres a dejarse arrastrar pof ftye f'rrrmándose en é1, con el tiempo, la sensación de ser
influencias somático-psíquicas del medio, a lf€tur rrl mundo que sigue viviendo fuera de las alambra-
ellas sin luchar, tendremos que decir: se entregaban &ri vlstos a trevés de las alambradas, los hombres y las
que y cuando perdían su punto de apoyo espiritual. €6trñ que se hallan al otro lado se le antoian como si no
gámonos un poco a desarrollar esta afirmación. ñle¡en de este mundo; mejor dicho, como si no fuese de
Yeutitz caracterizó el tipo de existencia de los Étls rrrundo é1, como si se hubiese "perdido" para el mundo
dos en los campos de concentración como una " d€ k»¡ vivos. El mundo de los hombres libres se Presenta a
17
Lo decisivo es siempre el hombre. Pero, ¿qué es el hombre? El Itl llrlri¡da como 1o vería un muerto que 1o contemplase
que siempre decide. ¿Y qué decide? Lo que habrá de ser en el {emlr. cl más allá: como algo irreal e inasequible, como un
siguiente. ñltttulo cspectral.
156 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)IlLPSICOANÁLISISALANÁLISIS EXISTENCIAL 157

La falta de término que caracteriza la existencia l,rr palabra latina finis tiene mismo que nuestra
tro de un cempo de concentración lleva al recluso a "fin"- dos acepciones: la-1o
de término y la de meta.
rimentar que su vida carece de futuro. Uno de gl momento en que al hombre no le es posible prever
infelices que desfilaban en interminables columnas término de una interinidad en el curso de su vida, no
el campo de concentración a que iban destinados trazarse tampoco ninguna mete, ni proponerse nin-
con frase muy significativa, que tenía la sensaci misión; la vida pierde forzosamente, a sus ojos, todo
marchar detrás de su propio cadáver. Expresaba, con , toda significación. Por el contrario, cuando la
el sentimiento de que su vida carecía de mañana, de se dirige al"frn", a una meta proyectada en el ho-
era solamente aye¡ pasado, una vida ya concluida, tc, el hombre puede hacerse fuerte en aquel punto
la de un muerto. La vida de estos "cadáveres vivi afroyo espiritual de que tanto necesitaban los reclui-
torna en una existencia predominantemente ret §n los campos, pues es el único capaz de librar al hom-
va. Sus pensamientos sirari siempre, de capitular ante los poderes del medio social que
torno a los detalles de su existencia pretérita; los n carácter y forman el tipo caracterológico, li-
mios pormenores de lo cotidiano emergen, en , con ello, de sucumbir. Sabemos, por ejemplo,
estas sombras, transfigurados por la luz de lo un rccluso se esforzaba, con certero instinto, en so-
El hombre no puede llevar lo que merece llamarse a las más duras y difíciles situaciones del
existencia, sin un punto fijo en el horizonte del r imaginándose que estaba siempre en su cátedre,
Es el que da forma a su presente, el cual se co un numeroso auditorio, hablándole precisamente de
sobre él como las limaduras de hierro sobre el polo ro,!¡ls que iba viviendo. Gracias a este truco lograba
nético. El tiempo interior, el tiempo vivencial se qud.ddm sub specie aeternitdtis, y ello Ie ayudaba a
por el contrario, de su estructura cuando el hombre I rl ¡r rlas.
de "su porvenir'l La vida se convierte, así, en un lil ht¡ndimiento psíquico por falta de un punto de apo-
presentista, a la manera que Thomas Mann nos er¡riritual, aquel entregarse totalmente a una apatía
en su Montaña ruágica, cuando nos pinta la vida cr¿ un fenómeno tan conocido como temido entre
tuberculosos incurables, que no conoce tampoco Bdrlr krs reclusos de los campos y constituía, con fre-
no ni ñn. O bien se llena de aquel sentimiento, vital,
ɧeltlln, un proceso tan rápido, que en pocos días podía
ior dicho, de aquel sentimiento de vacío y de falta de Éllhrlrrcir y conducía a muchos a la catástrofe. Llegaba un
tido de la existencia que conocen tantos obreros en ñlilrrrrto en que estos reclusos se quedaban quietos en
forzoso, en quienes se desintegra también la fs ¡llkr, cn la barraca, negándose a acudir a la lista o a
de la üvencia temporal, según han demostrado las
§Fu¡ul stt puesto en los "comandos detrabajo",y, sin preo-
riencias psicológicas hechas en serie sobre mineros
§§parre cn lo más mínimo de que los cargasen de cade-
trabaio. rlejrrban de acudir a los cuartos de aseo, y ninguna
158 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
I)EL PSICOANALISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL T''
amenaza, ningún rezonamiento, eran capaces
de ia, por ejemplo, de un desengaño cualquiera, de le
de su apatía; nada les intimidaba ya, ni ios más
ración de ciertas esperanzas. De aquí que podamos
castigos: eran seres embotados e indiferentes
a r, sin miedo a equivocarnos y con toda seriedad cli
les daba igual. Quienes caían en este estado
de que el desengaño sufrido por aquel infelia al conven-
mo
-sin levantarse de su yacija ni siquiera para ha
necesidades- se jugaban la vida, ,roiólo desde el
dc que la voz escuchada en sueños le había engañado
ru profecía, determinó el brusco derrumbamiento de
de vista disciplinario, sino desde el punto
de üsta fucrzas defensivas de su organismo, poniendo a éste en
tamente vital.
de recibir la infección incubada.
Esto que decimos revelábase claramente, sobre
Nucstro modo de concebir y exponer este caso se ha-
en aquellos casos en que Ia sensación de lo ,,i
se apoderaba súbitamente del recluso. He
ln consonancia con una observación hecha en grandes
aquí un iones, acerca de la cual nos ha informado un mé-
plo. Un día, uno de ellos contó a sus compañáros
de dc los campos. Los reclusos en que ejercía su minis-
po que había tenido un extraño sueño: áscuchó
habíanse entregado, casi todos ellos, a Ia esperanza
que le hablaba-y le preguntaba qué era lo que
quc pasarían en sus casas la Naüdad de ry44. Pero
pues podía profetizarle el porvenir. Le contesió
así: las esperadas fiestas y las noticias de los periódi-
siera saber cuándo terminará para mí esta segunda
¡ dlstaban mucho de ser favorables. Pues bien, en la
mundial". Lavozle dijo, en sueños, lo siguieite: ,,Ei
siguiente a la Navided de aquel año prodújose en
marzo de ry45". Ocurría en los primeros días
dei enmpo a que nos referimos una mortalidad en masa
de marm. El recluso üvía, por aquel entonces, llen
vista hasta entonces y que no podía tampoco expli-
esperanza y de buen humor. pero Ia fecha
anunciade: por causas tales como el cambio de las condiciones
acercándose, y cada díaque pasaba limitaba más y
posibilidades de que la"voz,, tuviese razón. ya ItElorfóricas, el empeoramiento de las condiciones de tra-
en, [fo o la manifestación de tales o cuales enfermedades de
de frnalizar el plazo marcado, nuestro hombre
sen llpo lnfcccioso.
cada vez más abatido. El z9 de marzo fue
traslade<
lazareto, con fiebre muy alta y en estado
delirante. EI Nl lrbc duda de que cualquier intento de aplicar en los
de marzo, fecha tan decisiva para él_el día en que
esl llllrltos de concentración algún método de psicoterapia
raba que terminasen "para éi,todos aquellos
suf: tt dr higiene mental sólo podía aspirar a tener éxito, en
tos-, perdió la concienci¿. Al siguienle estab¿ I
Murió de la freb¡e de tabardillo. ya hemos explicado ñttyol o menor medida, a condición de que se orientase
el estado de inmunidad del organismo depenie
,
hrllu cl factor verdaderamente decisivo, es decir, hacia
de la lqucl punto de apoyo espiritual en una meta proyectada
tuación afectiva del indiüduo por tanto, de cosas
¡ ftllrre cl porvenir, hacia la necesidad de una üda sab specie
el deseo de vivir o el cansanci,o de la vid¿, como (
,ffillrr, dcsde el ángulo üsual del futuro. En la "práctica",

L
160 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)t.]LPSICOANÁLISISALANÁLISISEXISTENCIAL 161

no era tan difícil, con frecuencia, enderezar a barracas, muertos de cansancio, entre las sombras
otro recluso, ayudándole e orienterse hacia el €uc se hacinaban los prisioneros, improvisaba alocu-
una conversación común con dos de ellos, cuya psicoterapéuticas que daban casi siempre en el blan-
ración había ido agravándose hasta conducirlos a tyudaban a más de uno a encontrar la voluntad y el
del suicidio, se descubrió el siguiente interesante nccesarios para seguir viviendo.
ambos se hallaban dominados por el sentimiento
"ya nada tenían que esperar de la üda". Tratábase, n el recluso liberado del campo requiere ciertos
al"udarles a efectuar aquel viraje copernicano de psíquicos. La liberación,7e súbita salida que des-
mos hablado, es decir, de ayudarles a comprender dc pronto al hombre de la presión psíquica, rcpre-
se trataba, en rigo¡ de pre$untarse por el sentido -*desde el punto de vista psicológico- un peligro
vida, sino de algo muy distinto: de contestar a las p ntc. La emenaza que en el plano caracterológico en-
tas, a los problemas por ella planteados, de asumir csto representa, simplemente, la contrapartida
ponsabilidad ante ella. I en efecto, hubo de de de la enferunedad que se conoce con el nombre de
no mucho tardar, que allá de lo que ambos de Caisson".
-más
sos tenían que esperar de la vida- le esperaban en l,legamos, con ello, ala tercera fase que hemos seña-
los dos, misiones, tarees muy concretas. Uno había en cste bosquejo de psicología del hombre recluido
cado una serie de libros de geografía, sin haber el errmpo de concentración. Por lo que se refiere a su
dar cima a la obra; el otro, por su perte, tenía en el t'ln, podemos decir, en pocas palabras, lo siguien-
jero una hija que 1o adoraba. A uno le aguardaba une Al principio, todo le parece un hermoso sueño; no se
al otro un ser humano, pendientes de ellos y de su rr creer en lo que ve; recuerda a cada paso las des-
Ambos podían y debían, por tanto, hacerse rncs ten amargas que le han causado otros sueños
aquella unicidad e insustituibilidad capaz de i Ét'lr)rcs. ¡Tantas veces h¿ soñ¿do en su liberación, en
vida, pese a todos sus sufrimientos, un sentido Well¡r al hogar, en qve abrazaba a su mujer y estrecha-
cional. La vida del uno ere tan insustituible pára su ln tnnno de sus amigos, en que se sentaba a Ia mesa,
científica como la del otro para el amor de la hija fr rostros leales, contando todo lo vivido y todo lo
aguardaba.
ñfflrlo; con cuánta fuerza habia esperado largamente
En ocasiones , cabíe también aplicar en los c lnstante y cuántas veces 1o h¿bí¿ visto en sueños,
concentración, aunque en modestas proporciones, n quc por fin se convertía en realidadl En medio de
"psicoterapia de masas". Sabemos, por ejemplo, de un
üUpllus cnsoñaciones, resonaban en su oído los tres piti-
cialista en enfermedades nerviosas educado en los
§r llrrrn,indolo a levantarse antes de amanecer para ir a
dos psicoterapeúticos, recluido en un campo de
§ftnur*., arrancándole brutalmente del sueño que le pin-
ción y que muchas tardes, cuando los compañeros nlg¿ñosemente la libertad, para luego dejarle burla-
162 DELPSICOANÁLISISALANÁLISISEXISTENCIAI, DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 16)

do. Pero, no importa; ya llegaría el dí¿ en que todo concreto de la hor¿ y en el llamado personal de cada
se cumpliese, en que fuese verdad. iduo. Las posibilidades que se le abren a cada hombre
El recluso, libre, no cree en la realidad de lo por sí y exclusivemente a é7y para é1, son posibilidades
rodea; sigue sintiéndose dominado por un senti específicas como las que brinda cada situación histó-
de despersonalización. No acierta a alegrarse; a goze1 concreta, que sólo se presenta vna vez en la vida. De
que aprender de nuevo a vivir y a disfrutar; necesite modo, los diferentes valores se funden y confunden
de nuevo el aprendizaje de la üda. Los primeros lu misión precisa de cada individuo, lo que les da ese
libertad se le antoja un bello sueño; de pronto, un :ter único que hace que el hombre se sienta ll¿mado
hecho tantos progresos que ya el pasado le nte a cumplirla. Mientras el indiüduo no se
pesadilla. Ni él mismo llega a comprender cómo cucnte del carácter especíñco de su propia existencia,
brevivir a su reclusión. Se siente, ahora, dominado se vive una vezy deun modo único, no estará en con-
deliciosa sensación de que, después de cuanto ha de vivir la realización de lo que constituye la mi-
sufrido, no necesita ya temer a nada en el mundo, propia de su vida como algo que verdaderamente le
vez, de su Dios. Y son muchos los que en los l¡¡rr y de lo que no puede desembarazarse.
concentración aprendieron a creer de nuevo en É1. Al tratar del problema del sentido de la üda distin§ui-
For en términos muy generales tres posibles categorías
2) El sentido del dolor & vclores. Hablamos de valores de creación, de valores de
Swncia y de valores de actitud. La primera categoría se
Hemos definido el ser del hombre como conc ÉÉllzn por medio de actos, la segunda mediante la acogida
responsabilidad. Esta responsabilidad es, siempre pillvrr del universo (la naturaleza, elarte) por el yo. Por su
cada momento, la responsabilidad en cuanto a la pt'le, los valores que llamamos de ectitud se realizan siem-
ción de ciertos valores. Y ya hemos dicho que no se pl+ r¡uc admitimos como tal algo que consideramos irre-
simplemente de los valores "eternos", de validez Bl¡lblc, fatal como el destino. Con arreglo al modo como
sal, sino también de los valores que se dan solamente €Btln urro lo acepta se abre ¿nte nosotros una muchedum-
vez, de los valores pasajeros, que Scheler llama bfr ltrnrcnsa de posibilidades de valor. Lo cual quiere decir
de situación'. Las posibilidades de realización de los creando y
Q$e ld úd.a del hontbre no se colma solamente
res cobran, de este modo, un sello concreto. Pero sino también sufriendo.
{wdndo,
valores no se reñeren solamente a la situación, sino g lintos pensamientos no están, desde luego, al alcance
tán vinculados, además, a la persona. De tal modo dG rrrrrlquier ética trivial orientada hacia el éxito. Sin em-
cambian de una persona a otra y de una hore a fulgo, basta con que recapacitemos acerca de nuestros
exigencia de realización, irradiando del mundo de
fsh.krs cotidianos, genuinos, sobre el valor y la dignidad
lores a la vida de los hombres, se torna, así, en el i
C€ h existencia humana, para que inmediatamente se abra
164 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 165

ante nosotros aquella profundidad de vivencia en juntos? ¿No sería más cierto que incluso damos
cosas conservan su sentido más allá del éxito o del §upuesto este riesgo cuando ensalzamos como un acto
so, independientemente de todo lo que sea resultl moral ese modo de obrar de quien se lanza al
efecto. Este reino d.e las realizaciones interiores, pese cn tales condiciones? No cabe duda de que sabemos
dos los fracasos externos, sólo es asequible a de un modo incomparablemente alto el sentido de
través de Ia visión que suele transmitirnos el arte., y e[ valor moral del hombre que lucha en veno, pero
comprenderlo no tenemos más que recordar relatog amente y que, al morir de un modo heroico, por
el estilo de la historia d,e La muerte de lytín lllich, de mismo no muere en vano.
Tolstoi. El autor pinta en esta narración la existencia La faka de éxito no signifi.ca falta de sentido. Lo vemos
guese de un hombre que sólo momentos antes de su mente cuando consideramos el propio pasado en lo
te inesperada se da cuenta de todo el abismo de
lue sc reñere, por ejemplo, a las experiencias amorosas.
sentido que ante ella se abre. Inspirado por esta Frt¡untémonos honradamente si estaríamos dispuestos a
visión de lafalta de sentido de su vida, se agiganta, en luprimir de nuestra vida las experiencias desventuradas
últimas horas, por encima de sí mismo, cobra una qr !il mflteria amorosa, a borrar de ella las vivencias doloro-
dezainterior que da, refrospectivamente, un sentid; fir rl desdichadas, y nos contestaremos, sin ningún género
no y hermoso a su existencia pasada, pese a su de duda, que no. La plenitud de dolor no signifi.có, ni mu-
esterilidad. Y es que la üda puede adquirir su €ho mcnos, el vacío de la ¡tida. Por el contrario, el hombre
postrero no sólo por la muerte la vida del Flcdura en el dolor y crece en él; y estas experiencias des-
roe-, sino también en la muerte-comomisma. Dicho en §rucindas le dan más de lo que habrían podido darle mu-
palabras, no es el sacrificio de la propia vida lo que Fhor éxitos amorosos.
ésta un sentido, sino que la vida puede llegar a su lin general, el hombre tiende a ex¿gerar el aspecto po-
incluso en su propio fracaso. tltlvo o negativo que el tono afectivo agradable o doloroso
Hasta qué punto es insostenible una ética basada lmprime a sus experiencias. La importancia que atribuye a
éxito lo vemos alaluz del problema moral del sac értr prcdominio suscita en él sus quejas injustificadas con-
Pierde todo sentido moral desde el momento en qu€ ll'l cl destino. Ya hemos dicho en cuántos sentidos puede
"rentab\e", es decir, cuando se hace calculando racion¡ lfirnr¿rse que el hombre "no üve para el placer". Y hemos
meticulosamente el éxito que con él tratamos de Il¡to también cómo no es, en ntodo alguno, el placer lo que
guir. Real y verdaderamente nos sacrificamos cuando pwda dar sentido a la úda del hombre. Pues bien, si es así,
rremos el riesgo de sacrificarnos en balde. llrg,rrcmos, lógicamente, a Ia conclusión de que tampoco
¿Acaso se
ocurriría a nadie que obra con menos moral, o incluso h tusencia de placer es cd,paz de pritar ala vida de sentido.
un modo inmoral, quien se lanza al agua para sa l)e nuevo nos encontramos con que el arte nos indica,
otro, si ambos, la víctima y quien se propone salvarla, ttreior que nada, que son las üdas sencillas, directas y sin
166 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 167

preiuicios las que saben ver certeramente la reali


lsr en su vida que no le da derecho a desesperar de sí mis-
las cosas, Baste pensar, para comprenderlo, cuán
ñt§. En efecto mal podría erigirse en su propio juez si no
rente es en cuanto al contenido artístico de una
P€¡cyera de antemano la dignidad necesaria para iluzge ,
que este compuesta en tono mayor o en tono menor,
h dlgnidaa del hombre que se percata de 1o que debiera
tre las obras de música inmortales no se cuentan [F, como pauta para enjuiciar lo que de hecho es.18 El
mente, como indicamos antes, las sinfonías
lufrlmiento crea, pues, en el hombre una tensión fecunda
sino también las "patéticas".
I h*rta nos atreveríamos a decir que revolucionaria, ha-
Éléndole sentir como tal lo que no debe ser. A medida que
Hemos dicho que el hombre realizaen sus obr¿s los
ts ldentifica, por así decirlo, con la realidad dada, elimina
res creadores, en su modo de üvir los valores
L dl¡tancia que le separa de ella y, con la distancia, aquella
y en el sufrimiento los valores de actitud ante la fteunda tensión entre el ser y el deber ser.
Pero es que, además, el sufrimiento tiene, de por sl, §c revela así en las emociones del hombre une pro-
sentido inmanente. Es el lenguaje quien, de un modo
It¡ndu sabiduría situada por encima de todo lo racional y
radójico, nos lleva a encontrar este sentido: sufrimos con lo que racional-
Qse lncluso se halla en contradicción
algo, decimos, porque no podemos "sufrirlo", porqu€
Hente puede considerarse útil. Fijémonos, por ejemplo,
podemos soportarlo; es decir, porque no admitimos
Éñ los efectos del duelo o el arrepentimiento: juzgados
existencia, porque no reconocemos su verdad. EI un punto de üsta utilitario, ambos tendrían que
dɡdc
se del hombre con lo que el destino pone ante él "sano sentido co-
Flre(:ernos carentes de sentido. Pera el
misión más alta y la verdadera finalidad del sufri Etln" cl llorar lo irreparablemente perdido es algo tan in-
Cuando padecemos una cosa, le volvemos interi
§tll y tan absurdo como el arrepentirse de culpas que ye
la espalda, ponemos cierta distancia entre nuestra
no es posible cancelar. Sin embargo, en l¿ historia inte-
na y la cosa de que se trata. Mientras sufrimos por un
flor dcl hombre ambas emociones, la del duelo y la del
do de cosas que no debiera ser, nos hallamos bajo la te
lrrcpcntimiento, tienen su sentido. Cuando lloramos a
existente entre lo que de hecho es y lo que nosotros lln ücr a quien amábamos y que hemos perdido es como
que debe ser.
rr Mientras que el sentimiento de inferioridad,para la psicologla
Lo decimos también, ya lo hemos visto, con
lnrllvlrlual, represente siempre un sÍntoma neurótico, para el análisis
al hombre desesperado consigo mismo: precisa €llrl¡ncial puede constituir, en ciertas y determinadas circunstancias,
hecho de su desesperación hace que no te:ngayarazón llld dportación moral, no tambien, ni a pesar, sino sobre todo en aque-
ser, puesto que solamente por ello valora la propia llrlr ,',rsos en que responde a una deficiencia reai de carácter ético, Alll
dad con la pauta de un ideal, la mide por él; la circur tlrtlrlc cl hombre se siente inferior a la vista de un valor
-siempre
lttor'rl t¡uc se cierne más o menos claramente ante é1-, lo iustifica y
cia de que esta persona entrevea simplemente los valr
Ir ulvl moralmente, de un modo o de otro, esta su apreciación valo-
(aunque éstos queden irrealizados) implica un cierto
trl lvir.
168 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 169

si, en cierto modo, ese ser siguiese viyiendo en fundo. El hastío es un mefixento constante. ¿Qué con-
y el arrepentimiento del culpable hace, por decirlé al hastío? La ociosidad. Pero la actividad no tiene
que éste resucite liberado del peso de su culpa. El fin librarnos del hastío, sino que éste existe para que
de nuestro amor o de duelo, perdido objetivamente de la pasividad y sepamos comprender el senti-
plano del tiempo empírico, sigue viviendo subjeti clc nuestra vida. La lucha por la vida nos mantiene en
en el plano del tiempo interior: nuestro duelo se sión", ya que su sentido se halla inseparablemente
de mantenerlo presente y vivo. Por su parte, el ldo a la necesidad de cumplir las tareas que nos están
miento puede, como Scheler ha pu)esto de mani teadas; por tanto, esta "tensión' difiere sustancial-
borrar una culpa: no es que la culpa deje de pesar tc de la que apetecen el sensacionalismo neurótico o
quien ha incurrido en ella; lo que ocurre es que el c{ excitabilidad histérica.
ble desaparece, en cierto modo, por obra de su rery 'lbmbién el sentido de la "miseria" o indigencia reside
miento moral. i una especie de memento. Ya en el plano puramente
Esta posibilidad de convertir lo ya acaecido en lógico sabemos que el dolor cumple las funciones de
fecundo paralahistoria interior del hombre no se rviso y una advertencia llenos de sentido. Análogas
mucho menos, en contradicción con su ones desempeña en el campo anímico-espiritual. El
sino que, por el contrario, forma una unidad n'riento tiende a salvaguardar al hombre de caer en la
sentirse culpable presupone, en efecto, responsabil fr, en Ia rigidez mortal del alma. Mientras sufrimo§,
Ia responsabilidad del hombre se manifiesta también aún, el hombre, como hemos dicho,
islmlrnece viva; más
el hecho de no poder revocer ninguno de los pasos
átrc. y madura en el sufrimiento, el dolor le templa, le
en la vida; todas las decisiones, urravez tomadas, htce rnás rico y más poderoso.
grandes como las pequeñas, son irrevocables y I lcmos visto que el arrepentimiento tiene el sentido y
vas. Nada de cuanto el hombre hace o deja de hacer
€l ¡lrdcr de cancelar (en lo moral) los actos exteriores en
volatilizarse. Sin embargo, solamente quien sólo
lá hlntoria interior del hombre. El duelo, por su parte, Po-
perficialmente en ello encontrará una contr Ge cl sentido y lafuerza de hacer que siga existiendo, en
la posibilidad que el hombre tiene siempre de Élerlo modo, lo que ha defado de existir. Ambos senti-
interiormente de un hecho ya consumado, ñilentr¡s, el de arrepentimiento y el de duelo, corrigen,
acto de arrepentimiento, cancelando en cierto cn cierta medida, el pasado. Resuelven, con ello, un
Fur.{,
externo con ese otro ecto interior, en el plano morel, pfirhlcrna, al contrario del aturdimiento o Ia distracción:
piritual. Él horlrbre que trata de aturdirse o distraerse, cuando su-
Como es sabido, Schopenhauer sostiene a fu rrlguna desgracia, no soluciona ninguna cuestión, no
te que la vida del hombre oscila entre la miseria I bol'ru *ur desgracias, lo que borra es, simplemente, una de
el hastío. En realidad, ambas cosas encierran un br r',,nsecuencias de la desgracia: el estado afectivo que
I7O DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 17I
produce en quien la padece. Aquel que ante el gol especie de narcótico espiritual. Y, del mismo modo
infortunio se aturde o trata de distraerse, "no lrt anestesia quirurgica puede conducir a una muer-
nada".Trata de huir de la realidad. Va a refugiarse, RArcótica, la anestesia espiritual puede acarrear la muerte
en la embriaguez. Comete, con ello, un error . A
fiterza de reprimir constantemente las reac-
y hasta psicologista: al creer que, con el acto emotiyo emotivas, tan plenas de sentido propio, para evitar
se silenció, por así decirlo, por medio del aturdimi ftnsación de dolor o de pena que llevan apareiadas, aca-
rra también del mundo el objeto misrno de la emoción, cmbotándose en el hombre la vid¿ afectiva.
si lo que se arrincona en la ignorancia desapa Cuán profundamente arraigado se h¿lla el sentido de lo
ello, de la realidad. Ni el acto de mirar a una cosa ds ivo nos lo revela el siguiente hecho. Hay melanco-
al objeto, ni el apartar la vista de él lo hace en las que no ocupa un primer plano sintomatológico
tampoco el hecho de reprimir una emoción de duelo lfecto de latristeza (como ocurre generalmente) sino,
la la realidad deplorada. De aquí que la sana sens el contrario, los pacientes se queian precisamente de
del doliente se rebele también, en muchos casos, lncapacidad para sentirse tristes, para llorar, acusán-
la tentación de tomar, por ejemplo, hipnóticos, de su frialdad como si estuviesen interiormente
"pasarse la noche en claro, llorando"; en estos : nos referimos a los casos de la llamada rneldn-
gente suele oponerse a la banel prescripción de los dndesthetica. Quien ha tretado estos casos sabe
dios diciendo, con muy buen sentido, que el que apenas puede concebirse mayor desesperación
quien se llora no resucitará por el hecho de que los h que esas persones sienten por el hecho de no poder
lientes duerman mejor. La muerte paradigma r lo que es Ia pena. Pues bien, tal paradoja viene a
ineluctable y lo irreversible- no-este
se borrará, por fufiwtrar, und vez mtís, hasta qué punto el principio del
simplemente porque se la empuje al rincón de lo
¡lalrr rs, purd y simplemente, uttd construcción d.el psico-
ciente; tempoco por el hecho de que quien la I lñdlisis, un artefdcto psicológico y no una realidad fenome-
sabiendo sobreponerse a su dolor, vaya a refugiarse l*lhl¡¡lca; la emocional logique du coeur hace que el hom-
inconsciencia absoluta, en la inconsciencia y la i be tlcnda siempre, en realidad, ya sienta una emoción de
sabilidad de su propia muerte. llegrfrr o de pena, a mantenerse en todo caso anímica-
La embriaguez alfrn y al cabo, si se la compara §ietttc "activo", a no caer enle apatia. El hecho dPdrente'
simple aturdimiento, es algo positivo. Su caracte §entr paradójico de que quien padece de melancolía anes'
esencial consiste en desviar al hombre del mundo fulrt su.fia por su incapacidad. de sufrir no es, efl realidad,
vo del ser situándolo en un lecho de apariencias. El ilno una paradoja psicopatológicd, pdrd. cuya solución nos
dimiento, en cambio, lleva al hombre solamente a i
ff1rr'r /a clave el andlisis existencial. Es, en efecto, elaná-
su desventura, a una "dicha" en el sentido negativo
lilh rlc l,r existencia el que nos descubre el sentido del su-
penhaueriano, a un estado de nirvana. El aturdi ftltttlrrrto, el que nos revela que el dolor y la pena forman
172 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
I)EL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL L7)

parte, con pleno sentido, de la vida, del mismo


llama "innoble", es decir, que no es fatal sino algo que
la indigencia, el destino y la muerte. No es posible
evitarse o que (una vez producido) debe imputarse
rarles de la vida sin destruir su sentido mismo.
h eulpa del hombre.le
amputar la miseria y la muerte, el destino y el sufri
J)e un modo o de otro, tode situación nos brinda la
to, vale tanto como pretender quitarle a la vida su
ilidad de :una realización de valores, ya se trate de
propia y específica. Son precisamente los golpes det
de creación o de simples valores de actitud. "No
no, descargados sobre la vida en laforja ardiente del
en la vida ninguna situación que el hombre no pueda
miento, los que le dan suforma y su estructura propi
r haciendo algo o aguantando" (Goethe). Y aun
íemos afirmar, en rigor, si quisiéramos, que el pade-
Por tanto, el destino que el hombre padece tiene
rcpresenta ya un "hacer"; siempre y cuando se trate
sentido, en primer lugar, el de conformarlo
un verdadero padece¡ de aguantar un destino que no
posible-, y, en segundo, el de ser soportado
!üeda hacerse cambiar mediante la acción o evitarse por
cesario-; sin que debamos perder de vista que-siel
"pasivo", el simple padecer, posee, además, el sen I omisión; únicamente en estos casos de "auténtico" pa-
dlccr puede hablarse de una aportación del hombre; úni-
manente de todo sufrimiento. No debemos
élmcnte este padecer inevitable es un padecer pleno de
vidar, por otra parte, que el hombre tiene que
Fntido. El carácter moral de aportación del verdadero pa-
siempre en guardia ante la tentación de deponer
dtcer no escapa tampoco al sencillo sentir del hombre
siado pronto las armas, de reconocer demasiado
ÉBrricnte, en la vida diaria. También él alcanza a com-
una realidad como algo fatal e ineluctable, de
pEndcr, por ejemplo, el siguiente sucedido. Hace mu-
Io que sólo en su imaginación adquiere la fiterza
€hos ¿ños, al distribuirse los premios por los actos más
ble del destino. Sólo cuando se cierre ante él la ú ñerltorios entre los boy scouts ingleses, fueron condeco-
posibilidad de realizar algún valor de creación,
fltftls tres muchachos recluidos en un hospital por enfer-
realmente no esté ya en condiciones de modelar su
ñedrrdes incurables y que, sin embargo, no habían llegado
no, sólo entonces puede plantearse la tarea de cumplir,
l" l.it diferencia entre el destino eviteble o atribuible a una culpa ("1a
simples valores que llamamos de actitud, sólo entonr
tlprvnllura in¡roble"), de una parte, y de otra el auténtico destino, inevi-
tiene algún sentido el echarse sobre sus hombros
t{lrlr, c incambiable (la "noble dewentura") en cuente que
crttz" que el destino le impone. La característica -teniendo
ilhr cl scgundo nos brinda 1a posibilidad de realizar valores de actitud-;
cial de un valor de actitud reside precisamente en el h rllh,r'cncia co¡responde en un modo a la que el alpinista suele establecer
como el hombre se somete a lo irremediable; el EIl rÍ "pcligros subfetivos" y "peligros obietivos". Tampoco entre alPinis-
de toda yerdadera realización de yalores de actitud ldr ¡r' considera "deshonroso" sucumbir ante un peligro obietivo (por
pues, en dfrontdr lo wrdaderamente inexorable. Enlo f ft,n¡rlr, ante el desprendimiento de una roca); en cambio, se rePute ver-
(por eiemplo, las deficienci¿s del
Brod llama un "noble infortunio" y que él con Brrrroso caer baio un peligro subietivo
ryul¡xr, falta de experiencia, mala técnica de escalamiento, etcéte¡a).
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a perder su sentido de la vida y su buen humor, so o de ejecutar. Hay, en efecto, situaciones en las'que
!*ar
do estoicamente sus padecimientos. Hicieron muy !l hombre únicamente puede vivir su vida en el auténtico
los encargados de fallar sobre los premios al lsfrimiento. Y esa "ocasión para algo" que es la vida, se-
aquel estoicismo como una "aportación" mucho más,
lún Hebbel, se desperdiciará también en el caso de dejar
ritoria que las realizaciones, en el estricto sentido plsur desaprovechada una ocasión de padecer auténtico,
palabra, de otros exploradores. ir dccir, una posibilidad de realizar lo que llamamos valo-
"La üda no es algo, sino que es siempre, si llr dc actitud. Comprendemos ¿hora por qué Dostoievski
Ia ocasión para algo." Esta sentencia de Hebbel se pudo decir aquello de que sólo tenía miedo de una cose:
ma a la vista de la alternativa de seguir uno de dos dl no se. digno de sus padecimientos. Y nos pone en con-
nos: o modelar el destino (es decir, lo originario e dlelones de apreciar también cuán meritorio es el padecer
misible) en el sentido de realizar valores de c de aquellos enfermos que parecen luchar por mostrarse a
esto resulte imposible- comportarse h lltura de sus dolores.
-cuando
me a los valores de actitud, a sabiendas de que Un hombre extraordinariamente dotado en lo espiri-
padecer, cuendo es auténtico padecer, representa tuel se ve arrancado de pronto, en su iuventud, a su inten-
aportación humana. ü vlclrr espiritual, después de habérsele presentado ciertos
Ahora bien, suena a una perogrullada el decir q llntomes de parálisis en las piernas, a consecuencia de
enfermedades brindan al hombre la "ocasión" de fftrtornos medulares provocados por una tuberculosis de la
cer". Sin embargo, si empleamos las palabras " GÉlumna vertebral. Se examina la posibilidad de someter-
"padecer" en el sentido arriba señalado, la lÉ u una operación (a una laminectomía). Uno de los más
resultará ya tan tautológica. Entre otres razones, y Éñtlncntes neurocirujanos de Europa, consultado por los
todo, porque se hace necesario distingui¡ sustancial lhl¡os del paciente, se manifiesta pesimista desde el pun-
te, entre la enfermedad las menta to rle vista del pronóstico, y les disuade de la operación.
-incluyendo
padecer. No sólo porque el hombre puede estar URo clc los amigos informa de ello en carta dirigida a una
y no "padecer", en el sentido propio de la palabra, lmlgrr del enfermo, en cuya c¿sa de campo se h¿lla insta-
también porque existe, por otra parte, un padecer lrdo. l,a muchacha, sin darse cuenta de lo que hace, en-
cualquier acto de enfermedad, un padecer estric tegrr la certa a la señora de la casa en el preciso instante
humano que es precisamente aquel que forma parte Ell r¡uc ésta se halla desayunando con el enfermo. Es el
cial de la existencia del hombre, por el sentido de la plrt¡llo paciente quien se encarga de relatar lo ocurrido, en
ma. Puede darse, por tanto, el caso de que el método €*rla ¡r un amigo, de la que tomamos los siguientes párra-
llamamos análisis existencial se yea obligado d poner a.l ñl¡: ",.. Eva no pudo evitar que yo leyese la carta. De este
bre en condiciones de poder sufrir, mientras que el psi ñlnrlr, cntré en conocimiento de mi propia sentencia de
lisis, por ejemplo, sólo se propone hacer de él un ser fit¡ertc, pues eso y no otra cosa es lo que contienen las ma-
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nifestaciones del profesor. Recuerdo a este , a un campo de concentración. Una vez recluida
querido amigo, aquella película llamada Titanic, é1, cayó enferma y fue declinando día tras día. Poco
hace muchos años. Recuerdo, en particular, la de morir, dijo, literalmente: "En realidad, debo dar
que el tullido, representado por Fritz Kortner, doy gracias al destino, por haberme golpeado tan terri-
Padre Nuestro, opone a la muerte una pequeña nte. En mi existencia anterior, burguesa, no sabía 1o
dad de destino, mientras el barco se hunde y el cs Ia vida. Y puedo aseguraros que nunca llegué a to-
Ilegando, poco a poco, al cuello de los pasajeros. verdaderamente en serio mis ambiciones literarias".
do cómo salí del cine, conmovido. Parecíame que lla mujer, transformada por la adversidad, supo mar-
regalo del cielo el poder marchar conscientemente hacia la muerte valerosamente, mirándola caÍa a cara.
la muerte. Pues bien, ese don me ha sido conferido, el lugar del lazareto en que la habían colocado,
a mí mismo. Ha llegado la hora de demostrar lo que por la ventana un castaño en flor; inclinándose ha-
en mí de comb¿tivo; claro está que en este ln cabecera de la enferma, ofrecíase a nuestra vista una
que de antemano se ventila no es precisamente le del árbol, con dos racimos de flores. "Este árbol es
ria, sino la tensión última de las energías morales, único amigo en mi soledad recluida, casi mo-
-decíele
tal; se trata, por decirlo así, de un último esfuerzo
nástico... Haré todo lo posible por soportar los
-, con él charlo y me entretengo." ¿Serían aluci-
es, deliraría la enferma, cuando creía que el árbol
mientr¿s pueda, sin recurrir a narcóticos... ¿'C llrr le "contestaba"? No se dab¿, sin embargo, ninguno
una posición perdida'? I\,1o, nuestra manera de co l¡rs síntomas característicos del estado delirante. ¿Qué
mundo no admite esta frase. Lo único importante ruño "diálogo" era aquel que Ia enferma sosteníe con
lucha... No existe eso que se llama posiciones §I Árbol en floración? ¿Qué era lo que aquel árbol le "de-
de antemano... Pasamos la velada escuchando la' ÉlÉ" u l¿r moribunda? Le"decía" esto: aquí estoy, iunto a ti;
Bruckner, l¿ romántica. Sentía dentro de mí un p roy [a vida, la vida eterna.
agradable espacio lleno de sonidos. Por 1o demás, Viktor van Weizsácker dice en algún sitio que el en-
dieriamente en mis problemas de matemáticas y frrttt,,, como sujeto que padece y soporta, es en cierto
siento, en absoluto, sentimental". ftiurlo superior almédico. Y cuando uno visitaba a aquella
En otras ocasiones, vemos cómo la enfermedad Éñt'rrn¡a y se separaba de ella, tenía la conciencia de que
cercanía de la muerte llevan a hacerse fuertes en Éft t'e¡rlmente así. El médico que tenga el oído lo bastante
premas energías a hombres que hasta entonces Énr, ¡r,rra percibir los fectores imponderables de 1a situa-
consumiendo su vida en una especie de 'Trivolidad Fklrr te ndrá siempre, ante un enfermo incurable o ante un
físic¿" (Scheler), pasando de largo por delante de sus ffilrlhundo, la sensación de no poder enfrentarse con aquel
jores posibilidades. Una señora joven, muy mimada SI rlrr un poco de verg|Jcnza. En efecto, mientras que el
entonces por la vida, vióse trasladada un día, i ñérllr'r¡ se siente impotente e incepaz, por su parte, para
I78 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 179

arrancar a la muerte su víctima, el enfermo es, en bla y que, al no tener la meta ante los ojos, se expone al
momentos, el hombre que hace frente al destino, peligro de que le asalte un cansancio fatal. Al despejarse
tiéndose pacientemente a é1, en su sereno padecer, de nuevo la niebl¿ y atalayar, por lejos que sea, la cabaña
que cumple, desde el punto de üsta metafísico, una o cl refugio salvador, se siente otravez animoso y lleno de
tica obra, alapar que el médico, en el mundo de lo Encrgías. Ningún alpinista ignora esa vivencia típica del
en el campo de las realizaciones médicas, se siente desmadejamiento, al encontrarse escalando una montaña
sado en su propia misión. Ércarpada, sin saber si va o no por la buena ruta o si habrá
ldo a dar, talvez, por un paso falso hacia el abismo; hasta
i) El sentido del trabajo fpc, de pronto, divisa el lugar esperado y conocido, la pie-
dru que le marca el camino y desde la cual Ie separan unos
Hemos dicho que no basta con preguntar por el se panos de la cumbre, con lo que siente que nuevas oleadas
la üda sino que hay que responder a é1, respondiendo
de cnergía fortalecen sus brazos, en el instante mismo en
üda misma. De donde se desprende que esta quc parecía que ya iban adejar de responderle.
de darse, en cada caso, tlo con palabras, sino con Mientras los valores creadores o su realización ocu-
con la conducta.La respuesta que se dé debe pnn el primer plano en Ia misión de vida del hombre, el
además, a todo lo que hay de concreto en la situación enmpo de su realización concreta coincide, en general,
Ia persona, asumir dentro de sí, en cierto modo, esta eon el del trabajo profesional. El trabajo puede represen-
creción. Por eso, la respuesta adecuada será una ttr, en particular, el espacio erfel que la peculiaridad del
activa y encuadreda dentro de la concreción de cada lntlividuo se enlaza con la comunidad, cobrando con ello
que es el espacio concreto delhumano ser-responsdble. ¡u scntido y su valor. Sin embargo, este sentido i este
Dentro de este marco concreto, el individuo es i vulor corresponden, en cada caso, a l¿ obra (como una obra
tuible e irremplazable. Ya nos referimos a lo importante rtt f:unción de la comunidad), y no a Ia profesión concre-
es para el hombre la conciencia de su carácter único, lÉ e n cuanto tal. No es, por tanto, una profesión determi-
que su vida se üve una sola vez. Vimos también por nudrr Ia que da al hombre la posibilidad de realizarse. En
razones obra el análisis de la existencia en el sentido de r;lc sentido, podemos decir que ninguna profesión hace
pertar la conciencia de ser-responsable y cómo esta gl lrombre feliz.Es cierto que muchas gentes, sobre todo
ciencia se despierta y acrecienta, sobre todo, a base de htr gcntes neuróticas, afirman que habrían podido cum-
tarea concreta y personal, de lo que se llama una plir su misión en la vida si hubiesen tenido la suerte de
El hombre (lue no comprenda el sentido peculiar flllrrrzar otra profesión; pero, al expresarse así, tergiversan
propia existencia singular se sentirá necesariamente rrr realidad el verdadero sentido del trabajo profesional o
lizado en las situaciones difíciles de la vida. Le rr cngañan a sí mismas. Cuando la profesión concreta
forzosamente, como al alpinista envuelto por la espesa r¡rrc se ejerce no produce en el hombre un sentimiento de
180 DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 18I

satisfacción, no debe culparse de ello a la profesión, ¡onal, de humano. En efecto' tanto da que sea é1 u otro
al hombre mismo. No es Ia profesión de por sí la que Eunlquiera de sus colegas quien ponga inyecciones, recete'
"conforme a
a quien la ejerce irremplazable e insustituible; le da, ilc.,7ege artk, mientras se limite a proceder
plemente, la posibilidad de ello. lru reglas del arte" pura y simplemente. Donde comienza
Una paciente nos diio una vez que la üda v€rdederamente a hacer algo personal, algo en que es in-
sentido para ella y que no tenía, por tanto, el menor tuntituible, es allí donde trasciende de los límites de los
rés en recobrar la salud; la cosa sería muy distinta, a rlmples precePtos profesionales.
todo me resultaría bello y agradable, si hubiese ¿Y qué es 1o que
ocurre con el trabaio de la enfermera,
abrazar unaprofesión en que pudiese realizarla t¡n cnvidiado por la paciente e que nos referimos? Su tra-
mi vida, por ejemplo, la profesión de médico, de brfo profesional consiste, simplemente, en hervir las ierin-
mera o de química, para poder ser útil a la human
5n* a. Ut
inyecciones, en sacar del cuarto de los enfermos
realiz¿r descubrimientos científicos. Había que hacer ¡uti .*.r"*.t tos, en hac€rles la cama y acostarlos, faenas
prender a esta enferma que lo importante no es, en todas ellas útiles, sin duda alguna, Pero que, de por sí, di-
alguno, la profesión que se ejerce, sino el modo flcilmente podrían satisfacer en lo humano a quien las
fcnliza; sin embargo, allí donde una enfermera, más allá
la ejerce; que es de nosotros mismos, y no de la de
concreta en cuanto tal, de quienes depende el que se Éus deberes más o menos reglamentarios, hace algo
verda-
valer en nuestro trabajo ese algo personal y específico derirmente personal, encuentra, por eiemplo, palabras de
da un carácter único e insustituible a nuestra existe ru propia cosecha para consolar al enfermo grave a quien
eui;da, altí es donde se le abren las posibilidades ile ilar
y con ello un sentido a la vida. un
En efecto, ¿qué ocurre realmente con el médico? wntido personal 1 propio a lo meramente profesional' Pues
es lo que presta sentido a sus actos? ¿Es el hecho de blcn, esfas posibilidades las ofrece toda profesión' siempre
conforme a las reglas del arte, el hecho de poner al e r¡uc el trabaio sea debidamente comprendido.
mo, en un caso dado, esta o aquella inyección, de
' l,legamos, pues, a la conclusión de que lo que hace de
le este o aquel medicamento? No, el arte médico no Ittvida algo insustituible e irreruplazable, algo único, algo
siste en modo alguno en proceder ajustándose a las q,tt sólo si vive una ttez, depende del hombre mismo, depen-
del arte. La profesión médica suministra a la pe ,lr de quién lo haga y de cómo lo haga, no de lo que se haga'
médica simplemente un marco de posibilidades, de Itrr otra perfe, aaquella enferma que ten amargamente §e
siones para realizar una obra personal por medio de lrrnentaba de no poder vivir su üda en la profesión que le
actos profesionales. Lo que da un sentido a su trabaio ioc«i en suerte, había que hacerle comprender t¿mbién
hace insustituible, en el médico, al hombre, es lo que rluc tenía, adenrás, otro camino para hacer valer, más allá de
médico hace en el ejercicio de su profesión y que ¡rr vid¿ profesional, el carácter único y lo irremplazable
de de lo puramente profesional, es lo que en él hay de rl" ,u existenc ia, patadar a ésta un sentido: el camino de su
182 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL I83
üda privada, el camino del amor, como
da, como esposa y como madre, contenidos
amante y como llompre, tampoco, "libre" en su tiempo libre; tampoco él
¿á uia" . E h¡rlla siempre a salvo de las tergiversaciones que el ré-
que debía sentirse insustituible para
el esposo y pro el
n¿rurat que existe entre ei noáú" y tlmcn de trabajo imperante introduce en las relaciones
ru Hturales entre el trabajo y el hombre. Todos conocemos
bajo profesional,
"^.^rl1ll:lr" comoel campo p".r rr.r, poriii. blen cs. tipo de director fabril o de magnate financiero ab-
ción creadora de valores y p"r" .i cumplimiento
insustituible de Ia propia vida, sufre ,á Frbido por el afán de acumular dinero y rrrás dinero y a
po.r" *.., qulcn el lucro como medio de vida le lleva a perder de
oesvraclon por obra de las condiciones
de trabajo in Vl¡t¡l la üda misma como un ñn en sí. Este tipo de hom-
La genre se queja co¡r frecuencia de que
llll.:
trabajar ocho o más horas al día parasu
tenga brc por." mucho dinero, dinero que sabe cómo y en qué
patrono y al se Ittvcrtir, pero su üda carece de sentido y finalidad. Le vida
cio de los intereses de éste, sumándo continuamente
y lutrrativa les va matando la vida verdadera; fuera del lucro
cabezalargas columnm d. .rúrrr.ro, o-.i."uru
1","":r*
el mismo
no hay, para ellos, ninguna otra cosa en la vida, ni el arte,
movimiento junto a una cadena sin fií movi, ñl niquiera el deporte, y si se entregan al juego es simple-
la misma palanca de Ia misma máquina,
:o,sr:mpre en mente como entrenamiento, como tensión, o incluso por
trabajo tanto más seguro y más apetecido
cuanto más le rclación que esta actividad guarda también con el lucro,
glamentario y más impersonal.
in los casinos, en los que la verdadera finalidad del juego
está que, en t¿les condiciones, no
. thy
cebir el trabajo sino como medio para
es posible ¡¡ cl dinero que se juega.
ur, fir, corrro Sc comprende meior la importancia existencial de la
diopara ganarse el susrento indispensable
verdadera vida del homb re, en estos
fá., "iri.. profcsión cuando se pierde totalmente el trabajo profe-
do L-,
casos, empieza cul llonal, es decir, cuando se produce una situación de paro
)^termina el trabajo profesional y ,l lirrzoso. Las observaciones psicológicas hechas en los
""-i*rá.f
hbre, y el sentido de Ia vida del hombre
obligado a d pnrrrdos han conducido al concepto de la neurosis de la
volverse en tales condiciones h"y qr.
brr.rrt .r.l ilrsocupación. Es curioso que entre sus síntomas ocupe el
libre y personal como acierta
-oU."rU.
mos olvidar, naturelmente, que" hay
§1,
lu" ¡rlirner lugar no un estado depresivo, como podría pen-
hombres cuvo tl rnrsc, sino un estado de apatía. En el hombre parado va
profesional los agota de tal modo qu.
*.lu* i ,u ¡urnentando progresivamente le falte de interés y decae
por las tardes, muertos de crnsan.io,
sin saber ni Irr)co a poco la iniciativa. La apatía del desocupado no deja
h¿cer otra cosa que tenderse .n lr.amq
fo, .""a, rle scr, ciertamente, peligrosa. Estos hombres van sintién-
a üvir de este modo sólo pueden
moldear su tiempo I rklsc cada vez más incapaces de estrechar la mano, que se
como tiempo de descanso; no es posible
hacer nada : brindándoles ayuda para salir delpozn
ulrrrga hacia ellos,
ior, nada más racional, que dormir. rrr que están metidos. Recordamos el siguiente caso. Un
El propio patrono, ei propio empresario
no se Irombre fue recluido en una clínica de enfermedades ner-
1S4 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 185

viosas, después de un intento de suicidio. Se encon ll a formar parte de la neurosis como contenido de ella'
"elaborado neuróticamente". En estos casos'
la desocu-
con un médico que, años antes, había tenido
grato que
ayudarle desde el punto de vista económico al cl«in constituye, para el neurótico, un medio
disculparse ente sí mismode todos sus fracasos
en un consultorio para gentes que se encontraban pcrmite
situación mental difícil. Cuando el doctor le p ln vida (no ,ólo la vida profesional, sino en la vida
"tt aI que se carg¿n
asombrado, por qué no había ido a verle de nuevo, pare ). Es una especie de chivo expiatorio
le ayudara a salir del atolladero, el paciente contestó que los las culpas de una vida frustrada' Los
propios errores
de
do le daba ya lo mismo". prcsentan como otras tanta§ consecue.ncias,fatales
En el desocupado, las fallas de la época en que vive "¡Ah, si no estuviese sin trabaio' todo
'[¡,l.rorrpr.ión.
percuten como fallas interiores suyas, como fallas lirfn a. iro modo, todo sería bueno y hermoso!"' haría
La
propia conciencia. Se siente inútil, al carecer de tlto y to otrol así nos aseguran estos tipos neuróticos'
de ocupación. Por el hecho de no tener nada que Vldn tlel parado iustiñca, a sus oios, el vivir la vida como
prottisio-
les lleva e caer en una modalidad
considera que su üda carece de sentido. Sabido es que il¡o provisional,
exigirles nada'
¡át i, ta existencia. Creen que nadie
ten, en el campo biológico, las llamadas pe puede
Entienden
por vacancia. En el campo psicológico se dan también Ill.rr, po. su Parte, nada exigen de sí mjsmos'
nómenos arrálogos. La desocupación se conyierte así iuc el'destiná del parado les descarga de responsabilidad
terreno abonado para los procesos neuróticos. La Jo,. lo. demás y ante sí mismos, exime a su vida de toda
campo de la exis-
del espíritu lleva al hombre a una especie de "neurosis mrponsabilidad. Sus fracasos, en cualquier
lrri.'i, .n que se den, son atribuibles a este destino'
Parece
minical" pertndnente.
se consolara cre-
Ahora bien, la apatía como el síntoma más saliente l¡rtnlo si eliombre, en esas condiciones,
la neurosis de la desocupación no expresa solamente yentlo que elzapato sólo le aPrieta en un sifio' Explicán-
además' en
frustración psíquica; es, además, como lo es, a rl,,l., toáo con base en un solo punto y üendo'
juicio, todo síntoma neurótico, corolario o fenómeno ,*,. pu.r,o una contingencia aparentemente fortuita' fa-
descargado de todo
comitante de un estado físico y, en este ceso concreto, lrrl, sc cree, lo cual e§ una gran ventaia,
rolario de un estado de subalimentación, que en la sin necesitar hacer otra cosa que aguardar a que
drhcr,
ría de los casos acompaña al paro forzoso. Es también, lle¡¡ue el momento imaginario en que
todos los males se
todos
ciertos casos lo son, en general, los sí .',,i"n .l curarse este foco del que, aParentemente'
-como
neuróticos-, un medio para un fin. Sobre todo, en las ll't'¡rtlian.
tes en quienes se daba ya un estado de neurosis, ['or lo tanto, la neurosis de la desocupación es' al igual
bada o reiterada por la que podemos llamar desocupaci r¡trc todo síntoma neurótico, consecuencia'
expresión y
esperar qt':' una con-
recurrente, observamos que el hecho del paro se nrctlio; hay, pues, razones Para :t
lo mismo
ra ¿ la neurosis como elemento material, por decirlo lc¡rción úliimay decisiva, se nos revele también'
186 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL T87

que toda otra neurosis, como vn modus de la ex


de que disponen y dan, con ello, una plenitud de
como una actitud espiritual, como una decisión
ido a su conciencia, a su tiempo y a su vida.
cial. La neurosis de la desocupación no constituye, en
l)avez en cuando, sienten que se rebela su estómago,
to, aquel destino incondicional que el neurótico se e
mds ni menos que los representantes del otro tipo, del
en hacer de ella. También en este respecto se revela,
ico, pero no es obstáculo para que afirmen el sen-
contrario, que el hombre "puede obrar de otro modo,,,
de su üda, sin dejarse llevar por un sentimiento de
tar por entregarse a las fuerzas del destino social o
ión. Saben dar a su vida un sentido v un con-
contra ellas.
Han comprendido que el sentido de la vida del
Hay ejemplos sobrados en apoyo de la tesis de
hre no se reduce, en modo alguno, al trabajo profe-
desocupación no forma y acuña fatal e i
que puede quedarse sin trabajo sin que por eso se
te el cerácter del hombre. El tipo neurótico que e
ohligado a reconocer que su existenci¿ carece de todo
mos de presentar no es, ni por mucho, el único ti
lÉñtltJo. No se confunde, para ellos, con el hecho de una
parado que conocemos. Hay otro, que se recluta entre
ón profésional.
hombres obligados a vivir en las mismas condicio ' l,o que, por tanto, hace apático al parado neurótico, lo
económicas desfavorables que quienes sufren la ne
del paro forzoso y que, sin embargo, saben mantr tUe cn última instancia provoca y determina la neurosis
dÉ lrt desocupación es la falsa concepción de que lo único
libres de ella, sin caer en laapatíani en la depresión,
QUr drr sentido a la vida es el trabajo profesional. La falsa
conservando, incluso, hasta cierto punto, un sano r
§entificación de dos cosas en rigor distintas, a saber: la
mlsmo.
pfolcsión y la misión del hombre en la vida es lo que lleva
¿A qué puede deberse? Si nos fijamos un poco,
en seguida que estas gentes saben encontrar otras f llerrc necesariamente que llevar al parado al doloroso
tsltllmiento de que es un ser inútil y superfluo
ciones fuera del área puramente profesional. Tra
¡tt.- cn el mundo. -ocio-
por ejemplo, voluntaria y desinteresadamente en In joven parado contaba unavez cómo durante todo
I
cuales organizaciones, desempeñan funciones pu
él I lernpo de su desocupación, en que se sentía desespera-
te honorarias en institutos de educación popular, son
do y cmpujado casi al suicidio, sólo experimentó una
laboradores sin sueldo de bibliotecas públicas para el
¡ hrlru hcrmosa. Un día, al anochecer, estando sentado en
blo; acuden a escuchar conferencias y conciertos,
Fl hirnt:o de un parque, vio en otro cercano a una mucha-
mucho y discuten con sus camaradas de lo que han
Éha lkrrando. Se acercó a ella y preguntóle por lo que mo-
si se trata de jóvenes, trabajan en organizaciones
tlvph¡r su desesperación. La muchacha le contó sus cuitas
les, se dedican al deporte colectivo, hacen gimnasia,
man parte en excursiones, juegan en unión de sus I h tliio que estaba firmemente resuelta a quitarse la vida.
Hl ¡rrrnrdo tuvo que apelar a toda su fuerzi de persuasión
pañeros, etc. Saben emplear racionalmente el
pdm lrrrcer desistir a la muchacha de su propósito, logrando
I88 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL I)EL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 189

al fin convencerla. En aquel momento único mantenerse interiormente erguido tiene, en la lucha
-el
que conocía desde mucho tiempo, el único punto la concurrencia, mejores perspectivas que el parado
so de su existencia en los últimos tiempos- tenía de lco y saldrá siempre triunfante sobre él en la pugna
la sensación de que su vida poseía un sentido, de que un nuevo empleo.
cumpliendo una misión. Y esta sensación le arrancó, l,as repercusiones de la neurosis de la desocupación
que por algún tiempo nada más, del estado de apatía ¡olamente son económicas, sino también vtaTes. La
se había hundido. que cobra la vida espiritual gracias a su carácter
Todo esto demuestra que la reacción psíquica r ifu mkión, repercute además en lo biológico. De otra parte,
hecho del paro forzoso no debe ser considárada, b ¡(rhita pérdida de la estructura interior a que conduce la
fatal, que también en este punto queda amplio ?lvcncia de la falta de sentido y contenido de la üda, se
parala libertad espiritual del hombre. En el ñori: ttaduce, no pocas veces, en manifestaciones de decadencia
ese análisis existencialista dela neurosis de la Et¡¡ónica. La psiquiatría conoce, por ejemplo, el típico des-
cron en que estamos empeñados se ve claramente &nso psicofísico bajo la forma de los signos de vejez que se
misma situación desgraciada se afronta de un modo rápidamente en las gentes jubiladas. Y hasta en-
Pftscnten
tinto por los diversos hombres; o, para decirlo más tft los animales se dan casos análogos: los animales amaes-
tamente, que mientras unos se dejan formar y tFHdos para el circo a los que asignan determinadas tareas o
psíquica y caracterológicamente por el destinó rrnrlsiones" alcanzan, por término medio, una üda más lar-
tipo no neurótico se esfuerza, por el contrario, en i misma especie recluidos en
$e que otros ejemplares de la
mir al destino social la huella de su propio caráctei, púrques zoológicos sin que se les asigne ninguna "tarea".
decir, que cada individuo colocado en esta sifuación de o lil hecho de que la neurosis de la desocupación no se
forzoso puede decidir de por sí, en cada caso, a qué tipo hullr¡ fatalmente aparejaÁa a la desocupación misma lleva
hombre parado quiere pertenecer, si al que se mantie t,urrsigo la posibilidad de un tratamiento terapéutico. Tam-
interiormente erguido, a pesar de todo, o al que se deja hión cn estos casos, por analogía con aquella proñlaxis con-
var por la apatía. tm c[ suicidio de que hablamos m'ás arriba, cabe distinguir
Podemos, por lo tanto, afirmar que la neurosis de la ¡rrsl¿ncialmente entre diversas maneras de abordar elttata-
ocupación no es, de por sí, un efecto inmediato de nrlcnto: la somática, la psíquica, la social y la espiritual.
desocupación misma. En ciertos c¿sos, comprobamos La somática, por decirlo así, consistirá en alimentar al
cluso lo contrario, a saber: que es más bierla desocu
¡rtrrrdo; Ia social, en procurarle un empleo, un trabaio.
ción un efecto de la neurosis. No cabe duda de que It'ro cuando, por causas o razones que escapan a la com-
estado neurótico repercute necesariamente sobre el
¡rctcncia específica del psicoterapeuta, no sea posible para
tino social y la situación económica de quien lo pa< el individuo, y mucho menos para el médico, lograr por
Ceteris paribus, puede afirmarse que el desocupato h vía somática o social la eliminación radical de la des-
190 DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 191

ocupación y de sus fenómenos concomitantes,


§fndarlo para hacer de él un simple instrumento del pro-
dicado, sin ningún género de duda, un tratamiento Ée¡o de trabafo, un simple medio de producción.
terapeútico. Y quien opine desdeñosamente que e§ La capacidad de trabajo no es todo, ni razón suficiente y
quimera querer abordar por esta vía el problema iecesaria para infundir sentido a la vida del hombre. Puede
gico del paro forzoso, se convencerá de que está
El hombre tener capacidad de trabajo y, sin embargo, lle-
cado con sólo reflexionar un poco acerca de estas Ysr una vida carente de sentido; del mismo modo que
bras, que es tan frecuente escuchar en labios de pucdc muy bien darse el caso contrario, el del hombre
parados juveniles: "Lo que nosotros queremos no es
§ue sabe dar un sentido a su vida, aun hallándose incapa-
ro, sino que nuestra vida tenga algo dentro". €ltudo para trabajar. Otro tanto es posible decir, en térmi-
De donde se desprende, al mismo tiempo, que en §os generales, de la capacidad del hombre para el goce.
casos sería tan ineficaz como ridículo pretender Trrmbién se comprende, sin más, que el hombre busque el
una psicoterapia en el sentido estricto de la palabra, ffntido de su vida, predominantemente, en un determi-
ejemplo, lo que se llama "psicología profunda", y no irdo campo de acción, aun a trueque de restringirla en
verdadera logoterapia. Cuando lo que se yentila es, de t¡ns medida mayor o menor; lo único que cabe Pregun-
parte, el hambre y, de otra, el sentido de nuestra exi t$rsc es si semejante limitación que el hombre se impone
llenazón o su yacío, resulta grotesco que alguien nos I ¡f mismo responde en cada circunstancia a una iustifi-
con sus novelas policiacas más o menos psicológicas ceción objetiva o si, como ocurre en los casos de neuro-
busca de misteriosos complejos. Lo indicado, en tale§ rh, no será realmente innecesaria. En t¿les casos se suele
sos, es, sencillamente, un análisis de la existencia que rcnunciar innecesariamente a la capacidad de goce en fa-
ñale al parado el camino hacia su libertad interior, vrrr de la capacidad para trabajar, o a la inversa. A estas
do incluso contra su destino social, y le conduzca a aque-
¡¡cntes neuróticas habría que ponerles ante los ojos
conciencia de la responsabilidad con base en la cual llt frase que hemos leído en un¿ novela cuyas protagonis-
infundir un contenido y un sentido a su üda, por tas son médicas: "El trabajo sin amor es solamente un
que sean las condiciones en que se deserurrelva. ¡rrstitutivo; el amor sin trabajo, un opio".
Como hemos visto, tanto la desocupación como el No debe confundirse la plenitud de trabajo profesio-
bajo profesional pueden emplearse abusivamente nrrl con la plenitud de sentido de lavida creadora; algunas
medios para un fin neurótico. De este empleo neu vt'ccs, el neurótico procura, incluso, huir de la vida pura
como medio para un fin debe distinguirse, eviden y simple, de la vida grande y entera, refugiándose en el
te, aquella certera actitud consistente en velar porque trrrlrafo profesional. EI verdadero vacío y la gran pobreza
trabajo sea lo que realmente debe ser, un medio enáe: rlc sentido de su vida se revelan inmediatamente tan pron-
zado al fin de una vida plena de sentido. La dignidad lo como su ajetreo profesional se paruliza por unos ins-
hombre veda, en efecto, el convertirle .r, un máio, el l¡rntes: al llegar el domingo. Todos conocemos el desam-
192 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I91

paro inocultable que se pinta en la expresión del dc estos "asilos" de 'fin de semana" es el deporte' Allí'
estos hombres cuando, el domingo, se ven obligados l.lo entre la muchedumbre, es posible entregarse a la
más
car en su diario trajín, sin saber qué hacer al de creer que no hay, en aquel momento' nada
ante en el mundo que saber cuál de los dos equipos
decirlo así, en la estacada, cuando, por ejemplo, no
efectuarse la cita concertada o no consiguen en vencedor. Veintidói futbolistas juegan' v miles de
el cine. Caen en el vacío más profundo, al faltarles el'i s miran. En las peleas de boxeo intervienen sola-
Fijémonos, por ejemplo, en la actitud deportiva de tc dos está que el combate, en el ring' es mu-
semana" con el que tratan de aturdir su vecío i ,á, in-claro
.rrro-, y , i, contemplación del espectador
que-
Este aietreo es necesario para el hombre que no haco hrctiuo se une, en este caso, una dosis de sadismo' No
cosa que trabaiar, que es un hombre de trabajo, y nadr trrur, .on esto, despreciar en lo más mínimo 1"d: 1:
bueno' Cabe úni-
que eso. Al llegar el domingo y detenerse el ritmo de tue.t d.po.t", cuandt es sano, tiene de
un de vista crítico' qué
la semana, queda al desnudo la pobreza de sentido iint.nr. pt.guntar, desde Punto
deporte' Larespuesta no es
vida cotidiana en l¿s grandes ciudades. El afán del lU¡rrr intárior ocupa el valor
por efemplo' en Ia actitud
de la ciudad por üvir de prisa le recuerda a uno la i ,ilirp* la misma. ri¡émonos,
presupone siem-
clínica de la "manía improductiva": mucho trajín, dip,,.riu, de un alpinista' El alpinismo
un. participación activa; todo lo que sea contemPla-
ningún resultado. Tiene uno la impresión de que el ¡*
!
sin saber dar a su vida una metd, corre se afana con üiOn p.tiu" est; de más. Sus realizaciones son auténticas
física.de rendi-
cidad más y más acelerada, precisamente para no cder Fsllz¿ciones: por lo que a la capacidad
cuenta de que no marcha a ningún siflo. Como si i ]nlcnto se refráre, el alpinista se ve, en ciertas circunstan-
a recurrir
al mismo tiempo, huir de sí mismo; sin conseguirlo, iiiu* (rqu.ttrt en que t. ¡u.g, lavida),obligado
desde el punto de vista
ralmente, pues al llegar el domingo, es decir, al I ¡us últimas y supremas fuerzes "rea-
por veinticuatro horas el curso ajetreado de su existe este eieicicio entraña también verdaderas
lnírr",ico,
'tti,r.io.r.t'l
ve en la necesidad de
ve claramente ante sí toda l¿ vacuidad, la carencia de y quien lo practica se
morales, el miedo' el vértigo
tido, de contenido y de meta de su vida. ,.,'... ,u, fánrt y flaquezas
Para escapar a esta üvencia, el hombre recurre a rle l¡r altura, etc. Debiendo tenerse en
cuente' pera com-
ya hubo de señalar E'
los medios posibles. Huyendo de sí mismo, se mete en nlcnclerlo, que el apinista -como
mismo)'
salón de baile. El estrépito de la música le exime del ii,r,,ur.- .tt brrr." el peligro (por el peligro
de hablar, pues en los bailes de hoy ya no se escuchan rlno que, simplemente, lo llega a conocer'* Por otra parte'
aI afán de los
siquiera las "conversaciones de baile" de otros tiempos. ü ,irriiara q* en los otros deportes conduce
ve relevado, incluso, de la molestia de pensar; toda la
iii'..nrdr'l reiste en el alpinismo la forma superior de una
ción se concentra en el baile mismo. Otro de los "as i' lll texto alemán juega con suchen -buscar- y'oersuchen -irt'
que van a refugiarse los que sufren de "neurosis Irillxr-
194 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 195

"rivalidad consigo mismo". Otro de los aspectos h lucha "por algo", algo "intencional" y que, Por serlo, se
de este ejercicio físico, un aspecto social, lo ofrece blh lleno de sentido y da un sentido a la üda'
vencia de la camaradería de quienes penden de la No hay sensación comparable a Ia que para el hombre
cuerda. Frllcnto áe emociones rePresenta la muerte, tanto en el
Sin embargo, todavía en el afán de conquistar !§mpo del arte como en el de Ia vida real. El buen burgués
necesita, para
cords", por malsano que see, es posible destacar un lsc lce el periódico a la hora de desa¡rnar
verdaderamente humano, por cuanto representa, en lñocionarse, un reportaie en que entren como ingre-
to modo, una forme o modalidad de la profunda dlentes la muerte y la dewentura. No le bastan,
sin em-
masas de
cia a ser el único, arealizar algo que no admite brrgo, la desventura de las masas ni la muerte de
Lo mismo diríamos, por lo demás, de otros hsmb..tt la masa anónim¿ se le antoia demasiado abs-
psicológicos de masas, como la moda. El hombre, y tructa. Nada tendría de particular que este mismo indivi-
todo la muier, buscan en ella ser originales a todo duo sintiese, antes de que terminara el día, la necesidad
lo que ocurre es que la tendencia de la originalidad, de lr al cine para asistir a una película de gangsters
o ban-
manifiesta simplemente en lo externo, en el vestido. dldos, Le pasa lo que a todo ücioso: el afán de sensacio-
Pero no sólo del deporte puede abusarse ne, n...rit, del cosquilleo nervioso y el cosquilleo ner-
Vloso, a su vez, Provoca una nueva y creciente hambre
te; también del arte. Mientras que el arte verdadero o de
vida de auténtico artista enriquece al hombre y le lcnsaciones y trae consigo el aumento de le dosis'
a sus más genuinas posibilidades, el"arte" del que se Pcro lo que en última instancia importa es el delicioso
neuróticamente no hace m,ás que dewiar al hombre contraste basado en eI hecho de que, al parecer, sean
mismo. Es, simplemente, una posibilidad y una rlcmpre los otros los que mueren. Es, por tanto, como §i
para embriagarse y aturdirse. Cuando el hombre Irtc tipo de gentes huyese de lo que más le emPavorece'
que
huir de sí mismo, de la yivencia de su vacío exi dc l¿r certeza de Ia propia muerte, es decir, de aquello
echa mano, por ejemplo, de una novela policiaca quc lc hace tan insoportable su vacío existencial. La certez'a de
mantenga en tensión. Con la tensión busca, en de lu muerte sólo produce esPanto a quien abriga una mala
su relajación, aquel placer negativo de deshacerse de cr¡nciencia de su vida. La muerte como ñnal del tiempo
desagradable, que Schopenhauer considera, errd r¡uc se vive sólo puede causar pavor a quien no sabe llenar
como el único placer posible. Ya hemos dicho más cl t icmpo que le es dado vivir. Éste y sólo éste es el que no
que el deseo, la tensión, la lucha no existen, pura y ¡ubc mirar a la muerte cata e caÍa. En vez de dedicarse a
mente, para experimentar un placer negativo por el re¡¡lizar el tiempo limitado de su üda y de realizarse por
de desembarazarse de ellos; en realidad, no nos llrnto, a sí mismo, se refugia en una especie de quimera de
a la lucha por la vida con el fin de experimentar lndulto, como el condenado a muerte, obsesionado en
sensaciones; es, por el contrario, como su nombre xus horas postreras con la idea de que habrán de perdo-
196 DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I97
narle la vida. El tipo de hombre a que nos refe
Hclones, que guardan siempre una relación más o menos
refugia en la quimera de que a él no le sucederá
que la muerte y las catástrofes son cosas hechas flande con la comunidad. Y con ello, que la comunidad,
QUe
tiende a la creación y la actividad humanas, es lo que
demás".
!€nficre un sentido existencial a la singularidad y peculia-
La evasión neurótica al mundo de las novelas, al
ddatl de su vida. La comunidad puede ser también la meta
do de sus "héroes", con los que el neurótico se ide:
hrcla la que se encamina la existencia. Principalmente, la
de un modo o de otro, le facilita además otra posibi
Éomunidad entre dos seres, la comunidad íntima de un
Mientras que el deportista de quien se apoderaia ob
del "récord" gustaría poder dormi¡ cuando menos, fÉ con un tú. Si prescindimos del amor en un sentido más
I mcnos figurado, para concebir el amor en el sentido de
sus propios laureles, estos lectores de noveles se
lo que es el eros,vemos que es el campo en el que los valo-
con que alguien, aunque no sean ellos y aunque sean
F¡ de vivencia se reelizan de un modo especial: el amor es,
ras puramente ficticias, cumplan con su deber y r
E*Actamente, la vivencia de otro ser humano, en todo lo
grandes hazañas. Ahora bien, lo que importa en la
quc su vida tiene de peculiar y singular.
no dormir sobre ninguna clase de laureles, no
El carácter único de la propia persona y el carácter de
con lo ya alcanzado; la vida, con sus preguntas i
lU vida como lo que sólo se vive unavez puede hacerse
no nos deja nunca en paz. Sólo aturdiéndonos podremos
fBlcr por medio de la realización de valores creadores, es
ndrnos insensibles a aquel eterno aguijón que se clatd,
élecir, de un modo más o menos activo; pero hay, además,
fiuestra conciencia cofl sus exigencias interminables,
Otro camino, en cierto modo pasivo, por el que todo
se detiene en el camino es sobrepasado por el que
tqucllo que el ser humano tiene que conquistar, en gene-
detrás; quien se da por satisfecho consigo mismo, se
rgl, mediante sus actos, le cae por sí mismo en elre$azo,
de. En consecuencia, no debemos darnos por conten
por decirlo así. Es el camino del amor o, mejor dicho, el
con lo ya alcanzado, ni en los valores de creación ni en
t'AInino del ser amado. La persona consigue, de este modo,
de yivencia; cada día, cada hora, plantea la necesidad
rln que se preocupe por hacer nada por su cuenta, sin
nuevos hechos y abre la posibilidad de nuevas vi
"nrérito" alguno ésa es la palabra-, la
-graciosamente,
rr¡rlización de lo que va implícito en su persona y en su
4) El sentido del arnor vlrla, por el carácter único de una y otra. En el amor, el
¡cr amado es concebido como un ser peculiar y singular
Ya hemos visto cómo el sentido de la existencia
et w ser-así-y-no-de-otro-modo; es concebido como un
tiene su fundamento en el carácter único _peculiar_
Iti y ácogido como tal por otro yo. Como figura humana,
la persona y en el hecho de que su vida se r.iva solame¡
r¡ insustituible e irremplazable para quien le ama, sin que,
une vez
-singularidad-. Hemos visto, asimismo,
los valores de creación se realizan baio la forma de a
por cllo, necesite hacer nada de su parte. El que es amado
tto puede impedir que, al ser amado, realice 1o que su per-
198 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 199

sona tiene de peculiar y singula¡ es decir, el valor itlcnto terapéutico, no sólo 1o psíquico, sino además lo
personalidad. El amor no es ningún "mérito", sino se tlpiritual.
llamente una "gracia". Veamos ahora cómo el ser humano puede comportar-
No solamente gracia, sino también encanto. § y se comporta de diversos modos frente a Ia estructura
amante, el amor hechiza el mundo, lo transfigura, lo e¡tratificada de la persona, en cuanto sujeto amoroso, en
de un valor adicional. El amor aumenta y afina en eunnto ser que üve el amor y que en el amor, al mismo
ama la resonancia humana paralaplenitud de los tlempo, vive a otro ser. A las tres c¿p¿s de Ia persona huma-
Abre el espíritu al mundo en su plenitud de valor, nE corresponden en efecto, tres posibles formas de situarse
"totalidad de los valores". De este modo, debido a su tltc ellas, tres posibles actitudes.
trega al tú, el yo, el amante, adquiere una riqueza in La actitud más primitiva es la que se refiere ala capa
que trasciende del tú, del ser amado: el cosmos €xterna: Ia actitud sexual. De la estampa física de una per-
gana, para é1, en extensión y en profundidad de valor, tone eman¿ el encanto sexual que hace nacer el mismo
plandece bajo la luz brillante de aquellos valores que lnrpulso en la otra persona sexualmente predispuesta, afec-
el enamorado acierta a ver, pues el amor no hace el tnndo por tento e esta persona en su corporalidad.
bre ciego, como a veces se piensa, sino que, por el La forma inmediatamente superior de posible actitud
rio, le abre los ojos y le aguza l¿ mirada para percibir ¿nte Ia otra parte es la erótica, estableciendo, por razones
valores. hcurísticas, una contraposición entre lo eróticoy lo sexual.
Y como tercer factor, aparte de la gracia del ser Hl hombre orientado eróticamente, en el sentido estricto
do y del encanto del amor mismo, hay que destacar lo dc la palabra, no es sólo un ser sexualmente afectado, sino
podemos llamar el portento del amor. En efecto, por ulgo más que una persona que siente excitado su apetito
dio de é1, se logra algo que es, en cierto modo, i ¡rxual. Su actitud no la dicta, en rigor, el impulso sexual,

-a tr¿vés de lo biológico- a un nuevo nl cs provocada exclusivamente por otra parte, como pa-
ble: dar vida
el hijo, lleno a su vez del misterio del carácter peculiar reja sexual suya. Si concebimos la corporalidad de la otra
singular de su existencia. prrrte como su capa más externa, cabe decir que el otro
¡rrr orientado eróticamente hacia él penetra, por decirlo
Repetidas veces hemos hablado ya de la articulación y nsí, más profundamente que el que mantiene una actitud
la estratificación del ser humano. Repetidas veces fncramente sexual, cala hasta la capa inmediete, hasta la
lamos que hay que concebir al hombre como una textura anímica del otro ser. Esta forma de actitud ante
dad de cuerpo, alma y espíritu. Y, en lo que a la ps lrr otra parte, consider¿da como fase de Ia relación con é1,
rapia se refiere, postulamos que esa totalidad se rs la que solemos llamar "enamoramiento". Las cualidades
como tel, es decir, que al lado de lo físico se vea tambi l'ísicas de la otra parte nos producen una excitación se-
en el hombre, y se tome punto de partida para el xual; de sus cualidades anímicas, en cambio, nos "enamo-
2OO DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 2OI

ramos". Por tanto, el enamorado no se siente ya exc cs, como persona espiritual, lo que se halla detrás de aque-
en su propia corporalidad, sino conmovido en su e llas apariciones sexuales, e incluso puramente psíquicas,
vidad psíquica; conmovido, por la psique original ( hasta las que penetran respectivamente, Ia actitud sexual
no por su peculiaridad única) de Ia otra parte, por y la actitud de lo que se llama "enamoramiento"; como
minados rasgos de carácter que se manifiestan en ella. pcrson¿ espiritual, es lo que se manifiesta en los fenóme-
Por tanto, la actitud puramente sexual tiene como nos corporales o anímicos, que son, por así decirlo, el
la corporalidad de la otra parte y su intentio no t "ropaje" exterior o interior que la persona espiritual "vis-
por decirlo así, de esta capa. Por el contrario, la tc'l Mientras que a la persona orientada sexualmente o a
erótica,la actitud del enamoramiento, se orienta lu persona enamorada Ie llama la atención, en el ser ama-
psíquico; pero tampoco ella penetra hasta el ve do, un rasgo corporal o una cualidad anímica, es decir,
meollo de la otra person¿. Esto 1o hace solamente la §lgo que el ser amado "tiene", el que verdaderamente ama
cera forma, la tercera posible actitud: la del ve flo ama, precisamente, algo "en'el ser amado, sino que 1o
atténtico amor. cma a él mismo; no ama, por tanto, algo que el ser amado
El amor (en el exacto sentido de la palabra) es la "ticne", sino 1o que él "es". Quien verdaderamente ama ve,
alta forma posible de lo erótico (en el sentido más por decirlo así, a través del "ropaje" físico y psíquico de Ia
del término), como la más profunda penetración pcrsona espiritual, para poner los ojos en esta persona
en la textura personal de la otr¿ parte,la vinculación misma. No ve, por tanto, un "tipo" de cuerpo capaz de
algo espiritual. La relación directa con lo espiritual §xcitarle, ni tampoco un tipo de alma capaz de conmover-
otra parte constituye, por tanto, la más alta forma lc, sino que ve al mismo ser humano, a la persona misma a
de empareiamiento. Quien ame en este sentido no quicn ama como un ser incomparable e insustituible.
tampoco excitado en su propia corporalidad, ni El psicoanálisis, como es sabido, presente como ten-
vido en su propia emotividad, sino afectado en lo rlcncias "entorpecidas en su fin" las que nos salen al paso
hondo de su espíritu por el portador espiritual de 1o q rrr cl estado de lo que llamamos enamoramiento y que no
el ser amado hay de corpóreo y de emocional, por ¡r¡n, de por sí, de carácter sexual. El psicoanálisis, al con-
meollo personal. t'cbirlas de esa manera, tiene razón, indudablemente, aun-
El amor es, por tanto, la orientación directa rlrrc en sentido cabalmente contrario. En efecto, considera
persona espiritual del ser amado, en cuanto algo nr¡ucllas tendencias como "entorpecidas en su ñn" por re-
irrepetible (rasgos que hacen de ella une persona I'e rcncia al supuesto fin instintivo sexual-genital. A nues-
tual). Como persona espiritual, es el centro espiri lrrr ,iuicio, las tendencias a que nos referimos aparecen "en-
las otras dos capas, la portadora de aquellas Iorpecidas en su fin" en un sentido inverso, o sea en su
anímicas y físicas haci¿ las que se orienta nricntación hacia la forma inmediatamente superior (con
-ll,
que sólo busca 1o erótico (en sentido estricto) o lo tt'sl)ccto al enamoramiento) de actitud, en su orientación
202 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 201

hacia el verdadero y auténtico amo¡ es decir, hacia la único y que se da solamente unavez- De donde se des-
inmediatamente más profunda de la persona de la otra prcnde, al mismo tiempo, que el auténtico amor garan-
te, hacia su meollo espiritual. tlza ya por sí mismo su duración en el tiempo, su perpe-
Hasta la persona más sencilla se da cuenta, por su tuided. En efecto, los estados corpóreos desaparecen y
pia experiencia, por sus üvencias, de que el hombre, támpoco los estados de ánimo tienden a sostenerse; Ios
do verdaderamente ama, busca siempre en el amor lo 0orpóreos, creados por la excitación sexual, son siempre
en la persona espiritual de la otra parte hay de único e trnnsitorios: el impulso sexual propende, incluso, a des-
partible. Imaginemos que la persona de que se trata Bp0recer una vez satisfecho; ni suelen ser duraderos aque-
un determinado ser y que 1o pierde, porque muera o, llos estados de ánimo a que damos el nombre de enamo-
cillamente, porque se aleje del sitio en que vive o se ramiento. En cambio, el acto espiritual en que captamos
de ella para siempre o por mucho tiempo; imag "l ntencionalm ente" a :una persona espiritual,
esto y que se le ofrece, por así decirlo, un "doble" del -intentio -
ts sobrevive en cierto modo a sí mismo: cuando su con-
amado, es decir, otra persona quie se perezca, tenido tiene verdadera validez, la conserva de una vez
mente, hasta el punto de confundirse con ella. P pura siempre.
mosle si podría trasladar su amor a este otro ser, y Por donde el auténtico dmor se mdntiene como und re-
contestará, podemos estar seguros, que jamás sería lación espiritual con lo que hay de espiritual en el ser dmd.-
de hacerlo. Es que semejante "transferencia" de un au do, como el hecho de percdtdrse de la existencia de un tú en
tico amor es sencillamente inconcebible. En su amor, ilt ser-así-y-no-de-otro-modo, a salvo de aquella tempord-
verdaderaruente lo siente, no "tiene en mientes" llrlad, que pesa sobre los simples estados de sexualidad cor'
intendere- jamás esas o las otras cualidades psíquicw poral o de erotismo anímico.
físicas que puedan darse "en" la persona dmddd, este o El amor es algo más que un estado emotivo: un ¿cto
modo de ser que la persona "tenga", sino lo que el ser "lrrtcncional". Tiene en mientes el ser-así
es" como algo único en el mundo. Por serlo, precisame -intendere-
tle otra persona. Este ser-así esencia de esta otra per-
no es nunca ni en modo alguno sustituible por ni -la
rona- es (como todo ser-así), en última instancia, in-
especie de "doble". Esta combinación, en c¿mbio, se rlcpcndiente de la existencia; en efecto, la "esencia" no de-
perfectamente para el simple "enamorado", ya que su "existencia" y se halla, consiguientemente,
¡rrnde de la
tado de enamoramiento se orienta simplemente hacia encima. Así y solamente así puede comprenderse que
¡ror
carácfer anímico que la otra parte "tiene", pero no ¡'f irmor see captz de sobreponerse a Ia muerte del ser
la persona espiritual que "es". snrildo, de sobrevivir; solamente así se comprende que el
La persona espiritual, como objeto del verdadero rtnrur pueda ser "más fuerte" que la muerte, es decir, que
auténtico amor, es, por tanto, insustituible e irremp ls dcstrucción de la existencia del ser amado. La muerte
ble para el ser que verdaderamente ama, por ser un
¡rrrcde, en efecto, anular la existencia del ser amado, pero
ZO4 DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 205

no borra del mundo su ser-así. Su esencia única es, Én la suya, una muerte dulce. Sólo así, concebida como un
todas las esencias genuinas, algo sustraído al ¡gcrificio, me parecía soportable toda mi existencia ator-
en este sentido, imperecedero.La"idea" de una pe mcntadore. Sólo me sentía capaz de üvir mi vida a condi-
es precisamente lo que ve de ella quien la a glón de que ésta tuviese algún sentido; pero tampoco que-
-que
forma parte de un mundo sustraído a la acción del rfu padecer mis torfuras y morir mi muerte más que si mi
po. No se crea que estas reflexiones, obligadas a lluerte y mis sufrimientos tenían algún sentido."
tarse a pensamientos escolásticos o platónicos, se En su narración autobiográfica, la persona de que se
demasiado de la manera lisa y llana de ver las cosas trata sigue informando y nos dice cómo, siempre que se lo
realidad vivida, cuya dignidad cognoscitiva no pode Consentían el tiempo y su situación en el campo, se entre-
nosotros desconocer. Para comprobarlo, basta con §oba interiormente a Ia figura espiritu¿l del ser a quien
posemos la vlsta en el siguiente relato de una tgnto amaba.
que estuvo recluida en un campo de concentración. Podemos, pues, decir que este hombre, allí donde su
"Cuantos estábamos en el campo, tanto mis c¿ ¡ltuación de vida concreta no le permitía pensar en la rea-
das como yo nos dábamos clara cuenta de que ni hznción de valores de creación, sentía enriquecerse y
felicidad sobre la tierra podría compensar en el fu Itnlizarse interiormente su existencia por la entrega del
todo lo sufrido por nosotros durante nuestra reclus lmor, por la contemplación amorosa, por la vivencia
hubiésemos levantado un balance de la dicha, sólo del amor, fuente de realizaciín de valores vivenciales.
arrojado este saldo favorable: estrellarnos 'contra Uonsideramos muy interesente y digna de ser transcrite
alambradas', es decir, quitarnos la vida. Los que no lo lu continuación del relato:
cíamos, nos abstení¿mos de hacerlo llevados del p "No sabía, sin embargo, si mi madre vivía aún o ya
do sentimiento de cualquier obligación. En cuanto a hrhía muerto. Todo el tiempo estuvimos sin noticias el
sentíame obligado hacia mi madre a no arrebatarme uno del otro. Me di cuenta de que el hecho de ignorar yo
r¡ida. Nos queríamos el uno al otro más que a nada en rl rni madre vivía o no, no estorbaba en lo más mínimo
mundo. Esto hacía que mi vida alcanzara
-a pesar
todo- un sentido. Tenía, sin embargo, que cont¿r
lqucllas frecuentes pláticas que mantenía en espíritu con
ellrr." Es decir, que esta persona no sabía en absoluto si el
mente y a todas horas con mi muerte, con la posibil trr ¿rmado por é1 existía aún físicamente o no, y, sin em-
de morir. También mi muerte debía adquirir, como htr¡qo, no le estorbaba para nada; ten poco le estorbaba,
un sentido, Io mismo que todos los sufrimientos que quc sólo aposterioriy de pasada tropezaba con el proble-
esperaban antes de llegar a ella. Llevado de estas ntn cle la "existencia", pero sin estrellarse contra é1, ni
nes, sellé un pacto con el cielo: si tenía que mori¡ dlllc gran importancia.
muerte alargaria la vida de mi madre, y lo que yo Y es que el amor entrdñd esencialmente el ser-así de
que sufrir hasta llegar la hora también daría a mi liltd persofid, hasta el punto de que su existencia d.pends si
206 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 207

tiene intportanci¿. Dicho en otros términos: el ser que É¡to, podemos comprender más claramente por qué ra-
te verdadero amor se halla tan poseído por la esencia lón y en qué sentido es laauténtica intentio amorosa, es
ser amado, que su realidad pasa, en cierto modo, a decir, la intentio que apunta a otra persona en cuanto tal,
plano. Por tanto, el amor no tiene nada que ver conla lndcpendiente de su persona corporal, más aún, de toda
poralidad del ser arnado, hasta el punto de que puede eorporalidad.
vivira su muerte y ffiantelterse yi¡to hasta la muerte del No significa, en modo alguno, que el amor no quiere
que amd. Por lo demás, para quien verdaderamente ame Éncarnar. Quiere afrrmarse, únicamente, que es indepen-
es nunca realmente concebible la muerte del ser dlente de toda corporalidad, por cuanto no se halla sujeto
No puede llegar a "concebirla", como no puede llegar a " ¡ ella. Hasta en el amor entre los sexos no es lo corporal,
cebir" nunca su propia muerte. Sabido es, en efecto, lo sexual, un'factor primario, un fin en sí, sino simple-
hecho de la propia muerte no puede llegar a experi me nte un medio de expresión. El amor puede existir, sus-
tarse nunca como vivencia y es, en últime instancia, tsncialmente, aun sin necesidad de eso. Donde sea posi-
tan impensable como el no-haber-sido-todavía blc, lo querrá y lo buscará; pero, cuando se imponga la
propio nacimiento. Quien cree realmente o trata de le nuncie, el amor no se enfriará ni se extinguirá.
nos creer que puede concebir la muerte de un hombre, La persona espiritual cobra forma allí donde conforma
engaña en cierto modo a sí mismo: tan inconcebible es, tus modos de manifestación psíquica y corporal. En la to-
última instancia,lo que él creey ffatade hacer creer a t¡¡lidad centrada en torno a un núcleo personal, las capas
a saber: que un ser personal, por el hecho de que el orsa extcriores cobran, así, un valor de expresión en cuanto a
en que encarnaba se conyierta en un cadd¡¡ef desaparezcd lm interiores. De un modo o de otro, no cebe duda de que
un modo absoluto del mundo, es decir, que ya no le Ios rasgos corporales de una persona pueden expreser su
de ningunaforlnd. de ser lrtrácter (como algo anímico),y que el carácte¡ e su vez,
En un estudio póstumo sobre este problema de pucde servir de medio de expresión de la persona (como
"pervivencia" de la persona después de la muerte rtl¡4o espiritual). Lo espiritual se expresa reclama ex-
cue¡po), señala Scheler que, durante su vida, de la prcsión- en lo corporal y en lo anímico. De -y este modo, la
na se "nos da" siempre que "mentemos" prcsencia corporal del ser amado se conyierte para el
-siempre
mente la persona- bastente más que unos cuantos Anrirnte en un símbolo, en el signo de algo que hay detrás y
gos sensibles referentes a su cue{po, que es lo único r¡ttc se manifieste en Io externo, pero no se egote en ello.
en realidad, echamos de menos después de su muerte. El amor dutét tico no necesita, en sí, de lo corporal ni
cual no significa que la persona misma no exista ya;
l\trd despertdr ni para redlizdrse, pero se sirye de ello para
dríamos afirmar, a lo sumo, que no puede ya mani únúas cosds. Se sirve para nacer, en el sentido de que el
se, pues requiere ciertos procesos físicos o fis Itombre de instinto seguro se deja influir por la figura
de expresión, tales como el lenguaje, etcétera. Alaluz r'orporal del ser amado, pero sin que esto quiera decir que
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁUSIS ET ENÁIISIS EXISTENCIAT

es lo corpor¿l a lo que se enderezai Io que ocurre es te él lo que infunde dignidad erótica a los rasgos indivi
lo corporal de la otra parte, como expresión que es duales psicosomáticos, lo que los convierte en cualidades
espiritualidad de una persona, hace que, por las ci "dignas de ser amadas" (en portadores de una psicofisis
tancias, esa persona entre en la elección estrecha del eoncreta). Esto debe llevarnos a una actitud de retrai-
te, que la prefiere entre todas por indicación de su micnto en lo que respecta a afeites y cosméticos. En efec-
instinto. Son ciertas propiedades corporales o ciertos to, hasta los lunares y los defectos de la belleza forman
gos psíquicos del carácter los que conducen al amante pÉrte integrante e inseparable de la persona a quien se
el camino que Ie lleva haci¿ una determinada Bma. Cuando algo externo produce un efecto, no lo pro-
nadaparaé1"- persona. Así, pues, mientras que las
-" duce de por sí, sino precisamente en el ser amado. Sabe-
"superficiales" se detienen en la "superficie" de la mos, por ejemplo, de una paciente que abrigaba la inten-
amada, sin preocuparse de penetrar en su fondo, para elón de embellecer su busto mediante una operación
gentes "profundas" la superficie no es más que la pLfstica de reducción del pecho, creyendo que con ello se
expresión del'Tondo" y, en cuanto tal expresión, nada rutcguraría mejor el amor de su esposo. El médico a quien
cial ni decisivo, aunque siempre importante. En este pldió consejo la disuadió de hacerlo, entendió que si su
tido se vale el amor de lo corporal, para nacer. Pero ffi¡rrido la quería de verdad, como al parecer era el caso, la
dicho que también se sirve de ello para realizarse. No qucría, indudablemente, tal y como era, y no de otro
duda de que todo ser físicamente maduro que ame a tnodo. Tampoco los vestidos de noche impresionan al
se sentirá acuciado, en general, por la necesidad de u: hombre "de por sí", sino solamente puestos "en" la mujer
físicamente con é1. Sin embargo, para quien de veras tmada que los viste. Por último, la mujer de nuestro caso,
la relación física, sexual, no es sino un medio de ex lnquieta, pidió su parecer al propio marido. Y éste le dio
de lo que constituye el verdadero amor, es decir, de A cntender, en efecto, con toda claridad, que el resultado

relación espiritual, y, como medio de expresión, recibe rle rrquella operación sólo traería consecuencias perturba-
consagración humana, precisamente, del amor, del rlrrras, pues le llevaría, talvez, a pensar: "Ésta no es ya mi
espiritual a que sirve de exponente. Podemos, por rttujcr; me la han cambiado".
afirmar lo siguiente: así como para quien w Psicológicamente, es comprensible que las personas
ama el cuerpo del ser drnddo es, simplemente,la por:o atractivas por su exterior se esfuercen en conseguir
de su persona espiritual, así también el acto sexual es, ¡ror todos los medios, artifrcialmente, lo que a las perso-
el auténtico amor, la sirnple expresión de una intentio lrts exteriormente agradables les ha dado espontánea-
piritual. nrcnte la naturaleza. Las personas feas tienden a exagerar
La impresión externa de la apariencia físic¿ de h importancia de la vida emorose, con tanta mayor fuer-
persona es, por tanto, relativamente indiferente en ril cuanto más negativas sean sus experiencias en mate-
to a la posibilidad de que se la ¿me. Es el amor y sola t'l¡r de amor, Lo cierto es que el emor no es sino una de
2'IO DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL zLL

tantas posibilidades como al hombre se le ofrecen Por Io tanto, la resignación de la persona poco atrac-
dar un sentido a la vida, y no la más importante de tlvo exteriormente no tiene, en realidad, ninguna razón
Bien triste sería para nuestra existencia y bien pobre' dc ser. Se traduce, en cambio, en un resultado incurable:
bría que considerar la vida humana si todo su Él resentimiento. El hombre neurótico que no acierta a
dependiera de que llegáramos o no a ser afortut Fslizarse en una determinada especie de valores sigue
el ¿mor. Uho de dos caminos: o va a refugiarse a la sobreestima-
No, la vida es muy rica en oportunidades de glón de sí mismo, o se consuela pensando que el campo
Basta pensar en la primacía delatealización de valo de vida en que ha fracasado no tiene ningún valor. Por
creación. Por tanto, también quien no sea amado EUulquiera de estos caminos va mal, obra injustamente y
sienta capaz de amar podrá dar a su vida un sentido ru precipita al infortunio. La tendencia neuróticamente
traordinariamente grande. Cabrá preguntarse úni éonvulsiva ala"dicht" en el amor conduce ya de suyo a la
l'desgracia", aunque sólo sea por
te si aquella incapacidad significa realmente un dest su neurótico coruulsio-
deberáconsiderarse más bien como una incapacidad ilrmo. Quien se halla fijado a la erótica, exagerando su
rótica, es decir, si el hecho de que una persona no Vslor, suele empujar aquella "puerta hacia la dicha" de la
cuentra acceso a la dicha del amor no será i quc ya sabemos por Kierkegaard que "se abre hacia afue-
una culpa. En lo que se refiere a los valores vivenciale§ H'l y por lo mismo, queda cerradapara el hombre ansio-
amor vale analogía con la renuncia a la !tt, Quien se halle, por otra parte, fijado a la vida amorosa
de valores
-por
creadores paraabtazar los valores de acti cn un sentido negativo, restándole toda importancia y
aquello de que la renuncia no debe ser innecesaria ni procurando, así, encajar la pérdida de lo que no alcanzó
metura. En este terreno, fácilmente se cae en una y llegó a considerar, equivocadamente, como inasequible,
nación antes de tiempo. En efecto, los hombres tie t¡nrbién se cerrará por sí mismo el camino hacia la dicha
generalmente a olvidar cuán relativamente pequeña Étt cl amor. Por donde el amargor por la necesidad real o
importancia de los atractivos externos y cómo lo que ilfr¡lrcnte de renunciar conduce a idéntico resultado que
porta, en la vida amorosa, es, fundamentalmente, la ln rcbeldía y la protesta contra el destino: ambos tipos de
hrutrbre desaprovechan las oportunidades que l¿ vida les
sonalidad. Todos conocemos claros
cómo personas
-y conso
exteriormente poco at llrlnda. En cambio, la actitud suelta, libre de resentimiento,
ejemplos de
I'rlttlrínica" de quien renuncia honradamente, pero
e incluso insignificantes triunfan en la vida amorosa no de
cias a la fuerza de su personalidad y a su encanto. tllt rnodo irrevocable, hace que brille más claro el valor
rccordar el caso aquel del tullido que, en las más des tlr nu personalidad y le brinda aquella últime oportunidad
rrrbles condiciones de üda que quepa imaginarse, dtrl¡r ¿ la persona que sabe atenerse a la vieja máxima de
nfrrrr,¡r su personalidad, no sólo en el terreno espi dlut i ncndo obtinere, obtener absteniéndose.

¡lno tnmbién en el terreno erótico. l.¿ acentuación de la apariencia externa lleva a exage-
2I2 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 2I'
rar, en generel, la importancia de la "belleza" física
ncn siempre a quien los contrae. Se evaden h¿cia lo co-
campo de la erótica. A Ia par con ello, se rebaja en
lectivo: hacia el "tipo" que en cada caso se prefiere y cuya
medida el valor de lo humano. Cuando decimos,
rcpresentación más o menos fortuita tiene su exponente.
ejemplo, que una mujer es "bonita" este juicio e
No es una persona determinada y concreta la que se elige,
en rigor, una humillación para la persona de que se
¡lno un determinado "tipo". La intentio amorosa se ad-
¿Qué quiere decir, en última instancia, sino que
hlere a una manifestación externa, indudablemente típi-
emite prefiere, por caridad, no hablar, con respecto
ۃ, pero impersonal.
persona en cuestión, de otros valores, de los valores
El tipo femenino así preferido es el llamado por los
ritueles, supongamos? El hecho de que el juicio haga
norteamericanos giñ. Se comprende esto teniendo en
capié positivamente en este campo de velores rela
Cuenta que es bastante impersonal. La giil es una especie
mente bajos despierta necesariamente la sospecha de
cle mujer "en gran tiada",lapieza o el tornillo de una
se trata de silenciar un juicio negativo referente a
,nüquinaria de baile de la más grande precisión, una de
campo superior de valores. Pero la acentuación de los
tBntas figuras de una troupe de danzaúnas, es decir, parte
cios valorativos erótico-estéticos no entraña so
de un organismo colectivo. Le está vedado, por 1o tanto,
dewalorización de la persona así enjuiciada, sino
¡nlirse del marco del conjunto que le señala sus pasos en
la de la persona que emite esta clase de juicios. En e
cuando hablamos exclusivamente de labelleza de h cscena al mismo ritmo que las demás. Y lo mismo en la
érr:cna de la vida. El hombre "normal" de nuestros días
persona, no sólo damos a entender que no queremos
.*normal, por supuesto, en el sentido de Io corriente, no
ferirnos a su espiritualidad, sino, además, que no nos
de norma- busca este tipo de muier como su ideal eró-
teresamos por ella, sencillamente porque no le co
tlt'o a fuerza de ser impersonal, no le impone ningune
mos el menor valor.
clnsc de responsabilidad, pues se trata de un tipo ubicuo,
Lo que se llama el'flirteo" y, en general, las relaci
prrr decirlo así. Las giús son, dentro del cuadro de una
eróticas superfrciales tan corrientes en las grandes
fevista, sustituibles las unas por las otras, como seres fun-
des, pasan también de largo, inconscientemente, por
lante de la personalidad espiritual de la persona de que ¡{lbles, y 1o mismo en la üda, en cu¿nto tipo de mujer. La
girl cs Ia mujer impersonal, la mujer reducida al mínimo
trata. No ven o no se fijan para nada en lo que la
nalidad del otro tiene de único, de algo que sólo se da ¡rosible de personalidad, con la que no es posible mante-
ncr una relación particular e íntima, con la que es posi-
vez, sencillamente porque no tienen el menor interés
hlc mantener una relación que a nada obliga; es, para de-
percibirlo y apreciarlo. Esas relaciones eróticas huyen
todo lo que tiene de vínculo absorbente el auté clrlo en otros términos, la mujer que se puede "tener"
rln necesidad de "amarla", una especie de propiedad sin
amor, del sentimiento de verdadera compenetración
liurnomía propia, sin velor propio. Sólo puede sentirse
la otra pafte y de la responsabilidad que los lazos im
dnlor por una person¿, en cuanto tal; hacia lo que es Ia
2I4 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 2I5

negación de la persona, como ocurre con el tipo de B¡lobiar con ello al hombre, para no ser para el hombre
no cabe sentir amor. Ni tampoco fidelidad, pues a lo nrts que lo que éste busca en ella: el tipo por él preferido.
es la negación de la persona corresponde la negac Lr mujer corriente dicho, la giil de les grandes
-mejor
la fidelidad. En esta clase de relaciones eróticas, la eludades de nuestros días- vive entregada a los cuidados
lidad, más que posible, es, podríamos decir, necesarie. €n torno a su figura, a su apariencia; se preocupa única-
donde falta la calidad de la dicha dmorosa tiene que mcnte de "encontr¿r" a alguien que se ñje en ella, aunque
pensctrse necesdriamente con la cantidad de los ño [a tome en serio, aunque no la quiera realmente tal y
sexudles; cudnto rnenos "feliz" se siente und persond, como es, como un ser único e insustituible, pues esto no
necesita su impulso el ser "satisfecho". le preocupa.
El flirteo üene a ser como una variante mezquina Ese tipo de mujer quiere que los hombres se fijen en ella
amor. La existencia, en el lenguaje corriente, de llmplemente como un ser genérico; de aquí que se preo-
nes como las de "esa mujer ha sido mía" descubren eupc siempre de destacar en primer plano su corporalidad,
el fondo esta forma erótica inferior. Lo que es de Iu que tiene de no específico; de ser impersonal y de pre-
que se posee, puede cambiarse, canjearse; el hombre Senter un tipo cualquiera, el que está de moda, el que más
de c¿mbiar, como otro objeto cualquiera, la mujer tlto secotiza en la feria de las vanidades eróticas. Trata
seída" por él; puede, incluso, si lo quiere, "comprar" dc imitado con la mayor fidelidad posible aun a trueque de
Pero no se cree que esta categoría "posesiva" de lo e ter, con ello, infiel a sí misma, a su propio yo.
co no se da también por perte de la mujer. Esta Lo toma, por ejemplo, del mundo del cine. Se compa-
erótica "superficial", en el más pleno sentido de la r[ constantemente con este tipo de mujer repre-
bra que no pasa de la "superficie" de la
-que
rcnta el ideal femenino de ella misma o de su novio-,
-puesto
parte, de su manifestación puramente externa, co Iltsta que acaba acoplándose a él lo más posible. Hace ya
ral-, se halla también por parte de la mujer bajo el lnucho tiempo que no siente ninguna ambición de ser
zonte de la "posesión". Considerada la cosa desde lrn ser incomparable y único, cualidad inseparable de
punto de vista, no importa lo que la persona "es", sino todo auténtico ser humano. No experimenta siquiera la
lamente el que (como posible pareja del acto sexual) Ir»bición de crear por sí misma un nuevo tipo de mujer,
ga o no sex appeal. Lo que uno posee puede cambiarse, tlc "marcar" la moda. Se contenta con representarlo. Gusta
terarse, y el aspecto externo de una mujer, lo que la rle presentar al hombre, espontáneamente, el "tipo" que él
"tiene" en su figura o en su apariencia, es posible ¡rrcfiere. |amás se da a sí misma, jamás entrega amo-
biarlo a fuerza de maquillaje. A la actitud del hombre t'os¿mente su propio yo.
acabamos de caracterizar corresponde, pues, otra Por ese camino falso, la mujer va desviándose cadavez
por perte de la mujer. Ésta tiende, generalmente, a Irr¡Ís de la euténtica vivencia ¿morosa, de la realización
con todo cuidado cuanto haya en ella de personal,pera rlcl verdadero amor. Cuando el hombre la busca aparente-
216 DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 217

mente a ella, buscando en realided el "tipo" que el de la vivencia de la "eternidad" de un amor. El amor
no se dirige a ella misma. Sumisa a los deseos del tólo puede vivirse sub specie aeternitatis. El verdadero
le da lo que él necesita de ella, lo que quiere "poseer". §mante, en el momento de su amor, en la entrega a este
bos salen chasqueados, y no puede ser de otro modo. lnomento y al objeto de su amor, no puede imaginarse
vez de buscarse el uno al otro, se repelen en realidad, éh modo alguno que su sentimiento llegue a c¿mbiar al-
para poder encontrarse es necesario que cada cual
§ún día. Se comprende con sólo tener en cuenta que sus
en el otro lo que tiene de único,lo que sólo se da und ¡entimientos no son "de estado", sino "intencionales". Su
la úda, es decir, lo que wrdader&mente puede hacer l¡tentio va dirigida a la esencia del ser amado y su valor,
un ser digno de ser amado, lo que hace digna de ser Itl mismo que ocurre en cualquier otro acto espiritual, lo
la tida propia. tülsmo que en el conocimiento o reconocimiento de un
En su obra de creación, el ser humano se esfuerza vglor, es captado el valor o la esencia. Cuando compren-
pre por destacar lo que hay en él de único e insustitu dcmos que 2 x z = 4, lo hemos comprendido de unavez
en el amor, en cambio, busca y absorbe dentro de sl por todas, y "ya no hay quien 1o mueva". Cuando en ver-
que hay de único e insustituible en el ser ¿m¿do. dncl hemos llegado a captar la esencia de otro ser, con-
entrega recíproca del amor, en este mutuo dar y fenrplándolo en el amor, tampoco hay quien mueva esta
se impone simultáneamente la personalidad propia de Verdad y nada podrá apartarnos ya de este amo¡ ni apar-
uno de los dos amantes. La auténtica intentio tsr ¿¡ este amor de nosotros. Cuando vivimos un auténti-
penetrcthasta aquella zona profunda del ser eula que el go irmor, lo vivimos como para siempre, del mismo
humano no representd ya un "tipo", sino ufi indi¡tiduo Ittodo que reconocemos como "verdades eternas" aque-
co, el único eiemplar incomparable e insustituible, llus verdades a las que concedemos el valor de tales. He
con todd la dignidad de lo que es único en el mundo. tqtrí por qué el amor, mientras dura en el plano del tiem-
dignidad de aquellos ángeles de quienes algunos po crnpírico, es vivido necesariamente como si fuese un
ticos dicen que no se hallan sujetos alprincipium "[nror eterno". Sin embargo, en su búsqueda de la verdad
duationis, que no ejemplifrcan una clase o una ce el hornbre puede equivocarse. También en el amor puede
sino que, lejos de ello, es como si cada clase o categoría énl{nñarse el individuo,confundir un simple enamora-
fuüese representada por un solo ejemplar. lnirnto con el verdadero amor. Claro está que, de ante-
Cuando la auténtica actitud emorosa representa la ori lil¡lrlo, nunce consideramos una verdad subjetiva como
tación de una personalidad espiritual hacia otra, ese "¡rrlrrmente subjetiva", como un posible error; sólo a pos-
titud es la única garantía de la fidelidad en el amor. leriori es posible descubrir que es un error lo que creía-
¿mor en cuanto tal, garantiza entonces, a la vez, su nlos una verdad. Pues bien, 1o mismo ocurre con el amor:
ción en el tiempo empírico. Traducido al tiempo de vi el lrombre no puede amar "temporalmente", es decir, de
cia, arroja un resultado todavía más alto, mucho más Irnrr rnanera provisional, ni proponerse lo proüsional como
218 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 219

tal, ni "proponerse" la finitud temporal del amor; ordcn biológico que, en el caso concreto, pueden hacer
a lo sumo, enamorarse "corriendo el riesgo" de que el aconsejable o no aconsejable un matrimonio. Existen,
jeto de su amor se revele más tarde como indigno de desde luego, lo que podríamos llamar las contraindica-
de que, por tanto, el amor "se extinga" tan pronto clones eugenésicas. EI amor, como tal, no peligrará nunca
el valor de la persona amada desaparezca a los ojos B casi nunca, evidentemente, por esta clase de impedi-
quien ama. mentos. En todo caso, el matrimonio sólo será de acon-
Todo lo que es mera posesión se halla suieto a lefar cuando ambas partes se propongan, con é1, crear
bio. Pero, desde el momento en que la auténtica i unn comunidad espiritual de vida, y no simplemente ase-
amorosa no se refiere a lo que puede "poseerse" del "descendencia" común de dos individuos bio-
§urar la
a lo que el otro "tiene", sino siempre, exclusivamente, lógicos.
que el otro "es", vemos que el auténtico amor, y Cuando, por el contrario, se aduzcan en pro del matri-
conduce a la unión monogámica. La actitud monio motivos ajenos de antemano al campo de la autén-
presupone, en efecto, el que el otro cónyuge sea flcu vivencia amorosa, es casi seguro que estos motivos
bido como un ser único, insustituible e irrempl Fntrarán dentro del marco de aquellas relaciones eróticas
decir, en su valor genuinamente espiritual y, por tle los que hemos dicho que se hallan bajo la categoría
más allá de todas sus cualidades corporales o a dominante de la "posesión". Tal es lo que acaece, sobre
pues desde el punto de üsta de éstas toda persona lodo, cuando, en la línea del materialismo, de la voluntad
ser representada y sustituida por otra adornada de de posesión, se conciertan matrimonios inspirados prin-
dades parejas. t:lprlmente en razones económicas. Sólo así se compren-
Basta con lo dicho para llegar a le conclusión de de la existencia de instituciones como las agencias ma-
eI simple enamoramiento, como un "estado de trlmoniales. En tales casos, se enfoca aisladamente el
que es, esencialmente, más o menos figaz, debiera factor social del matrimonio, limitándolo, además, a lo
siderarse casi como una contraindicación del mat Ér'onómico, más aún, a lo financiero. La degradación que
nio. Lo cual no quiere decir, que en el auténtico l'orr cllo sufre el ser humano llega, a veces, hasta la si-
deba verse, en cambio, una indicación positiva. El
$ttlcnte generación. Conocemos, por ejemplo, el caso de
monio es algo más que un asunto exclusivo de la ilr nruchacho que huyó de la casa paterna, por no poder
privada. Es algo mucho más complejo: una i §r'Éuir aguantando los continuos conflictos entre sus pe-
de la vida social legalizada por el Estado y, en su tlt'es, a los que se veía arrastrado también é1. El único de-
bendecida por la Iglesia, con 10 que trasciende ¡ro dc su corazóny la meta exclusiva de su üda consistía
al mundo de lo colectivo. Ello hace que, desde este ncgún hubo de confesar, con conmovedora ingenui-
de vista, deban cumplirse antes de casarse ciertas *lurl - en dedicarse a la propaganda de una institución
diciones. Únanse a esto los factores y circunsta rtrulquiera que hiciese imposible la celebración de matri-
220 DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 221

monios entre seres que no se entendieran, como les Élerta rutina erótica. En cambio, el postulado de la fideli-
rría a sus padres. d¡d lc lleva a sobreponerse a los simples estados de ánimo
El auténtico amor constituye, sin ningún gé plrrr fifarse en una sola persona y mantener en pie firme-
duda, el factor más importante en la estabilidad de las licnte las relaciones que a ella le unen. Puede darse, por lo
nes monogámicas. Otro factor que entra en esta Bnto, el caso de que no sepa si debe abandonar una rela-
relaciones es el de la exclusividad (Oswald Schw Elén concreta para contreer otras muchas y las más varia-
amor es siempre un sentimiento de íntima compe d$, hasta que opte, en definitiva, por la mejor de todas, o
ción; la unión monogámica bajo la forma del mat !1, por el contrario, es mejor que cultive solamente, apu-
representa el vínculo externo. Mantenerlo en pie dnclola, la relación ya contraída, para aprender en ella lo
modo deñnitivo es lo que llamamos fidelidad c lhtcs posible la virtud de la fidelidad. En la práctica, es
Sin embargo, el carácter exclusivo de la unión leonsejable que el joven o la joven situados ante este dile-
que quien entre en ella contraiga la unión "adecuada"; ñt& sc formulen el problema, en caso de duda, de un modo
¿demás de vincularse é1, sepa a quién se üncula. tleÍ[tivo. Es decir, que se pregunte si acaso no querrá
ne, en quien se casa, la capacidad necesaria para optar "tryrse libre" de una relación concreta valios¿ desde todos
una determinada persona como cón¡rge. lAr puntos de üsta, sencillamente porque teme los com-
Lamadurez erótica, concebida como la capacidad prumisos y trate de huir de la responsabilidad, o bien, en
rior para contraer una unión monogámica, entraña, ll citso contrario, si no se aferrará, talvez, tenazme\te, a
un doble postulado: el de la capacidad para decidirse URU relación ya cuarteada simplemente por el temor de ver-

carácter exclusivo) en favor de una determinada le e rnpujado a la soledad por un par de semanas o de meses.
el de la capacidad para guardarle (definitivamente) §1, elc este modo, se esfuerza en indagar los móviles no ob-

dad. Si vemos en la juventud, incluso desde el punto fetivos que puedan impulsarle, es casi seguro que llegará a
vista erótico, lo que es, a saber: un periodo de $lu dccisión aplomada y objetiva.
para la üda, incluyendo la amorosa, se desprende de
necesidad de educarl¿ para que se forme en ella la §t'lrcler define el amor como un movimiento espiritual
dad para encontrar a la persona adecuada como qtrc busca el más alto valor de la persona amada, como un
y, al mismo tiempo, para que los jóvenes "aprendan" e l('to cspiritual en que se cepta este valor, el más alto de
debido tiempo a guardar fidelidad al ser elegido. torkrs, que Scheler llama la "salvación" de una persona.
Sin embargo, este doble postulado no deia de Algo parecido sostiene también Spranger cuando afirma
cierta antinomia. En efecto, si se quiere educar al r¡ttt' r:l amor conoce las posibilidades de valor de la perso-
en el sentido que marca el postulado de la capacidad ltrr rrmada. Por su parte, V Hattingen, expresándose en
elegi¡ no cabe duda de que hay que cultivar en él un c fór'rninos diferentes, dice que el amor ve al hombre tal y
to conocimiento erótico de las gentes, a¡rdarle a r'¡rllo Dios "lo ha pensado".
opr rsrcoeNÁusn ar eNÁusrs EXISTENCIAL 22c
222 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL

conü l¡ción natural; es decir, cuando representa una posibili-


Nosotros diríamos que el amor no§ permite
valor de drd puesta en sus manos. Por eso debe considerarse
plarla imagen del P:rs:na'
-lna
,n, ob.a .ábd*.rrt. metafísica' La imagen "tt:delI valor
:",b": lnexacta la afirmación tan corriente de que los hombres
ñlovidos por sus impulsos son incalculables. Más bien
en cada ca§o contemPlamos al e)ecutar el acto
podía decirse lo contrario: partiendo dela nattxaleza de
espiritual es, esencialmente, la "imagen'de algo
lor impulsos es como podemos calcular al hombre. Y t¿m-
irreal e irrealizado. En el acto espiritual del atno¡pot
"es" en-su blén puede ser reducido a cálculo el simple hombre de
to, no sólo captamo§ lo que la persona
lo que podríamos llam¿r l¿ I ñ¡ón, la mere construcción de un "ser racional", llamado
riáad y singularidad,
escolástica, sino también lo que hombre, o el tipo psicológico del hombre "calculador". El
d., ta irrmlnología
lleger a ser, en esa su peculiaridad y singularidad úl "verdadero" hombre, el hombre de carne y hueso es eo
lpro incalculable: la existencia no puede reducirse a la
decir, la "entelequia"'
la ficticidad ni derivarse de ella.
Baste recordar la paradóiica definición de
como una posibilidad: posibilidad de
del hombre
Por Lr captación de valores sólo puede serrir para enriquecer
ción de valores, posibilidad de autorrealización'
es ni más ni menos ll hombre. A veces, este enriquecimiento interior consti-
de 1o que el amor se Percata
tuyc, incluso, el sentido mismo de su vida, como hemos
esta "posibilidad" de un ser humano' Añadiremos'
Ylrto al tratar de los valores de vivencia. Por eso el amor
,rda, que 1o mismo debe hacer toda psicoterapia'
s

se halle animada por- el espíritu dsl Fros lnrlquece siempre, necesariamente, a quien ama. No exis-
y
"u"rrdo
gogos (Pritzhorn): también ella tiene que estorz En, por tanto, ni pueden existir, emores "desgraciados";
it.!"r ver en sus más genuinas posibilidades a la llc frase de "amor desgraciado" envuelve una contradic-
" Ekln consigo misma. Una de dos: o amamos de verdad, en
d.-qu. se trata, es decir, por anticipar las pos
€tlyo ceso nos sentiremos necesariamente enriquecidos,
más valiosas del hombre.
LJno de los ruisterios metafísicos del acto espiritual lu nrismo si somos correspondidos que si somos rechaza-
precisamente que, en él' podemos ilt dtu¡ o no amamos real y verdaderamente, no "mentamos"
llamdmos a'?flor es

to imagen del ialor del ser dffiddo, Partiendo


d.e,los Fflrl)i¡mente la persona de otro ser, sino algunas cualida-
¡ro,
'gos posi tle¡ l'ísicas, corporales que 'ren ella" vemos o algún rasgo
d.e su lrnagen esencial. El anticiparse a las
(rnfrnico) de carácter que "posee"; en este caso, sí pode-
áel valorcoi bot, en la redlid'ad esencial d'e und
lltol scntirnos desgraciados, pero lo que ocurre es que no
no constituye ninguna operación de cálculo' Lo
que cabe calcula, son las realidades; 1T ,"tülltÍi'
!¡ cl ¡ruestro un verdadero amor.
No cabe duda de que el simple enamoramiento ciega,
*"r,to tales, escapan a todo cálculo' Hemos dicho I
hombre sólo comienza realmente a serlo cuando
ya ;ll ('icrto modo, al enamorado; el verdadero amor, en
de la realidad dada y de la tratrrlrio, aguzala mirada. Permite captar con mayor agu-
algo calculable partiendo
224 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 225

dezala personalidad espiritual del ser amado, así en h dicha no es simplemente intencional, sino que es tam-
to a su realidad esencial como en cuanto e sus ftlén "productiva'l Sólo así c¿be comprender Ia posibilidad
des de valor. El amor nos hace viür al ser amado ds que el hombre "se realice" en su dicha. Y así es también
un mundo de por sí, dil¿tando con ello los co Eomo únicamente podemos llegar a comprender la ana-
nuestro propio universo. A la par que nos enriquece última instancia, existe entre la dicha y el
loglrr que, en
hace dichosos, estimula también al ser amado, e ilfrimiento. Al estudiar el "sentido" que el sufrimiento
nándolo hacia aquella posibilidad de valor que el tlenc, hemos visto que también en él puede llegar a reali-
solamente el amor puede anticipar. El amor ayuda !ñrse el hombre. Del mismo modo hemos aquilatado el
amado a convertir en realidad lo que el amante se rufrimiento como una rcahzaciónhumana. Podemos dis-
a ver, a intuir. Se comprende que así sea, pues se tlnguir, en términos generales, entre los sentimientos in-
siempre en ser cada vez más digno del amante o tencionales y los afectos "productivos", de una parte, y de
amor, asemejándose más de cerca a la imagen que el otrir los simples estados de ánimo "improductivos". Así, aI
se forma, pareciéndose a "como Dios lo pensó y duclo, a cuyo sentido intencional y a cuya aportación
Así, pues, siendo cierto que hasta los amores " §readora nos hemos referido ya, cabe oponer el enojo es-
dos", es decir, los amores no correspondidos, nos e tóril (que una pérdida cualquiera nos produce) y que es
cen y hacen felices, podemos afirmar que los un simple estado de ánimo reactivo. De aquí que el len-
"afortunados", es decir, correspondidos, encierran que se lla-
¡urtic usual distin§a, muy sutilmente, entre 1o
virtud manifiestamente creadora. En los amores mn la justa "có7era", como sentimiento intencional lleno
en los que cada cual quiere llegar a ser digno del otro, dc sentido ético, y el odio "ciego", simple estado afectivo
ger e ser tal y como el otro se 1o imagina, se desa quc no envuelve intención valorativa alguna.
cierto modo un proceso dialéctico, en el que los a La frase "amor desgraciado" entraña, como hemos vis-
rivalizan el uno con el otro, podríamos decir, en la lo, una contradicción lógica; pero, psicológicamente con-
ción de sus respectivas posibilidades. rldcrada, esta fr¿se expres¿ una especie de despecho. Se
La mera satisfacción del impulso sexual produce exrgera, en Io que representa para el contenido de la vi-
cer; las relaciones eróticas del enamoramiento causan vcncia, la ténica de placer o de dolor, la señal de agradable
gría; el verdadero amor depara al hombre la dicha. En o clesagradable. En ningún otro campo es tan iniustificado
escala de resultados se revela una creciente intenci el punto de üsta del hedonismo como en el de las relacio-
dad. El placer es, simplemente, un estado afectivo; la n(:s emorosas. En Ia realidad de la vida le ocurre aI actor
gría implica ya algo intencional, se dirige hacia algo. rrlgo parecido a lo que al espectador en el teatro; los dra-
dicha se endereza en una dirección determinada: la n)rrs son, en general, üvencias más profundas que las co-
pia realización. La dicha adquiere, de este modo, un nrcdias. Las experiencias "desdichadas" de Ia vida amorosa
rácter de rcalización (beatitudo ipse úrtus, dice Spi no sólo nos enriquecen, sino que nos ahondan; más aún, es
226 DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 227

precisamente en ellas donde más crece y madura el dc vista del cálculo de probabilid¿des, es posible que, en
Claro está que el enriquecimiento interior que el l*r vida del hombre medio, quepa admitir que sóIo se dé
bre experimenta en el amor no está libre de conflictos una posibilidad venturosa por nueve desgraciadas. Debe
teriores. El neurótico adulto lo teme y huye. Y lo que erperarla y luchar por ella, pero no cerr¿rle neciamente el
representa un caso patológico, se da también, de un e[mino, yendo paradójicamente a refugierse en la desgra-
más o menos fisiológico, en el hombre joven. En cic para no ceer en la dicha.
casos vemos que la experiencia de unos "amores La psicoterapia de los que se llaman "amores desgracia-
dos" acaba convirtiéndose en un medio para un fin, tlos" sólo puede consistir en poner al descubierto la ten-
el de proteger al niño quemado unavez del fuego de dcncia de evasión, haciendo hincapié en el carácter de mi-
Este clase de personas se parapetan detrás de una pri ¡lón de l¿ vida amorosa, como de la vida toda, en general.
única experiencia desdichada para no caer en otras. l)c nada sen¡irán, en c¿mbio, para remediar estos casos, la
Por donde la frase de "amores desgraciados" no es ulusión tan corriente como bien intencionada a "otras
lamente expresión de un estado de despecho, sino madres" que "tienen también hijas bonitas", pues cuando
bién un medio a que el hombre recurre para com rlguien se encapricha por una determinada hija de una de-
en su dolor. Los pensamientos del enamorado no le rminada madre, comienza el enamoramiento o, quizás,
pondido giran de un modo casi masoquista, el verdadero amor.
te, en torno a su desgracia. El amante desgraciado se Tampoco los amores afortunados, es decir, los amores
-o último- fracaso, para
chera detrás de su primer correspondidos, están siempre libres de sentimientos de
quemarse de nuevo los dedos en la hosuera. Se "dcsvenfura", sobre todo cuando la dicha amorosa se ve en-
detrás de su desgraciada experiencia amorosa; va a lurbiada por los tormentos de los celos que son otra de las
giarse a la desgracia pasada, huyendo de las posib nl¿nifestaciones de aquel materialismo erótico a que nos
de dicha futuras. Envez de seguir buscando hasta " Ircmos referido más arriba. Traslucen la tendencia a con-
contrar" renuncia a toda búsqueda.Envez de abrir su ¡iderar el objeto amado como de propiedad exclusiva del
píritu a la riqueza de posibilidades de la vida amorosa, Anlante. El celoso trataalser a quien dice y cree amar como
cierra a cal y canto contra ellas. Clava su mirada fasci rrn objeto patrimonial lo degrada al plano de cosa poseída.
da en lo ya vivido, para no tener que mirar a la vida. ()uiere tenerlo "solamente para sí", con lo que demuestra
importa más la seguridad que la disposición del espí (luc su comportamiento se halla encuedrado, precisamente,
No acierta a desembarazarse del fardo de una exoeri crr la categoría del "tener", y no en la del "ser".
desgraciada, por su empeño en no exponerse a otra, Un¿ auténtic¿ relación emorosa no deia nunca cabida
vez venturosa. A esta clase de seres hay que
¡rrra los celos que no tienen rezón de ser, por cuanto el
en una constante actitud de espíritu abierto y dispuesto vcrdadero amor presupone al ser amado como único e
la muchedumbre de las posibilidades. Aun desde el llrcmplazable, Io que elimina sustancialmente toda posi-
228 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAT DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 229

bilidad de compararlo con ningún otro. La rivalidad, ¡c halla por debajo del nivel del auténtico amor, y que, por
temida por los amantes celosos, incluye la posibili tEnto, una persona no es querida en el sentido y en el grado
ser comparado con un competidor cualquiera en neccsarios para que se le pueda considerar como incom-
amado. Ahora bien, el hecho de ser amado, cuando porable e insustituible, los celos tendrían menos razón de
daderamente se es, no admite rivalidad ni t0r, pues la relación amorosa, en estas condiciones, habría
guna, ya que, para estos efectos, cada ser es dcjrrdo de existir. Llegamos, en resumen, a la conclusión de
se halla, digámoslo así, fuera de concurso a los ojoe quc los celos carecen siempre de sentido; unas veces son
quien le ama. prcmaturos y otras tardíos: o bien son infundados, ya que
Existe además, como es sabido, una clese de celos ln persona a quien amamos no nos es infiel, o tienen un
se extienden al pasado de la otra parte, que recaen fundamento, porque esa persona no nos guarde realmente
sus "antecesores" en el amor que ahora disfruta el f,dclidad, en cuyo caso sí que carece de sentido sentirse
Las personas atormentadas por esta clase de celos eeloso, pues la relación amorosa, que podría justiñcarlos,
ser siempre "las primeras". Más modestas son, en te ha extinguido.
aquellas que se contentan con ser "las últimas'l Sin Bien podría decirse que los celos envuelven, desde el
go, bien mirados los hechos resulta que no son las punto de vista tácito, una dinámica peligrosa. El celoso
modestas, sino por el contrerio, las más ambiciosas. B(r¡tba provocendo aquello que teme: el desengaño amoro-
tenden, en realidad, no la prioridad, sino la superi ro. l)el mismo modo que la fe no sóIo emana de la fortale-
con respecto a sus antecesores y a los posibles l[ interior, sino que se traduce, además, en una fuerza
Unos y otros olüdan lo fundamental, que es el hecho trcciente, la duda, brotando por sí misme de los fracasos,
que todo hombre, por principio, es un ser único e á('rlrrea nuevos y nuevos fracasos sobre la cabeza de quien
parable. Quien se comp¿ra con otro, es injusto con este lu rrbriga. El amante celoso duda de poder "conservar" el
o consigo mismo, no solamente en la üda amorosa. ünror de aquel a quien ama y puede, en verdad, llegar a per-
cual tiene, en términos deportivos, ya lo hemos dicho, rlerfo a fuerza de empujar hacia la infidelidad a aquel de
propio stdrt; a quien arranca más tarde, por pesar luya fidelidad duda, obligándolo casi a echarse en brazos
él una suerte más dura, hay que reconocerle, ceteris tlc otro. Acaba haciendo que sea verdad lo que cree.
bus, una aportación relativamente más meritoria. y No cabe duda de que la fidelidad es siempre una exigen-
quiera que la situación del destino no puede calibrarse ll¡r del verdadero amor; pero solamente se la puede plantear
ca en todos sus detalles, resulta que carecemos de toda cl amante mismo, nunca a la persona emada. Como una
y de toda pauta para compar¿r las aportaciones de uno! rxigcncia acaba conyirtiéndose necesariamente en un reto.
de otros, lo que vale tanto como decir que no di l,rr cmpuja a una actifud de protesta, de la que brotatalvez,
mos de un tertiunt comparationis para unos y otros. In¿is tarde o más temprano, la infidelidad.
Ahora bien, en los casos en que una relación l,a fe en el otro, lo mismo que la fe en sí mismo, le hace
230 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 2'I
a uno sentirse seguro de sí, por donde esta fe acaba, "ve rdad" por delante, aquella muier no haría otre cosa que
lo general, teniendo razón. Lo mismo ocurre con le tngnñar a su marido. Su "confesión', en efecto, le induci-
la fidelidad. A esta fe corresponde, por parte del ser ilr l cngaño, le llevaría a creer que la cosa era más grave,
do, una actitud de honradez. Así como la fe tiene su pucs de otro modo nunca se habría decidido a contárselo.
pia dialéctica, la cual hace que acabe siendo verdad Lt mujer no quiso sesuir el consejo de su médico. ¿Qué
en que se cree, la honradez posee su paradoja: el Egurrió? Se produjo, como consecuencia, un divorcio
puede mentir con la verd¿d en los labios, por el perfectamente innecesario, tanto desde el punto de vista
decir la verdad con una mentira y hasta "hacer de la
furldico como desde el punto de vista humano.
tira verdad". Ilustraremos esto con un ejemplo, fa Pasemos a examinar, después de la infidelidad temida
cualquier médico. Cuando tomemos la presión arte por el amante celoso, el problema de la infidelidad con-
un enfermo y la encontramos ligeramente alta, ¡umada. Lo primero con que nos encontramos es el dis-
muchas veces que, al comunicar al paciente, según tlnto criterio que generalmente suele aplicarse para valorar
deseos, la verdad del resultado sólo conseguimos lo infidelidad (conyugal) según que la cometa el hombre
aterrado al conocer la verdad, suba más su presión, es o lrrmujer. La sociedad suele medir, en estos casos, con dos
cir, que sea más alta de lo que hemos dicho; en rnscros distintos. Por lo general, se considera más imperdo-
se lo ocultamos indicando una cifra más baja que la nrrble el adulterio en la mujer que en el hombre. Es posible
trada, le tranquilizaremos, con lo que le bajará y quc sólo en apariencia envuelva una gran injusticia. La ac-
mentira aparente (lo que se llama una. "mentir¿ piadosa tll ud de los dos sexos ante la vida sexual difiere, entre otras
resultará, a fin de cuentas, verdad. cosas, desde el punto de vista psicológico. Allers, por
Citaremos ahora un caso demostrativo de que esta efcmplo, señala esta diferencia del modo siguiente: el
radoja es también inseparable, en términos generales, hombre se entrega al amor, la mujer se entrega en é1. Sin
la vida misma, y muy especialmente de la vida enrbargo, el distinto criterio con que se enjuicia la infide-
Una paciente consultó a su médico si debía o no confesar lld¿d radica en una diferencia profunda entre ambos sexos,
su marido una infidelidad perfectamente inofensiva, i rlif'crencie que llega incluso a lo biológico y que tiene, tal
cente y fragmentaria. El médico le disuadió de vcz, su razón de ser ontológica.La diferencia entre los dos
Sabía, en primer lugar, que su cliente trataba de confesar ricxos podrá expresarse, talvez, mejor que de ningún otro
su marido la "infidelidad" en cuestión por motivos pu rnodo, por medio de un símiI, no sólo en lo tocante a la in-
mente neuróticos; más aún, que lahabía cometido, fidclidad sexual, sino también en lo que se refiere a la pérdi-
so, por los mismos motivos, para provocar y "poner tl¡r de la virginidad: una fuente que vierta su agua pura en
prueba" a su marido. En segundo lugar y en un plano ttn recipiente sucio no pierde, por ello, su pureza; en cam-
mente objetivo (es decir, de por sí y no en cuanto a la llio, una vasija que se llene de agua sucia, aunque sólo sea
tivación y a la psicogénesis), estaba seguro de que, con utlavez, se ensucia yapare siempre.
232 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 2t3
Finalmente, no debe perderse de vista que el Yierte Ia relación amorosa misma en una mercancía. AsÍ
criterio de valoración de las infidelidades responde ffrcvela claramente en el fenómeno de la prostitución.
bién a un fundamento sociológico. La mujer que ha Eomo problema psicológico, no cabe duda de que la pros-
do que ver" con varios hombres no puede nunca tltución no es imputable tanto a las prostituidas como a
certeza quién es el padre del hijo engendrado en tales 16¡ "consumidores" de este mercado. La psicología de la
diciones; en cambio, el marido a quien su esposa le prostituta no plantea grandes problemas, pues se reduce,
fidelidad, aunque él no le sea fiel a ella, sabe muy bien fn rcalidad, a la psicopatología de un tipo de mujer sobre la
es el padre del hijo que aquélla trae al mundo. (En quc pesa un complejo de inferioridad más o menos acen-
caso, como en tantos otros, el ingenio humano se e tu¡do. Cuando analizamos psicológicamente el ceso con-
de poner fulgurantemente en claro la verdad de las Creto de una prostituida, descubrimos casi siempre una
Nos referimos al chiste de aquella mujer casada que,, deficiencia moral bajo la forma de un rasgo psicopático. El
careciendo la frecuencia con que su marido le era lnrilisis sociológico de cada caso no nos hace avanzar gran
decía que, afuerza de engañarla con otras, no podía goria, También aquí se confirma lo que ya tuvimos que de-
segura de que los hijos dados por ella a luz fuesen Elr en otr¿ ocasión, a saber: que la situación económica de
te de é1. El chiste está en que Ia mujer tiene penuria, por sí sola, no impone a nadie un determinado
que saber quién es el padre de sus hijos, por mucho ernmportamiento ni obliga, por tanto, a una muier psíqui-
marido la engañe; si no lo sabe, es porque ella misma en y moralmente normal a abrazar la prostitución. Antes
ña a su marido, quod erat demonstrandum.) al c:ontrario, lo que causa asombro, en la mayoría de los
Ahora bien, las consecuencias a que conduce la lrtso§, es la fuerza admirable con que la mujer resiste a la
lidad de la otra parte varían según los casos. La di tsntcción de vender su cue{po, aun a trueque de desafiar a
entre las "actitudes" que ante la infidelidad ya conr lu rnás tremenda miseri¿. A la inmensa mayoría de las mu-
pueden adaptarse brinda, entre otras cosas, la posi
frrcs que atraüesan una situación económicamente dura
de que la persona engañada siga el camino de realizat no sc les pasa siquiera por las mientes la idea de recurrir a
que llamamos "valores de actitud". Según los casos, la fllc medio para salir aflote, sin que den a esto mayor im-
defraudada se sobrepondrá a esta üvencia desentendié prrrtancia de la que Latípica prostituida suele dar al hecho
se de quien la ha engañado, o bien se aferrará a ella, de cscoger el otro camino.
donándola y llegando a una reconciliación; la tercera Por lo que al consumidor del mercado de la prostitu-
bilidad es la que consiste en decidir e intentar ckin se refiere, diremos que es el hombre que busca aque-
al culpable de la infidelidad, recobrando su cariño. th fbrma impersonal y sin compromiso de "vida amorosa"
{lt¡c corresponde c¿balmente a la actitud de la persona ante
El materialismo erótico, no contento con hacer de la unr¡ mercancía, ante una cosa. Ahora bien, la prostitución
parte de la relación amorosa un objeto patrimonial, m trrn peligrosa, si no más, desde el punto de vista de la hi
234 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 2'5
giene psíquica como desde el punto de vista de Ia
l¡¡cia la actitud normel del amante ante lo sexual. Para
ne física. Los peligros psíquicos que em,uelve son,
lueglo, más difíciles de prevenir que los otros. EI
{Ulcn ama de veras, el acto sexual no es sino la expresión
mág fltlca de los vínculos anímico-espirituales que le unen al
portante de todos consiste en que el joven que se ,
Fr omado. En cambio, cuando se ha llegado a ver en la
el camino de Ia prostitución se habitúa, yhasta
rcrualidad no un simple medio de expresión, sino un fin
que se amaestra, a une actitud ante los problemas
del fñ sí, se establece Ia tan conocida e incurable separación
que repugna directamente toda pedagogía sexual n
lntrc el Ilamado tipo de virgen y el de prostituta que desde
Se acostumbra, concretamente, a ver en la sexu¿li
llcmpre ha dado tanto quehacer al psicoterapeuta.
simple medio para la obtención de un placer, lo que
cr
tituye una ectitud absolutamente decadente, ,.sensual
'l'rrmbién de parte de la mujer se dan situaciones típicas
"sexualidad basada en el principio del placer,,
deje de quc vienen a entorpecer aquel desarrollo normal que cul-
un medio de expresión del amor y convierte en un fin
e ñlna en la vivencia de la sexualidad como la expresión del
la satisfacción de los impulsos o el goce sexual.
ünor. Y estos daños son, con frecuencia, muy difíciles de
La culpa de que un joven Ileno de anhelos
tcpnr¿r a posteriori por los métodos psicoterapeúticos.
se vuelva, de adulto, un hombre sediento sola (lonocemos, por ejemplo, un caso en que una muchacha
saciar sus impulsos la tiene, no pocas veces, la edu,
Ímpezó sosteniendo relaciones "platónicas" con un ami-
Sabemos, por ejemplo, de un caso en que la misma
echó a su hifo en brazos de Ias prostitltrr, p"., foi se negaba, sin embargo, a convertirlas en relaciones
tcxuales, sencillamente porque no sentía ningún deseo de
del amor hacia una muchacha cuya posición ecc
h[r:crlo. Un día, su novio insistió más que de costumbre y
socia-l no le parecía suficientemente ..elevada,,paro
defrí caer en los oídos de la muchacha, en üsta de que no
Donde más claramente se ve el peligro de desviarse lu
llrgraba vencer su resistencia, estas palabras: "Me parece
la prostitución, es decir, hacia la perversión de la
se¡ rluc cres una muier frígida", que hicieron gran mella en la
dad en la simple satisfacción de lós impulsos, con
la ntuchacha. Obsesionada, llegó a pensar si no estaría su no-
siguiente degradación de la otra prrt. Lr, simple obi
vkl cn lo cierto cuando le acusaba de no ser "una mujer
juguete de ellos, es en los casos en que se cierra
el ca cnlcra y verdadera", hasta que un día tomó la decisión de
hacia la auténtica relación para Ia que el a rnl regarse a é1, simplemente para demostrarle, y demos-
sexual es la expresión, y no"-oror",
la dei Ilrrrse a sí misma, que no teníerazón. Como es natural, el
ocasiones, el esclaviz¿miento "o.orr"iór, "mor.
del joven al goce s€ rcsultado de este experimento sólo podía ser uno: la inca-
como fin en sí proyecta su sombra sobre toda-su vida
¡rrrcitación de Ia muchacha para el goce. No había germi-
trimonial futura. Cuando le llega el momento de amar
Irrrdo aún en ella el impulso, ni espontáneemente ni des-
verdad, ya no puede retroceder; mejor dicho, no sabe
contrar el camino hacia adelante, es incapaz de ¡rcrtado desde el exterior, y, envez de aguardar a que el
rr¡rctito sexual se manifestara gradual y espontáneamente,
216 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 237

se entregó de un modo especulativo al hombre rapia de las perturbaciones que impiden, a veces,
realidad, la había amedrentado, sin otro fin que lier el sueño. Si, falsamente, se convierte en la meta
prueba su capacidad para gozar, pero al mismo t un¿ intención, de un esfuerzo, si la persona "se propo-
con el secreto temor de que su incapacidad q &" uhincadamente dormirse, se cree una tensión interior
descubierto. El solo esfuerzo de observ¿rse a sr nccesariamente hace que se frustre el efecto buscado.
bastaba pera entorpecer e inhibir la reacción de su i micdo al insomnio, una de las formas de la neurosis de
so sexual. En tales condiciones, no debía ext lñ$ustia expect¿nte, impide conciliar el sueño, y el in-
pobre muchacha si aquel esfuerzo angustioso de lBmnio que así se provoca sólo sirve para confirmar y for-
varse a sí misma no dejaba m¿rgen para que, al t¡leccr Ia neurosis, dando como resultado, a fin de cuen-
tiempo, pudiera disfrutar del goce de la entrega. Estas Bt, un círculo vicioso.
cepciones pueden muy bien repercutir sobre la Pues bien, algo parecido les ocurre a todas las personas
vida conyugal o amorosa de la mujer con efectos -que se sienten inseguras de su sexualidad. Esta inseguri-
tos, traduciéndose en una Írigidez psicógena del ti d«l intensifica la autoobservación y su angustiosa expec-
la neurosis sexual de "angustia expectante". Élclón acarree la frustración del ecto sexual. El neurótico
Como es sabido, el psicoterapeuta se encuentr¿ a ¡erual no piensa para nada, desde hace ya mucho tiempo,
paso con el "mecanismo" de esta clase de neurosis. La lI le otra persona que compartirá con él el goce (como
servación de todo acto automáticamente regulado c plensa el amante), está, simplemente, obsesionado con el
es normal y discurre sin que la conciencia lo vigile, leto sexual en sí, lo que frustra el acto, y necesariamente
duce ya de suyo, generalmente, un efecto perturbador. flenc que frustrarlo, ya que no se efectúa "lisa y llanamen-
persona que propende a la tartamudez observa sus t§" como algo natural y obvio, sino como algo "buscado" y
bras, en vez de frjarse en lo que se propone decir; atie "r¡ttcrido".
al cómo en vez de atender aI qué. Se entorpece, con el l,a misión esencial que a la psicoterapia se le plantea,
sí misma, como un motor en el que intentara meter en cstos casos, consiste en romper el fatal círculo vicioso
dedos, en vez de ponerlo en marcha y dejarlo marchar tle la expectación angustiosa, eliminando toda intentio del
sí solo. Muchas veces, basta con hacer comprender al f,rlo mismo, del acto en cuanto tal. El camino es instruir
tamudo que debe preocuparse simplemente de pensar el paciente para que no se deje nunca llevar al acto sexual
voz alta y dejar que la boca hable por sí misma, seguro Iomo si estuviese obligado a consumarlo. Debe evitarse,
que hablará con tante mayor fluidez cuanto menos la ton cste objeto, cuanto pueda representar pere el paciente
y la observe; si conseguimos que se percate de esto, urrrr especie de "coacción a Ia sexualidad". Esta coacción
mos dado el paso psicoterapeútico m'ás importante para (como ocurre en los casos de
¡rtrcde provenir de la mujer
curación. tnuieres muy "temperamentales", es decir, con grandes
Por vías análogas discurre también, como es sabido, exigencias sexuales) o del propio yo (como cuando el
238 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 239

hombre se traza, por así decirlo, un "programa", §unndo el hombre subió las escaleras que conducían al
niéndose ejecutar el acto sexual tal o cual día, a una CUArto que habían tomado para los dos, estaba tan excite-
determinada, etc.), y puede también, por último, do -por su expectante angustia, no por la excitación
impuesta por una situación (por la búsqueda de un tGxu¿l- que, según él mismo declaró después, apenas po-
de paso, etcéter¿). dfc ¿ndar, de lo que temblaba y le martilleaba el corazón.
A la par de la eliminación de todas estas fo Er claro que, en aquellas condiciones, mal podía sentirse
coacción, que podrían impresionar al neurótico Potcnte. El médico hubo de hacerle comprender que tenía
Ilevarle a la inhibición, conviene educarle también neccsariamente que ocurrir lo que ocurrió, dade la situa-
improvisación; y paralelamente, dirigirlo de un modo glón exterior e interior creada, y que el modo como el
creto, conducirlo de nuevo gradualmente, Pscicnte reaccionó fue tan comprensible como humano,
te, diríamos, a través de fases progresivas de lln que se representase, por sí solo, en modo alguno, nada
sexual, al modo sano y normal de abordar esta clase pstológico. El paciente, ante los razonamientos del médi-
tos, como algo espontáneo y evidente por sí mismo. €o, ilcabó convenciéndose de que no había ningún motivo
embargo, esta clase de psicoterapia deberá hacerse parrr hablar de una impotencia, en el sentido en que él lo
der del intento encaminado a poner de manifiesto hr¡hía temido (llegando casi a convertirlo en objeto de
paciente lo que su comportamiento "enfermizo" gnrt neurosis de angustia expectante y a desembocar en el
pesar de todo, de comprensible y de humano, apa Élrculo fatal). Bastó con esto para devolver a un hombre
sensación de que padece una perturbación patológ quc empezaba a sentirse sexualmente inseguro la necesa-
tel. En otros términos, inculcarle la comprensión de fln scguridad en sí mismo; se dio clara cuenta de que no
la influencia nefasta de la angustia expectante y el Ét nccesario que una persona esté realmente enferma por
vicioso en que se mueve son un modo general de c el hccho de no poder realizar, al mismo tiempo, estes dos
tamiento humano. rosts: entregarse en un impulso amoroso a otra (lo que
Un joven fue a consultar a su médico, alarmado Ér cl supuesto previo para la capacidad sexual de goce y
un caso de impotencia repentina. Se averiguó que, tres tnrlización) y observarse a sí mismo, en expectante an-
rios años de porfía, había logrado, por fin, convencer ¡ustia. Pero lo que mayor impresión causó al paciente de
novia para que se le "entregara". La muchacha le qttc lrablamos fue el hecho de que el médico no le man-
r¡pera
que sería suya la Pascue". La promesa fue hecha dur:r volver, lo cual se prestaba magníficamente para re-
semanas antes de la fecha anunciada. El pobre m¡rtirr el efecto de aquel breve tratamiento psicoterapeú-
pasó las dos semanas enteres sin poder dormir apenas, llco. El paciente salió de allí convencido de que su estado
el sobresalto de la espera. Al llegar las fiestas, hicieron Inrpiraba tan pocos cuidados, tenía tan poco de patológi-
dos una excursión de Pascuas que había de dur¿r dos r'o, que el médico no le consideraba ni siquiera digno de
pernoctando en una hostería de monteña. Por la ¡ontcterle a tratamiento alguno. Es difícil, naturalmente,
240 DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL Z4L

mantener el efecto de semejante proceder En relación con la patología sexual, Oswald Schwarz
libre de toda acción sugestiva; pero no es, en modo h¡ ncuñado el término de "eiemplaridad" para exPresar el
necesario, ni teórica ni prácticamente. El f¿ctor Éfrrlcter de autenticidad de una intentio. Trátase de una
no puede, en casos tales, tener otro sentido que el de $pccie de combin¿ción de dos elementos, la autenticidad
gar la angustia expectante in statu nascendi, y, por y la consecuencia, de los que uno, la autenticidad, viene a
de impedir que llegue a nacer, ahogándola en fer algo así como la eiemplaridad vista en corte transver-
autosugestión nociva que de ella emana. tá1, mientres que el otro, la consecuencia, nos la presenta,

Constantemente se revela, en este campo de la Continuando el mismo símil, en corte longitudinal.


sexual, en su psicología y patología, cuán falsa es Rasgo típico del hombre "eiemplar" es, entre otros, el
tendencia del hombre a la dicha y cómo la aspiraci lu caer fácilmente "en la perplejidad": con una se$uridad
mana a ser dichoso a todo trance, la aspiración al lnstintiva característica, procura evitar todas las situacio-
cuanto tal, se halla necesariamente condenada al ies a las que no está en condiciones de hacer frente, y
"cua-
Dijimos en otra parte de este estudio que, en real fthúye todo medio en el que no "cuadra" o que no le
hombre no tiende ¿ la dicha, que no busca, en drn'i Un comportamiento típicamente "no eiemplar" se-
el placer. Dice Kant que el hombre quiere ser dichoso, flu, en cambio, el del hombre de f,na sensibilidad que se
que debe aspirar a ser "digno de la dicha". Nosotros tlefr arrastrar por la tentación de ir a un prostíbulo y que,
samos de otro modo, a saber: que el hombre, en el Én cste medio ajeno a é1, se revela impotente. Semejante
no quiere ser dichoso, sino, más bien, tener eonrportamiento no es patológico de por sí ni puede ser
para serlo. Lo que equivale a decir que toda t$nlpoco calificado de neurótico, a menos que haya otros
su empeño del objeto de la intentio a esta misma, elcmentos. Lejos de ello, la impotencia revelada en tales
meta del empeño (que es el'Tundamento" para ser r:ondiciones debe considerarse, casi, como natural y hasta
al placer (a la felicid¿d misma, a lo que es ya el romo conveniente, por Parte de una persona de cierto ni-
de la consecución de la meta), representa ya un vcl cultural. Lo que revela que esta Per§ona no es lo que
desviado del empeño humano. lhrnamos individuo "efemplar" es el hecho de que se deie
A esta modalidad torcida le falta el carácter i úrr¿rstrar a semejante situación, de que entre en una situa-
que constituye, precisamente, una de las t'irln en la que se expone necesariamente e un "fracaso",
toda vivencia neurótica. Ya hemos visto hasta qué rn la que este "fracaso" es, incluso, la única salida posible
puede, por sí solo, conducir a perturbaciones cl trtolladero en que se ha metido. Podríamos también
li»mularlo diciendo que "ejemplar" aquel comporta-
es
en especial a perturbaciones sexuales. La inmedi
y por tanto la autenticidad, de la intentio sexval rrricnto en que lo espiritual se halla interiormente en
un supuesto preüo inexcusable, principalmente en lo lonsonancia con lo psicológico y 1o biológico. Por don-
se refiere a la potencia genésica del hombre. rlc llegamos a la conclusión de que el concepto de lo
242 opl pslcoexÁrtsrs elaNÁusIS ExrsrENCrAL
psrcoANÁltsrs er eNÁusrs EXISTENCIAL 24t
DEL
"ejemplar", en el plano existencial, expresa
lo misl tunque el psicoanálisis sitúe este punto en el primer pla-
en el.pJalg^^psicológico cuando decimos que algo
neurótico'l2o no de las investigaciones a que nos referimos. Trátase,
dcsde luego, de cuestiones muy problemáticas, entre otras

Después de exponer, en páginas anteriores,


rtzones porque, según reconocen las mismas doctrinas
los pnicoanalíticas, nos sitúan, desde el punto de vista feno-
que se refieren a la naturalezay alvalor de las
mcnológico, en un cempo distinto del de la sexuelidad (ge-
amorosas, pasemos a tratar ahora del proceso
de nltal) del hombre adulto; es discutible, incluso, hasta qué
ción del amor. Prescindiremos de la ,,sexualidad i:
punto es posible hablar, entre los niños, de yerdadera
20 Pod¡íamos definir al hombre ..eiemplar,, como
exis tcxualidad, que es precisamente lo que obliga a Freud a
modo inconsciente, que se decide ..rporrrrtl.-.rrte
por su c¡tablecer, para estos efectos, el concepto mucho más am-
mls¡ná, y no por obra de la reflexión. Si, por tanto, ,,existenci¡l
lo plio delalibiáo.
coincide de un modo absoluto con 1o ,,consciente,,,
debemos, por
parte, considerar como un falso 5uPuarro del Podemos, pues, afirmar que la madurez psicosexual
psicoanálisis su equ
ción del inconsciente al ..ello,l En cierto sentiáo, también . no comienza hasta la pubertad. En el periodo de madu-
el yo-,,
consciente, y no yá en parte, sino de un modo
exclusivo; no en rcz, lo sexual (en el verdadero y estricto sentido de la pa-
el yo que ejecuta, el acto de ejecución, es esencialmente
inmnscicr lr¡bra) se revela de un modo tan súbito a la conciencia del
"yo" no posee, hablando con rigor,
más que la autocomprensión,
hombre que bien podríamos hablar analogía con
no propiamente ninguna autoconciencia. En este
sentido, el ,,v -por
lus fórmulas que Schilder emplea con respecto a lo psicó-
sustrae, de hecho, a Ia reflexión, es inasequible
a ella, por cuanto
se halla bajo su acción de un modo medlato,
es deci¡,'intro.r""t llco- de una "irrupción de lo orgánico en lo psíquico".
retrospectivamente. Así concebido, er anárisis lil individuo que entra en la pubertad no se halla, en rea-
existenciar vend¡Ía r
Presentar un intento metódico para acercarse a Ia lldad, suñcientemente preparado para esta imrpción de la
científica (médica) del yo existencial (a su ,.esclarecimiento,,,
dirh rcxualidad en su ánimo, y la reacción naturel se traduce,
pers). Sin embargo, este intento debe guardarse
de antemeno de qu
concebir el "yo" según el modelo del ,,ello,i como con frecuencia, en ciertos shocks. La indigencia anímica,
en efecto intente
cebirlo,-por error, el psicoanálisis (véase la nota
r5). po¡ donde l¿ tipica de los años de pubertad, a que esto conduce no re-
gen de la 'tstructura escalonad¿,,, a que el psicoÁáhsis
recurre o l)rcsenta, en modo alguno, algo patológico, sino, por el
esta teorí¿ conserva para explicar le estructura
del ser-hombre, se r'«rntrario, de orden fisiológico.
,1.":-o algo insuficiente y superado. Habría que considerar
supe
ella Ia concepción antropoiógica (filosófrce) n{) son ya carecterístices esenciales, sino simplemente suplementarias,
a.
pas concéntrical', en que el yo se concibe "*.t"*"r"*tpo,
como el centro personal
lr tlecir, referentes al valor "local" en otra dimensión. Ia cuestión pri-
meollo espiritual en torno al cuel se agrupan las tttordial sería: ¿existencial o criatural?, y la secundaria: ¿consciente o
capas pe.iférica;¡¿
psicofísico "criatural" llu onsciente? Porque el "yo" existencial del análisis de la exis-
¡por tanro, de Io impulslvo, dei ..elldi Sin c¡ -objeto
bargo, en cuanto que, de una parte, estos impulsos lrncia- constituye el eie personal que atreviese aquella estructura es-
p.r.d.rr r.r.onsci
tes y, de otra, el "yo" existencial lrrlonada, el cual, aunque "se asiente" sobre 1o inconsciente, no se halla,
existencial_
conscrente, tenemos que los términos-como.tonsciente,, ..ipuede ser l n cambio, "dominedo ' por el "ello", por lo que es el obieto adecuado del
de e
¡rsicoanálisis.
244 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 245

En este periodo de irrupción en la órbita pe


Éls una determinada persona, con lo que el impulso cobra
individuo púber, Io sexual no es todavía, en rigor,
que podamos llamar psicológico, sino que debiera cr IB un obieto específico. Por tanto, después de conyertirse
de impulso sin metd en un instinto dirigido sobre un blanco,
derarse más bien como un simple reflejo psíquico
dand,o un paso rnás se convierte en una verdadera tendencia
acaecer somático, como el resultado anímico de una
afiffitddd hacia una persona. A la meta no especíñca del
moción endocrina, como la expresión anímica dg
conflicto de las secreciones internas.
ln¡tinto (una meta de tipo genital-sexual) se suma ahore
ri

Esta sexualidad determinada desde el campo de


ll objeto específico sobre el que el instinto se proyecta: la
persona del individuo de sexo contrario.
siológico es, originariamente, amorfa, no se halla tc -emada-
lmpulso sexual, instinto sexudl ! tendencia sexual repre-
plasmada por la personalidad. Dicho en otras pa
Eentan otras tantas fases en la vía del proceso de maduración
se encuentra aún "integrada". Es en el transcurso del
psicosexual, que cdracterizan aquella línea ascendente de
ceso de maduración psicosexual, a medida que ésta
lntancionalidad (de orientación dirigida primeramente al
cuando lo sexual va viéndose organizado y asimilado
coito con cualquiera y luego a la unión sexual con una de-
dualmente por lo personal. Pero, al principio, no rep
terminada persona), gracias a la cual la sexualidad va ad-
todavía ninguna tendencia personal, sino que con
quiriendo, en el proceso de maduración del individuo, un
más bien un mero impulso, sin meta ni dirección
errácter cadavez mayor de expresión de la personalidad.
En su evolución ulterior, a medida que el proceso dJ
Ahora bien, ¿de dónde proviene lo que marca la di-
durezva desarrollándose, cobra una dirección cada
rccción a este proceso? ¿Qué es lo que dict¿ al instinto su
más clara y definida, va ganando en intencionalidad,
rlricntación hacia una determinada persona? Este algo no
lo que la sexualidad se acerca más y más a la órbita del yo
pucde residir, en modo alguno, en el instinto mismo. No
entra en el campo de acción de las tendencias personalis
t'nbe duda de que el instinto, la sexualidad en general, tie-
propiamente psíquicas (en cuanto intencionales).
nc que recibir su intencionalidad de una tendencia sus-
Primeramente, el impulso sexual se proyecta hacia
lnncialmente distinta de origen propio (que no brota por
meta: la descarga ("detumescencia") del estado de I
vín de sublimación): de una tendencia erótica inmanente.
sión, mediante la "contrectación" (A. Moll) con un
l'odemos calificarla de "inmanente", puesto que cabe re-
viduo (con cualquier individuo) del sexo contrario.
vclar siempre su presencia, aunque muy oculta: aun en los
ello, el impulso sexual carente de meta se convierte
r'¿rsos en que no se tiene conciencia de ella, encontraría-
un verdadero instinto sexual, proyectado ya, como tali
mos gérmenes suyos en el pasado. Podemos llamarla ten-
sobre un blanco definido. Más tarde, se añade a este fac-
tkrncia "erótica", porque se halla en cierta relativa contra-
tor otro, que define todavía más la dirección: el i
posición con todas las sexuales; en el adolescente, por
sexual se orienta hacia una persona determinada y con.
cicmplo, se presenta bajo la forma de un anhelo de cama-
creta, hacia un representante concreto del otro sexo, ha.r
r¿rdería, de ternura, de intimidad y mutua comprensión.
246 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 247

Es el anhelo de los muchachos a la amistad con un sexual. Y hasta bajo estas formas tan
!o por el impulso
do anímico-espiritual, es deci¡ lo estrictamente lñezquinas y bajas de la vida erótica como las que repre-
a las tendencias sexuales: la tendencia que llamamos ftntt la unión fusaz entre una muchacha de cabaret y un
tica es, por tanto, "erótica" en el sentido estricto de borracho, se abre paso aquel anhelo congénito de una
labra. Es algo primario y que no puede derivarse, en farma superior de üda erótica.
alguno, de lo sexual. l,a tendencia erótica inmanente se nos revelar pü€s,
No cabe duda de que hasta el hombre que al en eonclusión, como 1o que encauza la sexualidad desde
vive entregado por entero a los goces sexuales ha el compo de los impulsos puramente físicos, por la vía de
mentado alguna vez en su vida aquellas delicadas lo¡ instintos situados ya en el campo psíquico, hacia el
nes que Freud califica de tendencias entorpecedoras plrrno de las tendencias situadas en el plano espiritual y
meta y que, a nuestro juicio, como tendencias guc cmanan de la propia persona, orientándose hecia otra
mente eróticas que son, alcanzan la meta de la per$ona distinta. De este modo, en el curso normal o
satisfacción mejor que el simple impulso sexual. No ldcol de la maduración psicosexual nos encontramos con
dude de que hasta el que vive entregado por entero unn creciente convergencia de las tendencias sexuales y
mera satisfacción de sus instintos sexuales ha sentido lnr eróticas, hasta que, por último, lo sexual se funde y con-
gvnavez en su vida el anhelo de que la otra parte de funcle con 1o erótico, dándose une congruencia perfecta
unión sexual respondiera a aspiraciones de un orden tle e:ontenidos entre ambas corrientes. Se llega, por este
elevado, por ejemplo, de orden espiritual. Estas fÉmino, a una venturosa síntesis de lo erótico y lo sexual.
nes y estas aspiraciones se revelan, incluso, a veces, lll lnstinto, que recibe de la tendencia erótica su meta, su
rradas entre los escombros de la degeneración sexuel nrlentación hacia una persona determinada, se encuentra
bajo el ropaje del filisteísmo. Así y solamente así hay Ittego vinculado a esta persona, a quien "se siente unido"
interpreta¡ en efecto, lo que una muchacha de un t'l individuo que la ama.
contaba que era muy típico que los hombres Es así como este proceso de maduración conduce au-
que iban con ella a un cuarto reservado le propusieran t¡rrnáticamente a las uniones monogámicas. La tendencia
cer como si fuesen un hombre y una mujer casados y ¡exual se orienta exclusivamente hacia aquella persona
ces, como si el marido acabase de llegar del trabajo y rinica que la tendencia erótica le dicta. Por tanto, el indi-
mujer lo recibiese amorosamente en sus brazos; todo vlduo verdaderamente maduro sólo podráapetecer sexual-
en consciente contr¿posición con cualquier clase nrcnte, en rigo¡ a la persona a quien ame; sólo aspirará a
sexualidad, y no en el sentido de un "preludio" a uquclla unión sexual en que la sexualidad sea expresión de
Se manifiesta aquí al exterior algo que hasta entonces rurrt relación amorosa. En este sentido, debertos considerar
bía permanecido recatado el amor, en estos cdsos, lt capacidad interior delhombre pard. contrder una unión
sido reprimido; la tendencia erótica relegada a último uonogámicd como el verdadero criterio de la madurez eró-
248 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 249

tico-sexual de un indiyiduo. La actitud rnonogiffiicd sc ha postulado, más que en aquellos casos en que le
lo tanto, la etapa últimd del desarrollo sexual, la meta cncia sexual sea la expresión física de una unión anÍ-
rior de la pedagogía sexudl y el ideal de la ética ñlco-espiritual, basta con que la muier sea simplemente
Como ideal, raravez se consigue, en términos llormal (en el sentido de "corriente"), sin que tenga que
les, y en la mayoría de los casos sólo de un modo Fr, para ello, una mujer "refinada"; el hombre, en cambio,
co. Como todo ideal, es una norma puramente liecesita haber alcanzado ya un grado de madurez ideal
"es algo así como lo negro de la diana, en el blanco, pera poder elevarse hasta este plano. Otro factor que ayu-
lo que hay que mirar siempre, aunque no siempre ér n la mujer a marchar derechamente por este camino es
gamos en él el tiro" (Goethe). Del mismo modo :l riguiente. La conservación de la virginidad hasta llegar a
hombre corriente raravez es capaz de sentir un h unión física con el hombre real y definitivamente ama-
amor, rare vez logra remontarse a la etapa más altE do lc facilita a la muier Ia orientación monogámica hacia
desarrollo de la vida erótica madura. Claro está é1, cn el sentido de que así de entrar en rela-
-después
última instancia, toda tare¿ o misión humana es " elones sexuales con el marido- se entrelaza casi automá-
y todo progreso humano es un progreso indefinido,. tlt:¿mente a la persona de la otra perte tánto lo erótico
progreso hacia el infinito, hacia una meta i (romo Io sexual, 1o que hace que la sexualidad de la muier
También en este caso se trate simplemente de los av ren despertada casi como un refleio condicionado exclu-
del indiüduo en su historia puramente personal, en el ¡lvomente por "su" marido.
po personal e individual de cada uno. La existencia de
verdadero "progreso" dentro de la historia de la lil proceso normal de maduración psicosexual puede ex-
dad, el que este progreso existay en qué sentido, pcrimentar, sin embargo, diversas perturbaciones. Entre
ye algo muyproblemático; lo único que podemos re hs formas que acusan Ia alteración de este proceso cabe
como seguro es la existencia de un progreso técnico, elistinguir tres típicas, cada una de las cuales corresponde,
tal vez se impon$a a nuestro respeto como el pro$ ¡lmultáneamente, a un tipo de hombre sexualmente neu-
por antonomasia pura y simplemente porque vivimos ¡'(rtico. El primer tipo aparece representado por el indivi-
Ia era de la técnica. duo joven que marchaba ya Por el mejor de los caminos
A Ia mujer le resulta más fácil que al hombre ¡ura llegar desde el impulso sexual aún no diferenciado,
derechamente por el camino que conduce a esta me pasando por el instinto sexual proyectado hacia una meta,
ideal del proceso normal de maduración, en las relaci h¿sta la tendencia erótica dirigida hacia una persona y de
sexuales, tal como la hemos caracterizado en páginas ¡lcanzar así, a través de formas eróticas cadavez más al-
teriores. Claro está que esta afirmación sólo puede lirs, una orientación cadavez más profunda hacia la otra
cerse de un modo general y ateniéndonos, además, a ¡lirrte, hasta que, por último, su instinto sexual encontrase
condiciones actuales. P¿ra no sentir el apetito sexual, su meta inalienable y su aspiración erótica su objeto in-
2SO DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 251

sustituible: la persona emada. Pero al llegar a esta rc pinta con colores muy vivos el proceso interior de esta
fese del proceso sobrevino un retroceso, un salto eetegoría humana que llamamos el "tipo resentido". Tráta-
provocado talvez por une decepción. Una exper te de un joven arrastrado a orgías sexuales desde los años
amorosa traducida en un desengaño puede desanimar ¿ de su adolescencia. En ellas, había sido utilizado también
joven de este tipo hasta el punto de interrumpir su d pura uniones homosexuales. (L¿ falt¿ de meta del impulso
arrollo normal hacia una vida amorosa ideal, hacié lexual, que es, como hemos dicho, una de las caracterís-
retroceder en el camino ya recorrido. En estas tlcas esenciales de esta fase de desarrollo psicosexual,
nes, no acierta a creer que pueda existir la persona a crplica que se acepten, con frecuencia, metas y objetos
llegue a respetar espiritualmente y, al mismo tiempo, Perversos para satisfacer los impulsos.) Este joven solía
tecer sexualmente. Empujado por esta decepción tndar, además, en las peores compañías, metido entre
rosa, se entrega al goce puramente sexual; se hunde delincuentes, que no Io eran solamente en el sentido
borrachera sexual, tratando de olvidar en ella su lexual; hasta que, un buen día, fue introducido por ca-
ción erótica. Se empeña en suplir la calidad de une luulidad en una asociación de jóvenes animados por
funda rcalización de la dicha en el amor con la lderrles políticos y entreg¿dos al deporte del alpinismo.
de los goces sexuales y de la satisfacción de sus insti En cste medio nuevo, conoció a una muchacha, de la que
El acento se desplaza, así, de lo erótico a lo sexual. En tE enamoró. A partir de este instantq, cambió toda su vida,
tas condiciones, el instinto sexual, que hasta en y muy especialmente su vida sexual. Desde el primer
con frecuencia, no había sido satisfecho, ni rec Élomento sintió hacia quien amaba anhelos que no eran
tampoco incondicionalmente serlo, exige súbitamento Propiamente sexuales. El acento se había desplazado
presa y acucia a este tipo de individuos a que le den la hrusc¿mente de lo sexual a lo erótico. No mantenía rela-
yor satisfacción posible, saliéndose de su cauce, por Floncs sexuales con aquella muchacha, ni sentía tampoco
así. Con lo cual van alejándose más y más de Ia meta ls ncccsidad de mantenerlas. A pesar de haberse desperta-
proceso demadurez psicosexual y encontrándose en dr ¡rrcmaturamente en él la sexualidad, habíase desarro-
res condiciones para llegar a tealizar y dominar la sí llnrlo irhora, progresivamente, hacia una erótica asexual.
de lo erótico y lo sexual. La decepción amorosa sufride llurtrr que llegó el día en que la muchacha en cuestión le
empuja de nuevo al plano inferior de la simple denerrgañó en sus aspiraciones y se precipitó de nuevo e
los hace retroceder a une fase anterior del proceso, Itt virl¡ anterior, dominada por el grosero apetito de goces,
derando que este tipo de perturbación del proceso de Étr e I campo sexual como en los otros, reincidiendo en sus
duración psicosexual tiene como punto de arranque Éltlrriores excesos, tanto desde el punto de vista sexual
desengaño y la huella que deja en el suieto, lla t,¡lrro clesde el punto de vista social. L¿s palabras que este
este tipo de perturbación el "tipo resentido". Ittve rr cstampa en su diario, imaginariamente dirigidas,
Conocemos el diario de un gangster juvenil, en el fnnr() un grito angustioso, a la muchacha que no aceptó
252 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 25I

su amor, no deien de tener cierto patetismo: "¿Qué lora que represente una verdaderarealización. La enorme
que te propones? ¿Que vuelva a ser el de antes, Esntidad de placeres sexuales y de mujeres que acumula
hunda en mi vida anterior, rodando todas las tñ su historia no impide que su vida sea, en el fondo,
los cabarets y los prostíbulos, borracho y en brazos Íscf¿. Su mundo es más vacuo que el de quien ama de
meras?" tErdad, y su vida constituye un amargo fracaso.
El segundo tipo representativo de esta alteraci lil tercero y último tipo es el que llamaremos el "tipo
proceso de madurez psicosexual se caracteriza por lñuctivo". El resentido y el renunciador coinciden en que
cho de que los individuos se quedan de antemano a It dctienen en lo sexual. El inactivo no llega siquiera hasta
de camino, sin llegar hasta Ia actitud o la releción llto fase, en el sentido del contacto sexual con la otra par-
deramente erótica. Este tipo de hombre se repliega &, Mientras que el resentido vive, por lo menos al princi-
el primer momento en lo puramente sexual. No plo, transitoriamente, una cierta vivencia erótica, y el re-
siquiera la posibilidad de llegar a una síntesis de las llunciador, por lo menos, una vivencia sexual, el inactivo
tencias sexuales y los anhelos eróticos (en el senti ño llcga e contraer ningún emparejamiento, los rehúye
tricto de la palabra y, así concebidas, en una cierta t6dos. No es activo ni en lo erótico ni en lo sexual. Se
traposición relativa con aquéllas). Renuncia de ln(tucntre aislado con su impulso sexual, y la expresión
a la posibilidad de llegar a respetar y emar a la otra dt cst¿ soledad, sin pareja, es el onanismo que constituye
No considera en modo alguno como posible eI h lirrma correspondiente a la vida sexual del hombre so-
vida le depare una auténtica experiencia amorosa, no llturio. La sexualidad es vivida, aquí, como un puro "esta-
confianza en conocer un verdadero amor o en poder Co"; cl acto onanista es la negación de toda intencionali-
pertarlo. Renuncia a la tarea de lograr una síntesis dncl, de toda dirección que trasciende a otra persona. Es

amoroso y 1o sexual. Por oposición al tipo del €lcrto que el onanismo no es ni una enfermedad ni una
llamaremos a este tipo el "tipo renunciador". Como GBtt¡u de enfermedades, sino más bien un signo de una per-

cree en la posibilidad del amor para su propia turhnción en el desarrollo psicosexual o de una actitud
niega la posibilidad del amor en general y duda de su fal¡u nnte la vida amorosa; las ideas hipocondriacas acom-
lidad. Considera el amo¡ simplemente, como una i páll¡rntes acerca de las consecuencias patológicas de esta
En la realidad de la vida todo es, se§ún é1, sexual plúr'l ica viciosa carecerr, por tanto, de todo fundamento.
amor, nos dice, sólo se da en las novelas y es un ideal lln embargo, esa especie de amargura que, en general, sue-
jamás puede llegar a realizarse. ls rt'guir al acto onanista tiene su raíz profunda, más allá
A este tipo pertenece también el llamado tipo del de lus ideas hipocondriacas e independientemente de ellas,

|uan. Se impone a las gentes sencillas como un héroe Fll ¡l(lucl sentimiento de culpabilidad que necesariamente
co. En realidad, es un debilucho que no se atreve ni se ü*llrr al hombre siempre que huye de la vivencia intencio-
verá nunca a remontarse hasta las alturas de una vida ñtl ¡lrrra caer en las vivencias de estado. Es la misma falsa
opr rsrcoaNÁLrsrs AL ANÁLIsrs ExISTENCIAL zt
254 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
guc su impulso sexual no se halla toüíta (o no se helle yr
modalided del comportamiento humano que'
aI
esenci m¿fs) supeditado a una tendencia erótica y entrelezedo,
la embriaguez, señalamos como la verdadera
que en uno y otro atí, con l¿s tendencias personales del sujeto.
fenómeno. Y es notable también
que sigug fatalme El tópico de la "indigencia sexual" se emplea, a veces,
tengamos el estado de amargura
existe¡ tbusivamente, al servicio de una especie de propaganda
actá. Es, en realidad, lavoz de la conciencia
decir los escrúpulos' ¡exual, aprovechándose de que una falsa concepción y
,igrrifi." más de lo que puedan
una interpretación vulgar del psicoanálisis ha hecho creer
ramente morales o hipocondriacos'
a muchos que el impulso sexual insatisfecho no pre-
Pertenecen al que lbmamos "tipo inactivo"'-
aun
-y
elsamente el impulso sexual desafortunadamente repri-
pendientemente de la váh'ula de seguridadd:.1"
"i f mldo- conduce necesariamente a la neurosis. Dejándose
Lación, los fóvenes que sufren de Ia llam¿da
como llcvar de estas falsas consideraciones, se predica a la ju-
sexual", Ia cual debe ser considerada siempre
o miseria generalanímica' vcntud la conveniencia de huir de la abstinencia sexual
presión de una indigencia
uomo de algo nocivo, con lo que sólo se consigue causer
f.-ot interpretarla como la indigencia del ser hun
eso y duños reales, ya que estas prédicas no hacen más que crear
que se siente "solo" ante su instinto y que' Por
como una miseria' ( h neurosis sexual de angustia expectante. De este modo,
á"rr," po, eso, lo experimenta tc preconiza un comercio sexual "a todo trance", aun en-
do lo erótico es la nota dominante -como ocurre
trc muchachos, en vez de deiarlos madurar tranquilamen-
casos de desarrollo normal-, no se experimenta
le y progresar por sus pasos contados hacia aquellas rela-
conflicto interior su contraposición relativa con
de tensión [krnes eróticas sanas y valiosas, las únicas dignas del ser
a Io sexual. Los conflictos y los estados
humano, en las que lo sexual es siempre la expresión y el
la llamada "indigencia sexual"
lri", qr" provocan falso' ct rcrnate de una relación auténticamente amorosa. A estas
surgen como consecuencia de un desarrollo
el acento de lo erótico rcl¡ciones eróticas debe preceder la relación del ¿mor. El
do,""orno vimos, se desplaza
"indigencia sexual" I fovcn que entra prematuramente en una relación exclusi-
sexual. La expresión de
puede hacernos creer vuncnte sexual, consumiendo sus energías sexuales antes
induce a error, por cuanto
dc tiempo, jamás encontrará el camino que conduce a la
indigencia radica en la insatisfacción del impulso
al hecho rlntcsis armónica de lo sexual y lo erótico.
es dácir, en algo que va fatalmente unido
abstin
abstinencia s"*.t"l. En realidad, el hecho de la
Esto que decimos Vc¡¡mos ahora cuáles son las posibilidades terapéuticas
no es sinónimo de indigencia sexual'
volver sol qttc se ofrecen para combatir este fenómeno de la llamada
refiere solamente tendremos ocasión de
-ya en la fase de la pubertad' y nc "lrrdigencia sexual" de la juventud. El problema es impor-
ello- al individuo ioven, lAntc, entre otras cosas, porque una posible psicoterapia
joven sufre de
adulto. Por tanto, cuando una persona
debe verse un indicio de la "indigencia sexual" ex iut¡entibus permite deducir
que se llama indigencia sexual,
256 DEL PSICOANALISIS ALANALISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 257
conclusiones retrospectivas en cuanto a la psicogé
La terapia aconsejable en estos casos es la más simple
micmbros de organizaciones juveniles, con motivo
de
conferencias en torno e temas de pedagogía social,
podamos imaginarnos. Basta con situar al joven e desarro_
ll¡das en sus locales. Entre muchos miles de casos
compañía o la sociedad de otros ióvenes de ambos consul_
tmlos, no ha habido ni uno solo que no confirmese
de hacerle convivir con ellos. Acabará, más tarde o plena_
temprano, "enamorándose", es decir, encontrará su llcnte lo que dejamos dicho acerca de los efectos en que
ja, en el sentido erótico concretamente, y no en el rc treduce el desplazamiento del centro de gravedad
de lo
Logrado esto, la "indigencia sexual" desaparecerá tcxual a Io erótico.
por ensalmo. Son jóvenes que declaran con frecuencie
se han'blvidado" literalmente, por ejemplo, de
lil problema no se plantea de igual modo para el aduko, para
se. Sienten, más allá de toda actitud sexual, la
!l hombre maduro. En el adulto, Ias tádencias eróticas
estar cerca de la muchacha a la que aman; ni siqui vln siempre aparejadas a las tendencias sexuales, como
eorresponde a su grado de madurez psicosexual,
sus más audaces ensoñaciones, ni en sueños, expe en que al
tan la necesidad directa e inmediata de satisfacer su ronsumarse la síntesis de lo sexual con lo erótico, ló
pri_
pulso sexual. Lo toscamente sexual, con sus exige mero pesa a ser la forma de expresión de lo segundo.
No
i¡satisfechas o a pesar de ellas, pasa automáticamente e ohstante, tampoco en el adulio conduce h a6stinencia
gundo plano, en los jóvenes, en el momento mismo en tcxual necesariamente a fenómenos neuróticos. Cuando
se sienten enamorados y ocupando el primer plano lo
¡n un adulto que practica la abstinencia sexual se d¿n sín_
tico. Se produce, así, un brusco desplazamiento de lo tom¿s reales de neurosis, Io más probable es que debemos
ronsiderarlos, en general, no como ur" .orr!.u.ncia
a Io erótico, un predominio abrupto de la aspiración di_
tica sobre el impulso sexual, ya que en los jóvenes $r'ta de la abstinencia sexual, sino como algo coordinado
cierto antagonismo entre las dos tendencias. pues lon clla. En tales casos, la misma abstinencia=suele ser sim_
debemos apoyarnos, para la terapéutica de estos j ¡tlcrncnte un síntoma, denunciador, con otros, de una neu_
ilrsis que sirve de base común a todos ellos.
que sufren de "miseria sexual", en la relación mutua,
'l'ambién en los jóvenes
equilibrio entre lo sexual y lo erótico; su consecuencie curados de su .,indigencia
los )óvenes es la normal disminución y desaparición
trxu¿I" gracias a aquel desplazamiento de lo sexual a lo
torture que representa el impulso sexual insati rrritico se manifiesta, de nuevo, más tarde o más tempra_
pese a la persistente abstinencia sexual. Esta flo, dc un modo natural respondiendo precisamente a
lu crcciente síntesis de -y
lo sexual y lo erótico_, el impul_
ha sido puesta de manifiesto por extensas experi
Io scxual, haciendo valer sus naturales exigencias.
con base en los datos facilitados por los centros de, Lo
jo y orientación para los problemas de los jóvenes, al thrico que, por tanto, se ha hecho al relegarlJa segundo
que las discusiones y charlas sostenides con ¡rlirno
-transitoriamente- ha sido aplazalel problema de
lu srrtisfacción del impulso sexual. Cán este aplazamiento
258 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 259

se ha logrado, sin embargo, algo muy esencial: que preguntamos cuál deberá ser la "indicación" con respecto
ven madure lo suficiente para que el p gl comercio o a la abstinencia sexual entre esta clase de
-bajo
de la aspiración erótica- pueda ser capaz de pcrsonas, podremos establecer las siguientes líneas gene-
una relación amorosa dentro de cuyo marco sea fnles, a manera de orientación. En primer lugax desde eI
ble, nada miserable, por decirlo así, una relación que punto de vista médico-somático, no existe indicación ni
ga, al propio tiempo, un contenido sexual. Lo que contraindicación; siempre, naturalmente, dando por su-
existe es una relación amorosa en la que el ünculo puesta una madttrez. Dicho en otras palabras, e1 médico
ocupa el lugar que le corresponde: el de un simple t:omo tel deberá mantener una actitud perfectamente neu-
de expresión (era lo que nos proponíamos co fr¿I, en la seguridad de que, desde el punto de vista físico,
Pero no es todo. Durante ese tiempo, el sentidode la ni las relaciones sexuales ni la abstinencia sexual son causa
ponsabilidad del joven se ha desarrollado lo s de ninguna clase de trastornos.
para que esté en condiciones de decidir, por su La situación cambia cuando el problema se plantea des-
responsabilidad y la de la persona a quien ama, si tlc el punto de vista psicohigiénico. Aquí ya debemos
contraer, y cuándo, una relación sexual seria. cdoptar una actitud en los casos en que, por razones psi-
así, encomendarle tranquilamente la decisión eohigiénicas, nos creamos obligados a pronunciarnos en
este importante problema y estar seguros de una un sentido negativo, haciendo uso de un derecho de veto,
de que si, en tales circunstancias, llega a establecerse t'omo debemos hacerlo, en todos aquellos casos en que se
relación sexual seria, la sexualidad desempeñará en Apatezca el trato sexual sin que exista todavía una verda-
el papel que le corresponde: la forma corporal de tle rrr relación amorosa que pugne por expresarse de ese mo-

sión de un contenido anímico-espiritual, de e do, En este caso (pero solamente en éste) deberá pronun-
del amor.21 clnrse una indicación negativa; el trato sexual entre
Si, resumiendo lo expuesto, nos preguntamos qué frlvcnes, como seres maduros sexualmente, pero no ma-
titud deberá adoptar el médico cuando se enfrente duros aún en lo psicosexual, deberá considerarse contra-
problema del trato sexual entre jóvenes, es decir, si Inclicado.
21
El"aplazamiento" de 1á sexualidad, el tratamiento "dila
Iin cambio, no podrá darse nunca ni bajo ningún con-
problema sexual por parte de la educación sexual de la iuventud, lrepto una indicación de tipo positivo. Ello equivaldría a
que partir en última instancia de la siguiente reflexión: si el r¡ur: cl médico echase sobre sus hombros o permitiese que
tuviera que ingresar en la vida profesional ya a los catorce años, no luycra,sobre otros una responsabilidad centrade en la úl-
garía nunca a desarrollarse profesionalmente ni e preparerse Pem
llnri¡ zona posible del planteamiento de la cuestión (si-
profesión elevada; del mismo modo, si el ioven se ltnzarualavida
desde el instante mismo de la pubertad, no llegaría nunca a
Iunda más allá de lo corporal y lo anímico): en la zona de
se interiormente, ni podría elevarse a las formas más elevad¿s de lo cspiritual. Un tercer punto de vista para enjuiciar el
¿morose, es decir, a una vivencia profunda del emor. problema del trato sexual entre jóvenes del mé-
-aparte
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 267
260 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL

I v¿rios campos autónomos al mismo tiempo y que tres-


dico-somático y del psicohigiénico- es el ét
clcnde de lo puramente psíquico. Sin embargo, el psicote-
Enfocado el problema desde este punto de vista, no
"sí", de rspeuta no ha de preocuparse más que de lo psíquico, ra-
iamás para el médico la posibilidad de decir rón por la cu¿l sólo puede exigir y estimular una cosa: la
sejar directamente el trato sexual en el caso conc
eapacidad interior del individuo para contraer relaciones
Ilegar aquí termina toda posibilidad de conseio
monogámicas, para adoptar una actitud monogámica ante
El médico, en cuanto conseiero, no tiene por misión
el problema del sexo y del amor.
cargar de su responsabilidad a quien solicita su
Por 1o que respecta a la gente joven, se la debe animar
por el contrario, debe precisamente educar en él el
! que afronte valientemente todas las dificultades que le
tido de la responsabilidad; debe indic¿rle al joven
lmpone la juventud, como un periodo de iniciación eró-
acude al médico en busca de conseio cuál es eI ca
tlc¿. El joven debe tener la valentía y la decisión necesa-
seguir. Por tanto, el problema de si un ioven que de
flns para enamorarse y desenamorarse, "hacer la corte",
ama a otra persona debe mantener, además, co
vlvir en la soledad, etc. Pero, allí donde lo sexual intente
sexual con ella, queda descartado de antemano
lntcrponerse ante lo erótico y amenace con obrar por su
problema para el médico y conseiero, pues se trata
eucnta, tiránicamente, la psicoterapia o la pedagogía sexual
un problema personalísimo de orden moral, que
deben levantar su voz admonitoria.
que resolverse sin ayuda de nadie. Lo único que
Una estadística psicológica de grandes proporciones,
hacer el médico es llamar la atención de quien acude
arganizada por la escuela de Charlotte Bühler, ha revelado
busca de consejo hacia el hecho de que no debe te
quc las relaciones sexuales serias de muchachas muy jó-
miedo a la abstinencia caso de que opte libremente
vencs las que no hay, por tanto, motivos para supo-
ella y quiera abrazarla voluntariamente, por cualquier -en
llcr Ia existencia de relaciones amorosas verdaderamente
zón (talvez porque Ia considere como un sacrificio
en'lticas- conduce a un¿ clara limitación del círculo de
sario en aras de su amor).
lntereses generales, del horizonte espiritual, por cuanto
La responsabilidad hacia la que el consejero debe
el impulso sexual, al moverse dentro de la totalidad en
al joven, o en la que ha de educar cuidadosamente a
n¡¡rrrz de la personalidad de las jóvenes sometidas a prue-
acuda en busca de conseio no se refiere solamente a le
sona de su pareja, sino que trasciende al campo de lo
hrr,
"lbsorbe los demás afanes y preocupaciones, bajo la fas-
lln¡ción de un placer logrado a poca costa y con un apeti-
de lo económico, y, en última instancia, abarca
Io vchemente de satisfacción. No cabe duda de que, bajo
el campo de lo eu$enésico. Y esto que decimos se
lir ¡rcción de este proceso desviado, tiene que sufrir rudos
al problema de si una relación monogámica debe o
convertirse en matrimonio. ¡olpcs la preparación interior para el ideal del matrimo-
Irlo, reconocido por todos y tan valioso desde el punto de
Ya en otro lugar de este estudio se nos ha reve
vl¡t¿r cultural. La dicha conyr.rgal y la estabilidad matrimo-
matrimonio como una categoría especial, que Perte
262 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 26'

nial sólo se hallan garuntizadas por la consecución en ridículo. El método racional y recomendable es el in-
meta ideal de un desarrollo normal y sano: la ap dividual. Mas, para que dé resultado, tiene que basarse
pare contraer relaciones monogámicas, mediante la prccisamente en la confianza que el joven sienta por el
turosa síntesis y congruencia de la sexualidad y el encargado de educarle y que hace que el joven Ie exponga
La existencia humana en cuanto tal y como un los problemas sexuales que se le plantean en el momento
descansa esencialmente sobre la responsabilidad. El mismo en que se le presentan, ni antes ni después.
sejero, el médico, tiene una responsabilidad en cierto La segunda clase de confranza que la pedagogía de la
do potenciada: es co-responsable por su paciente, pubertad debe cultivar es la del ioven en sí mismo, pues
quien acude a él en busca de consejo. Y su le impedirá caer en el abatimiento cuando escale el escar-
se ecrecienta más todavía cuando se trata de aconsejaf pndo sendero que lleva al hombre a la personalidad ma-
asuntos sexuales. Esta responsabilidad trasciende del tlura y sintética. La tercera clase, por último, es la que
sente, para extenderse en cada caso al destino de una uosotros debemos depositar en el joven mismo, como el
neración. medio más adecuado para que él sienta confianza en sí
La pedagogía sexual del periodo de la pubertad nrismo y en nosotros. Este tipo de confianza, esta con-
sentir claramente esta plenitud de responsabilidad. No ñanza nuestra ené7, evita que el joven pierda su indepen-
drá sustraerse a los puntos de üsta generales de una dcncia personal en el modo de pensar y de proceder y le
gia dela pubertad. Y los tendrá en cuenta cuando nyuda en el camino hacia su libertad interior y hacia la
nida por su triple responsabilidad- se oriente hacia conciencia de su responsabilidad.
logro de una triple confianza. La primera de todas eg
del joven en sus educadores, en los padres o en los
B. ANÁrtsls ExISTENCIAL ESPECIAL
tros, en el dirigente juvenil o en el médico de la fami
en el consejero, en general. Todos deben esforzarse lin los capítulos anteriores pudimos ver repetidas vece§, a
ganarse la conftanza del joven y en conservarla. Es ln luz de una serie de casos neuróticos, en qué consiste el
ci¿lmente importante por lo que se refiere al tan método de examen y de tratamiento al que damos el nom-
do haz de problemas de la llamada iniciación sexual. bre de análisis existencial. Sin proceder sistemáticamente
único que podemos decir aquí es lo siguiente: las cn el sentido de una teoría de la neurosis, nuestras obser-
caciones encaminadas a iniciar a la juventud en los v¿ciones en torno a la llamada neurosis dominical o a al-
tos sexuales no deben darse nunca colectivamente. Si ¡¡unas formas especiales de la neurosis sexual, mostraron
dan a un conjunto de muchachos en bloque, se incu lrr posibilidad de aplicar el análisis de la existencia como
en el peligro de que la explicación sea, para algunos, nlétodo logoterapeútico.
masiado prem¿tura y los deje perplejos, y que para ot Tampoco en esta segunda parte de nuestro estudio nos
en cambio, sea demasiado atrasada, poniéndose con proponemos proceder sistemáticamente, Pero sí intenta-
264 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 265

mos aportar algunas contribuciones coherentes al espiritual, podemos decir que existe aquella libertad a que
sis existencial específicoz2 de las neurosis y las Ec propone apelar el análisis de la existencia. Por otra par-
tomando en consideración el material de casos a te, esta libertad va desapareciendo progresivamente a me-
disposición. dida que descendemos, en el hombre, por la escala que va
Veremos si se nos ofrecen, por este camino, dc lo espiritual de la logoterapia o del análisis
puntos de apoyo para construir una logoterapia -sede lo fisiológico. Al llegar los
existencial- al campo de a fun-
neurosis y, por tanto, una terapéutica que "parte de lo tlomentos fisiológicos de la neurosis, desaparece totalm-
piritual", como la hemos postulado y tratamos lueg( e nte la libertad espiritual, existencial, del hombre; en

esbozar bajo la forma de un análisis de la existencia ( e uanto ñsiológicos, estos fundamentos son, eo ipso, fata-

ceminado a hacer que el hombre cobre conciencia lcs. Tampoco la psicoterapia en sentido estricto puede
ser-responsable, como fundamento de la existeneia). llcgar a adueñarse de ellos, imprimirles su impronta, tal
A manera de introducción, permítasenos algunas vcz con una sola y relativa excepción: dentro de los lími-
sideraciones psicológicas y patosénicas de orden muy tcs del llamado entrenamiento autógeno (I. H. Schultz),
neral. en general, la única terapéutica posible y ¿decuada, en es-
tos cesos, es la medicinal.
En distintos lugares hemos indicado que todo síntoma Los fundamentos psicológicos de la neurosis son de
rótico tiene cuatro raíces, cada una de las cuales brota diverso tipo, y en el caso concreto se destaca especial-
una de las cuatro capas esencialmente distintas del ser mcnte tan pronto uno como otro. Se toman en conside-
mano.* Así la neurosis se presenta al mismo tiempo co ración, principalmente, los constitucionales (la dis-
el resultado de algo físico, como la expresión de algo ¡rosición hereditaria) y los condicionales. Cuéntase entre
quico, como un medio dentro del campo de fuerzas Ios constitucionales la llamada neuropatía y la psicopatía.
y, finalmente, como un modo de la existencia. A su vez, la neuropatía se halla representada, dentro de los
Este último aspecto es el que puede servir de punto nl¿rcos de la etiología de las neurosis, por dos variantes
partida para el proceder analítico-existencial. En ¡rrincipales: la inestabilidad vegetativa y la estigmatización
sólo si concebimos la neurosis corno un modo de cndocrina. Como fundamentos condicionales del origen
rlc la neurosis podríamos considerar, por ejemplo, los si-
22
Por cuanto que ei análisis existencial e§ definición- (uientes: Ia convalecencia después de una enfermedad
-por
análisis de la existencia desde el punto de vista de1 ser-responsable,
t'urporal grave y la resonancia afectiva del organismo, des-
nemos que llegar a la conclusión de que el análisis especial de la e
cia es, en particular, el análisis de las enfermedades psíquicas con ¡rLrés de una violenta sacudida de miedo. Los factores con-
al ser-responsable. tlicionales son mucho más raros que los otros y, en los po-
* Tal vez podríamos hablar también de "dimensiones" del ser ('os casos en que se dan, presentan siempre más bien la
mano. signifrcación de factores que desencadenan la neurosis; es
266 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 267

extraordinariamente probable que no exista ningune


1) Psicología dela neurosis de angustia
téntica neurosis en sentido clínico a la que sean
ajenos los fundamentos constitucionales, es decir, lixpondremos ¿ continuación, basándonos en una selec-
tima instancia, los biológicos. elrin de casos, la estructura psicológica de la neurosis de
Dondequiera que un síntoma neurótico puede ser tngustia y veremos, alal.uz de algunos eiemplos, hasta
terpretado como "expresión" y como "medio", hay qué punto la neurosis tiene también sus raíces en caPas que
ver en é1, en primer término, una expresión directa, y no son propiamente psíquicas.
lo en segundo término un medio pare un fin. De Partiremos de un caso concreto de eritro-(ereuto)-fo-
que la llamada finalidad de un síntoma neurótico no blrr. La base orgánica de esta neurosis reside en un trastor-
plique nunca el necimiento de una neurosis, sino no de regulaciónvasovegetativa. Este trastorno no represen-
te la fijación del síntoma de que se trate. La tu todavía, por sí mismo, una neurosis en el verdadero
explica, por tanto, por qué el paciente ha llegado a ¡cntido de la palabra; tiene que añadirse, como factor pató-
traet la neurosis, sino, a 1o sumo, por qué no puede Íeno en sentido estricto, el elemento psicógeno. Este fac-
embarazarse de un síntoma. Resalt¿ claramente la tor psíquico se presenta, en la mayoría de los casos, den-
traposición con el modo de ver propio de la psicc tro de la etiología de la neurosis baio la forma de un
individual. Ésta entiende que la neurosis tiene, pri "frauma" psíquico cualquiera. En el caso de eritrofobia a
dialmente, Ia "misión' de desviar al hombre de la que nos referimos, las cosas ocurrieron del siguiente
de su vida. El análisis existencial no cree en esta modo. El joven, sujeto del caso, entró un día de invierno
final de la neurosis, pero, no obstante, considera dc la calle fuíaala sala caliente de un café. Ya esto sólo
su propia misión terapéutica el ayudar al indivi b¡rstaba para explicar que aquel hombre era, proba-
-que
cumplir su misión en la vida, llamándole la atención hlcmente, un neurópata vegetativo ab origine- sintiera
cia ella, convencido de que, de este modo, se librará e rr ro j ecérsele la cara. IJna vez dentro del café, av anz6 he-

tes y más fácilmente de la neurosis. A esta "libertad lin la mesa en que solía sentarse y se presentó delante de
(la neurosis) tiene que preceder en lo posible la "li krs amigos de su tertulia. Uno de éstos tuvo Ia desgraciada
para",la "decisión en pro" de la misión de vida; c ocurrencia de llamar la atención de los demás y del recién
más entrelacemos de antemano este moümiento llcgado hacia los arrebatados colores de su cara, bromean-
vo (logoterapeútico) con el negativo (psicotera rkl a cuenta de ello. En aquel momento, quedaron senta-
más rápida y seguramente alcanzarcmos la meta rlls las bases pera una auténtica neurosis. A la simple pre-
tica propuesta. rlisposición neurótico-vegetativa, a la que no había que
rlribuir más importancia que la de una "predisposición
¡omática", venia a sumarse ahora la angustia expectante:
trucstro paciente empezí a sentirse aterrado, pensando
268 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 269

que la próximayez, en situación análoga, volvería a


llanado siempre la atención el hecho de que se tnanifiesten
rrirle lo mismo, y con este temor sólo conseguía, en
eld.ros síntornas coincidentes de hipertireosls. Este hecho, una
dad, provocar directamente el enrojecimiento de su
vez cstablecido, se nos revela posteriori- como de fá-
aun sin necesidad de que mediase un cambio -a
ell cxplicación. A una hiperfunción de la glándula tiroides
temperatura, es decir, sin ninguna causa ocasional.
eorresponde siempre una especial excit¿bilidad del sim-
"mecanismo" de la angustia expectante, :unavez
pútico. Por otra parte, a la emoción de angustia le corres-
marcha, sigue funcionando progresivamente, de un
ponde también una excitación del simpático. (Empleamos
inexorable: el miedo provoca el síntoma y éste, a su
deliberadamente, pera expresar nuestra idea, la palabra
fomenta el miedo, cerrándose así el círculo fatal, hasta
"corresponde", ya que en estos casos no siempre se revela
la terapéutica se encarga de romperlo. En principio,
clnramente un nexo causal, ni es necesario tampoco que
conseguirse también esta finalidad por medio de un
¡c maniñeste semejante causación.) En todo caso, Ia hiper-
tamiento medicamentoso (y no precisamente en el
tlrcosis o la "simpaticotonía" lleva'ia consigo cierta "pre-
tido de una sugestión larvada); pero, en general, lo
clisposición a la angustia" (Wexberg). Sobre esa base dis-
y lo más sencillo es recurrir a los métodos de la psi
posicional puede surgir perfectamente una de estas fobias
pia. Lo primero consiste en hacer comprender "hu
A que nos referimos. Por lo que respecta, concretamente, a
mente" al paciente el fenómeno de la angustia
h agorafobia, se descubrirán además, muchas veces, cier-
de tal modo que ya no Ie impresione como si se tratara
hrs vivencias "traumáticas" como los factores causales que
algo verdaderamente "patológico" y, por tanto, fatal.
echan a rodar la bola de nieve de la angustia expectante. El
pronto como se dé cuenta de que esa an$ustia, tan fácil
punto de arranque del proceso puede consistir, por ejem-
comprender, no tiene más remedio que fomentar el
plo, en un desvanecimiento casual experimentado en ple-
ma, dejaú de exagerar su importancia y de temerlo,
n¿ calle, como en un caso concreto que conocemos, caso,
que, por último, cese el síntoma mismo, rompiéndose
¡rtlemás, "superdeterminado", por cuanto que desempeña-
ello el círculo fatal. Al quitarle al paciente el miedo al
ron su papel en é1 otros dos factores condicionales: la
toma como una especie de hecho patológico que se
convalecencia después de una grave enfermedad corporal
duce inevitablemente por sí mismo, va cediendo tam
y (como consecuencia de ello) eI recrudecimiento de la
aquella tensión obsesiva que lo ve por todas partes,
rcsonancia vegetativa de una impresión de miedo.
clava Ia atención del paciente en el síntoma, lo que
Además de explicar y resolver la angustia expectante,
tuye, en realidad, larazónde su fijación.
cs muy conveniente, en todos los casos de neurosis de an-
En otros casos a nuestro esquema de
-conforme ¡lustia, penetrar en las vivencias del enfermo y partir de
posibles factores patógenos- aparecerá como
cllas dentro de la psicoterapia. Por este medio, se dan ca-
to orgánico de Ia neurosis de angustia un trastorno sos en los que la angustia desaparece de un modo asom-
regulación endocrina. En los casos de agorafobia, nos
brosamente fácil, antes de que se proceda a cualquier
270 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 277

"análisis" (incluso al análisis existencial). Lo más i vcles del angustioso miedo neurótico: por eiemplo, si un
tante de todo nos parece, desde este punto de vista, cnfermo de agorafobia nos dice que al salir de casa siente
que el paciente se distancie de l¿ angustia. El modo §ngustia, por miedo a que "le dé un ataque" en plena calle,
fácil consiste en ayudarle a objetivar el síntoma, por esl dcbemos invitarle a que, en el momento de abandonar su
cirlo. Podemos invitarle a que enjuicie la situación de cnsa, "se concentre", decidido a no derrumbarse en la ca-
modo: "No soyyo quien teme, sino algo en mí llc si le "da el ataque".Y, para llev¿r su temor totalmente
ma neurótico- -un
teme algo". Debemos, asimismo, ad absurdum, deberá decirse, además, algo como esto: "Ya
a que interprete de un modo exacto el sentido mc ha ocurrido muchas veces el caer en medio de la calle,
de la expresión "tengo miedo", a que se acostumbre a nsaltado por el ataque; pues bien, hoy volverá a suceder-
cuenta de que el miedo, "su" miedo, el miedo o mc otra vez",En este momento se dará clara cuenta de
neuróticos, es algo que se "tiene", en el sentido p quc su angustia no tiene nada de real, de que es una an-
la palabra "tener", y responder a un síntoma que se ¡¡ustia puramente neurótica; con ello, dará un paso más
Así, el paciente se habituará en seguida a no identi hucia la meta de la distanciación.
(como antes lo hacía) con este miedo o angustia que El paciente aprenderá, así, progresivamente, a ir co-
"en é1". Y dejará, asimismo, de sacar consecuencias focándose cadavez más "por encima" del síntoma, y el
miedo, como hasta ahora, dejándose guiar por é1 en humorismo a que le invitamos de este modo y en que de-
actos y en sus abstenciones. Es muy posible que, por bcmos, literalmente, ensayarle, le facilitará extraordinaria-
medio, consiga quitar a la angustia toda importancia. nrcnte esta actitud, ya que el humorismo ayuda siempre al
únicamente lo logrará de verdad si sabe ponerse en Irombre, como es sabido, a colocarse "por encima" de una
lo a sí mismo, reírse de sí mismo. La distanciación y rituación. En efecto, el humorismo es aquel sentimiento
tivación del síntoma tiene por finalidad, en efecto, rlc vida, aquel "temple" (Gestimmtheit,Heidegger), que
aI paciente el objetivo, a¡rdarle, por decirlo así, a rcpresenta la necesari¿ contrapartida al talante "ttágico", a
"al lado" o "por encima" de su sensación de medrosa lrr mgustia vital de esta clase de neuróticos, del mismo mo-
gustia.* Y nada se presta mejor para poner de por do que constituye, por lo demás, la posible contrapartida
esta distancia que el sentido del humor. "Quien re rlc aquel temple fundamental de angustia cósmica que, de
a la üctoria se halla tan poco amenazado y tiene tan r¡n modo absolutamente unilateral y casi arbitrario, domi-
motivo para sentir miedo como quien considera i ñlosofía existencialista de Heidegger.
rrrr [a
ble la derrota", ha dicho Aller. Ya dijimos antes que debemos educar a1 paciente do-
Debemos ser lo bastante audaces para poner a nrinado por la neurosis de angustia hasta que se acostum-
bución este hecho, desviando el viento que sopla en hrc a no sacar consecuencias de su angustia, y este resulta-
tlo puede conse§uirlo también en forma conscientemente
* En alemán Angst significa a la vez miedo y angustia. "humorística". Para ello ayudémosle a que paradó-
-por
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 275
272 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL

jico que parczce- proceda "tranquilamente" con ¡rohíben que el viajero tome un tranvía cuando siente
¡Évor,,la manera como ordenan que no se suba a él con
drosa angustia. Debe acostumbrarse, en efecto, no
Un cquipaje excesivo o con materias inflamables?" Al de-
hacer las cosas a pesar de la angustia que le
Elrlc esto al enfermo, podemos, si queremos, reírnos
sino también a hacer precisamente aquellas cosas
ttnnquilamente, ayudándole así a cambiar de actitud ante
angustian; es decir, a buscar, con espíritu que
llamar deportivo, aquellas situaciones que le suelen lu síntoma; él mismo se reirá también, con lo cual habre-
Etos ganado ya, en cierto modo, la partida.*
gustiar, envez de huir de ellas. De este modo
que un buen deportista- se acostumbrará a
-al Envez de la neuropatía (condicionada por factores ve-
a los ca-
se a la sensación de angustia. La angustia irá " §etativos o endocrinos) que sirve de fundamento
Ios ya citados, otros se basan en un fundamento psicopá-
medida que no consiga nada, puesto que sóIo es, en
tlco, como factor dispositivo-constitucional, que crea una
dad, una reacción biológica de alarmismo enca
elerta "inclinación" a reacciones de angustia más profun-
sabotear, por así decirlo, una acción o a rehuir una
dss o el terreno propicio parala aparición de fobias neu-
ción que, "a los ojos de la angustia", es una situación
rc1ticas.
grosa. Tan pronto como el enfermo se acostumbra a
Un ejemplo de este tipo lo tenemos en el caso de un
sar de largo" por delante de ella, sin abstenerse de
pavor va cediendo paulatinamente, como si fuera fovcn a quien atormentaba el miedo constante a morir de
un carcinoma. Sin embargo y a pesar de su constitución
de una atrofia por inactividad. Este "pasar de largo y
lht¿lmente psicopática, terapéuticamente inasequible, se
prisa" por delante de la angustia constituye, en c
Iogró obtener un resultado terapéutico por la vía delaná-
modo, la meta negativa de nuestra psicoterapia en el
lisis existencial. El análisis existencial de este ca§o puso
tido estricto de la palabra, met¿ que este tretam
tlc manifiesto que el paciente vivía obsesionado por el pro-
puede alcenzar antes de que la logoterapia o el
hlcma de la clase de muerte que le habría de tocar y total-
existencial llegue a la meta positiva de inculcar aI
nrcnte desinteresado de todo lo referente a la clase de
tu del paciente la necesided de "vivir para algo".
vida que tenía que viür, olvidando por entero su§ deberes
para ello, con que el paciente se dé cuenta de que la
y sin la menor conciencia de la responsabilidad de su
gustia neurótica no es unarazón para adoptar una acti
vida. Su angustia por la muerte era, en el fondo, angustia
negativa, del mismo modo que tampoco iustifrca una
titud afirmativa el impulso neurótico, por ejemplo, * Una paciente contaba cómo había logrado sobreponerse de un
una neurosis compulsiva. "¿Dónde está escrito rrodo humorístico y riéndose de sí misma a 1a agorafobia que padecía:
preguntarse el enfermo- que no se pueda hacer a "Al salir de casa, me miraba al espeio colgado en el vestíbulo, me ponía
'con miedo'o'sin ganas', o que haya que obedecer ci rl sombrero y me decía para mis adentros: Bien, ya me dispongo a salir
mente a un impulso neurótico-compulsivo? ¿Acaso rtt'ompañada de mi 'neura'; e, inmediatamente, me echaba a reír con
lodas mis genas..."
reglamentos de transportes de los tranvías, por e)e
274 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 275

de la conciencia, la angustia que necesariamente cosmética no aparezca realmente iustificada por razones
ante Ia idea de la muerte el hombre que €Btéticas poderosas o por otras "indicacione§ sociales"
posibilidades de su vida vez de realizarlas- y cprcmiantes podrá ser considerada, en e§te respecto, como
-en
por 1o mismo, tiene que considerar, por fuerza, que una modalidad generalmente difundida de esta hipocon-
su existencia anterior carece de sentido. A aquel dria estética. No cabe ninguna duda de que las tendencias
de desinterés, que llevaba a nuestro p¿ciente ¿ Co§méticas son, en general, muy exageradas en nuestros
Iargo ante sus más propias y peculiares posibilidades, dfus. Y también tras ellas se oculte, de un modo o de otro,
rrespondía, como equivalente neurótico, su interés lg conciencia culpable de la persona, concentrándose el
exclusivo por el problema de la muerte. Con su rcntimiento del valor en su zona más periférica, en la§
bid trdtdba de justificar, por deciño así, su "frfuolidad nr¿nifestaciones más externas del hombre.
tafísica" (Scheler). Lo que se esconde, por tdnto, La condensación de la angustia existencial, la angustia
esta clase de angustia neurótica es und dngustid exi. Ante la muerte y, al mismo tiempo, ante la vida en su con-
El síntoma de la fobia no hace, en cierto modo, más
funto, son fenómenos que se nos presentan constante-
especificar dicha angustia. La angustia existencial mcnte en los procesos neuróticos. La angustia, origina-
liza en unafobiahipocondriaca cuando la angustia rirmente total, busca, al parece¡ un contenido concreto,
por la muerte (=an8ustia de la conciencia) se un representante objetivo de la "muerte" o la "vida", un
urrd determilrada enfermedad mortal. Debemos rcpresent¿nte de l¿ "situación límite" (faspers), una rePre-
pues, la neurosis hipocondriaca como una rama o tentación simbólica (E. Strauss). Esta "función rePresenta-
vación de la angustia existencial, como la proyección llva" la asume, por ejemplo, en el caso de la agorafobia, "la
ésta sobre un órgano concreto. El temor ala muerte t'rlle", o en el caso de la llamada "fiebre de las candilejas",
do en una conciencia culpable es reprimido y en sulugar "la escena". Las palabras con que los mismos enfermos
teme Ia enfermedad de un órgano, Es, incluso, probable tlcscriben sus síntomas y exponen sus quejas, y que, al pa-
todo complejo de inferioridad orgánica no sea más rccer, sólo tienen en sus labios un significado figurado,
una especificación del sentimiento, primariamente no rnctafórico, nos descubren con frecuencia la pista que nos
pecífico, de no haber realizado las propias posibili conduce al verdadero fundamento, al fundamento exis-
de valor; sentimiento que luego, secundariamente, se lcncial de la neurosis. Por eiemplo, una paciente aquejada
canta en un órgano concreto o en una determinada dc agorafobia describía su sensación de angustia con estas
ción. Puede también ocurrir, en estos casos, que Ia i "Tengo la sensación de flot¿r en el aire", palabras
¡rirlabras:
rioridad orgánica sea sentida como una inferiori que pintaban, en realidad, del modo más certero la situa-
estética, que la hipocondri¿ se desplace, con ello, al ca ción en que se encontraba. En efecto, toda su neurosis no
po estético, centrándose en torno a un defecto cra, en última instancia y esencialmente, sino la expresión
(son los llamados tipos-Cyrano de Bergerac). Cuando ¡rnímica de este estado de espíritu. Así, pues, la sens¿ción
276 DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁTTSN ETENÁI,ISIS EXISTENCIAL 277

de angustia y de vértigo que la solía acometer en la eundario de la enfermedad, no es aconsejable decirle al


en forma paroxística, debe ser concebida, desde el' cnfermo "ala cara" que lo que sus síntomas se proponen
de vista del análisis existencial, como lo que podríamos es, en re¿lidad, retener a su esposa, dominar a su hermane,
mar la expresión "vestibular" de la situación de su exi etc. Con este modo de proceder, empleado por muchos en
y de manera análoga deben ser interpretadas, por ei ln práctica de la psicología individual, sólo conseguiremos
Ias palabras con que expresaba sus vivencias a una cosa, generalmente: provocar las protestas del enfer-
una actríz atacadapor la llamada"ñebte de las candile mo. O bien ejerceremos sobre é1 una especie de chantaie,
"Todo cobra formas superdimensionales, todo parece convenciéndole una y otravez de que su síntoma es un
rrer detrás de mí, y siento miedo de perder la vida .
urma que le sirve para aterrorizar a su familia, hasta que,
por último, le obligamos a apelar a las últimas reservas de
Cuando la fobia neurótica no es sólo la expresión flus energías morales y a vencer sus síntomas como sea,
directa de la "angustia de la vida", sino también, en el para no quedar bajo el peso de aquel estigma moral y que
concreto, un medio para un fin, sólo de un modo no sigan gravitando sobre él aquellos reproches. A estos
dario ha ido convirtiéndose en esto. No siempre se métodos poco limpios se debe, probablemente, no pocas
es el caso, en un plano secundario-
-y cuando éste
servicio de tendencias tiránicas frente a uno u otro
veces, el éxito de ciertos tratamientos psicoterapeúticos.
A nosotros nos parece que, en vez de arrancar, por medio
bro de la familia o sirve como una "enfermedad justi dc esta especie de chantaje, el "sacrificio" del síntoma,
tiva", para justificarse ante los demás o ante sí mis imponiendo con ello una curación ala fuerza, es mucho
como la psicología individual se esfuerza constan más aconsejable aguardar a que el enfermo, psíquicamen-
en demostrarlo. tc quebrantado y en crisis, se dé cuenta por sí mismo de
Antes y a la par de este empleo "mediato" de la quc explota el síntoma y abusa de él como medio para un
tia en el doble sentido de empleo "sec lin al servicio de su voluntad, para imponerse a su medio
-"mediato",
rio" y de empleo como "medio"-, es decir, antes y a rocial o a su familia. Si lo hacemos así, nos apoyaremos,
par de este carácter de arrangement dela angustia r:n cada caso, en la espontaneidad de la propia persuasión
tica, posee siempre, primariamente, un carácter inmedi y de la confesión del paciente, dejando que sea ella la que
de expresión. Freud habla con razón de la "ganancia de
¡troduzca el efecto terapéutico apetecido.
enfermedad" como "motivo secundario (!) de ella". Pel Ya en el primer capítulo señaIábamos que la psicología
aun en los casos en que media realmente este motivo individual comete el error típico de enfocar unilateral-
* Otre enferma pintaba su sensación de agorafobia, literálmente ¡nente el carácter "medi¿to" de los síntomas neuróticos, al
sin influencia de nadie, en los siguientes términos: "Veo abrirse en paso que el psicoanálisis incurre en el error, también típi-
espacio, delante de mí, un gran vacío, lo mismo que me acontece en co de é1, de restringir el cerácter de expresión de los sín-
espiritual... No sé siquiera de dónde vengo ni a dónde voy". tomas neuróticos, viendo en ellos solamente un
-de
278 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 279

modo unilateral, como decimos- la forma de nomatógena de la enfermedad, la verdaderaraíz habría que
de contenidos sexuales. huscarl¿ en la capa espiritual, existencial: enla vivencid de
En un caso concreto de agorafobia, por ejemplo, la la crisis de vida cotno und crisis existencial, enla dmendzd.
ciente sentíase aquejada, al mismo tiempo, por la a por un balance de vida espiritualmente negdtivo. Tratábase
tia de la concepción. Un psicoanalista, fiel a su punto de una paciente a quien la sociedad había mimado, como
vista esencial, probablemente habría centrado este mujer hermosa, en sus buenos tiempos y que ahora se veía
de agorafobia en torno a la fobia de embarazo de la e obligada a hacer frente a ese periodo de la vida en que la
ma. Se demostró, sin embargo, que no era sino un sí cotización erótica desaparece, en el que hay que afrontar
periférico, por cuanto representaba, en realidad, une la vida, pese al ocaso de labelleza. La mujer de nuestro
las muchas formas posibles de expresión de la a caso sentíase desarmada eróticamente; de pronto, la vida
general, de la predisposición general de nuestra dejó de tener, para ella, un fin, un sentido y un contenido.
a dejarse llevar por sensaciones de angustia. El princi "Por las mañanas, me levanto literalmente- y
-confesó,
§eneral de su angustia expresábase en esta frase me pregunto: ¿qué me ofrece el día de hoy?, y tengo que
rística: "Podía pasar algo". Nada tiene de extraño que contestarme: nada." Hasta que se apoderó de ella la an-
principio se reflejase también en lo sexual. La realidad gustia. Y como su üda carecia de contenido, como no Po-
que la paciente habí¿ mantenido comercio sexual con día ya construir una vida llena de contenidos, no tenía
o varios hombres algunos años antes de que se más remedio que injertar su angustia en su vida, como
sen en ella síntomas de neurosis de angustia, experi parte integrente. Tratábase de encontrar un contenido a
tando a consecuencia de ello un miedo a la concepci la vida, de descubrir su sentido, de centrarla, centrando
un tanto exagerado, aunque no marcademente neurótico¡ tlavez al propio yo y sus posibilidades interiores, más allá
en última instancia, por 1o demás, también el miedo real del éxito en el amor y de la cotización sociel; es decir, en
puede ser exagerado. cl campo moral. Tratábase de apartar a la paciente de su
Cuando el análisis existencial de un caso de neu rrngustia, y de entregarla a las tareas de la vida.
de angustia llega, en último término, al resultado de quo Ya hemos dicho que esta segunda finalidad, la positiva
estamos frente a un modus de la existencia, frente a un de la logoterapia analítico-existencial, puede alcanzarse
modo humano de situarse ante la vida y adoptar decisio.:' ¿rntes de la ñnalidad negativa de toda psicoterapia en sen-
nes espirituales, tenemos ya el punto de arranque para re- tido estricto; más aún, en ciertas y determinadas circuns-
currir a la logoterapia, como la terapéutica adecuada y, tancias, Ia consecución de la finalidad positiva libra de
por sí al enfermo de su angustia neurótica, haciendo des-
Tenemos por ejemplo el caso de una neurosis clima.r ¿parecer la base existencial sobre la que ésta descansa. En
térica de angustia. Independientemente del trastorno en- cfecto, la angustia neurótica, en cuanto angustia existen-
docrino del equilibrio orgánico como infraestructure cial, carece de obfeto tan pronto como I'uelve a descubrirse
280 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 281

la plenitud de sentido de la vida, sin que haya, por "inquietud" no era, en última instancia, sino la expresión de
así, sitio o lugar para la angustia o, como espon una inquietud espiritual, de la "irresolución" total de esta
te reconocía la paciente de nuestro ejemplo, "sin que persofiL. Inquietum est cor nostrum... lnquieto está nuestro
tiempo para pensar en estas cos¿s". corazón, dice san Agustín. El corazón de nuestro pacien-
De lo que se trataba, en este caso concreto, era de lo tc vivía, en efecto, sumido en la inquietud, y así siguió
guiente: de guiar a este indMduo concreto y en esta hasta que pudo descansar y encontrar la paz en la con-
ción concreta hacia la misión única e insustituible de ciencia de su misión únic¿ e insustituible, en la concien-
wda.Tratábase de hacer que esta persona concreta " cia de l¿ responsabilidad y del deber ante la misión especí-
prendiese lo que era", para ectuar en consecuencia; ñca de su vida.
bién ella tenía ante sus ojos "la imagen de lo que debía
gar a ser", y mientras no llegara a serlo, no "disfrutaría
verdadera paz", para decirlo con Rückert. Era nec 2) Psicología de la neurosis compulsita
convertir aquella crisis climatérica en un renacimie 'fambién la neurosis compulsiva descansa, como cualquier
crítico "animado por el espíritu'l y el lograrlo con otra neurosis, sobre una base constitucional. En los últi-
en el caso concreto de que hablamos, la misión propia mos tiempos, ha llegado incluso a colocarse en el centro
la logoterapia, en la que el médico había de desempeñar ctiológico el fector constitucional de su patogénesis.
papel del comadrón socrático. Habría constituido, en e Hasta investigadores como W'exberg y otros, orientados
to, como más adelante veremos, un error táctico fiatar dc suyo más bien hacia Ia psicogénesis que hacia la psico-
imponer al paciente tales o cuales tareas. tcrapia, atribuyen a la neurosis compulsiva, en último re-
Lejos de ello, al análisis existencial incumbe, como sultado, una infraestructura somática. La experiencia ha
mos visto, el conducir al interesado hacia el sentimi rcvelado, en efecto, la existencia de procesos patológicos
de su propia responsabilidad. Pues bien, también en postencefalíticos en los que llama la atención, al mismo
tro caso pudo la paciente encontrar "su" misión de ü tiempo, una analogía con los síndromes de la neurosis
Con su entrega completa al nuevo contenido de su vida, compulsiva.
nuevo sentido que su vida cobró y a la vivencia de su pro, Ante estos fenómenos, se cometió el error de confun-
pia rcalización, no sólo renació un ser nuevo, sino que dir la semejanza puramente formal con la identidad sus-
desaparecieron, al mismo tiempo, todos los síntomas neu- t¿ncial; error coincidente, por lo demás, con el cometido a
róticos. Desaparecieron, a pesar de que persistía la base [¿ vista de aquellas formas y manifestaciones de la meten-
climatérica, todas las sensaciones funcionales del corazón, ccfalitis que imitan la imagen de la catatonia. Y, d¿ndo un
la sensación de inquietud en la zona cardiaca y las palpita- paso más por el mismo camino, se llegó, incluso, a atribuir
ciones que la enferme venía padeciendo. Y hubo de de- como base de Ia neurosis compulsiva no sólo un factor
mostrarse, así, cómo esta yittencia neurótico-cardiaca de ld constitucional, sino también un factor progresivo. Perecía
282 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 28'

confirmar la hipótesis de este fundamento el co vrm. Esfds cualidades cardcterísticds no lafi ert detrimento dc
miento de aquellos casos cuyo curso presentaba en quien las posee ni de aquellos que le rodean. Son, sitnplemen'
luto las características de un desarrollo progresivo, con le, el terreno en que puede brotar una verdadera neulosl§
fases de un proceso. compulsitta, pero en que no es necesario que brote. Cuando,
No está descartada, sin embargo, la posibilidad de sobre la base de este tipo de constitución, se produzca redl'
en los primeros casos, se trate simplemente de mente und neurosis, es que se arriba ya d las costds de la li'
frenias encubiertas y, en los segundos, de melancolías bertad hurnana: la actitud del hombre, su comportamiento
vadas. Pero, aun en aquellos casos en que no se ante la disposición psicopática, es, aquí, esencidlmente libte,
ban los procesos psicóticos como la base orgánica de deja de ser, por tanto, algo fatal lo son las disposi-
-como
síntomas neurótico-compulsivos, seguía colocándose eiones-, o algo "criatural" para emplear la expresión de
primer plano lo fatal, aunque en un sentido distinto, en lirwin Strauss.
de una psicopatía constitucional. Se hablaba de un " Por tanto, si la causa primaria de una neurosis compul-
drome anancástico", como expresión de una psi siva no es nada psíquico, si la neurosis compulsiva no tiene
anancástica. Veíase en ella el elemento hereditario de carácter psicógeno, es que se trata Pura y simplemente de
neurosis compulsiva; se le atribuía también un sign una predisposición, y no de una enfermedad en el §entldo
do radical propio en la biología de la herencia, con propio de la palabra. Esta predisposición es, de por sf, elgo
trayectoria hereditaria especial y dominante. Por últi ¡ruramente formal; a ella vienen e sumerse' en el ceso de
se proponía cambiar el nombre de neurosis una neurosis compulsiva manifiesta, aquellas otres dctcr-
por el de "enfermedad compulsiva", acentuando así el minaciones concretas que sí son de carácter psicógeno. Lo
rácter fatal de la dolencia. t:ual no quiere deci¡ en absoluto, que el descubrimiento
Desde el punto de vista terapéutico, consideramos de la psicogenia de los contenidos concretos deba ser
lativamente poco importantes todas estas diversas considerado como algo efr.caz, o simplemente indicedo.
cepciones; opinamos, en particular, que tampoco el Por el contrario, sabemos demasiado bien qué peligro en-
hincapié en lo fatal, entre los fundamentos de la cierra la tendencia a entrar a indagar el contenido que en
compulsiva, releva a la psicoterapia de sus obligaciones nl cada caso pueden tener los síntomas.
la priva de sus posibilidades. En efecto, la psicopatía anan* El tratamiento de cada síntoma nos parece contrain-
cástica no significa otra cosa que una predisposición a cier- dicado, en los casos de neurosis compulsiva. Así como el
tas particularidades caracterológicas, tales como la pedante- intento de aplicar, por eiemplo, un tratamiento hipnótico
ría, un amor exagerado por el orden, el fanatismo de l¿ l los esquizofrénicos puede provocar en ellos la sensación
Timpieza o la tendenciaaexegerar los escrúpulos, cuali- de que se trata de influirlos, o en los mel¿ncólicos el tra-
dades todas ellas que desde el punto de vista tamiento psicológico-individual, con sus reproches en el
-incluso como valiosas y positi,
cultural- deben ser consideradas sentido de que explotan los afectos como un recurso Pera
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 285
284 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL

sabe convertir ese sentimiento en fuente de inspiración


atemorizar a sus p¿rientes, no hace más que llevar
y en impulso para su obra creadora. Le duele el universo,
los molinos del disgusto de estos pacientes consigo
pero no su propia enfermedad. Su sufrimiento se orienta
mos; un tratamiento a fondo de los síntomas, en los
"hacia el universo", es un sufrimiento intencional, mien-
róticos compulsivos, sólo serviría para hundirlos
tras que el sufrimiento del psicópata es el de la criatura
más en el pozo de su angustia.
"afectada" por el mundo. Así, pues, cuando en el suieto
De este tratamiento sintomático, orientado
psíquicamente inestable se den las dotes necesarias, le
síntomas, debe distinguirse cuidadosamente el
angustia del universo puede llegar a traducirse no en
to paliativo por medio de la logoterapia, que no se
ne etacar el síntoma ¿islado o la enfermedad en cuanto
una"patía", en algo patológico, sino, por el contrario,
en una obra de creación cultural, artística por ejemplo,
sino el yo del neurótico, la actitud de éste ante la
talvez genial En estos casos, el sufrimiento es una crea-
compulsiva. Es esta actitud, en efecto, y no otra cose/
ción facultativa.
que ha convertido un trastorno constitutivo en eI
ma clínico de una enfermedad. Y esta actitud es
En la neurosis compulsiva, la psicoterapia en sentido es-
mente corregible, por lo menos en los casos leves o
fase incipiente. Por tanto, allí donde la actitud a que
tricto cumple Ia misión de operar un üraje en Ia actitud
del paciente ante la neurosis, vista en coniunto. Este viraie
referimos no ha cobrado aún aquella rigidez tipica
neurosis compulsiva, donde no se halla todavía infi §eneral tiene que desarrollarse por cauces seme)antes a
Ios que hemos visto a propósito de la neurosis de angus-
digámoslo así, por el trastorno básico, necesaria:
tia. También en este caso hay que ayudar al enfermo a "dis-
tiene que ser posible aún cambiar I¿ situación. EI
tirnciarse del síntoma". Del mismo modo que el paciente
en este caso, puede escoger todavía entre su evolución
rtquejado por un¿ fobia debe ser acostumbrado a vivirla
cia una neurosis compulsiva desarrollada o hacia un
como algo que "tiene", como algo que hay "en é1", el en-
carácter compulsivo. Una vez por Io menos en la
lcrmo que padece una neurosis compulsiva debe acos-
todo psicópata se halla en la encrucijada entre la
tumbrarse a ver en el impulso coactivo, por ejemplo, un
posición blanda, de una parte,y de otra su plasmación
impulso que "tiene" también, que hay "ené1", pero que no
una verdadera psicopatía. Antes de optar por uno de
cs "él mismo": ante este impulso ante cualquier
dos caminos, no se le debiera considerar como ve -como
psicópata: el estado que, evidentemente, puede I
otro- puede su yo tomar libremente partido, decidir li-
hrcmente, escoger, entre las "propuestas" o "sugestiones"
convertirse en psicopatía, pero sin que sea necesario
que el impulso le hace, aceptarlas o rechazarlas. Ya en
realmente se conüerta, podríamos caracterizarlo, tal
otro lugar hemos puesto de relieve este sencillo hecho
por oposición a la psicopatía, con la palabra "psicoi
f'cnomenológico, hacia el que tenemos que llamar conti-
bilidad". Pero este estado es el que aqueja también al a
nuemente la atención a nuestros pacientes neuróticos.
sensitivo que, sintiendo en su alma la angustia
286 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 287

Asimismo señalamos, con otro motivo, aquella técn contra de la resistencia ala tentación y los aparentes ar-
de las formulaciones con que el enfermo puede cerrar gumentos en pro de la capitulación para la discusión con
paso a la urdimbre de sus cavilaciones, que tratan de el médico. Así sucedió también en este caso de engolo-
suadirle que ceda a sus impulsos neuróticos. sinamiento e que nos referimos. Unavez preguntó la pa-
Tomemos el ejemplo de una paciente que era una ciente al médico qué debía hacer si veía ante sí un trozo
pecie de golosa impulsiva. Desde eI punto de vista de chocolate y se veía expuesta a sucumbir al argumento de
geno, cualquier psicoanalista habría tendido, que era una lástima que aquel chocolate se quedase allí,
mente, a interpretar este impulso como la ex §e estropease, etc. También a este argumento podía opo-

simbólica de la acción de los instintos sexuales; pero, nerse un contraargumento. Bastaba con que la paciente
un ceso concreto, por 1o menos, se demostró que el se preguntase: "¿Lástima del chocolate, de los veinte
toma en cuestión debía ser interpretado pura y si centavos que vale? ¡Por el contr¿rio! ¿No es mejor ne-
mente como la expresión de un estado de insatisfacc $ocio pagar esos veinte centavos a cambio de afirmar el
no específrcamente en un sentido sexual, siendo dominio sobre mí misma y la conciencia de mi propio
tamente comprensible, desde el punto de vista del elbedrío?"
sis de la existencia. En un terreno psicoterapeútico ( Lo mismo que en el tr¿tamiento de las fobias, tam-
pués de que había fracasado al cabo de varios años bién en el de las neurosis compulsivas deben las medidas
una serie de esfuerzos psicoanalíticos), se demostró terapéuticas tender a aflojar, por así decirlo, latirantez
la simple evocación retrospectiva, por parte de la clcl paciente y a desacalambrar su ectitud ante la neurosis.
te, de su libertad originaria la ponía en condiciones Ds bien sabido que le acalambrada lucha de estos pacien-

resistir a Ia tentación de las golosinas; pero 1o que más tes contra sus ideas obsesivas no sirve más que pata acen-
ayudó fue la certera y taiante formulación de su tuar la obsesión. La presión provoca siempre otra presión
to, en el sentido antes indicado: "Se terminó el cn contrario; cuanto más se encabrita el paciente contra
sinarse, y no hay nada que habler acerca de esto". sus idees obsesivas y topa contra ellas, más fuertes se vuel-

Con la primera parte de la fórmula, expresada la vcn y más poderosas tienen que parecerle. Lo que estos
sión en tercera persona, la paciente se sustraía a la t cnfermos necesitan más que nada, como ya ha hecho ver
dora y peligrosa argumentación contenida en estos lirwin Strauss, es tranquilidad [Gelassenheit] y buenhu-
términos: "No quiero engolosinarme, pero no tengo lnor. Para aplicar ambos remedios juntos, hay que recurrir
remedio que hacerlo, no puedo evit¿rlo, hay'algo'que lunuestro tratamiento psicoterapeútico. Con el mismo
obliga a ello". Con la segunda Parte, se ataba corto a humorismo que recomendábamos al neurótico angustioso
el proceso de cavilaciones, de dudas y de contraargume que se riera de sí mismo, debe el neurótico compulsivo
tos en torno a la misma cuestión. Es conveniente cnfrentarse con sus obsesivos temores. También tiene que
sejar al enfermo que reserve todos los argumentos csforzarse por quitarles el viento de las velas, por una re-
288 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 289

ductio ad absurdum. Sabemos, por eiemplo, de un y objetivamente; no hay ningún inconveniente en remi-
mo que vivía bafo el constante temor de haber tlr al enfermo, por ejemplo, a estudios como los de Pilcz
sin darse cuenta unos centavos al cobrador de tranvía y Stengel, de los que se deduce, incluso, la existencia de
tendero. Hasta que se acostumbró a combatir aquella un cierto antagonismo entre las neurosis compulsivas y
sesión, tomándola por el lado grotesco y diciéndose:'t lus enfermedades psicóticas, tratando de conseguir, por
mo? ¿Que he estafado a esas pobres gentes sólo este medio, que el neurótico compulsivo se sienta, pese a
par de centavos? Pues en lo sucesivo las estafaré, y tal rus compulsivas obsesiones o, mejor dicho, precisamente
las haya estafado ya, por miles de marcos, y no por razón de ellas, inmune a toda psicosis. Debemos ha-
ellas, sino a miles de §entes más". Si el paciente ccrle comprender tranquilamente que "el paso de Ia neu-
verdad desarrollar a fondo tales pensamientos, en tosis compulsiva a la psicosis", ese paso tan temido por el
se dará cuenta de que su obsesión desaparece como cnfermo, apareció lunavez como rúbrica especial en una
ensalmo. estadística sobre la evolución de las neurosis compulsi-
Ahora bien, el no luchar contre las obsesiones vos, acompañando a una ponencia presentada en un con-
re, como supuesto esencial, que el enfermo no les Sreso de psicoterapia, y que debaio de esta rubrica estaba
miedo. Sin embargo, los pacientes tienden con harta un rotundo y convincente cero.
cuencia aexagetar sus síntomas obsesivos, viendo en Sin embargo, esta clase de neuróticos no sufren sola-
Ios signos precursores o incluso las ma mente por el temor de que su neurosis compulsiva pueda
una enfermedad psicopática. En estas condiciones, llcgar a convertirse en una psicosis, sino que les tortura
sariamente tienen que sentir miedo de sus ideas lrrmbién el miedo de que, por ejemplo, puedan llegar, tal
vas. En tales casos, lo primero y lo más urgente será, vcz, a poner en práctica las compulsiones de suicidio o de
tanto, ayudarles a superar este miedo a la psicosis de homicidio que los asaltan, si es que no se les coloca en
se creen amenazados y que, en ocasiones, puede condiciones de luchar contra ellas. En tales casos, es ne-
los, evidentemente, al agudizarse, a una manifiesta ccsario rechazar de frente, objetivamente, semejante te-
cotofobia. Lo primero que hay que lograr, para mor, para cerrar el peso a esa lucha insidiosa contra los
aquella distanciación y aquella obietivación tan ln'rpulsos obsesivos. Si el paciente deia de luchar contra
rias, de que hemos hablado, es arrancar al paciente ellos, podrá acaecer, a lo sumo, que por ese solo hecho
respeto exagerado a su neurosis obsesiva. Sólo así, clcsaparezcan de por sí las tales compulsiones pero en mo-
consigamos quitarle importancia, pondremos al enf d«r alguno que se exponga a eiecutarlas. Es cierto que la
en condiciones de ignorarla o de mostrarse indife ncurosis compulsiva se suele traducir también en actos
ante ella. r'ompulsivos; pero tienen siempre un carácter tan inofen-
En estos casos, es decir, cuando tropezamos con el rivo, que nunce se convierten en objeto de temores psi-
mor a la psicosis, es aconseiable entrar a analizatlo cotofóbicos por parte de estos neuróticos.
290 DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 291

Por el solo hecho de quitarle al paciente el miedo vencido terapéuticamente. Pocos días antes de partir, acu-
tificado a una psicosis, lograremos "descargarle de ciado por sus amigos, fue a consultar a otro rhédico. Te-
presión" psíquica considerable; ya no necesitará el niendo en cuenta, entre otras cosas, el poco tiempo dispo-
ejercer aquella contrapresión que engendraba, prec nible, este segundo médico hubo de renunciar de entemeno
mente, la presión compulsiva. Con el fin de lograr a todo análisis de los síntomas, para limitarse a una revi-
descarga de presión, objetivo que debe preceder a toda sión de la actitud del enfermo ante su enfermedad com-
terior psicoterapia, e incluso a toda logoterapia, es i pulsiva. Intentó, por decirlo así, Iograr que el paciente se
tante, con frecuencia, conseguir que el paciente reconciliase con su enfermedad. Partió del hecho de que
radicalmente de actitud ente su enfermedad. En tenía ante sí un hombre de convicciones profundamente
mientras su enfermedad tenga, por así decirlo, un religiosas. Considerando esto le convenció de que debía
fatal, irremisible, el paciente tiene por fuerza que ver en su enfermedad la obra de la "voluntad de Dios",
también como algo fatal su neurosis compulsiva, algo fatal, impuesto por el destino, por lo que no tenía
mente para evitar que en torno al núcleo psic para qué seguir cavilando, sino esforzarse para pasarlo
constitucional se vaya amonton¿ndo una capa inútil por alto, aceptándolo como lo que era y procurando lle-
padecimiento psicógeno. El paciente debe adoptar, var, a pesar de todo, una üda grata a Dios. El cambio ra-
evitar esto, una actitud afrrmativa ante el mínimum de dical de actitud interior que determinó produjo efecto§
predisposición caracterológica realmente influenc asombrosos, que sorprendieron al propio médico: después
por medios psicoterapeúticos. Cuanto más sepamos de haber reconocido el paciente, al terminar la segunda
carlo, así, en una especie de amor fati, más insi sesión psicoterapeútica, que por primera vez desde hacía
se hará el residuo de síntomas fatales e ininfluenci diez años se había visto por espacio de una hora entera
que se mantengan en pie. libre de su obsesión, informó por carta a su médico, ya de
Conocemos el caso de un paciente aquejado por regreso en su tierra, puesto que el viaje de retorno había
cio de quince años de una grave forma de neurosis sido inaplazable, que se sentía extraordinariamente mejo-
pulsiva y que, para someterse e tratamiento, se tras rado, al punto de poder considerarse, prácticamente, como
por algunos meses desde su tierra a la capital, donde c:urado por completo.
sometió a un psicoanálisis que resultó infructuoso,
otras razones, probablemente por la brevedad del lil tratamiento enceminado a corregir aquella falsa actitud
con que contaba. Disponíase a regresar a su tierra, ¿nímica que consiste en luchar desesperadamente contra
sólo para ordenar sus esuntos de familia y sus lirs ideas obsesivas, debe esclarecer al enfermo, simultá-
con el propósito de poner fin a su vida inmedia neamente, dos cosas: en primer luga¡ que no es él el res-
después; tan grande era su desesperación ante el ponsable de sus "ocurrencias" neurótico-obsesivas, y en
de que su mal no tuviera, al parece¡ posibilidades de segundo lugar que sí lo es, en cambio, de la actitud que
292 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 293

ente elles adopte. Esa actitud, y sólo ella, es la que hace echar por la borda, como un lastre inútil, las obsesiones
esas "ocurrencias" le resulten tan penosas, por el solo que venía padeciendo.
cho de "debatirse" interiormente con ellas, de seguir No es que nosotros creamos, como la enferma en cues-
lando en torno a ellas, o de luchar continuamente tión, que en este caso y en otros parecidos pueda hablarse
por el miedo que le infunden. También en este
ellas, realmente de curación; lo que ocurre es que cambia la ac-
hay que agregar a los componentes negativos del titud del enfermo ante el síntoma neurótico, que se opera
miento, componentes psicoterapeúticos en el es un viraie espiritual ante el proceso psicopatológico, sin
sentido de la palabra, un componente logoterapeútico que por ello desaparezcan los síntomas de la realidad del
sitivo. Así orientado, el enfermo se acostumbrará, a la alma del paciente. Pero de lo que no cabe duda es de que
tre, a seguir viviendo sin preocuparse para nada de, cste cambio radical de actitud fue provocado por la con-
neurosis compulsiva y a llevar, a pesar de ella, una versación con el médico, como un resultado, por tanto,
plena de sentido. No cabe duda de que, al entregarse de la ayuda médica prestada; es posible que no se tratara de
misión concreta de vida, se apartará de los pen psicoterapia en sentido estricto, pero sí, por lo menos, de lo
que le obsesionan. Haste qué punto es verdad, lo i que F. Künkel llama, por oposición consciente a la psico-
mejor que nada el siguiente caso. terapia, el "tratamiento de salvación del alma". En el ca-
Una paciente neurótico-compulsiva que pasaba pítulo final de nuestro estudio veremos si se transgreden
cuantos días en la capital visitó, poco antes de reg así, realmente, los límites de la acción médica o, por el
su pueblo, a un médico especialista, con fines más contrario, esta clase de tratamiento se ajusta fielmente a
informativos. En vista de que no alcanzaba el tiempo los deberes de nuestra profesión.
ponible ni siquiera para un tratamiento
breve, la conversación entre el médico y la enferma Aparte de ésta que podemos llamar logoterapia general,
de limitarse a una plática muy general, que acabó en cxiste ante la neurosis compulsiva una logoterapia especial,
discusión de carácter marcadamente ideológico. ¡Cuál clue se propone abordar, concretamente, la curación men-
sería el asombro del médico cuando, al día sigui tal específica del neurótico compulsivo y corregir aquella
momentos antes de emprender el viaje de regreso, t:oncepción de mundo característica a que esa clase de
pareció ante él la enferma para comunicarle en pocas ncuróticos propenden típicamente y que en seguida estu-
labras que estaba ya "curada"! Y como el médico le diaremos. El análisis especial de la existencia, en los casos
guntara, sorprendido, a qué se debía tan satisfact dc neurosis compulsiva, nos ayuda a comprender esta con-
resultado, escuchó estas palabras: "Ya no le doy n ccpción del mundo a que nos referimos. Para ello, debemos
importancia a la cosa, pues ahora veo Ia vida, se partir de un análisis fenomenológico imparcial de las vi-
mente, como un deber que tengo que afrontar". Esta vcncias de esta clase de neuróticos.
nera de ver la vida puso a la paciente en condiciones "¿Qué es lo que sucede en la mente de un neurótico
294 DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 295

obsesivo cuando, por ejemplo, se siente torturado pof (En relación con esto, consideramos digno de notar que
manía de la duda? Al hacer cuentas,.supongamos, se las más recientes investigaciones han llevado a la conclu-
2 x 2 = 4. En el caso concreto sometido a estudio se sión muy probable de que la función amortiguadore o de
muestra que el paciente, antes de que las dudas le "formación de un trasfondo" se halla vinculada a la región
mentasen, sabía perfectamente, por lo que fuese, que subcortical y talvez, en especial, al tálamo; y recordare-
cálculo era correcto; no obstante, apunta en seguide mos, a este propósito, que en aquellas formas postencefa-
duda. "Tengo que rectificar las cuentas líticas que aparentan el cuadro patológico de la neurosis
-suelen
esta clase de enfermos-, a peser de que estoy seguro compulsiva se presupone también un trastorno funcional
que no hay ningún error. Afectivamente, el sujeto se subcortical.)
te torturado por la sensación de que queda algún resi Ahora bien, ¿cómo reacciona el neurótico compulsivo
sin aclarar. Mientras que el hombre normal se sati al residuo irracional? Intenta superarlo con un nuevo es-
en general del resultado de sus actos mentales, en el fuerzo mental, pero sin llegar nunca, naturalmente, a eli-
tido de que no experimenta la necesidad de seguir i minarlo por entero. Eso hace que se sienta continuamente
gando, el neurótico obsesivo echa de menos ese obligado a realizar' nuevos y nuevos actos mentele§ Para
miento tan sencillo y aquietador que sigue al acto Ilegar a extirpar por completo el residuo irracional, pero
y que, en nuestro ejemplo del simple cálculo sin conse$uir nunca lo que se ProPone. Este iuego se Pere-
"z x 2 = 4", podría expresarse de este modo: "y así es, ce algo a la función de una bomba aspirante, la cual tiene,
efecto". La sensación del hombre normal es la de evidr como es sabido, un "espacio muerto", lo que hace que no
cia, y el sentimiento normal de evidencia es el que se se logre nunca el vacío absoluto, sino simplemente redu-
de menos en el proceso mental del neurótico obsesivo,, cir en un determinado porcentaje Ia cantidad de aire con-
Podemos, pues, hablar de una insuficiencia del sentimien. tenida en el vaso o espacio que se trata de vaciar: el primer
to de eüdencia en esta clase de neuróticos. Mientras qu6 golpe de la palanca reduce el contenido de aire, suPonga-
el hombre normal descarta en cierto modo, incluso en mos, a Ia décima parte, el golpe siguiente a la centésima
operaciones más difíciles de cálculo o cualesquiera otrot, parte, y así sucesivamente. Pues bien, los últimos e infruc-
actos mentales complicados, aquel residuo irracional quÉ tuosos esfuerzos con la palanca de la bomba aspirante vie-
va adherido de un modo o de otro a todos los resultado! nen a simbolizar, si vale el símil, los esfuerzos obsesivos
del pensamiento, el neurótico compulsivo no acierta 4 del neurótico por repetir su proceso mental. Después de
amortiguar este residuo irracional y a seguir pensando revisar un resultado mental, el neurótico compulsivo se
tranquilamente, pasando por encima de éL a aquel insufi. siente ya un poco más seguro de la situación; pero queda
ciente sentimiento de eüdencia corresponde una actitud siempre, y quedará por fierza, a Pesar de ello, un residuo
de intoler¿ncia ante el residuo irracional. El neurótico de inseguridad, por mucho que el neurótico se esfuerce
compulsivo no logra descartarlo, como el hombre normal, por eliminarlo, llevado de su compulsión de repetir el acto
296 DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 297

una y otra vez. Reiterará el esfuerzo, obsesivamente, conocer las cosas de un modo absolutamente seguro y de to'
sentirse agotado y hasta que su agotamiento, ape mar decisiones absolutamente morales. Con la misma cons-
sus últimas fuerzas,le empuje a un vago credo y auna ciencia y conciencia profundas, del mismo modo meticu-
solución global, saltando por encima de sus cavilaci loso y concienzudo que el hombre normal Pone, a lo
(hasta sentirse asaltado por las siguientes). sumo, en elegir una profesión o la persona con quien ha
A la alteración de esto que llamamos el senti de casarse, se empeña el neurótico, obsesivamente, en
de la evidencia, como uno de los f¿ctores del cchar una carta al correo o en comprobar, todas las no-
trastorno neurótico-obsesivo en lo tocante al ches, si está bien cerrada la puerta de su casa. Es bien sa-
corresponde, en cuanto a las decisiones, una alteración bido que este exceso de conciencia y de autoobservación
Ia seguridad instintiva. Si seguimos analizando fe tiene por fuerza que producir efectos perturbadores. Los
lógicamente las vivenci¿s del neurótico compulsivo, neuróticos compulsivos carecen, por ruzón de la hiper-
mos que aparece trastornada aquella seguridad instinti trofi¿ concienzuda que les caracteriza y acompaña a to-
que acompaña en la vida diaria al hombre normal y que dos sus conocimientos y decisiones, de aquel "estilo flui-
descarga, en cierto modo, de latarce de tener que do" de vida con que sabe vivir, pensar y obrar el hombre
decisiones hasta en las cosas más triviales . Ld seguri normal. El caminante tropezará indefectiblemente en
instintita del hombre nortndl le ayuda a reserydr la cuanto se fije demasiado en los obstáculos del camino
ciencia de su responsabilidad para las grandes horas de en vez de fijarse en la meta. El hombre torturado por el
vida, para las encruciiadas, y hasta en estos casos exceso de consciencia puede, a 1o sumo, iniciar un acto,
dctúd, en cierto modo, bajo una forma irracional: como pero no eiecutarlo limpiamente sin perturbarlo.
ciencia, En cambio, el neurótico compulsito se w obligado 6 Así, pues, el exceso de consciencia y la conciencia
compensdr con und exdltdción de su consciencia, y de su con,t, cxagerada del neurótico compulsivo representan dos ca-
ciencid los dos defectos timopsíquicos de que adolece, racterísticas típicas suyas, atyaraiz podemos seguir hasta
saber: la aberación del sentimiento de eyidencia y la de la infraestructura timopsíquica de la personalidad' De don-
seguridad instintiya. Su exceso de conciencia y de cons. de se sigue que uno de los problemas terapéuticos que
ciencia se revelan, por tanto, como sensaciones neopsí. aquí se plantean consiste en ayudar al neurótico a que en-
quicas (para emplear los conocidos términos antitéticos cuentre de nuevo las fuentes soterradas de su sentimiento
de "noopsique" y "timopsique", propuestos por Strans§), de evidencia y de su seguridad instintiva, fuentes que ma-
La alteración de la propia seguridad instintiva en el nan de las profundas capas emotivas del hombre, reedu-
conocer y en las decisiones conduce, en esta clase de neu- cándolo, por ejemplo, a fuerze de adiestramiento, y ba-
róticos, a un control forzado de sí mismo. Provoca, por sándose en aquellos restos del sentimiento de eüdencia y
ley de compensación, la yoluntad de llegar d una seguriádd de angustia instintiva que podemos descubrir hasta en el
absoluta en sus conocimientos y sus decisiones, la obsesión de neurótico compulsivo.
298 DEL PSICOANALISIS ALANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 299

El neurótico compulsivo se tortura, como hemos atenazado por una impaciencia específica. Le caracteriza
buscando la absoluta seguridad en el conocer y en las una cierta intolerancia, no sólo en lo que se refiere al resi-
cisiones. Aspira en todo trance a lo total, al ciento duo irracional del pensamiento, sino también en lo tocan-
ciento. Busca por todas partes lo absoluto, lo que nu te al ineütable conflicto entre el ser y el deber ser. Talvez
falla. Erwin Strauss ha señalado, a este propósito, que sea eso lo que determina aquel "querer igualarse a Dios"
neurótico compulsivo cree enfrentarse siempre al de que habla Alfred Adler, en que podemos ver el rever-
como totalidad". A lo que podríamos añadir: se si so de la idea de la imperfección de toda cri¿tura. A esta
abrumado, como Atlas, bajo el peso del mundo. El idea corresponde el conocimiento de la tensión existente
tico compulsito padece profundamente ante la entre el ser y el deber ser, tensión en la que el hombre se
en que nos dejan todos los conocimientos humanos y ante halla inmerso, como un ser que oscila, en cierto modo,
cardcter problemático de todas las decisiones del hombre. entre el cielo y el infierno.
Y el mismo Strauss ha hecho notar que La tesis de Strauss según la cual el neurótÍco compul-
ción al neurótico compulsivo- el hombre sano ve
-por sivo no ecierta a vivir en la provisionalidad necesita ser
lo particular, enfoca el mundo en perspectiva. Ta completada, a nuestro juicio, con otra: no sabe tampoco
esto queremos nosotros añadir algo: los valores son, pensar de una manera algo indeterminada. Huye de lo pro-
tamente, absolutos y objetivos, pero lo ético se ¡tisional parabuscar lo definitivo; rehúye lo indetertninado
siempre de un modo concreto y visto en perspectiva. para aspirar alo definido. A su deseo totalitario del ciento
nornas tienen siempre una vigencia personal, pero por por ciento en el aspecto pragmático le acompaña una
mismo resultan obligatorias. Sin embargo, en la i tendencia igual en lo cognoscitivo.
que del mundo se forma el neurótico compulsivo todo Ante esta visión analítico-existencial, la esencia de la
concreto cae en un punto ciego. En lo que diferimos neurosis compulsiva se nos revela, en última ifistdncid, como
Erwin Strauss es en creer que esta ceguera puede, a la distorsión caricaturesca de un afinfáustico.El enfermo,
de todo, iluminarse. Pronto hemos de ver hasta qué arrastrado por esta voluntad absolutista, por este empeño
una logoterapia específica alcanza a corregir, con de buscar en todo el ciento por ciento, viene a ser una es-
mentos objetivos y recursos espirituales, a fuerza de pecie de Faustofrustrado, "trágico" enlo que tiene de hu-
cusiones "ideológicas" concepción del mundo- y "triste" en lo que tiene de enfermin.
md.no
-de
de una crítica inmanente, ese "concepción del mu Al estudiar la neurosis de angustia veíamos que la 11a-
cien por cien' típica del neurótico compulsivo. mada angustia cósmica se condensaba, patológicamente,
Finalmente, el propio Strauss apunta otro rasgo cn el síntoma de Ia fobia. Pues bien, la neurosis compulsi-
racterístico de estos enfermos, al decir que no saben va nos ofrece cierta analogía: ante la imposibilidad de ver
al modo "provisional" en que tiene que vivir el ho cumplidas íntegramente sus ambiciones totalit¿rias, el
Añadiremos que el neurótico compulsivo se siente si neurótico compulsivo no tiene más remedio que concen-
3OO DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 301

trarlas en un campo especial de Ia vida. Como la cs para elhombre normal el trampolín de la libertad exis-
no puede realizarce siempre y donde quiera, se ci tencial (Wálder); anticipa bajo una forma ficticia la reali-
cribe y se constriñe a un determinado campo, en el zación de lo que constituye la misión de la vida.
se considera ya asequible (por ejemplo, en la Así consideradas, cobran toda su certera fuerza las
la limpieza, en el empeño obsesivo de tener siempre observaciones de Johanna Dürck y de Allers encaminadas
manos limpias). El campo en que el neurótico a esclarecer la neurosis compulsiva. La primera escribe:
vo logra imponer a medias su voluntad de 1o incond
nal es, por eiemplo, para la mujer de su casa el orden presente, en cierto modo, un sello subietiüsta, por no decir que psico-
klgista. Sin embargo, para poder comprenderlo mejor debemos partir
méstico, para el intelectual el orden de su mesa
dc la tendencia a la seguridad de1 hombre normal. De él podemos decir
escritorio, paral'homme d petit papier el empeño en que su contenido es pura y sencillemente segurided. La tendencia hacia
nota de todos sus planes y todas sus ideas y de reg ella del neu¡ótico no se contenta, en modo alguno, con este tipo vago
por escrito cuanto le sucede; para el tipo burocráti de seguridad, con la seguridad incierta de todo ser-crietura. El neuróti-
puntualidad meticulosa y absoluta, etcétera. co vive, de un modo o de otro, "asustado", lo que hace que su afán de
seguridad tenga siempre algo de forzado. Surge, así, en él el deseo de una
El neurótico compulsito se circunscribe, pues, en cddct
seguridad absoluta. En el neurótico angustioso, este deseo tiende a a¡e-
so, o un. determinado sector de la existencia e intentd
¡¡urarse de toda posible catástrofe. Pero como no existe a este resPecto
zar dentro de él "pars pro toto"- su ambición certidumbre alguna absoluta, el neurótico angustioso se ve abocedo e
-como
talitaria. Así como en la fobia, la angustia (del hombre limitarse a la mera sensación de seguridad. Con lo cual se aparta del
tipo pasivo) ante el uniyerso como un todo cobra un mundo de los obietos y de la realidad obfetiva, para orientarse hacia
cl mundo de 1o subfetivo y del "estado de ánimo". La existencia neurótico-
tenido concreto y se ciñe a un solo objeto, así también
irngustiose hsce ya mucho tiempo que no tiene su puesto en el mundo
el síntoma dela neurosis compulsitala yoluntad (del
que da al hombre medio su tranquilidad cotidiana, esa tranquilidad que
bre de tipo activo) de plasmar el mundo a su imagen y sc contente con la improbabilidad puramente relativa de una catástrofe;
mejanza se orienta hacia un determinado campo de cl neurótico angustioso quiere sentirse absolutamente seguro de que la
Pero el neurótico compulsivo, en el primer caso, no rratástrofe no se produciría. Y este deseo de llegar a tener una seguridad
rrbsoluta Ie obliga a tributa¡ una especie de culto al sentimiento de se-
realizar su ambición totalitaria más que de un modo
guridad; no en vano su actitud de apartamiento del mundo represente
mentario o puramente ficticio, y siempre a costa de una especie de pecado original y crea en é1 una conciencia culpable, que
naturalidad, de lo que el hombre tiene de "criatura". lc empufa a busc¿r una especie de compensación, Ia cual sóIo puede
este sentido se ha dicho que todas sus aspiraciones rncontrar el neurótico angustioso en una exageración inhumana de su
algo de inhumano.23 Este tipo de hombre se sustrae a dcseo reflexivo-subietivista de seguridad. Así, pues, mientras que eI
"realidad del devenir" (Strauss), desprecia la realidad, rlcurótico angustioso se obsesiona con la idea de sentirse ebsohttemente
seguro de una posible catástrofe cual le obliga a desviarse hacia la
23
Ambos tipos de neurosis, Ie del neurótico compulsivo y la
-1o
tendencia forzada a una pure sensación de seguridad-, 1o que al neuró-
neurótico de angustia, se caracterizan igualmente por el hecho de tico compulsivo le importa es la seguridad de sus conocimientos y sus
su tendencie a la seguridad es, por así decirlo, "refrecttü", refleia, dccisiones; pero tampoco en él aparece esta tendencia de seguridad en-
102 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 303

"Un neurótico compulsivo me dijo trnevez que Dios rodea". Y, sin embargo, también este empeño, como en
podía ser otra cosa que el orden; se refería, con ello [.; general toda voluntad neurótico-obsesiva de orden, debe
esa supervisión pedantesca asequible que asegura la ser considerado, en cierto modo, como humano, en el
quilidad y nos descarg¿ de la tensión del ser genuino. mejor sentido de la palabra: "El sentido de lo eterno se
así como yo creo que debemos enfocar el problema si cumple por medio del orden, y solamente gracias al or-
remos, realmente, llegar a comprender lo que es la' den se hace el hombre digno de aquello a cuya imagen y
tería' característica del neurótico compulsivo". Y A semeianza ha sido creado" (Werfel).
"Lapedantería no es otra cosa que el empeño por
la ley de la propia persona a las pequeñeces de lo que La neurosis compulsiva se nos revela, así, como algo muy
ejemplar de lo que es el iuego de la libertad y la vincula-
cauzada en la provisionalidad y la vaguedad propias de la existencia
criáture, sino que tembién su aspiración de seguridad presenta un ción dentro de la neurosis en general. En su estudio sobre
subfetivista y desemboca en el atán obsesivo y acalamb¡ado de un la psicología de la neurosis compulsiva, Erwin Strauss
sentitniento de seguridad total, ciento por ciento. Pero, en este presenta el carácter neurótico compulsivo como elgo pro-
revela una trágica esterilidad, pues si su afán "fáustico" de seguridad, pio de la "criature" o fatal. No podemos estar de ecuerdo
soluta está ya condenado al fracaso, es natural que se busque el
con ese modo de enfocar el problema; pare nosotros, la
de un senümíento de seguridad absoluta. Pero en el momento
que se apunta a este sentimiento como tal (en vez cvolución caracterológica hacia la neurosis compulsiva
-intendere- manifieste no constituye algo inexorable y fatal. Lejos de
se presente como mera consecuencia de realiz¿ciones obietivás), en
mismo momento resulta desplazado. El hombre no gozaya de cllo, consideramos perfectamente posible un¿ especie de or-
alguna completa, ni en un sentido ni en otro; pero menos que topedia psíquica. Ya hemos visto cuán necesario es un tra-
puede gozar de aquel sentimiento de absoluta seguridad a que eI
tamiento de esta clase, a la manera de una psicagógica que
tico compulsivo se eferre tan obsesivemente (la verdadera
el sentirse resguardado, só1o puede encontra¡lo el hombre si 1o cduque al neurótico en las cualidades de carácter de las
otre manera: véase la nota siguiente). que tan esencialmente carece, y que son el humorismo y
Resumiendo, podríamos decir: el hombre normal se contenta la tranquilidad.
vivir en un rÍrundo seguro a medias, relativamente seguro, mientr&t Erwin Strauss tiene el mérito de haber sido uno de los
el neurótico aspira a 1a sensación de absoluta seguridad. El ser
primeros que siguieron la trayectoria de la neurosis com-
quiere entregarse al tú amado, mientras que el neurótico sexual
orgesmo, "apunta" a é1, y esto mismo hace que se sientá yá pulsiva hasta remontarse a lo existencial; no reconoce, sin
en su potencia sexual. El hombre normal trata de conocer re cmbargo, la posibilidad de tratarla partiendo de factores
te un fragmento del universo, mientras que el neurótico cspirituales.
empeña en poseer un sentimiento de eüdencia, "apunta"
re- hacia é1, 1o que ya por sí solo le arrastra, e"ün proqlressus in un¿r conciencia tranquila, pero absolutamente tranquila: incurre, por

Finalmente, el hombre normal pretende responder existenci l¡rnto, en exceso el punto de vista de 1o humanamente desea-
-desde
su existencia concreta, mientras que el hombre atormentado pot hlc- y, al mismo tiempo, en defecto el punto de vista de lo
-desde
escnipulos de neurótico compuisivo aspira a vivir con ei sentimient0 h u manamente r eeliztble
-.
304 DEL PSICOANALISIS ALANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 305

La neurosis compulsiva no es une psicosis; la act problemas ideológicos; por otra parte, los esfuerzos logo-
que el enfermo adopte ante ella sigue siendo, de algún terapeúticos que se hagan con el ñn de corregir su con-
do, una actitud libre. Y por "actitud" entendemos, en cepción del mundo son prometedores de resultados, entre
ceso, un comportarse del espíritu ante lo anímico, otras cosas, porque los neuróticos de este tipo suelen ser,
comportarse espiritual del sujeto ante lo psicopático. generalmente, hombres valiosos, por 1o menos, en cuanto
Pues bien, la actitud espiritual de la persona ( a sus facult¿des.
tual) ante la enfermedad psíquica que le aqueja es el Mientras que Strauss sólo ve en la concepción neu-
de partida de la logoterapia. En páginas anteriores rótico-compulsiva del mundo un síntoma psíquico, lo
intentado exponer la logoterapia general de la neu que a nosotros nos preocupa es la posibilidad de hacer de
compulsiva (cambio radical de actitud de la persona concepción del mundo de estos neuróticos un instru-
la
su enfermedad mental), así como el análisis especial mento terapéutico, es decir, un arma que pueda emplear-
la existencia en lo tocante e esta clase de neurosis ( se contra la neurosis compulsiva y, por tanto, contre su
interpretación como caricatura del hombre fáustico ceracterística concepción del mundo. Vamos a examinar
Abordaremos ahora la logoterapia especial de la ahora esta posibilidad alaluz de un caso en que la con-
compulsiva, es decir, el tratamiento logoterapeútico cepción neurótico-compulsiva del mundo se presentaba
caminado e corregir Ia "concepción del mundo neu in statu nascendi. Tratábase de una persona joven en la
co-compulsiva". última fase de la pubertad. Bajo el hálito del periodo ini-
La neurosis compulsiva no es una enfermedad cial de la madurez, se hizo ostensible el "nacimiento" de
y menos aún una enfermedad'de la mente" o espíritu: una concepción neurótico-compulsiva del universo,
actitud espiritual que ante ella se adopte no se ve a pero, a la paa la posibilidad de una contrarregulación lo-
por la dolencia, sigue siendo una actitud libre; libre de goterapeútica.
afección y libre en cuanto a la posibilidad de ser Esta persona ioven a que nos referimos se sentía ani-
mente cambiada, lo que hace tanto rrrás necesario y mada por una sed fáustica de conocer. "Quiero sus
miante, desde el punto de vista terapéutico, palabras- remontarme al origen de las cosas; -eran
quiero te-
de esta libertad. En efecto, la neurosis compulsiva " ner pruebas de todo, incluso de aquello que es evidente
tra" a quien la padece a una determinada actitud i ¡ror sí mismo; por ejemplo, el hecho de que vivo." Ya sabe-
gica, a aquella concepción que caracterizábamos mos que el neurótico obsesivo adolece siempre de un in-
arriba como una concepción "totalitaria" del uni suficiente sentimiento de evidencia; pero también el sen-
Corregirla por medio de un tratamiento timiento de evidencia del hombre normal representa, a
adecuado es, además de apremiante, fácil y fecundo. nuestro juicio, una auténtica "realidad de ejecución".
neur6tico obsesivo, con su propensión a las cavilaciones, (lomo tal, se sustrae esenci¿lmente al manejo intencional:
de por sí un hombre abierto a la discusión objetiva de si, en el plano de la teoría del conocimiento, intentamos
306 DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL )07

confiarnos exclusivamente e nuestro sentimiento de manera de pensar bastante corriente, por lo demás, pero
dencia, caeremos en un lógico proglressus in infinitum. A nosotros la reputamos por inexacta. La tesis expresada en
corresponde el plano psicopatológico- Ia Ias palabras "dudo de todo" excluye del "todo'l evidente-
-en
de repetición del neurótico compulsivo, o bien su mente, la tesis que se afirma. No se vuelve, pues, contra §í
sión caviladora. No debemos tener miedo a someter mismo, ni se contradice en modo alguno consigo mismo.
obsesión caviladora a una crítica inmanente. Así, en Cuando Sócrates decía: "sólo sé que no sé nada", lo que
caso de que se trata, el médico entró con el enfermo quería decir era, exactamente, esto: "sé que no sé nada fue-
una serie de discusiones epistemológicas hasta el más ra de que no sé nada".
queño detalle, consiguiendo de este modo debatir hasta El escepticismo neuróticocompulsivo se esfuerza, al
fondo las dudas obsesivas que torturaban al paciente. igual que todo escepticismo epistemológico, en encontrar
El último o, si se quiere, el primer problema del el punto de Arquímedes, es decir, una base absolutamente
ticismo radical es el que versa sobre "el sentido del segura de la que pueda partir y sobre la cual edificar para
Sin embargo, el preguntarse por el sentido del ser construir, con una voluntad incondicional de verdad y con
de sentido, por cuanto el "ser" es anterior al "sentido" coherencia lógica, una concepción del mundo. El hombre
é1. El ser del sentido va presupuesto en el problema selanzaen este caso a la búsqueda de un punto de partida
ser. El ser es, por decido así, la muralla que no pode radical. El ideal de semeiante philosophia prima sería,
a.tra.yesar por mucho que pregufitemos. Sin embar$o, como suprima sententid, una tesis que se iustificase epis-
tro paciente pretendía probar datos intuibles inmediatos, temológicamente a sí misma. A esta exigencia sólo po-
el ser. Fue necesario hacerle comprender que el " dría ajustarse, comprensiblemente, una tesis que tuviese
trar" tales cosas era de por sí no sólo imposible, sino ade. por propio contenido la inexcusable necesidad de servirse
más, innecesario, puesto que como datos intuibles eran del pensamiento concePtual con todo 1o que tiene de
suyo eüdentes. Su objeción de que, a pesar de todo, seguía problemático y a pesar de ello; es decir, de un pensamien-
dudando, carecía en realidad de objeto, pues a la imposibi. to que se sustenta a sí mismo en cuanto tiene precisa-
lidadlógica de Ia duda ante el se¡ intuitivamente evidente, mente por contenido la necesidad del pensamiento de
dado de modo inmediato, corresponde una ircealidad psi- atenerse a conceptos (y, por tanto, a algo que no son las
cológica, ya que semejantes dudas no pasan de ser una intuiciones evidentes).
cháchara vacua. El escéptico más radical se comportd, ert Pues bien, este racionalismo que lleva en sí su propia
realidad, no sólo en sus dctos, sino tarnbién en sus pensd- fundamentación equivale a su propia destrucción. Y, en
mientos, exactamente lo mismo que quien reconoce las lqtes este sentido, el tratamiento logoterapeútico de aquel pa-
de la realidad y las del pensamiento. ciente debía encaminarse a lograr que §e destruya a sí
Opina Arthur Kronfeld (en su libro sobre psicotera- mismo, por la vía racional, su exagerado racionalismo,
pia) que el escepticismo se destruye a sí mismo; es una que, pese a todo, se hallaba en la base misma de su escep-
308 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 309

ticismo, como de todo escepticismo en general. EI camino y a la üctoria sobre é1, debe segui¡ pera que el tratamien-
racional es, para estos efectos, el "puente de oro' que to seacompleto, la contrapartida pragmática. El neuró-
bemos tender al escéptico, para ofrecerle con él la tico compulsivo, con su concepción totalitaria del mundo,
salvadora. Talvez no haya ninguna tesis mejor para no busca la seguridad absoluta solamente en el conocer,
de "puente de oro", en estos casos, que aquella de que sino también en las decisiones. Su exceso de conciencia
más razonable es no empeñarse en rdzonar demasiado, representa unhandicap en la acción, ni más ni menos que
todas sus cavilaciones y dudas filosóficas o su exceso de convicción racional. A su escepticismo teó-
cas, nuestro paciente debe tener presentes las rico corresponde el escepticismo ético, a sus dudas en
palabras de Goethe: "Un escepticismo activo es aquel cuanto alavalidez lógica de sus pensamientos correspon-
se esfuerza incansablemente en superarse a sí mismo". Ir4 den las dudas en cuanto alavalidez moral de sus actos.
logoterapia especial indicada para combatir su concepc Resultado de esto es la indecisión característica del
del mundo inspirada en un escepticismo neuróticoc neurótico obsesivo. Así, por ejemplo, una neurótice de esta
pulsivo deberá ayudarle a abrazar y practicar ese tipo clase veíase torturada continuamente por la duda de lo que
escepticismo, y no otro. Y, en efecto, las armas espiri en cada caso debía hacer. Estas dudes fueron aumentendo
puestas en sus manos por la logoterapia permitieron al pa- de tal modo con el tiempo que, a la postre, la paciente en-
ciente de nuestro ejemplo ir escapando a las garras d€ contrábase incapacitada para todo. No sabía decidirse por
aquella concepción del mundo típicamente neurótica. Em" nada; no sabía nunca, n! en las cosas más triviales, por qué
pleando medios racionales, fue remontándgse, poco I optar. No acertaba a décidir, por ejemplo, si ir a un con-
poco, hasta el reconocimiento del fondo irreductiblemen- cierto o a dar un paseo por el parque, y acababa quedán-
te irracional de la existencia humana. Por este camino dose en casa, después de haber agotado en aquellos inter-
acabó transformándose a sus ojos la problemática origina. minables debates interiores con sus dudas el tiempo de
ria. Mientras que al principio el problema de un punto do que disponía para una cosa o pera Ia otr¿.
partida radical en el pensamiento se refería a un axiom4 Por tanto, esta indecisión típica caracteriza al neuró-
teórico, al término de todo un proceso de convencimien- tico obsesivo no sólo cuando se trata de tomar decisio-
to ese problema planteábase de otro modo: su solución ib¿ nes importantes, sino también en los casos más triviales.
a buscarse a una esfera sustancialmente anterior a todo Pero la logoterapia especial permite combatir el exceso de
pensamiento filosófico, a una esfera de la que errancen to- conciencia del neurótico obsesivo, al igual que su racio-
dos los actos y todos los sentimientos del hombre: la esfe- nalismo exagerado, por la misma vía, es decir, haciendo
ra existencial. Aquí, todo gira en torno a lo que Eucken que se destruya a sí mismo. Bien dice la frase de Goethe:
llamó' el hecho axiomático". "No es quien obra quien tiene conciencia, sino quien ob-
A la lucha con medios racionales contra el propio ra- serva". También al neurótico obsesivo devorado por los es-
cionalismo, tan característico del neuróticocompulsivo, crupulos podemos ofrecerle un "puente de oro". Basta con
310 DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 31I

que le convenzamos de lo siguiente: de que si es cierto que, cabo cualquier otro logoterapeútico en la actitud espiri-
a veces, puede ir contra la conciencia el obrar de tal o de tual de una persona ante el proceso psicopático que en
cual modo, 1o más contrario a la conciencia es, evidente- ella se desarrolla. En ese sentido, no cabe duda de que la
mente, no obrar de modo alguno. El hombre que no sabe conducta maniñesta del enfermo psicótico rePresenta ye,
decidirse a nada, que es incapaz de tomar una decisión, en cada caso concreto, algo más que el simple resultado
toma indudablemente, con su pasividad, la más reproba- de una afección fatal, propio de la "criatura"; es, al mismo
ble de las decisiones. tiempo, expresión de su actitud espiritual. Esta actitud es
libre y sujeta, como td.l, a la exigencia de ser, o, en stt caso,
j) llegar a ser, ufia dctitud correcta,
Psicología de la melancolía
En ese sentido podemos afirmar que la propia psicosis
También las psicosis endógenas pueden ser objeto de un representa, en última instancia, algo así como una prueba
tratamiento logoterapeútico. Claro está que en estos ca- parala afirmación del hombre; de lo que hay de verdade-
sos el tratamiento no recae sobre los componentes endó- ramente humano en quien padece la psicosis. La pato-
genos, sino sobre aquellos componentes reactivos, psicóge- plástica e que se somete lo psicótico desde el lado huma-
nos, que puedan entrar en juego. Ya al ffatar de la libre no constituye una prueba de este asPecto humano. El resto
actitud espiritual del hombre ante el destino psíquico que de libertad que aún se mantiene en pie en la psicosis, en
se presenta en forma de una psicosis, nos hemos referido la libre actitud del enfermo ante ella, le permite, en cada
al factor "patoplástico" que, por oposición al patogénico, caso, la realizaciónde una clase de valores: los de actitud.
debe concebirse como resultado de una plasmación en Mientras conserva su libertad, sigue pesando sobre él
cierto modo libre del acaecer fatal de la enfermedad. Ci- una responsabilidad. La logoterapia se remite a la liber-
tábamos el ejemplo de un estado de depresión originaria- tad que pueda quedar y apela, sencillamente, a su re§pon-
mente endógeno en el que, teniendo en cuenta el factor sabilidad. Aun dentro de la psicosis y e pesar de ella, cabe
psicógeno, no sólo era posible aplicar un tratamiento siempre hacer ver al enfermo Ia posibilidad de una reali-
psioterapeútico, en combinación con el medicamentoso, zaciónde valores, aunque se reduzcen a los que llamamos
sino que quedaba margen, además encima de los valores de actitud; aun prescindiendo del valor, llamémos-
-por
otros dos-, para un tratamiento marcadamente logotera- Io pasivo, que puede tener incluso la vida de un hombre
peútico. Este tratamiento perseguía Ia finalidad de que la gravemente enfermo de psicosis al serricio de le investi-
paciente cambiase totalmente de actitud ante la enferme- gación terapéutica o de la enseñanza clínica, es decir,
dad como destino, que cambiase por completo su manera como "caso".
de enfrentarse a la vida: como misión. A la obligación moral que pesa sobre el psicótico y a
Es evidente que la "patoplástica", unavez efectuada, Ia que tampoco puede sustraerse, corresponde el derecho
implica un cambio de ese tipo, aun antes de que se lleve a moral del médico a obrar y tratar al enfermo, aun P¿san-
3I2 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL JIl

do por encima de é1, y despreciando, por ejemplo, la del melancólico y su sensación de culpa más que consi-
tud negativa ante la vida, de un melancólico. Porque derándolos como una manera del ser hombre, como une
negación de la vida y esta voluntad de destrucción de modalidad de la existencia. famás podremos llegar a com-
vida obedece a una ceguera para los valores por parte prender fijándonos simplemente en la baja vital, ya que,
melancólico. El tratamiento de ese clase de enfermos como es sabido, ni siquiera ella misma se halla, hasta hoy,
Ia misma razón de ser y en'u'uelven eI mismo sentido explicada.
el camino que lleva a un ciego a1 oculista, aunque aquél La vivencia melancólica es posible, ante todo, por un
pueda verlo. algo transmórbido: es lo humano lo que hace del simple
lntentaremos, en estas páginas, comprender Ia me morbo, de una baja que empieza siendo puramente vital,
colía desde el punto de üsta del análisis existencial la modalidad melancólica d.e la vivenciat Qu€ €s, precisamen-
unmodus de la existencia. El análisis existencial espec te, un modo de ser-hombre. Mientras que el simple morbo
co de la melancolía se encuentra, como el primero de una melancolía se traduce exclusivamente en síntomas
sus síntomas, como aquel que aparece en primer planol como los trastornos psicomotores o de las secreciones, la
la angustia. Sus fundamentos fisiológicos deben busca vivencia melancólice es el resultado del debate entre lo que
se, sin duda, en una alteración hipotética del p hay de humano en el hombre y lo que en é1 hay de patológico,
metabólico normal, alteración que discurre en forma fá" Así seexplica que, pudiendo muy bien imaginarnos que
sica. De otro modo, no se trataría de una auténtica me-r se den también en los animales, a base de una baja orgáni-
lancolía, sino más bien de simples depresiones reacti ca, ciertos estados de depresión (acompañados, incluso,
o psicógenas. Así como la neurosis comienza a partir del de una excitación angustiosa), los síntomas c¿racterísti-
momento en que al hombre ya no le sirve el mero recom- cos de la verdadera melancolía en el hombre, los senti-
portarse (Hattingberg), la melancolía comienza cuando mientos patognómicos de culpabilidad, de reproches y
no puede comprobarse la existencia de una psicogenia, o acusaciones que el melancólico se hace a sí mismo, no
sólo desempeña, a lo sumo, un papel secundario como sean en modo alguno concebibles en los animales. El "sín-
f¿ctor desencadenador. Desde el punto de vista somático, toma" de la angustia de conciencia del melancólico no es
la melancolía representa un descenso yital; nada menos nunca un producto de la melancolía como enfermedad
que eso, pero tampoco más. Labaja blande por la que se producida por causas físicas, orgánicas, sino que represen-
ve afectado el organismo del mel¿ncólico no besta para te ya una "contribución'del hombre en cuanto personali-
explicar todo el cuadro de los síntomas propios de la me- dad espiritual. La angustia melancólica de la conciencia só\o
lancolía; ni siquiera la angustia melancólica. es coruprensiblepartiendo de un rruis alld de lo fisiológico, es
La del melancólico es, predominantemente, Ia angus- decir, partiendo de lo hurnano. Sólo es comprensible cozo
tia de la muerte y la angustia de la conciencia. Sin embar- la angustia de un hombre en cuanto tal, como la angustia
go, no podremos comprender el sentimiento angustioso existencial.
JI4 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 3L5

Lo único que el descenso vitel, como base ñsiológica ciencia. Por donde la angustia de conciencia del ser me-
de la melancolía crea, es un sentimiento de insufrciencia. lancólico debe concebirse como algo que brota, como
Pero el hecho de que ese sentimiento de insuficiencie sea una vivencia auténticamente humana, de la vivencia de
experimentado, üüdo, como el sentimiento de insuficien- esa tensión acentuada entre Ia necesidad que el hombre
cia del hombre para cumplir con su misión, es algo que siente de cumplir y la posibilidad de conseguirlo.
trasciende esencialmente de lo endógeno de la enferme- Esta vivencia melancólica de la insuficiencia radical,
dad. Angustia puede sentirla también un animal, pero de un no estar a la altura de una misión, se presenta baio
sólo el hombre en cuanto tal, es decir, como un ente a diversas especificaciones. En la angustia melancólica por
quienla responsabilidad de su ser enfrenta d.nte un deber el empobrecimiento del típico burgués premórbido, este
ser, puede sentir la angustia de la conciencia o el senti- sentimiento de insuficiencia recae sobre la misión de ga-
miento de culpabilidad. nar dinero. Si, con Schopenhauer, distinguimos entre "lo
Las psicosis por las que el hombre pasa son totalmen- que uno es, lo que uno tiene y lo que uno aparenta", dire-
te inconcebibles en los animales, lo que quiere decir que mos que la angustia de conciencia, y el sentimiento de
necesariamente ha de tener una participación esencial en culpabilidad de este tipo de hombre, cuando se ve aque-
ellas lo humano, lo existencial. En efecto, el acaecer or- jado de melancolía, acentúa, como corresPonde a la ten-
gánicamente condicionado que sirve de base a la psicosis dencia premórbida, "lo que uno tiene". En el miedo a la
es trdspuesto sienpre d lo genuind.ruente humdno, para que muerte del hombre premórbidamente inseguro de su vida,
pueda convertirse en una vivencia psicótica; para ello tie- el sentimiento melancólico de insuficiencia versa, en cam-
ne necesarid.mente que convertirse efi tenxd humano, bio, sobre la misión de conservar la vida. Finalmente, en
Ahora bien, en el caso de la melancolía, la insuficien- las angustias de conciencia del hombre premórbidamente
cia psicofísica es vivida al modo único y exclusivo del hom- consciente de su culpabilidad, o simplemente escrupuloso,
bre, a saber: como una tensión entre el propio ser y el se proyecta la misión de la iustificación moral.
propio deber. El melancólico vive, naturalmente, como Cuando ese vital trastorno básico de la melancolía exal-
supradimensional la distancia que media entre su persona ta hasta lo sobrehumano la tensión existencial del hom-
y su ideal. EI descenso vital no hace otra cosa que acen- bre melencólico, necesariamente tiene que representárse-
tuar la tensión existencial propia de la existencia en cu¿n- le como inasequible la meta de su vida. Hace que pierda
to tal.La distancia entre el ser y el deber ser se acrecienta la sensación de la meta, del fin, del porvenir. "Mi vida es-
en la melancolía, en virtud de la vivencia de insuficiencia. taba hecha de recuerdos una paciente melancóli-
-dice
La distancia entre el ser y el deber ser se convierte, para el ca-; el presente había desaparecido ante mis o)os, y me
melancólico, en ufi dbismo. Pero, en el fondo de este abis- perdía en Ia vida retrospectiva." Cuando se pierde la sen-
mo que así se abre, debemos percibir siempre lo que en el sación del futuro, cuando se üve "sin mañana", tiene uno
terminado, que el tiempo
fondo de todo ser-hombre coflro ser-responsableyace: la con- la impresión de que la vida ha de
316 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
'I?
se he consumado."Yeía el mundo con otros ojos un sentido centrífugo, conduciendo a una desintegración
sa una paciente-; no veia ala gente como de ayer o de los matices de valor del no-yo. Ahora bien, cuando sólo
hoy, sino a cada persona en el día de su muerte, al bordc se desvaloriza el propio yo, tiene que producirse necesaria-
de la tumba, ya se tretase de ancianos o de niños. mente un descenso de su valor con respecto al universo.
dejado de vivir yo misma en el tiempo presente." Podrí De aquí nace el sentimiento de inferioridad característico
mos carecterizar el estado de ánimo de estos casos del melancólico que se considera a sí mismo insignificante
melancolía de estado de ánimo propio "deI día del jui y estima su vida carente de sentido: de aquí la propensión
final", de Dies irae. Kronfeld caructerizaba la vivenc al suicidio.
existencial del esquizofrénico como la vivencia de La obsesión nihilista de la melancolía abre una nueva
"muerte anticipada"; de la melancolía podríamos etapa en el proceso: con los valores se escamotean las co-
que es la vivencia de un"Dies fuae permanente". sas mismas, los exponentes de ellos; se niega, incluso, el
(Al sentimiento de duelo en el melancólico corres- sustrato de una posible valoración. También en este caso se
ponde, en el maniaco, el sentimiento de alegría. A la vi' empieza negando el propio yo, en une especie de desper-
vencia de la angustiarnelancólica corresponde la vivencia sonalización. "No soy persona uno de estos en-
fermos-; no soy nadie; soy una -decía
de la euforia maniaca. Mientras que el melancólico siente basura; no existo en el
que el poder no está a la altura del deber, el maniaco, por mundo." Más tarde, el nihilismo se hace extensivo al mun-
el contrario, tiende a considerar el poder como superior do y se convierte en una forma de desrealización. Un pa-
al deber. La sensación maniaca de poder viene a ser, así, la ciente, al serle presentado un médico, declaró: "No hay
correlación de la sensación melancólica de deber. Y así médicos; no ha habido nunca ninguno".
como la angustia melancólica es, en particular, la angus-
tia ante el porvenir Cotard describe un síndrome melancólico, en el que
-y, como angustia catastrófica, el
se
pavor ante un futuro c¿tastrófico-, el hombre maniaco descubren "ideas de condenación, de no existir y de no
vive, precisamente, sumido en el futuro: trazaprogramas, poder morir". Las "ideas de condenación'del melancólico
forja planes, anticipa el futuro, se adelanta a sus posibi- son fáciles de explicar, y la despersonalizacíón nihilista
lidades tomándolas por realidades, vive "entregado al por- ha sido explicada hace un momento; la idea del no poder
venir".) morir, la quimera de que se es inmortal, se nos presenta
Llevado del sentimiento de su propia insuficiencia, el también aisladamente en ciertas formas de la melancolía.
melancólico es, por fuerza, ciego a los valores que en sí Podríamos dar a estas imágenes patológicas el nombre de
mismo se encierran. Esta ceguera se extiende más tarde "melancolías de Ashaverus". Pero, ¿cómo interpretar este
a lo que le rodea. Así, la ceguera a los valores del melan- tipo de enfermedad, desde el punto de vista del análisis
cólico es una ceguera central, en cuanto empieza afec- existencial?
tando solamente a su yo, y puede desarrollarse luego en El sentimiento de culpabilidad del melancólico, ahon-
318 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICoANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 1I9

dado por la vivencia de la tensión existencial exaltada, vida (deformada por el sentimiento de la insuficiencia)
puede llegar a ser tan grande que sienta su culpa como nos permite comprender, desde el punto de vista del aná-
irreparable; la misión que, llevado de su sentimiento de lisis existencial, aquel sentimiento de culpabilidad, cuyas
insuficiencia, se cree incapacitado para cumplir, se le an- proporciones superdimensionales sólo pueden expreserse
toja irrealizable aunque viüera interminablemente. Así, y en manifestaciones por el estilo de la siguiente: "Todo
solamente así, podremos explicarnos manifestaciones de desaparecerá; tendré que crearlo yo de nuevo, pero no
algunos enfermos, como la siguiente: "Tendré que vivir puedo. Todo tengo que hacerlo yo. Pero ¿de dónde voy a
eternamente, para poder expiar mi culpa. Esta vida se me sacar el dinero, de una eternidad a otra eternidad? No pue-
antoja como la antesala del infierno". do crear los potros, y los bueyes, y los cerdos, que existen
En esa clase de melancólicos, el carácter de misión que desde que existe el mundo".
tiene la vida se acrecienta en proporciones gigantescas:
"Tengo que cargar sobre mis hombros con el mundo en- Así como el vértigo se manifiesta en movimientos apa-
tero'l dijo lunavez uno de estos enfermos; "lo único que rentes, la angustia Kierkegaard nos enseñó a com-
-que
prender como el vértigo de las alturas de la libertad- se
vive ya en mí es, realmente, la conciencia. Todo se me
hace demasiado abrumador. Todo lo que hay de tempo- tr¿duce en una especie de aparentes movimientos espiri-
ral en torno mío ha desaparecido para mí; sólo veo el tuales, que en el caso de la melancolía, es decir, cuando se
más allá. Pesa sobre mí la inmensatarea de crear el mun- siente la distancia entre el ser y el deber como un abismo,
do entero, y no puedo. Tengo que reponer los mares y las provoca en el hombre el sentimiento de que se hunden y
montañas, tengo que reponerlo todo, pero no poseo di- desaparecen en él el yo y el universo, de que ese abismo
nero. No puedo horadar une mina ni volver a Ia vida a se traga las esencias y los valores.
los pueblos ya desaparecidos, y, sin embargo, no hay más
remedio. Todo tiene que perecer, ahora".
4) Psicología dela esquizofrenia
La desvalorización, no sólo de sí mismo, sino del uni-
verso entero, crea en el melancólico una misantropía ge- En las siguientes acotaciones psicológicas de carácter ge-
neral. Se siente asqueado de sí mismo, y también de los neral sobre la esquizofrenia, encaminadas a facilitar su com-
otros. Ningún valor prevalece a sus ojos. "Cuanto existe es prensión desde el punto de vista de su análisis existencial,
digno de perecer." Esta sentencia mefistofélica nos ayuda partiremos de algunas observaciones clínicas.
a explicarnos las ideas de desaparición del universo en que Repetidas veces hemos tenido ocasión de observar, en
el sentimiento vital de la angustia catastrófica como sen- una serie de pacientes esquizofrénicos, un hecho muy
timiento cósmico del melancólico se decanta en forma peculiar. Estos enfermos declaran, con frecuencia, que
catatímico-quimérica. Sin embargo, la grandeza sobre- tienen, a veces, Ia sensación de que les están filmando.
humana en que necesariamente se le revela la misión de Y, hechas las exploraciones del caso, se llega al notable re-
320 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 32L

sultado de que esta sensación no responde a un mecanis- respuesta, muy característica: "Estoy segura de ello, aun-
mo alucinatorio: los pacientes, en efecto, no creen haber que no sé cómo".
oído las weltas de la manivela de la máquina de filmer, ni Hay también casos que podríamos llamar de transi-
el ruido carecterístico del disparo dela cámera fotográ- ción entre el característico cuadro patológico de la ilusión
frca, cuando su sensación es la de ser fotograñados. Ni fílmica y otros cuadros análogos. Algunos pacientes, por
creen tampoco, en el aspecto óptico, haber visto al came- ejemplo, se empeñan en creer que su voz ha sido regi§tra-
rdrndn o al fotógrafo. Ni logran descubrirse estas o las da en discos. Es, sencillamente, el paralelo acústico del
otras ideas paranoicas, a base de las cuales puedan expli- caso de la ilusión fílmica. Otros sostienen que alguien les
carse las aseveraciones de los pacientes en el sentido de está "escuchando" detrás de la puerta o en un rincón. Fi-
una ilusión secundariamente racionalizadora. Hay, entre nalmente, creemos que son también casos de esta misma
estos casos, evidentemente, algunos que Presentan' de naturalez¿ los de quienes aseguran que tienen la cl¿ra sen-
hecho, una base quimérica; algunos aseguran, por eiem- s¿ción de que los están "buscando" o la certeza, igual-
plo, que se han visto retratados en el noticiario cinema- mente difícil de justificar, de que alguien está "pensando"
tográfico, y otros dicen, muy serios, que su§ enemigos o en ellos.
perseguidores sóIo han podido identificarlos por medio Ahora bien, ¿qué es lo que estos casos tienen en co-
de fotografías tomadas secretamente. Ahora bien, estos mún? He aquí nuestra respuesta: el que una Per§one §e
casos en los que se manifiesta una base paranoica deben viva a sí misma como obieto, como obieto del objetivo de
ser eliminados de antemano de las investigaciones en una cámara de filmar, en la "ilusión fflmica", o de una cá-
torno a la esquizofrenia, y así lo hemos hecho nosotros. mara fotográfica, o bien de un aparato de grabación de
El enfermo no vive directamente la sensación de ser fil- discos, y en los otros casos, análogamente, como obieto
mado o fotografiado, sino que la construye e inserta luego de quien se halla "a la escucha" o "espiando", o finelmente,
en el pasado. como objeto de las "búsquedas" o los "pensamientos" de
Desde el punto de vista puramente fenomenológico y otros; es decir, agrupando y resumiendo estos tipos de vi-
descriptivo, podríamos caracterizar como "ilusión fíImi- vencias, como objeto de los más diversos actos intencio-
ca" los casos restantes, después de hacer la indicada se- nales de otras gentes. En todos los casos agrupados, el
lección. Esta "ilusión fílmica" representa una auténtica paciente tiene Ia sensación de ser objeto de las ectivida-
"alucinación del saber", en el sentido que |aspers de a esta des psíquicas de otros; los aparatos de que hablan los pa-
expresión; podríamos, sin embargo, incluirla entre los "sen- cientes de los primeros casos no son otra cosa que la am-
timientos primariamente ilusorios", siguiendo la termi- pliación "maquinal" de una actividad psíquica, una especie
nología de Gruhle. Preguntada una enferma cómo podía de prolongación "técnica" de los actos intencionales con-
creer que había sido filmada, cuando no había oído ni vis- sistentes en ver y en escuchar. (Así se explica también
to nada que la pudiera llevar a esa conclusión, dio esta que esta clase de aparetos envuelvan, para el esquizofréni-
J22 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL 323

co, una especie de intencionalidad mítica.) Todos los ca- intencionalidades, estas funciones psíquicas, como weltas
sos de esquizofrenia que hemos señalado entrañan, pues, por pasiva: él "es" observado, él "es" en 1o que se piensa,
un sentimiento primariamente ilusorio, que podríamos etc. En una palabra, la esquizofrenia viene e ser la "priva-
calificar como la "vivencia del puro ser-objeto". Y partien- ción" vivida de las funciones psíquicas' Para nosotros,
do de esta base, podemos representarnos ya como simples constituye esto un principio fundamental de la psicología
formas específicas de aquella vivencia general del ser-ob- del esquizofrénico.
jeto todo eso que conocemos como sensación de "ser in- Es interesante ver cómo esa "pasivación'viüda lleva ¿l
fluido", manía persecutoria, de ser espiado, etc. Bajo estas enfermo que la vive a emplear las correspondientes for-
formas especiales, el esquizofrénico tiene, en efecto, la mas gramaticales transitivas en casos en que normalmen-
sensación de ser objeto de las "intenciones" te estarían indicadas las intransitivas de locución. Así,
re- de alguien que trata de influir en é1, que le-intende-
observa o una paciente esquizofrénica se quejaba de que, por las
le persigue. mañanas, al salir de su sueño, teníala sensación no de
Esta vivencia de que se es, puramente, un objeto po- "despertar", sino de que "la despertaban". Y es también
dríamos considerarla como une faceta de aquel trastorno esta tendencia de pasivación de la vivencia esquizofrénica
central del yo que Gruhle señala como uno de los "sínto- y, como consecuencia, de su manera gramaticel de expre-
mas primarios" de la esquizofrenia. Queremos decir con sarse, lo que explica la conocida dicción típica que, desde-
ello, que así como una grieta geológica permite descubrir ñando el verbo, recurre de preferencia a construcciones
Ia estructura de los estratos pétreos más profundos, los sustantivadas, no Pocas veces forzadísimas ("comer-ición",
síntomas primarios (que constituyen, digamos, la super- y otras por el estilo); como que el verbo es aquella parte de
ficie sintomatológica) nos dan la pista para encontrar el la oración que expresa, esencialmente,la"accióí', es decir,
"trastorno fundamental" esquizofrénico. En realidad, las que presupone y expresa, sustancialmente, vivencias de
distintas formas y meneras de manifestarse aquella sensa- actividad.
ción que el paciente tiene de ser un simple objeto puede EI lenguaje típico del esquizofrénico, por lo menos del
reducirse a una ley única y uniforme, por la que se rigen esquizofrénico autístico decir, del que Presenta una
-es
todos los casos de esquizofrenia: el esquizofrénico se vive insuficiencia de "actividad" con respecto al mundo exte-
rior-, se caracteÍiza además, por otro rasgo, e saber: por
-el sujeto- se hubiera converti-
a sí mismo como si él
do en un objeto. Vive sus actos psíquicos como si, invir- el predominio de la función expresiva en detrimento de
tiéndose los términos, se hubiesen trocado en algo pura- la representativa. Así se explican y hasta llegan, a veces, a
mente pasivo. Mientras que el hombre normal tiene la comprenderse realmente las llamadas maneras artificiosas
sensación de que es él quien piensa y de cómo piensa, ob- de hablar de ciertos esquizofrénicos; por medio de estos
serva, influye, escucha, mira, busca y persigue, toma fotos "lenguajes" artificiales podemos, a veces, llegar a entender-
o películas, etc., el esquizofrénico üve todos estos actos e nos con quienes los crean, Iimitándonos también nosotros
124 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 325

a locuciones puramente expresivas y hablando con el pa- de la vivencia esquizofrénic a,y también, por lo tanto, la
ciente a la manera como "hablamos", por ejemplo, con los interpretación analítico-existencial, debe referirse sole-
perros, es decir, fiiándonos exclusiv¿mente en el retintín mente a los síntom¿s de la primera clase. Ahora bien, a
de las palabras, y no en su significación. nuestro iuicio, entre dos vivencias del hombre normal, la
de adormilarse y la de soñ¿r, medi¿ una diferencia análoga
Lateoúa de la esquizofrenia mantenida por Berze se acerca a la que existe entre los síntomas procesales y defectivos
mucho a la interpretación del modo vivencial esquizofré- del esquizofrénico. Creemos que tiene razÁnC. Schneider
nico como la vivida pasivación de la actividad psíquica. El cuando, en su estudio sobre la psicología de la esquizo-
síntoma fundamental consiste, según é1, en la "hipotonía frenia, "alaluz del pensamiento adormilado" pen-
de la consciencia". Poniendo esta hipotonía de la cons- -el
samiento que fluye cuando estamos a punto de dormir-
ciencia en relación con 1o que hemos llamado la pasiva- nos-, toma como modelo para su análisis precisamente
ción vivencial, podemos llegar a la siguiente fórmula, des- este pensamiento, y no el onírico, como hace, por ejem-
de el punto de vista de un análisis existencial específico de plo, C. G. |ung, quien define al esquizofrénico como
la esquizofrenia: en esta dolencia el yo queda afectad.o quien "sueña despierto".
tanto en cuanto ser-consciente como en cuanto ser-res- Para comprender cómo realmente la üvencia normal
ponsable. Así aparece el esquizofrénico fatalmente, "cria-
del hombre al dormi¡se imita la modalidad esquizofrénica
turalmente", limitado en esas dos dimensiones.* El ser-yo de vivencia, basta fijarse en que, al adormilarnos, se pro-
es, como ser-consciente, "hipotónico" y es "vivido", como
duce también en nosotros una hipotonía de la conciencia,
ser-responsable, "como si" también estuüese afectado. El o un d.bdissement mentale, para decirlo con las palabras de
esquizofrénico se vive a sí mismo limitado de tal modo
|anet. Ya Lówy llamaba la atención h¿cia lo que él designa
en todo su ser-hombre, que no acierta a sentirse "exis- los "productos a medio fabricar del pensamiento", y Ma-
tente". Podemos, ahora, comprender, en todo su alcance, yer-Gross, por su parte, nos habla de "cáscaras de pensa-
aquelld interpretación que Kronfeld hace de la vivencia miento vacías"; pues bien, todos estos fenómenos se reve-
esquizofrénica, cuando dice que es una especie de "muerte lan tanto en el pensamiento adormilado del hombre
anticipada". normal como en el pensamiento deformado del esquizo-
frénico. La escuela de Karl Bühler, orientada hacia la psi-
Desde que Berzeha distinguido entre los síntomas proce- cología del pensamiento, habla del "esquema de pensa-
y los síntomas defectivos de la esquizofrenia, s¿be-
sales
mientos" y del "carácter de formulario en blanco" del
mos que toda interpretación psicológico-fenomenológica pensar, lo que trasluce una cierta coincidencia en cuanto
a los resultados de la investigación de los tres autores ci-
* O "existenciales", a diferenci¿ de las "cetegodas", que serían las
tados. En efecto, aceptando la fórmula de Karl Bühler,
dimensiones fundamentales de 1o que no es existencia (Heidegger).
podríamos decir que al dormirnos nos dormimos sobre el
326 DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL I27

formulario en blanco de los pensamientos, envez delle- enaltavoz de los pensamientos, vemos que el principio de
narlo. Así se comprende por qué en el pensamiento la pasivación nos ofrece la clave para una explicación:
adormilado que no ocurre nunca normalmente- aquellos elementos acústicos que en el hombre sano
-cosa acompañan obligadamente al pensamiento (de un modo
se pone de maniñesto intuitivamente el formulario en
blanco de un acto mental. más o menos consciente), bajo la forma de Io que se llama
El pensamiento onírico se halla en oposición con el el "lenguaje interior", son vividos pasivamente por el es-
adormilado, por cuanto que en los sueños predomina quizofrénico; los vive como si fuesen algo ajeno a é1, como
siempre el lenguaje de las imágenes. En efecto, mientras si viniesen del exterior, según el esquema de las percep-
que, al adormilarse el hombre, el nivel de su conciencia ciones. Ahora bien, el hecho de experimentar lo propio e
se desplaza a un grado inferior acuerdo con la hipo- interior como si fuese algo ajeno y venido de fuera, como
-de
tonía de la conciencia-, el nivel ínfimo de conciencia se si se tratese de una percepción, no es otra cosa que alu-
alcanza cuando el hombre dormido empieza a soñar; los cinarse.
sueños se desarrollan ya sobre este nivel ínfimo. Y de El principio de la pasividad vivida de las funciones psí-
acuerdo con el cambio funcional que se opera en el trán- quicas, como criterio de interpretación de la psicología
sito de la ügilia al sueño, el que sueña "regresa" al lenguaje del esquizofrénico, no encuentra, ciertamente, posibilidad
simbólico primitivo de los sueños. alguna de aplicación práctica en el campo terapéutico,
Dejemos a un lado la esencial distinción entre los sín- pero sí puede encontrar en él una confirmación empírica.
tomas procesales y los síntomas defectivos de Ia esquizo- Sabemos, por ejemplo, de un caso en que se logró tratar
frenía, y preguntémonos qué otros síntomas esquizofré- psioterapeúticamente a un joven con una acusada manía
nicos de los señalados (es decir, la perturbación del yo y sensitiva de creerse observado. Se Ie entrenó en el sentido
la del pensamiento) se pueden aclarar, partiendo del prin- de no hacer caso alguno de la observación a que se creía
cipio explicativo por nosotros establecido, es decir, la pa- sujeto, en el sentido de no observar la "persécuteur
persécuté"- a sus supuestos observadores.
-d (La cuestión de
sivación vivida de los procesos psíquicos, que, según nues-
tro modo de ver, se dan en todos y cada uno de los casos si tenía o no razón cuando se creía observado por otros,
de esquizofrenia. fue dejada a un lado, en las discusiones, desde eI primer
No entraremos a examinar hasta qué punto el aspecto momento.) La sensación de que era observado desapareció
motor del esquizofrénico se acomoda al marco de Ia pasi- tan pronto como el paciente se acostumbró a no seguir
vación nuestro principio interpretativo observando a quienes le rodeaban como venía haciéndolo
-la aplicación de
es fácil con respecto a los fenómenos catatónicos y cata- h¿sta entonces, es decir, para espiar la observación de que
lépticos-, para limitarnos al problema psicológico de las él mismo pudiera ser objeto. Al renunciar a la propia ob-
alucinaciones acústicas, de la sensación esquizofrénica de sentación, terminó tambien la correspondiente tittencia pasi'
escuchar voces. Si partimos del fenómeno de la expresión va, la serrsdción de ser observado. Pues bien, el hecho de
328 DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL 129

que, al poner fin a la observación activa conse- algo sino también un saber este saber; y, además, un saber
-resultado
guido por la vía psioterapeútica- desapareciese también, que es del yo de quien arranca. Cuando decimos: "yo sé
en el paciente, la sensación de verse observado, sólo puede algo'] decimos alevez: 'yo sé algo'i "yo sá algo" y "yo sé e7-
explicarse, ¿ nuestro juicio, por la hipótesis de que Ia alte- go". El pacto psíquico del saber o del pensar dispara, por
ración fundamental había conducido a una inversión de la decirlo así, un acto secundario, reflexivo, que tiene como
vivencia de observar, volviéndola pasiva. objeto al acto primario y, en é1, al yo, punto de partida del
acto primario, es decir, que convierte al sujeto en objeto.
El análisis existencial específico de la esquizofrenia no tie- (El acto primario reflejado en el acto secundario, reflexivo,
ne por qué atenerse incondicionalmente a los casos que se se da a sí mismo como psíquico, es cualiñcado como psí-
hallen a salvo de toda objeción desde el punto de vista no- quico; la cualidad vivencial "psíquica" se constituye, pues,
sológico; las vivencias esquizofrénicas pueden escl¿re- en y a través de la reflexión.)
cerse, por el contrario, por el análisis de aquellos casos Tratemos ahora de poner de manifiesto todas estas co-
patológicos situados en la periferia del círculo de las for- nexiones alaluz de un ejemplo biológico. Imaginémonos
mas esquizofrénicas, como el que acabamos de referir. Por que al acto psíquico primario corresponda, en un símil
eso queremos detenernos, siquiera sea brevemente, en biológico, el seudópodo de una ameba, que, partiendo de
aquellas formas de la psicopatía esquizoide que, en su su centro celular, se extienda a un objeto cualquiera. Al
tiempo, solían agruparse bajo la imagen de la llamada psi- acto secundario, reflexivo, correspondería, así, un segun-
castenia. La vivencia de esta clase de enfermos describíase, do seudópodo, más pequeño, que "se vuelve" sobre el que
como es sabido, como un sentiment de yide, una "sense- se extendió primero. Podemos perfectamente imaginar
ción de vacío"; señalábase, al mismo tiempo, como otro que este seudópodo "reflexivo", al extenderse demasiado"
de los rasgos la ausencia del sentiment de rédlite,'dela pierda su conexión sincitiaria con el plasma de la célula
"sensación de realidad". Uno de nuestros pacientes inten- de la ameba. Nos brindaría, así, el modelo biológico per-
taba expresar sus yivencias comparándose con un "violín fecto para comprender la vivenci¿ de despersonalización
que no tuviese caja de resonancia"; tenía una sensación de quien se empeña en observarse exageradamente a sí
"como si" fuese simplemente "su propia sombra". Lafalta mismo. En efecto, al "estirarse demasiado" lo que se ha
de "resonancia" pera el mundo en torno, de que se que- llamado "arco intencional" decir, al forzarse la obser-
jaba, engendraba en él una vivencia marceda de desperso- -es
vación de sí mismo-, tiene que producirse necesaria-
nalizaciín. mente la yivencia de la alterada conexión de las funciones
Ya Haug señala, en su monografía, que la observación psíquicas (que, de este modo, se viven como "automatiza-
forzada de uno mismo puede provocar una sensación de das") con el yo. El f.orzado acto reflexivo de la propia ob-
despersonalización. Querríamos nosotros añadir algunas servación pierde, así, la conexión vivencial con el acto
observaciones. El saber es siempre no sólo un saber de primario y con el yo activo. De donde se sigue necesaria-
330 DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL 331

mente la pérdida de la sensación de actividad y del sen- te, en que en el primer caso corresponde a la hipo-
timiento de personalidad, es decir, la alteración del yo en
-como
tonía de la conciencia- el ecto intencional se deja dema-
forma de una despersonalización. siado flojo, mientras que en el segundo a le
No perdamos de vista que mediante la reflexión conco- -conforme
hipertonía de la conciencia- se estira demasiado, hast¿
mitante de un acto psíquico se da a sí mismo como puen- que se "desgaja".
te entre el sujeto y el objeto y, además, el sujeto se da a sí El bajo nivel de conciencia a que el hombre, como que-
mismo como portador de toda la actividad psíquica. da dicho, se ve retrotraído al dormirse, lleva consigo una
Cuando digo que "tengo algo'l tengo, además del "algo", el hipotonía fisiológica, es decir, no patológica, de la con-
"tener" mismo, y al yo como "mi yo". "Mi yo" es, por tan- ciencia. Ahora bien, cabe esPerar que esta hipotonía se
to, el yo que se "tiene" a sí mismo, el yo que ha cobrado traduzcatambién en un descenso de la tendencia a la refle-
conciencia de sí mismo. Esta conciencia que cobramos xión. Podemos suponer, en efecto, que en el soñar la rama
por la vía de la propia reflexión puede ilustrarse por medio reflexiva del acto de pensamiento se retraiga, más o me-
de un símil biológico, que es la filogénesis del telencéfalo: nos. Y ello se manifiesta en el resultado de que los ele-
la corteza cerebral
-el correlato anatómico de la con-
ciencia reflexiva- se halla como replegada en torno a los
mentos intuitivos de las "representaciones que ascienden
libremente" puedan desarrollar su juego alucinatorio sin
centros subcorticales orgánico de los impulsos verse perturbadas por ninguna clase de correcciones re-
-sustrato
inconscientes- del mismo modo que la función entor- flexivas.
pecedora de la conciencia se "refleja" sobre las reacciones
instintivas de los centros diencefálicos. Resumiendo, para terminar, los resultados del análisis espe-
Como hemos visto, el "arco intencional" del acto re- cial de la existencia con respecto a las diferencias esenciales
flexivo se "estira" tanto, en el caso de la despersonaliza- que median entre los tipos de vivencia neurótico-compul-
ción, que puede llegar a desprenderse; por medio de esta siva, melancólica y esquizofrénica, podemos condensarlos
imagen, hemos intentado explicar la alteración del senti- y delimitarlos en los términos siguientes.
miento del yo, cuando se fuerza excesivamente la auto- El neurótico compulsivo padece de insuficiencia de una
observación. Vemos, ahora, claramente por qué la hipo- función amortiguadora y del consiguiente exceso de con-
tonía de la conciencie, en la esquizofrenia, puede o debe ciencia. El esquizofrénico padece de "hipotonía de Ia
conducir al mismo resultado de una alteración del yo que conciencia", por efecto de una "insuñciencia de la activi-
la hipertonía de la conciencia en los casos de psicastenia, dad psíquica". Pero en parte realmente y en parte en el
es decir, en los psicópatas esquizoides, y que la observación plano de la vivencia, la esquizofrenia trae consigo no sólo
forzada de sí mismo en los psicópatas neurótico-compul- una limitación del yo en cuanto ser-consciente, sino tam-
sivos. La diferencia entre la alteración esquizofrénica del bién en cuanto ser-responsable, en cuanto ser-sujeto-res-
yo y Ia despersonalización psicopática estriba, simplemen- ponsable (vivencia del ser puramente objeto, o principio
332 DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL

de la pasivación). Por tento, en la esquizofrenia, el pro-


ceso psicótico afecta al ser-hombre en cuanto tal y como
un todo.
Es esto lo que distingue esencialmente al esquizofréni- III. DE LA CONFESION SECULAR
co del melancólico. Desde el punto de üsta ¿nalítico-exis- A LA "CURA DE ALMAS" MÉDICA
tencial, la vivencia enfermiza del melancólico sólo puede
explicarse, como hemos visto, como una configuración del
proceso patológico desde la yertiente humana, y, por t¿nto, INTrNTAN{os poner de manifiesto en el capítulo r de este
en un sentido muy propio, como un modo de ser-hom- estudio hasta qué punto la psicoterapia, tal como ha veni-
bre. Contrariamente, en el esquizofrénico, como el análi- do practicándose hasta aquí, necesita en principio de un
sis existencial nos lo revela, resulta af.ectado el mismo complemento, reflriéndonos con ello a la necesidad de in-
ser-hotnbre, configurado d.esde la t)ertiente del proceso pa- corporar lo espiritual en el tratamiento. En este capítulo,
tológico. al final, trataremos de la "posibilidad" de llevar a cabo
No va, pues, desencaminado el lenguaje usual cuando esto que preconizamos.
distingue entre la melancolía, como una simple enferme- Decía Paracelso que era "una pobre cosa un médico
dad del ánimo, y la esquizofrenia, como una verdedera en- que, llamándose médico, estuviese ayuno de filosofía y no
fermedad mental, del espíritu. Como tal, como auténtica supiese nada de ella'l Cabe preguntar, sin embargo, hasta
enfermedad "de la mente", debemos considerar la esqui- qué punto un médico "pleno" de ambiciones ideológicas
zofretia oposición, también, a la neurosis compulsi- tiene derecho a introducir una ideología, una concepción
va- como -por
un ac¿ecer fatal,"criatural" (Straus), mientras del mundo, en el tratamiento de sus enfermos.
que la neurosis compulsiva, a nuestro juicio y en desacuer-
do con Straus, no tiene ese carácter. Le base sentada en el capítulo I de esta obra es la logotera-
No obstante, el esquizofrénico sigue conservando, a pia. En torno al eje de la responsabilidad humana, situada
pesar de todas sus limitaciones, aquel resto de libertad por la logoterapia en el centro mismo de su campo üsual,
frente al destino y frente a la misma enfermedad que es se opera el viraje hacia el análisis existencial, como el
inseparable del hombre en cuanto tal y que sigue acompa- análisis de la existencia desde el punto de vista de la res-
ñándole, eun como enfermo, en todas las situaciones y en ponsabilidad. El análisis existenciel revela el absoluto ca-
todos los momentos de su vida, hasta que exhala el últi- rácter de misión que tiene la existencia. Nos hace vivir la
mo suspiro. existencia, profundamente, como responsabilidad. Pone
en marcha, con ello, un acaecer interior cuya dignidad
terapéutica hemos examinado ya.
El camino de la logoterapia al análisis existencial queda

1\1
334 ..CUM DE ALMAS" MÉDICA ..CURA
DE ALMAS" MÉDICA
"5
ye etrás de nosotros. Al llegar a un determinado punto, la A quienes ven esta cura de almas médica como un
logoterapia se trocó en análisis existencial. Se plantea aho- sustitutivo de la religión, podemos decirles que nada más
ra el problema de saber si el psicoterapeuta tiene el dere- lejos de la verdad. El médico que abraza la logoterapia o
cho o el deber de dar un paso más allá de esta raya. el análisis existencial sigue siendo médico, y no se propo-
¿Qué pretendía ser la psicoterapia, especiabnente el psi- ne, ni remotamente, dejar de serlo. No piensa ni por aso-
coandlisis? Una confesión secular. ¿Qué pretende ser la lo- mo en hacerle la competencia al sacerdote. Lo que ocurre
goterdpid, especialmente el análisis existencial? Una "cura es que treta de ensanchar su círculo de acción y de agotar
de almas" médica. las posibilidades de la acción médica. Que estas posibili-
Hay que poner buen cuidado en no tergiversar el sen- dades existen y cómo deben ser rcalizadas, es precisamen-
tido de esta afirmación. La "cura de almas" médicd no tratd. te lo que ahora nos proponemos demostrar.
d.e ofrecer ningun "sustituti¡¡o" de la religión; no trdtd siquie- La importancia psioterapeútica de la confesión ha
ra de ofrecer ningun sustitutit¡o de la psicoterapia, tal como sido puesta de relieve repetidas veces y desde diversos
ha wnido practicándose hasta aquí, sino que se propone, puntos de vista. A cada paso tenemos ocasión de com-
simplemente lo hemos dicho-, complementarla. Al proba¡ no sóIo dentro de los marcos del tratamiento mé-
-ya
hombre de espíritu religioso, que se sabe guarecido en las dico, sino también cuando, en un plano más amplio, se
reconditeces de la metafísica,l no tenemos nada que de- recurre a nuestros conseios, que la simple confesión en
cirle, ni podríamos ofrecerle nada. Problema distinto es el cuanto tal tiene una esencial eficacia terapéutica. Lo que
de saber qué ha de hacerse con el hombre que no tenien- en páginas anteriores dijimos a propósito de la terapia de
do, de hecho, un espíritu religioso, acude al médico se- la neurosis de angustia y la compulsión, acerca de los
diento de una respuesta a los problemas que le conmueven efectos de la objetivación del síntoma y de la distancia-
y torturan en lo más profundo de su entraña. ción del paciente, es aplicable a toda confesión en general
y, en particular, a las confesiones que vers¿n sobre la in-
1
La reiigiosidad es tal vez, en última instancia y esencialmente, la
vivencia del propio cttácter fragmentario y relativo del hombre, por dado, no en cuanto al "qué" (como 1o encontr¿do), sino en cuanto al
referencia a un trasfondo que sería desmedido carecterizú como "1o "que". De este modo, la intencionalidad d¿ al traste con la inmanencia y
absoluto", pues ya habría que pensarlo de un modo muy absoluto. Po- se detiene, sin embargo, ante la trascendencia. (Y, en última instancia,
dríamos hablar, a 1o sumo, de un algo no fragmentario, no relativo. no es otra tampoco la "conclusión final" a que se llega en la fenomeno-
Ahora bien, ¿qué es la vivencia de 1o fragmentario y de 1o rel¿tivo, en su logía, la cual se detiene ¿nte el acto intencional como ante lo último, del
referencia a algo... "irrelacionable"? Es, sencillamente, esto: el sentirse mismo modo que la filosofía existencial hace ante la decisión existen-
resguard.ad.o, a buen recaudo. Aquello en que el hombre religioso se cial.) Por donde también para el hombre religioso Dios es siempre algo
siente resguardado se halla guardado en l¿ trascendencie (geborgen y trascendente, pero aI mismo tiempo "mentado" por la íntentio. Del mis-
wrborgen), De este modo, no existe, para quien busca, nada encontrado mo modo, Dios es siempre, para el hombre religioso, aquel que siempre
que esto está siempre en la tr¿scendencia-, pero sí existe para calla ¡ sin embargo, al que siempre se invoca. Aquél con quien uno no
-yá
quien busca Io buscado. Y esto "es" ya algo "dado" para quien 1o busca; puede hablar y al que, sin embargo, siempre se interpela.
336 "CURA DE ALMAS" MÉDICA "CURA DE ALMAS" MÉDICA )T7

digqncia psíquica. Que el hablar con otro alivia y descarga con cierta cautela con respecto a su marido, el cual la
h coñeQncia, es un hecho bien conocido. La pena comu- quería mucho. Sabí¿ que era un hombre muy receloso y
nicada eij*l1.rnd pend " comp artida". desconfiado, y no quería sacarle de quicio con una confe-
El psicoaiál[sis nos habla de una "compulsión confe- sión. Su deseo apremiante de confesar no tenía, por con-
sora" y nos la preséntg, en cierto modo, como un síntoma. siguiente, nada de síntoma. No era posible combatirla por
Desde su punto de vista, que consiste en considerar al los medios psioterapeúticos usuales del esclarecimiento co-
hom$re, unilateralmente, como movido por "impulsos", el rriente, sino recurriendo a los logoterapeúticos de la con-
psicoanálisis tenía necesariamente que ver en la "compul- versación objetiva, del razonamiento moral. En efecto, la
sión a confesarse", eso, un síntoma, y no, para emplear la obsesión de confesar desapareció en cuanto la paciente
antítesis de Oswald Schwarz, una "aportación' o realiza- comprendió que al seguir guardando silencio acerca de lo
ción. Citaremos, sin embargo, un caso del que se despren- ocurrido, no hacía más que cumplir con un deber de amor;
de claramente que la necesidad que el hombre siente de admitió que la confesión sólo tiene razón de ser cu¿ndo
confesar puede ser también una aportación (moral), es hay una culpa que confesar, lo que no ocurría en su caso,
decir, que no siempre hay que cargarla en la cuenta de lo puesto que se sentía libre de todo sentimiento de culpa-
patológico, como un síntoma neurótico. bilidad. Por su parte, con su confesión sólo habría conse-
Una paciente es enviada a un especialista de enferme- guido a lo ocurrido en las circunstancias
-análogamente
dades nerviosas, afectada de sifilidofobia. El médico des- de otro caso relatado antes- inducir a engaño a su descon-
cubre en ella una neurosis hipocondriaca general. Ciertos fiado marido, mintiéndole con la verdad. Con estos razo-
dolores neuralgiformes son considerados falsamente por namientos y otros análogos, fue posible tranqullizar ala
ella como signos de una infección sifilítica. Con arreglo a paciente, mediante el método de aquietar su conciencia.
lo que hemos dicho acerca de Ia hipocondria neurótica, la Y aquietarla o tranquilizarla, no precisamente en relación
sifilidofobia especial puede ser interpretada como la ex- con el episodio sexual de que había sido üctima en
-pues
presión específica de una conciencia intranquila en ma- este sentido su conciencia no se sentía intranquila-, sino
teria sexual. Sin embargo, en el caso que nos ocupa no se en relación con lo que consideraba como su deber moral
daba, en absoluto, esta circunstancia. Es cierto que había de confesar lo ocurrido.
sido, años atrás, víctima de un acto de violación, pero este Antes de que se iniciasen sus pláticas con el médico,
episodio no había dejado en ella, y con razón, ningún sen- éste preguntó expresemente a la paciente si, antes de re-
timiento de culpabilidad. Por lo que la conciencia la ator- currir a é1, había acudido a un sacerdote,pare confesarle
mentaba era por otra razÁn, relacionada con esto, a saber: lo que le ocurría; la enferma contestó negativamente.y se
por no haber puesto 1o sucedido en conocimiento del negó e seguir este camino. Convencidos como estábamos
hombre con quien se había casado. También en esto había de que este caso concreto envolvía un problema puramen-
obrado cuerdamente, puesto que todo le aconsejaba obrar te moral, no nos cabe la menor duda de que la confesión
.CURA
338 "CURA DE ALMAS" MÉDICA DE ALMAS" MÉDICA 339

de esta mujer ante un sacerdote, si realmente hubiese te- sólo divide el campo de lo psíquico de lo somdüco, sino tdm-
nido un espíritu religioso, le habría hecho mucho más bién de lo espiritual. Lo cual entraña, necesariamente, por
bien que la cura de alma aplicada por un médico.2 una necesidad esencial, el problema y el peligro de una
transgresión de límites.
En el camino que llew de lalogoterapia, pasando por el aná- Mientras que en el primer capítulo lo estudiábamos
lisis existencial, a la cura de alrnas médica, nos sale al paso, esforzándonos tan sólo en salvaguardarlas lqtes propias
en proporciones cada vez mayores, aquella problemática de lo espiritual al paso del peligro del psicologis-
-saliendo
espiritual que toda psicoterapia, de un modo o de otro, lle- rno-, de lo que se trata, ahora, es de asegurdr lalegitimi-
va consigo. Tan pronto como Ia logoterapia intenta ser dad y el derecho de lo espiritual concreto, de lo personalmen-
una "irsicoterapia que parte de lo espiritual", de apoyarse te espiritual. Debemos, pues, formular el problema del
conscientemente en lo espiritual , tocd. ltecesariamente siguiente modo: ¿qué debemos exigir desde el punto de ús-
problemas axiológicos y llega a cuestiones médicas de tipo ta de tdles gard.ntíds, de la logoterapia o del análisis exis-
límite. tencial, obien de esta pretendidd "curd de almas" médica,
La psicoterapia usual, es decir, la psicoterapia en senti- precorLizada por nosotros? También podríamos precisar
do estricto, se contenta con hacer que el hombre se sienta nuestro problema de este, otro modo, por analogía con la
"libre de" entorpecimientos o dificultades psíquicos, pero formulación histórica de Kant preguntarnos si y cómo es
también físicos, y, en última instancia, con ampliar la es- posible una psicoterapie como valoradora. 0, variando el
fera del yo respecto a lo somático. En cambio, la logote- título de la obra kantiana, esforzarse por escribir los
rapia o el análisis existencial pretenden hacer al hombre "Prolegómenos pera una psicoterapia del porvenir que
libre en otro sentido, en uno más amplio y más ambicio- pueda presentarse como valoradora".
so: "libre para" descubrirse a sí mismo, Iibre para aquella Pero, en todo esto, debemos tener siempre muy pre-
ley que Georg Simmel llamaba la "Iey individual". El aná- sente la quaestio iuris, envez de desliz¿rnos hacia la quaes-
lisis existencial se propone,para decirlo de otro modo, tiofacti. De hecho, todo médico aplica, una u otra vez, cri-
poner al hombre en condiciones de aceptar su responsa- terios valoradores, y no sólo el psicoterapeuta. No hay
bilid¿d. Esta aspiración Ie lleva a emplear un filo que no ningún acto médico que no presuponga el valor de la sa-
2
Por tanto, mientras que la medicina en general tiende ¿ lo somá-
lud o el valor de la curación. Ya hemos dicho antes que la
tico y 1a psicoterapia en particular a 1o psíquico, la logoterapia tiende a problemática espiritual o axiológica de la acción médica
1o espiritual; hay, sin embargo, algo que no debemos perder de vista nun- surge ya en toda su amplitud cuando se plantea el proble-
ca: 1o que es objeto de la medicina puede ser también, en ciertes cir- ma de la eutanasia, el de la salvación de la üda de un sui-
cunstancias, obfeto del deporte; aquello que compete a la psicoterapia
cida o el de emprender operaciones quirúrgicas especial-
puede también competer al amor; finalmente, 1o que incumbe a la logo-
terapia puede incumbir esimismo, y en ciertos casos con rnayor adecua-
mente arriesgadas; es decir, en aquellos casos en que se
ción, a la fe. ventila, en su conjunto, el problema de la existencia hu-
J4O ..CURA
DE ALMAS" MÉDICA .CUM DE ALMAS" MÉDICA t41

mana. Podemos, sin embargo, afirmar que ningún acto t erdaderos problemas filosóficos; no puede, disctetamente, pa-
de la práctica médica se halla de antemano al margen del sar de largo dnte ellos; se ve constantemente en la necesl-
problema valorátivo o libre de todo supuesto de carácter dad de abordarlos y de tomar, ante ellos, una posición.
ético. Ahora bien, ¿incumbe al médico el derecho, tiene in-
Y la psicoterapia sobre todo ha recurrido siempre, en la cluso el deber, de tomar una posición ante esta clase de pro-
práctica, a métodos logoterapeúticos y, por tanto, a la cura blemas? ¿O está justificado y es, incluso, obligado, que los
de almas médica, por cuanto que el psicoterapeuta rehúya cu¿ndo le salgan al paso? ¿Tiene derecho a inmis-
una unidad de acción, por decirlo así- ha entrelazado
-en cuirse en las decisiones de su paciente? ¿No se entromete,
siempre aquellos campos dispares y cuye separación al hacerlo, en la órbita privada, personal, de su espíritu?
heurística juzgábamos tan conveniente en el capítulo I de ¿No transfiere, de este rnodo, sin ddrse cuentd o despreocu-
este estudio (para salir al paso del psicologismo). padamente, su modo pritatito de concebir el mundo a la
Lo que ahora tenemos ante nosotros, sin embargo, es el mente de su enfermo? Es cierto que Hipócrates dijo que
problema que se refiere a la legitimidad teórica del valor, "es necesario llevar la ñlosofía a la medicina y la medici
Ia cuestión de "la instancia en cuyo nombre" (Prinzhorn) na a la ñlosofía", pero, a.la vista de esta frase, cabe pre-
penetramos en el campo de las concepciones del mundo, guntarse: ¿no llevará, con ello, el médico al tratamiento
de lo espiritual, en el campo de los valores. Es éste un pro- algo que no tiene nada que ver con él? ¿No impondrá una
blema de juego limpio ideológico y de limpieza metodoló- deterrninada coicepción del mundo al paciente que a él se
§ica. Para el médico educado en la crítica del conocimien- confía o le está confiado?
to, la cosa es clara: la causa de la cura médica de almas La cosa es fácil para el sacerdote, a quien el solo he-
triunfará o será derrotada según que logremos o no dar cho de serlo confiere títulos para entrar a discutir proble-
una respuesta al problema planteado. mas de esta clase, como lo es también para aquellos médi-
Dice Hipócrates que el médico que sea alavez filóso- cos que, en una especie de unión personal y fortuita, por
fo se asemeja alos dioses; nosotros, sin embargo, en nues- coincidir en ellos la personalidad del médico y la del hom-
tros esfuerzos por infundir a la acción del médico ciertos bre religioso, pueden perfectamentetrater con el paciente,
criterios ideológicos, no queremos equiparailo ni siquiera de ideas religiosas coincidentes con las suyas, toda clase de
al sacerdote. Pretendemos., únicamente, agotar hasta el ex- problemas filosóficos o axiológicosi y 1o es también para
tremo las últimas posibilidades del ser-médico. Y no hay el médico ünculado de antemano a sus velores por cuen-
más remedio que atreverse a ello, aunque corramos el ries- to que ha recibido un mandato del Estado para la defensa
go de que este audaz intento sea interpretado como una de los intereses de éste. Cualquier otro médico, en cdmbio,
aventura prometeica. No hay más remedio que hacerlo, se veni siempre, en estos cdsos, d,nte un dilema, sobre todo
ye que el médico se ve obligado, en su consulta, a enfren' el psicoterapeuta: de una parte, se presentará ante élla ne-
tdrse d, cada paso con decisiones del enfertno que entuelten cesidad de talorar dentro de la psicoterapia; de otra parte,
..CURA
142 ..CURA
DE ALMAS" MÉDICA DE ALMAS" MÉDICA ,4t

tropezerá conla necesidad de evitar toda irnposición por lisis de la exktencia es llevar al hombre d, un terrelto et, quc,
p art e del p sic oterap euta. por sí y ante sí, por la conciencia de su propia re¡ponsablll-
Existe, sin embargo, una solución a este dilema, pero dad, sea capaz de penetrar él mismo hasta la comprensión de
sólo una, concreta y determinada. Para comprenderla, nos sus deberes propios y peculiares y de descubrir el sentido ge-

basta con remontarnos a aquel hecho antropológico origi- nuino de su yida, sentido que deja de ser anónimo pdrd con-
nario, a aquel hecho fundamental de la existencia humana yertirse en algo único e irretnplazable.Unavez que el hom-
que nos servía de punto de partida: ser hombre, decíamos, bre avance hasta este punto, podemos estar seguros de que
es ser-consciente-y-responsable. El análisis existencial dará una respuesta concreta y, al mismo tiempo, creadora al
no se propone, en efecto, otra cosa quellevar alhombré a problema que envuelve el sentido de la existencia, después
la conciencia de este su ser-responsable. Se trata de hacer de aquel giro copernicano a que antes nos referíamos. Lo
que comprenda y viva esta responsabilidad inseparable de hará así, pues habrá llegado al punto en que, como dice
su propia existencia. Esto es todo: trd.td.r de lleurle más Dürck, despertará su sentido de la responsabilidad.
allá de este punto, más allá de la conciencia de su existen- Así, pues, el análisis de la existencia no se inmiscuye
cia como responsabilided, no sería pósible ni tampoco ne' para nada eir la respuesta que haya de darse a los proble-
cesario. mas que se refieren a la escala de lós valores o a su orden
El.concepto de la responsabilidad es formal, desde el jerárquico; le basta con el hecho de que el hombre valore
punto de vista ético: no entraña ninguna clase de deter- como mejor le parczcai l¿ elección misma de los valores (de
minaciones concretas. La responsabilidad es, además, éti- lo que Eliasberg diría de los "valores electivamente afines
camente, un condepto neutral y, por ello mismo, un con- a é1") es y tiene que ser, esencialmente, de la incumbencia
cepto ético límite, ya que nddd ttos dice acerca del "ante del paciente mismo. El análisis existencial no debe preo-
quién" o del "porqu€' de la responsabilidad.En este sentido, cuparse de qué sea lo que elija el enfermo, de'la meta que
el an'álisis existencial mantiene también su neutralidad con se trace, sino simplemente de que elija, de que se decida
respecto al problema de "ante quién" se siente más res- por lo que sea.
ponsable el hombre, si ante Dios, ante su conciencia, ante Sin embargo, a pesar de su neutralidad ética, la con-
la colectividad o ante cualquier otra instancia; lo mismo ciencia de la responsabilidad implica una obligatoriedad
que con respecto al problema del "porqué" se sienta res-
ponsable, porlarealización de qué valores, por el cumpli- tas que conducen a Ie trascendencia. No pretende más que io primero,
pero tampoco se le puede pedir más que lo segundo. Lleva, si queremos
miento de qué deberes personales, por la plasmación de
decirlo así, una política de puerta abiertal por esta puerta abierta puede
qué sentido concreto de la vida.3
sali¡ libremente, sin que nadie se 1o impida, el hombre de mentalidad
Por el contrario,lo que se propone precisamente el aná- religiosa, y puede también entrar libremente, sin que nadie le obligue a
3
El ¿nálisis existencial tiene por misión amueblar y adornar lo me- ello, el espíritu de auténtica religiosidad: el espíritu auténticemente re-
for posible la sala de la inmanencia, cuidando de no disimular ias puer- ligioso, que procede con espontaneidad.
344 "CURA DE ALMAS" MÉDICA "CUM DE ALMAS" MÉDICA 345

moral; una vez que despierte en el hombre, buscará, en- decisión. Una amiga de su novia animábale a tener co-
contrará y seguirá eutomáticamente el camino hacia su mercio sexual con ella, por una sola vez. El joven en cue§-
meta. Al druilisis existencial y, ior tanto, a toda cura tnédi- tión pregunt¿ba qué debía hacer: ¿debía engaier a su no-
ca de almas le basta y debe bastarle con guiar al enfermo
hasta la úyencia rddical de su responsabilidad. El prolongar
üa
-a la que quería y estimaba mucho- o hacer ofdos
sordos a la tentación de su amiga, guardándole a aquélle la
el trdtdmiento más allá, penetrando ya en la esfera perso- fidelidad a que sentimentalmente se creía obligado?
nal de las decisiones concretas, debe considerarse, en este Como es natural, el médico se negó, por principio, a en-
terreno como en todos, absolutamente inadmisible. Por trometerse en aquella decisión, privativamente personel.
consiguiente, el médico jamás debe descargar al enfermo Pero creyó de su deber, y conrazÁn, elevando el problema
de su propia responsabilidad, echársela sobre sus hombros, a un plano superior, hacer comprender al paciente lo que
eximirle del deber de tomar sus decisiones o imponer al éste realmente quería, el problema que en última instan-
enfermo las que é1, por su cuenta, tome. Su misión con- cia se ventilabar lo mismo en uno que en otro caso. Le
siste, pura y simplemente, en hacer posible que el enfer- hizo ver que, de una parte, se Ie presentaba por una sola
mo se decida, en capacitarlo para que él mismo tome sus vez la ocasión de experimentar un goce pasajero y, de
decisiones.a otra, la co)'untura, también por una sola vez, de seguir
Ahora bien, como los valores son, en cierto modo, una conducta altamente laudable desde el punto de üsta
inconmensurables y el decidir acerca de ellos supone moral, es decir, de saber renunciar a aquel'goce pasajero
siempre preferir unos a otros (Scheler), no cabe duda de en gracia al amor, 1o que representaría una "obra" positiva
que, en ciertas circunstancias, se planteará también la ne- ante su propia conciencia (y no ante su novia, ya que ésta
cesidad de ayudar al hombre en esto. La necesidad y la no tenía por qué enterarse, ni se enteraría, talvez, del
posibilidad de prestarle ayuda nos las revela claramente el asunto). El joven de nuestro caso coqueteaba con aquella
siguiente caso. posibilidad de entregarse al goce sexu¿I, porque, según
Un joven se presentó en la consulta de un médico para sus propias palabras, "no quería desaprovechar ninguna,
recabar su consejo ante un problema práctico que se le oportunidad". Ahora bien, lo más probable era que el goce
planteaba y en el que no se atrevía, de por sí, a tomar una con que especulaba hubiese resultado, en la práctica, har-
to problemático, pues hay que decir que este paciente se
a La cur¿ médica
de almas no es, en última instancia, la preocupa- hallaba sometido a tratamiento por cierta impotencia re-
ción por la salvación del alma del enfermo; no podría tampoco serlo, ni lativa. El médico tenía, pues, sus razones para suponer
tendría derecho alguno a serlo; es más bien la preocupación porque el
que, al llegar la hora de los hechos, la conciencia del jo-
hombre interior se mantenga "sano", 1o que vale tento como decir que
ven, sintiéndose culpable, habría actu¿do inhibitoriamen-
. se mantenga como 1o que realmente es, es decir, como un ser consciente
de su responsabilidad, más aún, como el se¡-consciente-y-responsable te, echándole a perder todos sus cálculos. Pero, aun pres-
por antonomesia. cindiendo de esta consideración utilitaria, que el médico,
346 "CURA DE ALMAS" MÉDICA "CURA DE ALMAS" MÉDICA )47

naturalmente, se guardó para sus adentros, hizo todo 1o La importancia de hacer ver al paciente lo que llama-
posible por aliviar al paciente de una situación bastante mos el común denominador se revela no sólo cuendo ge
parecida a la del "asno de Buridán', el cual la co- trata de preferir unos valores a otros, sino también al com-
-según
nocida teoría escolástica- murió de hambre por no deci- perar entre los diversos "bienes". Tenemos, por ejemplo, el
dirse entre dos montones de pienso de las mismas dimen- caso de un hombre relativamente joven, paralítico de me-
siones y situados a ambos lados y a igual distancia de é1. El dio lado a consecuencia de una embolia cerebral, que ex-
médico intentó reducir a un denominador común las dos puso al médico la tremenda desesperación que suponía
posibilidades entre las que el paciente debía optar. Estas para él verse en aquel estado, sin ninguna perspectiva de
dos posibilidades representaban'bcasiones" que sólo se le una meioría notable. El médico ayudó al enfermo a ha-
brindaban "unavez en la vida"; en los dos casos posibles cer una especie de balance, llamando su atención hacia los
tenía el paciente, necesariamente, que "desaprovechar una bienes que aún conservaba para contrarrestar su enfer-
oportunidad", en uno de los casos la oportunidad de un medad y dar un sentido a su vida: estos bienes eran un
goce problemático, en el otro la de demostrar ante sí mis- matrimonic felizy un hijo sano. La parálisis que le impe-
mo aquel amor profundo que afirmaba sentir por su noüa día velerse de las extremidades del lado derecho no signi-
y que probablemente nunce tendría la oporrunidad de do- ñcaba, económicamente, un periuicio muy gr¿nde para el
cumentar de aquel modo. La renuncia tácita e la aventura enfermo, ye que se trataba de un rentista. Tuvo que reco-
sexual a que se le incitaba le permitía dar expresión al nocer que aquella parálisis habría arruinado, ciertamente,
amor de que hacía protestas. Se hizo comprender, pues, \a carcera de un boxeador profesional, pero que no tenía
al joven en cuestión, no sdlo que en cada uno de los dos por qué destruir el sentido de la vida de un hombre, cual-
casos "desaprovecharía una oportunidad", sino, además, quiera que él fuese. Pero como el paciente logró ganar
que en uno de ellos sacrificaría relativamente poco y en esta distancia filosófica, esta paz estoica y esta serena ale-
el otro relativamente mucho.s Y así, sin necesided de in- gría, fue por el siguiente camino: el médico le aconseió
dicarle el camino que debía seguir, el paciente salió de la que se sometiera a ejercicios de lectura para vencer cier-
consulta perfechmente convencido, convencido por sí tas dificultades de pronunciación causadas por el ataque
mismo, de cuál debía ser su decisión; él mismo se encargó de embolia. El libro que se puso en sus manos para reali-
de tomarla, por sí y ante sí, afirmando con ello su propia zar estos ejercicios fue la obra de Séneca que lleva por tí-
personalidad, no a pesar, sino precisamente a causa de las tulo De la vidabeata.
explicaciones que el médico le había dado.
5
wedekind he dicho: a nosotros, los varones, sólo nos queda escoger,
Ahora bien, no debe perderse de vista que existen siem-
ante la mufe¡ uno de dos caminos: ser unos ruines o ser unos asnos. No pre casos o situaciones en los que una psicoterapia de ur-
es cierto: si, además de ser lerones sabemos ser verdaderos hombres, la gencia, de la que dependa qu;izála vida del enfermo, no
alternativa es otre: ser unos ruines o ser, sencillamente, hombres. podría renunciar sin peligro a una intromisión consciente
348 "CUM DE ALMAS" MÉDICA
..CURA
DE ALMAS" MÉDICA ,49

en las decisiones del enfermo. El médico jamás dejará en personales del médico, su personalidad. Y a este fector
la estacada a una persona a quien ve¿ presa de gran deses- irracional que es la pers onalid'ad d.el médico corre§pondc'
peración, y optará por sacrificar el principio antes que la por parte delpaciente, otro factor de orden irracionel
üda de un ser humano; es algo así como el guía que con- lr-biér, su indit¡idualidad.Ya lo decía Beard, el creador
duce a un alpinista y que, en general, sostiene la cuerda del concepto de la neurastenia: cuando un médico treta del
floja,para que la persona "conducida" no se confíe total- mismo modo dos casos de neurastenia, podemos e§tar §e-
mente a é1, sino que despliegue personalmente todo su guros de que trata mal uno de ellos' Esto nos lleva a po-
esfuerzo, pero que, al presentarse el peligro de que caiga ner en duda que llegue a existir iamás "1a" psicoterapia
rcerfada,a pensar que talvezpueda existir solamente
"una"
al abismo y se mate, se ¿presura a asegurar bien la cuerda,
para evitar que se despeñe. Así, pues, también en lo to- psicoterapia acertada: la que el médico concreto aplica a
canfe a la logoterapiay ala cura de almas médica existe un enfermo concreto. Cuando tratamos de averiguar en
algo así como una indicación vital, por ejemplo, en los qué consiste, vemos que es siempre una ecuación con dos
casos en que el paciente corra el peligro de suicidarse. Sin incógnitas, que son los dos factores irracionales a que nos
embargo, estos cesos excepcionales no hacen más que con- hemos referido.
firmar Ia actitud de discreción que, normalmente, debe Sabido es a qué curiosas circunstancia§ fortuitas se debe,
adoptar el médico ante los problemas de valores o de con- no pocas veces, el éxito en la "psicoterapia". Por eiemplo, de
cepción del mundo del enfermo. En principio y en tér- urrirro en que por haber sido rechazado en redondo, por
minos generales, deberá respetarse el Iímite, tal como ha determinadas razones, un tratamiento psioterapeútico, se
que dado car acterizado. libró de un síntoma al paciente. En otro, el de un psicópata
Hemos intentado, así, buscar en el análisis existencial que se había pasado la vida luchando tan tenazmente como
una solución a los problemas espirituales y sociológicos que rrrrro por alcanzar un alto nivel espiritual, un nivel de
"n
grandezitnterior y de afirmación de la propia personalid¿d,
la logoterapia plantea, sentando con él las bases para una
curd de almas m.édica. Sabemos ya lo que podemos exigir áio .rn resultado asombroso este recurso: el conseio de su
de una psicoterapia capaz de valorar conscientemente. médico de renunciar para siempre a aquella ambición, re-
Ahore bien, ¿qué es lo que debemos exigir del médico conociéndose como lo que realmente era, como un pobre
que la practica? ¿Es la cura médica de almas, es la psico- diablo. Estos casos y otros semejantes demuestran ni más ni
terapia en general, algo susceptible de ser aprendido y de menos que la psicoterapia no sólo puede improvisa¡ sino
ser enseñado? que, en ciertos y determinados casos, debe hacerlo. Y, para
Toda psicoterapia es, en última instancia y en mayor ello, tiene que recurir a la intuición.
o menor medida, un arte. En este sentido, lleva siempre
consigo un elemento irracional. En ella desempeñan un Nos hemos preguntado qué es posible exigir de la cura
papel nada desdeñable la intuición artística y los factores médica de almas y qué del médico que la practica' Pregun-
350 "CURA DE ALMAS" MÉDICA
"CURA DEALMAS" MÉDICA 351

témonos ahora qué podemos exigir del enfermo,


como su gas no son, en general, manifestaciones psicógenes, e pc-
aportación propia, como su contribución personal
al éxi_ sar de lo cual es posible eliminarlas mediante la sugcstlón.
to terapéutico. He aquí la respuesta: cuidarnos de no pe_
A la inversa, existen, en hombres primitivos, simples pcr-
dirle demasiado. Estimular su aspiración a hacerse valer
turbaciones del sueño manifi.estamente psicógenas (en el
moralmente (!), acicatearle p".a qu. él mismo exija
de sí sentido de la angustia expectante) y que, sin embargo,
más y más, recordando las palabras de Goethe, varias
ve_ pueden combatirse más simple y rápidamente recurriendo
ces citadas: "Si tomamos a los hombres tal y
como son, a un tratamiento breve por medio de hipnóticos.
los haremos peores de lo que en realidad ,orr. Si
los trata_ El psicoanálisis se presentaba, más que ninguna otra
mos como si fuesen lo que debieran ser, ac¿baremos
lo_ forma de psicoterapia, como una terapia específica y cau-
grando q-ue seen Io que debieran ser,,. La psicoterapia
que sal. Sin embargo, los "complejos" y los "sueños'i que considera
haga su divisa de este consejo genial _como debe precisa_ como patógenos, son probablemente ubicuos, ruzónpor la
mente hacerlo toda psicoterapia orientada hacia Io
espiri_ cual no pueden tener ese carácter patógeno que el psico-
tual- no se basará en un idealismo ajeno a las realidades
análisis les atribuye. No obstente, es justo reconocer que
de Ia vida, sino que será, por el contrario, Io
suficiente_ el psicoanálisis ha ayudado a curarse a muchas gentes, lo
mente- fría y objetiva para calcular con la dialécti
ca de la fe, que quiere decir que es, necesariamente, una terapia no
l¿ cual crea y logra aquello en que cree; su especulación
específica.
proyectada sobre el ethos delpaciente se¡á una
consciente La "psicogénesis" no coinci.d.e sientpre con ld "indicación
especulación a hausse, a la alta.
psicoterapeútica". Ptede ocurrir que la psicoterapia esté
indicada aun en casos en que no es, proPiamente, una te-
Nos hemos preguntado qué debemos exigir del
análisis rapia causal. Dicho en otros términos, puede ser la terapia
existencial, como cura médica del alma. pieguntémonos
de la opción, la terapia adecuada, aun cuando no sea une
ahora: ¿qué podemos esperar de él?
terapia específica. Lo mismo acontece, por analogía, con
El ¿nálisis existencial no es, evidentemente, ninguna
la logoterapia. Ésta puede ser perfectamente la terapia
terapia específica. Como logoterapia no ataca las
causas de adecuada, aun cuando no sea causal ni especíñca. En cier-
la neurosis, y menos aún las de la psicosis.
No representa tas y determinadas circunstencias, será aconsejable colo-
ningún tratamiento causal. No existe, en efecto, ..lo-
una carse como en la cúspide de aquella pirámide cuya forma
gogénesis" de la neurosis, y menos ari¡
de la psicosis. Nos represente para nosotros, si vale el símil, la estructura
hemos referido constantemente a las bases fisiológicas
no estratifrcada del hombre, o sea en la cúspide de su espiri-
sólo de las psicosis sino también de las neurosis. pero
la tu¿lidad, aunque la génesis del caso de que se trata deba
misma psicoterapia en el sentido estricto de Ia palabra
es buscarse en las capas más bajas, en el estrato de lo psí-
una psicoterapia no específica, por cu¿nto no
toto lo que quico o de lo fisi(ológi)co. En los casos de neurosis de
trata tiene un carácter propiamente psicógeno.
Las verru_ angustia, por ejemplo, la logoterapia hece de la neurosis
352 "CUM DE ALMAS" MÉDICA "CUM DE ALMAS" MEDICA
'5,
algo "innecesario", al privar de objeto a la angustia misma,
sus dolores, después de operado, o Pare acogtumbrrr¡e ¡l
por cuanto ayuda al enfermo a anclarse espiritualmente, a
defecto físico que la operación quirurgica le defe? ¡Aclto
afirmarse reciamente en lo espiritual. Y, en el caso de la
no tiene el médico el derecho e incluso el deber dc tfitar
neurosis compulsiva, hace de la neurosis algo "imposible",
estd dctitud que el enfermo debe adoptar dnte su eflferfia'
al dar al enfermo aquella tranquilidad espiritual de que el
dad, que entuebe (aunque flo se exprese así) und concepclón
neurótico compulsivo está tan necesitado, moülizando las
del mundo? Allí donde el cirujano se cruza de brazoe en
sanas resistencias espirituales del paciente.
cuanto tal, comienza, precisamente, el problema de la cura
En un caso dado, la logoterapia representará también
médica del alma. Concretamente, cuando el cirujano ha
el camino más económico para llegar a la meta terapéu-
hecho, como tal, cuanto estaba en sus manos' y más aún,
tica. Camino que no es siempre el que pasa por el trata-
cuando no puede hacer nada, desde el punto de vista qui-
miento causal. Así, por ejemplo, el hipnotismo se halla
rúrgico, por ejemplo, en los casos inoperables.6
todavía hoy indicado en ciertos casos g. cuando se
-1r. Con golpear cariñosamente el hombro del enfermo o
considera conveniente eliminar por medio de un trata-
decirle unas cuantas frases bien intencionadas de consue-
miento breve una neurosis monosintomátice-,y, sin em-
lo, no se consigue nada. Lo importante es saber Pronun-
bargo, no logra lo que podríamos conseguir con otro mé-
ciar la palabra adecuada en el momento adecuado. Esta
todo no mucho más profundo.
palabra no tiene por qué responder, ni debe responder, a
Ahora bien, la cura de almas médica Íro yersd, de por sí,
una hábil fraseología, ni degenerar en un debate filosófr-
exclusi¡tamente, ni siquiera eíencialmente sobre los casos de
co de gran envergadura; pero sí debe saber llegar al alma
neurosis. Esta cura de almas es de incumbencia primaria
del enfermo.
de todo médico. El cirujano necesita recurrir a ella no po-
cas veces, tantas, por lo menos, como el neurólogo o el
6
El análisis existencial vióse en la necesidad de dar un paso revolu-
cionario y herético, trtzándose como mete no sólo la capacidad de rea-
psiquiatra o el psicoterapeuta. Lo que ocure es que la meta
iización o de goce del hombre, sino üendo, además, por encima de eso,
que la cura de almas médica se da es más alta que la que una misión fundamental posible y efectivamente neceseria en su caPa-
puede trazarse, supongamos, el cirujano. Cuando éste ha cidad de sufrimiento. Se convierte, con ello, en incumbencia de todo
llevado a cabo una amputeción, se quita los guantes de médico, dejando de ser privativo del neurólogo, del psiquiatra o del psi-
operar y, al parecer, ha cumplido ya con su deber como coterápeuta; se convierte, sobre todo, en incumbencia del clínico, del
ciruiano, del ortopédico y del dermatólogo, e incluso en un¿ medida
médico. Pero, ¿y si el operado etenta contra su vida,.por-
mayor aún que en las especialidades médicas ¿nteriormente señalades.
que no se siente capaz de seguir viviendo como un ser En efecto, el clínico tiene que habérselas con enfermos crónicos o in-
amputado, qué es lo que queda en pie del efecto real de la curables, el ciru)ano con casos inoperables, el ortopédico con gentes
terapia quirurgica? ¿Por qué no hemos de considerar como tullidas para toda su vida, el dermatólogo con Personas desfiguradas
parte de los deberes del médico lo que ponga de su parte para siempre. Todos ellos se ven, por tento, obligados e tretar con sere§
humanos sobre los que pese un destino que no les permite ya influlr en
para ayudar al enfermo a soportar sus padecimientos y
é1, sino simplemente soportarlo y dominarlo por el sufrimiento.
354 "CURADEALMAS"MÉDICA "CURA DE ALMAS" MÉDICA ,'I
Un eminente iurista a quien fue necesario amputar hospitalizada la enferma. Varios minutos deepuér dc hrbcr
una pierna pera ataier un proceso de gangrena erterioes- sido escrita, el médico improvisó une coilErmclón con h
clerósica, rompió a llorar al dejar 1¿ cama por primera vez paciente. Logró hacer comprender a la enfenno, co'n untt
para dar Ios primeros pasos con una sola pierna. El médi- cuantas palabras bien pensadas, que la existenci¡ hum¡¡¡¡
co, pere ayudarle a vencer aquella crisis, le preguntó si as- sería algo verdaderamente pobre si la pérdida de unr plct
piraba, de viejo, a convertirse en corredo¡ pues sólo así na quitase realmente todo su sentido y su contenfdo r lr
podía explicarse su desesperación. La pregunta hizo que las vida. Sólo la vida de una hormiga, le dijo, carecerfe dc ñ-
lágrimas se cambiasen inmediatamente en una débil son- n¿lidad en esas circunstancias, suponiendo que, el perdcr
risa. Y es que el paciente se había dado cuenta de un hecho una de sus seis patas, ya no pudiese seguir cumpliendo cl
tan simple como el de que el sentido de la vida, para el fin que en el estado de las hormigas se le asigna de ander
hombre, eunque fuese un corredor profesional, no con- de un lado para otro, trajinando; pero, una cosa es l¿ vid¿ de
siste exclusivamente en poder desplazarse úpidamente de la hormiga y otra cosa muy distinta la vida humana.
un sitio a otro, y de que la vida no es tan pobre en posibi- Aquella improvisada charla del joven médico, sostenido
lidades de valor que pierda todo sentido y toda ruzón de en estilo más o menos socrático, surtió su efecto. Pero
ser porque el cuerpo humano cuente con una extremidad éste es el dí¿ en que su jefe ignora que, a Pesar de h¿ber
menos. (Los símiles con a¡rda de los cuales cabe esclare- ejecutado la amputación con todo éxito, la paciente estuvo
cer tan fácilmente las actitudes espirituales de nuestros a punto de haber sido enviada, horas después de salir de
enfermos, a las que nos referimos, deben tomarse del los efectos del cloroformo, desde la mesa de operaciones
mundo deportivo, entre otras r¿zones, por aquella que ya a la sala de disección.
especificamos en otra ocasión: de la moral del deportista
pueden aprender esta clase de enfermos Ia gran lección Si intentamos, por último, deslindar el campo de indica-
de que las diñcultades, lejos de quitar todo sentido a la ción de la logoterapia analítico-existencial y, por tanto, el
vida, le dan otro nuevo y más alto. El verdadero depor- de Io que llamamos la cura de alm¿s médica, podemos es-
tista no rehúye las dificultades, sino que las busca e in- tablecer las siguientes prescripciones.
cluso las crea. Basta pensar en las carreras de obstáculos En primer lugar, ese tratemiento está indicado en to-
o en las con ventaja: la que el corredor da a sus competi- dos aquellos cesos en que un enfermo nos acucia con §u§
dores honra a quien la da.) angustias espirituales. También la propiamente psíquica,
La víspera del día en que iban a amputarle una pierna, en particular la del neurótico, se traspone a veces e une
afectada de tuberculosis ósea, una paciente escribió a una zona espiritual. Y allí debe combatirla siguiendo sus hue-
amiga, expresándole vagamente le intención de suicidar- llas, conscientemente, la logoterapia. Esta norma se §egui-
se. La carta pudo intercepterse a tiempo y llegó a manos ú, principalmente, cuando se trate de intelectueles.
de uno de los médicos de la s¿la de cirugía en que estaba En segundo lugar, el análisis existencial estará indt'
356 "CURA DE ALMAS" MÉDICA "CURA DE ALMAS" MÉDICA 357

cado siempre que el paciente see una persona a la altura de convertir su sufrimiento en una obra interior y a cuajar,
las discusiones de tipo ideológico o ñlosófico, es decir, de este modo, los que llamamos valores de actitud.
de una persona de la que podamos esperer que responda al
tratamiento psioterapeútico "que parte de lo espiritual". El terreno a que nos conduce la logoterapia, y meyorrnen-
En esta clase de personas, el tratamiento analítico-exis- te el enálisis existencial, es fronterizo entre le medicina y
tencial encuentra, no pocas veces, una asombrosa com- la filosofía. La cura médica del alma, sobre todo, se mue-
prensión. Una paciente a quien se le explicaba mediante ve en los linderos mismos que separan la medición de la
los recursos del análisis existencial la neurosis que padecía religión. Quien camina por los límites que separan dos
y que detrás del síntoma del miedo a la muerte dejaba tierras, se expone siempre a ser observado con recelo des-
traslucir claramente las torturas de su conciencia por una de uno y el otro lado. No es, pues, extraño que esta cura de
vida malograda, intemrmpió al médico, conmovida y apa- almas médica preconizeda por nosotros sea blanco de las
sionada con estas palabras: "¡Ahí está todo el quid. del asur.- miradas recelosas desde los dos campos por entre los que
to, doctor!" discurre. Así tiene que ser, y no debemos disgustarnos,
En tercer luga¡ la cura médica del alma estará indica- sino considerarlo como un tributo necesario que esta
da siempre que la vida del enfermo se halle afectada por disciplina nuestra tiene que pager.T
algo que emuelva esencialmente su destino, como sucede
en los casos de los paralíticos o los tullidos o ante enfer- La "cura de almas" tnédica se halla enclavada entre dos
medades incurebles o de larga dur¿ción. Pero deberá apli- reinos. Es, por tento, zondfronteriza. Como todo terreno
carse, además, a aquellas personas que se encuentran en situado entre dos fronteras, tierrd de nadie.Y, sin embar-
una situación inconmovible y difícil, o ¿nte diñcultades go, ¡una tierra de promisión!
insuperables de otro origen. Nos remitimos, a este propó-
sito, a la posibilidad y necesidad de un tratamiento médi-
co de esta clase en los casos especiales de lo que llamamos
el destino social y que fueron examinados en un capítulo
anterior (la angustia psíquica de los obreros sin trabajo,
etc.). Cuando se trata de una verdadera prescripción mé-
dica, esta tercera zona coincide, provisionalmente, con los
casos en que I. H. Schulz considera apropiada su "terapia
del nirvana". Opinamos, sin embargo, que esa terapia lla-
mada del nirvana empuja al enfermo en su deslizamiento 7
Se nos dirá que nuestra cura médica del alma da "piedras por prn",
hacia lo contingente, le ayuda a hundirse en la embria- Pero bien mirada la cosa, el juicio será un poco menos severo, y sc neco-
guez, en vez de animarle, como la cura médica del alma, a nocerá que da pan, pero no puede dar el maná,
INDICE GENERAL

Sumario
Nota sobre el libro y el autor .

I. De la psicoterapia d la logoterapia., .,,,, ^

.... ¡.. r
A. Análisis existencialgeneral
yida
1) El sentido de la ...,r.
2) Elxntidodeldolor . ¡...,,
i)Elsentidodeltrabajo ......,.i.. r?t
4) El sentido del amor. 1S
B. Análisis existenciel especial. 261
1) Psicología de la neurosis de angustia, . , , , , 267
2) Psicología de la neurosis compulsita 281
j) Psicología de la melancolía . . . . 310
4) Psicología dela esquizofrenia . . . 319

Ill. De la confesión secular a la "curd de almas"


médica. ,rt

359

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