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MENDONÇA, INÉS. Creer en Las Causeries
MENDONÇA, INÉS. Creer en Las Causeries
Resumen
Las causeries de Lucio V. Mansilla dan cuenta de la situación comunicativa que se está Palabras clave
gestando en el momento de su publicación: la consolidación de un público lector en Lucio V. Mansilla
aumento y la conciencia de la transformación de su autor, vía puesta en escena de su personaje
nombre, en un sujeto literario. La noción de “credulidad” utilizada por Mansilla y prensa
verosímil
puesta en juego a través de distintos procedimientos (temáticos, formales, de apela- siglo XIX
ción directa al interlocutor), deja entrever la ambivalencia productiva que la potencia
distorsiva de la escritura encierra para el charlista periódico. De la autobiografía a
las noticias falsificadas, la puesta en abismo de las versiones arma un juego que, sin
explicitarlo, pone en cuestión la lógica de lo verdadero para ingresar en los terrenos
de lo verosímil. Se trata del desarrollo incipiente de un principio ficcional en el con-
texto de la prensa de finales de siglo XIX.
Abstract
Lucio V. Mansilla’s causeries realizes the media situation at its publication time: the Key words
consolidation of a growing readership and awareness of the transformation of its Lucio V. Mansilla
author, via staging of his name, into a literary subject. The notion of “credulity” used press
by Mansilla –figured through various procedures (thematic, formal, reader appeal- verisimilitude
XIX century
ing)– suggests the distorting power of its writing works for the newspaper. From
autobiography to counterfeit news, mise en abyme versions question the logic of truth
to go into verisimilitude. It’s the emergent development of a fictional principle in late
nineteenth century press.
Resumo
As causeries de Lucio V. Mansilla revelam a situação comunicativa que está surgindo
no momento da sua publicação: a consolidação de um público crescente e a consciên-
cia da transformação do seu autor, através da encenação de seu nome em um sujeito
literário. A noção de “credulidade” usada por Mansilla e o jogo através de diversos
procedimentos (temáticos, formais, de apelo direto ao leitor), mostra a ambivalência
produtiva que a potência distorcida da escritura contem para o falador diário. Da
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autobiografia às notícias falsificadas, a posta em cena em abismo das versões ele arma
um jogo que, sem explicações, põe em xeque a lógica do verdadeiro para entrar nos
espaços da verossimilhança. Este é o desenvolvimento incipiente de um princípio
ficcional no contexto da prensa de finais do século XIX.
Los efectos y relatos sobre el “personaje” que (se) escribe en las charlas no se hacen
esperar. La recepción de las entregas tiene éxito rápidamente. El 16 de octubre, a solo
dos meses de haber comenzado, el diario saca una noticia reconociendo su repercu-
sión. Y, según afirma Kruchowski (1966), las palabras causerie y causeur se vuelven
habituales entre sus lectores. Aparece, al otro día de la primera entrega, un imitador;
se publican críticas paródicas en otros periódicos; crónicas de visitantes que van a
conocerlo reiterando las leyendas que circulan alrededor de su figura y comentarios
celebratorios en distintos medios. Los motes de “loco” o “Quijote político” son apodos
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despectivos que también están de moda para el causeur porteño. Lejos de amilanarse,
Mansilla acusa recibo y explota su notoriedad en los textos que envía a la prensa.
“Generalmente, entre jueves y jueves, entre Causerie y Causerie, suelo recibir billetes
firmados o anónimos. Los unos son dulces, agrios los otros, como los días de la
existencia” escribe en “El famoso fusilamiento del caballo” (1963:133). Tal vez sea en
esta charla donde el uso productivo de su reputación llegue a uno de los puntos más
exacerbados de su producción textual.
Stein ha hecho más bien que mal, con su lápiz y su buril. Porque de todas las
desgracias que a los hombres públicos les pueden acontecer, la peor es: que nadie
caiga en cuenta de ellos.
[…] ¡Hay tanta gente, y entre ellos, usted Stein, que me ha hecho pasar por loco!
(Mansilla, 1963:117,119)
El causeur exhibe su gusto políglota y aforístico reiterando una frase de Maquiavelo, que
ya ha utilizado en “¿Por qué?...”, para marcar su ambivalente relación con el público. Cita
en italiano: “chi voglia ingannare troverá sempre chi si lascia ingannare” (Los que quieren
engañar, encontrarán que siempre hay alguien que se deja engañar). Para el causeur
es la credulidad del público, que “con más facilidad se inclina a creer en lo malo que
en lo bueno” (1963:117), la que alienta la producción periodística. Pero, sobre todo, la
noción de engaño voluntario que sugiere la cita de Maquiavelo puede resignificarse en el
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contexto de esta causerie abandonando el peso severo de su crítica moral para expresar
el reconocimiento de cierto deseo, cierta necesidad (a la que el causeur también le rinde
honores) expresada en la búsqueda de novedades por parte de un público creciente,
ávido de distracciones impresas. “Stein, creyendo demoler –escribe en la primera entrega
de esta causerie– ha cimentado muchas reputaciones, ya he dicho que es crédulo. Entre
esas reputaciones, cuéntase en primera línea la mía” (Mansilla, 1963:118).
Roman (2000) encuentra en esta relación entre la caricatura (de Stein) y la escritura-
lectura (de Mansilla) una manifestación del contrapunto entre la prensa satírica y
los grandes diarios y su aporte para la conversión, dice, de nombres propios en per-
sonajes. La publicación de la causerie, aunque parodia y se ríe de la ocurrencia del
rumor, también colabora en la proliferación del relato, reconociendo la circulación
de la prensa satírica y su textualidad como interlocución válida. La existencia de la
caricatura hace lo mismo que Mansilla con el rumor: exagera algunos aspectos para
representar mejor, y más esquemáticamente, al personaje.
Expone, entre otros temas, una disquisición sobre el mote de loco refiriendo una
anécdota en la que un comensal confunde en una cena a un loco con Balzac; critica
con intensidad a Sarmiento y su política de gobierno (mencionando que José María
Moreno había rechazado ser ministro de guerra “porque Sarmiento es un loco”), con-
tinúa con la mención a su tarea junto a Arredondo en la frontera durante el gobierno
de Sarmiento y su visita a Río Cuarto (la que narraría en las cartas de Una excursión a
los indios ranqueles). Cuenta su relación con la china Carmen y cómo la defendió de la
violencia de su marido indio (situación que compara con la obra de Molière El médico
a palos) y reflexiona sobre el plagio para finalmente volver a Stein y a la credulidad
existente respecto del fusilamiento del caballo.
Para escribir esta causerie, hay dos circunstancias que dan cuenta de la situación
comunicativa que se está gestando en el momento de su publicación, de las que se
sirve Mansilla: la consolidación de un público lector en aumento y la conciencia de
la transformación de su personalidad, vía puesta en escena de su nombre, en una
subjetividad literaria. Aunque trabajada desde la perspectiva de la prensa satírica y
las tradiciones que la anteceden en la literatura argentina, me interesa rescatar en un
sentido más general la idea de Roman del pasaje de un nombre a un personaje. Como
2. Aunque excede los límites
problemática intrínseca a toda construcción autobiográfica, la inscripción de un yo
propuestos para este artículo la bi- que se describe a sí mismo ha sido estudiada por los teóricos de la autobiografía y
bliografía teórica que ha pensado la
autobiografía y, más recientemente,
exhibe la duplicidad misma de la inscripción, así como la artificiosidad del pronombre
las escrituras (verbales o visuales) (yo) en tanto representación simbólica de una vida.2 Pero, más allá de las cuestiones
del yo son fundamentales para re- filosóficas que involucra la acción de decir yo y, más aun, de escribir yo, detengámonos
flexionar sobre la naturaleza textual
del causeur. Entre otros, resultan un momento en la posibilidad de ficcionalizar a un sujeto a partir de la circulación
iluminadores los aportes de Leonor pública de su nombre propio. Varios fenómenos concurren a este hecho: la repercu-
Arfuch, Elizabeth Bruss, Nora Ca-
telli, Paul de Man, George Gusdorf,
sión de las voces ajenas, típicamente “el qué dirán”, que puede fortalecer o destruir
Philippe Lejeune y Ángel Loureiro. una reputación, y aquello que proyecta la difusión y lo vuelve público, la distribución
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de ese mismo nombre impreso en las hojas de la prensa. Discursos orales y escritos
acumulan decires que trascienden el rumor para cimentar la fábula. Lo que convierte
productivo este ciclo de atribuciones en las charlas escritas de Mansilla es la asunción
por parte del autor de ambos fenómenos: la puesta en abismo de las versiones y el
cuestionamiento que, sin explicitarlo, abandona la lógica de lo verdadero para ingresar
en los terrenos de lo verosímil. Es el incipiente desarrollo de un principio ficcional.
James Olney (1980) remarca los tres órdenes que se inscriben en el nombre del género:
el orden del autos, del bios y de la grafé. Las condiciones de la escritura –de la marca
del grafo– modelan la relación entre el individuo y su vida. Por eso, estos actos auto-
biográficos se dirimen en el marco de los modos del relato. Narrar (y esto está en la
lengua y en toda la escritura) es replicar el paso del tiempo y la primera traición al
orden del bios consiste en la elipsis. Es que —como percibe ajustadamente Loureiro
(1991) al incorporar los aportes de Olney— reflexionar sobre las características de lo
autobiográfico permite pensar teóricamente toda escritura.
Exponerse a la lectura es habitual para el causeur que busca entretener pero en esa
supuesta transparencia del yo, deja sembrada la duda posible de la ficción literaria.
Interpela a los lectores sugiriendo que tal vez todo eso que el yo dice de sí no sea más
que una travesura para divertirlos, enojarlos o retenerlos leyendo. En “Un consejo y
una confidencia” inquiere al público al respecto:
como foro público de una conversación íntima o para pocos, que propicia una super-
posición en abismo de interlocutores y, por supuesto, en la lengua elegida. En este
sentido, la causerie puede leerse como variación de una escritura autobiográfica y
también de una conversación. Esta mixtura genera una forma polifónica donde el yo
se cuenta y conversa con los interlocutores. Los famosos retratos múltiples donde
Mansilla se enfrenta o da la espalda a su propia figura son metáfora de este trabajo.
El yo necesita a otro(s) para retratarse y para charlar pero ese otro es, antes que nada,
una posición en el discurso.
Cuando decimos que Mansilla charla consigo a través de la charla supuesta con los
lectores recuperamos la noción del lenguaje como realización, como acto que concede
al propio existir una consistencia real. Contra el olvido propio y ajeno, la inscripción
confiere a la experiencia una lógica narrativa organizada, aun en lo múltiple. A esta
condición se refiere Elizabeth Bruss (1991) al analizar la escritura autobiográfica
como un “acto literario”. El concepto de acto, de acción en el uso del lenguaje, está
presente con fuerza en las escrituras autobiográficas. Tal vez tenga que ver con el
4. Julio Schvartzman (1996) analiza el problema de la verdad y la fidelidad y, por supuesto, como hablamos de escritura,
relato del altercado con el vigilante
en “¿Por qué?” como una efusiva
con la verosimilitud.
provocación que construye una
imagen de escritor. A partir de la lec- El silencio, ya no solo de la interrupción, sino de la elipsis que el narrador elige para
tura de esta y otras causeries afirma
que la inscripción de Mansilla en la segmentar y periodizar sus recuerdos adquiere nuevos significados. Aquello sobre
modernidad es conflictiva. Escritor lo que no se charla (lo que no se cuenta, lo que no se termina, lo que se promete y se
para el público lector de folletines
que forma parte ya de un mercado,
abandona) también construye la imagen del causeur. Tramar el anecdotario personal
antiburgués y tradicionalista a su con las exageraciones y los rumores que circulan sobre él tensiona y genera dudas
manera. Alejandra Laera (2004), en
el capítulo “La ciudad en el mapa”
respecto de cuál es el régimen de verdad que instalan estos textos y el grado de coin-
de su libro sobre la emergencia de cidencia que plantean entre autor, narrador y personaje. Al pensar las causeries como
la novela en el ochenta, vuelve a leer una reversión del género autobiográfico, consideramos que el movimiento reflexivo
esta causerie desde la perspectiva
que le interesa como un testimonio que supone la revisión de la propia vida hace lugar en este caso a la mirada, la opi-
de la modificación en el entorno y la nión y la modificación de otros en una intensidad e incidencia mucho más directas
representación urbana en la ficción
del período. Fabio Espósito, quien
que las del lector siempre presente aunque imaginado de las escrituras íntimas. La
también releva el surgimiento de introspección cede ante el peso de la exposición.
la novela, la lee como “una tensión
en la experiencia narrativa del
ochenta, en la medida en que pueda
establecerse una correlación entre 2. Tragado por el lector: difusión, difamación y credulidad
la emergencia de un nuevo público,
percibido como alteridad por la elite
letrada y las nuevas funciones de los En la ya célebre “¿Por qué?” (que por la fábula que relata, la potente descripción de
procedimientos de ficcionalización
en la prosa narrativa”. Sin embargo,
los sucesos, y la particular inclusión de otros géneros discursivos ha sido repetida-
Espósito (2009) ubica a Mansilla mente analizada), el juego con la metáfora alimenticia de engullir, deglutir y leer –que
como uno de los escritores que
aún sostiene una “concepción de la
Alan Pauls (1984) ha sistematizado al nivel de teoría narrativa– habilita la interpre-
escritura subordinada a las prácticas tación acerca de la voracidad por la vida ajena como motor para la indagación y
políticas, y al mismo tiempo una exhibición de la vida propia.4 Un diario ha distribuido una información falsa sobre
relación problemática con el nuevo
público de la prensa”. Si bien es Mansilla y el causeur aprovecha esa distribución difamatoria para redoblar la apuesta
atendible lo que plantea en su del renombre y la reputación e intervenir en un circuito de noticias leídas y publicadas
análisis de la figura de Mansilla-
escritor creo que la lectura específica
en medios distintos. En la causerie (se trata de la segunda charla publicada en cinco
de esta charla, así como la del resto entregas a partir del jueves 23 de agosto de 1888) se aclara que esta no es la primera
de la obra, complejiza la categoría de
subordinación y permite encontrar
vez que El Mosquito hace circular un rumor sobre su persona y anticipa el relato de
en esa “relación problemática” un lo que tiempo después escribirá en “El famoso fusilamiento del caballo”:
vaivén que incorpora la dimensión
espectacular, la conciencia de
novedad e, incluso, prácticas de pro- hacía poco tiempo que El Mosquito me había hecho fusilar un caballo con todas las
fesionalización aun cuando los textos formalidades de ordenanza —ya nos divertiremos otra vez con este episodio, que
se escriban dentro de este formato
genérico híbrido donde lo autobio-
es lo mejor quizá de mi vida, relatado, bien entendido, tal como el hecho pasó—
gráfico y lo ficcional se superponen. (Mansilla, 1963:49).
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Pues esta última parte era la que Dimet temía que, publicada bajo mi firma, como
ahora, fuera tragada por el lector, dejándole el mismo convencimiento que deja en
la cabeza menos apta para recibir verdades, la enunciación de un axioma, como
por ejemplo, que dos cosas iguales a una tercera, son iguales entre sí. (Mansilla,
1963:50-51.)
concreta el proyecto de las causeries como forma escrita de una conversación privada
demorada o pospuesta, contesta a la pregunta de un notable (Pellegrini) respecto de
“por qué realizó su primer viaje”, abre para los lectores la puerta de documentos
privados políticos y familiares y muestra una escena de trasgresión juvenil en la que
lectura, rebeldía y colocación social justifican al causeur en su ideario y extravagancia.
El incidente del vigilante que le “quitó la vereda”, por su parte, le sirve para exponer
(en el uso irónico del adjetivo “verídica”) la construcción amarillista de la noticia en
el periódico y la tendencia ingenua del público lector: “por la mañana del nuevo día
tomo un diario y hete aquí que la verídica hoja refería el episodio in extenso […] yo
había herido malamente […] a un vigilante” (Mansilla 1963:50). La lógica del rumor
accede a difusiones amplificadoras gracias a la prensa.
si fuera otro. De algún modo, anticipa al artista performático que entiende que su
obra es el sí mismo puesto en el centro de la observación y, por tanto, también de la
indagación propia y ajena.
Cuando en “Bilis” explica por qué comprendió que hay que armar un rostro de feli-
cidad al exponerse ante otros, la escena remite a dos circunstancias especulares: una
epifanía frente a la propia imagen reflejada y la respuesta que frente a su rostro le
8. En el relato iniciático que devuelve una mujer.8 En la primera, al verse “la cara al espejo, de la cólera a la risa”,
Mansilla presenta para su actividad
letrada, Silvia Molloy señaló la coin-
la impresión recibida le “demostró que de lo sublime a lo ridículo no hay más que
cidencia del verse reflejado como un solo paso” (Mansilla 1997:124); en la segunda, la muchacha le cuenta que la última
un rostro deformado en el espejo vez que contempló su rostro enojado “se puso tan feo” que la horrorizó; “he resuelto,
y la necesidad de confesarse por
escrito (ver: “Imagen de Mansilla” después de mirarme en el espejo suyo, no enojarme más” (Mansilla, 1997:124-125).
de Silvia Molloy y la causerie “De Mirarse en el rostro del otro, o modelar el rostro ante la mirada ajena, es también
cómo el hambre me hizo escritor”).
una crítica a la propia clase. Si lo gestual es fundamental en la comunicación y en el
efecto buscado en la conversación oral y también en la oratoria, posicionar un rostro
en la escritura resulta relevante y sugiere “la percepción de la propia cara como
máscara cifrada del mundo” (Amante et al, 1997:15).
No se trata de “un hombre común”, un “hombre del montón”: faltará todavía un siglo
para que esas otras escrituras del yo proliferen y se consoliden (Arfuch, 2012 y Sibilia,
2013). El sujeto de las causeries se sostiene todavía en la distinción de un nombre que
cifra un modo de estar en el mundo, una tradición y ciertas colocaciones públicas
suyas y de las relaciones que representa. La exposición, tanto de su fisonomía como
de sus reflexiones y anécdotas personales, cobra interés por la fama (y por ende su
deformación, reputación o difamación) de su nombre y su firma, y es en estos des-
plazamientos que se construye un personaje literario.
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