Está en la página 1de 9

ANDERSON, Perry

El Estado absolutista

Ed. Siglo XXI, 6ª ed., Madrid 1984.

(t. o.: Lineages of the Absolutist State)

ANE
XO

A. EL FEUDALISMO JAPONÉS

En el siglo VII (año 646) reforma Taika: sistema estatal unitario, copiado
administrativamente del imperio chino T'ang y regulado, a principios del siglo
VIII, por los códigos Taího, se basaba en el monopolio imperial de la propiedad
de la tierra; ciudades (creación y diseño), ejército y religión (budismo)..., todo
rigurosamente planeado y controlado por el gobierno imperial.

A partir del año 800 se va disolviendo este imperio de influencia china:

—careciendo de mandarines, la nobleza se apropia de la tierra y los


budistas consiguen privilegios sobre ella (shoen o terrenos semi-privados): en
ellos se organizó una especie de sistema señorial con los campesinos que los
cultivaban y los capataces que dirigían el trabajo —arroz, sobre todo—;

—la aristocracia de la corte —kuge— desarrolló una refinada cultura civil


en la capital —Kyoto—, y la casa Fujiwara consiguió así, gran influencia sobre
la dinastía imperial; pero fuera de la capital, la administración imperial
desaparece;

—el reclutamiento militar obligatorio desaparece, y las fuerzas armadas de


las ciudades se fueron convirtiendo en propiedad de la nueva nobleza militar de
guerreros samuráis —bushi—, que alcanzaron una posición preeminente en el
siglo XI y eran a su vez contratados por los señores y el gobierno ("privatización
del poder coactivo").

Hasta que se derrumba a finales del siglo XII con la fundación


del shogunato de Kamakura por Minamoto-No-yoritomo, que crea un aparato
militar de gobierno dirigido por los bushi, al mando de
un shogún (generalísimo), y con sede en Kamakura. Se le llamará
el Bakufu (cuartel general militar), controlaba unos 2000 hombres gokenin ("de
la casa", vasallos personales de Yoritomo), y se apropió de muchos shoen; en
provincias tenía shugo (gobernadores militares: autoridad de la zona)
y jito (intendentes de la tierra: recaudación de impuestos sobre los shoen),
llegan a adquirir shiki(derechos a costa de sus dueños): así se crearon otra vez
poderes intermedios, ya que los bushi delegaban sus funciones a cambio de
títulos sobre las rentas de tierras.

A fines del siglo XIII, debilitan este régimen los ataques mongoles, y se
hunde luego en luchas civiles.

Le sucede el shogunato de Ashikaga en el siglo XIV, y en él se feudaliza


la sociedad y el gobierno japonés;

— la sagrada dinastía imperial y la aristocracia kuge fueron privadas de sus


tierras y riquezas y relegadas a funciones ceremoniales;

— el shogunato (militar) se traslada a Kyoto; el shugo (militar) se queda


con el gobierno local a modo de señor, absorbiendo a los jito y exigiendo
prestaciones de trabajo y parte de los ingresos de los shoen: este sistema de
feudos se llamó chigyo, y se transmitía por primogenitura;

— el campesinado queda apretado en su movilidad y por las prestaciones


exigidas por los bushi;

— alrededor de Kyoto donde se fabrica el sake, hay comercio y circulación


de moneda; también aumenta la productividad rural por la introducción de
nuevos instrumentos y el aumento de tracción animal; el comercio exterior se
expandió y se desarrollaron en las ciudades gremios de artesanos y
comerciantes (pero persistía de fondo el arcaico marco imperial).

El shogunato de Ashikaga se hundió con las guerras anárquicas Onin


(1467-77) que pusieron fin al legado centralista Tahío y feudalizaron
absolutamente el país.

Los shugo fueron usurpados por sus propios vasallos, desapareciendo


los shoen y apareciendo nuevos territorios feudales sólidamente dominados por
los daimyo (s. XV y XVI), abolido ya todo poder central: poseían
absolutamente sus vasallos (mediante "leyes domésticas") y sus tierras
(los shiki se concentraron en unidades chigyo);

— el enfeudamiento más general se calculaba en términos de aldeas (mura)


unidades administrativas supervisadas por los bushi;

— era un feudalismo más patriarcal que legal (a diferencia de Europa), por


lo que no había litigios de deslealtad ni familiares (el derecho a desheredar a los
hijos impidió las insubordinaciones filiales, tan comunes en Europa); sí hubo
guerras y rivalidades por la supremacía;

— florecieron algunas ciudades mercantiles: Shakai (puerto), Hakata,


Otsu, Ujiyamada,...
— hubo una breve aparición de comunas rurales insurrectas, dirigidas por
la pequeña nobleza descontenta, sobre todo en la región central de Yamashiro,
donde la comercialización había ocasionado el endeudamiento de la población
rural; aumentaron los desórdenes con la llegada de las armas de fuego con los
portugueses en el año 1543.

En la segunda mitad del s. XVI, las guerras civiles


entre daimyos condujeron a la reunificación del país bajo sucesivos
comandantes militares:

—Nobunaga: formó una coalición regional para establecer un control


central y llegó a dominar un tercio del país;

—Hideyoshi: se alió con daimyos y reunieron un ejército con armas,


consiguiendo una unidad en el mosaico de señoríos regionales mediante la
sumisión de los daimyos a él (se quedaban con las tierras en calidad de feudos
prestados, y le enviaban parientes como prenda de lealtad); la dinastía imperial
fue mantenida como símbolo religioso de legitimidad, al margen del poder; los
bushi fueron alejados de las aldeas y congregados en las ciudades-castillo de
los daimyo, en calidad de hombres de armas, disciplinados y dispuestos a una
intervención militar (su número quedó registrado, y suponía entre un 5 y 7% de
hombres de espada —samurai— en la población); los campesinos son privados
de armas y obligados a entregar los dos tercios de su producción a los señores;
se prohibe la compra de tierra a la clase mercantil, lo mismo que quedan
excluidos del comercio los samurais, las ciudades-castillo de los daimyo crecen,
y bajo su protección se desarrolla en comercio;

—Ieyasu: daimyo que sucedió a Hideyoshi, organizó una coalición de


señores para derrotar a sus rivales en la batalla de Sekigahara (año 1600), y se
convirtió en el shogun en el 1603. Fundó el Estado Tokugawa, que duraría 250
años (hasta la época de la revolución industrial en Europa); su estabilidad quedó
reforzada por el aislamiento y total cierre de Japón a todo contacto con el mundo
exterior, por el temor de que las misiones católicas fueran una punta de lanza
ideológica (dice el autor que es un "bien fundado temor...") para la infiltración
política y militar europea en Japón.

Impuso una unidad sin centralismo, gracias a un sistema híbrido de


gobierno que los historiadores japoneses han llamado Baku-han (combinación
del dominio ejercido por el Bakufu del sistema Tokugawa y los han o casas
señoriales en sus propios terrenos), que tenía su fundamento en el shogunato
Tokugawa, tenía entre el 20-25% del terreno del país (denominados tenryo),
mucho más que cualquier otro linaje feudal y dominaban estratégicamente el
territorio; algo más de la mitad de esa tierra estaba administrada directamente
por el Bakufu, y el resto se concedían como feudos menores a los "hombres de
la bandera" de la casa Tokugawa o hatamoto (unos 5.000), entre los que se
reclutaban los puestos bajos de la administración, a los shimpan de las líneas
colaterales podían ser consejeros y a los numerosos señores que le habían sido
vasallos leales antes de que obtuvieran el shogunato: los fudai o daimyo de la
casa, del que se elegían los altos funcionarios del Bakufu (en el s. XVIII eran
unos 145, con el 25% de tierras del Japón).

Respecto a la casa imperial, procuró restaurar el aura religiosa que le


rodeaba, a la vez que apartaba al emperador y a la nobleza kuga lo más posible
de todo poder secular: el monarca era una autoridad divina relegada a funciones
espirituales en Kyoto (dice el autor en dualidad semejante aunque atenuada de
la Iglesia-Estado en Europa). En teoría, el shogun gobernaba en nombre del
emperador y como delegado suyo, pero después de varias generaciones de la
dinastía Tokugawa, el poder político recayó sobre el consejo-shogunal
(los roju), compuesto por nobles procedentes de los fudai o linajes medios; la
burocracia shogunal era extensa y amorfa y siempre había maniobras para
escalar cargos; aunque teóricamente el Bakufu podía contar con una leva de
80.000 hombres a caballo (20.000 de la bandera y de la casa además de sus
subvasallos), en la práctica contaba sólo con sus leales fudai y shimpan que en
tiempo de paz eran unos 12.000; los ingresos procedían de sus propias cosechas
de arroz, hasta que tuvo mayores dificultades y recurrió a devaluaciones de
moneda, empréstitos obligatorios y confiscaciones de la riqueza mercantil; sin
embargo ejercía también control sobre los daimyo y han exteriores a su
territorio, pudiendo esos territorios ser confiscados o transferidos (esto hasta
que se hicieron hereditarios).

También intentó el shogunato ligar a su dinastía a las grandes casas


señoriales; obligaba además a los daimyo a mantener una segunda residencia
en la capital del Bakufu (o Edo), a donde tenían que desplazarse cada año ó 6
meses dejando a familiares como rehenes cuando volvían a sus feudos (este
sistema se llamaba sankin-kotai, y aseguraba una vigilancia permanente sobre
la actividad de los magnates regionales, apoyada en una amplia red de
informadores e inspectores que ofrecía un servicio de espionaje, aparte del
control de carreteras y pasaportes interiores y de los límites de ejército y ciudad-
castillo para los daimyo; los han no tenían impuestos regulares, pero el Bakufu
podía exigir algunos para gastos extraordinarios.

Sin embargo alrededor del 90% de los daimyo y 11 de los 16 han eran casas
tozama o "foráneas" (que nunca habían sido vasallos de Ieyasu e incluso la
habían combatido), y eran excluidos de cualquier poder y participaron en el
Bakufu: representaban un 40% de la tierra, y tenían más riqueza y poder del
declarado oficialmente, tenían más rentas y con ellas podían alimentar a más
samurais (guerreros armados) que el shogunato (así los han Satsuma y Choshu),
mientras que las leales casas fudai solían tener un poder real por debajo del
declarado.

El centralismo político de los daimyo, dentro de sus han, era mayor que el
del shogunato en sus tenryo, porque no estaban mediantizados por la sub-
infeudación: promulgaban leyes, administraban justicia, recaudaban impuestos
y mantenían tropas; inicialmente concedían tierras a modo de feudos
vasalláticos a miembros de su ejército, pero después fueron aceptando samurais
con el simple estipendio del arroz (a finales del s. XVIII casi todos los bushi
tenían este tipo de contrato).

Todo el aparato administrativo del Bakufu se reprodujo en los han,


integrados por los samurais (que quedaban así apartados de la tierra) y con un
consejo o Kashindan paralelo al roju del shogunato que en ocasiones
representaba el han de tal modo que este se convertía en mera figura decorativa
(otros, en cambio, participaban activísimamente en la política). Los bushi de
más alto rango ocupaban los cargos de funcionarios superiores en el gobierno
de los han, y los samurais se convirtieron en clase culta y fiel al han.

El campesinado estaba jurídicamente atado al suelo, con una hectárea de


terreno y debían pagar a su señor el 40-60% del producto, en un principio, y
luego el 30-40%, siendo cada aldea colectivamente responsable. Sin embargo,
también los campesinos tenían diversos estratos sociales más o menos
enmascarados por ficciones de parentesco, que luego se convierten en
relaciones monetarias; aunque era ilegal, algunos hipotecaron sus tierras en
tiempo de hambre (s. XVIII) a los usureros (jinushi) o caciques (shoya) de sus
aldeas, enriqueciéndose éstos y empobreciéndose ellos; a pesar de que la
renta per capita aumentó al detenerse el crecimiento demográfico. Este hecho
provocó rebeliones populares en los siglos XVIII-XIX en el campo, tanto contra
el han como contra el Bakufu, que atentaban contra el régimen feudal aunque
aún eran muy desorganizadas.

La larga paz y los impuestos continuados hicieron posible adaptar nuevas


tierras para el cultivo, incrementar los aperos de hierro, mejorar el regadío y los
fertilizantes y multiplicar las variantes de los cultivos; también la población
aumentó en un 50% en este s. XVII; pero a principios del s. XVIII disminuyó,
debido a que el hambre, ocasionado por las malas cosechas, hizo que se
practicara el control de natalidad en las aldeas, de tal manera que el crecimiento
de la población fue mínimo. Sí creció el comercio: tanto el arroz que recogían
los han como contribución y que cambiaban por dinero en la ciudad, como por
algunos cultivos especializados que realizaban: azúcar, algodón, té, añil y
tabaco.

En la ciudades se habían desarrollado importantes centros mercantiles y de


manufacturas, aunque no se concedía más autogobierno que unos honoríficos
consejos de comerciantes en Osaka y Edo, bajo el estricto control del Bakufu:
pero el mismo sistema de residencia periódica de los han en la capital Sandin-
Kofai, hacía que circulara y se empleara en ésta grandes sumas de dinero (ya
que los daimyos tenían allí extensas propiedades, mansiones, oficinas, escuelas,
cuarteles, gimnasios, prisiones,...), llamadas yashiki (de hasta 160 hectáreas),
en donde posiblemente residía de modo permanente una parte del ejército
del han y que estaban alrededor del Palacio-fortaleza Chiyoda del shogunato.

La necesidad de convertir en dinero los tributos en especies, hace que nazca


y prospere la clase de los comerciantes-prestamistas (chorin) que acumulan
fortunas aunque tienen prohibido comprar tierras; prosperan también los
transportes, etc.

Los campesinos emigran ilegalmente a la ciudad, por lo que Edo tenía en


el s. XVIII más población que Londres y París entonces, con la consiguiente
pérdida de contribución por falta de especie para el Bakufu y los han, que se
convirtieron en permanentes deudores de los mercaderes, pero reaccionaron
presionando a éstos a que les hicieran "regalos", y reduciendo la ración de arroz
a sus samurais, por lo que los chorin no progresaron; además, sus ganancias
estaban a merced de la nobleza, que podía exigir impuestos extras.

El Derecho civil imperante era precario y en todo caso protegía a los


comerciantes de las presiones de los han, pero no del Bakufu. En general, el
sistema Baku-han impidió la aparición de un mercado interior unificado, ya que
los han ponían el libre paso de bienes y de personas, y restringían la
importación. Además, el aislacionismo Takugawa (que cerró fronteras de
entrada y salida a partir del 1630, salvo el enclave chino-holandés en Nagasaki)
fue otro factor que impidió el desarrollo del capital mercantil en Japón, y con
él el modo de producción capitalista porque, aunque Japón tuviera en el s. XVIII
más población que Francia, dice el autor apoyándose en Marx, que no puede
haber capitalismo en un sólo país.

A partir del s. XVIII, además de que decrece la población, el Bakufu


paraliza la expansión en sus grandes ciudades, y la vitalidad comercial ya había
pasado de Osaka a los mayoristas interregionales que consiguieron algunos
privilegios y aún centraron más en provincias la iniciativa empresarial a finales
del s. XVIII.

A principios del s. XIX los más dinámicos fueron los jinushi o


comerciantes rurales, que aprovecharon lo poco explotadas que estaban las
aldeas para implantar industrias de sake o de manufactura de seda, lo que atrajo
a gente de la ciudad hasta llegar a transformar el campo, aunque era una
industria artesanal y poco equipada: la prosperidad de los comerciantes había
producido el cultivo de la pintura y literatura, pero ningún avance científico ni
político; los chonin cultivaban imaginación y diversión, pero investigación y
crítica apenas existía, por tanto, carecían de autonomía intelectual y de dignidad
corporativa y siempre estuvieron bajo el modelo feudal que impuso el
shogunato.

Sin embargo, el Bakufu sucumbió bajo su propia organización, ya que:


a) dio pie a una velocidad y volumen de circulación mercantil notablemente
alta (a mitad del s. XIX era social y políticamente como la Francia del s. XIV,
económicamente Edo era superior al Londres del s. XVIII; culturalmente el
30% de los adultos sabían leer y escribir, como en Europa y Norteamérica);

b) los Tokugawa consiguieron estabilidad y prosperidad interna a base del


aislacionismo, lo que impidió el intercambio y una dinámica más modernizada
en la Administración, en la industria,...

c) la carrera de ostentación entre Bakufu y daiymos para mostrar los grados


de jerarquía y prestigio hizo entrar en crisis a todos pero, especialmente, a
Bakufu (que siempre sufría desequilibrio entre sus responsabilidades —además
de su corrupción— y su capacidad fiscal, aunque intentó defenderse devaluando
la moneda. En el s. XVII las minas producían la mitad del la plata que llegaba
de América a Europa en sus mejores momentos, pero en el s. XVIII hubo
inundaciones y la producción bajó considerablemente);

d) después de casi una década de malas cosechas hubo hambre en casi todo
el Japón en la década de 1830; y en 1837 hubo en Osaka una tentativa
desesperada de insurrección plebeya que reveló hasta qué punto estaba corroído
el aparato militar del shogunato que era incapaz de garantizar la seguridad en
la propia Edo, a la vez que crecían las fuerzas que podía reunir los han Tozama.
A mediados del s. XIX sigue la paz Tokugawa, pero su poderío militar sufre —
a la inversa del absolutismo europeo— una progresiva disminución.

Llegó el impacto del imperialismo occidental con la llegada de la escuadra


del comodoro Perry en 1853, y la agresiva intrusión de barcos de guerra
norteamericanos, rusos, británicos, franceses y otros en aguas japonesas,
exigiendo a punta de cañón el establecimiento de relaciones diplomáticas y
comerciales (cuando el Bakufu había inculcado la xenofobia en todas las clases
sociales como principio de sociología de dominio): el Bakufu tuvo que ceder a
una cierta apertura del Japón ante la superioridad del ejército extranjero anclado
en Yakphama y tuvo que reconocer, ante el Japón, que su debilidad era la causa
de tener que ceder, por lo que se propició la insurrección y se ganó la antipatía
del emperador en Kyoto; la la aristocracia kuge de éste reaccionó intrigando
contra lo que veía como un peligro nacional en el shogunato de Edo.

El shogunato de Edo hizo emisiones arbitrarias de moneda que, al no


corresponder a su peso en plata, no fue aceptada en paridad con las occidentales
por los comerciantes extranjeros; se hubo de devaluar sucesivamente y emitir
papel moneda, lo que ocasionó una terrible inflación interna, mientras
exportaban té, seda y algodón; el lamentable estado de la burocracia shogunal
le impidió actuar clara y decididamente; se produjeron algunos asesinatos a
manos de samurais xenófobos y los feudos tozama se envalentonaron (Satsuma,
Chosu, Tosa y Saga), pusieron en pie de guerra sus recursos militares y
económicos, modernizaron y equiparon con armamento occidental los
ejércitos han, reunieron samurais y equiparon a campesinos ricos que fueran
una posible fuerza plebeya contra en shogunato; consiguieron el apoyo y el
crédito de algunos banqueros chonin, y una constante vinculación con los kuge
de Kyoto les aseguró la cobertura de la insurrección: se trataba de restablecer
la autoridad imperial que había sido usurpada por el shogunato: tomaron Kyoto
en 1867 y el emperador Meiji leía una proclama que ponía fin al shogunato (que
no se defendió) y con él el feudalismo en Japón.

El estado Meiji fue al principio una dictadura de emergencia (liquidó el


sistema de feudos y los cuatro estamentos, promulgó la igualdad de todos los
ciudadanos ante la ley, reformó el calendario y el vestido), pero no llegó a ser
un gobierno absolutista sino capitalista: inmediatamente (creó un mercado
unificado y una sola moneda y promovió sistemáticamente la industrialización
y expansión militar), y autoritario frente al verdadero absolutismo que vendría.

Japón pasó sin transición del feudalismo al capitalismo.

(Según el autor el Estado Tokugawa se hundió por:

—la parcelación de la soberanía;

—falta de monopolio de la fuerza armada; y

—por la incapacidad para suprimir la legitimidad imperial.)

AN
EXO

V. BIBLIOGRAFÍA

Quizá puedan servir como antídotos:

a) Wetter, G.A. y W. Leonhard, La ideología soviética, Ed. Herder,


Barcelona 1964.

b) Aubert, Jean-Marie, Moral social para nuestro tiempo, Ed. Herder,


Barcelona 1972.

c) Fadden, Charles J., La filosofía del comunismo, Ed. Sever-Cuesta,


Valladolid 1961.
d) Ibáñez Langlois, J. Miguel, El Marxismo visión crítica, Ed. Rialp,
Madrid 1973.

e) Messner, J.S La cuestión social, Ed. Rialp, Madrid.

T.C.
(1986)

También podría gustarte