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Martínez de La Escalera Adios A Derrida 2005
Martínez de La Escalera Adios A Derrida 2005
Universidad Nacional
Autónoma de México
ADIÓS A D E R R I D A
f
Ejercicios de Memoria
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I S B N 970-32-2304-4
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Todas ellas son íntimas y públicas al mismo tiem-
po. L a deuda con su pensamiento teórico es t a n
p a r t i c u l a r , tan p r i v a d a y personal, casi autobio-
gráfica como público es el afecto emocionado.
Ambos se exhiben sin p u d o r en este pequeño l i -
b r o . No hay p u d o r cuando se emula la inquietud
teórica y de vida de D e r r i d a ; no lo hay cuando se
cuentan en primera persona las maneras de la me-
moria. Estos textos muestran que el pudor es inne-
cesario y que la memoria puede ser impúdica pues
intenta decirlo todo de la relación entre dos, a u n -
que uno de ellos haya sido u n escritor al que n u n -
ca se conoció directamente.
¿Por qué creemos que es mejor recordar que no
hacerlo? Sobre todo si recordar quiere significar
d a r pie a u n trabajo de duelo. No es posible dedi-
carse a la tarea de actualizar el pensamiento de-
r r i d i a n o , de hacer uso de él desde u n aquí y ahora
específicos, como hacen todos los que escriben
desde diversas disciplinas, sin u n "ahora del reco-
nocimiento", como indicó Walter Benjamín.
Este ejercicio es parte de una tarea imposterga-
ble, de u n deber — n o de conciencia sino de pos-
t u r a — más allá de l a imposición. E s , pues, u n a
tarea en la libertad y con la historia. E n especial,
es un deber frente a la historicidad del pensamiento.
Esta última condición indica la necesaria deci-
sión de transmisibilidad, es decir, que los saberes
podrán ser transmitidos y crear así comunidad de
intereses, de opinión o de interrogación, y también
podrán situarse en relación con el pasado, el p r e -
6 ADIÓS A DERRIDA
senté y el futuro, y con la inexorabilidad de la muer-
te . La muerte de los seres humanos y la de las ideas.
¿Es esto, el duelo, una decisión para no olvidar?
¿Brinda esto algún tipo de consuelo? La filosofía lo
ha creído así. Desde siglos atrás el pensamiento t r a -
baja modelando ejercicios de consolación, y cree-
mos, al igual que cierto sabio jesuíta de antaño,
que cuanto más practiquemos la consolación fren-
te a la muerte de los otros, mejor nos saldrá a la
hora de nuestra propia muerte. Siguiendo sus i n d i -
caciones, éste será u n primer ejercicio.
Estos textos breves, brevísimos incluso, se i n -
terrogan sobre la memoria, las palabras adecuadas
y performativamente activas de las ceremonias del
adiós, sobre la socialización del dolor y la fragili-
dad del cuerpo. No pretenden dar respuestas pero
se preocupan por a b r i r u n camino al pensamiento
para que, algún día, otros puedan encontrarlas en
su tiempo y lleguen a formularlas en la lengua utó-
pica del corazón. Son textos históricos: cada uno
de ellos i n d i c a la fecha y la hora de su escritura
(unas horas después de haberse conocido pública-
mente la muerte del maestro) y el talante, es decir
la huella que el comercio con el pensamiento
derridiano dejó en ellos. Según Derrida, estas tres
indicaciones están contenidas en la firma; p o r eso
el nombre de cada uno de los participantes es m u -
cho más que u n dato obligado en nuestra cultura
libresca: es la confirmación de la responsabilidad
que nos une al otro que se fue y al o t r o , el interlo-
cutor y lector, que permanece. Es una responsabi-
ADIÓS A DERRIDA 7
lidad con origen asignable: pedagógica, l i t e r a r i a ,
teórica, poética, académica e incluso psicoanalítica
y política, pues todas estas disciplinas que se d a n
cita en este l i b r o , tal como lo han hecho sus practi-
cantes; responden al primer principio universita-
rio: la generosidad.
Sumados los esfuerzos aquí presentes, dan p o r
resultado u n mapa fenomenológico sobre cómo nos
acercamos, determinados hombres y mujeres, a la
experiencia de la m u e r t e , o si se quiere a la cosa
muerte; y cómo la muerte posee la fuerza — p a r a -
dójica— de crear comunidad.
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ADIÓS A DERRIDA
MARIFLOR AGUIJAR R I V E R O
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búsquedas "desviadas" sino incluso de los viejos
cimientos construidos con varios tabiques decons-
tructivos.
Frente a la reacción fácil de criticar la arrogan-
cia, el chauvinismo y a veces la frivolidad del gra-
matólogo, lo que entonces se ponía en cuestión ya
no era sólo el camino que tomamos, sino algo m u -
cho peor, algo más fundamental, que era todo aque-
llo en lo que habíamos creído en la p r i m e r a larga
etapa de nuestra formación, a la cual, a pesar de
todo, nunca habíamos pensado renunciar.
L a no respuesta del galo a l alemán nos de-
sazonaba. Ninguna explicación era admisible: si
Derrida tenía razón en ignorar al hermeneuta nos
quedábamos huérfanas de madre, sino tenía razón
nos quedábamos huérfanas de padre.
Después, p o r suerte, pudimos entrever que,
independientemente de las vicisitudes entre a m -
bos personajes, no se t r a t a b a de encontrar c u l -
pables n i héroes; n i u n o n i o t r o d e t e n t a b a n l a
v e r d a d , n i el que nació con el siglo X X tenía con
él todos los h i l o s ; y, a l f i n a l , la i n d i f e r e n c i a de
D e r r i d a se transformó a la muerte de Gadamer
de t a l m a n e r a que p u d o decir: " t o d o lo que ve-
nía de él me regalaba serena alegría... Me e n -
cantaba verlo v i v i r , h a b l a r , reír, caminar, i n c l u -
so cojear, comer y beber" ("Wie Recht er harte").
H o n o r a quien honor merece, hay que decirlo de
quien puede cambiar en esa f o r m a su a c t i t u d .
Por otra parte, también pudimos darnos cuenta
de que en su momento la indiferencia de D e r r i d a
10 ADIÓS A DERRIDA
no era mucho más que eso: u n gesto sobredeter-
minado por una afirmación muy profunda, por una
afirmación cuya huella quedó impresa precisamen-
te en la no respuesta, que fue el texto " I n t e r p r e t a r
las firmas", en el cual se nos recordaba dónde es-
taba lo realmente importante, en una extraordina-
ria confrontación entre Nietzsche y Heidegger. E n
ese texto, que p o r lo demás p u d o sacarnos de l a
zozobra y la culpa, Derrida nos recordaba, siendo
consecuente consigo mismo, que el trapecista
Nietzsche no requería ser salvado n i que se le ten-
diera una r e d protectora, puesto que gustaba j u -
gar en las alturas, corriendo todos los riesgos: el
de la r i s a , el del deseo, l a fiesta y la alegría; l a
vida, al f i n .
Hoy, que despedimos a Derrida, podemos salu-
darlo también con gratitud por haber dejado actas
donde hizo constar lo que de veras importa.
ADIÓS A DERRIDA
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ROSA NIDIA B U E N F I L
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las huellas de Ernesto Laclau en las lejanas islas
británicas.
Si bien esta entrada al pensamiento derridiano
no fue directa en ese momento, sí ha marcado
u n sello en l a perspectiva de investigación en
que me i n s c r i b o , el análisis político del discur-
so, y en relación con la cual haré a continua-
ción algunas consideraciones.
E n t r e 1986 y 1990 p a r t i c i p a b a yo en u n g r u -
po de investigación en la U n i v e r s i d a d de Essex
bajo la coordinación de L a c l a u ; ahí la presencia
de D e r r i d a era c r u c i a l en varios aspectos. Sin
duda era fuente de conceptos, lógicas y estrate-
gias p a r a la investigación sociopolítica, y esto
puede comprobarse en las publicaciones que
constituían nuestros referentes comunes (Laclau
y M o u f f e , 1985 y 1988) y las de Laclau (1990,
1994,1996 etc.), en las cuales se i n d i c a b a n con
precisión los alcances de la producción d e r r i -
diana en el análisis político de discurso (APD).
E l propio concepto de discurso de Laclau (1985)
como configuración significante, diferencial y
relacional, abierta e i n c o m p l e t a , es afín a las
consideraciones que D e r r i d a plantea en 1988
sobre el texto como haz de significaciones que
remiten siempre a una intertextualidad abierta.
L a dislocación potencia una conceptualización
del sujeto posible. Ante la anunciada "muerte del
sujeto" p o r parte del estructuralismo, se abre la
posibilidad de conceptualizar la emergencia de los
sujetos que la historia reciente nos viene exigien-
14 ADIÓS A DERRIDA
do. L a noción de sujeto de l a decisión en L a c l a u
(1990), cuya condición de p o s i b i l i d a d r a d i c a
precisamente en l a dislocación del sistema y en
la distancia que separa esta estructura dislocada
del momento de l a decisión, comparte en mucho
lo que D e r r i d a desarrolla en Espectros de Marx
con relación a Hamlet y the time is out ofjoint,
desde luego, no en relación con el sujeto (tema al
cual D e r r i d a nunca fue muy afecto) sino con la
lógica misma de la dislocación.
L a lógica presente en los significantes vacíos,
como significantes susceptibles de ser vincula-
dos a una universalidad sostenida, p o r una p a r -
te, p o r la capacidad de articular una infinidad de
significaciones posibles; y , p o r la o t r a , p o r no te-
ner vínculos definitivos con u n valor p a r t i c u l a r .
Lo anterior refuerza la capacidad de u n signi-
ficante vacío para hegemonizar temporalmente u n
campo en la medida en que mantenga su i n -
decidibilidad, y de ahí su importancia en l a polí-
tica ( L a c l a u , 1994). Esta lógica del significante
vacío comparte en mucho la noción de differance
acuñada por Derrida, en su doble cara, como tem-
p o r a l i d a d y como espacial id ad.
O t r o momento de incorporación del pensa-
miento d e r r i d i a n o a la perspectiva de investiga-
ción con la que estoy c o m p r o m e t i d a , se hace
patente, en m i caso, en la búsqueda de diversas
aproximaciones a u n a estrategia analítica que
permitiera i n c o r p o r a r premisas posfundaciona-
hstas, críticas de las esencias y de los centros
ADIÓS A DERRIDA 15
fijos y preestablecidos. Esta búsqueda operó
como punto de partida para u n segundo momento
de exploración de la deconstrucción. I n i c i a l -
mente se realizó mediante la comparación de
las configuraciones y lógicas de lo social bus-
cando "semejanzas de familia" entre autores con-
temporáneos (e. g. Foucault, Castoriadis, K u h n ,
entre otros; cf. B u e n f i l , 1995).
D e r r i d a viene entonces a ser incorporado de
manera más definida a la caja de herramientas
conceptuales y analíticas de la perspectiva de
análisis político del discurso educativo, línea que
de ahí en adelante caracterizará a las investiga-
ciones en que me comprometo. E l carácter i n -
decidible y ambiguo de las estructuras, las zo-
nas opacas de las fronteras y los límites entre la
i n t e r i o r i d a d y la exterioridad constitutiva, Ínter
alia, son formas que van exigiendo gradualmente
u n pensar las relaciones entre los discursos como
nunca definitivas o, si se q u i e r e , como rasgos
de una tensión inerradicable entre la presencia
y la ausencia, lo necesario y lo contingente o el
pasado y el f u t u r o .
Desde aquí se p e r f i l a u n a clara inserción de
la sutü lógica d e r r i d e a n a en el análisis político
ya que se v a n tejiendo imágenes como:
• L a indecidibilidad como u n a noción p a r a
apresar la escurridiza idea de lo que no termina
siendo algo sino que siempre puede seguir sien-
do lo o t r o , u n a f o r m a de inteügibilidad del m o -
vimiento i n t e r m i n a b l e entre a l menos dos posi-
16 ADIÓS A DERRIDA
bilidades de fijación que no llegarán a detener-
se más que p o r u n a decisión que excluye y de-
m a r c a , y en esa exclusión revela u n rasgo del
registro político susceptible de ser deconstruido.
• L a naturalización, que se perfila como una
acción política p o r excelencia mediante l a cual
se pretende dar u n carácter necesario, incuestio-
nable y universal a p r i o r i a aquello que es resul-
tado de una articulación contingente, mediante
el intento de b o r r a r las huellas de la decisión
instituyente, del momento de exclusión y confor-
mación de u n sistema i n c l u s i o n a r i o / e x c l u -
sionario.
• L a desedimentación y la reactivación de los
momentos de decisión que excluyen y demar-
can a l texto en su contexto, p e r m i t e n recuperar
la dimensión ética y política del discurso h a -
ciendo del olvido y la naturalización del sentido
u n objeto de conocimiento y , p o r ende, p o n i e n -
do de reheve la responsabilidad del agente en
dichos procesos.
• Nociones como e x t e r i o r i d a d c o n s t i t u t i v a ,
h u e l l a , m e m b r a n a , suplemento, diseminación
operan como dispositivos de intelección p o n i e n -
do en evidencia u n a serie de operaciones dis-
cursivas mediante las cuales l a dimensión del
poder se hace comprensible.
Los vínculos entre el trabajo de Derrida y las
investigaciones que comparten la perspectiva del
APD, son numerosos y de diferente t i p o , y van des-
de la referencia intertextual de APD a la conceptua-
ADIÓS A DERRIDA
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lidad d e r r i d i a n a , hasta los numerosos encuen-
tros académicos, políticos, temáticos y persona-
les entre D e r r i d a , L a c l a u y sus colaboradores.
E n t r e ellos sobresale en 1991 la visita de cuatro
días de D e r r i d a a la Universidad de Essex, en la
cual, además de dictar l a conferencia " T h e f o r -
cé of law. The mythical origins of a u t h o r i t y " , tuvo
varias sesiones con el grupo de Análisis Político
de Discurso.
L a herencia de D e r r i d a es a b u n d a n t e , com-
p l e j a , exigente. N a d a fácil es comprender u n
concepto que se resiste a ser f i j a d o , que exige
u n suplemento, cuyos márgenes son móviles,
que es objeto de una i n t e r t e x t u a l i d a d i n f i n i t a y
cuya estructura es indecidible. Sumamente ago-
t a d o r , además, es desbrozar su escritura p a r a
encontrar la riqueza y la f e r t i l i d a d de su pensa-
miento. L a herencia de D e r r i d a o es c o m p r o m i -
so o m e j o r n i se menciona.
Evocar a D e r r i d a , a escasos días de su falle-
cimiento, es r e c o r d a r l o también cuando en i n -
contables ocasiones él intentó resucitar a su vez
a quienes se adelantaron en el viaje. Sus home-
najes a F o u c a u l t , a Deleuze, a Le vinas — p o r
mencionar a algunos— son también muestra de
este legado en el plano de lo h u m a n o , la solida-
r i d a d y el cuidado del o t r o que D e r r i d a nos he-
reda.
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ADIÓS A DERRIDA
Bibliografía
ADIÓS A DERRIDA 19
HABERMAS, J . , E l discurso filosófico de la modernidad,
Madrid, Taurus, 1989.
LACLAU, E., "Politics and the Iimits of Modemity", en A.
Ross (ed.), Universal Abandon?, Minneapolis,
University of Minnesota Press, 1988.
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dres, Verso, 1990. Existe versión en español, Nue-
vas reflexiones sobre las revoluciones de nuestro tiem-
po, Buenos Aires, Nueva Visión, 1994.
— y Ch. Mouffe, Hegemony and Socialist Strategy,
Londres, Verso, 1985. Existe versión en español,
Hegemonía y estrategia socialista, México, Siglo
X X I , 1987.
20 ADIÓS A DERRIDA
JOSÉ CARBAJAL ROMERO
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haciendo oportuno lo inoportuno? ¿Por qué nos
interpela la muerte del otro? T a l vez, p o r q u e ,
sin saberlo, a través de esa muerte nos habla
nuestra muerte. Habla D e r r i d a :
22 ADIÓS A DERRIDA
Hay de entrada en este planteamiento una i m -
posibilidad o una carencia o una ausencia. T e -
nemos el signo pero no la " r e a l i d a d " que éste
n o m b r a . Tenemos el nombre pero no sabemos
qué es lo nombrado. Parece — y aquí como pue-
den observar prefiero l a precaución— que hay
una relación ausente entre la p a l a b r a y aquello
a lo que ésta se asigna. Lo que no quiere decir
ausencia de sentido. T a l vez, sólo t a l vez, sea
más bien excedencia de sentido. Volveremos a
este asunto más t a r d e , aunque sólo sea p a r a
hacer más preguntas. Mientras t a n t o , vuelve a
tener la palabra D e r r i d a :
ADIÓS A DERRIDA 23
todos los que pueden decir " m i muerte", es irrem-
plazable. " M i vida" también. [... ] Nada es más susti-
tuíale y nada lo es menos que el sintagma " m i muer-
te" (Derrida, 1998: 45-46).
E n la significación de la m u e r t e , como en la
de todo significante, hay siempre una falta y u n
excedente de sentido (o cuando menos —permí-
taseme la dubitación— la inevitable posibilidad
de adicionar, restar o diversificar sentido), es en
el juego (tal vez debiera decir en l a tensión) de
esta f a l t a y de este exceso, de esta carencia y
de este desbordamiento donde se teje l a signi-
ficación, siempre precaria, histórica, del signifi-
cante muerte, y, ¿por qué no?, de m i muerte, de
nuestra muerte, de la muerte. Hay algo terrorífico
en este juego de palabras: ¿cómo es que una
muerte p a r t i c u l a r no se agota en su p a r t i c u l a r i -
dad? ¿De que tamaño es la responsabilidad que
asumo con m i m u e r t e , con darme (la) muerte?
Dice D e r r i d a :
24 ADIÓS A DERRIDA
A h o r a b i e n , toda carga de sentido, todo sig-
nificado de m i muerte supone exclusión de sen-
t i d o , es d e c i r , h a y algo que queda fuera de m i
muerte. H a y en la significación de m o r i r m e u n a
especie de advenimiento y abandono, una acep-
tación y u n rechazo, ambos hechos en el espa-
cio y en el tiempo y , p o r t a n t o , como ya lo d i j i -
mos, históricos, pero la historia no sólo muestra
lo sedimentado, también o c u l t a , e n c r i p t a , ex-
cluye. H a y u n otro escondido detrás de lo mostra-
do, hay u n secreto i m b o r r a b l e que permanece,
Vuelvo a D e r r i d a :
ADIÓS A DERRIDA 25
c u l t u r a sobre la m u e r t e . Vuelvo a Jacques De-
rrida:
26 ADIÓS A DERRIDA
nificado situado, una precariedad en su i n c e r t i -
d u m b r e ; no hay posibilidad de suturar definiti-
vamente l a relación entre el significante y algún
sentido particular. Los conceptos que nosotros an-
clamos a palabras específicas pueden no sólo
explicar u n a porción de las realidades, no son
sólo expresión de la tarea simbólica iniciahnente
asignada a u n concepto. También pueden deve-
n i r en estructuras-obstáculo que limitan la emer-
gencia de nuevas formas de pensamiento, es de-
cir, obturan, la inteligibüidad de otras realidades.
Recordemos que u n sistema de interpretación,
cualesquiera que este sea, " n o es nunca neutro:
n i filosófica n i políticamente" (Derrida, 1995:38).
Por tanto, es necesario romper (subvertir) los con-
ceptos, las palabras, encontrar los matices de su
potencial significatividad. D a r cuenta de los p r o -
cesos específicos (históricos) que condujeron a
su configuración y de las problemáticas que p r e -
tendían resolver. Indagar sobre su "secreto guar-
d a d o " . Establecer nuevas relaciones entre sus
significados posibles y construir al establecerlas
nuevos significados. Termino este rito con las pa-
labras de D e r r i d a , no sin antes decirle, sabiendo
que no me escucha, adiós y gracias:
ADIÓS A DERRIDA 27
lenguajes de la muerte en general, de la medicina,
etc. Pero no hay ninguna cultura de la muerte mis-
ma o del propiamente morir. El morir ni natural (bio-
lógico) ni cultural de parte a parte. Y la cuestión de
los límites que se articula aquí es tanto la de la
frontera entre las culturas, las lenguas, los países,
las naciones, las religiones, como la del límite en-
tre una estructura universal (pero no natural) y una
estructura diferencial (no natural sino cultural)
(Derrida, 1998: 22).
Bibliografía
28 ADIÓS A DERRIDA
ROSSANA CASSIGOLI SALAMON
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compañerismo, como devoción, deuda y o f r e n -
da ceñidas a la lealtad. " S i n comercio de f a n -
tasmas" (1995: 8). E l sentido de la amistad como
alianza. Como naturaleza de la responsabilidad y
el compromiso con el legado. L a amigabilidad
que proviene y se dirige a raíces, y prevalece en
una impecabilidad que la precede, impregnada
en u n pensamiento organizador de la politicidad
de la memoria, de la herencia y de las generacio-
nes, en nombre de l a j u s t i c i a . De la justicia ahí
donde aún ésta no se encuentra. E n sus p a l a -
bras: "Este ser con espectros también sería una
política de la m e m o r i a , de la herencia y de las
generaciones" (1995: 9). Escribió D e r r i d a :
30 ADIÓS A DERRIDA
Proferir el mensaje Adiós a Levinas lo conduce
a la expresión a-Dios, escribe, "esa palabra que
en cierto modo me viene de él, esa palabra que él
me habrá enseñado a pensar o a p r o n u n c i a r de
o t r a m a n e r a " (1998: 11). L a irrupción del otro
como el que padece, rasga el encierro de la con-
ciencia y ubica el compromiso frente a l próxi-
m o ; he aquí la a p e r t u r a a la responsabihdad
absoluta del otro. L a h u m a n i d a d es el a l u m b r a -
miento del hombre como u n ser m o r a l . Cuando
busca superar el desconsuelo, hace a l o t r o su
prójimo, la h o s p i t a l i d a d no cede a los buenos
sentimientos, sino que el pensamiento del o t r o
es p r i m e r o , porque la acogida es lo p r i m e r o , ahí
soy su rehén.
D e r r i d a piensa en P a u l de M a n , con P a u l de
M a n , pero sin él. Pensar con él es su responsa-
b i l i d a d hacia él, más v i v a que n u n c a , aunque
él esté m u e r t o . Se m a t e r i a l i z a en la e x h o r t a -
ción a c o n t a r u n a h i s t o r i a .
ADIÓS A DERRIDA 31
M a n " . E l poder de l a m e m o r i a no es entonces
el de r e v i v i r , sino el de p r o m e t e r y b r i n d a r el
futuro.
F u t u r o legado en l a obra de P a u l de M a n , no
ajeno a su m e m o r i a , pues se atiene a lo que él
d i j o , pensó y afirmó sobre la memoria, cuya esen-
cia alegórica radica en el duelo imposible o i l e -
gible (1998: 44). Reafirmamos nuestra fidebdad
al amigo ausente a l actuar en cierto modo en me-
moria de él. Una y otra vez sabemos que nuestro
amigo, irreparablemente ausente, se ha ido para
siempre, yace abolido a l extremo de no saber n i
recibir nada de lo que ocurre en su memoria.
Escribe D e r r i d a vencido por la certeza:
32 ADIÓS A DERRIDA
como única ofrenda verdadera. " N o se puede
prometer a medias, siempre hay que p r o m e t e r
demasiado" (1986: 167). P a u l de M a n escribió:
" C u a n d o el amigo ya no está a l h , la promesa
aún no es sostenible, no habrá sido hecha, pero
como huella del f u t u r o , aún puede ser renova-
da" (166).
En la p a l a b r a de Levinas: " P o r la memoria
me f u n d o fuera del t i e m p o " (1995: 79).
Bibliografía
ADIÓS A DERRIDA 33
ESTHER COHÉN
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t r a ella; en la lengua, que es lo más preciado
que se tiene, pero a la que nunca se posee; en su
j u d a i s m o , que, siendo lo más i m p o r t a n t e p a r a
él, es, a l mismo t i e m p o , lo que menos cuenta en
su v i d a ; en su n o m b r e , que la m a d r e no puede
recordar y que, p o r lo tanto, mientras ella v i v a ,
él no tendrá más u n nombre; dejará de ser Jackie
para la madre. ¿Quién responderá p o r todas es-
tas preguntas sin respuesta que Derrida nos here-
da?, p o r q u e , queriéndolo o n o , somos sus h e -
rederos, nos toca ahora hablar p o r él, responder
p o r él. Como escribía su q u e r i d o y respetado
amigo, Levinas, no se trata del ser-para-la muerte
sino del ser-para aquello que viene-después-de-mí.
Y somos ahora nosotros los responsables de res-
ponder. P e r o , ¿quién tendrá la sensibilidad y la
fuerza p a r a recoger sus preguntas, sus dudas y
contradicciones? ¿Llevaremos acaso su falta
como él llevó el talit de su abuelo?: " M e lo dio
el padre de m i m a d r e , Moisés... Después de su
m u e r t e , lo volví a t o m a r como si lo hubiese he-
redado p o r segunda vez. Casi nunca lo llevo
puesto. (¿Es ésta la palabra correcta, ¡levo? ¿Lleva
u n o u n a cosa como ésta?, ¿necesita ser l l e -
vada?, ¿no lleva ella antes bien de ser llevada?y
Seremos entonces los "rehenes" de ese n o m b r e
que desde su sepultura nos "espectrea", nos l l e -
vará a cuestas como él se dejó llevar p o r su talit,
p o r u n judaismo que sin habitarlo siempre le per-
teneció. Espectros de Marx, Dar la muerte, E l
monolingüismo del otro, Memorias para Paul de
36 ADIÓS A DERRJDA
Man h a b l a n de la m u e r t e , no la de los otros sino
la suya p r o p i a , como acechándola, hasta Béliers,
su último l i b r o , y digo último y me duele escribir
esta p a l a b r a porque implica el "nunca jamás",
de l a m i s m a m a n e r a en que él escribía en
Circonfesión "me duele m i m a d r e " y le dolía p o r -
que, como cuenta Maurizio Ferrarás, en la pelí-
cula D'ailleurs Derrida, no cita ningún nombre
propio salvo, una vez, el de su madre. Y la llama
por su n o m b r e , porque sufre su muerte, porque
no ha podido decirle que su v i d a , suya, la de
Jackie, ha sido febeísima e infelicísima, la más
feliz y la más infeliz de las vidas que se pueda
imaginar. Como todo en D e r r i d a , la vida es siem-
pre eso y lo contrario, no hay lugar para el blanco
o el negro, la vida es sobrevivir y la sobrevivencia
implica siempre lo espectral y lo espectral no tiene
forma, color, sustancia, está allí aunque ya no esté,
aunque nunca haya estado, como el fantasma.
ADIÓS A DERRIDA 37
cia de su e s c r i t u r a , esa que estaba aún p o r ve-
n i r ? , ¿quién responderá por sus contradicciones
que están, digamos, " e n tensión r e a l " , me cons-
t r u y e n , me hacen v i v i r y me harán morir? ¿Cómo
aprender a v i v i r , sin Jacques D e r r i d a , sin ese es-
pectro en el que de ya se ha convertido? ¿Cómo
seguir dándole la p a l a b r a , a él, a sus temores, a
sus fidelidades?, ¿cómo conversar con su fantas-
m a , con su judaismo a toda p r u e b a , testamento
estructural, y con su judaismo "terminable/inter-
m i n a b l e " , pasado por alto, pretendidamente a u -
sente? Será necesario aprender a conversar con
él, a darle la p a l a b r a , aunque sea en sí, en el
o t r o , a l otro en sí. Los espectros siempre están
ahí, aunque no existan, aunque ya no estén, aun-
que todavía no estén. ¿Quién sino él nos enseña-
rá a conversar con ellos, ahora, Jacques D e r r i d a ,
a quien nunca conocí, a quien nunca dirigí la
p a l a b r a , ahora, ahora que nos ha abandonado,
con su espectro, sobreviviendo? Seremos " f i e l -
mente infieles", esa es su herencia, y su desapari-
ción física nos obliga hoy más que nunca a se-
guir leyendo críticamente su obra porque como
él mismo lo ha dicho, "los fantasmas están siem-
p r e ahí, regresan, vuelven a aparecer en el mo-
mento menos imaginado y nos hacen repensar el
'ahí' desde el momento en que abrimos la boca".
Estamos... Estoy de duelo.
38 ADIÓS A DERRIDA
ALBERTO CONSTANTE
Derrida:
39
¿Cómo decir adiós a quien ha dicho tantas veces, tan
sentidamente, con tanto amor, adiós a los amigos muer-
tos (Paul de Man, Levinas, Blanchot)? En su adiós a
Paul de Man, Derrida señala que todo lo que se puede
decir de un amigo cuando muere es lo mismo que se
podría decir mientras está vivo y, en este sentido, toda
relación se inscribe en el marco de las "memorias de
ultratumba". Porque en la relación con el otro, ya sa-
bemos , al nombrarlo con su propio nombre, que uno
de los dos va a sobrevivir y que el otro vivirá para
recordarlo. Y lo recordará a partir del nombre propio.
40 ADIÓS A DERRIDA
la hospitalidad que supo e n c o n t r a r en algunas
páginas memorables de su amigo E m m a n u e l
Levinas. E n ella tener en cuenta la relación en-
t r e el hostis (enemigo, extraño) y el hospes, el
" h u é s p e d " , aquel que recibe o da acogida a l
otro. L a hospitalidad permite comprender cómo
aquel que se cree dueño de su p r o p i a casa está
siempre habitado p o r los otros.
Frente a u n a "lógica de l a invitación" (yo i n -
vito a l o t r o , y le p r e p a r o m i casa) la "lógica de
visitación" supone que el huésped aparece sin
que uno lo i n v i t e , como el fantasma. L a figura
del fantasma está i n d i c a n d o este lugar de la
alteridad, del otro presente en nosotros más allá
de nuestros deseos e intentos de dominio. Exis-
te u n a tendencia en el pensamiento occidental
a c o n j u r a r los fantasmas, es decir, retornarlos a
sus tumbas, para que estén muertos y bien muer-
tos. Frente a esto, D e r r i d a llama a una c o n v i -
vencia armoniosa y amorosa con los fantasmas
(con los muertos-vivos). E n Espectros de Marx
señala que " H a y que amar a los espectros", y es
que todos, en tanto estamos " e n t r e " la vida y l a
m u e r t e , tenemos u n a condición fantasmática.
Quizá D e r r i d a era u n poco Admeto.
Sólo quiero r e c o r d a r que, en sus obras, esos
hijos del alma como los llamó el siempre p r e -
sente Platón, se advierte la estrategia de a p u n -
t a r a l a inteligencia que descubre que nada es
directo n i l i t e r a l , que el arte de la genuina lec-
t u r a es el de los recorridos laberínticos y b r u -
ADIÓS A DERRIDA 41
mosos, que se debe perseguir los significados
más allá de todo significado, y que es ahí donde
se abre el mundo de la escritura infinita y al diá-
logo interminable, esos núcleos fundamentales
desde los que se constituye la trama esencial de
una cultura articulada alrededor de lo que Derrida
denominó logocentrismo, ese mecanismo de la
razón, fundado en la lejanía griega, que a t r i n -
cherado en una lógica de la identidad se consti-
tuyó en una gigantesca operación de reducción
de toda diferencia, el trazo grueso de una ontolo-
gía capaz de ofrecerse como núcleo de todo sen-
tido, como fundamento último de hombres, m u n -
do e historia.
Sin D e r r i d a y sin Admeto, sin Apolo y sin el
cielo estrellado de esa pequeña niebla griega,
como la llamaba Borges, este adiós es u n adiós a
u n pensador que supo habitar la espesura de la
filosofía sin perder de vista las urgencias y los
reclamos del presente, en especial, los provenien-
tes del olvido de lo más importante: el acogimiento
y la hospitalidad de una escritura dolida p o r los
dolores de hombres y animales, interpelada p o r la
falta de justicia y p o r la necesidad de pensar con-
t r a la barbarie de nuestra época.
42 ADIÓS A DERRIDA
L E T I C I A F L O R E S FARFÁN
43
la afirmación de l a v i d a . E n p a l a b ra s de D e-
rrida:
44 ADIÓS A DEKRIDA
Hegel y Bataüle con relación al sentido, y en
donde se a f i r m a que: " C o n s e r v a r l a v i d a , m a n -
tenerse en ella, t r a b a j a r , d i f e r i r el placer, l i m i t a r
la puesta en j u e g o , tenerle respeto a la m u e r t e
en el mismo momento en que se la m i r a de fren-
te, t a l es la condición servil del señorío y de toda
la historia que ésta hace posible" ( D e r r i d a , 1989:
350) D e r r i d a no apostó p o r el hegelianismo n i
se rindió ante l a afirmación platónica de que
" f i l o s o f a r es a p r e n d e r a m o r i r " ; hay que v i v i r ,
v i v i r intensamente. P o r ello, dice:
ADIÓS A DERRIDA 45
E l tiempo de la demora de D e r r i d a ya ha con-
cluido; quisiéramos, sin embargo, que nadie conju-
re p a r a que su espectro desaparezca, que sus
obras queden como esa herencia que guarda su
nombre y su ausencia. También, quizá, p o d a -
mos esperar—como desea Mónica C r a g n o l i n i —
que, a diferencia de D e r r i d a que no aceptó la
llamada del fantasma de Heidegger, nosotros no
tomemos como b r o m a la llamada del fantasma
de Derrida y aceptemos pagar el cobro revertido.
Bibliografía
46 ADIÓS A DERRIDA
M A R C E L A GÓMEZ SOLLANO
47
vocar a l p o r v e n i r y hacia el o t r o desde la r e l a -
ción con los desaparecidos a través de las obse-
siones y fantasmas de u n a c u l t u r a . Pero ¿pode-
mos a b r i r nuestra mirada al porvenir sin asumir
las deudas con los desaparecidos, con los que
nos p r e c e d i e r o n , con las víctimas del holocaus-
t o , de las guerras, del h a m b r e , de la injusticia?
Para D e r r i d a lo espectral se encuentra i n s c r i -
to desde sus p r i m e r o s textos (La Voz y el Fenó-
meno, De la Gramatología, La Escritura y la Di-
ferencia ) y lo va desplegando en su inseparable
interés p o r la técnica. Así en 1995, en el marco
del debate público sostenido con especialistas
en su o b r a , con motivo de su viaje a Santiago de
Chile, dejó inscrita la siguiente insistencia a p r o -
pósito de algunas de sus opiniones sobre los^an-
tasmas sociales:
48 ADIÓS A DERRIDA
lor y su precariedad, lo que los desaparecidos cons-
t r u y e r o n y lo que tuvieron que abandonar p a r a
tener u n nombre propio y que queda inscrito mas
allá de la finitud de su existencia. Jacques Derrida
es el nombre propio del filósofo argelino-francés,
pero hay algo de su existencia que nos pertenece
y p o r ello este adiós es la posibilidad de darnos
u n tiempo para el duelo, para compartir u n senti-
miento difícil de simbolizar frente a la pérdida y
la urgencia que u n mundo complejo y desbocado
nos demanda frente al porvenir, cuando, tal como
lo desplegó en su o b r a , no hay u n punto de inicio
n i de llegada.
No sé si la v i d a , m i p r o p i a t e m p o r a l i d a d , a l -
cance p a r a aprehender la complejidad y r i q u e -
za de la o b r a del maestro del Collége de P h i l o -
sophie de París, y t a l vez sin siquiera debiera
i n s c r i b i r t a l preocupación. Sin embargo la mis-
ma se juega en el o r d e n del reconocimiento, l a
responsabilidad y la posibüidad. E l reconoci-
miento a u n pensador con el que estamos en
deuda, como en general lo estamos con quienes
h a n sabido sospechar de las certezas, p o r q u e
tanto adversarios como seguidores "jamás po-
drían haber concebido el discurso de D e r r i d a si
éste no lo h u b i e r a i n a u g u r a d o en una especie
de acto t a j a n t e , de acontecimiento v e r t i c a l . No
habíamos imaginado l a deconstrucción y jamás
la hubiéramos previsto" ( F o l l a r i , 2004). E l reco-
nocimiento es p o r ello responsabilidad, con su
p r o p i a obra y horizonte de inteligibilidad, como
ADIÓS A DERRIDA 49
también con su apropiación crítica y decons-
trucción creativa, para no quedar en el culto com-
placiente o abandonar el gesto acucioso, pacien-
te y persistente del maestro p a r a "atestiguar el
vacilar de las cosas" ( F o l l a r i , 2004).
Tarea compleja p o r q u e constituye u n a exi-
gencia permanente que inquieta y moviliza, p o r -
que devuelve el reconocimiento a l t e r r e n o de la
responsabuidad, responsabüidad con la p r o p i a
o b r a , con la del discurso que convoca el e j e r c i -
cio educador de la i m p o s i b i l i d a d de i n s t i t u i r ,
con la p a l a b r a y el escucha atento, vigüante del
momento desde las voces acalladas de l a histo-
r i a , con el O t r o (el e x t r a n j e r o , el i n m i g r a n t e , el
perseguido, el desplazado). Jacques D e r r i d a su-
po escuchar esas voces, p o r q u e vivió en su i n -
fancia la exclusión de lo que significa ceder su
puesto a l segundo, p o r ser j u d í o , p o r q u e reco-
rrió los pasajes del colonialismo y la liberación,
porque la clandestinidad fue una f o r m a de per-
manencia, p o r q u e aprendió a dar la muerte, la
de los otros, la de los amigos, la p r o p i a . Con su
p a l a b r a convocó a los intelectuales a calcular
una justa irrupción: " d e c i r lo que se cree que
no debe decirse" y oponer con ello " u n a voz
discordante frente a l actual consenso sobre el
capitalismo de l i b r e mercado y la democracia
p a r l a m e n t a r i a " ( R i c h a r d , 1995).
E l disenso, la diferencia, la ausencia, la i m -
posibilidad son formas de habitar el pensamiento
e imaginar el mañana. ¿De qué estarán hechos
50 ADIÓS A DERRIDA
nuestros sueños, de qué nuestras esperanzas?
Pregunta compleja y prometedora que D e r r i d a
supo i n s c r i b i r como f o r m a de dialogar con el
m u n d o , a sabiendas de que la respuesta es i m -
posible y p o r lo tanto p e r t u r b a d o r a . Pero esa
i m p o s i b i l i d a d es a l mismo tiempo la condición
p a r a que, desde u n ejercicio deconstructivo y
crítico, lo posible se constituya en u n a ética de
la apertura desde la multiplicidad de voces es-
pectrales y acalladas de los que se h a n i d o y de
los que están. A p r e n d e r a v i v i r con los fantas-
mas puede darnos la o p o r t u n i d a d de c o n s t r u i r
una escritura diferente, una escritura propia, que
no es ajena a la escritura del o t r o . U n a tarea
pendiente de la que la filosofía y l a institución
universitaria no se pueden abstraer, porque de-
j a r a l a saga del mercado a l pensamiento, no
será nada más que la muestra de nuestra p r o p i a
d e b i l i d a d . P o r ello, este Adiós a D e r r i d a es u n
tiempo p a r a el duelo, pero también u n reen-
cuentro con lo espectral de una herencia, que no
recibe globahnente u n corpus homogéneo, sino
que deja inscrita la p o s i b i l i d a d de operar u n
rescate selectivo que permea lo que el heredero
busca r e a f i r m a r del texto heredado, t a l como el
filósofo de la deconstrucción y la diferencia supo
saludar la o b r a de M a r x , cuando ya muchos l a
habían sepultado.
ADIÓS A D E R R I D A 51
Bibliografía
52 ADIÓS A DERRIDA
J O S E F I N A G R A N J A C A S T R O
53
do sus conceptos, siempre me encontraba con
su lógica, en pocas palabras estaba en un lugar
sin ocuparlo, lo cual es, en sus p a l a b r a s , la f o r -
ma del asedio p r o p i a de lo espectral.
Volví consciente esta situación hace poco tiem-
p o , y es ese reconocimiento lo que me da pie
para c o m p a r t i r con ustedes unas reflexiones en
ocasión del ingreso oficial de D e r r i d a al panteón
de los grandes espectros de la historia.
Comienzo por aclarar algunas afirmaciones lan-
zadas sobre la marcha en lo que he dicho antes.
1. Por supuesto estoy parafraseando secciones
de Espectros de Marx, libro en el que Derrida p r o -
pone una lectura del pensamiento de M a r x en cla-
ve deconstructiva que es a la vez una crítica de la
herencia de M a r x en el mundo contemporáneo.
Las reflexiones versan sobre el pensamiento de u n
desaparecido (desde el punto de vista de que no
tiene más existencia física) que reaparece ince-
santemente en sus obras desde donde cobra una
actualidad acrecentada p o r la historia. No se ne-
cesita que muera el pensador para que su obra
provoque asedios. Esto me lleva a pensar que el
efecto de espectralidad puede ejercerse más acá de
la desaparición material del autor, aunque sea po-
co frecuente referirse a u n vivo como u n fantasma.
Pero hay más de u n sentido sobre los espec-
tros en el texto de D e r r i d a , y a ellos voy ahora.
E l papel de los espectros en la obra de M a r x ,
los fantasmas que pueblan su pensamiento son la
vía que elige D e r r i d a para reflexionar sobre las
54 A D I Ó S A D E R R I O A
formas de ser de lo conceptual, tanto la concep-
tualidad que se nos ofrece en teorías constituidas
(el marxismo, estructuraJismo, existencialismo, etc.)
como la que producimos y resignificamos median-
te el uso de los conceptos.
Tomando como ejemplo el concepto marxista
de mercancía, D e r r i d a despliega una argumenta-
ción cuyo centro apunta al modo de ser de lo con-
ceptual: formas " p r e o c u p a d a s " , " h a b i t a d a s " ,
"contaminadas", "asediadas por su otro". Más aún
afirma que es necesario i n t r o d u c i r el asedio en la
construcción misma de u n concepto... de todo
concepto empezando p o r los conceptos de ser y
tiempo" ( D e r r i d a , 1995:180).
Los pares conceptuales t a n queridos p a r a la
racionalidad occidental son "lugares propicios
para la espectralidad" (p. 161) y esta fantasmática
es la que introduce precisamente, los terceros
conceptuales entre lo sensible y lo inteligible, pen-
samiento y acción, habla y escritura, entre n a t u -
raleza y c u l t u r a , sujeto y estructura, estado y so-
ciedad, privado y público, etcétera.
L a deconstrucción entendida como estrategia
de subversión de los pares oposicionales y sus
efectos colaterales parece encontrar en el asedio
y la fantasmática u n a semántica renovada y sui
generis que da a pensar la diferencia y lo d i f e r i -
do, el entre de la oposición que no se sitúa n i en
la posición (apropiación) n i en la negación (ex-
propiación) de algún lado del p a r , sino en lo otro
(Le differance), los terceros en asedio.
ADIÓS A DERRIDA 55
2. Habría que pensar si la lógica con l a que
siempre me encontraba era su lógica o si D e r r i d a
compartía u n modo de inteligibüidad también
habitado p o r L u h m a n n . E n ese sentido, no es ca-
sual n i meramente azaroso la p r o x i m i d a d entre
deconstrucción y observación de segundo o r -
d e n ; podríamos incluso decir que serían dos
extremos de costa a los que une el horizonte
epistemológico de la diferencia. Si lo vemos así,
D e r r i d a f o r m a parte de u n grupo de pensadores
profundos y radicales que h a n puesto en j a q u e
al pensamiento de l a u n i d a d y sus pretensiones
de a f e r r a r la r e a l i d a d a p a r t i r de e n c o n t r a r su
esencia y fundamento.
E l pensamiento de la diferencia viene, c u a n -
do menos desde Nietzsche, a través de las nocio-
nes de "desfundamentación" y " h u n d i m i e n t o " .
Hegel u t i l i z a el concepto como t a l y cumple u n
papel central en la dialéctica, pero la diferencia
implicada en la dialéctica de Hegel desemboca
en la u n i d a d , ya sea como la síntesis de los opues-
tos, o en o t r o n i v e l , como el Espíritu A b s o l u t o .
Heidegger f o r m u l a la diferencia ontológica en-
tre ser y ente que después fue recogida y explo-
r a d a p o r algunos exponentes del pensamiento
posmoderno.
La deconstrucción derrideana y la observación
de segundo orden Intimanniana son herederas de
los más agudos desafíos de esta tradición de pen-
samiento: diferencia como posibilidad misma del
sentido, de la significación con D e r r i d a , dife-
56 Araos A DERRIDA
formas de ser de lo conceptual, tanto la concep-
tualidad que se nos ofrece en teorías constituidas
(el marxismo, estructuralismo, existencialismo, etc.)
como la que producimos y resignificamos median-
te el uso de los conceptos.
Tomando como ejemplo el concepto marxista
de mercancía, D e r r i d a despliega una argumenta-
ción cuyo centro apunta al modo de ser de lo con-
ceptual: formas "preocupadas", " h a b i t a d a s " ,
"contaminadas", "asediadas por su otro". Más aún
añrma que es necesario i n t r o d u c i r el asedio en la
construcción misma de u n concepto... de todo
concepto empezando p o r los conceptos de ser y
tiempo" ( D e r r i d a , 1995:180).
Los pares conceptuales t a n queridos p a r a la
racionalidad occidental son "lugares propicios
para la espectralidad" (p. 161) y esta fantasmática
es la que introduce precisamente, los terceros
conceptuales entre lo sensible y lo inteligible, pen-
samiento y acción, habla y escritura, entre n a t u -
raleza y c u l t u r a , sujeto y estructura, estado y so-
ciedad, privado y público, etcétera.
L a deconstrucción entendida como estrategia
de subversión de los pares oposicionales y sus
efectos colaterales parece encontrar en el asedio
y la fantasmática u n a semántica renovada y sui
generis que da a pensar la diferencia y lo d i f e r i -
do, el entre de la oposición que no se sitúa n i en
la posición (apropiación) n i en la negación (ex-
propiación) de algún lado del p a r , sino en lo otro
(Le differance), los terceros en asedio.
ADIÓS A DERRIDA 55
2. Habría que pensar si la lógica con la que
siempre me encontraba era su lógica o si D e r r i d a
compartía u n modo de inteUgibilidad también
habitado p o r L u h m a n n . E n ese sentido, no es ca-
sual n i meramente azaroso la p r o x i m i d a d entre
deconstrucción y observación de segundo o r -
den; podríamos incluso decir que serían dos
extremos de costa a los que une el horizonte
epistemológico de la diferencia. Si lo vemos así,
D e r r i d a forma parte de u n grupo de pensadores
profundos y radicales que h a n puesto en j a q u e
al pensamiento de la u n i d a d y sus pretensiones
de a f e r r a r la r e a h d a d a p a r t i r de e n c o n t r a r su
esencia y fundamento.
E l pensamiento de la diferencia viene, c u a n -
do menos desde Nietzsche, a través de las nocio-
nes de "desfundamentación" y " h u n d i m i e n t o " .
Hegel u t i l i z a el concepto como t a l y cumple u n
papel central en la dialéctica, pero la diferencia
implicada en la dialéctica de Hegel desemboca
en la u n i d a d , ya sea como la síntesis de los opues-
tos, o en o t r o n i v e l , como el Espíritu A b s o l u t o .
Heidegger f o r m u l a la diferencia ontológica en-
tre ser y ente que después fue recogida y explo-
rada p o r algunos exponentes del pensamiento
posmoderno.
La deconstrucción derrideana y la observación
de segundo orden luhmanniana son herederas de
los más agudos desafíos de esta tradición de pen-
samiento: diferencia como posibilidad misma del
sentido, de la significación con D e r r i d a , dife-
56 ADIÓS A DEBRIDA
rencia como operación de observación que hace
posible el conocimiento con L u h m a n n .
3 . A la deconstrucción sólo le faltó decons-
truirse a sí misma, es decir, aplicarse las premisas
de la autorreferencialidad en las que tanto insis-
tió L u h m a n n como medio para que una teoría se
desontologizara haciéndose cargo de sus propias
elaboraciones y mostrando las distinciones direc-
trices mediante la cuales observa.
Poco a poco se h a n ido muriendo los pensado-
res que h a n alumbrado el horizonte de mis bús-
quedas y aunque no se h a n ido del todo, pues
quedan cientos y cientos de páginas escritas de
su puño y letra, horas y horas de estudio y discu-
sión con los colegas a propósito de t a l texto o t a l
otro, horas y horas de trabajo con estudiantes para
introducirlos poco a poco en estos complejos ca-
minos de teoría, a mí me queda la sensación de
cierto vacío, que no se llena con la consoladora
idea de que alguien tomará la estafeta.
¿Cuántas lecturas a D e r r i d a quedan aún p o r
hacer?, ¿cuántas apropiaciones, traducciones y
traiciones permanecen en el marco de lo posi-
ble?, ¿qué asedios están p o r venir? D e r r i d a i n -
sinúa u n a respuesta cuando a f i r m a que " l a he-
rencia no es nunca algo dado, es siempre u n a
t a r e a . . . hay que asumir la herencia... nunca es
n a t u r a l , se puede heredar más de una vez, en
lugares y momentos diferentes, elegir esperar el
tiempo adecuado que es quizá el más intempes-
t i v o . . . " (1995: 188). Cada quien encontrará su
ADIÓS A DERRIDA 57
propio tiempo para reafirmar la herencia, trans-
formándola.
BibUografia
58 ADIÓS A DERRIDA
MARCO A . JIMÉNEZ
59
para luego j u n t a r sus pedazos y mostrarnos, como
Valéry, que se puede desmontar el poema y con
ello, simultáneamente, el funcionamiento de la
mente, de su concepción y de su quehacer. Y a
p o r esa época, los años setenta, cuando L a c a n
proclamaba que el poder escribe y la v e r d a d
h a b l a , D e r r i d a insistía en el texto como huella
del O t r o . ¡Metafísico! fue la menor increpación.
Su entrañable mentor y amigo, otro enfant te-
rrible, F o u c a u l t , lo tachó de pequeño pedagogo
que enseña a l alumno que nada existe fuera del
texto, u n supremo maestro que repite i n d e f i -
nidamente el texto. P o r supuesto, esta reacción
foucaultiana no era g r a t u i t a , respondía a los
cuestionamientos derrideanos a l totalitarismo
estructuralista. Afortunadamente hoy ya nadie
es estructuralista, excepto Levi-Strauss, hoy t o -
dos son pos t.
Siendo judío-argelino, sabía muy bien de qué
hablaba cuando a los márgenes se refería; su
extranjería parece definitiva. Márgenes de lafilo-
sofía permite reconocer las distancias entre la
differance y el relativismo. L a deconstrucción nos
señala claramente l a inexistencia de u n signi-
ficado trascendental, o de u n referente n a t u r a l
que estuviera ahí esperando p o r nosotros p a r a
ser presentado. Pero c u i d a d o , no es u n r e l a t i -
vista; l a referencia es siempre cuestión de i n -
t e r t e x t u a l i d a d , en u n campo abierto de i n t e r -
pretaciones, sentidos, donde no hay i n f e r i o r o
superior con relación a l m u n d o . Relativismo es
60 ADIÓS A DERRIDA
creer en forma única en l a existencia de la r e a l i -
dad como relativa. Podríamos decir, parafrasean-
do a Nietzsche, que hay cosas que son relativas
a algo, hay otras que no son relativas a nada y
unas más que sencillamente no son relativas.
Desde La deconstrucción en las fronteras de la,
filosofía, o desde la Escritura y la diferencia a los
cartesianos habría que decirles que la decons-
trucción no es u n método; a los habermasianos,
que no es u n a r a c i o n a l i d a d comunicativa; a los
apocalípticos, que no se anuncia el f i n del m u n -
do, y a los optimistas, que no es el fin de K a n t ,
la metafísica y el nacimiento de u n a relativista
posmodernidad. L a ubicación que a veces se da
a la deconstrucción, tiene u n cierto parecido con
lo que pasó a Peirce con su Pragmatismo; fue
t a l la confusión que éste último decidió deslin-
darse de dicho título, llamándose a sí mismo, en
forma b u r l o n a , Pragmaticista. D e r r i d a recono-
cía esta d i f i c u l t a d que, j u n t o con otras nocio-
nes, lo hacían pasar por pragmático o relativista.
Sin d u d a , algo hay de eso en la domesticación
academicista de la deconstrucción.
Usaré una palabra para aproximarme, quizás
muy alegóricamente, a la noción de decons-
trucción: palimpsesto, que no es otra cosa que,
un manuscrito antiguo que conserva las huellas
de u n escrito a n t e r i o r b o r r a d a s , o una t a b l i l l a
utilizada antiguamente en la que se podía bo-
r r a r lo escrito, para escribir de nuevo. 0 , como
diría D e r r i d a , más de una lengua.
ADIÓS A DERRIDA 61
Más romántico que k a n t i a n o , o, p a r a m e j o r
decirlo, más románticamente kantiano, critica a
K a n t su pretensión de salvar la relación entre lo
ideal y lo r e a l , entre lo filosófico y la r e a l i d a d ,
fundando (Kant) una traducción poética.
E l tema de la traducción queda ahí en E l len-
guaje y las instituciones filosóficas o, como él dice:
62 ADIÓS A DERRIDA
yor. ¿Qué lugar ocupa el psicoanálisis como bloc
de registro de nuestra memoria colectiva? ¿Qué
papel tiene el psicoanálisis frente a las nuevas
tecnologías de la memoria? Preguntas que nos
lanzan sobre el judaismo, más allá, de la deter-
minación judía (o no) del psicoanábsis, asunto
que a todos nos toca.
Amigos, no tengo más que una lengua, no es
la mía, les envío, desde el más allá, una tarjeta
postal, Derrida. En La tarjeta postal de Sócrates
a Freud y más allá y en E l monolingüismo del
otro se hacen uno y otro al mismo tiempo:
ADIÓS A D E R R I D A 63
conversamos con ellos, quizás tendríamos que
reaprender a c u i d a r a nuestros muertos, como
lo enseña el pasado y el presente indígena m e x i -
cano, para que retornen como espectros. O como
lo sugiere M a l i n o w s k i : en la estrechez entre lo
muerto y lo vivo está el m i t o , el tiempo que f u e ,
el actual y el que está por-venir.
" 2 de octubre no se o l v i d a " o " H e olvidado
m i p a r a g u a s " , dos frases que tienen en común
el olvido; la primera forma parte de nuestras con-
memoraciones nacionales, y la segunda, u n f r a g -
mento inédito de Nietzsche en La Gaya Ciencia
tema que toma D e r r i d a en Espolones, los estilos
de Nietzsche; sirva a nosotros p a r a h a b l a r del
olvido cuya esencia nos revela D e r r i d a r e c u -
r r i e n d o a los griegos; o l v i d a r es v e l a r ; se t r a t a
de u n velamiento como salvaguarda, como r e t i -
r a d a p r o t e c t o r a que garantiza lo incólume. E n
modo alguno el olvido es u n a simple laguna
m e n t a l , l a i n c e r t i d u m b r e , la falta de algo; o m i -
t i r algo y la omisión son algo frecuente. Cómo
no olvidar el 2 de octubre; nadie dice: " L a B a t a -
lla de Waterloo no se o l v i d a " o " e l 5 de Mayo no
se o l v i d a " ; o l v i d a r no es u n acto de distracción
o de inconsciencia; el ' o l v i d o del ser', dice
D e r r i d a siguiendo a Heidegger, es consustan-
cial a l ser y reina en tanto que destino de su
esencia. Olvidemos a D e r r i d a , t a l y como B a u -
d r i l l a r d nos i n v i t a a Olvidar a Foucault; cómo
o l v i d a r a otro si no es evocando el ser? Parece
que el ser está destinado a l o l v i d o .
64 ADIÓS A D E R R I D A
Hasta aquí este p e r i p l o , esta circunnavega-
ción que describe algunos de los tantos puertos
visitados p o r D e r r i d a ; el tiempo es breve; su obra
extensa nos deja con ella sus muertes, los que
h a b i t a r o n en él y q u e d a r o n escritos, los dichos
y los no dichos, los que solamente él conoció y
que nunca sabremos; se fue y nos donó su muer-
te, Dar la muerte, de D e r r i d a , dejó de ser u n
título más de u n l i b r o p a r a colocarnos de nueva
cuenta frente al p u n t o cero del intercambio. Si
d a r , recibir y devolver es la fórmula p o r excelen-
cia del intercambio simbóbco, la muerte mues-
t r a el exceso que nos habita y m o r i r no es reduc-
tible a la función o a lo simbóbco.
ADIÓS A D E R R I D A 65
ALEXIS LÓPEZ PÉREZ
67
A l lado de Levinas, D e r r i d a habla o habló de
la muerte con la que "nos encontramos en el
rostro del o t r o " , como no-respuesta: "ella es lo
sin-respuesta". L o que retuvo hasta ese momen-
t o , según cuenta o contó D e r r i d a es que nues-
t r a tristeza infinita debería resguardarse de todo
aquello que, en el duelo, se orientaría hacia la
n a d a , es decir, aquello que une todavía, a u n -
que sea potencialmente, la c u l p a b i l i d a d con el
asesinato.
Así, la c u l p a b i l i d a d del superviviente sería
una c u l p a b i l i d a d sin culpa n i deuda, en ver-
d a d se trataría de l a levinasiana responsabi-
lidad confiada, que D e r r i d a asume o asumió en
u n momento de emoción sin p a r , u n momento
en que l a m u e r t e es l a excepción a b s o l u t a :
aquel momento en que dijo "Adiós, Emmanuel".
Jacques D e r r i d a nace el 15 de j u b o de 1930
en E l - B i h a r , cerca de A r g e l . Su origen f r a n c o -
magrebí atravesará su extensísima o b r a . A p r e -
gunta del entrevistador p a r a el l i b r o No escribo
sin luz artificial (1999) comenta o comentó: "Soy
u n judío de Argelia. U n j u d í o , si quiere, des-
j u d a i z a d o . . . alguien que ha nacido en A r g e l i a ,
que vive en Francia desde hace varios años, que
sólo tiene u n a lengua, el francés, pero que no
se siente completamente en su elemento en
F r a n c i a . . . tengo, si lo p r e f i e r e , raíces fuera de
la t i e r r a , aunque sin embargo, son raíces..."
Desde finales de los años cincuenta colabora
con artículos p a r a revistas (Tel Quel, Critique).
68 ADIÓS A DERRIDA
E n 62 traduce E l origen de la geometría de
H u s s e r l ; en 67 p u b l i c a La voz y el fenómeno,
estudio que versa sobre Husserl; ese mismo año
aparecen De la gramatología y La escritura y la
diferencia. Despbega desde esos tiempos una
enorme y v a r i a d a obra escrita; nunca dejó de
e s c r i b i r , d u r a n t e el día, jamás de noche, pero
siempre con luz a r t i f i c i a l .
La distancia ético-político-poética entre las
identidades de muerte y vida ofrecidas p o r el
diccionario y las reflexiones derrideanas desde
la muerte y la vida de sus seres queridos, es
infinita.
D e r r i d a escribe no sobre l a muerte, sino en la
i n t i m i d a d con la m u e r t e . . . L o que marca sus es-
critos con estremecimientos (muertes chiquitas),
en los márgenes v i d a / m u e r t e . . . L a singularidad
de los nombres contra la generalidad de la muer-
t e . . . lo que subsiste de los nombres en l a me-
m o r i a : recuerdo y olvido.
Muerte y amistad ante Roland Barthes, y en
las memorias p a r a P a u l de M a n . L a i n f i n i t a
g r a t i t u d ante l a muerte de E m m a n u e l L e -
vinas... Muertes que son experiencias de gene-
rosidad singular y general. Escribirá después
ante la inevitable muerte de su madre en tér-
minos de circonfesión sobre una t r a m a gris. Se
t r a t a entonces de su testimonio sobre la i m p o -
sibibdad de volver a escuchar el p r o p i o n o m -
bre en los labios de l a m a d r e . N a r r a así lo que
habrá de t r u n c a r su existencia, su i d e n t i d a d ,
ADIÓS A DERRIDA 69
mediante u n texto que de antemano se sabe sin
respuesta.
E n 1999 D e r r i d a pubüca Dar la muerte, l i b r o
en el que busca hacerse cargo de la necesidad
y la i m p o s i b i l i d a d de lo ético y lo político, dada
la perspectiva de generabdad en que se les u b i -
ca, reflexionando sobre la historia conjunta del
sujeto, de la responsabilidad y de E u r o p a . Así,
nos dice o dijo:
70 ADIÓS A DERRIDA
el sacrificio absoluto. Sacrificio que no es el de la
irresponsabilidad sobre el altar de la responsabi-
lidad, sino el sacrificio del deber más imperativo
(aquel que vincula con el otro como singularidad en
general) en beneficio de otro deber absolutamente
imperativo que nos vincula con cualquier radical-
mente otro.
ADIÓS A DERRIDA 71
respeta la alteridad del otro y responde al o t r o , a
p a r t i r del hecho de pensar que el o t r o es otro.
Y no le parece o pareció poco ese hecho: que el
otro no es reducible a mí n i a mí mismo, lo que
demuestra que hay una justicia irreducible a su
representación jurídica o moral.
72 ADIÓS A DERRIDA
A N A M A R Í A MARTÍNEZ DE LA ESCALERA
73
que se ausenta. Esta última exigencia n a r r a t i v a
será afirmación tanto como condición performativa
del contar. Si se debe relatar es porque el otro ya
no es: constatación o afirmación de que alguien
ha sido y ya no es más. Y algo más, contar es una
especie de compromiso declarativo, u n llamado.
E n él gravita la responsabilidad a la que D e r r i d a
se refería continuamente y que, no obstante, so-
ha perder fuerza cuando sus lectores reducían el
llamado a una actividad sin consecuencias, final
más bien de la culpa.
Para Jacques D e r r i d a la responsabilidad h a -
cia el otro nunca será plena, íntegra, y p o r ende
c e r r a d a , t e r m i n a d a una vez p r o n u n c i a d a y ex-
h i b i d a . L a responsabilidad no podrá ser u n con-
j u r o n i una p a l a b r a mágica, u n abracadabra
m o r a l , sino una tarea sin fin (es decir u n trabajo
del compromiso, una l a b o r de la promesa y no
una a c t i v i d a d ) , renovable, es decir siempre a
p u n t o de hacerse nueva, de estallar en u n n u e -
vo acontecimiento y en u n nuevo sujeto del
acontecimiento. Sólo en nombre de esta tarea se
puede leer a los otros, r e c o r d a r l o s , escribir so-
bre ellos e i n t e n t a r que sigan h a b l a n d o , que
vuelvan a sí en la l e t r a , en cada lectura. E n n o m -
bre de esta responsabilidad es como se rememora
finalmente a los muertos. Y rememorar no es
resucitarlos (en el presente de la carne) como él
ha escrito, porque el poder de l a memoria p e r -
manece suficientemente enigmático como p a r a
hacernos pensar, a p a r t i r de él, que no es u n
74 ADIÓS A DERRIDA
pasado lo que se hace presente sino que se abre
algo de u n p o r venir (Derrida: 17). Entonces con-
t a r a nombre del que ya no está supondrá d a r
vida a u n a especie de aparecido que avisa lo
que vendrá. T a r e a entonces no sólo de respon-
sabilidad sino de espectrahdad, a la vez ética y
sobre todo política. E l reaparecido, a l hacerse
presente, nos recuerda que una injusticia ha sido
cometida, y nos recuerda también que l a j u s t i -
cia reparadora no puede ser reparación del daño
o retribución de dolores. E l acto justiciero de-
berá ser u n acontecimiento incalculable, i n c o n -
dicional o renunciar inmediatamente a sus p r e -
tensiones de j u s t i c i a , explicaba D e r r i d a acerca
del trabajo de duelo en Espectros de Marx.
E l duelo verdadero que no es sino u n t r a b a j o ,
una profesión de fe, nos somete a l a presencia
de u n ausente pero ya no como una copia de sí
mismo, u n a efigie, u n a imagen sonriente y de
mejores tiempos, sino que nos somete (nos hace
rehenes h u b i e r a dicho quizá Levinas) a l a v e n i -
da del o t r o , en cualquier momento, en cualquier
lugar (aquí, en esta página p o r ejemplo) y espe-
cialmente a desear u n a venida incalculable, de
la que nada podemos saber y que podría llegar
a ser tanto lo m e j o r como lo peor. Y lo peor h a
sucedido. Leía en el New York Times u n libelo
atroz contra D e r r i d a , que hace mofa de su muerte
y de la muerte del o t r o en general en nombre de
una ironía que se siente aguda cuando sólo es
profundamente intolerante. ¿Cómo podría estar
ADIÓS A DERRIDA 75
muerto quien ha escrito que u n muerto es y no
es?, plantea su a u t o r reduciendo las tesis p a r a -
dójicas de Espectros de Marx a u n a c a r i c a t u r a .
Recibir la muerte del o t r o con intolerancia es
u n a f o r m a de lo peor de lo h u m a n o . Sabemos
que lecturas emponzoñadas existirán siempre y
de cualquier l i b r o y a u t o r ; frente a ellas exigi-
mos el derecho a réplica. A h o r a b i e n , las malas
lecturas siempre son posibles. D e r r i d a expresó
en varias ocasiones que también somos respon-
sables de lo que se deja reducir o totalizar en
nuestros escritos (en su caso, mediante la p a r a -
doja o la aporía). Luego habrá siempre u n deber
de r e l e c t u r a , sin apologías, pero capaz de reco-
nocer y hacer la historia de esos errores que
conducen a excesos o abusos de interpretación
U n trabajo de relectura, no para salvar o conde-
n a r al otro sino, según lo propuso Husserl y des-
pués D e r r i d a mismo, p a r a i r a la escritura sin
asediarla desde construcciones conceptuales ex-
trañas. Este será también el paradigma del ejer-
cicio de memoria: contarlo todo y contarlo siem-
p r e una vez más.
Se t r a t a de u n ejercicio espectral, complejo
p o r las relaciones difíciles entre memoria y o l v i -
d o , respetuoso pero nunca condescendiente; de-
berá ser político, según escribía hace u n instan-
te, y a la vez consolador. No se trata del consuelo
que ofrece la religión sino del consuelo que p r o -
porciona la letra, una letra que nos sobrevive no
p o r existir más tiempo que nosotros pues también
76 ADIÓS A DERRIDA
a ella le sobrevienen catástrofes y muerte técni-
cas, sino p o r estar abierta siempre a otra lectura
más, a otra nueva discusión sobre su pertinencia,
a otras preguntas, e incluso a una exposición a l
lugar común o a las reglas del olvido. Lo político
del ejercicio no sólo está dado p o r el conflicto de
las interpretaciones, los usos y los abusos de la
memoria sino p o r la apertura misma al aconteci-
miento, a la llegada de lo que adviene.
Entonces ¿cómo recordar?, ¿cómo recordarlo?,
¿cómo deberá ser este deber y derecho a la memo-
ria del otro? Y ya que él asumió la responsabilidad
p o r ciertas reglas propuestas con ocasión de u n
ejercicio amistoso de la memoria, simplemente le
recuerdo al lector algunas de sus palabras.
ADIÓS A DERRIDA 77
esta segunda regla del trabajo de duelo de ana-
lizar todo lo posible el proceso de formación del
texto del otro y su p r o g r a m a , p a r a exponer los
enunciados y los efectos bterarios, filosóficos, éti-
cos y políticos que se derivan de él. Y esta tarea
será urgente e interminable porque si la damos
por acabada significará también el fin del otro y de
su escritura, su caída en el más completo olvido.
Esta tarea deberá, por cierto, intentar no reducir la
vida de u n autor a u n l i b r o , aunque arte y existen-
cia nos parezca a veces que intercambian adjeti-
vos; se tratará de no rememorar a l otro hombre,
obligados p o r la fuerza que reside en toda ficción,
como u n personaje, héroe épico o antihéroe mo-
derno. Aunque nos atraiga la idea, romántica como
suele ser la reducción de la vida a la poética; aquel
que se recuerda no es una persona ficta, u n efecto
de escritura, sino u n hombre. Es decir algo que
aún estamos por saber.
Bibliografía
78 ADIÓS A DERRIDA
BENJAMÍN MAYER FOULKES
79
Tiembla nuestra lengua, de nuevo habitada por
la promesa, el deseo monolingüe de una lengua
i n a u d i t a , lengua nunca oída en que pudiése-
mos, finalmente, decir, y oírnos decir, más allá
de esta afasia nuestra que no hace más que h a -
cernos e s c r i b i r , errantes que somos de la t r a -
ducción absoluta, sin lengua o r i g i n a r i a , sin l e n -
gua de p a r t i d a . . . (cf. D e r r i d a , 1997: 1 0 1 , 108)
Partir: d i v i d i r una cosa en dos o más partes.
Hender, r a j a r , r e p a r t i r o d i s t r i b u i r una cosa en-
tre varios. Romper o cascar los huesos o las cas-
caras duras de algunos frutos p a r a sacar su a l -
mendra. Partir: distinguir o separar una cosa de
o t r a , determinando lo que a cada uno pertene-
ce. Acometer en pelea, batalla o conflicto de a r -
mas. F i n a b z a r , concluir o acabar alguna cosa.
Tomar u n hecho como base para u n razonamien-
to. Desbaratar, desconectar, anonadar a uno. Par-
tir: empezar a caminar, ponerse en camino... No
es cualquiera a quien hoy decimos ¡adiós! (y t a m -
bién, como por vez p r i m e r a , ¡hola!); aunque sólo
fuese p o r eso: p o r su relación singularísima con
su propia muerte. A releer todo lo que ahora res-
ponde al mote improbable de corpus derrridiano;
corpus que tiene como punto de p a r t i d a la muer-
te en el origen, y que desde el p r i n c i p i o no hace
sino c a v i l a r , conducir u n t r a b a j o de duelo sin
fin p o r SU p r o p i a , badable y j u g u e t o n a f i n i t u d :
" ¿ q u é es ' e s c r i b i r ' ? , ¿cómo el escribir llega a
t r a s t o r n a r hasta l a cuestión 'qué es...'?, ¿qué
huella es l a huella escrita que para alcanzar su
80 ADIÓS A DERRIDA
realización debe borrarse y se produce a costa de
borrarse?" (Derrida, 1997:13-14); corpus este que,
de manera incomparable, es anticipación y progra-
ma de su necesaria desaparición, como también la
de su prodigioso escribidor: "Yo soy quiere decir
originariamente, yo soy mortal, incluso 'Yo soy el
que soy' es la confesión de u n mortal.. . " ( D e r r i d a ,
1985: 104-105) Como hacía él años atrás, inquie-
tando y riéndose con Husserl al citar a la p a r suyo
a Edgar A l i a n Poe, hoy podríamos recitar en su
nombre y también en el nuestro propio: " H e h a -
blado a la vez de sonido y de voz. Quiero decir que
el sonido era de una silabización distinta, e i n c l u -
so, terriblemente, espantosamente, distinta. E l se-
ñor Valdemar hablaba, evidentemente, para res-
ponder a la cuestión... Decía ahora: '—Sí, — n o ,
—estuve dormido, — y ahora, —ahora, estoy muer-
t o " (1985: 37). Duelo, y duelo p o r el duelo. P o r -
que, como señala Derrida a propósito de M a r x , " e l
trabajo de duelo no es u n trabajo como otro cual-
quiera. Es el trabajo mismo" (Derrida, 1995:114).
Duelo que no podría ser ya por una presencia v i -
viente, repentinamente ausente, sino, de antema-
no, p o r u n espectro. Duelo, y duelo por el duelo,
que hoy, más que nunca, es la posibilidad misma
de sobrevivencia. Porque, como recordó Derrida
apenas unas semanas antes de p a r t i r :
ADIÓS A DERRIDA 81
entre dos, entre todos los "dos" que se quiera, como
entre vida y muerte, siempre precisa, para mantener-
se, de la intervención de algún fantasma. Entonces,
habría que saber de espíritus. Incluso y sobre todo si
eso, lo espectral, no es. Incluso y sobre todo si eso,
que no es n i sustancia n i esencia n i existencia, no
está nunca presente como tal... Aprender a vivir córalos
fantasmas, en la entrevista, la compañía o el aprendi-
zaje, en el comercio sin comercio con y de los fantas-
mas. A vivir de otra manera. Y mejor. No mejor: más
justamente (1995:12).
82 ADIÓS A DERRIDA
ocasionales. Gracias: dichos o hechos infantües
que parecen superiores a l a p r o p i a c o m p r e n -
sión y a la edad. Dones naturales: el aire y el
sol, el p a n . Expresión que da a entender que
uno ha de contentarse con lo obtenido. Dichos
agudos, discretos y de d o n a i r e . Gracias: chis-
tes... Sofcrevivientes que somos, sin salvedad n i
descargo, el acontecimiento corre ahora p o r
nuestra cuenta (y, p o r ello, nada tenemos que
agradecer). Desde el p r i n c i p i o , a l explicarnos,
como nadie, su p r o p i a m o r t a n d a d , D e r r i d a no
hizo sino darnos l a p a l a b r a , a u n si la inmensi-
dad de su gesto y de su gesta nos dejó sin aben-
t o . Hagamos resonar de nuevo, aquí, hoy, su
presuroso pronunciamiento La universidad sin
condición, ese manifiesto tan apremiante de hace
apenas seis años:
ADIÓS A DERRIDA
83
quienes han de decidir. No los conocemos, ni uste-
des ni yo. Pues los dejo imaginar las consecuencias
de ese imposible del que hablo, si llegase quizá a
ocurrir un día. Tómense su tiempo, pero dense prisa
en hacerlo pues no saben ustedes lo que les espera...
(Derrida, 2002: 77).
Bibliografía
84 ADIÓS A DERRIDA
Diccionario de la lengua española, Real Academia Es-
pañola (RAE), Madrid, Espasa Calpe, 1992.
MOLINER, María, Diccionario de uso delespañol, Madrid,
Gredos, 1990.
ADIÓS A DERRIDA
85
-
!
RAYMUNDO M I E R
87
ción n i fusiones, renuente a las identidades, r e -
miniscencias en t o r n o de u n a frase q u e b r a n t a -
da, impersonal y absolutamente i n t r a n s f e r i b l e ,
atravesada p o r la señal del instante y de la a u -
sencia, huellas en l a escritura de una visión sin
origen y u n a voz que se desdobla en múltiples
sonoridades. H a y ceniza, queda la ceniza, exis-
te la ceniza, ahí hay ceniza, afirmación obbcua
de la última sombra sin n o m b r e de los cuerpos
inertes, pero también la anticipación y la me-
m o r i a de la muerte p o r v e n i r , o c u r r i d a ya en l a
escritura. Esa frase, sostiene D e r r i d a , reaparece
en sus textos como una cicatriz, más allá de su
propia textura, aparece como una sonoridad pura
arrancada de toda vocación significativa, se ins-
cribe como una materia irreductible más que como
u n juego de lenguaje, como una materia inerte,
como ceniza, como la materia misma que designa.
II y a la cendre es, quizá, como otras frases de
Derrida, inconmensurable, inaudible en la voz pero
reconocibles en su diferencia p u r a , diferencia ins-
crita en la materia sin significación de lo que i r r u m -
pe como u n residuo, grabado en los trazos de la
escritura. Disyuntiva de voces y de ausencias, t r a -
zo de desapariciones, juego de memorias despla-
zadas, celebraciones de la p r o x i m i d a d , escritura
de la desaparición, huella del desastre y del h a b i -
tar como una forma de sobrevivencia, poblar y des-
poblar el vértigo del lenguaje.
88 ADIÓS A DERRIDA
sonoridad y en sus ecos, en su materia escrita y
en la diversidad de sus acciones. Los ecos de
esa sola frase vacía, i n e r t e , pero capaz de con-
mover y de suscitar p o r sí misma u n a evocación
indeterminada, se m u l t i p l i c a n a p a r t i r y en t o r -
no de esa conjugación inextricable de voz y de
escritura: " H a y ceniza", "allá hay ceniza", "exis-
te la ceniza", " q u e d a la ceniza". Rastro de u n
último gesto de duelo: d a r a otro la ceniza, ceni-
za y nombre. D a r nombre, dar v i d a , dar muerte:
el acto del don recorre la o b r a de D e r r i d a como
objeto de reflexión y como acto, escribir, d a r su
lugar a l a implantación de la ceniza. U n acto de
lenguaje como d o n , como revelación de ese r e -
siduo distante, de esa materia decantada, frágü,
en disipación. Transfiguración de la f i n i t u d en
la textura, d a r cabida a la metamorfosis que
conduce la sombra de la significación a la ceni-
za, a la indiferencia de l a materia inerte como
testimonio tácito de lo que h a sido enteramente
consumido, l a huella sin cuerpo de los cuerpos
ya sin o t r o nombre que el de una memoria en
disgregación, la escritura m i n e r a l de u n e n m u -
decimiento sin término. L a voz de D e r r i d a y su
escritura no son ya sino la presencia espectral
de esa evocación en la ceniza, u n a presencia
sin horizonte. Queda l a escritura también como
la memoria del acto de don de esa materia inerte.
E l n o m b r e de D e r r i d a se confunde hoy con l a
ceniza, como señal y como resguardo de u n a
escritura singular que h a cesado ya de ser posi-
ADIÓS A DERRIDA
89
ble. Queda ahí la ceniza, sedimento que hace
legible u n vínculo no sólo con el texto y la vida
que subyace y sobrevive en el süencio de la lec-
t u r a , en las reiteraciones y los extravíos de la pa-
l a b r a . L a ceniza, esa presencia sin significación
que habrá de adentrarse como desaparición de
la voz y la escritura en nuestra p r o p i a muerte y
en nuestra precaria sobrevivencia. L a p a l a b r a ,
la escritura: u n último gesto, d a r la ceniza, el
juego paradójico de d a r la muerte, como u n acto
r a d i c a l de sobrevivencia. E l acto de d o n : la so-
brevivencia como persistencia de la i n t e r r o g a -
ción, l a i n c e r t i d u m b r e , la vida misma en la es-
c r i t u r a c o m o u n r i e s g o de s i l e n c i o y de
mortandad en el lenguaje. L a escritura como t r a -
zo y como riesgo, como espera y m e m o r i a , e n -
t r e la escritura y la voz, ese residuo opaco, l a
m u e r t e como puntuación, como b o r d e sin sig-
n i f i c a d o , como l a evidencia de u n límite, u n
t a j o que no es sino l a evidencia de u n a gramá-
tica d e l silencio en l a voz, en el c u e r p o . Quie-
nes leímos a D e r r i d a más allá del ejercicio aca-
démico , recibimos de él quizá esa extraña herencia:
recobrar para la vida el juego de una lectura resi-
d u a l , a d m i t i r esa fisura indeleble en el lengua-
j e , en el cuerpo y en la memoria de los signos.
Fue también l a herencia de l a delicadeza de
acoger la separación, de dar a o t r o y r e c i b i r del
otro el d o n paradójico de la suspensión del sen-
t i d o , de su impulso de certeza. Su herencia fue
la comprensión de u n a ética de la a p e r t u r a a
90 ADIÓS A DERRIDA
todo advenimiento, de desalentar el amparo de
la i d e n t i d a d , de resguardar la i n c e r t i d u m b r e
como una exigencia de lucidez ante el aconteci-
miento. P a r a muchos de nosotros, en los textos
de D e r r i d a , en su escritura advertimos aquel
sedimento que se preserva en la extinción r a d i -
cal de las voces, aprendimos acaso que la me-
m o r i a de la desaparición no puede ser sino el
nombre de la espera. L a espera como riesgo,
como trazo vacío, como u n n o m b r e sin cuerpo,
nombre de l a ceniza inscrito entre escritura y l a
voz. Es el riesgo entre la escritura y lo escrito, es
el de la evocación de la ceniza como u n trazo
entre la voz y la e s c r i t u r a . E l nombre y la p r e -
sencia de D e r r i d a h a n dado lugar ahora, con su
muerte, a una voz i n t e r i o r , singular, a una alian-
za entre el süencio y el trazo decantado en l a
evocación de la ceniza. L a voz se extingue en
ese süencio sedimentado en lo escrito, la escri-
t u r a invoca en süencio la sonoridad i r r e c u p e r a -
ble de su voz, trazo g r a m a t i c a l , una escritura
que insiste con el n o m b r e de D e r r i d a como esa
memoria audible sólo en la resonancia de la i n t i -
m i d a d , en el ultimo gesto de hospitahdad, la de
su muerte, la de la nuestra.
ADIÓS A DERRIDA
91
RAÚL QUESADA
93
muerte ya estaba allí, ese remordimiento siempre
fue viejo, ese vicio, como todo vicio, siempre fue
absurdo. Desde antes, desde endenantes, allí
estaba la M u e r t e , asomándose en lo absurdo del
vicio, dejándonos atisbar desde ese lugar vicio-
so, y p o r vicioso p r i v i l e g i a d o , el absurdo de la
existencia.
N o , no sé cómo decir adiós, cómo dar la v u e l -
ta y seguir p o r otra calle.
Ya no veremos su n o m b r e con u n a fecha,
1930, y u n hueco después, ahora ese hueco se
ha l l e n a d o ; los demás seguimos con nuestras
humüdes fechas, nuestros pobres huecos, lle-
vándolos a todos lados, día tras día, hasta aquel
que los sume todos. ¿Qué cabala explicará esa
suma, ese último resultado de u n a operación
aritmética y doblemente necesaria?
¿Qué palabras usar p a r a despedirse, las de
otros, las propias? Las palabras siempre son de
otros, pero a veces es bueno invocarlas con u n
nombre, con el nombre de quien ha logrado apro-
piárselas, como Quevedo, Pavese o Borges. Las
de D e r r i d a , que t a n t o se e n t r e t e j i e r o n con las
de otros, que tanto las c o b i j a r o n como estruja-
r o n , tienen a h o r a u n n o m b r e , el de u n h o m b r e
que ya no está v i v o , con q u i e n ya no podemos
c r u z a r p a l a b r a , que y a no iluminará nuestras
viejas y torpes lecturas con sus invenciones, u n
hombre que ya tiene los ojos cerrados pero que
no dejará de mantener los nuestros abiertos p o r
el tiempo que nos quede.
94 ADIÓS A DERRIDA
V i n o la muerte, vendrá la muerte, seguirá v i -
n i e n d o , se acercará, se asomará en vicios y v i r -
tudes, se hará fatalmente presente con esa p r e -
sencia t o t a l , excluyente, r a d i c a l — p u e s de raíz
nos excluye del m u n d o — p a r a constituirse ella
sola en l a única v e r d a d de la existencia. A d i -
ferencia de otros füósofos, que consagraron su
v i d a a l a búsqueda de u n a v e r d a d d e f i n i t i v a ,
m o r t a l , que aniquilara al otro — a l que opina otra
cosa—, que marginara la otra forma de vida — l a
alterna, la distinta a la nuestra—, D e r r i d a consa-
gró la suya, su v i d a , no su v e r d a d , a mostrarnos
que no todos los caminos son de esta manera
mortales, que no todos nos llevan a quedarnos sin
palabras ante el Ser o Dios o la V e r d a d , nos en-
señó que hay caminos que no llegan a la M u e r -
t e , que se quedan allí, en el medio de u n a n d a r ,
como u n picnic no planeado, veredas que no
debemos pavimentar n i patentar como el c a m i -
no más corto al corazón del problema, pues éste,
el corazón, siempre es parte del p r o b l e m a . No
hay n i u n centro del pensamiento n i u n afuera
del lenguaje, no es a u n topos platónico a l que
puede dirigirse o aspirar l a filosofía, pero sus
caminos nos pueden hacer v i s l u m b r a r , si no una
salida hacia el más allá, sí el laberinto a l que ese
más allá intenta dar sentido, y, a través de ese atisbo
filosófico, t a l vez lo podamos entrever con me-
nos angustia o hasta con cierta b e a t i t u d , como
decía su amigo P a u l de M a n . Esa beatitud está
hoy lejos de nosotros y tendremos que iniciar el
ADIÓS A DERRIDA 95
duelo, esa lucha con nosotros mismos que p a r a -
dójicamente, y con muy pocas excepciones, esta-
mos destinados a ganar; si no la ganáramos, si no
pudiéramos resistir la ausencia, ella, la ausencia,
se vestiría de Muerte y nos llevaría también. Pero no,
ganamos el duelo, y nuestro triunfo nos conduce a
esa forma del olvido que llamamos aceptación.
0 , quiensabe, dicho así, j u n t o , sin acento, sin
p r e g u n t a r , como una p a l a b r a que se excusa en
la ignorancia y que, p o r ello, i n v i t a a la resigna-
ción. T a l vez nadie sea indispensable, pero hay
quienes sonirremplazables, como decía Rol and
Barthes. Cuando alguien es irremplazable, cuan-
do su existencia está de t a l manera enlazada con
la nuestra que nada n i nadie puede t o m a r su
lugar, entonces se vuelve indispensable: no hay
dispensa posible p a r a su ausencia. No sabemos
cómo se fue a m o r i r P a u l de M a n , no sabemos có-
mo se fue a m o r i r Jacques D e r r i d a . No sabemos.
No podemos explicarlo; sólo podemos decir, con
Pavese, " P a r a todos tiene la Muerte una m i r a d a " .
96 ADIÓS A DERRIDA
SILVANA RABINOVICH
97
"Jacobo D e r r i d a " . Recordé entonces la muerte
de Jacobo, el patriarca bíbbco que recibió como
nuevo nombre " I s r a e l " y creo entender p o r qué
decir " a d i ó s " me parecía u n a tarea difícü. Cito
la escena (Gn 47, 28-31):
98 ADIÓS A DERRIDA
intérprete de sueños que en el siglo xx pensó la
muerte y la vida en el deseo. Pero hay más, h a -
bía una insistencia del exibo. No se puede decir
que D e r r i d a haya sido u n " e x i l i a d o " de la aca-
demia p o r q u e el número de sus pubbcaciones
lo contradiría; pero la naturaleza de la decons-
trucción tiene algo de la añoranza de u n éxodo,
t a l vez p o r q u e hace resonar en la institución fi-
losófica algo de Egipto. Egipto, desierto, arena;
u n poeta egipcio escribía: " E n el polvoriento si-
lencio de las arenas, h a y , todavía, pensamien-
t o " (Jabés, 1989: 78). Creo que en nuestras are-
nas l a esperanza — d e l p o r v e n i r , del é x o d o —
de que todavía haya pensamiento, es u n a deu-
da que tenemos con Jacques D e r r i d a .
E d m o n d Jabés, entonces, me hizo entender
p o r qué me parecía imposible encontrar las p a -
labras de " a d i ó s " p a r a quien hace unos años
dijo " a - d i ó s " a E m m a n u e l Levinas:
ADIÓS A DERRIDA 99
me parece no haber atravesado aún el umbral de su
puerta.
Y agregó:
— T u pregunta estaba dirigida a t i mismo y no
supiste encontrar la respuesta. La esperabas de t u
maestro, a fin de poder atribuírsela.
La ausencia, esta noche, de testigos, ha hecho, de
cada uno de nosotros, el testigo de un ausente.
Sabiéndolas, frecuentemente, fatales, callamos las
palabras que hacen mal.
Así, toda confesión de sufrimiento es silencio de
una palabra.
Escribir, escribir este silencio.
No hay palabras para el adiós (Jabés, 1989: 78-
79; la traducción es mía).
Bibliografía
101
eso, que me impactara. Creo que la sorpresa que
me provocó tiene que ver con los vínculos que se
establecen y con u n tema que ha sido caro p a r a
Jacques D e r r i d a , como el de la herencia.
¿Cuál es su herencia?, ¿cuáles son o serán sus
herencias? E n el trabajo de duelo que motiva esta
pérdida, habrá que evaluar cuáles son los espec-
tros de Jacques D e r r i d a , pues seguro que hay más
de u n o , e indagar cómo esos espectros vuelven y
volverán, cómo (re)aparecerán, condenados a
hacerlo siempre de otra manera, ya que el duelo
consiste en identificar los despojos y hacerse cargo
de ellos a lo largo del tiempo, y acorde a cómo
van mutando con el tiempo.
Las postales que se me representaron, y que
evoco a h o r a , tienen que v e r , m u e r t o él, con las
formas vivas en las que Jacques D e r r i d a está
presente, a l menos en mí, a p a r t i r de su t r a b a j o
académico y de su mibtancia pobtica como i n -
telectual activo.
La p r i m e r a imagen que se me presentó, ante
la noticia de su deceso, tiene que ver con su
concepción de lenguaje. Recuerdo la impresión
que me p r o d u j o l a lectura de algunos pasajes
de Fuerza de ley (1997), cuando afirma que el
lenguaje es violencia: " E n el p r i n c i p i o h u b o
logos, lenguaje, lengua, lo que quiere decir que
en el principio hubo fuerza", dice Jacques D e r r i -
da, " h a y u n ejercicio de la fuerza en el lenguaje
mismo, en lo más íntimo de su esencia. Es como
la violencia del acto f u n d a d o r " .
BíbUografia
107
Quisiera que estas páginas confesaran o hicie-
r a n l a v e r d a d u n poco también, y es esto lo que
decido escribirle y leerle, en estas exequias, en
esta l i t u r g i a laica y académica, en m e m o r i a de
Jacques D e r r i d a .
ADIÓS A DERRIDA
113
n a t u r a l i d a d D e r r i d a respondió con estas p a l a -
bras textuales (tengo la grabación; sabó después
en IIgusto del secreto):
Resurrección
Euforia
ADIÓS A DERRIDA
117
dría el año siguiente. E n la cena, Derrida recuer-
da la escena de los Vittelloni en la cual S o r d i , a l
pasar en coche frente a unos trabajadores que
reparan la calle, les "mienta la m a d r e " , p o r de-
cirlo así, acompañando el gesto de Sraffa con el
apostrofe "Obreros, obreros de la mazza..." Giu-
seppe Laterza había hecho venir a u n fotógrafo
para que los retratara y retrató a D e r r i d a y V a t -
timo que hacían, en efecto, el gesto de Sraffa.
Esa foto ya no se encuentra más, y es una pena.
Dos años después regresamos a Capri para h a -
cer un libro que no se hizo. Con Vattimo y Derrida,
y escribimos una postal a Gadamer, que me o l -
vidé de enviar y que tengo aquí conmigo. D e r r i d a
escribió "Hemos seguido sus h o r m a s " y después,
con u n a especie de mueca, precisaba, " a y e r en
la noche, p o r ejemplo, hacia los Farallones".
Otra anécdota: en Turín en casa de V a t t i m o ,
nos había impuesto el video de u n programa de
televisión que había hecho con Searle. A l día si-
guiente, 3 de marzo de 1989, Jacques me da una
copia de Limited Inc., su f u r i b u n d a e irónica po-
lémica con Searle, con la dedicatoria: " P a r a p r o -
longar u n poco la noche turinense con Searle".
O t r a vez, en P a l e r m o , después de que le h a -
bían dado el p r e m i o Nietzsche, hicimos u n p a -
seo a M o n r e a l e . A l g u i e n le dice, u n poco ex-
trañamente, que le recuerda M o n t m a r t r e , y él
Contesta: "Sí y n o " . E n r e a l i d a d , como sabe-
mos, era u n apasionado del S u r ; eso que él l l a -
maba "Nostalgería". E n Rende, en 1993, e s t a -
Depresión
PRÓLOGO 5
ROSA N I D I A B U E N F I L 13
ESTHER COHÉN 35
ALBERTO CONSTANTE 39
125
MARCO A . JIMÉNEZ 59
A L E X I S LÓPEZ PÉREZ 67
A N A M A R Í A MARTÍNEZ DE LA ESCALERA 73
RAYMUNDO M I E R 87
RAÚL QUESADA 93
SILVANA RABINOVTCH 97
M A U R I Z I O FERRARIS 107
126
Adiós a Derrida,
editado por el Instituto de Investigaciones Filológicas,
siendo jefe del departamento de publicaciones
GABRIEL M . ENRÍQUEZ HERNÁNDEZ,
se terminó de imprimir en los talleres de
Solar, Servicios Editoriales, S. A. de C. V.,
el 7 de octubre de 2005.
La composición tipográfica,
a cargo de GABRIELA MONDRAGÓN QUIROGA,
se realizó en tipos Bodoni
de 13:15.6, 11:13.5 y 9:10.8
La edición, al cuidado de la editora,
con la colaboración de MARIBEL MADERO,
consta de 1 000 ejemplares
impresos en papel Bond de 60 kg.
ISBN 970-32-2304-4