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I’ve been at the mercy of men “just following orders”. Never again.
Magneto
Para el brujo, el más allá se encuentra aquí mismo.
Tiqqun
Para las buenas mentes de Occidente, donde la fábula de la democracia y la propiedad privada
han triunfado, todo lo que atente contra el orden del mundo, por más terrible que pueda
resultarnos, debe ser evitado a toda costa. Se dice y redice “esta no es la manera correcta”, pues
la autoridad reinante ha sabido implementar reglas para que la masa demuestre su
inconformidad siempre por la vía de la razón, la moral y la ley, caminos que no hacen más que
legitimar su poder. Por ejemplo, no es gratuito que después de haber orquestado la matanza de
Tlatelolco, Gustavo Díaz Ordaz haya sido el presidente que cambió la minoría de edad para
votar y adquirir la ciudadanía de los 21 a los 18. Bajen las armas y acudan a las urnas, esa es
la forma adecuada de alcanzar la libertad. La radicalidad fue condenada, y su etimología
olvidada: relativo de raíz, radical es quien exige o genera cambios totales. Hubo que renunciar
al derecho de la fuerza, la venganza y la violencia, dado que quisimos habitar sueños ajenos,
un simulacro de vida. ¿Es el desorden tan funesto?
Hoy piedras y gas lacrimógeno vuelan, el vaivén de las armas cruza el cielo, la multitud
conforma una marea caótica. París arde y no es novedad para la historia. Quedan claras las
intenciones de los denominados “chalecos amarillos” frente a un contexto en el que no han
dejado espacio para la izquierda o la derecha, sea lo que estas posturas ahora signifiquen ser
una oposición radical al neoliberalismo. Frente a esto la prensa busca escandalizar y reprobar
los actos como irracionales y peligrosos, argumentando que son orquestados por sujetos con
intereses ocultos que se mantienen fuera de la escena. Se trata de criminalizar la protesta social.
Mientras la violencia no resida en manos del Estado, estos, los rebeldes, se configuran y
aparecen como criminales, vándalos. No obstante, puesto que los medios digitales permiten la
generación de espacios donde la información circula entre ordenadores a través del mundo sin
la necesidad de un tercero, la figura de los manifestantes cuyos métodos radicales han dado la
vuelta al mundo pudo ser resignificada y pasaron de criminales a referentes de la resistencia.
Pareciera ser que este criminal insurrecto, aquellos chalecos amarillos que habitan el
mundo y pertenecen a la historia, representan el miedo más atroz del Leviatán. Ponen en duda
su propia existencia y legitimidad, le obligan a actuar en función del pueblo y no del mercado,
considerando los modos de producción actuales. Al salir a las calles y convertirlas en un campo
de batalla, retoman aquella fuerza que tiempo atrás les fue arrebatada con la promesa de un
porvenir que nunca ha llegado a hacerse presente: la violencia.
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disciplinados, resistir a lo dicho, su cómo y dónde, al modo de ser tan interiorizado, es una
forma de lucha al romper con el continuum de las cosas. La sociedad disciplinaria se ha
autoimpuesto la separación individuo-violencia, la extrajo de sí en un acto taxidérmico;
normalizó un concepto y le dio un rostro monstruoso. Despojados de la fuerza, de la posibilidad
de restituir el orden de las cosas por nosotros mismos, nos enajenamos para pasar a ser agentes
serviles. Es necesario el que pensemos las violencias y el poder en su diversidad.
La violencia coercitiva es, en efecto, herramienta del Estado. ¿Existen otros tipos que
se nos escapan a primera vista? El poder ejercido fuera de la comunidad siempre se inclinará
por oprimirla, hecho que se fundamenta en una separación incluso visible a través de la historia:
“amos-esclavos, señores-súbditos, dirigentes-ciudadanos". Los opresores imponen una
alienación mediante el uso de la fuerza y se autolegitiman como los únicos con el derecho de
usarla, pues el poder ha salido del grupo para pasar a ser ejercido por una figura externa. Estado,
violencia coercitiva y división actúan en una red de interdependencia. Frente a esto y como
defensa, la sociedad primitiva desarrolló una serie de dispositivos que conforman un
mecanismo de resistencia que rechaza su separación del poder. ¿Pero, la ausencia de una
máquina estatal quiere decir carente de violencia? Lo será en la del tipo coercitivo, pero habría
que traer a la mesa su posible cambio de sentido y la manera en la que esta se articula desde su
diferencia.
En efecto, “las sociedades primitivas son sociedades sin Estado porque el Estado es
imposible allí”, sin embargo, ¿carecen necesariamente de violencia?